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Módulo 4

Integrar la perspectiva de la
diversidad sexual y de
género en las políticas de
igualdad
Gerard Coll Planas
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

Índice

1. Introducción ............................................................................................ 2

2. Encrucijadas en torno a las políticas de diversidad sexual


y de género ................................................................................................ 4
2.1. LGTBI vs Diversidad sexual y de género ............................................. 4
2.2. Relación con las políticas de igualdad mujer/hombre ....................... 7
2.3. Relación con las otras políticas por la igualdad
y contra la discriminación .................................................................... 9
2.4. Los riesgos de la institucionalización ................................................. 15

3. Aspectos a tener en cuenta en la implementación de políticas


de diversidad sexual y de género ............................................................. 16

4. Reflexiones finales ................................................................................... 24

Bibliografía ................................................................................................... 26

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

1. Introducción

Este capítulo tiene una aproximación diferente a los demás por dos razones. En
primer lugar, porque tiene un carácter más aplicado. En este capítulo veremos
cómo las diferentes teorizaciones se ponen en juego para convertirse en
herramientas útiles para la transformación social en forma de políticas públicas. En
este proceso de concretar y aterrizar los debates, puede que los planteamientos
teóricos pierdan algo del brillo que tienen cuando son meras abstracciones. Pero
una vez elaborado el duelo, también podemos ver que de repente estos conceptos
también se han convertido en herramientas, que pueden ser menos brillantes pero
más útiles para intervenir en la realidad social.

En segundo lugar, el tipo de conocimiento en que se basa el capítulo difiere de los


anteriores porque no es tan teórico sino que parte de la propia experiencia. Por un
lado, porque hay poca teorización al respecto, pero por otro, porque consideramos
que la dimensión del conocimiento adquirido a partir de la intervención puede tener
valor en un contexto como este.

Para poder ubicar desde qué lugar abordo el tema, decir que como sociólogo, me
he dedicado a las políticas por la diversidad sexual y de género desde 2005. Durante
este período, en colaboración con compañeros y compañeras, hemos combinado la
reflexión teórica sobre estas políticas (Cruells y Coll-Planas, 2013; Coll-Planas y
Cruells, 2013; Coll-Planas y Missé, 2018), con proyectos de transferencia de
conocimiento orientados a acompañar instituciones en el diseño y la
implementación de estas políticas: la publicación de Contra la homofobia: políticas
locales de igualdad por razón de orientación sexual e identidad de género (Coll-Planas,
2012) e Interseccionalidad en las políticas LGTBI metropolitanas (Coll-Planas, Solà-
Morales y Missé, 2019); la coordinación de las dos ediciones de la conferencia
European Rainbow Cities; 1 la formación de personal público; la elaboración de
diagnósticos; la coordinación de procesos participativos; y la redacción de planes de
igualdad LGBTI. Asimismo, recientemente hemos llevado a cabo proyectos que
reflexionan sobre las políticas de diversidad sexual y de género desde una

1
Se pueden visionar parte de las intervenciones de la segunda edición aquí:
https://www.youtube.com/channel/UCTRNB2sI0Gt9VAXzKuGRGAQ/videos?shelf_id=0&view=0&s
ort=dd

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

perspectiva interseccional: Diversidad e identidad religiosa 2, que reflexiona sobre la


necesidad de revisar críticamente las políticas de diversidad sexual desde una
perspectiva intercultural, e Igualdades conectadas, que ofrece recursos para la
implementación de la interseccionalidad en las políticas locales.3

El artículo, pues, se nutre de la experiencia de los proyectos en los que hemos


participado y de las conversaciones con técnicas, responsables políticas y activistas
en el marco de formaciones y encuentros de diversa índole. Esta experiencia está
ubicada en Catalunya, por lo que muchos de los ejemplos son de ahí. Sin embargo
están planteados para que sirvan para la reflexión en otros contextos.

A continuación se plantearan las que considero que son las principales encrucijadas
de las políticas de diversidad sexual y de género. El objetivo no es cerrar debates
sino plantear las diferentes posiciones. Por un tema de honestidad, no pretendo
tener una voz neutral, por lo que explicitaré mi posición frente a los mismos
tratando de mostrar las ambivalencias y enfatizando la necesidad de atender a los
contextos para tomar las decisiones que más sentido tengan en sentido en cada
lugar y momento.

La primera encrucijada tiene que ver con cómo nombramos estas políticas y lo que
llevan implícitas las diferentes denominaciones. La segunda aborda la relación entre
el eje de diversidad sexual y de género y el de igualdad mujer/hombre. A partir de
aquí abordamos la relación con los otros ejes de desigualdad, lo que entronca con el
debate sobre la interseccionalidad. La última encrucijada tiene que ver con los
riesgos de la institucionalización de estas políticas, y de esta forma conecta con el
siguiente apartado, el 3, en el que se plantean aspectos a tener en cuenta en el
diseño e implementación de estas políticas. El capítulo acaba con algunas
reflexiones generales.

2
En la web del proyecto, que fue financiado por la Dirección General de Aferes Religiosos de la
Generalitat de Catalunya, se pueden encontrar recursos al respecto:
https://cruillesdiversitat.wordpress.com/
3
En la web del proyecto, cofinanciado por la Comisión Europea, se pueden encontrar una Guía para
aplicar la interseccionalidad así como la grabación de las formaciones que se llevaron a cabo a personal
municipal y a la ciudadanía: http://igualtatsconnect.cat/es/

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

2. Encrucijadas en torno a las políticas de diversidad sexual y de


género

2.1. LGTBI vs Diversidad sexual y de género

Un primer debate que debemos abordar es cómo nombrar estas políticas y el grupo
social al que interpelan. Hay que tener en cuenta que se trata de un tema en que la
terminología se modifica a una velocidad sorprendente: el acrónimo va cambiando
de orden y se le van añadiendo letras, la terminología que tiene sentido en un
determinado momento aparece desfasada poco tiempo después, los marcos
conceptuales pueden divergir ampliamente en diferentes contextos geográficos…

Nos encontramos varias opciones sobre cómo nombrar las políticas: políticas LGTBI,
políticas de igualdad LGTBI, políticas de igualdad por razón de orientación sexual e
identidad de género, políticas para el colectivo LGBTI, políticas por la diversidad
sexual y de género… La evolución de cómo nombrar estas políticas la podemos
ilustrar a partir del caso de los dos planes del Ayuntamiento de Barcelona, una de las
primeras instituciones del Estado Español en institucionalizar estas políticas (Coll-
Planas y Cruells, 2013). El primer plan que se aprobó, se llamaba Plan Municipal para
el Colectivo Lésbico, Gay, Transexual y Bisexual (Ayuntamiento de Barcelona, 2010).
Seis años más tarde, el nuevo documento que recoger las medidas a implementar
en los siguientes 5 años, se llama Plan Municipal para la Diversidad Sexual y de
Género. Medidas para la igualdad LGTBI (Ayuntamiento de Barcelona, 2016). En la
introducción del segundo plan se justifica así dicho cambio:

“El nombre del Plan refleja un cambio en la conceptualización de la


finalidad de este. La denominación de «Plan por la Diversidad Sexual y de
Género» enfatiza que no es un plan para el colectivo LGTBI, sino que se
dirige al conjunto de la ciudadanía. En primer lugar, porque el objetivo de
construir una ciudad más respetuosa con la diversidad sexual y de género
interpela el conjunto de la ciudadanía independientemente de su sexo,
orientación sexual e identidad de género. El conjunto de políticas que aquí
se desarrollan entienden que la diversidad sexual y de género es un valor y
una riqueza que la ciudad tiene que promover y defender. En segundo
lugar, porque, si bien hay medidas dirigidas específicamente al colectivo
LGTBI, otras ponen el foco en integrar la perspectiva de la diversidad sexual
y de género en las políticas municipales, y esto va más allá del mismo

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colectivo, porque implica un cambio de mirada que afecta el conjunto de la


ciudadanía.” (Ayuntamiento de Barcelona, 2016: 16).

El cambio tiene que ver en un cambio de foco: no hacia un colectivo específico sino
al conjunto de la ciudadanía porque (por si alguien no se había dado cuenta) resulta
que todo el mundo tiene orientación sexual e identidad de género. De la mano de
Eve Kosofsky Sedgwick (1998), podríamos decir que se trata de una mirada
universalizadora. Para la autora, hay dos posibles respuestas a la pregunta: “¿En las
vidas de quiénes la definición de la homo/heterosexualidad es un tema
continuamente vital y problemático?”. 4 Nos encontramos con dos respuestas. La
perspectiva minorizadora entiende que la homosexualidad es un tema que afecta a
una minoría poco numerosa, identificable y relativamente definida. Como ejemplo,
encontramos la idea de que ambos grupos constituyen un porcentaje fijo en
cualquier sociedad. Esto supone entender que la transexualidad y la
homosexualidad no están relacionadas con las formas culturales (la rigidez de las
reglas del género, la definición de la masculinidad y la feminidad, etc.) sino con
algún tipo de rasgo esencial. Además, entender la homosexualidad como una
experiencia minoritaria refuerza la naturalización de la heterosexualidad (Weeks,
1993) y permite que el resto de la sociedad quede fuera de todo cuestionamiento.
Por el contrario, la perspectiva universalizadora afirma que la homosexualidad se
trata de una problemática relevante para las personas de todo el espectro de
sexualidades.

Volviendo al ejemplo: El cambio de nomenclatura fue sometido a discusión y


votación en el Consejo Municipal de Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales e
Intersexuales, donde produjo división de opiniones. La mayoría de representantes
se mostró partidaria del nombre finalmente establecido, mientras que otra parte
consideraba que el acrónimo LGBTI tenía que estar presente en el título del plan (no
en el subtítulo). En este sentido, aunque la voluntad sea realizar políticas que van
más allá de un grupo social, hay que reconocer que el acrónimo LGBTI está ganando
en visibilidad pública, y renunciar a él puede implicar una pérdida de impacto tanto
dentro de la propia administración como a nivel social.

Al margen de cómo se nombran las políticas, el acrónimo mismo y las identidades


que incluye también son objeto de controversia. En primer lugar, porque implica
agrupar muchas realidades diferentes y porque, bajo el uso del acrónimo, muchas
veces se acaba imponiendo una preponderancia de lo gay. Por ejemplo, cuando se

4
La autora aplica su reflexión al caso de la homosexualidad, pero es perfectamente extrapolable a la
transexualidad.

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utiliza LGTBI como sinónimo de gay al hablar de ‘turismo LGTBI’, cuando no hay una
constancia de que haya una industria turística dirigida a lesbianas, bisexuales y aún
menos a personas trans o intersexuales.

El significado de la T es profundamente contextual y cambiante. Volviendo al


ejemplo de Barcelona, hemos podido ver cómo en el primer plan del Ayuntamiento
de Barcelona se utilizaba ‘transexual’ y en el segundo, ‘trans’. Y la denominación del
Consejo municipal también ha cambiado en este sentido, ya que actualmente
incluye ‘trans’ mientras que en la primera denominación –de 2003- especificaba
‘hombres y mujeres transexuales’. En este caso se han producido dos cambios. En
primer lugar, la necesidad de distinguir ‘hombres y mujeres transexuales’ se produjo
a principios de los 2000, con la aparición de la primera asociación de trans
masculinos, que tenían la necesidad de visibilizar su realidad pues sólo existía el
imaginario de las trans femeninas (GTMB, 2000). Una vez pasado este período de
emergencia, los activistas trans masculinos optan por no priorizar esta distinción
porque consideran que refuerza el binarismo de género. En segundo lugar, el
protagonismo de la lucha por la despatologización de lo trans en Barcelona (Missé,
2013) puede explicar en parte la transición de ‘transexual’ (término de origen
médico) por ‘trans’ (término que nace del activismo y que pretende designar a
todas las personas que no se sienten identificadas con el género atribuido al nacer
en función de su sexo). Sin embargo, hay que decir que aunque el uso del término
‘trans’ sea hegemónico no implica que no sea cuestionado: parte del colectivo que
se identifica como ‘transexual’ (habitualmente vinculándolo a la voluntad de
transformar su cuerpo quirúrgicamente y adoptar una identidad de género binaria)
rechaza ser incluida dentro de la categoría ‘trans’ (Coll-Planas y Missé, 2015).

La inclusión de la I de intersexual en el acrónimo es muy reciente y hasta cierto


punto cuestionable, pues en el contexto español las asociaciones de personas
‘intersexuales’ mayoritariamente ni lo han pedido ni se sienten representadas por
esta categoría. Como muestra el estudio de Núria Gregori (2016), en el caso catalán,
las personas supuestamente intersexuales no se movilizan como tales, sino que se
agrupan en función de los diagnósticos médicos específicos y sus asociaciones se
vinculan con federaciones de enfermedad minoritarias, en ningún caso con
entidades o plataformas LGTB. Aún siendo así, es verdad que hay activistas de
asociaciones “intersexuales” que están planteándose si interpretar su situación
desde la lógica de discriminación social (como implica su inserción en lo LGTB) es
más empoderadora que movilizarse como afectadas por un síndrome médico, como
hasta ahora (Gregori, 2016).

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Finalmente, hay administraciones que optan por incorporar la Q, de queer, en el


acrónimo. Esta opción es un tanto contradictoria con el nacimiento de lo queer
como una política subversiva, contraria a la respetabilidad y crítica con la voluntad
de normalización (Sáez, 2004; Romero Bachiller, García Dauder y Bargueiras
Martínez, 2005). Además, añadir la Q al lado de las categorías identitarias LGBT
resulta contradictorio con la crítica queer a la lógica identitaria. En definitiva, desde
mi punto de vista, tiene algo de cortocircuito añadir la Q en políticas de igualdad
llevadas a cabo desde instituciones públicas.

En definitiva, los aspectos lingüísticos generan mucha controversia tanto en el tema


LGBT como en el de género. Por un lado, es importante tener en cuenta las
connotaciones de las formulaciones que se usan pero, por otro lado, ante una
terminología tan cambiante y sujeta a tensiones, existe el peligro de perderse en el
lenguaje y olvidar que, si bien el lenguaje contiene ideología, si nos quedamos
enredadas en las discusiones terminológicas podemos perder de vista que el
objetivo de las políticas públicas es transformar realidades y que a hay términos que
podemos revisar críticamente hasta la saciedad (como LGBTIfobia, sin ir más lejos)
pero que también pueden ser herramientas para intervenir en realidades donde se
están produciendo sufrimientos, desigualdades y discriminaciones.

2.2. Relación con las políticas de igualdad mujer/hombre

El debate más candente en relación a las políticas de diversidad sexual y de género


es su relación con las políticas de igualdad mujer/hombre. Cuando empezaron a
aparecer las políticas de diversidad sexual y de género en nuestro contexto, a
principios de los 2000, en las pocas administraciones que las implementaban solían
estar separadas de las políticas de igualdad mujer/hombre. Estas políticas se
hallaban en partes diferentes de la administración y apenas estaban coordinadas. La
temática LGTB se abordaba principalmente desde una lógica de la no discriminación
o de los derechos civiles, no del género.

Una de las consecuencias de desconectar estas políticas es que las acciones


encaminadas a la lucha contra el sexismo en el sistema educativo, por ejemplo, no
estén conectadas con las destinadas a combatir la LGBTfobia: se trabajaban como
dos problemáticas diferentes. Esta desconexión aún es más flagrante cuando las
políticas de género se considera que solamente deben intervenir sobre las mujeres,
porque esto implica que las medidas para cambiar las actitudes de los hombres,
tampoco tienen cabida en este marco. En el caso catalán, esta incongruencia fue
explícita el 2005, cuando una asociación de hombres por la igualdad reclamó
“políticas de igualdad para hombres” que tuvieran un presupuesto a parte de las

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políticas de mujeres. De haber tenido éxito la iniciativa, hubiera implicado la


coexistencia de tres líneas de intervención en los centros educativos (contra el
sexismo, por la diversidad sexual y de género, y por las nuevas masculinidades),
como si se tratara de problemáticas separadas. Además, si la entrada en los centros
educativos ya es difícil, solo hace falta plantear estrategias solapadas y/o
contradictorias al respecto…

Alrededor de 2015 se acentúa la problematización de esta separación a nivel de


políticas públicas, que se podría deber a dos procesos. El primero es la extensión
territorial de las políticas de diversidad sexual y de género: cuando empiezan a
implementarse en administraciones locales con menos recursos, en la mayoría de
casos recaen en la concejalía y los servicios de igualdad mujer/hombre por no haber
presupuesto para contratar personal específico, y por considerar que son el área
que hace una tarea más próxima. De hecho, en algunos casos, de forma no oficial
estos servicios ya estaban abordando estas temáticas en sus políticas de prevención
de violencias, por ejemplo, o eran quién intervenía si se producía un caso de bullying
LGBTfóbico en un instituto.

Pero habría un segundo factor: una evolución dentro de los propios feminismos
hacia una definición más amplia del género. Esta tendencia se encontraría en
autoras de la tercera ola del feminismo como Judith Butler:

“Asumir que el género implica única y exclusivamente la matriz de lo


“masculino” y lo “femenino” es precisamente no comprender que la
producción de la coherencia binaria es contingente, que tiene un coste, y
que aquellas permutaciones del género que no cuadran con el binario
forman parte del género tanto como su ejemplo más normativo.” (Butler,
2006: 70)

Así, una parte de los feminismos alerta de los riesgos de limitar el género a las
categorías mujer/hombre porque contribuye a reproducir el binarismo y a negar
otras posibilidades identitarias (a menudo sometidas a violencias) que se configuran
en el marco del sistema de género.

Esta es, en cualquier caso, una posición dentro de los feminismos, pues la propuesta
de trabajar conjuntamente estas dos temáticas es rechazada o vista con reservas
por otra parte. Así, hay una cierta división entre técnicas de igualdad, activistas
feministas y responsables políticas: mientras que unas ven el cambio como una
oportunidad para abrir perspectivas y enriquecer el marco teórico, otras consideran
que puede poner en peligro los logros conseguidos hasta ahora en las políticas de

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igualdad mujer/hombre. En algunos casos expresan también el temor de que se


desdibujen las políticas orientadas a las mujeres o de que los hombres (gays) entren
al terreno de las políticas de mujeres. Dentro del espacio LGTBI también
encontramos profesionales y entidades partidarios de trabajar desde el paraguas
común del género mientras que otros expresan el miedo a diluirse y que se pierda la
visibilidad recientemente lograda de las políticas de diversidad sexual y de género.

Desde mi punto de vista, el trabajo de las dos temáticas por separado resulta un
empobrecimiento mutuo y no permite aprovechar dinámicas y lógicas para sumar.
Si se trabajan por separado, entiendo que hay dos posibilidades. La primera es que
desde igualdad mujer/hombre se adopte una visión restrictiva y binarista del
género; y que las políticas de diversidad sexual y de género se aborden desde la no
discriminación, lo que no permite abordar la raíz de la problemática, que se
encuentra en el marco patriarcal. La segunda posibilidad es que se trabajen las dos
temáticas por separado pero que ambas adopten una perspectiva de género, lo que
lleva a un solapamiento, que es lo que está pasando en algunas administraciones
catalanas.

Ahora bien, encontrar un espacio común entre las dos políticas, no implica que
tengan que fundirse. En este punto, habría que profundizar en cómo articular estas
dos políticas, entendiendo que se trata de un debate contextual y que evoluciona
con una gran rapidez, por lo tanto las soluciones no serán universales ni estáticas.
En este sentido, son varias las formas de articulación que se pueden contemplar en
el diseño de políticas públicas (elaborar diagnósticos compartidos previos a la
elaboración de planes, mantener procesos de interlocución comunes a la hora de
pactar con las diferentes áreas las acciones a incluir), en la definición de planes (un
solo plan, un plan que distinga entre medidas mujer/hombre, LGBT y transversales,
o dos planes en diálogo), en los servicios y recursos (valorando qué tiene sentido
compartir para no duplicar) o en los órganos de participación (¿es viable que cada
municipio tenga un consejo de participación LGTB?, ¿puede suponer una
revitalización de los consejos de mujeres la entrada de la temática LGBT?).

2.3. Relación con las otras políticas por la igualdad y contra la


discriminación

Otro debate que está encima de la mesa es cómo hay que articular la relación entre
los diferentes ejes de opresión en las políticas municipales. A continuación,
abordaremos cómo se traslada este debate a las políticas de diversidad sexual y de
género. En primer lugar, revisaremos el modelo más extendido, el monofocal. A

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continuación mostraremos dos modelos que proponen una articulación más


estrecha entre ejes: el de discriminación múltiple y el interseccional.

Monofocal

El modelo fundamentalmente adoptado hasta el momento, tanto a nivel europeo


como español en las políticas de igualdad (incluidas las LGTB), ha sido el monofocal
o single issue. Este enfoque tienen la ventaja de poner el foco en una problemática
concreta y puede conseguir grandes avances en la consecución de la igualdad de los
grupos destinatarios, en especial cuando se acompaña de una estrategia de
transversalización (o mainstreaming) para permear al conjunto de las políticas
públicas, como ha sido el caso de las políticas de igualdad mujer/hombre.

Este modelo ha sido cuestionado porque entraña diferentes problemas. En primer


lugar, en el caso de las políticas que nos ocupan, hay que tener en cuenta que la
estrategia de transversalización no suele ser tan fructífera, pues se impulsa desde
una posición periférica de la Administración. Además, puede favorecer lo que
Hancock (2007) llama las “olimpíadas de la opresión”, ya que el departamento
responsable de cada eje de opresión debe competir, desde posiciones desiguales en
función de sus recursos y capacidad de influencia, para que las personas
responsables de los otros departamentos incluyan medidas en sus planes,
programen talleres de prevención en los centros educativos, etc.

En segundo lugar, el planteamiento monofocal corre el riesgo de no tener en cuenta


la interacción con otros ejes de opresión o, dicho de otra forma, no contempla que
los diferentes ejes de opresión, en la práctica, no actúan aisladamente sino que
están imbricados. Esto se puede traducir en varias problemáticas. Por ejemplo, que
la prevención del acoso escolar se realice segmentadamente, sin entender la
interacción entre los diferentes ejes, puede conllevar la victimización, la
esencialización de las posiciones o la estigmatización de determinados grupos
sociales (ver referencia al proyecto Miradas poliédricas en el siguiente apartado).

Otro ejemplo es que no se tenga en cuenta el impacto negativo de una acción en


relación a otro eje de desigualdad. Esto nos lo encontramos en el proceso de la
elaboración de un Plan de diversidad sexual y de género en un municipio de
Cataluña. En la fase de diagnóstico apareció que una de las problemáticas es que los
jóvenes LGBT de la zona sienten las discotecas como espacios hostiles. Ante esta
problemática, el equipo motor planteó la posibilidad de establecer una campaña
(con formación, protocolos en caso de agresión, distintivos…) que permitiera que
las discotecas fueran espacios más abiertos a la diversidad sexual y de género.

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

Finalmente se optó por no incluirla porque se consideró que podría generar pink
washing, es decir, un proceso por el cual se pretende limpiar la imagen de una
entidad (en este caso de una discoteca) apelando a que respetan los derechos LGTB
pero escondiendo que están vulnerando otros derechos. Y es que hay que tener en
cuenta que la zona en cuestión tiene un alto porcentaje de personas migradas del
Magreb que se encuentran con actitudes xenófobas. De hecho, las discotecas a
menudo discriminan a los jóvenes magrebíes negándolos la entrada. Así, el grupo
motor optó por no llevar a cabo la campaña por la diversidad sexual y de género
porque se temía que pudiera servir para ocultar la discriminación xenófoba. Dicho
esto, lo ideal hubiera sido poder abordar la xenofobia conjuntamente con la LGBTfo-
bia (y con otros ejes de discriminación relevantes en estos espacios, como el
sexismo), pero precisamente la estructura monofocal de la Administración no lo
hacía factible.

Y un tercer ejemplo: en el proyecto sobre Diversidad sexual e identidad religiosa


(Coll-Planas, 2020) pudimos observar cómo las políticas de diversidad sexual5 no
incorporan una mirada intercultural ni las políticas interculturales suelen adoptar
una perspectiva de la diversidad sexual. Esto implica que las políticas de diversidad
sexual toman como referencia un sujeto autóctono, y las políticas de
interculturalidad imaginan un sujeto heterosexual, lo que implica la exclusión de una
parte de la población que debería ser target de estas políticas (personas no
heterosexuales migrantes o con marcos culturales y religiosos no hegemónicos).
Más allá de identificar el subgrupo que queda fuera de estas políticas, el problema
está en que, en el caso de las políticas de diversidad sexual, están pensadas desde
un marco etnocéntrico, que ignora las realidades y necesidades de personas no
heterosexuales procedentes de otros entornos y/o con marcos culturales y
religiosos no hegemónicos. A través de entrevistas a personas de origen marroquí,
pudimos contrastar la distancia entre su experiencia de la sexualidad y los implícitos
de las políticas de diversidad sexual: que la orientación sexual constituye una
esencia (hay gente que es y gente que no es LGBT), que la sexualidad genera
identidad (dando por sentadas categorías como ‘lesbiana’ o ‘gay’), y que la forma
‘correcta’ y ‘sana’ de vivir la no heterosexualidad es haciéndolo público (lo que
conecta con una lógica individualista y exhibicionista muy presente en nuestro
entorno). En contraposición, las entrevistas realizadas y otros estudios previos al
respecto, muestran que las vivencias de las personas de origen magrebí a menudo
no coinciden con esta lógica: su experiencia de la sexualidad puede ser más fluida,
no genera categorías identitarias y, en entornos menos individualistas (con más
peso de la comunidad y la familia) y con una distinción más clara entre lo público y lo
privado, la estrategia de la ‘salida del armario’ no es la más adecuada.

5
En este proyecto no se incorporó la dimensión de la identidad de género.

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Discriminación múltiple

El modelo de la discriminación múltiple, de más reciente incorporación en las


políticas públicas, está siendo fuertemente impulsado por la Unión Europea en los
últimos veinte años, ya sea mediante agendas o leyes o con la creación de
organismos unificados de igualdad que se ocupan de los diferentes tipos de
discriminación, como la Fundamental Rights Agency. Esta tendencia se ha
trasladado progresivamente a los Estados miembros (Cruells y Coll-Planas, 2013).

Entre las ventajas del modelo de discriminación múltiple se encuentran el


aprovechamiento de las economías de escala, la coherencia en la interpretación
legal de la discriminación y la posibilidad de abordar los casos de discriminación
múltiple (FRA, 2009). Entre las desventajas, Lombardo y Verloo (2010) y Kantola y
Nousiainen (2009) señalan que este enfoque puede conllevar una falta de
coordinación entre las agendas específicas que se aglutinan, competencia entre
grupos, jerarquización de los diferentes ejes, adopción de una lógica aditiva de la
discriminación y un enfoque de la desigualdad más individual que estructural.

En relación a su implementación en el caso catalán, la lógica de la discriminación


múltiple se ha aplicado en el cuerpo policial de la Generalitat de Catalunya, los
Mossos d’Esquadra. Estos empiezan a abordar la homofobia en 2008 pero después
de dos años, las acciones relativas a la homofobia y transfobia pasan a englobarse
bajo la etiqueta común de ‘delitos de odio y discriminación’, que trata en paralelo
(sin contemplar sus intersecciones) ejes como la homofobia/transfobia, la
xenofobia, el racismo, las fobias a determinadas religiones y la aporofobia. Este
caso nos permite analizar el paso de una política monofocal a una de discriminación
múltiple. Al evaluar este cambio en un estudio previo (Coll-Planas y Cruells, 2013),
una responsable de los Mossos destacaba que había permitido “ordenar” las
diferentes políticas que se estaban desarrollando hacia diversas minorías,
englobándolas en un marco común; y, al estar en este paraguas más amplio, la lucha
contra la LGBTfobia había ganado legitimidad. Entre los factores negativos de este
cambio, la responsable destacaba el riesgo de que la LGBTfobia quedara
invisibilizada por otros ejes como el racismo o la xenofobia, socialmente más
reconocidos, que se trabajan desde hace más tiempo, y que movilizan más recursos.
Así, la responsable se lamentaba que justo cuando la LGBTfobia se estaba
visibilizando en el cuerpo, se hubiera subsumido en un marco más amplio que la
podía volver a invisibilizar.

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

La perspectiva interseccional

La interseccionalidad propone el reto de abordar el cruce entre desigualdades de


una forma más compleja que el modelo de discriminación múltiple. Desde este
enfoque, la activista y teórica feminista negra Patricia Hill Collins (1991)
conceptualiza los diferentes ejes de opresión como entrelazados en una matriz en el
marco de la cual se constituyen los individuos en diferentes y cambiantes posiciones
de poder. Con ello se pone el énfasis en la interacción e interdependencia entre
líneas de opresión, en que estas intersecciones dan como resultado una desigualdad
distinta (no producto de una simple suma), y en la que se contempla la posibilidad
de que las personas se encuentren en posiciones diferentes de opresoras y
oprimidas simultáneamente. Así, elaboraciones posteriores de la interseccionalidad
permiten avanzar en una compresión de las desigualdades y sus cruces de una
forma más dinámica y contextualizada (Platero, 2013).

Aplicar una perspectiva interseccional en las políticas públicas se presenta como la


clave para alcanzar una mayor inclusión en la medida en que muchos más grupos
sociales y problemas políticos pueden ser contemplados. Sin embargo, hay varios
problemas en relación a su aplicación, como la poca experiencia en su
implementación en el ámbito de las políticas públicas, o el hecho de que no exista
una aplicación universalizable, ya que los efectos de la intersección entre ejes tienen
un carácter contextual e histórico. Por estas razones, entre el personal político y
técnico aparecen principalmente dos inquietudes: el miedo a que se desdibujen los
ejes de intervención y la incertidumbre de cómo aplicar la lógica interseccional en
sus políticas.

Si a la poca experiencia en la aplicación práctica de la interseccionalidad le sumamos


la poca presencia y trayectoria de las políticas de diversidad sexual y de género, el
resultado es que es difícil encontrar acciones que vayan en esta línea. En la Guía
Interseccionalidad en las políticas LGTBI metropolitanas (Coll-Planas, Solà-Morales y
Missé, 2019) se ofrecen recursos y varios ejemplos de acciones para incorporar la
interseccionalidad en las políticas de diversidad sexual y de género.

Un ejemplo de proyecto interseccional es Toronto for all, 6 una iniciativa de


concienciación pública que impulsa el Ayuntamiento de Toronto para fomentar el
diálogo entre las personas que habitan la ciudad con el objetivo de combatir
cualquier forma de discriminación. Cada año se crean campañas de sensibilización
que se focalizan en cuatro colectivos o problemáticas atravesadas por diferentes

6
La iniciativa dispone de una web con información sobre los diferentes grupos y recursos diversos:
www.torontoforall.ca

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

ejes de desigualdad: islamofobia, jóvenes trans de color, personas sin hogar,


racismo y temáticas indígenas. El Ayuntamiento financia la creación de un comité
asesor, constituido por personas de la sociedad civil y pone los recursos necesarios
para materializar las propuestas y difundirlas por toda la ciudad.

Para ilustrar con algunos casos más próximos, podemos citar dos proyectos
culturales que han tenido lugar en Cerdanyola del Vallès y Ripollet. El primero tenía
como epicentro una exposición del pintor Ismael Smith en el Museu d’Art de
Cerdanyola. A partir de su obra y su biografía, se plantearon actividades que
abordaban aspectos como la diversidad sexual o la salud mental. Por ejemplo, se
crearon obras a partir de la colaboración entre parejas de artistas profesionales y
artistas amateurs con un diagnóstico de salud mental.7 En el caso de Ripollet, el
centenario de la muerte de Federico García Lorca fue una oportunidad para plantear
acciones en diferentes ámbitos como la represión franquista, la memoria de la
migración (gran parte de las personas que emigraron a Cataluña las décadas de 1950
y 60 lo hicieron desde Andalucía), o la diversidad sexual.8

En el campo de la investigación sobre políticas públicas, podemos citar el proyecto


Diversidad sexual e identidad religiosa, ya explicado cuando hemos mencionado los
límites del enfoque monofocal; o Miradas poliédricas a la violencia de género, 9 un
proyecto que se propone revisar las políticas de prevención de la violencia en los
centros de secundaria. Y es que en el caso de las acciones contra el acoso y las
diferentes formas de violencia, la lógica monofocal adoptada mayoritariamente
aparece como problemática. Si los talleres de prevención en los centros educativos
se limitan a un solo eje de opresión, pueden tender a la victimización de un grupo
social (en nuestro caso, las personas LGBT) y a la estigmatización de otro (quién se
suele llevar la palma en estos casos son chicos supuestamente cisheterosexuales de
clase trabajadora y/o migrados). De esta forma no se puede entender cómo se
configura la red de opresiones que opera en el aula o el centro educativo: ¿cómo se
articulan las diferentes posiciones de poder (contextuales y en función del cruce de
diferentes ejes)?, ¿desde qué posición de clase y origen se adopta el rol de agresor
en relación al género o la LGBTfobia?, ¿las personas LGBT son solo víctimas o
también ejercen violencia y sostienen privilegios en relación al mismo eje o a otros
ejes de opresión? Estas son algunas de las preguntas y reflexiones que se afrontan
en el proyecto.

7
Más infomación en http://museudart.blogspot.com.es/2016/11/la-mirada-de-laltre.html
8
Más infomación en http://ripollet.cat/asp/content.asp?ID=23949
9
En la web del proyecto, financiado por la convocatoria Recercaixa, se pueden encontrar recursos al
respecto: http://miradespoliedriques.cat/

14
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

2.4. Los riesgos de la institucionalización

Y para cerrar el apartado, la cuarta encrucijada se refiere a la institucionalización. El


caso catalán nos permite observar, en un breve lapso de tiempo, precisamente un
proceso de institucionalización de las políticas de diversidad sexual y de género sin
precedentes de los que tengamos conocimiento. Este proceso nos permite
reflexionar sobre las ventajas y los riesgos de estos procesos.

El proceso empezó a finales de 2014, cuando el Parlamento de Catalunya aprobó la


Ley 11/2014, de 10 de octubre, para garantizar los derechos de lesbianas, gays,
bisexuales, transgéneros e intersexuales y para erradicar la homofobia, la bifobia y
la transfobia. En aplicación de esta ley, la Generalitat impulsó el diseño e
implementación de políticas de igualdad LGBTI en el ámbito local: en el contrato
programa que el gobierno catalán hace anualmente con los ayuntamientos, el año
2016 incorporó que todos consejos comarcales y los ayuntamientos de municipios
de más de 20.000 habitantes tienen la obligación de:

• Designar un referente LGBTI, con una dedicación aproximada de 10 horas


semanales.
• Realizar formación al personal funcionario y de centros adscritos al
ayuntamiento en materia LGBTI.
• Realizar una diagnosis sobre transversalización de políticas LGBTI en el ente
local.
• Realizar un plan local LGBTI.
• Prestar el servicio de atención integral para atender las personas que
necesiten información en relación a los recursos y servicios LGBTI, y
acompañamiento y atención en caso de discriminación por razón de
orientación sexual, identidad de género o expresión de género.

Este proceso tiene claramente efectos positivos (la extensión territorial, el hecho de
plantearlas como obligatorias, etc.) pero también tiene limitaciones sobre las que es
preciso reflexionar.

En primer lugar, la extensión territorial a menudo se ha impulsado sin la formación y


los recursos necesarios para llevarla a cabo con solidez. Las urgencias de las
instituciones (presionadas en parte por el activismo LGBT) ha llevado a impulsar
estas políticas sin suficiente acompañamiento, lo que ha generado algunas
resistencias y malestares. En el caso de las administraciones que se han mostrado
favorables a actuar, ha implicado que han ido actuando por su cuenta, sin suficiente
asesoramiento y coordinación interinstitucional. Por ejemplo, recientemente las

15
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

administraciones municipales catalanas han llevado a cabo numerosas acciones de


las que se podría aprender colectivamente, pero no están recogidas ni evaluadas en
ningún sitio.

Así, por las prisas políticas o por el miedo a abordar determinados debates, se está
avanzando haciendo que cada municipio parezca que tiene que inventar la rueda,
sin que haya bancos de buenas prácticas, modelos de acciones (como protocolos
transición de género en el trabajo, o de fondo bibliográfico que debería tener todo
municipio), modelos de servicios, etc. En lugar de esto, muchas veces las técnicas
municipales se encuentran con la necesidad de improvisar y de abordar, en solitario,
debates de calado como la articulación (o no) de los servicios de atención a mujeres
y al colectivo LGTBI.

En segundo lugar, la institucionalización ha tomado otra deriva: establecer modelos


de diagnóstico low cost y ‘planes de igualdad tipo’, que cada ayuntamiento solo
tenga que cortar / pegar. Esta es la lógica que han acabado adoptando los planes de
igualdad mujer/hombre en la mayoría de administraciones, por lo tanto no es de
extrañar que las políticas por la diversidad sexual y de género tomen el mismo
rumbo.

La pregunta que queda encima de la mesa es hasta qué punto es posible reforzar y
extender estas políticas sin que se traduzca en una institucionalización que vacíe de
contenido y caiga en el fetichismo de los planes de igualdad. En este sentido,
considero que tener aprobado un plan municipal no debería ser un objetivo en sí
mismo, sino un proceso que constituya una oportunidad de reflexión y de
transformación del entorno.

3. Aspectos a tener en cuenta en la implementación de


políticas de diversidad sexual y de género

En este apartado plantearemos algunos aspectos a considerar en el diseño e


implementación de las políticas de diversidad sexual y de género, centrándonos en
la organización municipal, los procesos de diagnóstico, la participación y la
elaboración de planes municipales.

16
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

Organización municipal

Si nos proponemos implementar políticas de diversidad sexual y de género es


fundamental de partir de un análisis de nuestra propia organización y plantearnos
qué pasos podemos hacer internamente. Para empezar es importante tomar
conciencia sobre nuestras propias creencias e imaginarios en relación al tema en
general y a las personas usuarias en particular. Detectar estereotipos o estigmas,
por más que nos cueste explicitarlos, es clave para poder revisarlos críticamente y
controlar el efecto que pueden tener en nuestro trabajo. Mediante acciones de
formación y reflexión colectiva podemos combatir estas imágenes y conocer
aspectos de la realidad LGBT con los que no estamos familiarizadas.

Definición del problema


Ante una demanda de actuación, el primer paso es analizar cómo se construye la
problemática política y preguntarnos qué implicaciones tiene. En este sentido, en
base a Palència, Malmusi y Borrell (2014), podemos cuestionarnos la construcción
del problema a partir de las siguientes preguntas:

• “¿Por qué esto se considera un problema? ¿Quién lo decide y cómo?


• ¿Cuál es mi experiencia en relación a este ámbito de la política?
• ¿Qué supuestos (p. ej., creencias sobre cuál es la causa del problema y qué
es/son la/las persones más afectadas) sustentan esta representación del
"problema"? ¿Cómo han surgido las representaciones del "problema"?
• ¿Cómo ha cambiado la definición del "problema" a lo largo del tiempo (por
ejemplo, históricamente) o en diferentes lugares (p. ej., geográficamente)?
• ¿Cómo afecta de manera diferencial esta representación del "problema” a los
diferentes grupos afectados? ¿Cuál se considera el más beneficiado y cuál el
menos favorecido dentro de esta representación? ¿Por qué y cómo?” (Palència,
Malmusi y Borrell, 2014)

Estas preguntas nos ayudan a no dar por sentado el problema tal y como está
presentado a priori, ya que su definición no es universal sino que responde a unos
intereses, puntos de vista, voces… Desentrañar lo que se esconde debajo de esta
problemática es fundamental para ser conscientes de lo que está en juego ante una
determinada temática y decidir cómo queremos involucrarnos en su intervención.

Pongámonos un ejemplo. En el marco del proceso participativo para elaborar del


Plan LGTB de Barcelona 2010-2015, se reunió un grupo de trabajo con
representantes de la policía municipal, asociaciones y expertos en salud pública.
Apareció el tema del cruising (es decir, la práctica de mantener sexo anónimo entre

17
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

hombres en espacios públicos como parques o baños). Se examinó cuál era el


problema a resolver y se llegó a la conclusión de que… no hay problema a resolver.
En los espacios de cruising de la ciudad se dan prácticas sexuales con
consentimiento, sin una especial incidencia de prácticas de riesgo y no hay
problemas destacables con vecinos ni con otras personas usuarias del espacio.
Además, la protección del perímetro del espacio por parte de la policía municipal
hacía que apenas hubiera problemas de robos. Ante este consenso se optó por no
incluir ninguna acción al respecto en el plan porque se trata de una práctica que no
estaba generando ningún problema, mientras que mencionarlo en el plan sí que
podría generar problemas. Al margen de cómo se resolvió este caso concreto, el
tema del cruising es construido como problema de formas muy diversas en función
del contexto (¿es un problema de convivencia?, ¿de seguridad de las personas que lo
practican?, ¿de salud pública?) y basado en diferentes presupuestos en relación a:
cómo se debe usar el espacio público, cómo se construye la imagen del sexo gay, si
se hace una distinción entre los “buenos gays” (que se casan) y los “malos” gays
(asociados a la “promiscuidad), etc.

Diagnóstico

En las administraciones locales, que suelen funcionar desde una lógica monofocal,
los diagnósticos tienen el riesgo de fijarse solamente en la problemática generada
por un eje, en este caso, la diversidad sexual y de género. Esto implica alimentar la
ficción de que los ejes actúan en el vacío. En un encargo del Ayuntamiento de
Barcelona se pidió conocer las dificultades de inserción laboral de las personas trans
(Coll-Planas y Missé, 2018). Ante esto, la primera pregunta que nos planteamos fue:
¿todas las personas trans tiene dificultades de inserción laboral? Una de las
conclusiones del mismo eran que no se podía afirmar que el colectivo trans, en su
conjunto, tuvieran un problema de inserción laboral y que era necesario adoptar
una mirada interseccional para entender que el hecho de ser trans por sí solo no nos
explica la diversidad de situaciones, sino que tenemos que cruzarlo por factores
como el género, el origen, la edad o el estado de salud.

Para elaborar un diagnóstico interseccional resulta clave tener en cuenta desde el


inicio cómo incorporar la heterogeneidad del colectivo LGTBI en relación a los otros
ejes de desigualdad, planteándonos:

• ¿Cómo construimos el grupo con el que queremos intervenir? ¿Lo estamos


concibiendo de forma homogénea o heterogénea? ¿Necesitamos tener en
cuenta más factores que permitan reconocer la diversidad interna del grupo?

18
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

• ¿Disponemos de la información necesaria para conocer esta realidad


heterogénea del grupo? ¿Dónde podemos encontrarla? ¿Quién puede
informarnos de estas realidades?

Cuando se trata de establecer diagnósticos amplios para conocer las realidades y


necesidades del colectivo, por ejemplo, antes de elaborar un Plan, hay que
combinar diferentes aproximaciones para tener una imagen el máximo de compleja.
Para ilustrarlo, en primer lugar explicamos el diseño del diagnóstico y el proceso
participativo previo al Plan LGBT de Barcelona (2010-2015), que eran impulsados en
una ciudad grande y como punto de partida para empezar a establecer las primeras
políticas al respecto (por lo tanto, sin contar con información previa). En segundo
lugar, explicamos una adaptación del mismo proceso para elaborar un Plan LGTB en
Osona, una comarca del centro de Cataluña y, por lo tanto, con menos población y
con menos interlocución de entidades LGTB (Consell Comarcal d’Osona, 2016).

Diagnóstico y proceso participativo del Plan LGTB de


Barcelona 2010-2015
El proceso de diagnóstico tuvo cinco partes.

1.- Diagnóstico de la población LGTB no asociada


Tenía como objetivo conocer las problemáticas y propuestas de diferentes
sectores del colectivo. El trabajo de campo se basó en:

- 454 respuestas de un cuestionario electrónico sobre problemáticas que se


encontraban en diferentes ámbitos de su vida cotidiana. La respuesta no fue
representativa del colectivo: un 64% de las respuestas eran de hombres
gays, y había sobrerrepresentación de personas jóvenes y con estudios
universitarios. Como un sesgo de este tipo ya se había previsto, las otras
técnicas de investigación se dirigían a los sectores que no eran tan
propensos a responder el cuestionario electrónico.

- 21 entrevistas a informantes clave, que por su actividad profesional o activista


conocían determinadas realidades del colectivo, y a personas de
determinados grupos dentro del colectivo con poca visibilidad.

- 4 grupos de discusión con personas del colectivo que tienen poca presencia
pública, como personas migradas o personas mayores LGBT.

2.- Entrevistas a asociaciones LGTB de la ciudad


Aparte de permitir tener en cuenta la visión plural de las asociaciones LGTB, el
estudio sirvió para acercar el Pla Municipal a las entidades de la ciudad y
transmitirles la importancia de su implicación en este proceso. De este modo,
se abonó el terreno para el proceso participativo. Se realizaron un total de 24
entrevistas.

19
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

3.- Encuesta Ómnibus


En la encuesta Ómnibus, que trimestralmente lleva a cabo el Ayuntamiento
para conocer la opinión de la ciudadanía, se incluyeron diez preguntas sobre
el colectivo LGTB. La encuesta tuvo una muestra de 1.000 personas.

4.- Inventario sobre las políticas dirigidas al colectivo LGTB


El objetivo era tener una vista panorámica de lo que estaba haciendo
actualmente el Ayuntamiento y, al mismo tiempo, mostrar en qué áreas se
podía profundizar el trabajo. El trabajo de campo se basó en una revisión
documental y en entrevistas a responsables de las diferentes áreas del
Ayuntamiento. A la vez, el proceso de consulta sirvió para que las diferentes
áreas municipales tomaran conciencia de medidas que podían adoptar para
combatir la LGBTfobia.

5.- Recopilación de buenas prácticas europeas


El trabajo de campo se basó en cuestionarios que respondieron 26
asociaciones LGTB de 17 países diferentes.

Los resultados de la diagnosis se hicieron públicos y se sometieron en debate


en dos jornadas en las que participaron 53 y 78 personas respectivamente. A
continuación se inició el proceso participativo, que se estructuró a partir de
tres canales:

Grupos de trabajo temáticos


Su función era elaborar propuestas en base a los documentos de diagnóstico y
las experiencias otras ciudades. La clave fue unir en una misma mesa personal
municipal, personas expertas y representantes de asociaciones (LGTB o no)
en relación a siete áreas temáticas. En total participaron 40 personas.

Cuestionario electrónico
Se colgó un nuevo cuestionario electrónico en el que se solicitaba que se
propusieran acciones para cada uno de los ámbitos temáticos. En la
introducción de cada ámbito se sintetizaban las principales problemáticas
detectadas durante el diagnóstico. El blog recibió 993 visitas y solo 51
cuestionarios.

Foro Abierto de participación


El foro se estructuró en 4 sesiones de debate en las cuales se trabajó en base a
siete fichas temáticas que se habían enviado previamente a las 48 personas
participantes.

20
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

Diagnóstico previo al Plan marco para la igualdad por razón de


orientación sexual e identidad de género en Osona

Grupo motor
Se constituyó un grupo motor formado por técnicas del consejo comarcal, de
diferentes ayuntamientos de la comarca y un representante de la asociación
LGBT TALCOMSOM. El grupo tuvo como objetivo hacer un seguimiento del
proceso de diagnóstico, de participación y de elaboración del Plan.

Cuestionario on-line dirigido al colectivo y a la población general


Se elaboró un cuestionario online que tenía como objetivo conocer las
problemáticas de las personas LGTB de la comarca en diferentes ámbitos
(educativo, espacio público, laboral, etc.) y recoger propuestas de
actuaciones. El blog recibió un total de 1.260 visitas y se recibieron 114
respuestas. Así como se repitió el sesgo por edad y estudios, hubo más
respuestas de mujeres lesbianas y bisexuales (36,28%) que de hombres gays y
bisexuales (18,58%).

Cuestionario a personal municipal


Con el objetivo de conocer la opinión del personal municipal que sería en parte
responsable del diseño e implementación de las medidas incluidas en el Plan,
se diseñó un cuestionario que tenía como objetivos recoger el conocimiento
que tenían sobre las realidades del colectivo, detectar si habían hecho alguna
actuación al respeto, y saber cómo creían que se podría incorporar la realidad
del colectivo en su ámbito de trabajo.

Entrevistas a informantes clave


Para contrarrestar el sesgo del cuestionario electrónico, entrevistamos a 21
personas con perfiles específicos del colectivo y a informantes clave que por
su profesión o experiencia tuvieran una visión relevante. Aunque esta
muestra permitió ampliar la heterogeneidad de las realidades del colectivo,
hubo tres vacíos: el de personas trans jóvenes (que localizamos pero no
quisieron ser entrevistadas), el de personas de origen marroquí que se
identificaran como LGTB, y el de personas intersexuales.

Talleres de formación y participación


Una vez acabada la fase de diagnóstico, se celebró una sesión abierta de
presentación y debate de los resultados de la primera fase y se dio a conocer
el proceso participativo posterior. Esta segunda fase se articuló a partir de la
celebración de Talleres de formación y participación dirigidos a personal
municipal, profesionales, representantes de asociaciones y personas a título
individual. Cada taller se dividió en dos sesiones de 2 horas cada una, y se
realizaron tres series en horarios y espacios diferentes para facilitar la
participación.
En la primera sesión se ofrecía formación general sobre el tema LGBTI y se
presentaba la diagnosis. Mientras que la segunda sesión estaba centrada en la
discusión de acciones concretas a incluir en el Plan. En base a las acciones
trabajadas en los talleres, el equipo técnico elaboró una propuesta de
acciones que se discutió con el grupo motor para llegar acordar un Pla de
acciones.

21
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

Participación

Es importante que desde la Administración se reconozca la experiencia de las


entidades y colectivos que se movilizan para reivindicar derechos y que trabajan en
la temática de la diversidad sexual y de género. En esta línea, hay administraciones
locales que disponen de órganos estables de participación, como los consejos
LGBTI, que tienen la función de debatir, informar y valorar iniciativas municipales,
detectar necesidades, priorizar acciones a implementar y hacer propuestas. En
relación a estos espacios podemos preguntarnos:

• ¿Qué grupos sociales forman parte de los espacios participativos de la


ciudad? ¿y cuáles no están representados?
• ¿Qué aspectos de funcionamiento del espacio de participación favorecen o
dificultan la implicación de otros grupos sociales dentro del colectivo LGTBI:
requisitos formales, horas de las reuniones, espacio dónde se celebran las
reuniones…?
• ¿Quién tiene voz y quién no? ¿Cómo afecta esto en la definición de los
problemas políticos a abordar o en su invisibilización?

Una vez hecha la reflexión, si se detectan voces que no están presentes, es


importante intentar incluirlas invitándolas a participar, lo que puede implicar
repensarlo para quitar los obstáculos que no favorecen su inclusión: corregir
dinámicas de poder entre grupos que no facilitan un diálogo horizontal (como los
factores de género o lengua que establecen diferentes oportunidades de
participación) o adaptar el espacio reconociendo la diversidad funcional de las
personas participantes. Por ejemplo, el requisito de ser una asociación legalmente
constituida puede ser un freno para la participación de personas migradas LGTBI o
para grupos que estén en riesgo de exclusión social como, en muchos casos, las
mujeres trans.

También hay que plantearse cómo se articulan los consejos de participación LGBTI
con los que abordan la igualdad mujer/hombre: ¿pueden compartir algunas
sesiones?, ¿conviene fusionarlos para revitalizarlos?, ¿es preferible mantener su
trabajo en paralelo? Las respuestas a estas preguntas dependerán de la realidad de
cada entorno: de si hay o no entidades LGBTI, de qué relación tienen con el
activismo feminista, o de la cultura participativa del lugar y de la propia
administración.

En cualquier caso, más allá de órganos estables, también se puede reflexionar sobre
la oportunidad de crear espacios participativos que vayan más allá de la lógica

22
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

identitaria y permitan agrupar diferentes grupos sociales para abordar temáticas


que les crucen.

Elaboración de un plan de acción

En este apartado10 se presenta una herramienta fundamental para implementar


estas políticas de forma sistemática: los Planes por la diversidad sexual y de género.
Un Plan es un instrumento que nos permite sistematizar cómo queremos intervenir
para transformar la realidad de nuestro entorno. El Plan está guiado por unos
objetivos que queremos lograr a partir de acciones evaluables a lo largo de un
período determinado. Por lo tanto, el Plan es una oportunidad de pensar más allá de
lo inmediato, y comprometerse a intervenir de forma sostenida.

Teniendo en cuenta que el Plan es una herramienta para un entorno concreto, hay
que tener presente las necesidades, los agentes que muestran complicidad, las
resistencias, las experiencias de acciones previas, las competencias del municipio,
etc. En este sentido, será fundamental partir de un diagnóstico que nos permita
captar las necesidades, experiencias previas y propuestas que surgen del contexto
concreto en el que queremos incidir.

El diagnóstico nos permite: compilar las acciones que ya se hayan llevado a cabo y
explorar posibles estrategias de actuación; conocer las problemáticas de la
diversidad sexual y de género en nuestro entorno; interpelar a los actores
relevantes que estén interviniendo (o puedan hacerlo en el futuro) y conocer su
opinión respecto la inclusión de la perspectiva de la diversidad sexual y de género
en sus áreas; visibilizar la temática; e invitar a la reflexión colectiva.

Tras el diagnóstico, hay que priorizar las necesidades detectadas, identificar los
principales objetivos del Plan y desarrollar qué acciones serán necesarias para
llevarlos a cabo. Es recomendable establecer cuál es la finalidad del plan, es decir, su
objetivo general. El objetivo general se concreta en una serie de objetivos
específicos que concreten las prioridades que nos hemos propuesto. Por ejemplo
“Incorporar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las diferentes
áreas de la política municipal”, “Establecer un sistema de prevención y detección de
situaciones de discriminación” o “Promover la visibilidad del colectivo LGTBI”.

Para lograr cada uno de estos objetivos específicos harán falta una batería de
acciones que definan el conjunto de intervenciones que llevarán a cabo. Por
ejemplo, en el objetivo específico “Promover la visibilidad del colectivo LGTBI” le
10
Una versión más extendida de este contenido se puede encontrar en Coll-Planas y Missé (2017).

23
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

pueden corresponder acciones como dinamizar el tejido asociativo local mediante


concursos o subvenciones económicas, u organizar actividades y eventos para
conmemorar los días internacionales de reivindicación y celebración de la diversidad
sexual y de género.

A la hora de definir las acciones conviene tener en cuenta que las acciones deben:
ser claras, concretas y estar enmarcadas en el ámbito competencial de la
administración local; evaluables (por lo tanto hay que establecer de entrada los
indicadores que nos permitirán evaluarlas); tener una temporalidad definida y
realista (señalando el periodo de ejecución); ser viables económicamente y estar
asignadas a un área responsable de su ejecución (para ello, es fundamental pactar
previamente con las personas responsables de cada área quien asumirá el coste de
las acciones, en qué periodo se hará la acción, de qué forma se evaluará, etc.)

Pero el proceso no acaba con la redacción del Plan, después quedará su aprobación
por parte de el órgano político correspondiente, si divulgación para que sea
conocido por la ciudadanía y el personal de la administración que tiene que
implementarlo y, finalmente, su evaluación según los plazos y procedimientos
previstos en el propio plan.

4. Reflexiones finales

Una forma habitual de desprestigiar las políticas de diversidad sexual y de género es


argumentar que se tratan de una moda pasajera. Desde mi punto de vista es cierto
que puede haber algo de moda (como ha habido otras modas políticas que han
vivido sus momentos de popularidad como han sido la sostenibilidad o la
participación y al cabo del tiempo han perdido centralidad). Y precisamente por
este motivo hay que plantearse cómo aprovechar el interés actual (más o menos
pasajero) para llevar a cabo acciones significativas y que perduren. Hay que
aprovechar el impulso sabiendo que bajará y que cuando esto pase merece la pena
que se hayan llevado a cabo acciones significativas y que se hayan creado las
condiciones para poder continuar haciéndolas.

Y para ello es importante poder nutrirnos de los debates teóricos y activistas pero
sin perder de vista que hay una realidad sobre la que hay que intervenir. Y digo esto
porque a menudo tengo la sensación de que en este ámbito la discusión acaba
centrada en aspectos lingüísticos y simbólicos, que son importantes pero no deben

24
Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

hacernos olvidar la necesidad de intervenir. Que los debates teóricos y los


conceptos brillantes nos sirvan como herramientas para la intervención, una
intervención que siempre será mejorable, pero al menos habrá intentado dar
respuesta a situaciones que generan sufrimiento, injusticia o discriminaciones.

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Integrar la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las políticas de igualdad

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