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El sentido de la hermenéutica en C.G.

Jung

José Antonio Matos Contreras

Licenciado en filosofía por la Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR) y Sociólogo por
la Universidad Central de Venezuela (UCV), cursando postgrado en antropología social por
el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) docente universitario en el
área de metodologías cualitativas de investigación social, teorías sociales y culturales,
antropologías filosóficas y sociología de la religión en la Universidad Católica Santa Rosa,
Escuela de Filosofía y en la Universidad Bolivariana de Venezuela, Programa de Grado
Gestión Social del Desarrollo Local. Líneas de investigación: Religiosidades y
espiritualidades populares, socio-antropologías de la religión, psicología profunda y
hermenéutica filosófica.

almasperdidas2020@gmail.com
jmatos007@hotmail.com

Hermenéutica y sentido

La hermenéutica filosófica contemporánea ha planteado entre algunos de sus


fundamentos: el símbolo como un medio de comunicación del sentido y la apertura
interpretativa a un proceso dialogante interminable o en términos de Hans-George Gadamer
un camino de experiencia. El filósofo mexicano Mauricio Beuchot asevera que “la pregunta
por el sentido se asienta en la hermenéutica, que es la disciplina de la interpretación de
textos, y uno de los textos, el principal, es el de la vida de cada uno” 1. Un asunto que Jung
caracterizó de hermenéutico fue el tratamiento de las representaciones imaginarias o de las
fantasías: “Si se la entiende de modo concretista, carece de valor. Si se la entiende de modo
semiótico, como en Freud, resulta interesante desde el punto de vista científico. Pero, si se
la entiende hermenéuticamente como símbolo operante, entonces nos da el aviso que
necesitamos para llevar adelante nuestra vida en armonía con nosotros mismos” 2 Entonces,
puede resultar coherente pensar su planteamiento del símbolo como un “instrumento
hermenéutico o un instrumento real de interpretación”3. La interpretación simbólica de Jung
busca propiciar un proceso dialogante y de apertura al sentido. A este respecto, una
cuestión fundamental es la apuesta por conceder al símbolo su complejidad.

Al reflexionar sobre las metódicas de interpretación del símbolo Gilbert Durand


1
Beuchot, Mauricio, “El sentido hermenéutico de la vida humana” en Claves de la existencia, Madrid,
Anthropos, 2013, p.34.
2
Jung, Las relaciones entre el yo y el inconsciente, Paidós, Barcelona, 2010, p. 306.
3
Trevi, Mario, Metáforas del Símbolo, Anthropos, Barcelona, 1996, p. 22.
señaló dos tipos de hermenéuticas: “las que reducen el símbolo a mero epifenómeno,
efecto, superestructura, síntoma, y aquellas que, por el contrario, amplifican el símbolo, se
dejan llevar por su fuerza de integración para llegar a una especie de sobre-consciente
vivido”4. El filósofo P. Ricoeur5 precisando el sentido de esos modelos hermenéuticos se
refiere a una tendencia arqueológica, volcada en el desciframiento de la “reminiscencia” de
un pasado a develar. Tal hermenéutica corresponde a la tradición freudiana que busca
revelar lo reprimido o inaccesible a través del símbolo. A su vez, encuentra otra
hermenéutica que denomina escatológica que remite a un horizonte aún no vivido o
prospectivo. En esta última, predomina la función simbólica como portadora de un sentido
transcendente. También entendida como la dimensión existencial de la apelación y la
esperanza. Un representante es Cassirer al concebir el poder sintético-trascendental de las
formas simbólicas y Jung que “restaura el símbolo en su dignidad creadora no patológica” 6.
Ricoeur considera que ambas hermenéuticas son necesarias en la reflexión del símbolo
mismo, ya que, a la labor desmitificadora del símbolo propia de la hermenéutica reductiva,
invita al mismo tiempo, a la re-mitificación del símbolo en procura de novedosos sentidos.

Ciertamente en Ricoeur el principal propósito de la hermenéutica es interpretar el


símbolo. Por eso, la frase el símbolo da que pensar implica una labor rigurosa de
interpretación y compromiso personal. Aunque, parece apropiada la sospecha de
intelectualismo que Paul Valadier encuentra en la frase:

Pues el símbolo da primero que vivir, alimenta al que se abra a él, capta al lector mediante
una sensibilidad que informa llevándole a dimensiones de lo real que se le escapaban. Lo
sensible y la imagen son portadores de sentido, nunca plenamente identificable a lo que se
ha asimilado (…) Pero si da que pensar es porque primero da que vivir, por la mediación de
las imágenes que tocan a cada uno en lo más propio y singular uniéndole con otros que
también fueron tocados en su propia sensibilidad7.

Atendiendo a esas consideraciones, el símbolo supone primeramente una


sensibilidad o capacidad de sentir que invita a un ejercicio de pensamiento. Esto es algo
apreciado por Jung, al reconocer de sobremanera el arte y la religión como fuentes de
sentido que avivan la esperanza y conducen a una vida contemplativa.

La propia actividad hermenéutica puede ser entendida como una sensibilidad abierta
a la compresión del sentido de las cosas. Ciertamente, “una postura hermenéutica nos

4
Durand, Gilbert, La imaginación simbólica, Amorrotu, Buenos Aires, 2000, p. 118.
5
Ricoeur, Paul, El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, Fondo de Cultura Económica,
México, 2008.
6
Durand, Gilbert, La imaginación simbólica, Ob. cit., p. 78.
7
Valadier, Paul, Un cristianismo de futuro. Por una alianza entre razón y fe, PPC, Madrid, 2001, pp. 137-
138.
enseña que no se puede vivir sin sentido”8. Aunque ciertas filosofías alegan el sinsentido de
la existencia, se reconoce cada vez más que estamos constantemente en la búsqueda del
sentido. De hecho, cambiamos las cosas porque carecen de sentido; igualmente,
examinamos nuestra vida, para reflexionar sobre la direccionalidad del sentido que
deseamos. En esa labor la hermenéutica cumple una función de mediación dadora y
transmisora de sentido. En esto, el planteamiento junguiano es esclarecedor al exponer la
creación simbólica como una facultad mediadora entre la libido o energía psíquica
inconsciente y su transformación simbólica, posibilitando la actividad creadora de sentidos
y el camino constante de la individuación.

En Jung los símbolos fueron motivos de discernimiento constante al relacionarlos


con la naturaleza anímica de la psique en lo humano, los concibió como los
transformadores privilegiados de las energías psíquicas. De ahí, la relevancia que les
otorgó, como orientadores de la vida psíquica y de toda forma de comunicación. En efecto,
fue uno de los pioneros en valorar y reconocer la función del símbolo como un dispositivo
mediador en las relaciones del ser humano consigo mismo, con la naturaleza, con lo
transcendente (Dios y cosmos) y con los otros.

Hermenéutica junguiana

El abordaje del símbolo en Jung difiere de la reducción analítica del signo que
representa algo oculto comúnmente conocido, “en cambio al verdadero valor del símbolo,
corresponde a su valor y su sentido aplicarle una interpretación hermenéutica” 9. La
hermenéutica junguiana apreciaría la potencialidad de la imaginación-simbólica puesta al
servicio de la vida y no exclusivamente como expresiones patológicas. Ciertamente Gilbert
Durand (2000) ha expresado que la imaginación-simbólica procura restablecer equilibrio
vital al posibilitar una reacción defensiva a favor de la vida y un equilibrio psicosocial al
dosificar dinamismo a la sociedad. También un equilibrio antropológico instituyendo un
humanismo o “ecumenismo universal del alma humana”. En el planteamiento de Jung, un
proceso simbólico clave que procura la vitalidad de la psique y su dinamismo es el
denominado “proceso de individuación”, una manera de referenciarlo fue ejemplificarlo en
el mito del héroe

El verdadero héroe, para Jung es el sujeto que se pone a la escucha de la voz interior que le
llama a emprender el gran camino de aventuras que constituye la vida humana como
realización de sí-mismo, esto es, cómo llegar a actualizar, en sí, las potencialidades humanas
inscritas en el código genético del homo sapiens, en una individualidad, paradójicamente
singular y universal a un tiempo; con una conciencia diferenciada y una soberana capacidad
de sentirse centrado en sí-mismo10.

8
Grondin, Jean, Del sentido de la vida, Herder, Barcelona, 2005, p. 281.
9
Jung, Las relaciones entre el yo y el inconsciente, Ob. cit., p. 306.
10
Vásquez Fernández, A., “Psicología Profunda” en Diccionario de hermenéutica, Universidad de Deusto,
Bilbao, 2006, p. 459.
En términos generales, el “proceso de individuación” corresponde a una expansión
gradual de la conciencia, al integrar componentes conscientes e inconscientes, a la par,
impulsa la expresión: Llega a ser el/la que eres. Este proceso es progresivo e implica un
transcurso simbólico complejo.

Un aspecto central del proceso simbólico de la individuación es la complexio


oppositorum o la conjunción de los contrarios. Está complexión antinómica, Jung “le
atribuyó el poder de insuflar sentido consciente a lo inconsciente y, al mismo tiempo, de
enriquecer a la conciencia con la energía psíquica que brota del hontanar profundo del
inconsciente arquetípico”11. Encontró este proceso reflejado en las operaciones de la
alquimia. Tales operaciones no eran exclusivamente físicas, representaban una realidad
psicológica y espiritual. La ansiada transformación o liberación de la “materia” de los
alquimistas, implica una permutación en su vida psíquica. Ese proceso transita por etapas o
momentos plasmados de dificultades y obstáculos, en especial, en sus inicios, hasta
alcanzar el misterio de la coniunctio que apunta precisamente a la conjunción de opuestos.

El interés de Jung por las religiones radica esencialmente en el simbolismo de las


imágenes. Las religiones a través de sus representaciones y dramas narrativos han plasmado
conflictos internos de la condición humana. A este respecto, los dramas humanos
expresados en forma narrativa e imaginal nos proporcionan una anamnesis sobre las
experiencias, problemas existenciales eternos y el inexorable sentido de la vida. Además,
nos abren vías de apertura a la transcendencia y al misterio, develando reflexivamente las
conflictividades constitutivas del ser. De hecho, al abordar el drama de Job y Yahvé en
Respuesta a Job manifiesta que su pretensión no fue realizar

Un ensayo exegético que sopese fríamente los distintos puntos de vistas y preste una
cuidadosa atención a cada detalle, sino exponer una reacción subjetiva. Con ello se dará
curso a una voz que hable en nombre de esas otras muchas personas que están animadas por
similares sentimientos, se permitirá tomar la palabra a la conmoción causada por la visión
desenmascarada de la ferocidad y la desconsideración divina12.

Jung al interpretar el Libro de Job experimentó una “respectividad afectante”13 con


lo sagrado. Es decir, una relación personal con el Misterio, en su caso no orientado por la
creencia en un dogma de fe especifico, sino por la lectura personal y la experiencia que
suscita su encuentro personal con los símbolos sagrados.
11
Estoquera, José María, “Símbolo” en Diccionario de hermenéutica, Universidad de Deusto, Bilbao, 2006,
p. 519.
12
Jung, Carl Gustav, Respuesta a Job en Acerca de la psicología de la religión occidental y de la religión
oriental, Obras Completas, Vol. 11, Trotta, Madrid, 2008, p. 306.
13
Señala José María Mardones que “la experiencia religiosa se presenta como una relación con el “Misterio
de Dios”. Esto quieren decir expresiones como “vivencia”, “experiencia”, “fe”, que querrían decir el hecho de
que el ser humano se ve afectado por una presencia misteriosa, cercana-lejana, interior-exterior, ineludible-
elusiva, etc., que delata una realidad con la que se enfrenta o confronta el sujeto religioso” (La vida del
símbolo, Sal Terrae, Bilbao, 2003, p. 117).
Vázquez Fernández (2006) destaca que la hermenéutica junguiana tiende a valorar
la imaginación creadora al servicio de la vida anímica, representada por la matriz
arquetípica, en donde, provendrían inconscientemente los símbolos especialmente los
sagrados. Por consiguiente, la apuesta de Jung, intenta propiciar la reflexión sobre las
configuraciones simbólicas develando su eficacia en el incremento de bienestar y
liberación, o por el contrario, la petrificación de los símbolos al sustraerlos de su dinámica
transformadora.

En tal sentido, Jung al indagar textos sagrados como la Biblia no realiza una
exegesis exclusivamente histórica y teológica, sus intereses radican en una compresión
sobre los efectos que la experiencia numinosa inmediata tienen en la actualidad. Aborda las
problemáticas religiosas como auténticos “mitologemas vivientes” que se mantienen en el
tiempo y, a su vez, se renuevan y sufren transformaciones. Al respecto, en Respuesta a Job
un mitologema central en el drama de Job y Yahvé son las relaciones de interdependencia
entre lo humano y lo sagrado. En ese aspecto, se presenta una paradoja, mientras más se
encuentra el ser humano consigo mismo en una profundad sensación de abandono y
desamparo de su condición humana, emerge lo divino en lo humano. Liberados de las
obsesiones sociales y de las habituaciones implantadas, en la soledad con el sí-mismo,
acontece el encuentro con lo divino.

En virtud de reconocer y valorar las experiencias de sentido propias de una


necesidad antropológica implicada con una realidad dotada del misterio de la
transcendencia, la hermenéutica junguiana nos reitera que el símbolo y el mito son
cardinales en el destino y en la búsqueda imperecedera del sentido de la vida y de una
racionalidad sensible a los problemas eternos de la existencia. Por lo demás, tal
hermenéutica no intenta clausurar el sentido, sino emprende la labor fundamental de
explorar y estar al servicio del sentido.

Por lo tanto, la teoría psicoanalítica de Jung lo simbólico revela una modalidad de


lo real no evidente en la experiencia inmediata. Además, el símbolo no solo es reconocido
como un ejercicio del pensamiento, al decir con Ricoeur “da que pensar”, involucra lo
sensible “da que vivir”, es un agente activo en la transformación de la energía psíquica en
provecho de la vida. De tal manera, la exegesis junguiana de los símbolos despliega la
práctica fundamental de la hermenéutica: la vía interpretativa del sentido de la existencia.
Bibliografías

1. Beuchot, Mauricio, “El sentido hermenéutico de la vida humana” en Claves de la


existencia, Anthropos. Madrid, 2013.

2. Durand, Gilbert, La imaginación simbólica. Amorrotu, Buenos Aires, 2000.

3. Estoquera, José María, “Símbolo” en Diccionario de hermenéutica, Universidad de


Deusto, Bilbao, 2006.

4. Grondin, Jean, Del sentido de la vida, Herder, Barcelona, 2005.

5. Jung, Carl Gustav, “Respuesta a Job” en Acerca de la psicología de la religión


occidental y de la religión oriental, Obras completas Vol. 11, Trotta, Madrid, 2008.

6. ______________, Las relaciones entre el yo y el inconsciente, Paidós, Barcelona,


2010.

7. Mardones, J.M., La vida del símbolo, Sal Terrae, Bilbao, 2003.

8. Ricoeur, Paul, El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, Fondo


de Cultura Económica, México, 2008.

9. Trevi, Mario (1996). Metáforas del símbolo, Anthropos, Barcelona, 1996.

10. Valadier, Paul (2001). Un cristianismo de futuro. Por una alianza entre razón y fe,
PPC, Madrid, 2001.

11. Vázquez, Fernández, A., “Psicología profunda” en Diccionario de hermenéutica,


Universidad de Deusto, Bilbao, 2006.

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