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06.

Herzog en la Amazonía:
una “visión”*
Herzog in the Amazon: a “vision”

ENRIQUE FLORES
ESQUIVEL
Universidad Nacional
Autónoma de México
recepción: 13 de octubre de 2016
aceptación: 19 de abril de 2017
* El presente artículo forma parte de una investi-
gación más amplia. Véase también Flores (2016).

Número 01: 111--142 Herzog en la Amazonía


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Resumen

En su libro la Conquista de lo inútil, rela- The book Conquest of the Useless by Werner
cionado con la filmación de Fitzcarraldo, Herzog records in detail the filming of Fitz-
Werner Herzog registra los detalles de una carraldo, a project that entailed several
empresa que cobró varios años de trabajo years of filming in a large area of the Peru-
en una extensa zona de la Amazonía perua­ vian Amazon. Nevertheless, Herzog him-
na. No se trata, como dice él mismo, del self points out it is not a diary: he describes
diario de una filmación, sino de un texto Conquest of the Useless as a text marked
marcado por la alucinación y una rara in- by hallucination and a rare poetic inten-
tensidad poética —una visión—, que en mi sity —a vision. My research explores the
análisis vinculo con las mitologías de los relations between the mythologies of the
indios shipibos, en las riberas del Ucaya- Shipibo Indians on the banks of the Ucayali
li, y con las visiones mitológicas del barco river and the mythical visions concerning
de vapor demoníaco: la súpay-lancha de the 19th-century demonic steamboat: Fitz-
Fitzcarrald. carrald’s súpay-lancha.

Palabras clave: Keywords:


Fitzcarrald, mitologías, Fitzcarrald, mythologies,
Amazonía, cine, alucinación the Amazon, cinema, hallucination

Inflexiones 2018 Enrique Flores


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Toute lune est atroce et tout soleil amer este paisaje inacabado y abandonado por
[...]: Dios en un arrebato de ira, los pájaros no
Ô que ma quille éclate! Ô que j’aille à la cantan, sino que gritan de dolor [...], los
mer! árboles se yerguen en este mundo irreal,
Arthur Rimbaud, Le Bateau Ivre en una miseria irreal (Herzog, 2012: 5). 2

“Se apoderó de mí una visión: la imagen “Ira de Dios”, la selva, como en Aguirre,
de un enorme barco de vapor en una mon- la ira de Dios. Así apostrofa, de entrada,
taña” (Herzog, 2012: 5).1 Así comienza Herzog al Perú: “País dormido, sobre el
la Conquista de lo inútil, menos un diario que la ira de Dios se ha enfriado” (2012:
o “informe de rodaje” de Fitzcarraldo que 12). Una lengua extraña que nada tiene
una bitácora de navegación, como apunta que ver con la lengua indígena —aunque se
Herzog en su prólogo escrito un cuarto confunda con ella— y que probablemente
de siglo después. O “más bien paisajes in- surja contra aquel horizonte, en la memo-
teriores, nacidos del delirio de la selva”; ria de una traducción “delirante”, y que
aunque “tampoco de eso estoy seguro”, comienza: “Tengo la certeza de hallarme en
dice en enero del 2004 (3). Una visión. la estrofa de un poema ajeno” (8). O, como
La palabra recuerda el título de una gran
obra esotérica del poeta irlandés William
Butler Yates —Una visión—, o la tradición
“visiona­ria” del romanticismo alemán, 1 Utilizo la versión española de la obra de Herzog,
como los “gérmenes” o fragmentos y los de Juan Carlos Silvi (2012), que mejora a veces la
Himnos a la noche de Novalis. Y la com- versión argentina de Ariel Magnus (2008), a pesar de
plementa, poco más adelante, otra frase algunos rasgos dialectales (peninsulares) que estor-
poderosa: “Cuesta acometer este trabajo, ban la lectura. Ambas traducciones, sin embargo, son
esta enorme carga de sueños” (7). Burden excelentes y me parecen igualmente recomendables,
of dreams, como se titula el gran docu- cosa poco común.
mental de Les Blank, y como es posible
sintetizar en la enorme “carga de sueños” 2 La oposición selva / realidad es distinta al ámbito
de la película de Herzog, desmesurada y hollywoodense: “Aquí se da por sentado que subire-
megalómana, expresada intensamente en mos un barquito de plástico por una colina a algún
el lenguaje de los conquistadores o los co- estudio de cine, tal vez a un jardín botánico que no
lonialistas —extranjeros o no— de la era esté muy lejos, por qué no San Diego, allí hay inverna-
infame e interminable de la expansión y la deros con buenas plantas tropicales. He preguntado
explotación, pero siempre con voz lírica: cuáles son entonces las malas plantas tropicales, [e
insistí en que se tratará de] un verdadero barco de
Suena la voz de Caruso, que acalla todo vapor sobre una montaña de verdad, pero no por
chillido de los animales de la selva y ex- una cuestión de realismo, sino por la característica
tingue el canto de los pájaros, porque en estilización de las grandes óperas” (2012: 9).

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se sugiere en este otro verso que alude al extras indígenas”, trabajadores forestales,
éxtasis y al terror: “Y yo, como en la estrofa la tripulación de los barcos, los camarógra-
de un poema en una lengua extranjera que fos, los técnicos y los actores, golpeado por
no entiendo, estoy allí, profundamente la soledad “como un animal gigante y en-
asustado” (5). furecido”, sólo responde: “Pero yo veo algo
que los demás no ven” (Herzog, 2012: 251).
“Querían disuadirme de arrastrar el barco
por encima de la montaña, protegerme
“Se apoderó de mí una visión...”. Al grado de de mi propia... la palabra locura apenas
que —como se le revela al cineasta dos años si se ha eludido: ¿no podría reescribir el
después de acometer esa enorme “carga guión de forma que Fitzcarraldo no tuviera
de sueños”— Herzog llega a preguntarse: que remolcar el barco por la montaña?”
“¿Por qué no interpretar yo mismo a Fitz- (268). “Kinski gritó que yo era un demente
carraldo? Me atrevería a hacerlo, porque y lo que me proponía, un crimen, y yo le
mi proyecto y el del personaje se han vuelto res­pondí que si el barco llegaba a soltarse
idénticos” (2012: 150). Algo psiquiátrico nadie estaría en peligro, que el barco se
emerge del fondo de esta visión: “una es- haría pedazos en un bello cataclismo y allí
pecie de ataque” nocturno, algo a la vez acabaría todo”. Y el vidente remata así:
“tan vívido y físico que no he encontrado “Pero aquel no era el objetivo del ejercicio.
el valor para describirlo, pues temo que Yo estaba allí al servicio de otra visión”
suponga algo más que sonambulismo” (257).
(134). Como si la convulsión anunciara el
carácter destructivo de la visión: “Por un La visión surge de un fondo inconsciente,
momento se apoderó de mí la sensación tiene un lugar en la memoria, de retorno
de que mi trabajo, mi visión, me destrui­ de lo reprimido, una fuente onírica: “Me
rían”, o la pregunta reprimida de “si mi pareció tener ya una imagen crepuscular
visión no me habría destruido ya” (64). El del lugar, como surgida de lo profundo de
visionario es víctima de su visión, como en la memoria, como si ya hubiera estado ahí
la ceguera visionaria o la “locura griega y alguna vez, pero me estuve preguntando
trágica”, esa locura que viene de los dioses: un buen rato si no la habría visitado en
A quien un dios quiere destruir, antes lo en- sueños” (105). De ahí que la visión sea el
loquece (Padel, 1997). Lo vislumbra Klaus fondo mismo de la película, más allá de
Kinski al ver la inclinación de la pendiente su trama, en su elaboración extenuante y
por la que hay que hacer trepar el barco: desesperada, una auténtica obsesión hi-
“Kinski lo ha visto y ha sentenciado”, como drográfica: “dos ríos que casi se tocan con
otro intérprete oracular, “que lo que me solo una colina en medio, por la que debe
proponía era completamente imposible, subir el barco. Si eso no se entiende, la
impensable, dictado por la locura”. A lo historia se pierde” (135), insiste Herzog.
que el cineasta, “en medio de cientos de “¿Alguien ha oído suspirar a las piedras?”,

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pregunta Herzog en el acto de contemplar Impiedad, crueldad, no menos que una
el río —ese “río sin pausa”. Y trepado a oculta confesión de parte de los “crímenes”
punta de machete, “en el punto más alto que pesarán sobre Herzog —señalados en
entre los ríos”, sobre “las copas humeantes forma delirante por Kinski y en forma ju-
de los árboles” y la plataforma que pre- dicial por los indios aguarunas: atisbos,
sidirá el izarse del barco sobre la selva y la augurios siniestros de los desastres o des-
montaña —una imagen que ya emergía en gracias, los abusos, las expoliaciones, las
Aguirre—, el cineasta tiene una sensación desmesuras cometidas en nombre de la
de éxtasis —como en El gran éxtasis del visión, como su consecuencia. Izar el barco
escultor Steiner: “He perdido el miedo [o por encima de la selva es, como apunta
el terror, como apunta en otras partes] a la Herzog, una metáfora. “‘¿Metáfora de qué?’,
idea de hacer pasar un barco enorme por me preguntó [Laplace].3 Le dije que eso
encima de la montaña, aun cuando todo no lo sabía, sólo que era una gran metáfo-
en este mundo aquejado de gravedad se ra. Que quizá no era más que una imagen
pronuncie en contra” (147). Ahí, en lo alto, que dormita en todos nosotros” (225). Se
“por encima del meandro desde donde trata, por lo tanto, de una “imagen” jun-
queremos arrastrar el barco a la mon- guiana, de un arquetipo, depositado en el
taña”, oye a los hombres trabajando en la inconsciente colectivo.
selva, un árbol inmenso que cae estrepi-
tosamente, “como una desgracia ajena”, la Pero, más allá de la visión, más allá de los
furia de la naturaleza “elevándose contra sueños y los arquetipos, lo metafórico o lo
un acto ignominioso” —mientras la selva simbólico, está lo real, lo verdadera­mente
calla, “como si contuviera la respiración” imposible en su concreción impia­dosa,
(172), y los hombres vuelven a gritarse los cruel o “ineluctable”. Es el pongo, la puerta
unos a los otros. Ahí reflexiona sobre su del abismo de los ríos, la caída que rompe
visión, y sus consecuencias, la “ineluctable el obstáculo de las montañas en el descen-
falta de piedad” emanada de la imagen y so del río hacia la llanura, paso angosto y
su “torbellino”: profundo, peligroso, que surcará el Hualla­
ga, el barco de vapor que simboliza, en la
Me he maravillado ante el modo en que visión sumergida de Herzog —pero tam-
la visión de una imagen, un instante bién en la epopeya de los “barones cau-
de discernimiento, entraña semejantes cheros”, y sus masacres y expoliaciones—,
consecuencias, y eso con una inelucta- la irrupción destructora y visionaria del
ble falta de piedad que se apodera de mí
tanto como de los otros involucrados, un
remolino del que surgen la alegría y el
miedo, se decide el curso de las vidas, el 3 “Laplace Martin. Ingeniero brasileño especializa-
nacimiento de los niños y la muerte de do en cargas pesadas. Dimitió durante el rodaje”
los hombres (173). (2012: 322).

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capitalismo colonial, de su espíritu em- vivir en el barco para que no lo encon-
presarial, con su violencia arrasadora y tremos desmantelado al regresar; igual­
soñadora, llevada más allá de sus límites mente, otra familia debe vivir en el Hua­
por la visión de un barco en la montaña, llaga debajo del pongo.
más allá de la naturaleza: una sobrenatu-
raleza. Pero el pongo y el barco son también Así que tenemos dos barcos idénticos,
la apertura de otro real, los puentes de lo uno sobre una montaña, el otro en un
“surreal”, los monstruos y la mitología: banco de guijarros, también con la quilla
fuera del agua (295).
Del pongo ha llegado la noticia de que
el agua ha socavado casi todo el banco Atestiguamos en el diario de Herzog (cier-
de guijarros en el que estaba el Hualla- tamente algo muy distinto a un diario de
ga, y que el barco se mueve, por lo que rodaje) el nacimiento de ese animal mi-
se necesita como mucho una crecida de tológico: cómo cobra forma poco a poco,
medio metro más de agua para que se con cuatro carpinteros y doce soldadores
suelte […]. Una imagen osada se abre mestizos trabajando en él sin parar, aquí
paso en mis pensamientos y ya no se deja en Iquitos, dentro de una tornería descrita
ahuyentar por nada, un acto definitivo y como “un impenetrable caos de basura,
verdaderamente surreal: que justo en el gallinas, niños, fogones y fotos pornográfi-
momento en que por fin hayamos pasado cas” pegadas en la pared, mientras patos
el barco por encima de la montaña y lo y cerdos “se revuelcan junto a los niños,
empujemos al agua del río Urubamba, en la suciedad” (32); cómo el pintor y es-
su hermano gemelo [varado en un me- cenógrafo Henning von Gierke —director
andro amazónico] entre a la deriva en de ópera, además— hace “el boceto de un
el cuadro y choque con él, de modo que mascarón de proa para el barco de Fitz,
ambos monstruos duplicados de forma una mujer indígena semidesnuda en la
misteriosa, se hundan mutuamente que se enrolla un pitón, un caimán y una
(307). tortuga que con el caparazón le tapa la
entrepierna a la mujer” (34); cómo los
“El barco es un monstruo” (257), le dice a rumores difundidos por radio, en lo pro-
Herzog el ingeniero Laplace en un mo- fundo de la selva, advierten ignominiosa-
mento extremo del rodaje. Un monstruoso mente que el Hua­llaga se acerca al pongo
animal “duplicado” en un “doble” mágico, de Manseriche, como un barco fantasma,
varado y doblemente habitado, como una cuando no ha acabado de construirse (54);
bestia anfibia y antropófaga, o como la cómo un “sueño febril” cobra “forma real
ballena de Jonás: en plena jungla”, como “una pura fantasía
selvática” (106). Cómo, en fin, el pasaje
Durante nuestra ausencia, que durará por el pongo —un verdadero rito de paso
meses, una familia de nativos tiene que en el sentido etnológico, que revela entre

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otras cosas cómo la locura y la cobardía Fulton lanza un barco cuyo propulsor era
de Kinski des­cubren su verdad en la expe­ una rueda con paletas movida por una
riencia de los límites: “Me dijo que si yo me máquina de vapor; prosigue sus experi-
hundía con el barco él se hundía conmigo” mentos en los Estados Unidos y, en 1807,
(204)—, por el pongo de Mainique, cons­ recorre el trayecto que separa a Albany
tituye la prueba esencial que atraviesa la de Nueva York, 240 kilómetros a través
aventura de Herzog antes del cumplimien- del Hudson. Aquel sería el primer sistema
to indefinidamente postergado de su visión, re­gular a vapor, con ruedas de paletas a
con los “espasmos” y la “agonía de la nave” ambos lados del casco —un diseño durade-
(202); la “noche helada y espantosa” que ro en la navegación fluvial, por su poco
antecede al choque con el acantilado y la calado, muy usado en la Amazonía, aunque
reinstalación de las cámaras, para volver aumentara la anchura de los barcos, como
a filmar a pesar del peligro la experiencia los vapores de ruedas que circularon por
vivida (203-204); los ataques sangrientos el Misisipi. En suma, los barcos de vapor
de los indios amehuacas, simultáneos al supusieron un progreso en la conquista de
paso del pongo, jamás reducidos ni por las rutas marítimas, una revolución técni-
los conquistadores, ni por los supuestos li­ ca que cambiaba el aspecto de los barcos
bertadores (204-209), y la violencia última radicalmente, haciendo, por ejemplo, de-
del pongo, a la que Herzog se expone ex- saparecer las velas, elemento invariable de
poniendo a sus colaboradores, indios o los navíos desde su aparición en el Nilo,
no indios, tripulantes, técnicos o actores 7 mil años atrás (Wikipedia, 2017a).4 Y a
(206-207). No es que queramos exculpar la vez, una visión extrema —operística o
a Herzog: deseamos reconstituir el senti- futurista— de la etnoficción romántica
do —ritual, mitológico, complejo— de su occidental.
experiencia.
Cuando Laplace abandona a Herzog, lo
Deseo y muerte: Eros y Thanatos. Pero el que se manifestaba era la tragedia esencial.
barco de vapor de Fitzcarrald —el animal La tragedia de una máquina. Y la máquina
que fascinó a Herzog— fue también una como animal. Aquí entran en juego las imá-
bestia simbólica para la cosmovisión capi­ genes puramente constructivas —o cons­
talista. Su aparición supuso una revolu- tructivistas— que articulan y que le dan
ción en la navegación marítima mundial, s­entido al relato de Fitzcarraldo. Tiene que
que desde entonces no dependió de los ver con postes muertos y puntos de apoyo,
vientos y las corrientes, sino de una fuerza tensiones, plataformas y cabrestantes, in-
maquínica. En 1783 el marqués de Jouf-
froy d’Abbans bota el barco Pyroscaphe,
de 45 metros de longitud y con ruedas,
que remonta la corriente del río Saona 4 Haría falta una poética y una historia de los barcos
desde Lyon. En 1803, en el Sena, Robert de vapor.

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clinaciones, pendientes, transmisiones, entre los estruendos de los cables y el
fricciones y poleas (256-257). Dicho en crujir de la armazón del barco, a causa de
una palabra, el universo cosmogónico del la resistencia (285-286); cuando, sobre
filme va a reducirse a la fisiología de un la pendiente neblinosa, como “un animal
barco, su drama orgánico, la constitución prehistórico dormido” (288), se atasca. El
—colonialista, materialista, alucinatoria— ascenso prosigue en una atmósfera carga-
del monstruo: da de presagios: “Vi un arcoiris formado
entre la neblina”, con “un pie en el Cami­
El primer intento de remolcar el barco sea, justo en el meandro donde remol-
no ha salido bien, pero al menos hemos camos el barco, y [...] arqueado sobre la
filmado el fracaso […]. Los personajes montaña, en dirección al Urubamba” —el
principales en nuestro extraño drama, río hacia el que habrá de deslizarse. “Todos
rodeados por la selva indiferente a modo lo hemos tomado al mismo tiempo como
de público, ya no son los hombres, sino un presagio” (289). Diez días después, “el
las cuerdas de acero, el tractor oruga, los barco está en lo alto de la montaña” (291).
malacates, los troncos de los árboles, el En el ínterin Herzog ha viajado a Manaos,
barro, el río, la lluvia, los desprendimien- a rodar la última escena de una ópera en
tos de tierra (270).5 el Teatro Amazonas, bajo la dirección de
Werner Schroeter —ya que él mismo, dice,
En el corazón de la selva, los ruidos de ma- jamás había asistido a una ópera. Fitzca­
quinaria alternan con pasajes musicales: rraldo, obseso de la ópera que desea pre-
cisamente construir una ópera en la selva,
Por la noche se oyó el sonido de una flauta navegará, después de consumar su mons­
en el campamento, completamente silen-
cioso. Hacia la medianoche me levanté y
encontré a uno de los jóvenes ayudantes
de cocina soplando a través del caño de 5 “Varios intentos con el barco, varias frustraciones.
plástico blanco de una tubería de agua en Lucha con amarras de acero muy pesadas y tercas;
el que había hecho unos agujeros (272- colocación de troncos extraordinariamente pesados
273). bajo el casco del barco; ganchos de hierro del tamaño
de un brazo se deforman como clips […]. Para mayor
Así, el clímax del texto herzoguiano acon- seguridad, hemos puesto una cuarta traviesa bajo el
tece en el dramático momento en que se barco […]. Como los troncos son tan pesados, estas
iza el barco en la montaña, cuando trepa operaciones con los cables de acero y el sistema de
por la trocha y alcanza el primer muerto palancas avanzan unos centímetros cada día. Los
—como se llama en lenguaje náutico al troncos, al igual que nuestro muerto, son de una
peso apoyado en el fondo donde se afirma madera tan pesada que de inmediato se hunde en
el cabo de fondeo—, en medio de la ira de el agua como una piedra; es tan dura y difícil de
Kinski y los aplausos de los indios campas, trabajar como el hierro” (2012: 272).

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truosa empresa, por las aguas silenciosas estratégica; los hombres se preparan ante
del Urubamba, haciendo sonar una ópera el peligro. Al tocar el agua, la nave se in­
en el río con su gramófono, ante la estu- clina y amenaza “zozobrar y hundirse [...]
pefacción de los indios. Herzog describe como si se revolcara en un sueño caótico y
así la ópera de Manaos: “El Teatro Ama- febril” (310). La nave, ya casi sumergida,
zonas, que los millonarios del caucho, en se endereza. Y no adviene una sensación
su deli­rio ostentoso-tropical, erigieron en de triunfo. “Sólo queda por informar esto:
la selva” (290). Tras lo cual, en un vuelo, yo he participado”:
vuelve a Iquitos, a clausurar su propia
ópera. El barco me era indiferente, no valía
más que [...] cualquier cable de acero
Queda pendiente, únicamente, el desli- retorciéndose en el suelo [¿como una
zamiento del barco hacia el Urubamba. serpiente?]. No sentí ningún dolor, nin­
Otra vez la trocha y la pendiente, el tor- guna alegría, ninguna excitación, nin-
niquete y el muerto construidos por los guna felicidad, no oí ningún sonido ni
campas (305). Les parece que podrían espiré de alivio. Sólo la conciencia de
soltar el barco “y dejarlo deslizarse solo” haber hecho algo totalmente inútil, o
(306). Bajan el barco con gran cuidado, más exactamente, de haber penetrado
“en tramos cada vez más pequeños”. “Unas en la profundidad de su reino misterioso
nubes espantosamente amenazadoras” se (311).
levantan. “Cuando todo ha quedado en
silencio, un pájaro borboritador” lanza De la visión a la alegoría. Y de las visiones in-
sus “gritos extrañamente sonoros entre las fernales de Blake, con su contraparte para­
copas de los árboles”. Crecen rumores de disíaca —como la propia selva amazónica,
que el río crece de manera desmedida: de o la Visión del paraíso de los conquistadores
que el barco puede moverse por sí mismo del siglo XVI— a la obsesión demoníaca de
sobre el fondo resbaladizo sin que pudiera Melville. Moby Dick o la ballena: alegoría
frenarse “ni con amarras de acero”, o que como Fitzcarraldo del capitalismo, teo­
el río creciera tanto que alcanzara la quilla logía negativa de la Bestia —“the whiteness
“y se llevara al barco consigo” (308-309). of the whale”—, Jonás y Leviatán, herética,
“A la luz de la fina luna”, dice Herzog al abstracta, indiferente, primitiva y salvaje
margen, “los campas comenzaron a cantar como los arponeros del Pequod, y como la
y a emborracharse, y en poco tiempo la retrató el gran poeta Charles Olson en su
trocha se veía como un campo de batalla gran ensayo Llámenme Ismael. Y expresión,
repleto de botellas de cerveza” (309-310). a un tiempo, de la crueldad shakespea­
Todo es viviente: el barco, las nubes, los reana y la violencia globali­zadora, a raíz
pájaros, el río, los cables, los muertos, las de la expansión capitalista en el océano
voces, los indios cantando a la luz de la Pacífico y de la explotación del esperma, o
luna. Las cámaras se disponen de manera grasa de la ballena, que iluminó al mundo

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en el siglo XIX como la “fiebre del caucho” “mitología colonial”, como esa fantástica
amazónico fue el síntoma de una fanáti- “seducción de los salvajes por la música o
ca vulcanización —la palabra proviene del por el gramófono” —“que remite”, como
nombre de Vulcano, dios del fuego y de los recuerda Calavia, “a la figura de Orfeo do-
volcanes—, destructora y esclavizadora, en mesticando a las fieras con su lira”—, sin
el planeta y en la Amazonía. hablar de ese mito secretamente románti-
co de una “naturaleza atroz” confrontada
con “planes prometeicos”, o de los cruces,
más allá o más acá, de “la mitología local de
En un ensayo titulado “Fitzcarrald, mi- la Amazonia” y “la mitología europea sobre
tología en tres fases”, el etnólogo y narra- la selva”: “una y otra obsesionadas por el
dor español Óscar Calavia se refería a la barco”, dice el etnólogo; “un barco medio
película de Herzog como a una “galería de fantasma, dotado de [...] vida y voluntad
fantasmas” (2010) en la que el mé­dium- propia, a veces un monstruo devorador de
cineasta se sumaría a los espectros del film, sí mismo” (2010).
cuya “atmósfera terrorífica” iba a impreg-
narse y a envolverse de las “viejas gestas Un segundo estrato mitológico estaría
de los caucheros” resucitadas en la mente modelado por la figura del barón cauchero,
de los indios como una transfiguración: cuya manifestación prototípica y suprema
de los alemanes y americanos del equipo encarnaría en Carlos Fermín Fitzcarrald,
fílmico en “variantes modernas del pishtaco ejemplo máximo de aquella “cohorte de
o el sacacara”, “ogros blancos en busca de neoconquistadores”, “saqueadores desal-
grasa o de piel de indio”, como los cau- mados que armaban con winchesters a los
cheros históricos (2010).6 De acuerdo con piro para que les consiguiesen esclavos
Calavia, la triple operación mitopoética campa y a los campa para que les sumi­
de Fitzcarraldo —inconsciente, en parte
al menos, para su creador— recurría, en
principio, a la “mitología local”, uniendo el
escenario del teatro Amazonas de Manaos 6 Calavia remite al libro del antropólogo escocés
y las actuaciones reales o fabulosas de Peter Gow: An Amazonian Myth and its History.
Sarah Bernhardt y Enrico Caruso —que En aquella época, Gow realizaba su trabajo de campo
llegó a cantar, ahí, “alguna selección de en una zona cercana a la del rodaje. “Durante el
arias y romanzas, no una ópera”, aunque rodaje y después de él, corrieron rumores de que los
otros mitos hablen de su paso “por lugares indios que trabajaban en la película vivían encerra-
mucho más recónditos”— con la construc- dos detrás de altas cercas, de las que cada día algunos
ción histórica del ferrocarril Madeira-Ma- escogidos eran sacados por unas portañolas para
moré, cuya “leyenda” señalaba que “había arrancarles la cara [...] quizás un rumor extendido
muerto de malaria un obrero a cada tra- por los madereros locales, molestos con los salarios
viesa”, y otras escenas características de la mayores que ofrecía el cineasta” (Calavia, 2010).

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nistrasen esclavos piro”, “héroe patriótico”, mal no recuerdo). Su cadáver, junto con
sin embargo, del Perú; que “no estaba, que el de su principal socio, sólo fue devuelto
se sepa, especialmente interesado en la por las aguas días después (2010).
ópera”, “ni era [...] un alucinado”; cuyos
planes, “descomunales”, eran sin em- “Galería de fantasmas” vinculada enton­
bargo “racionales” (como el del Istmo de ces, por múltiples vías, no a la historia
Fitzca­rrald, que unía, es verdad, los ríos sino a los meandros de la imaginación
Urubamba y Madre de Dios, pero haciendo mitológica. Cinéma-verité, dice aguda-
pasar “barcazas” por el lugar “más llano mente Calavia, que no extrae su “verdad”
posible”, no por “una pendiente brutal”); de una supuesta fidelidad histórica sino
héroe cuya hagiografía, Fitzcarrald, el rey de una mímesis experiencial: una forma
del caucho, trazó el cronista Ernesto Reyna, de vivir el mito, de “reproducir en la selva
cuyo extremo más delirante fue su fusión real la hazaña real de su héroe —hacer
o su asimilación “como Amacegua o ‘dios pasar un barco a través de una montaña
blanco’ por parte de los indios”. En el límite […]— con la ayuda de un vasto grupo de
entre historia y mitología, “el Fitzcarraldo verdaderos indios asháninka”, “en terri-
mítico de Herzog se pone simplemente al torio ajeno”, con una buena expectativa
lado de otros Fitzcarralds de la mitología de lucro y, “como en el pasado”, pero asi-
nacionalista peruana” —o como concluye mismo de “conflictos y alguna muerte”,
aún Calavia: “de la crónica demoníaca “como ya había sucedido en las empresas
del genocidio”. Y es que el tercer estrato de los barones caucheros” (2010). Todo en
mitológico de Fitzcarraldo corresponde a esa encarnación del mito que había hecho
la “mitología amazónica” de Herzog, una preguntarse al cineasta: “¿Por qué no in-
mitología “personal”, dice Calavia, “pero terpretar yo mismo a Fitzcarraldo?”, con-
perfectamente amazónica”, que no explota fesándose a sí mismo: “Porque mi proyecto
sin embargo a fondo su material históri- y el del personaje se han vuelto idénticos”
co: ni “la violencia de Fitzcarrald con sus (Herzog, 2012: 150). Y también los indios
ejércitos de indios”; ni la figura del Curaca se habían vuelto idénticos, pues, “quizás
Venancio —jefe campa o asháninka, aliado medio por casualidad”, en vista de que las
suyo—, “ni la sombría figura de Carlos locaciones tuvieron que ser trasladadas en
Scharff, uno de sus lugartenientes, cuyo el curso de la larga filmación, contrató a
asesinato reivindicaron prácticamente “verdaderos indios asháninka” —es decir:
todos los grupos de la región” (2010): “de la misma etnia de los que habían co-
laborado con Fitzcarrald, muchas déca-
Sobre todo, la película de Herzog [ya que das antes”, que aún vivían sus mitos y aún
aquí no se habla del diario de rodaje] no usaban sus anti­guos atuendos y pinturas
aprovechó el fin brutal del Fitzcarrald (Calavia, 2010)—, todo ello “en su empeño
histórico, que se hundió junto con su exacerbado” por consumar “un propósito
barco en un pongo (el de Mainique, si absurdo”, “tan incomprensible como la

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121.
codicia de los caucheros por la goma”. El yo había perdido los recuerdos de tradi-
rodaje, en su fluir, “no podía ser sino una ciones y de ciudades’, que nos ofuscan” —la
manifestación más de la furiosa locura de cita de Melville es de Cingolani—, también
los blancos” (2010). ese “leviatán del Bahuaja” evoca “el horror,
el dolor, la fuga”. “¿Una ballena en el Tam-
Ese complejo entramado mitológico bopata? ¿Sería blanca?” (167):
apenas deja asomar un sustrato más pro-
fundo: el de las mitologías indígenas. Un Canción de Haisaoji o la ballena Ese Ejja
entramado mítico impide, en un primer (fragmentos)
momento, desatar los lazos que anudan
los mitos amazónicos indígenas con los ¿Vos me escuchas desde encima del
mitos occidentales y los mitos andinos, agua?
sin contar esa “fusión perfecta entre reali­ No importa dónde te encuentres
dad y mito”, o ese otro “mundo paralelo”, Sé que estás encima del agua
de la ayahuasca (Cingolani, 2012: 29). Ya Deberías escucharme desde debajo del
esbozada la sombra o la presencia de la agua
ballena blanca, Moby Dick, del Pequod y Deberías escucharte desde debajo del
del capitán Ahab, en la hybris de Fitzca­ agua
rrald, no carece de interés asociarla con las ...
imágenes de Pablo Cingolani en el último Hay que escuchar al agua desde debajo
capítulo de Nación culebra: una mística de la del agua
Amazonía —“Moby Dick en el Tambopata” Viví escuchando al agua hasta que lle-
(163-167)— y en un poema que lo clausu- garon ellos, los Ese Ejja
ra: “Canción de Haisaoji o la ballena Ese Viví escuchando al agua desde debajo
Ejja” (169-173). El río Tampobata nace a del agua hasta que conocí a los
la sombra de la montaña Yagua Yagua, en hombres, a los Ese Ejja
la frontera peruano-boliviana: más allá No he dicho mi nombre. Los Ese Ejja me
“comienzan los territorios del mito y la nombraron Haisaoji
historia de los Ese Ejja” —“cachalotes en Digamos que soy Haisaoji o la ballena
bruma”: “los dominios de la ballena del Ba- Ese Ejja
huaja”—, allí donde Guamán Poma alertó o como quieran llamarme. Pueden
que vivían los anti runa micoc o “comedores us­­tedes llamarme Ismael...
de hombres, que danzaban sus taquies y No he dicho mi nombre, no les diré mi
cantaban arawís heroicos” (166). Un día, nombre
cuenta Cingolani, “una ballena devoradora Mi nombre no es importante
de hombres” surgió del río, despedazan- ...
do la geografía Ese Ejja y forzando a todo Mi nombre no. Ellos le pusieron nombre
el pueblo a emigrar. Y si Moby Dick “era a todo al río también,
ubicua, y ‘en estas aguas de perpetuo exilio al río que estaba cuando nací, al río que

Inflexiones 2018 Enrique Flores


122.
estaba siempre en el apartado “Las plantas de los dioses”,
Bahuaja lo llamaron en el último capítulo del libro: “La cultura
Río Bahuaja. Bahuaja cuei —ellos le de la droga”. Ahí, la autora enumera los
dicen cuei a los ríos “centros productores de energías míticas”
... en las mitologías amazónicas: “El agua, en
Me quisieron amarrar en un sitio, en una donde habita el bufeo [delfín amazónico];
poza que ellos llaman Topati la serpiente, la selva o la montaña en el
Sucede que no sabían ver las estrellas caso de los Andes [...] el cielo, en donde
desde debajo del agua habitan divinidades de origen cristiano”
Les enseñé a ver las estrellas y las para- (2009: 224).7 Más allá de estos centros
bas desde debajo del agua cósmicos, cada lugar de la naturaleza
... tiene un “espíritu protector”, una “Madre”
Desde debajo del agua —“Madre de la selva”, “Madre del agua”—,
sigo viendo al mundo vinculada siempre a la ritualidad:
Te sigo viendo
te escucho Mucha gente ha visto lanchas fantasmas
desde debajo del agua que viajan de noche y se sumergen en el
Todo se escucha agua. Se habla de vapores que usan leña
todo se siente o que tienen motores. Los yacurunas o
desde debajo del agua bufeos manejan las lanchas que tienen
luces y llevan personas o animales. Según
(Cingolani, 2012: 171-172) la tradición indígena son boas inmensas.
Los cocamas dicen que es la Purahua,
“Madre del río”. En quichua es la Súpay-
En una síntesis magnífica y erudita —Ama­ lancha (“Lancha-demonio”). En la lengua
zonía. El río tiene voces—, menos poética shipibo del Ucayali central se llama
y política que el libro de Cingolani, Ana Acurón. Si uno se le acerca, la lancha
Pizarro traza un “mapa de navegación”
inmerso en el “imaginario” amazónico.
Varios capítulos de la obra abordan la
presencia de las leyendas y los mitos en las 7 Sobre los seres sobrenaturales que habitan esas
tradiciones orales y en la cultura ilustrada regiones, véase Pizarro: los acéfalos o iwaipano-
de la Amazonía, por ejemplo el que alude a ma (58-59); el chullachaqui (61, 172-173); el hom-
“La imaginería europea en América” o los bre-lobo (173-174); el delfín, llamado boto en el área
que abordan “La estética ilustrada” y las brasileña, perverso y seductor (174); el habitante
“Voces del agua y de la selva”, o la “Orali- submarino que, a menudo, toma la forma de un pez
dad y [la] literatura de los pueblos indíge- (174); el matintaperera que se transforma en lo
nas”. Pero la anotación, posiblemente, más que quiere —“es su poder”— y que a veces aparece
interesante sería una cita que se incluye como una cara con la piel al revés (175).

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123.
fantasma puede causar enfermedad o pero tampoco alude a los barcos de vapor
parálisis (apud Pizarro, 2009: 224).8 “que usan leña o que tienen motores”, in-
tentando tal vez eliminar sus elementos
no tradicionales, técnicos o tecnológicos,
Aunque escasamente vinculada por la cargados simbólica e históricamente —lo
crítica y el análisis a la visión y a la em- que impide asimilarla a las lanchas de los
presa de Fitzcarraldo, la construcción de barones caucheros. No hay referencia a la
esta embarcación multiforme —amazóni- “enfermedad o parálisis” que como efecto
ca y mitológica, entre la ballena de Jonás, de una maldición o una hechicería puede
la ballena blanca de Melville y la ballena causar esta “lancha-demonio”. Los ele-
apocalíptica de Ese Ejja, la piragua del sol mentos diabólicos cristianos desaparecen.
y los barcos de vapor de los “baro­nes” aluci- Pero hay unas “luces rojas”, un “incendio”
nados del caucho—, al lado de las “lanchas” misterioso, las metamorfosis de una fauna
mitológicas o diabólicas, demoníacas, fantástica:
asociadas a anacondas y delfines, o a la
“gente del agua”, traspasa, aunque Herzog
no lo sepa, su “visión”, subordinándola a
mitos o arquetipos que desconoce, como
si se incorporara —se hiciera cuerpo en 8 “Esta lancha es también, a veces, una boa gigantes-
el armazón o en los desplazamientos im- ca que sale del agua, la Cobra Norato del lado bra-
posibles del barco, en su duplicación, humo sileño” (224). Cobra Norato es, precisamente, el
en sus máquinas de vapor—, como si es- título del gran poema largo de Raúl Bopp (1931),
tuviera atravesada, subsumida, sometida, gemelo en cierto modo de Macunaíma, de Mario
esclavizada, por la violencia misma del de Andrade (1928), y que, como esta última novela,
pongo convertido en prueba iniciática, y explota con amplitud los recursos y las fuentes de
simultáneamente en espacio de inmovili- las mitologías amazónicas del Brasil (Pizarro: 160).
dad, vacío, reposo, ajustada de algún modo Una futura edición bilingüe, con la versión original,
al poder de los chamanes, los vegetalistas: la traducción castellana de Ángel Crespo y un “tras-
su alucinación. lucine” de Andrés Ajens, con grabados originales de
Tarsila do Amaral, se publicará próximamente en la
La versión tal vez más conocida de la le­ serie etnopoética “Adugo biri”, de la UNAM.
yenda de la súpay-lancha es la del escri-
tor indigenista peruano Ciro Alegría.9 9 La leyenda se incluye entre las “Leyendas de la
No habla, sensiblemente, de yacurunas selva amazónica”, en su recopilación de Fábulas y
ni de la Purahua, ni llama acurón o súpay- leyendas americanas. Fue publicada en el suple-
lancha a aquel mítico “barco fantasma” mento Estampa, del diario Expreso, el 16 de marzo
que da nombre y materia a su relato —oc- de 1969. Su esposa y editora, la poeta cubana Dora
cidentalizándolo en cierto modo, o remi­ Varona, reunió también los cuentos de Fitzcarraldo,
tiendo el mito a un motivo universal—, el dios del oro negro.

Inflexiones 2018 Enrique Flores


124.
Por los lentos ríos amazónicos navega 10 El bufeo o delfín del Amazonas (Inia geoffren-
un barco fantasma, en misteriosos tratos sis) vive en los afluentes del Amazonas y el Orinoco.
con la sombra, pues siempre se lo ha en- En temporada de lluvias acude a las áreas inunda-
contrado de noche. Está extrañamente das de la selva, buscando alimento. “Las leyendas
iluminado por luces rojas, tal si en su in- le atribuyen poderes sobrenaturales. En algunas
terior hubiese un incendio. Está extraña- regiones se cree que los espíritus de los ahogados
mente equipado de mesas que son en quedan atrapados en los botos. Pero la leyenda más
realidad enormes tortugas, de hamacas difundida se refiere a su personificación humana y a
que son grandes anacondas, de bateles las relaciones entre delfines y mujeres. En la Amazo-
que son caimanes gigantescos (Alegría, nia, por ejemplo, se cree que se transforma por las
2006). noches de luna llena en un apuesto varón, llegando
a las fiestas y bailes para seducir y robarse a las
Y están los bufeos o delfines, convertidos mujeres para reproducirse. Las doncellas locales
en “peces mágicos” de cuento de hadas: deben tener cuidado si se encuentran con un hombre
apuesto vestido de blanco, pues puede tratarse de un
Sus tripulantes son bufeos vueltos hom- boto” (Wikipedia, 2017c). “Se dice que, durante las
bres. A tales peces obesos [...] nadie los fiestas y bailes locales, el boto [delfín] aparece con-
pesca y menos los come. En Europa, vertido en un muchacho elegante vestido de blanco
el delfín es plato de reyes. En la selva y con un sombrero que cubre sus grandes orificios
amazónica, se los puede ver nadar en nasales, que no desaparecen de su cabeza cuando se
fila, por decenas, en ríos y lagunas, apa- transforma en ser humano. El boto va a los pueblos
reciendo y desapareciendo uno tras otro, cercanos a los ríos en donde habita, allí seduce a las
tan rítmica como plácidamente, junto a muchachas solitarias, las lleva al fondo del río y las
las canoas de los pescadores. Ninguno embaraza. Por eso, cuando un muchacho descono-
osaría arponear a un bufeo, porque es cido aparece en una fiesta usando sombrero, se pide
pez mágico. De noche vuélvese hombre que se lo quite para garantizar que no sea un boto”
y en la ciudad de Iquitos ha concurrido (Wikipedia, 2017b).
alguna vez a los bailes, requebrando y
enamorando a las hermosas (2006).10 11 “Dióse el caso de que una muchacha, entretenida
hasta la madrugada por su galán, vio con pavor que
La leyenda del bufeo seductor ocupa un se convertía en bufeo. Pudo ocurrir también que el pez
tramo del relato de Ciro Alegría,11 pero mismo fuera atraído por la hermosa hasta el punto
lo que más atrae nuestra atención es la en que se olvidó de su condición. Corrientemente,
imagen fantasmagórica del barco, su apa- esos visitantes suelen irse de las reuniones antes de
rición cerca de Pucallpa y su visión por “un que raye el alba. Sábese de su peculiaridad porque
indio del alto Ucayali”, miembro de “la muchos lo han seguido y vieron que, en vez de llegar
tribu de los shipibos”: a casa alguna, fuéronse al río y entraron a las aguas,
recobrando su forma de peces” (Alegría, 2006). Ana
El barco fantasma está, pues, tripulado Pizarro se refiere asimismo a la figura imaginaria del

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125.
por bufeos. Un indio del Alto Ucayali gio, una visión siniestra que no carece de
vio a la misteriosa nave no hace mucho, vínculos con la imagen fatídica del Hualla­
según cuentan en Pucallpa y sus contor- ga hundiéndose en el pongo, o deslizán-
nos. Sucedió que tal indígena, pertene- dose entre el estrépito de la maquinaria
ciente a la tribu de los shipibos, estaba construida para izarlo sobre la selva y la
cruzando el río en una canoa cargada montaña hasta romper los cables y ser
de plátanos, ya oscurecido. A medio río trastornado, arrastrado y despedazado
distinguió un pequeño barco que le pare- por la corriente —o como apuntaba en
ció ser de los que acostumbradamente su diario Herzog, “hasta zozobrar y hun-
navegan por esas aguas. Llamáron-
lo desde el barco a voces, ofreciéndole
compra de los plátanos y como le daban
buen precio, vendió todo el cargamento. bufeo: “Otra de las figuras de este imaginario es el
El barco era chato, el shipibo limitóse a delfín, que en el área brasileña se le llama boto y
alcanzar los racimos y ni sospechó qué cuya maldad consiste en la seducción, desplegando
clase de nave era. Pero no bien había argucias similares en el ámbito hispano como en el
alejado a su canoa unas brazas, oyó lusitano para terminar dejando embarazadas a las
que del interior del barco salía un gran jóvenes”. Y copia el relato de una pobladora de San
rumor y luego vio con espanto que la ar- Juan de Yanacayu, en el Alto Amazonas peruano —“la
mazón entera se inclinaba hacia delante señora Jovita”: “Yo incluso tengo experiencia de los
y hundía, iluminando desde dentro las delfines colorados, el rosado, es una experiencia que
aguas, de modo que dejó una estela rojiza me ha pasado. Él me robaba en la noche, yo salía y me
unos instantes, hasta que todo se con- quería llevar al río, me perseguía y no podía dormir
fundió con la sombría profundidad. De sola, yo salía dormida, salía a la fuerza... Mi mamá,
ser barco igual que todos, los tripulantes mis padres, ellos me dejaban sola... Salía, me metía
se habrían arro­jado al agua, tratando hasta la rodilla al agua y me despertaba... Y en mi
de salvarse del hundimiento. Ninguno sueño me hacían soñar, unos gringos, se presentaban
lo hizo. Era el barco fantasma (2006). como unos gringos... Hasta la edad de dieciocho me
han perseguido, yo tenía miedo... y cuando yo quería
La región señalada es la misma que surca- estar sola, él quería ser mi enamorado... Y cuando
ron Fitzcarrald y Herzog en sus empresas yo me desperté, le cuento a mi mamá, a mi papá.
visionarias. Y si antes se vislumbraba la ‘No’, dijo mi papá, ‘a mi hija no se la va a robar el
“iluminación interior” de la nave, ahora delfín. Tenemos que mandarla al chamán, el chamán
se describe el “gran rumor” que surge del es mi salvación’. Tenía que curarme con chamán, me
“interior del barco” —“pequeño” y “chato”, hacía unos baños de florecimiento, a base de hojas
parecido tal vez a los que habitualmente medicinales, con eso me hacía él el baño, a partir de
surcan las aguas del río: no un rumor de las doce de la noche... [...]. Cuando yo estaba sola,
máquinas sino un estrépito espectral, siempre lo extrañaba al delfín, yo les tenía miedo”
oscuro y ominoso, que anuncia el naufra- (2009: 174).

Inflexiones 2018 Enrique Flores


126.
dirse”—, pero dejando por unos instantes La aparición de ese barco “encantado” en
“una estela rojiza” como de sangre, “ilumi- la mitología amazónica,12 no constreñida
nando desde dentro las aguas” como un a los límites de lo “legendario”, se aparea
infierno sumergido y al final confundién- fantasmagóricamente con la presencia
dose “con la sombría profundidad” —como histórica, y real, del hermano del “Rey del
en las imágenes póstumas del náufrago Caucho”: Delfín Fitzcarrald. El mitológico
Ismael al ver sumergirse el Pequod. Así, el bufeo amazónico parecería encarnar ine-
indio shipibo, deslumbrado por la luz del speradamente en la figura del “delfín” de
barco fantasma, “bogando a todo remo”, Fitzcarrald, heredero fallido y criminal de
regresa a su choza construida a la orilla su imperio cauchero. Como lamenta Ernes-
del río, mira las monedas y billetes que le to Reyna en Fitzcarrald. El Rey del Caucho,
dieron los tripulantes del barco y des­cubre a la muerte de Fitzcarrald, Delfín llegó a
que realmente son “escamas de pescado” Mishagua para hacerse cargo —aunque no
y “pedazos de piel de anaconda”. Ante poseía, según el biógrafo, el “espíritu de su
los ojos maravillados del indio shipibo, genial hermano”, a pesar de sus cabellos
la transformación se reitera —de noche, rubios, sus ojos pardos y su apariencia de
monedas y billetes; de día, escamas y piel “joven gigante”— de los intereses del di-
de anaconda—, como una fórmula de funto (1941: 133), cuyo derrumbe provocó
cuentos de hadas, una fábula burlesca que al desatarse una “ola de crímenes” en el
cancela irónicamente el valor mágico (y Ucayali, el levantamiento de los indios en
mitológico) del dinero: “Así que el shipibo el mismo Istmo de Fitzcarrald, el incen-
estuvo pasando en los bares y bodegas de dio de barracas y haciendas, la destruc-
Pucallpa, durante varias noches, el dinero ción de los cami­nos y la caída, en fin, de
mágico procedente del barco fantasma”. sus esplendorosas empresas (134-135).
Un final alegórico y en cierta manera rea­ Al poco tiempo Delfín fue asesinado por
lista, escenificado en “los bares y bodegas los “salvajes” —indios “mashcos” o “chun-
de Pucallpa”, pero suspendido por la vuelta chos”—, que le tendieron una emboscada
al misterio y la fantasmagoría poética: y lo mataron a flechazos (140-141). Y en el
otro extremo, ya en el límite de la visión
Sale el barco desde las más hondas pro- de la ayahuasca, emerge otra versión del
fundidades, de un mundo subacuático crimen, la de Ino Moxo —brujo, chamán—
en el cual hay ciudades, gentes, toda una
vida como la que se desenvuelve a flor de
tierra. Salvo que esa es una existencia en-
cantada. En el silencio de la noche, agu- 12 Véase el título de otro apartado del libro de Ana
zando el oído, puede escucharse que algo Pizarro: “Los encantados se rebelan” (176-185).
resuena en el fondo de las aguas, como Sucede como si “encantados” y entidades míticas
voces, como gritos, como campanas… se rebelaran efectivamente, cobrando vida contra
(Alegría, 2006). los “conquistadores”.

Número 01: 111--142 Herzog en la Amazonía


127.
en la novela alucinatoria de César Calvo: cuales trajimos más ralas provisiones.
Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos Ino Moxo, mirándolos:
de la Amazonía. “Ya sabrás cómo murió, de
qué manera fue ajusticiado” (2011: 219), – Ellos dos, por ejemplo, mis primeros
dice el hechicero, anticipando el testimo- ahijados, fueron escogidos para dar cas-
nio del expedicionario Zacarías Valdez, tigo al hermano menor de Fitzcarrald.
otro fanático de Fitzcarrald: Ximu los icaró, los magnetizó dotán-
dolos de poderes precisos, suficientes.
El cuerpo de Fermín Fitzcarrald fue en- El día justo, a la hora justa, ellos dos
terrado allí, en la misma boca del Inuya, se desnudaron y entraron al Mishawa.
ese maldito afluente del Urubamba. Los Como quien entra bajo un mosquitero,
salvajes se aprovecharon de esta coyun­ así entraron al río y se fueron tranqui-
tura para asaltar a los caucheros. Los los, caminando por el fondo de piedras.
indios amawaka comenzaron por ase- Aparecieron en el río Purús. Allí ajusti-
sinar nada menos que a Delfín Fitzca­ ciaron a Delfín Fitzcarrald, volvieron a
rrald, hermano del cauchero inolvidable, meterse bajo el río, regresaron andando,
en el río Purús. Y los puros, nuestros an- sin mojarse, bien tranquilos (252).
tiguos aliados, hicieron lo propio en el
Curiyane, afluente del río de las Piedras, Pero volvamos a la mitología amazóni-
matando a Carlos Shonfe, a Leopoldo ca y a los relatos míticos de los shipibo.
Collazos y a todos los empleados de éstos, El trabajo de recopilación de la etnóloga
dejando con vida sólo a las mujeres y y psicóloga Pierrette Bertrand-Ricoveri,
a los niños... Es que por ese entonces Mythes de l’Amazonie. Une traversée de
los salvajes usaban armas de fuego. Ya l’imaginaire shipibo —notable por su rigor
al­guien les había enseñado a disparar y su valor poético y artístico—, reconsti-
(apud Calvo, 2011: 229). tuye el territorio esencial de la cosmovisión
originaria. Ahí volvemos a encontrar la
Confundiéndolo entre sus visiones, el na­ figura del bufeo —llamado por el narrador
rrador oye la versión del brujo Ino Moxo: Cushusca—, uno de esos “genios antropo-
morfos” o animales con aspecto humano
- Hasta ahora recuerdo la crueldad de que emergen de las aguas, raptan niños
Fitzcarrald y de sus mercenarios. Y de para esclavizarlos o seducen muchachas
sólo pensar que aquellos genocidas eran púberes para reproducirse y alimentar su
hombres, hasta hoy, por momentos, me posteridad. Como interpreta la investi-
dan ganas de nacionalizarme culebra, o gadora, aquí los papeles se invierten: la
palo-sangre, o piedra de quebrada [...]. “Gente del Agua” visualiza al hombre como
“predador” y el pescador que protagoniza
Dos awakas pasan en este instante frente el relato es raptado y encerrado “en el vien-
a nosotros, cargando cajas ralas en las tre del Acurón”, un enorme “barco fantásti-

Inflexiones 2018 Enrique Flores


128.
co” donde los genios del agua aprisionan a mágico y recitando un ensalmo dirigido a
aquellos que arponean a sus familiares. Y Cushusca, para que se lo llevara de ahí y
si en otras versiones, el propio bufeo funge no volvieran a verlo nunca. Así, Cushusca
como capitán de la nave, aquí confunde se transformó en el pez que los shibipo
sus atributos con los de Ronin, la “Gran llaman huame, llamado en español local
Anaconda”, “señor de la fauna acuática y paiche y en otras partes pirarucú, y se acercó
guardián por excelencia de la fertilidad a la piragua del muchacho. El pescador
de las aguas”, cuyo papel es “controlar la arponeó a la presa maléfica y en el mismo
explotación pesquera y velar sin descanso instante fue arrastrado al mundo de la
por la población de los ríos” (2005: 88). “Gente del Agua”, haciendo desaparecer
En palabras de Bertrand-Ricoveri, “para su piragua y sumergiéndolo en “inmensos
algunos el Acurón es ese barco fantástico remolinos”, en la “espantosa corriente gi-
que comanda Anaconda mientras para ratoria”. De noche se le veía alzarse sobre
otros se trata de la propia Anaconda trans- las aguas y “relinchar como un caballo”,
portando a sus presas en su seno”: inexorablemente hechizado:

Las descripciones que los autóctonos nos Mientras sigue cerca de nosotros, en
hicieron de esa embarcación fantástica una laguna o en un meandro del río, el
no dejan de recordar las exploraciones mueraya [o chamán] puede intentar re-
del Ucayali, cuando los barcos de vapor cuperar a la víctima, y muchas veces lo
remontaban el gran río y sus afluentes. ha conseguido, pero si ha sido arrastrada
La primera expedición tuvo lugar en 1866 por el agua viva hasta llegar al mar, es
y la comandaron Tavara y West; la de demasiado tarde, ya no puede hacerse
Carlos Fermín Fitzcarraldo, inmortali­ nada. Toda búsqueda se hace vana.
zada por la película de Werner Herzog,
en 1890 (88, nota 70). Aquel joven, ay, había llegado al mar.
Cushusca lo había hecho prisionero.
El relato, titulado “De la gente de la tierra Ya sabes, en ese barco grande lleno de
y de las aguas”, cuenta cómo Cushusca, genios del agua que llaman Acurón. Ahí
el bufeo, transformado en persona, acos- era donde había sido encerrado, fuerte-
tumbra salir del río en busca de víctimas mente encadenado (89).
—gritando: “Hu hu uh uh”— o de una joven
para convertirla en su esposa: “Cuando El navío expoliador de Fitzcarraldo se ha
ella gime al soñar o al estar dormida, es transformado en una máquina, una bestia
que Delfín le hace el amor sin que [...] o una personificación mitológica, que en
se dé cuenta” (89). En el tiempo de los lugar de arrasar a su paso, como el barco
ancestros, había un joven y excelente pes- de vapor, con las selvas y los ríos —con
cador envidiado por un brujo, quien de- sus habitantes animales, espirituales y
cidió hechizarlo, preparando un brebaje humanos—, esclaviza y castiga a los “pre-

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129.
dadores”, convirtiendo al mueraya —brujo – ¿Qué es eso?, inquirió el joven.
o chamán, sanador o maléfico— en la ins­
tancia visionaria que, como el bufeo, o el – Son peces marinos. Vamos a poblar el
“capitán” del Acurón mitológico, altera Gran Río y los afluentes [...].
o restablece con sus gestos y palabras ri­
tuales los equilibrios cósmicos. Ahora bien, Y vaya si hacía falta una gran variedad de
el capitán del navío fantástico, el carce­ peces para un proyecto semejante, pero
lero del pescador maldito, no es otro en el barco estaba cargado, la tripulación
el relato que Ronin —la Gran Anaconda llena de vigor y armados de esa manera
mítica, la “Madre del Agua” de los relatos remontaron el curso del Amazonas hasta
shipibo: creador del “Gran Río y las otras el Ucayali. Frente a cada comunidad, va-
corrientes de agua”, representante del Sol ciaban dos o tres cajones llenos de peces
con su piragua, que vacía y llena todos los bulliciosos, y seguían subiendo por el río,
meandros del río, vigilante de la vida y “la hasta vaciar completamente su precioso
fertilidad de las aguas” (54-55). El relato cargamento (91).
que estamos revisando cuenta cómo el
capitán, a veces, autoriza al pescador a Aflora, así, el motivo de la fertilidad, que
bajar a tierra. Ahí se encuentra por azar dominará el desenlace o la resolución
a otro delfín con apariencia humana — del mito. El gran navío destructor de los
Delfín Gris es su nombre—, que vive agra- caucheros va a transformarse por fin en
decido desde un día en que el pescador, una gran barca fertilizadora, proveedora
cumpliendo con los rituales de la pesca, le y multiplicadora de peces, alimentadora
arrojó las tripas de un huame para alimen- de los ríos. Al acercarse a la comunidad de
tarse. Esa ofrenda, cuenta el delfín, le hizo la que proviene el pescador, Delfín Gris le
posible enriquecerse y adquirir otra “gran dice que, antes de desembarcar, habrá que
embarcación” —gemela del Acurón— con salir a la superficie, revelándonos cómo
la que viaja a lo largo del río —río arriba y se trataba de una navegación submarina:
río abajo—, como “único negociante” (90).
Al descubrir la prisión de su amigo, Delfín – Pronto tendremos que salir a la superfi-
Gris le ofrece negociar con Ronin, llamado cie, porque aquí donde nos encontramos
ahora “Gran Señor” y “Rey de las Aguas”, navegamos muy profundo. Te dejare-
para obtener su libertad, la que consigue mos justo en el embarcadero que lleva
a cambio de “unas piezas de plata”. Una a tu casa, nos dirigiremos rápidamente
vez a bordo de la embarcación, el pescador río arriba y volveremos a partir hacia el
mira cómo, “desde la cala hasta el puente”, mar. Pero no regresaremos con las manos
toda la cubierta está ocupada por “mon- vacías. A fin de variar y multiplicar las
tones de cajas de madera cuidadosamente especies que pueblan el universo de las
apiladas”: aguas, renovaremos nuestro cargamento
de peces llenando el navío de especies

Inflexiones 2018 Enrique Flores


130.
nuevas, familiares de los ríos que no he tonon, ipo, amaquiri, coyaparo, y además
surcado jamás. Este es mi último viaje estos otros regalos: machetes, relojes.
río arriba en el Ucayali (91-92). Voy a fijarme bien en el uso que sepan
hacer de ellos, añadió con aire malicioso.
El joven pescador baja del barco, trepa por Y después retomó su ruta.
la ribera y camina hacia la aldea donde
vive su familia. Creen que se trata de “un A la mañana siguiente los aldeanos,
nahua, un extranjero”, pero él cuenta su impulsados por la curiosidad de [...],
aventura: abrieron los cajones de Delfín: en vez
de relojas había cangrejos, shacasharo, y
– Claro que no, dijo él, contándole a su en lugar de machetes había comari yapa,
familia cómo, embrujado por el mueraya esos largos peces blancos con escamas y
celoso, había sido raptado por la Madre el vientre color de cenizas. ¡Una autén-
del Agua. Miren todos esos peces: huame, tica broma! ¡Delfín tenía humor! (93).
bahui, tora, picha, todos regalados por
Delfín. ¡Vengan, vengan a ayudarme! “Fue así como el delfín riquísimo pobló el
Gran Río de nuevos peces del mar y de los
Y distribuyó a los suyos lo que había re­ ríos desconocidos” (93), concluye la na­
servado del precioso cargamento (92). rración del mito, en una solución concep-
tual que articula las figuras “gemelas” de
Como en la leyenda de Alegría, el cierre los barcos y los delfines; los leviatanes de la
del relato apela a cierta sorpresa adver- selva, con sus síntesis biológico-maquíni-
tida por el narrador, como si la alegría cas y sus Jonases bíblicos. El vientre fecun-
del protagonista y sus familiares al arri- do de esa bestia mítica no únicamente es
bar al desenlace se extendiera a la de los una antítesis de los barcos de vapor cau-
oyentes al concluirse el ritual narrativo. cheros sino, al mismo tiempo, una pre-
Pero aquí las metamorfosis ya no parecen figuración, un anticipo de la ener­gía de la
burlescas, irónicas, picarescas, o lo son de visión de Herzog, como si el mito, fecun-
una manera que restablece una suerte de dador y destructor, engendrara y devorara
armonía perdida, originaria, una especie a un tiempo a sus avatares: Fitzcarrald y
de economía del placer ajena a toda mer- Fitzcarraldo.
cadería:
Una última versión mítica del Acurón o
Después de largos meses de viaje, antes vapor fantasma, esta vez mestiza, es la del
de anochecer, Delfín Gris regresó al vegetalista y pintor amazónico —próximo
pueblo de su amigo, con su barco lleno a la iglesia del Santo Daime— Pablo
a reventar.

– Ahí están [...] los peces nuevos: payari,

Número 01: 111--142 Herzog en la Amazonía


131.
Amari­ngo.13 Adepto de dicha secta y autor la Amazonia peruana, séptimo de trece
de ensayos como “La poesía y el éxtasis” hermanos de una familia pobre que emigró
y “La religión de la ayahuasca”, el poeta a Pucallpa:
neobarroco argentino Néstor Perlongher
compuso un auto sacramental y un poema Tenía diez años cuando tomó ayahuas-
inspirado en las imágenes fantasmagóricas ca por primera vez, suministrada por su
de Amaringo, “El ayahuasquero”: padre, quien por ese tiempo estudiaba
el curanderismo vegetalista. Fue criado
Eran brujos mestizos. A la cabeza del como católico, aunque más tarde su padre
paciente arrodillado manos le aplicaba se convirtió en adventista y su madre en
el chamán. Todo un arte de manos; y una evangélica. A los diecisiete años sufre
ollita donde oleaba el licor que le daba una enfermedad cardíaca que lo redujo a
el origen (resplandor) de su zumo. En incapacidad más de dos años, hasta que
otro abrillantado redondel (1997a: 330). se cura con la ayuda de un curandero
local que le dio ayahuasca [...]. Duran-
El Auto sacramental del Santo Daime es un te ese tiempo de inactividad comenzó a
gran espectáculo barroco cuyo “primer pintar. Utilizaba lápices, hollín de lám-
carro alegórico” personifica sus visiones, paras para sombrear, lápices labiales y
refiriendo sus imágenes a las de Pablo cosméticos de sus hermanas. Como no
Amaringo: podía comprar papel, usaba cajas de
cartón. Por el lado paterno y el mater-
La Luz / La Ayahuasca / La Fuerza / El no, tenía antepasados de varios grupos
Viento / Los Indios [...]. indígenas. Su madre hablaba quechua,
pero crió a sus hijos en español para fa-
Primer carro alegórico: Trátase de una cilitar su integración. Y también por los
rampa giratoria cubierta por una pro- dos lados tenía antecedentes de curan-
fusión de árboles, lianas, helechos y todo derismo o vegetalismo, como se llama en
tipo de flores. Hay también animales pin- el Perú esta tradición mestiza. Ejerció
tados en colores vivos. Al conjunto lo durante siete años como sanador en la
atraviesa dando vueltas una gigantesca Amazonia peruana y viajó mucho por
anaconda multicolor e iridiscente, del la región, como curandero tradicional
tipo de las pintadas por el pintor aya-
huasquero Pablo Amaringo. Corre un
fingido río, en verdad un espejo de cris-
tal, y en su superficie se recortan mar- 13 Sobre Amaringo y esta iglesia ayahuasquera, véase
sopas (2004: 49). mi libro Etnobarroco: rituales de alucinación (en
prensa), en especial el último capítulo, dedicado al
Amaringo nació en 1943 en Puerto Liber- poeta Néstor Perlongher y a su Auto sacramental
tad, un afluente del gran río Ucayali, en del Santo Daime.

Inflexiones 2018 Enrique Flores


132.
[...]. En 1977, abandonó su vocación de aérea “que se mueve con el viento” —la
chamán y se dedicó a la pintura en su Huairamama—, aparece la “Madre del
escuela Usko Ayar (Díaz Mayorga, 2012). Agua” o Yakumama, una gran culebra
semejante a la anaconda que, de acuerdo
Las “visiones” de Amaringo están enraiza- con la mitología amazónica, mide hasta 50
das en la tradición amazónica, aunque la metros, cuyo estruendo se escucha desde
oralidad tradicional de los mitos y sus lejos y cuyo rastro señalan los árboles que
performances rituales sean suplidas por va derribando:
esas pinturas derivadas de la visión de la
ayahuasca —suplemento, a su vez, de la
memoria de los mitos. De todos modos,
Amaringo ofreció en un libro una exhaus- 14 Otra versión de la iniciación de Pablo Amaringo,
tiva descripción y explicación de sus “vi- en donde el “operador” no es un vegetalista mestizo
siones”, habitualmente acompasadas por sino un médico occidental, aparece en la “Visión
silbos o tarareos rituales, llamados ícaros: 28” de la tercera parte (“Enfermedad y curación”)
de Ayahuasca Visions, y se titula “Spiritual Heart
En 1985, conoce en Pucallpa al antro- Operation”: “Esto sucedió cuando llegué a Taman-
pólogo colombiano Luis Eduardo Luna, co, en 1959. Mi padre me llevó a un pueblo llamado
[con quien escribe su libro] Ayahuasca Brasil. En una casa al final del pueblo vivía una mujer
Visions. The Religious Iconography of llamada María Pacaya. Mi padre tenía que curar
a Peruvian Shaman [...]. Así concebía y a varios pacientes y tomó ayahuasca. También me
ejecutaba Amaringo sus pinturas: “Me dio de beber a mí luego de soplar sobre el brebaje,
concentro hasta que veo una imagen [un porque padecía un mal del corazón. La infusión era
paisaje o un recuerdo de alguna de sus tan fuerte que estuve a punto de gritar. Las visiones
experiencias con ayahuasca], completa, eran tan vívidas que pensé que lo que veía no era
con todos los detalles. A continuación, sólo imaginación, sino un contacto con algo físico
proyecto esa imagen en el papel o en el y real. Vi esfinges. Estaba en África, en Europa, en
lienzo. Hecho esto, lo único que hago es América. De repente vi a un doctor vestido con traje
añadir los colores”. Al pintar sus visiones, gris violeta. Era gringo. Su esposa traía un vestido
a menudo canta o silba algunos de los verde esmeralda. Su hija tenía un vestido del mismo
ícaros que usó durante su tiempo como color. Parecían enfermeras, y tenían escalpelos, ti-
vegetalista (Díaz Mayorga, 2012).14 jeras, pinzas, ganchos, algodones, agujas e hilos, y
medicinas de distintos tipos. El doctor me dijo que me
En su “visión” número 14, relativa a los quitara la camisa. Sacó un cuchillo grande y ancho,
“Espíritus de la selva”, y entre una enorme y me abrió desde la clavícula hasta la última costilla
culebra negra cubierta de vegetación, es- del lado izquierdo. Me rompió las costillas con un
coltada por bufeos y conducida por un martillo y me abrió el pecho. Puso mi corazón en
“doctor” con llamas sobre su cabeza —la un plato y ahí operó las arterias y las unió con una
Sachamama—, y otra enorme serpiente especie de tubos suaves de plástico. El doctor me

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133.
En el río, entre las grandes olas, podemos siempre con una proa hecha de acero de
ver una gran Yakumama, que a veces se un blanco resplandeciente (1991: 55).
transforma en un barco de vapor. Sobre
ella, con centelleantes rayos de fuego El “capitán” de este barco cuya “misión
ema­nando de su cabeza, está el sumiruna es viajar alrededor del mundo, visitan-
[o chamán], un hombre capaz de entrar do a todos los que lo llaman”, ya no es el
en las aguas como fuera la cosa más sen- bufeo. Como el Yakumama, conducido
cilla del mundo (Amaringo, 1991: 38). por un chamán sumiruna, es tripulado por
“murayas y bancos”, “doctores”, chamanes
Yakumama se transforma en “un barco alquimistas, sibilas y pitonisas, y navega
de vapor” —“a steamer”—, dice Amarin- acompañado de “huarmi murayas”, cha-
go. Pero en otra visión, la número 20, el manas, “pájaros empleados en la ciencia
mítico navío shipibo —el “súpay-lancha” o de los vegetalistas”, “pelirrojos (o Puka-cluk-
“acurón”—, recibe otro nombre más acorde chas) que viajan en la popa”, vigilando “las
con su polivalente y multiforme naturaleza amarras, para que ningún enemigo cause
histórica. Ya no es una gigantesca culebra daño mientras practican sus artes curati-
semejante a la anaconda, ni la Gran Ana- vas”:
conda solar del mito shipibo —el Leviatán
de la gente que vive debajo del agua. Su Su tripulación está compuesta de ma­
nombre “esotérico” es Aceropunta: rineros vestidos de blanco, doctores
vestidos de violeta, enfermeras vestidas
La visión muestra al gran barco de vapor de azul claro, así como hadas, sirenas,
Aceropunta. Es un barco realmente eso­ sibilas, pitonisas y grandes murayas y
térico que sólo puede ser visto bajo una bancos, o chamanes especializados en alta
muy fuerte mareación, cuando lo invoca alquimia [...]. En primer plano, vemos la
un ícaro bien cantado. Así es como se liana de la ayahuasca, gruesa y hermosa.
aparece; asombra ver cómo llega de una Frente a la escalera, con sus subordina-
gran distancia, produciendo un sonido dos, está Manuel Huaya, el comandante
electrizante cuando nos alcanza. Su ­ de la nave, cuando el curan­dero se prepa-
misión es viajar alrededor del mundo,
visitando a todos los que lo llaman.
Tiene siete apariencias distintas: la de
un barco de guerra, la de un submarino mostró el lugar donde estaban dañadas [...]. Mien-
que emerge de las profundidades, la de tras, [su] hija [...] preparaba la aguja y el hilo para
una lancha de motor de cuatro pisos, la coser la herida. Pusieron mi corazón en su lugar, me
de un gran barco como los que usaban cerraron el pecho y limpiaron y cosieron la herida.
los vikingos, la de un portaviones, la de Me dijeron que ayunara una semana. Lo hice y desde
un trimarán, la de un dirigible. Se apa- entonces me he sentido perfectamente” (Amaringo,
rece en cualquiera de estas formas, pero 1991: 70-73).

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134.
ra para recibirlo (1991: 55).15 ayahuasca, el barco de vapor propicia la
ejecución de la cura chamánica:
No es la “nave de los locos”, sino el navío
de los médicos, vegetalistas o doctores. Un El hechicero quiere matar a la mujer
navío híbrido, mestizo —en la acepción más que está curando el vegetalista, y por
auténtica o fiel: inauténtica, infiel, apó­ eso vemos el ataúd, la mortaja y las velas
crifa, de la palabra: eficazmente “esotéri- para la mujer en el techo de la casa. El
co” y delirante, como las mareaciones de hechicero canta el ícaro “Sepultura tundu-
la ayahuasca. ri”, lo que molesta al vegetalista y a sus
compañeros, haciéndolos vomitar o des-
Otra visión, la número 48 —penúltima de mayarse [...]. Los maestros sublimes de
Ayahuasca Visions—, pone en escena otra las ciencias ocultas salen del barco [para
vez, en una pintura alucinante que con- luchar contra el hechicero], junto con las
densa los rasgos de la “Gran Anaconda”, hadas, los yakurunas, los jefes militares y
o la culebra Yakumama —con su proa, los doctores (1991: 129).
o su aleta, “hecha de acero de un blanco
resplandeciente”—, y los cuatro pisos de Alucinatoria, ayahuasquera, la lancha de
un steamer semejante al construido por Amaringo y Fitzcarraldo no deja de hacer
Herzog en Fitzcarraldo, al barco de vapor resonar en la memoria el “Barco ebrio” de
Aceropunta. Amaringo titula su visión “La Rimbaud, con su monólogo sonámbulo,
pelea del Aceropunta” y describe la pugna abismal:
chamánica entre “los poderes esotéricos
del bien y del mal”, entre un “maestro ve­ Comme je descendais des Fleuves im-
getalista”, que invoca “al barco de guerra passibles,
Aceropunta” para rechazar la agresión de je ne me sentis plus guidé par les haleurs:
un brujo aparecido entre “triángulos de
piedras preciosas” y lanzas “con pode-
res cabalísticos”. Una multitud de seres
fantásticos, angélicos o demoníacos, cruza 15 “El movimiento indígena amazónico perdió a
el relato de Amaringo: el puma-machaco uno de sus valores con el deceso de Manuel Huaya
o “jaguar-serpiente” —yana-simpi, súpay- Panduro, ocurrido ayer, 12 de febrero [de 2008]. Su
machin, pelejo fantasma, puka-toto, pulpo shi- cuerpo será enterrado mañana en Pucallpa, junto a
tanero o alipa-tren; huitorunas, macanun-ca- otros líderes del movimiento indígena peruano. El
ballos, huishchun runa, taksha urman. Ceiba: aporte de Huaya al movimiento fue con propuestas
lupuna blanca, sílfides y redes mágicas, técnicas; intentó que los campesinos e indígenas de-
láseres, pirámides. Sirenas y cerbatanas. sarrollaran sus actividades a través de la agrofores­
Ailpa-runas. Allá navega la Súpay-lancha, tería. Fundó la Coordinadora Agroforestal Indígena
el Acurón, el Aceropunta, el Huallaga. Con y Campesina del Perú, que dirigió durante muchos
su estruendo y con sus rituales, como la años” (Suárez Maynas, 2008).

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135.
des Peaux-Rouges criards les avaient pris tar el Gran Río, corriente arriba, luchar
pour cibles contra los remolinos, esquivar los tron-
les ayant cloués nus aux poteaux de cos que bajan rodando en medio de la
couleurs [...]. violencia de las aguas, avanzar atrave-
sando a veces enormes meandros para
J’ai vu fermenter les marais énormes, seguir a través de la jungla el dédalo de
nasses los pequeños brazos del río atestados de
où pourrit dans les joncs tout un troncos muertos, remolcar después las
Léviathan! piraguas para evitar sus lechos obstrui­
des écroulements d’eaux au milieu des dos o las zonas pantanosas y esquivar
bonaces los rápidos: un montón de acechanzas
et les lointains vers les gouffres distintas que la tripulación estaba obli­
cataractant! gada evitar valiéndose de la habilidad,
de la fuerza, de la vigilancia. ¡Un arte de
(2008) 16 la navegación! (2012: 271).

Travesía que recuerda, también, el “Gran Se trata de la misma Tierra sin Mal que
Viaje” shipibo hacia la “Tierra sin Mal”, una estudió profundamente Hélène Clastres
tierra más generosa alejada de esta “tierra en su gran libro sobre el “profetismo tu-
hostil”, que, como sugiere Bertrand-Ri- pi-guaraní”. Una tierra mítica que aflora,
coveri en su comentario al mito de “El bajo distintas formas, en otros mitos shi­
gran viaje de Tinticorichi hacia la Tierra pibos: “El día que voló la tierra” (1993:
sin Mal”, presenta analogías —como una 242-245), “El hallazgo del lago de la abun-
alegoría mitológica— con la “iniciación dancia” (246-253), “La partida del último
chamánica” (2005: 270). Sucede, en fin, Inca y el pueblo de los Chaiconi” (267-269)
como si los viajes y los trances chamánicos y “El Gran Viaje de Tinticoricho hacia la
se vincularan con el “arte de la navegación” Tierra sin Mal” (270-278). No en todas
o como si la empresa visionaria de Herzog estas versiones la tierra prometida se alcan­
lo transformara, involuntariamente, en
chamán:

Antaño, como sabes, los antiguos via- 16 “Mientras descendía por ríos impasibles, / sentí
jaban muy lejos, por mucho tiempo, y que no me guiaban ya los sirgadores: / Pieles Rojas
mucho más frecuentemente que ahora, vociferantes los habían clavado desnudos / a postes
y cuando había que emprender una larga de colores, y utilizado como blancos [...]. // ¡He visto
travesía era indispensable la presencia fermentar los enormes pantanos, nasas / entre cuyos
de un guía, de un sabio verdadero [...]. juncos se pudre todo un Leviatán! / Y ¡desplomes de
agua en plenas bonanzas, / y lejanías cayendo en los
Hacía falta mucho esfuerzo para remon- abismos, cual cataratas!” (2008: 49-52).

Inflexiones 2018 Enrique Flores


136.
za mediante el “arte de la navegación”. En chamán: “pivote ideal y funcional” de la
una de ellas la tierra se arranca y se eleva cosmopolítica shipibo; detentador de
hasta el cielo, como “una balsa de cedro”, una forma de poder desvinculada de la
en virtud del “poder mágico” de un “ve­ jefatura institucional; “gran explorador
getal” —“droga” o “líquido mágico”— que de los espacios cósmicos”, capaz de “fran-
hace quebrarse la tierra con un “ruido si­ quear libremente los límites de la condi-
niestro” parecido al que produce una “liana ción humana” y mantener equilibrada “la
monstruosa” (242-243). Esa “planta” o estructura del universo creado y fijado ‘En
“árbol mágico” concede a los hombres y a otro tiempo... Antes... Al comienzo…’ por
los seres, en otro mito, el “poder de volar” el Padre Sol y sus entidades tutelares, que
(246). La misma “planta fabulosa”, o “una son los Grandes Ancestros y los héroes fun-
preparación de esta planta” consumida dadores”, “un tiempo anterior al tiempo,
“en abluciones” —como la ayahuasca—, primordial, prehumano”, tras el cual esas
confiere a los perseguidos el “poder de la fuerzas creadoras son suplidas por otras,
invisibilidad” (267). ¿Una visión semejante mediadoras entre ellas y los hombres,
era la de los indios asociados al “viaje” de genios o espíritus de las aguas y las selvas,
Herzog, a su “navegación”?: de los vientos y los difuntos, llamados
Yoshin o Ibo, “señores o dueños de cada
Invisibles a los ojos de los extranjeros, especie vegetal o animal, de las que consti-
sólo unos cuantos elegidos alcanzarán tuyen el prototipo primordial, gigantesco,
la Tierra Sin Mal. Se les conoce como en general, que vigilan que se obedezcan
Chaiconi. Desde entonces nadie puede las leyes del cosmos” (Bertrand-Ricoveri,
verlos, a excepción del chamán en el viaje 2005: 31-32):
onírico que permite la liana sagrada. Fue
en ese tiempo que todos ellos desapare- Los yoshin son “espíritus” (los shipibo
cieron, y el Inca también (2012: 268). traducen ese término por espíritus, demo-
nios), grandes o pequeños. Los hay en el
cielo, en la tierra, en el agua de los lagos
y los ríos, en las piedras y en la selva. No
conocemos su apariencia porque pueden
Al final de la travesía, el naufragio devuelve cambiarla todo el tiempo. Las cosas que
los pecios, los remanentes de la embar- no conocemos son yoshin. Los remolinos
cación: la súpay-lancha, diabólico Acurón del río, las ráfagas de viento, la serpiente,
de otro Aqueronte que transforma al vapor el delfín, las plantas, pueden ser yoshin
en Anaconda y a la “visión” en posesión: bajo su apariencia ordinaria [...]. Los
devoradora mítica, demoníaca —aluci- yoshin no son solamente “dobles” libres
natoria o inconsciente— de la empresa y errantes de cada cosa: intervienen con-
colonial. Porque, antes de la “visión” de tinuamente en los asuntos humanos, sea
Herzog, había surgido la del mueraya o por orden de un hechicero, sea espontá­

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137.
neamente [...]. Existe un número infinito influencia del Nishí, la liana alucinógena”,
de yoshin anónimos poco identificables, el yagé:
pero algunos más importantes son par-
ticularmente evocados. Es el caso, por Yoransina dibuja su visión. Guiado por
ejemplo, de Ronin, la anaconda, dueña el chamán primordial, se representa
de las aguas, o de Ino, el jaguar, dueño de vestido y desnudo, provisto de sus ac-
la selva [...]. El término yoshin designa cesorios: la sonaja, la pipa, el recipiente
igualmente uno de los principios fun- dosificador, la planta de tabaco. Viaja
damentales de lo viviente (32, nota 24). por el aire, sobre el agua y sobre la tierra,
donde se cruza con sus aliados, los espíri-
A esas fuerzas o a esas “gentes” provenien- tus dueños de las plantas y los animales.
tes de “las oscuridades subterráneas, los es- Visita también el otro lado de la tierra,
pacios siderales, acuáticos o silvestres”, se en el país de los nahuabo, los extranje-
alía el chamán “para hablar con los dioses, ros, donde hay un reloj público y una
los héroes, los difuntos”: porque, como casa invertida. En la proa del barco que
apunta Bertrand-Ricoveri, “es a través del lo lleva se encuentra el pájaro Chishca,
verbo que [el chamán] emprende, con los compañero privilegiado del chamán. Los
‘espíritus’, el viaje onírico hacia los dioses, puntos que rodean a los personajes fi­
a fin de recobrar la esencia de las cosas” guran su luminosidad, signo de su poder
(32-33); es la palabra la que interviene (44).
en la invocación de los Yoshin o los Ibo; la
palabra del chamán, en diálogo con los Otro dibujo mitológico del chamán Yoran-
“seres-fuerzas” del universo; la palabra, sina aparece al término del relato shipibo
“fuerza eficiente que pone en movimiento que ya analizamos: “De la gente de la tierra
las potencias con las que el mundo está y de las aguas”. Ahí descubrimos otra vez,
tejido”. bajo otro aspecto plenamente animal —
similar a una ballena, “monstruo acuático”
Un mueraya es un vidente: literalmente, o leviatán—, la figura del Acurón, y un
el “hombre que ve” (34). Y es un chamán, pescador en su piragua. “El Acurón, yoshin
Yoransina, quien dibuja para la etnóloga acuático monstruoso, se apresta a tragarse
—empleando, esta vez, la imagen y no la al pescador en su piragua. Alrededor, hay
palabra—, en una forma de relato mítico otros espíritus del agua” (93).
que, en vez de contarse echando mano al
recurso de la voz, se pinta o se escribe a Hay, en suma, una sutil “infiltración” de
modo de pictografía —inspirándose en la materia histórica —referencias bíblicas,
una “visión” y aludiendo al “país de los “signos del culto incaico”, de la conquis-
extranjeros”, a un barco mítico o místico ta y la colonización, y de la “epopeya” del
guiado ya no por el bufeo sino por el pájaro caucho— en los “mitos de origen”; una
Chishca—, “Un viaje chamánico bajo la “metabolización” mitológica de los “hechos

Inflexiones 2018 Enrique Flores


138.
reales”. Y es que “el mito y su significación la mitología amazónica, que —como lo
se transforman, se politizan [...], se histori­ hemos sugerido antes— ha sido “devorado”
zan” (34-35, nota 26). El chamán, como por ella, como la selva devoró los restos del
especialista ritual, es experto en estas es- navío de Fitzcarrald: que más que nunca,
trategias, y pone en riesgo su vida al prac- aquí los “hechos reales”, en su crueldad
ticarlas, como lo indica Carlo Severi en La absoluta, han sido “metabolizados” por el
memoria ritual: locura e imagen del blanco mito, dentro de un juego de transacciones
en una tradición chamánica amerindia. Y si, entre lo “antiguo” y lo “extranjero” —el
como afirma Bertrand-Ricoveri, “la mi- “gringo” o el “blanco”—, inducido por la
tología shipibo constituye un conjunto acción chamánica. La historia es la “era de
heterogéneo que desborda el dominio de las separaciones” de la mitología shipibo,
la actividad mítica” —y lo mismo pasa con sucesora de la “era de las metamorfosis”,
la mitología de Fitzcarraldo, alucinada, ex- del tiempo sin tiempo de los Ancestros,
puesta, puesta en contacto con los “hechos cuando hombres y animales todavía no se
reales”, y los indios reales, por el cineasta distinguían. Es la era de la discontinuidad,
como vidente y operador ritual—, su fuego de las diferencias, la era de los conflictos:
central emana de esa contaminación, de
esa filtración de los “mitos de origen” por En este periodo, una primera humanidad
“relatos históricos” que abordan aconte- ve su decadencia fatal producida por un
cimientos conservados y mitificados por diluvio, uno de los rostros del apocalip-
la memoria del pueblo, alimentados sin sis indiano. Castigados por el Inca, los
embargo por “relatos fantásticos” de seres hombres [...] son decimados por la inun-
extraños y fabulosos —“monstruos acuáti- dación y quedan atados desde entonces
cos o silvestres, gigantescos, espantosos, a su condición humana. Es la introduc-
ávidos de carne humana, todas las formas ción de la muerte, la del tiempo humano
imaginarias del terror”—, y por “cantos de que conduce a la era actual, evocada por
curación [o iniciación] chamánica que “mitos históricos” en los que encuentran
relatan el viaje onírico del mueraya” (2005: su lugar las luchas intertribales y la con-
35-36), como las visiones chamánicas de frontación o el choque con los blancos
Yoransina. (Bertrand-Ricoveri, 2005: 37).

A ese tipo de visiones, a ese tipo de “tradi- Ahí, la función demiúrgica del Inca pro-
ciones chamánicas” pertenece, en última tector y justiciero, pero también irascible
instancia, la “visión” premonitoria u obse- y tiránico, halla su estatuto divino. Es la
siva de Werner Herzog. Del mismo modo, “mitificación del acontecimiento” (38):
no sólo es posible decir que hay un univer- los “avatares de los incas” que la etnohis-
so mitológico en la gestación de Fitzcarral- toria amazónica de los shipibo intenta
do, en especial en el navío de Fitzcarraldo, documentar, y los “relatos mesiánicos”
sino también que ese barco pertenece a shipibo emparentan con personajes bí-

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139.
blicos, como los de “Dios y Lucifer” (38- mundo físico, social y cultural, y la reali-
39). “Mitificación del acontecimiento” dad de ese mundo” (36). En una palabra,
que marca la profundidad de la herida, en el trabajo de mitificación se expresan
que alcanza a la crueldad conquistado- simultáneamente una construcción con-
ra y se expresa además en los mitos de la ceptual, una “necesidad de transigir con
“fiebre cauchera”, con sus vapores y sus los aportes del exterior” y una “resistencia
Fitzcarraldos. Porque, como anota la et- no solamente legendaria sino real de los
nóloga, el mito “refleja el pensamiento de antiguos ‘señores del Ucayali’” (35).
los autóctonos, su especulación sobre el

Referencias

Alegría, Ciro, 2006. “El barco fantasma”. En Fábulas y leyendas americanas. Edición de Dora Varona.
Caracas: El perro y la rana. 95-98. http://stansw.files.wordpress.com/2012/04/ciro-alegria.pdf
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