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Capacidad e incapacidad
Concepto175
Los individuos de la especie humana, en tanto tienen atribuida por parte del ordenamien-
to la condición de personas, ostentan la aptitud para ser titulares de derechos y obligaciones.
Empero, es ostensible que algunos sujetos tienen idoneidad para adquirirlos mediante su
actuación personal, en tanto otros —dado que padecen alteraciones psíquicas o son obje-
tivamente considerados inmaduros— no están habilitados para actuar por sí mismos en los
negocios jurídicos y es necesario que otra persona lo haga por ellos. En efecto, un menor de
edad, sea púber o impúber, un demente o un sordomudo que no se puede dar a entender
por escrito o gestualmente a través del Sistema de Lenguas Uruguayo (arts. 1279 y 1280 del
CCU) en tanto personas, tienen capacidad jurídica y consiguientemente pueden ser recep-
tores de efectos jurídicos, titulares de derechos y obligaciones, pero de ordinario no pueden
actuar personalmente en los negocios jurídicos. Ello por cuanto si procuran adquirir esos
derechos y obligaciones por vía negocial, actuando por sí mismos, carecen de aptitud para
hacerlo, pues no tienen capacidad de obrar. Por ende, es forzoso que un sujeto que sea capaz
y al cual la ley le haya dado facultades para actuar por ellos, los sustituya en la conclusión del
negocio. Se trata de los denominados «representantes legales» (padres, tutores y curadores), a
los que la ley ha conferido la gestión de obrar en nombre de aquellos para solucionar el impe-
dimento que tienen de actuar jurídicamente con validez (arts. 258 y 316 del CCU).
Lo expuesto es consecuencia del distingo entre la denominada capacidad jurídica, de
derecho o de goce, por un lado, y la capacidad de obrar o de ejercicio, por otro. La primera es la
aptitud para ser titular de derechos y obligaciones, con independencia de que ellos se puedan
obtener con la propia actuación del interesado o no; la segunda es la aptitud de ser titular
de derechos y obligaciones obrando o actuando por sí mismo. Por cierto, la doctrina actual-
mente es unánime en la admisión de la dicotomía capacidad jurídica-capacidad de obrar; la
primera indica la aptitud para la titularidad de poderes y obligaciones jurídicas, entretanto,
la segunda es la idoneidad para desarrollar la actividad jurídica relativa a la esfera de los
intereses de la persona, cumplir los actos jurídicos y ejercitar por sí los propios derechos.176
Por consiguiente, si bien la noción de capacidad jurídica o de goce está indisolublemen-
te ligada al concepto de persona, en razón de que toda persona disfruta de una capacidad
genérica de goce, la presencia de la capacidad de obrar o de ejercicio no es determinante de
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esa calidad.
De lo dicho se desprende la importancia del estudio de la capacidad. Ella es un presu-
puesto de validez de los negocios jurídicos, tal como resulta de los arts. 1261 ord. 2°, en
materia de contratos y 831, ord. 1 y 832, en materia de testamentos. Consecuentemente,
175 Como no puede ser de otra manera, para el análisis del tema hemos tomado como base la obra de Gamarra
y Blengio, Tratado de Derecho Civil Uruguayo, T. X, 5ª ed., Montevideo, FCU, 2001.
176 Cfr. Dogliotti, ob. cit., p. 14.
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en caso de que se lleve a cabo un negocio jurídico, sin que alguno de los otorgantes tenga la
capacidad de obrar requerida por la ley, el mismo será nulo (relativa o absolutamente, según
que intervenga un incapaz relativo o absoluto).
Capaces limitados
Dentro de éstos cabe incluir a los menores púberes casados, viudos o divorciados, en
virtud de lo dispuesto por el art. 305 del CCU
Incapaces relativos
Son los menores púberes solteros (art. 1280).
El precepto señalado también incluye a los comerciantes fallidos; no obstante, éstos son
sujetos capaces, que únicamente se encuentran limitados para la disposición de sus bienes.
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Hasta la ley n.° 10.783, de 18 de setiembre de 1946, también se incluía a las mujeres ca-
sadas, que estaban sometidas a la potestad marital; sin embargo, por virtud de ella se igualó
la capacidad civil del hombre y la mujer y desapareció la incapacidad de ésta.
Cuando actúa un incapaz relativo sin la debida representación el negocio que celebra es
relativamente nulo. No obstante, el legislador uruguayo reconoce para los menores púberes
algunas capacidades especiales, algunas plenas y otras atenuadas:
Incapaces absolutos
Conforme al art. 1279 del CCU son los impúberes, los dementes y las personas sordo-
mudas que no puedan darse a entender por escrito ni mediante lengua de señas, según lo esta-
blecido en la Ley n.° 17.378, de 25 de julio de 2001. En este último caso, la intervención del
intérprete de lengua de señas es preceptiva para decidir la incapacidad.
La intervención personal de cualquiera de estos sujetos en un negocio jurídico provoca
su nulidad absoluta.
A pesar de ello, aun cuando en menor número que en el caso de los púberes, tienen
ciertas capacidades especiales:
a. Los impúberes puede reconocer hijos extramatrimoniales con autorización judicial
(art. 30 del CNA) y a partir de los 10 años son capaces de delito y cuasidelito civil
(arts. 1319, 1320, 1324 y 1326);
b. Los dementes sólo tienen una capacidad especial que es la de solicitar la rehabilita-
ción de la interdicción actuando personalmente (arts. 449 del CCU y 448 del CGP);
c. Los sordomudos incapaces son capaces de delito y cuasidelito civil y pueden contraer
matrimonio, si se comprueba que pueden emitir su voluntad. En efecto, de conformi-
dad al inc. 2° del art. 91, ord. 2°, «los sordomudos que no puedan darse a entender por
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escrito son hábiles para contraer matrimonio, siempre que se compruebe que pueden
otorgar consentimiento. La comprobación se hará por informe médico aprobado ju-
dicialmente»; y según el art. 98, ord. 6°, inc. 2°, «el consentimiento del sordomudo
contrayente que no pueda darse a entender por escrito, será expresado por su repre-
sentante legal, sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos 105 y siguientes».
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