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Módulo 1.

Anexo

Una reflexión crítica sobre


la diversidad sexual y el
concepto de identidad

Alba Pons Rabasa


Una reflexión crítica sobre la diversidad sexual y el concepto de identidad

En el apartado anterior hemos visto cómo en la intersección entre los feminismos


(que incluiría a las lesbianas feministas) y el movimiento trans* es donde emerge la
crítica a las políticas sexuales identitarias en el contexto del Estado Español. Esta
crítica, que se da en lo político, se sustenta y dialoga con lo que se ha nombrado
como teoría queer en lo académico, es decir, se trata de una crítica al concepto de
identidad como categoría política pero también teórica.

La teoría queer se plantea dentro del ámbito académico de manos de Teresa de


Lauretis a finales de los años 90 y tiene como una de sus máximas exponentes, a la
filósofa estadounidense Judith Butler, que propuso su teoría de la performatividad
para comprender cómo nos constituimos en sujetos de género y como
materializamos y encarnamos el género, preguntas que han sido fundamentales
dentro de la teoría feminista y los estudios gays y lésbicos para repensar las
estrategias políticas de los movimientos sociales.

La teoría de la performatividad de Judith Butler realiza un cuestionamiento radical a


la identidad como esencialidad y al género como construcción social. Si desde los 80
dentro de los feminismos ya no se puede entender el género como diferencia sexual
por las diferentes críticas que se han ido formulando al interior del propio
movimiento (la crítica lésbica, la negra, la decolonial, la poscolonial y la queer),
desde la teoría de la performatividad ya no se podrá entender tampoco como el
correlato social del sexo, es decir, desde el punto de vista construccionista social
que nos salvó, por decirlo de algún modo, del destino biológico ineludible en el que
se nos ubicaba por el simple hecho de haber sido asignadas como niñas al nacer.

Lo que viene a plantear esta teoría es que no existe un sujeto a priori de la


significación del mismo a través de las matrices normativas que lo hacen inteligible y
reconocible en el campo de lo social. Por lo tanto, un cuerpo no puede ser
entendido como tal si no es a través de su significado cultural. En este sentido el
sexo-cuerpo, no se hace real, no se hace posible, hasta que no es nombrado como
tal a través de un referente cultural configurado en una matriz normativa, en
concreto, heterosexual. Será la heterosexualidad, como forma hegemónica de
entender el deseo y como régimen de ordenación social que subyace a las
instituciones sociales encargadas de la reproducción social, que determinará los
contenidos normativos del género binario y excluyente.

Butler releyendo las propuestas de la teórica feminista Monique Wittig en torno al


pensamiento heterosexual, define la matriz heterosexual como:

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“(…) un modelo hegemónico discursivo/epistemológico de inteligibilidad


de género que asume que para que los cuerpos sean coherentes y tengan
sentido debe haber un sexo estable expresado a través de un género
estable (...) que se define jerárquicamente y por oposición a través de la
práctica de la heterosexualidad obligatoria” (Butler, 2007[1990]: 292).

Entonces, el género se convierte ya no tanto en la construcción social del sexo


como en su posibilidad misma de materialización a través de la significación, es
decir, no hay forma de interpretar un cuerpo, de sexuarlo, si no es a través de los
significados normativos del género, que constituyen y son constituidos a través de
la matriz heterosexual.

La teoría de la performatividad de género nos propone que la identidad es un


efecto que no está antes de las normas genérico sexuales, es decir, que no es
esencial, sino que se produce a través de la interpelación a estas normas, generando
el efecto de existir antes que ellas. La filósofa feminista retoma de la teoría de los
actos de habla del lingüista J.L. Austin la propuesta de la performatividad para
definir el género ya no como esencia sino como una práctica/performance, como un
proceso de repetición regulada/normada. En este sentido la verdad del género ya
no será biológica sino que tendrá que ver con los consensos sociales y las normas
que lo rigen, con la matriz heterosexual. Así, el sexo ya no será aquello natural que
determina a priori la performance o la teatralización de determinados gestos,
movimientos, expresiones, actitudes impuestas normativamente, sino que será la
repetición reiterada, ritualizada, de todo ello que producirá la ficción de la
estabilidad entre sexo-género-sexualidad regida desde la norma heterosexual y
producirá, por lo tanto, al sujeto.

J.L. Austin en su teoría de los actos de habla distingue entre dos tipos de
enunciados. Por un lado, los actos constatativos que son meramente descriptivos y
que por lo tanto representan lo real, como por ejemplo: “Hoy es jueves”. Por otro
lado, los actos performativos o realizativos, enunciados que no describen sino que
producen lo que nombran, cuya fuerza performativa produce lo real. Por ejemplo:
“Es un niño” o “yo os declaro marido y mujer”. Actos que en su enunciación
producen una realidad y que para producir esta realidad van a depender del
contexto en el que se enuncien y de quien los enuncie, por lo tanto, en función de
estos elementos podrán ser felices o infelices, tener éxito y o no tenerlo. Es decir, la
eficacia performativa dependerá del contexto normativo, de legitimación de dicha
práctica, enunciado, discurso, por tanto la repetición de los actos también
configurará su validez.

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Sin embargo en este punto, Butler retomará del pensamiento de Jacques Derridá,
filósofo post estructuralista francés, concretamente su concepto de iterabilidad
para quitarle determinismo social a la propuesta austiniana. La repetición de un
referente –de género– nunca podrá ser idéntica al referente en sí porque se dará
siempre en otro contexto y momento, por lo tanto, siempre implicará una brecha en
la cual será posible la subversión o una resignificación de ese referente que de
alguna manera podrá ponerlo en cuestión e ir transformándolo.

Pensar la repetición como iterabilidad le sirve a Butler para abrir el espacio a la


transformación social:

“La performatividad como repetición no solo implica la reproducción de lo


mismo, sino la diferencia – puesto que toda repetición, para serlo necesita
acontecer, en un tiempo y en un lugar diferente – abriéndose así a un grado
variable de improvisación que signa un ámbito de dominación y
resistencia” (Yébenes, 2015:74).

Si bien Butler se basa en la Teoría de los actos de habla, y considera al sujeto un


efecto discursivo, no obvia que hay prácticas eminentemente corporales que
también lo constituyen de forma performativa, sino todo lo contrario, para ella
incluso el lenguaje mismo puede ser entendido como acto corporal. La filósofa va a
proponer que “al igual que un libreto puede ser actuado de diferentes maneras, y al
igual que una obra requiere a la vez texto e interpretación, así el cuerpo sexuado
actúa su parte en un espacio corporal, culturalmente restringido, y lleva a cabo las
interpretaciones dentro de los confines de directivas ya existentes”(Butler, 1998:
308).
En resumen,
• “El género es la estilización repetida del cuerpo, una sucesión de
acciones repetidas – dentro de un marco regulador muy estricto –
que se inmoviliza con el tiempo para crear la apariencia de sustancia,
de una especie natural de ser” (Butler, 2007:98).
• El género no es un atributo, ni una construcción social del sexo, sino
que el sexo es un efecto de la repetición reiterada de performances
que estilizan y significan al cuerpo, confiriéndole de una inteligibilidad
que está configurada a partir de la matriz heterosexual o el modelo
social normativo de dos géneros complementarios y jerarquizados
que se relacionan entre sí con el fin de la reproducción.
• Las performances producen en el acto mismo de su ejecución el
efecto de sujeto, como si este estuviera a priori de ellas mismas.

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Una reflexión crítica sobre la diversidad sexual y el concepto de identidad

• Estas están condicionadas y articuladas con la normatividad de


género pero a su vez la iterabilidad, esa repetición no idéntica sino
desplazada temporal y contextualmente del referente normativo o
ficción reguladora, permite la transformación, subversión,
resignificación, particularización.
• La performatividad de los actos corporales es la que permite el efecto
de sujeto, el efecto de realidad y sustancia.
• La identidad de género entonces es un “hacer”, un proceso, no es
estable, ni fija, ni un atributo del sujeto. Es el efecto de sujeto, es el
producto de la repetición reiterada de actos de género, que
resignifica constantemente los ideales regulatorios de género, o
ficciones reguladoras.

Entonces, si la identidad no es esencial y no existe antes que el sujeto sino que se


construye cuando el sujeto cita los referentes normativos, las normas o matrices
normativas, como pueden ser las categorías identitarias, estas posibilitan nuestra
existencia al mismo tiempo que la limitan, como veíamos en los primeros apartados
de este documento. Las siglas LGTBI nos permiten nombrarnos y existir como
sujetos pero al mismo tiempo limitan nuestras posibilidades de ser dentro de un
marco determinado. Este marco, en nuestro contexto occidental, como
comentábamos, está constituido sobre la base del sexismo, el racismo y el clasismo,
por lo tanto, repensar la identidad en términos de posiciones de sujeto nos permite
cuestionar la idea de sujeto neoliberal que subyace a las políticas sexuales
identitarias. Cuestionar esta idea al mismo tiempo nos va a permitir pensar en otras
posibles rutas para construir políticas emancipadoras que no pasen por lo
identitario solamente.

No se trata de desechar la identidad como práctica política posible o como práctica


de reconocibilidad y relacionalidad social necesaria, sino más bien, de analizar cuáles
son los costes de usarla en tanto que la primera o de sentirla, en nuestra
cotidianidad como una esencia y como algo estable, homogéneo y coherente.

• Como hemos visto, en el plano de lo político, instituir una identidad siempre


significará configurar su alteridad por tanto uno de los costes de estas
premisas será la exclusión. Por otro lado, crear identidades políticas “otras”
como las LGTBI sin cuestionarse alrededor de lo que significa la identidad en
sí misma, es crear otras normatividades al interior del mismo movimiento
que excluirán, juzgaran, e incluso limitaran las posibilidades de ser, pensar,
sentir y actuar. Es por ello que, en el Estado Español se ha organizado la
crítica a las políticas identitarias del feminismo y del movimiento LGTBI

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Una reflexión crítica sobre la diversidad sexual y el concepto de identidad

apropiándose de este pensamiento queer. Básicamente porque nos permite


repensar la lógica social identitaria y por tanto las políticas posibles de
transformación social a partir de otro lugar no identitario, o que asume, por
lo menos, que en tanto que sujetos sociales estamos atravesados y
constituidos por el género y la sexualidad, pero también por otras variables
que particularizan nuestra experiencia y determinan las múltiples posiciones
sociales que podemos ocupar o las que no podemos ocupar. Configurando
un nosotros que no es aprehensible desde las categorías identitarias, sino
más bien desde nuestras prácticas y nuestros modos de existencia plurales y
heterogéneos.

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Coordinado por Berdintasun Proiektuak S. Coop.

2020

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