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EL ESPÍRITU SANTO
Y LA CREACIÓN
D E S DE los primeros versículos de la Biblia
leemos del Espíritu Santo, cuando se nos
describe la condición de la tierra como de-
sordenada y vacía, y se confirma: el Espí-
ritu de Dios se movía sobre la faz de las
aguas (Gn. 1:2). Se nos presenta, pues, al
Espíritu Santo como el agente de cambio
que trae orden a la tierra y la llena con las
bendiciones de Dios.
Cuando Dios le habla a Job desde un torbellino, le hace estas pregun-
tas: ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si
tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién
extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O
quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del
alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? (Job 38:4-7).
Esto nos enseña una verdad que no siempre tenemos presente. Antes
que Dios dijera: Sea…, Haya…, Júntense…, Produzca… (Gn. 1:3,6,
9,11), necesitó ordenar sus medidas, extender cordel, poner la piedra
angular y fundar sus bases y, desarrollando estas funciones, vemos al
Espíritu Santo moviéndose sobre la faz de las aguas. No olvidemos que
lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (Heb. 11:3) y que en Cristo
fueron creadas todas las cosas, las visibles e invisibles (Col. 1:16). Y las
invisibles son las leyes, los campos y las fuerzas que rigen el comporta-
miento, desde el de los grandes astros, hasta el de las pequeñas células y
las partículas subatómicas que el hombre ahora conoce.
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