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MAESTRÍA EN EDUCACIÓN

Nombre del Curso: Género y sexualidad en la Pedagogía y en la Educación


10º Clase
Docente: Dr. Pablo Ariel Scharagrodsky

Perspectivas disruptivas. Teoría queer

Introducción

La siguiente clase profundiza algunos conceptos centrales de la teoría queer y sus vinculaciones y
relaciones con el campo pedagógico y educativo. En particular identifica ciertos conceptos vinculados
con la Teoría Performativa del Género enunciada por Judith Butler y sus consecuencias a la hora de
pensar las sexualidades.

Teoría Performativa del Género

Como ya hemos señalado, según Butler el sexo no depende de la anatomía, ni de las hormonas, ni de
los cromosomas; tiene historia y el discurso científico incide en su construcción. El sexo binario no es
lo que las personas dicen ser o tener, ni es prediscursivo, anterior e independiente de la cultura.

Según Butler, se equivocan las teóricas feministas que sostienen que él género es una interpretación
cultural del sexo. El sexo mismo ya es una construcción, una determinación social. Butler apela a un
paradigma hiperconstructivista. Sugiere que lo que constituye la persistencia del cuerpo, sus contornos,
sus movimientos, es efectivamente lo material; pero la materia debe entenderse como un efecto del
poder, su efecto más productivo.

Su objetivo es deconstruir la noción normalizada de cuerpo natural y prelingüístico “dado”. Si bien el


cuerpo se presenta o significa “lo natural”, “lo pre-dado”, “lo neutro de significados”, es, en verdad, un
efecto de la significación.

La afirmación butleriana de que el lenguaje construye la materialidad de los cuerpos no significa que el
lenguaje los origina o causa. Más bien, podría significar que no puede haber referencia a un cuerpo
puro, que no sea al mismo tiempo una construcción lingüística de ese cuerpo.

La Tesis de Judith Butler de una Teoría Performativa del Género parte de los siguientes supuestos:

1) Sujeto y varón son equivalentes.

2) Rechaza toda teoría feminista basada en la aceptación del dimorfismo sexual, al que considera una
construcción cultural más.

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3) Rechaza la heterosexualidad como la matriz normal. La heterosexualidad es sólo una institución
más. La matriz heterosexual compulsiva (Adrianne Rich) es normativa y esta normatividad
(=normalidad) es pre-requisito para ser sujeto jurídico.

4) Rechaza una concepción estable de la identidad. Cuestiona el fundamento que presupone que las
identidades son auto-idénticas, persistentes a través del tiempo, unificadas e internamente
coherentes. La identidad es sólo un ideal normativo.

5) El cuerpo no es un dato biológico sino una construcción cultural discursiva y performativa más. El
cuerpo sexuado es un constructo tal y como lo es el género.

6) Aceptando que toda formulación discursiva se produce gracias a la exclusión, el desafío es cómo
lograr que los ámbitos constitutivos de exclusión sean menos permanentes, más dinámicos y no
clausuren el dominio de la significación política. Asimismo, no se puede sostener que todas las
exclusiones son equivalentes. Sólo las que son violentas son problemáticas, es decir, las exclusiones
producidas por las convenciones e interpretaciones hegemónicas. Si no podemos abolir el poder del
discurso y sus efectos excluyentes, podemos al menos -sostiene Butler- cambiar la fuerza y su
modalidad.

Butler sugeriría que no es posible referirse a un cuerpo que simplemente está allí, pues el lenguaje
constatativo o referencial es siempre y en cierto grado performativo.

¿Qué es la performatividad?

Como hemos mencionado en la anterior clase, la performatividad supone el poder reiterativo del
discurso para producir el fenómeno al que regula y constriñe. Supone también el proceso por el cual se
asumen las normas que se apropian. Habla es el nombre de lo que hacemos; tanto del qué hacemos
como de los efectos que se siguen de ellas, de la acción y de sus consecuencias. Reconocer eso es parte
de la política de la performatividad.

Para Butler la performatividad es la expresión eficaz de la voluntad humana en el lenguaje, es una


modalidad específica del poder del discurso.

Los actos performativos son formas del habla que autorizan: la mayor parte de las expresiones
performativas, son enunciados que, al ser pronunciados, también realizan cierta acción y ejercen un
poder vinculante. Implicadas en una red de autorización y castigo, las expresiones performativas
tienden a incluir las sentencias judiciales, los bautismos, las inauguraciones, las declaraciones de
propiedad; son oraciones que realizan una acción y además le confieren un poder vinculante a la acción
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realizada. Si el poder que tiene el discurso para producir aquello que nombra está asociado a la cuestión
de la performatividad, luego la performatividad es una esfera en la que el poder actúa como discurso
(Butler, 2002: 316).

Cuando hay un "yo" que pronuncia o habla y, por consiguiente, produce un efecto en el discurso,
primero hay un discurso que lo precede y que lo habilita, un discurso que forma en el lenguaje la
trayectoria obligada de su voluntad. De modo que no hay ningún "yo" que, situado detrás del discurso,
ejecute su volición o voluntad a través del discurso. Por el contrario, el "yo" sólo cobra vida al ser
llamado, nombrado, interpelado, y esta constitución discursiva es anterior al "yo"; es la invocación
transitiva del "yo".

En consecuencia, el sexo-género procede como una disciplina más, en el sentido foucaultiano, luego, es
un regulador, un estabilizador, un normalizador de la sexualidad. Por lo tanto los géneros no son ni
verdaderos ni falsos sino, simplemente, productos, efectos verdaderos de discursos sobre identidades
supuestamente primarias y estables. En este sentido, el género es realizativo, ni expresivo ni
prescriptivo; refleja a quien hace más que lo hecho o lo que debe hacerse.

Podríamos decir que no existe nada natural en la sexualidad. Más bien, parafraseando a Bourdieu,
existe un imaginario sobre la sexualidad (Bourdieu, 2000). La sexualidad no existe en estado ‘natural’,
siempre está inserta en una particular trama de sentidos y significados. Son los agentes individuales y
los actores y grupos sociales, en el marco de ciertos órdenes discursivos, institucionales y políticos los
que le asignan determinados sentidos siempre inestables y nunca perdurables o unánimes en el tiempo.
Vale decir, la sexualidad no es una realidad en sí.

La sexualidad se encuentra bajo los fuegos de los proyectos políticos, económicos y culturales de la
modernidad. Ciertos discursos pretenden dar cuenta de las lógicas y leyes sexuales pero lo hacen
siempre desde determinadas perspectivas políticas, ideológicas y epistémicas atravesadas por
cuestiones de clase, de género, étnicas, sexuales, religiosas, etc. La sexualidad es un símbolo de la
sociedad y su representación produce y reproduce en pequeña escala los poderes y los peligros que se
atribuyen a la estructura social. La sexualidad metaforiza lo social, y lo social metaforiza la sexualidad.
En el escenario de la sexualidad se despliegan simbólicamente desafíos sociales, culturales,
económicos y, muy especialmente, políticos.

Si aceptamos que los discursos son prácticas que configuran sistemáticamente los objetos de los que
hablan y que no se refieren sólo a objetos; no identifican objetos; sino que los construyen y, al hacerlo,
ocultan su propia invención (Foucault, 1999; 2002); entonces la sexualidad como categoría construida
no queda exenta de esta compleja operación semántica. Desde esta perspectiva es imposible separar la
descripción simbólica y lingüística de la realidad, de sus ‘efectos de realidad’. Al describir un objeto,
en este caso la sexualidad, el discurso en cierto modo la inventa y la dota de ciertos sentidos y excluye
u omite otros posibles. En definitiva, un discurso sobre la sexualidad no se limitaría a representar una
cosa que sería la sexualidad, que existiría antes de ese discurso y que este allí, a la espera de ser
descubierto o descripto. Un discurso sobre la sexualidad, incluso cuando sólo pretenda describirlo ‘tal

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como es’, lo que hace es crear una idea particular de la sexualidad. La supuesta descripción es, de
hecho, una creación y una particular interpretación. Parafraseando a Butler, el discurso describe como
descubrimiento algo que el mismo discurso crea. Primero crea y después descubre, pero, por un
artificio retórico, aquello que crea termina apareciendo como un descubrimiento (Butler, 2002). En este
sentido, lo que hicieron los pedagog@s, fue crear una noción particular de la sexualidad. Aquello que
los referentes de la pedagogía decían que era la sexualidad pasó, de hecho, a ser la sexualidad.

Las definiciones referidas a la sexualidad no se emplean para aprehender el verdadero significado de la


sexualidad, sino para mostrar que aquello que la sexualidad es depende de cómo lo definen los
diferentes agentes, actores, grupos sociales, instituciones y discursos. Una definición no nos revela lo
que es esencialmente la sexualidad sino lo que un determinado discurso piensa acerca de lo que es la
sexualidad. Con la idea de que la sexualidad es una construcción social aprendemos que la pregunta
importante no es ¿qué es la sexualidad? sino ¿qué conocimientos se consideran válidos para
conceptualizar a la sexualidad?, ¿quiénes lo consideran válidos, correctos y verdaderos a dichos
conocimientos? y ¿con qué autoridad?

Las conceptualizaciones y representaciones sobre la sexualidad han sido variadas. Las imágenes en
circulación siempre fueron múltiples, muchas veces con sentidos ambiguos, contradictorios y, en algún
sentido, paradójicos. Existen varias imágenes y representaciones y no una sola sobre el cuerpo sexuado
y sobre lo que significa la sexualidad. De alguna manera, la sexualidad nunca se nos ofrece cruda y
completamente desprovista de sentido. Nuestras percepciones están siempre mediadas por aparatos
retóricos y sistemas de ideas que nos proveen las lentes a través de las cuales hacemos significar al
cuerpo, los órganos, los fluidos, las emociones, el placer y las zonas erógenas, etc., etc., etc. A pesar de
la idea de inmediatez que evoca, la sexualidad está inserta en la historia, por tanto, sometida al cambio
y a la variación. Así como ha habido diferentes definiciones sobre la sexualidad a través del tiempo, en
cada franja temporal se da la copresencia conflictiva de sentidos diversos.

Para seguir pensando

Los aportes producidos a partir de los estudios de género en los años ‘60 y ‘70 del siglo XX han tenido
varios objetivos: 1. Desnaturalizar la noción de feminidad como algo fijo y ya dado. 2. Cuestionar el
determinismo biológico que supone relaciones y procesos lineales según el cuerpo sexuado que se
‘tenga’. 3. Rechazar la subordinación femenina como algo natural. 4 Identificar los rasgos de opresión
patriarcal, en particular los dirigidos a las niñas y mujeres. 5. Objetar ciertos imaginarios que vinculan
feminidad con la esfera familiar y la función reproductora. 6. Refutar la pretendida naturalización de la
división sexual del trabajo. 7. Cuestionar la moral sexual femenina dominante 8. Identificar a la
feminidad en el marco de un sistema relacional (no se puede entender las feminidades sin dar cuenta de
las masculinidades y otras opciones posibles). 9. Aceptar que el género forma sólo un eje de una
construcción compleja, heterogénea, que se inter-penetra constantemente, en modos históricamente
específicos, con otros múltiples ejes de identidad. Es decir, uno/a no es simplemente hombre, sino que

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es hombre o mujer, moreno o blanco, de cierta clase social, religioso o no, de La Plata, Quilmes o
CABA, profesional, de determinada edad, de cierta contextura física, etc.

Por otra parte, la teoría queer va más allá del sistema sexo/género y de cualquier enfoque crítico de
género ya que cuestiona a la propia distinción. En este sentido, sexo y género son construcciones
discursivas. De allí que pensar en clave queer implica re-semantizar a los cuerpos, las sexualidades, los
deseos, los placeres y las emociones sosteniendo la imposibilidad de ubicarlos por fuera de los
discursos, del lenguaje, de las instituciones y de la cultura. Asimismo, reflexionar en términos queer
nos ubica en un lugar que impugna al dimorfismo sexual como una verdad ‘científica’ y a la
heterosexualidad como la única alternativa válida y ‘normal’ de deseo.

En cualquier caso requerimos utilizar la perspectiva de género y reflexionar en clave queer para
describir -e interpretar- cómo y por qué opera la simbolización de la diferencia corporal y sexual en las
prácticas, saberes, discursos y representaciones pedagógicas y educativas y, en qué medida, sus tonos
son más o menos sexistas, misóginos y homófobos y cómo ciertos agentes, actores y grupos sociales
resisten, negocian o cuestionan los ‘guiones’ hegemónicos generizados y hetero-normativos. El quid
del asunto es identificar, visibilizar y criticar los distintos modos en que la diferencia sexual y corporal
se ha traducido en desigualdad y qué papel le cabe a las instituciones educativas modernas y a los
discursos pedagógicos.

Al tomar conciencia del sexismo, la homofobia, la naturalización de la diferencia jerarquizada y la


heteronormatividad compulsiva que tiñó -y aún tiñe- gran parte de los discursos, los saberes y las
prácticas de la pedagogía y de la educación, no podemos seguir recibiéndolo y retransmitiéndolo sin
más, de un modo pretendidamente aséptico, objetivo o neutral sobre todo si pensamos en una sociedad
en la cual la diferencia como sinónimo de jerarquía, ceda su lugar a una igualdad y a una equidad entre
las personas que no borre, empero, sus diferencias.

Bibliografía

BUTLER, J., (2001) “Sujetos de sexo/género/deseo” en El género en disputa. El feminismo y la


subversión de la identidad. Paidós, México, pp. 33-67.
BEN, P., (2000) “Muéstrame tus genitales y te diré quién eres. El “hermafroditismo” en la Argentina
finisecular y de principios de siglo XX” en ACHA, O. Y HALPERIN, P., (comp.) Cuerpos, géneros e
Identidades. Ediciones del Signo, Bs. As., pp. 61-104.

Bibliografía de consulta

BUTLER, J., (2004) “Conflicto de género, teoría feminista y discurso psicoanalítico”. En C. Millán y
A. Estrada (edits.) Pensar (en) género. Teoría y práctica para nuevas cartografías del cuerpo. edit.
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, pp. 264-283.
FAUSTO STERLING, A., (2006) Cuerpos sexuados. La política de género y la construcción de la
sexualidad. Editorial Melusina, Barcelona.

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MAFALDA,

Zorro = Héroe justiciero


Zorra = Pu-ta

Perro = Mejor amigo del hombre


Perra = Pu-ta

Aventurero = Osado, valiente, arriesgado.


Aventurera = Pu-ta

Cualquier = Fulano, Mengano, Zutano


Cualquiera = Pu-ta

Callejero = De la calle, urbano.

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Callejera = Pu-ta

Hombrezuelo = Hombrecillo, mínimo, pequeño


Mujerzuela = Pu-ta

Hombre público = Personaje prominente. Funcionario público.


Mujer pública = Pu-ta

Hombre de la vida = Hombre de gran experiencia.


Mujer de la vida = Pu-ta

Puto = Homosexual
Puta = Puta

HEROE = Ídolo.
HEROÍNA = Droga

ATREVIDO = Osado, valiente.


ATREVIDA = Insolente, mal educada.

SOLTERO = Codiciado, inteligente, hábil.


SOLTERA = Quedada, lenta, ya se le fue el tren.

DIOS = Creador del universo y cuya divinidad se transmitió a su Hijo varón por línea
paterna.
DIOSA = Ser mitológico de culturas supersticiosas, obsoletas y olvidadas.

SUEGRO = Padre político.


SUEGRA = Bruja, metiche, etc.

MACHISTA = Hombre macho.


FEMINISTA = Lesbiana.

DON JUAN = Hombre en todo su sentido.


DOÑA JUANA = La mujer de la limpieza

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