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Universidad Pedagógica Nacional

Unidad 071 Tuxtla Gutiérrez

Licenciatura en Psicología Educativa

Asignatura:
Organización Escolar

Catedrático(a):
Mtro. Franklin Javier López

Alumno(a):
José Manuel Teco Yuca.

Presenta:
“Organización Escolar y Modelo Profesional”.

Tema:
5to Semestre

Lugar y Fecha:
Suchiapa, Chiapas a 09 de noviembre del 2020.
Organización Escolar y Modelo Profesional.

La institución escolar cada vez más se enfrenta a un entorno ciertamente complejo


como la incorporación de nuevos grupos al público escolar (igualdad de
oportunidades para las mujeres, comprehensividad, incorporación de minorías,
integración de los alumnos con NEE), el entorno más incierto requiere nuevas o
formaliza viejas tareas (tutoría, orientación, custodia, formación en valores y
habilidades sociales) y las finalidades antes univocas se problematizan (educación
para que tipo de trabajo, de ciudadanía, de familia).

La organización se colapsara, convertida en poco más que un caos; se reproducirá


a si misma, pasando por encima de los intereses individuales e ignorando los del
entorno o sociales; se suspenderá ella misma a los fines, toda organización es un
sistema racional; en medida de que los fines o, en un sentido más amplio, en
entorno, viven procesos de cambios y situaciones de incertidumbre, la organización,
para sobrevivir, se ve obligada actuar como un sistema abierto; por ultimo una
organización tiende a perpetuarse como tal, como un sistema natural.

Aunque la escuela es una última instancia como organización, un sistema; eso no


le impide funcionar totalmente como estructura o agregado, ni que lo haga uno, u
otros componentes; la teoría del sistema se basa en expresar de manera muy
distintas lo que puede funcionar como un centro de enseñanza, el cual es un lugar
común de numerosos centros, son pocos más o no son nada más, que una suma
de maestros o profesores, es decir un simple montón de individuos sin relación entre
sí.

Cómo marco de referencia sus aspiraciones vuelan siempre en Pos de la figura


idealizada del profesional liberal, como alguien que nunca interfiere. Sin embargo
la buena educación depende cada vez menos del profesor y más de la organización,
entre profesores, especialistas de apoyo, monitores, cuidadores, etcétera; el
alumnado pasa más tiempo escolar lejos que cerca de su maestro, cabe destacar
que un profesor se ocupa sólo de su materia. En otras palabras no puede haber una
buena educación, sin una buena organización con independencia de calidad de
profesorado.

Los insumos de la enseñanza están asegurados (la enseñanza obligatoria es más


afectiva en su reclutamiento y ha sido prolongada, y las pre y postobligatoria resulta
ya, al menos obligada), pero son cada vez más diversos pues incluyen a los
alumnos de desiguales capacidades, distintas vocaciones, diferentes clases
sociales, variadas culturas, múltiples orígenes nacionales.

La reducción de la organización a una suma de practicantes solitarios, nunca puede


ser total, pero va siempre acompañada de otras: la reducción de la organización al
centro; cabe señalar que la reducción del centro a la plantilla responde
implícitamente a la idea de la escuela como institución total, en la que el alumno no
es sujeto si no mero objeto; y la reducción de la plantilla al profesorado es un
aspecto de la reducción de la educación a instrucción. Reducir la organización al
centro es evacuar aquella a las familias de los alumnos y, por supuesto, al resto de
la comunidad.

En este proceso de modernización que fue el paso del campo a la ciudad, en la


agricultura a la industria, de la economía al mercado, del trabajo por cuenta propia
al asalariado, de la cultura oral a la alfabetización, de la tradición a la racionalidad,
del status al contrato.

La escuela sirvió como instrumento aparte de la sociedad para arrastrar, de grado


o por fuerza a la otra, los profesores y los centros no pueden cambiar al mismo ritmo
ni con la misma versatilidad, como tampoco podían las empresas. Lo hace o han de
haberlo, en parte, organización flexible, pero nunca será suficiente.

Otras organizaciones podría colaborar en algunos casos colaboran con los centros.
No tienen mucho sentido, por ejemplo, que un docente se desvanece los sesos
imaginando desde cero, un proyecto específico de educación no sexista, para la paz
solidaridad o medio ambiental si no lejos del centro probablemente existan
asociaciones dedicadas a esos objetivos que estarían dispuestos a colaborar y que
cuentan con un valioso conocimiento al respecto; que el profesor debería
complementar con su especifico conocimiento pedagógico, no sustituir con su labor
de aficionado militante.

El entorno más propiamente visible no se busca ya prioritariamente, en el ámbito


local, si no en conjuntos diversos, generalmente conjunto de organizaciones, como
las que se ha dado en llamar sistema de industria, campo organizacional, funcional,
campo organizacional o sector social, si bien estos conceptos están particularmente
vinculados al neo institucionalismo.

Por otra parte el entorno de la asociaciones de intereses no es otro que la arena


publica, entendida como el conjunto de mecanismos generales, pautas de
actuación, valores y discursos que están a disposición de los distintos grupos a la
hora de defender sus intereses, en el sentido de que son compartidos, aceptados o
al menos, tolerados por los demás.

La distinción más importante probablemente sea la que separa a los profesionales


liberales de las burocráticas u organizacionales. Así como que, a cada uno de los
niveles de organización sistemática antes consideradas, parece corresponder un
modelo de profesionalidad para los docentes.

El modelo de profesionalidad por el que hoy suspiran muchos docentes, es de la


profesión liberal: médicos, abogados, arquitectos (en realidad, sobre la idealización
de las profesiones de estas).

Estos diversos modelos profesionales empujan a favor de diferentes mecanismos


de decisión y formas de control. El modelo burocrático tradicional tiene en su eje en
la disciplina, es decir, en la dirección desde arriba y, de manera consecuente, en la
supervisión igualmente de arriba abajo y el uso de la coerción, más o menos
explícita, como forma de control. El modelo liberal por el contrario, se opone a toda
dirección y control externo y exige contra partido no solo por un rendimiento
extraordinario, sino incluso ordinario; ante la imposibilidad de un control jerárquico,
la sociedad y las autoridades se ven empujadas o al menos tentadas de emplear
controles e incentivos típicamente mercantiles (controles de resultados,
recompensas monetarias, despidos, etc.

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