Está en la página 1de 2

Prueba biblica de que Jesucristo nació, murió y resucitó

Los lienzos funerarios estaban en orden .


Llama poderosamente la atención que los relatos que afirman que el cuerpo de Cristo había desaparecido
dicen también que los lienzos funerarios estaban en el sepulcro. Es Juan el que da énfasis especial a este
hecho, porque él acompañó a Pedro en la dramática carrera que efectuaron temprano hasta el sepulcro.

El relato que Juan hace del incidente (20.1-10) tiene las características inequívocas de una experiencia vivida
personalmente. Él corrió más rápido que Pedro, pero al llegar a la tumba no
hizo más que mirar hacia adentro, hasta que Pedro llegó y entró. "Entonces entró también el otro discípulo,
que había llegado primero al sepulcro; y vio lo que había pasado, y creyó."

La pregunta es: qué vio que le hizo creer? La narración sugiere que no fue simplemente la ausencia del cuerpo
sino la presencia de los lienzos empleados para el sepelio y, especialmente, el orden en que se encontraban.
Tratemos de reconstruir el relato." Juan nos dice (19:38-42) que, mientras José de Arimatea solicitaba el
cuerpo de Jesús, Nicodemo "llegó con unos treinta kilos de especias, una mezcla de mirra áloes". Luego,
juntos "tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas perfumadas con esa mezcla, según la
costumbre que los judíos tienen para enterrar a los muertos". En otras palabras, envolvieron el cuerpo con
fajas o vendas de suave hilo, espolvoreando un paño (o toalla) separado." O sea que envolvieron todo el
cuerpo y la cabeza, dejando al descubierto la cara y el cuello, según las costumbres orientales. Después de
esto, colocaron el cadáver sobre la loza de piedra que había sido cavada en el costado de la tumba. Ahora
bien, supongamos que nosotros hubiésemos estado presentes en el sepulcro cuando la resurrección de Jesús
tuvo lugar. ¿Qué habríamos visto? ¿Habríamos visto a jesús moverse, luego bostezar y estirarse, y por último
levantarse? No. No creemos que él haya vuelto a esta vida. No volvió de un desmayo. Había muerto, y se
levantó de nuevo. Se trataba de una resurrección, no de un resurgimiento.
Creemos que pasó milagrosamente a una esfera de existencia totalmente distinta. ¿Qué hubiéramos visto,
entonces, si hubiésemos estado allí? Hubiéramos notado de pronto que el cuerpo había desaparecido. Se
había "evaporado", trasmutado en algo nuevo, diferente y maravilloso. Habría pasado a través de los lienzos y
vendas funerarios, así como más tarde pasó por las puertas cerradas, dejándolos en la forma en que estaban
y casi sin tocar. Casi, pero no del todo. Las ropas que habían envuelto el cuerpo se habían aplastado por el
peso de los treinta kilos de aroma, una vez que ya no estuvieron sostenidas por el cuerpo.
Habría quedado un espacio entre los lienzos que habían envuelto el cuerpo y el paño que había tenido
envuelta la cabeza, donde habían estado el rostro y el cuello. Y la tela que había servido para envolver la
cabeza, a causa de la compleja red de las vendas. Un cuidadoso estudio del texto de la narración que Juan
hace sugiere que fueron precisamente estas tres características de los lienzos descartados las que vio el
discípulo amado. Primero, "vio allí las vendas." Esta expresión se repite dos veces (20.5-6). La primera vez
ocupa una posición que le da énfasis en la cláusula en griego. Podríamos traducir: "vio, puestas allí (o
"echadas") las vendas". Además, "vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no
estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte" (20.7). Es muy improbable que esto quiera decir
que haya sido envuelta y echada en un rincón. Estaba todavía sobre la loza de piedra, pero separada de los
lienzos que habían envuelto el cuerpo apropiadamente la forma redondeada que el sudario todavía mantenía.
No es difícil imaginar el cuadro que se presentó a los ojos de los azorados apóstoles cuando éstos llegaron a
la tumba: la loza de piedra, los lienzos funerarios puestos allí, el sudario en forma de caparazón y la distancia
entre éste y aquéllos. No es de sorprenderse que vieran y creyeran. Un vistazo a los lienzos funerarios bastó
para demostrarles la realidad y señalarles la naturaleza de la resurrección. Los lienzos no habían sido tocados,
ni enrollados, ni manipulados por ningún ser humano. Parecían una crisálida vacía después de la salida de la
mariposa. La condición en que se encontraban los lienzos funerarios tenían la intención de servir como
evidencia corroborativa y concreta de la resurrección. Que así fue en efecto, salta a la vista por el hecho de
que María Magdalena (que había regresado al sepulcro después de llevar las nuevas a Pedro y Juan) "se
agachó para mirar dentro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de
jesús; uno a la cabecera y otro a los pies" (Juan 20:11-12). Al parecer esto quiere decir que estaban sentados
sobre la loza de piedra, con los lienzos entre los dos.
Tanto Mateo como Marcos agregan que uno de los ángeles exclamó: "No está aquí, sino que ha resucitado,
como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron" (Mateo 28:6, Marcos 16:6). Sea que el lector crea o no
en los ángeles, estas referencias al lugar donde Jesús yació, subrayado por la posición y las palabras de los
ángeles, confirma por lo menos, según el de los evangelistas, que la posición de los lienzos y la ausencia del
cuerpo eran testigos concurrentes de la resurrección, a una distancia notable.

También podría gustarte