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Monarquía y Ciudades de Realengo en Castilla Siglos XII a XV

Miguel Angel Ladero Quesada Universidad Complutense Madrid

Introducción:
Presenta un esbozo y síntesis y reflexión general destinado a explicar las causas de la situación
vigente a finales del siglo XV en relación con el poder monárquico y ciudades de realengo
castellana.
Exposición diacrónica, que distingue varias épocas con homogeneidad interna a partir de los
orígenes de la cuestión en la segunda mitad del siglo XI , teniendo en cuenta los aspectos
principales a partir de los cuales se puede observar las características que tiene la relación y
el reparto de poder entre rey y ciudades en los planes socio-político y jurídico-
institucional.
Las ciudades Castellanas vivieron y se transformaron en aquellos siglos siempre dentro de un
campo político común, el de la Corona de Castilla y León- denominación que es preferible al
reino de Castilla. En Castilla no ocurrió una fragmentación feudal del poder político en los
siglos X al XII sino que ese se organizó en torno a la institución monárquica, aunque las
relaciones de poder en aquella sociedad se atuvieran a las características generales propias del
sistema feudal. No hubo muchos señoríos- si exceptuamos los grandes dominios eclesiásticos-
sino que la nobleza y los patricios locales ejercieron sus poderes dentro de la casa común cuya
cúpula era el poder del rey.
Desde mediados del siglo XV aquellos señoríos y los otros aspectos del poder nobiliario
crecieron dentro del edificio del estado moderno monárquico.
I. LOS FUNDAMENTOS, DESDE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XI
1. Áreas regionales y tipos de ciudades
El texto permite observar las condiciones generales en que ocurrió la formación de la red
urbana de la Corona de Castilla y León desde mediados del siglo XI hasta comienzos del siglo
XV: crecimiento de la población hasta el siglo XIII; conquistas territoriales frente a Al
Andalus que permitieron la incorporación y población del espacio comprendido entre la
línea del Duero y el Estrecho de Gibraltar en menos de dos siglos, aparición de poderes
municipales autónomos, al mismo tiempo que las ciudades se convertían en centros
organizadores directivos de casi toda la organización del territorio, especialmente de las tierras
nuevamente ocupadas , al S. del río Duero.
Al Norte del Duero, el Camino de Santiago de Compostela fue un gran eje de
renacimiento urbano, entre mediados del siglo XI y finales del Siglo XII.
Es muy diferente y muy original el modelo de ciudad que se establece desde finales del
siglo XI en las extremaduras, al S. del Duero.
La incorporación y transformación de ciudades hispanomusulmanas importantes generó otra
variedad a la que corresponde ante todo Toledo, donde a la herencia islámica se añade la
condición fronteriza durante siglo y medio, y, en segundo lugar, las ciudades del S, donde se
aplicó el modelo organizativo toledano (Sevilla, Córdoba y Murcia).
Hay que tener en cuenta los fenómenos de economía manufacturera y mercantil, (que se le
agregan a referencias básicas como el tamaño de las ciudades, las características de las redes
regionales, a la capacidad económica y financiera, a sus relaciones con el territorio y su área de
influencia, como así también a las intervenciones de los monarcas en la vida política y el
gobierno de la ciudad).
Tampoco hay que olvidarse el papel que tiene la acción de la Iglesia en la formación de la
identidad local. Hay algunas ciudades donde se conservan a finales del siglo XV, ciertos
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derechos a exigir que los beneficios parroquiales se cubriera con naturales de la localidad, pero
no se ha de olvidar la condición de la Iglesia como poder general y su relación de apoyo
recíproco con la monarquía, que creció con el paso del tiempo.
Otro aspecto de consideración es la actividad guerrera y conquistadora, la dedicación preferente
a las armas de una parte de la población y el encuadramiento militar de todo el vecindario en la
hueste propia.
En las formas de relación entre ciudad y territorio se muestra de manera muy clara la inserción
de las sociedades urbanas en el conjunto del sistema social. De la capacidad de control sobre
alfoces y tierras deriva en buena parte la que cada ciudad ha tenido para consolidarse como
subsistema dentro del país. Esta relación fue distinta según los casos: las ciudades suelen
dominar jurisdiccionalmente territorios (alfoces, términos)- y en ellos aldeas o lugares, más
bien pequeñas al Norte del Duero, por lo que a veces las ciudades las completan desde finales
del siglo XIII mediante la adquisición de otros lugares, sobre los que ejercen su señorío
jurisdiccional.
En cambio al Sur del Duero, cada ciudad dispone de un territorio amplio desde el
momento organizativo inicial- a veces varios miles de kilómetros cuadrados, y es
responsable de su organización, población, gobierno y administración.
El órgano de gobierno de la ciudad es el consejo- ejercido por un “señor colectivo“- sobre
el territorio sujeto a él, comparable a otras formas señoriales propias de la época feudal. No
parece dudoso que hubo elementos feudales en el “señorío urbano”, como también en las
estructuras y relaciones sociales urbanas, pero tampoco es de caer en un reduccionismo, en las
ciudades hubo situaciones variadas, y en la mayoría de ellas, elementos de orden social,
económico, político y jurídico que rompen con las formas clásicas o típicas del feudalismo.
2. El ordenamiento jurídico. El derecho “local”. Los Fueros.
A la creación o renovación de ciudades y la organización de nuevas sociedades urbanas
corresponden formas de “derecho privilegiado de tipo local”, llamadas generalmente
fueros. Su aparición es paralela al establecimiento de la red de poblamiento urbano y rural en
los siglos XI y XIII.
El fuero es “un conjunto de normas jurídicas que regulan la vida local y la cargas y derecho
de los vecinos y moradores, recogido en una redacción o texto único que es dado, o recibe
confirmación, del rey o del señor”. Estos suelen contener numerosas cláusulas de derecho
penal y procesal, y facilitan un marco organizativo para la vida de la ciudad y el territorio.
El otorgamiento de este derecho tenía por objeto atraer colonos, ofreciendo mejores
condiciones jurídicas, aunque, salvo excepciones, no se trate de personas de condición servil a
las que se enfranquece, de modo que la ciudad no era un enclave jurisdiccional aislado sino el
centro político- administrativo del territorio.
Los fueros se consideran como derecho otorgado por la monarquía, a la que competía la
potestas stawendi y por lo tanto eran modificables o revocables.
Así las ciudades fueron elementos integrados en la construcción política monárquica, sobre
todo a medida que se avanza en los procesos de concentración de poder y de mejor definición
de la capacidad jurídica regia, cosa que ocurre desde mediados del siglo XIII.
3. Las formas de gobierno y la administración
El régimen político concejil creaba una ciudadanía local con sus derechos y deberes
específicos, regulado por el Fuero, de la que sólo participaban los vecinos, tanto de la ciudad
como del territorio, considerados cabezas de familias más que como individuos.
El nombre de este régimen autónomo procede de que su fundamento y ejercicio se asienta en la
reunión y decisiones de los vecinos reunidos en asamblea o consejo. Pero las sociedades
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concejiles no fueron igualitarias, y tampoco el reparto y el uso del poder. Por otra parte el
predominio de la ciudad sobre las aldeas de su territorio, y del consejo urbano sobre los rurales,
creó otro tipo de diferencias y una forma de gestión del territorio en el que el consejo urbano
actúa como “señor colectivo” sobre todo en los ámbitos situados al S. del Duero.
La asamblea o consejo elegible cada año al juez, que la convoca y preside, y a los alcaldes, que,
junto con él, administran justicia, a los jurados o fieles, que velan por los intereses de la
comunidad, controlan y organizan el reparto y cumplimiento de los deberes vecinales, y a
los diversos oficiales o aportillados que tienen a su cargo aspectos concretos de la
administración. El concejo dispone de capacidad militar, no sólo para controlar, sino porque
los vecinos son convocados para formar parte de la hueste concejil, en caso de necesidad, como
caballeros o peones.
El apogeo de la autonomía concejil ocurrió en las “ciudades fronterizas” en la segunda mitad
del siglo XII. Al Norte del Duero las situaciones son más variadas, en Toledo siempre hubo
intervención real, en apoyo de un gobierno ejercido por los caballeros de la ciudad a los que el
rey designaba para el ejercicio de los diversos oficios, comenzando por alcaldes, y no hubo
consejos de los vecinos ni, en realidad, Fuero sino sucesivos privilegios y normas promulgadas
por el consejo real.
En resumen dentro de las realidades y tendencias comunes, la variedad de los casos y
situaciones regionales también han de ser tenidas en cuenta.
Pese a esto en todas ellas hay algo indudable: aunque a veces pudiera tener un origen autónomo
con predominio de fuerzas endógenas, el poder concejil es un “subsistema” dentro de un
“sistema” político más amplio. Los reyes intervienen y ejercen su propio poder sobre y al lado
del concejil, y no sólo como una instancia lejana o simplemente arbitral, sino de forma efectiva
y, con frecuencia, bastante continúa.
4. El desarrollo de los patriciados u oligarquías concejiles
La capacidad de intervención de los vecinos en el gobierno local tiene diferentes grados y
posibilidades de ejercicio del poder.
La jerarquización más visible en ellos se expresa a través de la diferente obligación militar-
acaso en torno al 5 por 100- lo hace a caballo. Esto implica la posesión de medios económicos
superiores y también el disfrute de privilegios diversos que hicieron soportable el esfuerzo y
afianzaran la supremacía social y política de los caballeros.
Los caballeros villanos tenían privilegios semejantes a los de los nobles o infanzones, pero
sólo en el ámbito concejil respectivo, disponían de diversos privilegios fiscales, de partes
mayores en el botín de guerra, y de tierras y bienes agropecuarios en cantidad adecuada
para mantener su rango al cuidado de los dependientes a los que también protegen sus normas
jurídicas.
A pesar de la variación de las situaciones de acuerdo con las regiones, lo que se sabe es que a
mediados del siglo XIII el predominio oligárquico en los concejos era casi general: sólo a partir
de esta situación previa se entienden las medidas políticas adoptadas por Alfonso X.

II. EL SIGLO DE LAS REFORMAS Y CONSOLIDACIONES: 1252-1350


Las grandes conquistas a costas de Al Andalus pueden darse por concluidas en las décadas
sexta y sétima del siglo XIII. (1260-70)
1. Alfonso X y los poderes concejiles
En la segunda mitad del siglo XIII culmina el desarrollo de lo que se ha denominado
“Estados Estamentales”, formados sobre una teoría política que integra diversos estamentos
socio- jurídicos en un cuerpo común, el reino, cuya cabeza es el monarca. De esta concepción
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del reino como universitas deducen unos colorarios de unidad e indivisibilidad del conjunto, de
vasallaje natural de todos sus habitantes con respecto al rey, y de su justificación del orden
social establecido, sobre la base de desigualdades y jerarquías regladas para cada estamento,
con la que se legitima a la vez el rey como cabeza sin la que no puede existir el cuerpo político,
y a diversos sectores como “sociedad política”, cuya participación en el poder es indispensable:
la alta nobleza, las jerarquías eclesiásticas, los grupos dominantes en el ámbito local.
Alfonso X quiso ser un gran coordinador de la vida política concejil, los concejos no actuarán
como células de acción contrarias o independientes con respecto al poder monárquico sino que
dependerán en buena parte de su voluntad y formarán un sector de la sociedad política
estrechamente vinculado a la monarquía. El rey buscó alianzas con las aristocracias locales y,
a la vez, la homogeneización de la vida jurídica y política concejil. También con Alfonso X se
desarrollo un nuevo sistema fiscal.
Ya antes desde 1255, y hasta final de su reinado, el rey concedió a los caballeros de decenas de
ciudades de manera sistemática franquezas fiscales, extensibles a sus dependientes, a cambio de
asegurar el mantenimiento de caballos y armas adecuados para la guerra.
En 1264, el rey comenzó a establecer además en diversas ciudades un grupo selecto de
caballeros que serían los vasallos directos suyos o del infante heredero. Al invitar a caballeros
ciudadanos vasallos de grandes nobles a abandonar a sus señores y aceptar el nuevo
vasallaje real, Alfonso X debió provocar descontentos que tal vez influirían en la revuelta de
la alta nobleza, en 1269-1273.
Al mismo tiempo, el rey promulgó el Fuero Real y comenzó a otorgarlo a bastantes ciudades,
en sustitución de fueros locales, esta medida pretendía la homogeneización del régimen jurídico
concejil, lo que convenía a los intereses políticos de la monarquía.
En los consejos organizados de nueva planta, en Andalucía y Murcia, se establecieron algunos
criterios de reforma: hubo una diferenciación entre los caballeros hidalgos o de linajes y los
caballeros no nobles, pues los primeros recibieron mayores heredades que los otros como
consecuencia de su nobleza y de su vinculación con el rey y éste nombró directamente a los
alcaldes mayores y al alguacil mayor en Sevilla y en algunas otras plazas. Aunque parece que
hubo aún concejos o asambleas abiertas, la práctica de reuniones restringidas de caballeros-
veinticuatros- en Sevilla para tratar y resolver las principales cuestiones anunciaba ya la
aparición del regimiento, que ocurría en época de Alfonso XI.
Alfonso X había establecido una nueva fiscalidad, en un amplio campo de relaciones políticas
entre ambas partes: la intervención de las ciudades en el otorgamiento y gestión del cobro era
inevitable, pero aceptaban un grado mayor de sujeción y dependencia, un elemento de presión
sobre la economía local que provocaría resistencias e incluso revueltas, y se convertiría en un
nuevo factor de desigualdad y diferenciación de los vecinos, tanto de la urbe como del
territorio, ante el poder.
El rey había tomado un conjunto de iniciativas que, pese a rechazos parciales o
transitorios, abrían una época nueva en la vida política de los consejos del reino y
respaldaban el establecimiento en ellos de régimenes oligárquicos.
Pero su idea sobre la composición del patriciado urbano no se limitaba a los caballeros en el
ejercicio de su función militar sino que se extendían a los ciudadanos que sobresalieran en el
comercio, cuyo importancia era vital para el desarrollo de medidas de política económica que
Alfonso X puso en marcha: reformas monetarias, red de ferias, liberación de tráficos
interiores, fijación de espacio económico mediante aduanas y control del comercio
exterior, etc.
2. La crisis (1282-1325)
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El poder efectivo de los reyes y de sus colaboradores disminuyó durante la época de
inestabilidad y desórdenes que siguió a la deposición de Alfonso X, sobre todo a partir de la
muerte de Sancho IV (1295).
En las plazas de realengo se desata la lucha entre las aristocracias locales- compuestas por
caballeros en su mayoría- y el común de los vecinos por el control del poder concejil, aunque la
balanza estaba ya muy claramente inclinada a favor de los primeros.
En estas luchas se observa como las oligarquías tienden a “cerrarse” para asegurar su defensa
y el monopolio o predominio en el poder. El cierre de las oligarquías se traduce en la aparición
de cofradías de caballeros y en la formación plena de linajes como forma de encuadramiento
político en el reparto de oficios concejiles y en la lucha de bandos por obtener mayores parcelas
de poder.
En general el modelo oligárquico triunfo plenamente a partir de 1325, con claro apoyo de
la monarquía.
Alfonso XI actuó con la conciencia de que la concordia entre monarquía y aristocracias
locales era sostenible evitando los aspectos peligrosos que podría tener para los intereses
de aquella la excesiva autonomía o potencia de éstas, por lo tanto esto estaba sujeto por
medio de pactos- entre monarquía y aristocracia-.
Para encontrar cierta búsqueda de equilibrio debemos enfocarnos en tres niveles:
Hermandades, Cortes y Consejo Real.
En 1282 se formó la primera hermandad general de consejos con objeto de apoyar al infante
Sancho en rebeldía contra su padre Alfonso X, para controlar sus atribuciones militares,
judiciales y legislativas, e impedir que cobrara sin su consentimiento tributos desaforados.
Pero en 1325 las hermandades desaparecieron- Alfonso XI, y también sus reivindicaciones,
se supone que los grupos oligárquicos buscaron seguridad en el poder regio. En conclusión,
hacia 1325 tocó a su fin el último gran intento de origen concejil para modificar el modelo de
organización política de la Corona: en su transcurso, las Cortes y Hermandades no articularon
un proyecto conjunto de representación estamental- ciudadana frente al poder real debido a la
fragmentación local en su seno y a la insolidaridad consiguiente entre las partes.
3. Las soluciones en el reinado efectivo de Alfonso XI (1325/1350)
Durante el reinado de Alfonso XI ocurrió la definitiva consolidación de los poderes
oligárquicos locales. En el plano social, fue entonces cuando alcanzaron madurez y plena
expresión pública los linajes, la cofradía de hidalgos y caballeros jugaron una función
importante en el encuadramiento de los patricios urbanos. Alfonso XI contribuyó a aquel
proceso de cristalización o coagulación social al hacer universal la obligación de mantener
caballo y armas adecuadas para los vecinos cuyos bienes superaran cierta cuantía, estos venía a
ser una versión de la caballería popular y obtenían diversas exenciones fiscales, privilegios y,
en bastantes consejos, el predominio o monopolio en muchos oficios municipales.
Los procesos de construcción estatal en torno al poder monárquico, sobre la base de estamentos y cuerpos o
grupos que formaban el entramado socio político de la corona eran, en aquellos siglos, incipientes,
inseguros, poco claros y acaso desarrollados por las personas y equipos gobernantes que rodeaban al
monarca con insuficiente conciencia de sus fundamentos y de sus finalidades globales.

III. PERMANENCIAS Y TRANSFORMACIONES EN EL SIGLO DE LOS


TRASTÁMARAS (1369- 1474)
1. Circunstancias generales

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Continúan el desarrollo doctrinal e institucional del Estado monárquico y el proceso de
equilibrios y tensiones políticas entre reyes, patriciados urbanos y alta nobleza.
Es el auge de la nobleza nueva protegida por los reyes, con el incremento de los señoríos sujeto
a la jurisdicción de los nobles.
Siglo XV tiempo de crecimiento económico y poblacional y cierta flexibilización en las
estructuras sociales mientras que, entre 1406 y 1474, aumentaba enormemente el poder, los
señoríos y la organización de linajes de la alta nobleza.
Los patriciados, aristocracias u oligarquía locales, experimentaron algunos cambios y
ampliaron en el siglo XV sus criterios de composición que ya eran bastantes complejos y se
habían iniciado desde el siglo XIII, la consolidación de la nueva red urbana, la ordenación
regional de los espacios económicos una acentuada comercialización de la producción agrícola
y una relevante actividad comercial, financiera y artesanal produjeron, una serie de cambios y
rupturas que hicieron de los grupos dominante algo meramente diferente de aquella nobleza
local de tradición, de implantación y características feudales que había dominado en los siglos
precedentes.
Los grupos de caballeros y hombres principales que estaban al frente de la vida política y social
tenían casi siempre una composición heterogénea debido a la misma movilidad interna y a la
apertura del grupo a miembros nuevos, enriquecidos o por el comercio o finanzas. La fracción
por nobles de sangre- hidalgos- caballeros de linaje- no estaba entonces enteramente cerrada.
Las llamadas leyes de Córdoba en 1492 en que se reguló mejor el procedimiento de hidalguía,
tuvieron gran importancia estabilizadora para consolidar muchas situaciones creadas en los
anteriores decenios.
La segunda aspiración o puerta de entrada, era conseguir formas de concentración del
patrimonio y rentas por vía hereditaria que garantizaban la permanencia en la familia en los
rangos aristocráticos. – mayorazgo-.
Los grupos oligárquicos si bien consolidaron su homogeneidad y acentuaron sus rasgos
tradicionales de identificación social, no lograron un peso suficiente en la vida política general.
2. Situaciones de la vida política local
a) la presencia del poder regio
A través de corregidores, sus facultades eran amplias que lo convertían en autentico
representante del rey, podía lograr hacer justicia- con suspensión de jueces o alcaldes locales y
al alguacil, tenía a su cargo potestad de ordenanzas, dirección de la milicia urbana y control de
la actividad y fuerza militar. Luego este fue reemplazado por asistencia con menores facultades.
Por lo general los reyes ejercían una amplia gama de funciones políticas sobre las ciudades de
realengo. Primero mediante actividad legislativa, segundo a través de actuaciones de
organismos u oficiales reales de la administración central o territorial – Cancillería o Audiencia,
etc. Y tercera la posibilidad de nombrar directamente a regidores en algunos casos.
b) Las intervenciones de la alta nobleza
Alo largo del siglo XV, hasta la pacificación de 1476- 1480, las ciudades de realengo fueron
más bien víctimas de las pugnas entre monarquía y alta nobleza, al verse mediatizadas por los
grandes nobles en lucha y sujetas a una presión mayor de la fiscalidad monárquica, mientras
que las zonas señoriales se libran mejor de ella al amparo de sus titulares. Los vecinos de
aquellas ciudades padecieron más que nadie los abusos generados por desórdenes y anarquías.
Las usurpaciones de poder, tierras y rentas concejiles estuvieron a la orden del día, e incluso la
transferencia completa de jurisdicción, cedida por el rey a algún tipo de noble. Las oligarquías
locales, a pesar de su dominio local, habían sido perjudicadas por el auge de la alta nobleza
porque veían amenazado o disminuido el ámbito de poder e influencia en el que estaban
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instaladas y encabezaron bastantes episodios de “resistencia al dominio señorial”, o a la
prepotencia nobiliaria, organizando al resto de la población afectada en un frente de intereses
comunes defensor de la potencia e unión de la Corona real. Su pro- monarquismo se explica,
pues, porque sólo una realeza fuerte sería el escudo protector de sus propios intereses políticos.
c) La evolución de los gobiernos municipales
La vida concejil siguió produciendo innovaciones de importancia. En el plano de la simbología
e imagen del poder, proliferan las manifestaciones de identidad ciudadana: relatos históricos
fabulosos sobre los orígenes, obtención de títulos ennoblecedores de la urbe, empleo más
profuso de signos heráldicos y de otros tipos, etc. En el ámbito de la actividad normativa o, más
bien reglamentaria, aumenta mucho la promulgación de ordenanzas de los cabildos
municipales.
El cabildo compuesto por regidores con alcaldes y alguacil, mantenía todo el poder en sus
manos. Pero fueron produciéndose ciertas alteraciones en las formas de acceso a estos oficios.
En teoría seguía siendo preceptivo el nombramiento regio y aunque, casi siempre, se limitaba a
una confirmación del candidato propuesto o sorteado, otras veces el rey ejercía su potestad y
nombraba regidores a personas de su confianza o entorno político, de modo que aquellos
individuos, forasteros a veces, otras vecinos ya de la localidad, eran un respaldo más a la
presencia del poder regio. Pero el rey también aceptaba con frecuencia que las regidurías
fueran vitalicias, y de hecho, hereditarias, cumpliendo los trámites de presentación y
aceptación del nuevo regidor por el cabildo y de nombramientos-confirmación regia; a
veces, las transferencias de titularidad se hacían en vida, con frecuencia hijo suyo o
pariente próximo, aunque también podría ser alguien que, en realidad, había comprado el
oficio.
En cualquier caso, el dominio oligárquico se mantenía sin fisuras, pero el aumento de
individuos y grupos de la misma oligarquía urbana alejados habitualmente del poder local
en su máximo nivel, que era el regimiento, obligaba acrecentar el número de regidurías.
También estaban en manos de la aristocracia local otros oficios de menor importancia: jurados,
fieles ejecutores, procuradores…
El monopolio permitía a quiénes lo ejercían combinar frecuentemente el ejercicio de una
política visible al servicio del pre-comunal, es decir, el aparato institucional de poder que
dominaban, con otra oculta en la que se servían de él para sus fines particulares: además
de practicar el clientelismo hacia grandes nobles, como ya hemos señalado, los poderosos
se apropiaban de términos, privatizaban usos comunales, utilizaban en su beneficio,
directa o indirectamente, la gestión de rentas concejiles o de oficios que le otorgaban más
poder, como sucedían en las alcaidías o tenencias de castillos situados en el territorio de la
ciudad, A veces incluso se tallaban pequeños señoríos en él.
Las causas de tensión no tenía que ver con el monopolio de poder, ni siquiera con sus abusos,
sino con las luchas internas entre bandos y parcialidades de la misma oligarquía, y con las de
carácter general del reino, en las que se veía involucrada y que, a menudo, provocaban la
exacerbación de aquéllas. Las luchas de bando no ponían en peligro el orden social político
local, sino que, por el contrario, estimulaban las alianzas de tipo vertical, entre individuos
de grupos sociales diferentes, y creaban vinculaciones y fidelidades que ocultaban o
bloqueaban tensiones horizontales, entre unas y otras clases, de modo que eran más bien
un mecanismo de estabilidad. Pero permitía una violencia ritualizada, estilizada
simbólicamente.
Algunas transformaciones y fenómenos sociales, sobre todo desde mediados del siglo XV,
abrieron posibilidades de cambio en la forma y gestión de los gobiernos locales, aunque no
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llegaron a realizarse o consolidarse casi nunca. De una u otra forma reavivaban, la conciencia
de universitas o comunidad, como fundamento de los orígenes y la realidad concejil, y llevaban
a demandar una participación en el gobierno. Los promotores de aquellas reivindicaciones
solían ser personas dedicadas a actividades mercantiles, artesanales y de servicios, es decir,
pertenecientes a las Burguesías o grupos de medianos de las sociedades urbanas, cuyo
número y poder de capacidad de toma de conciencia aumentaba sobre la base del crecimiento
económico.
Pero la mayoría de la población pechera- los menudos- y muchos marginados se limitaban a
ser utilizados como masa de maniobra por los dueños del poder o bien padecían sus
enfrentamientos.
Los menudos serían en torno al 80 por 100 del vecindario en ciudades de importancia frente a
no más de un 15 de los medianos y un cinco de los caballeros, y los promotores de cambios casi
nunca pudieron contar con los primeros. Al contrario la gran mayoría de la población era más
fácilmente movilizable por los poderosos.
Sin embargo a pesar de tantas limitaciones, era patente el aumento de las expresiones y
reivindicaciones políticas basadas en el concepto de comunidad y hubo de ser tenido en cuenta
durante los decenios que siguieron.

IV. NUEVOS EQUILIBRIOS Y REPARTOS DE PODER EN ÉPOCA DE LOS REYES


CATÓLICOS (1475-1515)
El triunfo de Isabel I y Fernando V en la guerra civil de 1475 a 1479 trajo consigo la
restauración del poder regio. Aumento de medidas autoritarias y en lo que se refiere a la política
concejil, se consumó la tendencia tradicional castellana, esto es, la integración de poderes
municipales en el ámbito de poder territorial común de la corona: no hay sistemas urbanos o,
por decirlo mejor, concejiles autónomos más allá de ciertos límites, cada vez menores y más
permeables al ejercicio del control monárquico.
1. Los medios para el establecimiento de la nueva situación
Una vez prohibido que los nobles concertaran acostamientos y pactos de vasallaje en ciudades
de su residencia o próximas a su señoríos, así como que intervinieran en la formación o
dirección de banderías, los consejos de realengo y sus monarcas estuvieron en disposición de
establecer un nuevo equilibrio en sus relaciones cuyas líneas generales fueron diseñadas en las
cortes de 1476 y 1480. En el transcurso de la guerra sucesoria y en otros momentos del reinado,
Isabel y Fernando adoptaron algunas veces, no muchas actitudes políticas ejemplares, como era
las órdenes de derribo de alcázares y castillos de las ciudades, o el ejercicio de la justicia.
Desde 1477-1480, el control de las administraciones municipales se hizo más intenso y
continuo a través del Consejo Real y del centenar de corregidores que dependían de él y que
permanecieron ya en las ciudades, pagados con sus recursos propios.
Los procedimientos de reparto de oficios concejiles se perfeccionaron mediante el régimen de
sorteo o rueda. En otras se acentuó la patrimonialización de los oficios al conceder los
reyes las regidurías de por vida o autorizar que las heredaran hijos o allegados de los
beneficiarios. Por regla general, se intentó la reducción o la eliminación de los oficios
acrecentados, cosa que no siempre fue posible, por otro lado los monarcas, aumentaron los
nombramientos directos de hombres de su confianza en muchos consejos y mantuvieron a
dirigente concejiles que le habían sido fieles.
Aumentó el ejercicio de la justicia y el gobierno desde la corte y se complementó con el
que utilizaba como vehículo a los corregidores con la potenciación, cuando era posible, de
los oficios de la administración regia y con el envió de delegados especiales de la
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jurisdicción real, como fueron los pesquisidores, y los jueces de términos (estos últimos se
encargaban poner al descubierto abusos relativo a la privatización de tierras baldías o de
uso común, aguas, cañadas, caminos, y obligaba a restablecer los derechos comunales).
3. Los conversos
Los judíos que no se convirtieron a la fe cristiana fueron expulsados en 1492; años antes; la
inquisición había venido a hacer frente po la vía jurídica, pero su influencia creó temor, afianzó
el orden establecido pero sin disipar recelos y prejuicios.
4. La gestión hacendística
Se intentó generalizar la técnica ya conocida del encabezamiento para el cobro de alcabalas
reales en diversas ciudades castellanas y sus territorios, cada una de ellas se comprometía a
entregar al fisco regio una cantidad global acordada de antemano al cobro y la gestión concreta
de las alcabalas quedaba en manos de la administración municipal. No cabe duda que esto era
una cesión de poderes efectivos por parte de la monarquía y casi una invitación a futuros pactos
o a enajenar de forma progresiva las alcabalas en manos de tenedores de juro, a menudo
miembros de los patriciados locales, que serían en definitiva gestores de la renta.
5. Los reyes y el “común”
Las ciudades no fueron un elemento pasivo como se pretende. El auge de la conciencia de
comunidad que se observa en al vida concejil desde mediados del siglo XV debe ser tenido en
cuenta, así como las huellas dejadas por la política de los Reyes Católicos hacia los consejos de
realengos. Es evidente que los monarcas entendían la necesidad de dar un medio de expresión
y control en el gobierno local al común de cada localidad, aunque sólo fuera para garantizar
mejor el equilibrio de fuerzas estamentales que se pretendía mantener tanto a favor de la
autoridad monárquica como de los intereses oligárquicos. Por eso, a la vista del
anquilosamiento y falta total de representatividad de los jurados, que estaban constituidos en
cabildos en Toledo y algunas otras poblaciones del sur, y de los otros oficios o formas de
representación estamental, se creó en muchas localidades la figura de los procuradores o
personeros del común.
Conclusiones:
Hacia 1500 se consolidó el Estado Moderno en la Corona de Castilla que pusieron en evidencia
un auténtico poder de la realeza y una centralización de poder a partir de la creación de
instituciones modernas, que en muchos casos limitaban el poder de la nobleza y permitía
afianzar vínculos con la monarquía y las ciudades.
Alfoces: territorio que rodea a una ciudad y depende de ella económicamente.
Fueros: jurisdicción o poder. Privilegio exención. Conjunto de privilegios o exenciones
jurídicas de la que goza un territorio o una persona. Conjunto de derechos que en la Edad
Media un monarca cedía a un territorio, ciudad o persona.
Fiscalidad: conjunto de leyes, reglamentos y procedimientos de la hacienda pública sobre
tasas, impuestos, contribuciones que rigen en un Estado.
Hermandades: Fraternidad, confraternidad. Cofradía, congregación, corporación, agrupación,
asociación, gremio, sindicato, mutualidad.

Monarquía y Ciudades de Realengo en Castilla Siglos XII a XV


Miguel Angel Ladero Quesada Universidad Complutense Madrid

Cuestionario:
1- ¿Cuál es la intencionalidad del trabajo? ¿Qué tipo de método utiliza para abordar el
mismo?
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2- ¿Qué el lo que hacen diferente al reino de Castilla y León con respecto a otras regiones,
dentro del modo de producción Feudal?
3- Enumera los cambios que se produjeron en la formación de la red urbana de las
ciudades españolas desde el siglo XI hasta el XIII.
4- ¿Qué diferencias observas entre las ciudades de antigua colonización y las nuevas?
5- ¿Cómo describe el autor a los concejos y los fueros de las ciudades?
6- Busca en el texto aquella característica que hacen a la centralización del Estado
monárquico en España.
7-¿Cuándo triunfo el modelo oligárquico concejil y por qué?
8- Describe las situaciones de la vida política local. Enumera tensiones y conflictos.
9-¿Cuándo se consolidó el Estado Moderno? Enumera alguna de sus instituciones
modernas.

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GENÉE, OCCIDENTE DURANTE LOS SIGLOS XIV Y XV. LOS ESTADOS, COL.
NUEVA CLIO, BARCELONA,1 985
Capítulo II- El príncipe y el país-
Juramentos y contratos
Siglos XIV Y XV fueron la época de un diálogo entre el príncipe y el país. En la época de la
monarquía feudal, un rey de Francia o Inglaterra, en el curso de su consagración, debía
prometer tradicionalmente por medio de juramento que mantendría la paz y la justicia. El
vasallo que había prestado homenaje al rey tenía también un sentimiento muy vivo de que éste
último por el hecho mismo de aceptarlo, había concluido con él un contrato cuyas recíprocas
obligaciones precisaba la costumbre. Antes de 1250, el poder del príncipe podía estar
limitado por el juramento inaugural y por los contratos vasalláticos.
En 1238 eran muy numerosos los artículos que precisaban las relaciones del rey y sus vasallos,
pero también aquellas que hablaban de la relación del rey con las ciudades; incluso un artículo
exponía de todos los del regno de Aragón; en 1287, se reconocía al país el derecho de deponer
al rey que no respetase el Privilegio general. Así poco a poco los príncipes de Occidente
aceptaron el hecho de estar ligados a sus súbditos, y no simplemente a sus vasallos, por un
verdadero contrato de cláusulas precisas cuyo incumplimiento podía justificar su deposición.
Con frecuencia, este contrato tomó la forma jurídica de un juramento prestado por el príncipe al
comienzo de su reinado.
Pero no todos los príncipes del siglo XIV y XV estuvieron ligados por tales juramentos o
contratos. Por ejemplo el rey de Francia continuaba prestando el mismo juramento tradicional y
vago. Solo lo invocaba para escapar a los compromisos que la dureza de los tiempos podía
obligarle a tomar en el curso de su reinado.
Las asambleas representativas sus orígenes
En la sociedad feudal el señor convocaba de vez en cuando a sus vasallos para pedirles el
consejo que ellos debían y querían darle. Estas asambleas, indiferentemente llamadas colloquia,
concilia, conventos, curiae, placita o tractatus eran tan numerosas como imprecisas su
composición y sus funciones. En un momento posterior el príncipe tuvo que hacer frente a
problemas políticos, militares, monetarios, financieros y administrativos cada vez más difíciles.
Para resolverlos, tuvo en cuenta las nuevas realidades y quiso asegurarse un apoyo más
amplio. Tomó la iniciativa de convocar asambleas más amplias que, aunque nacidas de las
asambleas feudales, tuvieron pronto caracteres diferentes.
Por otra parte y al mismo tiempo, para defender sus intereses y asegurar la paz, los súbditos se
vieron obligados a veces a coaligarse y decidir por sí mismos la reunión de asambleas que
hablasen en su nombre.
Estas asambleas se reunían en época de crisis, por ejemplo: muerte de un príncipe sin
herederos, caso frecuente en los Países Bajos en los siglos XIII y XIV; guerras, problemas
financieros y desastres militares como conoció Francia; dificultades financieras y repartos
sucesorios como experimentaron los principados alemanes en el siglo XIV, la crisis husita y
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sus repercusiones, debilidad persistente del Estado, como ocurrió en Hungría después de la
muerte de Luis el Grande.
Del siglo XIII al XV, el desarrollo de las asambleas políticas se debió mucho a las
experiencias de los sínodos (junta de eclesiásticos) y de los concilios eclesiásticos (junta o
congreso), al progreso de las ideas conciliares y, todavía más, a su plasmación final, el Concilio
de Constanza, que marcó profundamente todas las mentes de la época. “Lo que interesa a
todos debe ser aprobado por todos”- Todos debían consentir a los que todo concernía.
Pero era evidente que era imposible obtener de cada uno separadamente su acuerdo. El
principio del consentimiento de todos no podía ser aplicable más que si había representación.
La teoría medieval conocía dos formas esenciales de representación. En la primera, la más
antigua y tradicional, la cabeza representaba al cuerpo, como el padre representaba a la familia,
o el obispo a su diócesis o el señor a sus terrazgueros, sin que hubiese elección o delegación de
los poderes. En la vida política del final de la Edad Media, esa primera forma de representación
era todavía de una importancia capital. Pero, en un segundo sentido, representación implicaba
elección de delegados que recibían de sus mandantes unos poderes precisos. Esta nueva forma
de representación dependía por entero del lento progreso de la técnica de la procuración. Que
este progreso haya sido a los perfeccionamientos de la práctica jurídica, dónde era cada vez más
cómodo hacerse representar ante la justicia por un procurador; a las experiencias de la vida
eclesiástica, donde los capítulos generales de las órdenes religiosas, sínodos provinciales y
sínodos diocesanos contaban, cada vez con mayor frecuencia, con unos procuradores
regularmente elegidos.
Estas asambleas representativas no habían tenido que esperar al final del siglo XIII para dar sus
primeros pasos. Ya habían empezado a crecer poco a poco por etapas. La primera novedad es
que los príncipes llamasen a su lado a gentes de la ciudad. En principio estos burgueses
fueron allí sólo a título personal y consultivo; pero después fueron elegidos por sus pares y
participaron como representantes de la ciudad. Del mismo modo que el clero envió a las
asambleas unos representantes elegidos que ocuparon su puesto al lado de los prelados. Lo
mismo pudo decirse que hubo representantes de los nobles.
Hay que esperar hasta el siglo XIV para que la realeza intente organizar, no sin múltiples
vacilaciones, una representación de sus ciudades. A lo largo de los siglos XIV y XV , los
Estados Generales que se convocaron agruparon a prelados y nobles, representándose a sí
mismos, al lado de diputados de un restringido número de ciudades que, privados además de
plenos poderes, no podían comprometerse. Por el contrario la asamblea se 1484 fue
verdaderamente nacional; representantes del clero, de la nobleza y del tercer Estado,
participaron codo a codo. Para designar a estas asambleas, que paulatinamente se hicieron
más amplias y más representativas que las asambleas feudales, los contemporáneos no
dispusieron de otros términos que los tradicionales: curia, concilia o colloquia.
En las primeras asambleas, prelados, nobles y burgueses representaban a comunidades
diferentes pero se sentaban y deliberaban juntos. Sin embargo, pronto, en ciertos países,
cada Estado comenzó a sentarse y deliberar a parte, y la decisión de todos sus miembros
reunidos sólo contaba como una voz: la asamblea representativa se había convertido en
una asamblea de estados. Para designar a esta nueva institución, apareció en Borgoña, a
finales del siglo XIII, la expresión “Tres Estados”. Francia en la primera mitad del siglo
XIV en el mismo momento que el tribunal de justicia soberana se organizaba
definitivamente bajo el nombre de parlamento.
¿Con qué expresión genérica podrían designar los historiadores a estas asambleas nacidas de las
curias feudales pero diferentes a ella?
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Algunos pensaron en asambleas de Estados, pero se les hizo observar que no todas estuvieron
estructuradas en estados. Otros se inclinaron por “parlamentos”; pero; si esta palabra es
aplicable perfectamente a Inglaterra, corría el riesgo de favorecer cualquier clase de
confusiones con los tribunales de justicia de la misma época o con nuestras modernas
asambleas parlamentarias, que son realidades totalmente diferentes. Otros prefirieron limitarse
a llamarlas “asambleas representativas” que tendían a representar a la comunidad del país.
Sus orígenes se remontan más allá del 1300, y tuvieron gran peso en la vida política de todos
los Estados de Occidente en los siglos XIV y XV.
Las asambleas representativas: su peso
Las asambleas se reunían en ocasión de problemas precisos, y en primer lugar, militares. En
una sociedad esencialmente organizada para la guerra y donde, desde hacía siglos, los señores
que reunían a sus vasallos y a sus hombres pretendían primeramente organizar un ejército, no es
extraño que las asambleas representativas se situasen en esta perspectiva militar.

Pero tanto en tiempos de paz como en época de guerra, las asambleas se celebraban sobre
todo, porque, tanto el príncipe como a los súbditos, se les planteaba graves problemas de
dinero.
Sin embargo a finales del siglo XIII, el problema monetario pasó a segundo plano. Los
reyes convocaron a las asambleas para exponerles la necesidad del reino, es decir la
obligación que tenía el rey de hacer la guerra y pedirles en esta coyuntura consejo y sobre
todo, la ayuda financiera que preveía la costumbre.
A mediados del siglo XIV, los príncipes tuvieron que resignarse a reconocer que no podían
pedir un impuesto directo más que en caso de necesidad y con el consentimiento de los
representantes del país, fuesen Parlamentos o Estados.
En numerosos países de Occidente, las asambleas representativas, creadas en el siglo XIII para
resolver diversos problemas judiciales, militares o monetarios impusieron a los príncipes del
siglo XIV el principio de no poder cobrar el menor subsidio sin su consentimiento. Se apoyaron
en este consentimiento necesario para hacerse reconocer el papel legislativo. Importa saber en
que condiciones eran tomadas las decisiones. Generalmente estaba admitido el principio de que
toda decisión debía ser tomada por unanimidad. Toda decisión requería el acuerdo unánime de
los órdenes.
El derecho romano y después el canónico indicaban otro medio para resolver las votaciones,
exponiendo el principio de que la mayoría ganaba. Y así se impuso la ley del número.
Siguiendo estos ejemplos, las asambleas laicas comenzaron a contar sus votos.
La eficacia de una asamblea representativa dependía también de la duración y de la frecuencia
de sus sesiones. Sólo en algunos Estados de Occidente, las asambleas, preocupadas por
controlar mejor al gobierno, lograron prolongarse por medio de una comisión permanente e
imponer al príncipe un diálogo continuo. En los países de la Corona de Aragón se desarrollaron
en el siglo XIV unas comisiones permanentes encargadas de cobrar los impuestos votados;
fueron definitivamente organizadas a principios del siglo XV, en 1413 en Cataluña y en 1418 la
de Valencia.
Hubo pues asambleas y asambleas: en unos lugares fueron breves, raras e irregulares; en otros,
sus reuniones más frecuentes y más regulares, hicieron de ellas una verdadera institución; a
veces emanaron de ellas unas comisiones que impusieron al príncipe un diálogo permanente.
Las asambleas representativas su decadencia
Hacia mediado del siglo XV las asambleas representativas comenzaron a perder peso. A veces
llegaron a desaparecer por completo. En lugar de continuar siendo aquel interlocutor incómodo
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que había sabido imponerse a los príncipes durante más de un siglo, tendieron a no ser más que
su auxiliar.

WERNER ROSENER
LOS CAMPESINOS EN LA EDAD MEDIA
Traducción castellana de Enrique Gavilán. Editorial Crítica Barcelona
14. RESISTENCIA Y LEVANTAMIENTOS CAMPESINOS
En su obra fundamental sobre la historia rural francesa, Marc Bloch se plantea la cuestión
básica de la importancia que tuvieron las revueltas campesinas en la antigua sociedad europea.
Llega a la conclusión de que las revueltas campesinas tienen el mismo valor que la huelga en la
sociedad industrial moderna. Literalmente escribe: Para los historiadores la revuelta agraria es
tan inseparable del señorío como la huelga de la gran empresa capitalista. Los levantamientos
campesinos son observables durante toda la Edad Media.
Las revueltas campesinas derivan, en definitiva, de la oposición abierta de los señores y
campesinos dependientes y de los intereses enfrentados de ambos grupos; debe verse en ellos la
causa decisiva de las tensiones, los enfrentamientos y los conflictos.. Las revueltas y guerras
campesinas muestran que los cambios internos de los señoríos y los esfuerzos de los señores
para ampliar servicios, rentas e impuestos podían constituir un potencial conflictivo que no
cabía resolver con arreglos amistosos.. El abismo entre el mundo de los señores nobles y la
existencia campesina y el descontento creciente de los campesinos dependientes con sus
condiciones de existencia se descargaron cada vez más en formas de protestas menos
llamativas. El derecho de resistencia campesina, era legítimo cuando los señores faltaban
abiertamente a sus obligaciones. La seguridad de la existencia campesina se basaba en la
protección del señor y el mantenimiento de la paz. Esta protección debía proporcionársela el
señor a sus vasallos sobre todo ante los tribunales y en época de guerras y conflictos, el señor
tenía que representar sus derechos y el de los campesinos.
La resistencia campesina frente a los abusos señoriales o con motivo del abandono de sus
deberes por parte de los señores, comprendía un amplio espectro. Iba desde el rechazo de
rentas y servicios, pasando por la huida y la emigración, hasta las diferentes formas de
levantamiento violento. B.F Porshnev divide las resistencias campesinas en tres formas
básicas: resistencia parcial, huida y levantamiento; diferenciando formas altas y bajas de
resistencia. Como resistencias parciales se entienden el rechazo individual y colectivo de
determinadas prescripciones y obligaciones, la infracción de prohibiciones establecidas y los
pleitos de los campesinos con los señores en razón derechos y deberes concretos. La huida de
los campesinos es un paso más a la resistencia campesina en la que los campesinos se dirigen a
otras regiones en busca de mejores condiciones. En los levantamientos, los campesinos
emplean la fuerza abierta para cambiar las relaciones existentes en un sentido favorable.
Los levantamientos campesinos no se diferencian tan claramente de otros conflictos. Las
revueltas campesinas se encuentran al final de un largo proceso de desarrollo, en cuyo curso las
formas no violentas de protesta cotidiana se transforman progresivamente en acciones
militares. Una delimitación clara y precisa de los tipos de resistencia campesina resulta sin
duda difícil.
La existencia de explotaciones familiares independientes como forma normal de
explotación campesina y la firme vinculación de los campesinos en las asociaciones de
vecindad y las comunidades aldeanas fueron las mejores bases de la resistencia campesina
a los abusos de los señores dominicales y jurisdiccionales y príncipes territoriales.

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El estudio de los levantamientos campesinos en la Edad Media, se concentra en los siglos XIV
y XV. Sobre todo en el área alemana se han estudiado preferentemente las revueltas campesinas
de la Baja Edad Media y, en especial, las del siglo XV.
Las primeras noticias de resistencias campesinas aparecen ya en la Alta Edad Media en un
contexto de feudalización progresiva y generalización de las relaciones de dependencia
señoriales. En el imperio carolingio las principales formas de resistencia se dieron en las capas
inferiores de los señoríos. Se produjeron rechazos de servicios y rentas y protestas contra las
exigencias señoriales. Con frecuencia los siervos trataban de escapar de sus señores, lo que
suponía fuertes multas para los fugitivos.
En los siglos XII y XIII encontramos en las fuentes numerosas noticias de que los campesinos
rechazan los servicios o lo realizan de forma negligente.
Rechazo a las corveas, esto contribuyó de forma importante a que los señores de los siglos XII
y XIII dejaran el sistema dominical y pasaran a formas señoriales con predominio de las rentas
en dinero y en especie; con la cesión de la reserva a campesinos censatarios, las corveas
resultaban superfluas y pudieron ser conmutadas por pagos en dinero.
Las diversas tensiones y conflictos entre señores feudales y campesinos, llevó a éstos últimos a
huir a regiones de nuevas roturaciones o ciudades. Debido a que los señores feudales nobles y
eclesiásticos necesitaban muchos colonizadores para la apertura de los nuevos territorios, tenían
que prometer a los campesinos que querían acudir a la roturación, sólidas ventajas económicas,
jurídicas y políticas. Al mismo tiempo las ciudades prósperas ofrecían a los habitantes del
campo oportunidades de trabajo y mejora, y atractivas libertades. De esta forma muchos
campesinos huían a las ciudades vecinas, obteniendo en ellas la condición de burgueses libres
tras un año y un día de estancia.
El problema de la huida de los campesinos dependientes a las ciudades se intensificó en el
siglo XIII, cuando con las nuevas fundaciones creció el número de ciudades. Los señores
laicos eclesiásticos trataron de impedir la emigración a éstas con fuertes prohibiciones;
pero no se enfrentaban sólo a la oposición de los campesinos, sino a la de muchos señores
urbanos, interesados en el máximo crecimiento de las ciudades y en una afluencia
migratoria del campo sin obstáculos.
El movimiento de emigración campesina a las ciudades y las zonas de roturación obligó a
los señores a importantes concesiones a los dependientes que se quedaban, con lo que con
esta época también los campesinos de las áreas antiguas colonización pudieron mejorar su
posición social. En muchos lugares consiguieron una atenuación de las odiadas corveas,
una mayor libertad de movimientos y las fijación de las cargas feudales. La reducción
progresiva del suelo a consecuencia del avance del cultivo y el afán de los señores feudales por
elevar sus ingresos llevaron a grandes conflictos entre señores y campesinos sobre los derechos
de aprovechamiento comunales. Mientras los campesinos se defendían con cierto éxito de las
agobiantes cargas feudales dejando de pagar rentas, emigrando o por otras formas, la situación
era mucho más difícil en sus enfrentamientos con los grandes señores feudales que trataban de
ampliar sus áreas de dominio con ayuda de castillos, derechos jurisdiccionales y vasallos
caballerescos. Los mayores enfrentamientos de las comunidades campesinas con los poderes
señoriales se produjeron en los siglos XIII y XIV, sobre todo en los Alpes y en las franjas del
Mar del Norte, donde los campesinos habían conquistado a lo largo de la Edad Media una
posición relativamente libre y amplios derechos de autonomía en los asuntos comunitarios. Si
observamos globalmente las resistencias campesinas, se pueden deducir diferentes formas de
protestas; van desde las manifestaciones cotidianas, como el rechazo de las rentas y las disputas

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sobre los comunales, pasando por las huidas, a los levantamientos y las guerras de años de
duración.
Si nos ocupamos de los movimientos campesinos de la Baja Edad Media encontramos fuera de
Alemania tres grandes levantamientos: el de Flandes de 1323 a 1328, la revuelta de los
campesinos al norte de Francia en 1358 y el levantamiento inglés de 1381. La Jacquerie de
1358, que tuvo el carácter de una revuelta de la miseria de campesinos empobrecidos, se
caracteriza por su expansión territorial sorprendentemente amplia en tan poco tiempo. Las
elevadas exigencias impositivas, las grandes devastaciones de los ejércitos en la guerra de los
cien años y las innumerables acciones de pillaje de los tropeles de mercenarios, habían llevado
a la desesperación de la población campesina indefensa. A la vista de esta situación de
inseguridad y peligro se tuvo que permitir que los campesinos formaran destacamentos de
autodefensa frente al desenfreno de los grupos de soldados. A finales de mayo de 1358 se inició
en la región de Beauvais el levantamiento abierto, extendiéndose rápidamente a Picardía y las
regiones vecinas. Se despertó un fuerte odio contra la aristocracia, que persiguiendo sus propios
intereses tomaba parte en el pillaje en lugar de defender a los campesinos y sus pueblos.
Muchos castillos y fortalezas de la nobleza fueron destruidos sin contemplaciones, sus
propietarios asesinados u obligados a huir. Las ciudades permanecieron indecisas; los
campesinos rebeldes sólo recibieron pleno apoyo de unas pocas comunas urbanas. En conjunto
quedó de manifiesto el carácter espontáneo, poco planificado de esta revuelta que fracasó a los
pocos meses a pesar de su gran extensión.
En comparación con las Jacquerie, el levantamiento inglés de 1381 estaba mejor organizado y
se dirigía hacia objetivos precisos. El levantamiento comenzó en los condados del sudeste de
Inglaterra a fines de mayo de 1381 y fue derrotado a fines de Junio por el rey y la nobleza.
Aunque la revuelta estalló de forma relativamente repentina, los dirigentes tenían un programa
minucioso y completo; una exigencia fundamental de los campesinos rebeldes era la abolición d
la servidumbre. La presión de los impuestos y las elevadas cargas feudales afectaban a todo el
campesino inglés, por lo que en las filas de los levantiscos no sólo encontramos a los estratos
más pobre del campesinado, sino también a muchos campesinos ricos. Justamente el estrato
superior del campesino, tomó la dirección en la mayor parte de los centros locales del
levantamiento. La dirección programática fundamentalmente en manos de eclesiásticos
inferiores. En conjunto el levantamiento inglés de 1381, tuvo efectos positivos para el
campesinado inglés y aceleró la liberación de la servidumbre y los vínculos del señorío.
En el levantamiento flamenco se mantuvo durante varios años, de 1323 a 1328. El campesinado
flamenco se dirigía sobre todo contra los señores nobles y los abusos de los administradores y
recaudadores condales. Las regiones de la costa flamenca, donde los campesinos disponían
desde la expansión de la Edad Media de una notable libertad, tuvieron un papel central en la
rebelión. Los disturbios del invierno de 1323 en la zona próxima a Brujas se dirigían contra los
abusos de los señores jurisdiccionales, que tasaban los impuestos arbitrariamente y cobraban
tasas jurisdiccionales ilegales.
En estos tres levantamientos del siglo XIV aparecen importantes elementos y factores de la
crisis que tiene notable influencia en los levantamientos bajomedievales del imperio alemán y
que se tratarán con detalle posteriormente. En estos factores se ha de consignar la crisis
agraria con sus consecuencias negativas para campesinos y señores, además de la crisis
del poder feudal y el intento de los señores de compensar sus pérdidas con una mayor
presión sobre el campesinado dependiente. Entre estos factores aparecen las crecientes
exigencia de los príncipes que defienden las necesidades del estado territorial en ascenso y
tratan de desarrollar, a partir de complejos señoriales dispersos, territorios administrados
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de forma homogénea, se encuentran sin embargo, con la resistencia de los campesinos
preocupados por sus derechos de administración autónomas tradicionales. También entre
las causas generales se han de considerar los factores espirituales, religiosos y
eclesiásticos, que contribuyeron a los movimientos campesinos de diversas formas.
Las revueltas campesinas en el imperio alemán en la Baja Edad Media, crecieron en número,
intensidad y repercusiones, a o largo de los siglos XIV y XV. Las causas, los objetivos y el
curso de estos levantamientos- que tienen su centro de gravedad en el sur de Alemania- son de
muy diversa naturaleza. Los levantamientos campesinos pueden estar asociados con pogroms
antijudíos o mezclados con elementos nacionales y religiosos, como la revolución husita de la
primera mitad del siglo XV. La novedad de estas revueltas consiste sobre todo en que los
campesinos se asocian en grandes ligas que desbordan el área se un territorio y se dirigen contra
varios señores al mismo tiempo. Su realización más amplia, radical e importante se dio en la
gran guerra campesina de 1525, ya a comienzos de la Edad Moderna.

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