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CUARESMA:

UN CAMINO HACIA LA PAZ


INTERIOR Y LA FELICIDAD DURADERA

JULIO CESAR QUIRQUIHUAÑA MATAMOROS


Diagramación y diseño de cubierta e interior:
José Alejandro Ezcurra Guerrero
ezcovil90@gmail.com
© Derechos de autor reservados
MEDITACIONES EN CUARESMA

INDICE:

INTRODUCCIÓN.................................................................................................................05
PRIMERA SEMANA DE CUARESMA.........................................................................12
SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA........................................................................25
TERCERA SEMANA DE CUARESMA........................................................................38
CUARTA SEMANA DE CUARESMA...........................................................................51
QUINTA SEMANA DE CUARESMA............................................................................64
SEMANA SANTA..................................................................................................................78
SOLEMNIDAD DENTRO DE LA CUARESMA......................................................89

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MEDITACIONES EN CUARESMA

INTRODUCCIÓN

“Queridos amigos, es un honor dirigirme a ustedes en este inicio de la


cuaresma, un tiempo de reflexión y renovación espiritual que nos invita
a adentrarnos en el camino pascual. En estas páginas, encontrarán
reflexiones y herramientas para crecer en esa dirección, para conocer
cada una de las facetas de este camino que se abre ante nosotros y para
avanzar en la senda de la transformación personal y la comunión con
Dios.

Durante la cuaresma, tendremos la oportunidad de revisar nuestras vidas


y discernir qué es lo que nos aleja de la luz divina y qué es lo que nos
acerca a ella. Este será un tiempo para el recogimiento y la introspección,
pero también para la acción y la solidaridad con quienes nos rodean.

Espero que cada página de este libro les brinde nuevas luces y les
acompañe en este camino que, aunque a veces puede ser duro, siempre
nos lleva a la vida. Que estos escritos sean un aporte de crecimiento
en la vida espiritual humana, familiar y profesional, y que cada día nos
acerquemos más a Cristo, el modelo perfecto de amor y sabiduría. Que la
Virgen María sea nuestra madre y amiga que nos aliente en este camino
de conversión.

Que la cuaresma sea para cada uno de ustedes un tiempo de bendición y


crecimiento, y que este libro sea una herramienta útil para ese fin”.

“Conócete a ti mismo y conocerás a tu Señor”

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MEDITACIONES EN CUARESMA

MIÉRCOLES DE CENIZA
TU PADRE, QUE VE EN LO ESCONDIDO, TE RECOMPENSARÁ
(Mt 6, 1-6. 16-18)

En Cuaresma, la Iglesia comienza un tiempo especial y además con


este rito tan bello y profundo que es la imposición de la ceniza. Dirán
sobre ti: Arrepiéntete y cree en el Evangelio o incluso te pueden decir:
“recuerda que eres polvo y al polvo volverás”.

La Cuaresma es un movimiento espiritual precioso en el cual se nos


recuerda que ser cristiano no es cuestión de ir a misa o de ser una
buena persona y hacer todo bien. Ser cristiano supone sobre todo una
conversión del corazón, porque donde quiere Cristo estar, donde quiere
Cristo intervenir es en el corazón de cada ser humano.

El Evangelio del miércoles de ceniza es una invitación a hacer las cosas


no para impresionar a los demás, sino para hacerlas por el padre Dios,
que ve en lo escondido, porque es él quien te tiene que recompensar,
aplaudir y decir “cómo me gusta lo que deseas hacer o cómo quieres
ser”. Es un testigo incondicional y cariñosísimo de nuestra vida.

Por tanto, en este primer día de Cuaresma, debemos preguntarnos si


realmente actuamos con un deseo sincero de ser transformados por la
gracia de cambiar, o si actuamos para impresionar a los demás.

En segundo lugar, el miércoles de ceniza es un día precioso para ver qué


cosas hay dentro de nuestro corazón que impiden nuestra comunión con
Dios. Por eso, la Iglesia nos pide en Cuaresma tres cosas: el ayuno, no
solo de comida, sino también de cosas que no nos hacen bien; la oración,
es decir, una oración desde lo íntimo de nuestro ser; y la limosna, que es
dar lo que somos y lo poco que tenemos para ponerlo a disposición de
los demás.

Estas tres prácticas, el ayuno, la oración y la limosna, son modos de


querer cambiar el corazón sinceramente, sin espectadores, solo para
nuestro padre que ve en lo escondido. Por eso, en el miércoles de
ceniza, qué bonito es preguntarse ya desde el primer momento del día
cómo podemos ayudar en esta Cuaresma, qué cosas de críticas, quejas,
enfados o tiempo perdido queremos cambiar, cómo queremos orar
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MEDITACIONES EN CUARESMA

en esta Cuaresma y cómo podemos dar lo mejor de nosotros mismos a


los demás.

La limosna no es solo dar dinero, sino dar nuestro tiempo, cariño y com-
prensión, dar lo mejor de nosotros mismos para que los demás disfruten
de las cualidades que Dios ha puesto en nosotros. Eso es vivir auténti-
camente el tiempo de Cuaresma, y creo que el Señor quiere darnos una
Cuaresma especial de gracia para que nuestro corazón se renueve y todo
aquello que nos sobra en la vida que no es cristiano o de Cristo, por la
gracia del Espíritu Santo, se destruya. Ojalá que este tiempo maravilloso
de conversión y cambio lo vivamos en lo más profundo y lo más íntimo
de nuestro corazón.

JUEVES DESPUÉS DE CENIZA


EL QUE PIERDE SU VIDA POR MI CAUSA LA SALVARÁ
(Lc 9, 22-25)

Es curioso cómo los seres humanos siempre invertimos nuestros esfuer-


zos, nuestras luchas, con el objetivo de conseguir un fin. Pero hay dos
tipos de personas: aquellas cuyas metas quedan en este mundo, como
ganar dinero, tener más salud, estar más cómodos, o que su familia se
posicione. Estas son cosas buenas, y siempre buscamos tener un poco
de todo en esta vida. Sin embargo, Jesús dice que aquellos que pierden
su vida por él también la invierten para la eternidad.

Pensar en la eternidad no significa desentendernos del presente, sino


hacer las cosas con claridad de conciencia, cariño y desinterés personal,
de modo que sean un acto de amor. Jesús nos dice que a veces tendre-
mos que elegir si triunfar en el mundo supone mentir, perder nuestra
conciencia, violentar o no ser nosotros mismos. Es cierto que ganaría-
mos muchas cosas en el tiempo, pero perderíamos nuestra alma para la
eternidad. Ser coherente con Cristo puede significar que nos desprecien,
se burlen de nosotros o nos menosprecien. Por eso, hoy nos podemos
preguntar qué cosas hacemos sin pensar en la eternidad y qué cosas
hacemos pensando en ella.
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MEDITACIONES EN CUARESMA

El Señor nos llamó a la vida para estar un tiempo en la tierra y después


pasar toda la eternidad en comunión con él. Cada uno, con su libertad,
debe decidir con quién quiere estar y qué es más importante. Puede
que nos digamos a nosotros mismos: “No tengo tiempo para rezar
porque estoy muy ocupado. No soy como esas personas que no tienen
nada que hacer”. Pero la verdad es que esas personas también tienen
muchas cosas que hacer, pero invierten en la eternidad, quizás pidiendo
por todos. Debemos ser sinceros con nosotros mismos: ¿cuánto tiempo
invertimos en el Señor, cuánto tiempo invertimos gratuitamente en los
demás sin buscar nada a cambio, cuáles son las personas y acciones
que ocupan nuestro corazón?

Si miramos dentro, veremos qué es lo que más valoramos. ¿Cuál ha sido


nuestro último enfado o riña? A veces nos separamos por cosas que
parecen importantísimas, como el color de una cortina o la sal en una
comida. No nos damos cuenta de que estamos invirtiendo tanta energía
en lo que no importa tanto y nos estamos olvidando de la caridad, que
es lo que perdura para la eternidad. Por tanto, recordemos las palabras
de Jesús: “El que pierda su vida por mí, desde luego que la encontrará”.
No nos quedemos solo en lo temporal; cuidando lo temporal llegaremos
a la vida eterna.

VIERNES DESPUÉS DE CENIZA


ENTONCES AYUNARÁN
(Mt 9, 14-15)

A Jesucristo le preguntaron por qué sus discípulos no ayunaban, ya


que los discípulos de Juan sí lo hacían. El ayuno siempre ha sido una
constante en todas las religiones. En el caso de nuestro encuentro con
Cristo, el ayuno no es un ejercicio de perfección personal de estoicismo
o sacrificios. El ayuno significa simplemente todo lo que me impide
encontrarme con el amado. Por eso, Jesús habla del esposo, y todo lo
que me impide encontrarme con Jesucristo. Por eso, esa frase tan bonita
que dice: “Señor, aparta de mí lo que me aparte de ti”. Por tanto, si la
televisión, las series o los programas donde hay confrontación política

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MEDITACIONES EN CUARESMA

me hacen perder la caridad y la paz, entonces ayuno de esos programas.

Si dices que comes desmedidamente y descuidas tu salud, entonces tal


vez tendrás que cuidar el ayuno de los dulces o de la comida excesiva.
Tal vez tenga que ayunar de criticar, porque hablo muy mal de la gente y
me sale solo. Siempre es bueno mirar primero y preguntar: “Señor, ¿de
qué quieres que ayune? ¿Qué crees que hay en mi vida que está demás?”
Como la famosa frase dice: “¿Cuánto me falta para ser santo?” No la
digas nunca. Más bien, di: “¿Cuánto me sobra para ser santo?” ¿Me sobra
afán de protagonismo? Muchísimo. ¿Me sobra comodidad? Me puede
sobrar comodidad. ¿Me sobra codicia? Me puede sobrar codicia, porque
quiero tenerlo todo. Lo importante es que entiendas que el ayuno en el
cristianismo no es tanto un sacrificio porque sí, sino que el ayuno, sobre
todo, es un decir: “Señor, quiero quitar de mi vida aquello que es inútil y
quiero quitar aquello que me distrae de ti, aquello que se ha convertido
en una especie de muro que no permite la comunicación”. Porque en
definitiva, el ayuno es una señal para decirle al Señor: “Tú eres más
importante que todo”.

De hecho, si una persona casada ve que a su cónyuge le molesta o se


distancia de él o ella por hacer algo, entonces por supuesto que debería
dejar de hacerlo porque es cuestión de amor. En la iglesia, todo se trata
de amor, al igual que en nuestra relación con Dios. Cuando perdemos
esta dimensión sobrenatural y simplemente vamos a la Eucaristía, no
comemos carne los viernes de Cuaresma, y realizamos una serie de
prácticas que, vista sin fe, parecen absurdas, no es porque a mí me guste
más el pescado y quiera aprovecharlo, sino que debemos ayunar de algo
más, además de tomar el pescado. Debes hacer un ayuno que te cueste.
No te engañes ni intentes engañar a Dios, porque no lo lograrás. Creo
que esto es beneficioso para todos nosotros. La persona que no sabe
sacrificarse, que no puede decir que no a ciertos caprichos, es esclava
de sí misma y no es libre para amar. Cuántas personas ayunan para estar
en forma para una boda, cuántas renuncian a cosas para ir al gimnasio
y perder peso, cuántas hacen ayunos terribles para una prueba médica.
Sin embargo, por amor, no somos capaces de hacer ayunos. Creo que
debemos profundizar en esto y decirle al Señor, que yo sepa ayunar, pero
que mi única causa para hacerlo sea por amor a ti y a los demás.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA


NO HE VENIDO A LLAMAR A LOS JUSTO SINO A LOS PECADORES
(Lc 5, 27-32)

Muchos, por desgracia, tenemos ese defecto de ponernos en la orilla de los


buenos. Todo aquel que no piensa como yo o no hace las cosas como yo,
es al menos un poco menos bueno que yo. Y aquellos que son contrarios,
los catalogo como malos. Este era un problema que Jesús se encontró
con los fariseos y cierta parte del pueblo de Israel que se consideraban
tan buenísimos en todo lo que hacían que todo el mundo que no era
como ellos era malo. Por eso, Jesús les dice muchas veces: “Atención, yo
no voy a llamar a los justos, he venido a llamar a los pecadores”. Como
dijo el Papa Pío XII, hace muchísimo tiempo, la gran tragedia del siglo XX
es que la gente ha perdido el sentido del pecado y ya no se considera
pecadora. Todo el mundo cree que es buenísimo, que sus debilidades no
tienen ninguna importancia y que todo vale y está bien. Y claro, la gente
se hace incapaz de Dios cuando no considera que lo necesita. ¿Cuánta
gente buena conocemos que dice: “No necesito la misa, no necesito
confesarme, no necesito comulgar”? Para ellos, es una tontería, si Dios
me quiere, me llevo muy bien con él. Él es mi amigo. Al final, son personas
que no quieren reconocer que necesitan un salvador.

Jesús dice: “No he venido a llamar a los justos, los justos no me necesitan.
A los justos no les hace falta que yo muera en la cruz. He venido a llamar
a los pecadores”. Cuando nos ponemos en la orilla de los justos, de los
buenos, y nos creemos mejores que los demás, estamos apartando a
Cristo de nuestra vida. En primer lugar, porque compararse es un horror.
En segundo lugar, porque sin comparaciones, tenemos que reconocer
que nuestra vida, junto con muchas cosas buenas que Él nos ha regalado,
también tiene aspectos negativos: somos cobardes, débiles, a veces
tenemos inseguridades, envidia, ira, lujuria, pereza; son los pecados
capitales que todos tenemos. Pero necesitamos ser salvados de ellos.
Necesitamos un salvador. En la medida en que no reconozcamos que
necesitamos un salvador, que necesitamos a Jesucristo, nos pondremos
en la orilla de los justos y no podremos recibir su salvación. Ni ahora, ni
después. Aunque creamos que estamos yendo a misa y comulgando.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

Qué bonito sería poder decir: “Jesús, es que yo te necesito, te necesito


muchísimo. No soy mejor ni peor que nadie, no me puedo comparar,
pero sé que sin ti, sin tu ayuda y sin tu gracia, no puedo experimentar la
salvación ahora ni acceder después a la salvación eterna”. La salvación
no es una cuestión solamente del futuro, sino del presente, del ahora.
Quien vive conociendo que hay un Salvador, que se coge a Él, que le
suplica y le pide, es alguien que tiene las puertas del cielo abiertas.

Quien cree que no necesita un Salvador y que no hace falta, no podrá


encontrar esa puerta abierta en la eternidad, porque nunca la ha buscado,
no la conoce y no cree que le vaya a hacer falta. Todos, absolutamente
todos, necesitamos la misericordia de Dios. Es importante reconocerse
necesitado de Él, experimentar nuestra fragilidad cada día y decir, por lo
menos: “Señor, yo soy de los que te necesitan. Señor, te invoco cada día,
porque lo más importante en mi vida es que no me faltes”.

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PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

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MEDITACIONES EN CUARESMA

CICLO A
JESÚS AYUNA CUARENTA DÍAS Y ES TENTADO
(Mt 4, 1-11)

En este primer domingo de Cuaresma, la iglesia nos propone meditar sobre


las tentaciones de Jesucristo en el desierto. Jesucristo evidentemente no
conoció el pecado, nunca pecó siendo perfecto Dios y perfecto hombre,
pero sí conoce la tentación, ya que ser tentado no es algo malo. El demonio
existe y nos invita a equivocarnos a través de la mentira. El demonio tiene
dos manos: la mano derecha es la mentira y la mano izquierda es la
tristeza y la desesperanza. A través de estas dos cosas, el demonio nos
invita a engañarnos y equivocarnos.

Es hermoso ver cómo Jesucristo siempre respondió a cada invitación


de la tentación del demonio con la palabra de Dios. Debemos seguir el
ejemplo de Cristo en la renuncia a la tentación. Como él dijo: “No solo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Al Señor tu Dios obedecerás, no lo tentarás”. Es hermoso saber que
tenemos recursos contra las tentaciones. No es malo ser tentado, de
hecho, cuando rezamos el Padre Nuestro, decimos “no nos dejes caer en
la tentación” porque sabemos que la tentación siempre estará presente.
Es un ejercicio de libertad elegir y decidir si queremos seguir la senda del
Señor o la senda del mundo y su mundanidad.

Por eso, podríamos preguntarnos cuáles son nuestras tentaciones


habituales, cuáles suelen ser aquellas situaciones en las cuales nos
sentimos más débiles, tenemos menos recursos y caemos con más
frecuencia. Cada uno de nosotros tiene sus debilidades concretas ante
las cuales debemos pedir, a través de la palabra, la oración y también
de los sacramentos. Es bueno que nos conozcamos y que, cuando nos
encontremos a solas con nosotros mismos, en ese momento donde suele
suceder la tentación, en el centro de nuestro corazón, tengamos que elegir
y no escojamos lo fácil, no tomemos siempre lo que es más cómodo, no
tomemos lo que supone menos esfuerzo. Al final, el pecado, la tentación
aceptada, siempre es como una pequeña destrucción; es como renunciar
a nuestra dimensión humana para dejarnos llevar por los instintos, las
pasiones y aquellas cosas que nos identifican más con los animales que
con los hombres.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

Por eso, no está mal que seamos tentados, es necesario para que
nuestra libertad se ejercite y hagamos una opción por Dios. Pero en esa
tentación, acordémonos de nuestro Señor Jesucristo y pidámosle que nos
ayude, puesto que Él también la superó y que también nosotros sepamos
superarlas.

CICLO B
EL ESPÍRITU EMPUJÓ A JESÚS AL DESIERTO
(Mc 1, 12-15)

Siempre, todos los años, el primer domingo de Cuaresma, la iglesia nos


propone considerar esos 40 días en los que Jesús, impulsado por el
espíritu, estuvo en el desierto absteniéndose de comer. Él hizo ese ayuno
tan fuerte y efectivo que al final recibió las tentaciones. No es malo tener
tentaciones, es propio del ser humano, porque es libre de elegir. ¿Qué
es una tentación? Una tentación se distingue de una elección en que
en la tentación lo malo se presenta como bueno. Por eso, el demonio le
dijo a Jesús: “Utiliza tu poder para ti mismo y haz que estas piedras se
conviertan en pan”. Es bueno comer. Pero es malo utilizar ese poder que
Dios te ha dado para tu beneficio personal en lugar de los demás, pues
todos los seres humanos tenemos nuestras tentaciones.

De hecho, en el Padre Nuestro, no decimos “quítanos la tentación”,


sino “no nos dejes caer en la tentación”. Debemos conocernos y saber
cuáles son nuestras tentaciones habituales. Por ejemplo, nos gusta
quedar bien y que la gente diga: “¡Ay, qué bien lo has hecho!”, buscamos
un poco de halago y comodidad, cuando hay un conflicto de intereses
intentamos salirnos con la nuestra, pretendemos tener siempre la razón,
buscamos compensaciones porque pensamos que somos desgraciados
y necesitamos sacar un poco de beneficio de las cosas. En esa batalla,
no estamos solos. En la batalla de las tentaciones, como Jesús, podemos
contestar con la palabra de Dios. “Está escrito: No solo de pan vive el
hombre, no tentarás al Señor tu Dios, adorarás al Señor tu Dios a él solo”.
Tenemos un auxilio divino en forma de palabra para cada tentación y,
por supuesto, en los sacramentos, como comulgar, confesar, revivir la

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MEDITACIONES EN CUARESMA

gracia bautismal o la gracia de la confirmación, tenemos recursos que


nos ayudarán a superar esas elecciones equivocadas.

Pero recuerda que la esencia de la tentación es que de algún modo el fin


justifique los medios, intentar justificar cosas que no son justificables. En
definitiva, llamar al mal bien y al bien llamarlo mal, y eso es un error. Hay
una frase muy importante que debemos pensar mucho: “Cuando uno no
vive como piensa, acaba pensando como vive”. Acabamos justificando
todo lo que hacemos y queriendo decir que todo lo que hacemos es
bueno. Pero eso no da bondad a un acto y no nos hace mejores personas
porque nos apetezca o porque creamos que es lo que queremos hacer.
La bondad de las cosas está en sí misma y no la decidimos nosotros,
porque entonces cada ser humano haría su propia bondad, su propia
moral, y el mundo sería una guerra continua de luchas entre lo que es mi
bien y lo que es tu bien.

Por eso, pídele al Señor que te enseñe a ser honesto cuando seas tentado,
y di: “Señor, no me dejes caer en la tentación. La reconozco y sé que me
puedo equivocar. Ayúdame con tu Espíritu Santo”.

CICLO C
EL ESPÍRITU LO FUE LLEVANDO POR EL DESIERTO
(Lc 4, 1-13)

Mientras uno es tentado, la tentación en sí misma no es buena ni mala.


Es una invitación a escoger entre lo bueno y lo malo. Incluso Jesucristo,
siendo perfecto Dios y perfecto hombre, fue tentado. La Virgen María
y otros seres humanos también son tentados y se les invita a hacer un
ejercicio de libertad y decidir quiénes quieren ser. El problema de la
tentación surge cuando el mal se presenta como un bien y el bien se
presenta como un mal. Para resolver estas tentaciones, es importante
tener valores fijos y suficiente claridad mental para saber cómo responder
a estas insinuaciones vidriosas, confusas y complicadas.

Jesús resolvió las tentaciones con la palabra de Dios. Cada vez que el

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MEDITACIONES EN CUARESMA

demonio le invitó a hacer algo, Jesús hizo referencia a la escritura. La


Sagrada Escritura, explicada por el magisterio de la Iglesia, es donde se
encuentra la verdadera razón del bien y del mal. No se trata de que algo
sea bueno para ti y malo para mí, sino de lo que es bueno y malo para la
humanidad en general.

Para resolver las tentaciones, es importante preguntar al Señor y no


querer justificarnos. No se trata de buscar nuestra propia comodidad,
sino de buscar sobre todo la gloria de Dios, que es la vida plena de los
hombres. A veces, no se trata de elegir entre el bien y el mal, sino de
elegir entre un mal mayor y un mal menor, lo cual no es fácil.

Cuando estés confundido, sin saber cómo elegir o cuando la tentación te


viene como queriendo mentir, recurre a Cristo y a la Sagrada Escritura. La
Iglesia tiene la autoridad moral dada por Cristo desde hace dos mil años
para enseñar a la humanidad el camino que conduce a la vida. La Iglesia
no es una institución mala que quiere quitar la libertad, todo lo contrario,
enseña lo que está bien y lo que está mal.

Todos tenemos tentaciones, es importante identificar cuáles son nuestras


tentaciones más habituales y saber cómo enfrentarnos a ellas, no a fuerza
de pura voluntad, sino resolviendo en nuestra cabeza de acuerdo con la
Sagrada Escritura lo que el Señor quiere en cada momento de nuestras
vidas.

LUNES
CADA VEZ QUE LO HICISTEIS CON UNO DE ESTOS, MIS HERMANOS
MÁS PEQUEÑOS

“Qué bonito es saber cómo el Señor ha querido desposarse con la pobreza


humana, no con el triunfo, no con el éxito, sino que Jesucristo ha querido
vincularse a todo ser humano que tiene hambre, sed, está enfermo, es
forastero o está en la cárcel. Tanto el dolor humano como el sufrimiento
son lo que provoca la llegada de Dios a la tierra, y es en el sufrimiento
humano donde Jesucristo quiere estar. Esta es una idea que debemos

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MEDITACIONES EN CUARESMA

tener clarísima, especialmente las personas que son muy visitadas por
enfermedades, disgustos o desconciertos. Encontrar a Jesús ahí, como lo
encontramos en la cruz, es una cosa preciosa de la fe.

En segundo lugar, cuando dice “cada vez que lo hicisteis con nuestros
hermanos, me lo hiciste a mí”, Jesús quiere vincular un premio, quiere
vincular la apertura de la vida eterna a nuestro esfuerzo y trabajo por
comprender, acompañar, dar de comer y asistir a las personas que están
siendo visitadas por el sufrimiento. “Tuve hambre y me diste de comer.
Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo”. Porque tuve hambre y me diste
de comer, tuve sed y me diste de beber. Por tanto, la salvación y la vida
eterna están vinculadas a la caridad, pero una caridad preciosa que es la
caridad hecha por amor a Dios y por amor a los hombres.

Por supuesto, amamos a los hombres porque amamos a Dios, amamos a


Jesucristo crucificado y Jesucristo está crucificado en cada cruz humana.
Es decir, en tu propia cruz, él se ha querido crucificar en la cruz de tu
mujer, de tu marido, de tus padres, de tus hijos, en la cruz de tu gente.
Ahí es donde tienes que encontrar a Jesucristo, tanto en la tuya como
en la cruz de los que están en el camino de tu vida, a la cual no puedes
dar la espalda. Y esto es definitivo. No te va a preguntar cuántas horas
de oración has hecho, cuántos sacrificios de ayuno has hecho, cuántas
catequesis has dado, cuántas cosas sabes. No. Te va a preguntar a quién
has amado, y quién ha habido en tu vida que lo estaba pasando mal, que
ha sufrido, que ha tenido muchas dificultades y si has querido, has sabido
y has podido, por supuesto, cuidarles y atenderles como si me cuidaras
al mismo Cristo.

En definitiva, la fe se convierte en caridad. Y una fe que no se convierte


en caridad, una fe que no te lleva a necesitar y desear cuidar a los
más débiles que tienes cerca, no es una fe en Jesucristo crucificado y
resucitado. Y esto, creo que es muy importante. Aquí está el núcleo del
cristiano: creemos en el amor de Dios, pero también creemos que el amor
de Dios se queda en el corazón del hombre y que ese amor de Dios es
como un motor que nos lleva y nos empuja, que nos invita a darnos a
los demás, que nuestra salvación esté vinculada a la caridad pero de un
modo muy especial al amor con aquellos menos favorecidos.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

MARTES
VOSOTROS ORAD ASÍ
(Mt 6, 7-15)

Es importante que cuando los discípulos le preguntaron al Señor cómo se


debía rezar, la primera palabra que pronunció el Señor para enseñarnos
a hacer la oración fue la palabra “padre”. Podría haber dicho “madre” y no
habría pasado nada, porque lo que Jesucristo encuentra más parecido al
amor de Dios que experimentamos en cada uno de nosotros es lo que
una madre o un padre siente por un hijo muy querido y amado. El amor
de los padres es un icono del amor de Dios: un amor incombustible, sin
condiciones, sin límites y sin facturas. Este amor es absolutamente gratuito
y es en esta gratuidad donde nosotros los cristianos nos distinguimos de
cualquier otro tipo de relación con la divinidad. Mientras que en otras
religiones, los creyentes ofrecen sacrificios a Dios para agradarle y estar
bien con él.

Dios nos querrá igual que cualquier madre querría a cualquier hijo, ya
sea con defectos o sin ellos, cariñoso o poco cariñoso. Eso sale solo del
corazón y por tanto, el amor de Dios es gratuito. No se puede comprar
ni hay que convencerlo de que necesitamos ser amados o de que somos
buenísimos, ya que Él nos conoce mejor que nosotros mismos y nos ama
por el mero hecho de existir.

Por lo tanto, es importante dejar de intentar convencer a Dios o a los


demás de nada, ya que lo que sucede en nuestro corazón, Él lo sabe
mejor que nosotros mismos. Al decir “Padre nuestro que estás en el cielo”,
nos estamos dirigiendo a alguien que ha decidido querernos pase lo que
pase, ocurra lo que ocurra. Esto no significa que no tengamos que hacer
nada, ya que el hecho de que Dios nos ame no justifica nuestros errores
o malas acciones.

No debemos aprovecharnos del amor de Dios ni justificarnos en que Él


nos ama para hacer nuestra voluntad, ya que eso solo nos hará daño a
nosotros mismos y a los demás, estropeará nuestro corazón y malogrará
nuestra vida.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

Es importante interesarnos en hacer lo que el Señor nos pide, y una


palabra importantísima en nuestro modo de entender la vida es el amor
gratuito y desinteresado que aprendemos de Dios. Él nos regala este
amor, como San Pablo decía: “El amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. Por lo
tanto, si Dios nos pide que amemos a los demás tal como son, es porque
ya ha puesto ese amor dentro de nosotros. La gratuidad, la ausencia de
facturas y la falta de interés son la clave del amor verdadero.

No debemos llevar cuentas ni estar pendientes de quién hace más o


menos, ya que eso no es amor, sino un comercio de intereses. El amor
es lo más limpio, grande y bello que puede experimentar un ser humano,
porque Dios es amor. En la medida en que reflejamos ese amor de Dios,
nos identificamos con Él. Por lo tanto, debemos aprender a orar así:
“Padre nuestro que estás en el cielo”, porque solo un padre o una madre
son capaces de entender el amor gratuito y de dar un amor gratuito.

MIÉRCOLES
A ESTA GENERACIÓN NO SE LE DARÁ MAS SIGNO QUE EL DE JONÁS
(Lc 11, 29-32)
Mucha gente le preguntaba a Jesús: “danos un signo, ¿por qué tenemos
que confiar en ti?” De hecho, todavía sigue pasando que las personas se
preguntan: “¿por qué los católicos? ¿Por qué Jesucristo es distinto? ¿Por
qué es mejor? Que nos dé una señal”. Curiosamente, Jesús dice lo mismo
que dijo hace 2000 años: “Esta generación pide un signo, pero está el
signo de Jonás. Porque así como Jonás estuvo en el vientre del cetáceo
tres días, así estará Jesucristo en el vientre de la tierra y resucitará”. Para
nosotros, la resurrección de Cristo de entre los muertos es esencial. Toda
la Cuaresma es un camino con Cristo hacia su cruz, pero no para terminar
en la cruz, sino para terminar en la resurrección.
Lo que define a un cristiano, lo que define a un creyente, es que creemos
que Jesucristo ha resucitado entre los muertos. Él es la única persona,
el único ser humano, a quien sabemos que le ocurrió la resurrección,
aunque también sabemos que la Virgen Santísima fue asunta al cielo en
cuerpo y alma. Por causa de Jesucristo, que estando realmente muerto,
19
MEDITACIONES EN CUARESMA

ha vuelto a la vida, tenemos la señal de identidad de los cristianos.


Todo el mundo sabe que Jesús es un personaje histórico, que murió en la
cruz y que enseñó una doctrina preciosa. Pero no todo el mundo acepta
que Jesucristo está vivo, como nosotros lo estamos, y aún en una vida
mejor que la nuestra, como es lógico.

Creo que la señal que debemos aceptar es la de Jonás. La demostración


se basa en la confianza, en que confíes en mí. Porque confías en mí, sabes
que existen numerosas razones para aceptar la resurrección de Jesucristo,
como el sepulcro vacío y los testimonios históricos y de los apóstoles.
Hay suficientes motivos para decir: “Señor, quiero creer en ti. Apuesto por
ti y acepto todo lo que los evangelios enseñan. Estos libros son históricos
y literales, y por lo tanto no tendrían que mentir en un punto y no en otro”.
La resurrección es la señal de identidad de los cristianos, y aunque sea
un salto de fe y un acto de confianza, es lo que nos hace creer.

San Pablo dijo años más tarde: “Si Jesús no ha resucitado, somos los
más necios de los hombres. Nuestra fe es buena, pero como Jesucristo
ha resucitado de entre los muertos, nos asocia a su resurrección. El signo
de Jonás, el signo de la resurrección, es tan esencial que si no crees que
Jesucristo vive ahora, que es un personaje del presente que interactúa
contigo, al que le puedes contar y que él te cuente, y vives una relación
de amor preciosísima con él que encuentras en el centro de tu ser, en la
Eucaristía, en los pobres, entonces no eres cristiano. Serás una persona
decente, buena, un conocedor del cristianismo, pero no un auténtico
discípulo de Jesús de Nazareth, porque si no, realmente hemos dado más
importancia a las opiniones del mundo y a las opiniones de la razón frente
a la propuesta de vida de Cristo. La señal de la resurrección es nuestra
identidad.”

20
MEDITACIONES EN CUARESMA

JUEVES
TODO EL QUE PIDE RECIBE
(Mt 7, 7-12)

¿Cuántas veces nos hemos preguntado, Señor, si tanto rezar, pedir e


insistir tiene valor? Jesús anima a sus discípulos y les dice que no dejen
de pedir, pues todo aquel que pide recibe. Es verdad que a veces el plan
de Dios no es el que estamos pidiendo en la oración, pero no por eso deja
de tener valor. Lo primero es dirigirnos a él, lo segundo es hacerlo con la
humildad más grande. Sí, Señor, soy el mendigo que extiende la mano, y
tú eres aquel que tiene tus dádivas. Si es tu voluntad, si es para bien de la
persona o para el bien de los demás, te pido esto.

Hay que saber pedir en el sentido de que no podemos hacerlo desde la


exigencia, ni desde la reivindicación de un derecho a que se nos conceda
lo que deseamos. Con Dios no tenemos derechos, no podemos exigirle
nada. Sin embargo, muchas veces nos decepcionamos de nuestras
oraciones porque hemos pedido y pedido y al final no ha salido aquello
que pedimos. Todo el que pide recibe el don del Espíritu Santo, recibe la
presencia de Dios. Dios no se burlará de nuestras súplicas, ni de nuestro
afán de querer hacer el bien por medio de la oración.

La oración es un acto de amor precioso, pues es un tiempo gastado en


aquellas personas que nos importan, por quienes pedimos. Ya el mero
hecho de que estemos, por ejemplo, en casa rezando un Rosario o en el
auto ofreciendo por alguien, es un acto de amor que Dios tiene en cuenta
y sigue siendo de un valor inmenso. No es que queramos que ese acto
de amor nuestro, gastando tiempo en rezar y dirigiéndonos a Dios, sea
para algo en específico. A Dios tampoco le podemos decir lo que tiene
que hacer en el sentido de que nos gustaría que sucediera esto o aquello.
Siempre debemos tener la humildad de decir: “La última palabra, Señor,
la tienes tú”. Si no sale lo que pido, te suplico que no me enfade, que no
me disguste, que no te reproche nada. Cuánta gente hemos conocido
enfadada con Dios porque pidió y las cosas no fueron según sus planes,
acabando en una especie de enfado gordísimo con el Señor.

No es inútil rezar, así como no es inútil amar ni gastar tiempo en las


personas que son importantes para nosotros. Sobre todo cuando la vida
nos sobrepasa, cuando hay una enfermedad en la que ya no podemos
21
MEDITACIONES EN CUARESMA

hacer nada, cuando una situación se nos va de las manos y nos damos
cuenta de que, humanamente hablando, no tenemos nada más, es
entonces cuando debemos dirigirnos a él.

Pregúntate cuánto pides por los demás, cuánto tiempo inviertes en ellos
en concreto, cuánto pides por tu hijo, por tu marido, por tu jefe, por esas
personas que te ponen tan nervioso/a. No digas “pido en general, rezo
por la gente”. ¿Cuánto tiempo dedicas a los que amas, no solo hablando
y escuchándolos, sino también en silencio, con Dios? Eso será un buen
termómetro para saber hasta qué punto estás dispuesto a gastar tu vida,
tu tiempo, tu existencia, en los que son importantes para ti.

VIERNES
VETE PRIMERO A RECONCILIARTE CON TU HERMANO
(Mt 5, 20-26)

Durante el tiempo de Cuaresma, el Viernes de Cuaresma es un día


en el que se realizan los ejercicios del Vía Crucis. Este tiempo es de
reconciliación, ya que a través de la crucifixión, Cristo derramó su sangre
en la cruz, reconciliándonos con el Padre y otorgándonos un estado de
reconciliación con Dios. Desde esta reconciliación con Dios, también
debemos vivir reconciliados con nuestros hermanos y con nosotros
mismos.

La palabra “reconciliación” significa volver a unir lo que estaba conciliado


y se rompió. Por lo tanto, es importante que en este tiempo de Cuaresma
hagamos un profundo examen de conciencia y nos preguntemos: “Señor,
¿con quiénes he tenido conflictos? ¿Con quiénes no tengo una buena
relación?”. Es importante revisar esto porque, al final, las relaciones que
tenemos con los demás definen quiénes somos como seres humanos.

Nuestras relaciones pueden ser de amor o de hostilidad. Jesús dijo: “La


medida que uséis, la usarán con vosotros”. La reconciliación no significa
que tengamos que caer bien a todas las personas, especialmente aquellas
que nos han hecho daño. A veces, es importante reconocer que algunas
personas no son buenas y que debemos tener cuidado con ellas. Sin
22
MEDITACIONES EN CUARESMA

embargo, no debemos desearles el mal, ya que eso nos convertiría en


ellos.

Vivir reconciliado significa tener paz con uno mismo y con los demás.
Si alguien nos está pidiendo más amor, atención o un favor que no es
injusto, debemos hacer todo lo posible para satisfacer sus necesidades.
Si alguien nos pide algo que no es justo, debemos evaluar si es justo
antes de tomar una decisión. En general, debemos tener paz con nosotros
mismos y querer a los demás en nuestros corazones, incluso si nos han
hecho daño o nos han causado dolor.

La fuente de la reconciliación es Dios, quien nos mira con cariño y


confía en nosotros. En los Viernes de Cuaresma, es un día especial de
reconciliación en el que debemos mirar en nuestro interior y especialmente
a Jesús crucificado, quien dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo
que hacen”. Con la fuerza del amor de Jesús, debemos suplicar a Dios
nuestro Señor que nos conceda la gracia de decir estas palabras con
sinceridad en nuestra vida.

SÁBADO
SED PERFECTOS COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL
(Mt 5, 43-48)

Cuando se escucha esta palabra de vida, se queda uno absolutamente


desconcertado. ¿Nuestro Señor Jesucristo nos está pidiendo que seamos
tan perfectos como Dios, que es la perfección absoluta? Pero nosotros
somos la debilidad y la limitación más grandes. ¿En qué sentido lo quiere
decir el Señor?

Dios es perfecto por amor, y en la medida en que nosotros somos capaces


de recibir Su amor, si el amor de Dios es el protagonista de nuestra vida,
si es el inspirador de nuestros pensamientos y el motor de todo, entonces
sí podremos acoger esa perfección divina. No la acogeremos como
propia, no seremos protagonistas de ella ni más perfectos que nadie,
pero podremos recibir ese amor y dejar que el amor del Padre suceda en
nosotros.
23
MEDITACIONES EN CUARESMA

La Virgen María nos ha enseñado que el cristiano, más que alguien que
tiene que hacer cosas, es alguien que tiene que recibir una gracia especial:
la voluntad del Espíritu Santo. Con esa gracia en nuestras manos y en
nuestros corazones, podremos llevar a término lo que el Señor nos pida.
Por eso es tan importante cuando María dice “hágase en mí según tu
palabra”. Creo que el cristiano, más que amar, debe dejarse amar. Cuando
uno se ha dejado amar por Dios y se ha llenado de ese amor perfecto,
entonces intentará amar con ese amor que ya sucede en su corazón, y
tratará de repartirlo y regalarlo, y hacer con los demás lo que Dios ha
hecho con él. Nadie puede amar de verdad si no ha experimentado
previamente el amor de Dios en su vida.

Nadie puede tener un amor limpio y gratuito en pleno si no ha


experimentado previamente ese amor en su corazón. Por eso, pregúntate
cómo crees que te ama el Señor. ¿Crees que a veces no te ama? ¿Crees
que a veces te desprecia o te rechaza porque no has sido una buena
persona? Estás muy equivocado. Es muy bueno que nos volvamos a
preguntar, ahora y siempre, cómo somos amados por el Señor, cómo nos
mira, qué piensa de nosotros y qué tiene preparado para nosotros. No
te equivoques pensando que el amor de Dios está condicionado a tus
virtudes o bondades. El amor de Dios siempre estará contigo, siempre
estará para ti y siempre tendrá los brazos abiertos para recibirte. Esto
es una experiencia, una vivencia, una realidad que no es sentimental ni
intelectual, sino mucho más profunda, como un manantial del que brota
toda nuestra existencia.

Así es el amor del Padre por cada uno de nosotros. Estamos llamados
a la perfección de vida, pero no por las obras bien hechas ni por el
conocimiento completo, sino porque realmente hemos querido, hemos
deseado y hemos dejado que el amor del Padre llegue a nosotros, se
quede y, desde nosotros, llegue a los demás.

24
SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

25
MEDITACIONES EN CUARESMA

CICLO A
SU ROSTRO RESPLANDECÍA COMO EL SOL
(Mt 17, 1-9)

Hoy, segundo domingo de Cuaresma, es también un día clásico en el que


la Iglesia nos invita a considerar la transfiguración de Jesús. Él subió al
monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan, y allí tuvo una conversación con
Moisés y Elías en la que hablaron de lo que iba a suceder en Jerusalén,
es decir, de su pasión, muerte y resurrección. De ese acto tan bonito
de la entrega de Jesucristo en un momento concreto, el Padre permitió
que los discípulos vieran la belleza de Cristo, esa luz que les parecía tan
indescriptible que Pedro, como un borracho de amor, dijo: “Maestro, qué
bien se está aquí, hagamos tres tiendas, no me quiero marchar de aquí”.
Ese es el don de la sabiduría, por el cual conocemos la profundidad y la
grandeza del amor divino.

Efectivamente, esto es algo tan atrayente, tan importante que todo ser
humano, cuando lo saborea, cuando lo intuye, quiere más de eso. Los
místicos San Juan de la Cruz y Teresa de Jesús lo explicaban muy bien:
ese encuentro con el amor de Dios es impresionante. Cuando el Papa
Francisco dice que el cristianismo no se expande por coacción, sino por
atracción, se refiere a esto.

Cristo, antes del escándalo en la Cruz, antes de que lo vean despreciado,


herido, humillado, quiere manifestarles quién es él y cuánta belleza
tiene en su dimensión humana también. Podríamos preguntarnos: ¿yo
conozco la belleza de Cristo? ¿He tenido alguna vez la suerte de gozar,
de descansar, de estar muy bien con él? Para mí, esto es una de las
experiencias más importantes de mi vida, mucho mejor que contemplar
un paisaje, mucho mejor que una sinfonía, mucho mejor que cualquier
experiencia humana. Es la experiencia de encontrarme, de contemplar
el rostro de Jesucristo transfigurado, el rostro de Jesucristo lleno de luz.
No me refiero a una iluminación visual, no me refiero a una aparición, me
refiero a esa dimensión en la fe, en el alma, en la cual saboreo el amor de
Dios.

26
MEDITACIONES EN CUARESMA

Es un don del Espíritu Santo llamado el don de la sabiduría. Y no significa


saber cómo saborear, cómo experimentar esa comunión plena con Dios.
Nuestro Jesucristo dice: “Mira, esto es lo que yo soy. Yo que estoy lleno
de belleza, yo que estoy lleno de vida, me expongo a la Cruz, oculto esa
belleza aparentemente para que después, en el escándalo de la Cruz,
recordéis que fue por amor. Y esa es la belleza más grande, la del amor
por la que entregué mi vida”.

CICLO B
SE TRANSFIGURÓ DELANTE DE ELLOS
(Mc 9, 2-10)

En este segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a contemplar


la escena de la Transfiguración, que nos enseña, según los padres de la
Iglesia, que Jesús quiso mostrar toda su belleza a sus amigos más íntimos
antes de su pasión. Dentro de los doce apóstoles, había tres que, no
porque Jesús los quisiera más, sino porque se habían ganado un lugar
más cercano en el corazón de Cristo: Pedro, Santiago y Juan. Él los llevó
a un monte alto, donde lo vieron lleno de luz y belleza, y conversando con
Moisés y Elías sobre lo que iba a suceder en Jerusalén. Esta experiencia
muestra que la máxima belleza del ser humano no reside solo en la luz,
sino también en la Cruz, en el sufrimiento, porque este finalmente lleva
a la Resurrección. Creo que el ser humano es un buscador de belleza y
ha nacido para tres cosas: vivir en la verdad, el bien y la belleza. Tanto la
verdad como el bien como la belleza atraen al ser humano, y debemos
saber encontrar la belleza de Dios en todas las criaturas, especialmente
en los enfermos, los ancianos, los niños, el amor de los novios y en todas
partes.

Si eres capaz de encontrar esa belleza, incluso en la Cruz, te darás cuenta


de que el sufrimiento es doloroso pero también hay muchas cosas bonitas
que rodean el sufrimiento. Cuando te escandalizas ante el sufrimiento, el
tuyo o el de los demás, recuerda que Moisés y Elías conversaban con
Jesús sobre el sufrimiento, y es en ese momento cuando Jesús irradia más
belleza al hablar plenamente de su pasión, de dar su vida, de los clavos,
las espinas y los latigazos, porque había mucho amor detrás de todo eso.
27
MEDITACIONES EN CUARESMA

Había mucho amor en el corazón de la Virgen y a lo largo de los siglos,


todo ese sufrimiento iba a ser el cauce para la salvación de la humanidad.
Creo que, como buscadores de belleza, debemos preguntarnos dónde
encontramos la verdadera armonía, la verdadera belleza en una persona.
Tal vez en alguien con muchas limitaciones que se esfuerza por superarse
cada día, en alguien que es capaz de perdonar y no guardar rencor,
en alguien que da una nueva oportunidad a la reconciliación de los
hermanos. Claro que hay una belleza física, pero después está la belleza
moral y espiritual a la que no podemos renunciar.

Esta es la transfiguración que Dios quiere hacer en cada uno de nosotros,


para que seamos capaces de contemplar la belleza del amor de Dios en
todas las criaturas, en la creación, no solo en un amanecer o una sinfonía,
sino sobre todo en el corazón del hombre y especialmente en el corazón
de los más débiles, los más indefensos, los que aparentemente son más
incapaces pero que son más capaces de acoger la belleza de Dios.

CICLO C
MIENTRAS ORABA, EL ASPECTO DE SU ROSTRO CAMBIÓ
(Lc 9, 28b-36)

Es un clásico que el segundo domingo del tiempo de Cuaresma, al igual


que el primer domingo, escuchamos el evangelio de las tentaciones. En
el segundo domingo, escuchamos el Evangelio de la transfiguración.
Jesús quiere mostrar toda su belleza, quiere mostrar quiénes son
verdaderamente sus amigos más íntimos: Pedro, Santiago y Juan. Los
padres de la Iglesia dicen que es para que después no se escandalicen
ante el misterio de la Cruz y para que sean conscientes de quién es el que
está siendo crucificado. En todo caso, fijaos, la belleza sigue siendo algo
imprescindible para el ser humano.

Nosotros, porque somos humanos, queremos vivir en la verdad, queremos


también vivir el bien y buscamos la belleza. No tanto la belleza material.
Por supuesto, ver un espectáculo de un cielo estrellado, ver el oleaje del
mar, ver el azul del cielo, ver las montañas, ver la naturaleza creada por
Dios, ya de por sí es mucho. Pero es que hay una belleza incluso mucho
28
MEDITACIONES EN CUARESMA

más profunda y mucho más importante, que es la belleza que sucede en


el alma, que es la belleza del corazón.
De hecho, hay muchas veces esa expr
esión castellana de “esta es una bellísima persona”, no solamente buena,
sino cuando decimos algo más que bueno. Hemos dicho que es una
bellísima persona, porque cuando tú amas, cuando tú comprendes,
cuando tú estás en tu sitio, cuando sabes disculpar, cuando eres capaz
de iluminar la vida de alguien, cuando te conviertes, sobre todo, en
la razón de la felicidad de otras personas, tu vida es como la vida de
Cristo. Es un destello de belleza, es un destello de luz. La transfiguración
significa nuestra vocación, todos estamos llamados a imitar a Cristo y a
ser como Cristo en ese misterio de ser luz, de que cambie el aspecto de
nuestro rostro y de darnos cuenta, desde lo digamos lo ordinario, de que
esa extraordinaria belleza de Dios está dentro de cada uno de nosotros.
Nosotros hemos nacido para ser belleza. A lo mejor nos pueden tener por
más feos, más altos, más bajos, más flacos o más gordos.

Es que da igual. No es que mi casa sea la más bonita, que eso también
da igual. La belleza exterior, al final, termina. La belleza que tanto te
preocupa, cuánta gente usa todo tipo de cosméticos, los hombres ahora
mismo también se cuidan y invierten dinero, tiempo, fuerzas y energías
para la belleza exterior. Pero para la belleza interior, no se dedica tanto
tiempo y creo que eso es lo que el Señor nos invita a pensar en este
segundo domingo de Cuaresma: “Me mostré con toda mi belleza a mis
íntimos. Ojalá que tú también quieras empaparte de esa belleza y hacer
la belleza de Cristo, la belleza del amor de Dios”.

Hay un salmo precioso que dice “de Jesús eres el más bello de los
hombres y en tus labios se derrama la gracia”. Que nosotros también de
algún modo busquemos esa belleza de Jesús, nos empapemos de esa
belleza de Cristo y por supuesto transmitamos esa belleza del amor de
Dios al mundo.

29
MEDITACIONES EN CUARESMA

LUNES
PERDONAD, Y SERÉIS PERDONADO
(Lc 6, 36-38)

Jesús insiste mucho en que el perdón es justo, como también lo es el


perdonar. El perdón es un movimiento humano y bonito que nos diferencia
de los animales. Perdonar significa renunciar a la venganza y no responder
agresivamente a aquellos que nos han agraviado. Por supuesto, el perdón
se cimienta en la justicia y no significa ser tonto ni permitir que otros nos
hagan daño repetidamente o nos insulten constantemente.

Aunque olvidar puede ser difícil, la memoria es una facultad que no


somos dueños de elegir. Muchas personas guardan en su corazón dolor y
rabia durante muchos años, y puede ser difícil dejar ir esos sentimientos
de rencor. Sin embargo, el perdón implica vivir la justicia y renunciar a
hacer daño a aquellos que nos han herido. La venganza no pertenece
a los hombres, sino que Dios juzgará a cada persona y lo que hay en su
corazón.

El perdón de los enemigos es algo propio del ser humano y, específicamente,


del Cristiano, ya que el modelo de vida que ofrece Cristo se basa en la
verdad, la bondad y el amor. El poder no es la fuerza, sino sanar y vivir
en la verdad, la bondad y el amor, que son mucho más poderosos que
cualquier fuerza física o con totalitarismo estatal, intelectual o cultural
que se nos quiera imponer.

Debemos perdonar por dos motivos: porque es lo justo y porque, si


pedimos perdón a Dios por nuestras faltas, también debemos estar
dispuestos a perdonar a aquellos que nos han agraviado. Si no estamos
dispuestos a perdonar, ¿cómo podemos pedir perdón y recibir amor y
misericordia divina? Es importante perdonar aunque nos cueste, aunque
estemos llenos de amargura y aunque parezca que nadie se merece
nuestro perdón. Todo acto humano puede ser perdonado por Dios,
excepto el pecado contra el Espíritu Santo, que es el pecado de aquel
que no quiere ser perdonado y no cree en la misericordia divina.

Si tenemos rencores o rincones oscuros en nuestro corazón, es importante


pedirle a Cristo que nos enseñe y nos conceda el don del perdón.

30
MEDITACIONES EN CUARESMA

MARTES
ELLOS DICEN, PERO NO HACEN
(Mt 23, 1-12)

¡Claro! Es una lástima ver a personas que van por la vida dando lecciones
de moralidad a todo el mundo. Es triste ver a personas que a veces nos
metemos a corregir a todo el mundo, desde nuestra familia hasta los
políticos, médicos y jueces. A veces sentimos una especie de sensación
de que sabemos tanto, pero lo curioso es que luego nos quejamos de que
otros no lo están haciendo bien, pero nosotros tampoco lo hacemos.

Hace mucho tiempo escuchamos que el mejor predicador es el ejemplo.


Y qué mejor manera de convencer a los demás de algo que es importante
para nosotros que vivirlo con naturalidad y sencillez. Si ya somos
practicantes y coherentes, pero nuestra familia se burla de nosotros,
debemos tener paciencia porque algún día ellos verán, cuando el Señor
se lo revele, que lo que les pedimos a ellos se lo estamos pidiendo porque
nosotros mismos lo estamos intentando vivir.

No somos un paradigma o modelo de nada, y no podemos decir a los


demás: “Fijaos en mí, porque como lo estoy haciendo así vosotros también
podéis hacerlo”. Solo Jesucristo puede decir eso. Lo que sí podemos
hacer es demostrar coherencia en nuestra vida y convencimiento vital
para poder decir cosas de los demás. A veces intentamos corregir o decir
algo bueno, pero nos preguntan: “¿Quién eres tú para decirme nada?” Si
nos preguntan, ojalá pudiéramos responder: “Te lo digo porque te quiero.
Si te pido que hagas algo, es porque me importas, no porque seas un
trofeo apostólico que le estás mostrando a todo el mundo lo bueno que
tienes que ser”.

Solo tienen autoridad para corregirnos o decirnos cosas aquellos que nos
quieren de verdad, los que buscan nuestro bien y lo han demostrado con
creces. Los fariseos decían que tenían que ir al templo, pero a lo mejor
no iban cuando nadie los veía. ¡Qué incongruencia! La coherencia es el
mejor argumento. Ellos deben saber que lo que pedimos, lo que decimos
que hagan, y lo que creemos que está bien, nos lo aplicamos primero en
nuestra vida. Entonces, cuando vean que realmente lo hacemos por amor
y porque les importamos, se lo pensarán más de una vez. Probablemente
dirán: “A lo mejor esto que me están pidiendo, si me lo dicen porque me
31
MEDITACIONES EN CUARESMA

quieren, entonces vale la pena intentarlo”.


No debemos ser como los fariseos, gente que siempre dice lo que hay
que hacer, pero que no mueve un dedo.

MIÉRCOLES
LO CONDENARÁN A MUERTE
(Mt 20, 17-28)

Jesús sabía perfectamente cuál era su destino. Él sabía que había venido
a morir por cada uno de nosotros. De hecho, en el discurso del buen
pastor, en un momento concreto, les dijo a sus discípulos: “Por eso
me ama el Padre, porque nadie me quita la vida sino que yo la entrego
libremente”. Ante esa frase del Señor, todos podríamos preguntarnos:
¿lo mismo sucede conmigo? ¿Me quitan la vida las circunstancias, los
acontecimientos, los disgustos, las enfermedades y los fracasos, o soy
capaz de introducir mi voluntad y decirle al Señor: “Señor, esto tan terrible,
esto tan doloroso, esto tan difícil, esta enfermedad que estoy pasando o
este disgusto familiar, te lo ofrezco con mi libertad. No puedo ofrecerte
grandes virtudes, ni que haga las cosas muy bien, porque sabes que soy
muy débil, pero te ofrezco mi dolor. Acepto mi dolor y acepto lo que me
ha tocado vivir. No quiero vivir enfadado, renegando ni pensando en lo
que hubiera sido mi vida si hubiera sido otra persona o si hubiera tomado
otro camino”.

Al final, lo que más vale no es tanto poder elegir lo que ofrecer a Dios,
sino lo que Dios te pide que le ofrezcas. Que lo hagas con cariño, que lo
hagas con serenidad, incluso con muchísimo dolor, e incluso no estando
nada de acuerdo. A veces, esa voluntad es permisiva, siempre misteriosa
y muchas veces dolorosa. Pero el Padre permite que suceda en tu vida.

Dios no se goza con nuestro dolor ni con nuestros disgustos. A Él le


duele más que a nosotros lo que nos pasa. Sin embargo, Él te pide que
le ofrezcas todo eso, igual que Cristo ofreció su vida. Ese ofrecimiento
fue la causa de nuestra salvación y la causa de nuestra libertad. ¿Por qué
no ofrecer también tu vida al Señor? Puedes decir que tiene poco dolor,
pero no te engañes. Cada gota de sufrimiento, cada gota de dolor, cada
32
MEDITACIONES EN CUARESMA

disgusto vivido unido a Cristo, entregado a Cristo, le da un valor infinito.


Dios puede apoyarse en ese sacrificio tuyo, en esa entrega tuya, para
ayudar a otras almas, para hacer el bien y para llegar mucho más lejos de
lo que los hombres le permiten llegar.

Por eso, piensa si tú también eres capaz de mirar al futuro y decir: “Señor,
acepto tus planes. Te ofrezco lo que más me duele, lo que más me cuesta,
lo que más me disgusta. No me importa perder mi vida. He venido a la
Tierra para regalar mi vida, para convertirme en un regalo agradable a los
demás y a Ti”. Efectivamente, es otro modo de enfrentarse con las cosas,
un modo muy misterioso, nada agradable, pero muy valiente, profundo
y auténtico. Puedes darle un significado incluso a los peores momentos
de nuestra vida. Que nadie te quite la vida, sino que tú, voluntariamente y
libremente, se la regales y se la ofrezcas a Dios.

JUEVES
RECIBISTE BIENES, Y LÁZARO MALES
(Lc 16, 19-31)

Hoy vamos a escuchar en el Evangelio la parábola del rico epulón y del


pobre Lázaro. Este hombre banquetaba diariamente y vestía ropas muy
lujosas, pero a su puerta había un mendigo con heridas, pasando hambre
y con necesidad, incluso los perros le lamían las llagas mientras que el
rico ni le miraba la cara.
Hay dos grandes enseñanzas en esta parábola, tal vez haya más. La
primera es que el Señor dice que uno de los peores pecados es el pecado
de omisión, como el del rico epulón que termina la parábola en el infierno.
Su pecado no era tanto que comía bien o en abundancia, o que vestía con
ropa cara, sino el pecado de la omisión: tener a alguien muy necesitado
cerca y no querer mirarlo, darse cuenta de que está ahí pero pensar que
molesta, que no merece nuestro tiempo, y ponernos mil excusas para no
hacer nada por él. A veces, lo hacemos por nuestra comodidad o egoísmo.
La segunda enseñanza importante es que aquel que tiene sufrimientos,
vive injusticias o tiene muchas carencias en esta vida temporal, es justo
que ahora tenga todo lo que no ha tenido en la tierra. Así es la justicia
de Dios: aquel a quien se le ha negado algo en la tierra, lo tendrá en la
33
MEDITACIONES EN CUARESMA

eternidad. Por eso, Abraham le dice al rico: “Pronto en la tierra tuviste de


todo, no te faltó nada. Fuiste afortunado, tenías dinero, familia y mucho
más, pero no te ocupaste de los demás. Y este pobre que no ha tenido
nada, es justo que ahora tenga todo lo que le ha faltado”.

La vida no es una lotería en la que a unos les cae buena suerte y a otros
mala suerte. Al final, en la eternidad, todos seremos igualados en el amor
de Dios. Dios no elige a unos para que vivan muy bien y a otros para que
no pasen fatal, porque eso sería un concepto injusto de Dios. Es una gran
verdad que todo aquello de lo que uno ha sido privado en la tierra, se le
concederá en la eternidad. El Señor no deja a ningún pobre sin sustento. A
veces, las pobrezas no son solamente materiales, sino también afectivas,
familiares o espirituales. Pero el Señor nos las concederá y nos dará
con creces todo aquello que tanto deseamos en la tierra, si vivimos en
comunión con Él y no renegamos.

Lázaro estaba ahí, quieto, sin quejarse, atacar, agredir o insultar a nadie.
Simplemente estaba ahí, esperando alguna limosna. Recibió la gran
limosna de aquel que es rico de verdad, nuestro Señor. Ojalá que nosotros
nos demos cuenta de quién está cerca y sufriendo para socorrerle. Y si
algún día nos quejamos de cosas que nos faltan, pensemos que el Señor,
si estamos en comunión con Él, nos las dará con creces en la eternidad.

VIERNES
ESTE ES EL HEREDERO: VENID, LO MATAMOS
(Lc 16, 19-31)

En esta parábola de los viñadores homicidas, el señor, con todo su cariño,


hace una plantación y la alquila. Pero aquellos que están disfrutando de
los beneficios de esa viña, de esa plantación, no quieren dar los frutos.
Incluso cuando llega el heredero a reclamar los frutos, quieren asesinarlo.
Porque, en el fondo, a los seres humanos nos molesta que nos pidan
responsabilidades.

En este sentido, la parábola habla de una viña, pero podría aplicarse


a cualquier cosa que se nos haya dado: una inteligencia, una salud, la
34
MEDITACIONES EN CUARESMA

posibilidad de aprender, estudiar y trabajar, una familia. ¿Qué has hecho


con ellas?

Es bueno que alguien nos pida cuentas. Es bueno que alguien nos haga
saber que somos responsables, porque la vida no es todo lo mismo. Si no
tuviéramos responsabilidad sobre nuestros actos, daría igual matar que
robar. Al final, nadie nos pediría cuentas. ¿Qué más da? Intentaríamos
disfrutar lo máximo posible, aunque fuera pisoteando a otros. Pero tenemos
libertad y, por lo tanto, responsabilidad. La libertad nos hace autores de
nuestros actos. Lo que decidimos hacer o ser, las consecuencias de esos
actos, caen sobre nosotros.

Mucha gente dice hoy en día: “Yo quiero libertad, pero no quiero
responsabilidad. Quiero hacer lo que quiera, pero quiero que me aprueben.
Quiero tener casa, comida, todo, pero sin esforzarme en nada”. Es
importante saber que el señor algún día no va a ser ese maestro exigente
que te va a poner la pregunta más difícil para ver si apruebas y entras en
el cielo. Pero sí te va a preguntar qué hiciste con los talentos, qué hiciste
con los dones, cómo gestionaste tu libertad. Vas a ser lo que tú quieras
ser, no vas a tener lo que te gustaría, no te va a pasar lo que sueñas, pero
en tu personalidad, en tu modo de ser, solo depende de ti. Si reconoces
que tienes cualidades y dones, y sabes gestionarlos y utilizarlos para
bendecir y no para maldecir, para perdonar y no para guardar rencor,
para quedarte con lo positivo y no con lo negativo, y tomas decisiones
diarias y respuestas libres, vas dando frutos al señor.

Frutos de vida interior y, por supuesto, frutos de vida exterior, de caridad.


Entonces, como decía San Juan, a la tarde te examinarán del amor. Te
preguntarán a quién has amado, a quién has querido, a quién has tratado
bien. ¿Qué han recibido los demás de ti? ¿Han recibido los frutos que
tenían derecho a percibir como hermana, como madre, como padre, como
amigo, como profesor? ¿Estás dando a los demás lo que tienen derecho
a percibir de ti? Esto es importante que nos preguntemos muchas veces,
porque si no, al final, seremos como niños inconscientes que no se dan
cuenta de que cada decisión tiene sus consecuencias. La otra cara de la
libertad es, por supuesto, siempre la responsabilidad.

35
MEDITACIONES EN CUARESMA

SÁBADO
PADRE, DAME LA PARTE QUE ME TOCA DE LA FORTUNA
(Lc 15, 1-3. 11b32)

Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. La parábola del hijo


pródigo podría llamarse de muchas maneras, porque el protagonista no
es el hijo pródigo. El protagonista es el padre, y es en ese momento del
Evangelio donde Jesús toca y expresa la incondicionalidad y la gratuidad
del amor de Dios. De hecho, pone la figura de Dios Padre en ese hombre
que tenía dos hijos, uno que era don pluscuamperfecto, que todo lo hacía
bien y nunca se había apartado de su padre, trabajador e intenso.

Pero tenía un corazón endurecido, y también estaba el otro chavalín que


decía “no quiero vivir como si tu existieras, suéltame, dame mi dinero,
dame mis cualidades, que no las quiero gastar cerca de ti”. Es hermoso
como el chico se da cuenta de que estar lejos de su padre, estar lejos de
Dios, es como una ruina. Al final, acabó cuidando cerdos, lo que es como
acabamos todos cuando nos apartamos de Dios. Es bonito cuando dice
“casa de mi padre, recuerda que tienes un padre”, vuelve sobre sí mismo,
se levanta y tiene la honestidad de decir en voz alta “Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti, me he equivocado”. El padre no le regaña, no
le reprocha, no dice “pero qué tonto eres”. Se lo come a besos, le da el
abrazo más profundo y más bello, le pone el mejor vestido, le pone el
anillo de oro, mata la res cebada y convoca a todos sus amigos, porque
hay que hacer una gran fiesta. Ese es el corazón de Dios, cuando nosotros
reconocemos que estamos con Él. Al principio, puede servir cualquier
cosa humana, pero después, el chico experimentó que tenía hambre no
solo de comer, sino de cariño, de un abrazo, de comprensión, de perdón.
Todas las personas necesitamos experimentar que somos perdonados,
que nuestro Padre Dios nos abrace en el sentido espiritual de la palabra,
y que no nos reproche nada cada vez que reconocemos que nos hemos
equivocado.

Qué pena si nuestro corazón se pareciera más al del hermano mayor. “Yo
nunca he sido malo del todo, siempre he estado en la iglesia, siempre
he cumplido las normas”. Pero, aunque seas muy cumplidor, también
necesitas el perdón del padre, también necesitas el abrazo y experimentar
el cariño del padre. Los dos hijos tenían el mismo problema: no sabían
lo cariñoso que era su padre, no sabían cuánto les quería su padre. De
36
MEDITACIONES EN CUARESMA

hecho, el mayor también se sentía maltratado por él, ¿por qué quería
tanto al otro?

En definitiva, ser cristiano es experimentar, intuir -ya no digo entender-


que Dios se vuelve loco de alegría conmigo, aunque le haya decepcionado,
aunque me haya ido como el hijo pródigo, o como el hermano mayor.
Basta con que le diga “Padre, perdóname porque soy muy tonto, porque
no te he tratado bien”, para que el padre, como decía el evangelista, nos
coma a besos, nos abrace, nos ponga el mejor traje, el anillo y organice
una fiesta con los ángeles porque hemos vuelto del extranjero a vivir otra
vez en nuestra patria, que es su corazón.

37
TERCERA SEMANA DE CUARESMA

38
MEDITACIONES EN CUARESMA

CICLO A
UN SURTIDOR DE AGUA QUE SALTA HASTA LA VIDA ETERNA
(Jn 4, 5-42)
En este tercer domingo de Cuaresma, la iglesia nos propone considerar
ese encuentro tan bonito de Jesucristo con la samaritana. Jesús se acerca
y le dice “Mujer, dame de beber”. Al principio, ella no lo entiende, pero
Jesús le explica que no tiene sed del agua que está debajo del pozo, sino
que tiene sed del agua que hay en su corazón. Jesús le promete que, si
ella le da de beber, pondrá en su corazón un surtidor de agua que salta
hasta la vida eterna, que es un signo del Espíritu Santo.

Jesucristo ha venido a la tierra sediento de nosotros. Ese “tengo sed”


que pronunció en la cruz, ese “Mujer, dame de beber” que le dijo a la
samaritana, es lo que nos dice a cada uno de nosotros. Pero ¿de qué
está sediento Jesús? De nuestros pecados. Él no quiere nuestras virtudes
ni nuestros aciertos. Él quiere que le entreguemos cada día nuestras
debilidades, frustraciones y tristezas. ¿Por qué? Porque cuando se lo
entregamos a él, lo reconocemos, le pedimos perdón y le pedimos ayuda,
y él nos transforma, nos humaniza más y nos diviniza más. Por eso, nadie
puede tener a Jesucristo por Dios si previamente no ha reconocido que
tiene que saciar la sed que Cristo tiene de nuestros pecados.

En este día, en que has escuchado este evangelio, Jesucristo te va a


decir muchas veces: “¿Me das de beber? ¿Me entregas tu pobreza, tu
debilidad, tus limitaciones?”. No te llenes de rabia, no te entristezcas. Él ha
venido a la tierra precisamente para que todo eso no te amargue la vida.
Realmente, Jesucristo es el único que puede dar sentido a toda nuestra
vida, incluso a nuestros pecados. ¿Por qué? Porque si se los entregamos,
los utiliza como el combustible que hace que la llama esté alimentada,
que la llama de luz, de calor y de vida.

Qué cosa tan impresionante es este diálogo con la samaritana. Jesús


se hace encontradizo y empieza a hablarle de El Espíritu Santo, de una
adoración verdadera, de lo que es una vida en común con Dios. Es una
pena saber que Dios nos invita a esa comunión plena, pero nosotros
la rechazamos. Fijaos que, en el último momento de la conversación,
Jesucristo le pregunta a la mujer por su marido. Ella le responde que
no tiene marido, y Jesucristo le dice que ha tenido cinco maridos. Jesús
39
MEDITACIONES EN CUARESMA

viene a hablar precisamente con la mujer más pecadora, con la que más
errores aparentemente tenía, y es a ella a la que se dirige la primera.
Después, esta mujer dice que ha conocido al profeta y lo da a conocer.
Nuestras debilidades no son la razón por la cual no estamos con Dios.
Precisamente, es en nuestras debilidades donde Dios se quiere encontrar
con nosotros.

CICLO B
EL HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO
(Jn 2, 13-25)

Cuando los dirigentes de los judíos le pidieron a Jesús una señal de


destruir este templo y levantarlo en tres días, estaba diciendo que la señal
más inequívoca de que todo lo que había dicho y todo lo que había hecho
venía de parte del Dios verdadero era su resurrección. Porque cuando
el apóstol hablaba del templo de su cuerpo, no se refería al templo de
Jerusalén. Claro, cuarenta y seis años han costado levantar este templo,
y tú ahora, en tres días lo vas a levantar. Pero Jesús, que muchas veces
hablaba alegóricamente, se refería a que la mayor evidencia de que todo
lo que él había dicho era cierto, era su resurrección.

A veces la gente dice: “yo no conozco a nadie que se haya muerto y


haya vuelto de la muerte para contarnos lo que hay”. Y la respuesta de un
cristiano es: “yo sí”. De que ha muerto, ha estado tres días muerto, vuelto
de la muerte, venciendo a la muerte es Jesucristo, y lo vimos. Toda la razón
de ser de la vida de la Iglesia, de todos los sacramentos, de la predicación,
de la oración, de todo, es precisamente conocer esta salvación de Cristo,
acoger esta salvación de Cristo y superar la muerte. Si la gran tragedia
de la humanidad es la muerte, ¿por qué acabó? Pues una enfermedad se
podría superar, un fracaso económico se puede levantar, una relación se
puede arreglar, lo que no tiene marcha atrás es la muerte. Y desde que el
hombre existe, se rebela porque lo más injusto que puede existir es que
alguien a quien tú amas se muera. Porque es como romper una historia,
es romper una existencia, y es muy absurdo.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

Que Dios nos llame a la vida para después dejarnos de existir sería como
una burla, y Dios no se burla de nosotros porque Dios no juega con nuestra
vida. Y por tanto, Jesús viene a subir a la Cruz, y muriendo en la cruz, es
decir, entregando voluntariamente su vida, entra el abismo de la muerte,
mata a la muerte dentro de ella misma y resucita, y vuelve victorioso de la
muerte. Esa es su resurrección, a la cual todos estamos asociados. Porque
nos enseña el apóstol que si morimos con él, resucitaremos con Él. Por lo
tanto, en esta Cuaresma, y estamos en el tercer domingo de Cuaresma,
qué importante es mirar a Jesús crucificado y preguntarle: “Señor, ¿por
qué subiste a la cruz?” Y el Señor te responderá: “Por ti estoy en la Cruz.
Porque vine a matar a la muerte, vine para que tengas vida eterna, vine
para que, si efectivamente tu cuerpo se separará, esto porque en algún
momento envejecerás, pero tu persona continuará viviendo eternamente.
Y además, existe la resurrección de la carne, y yo os resucitaré en el
último día”.

Esto es el quicio, esto es lo esencial del cristianismo. Y es que el amor de


Dios no se manifiesta en “vaya sí que te digo que te quiero mucho”, digo
cuatro palabras bonitas y fíate de mí, sino que la cruz es la evidencia del
amor de Dios. Porque tanto le importamos y tan seria le parece nuestra
vida, él envió a su propio hijo para morir, resucitar y asociarnos a su
muerte y resurrección. Por eso, decía Jesús: ¿Queréis una señal? Pues
sí, efectivamente, destruid este templo y yo, en tres días, es decir, en el
momento de mi Resurrección, restauraré el templo.

CICLO C
SI NO OS CONVERTÍS, TODOS PERECERÉIS
(Lc 13, 1-9)

La conversión no es una especie de alternativa. Me piden que me


convierta, estamos en Cuaresma, pero este año no me apetece. No me
veo bien. Qué rollo lo de la conversión, no es una elección, es una decisión.
La conversión del corazón es una necesidad profundísima, porque el ser
humano debe revisar su corazón y su intimidad de vez en cuando. Es
como el motor del coche, que nunca miras el aceite, o los neumáticos
que nunca miras la presión. En teoría, todo podría ir bien, pero sin darte

41
MEDITACIONES EN CUARESMA

cuenta, el aceite se está llenando de cosas negras y oscuras que pueden


entorpecerlo. Los neumáticos pueden ir perdiendo aire, y al final, puede
acabar en catástrofe. Por eso, la conversión, repito, no es tanto una
alternativa, sino una necesidad.

Es muy necesario que el ser humano mire en su corazón y vea qué


cosas negras se han podido meter, qué falta de oxígeno, o cuáles son las
posibles deficiencias que, por el desgaste de la vida, los disgustos, los
esfuerzos o las demasiadas alegrías, pueden haber entrado en su corazón.
Nuestro corazón puede estar lleno de cosas muy poco importantes, lleno
de cosas fatuas y frívolas, y muy vacío de cosas importantes. Jesús dice:
“si no os convertís todos, pereceréis”. Las palabras del Maestro son muy
inequívocas. Si no cuidas tu corazón, se estropeará.

El rey Salomón fue el rey más sabio, escribió las cosas más bellas,
construyó el templo más impresionante para el Señor, un hombre lleno
de dones y cualidades, pero como no cultivó su corazón, terminó su
vida ofreciendo sacrificios a los dioses de sus esposas, y su corazón se
pervirtió y se alejó del Señor, porque no lo cuidó en el fondo. Se sabía
muy bien la teoría, se sabía muy bien las cosas del Maestro de la ley, pero
no cuidó, no cultivó, no convirtió su corazón.

En este sentido, todos en este tiempo de Cuaresma tenemos una gran


oportunidad de hacer una peregrinación interior y decir: “Señor, ¿qué hay
dentro de mí? ¿Por qué hay rabia? ¿Por qué hay miedo? ¿Por qué a veces
tengo un afán de protagonismo desmedido? ¿Por qué quiero destacar
tanto? ¿Por qué siempre tengo que tener la razón? ¿Por qué a veces una
persona me pone tan nerviosa?” No está mal que te preguntes de vez
en cuando las raíces, los porqués de tus conductas, de tus actitudes,
incluso de tus obras. Por tanto, necesitamos convertirnos en corazón,
convertirnos a Cristo.

“No se trata de ser más buenos, se trata de hacer mejores cosas. Se trata
de vivir en la verdad, de llamar a las cosas por su nombre y de reconocer
cuando tenemos carencias, porque a veces estamos llenos de tonterías y
frivolidades. No es que me enfade porque me hayan cambiado de canal
en la televisión, eso es una tontería. A veces elegimos el disgusto porque
no hemos revisado nuestro corazón. Necesitamos la conversión del
corazón, no como un lujo, sino como una verdadera necesidad.”
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MEDITACIONES EN CUARESMA

LUNES
JESÚS NO FUE ENVIADO SÓLO A LOS JUDIOS
(Lc 4, 24-30)

Cuando en la sinagoga de Nazaret, los habitantes de esa ciudad con los


que Jesús había crecido se enfadan porque el Señor no hizo los milagros
que ellos querían que hiciera, Jesús les contesta que “nadie es profeta en
su tierra”. Es verdad que a veces es en la familia y en casa donde más nos
puede costar vivir la fe, decir quiénes somos y actuar con naturalidad,
porque siempre hay prejuicios. Son aquellos que nos han conocido desde
pequeños con nuestros defectos muy evidentes. Pero, ¿quién eres tú para
decirme nada si eres igual que yo? Al final, esto es una pena porque hay
muchas personas que fuera de casa son encantadoras, sirven y hacen
voluntariado, son buenísimas, pero a lo mejor dentro de casa, debido a
equívocos y confusiones, se esconden más o incluso son más egoístas y
menos generosas.

El mejor espacio para evangelizar, dar la vida y entregarse es la familia


y en casa. Nuestro Señor Jesucristo en Nazaret estaba feliz y muchas
veces quisieron despeñarlo, pero tenía su familia querida, como es lógico.
No es que el Señor no quisiera entregarse a los de Nazaret, sino que
mucha gente en Nazaret era incapaz de comprender que una persona
aparentemente normal podría ser extraordinaria y que un vecino que
era uno más del lugar estaba lleno de Dios. Por eso, creo que hay dos
grandes enseñanzas en el Evangelio de hoy. Primero, qué importante es
poder descubrir la grandeza de las personas normales, la grandeza de las
personas corrientes. La grandeza de lo mejor de tu hermana, de tu padre,
de tu mujer y de tu marido, si los miras con otros ojos. Eso fue lo que
les faltó a los habitantes de Nazaret: no supieron mirar a Jesús con ojos
sobrenaturales, no supieron valorar lo extraordinario que supone la vida
ordinaria. Por supuesto, eso es como una primerísima enseñanza.

La segunda enseñanza es que no te canses de vivir también lo que vives


fuera en el sentido positivo, vivirlo en casa. Si eres simpático fuera, sé
simpático en casa. Si eres generoso fuera, sé generoso en casa. No tengas
dos caras, no tengas que ser de una manera en casa y de otra manera
fuera. No ayudes tanto en casa y, en cambio, seas el mejor fuera. A lo
mejor, esto les pasa más a los chicos pequeños y a los jóvenes, pero a
ciertas edades, tenemos que pedir al Señor esa unidad de vida. Debemos
43
MEDITACIONES EN CUARESMA

ser siempre las mismas personas, siempre buenas personas, y no ir de


postureo ni dar imágenes falsas, sino de verdad sacar lo mejor del fondo
de nuestro corazón. Debemos querer a aquellos que están dentro de
nuestra casa y que a veces nos cuestionan o nos juzgan. Aunque esto nos
cueste mucho más porque nos conocen y se aprovechan de nosotros, no
debemos lamentarlo. Todo lo que ames es ya un tesoro para ti, pero sobre
todo, intenta amar a aquellos que no te comprenden y aquellos que te
juzgan, sin cansarte nunca.

MARTES
TAMPOCO EL PADRE OS PERDONARÁ
(Mt 18, 21-35)

“Tampoco el padre os perdonará. ¡Qué frase tan terrible! Dios no nos


puede perdonar si previamente nosotros no hemos perdonado a aquellos
que nos han hecho daño, a los que nos han herido.

¿Cómo vamos a pedir a Dios lo que no queremos dar a los demás?


Perdonar es un don de Dios, es esa renuncia a la venganza que todos
podríamos tener a mano y, sin embargo, no lo hacemos. En primer lugar,
porque no queremos ser como ellos, en segundo lugar, porque Dios es
perdonador y perdona a todas las personas y, en tercer lugar, porque Dios
me ha perdonado mucho y no puedo vivir en el rencor, ni en el deseo de
la venganza. No puedo vivir deseando y provocando e intentando hacer
daño a quienes me han lastimado, porque eso convierte la vida en una
especie de guerra de a ver quién es más fuerte, a ver quién hace más
daño, a ver quién llega más lejos. La verdad es que la falta de perdón
significa la destrucción de los seres humanos.

Qué importante es de vez en cuando recordar que las palabras de Jesús


sobre el perdón son duras. De vez en cuando, es inevitable que pienses
que hay gente que te ha hecho daño, que todavía tienes heridas abiertas
en el corazón y que te recuerdan a una persona que te cae fatal y que
no quieres ni ver. Pero una cosa es que te escueza el corazón ante el
recuerdo de alguien y otra cosa es que le desees el mal, que de verdad
que le hagas daño. Creo que eso oscurece el corazón y, sobre todo, te
44
MEDITACIONES EN CUARESMA

aparta de Dios e impide que Dios te perdone a ti.

Soy el primero que se ha equivocado y el primero que ha hecho cosas


muy malas. Siempre que te he pedido perdón, Señor, siempre me has
perdonado. ¿Cómo no voy a perdonar si tú me has perdonado a mí?
El Cristiano no es alguien que viva con rencores. El Cristiano no es alguien
que anota en un cuaderno, en una agenda o en el móvil todas las cosas
que le han hecho y quiénes lo han lastimado. Entiendo que hay personas
que son malvadas, que hacen daño y que son complicadas. A veces, lo
mejor es evitarlas para que no vuelvan a hacernos daño. Eso es legítima
defensa, pero aparte de eso, no significa que no las queramos o que les
deseemos el mal. Simplemente evitamos que nos sigan hiriendo.

Por eso, cuando reces el Padre Nuestro, nunca dejes de decir: “Perdona
nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han
ofendido.” Pregúntate a quién has ofendido tú, a quién le gustaría pedir
perdón de todo corazón. Pero sobre todo, pídele perdón a Dios si has
herido u ofendido a alguien. Pídele perdón de todo corazón.”

MIÉRCOLES
QUIEN LOS CUMPLA Y ENSEÑE SERÁ GRANDE
(Mt 5, 17-19)

Jesucristo hoy en día hace referencia a que nada es poco importante


con respecto a la ley y los mandamientos de Moisés. Todo lo que Dios
propone es importante, no hay mandamientos de primera, segunda o
tercera categoría. Las cosas que aparentemente son poco importantes,
en realidad son igual de imprescindibles. Las maquinarias de los relojes
tienen tuercas muy grandes y visibles, pero también tienen pequeñas
ruedecillas que casi no se ven. Si una de estas pequeñas ruedas falla,
todo el mecanismo se estropea. De la misma manera, tu vida no es poco
importante para el plan de Dios en la humanidad. Ningún gesto, acción
o cosa que hagas cada día en comunión con Dios es poco importante.
A veces consideramos que las cosas pequeñas tienen poca importancia,
como hacer la cama, contestar un teléfono o sonreír a alguien. Sin
embargo, estos gestos pequeños de caridad, servicio y atención a los
45
MEDITACIONES EN CUARESMA

demás tienen un valor infinito para Dios. Lo importante no es lo que


haces, sino el amor y la intención que pones en esas cosas.

Puede que seas el presidente general de una empresa, pero si eres un


soberbio insoportable que hace todo por su ego, no vales nada para Dios.
Es posible que seas una persona desconocida para el mundo, pero con
tu sufrimiento, oración y tenacidad, estás ayudando a salvar el mundo
mucho más que cualquier director general. Lo importante en la vida no
es lo que los demás dicen que es importante, sino el cariño, amor y la
intención que ponemos en las cosas, grandes o pequeñas.

Los grandes de este mundo muchas veces lo son porque aplastan,


mienten, manipulan y utilizan a los demás como escalones para llegar
arriba. Esto no le sirve a Dios para nada. Por eso, Jesús dijo que quien
enseñe el más pequeño de los preceptos y lo cumpla, será grande para él.
La persona que hace las cosas más normales, sencillas y cualquier gesto
que nadie va a ver, es la que tendrá un valor infinito para Dios.

Podemos preguntarnos qué cosas pequeñas hacemos que nadie ve, qué
pequeños servicios podemos ofrecer que a lo mejor no se van a enterar.
Dejar una cosa en su sitio, ayudar a otro a guardar un secreto o ser
silencioso ante un defecto. Cuantas cosas bonitas podemos hacer en el
día. Estas cosas pequeñas juntándolas muchas hacen que un corazón
sea gigantesco.

JUEVES
EL QUE NO ESTÁ CONMIGO ESTÁ CONTRA MÍ
(Lc 11, 14-23)

“El que no está conmigo está contra mí”. Estamos en un momento en


el cual está muy de moda ser una persona tolerante, una persona que
dice que no se mete con nadie, que tenemos que ser abiertos a todas
las realidades, esa especie de relativismo moral en el que todo vale, todo
está bien si es por amor. En un momento concreto, Jesucristo se pone
muy serio y dice: “El que no está conmigo está contra mí”, porque el ser
humano al final no puede suspender el juicio respecto a Jesucristo. Si
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MEDITACIONES EN CUARESMA

Jesucristo es el hijo de Dios, por tanto, todo lo que dice es verdad, él es el


único Dios verdadero. Hay que ser coherente con esta realidad, porque si
no, entonces es que no lo es, y por tanto, abandónalo.

Pero esos cristianos que a ratos sí y a ratos no, yo soy católico, pero
también admito la reencarnación, o yo soy cristiano, pero también admito
el panteísmo y el budismo y las energías y todo eso, te estás liando. Si no
estás con Jesucristo al cien por cien y solo en parte, es que no crees en él
de verdad, y al final estás en su contra, porque estás dejando en tu vida y
estás dejando meterse otros ídolos, otros dioses, otras ideologías, otros
modos de vida que al final van a crear una grandísima confusión.

Ese es el problema de muchas personas de la Iglesia católica hoy en


da, que quieren quedar bien con todo el mundo, que quieren escoger
una fe de supermercado con lo que les parece más apetecible o que les
convence más o les viene mejor, y al final, niegan a Jesucristo resucitado
en la carne, niegan el amor de Dios, como niegan también el juicio de Dios
y niegan la responsabilidad de los propios actos de cara a la eternidad.

Hay una cosa en la vida que yo creo que es esencial, que es la coherencia,
la coherencia de la propia conciencia, la coherencia con las decisiones
tomadas, la coherencia con las personas. No podemos jugar con las
personas, ni jugar con Dios, ni jugar, por supuesto, con las personas que
Dios ha puesto en nuestra vida. Y por eso, si estamos con Cristo, tenemos
que estarlo incondicionalmente. Otra cosa es que seamos débiles, otra
cosa es que nos equivoquemos. Bueno, pues sí, soy débil, me equivoco, no
le sigo como a mí me gustaría, pero no niego nada de lo que ha enseñado.
Eso qué bonito es saber que aunque estemos llenos de debilidades, a la
hora de la verdad, confesamos a Cristo, seguimos a Cristo y podríamos
dar la vida por Cristo, porque no pensamos que fuera de Cristo exista la
salvación, porque lo ha dicho, y del mundo entero, el que se bautice y
crea, se salvará. El que no crea, no se salvará.

A lo mejor este discurso es muy retumbante y algunos podrían considerarlo


radical, pero estas son las palabras de Jesús: “El que no está conmigo
está contra mí”. Creo que si los cristianos fuéramos más coherentes y
convincentes a la hora de vivir nuestra fe y expresarnos, sin radicalismos,
imposiciones y sin condenar a nadie, habría mucha gente que podría
estar con Cristo sin saberlo, porque está con la verdad y el amor. Pero sin
47
MEDITACIONES EN CUARESMA

duda, lo que el Señor nos va a pedir a todos es coherencia, coherencia de


conciencia y, en la medida de lo posible, coherencia de vida.

VIERNES
¿QUÉ MANDAMIENTO ES EL PRIMERO DE TODOS?
(Mc 12, 28b-34)

Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de todos? le preguntaron a


Jesucristo, y Jesús sin dudar respondió. Los judíos tenían cuatrocientos
y pico mandamientos, una cosa complicadísima, sobre todo para los
escribas y los rabinos que habían hecho como consecuencias de los
mandamientos un lío. Pero Jesús lo resume perfectamente bien: “amarás
al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo”. Con lo cual, Jesucristo
estaba declarando que en el corazón del hombre había como tres
necesidades, tres mandatos imperiosos. Primero, amar a Dios; segundo,
amar al prójimo, por supuesto; y en tercer lugar, amarse a uno mismo,
es decir, aceptarse como uno es, saberse exigir, y llevarse bien consigo
mismo.

Es curioso cómo, a lo largo de la historia, hemos insistido mucho en


el primer mandamiento, en ese segundo que es parte del primero,
que es amar al prójimo. Pero en esa tercera dimensión de este único
mandamiento, que es amarse a uno mismo, lo hemos descuidado mucho.
Y la gente se piensa que lo más cristiano es aborrecerse, despreciarse,
creen que la humildad es tratarse muy mal, decir que no soy nada, que
no valgo para nada. Eso es un terrible error. Jesucristo quiere que nos
queramos como él nos quiere, que aceptemos nuestras debilidades y que
luchemos contra ellas, por supuesto, pero también que reconozcamos
nuestros aciertos sin que se nos meta la soberbia. Por eso, a lo mejor
la pregunta de hoy es: ¿cómo te llevas contigo mismo? ¿Te llevas bien?
¿Te aceptas? A lo mejor vas cargando con una historia de culpa, una
historia de responsabilidades, una historia personal con la que no estás
reconciliado porque a lo mejor no te has perdonado a ti mismo muchas
cosas.

48
MEDITACIONES EN CUARESMA

Y amar, sabemos que parte del amor o el amor perfecto es cuando se


incluye el perdón. Yo creo que hoy la palabra de vida te invita a preguntarte
cómo es mi amor a Dios, efectivamente. ¿Cómo le trato? ¿Cuánto tiempo
le dedico? ¿Soy cariñoso con él? ¿Cómo es mi amor al prójimo en ese
sentido? ¿Con quién me relaciono más, con mi familia, con las personas
con las que trabajo o que trabajan para mí? No lo sé, pero sobre todo,
¿por qué no preguntarnos cómo me trato a mí mismo? ¿Soy demasiado
egocéntrico o soy demasiado despiadado? ¿No sé por qué el amor es
exigirse, y es efectivamente saber cambiar, saber reconocer errores, pero
también saber reconocer lo que nos sale bien?

Qué difícil es saberse amado por Dios si uno no se sabe amar a sí mismo,
y qué difícil es llevarse bien con los demás cuando no te llevas bien
ni siquiera contigo mismo. De manera que estas tres dimensiones del
primer mandamiento y del gran mandamiento, con que falles una de las
tres, ya estás fallando prácticamente todo. Qué buena cosa sería hacer
una revisión de vida interior, una revisión no tanto de cuánto amo, sino
de cómo es mi amor; qué calidad le estoy dando al amor a los demás,
al amor a Dios, pero sobre todo, cómo me estoy tratando. Ojalá seamos
capaces de tratarnos y mirarnos como Dios nos trata y nos mira.

SÁBADO
EL PUBLICANO BAJÓ JUSTIFICADO A SU CASA Y EL FARISEO NO
(Lc 18, 9-14)
El publicano bajó justificado a su casa y el fariseo, no, dos modos de orar
son los que nos presenta Jesús hoy en la Palabra de Vida en el Evangelio.
Uno es ese publicano que, como cobrador de impuestos, tiene una clara
conciencia de que es muy pecador y no acierta a salir de su pecado.
A pesar de eso, se postraba rostro en tierra y decía: “Señor, ten piedad
de mí, porque soy un pecador”. El pobre pasaba mal delante de Dios,
reconociendo que metía mucho la pata.
Cuántos cristianos, por ejemplo (y me incluyo), tenemos pecados de
siempre que se repiten y se repiten. A veces cuestionamos el decir:
“Oh Señor, pero qué desastre. No sé ni cómo sigo. No me da vergüenza
confesarme siempre de lo mismo. No sé para qué me sirve esforzarme”.
49
MEDITACIONES EN CUARESMA

Pero por lo menos tenemos ese dolor de corazón y sentimos ser así. Hay
pecados reiterativos que son pesadísimos. En cambio, el otro modo de
orar es ese fariseo que se creía el colmo, dándole gracias al Señor porque
ayunaba, porque era casto, pobre, obediente y hacía mucha oración.
Estaba tan encantado de sí mismo que tenía un corazón peor que un
pavo real con las plumas abiertas. Fijaos qué curioso lo que dice Jesús: el
pecador baja justificado y el santito no.

Realmente, para conectar con Dios y recibir su justicia, solo podemos


hacerlo desde la humildad y el reconocimiento de nuestra miseria, porque
los dos eran igual de pecadores, solo que unos pecados son virtudes y
otros, no. Hay personas que son pecadores con virtudes y que son muy
virtuosas, pero todos son pecadores y necesitamos la justificación de
Dios. No nos vamos a salvar por nuestras obras, sino por la cantidad de
oración o porque vamos a suplicar la misericordia divina. La sangre de
Jesús será derramada sobre nosotros, y Él nos ha abierto las puertas del
cielo con sus méritos. Nosotros tenemos que acoger ese amor de Dios.
Es importante reconocer que somos amados, incluso en nuestro pecado.
No porque seamos muy buenos, sino porque somos muy débiles.

En la vida, reconocemos que deseamos salir de ella, aunque luego a la


hora del combate nos rindamos otra vez. Pero ante Dios, eso tiene un
valor inmenso. Por eso, esas dos formas de orar nos hacen preguntarnos
en cuál nos posicionamos. A veces podemos estar en una u otra en el
mismo día, o en una temporada estar más en una y en otra, pero en el
fondo, lo que importa es decir: “Señor, no me hagas caso de las cosas
que hago bien. Que no se me suban a la cabeza. Si algo he hecho bien,
es por ti. Mira más bien mi miseria. Apiádate de mí”. Mostrando nuestra
miseria, podemos encontrar la misericordia de Dios.

50
CUARTA SEMANA DE CUARESMA

51
MEDITACIONES EN CUARESMA

CICLO A
EL FUE, SE LAVÓ, Y VOLVIÓ CON VISTA
(Jn 9, 1-41)

En este domingo de Cuaresma, la iglesia nos pide que consideremos el


Evangelio del ciego de nacimiento, un hombre que recibe una gracia de
Cristo, ya que nunca había podido ver. Al principio, cuando le preguntan,
él dice “no sé quién me ha curado”, como si no reconociera la gracia de
Dios. Jesucristo le advierte y le dice: “mira, no peques más. Has recibido
una gracia muy grande, y si la desperdicias, te vas a hacer mucho daño”.
Al final, el hombre reconoce que Jesucristo es la luz del mundo y el que
cura nuestras cegueras.

Estar ciego no solo significa en el sentido físico de la palabra, sino también


estar ciego por dentro. Cuántas veces estamos al lado de personas
maravillosas y no las sabemos ver, cuántas veces Dios nos ha colmado
de bendiciones y no las sabemos ver ni agradecer. Vamos como ciegos
por la vida, como personas espiritualmente inválidas, porque no sabemos
ver con la mirada de Dios su providencia, su misericordia y su cariño.
Vivimos en la queja, la ira, la envidia, la rabia, la pereza, la lujuria y muchas
otras situaciones porque no sabemos ver todos los dones que Dios ha
puesto dentro y alrededor de nosotros. Por eso necesitamos ser curados
de nuestra ceguera.

Además, una vez que hemos sido curados, necesitamos reconocer que
quien nos ha curado es Él, su gracia y el Espíritu Santo, que es el don de
Jesucristo. Jesús es la luz que ilumina, la luz interior que da relieve, valor y
la verdadera dimensión a las cosas que nos pasan por dentro y por fuera.
Por eso, todos nos vemos de algún modo reflejados en este ciego de
nacimiento. Si Cristo no hubiera intervenido en nuestra vida, seguiríamos
ciegos, yendo a tientas.

Cuánta gente decía Benedicto XVI va por el mundo como mendigos del
sentido de la existencia, que van como ciegos, como diciendo “¿para qué
el sufrimiento, la familia, el trabajo? No sé si tienen sentido. Los triunfos y
los éxitos a veces también están vacíos”. Hay gente que no sabe para qué
vivir, que no tiene una razón para su vida. Esta es la peor de las cegueras,
una ceguera paralizante que entristece y amarga.

52
MEDITACIONES EN CUARESMA

Hoy, todos nos presentamos con nuestras cegueras ante Jesús y le


decimos: “Señor, ilumínanos. Dame un sentido para las cosas. Dame la
luz que dé valor a todo lo que me sucede, a todo lo que tengo que hacer, a
mis decisiones, a mis errores. Ilumíname, Jesús”. Entonces, Jesús, que es
la luz del mundo, nos iluminará el corazón y dará sentido a todo.

CICLO B
ESTE ES EL JUICIO: QUE LA LUZ VINO AL MUNDO
(Jn 3, 14-21)

El mundo no quiso recibir la luz. ¡Qué pena ver ese rechazo tan abierto
hacia Dios! Hay mucha gente buena, por ejemplo, que no practica la fe,
que tal vez no viene a la iglesia, y que moralmente son mil veces mejores
que nosotros. Pero en el fondo, tal vez sea porque no han conocido a
Jesucristo en su dimensión verdadera, y por eso no tienen la capacidad
de decir “te acepto” o “te rechazo”. Algunos rechazan una caricatura de
Cristo o una deformación de Cristo. Pero Jesús dijo que este es el juicio:
la luz vino al mundo, pero el mundo no la quiso. Cuando hablo del mundo,
no me refiero a todas las personas, evidentemente. Hay gente buenísima
que no ha conocido a Cristo y no lo ha conocido bien.

Me refiero a la mundanidad, ese mundo del consumo, ese mundo del


placer por el placer, ese mundo del tener, del querer ser más, del afán de
poseer, de dominar. A ese mundo, Jesucristo le estorba, a ese estilo de
vivir tan mundano. A Jesucristo no le interesa ese mundo porque Él habla
de humildad, mansedumbre, servicio, amor y una lógica completamente
contraria a la lógica del poder, dominio y posesión de los demás, y de
utilizar a los demás como instrumento para mis propios fines. Por eso, la
luz es rechazada por el mundo. Y ¿quién es el mundo? Son los poderosos,
los que quieren manipular a los demás, los que quieren estar siempre
por encima, los que se sienten propietarios de los demás y de todos los
bienes materiales. Esto ha creado una opacidad, una tiniebla terrible.

Al hablar de esto, no hablemos solo de la sociedad en general, hablemos


también de mi corazón, porque a veces, por mis manías, mis materialismos,
mis afanes de protagonismo, velo la luz y no dejo que la luz de Cristo
53
MEDITACIONES EN CUARESMA

pase. Y a lo mejor, mi gran tragedia es que la luz de Cristo quiere entrar en


mi interior, pero yo la rechazo porque me resulta más cómodo seguir así,
porque no me apetece cambiar, porque siempre he sido así. Me busco mil
excusas para instalarme en una mundanidad y rechazar la luz de Cristo.
Es cierto que con la luz se ven mejor las cosas, pero también se ven mejor
los defectos, la suciedad, donde se puede limpiar. Claro, la luz es muy
comprometida.

Somos hijos de Dios y cuando la luz divina nos visita, cuando nos ilumina,
reconocemos en nuestra vida lo que está bien y lo que está mal, y
efectivamente, tenemos un deseo de conversión. Ojalá que la luz de Dios
entre en nuestros corazones, que las personas no tengan miedo a Cristo,
porque Él quiere nuestra felicidad más que nosotros mismos. Ojalá que
seamos capaces de mostrar al mundo, y sobre todo a las personas que
amamos, el verdadero rostro de Dios, que se manifiesta en la humanidad
de Cristo.

CICLO C
ESTE HERMANO TUYO ESTABA MUERTO Y HA REVIVIDO
(Lc 15, 1-3. 11-32)
Una de las parábolas más impresionantes por su ternura y por la
profundidad de su enseñanza de Jesucristo es la parábola del hijo pródigo.
Este hombre tenía dos hijos y ambos eran poco listos porque en el fondo,
los dos eran muy parecidos. El hijo menor no se sentía en comunión con
el padre y quería marcharse, mientras que el hijo mayor no se sentía en
comunión con el padre y decidía quedarse un poco por cobardía e incluso
se aprovechaba de los bienes del padre para creerse que era mejor.

Ninguno de los dos entendió el amor del padre. Le llaman la parábola del
hijo pródigo porque es bonito ese proceso por el cual el chaval malgasta
toda la fortuna y cuando está criando cerdos se da cuenta de que está
equivocado. Dice el evangelista, Jesús, que volviendo sobre sí mismo
recapacitó y dijo: “¿Cuántos jornaleros en casa de mi padre están mejor
que yo?”. Todos tenemos esa capacidad de recapacitar, de volver sobre
nosotros mismos. Qué grandeza tiene el ser humano cuando reconoce
54
MEDITACIONES EN CUARESMA

que se ha equivocado. No hay un momento más bello, más importante o


de mayor gracia que cuando decimos: “Señor, creo que no he acertado.
Creo que tengo que pedir perdón. Creo que tengo que disculparme y
volver a intentarlo”. Eso es maravilloso.

El hermano mayor estaba ahí, pero no se había dado cuenta de que


también se estaba equivocando. También hay un detalle maravilloso
cuando el hijo vuelve y dice: “Padre, he pecado contra el cielo y contra
ti”. El padre no le contesta y lo recibe con besos. Le da el mejor vestido,
le alcanza unas sandalias nuevas, le pone el anillo de propietario otra
vez. “Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida”. Esa es la alegría
del corazón de Dios. Cuando decimos: “Señor, me he equivocado. No
lo he hecho bien. No merezco llamarme hijo tuyo, pero no puedo evitar
llamarte padre porque sé que lo eres pase lo que pase, haga lo que haga.
Siempre eres padre”.

Al final, hay más control sobre el hermano mayor porque éste nunca
marchó de la casa del padre y estaba amargado. Se consideraba el
pobre por el trabajo que tenía que hacer. Nunca disfrutó de la compañía
del padre, nunca supo tener amigos y pasárselo bien con ellos. Siendo
aparentemente un chico muy formal, no percibió a su padre como padre,
sino como jefe del trabajo, como un señor exigente que le pedía cuentas,
pero nunca como un padre querido. Cuántos cristianos todavía creen en
un Dios exigente, en un Dios que les va a pedir cuentas, pero no porque los
quiera, sino porque tienen que ser buenos porque sí. Y cuántos cristianos
no han disfrutado de la paternidad de Dios, de ese amor entrañable que
sale de las entrañas de Dios. Eso es lo que Jesucristo quiere explicar.

El rostro verdadero es el de un Dios que os quiere entrañablemente. No


existe ningún amor en la tierra mayor que el amor de Dios, y esto es algo
que debería quedar muy grabado en nuestro corazón. ¿En qué tipo de
Dios crees tú? ¿En el exigente y duro, o en el entrañable y siempre con los
brazos abiertos esperándonos?

55
MEDITACIONES EN CUARESMA

LUNES
ANDA, TU HIJO VIVE
(Jn 4, 43-54)

Se acercó a Jesús un funcionario real, una persona importante y conocida


por su prestigio. Tenía un hijo gravísimo al borde de la muerte, moribundo.
Le pidió por favor a Jesús que bajara a su casa, y Jesús le respondió
“márchate, tu hijo ha quedado curado”.

La confianza absoluta que este hombre tuvo en el poder de las palabras


que salían de los labios de Cristo es impresionante. El poder de la palabra
es algo en lo que creo profundamente. De hecho, creo que esta misma
escena es después comentada por otros evangelistas, y dan más detalles:
cuando esta persona pide a Jesús que baje a curar, Jesús le responde que
una palabra suya bastará para sanar. Esta es una creencia fundamental
de los cristianos: que el poder de Dios no solo se manifiesta en el cosmos
y en la naturaleza, sino que también se manifiesta cuando la palabra llega
al corazón del hombre. No solo la oímos, la escuchamos y la guardamos
en nuestro corazón, sino que esa palabra es transformadora. Cuando
escucho “tus pecados quedan perdonados”, “tomad esto es mi cuerpo”
o “tu misericordia, Señor, es eterna”, esas palabras tienen el poder de
cambiar mi vida.

Cuando me da la luz del sol, mi piel va cogiendo un tono más oscuro sin que
me dé cuenta. De la misma manera, cuando estoy expuesto a la palabra,
la palabra me va transformando. Ser creyente no es solo saber que Dios
existe, sino creer y estar convencido de que Dios interviene en nuestras
vidas. Por ejemplo, la gente que se casa por la iglesia lo hace no solo por
el rito y por las palabras bonitas, sino porque están convencidos de que
ese Dios que los ama puede intervenir en sus corazones, fortaleciéndolos
para que se amen hasta el final, sin cansarse. Creemos en el poder de la
palabra, en el poder de Cristo. Tenemos que preguntarnos si tenemos
esa fe en el poder de la palabra. De hecho, esta reflexión que lees cada
día es palabra de vida. La Palabra de Dios, cuando se pronuncia sobre
nosotros, da vida sobrenatural y vida eterna, no solo vida biológica o una
mejor calidad de vida. Son palabras para la eternidad. Ojalá el Señor nos
conceda el deseo de aumentar nuestra fe, de creer más en Él y en su
poder, y de estar convencidos de que cada día, cuando escuchamos su
palabra, es una palabra transformadora.
56
MEDITACIONES EN CUARESMA

MARTES
AL MOMENTO AQUEL HOMBRE QUEDÓ SANO
(Jn 5, 1-3ª. 5-16)

Jesús curó a un ciego de nacimiento, a un hombre que nunca había podido


ver. Pero su encuentro con Jesús y la fe en su poder hizo que recuperara la
visión. La ceguera en este caso era una enfermedad física, pero fíjense, la
ceguera no es solamente física, la ceguera también puede ser espiritual.
Cuántas veces, tal vez, estás en casa y tienes una madre que te quiere
con toda su alma, un padre que está dando la vida por ti, y no lo ves, no
te das cuenta. Cuántas veces tienes amigos o personas maravillosas que
te acompañan y no lo ves, no te das cuenta. Incluso muchas veces hay
cosas buenas dentro de ti, tienes muchas cualidades, eres una persona
cariñosa, que escucha, sabes tener paciencia, sabes entregarte, pero no
lo ves porque puedes estar ciego espiritualmente.

Por eso, hay muchas escenas en el Evangelio en las que Jesús curaba a
los enfermos para que vieran no solamente con la luz natural, sino para
que supieran interpretar su vida con la luz sobrenatural, con la luz de Dios.
De tal manera que el juicio que haces de las cosas, esto está bien, esto
está mal, esto es mejor, esto es peor, ya no lo haces solamente desde tus
pesimismos o desde tu corta edad de vida, sino que lo haces contando
con Dios, con la mirada de Dios, con la luz divina. Por eso, Jesús podía
decir “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida”.

No la luz natural, no la luz biológica, no la luz del sol o la luz de la bombilla,


la luz de la vida. ¿Qué significa la luz de la vida? Significa el sentido de
la vida, el valor de la vida, la cara bonita de la vida. Como muchas veces,
en el sufrimiento, en la dificultad, en los momentos previos, es cuando
se revela la máxima belleza de la vida. Y por eso, nosotros a veces, claro
que sí, estamos ciegos para ver tantas cosas por las que tendríamos que
dar gracias. Estamos ciegos para estar a todas horas deseando más,
quejándonos en nuestras tinieblas, quejándonos por las cosas que nos
faltan, olvidándonos de todo aquello que nos ha sido regalado o que
hemos disfrutado en nuestra vida.

57
MEDITACIONES EN CUARESMA

Por eso, claro que te pedimos hoy, con motivo de esta palabra, Señor,
que también quiero recuperar la vista en este momento. A lo mejor soy
ciego de nacimiento porque desde pequeño me acostumbré a vivir en
un mundo consumista, en un mundo donde todo es tener, ganar poder,
triunfar, ganar, y me di cuenta en un momento concreto de mi vida que
eso no es para tanto, que no es lo más importante, que no es lo que me
define como persona. Lo que me define como persona es lo que sucede
en mi corazón, son las relaciones que tengo con los demás, y creo que
eso es lo que realmente tiene que quedar iluminado por tu presencia,
por tu cariño, por la luz de la fe. Curándome, Señor, tal vez me pueda
identificar hoy con este ciego de nacimiento porque he vivido en queja,
porque he vivido en victimismo, y no he sabido ver con la fe tantas cosas,
tantas personas, tantas situaciones maravillosas que Tú me has regalado.

MIÉRCOLES
EL HIJO DA VIDA A LOS QUE QUIERE
(Jn 5, 17-30)

Yo no me doy la vida a mí mismo, por mucho que me esfuerce, por mucha


gimnasia que haga o por muchas medicinas que tome. El tiempo de mi
vida no lo decido yo, lo decide el Señor. Él decidió el día en que comencé
a existir, el día en que iba a nacer del vientre de mi madre y decidirá el
día en que vaya a morir. Porque el Hijo es quien da la vida, dice el Señor.
Y no solo nos da la vida en el sentido biológico, sino también la vida
sobrenatural.

La vida de la gracia, es una pena que muchas personas solo contemplan


la historia y las cosas con parámetros meramente naturales, que, aunque
sean buenos y válidos, son simplemente naturales. Qué bonito es cuando
somos conscientes de que el Espíritu Santo se quedó en nuestro corazón
el día de nuestro bautismo e interpretamos nuestra vida con parámetros
sobrenaturales.

A medida que nos acercamos a la Semana Santa y, sobre todo, a la


contemplación de la pasión de Cristo, podemos decir que Jesús muere
crucificado para darnos vida. Jesús decía muchas veces: “Yo he venido
58
MEDITACIONES EN CUARESMA

para que tengáis vida y una vida en plenitud, una vida en profundidad,
una vida que tenga un verdadero valor”. Podemos pedirle a Jesús: “Señor,
dame vida, pero no me des la vida de pasarlo bien, de muchas risas o de
solo disfrutar. Te pido la vida sobrenatural. Por supuesto, Jesús, te pido
la vida eterna, dame la eternidad, porque yo no tengo la capacidad de
dármela a mí mismo”.

Sobre todo, Señor, te pedimos esa vida eterna, esa vida en comunión
contigo, con los que amo en la tierra, con mis padres, con mi marido, con
mi mujer, con mis hijos, con mis nietos, con tanta gente buena que se ha
vinculado conmigo en el caminar de la vida y que creo que no podría ser
feliz ni entendería la felicidad si ellos no están.

Hoy nos quedamos con esta palabra de vida de Jesús que dice: “El Hijo
da vida a los que quiere”. Y nosotros, si queremos vivir esta vida aquí en
la tierra, queremos hacerlo desde nuestras debilidades y equivocaciones,
sabiendo que a veces acertaremos y otras veces no. Pero sobre todo,
Señor, lo que te pedimos es vida eterna. Es bonito recordar cuando Simón
Pedro no entendió nada en la primera homilía que hizo Jesús sobre la
eucaristía en Cafarnaúm y le dijo: “¿Los queréis marchar?” Y Simón Pedro
respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Solo tú tienes palabras de
vida eterna. No te entenderemos mucho, pero sabemos que solo tú tienes
palabras de vida eterna y por tanto te seguimos a ti”.

Solo Jesús puede darme esa vida que no termina. Solo Jesús puede darme
esa vida en plenitud. Solo Jesús, efectivamente, da vida a los que quiere.
Y aquellos que le suplican al Señor: “Dame vida”.

59
MEDITACIONES EN CUARESMA

JUEVES
MOISÉS, EN QUIEN TENÉIS VUESTRA ESPERANZA
(Jn 5, 31-47)

El Señor Jesús hace referencia muchas veces a cómo en el Antiguo


Testamento se presentan los rasgos más importantes del Mesías y cómo
el anuncio del Mesías describe perfectamente su personalidad. Uno
de ellos es Moisés, quien habló de que surgiría un profeta en medio de
vosotros que os hablaría en el nombre del Señor, que sería más grande
que él, y al que escucharíais y seguiríais. De algún modo, Jesús no aparece
de repente en una esquina del Mar Mediterráneo diciendo que es Dios.
Él viene precedido por la historia de Abraham, Isaac y Jacob, la experiencia
de libertad del pueblo de Israel con su guía Moisés, la figura de los reyes
David y Salomón, y los profetas. Es decir, toda la historia del Antiguo
Testamento es una esperanza de que Dios envíe un Salvador, un Mesías.
Si leemos con honestidad y con el don del Espíritu Santo las Sagradas
Escrituras, sabremos que estaba anunciada la llegada del Mesías, sus
enseñanzas y su muerte en la Cruz. El profeta Isaías muchas veces habla
de la muerte de ese cordero inocente que tendría que cargar con nuestros
pecados, y por supuesto, su resurrección.

Jesús no es un señor que sale de repente. Por eso, cuando decimos el


Credo, decimos “resucitó al tercer día según las Escrituras”, es decir, según
estaba anunciado desde muchos siglos antes. Es un error pensar que
todo el pueblo de Israel rechazó a Jesús, no es real. Algunos dirigentes y
personas a las que Jesús les molestaba efectivamente hicieron una guerra
contra él, hasta que llegaron a la mente, pero la mayor parte del pueblo
de Israel en aquel entonces era gente buena y sencilla. Los que tuvieron
la fortuna y la providencia de conocer a Jesús, por supuesto, le siguieron.

Otros se pusieron en contra de alguien que cuestionaba su autoridad


y que quería cambiar las cosas, y por los designios de Dios, fueron
un instrumento de su crucifixión. Pero repito, si miramos el Antiguo
Testamento y lo leemos con la analogía de la fe, que significa que todas
las Escrituras convergen en Cristo, veremos cómo el rostro de Cristo es
dibujado, insinuado y manifestado en los profetas, los patriarcas y en
tantos hechos de la salvación que, en definitiva, todos convergen en un
mismo lugar: Jesucristo Crucificado, que vive, que venció la muerte y que
es el Señor.
60
MEDITACIONES EN CUARESMA

VIERNES
INTENTABAN AGARRARLO, PERO NI HABÍA LLEGADO SU HORA
(Jn 7, 1-2. 10. 25-30)
Muchas veces, el evangelista San Juan habla de la “hora” de Jesús que
todavía no había llegado. ¿Cuál es la “hora” de Cristo? La “hora” de Cristo
es el momento en el que Él, con toda libertad, entrega su vida. Intentaron
matarlo antes en muchas ocasiones, como cuando fue a Nazaret y los
conciudadanos se enfadaron en la sinagoga, y lo llevaron a un barranco
para despeñarlo. Sin embargo, Jesús abrió paso entre ellos porque todavía
no había llegado su hora. Jesús quería que su muerte coincidiera con la
muerte del cordero pascual, del cual era un signo. De hecho, la sangre del
cordero pascual liberó a Israel de la esclavitud del faraón, ya que el Ángel
exterminador no pasaba por las casas donde estaba esa sangre en las
entradas, jambas y dinteles. De manera similar, aquellos que se unen a la
sangre del cordero inocente de Dios son liberados de la muerte.

Para esto, Jesús esperó a que llegara su hora, el día del sacrificio pascual,
para que todos entendiéramos que Él es nuestra verdadera Pascua. Él
es el paso de Dios por la historia, el paso de Dios por nuestra propia
historia y es un paso salvador. La palabra Pascua significa “Dios pasa
salvando” y, efectivamente, Dios pasa por nuestra vida y quiere entrar
en cada acontecimiento de nuestra vida para darle un valor mucho más
profundo. Por lo tanto, al igual que Jesucristo, todos tenemos nuestra hora
de pasar de este mundo al Padre, la hora en la que queremos entregarnos
completamente a Él por nuestra salvación y derramar nuestra sangre.
Pero no solo se trata de la muerte biológica, sino de una transformación
interior para que seamos capaces de vivir con la mente, los pensamientos,
los juicios, los sentimientos y los deseos de Jesús.

Este es el objetivo de la Cuaresma: la conversión del corazón para que


realmente seamos capaces de mirar con los ojos de Cristo, vivir con
su vida sobrenatural y, así, transformar nuestras vidas. Mientras tanto,
debemos escuchar la palabra de Jesús, desear nuestro cambio interior y
buscar con todas nuestras fuerzas estar cerca de Él. En Semana Santa,
debemos recordar los misterios que nos dieron la vida definitiva y pedirle
al Señor que esté siempre a nuestro lado, viviendo en la verdad. Esa es la
gran aspiración del cristiano y la hora definitiva no está en un momento
concreto, sino en cada instante en el que nos encontramos con su amor.
61
MEDITACIONES EN CUARESMA

SÁBADO
¿ES QUE DE GALILEA VA A VENIR EL MESÍAS?
(Jn 7, 40-53)

Acerca de la figura de Jesús, siempre puede haber muchos


posicionamientos. De hecho, decía un autor espiritual que Cristo da
los suficientes motivos para creer en él y, a la vez, deja los suficientes
espacios en penumbra como para no tenerlo todo completamente claro.
Porque, en definitiva, la relación con Jesús tiene que ser una relación de
confianza en que no quiere demostrarnos nada. Él no quiere convencernos
de nada, simplemente quiere que le escuchemos, que le contemplemos,
que veamos cómo es su corazón. Entonces, realmente sucederá esa cosa
que se llama el don de la piedad, que es una intervención del Espíritu
Santo por el cual tú experimentas una atracción por Jesús. Decía el Papa
Francisco que el cristianismo no se expande ni por coacción ni siquiera
por convicción intelectual.

El cristianismo llega a cada corazón por atracción. Dicen de los primeros


cristianos que se querían tanto, que se trataban bien, que los paganos,
cuando los veían, decían: “¿Cómo se llaman?” Y que les resultaba muy
interesante y atractivo, y querían ser como ellos. Porque el ejemplo de
vida de los primeros cristianos era un punto de referencia para los que
no conocían a Jesús. ¿Por qué os queréis tanto? ¿Por qué os tratáis bien?
¿Por qué no matáis a los niños del vientre de su madre? ¿Por qué no
abandonáis a los ancianos? Que es lo que hacían todos los paganos.
Lo que hacemos hoy en día, porque el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones. Y pues, qué bonito es saber que Jesús no quiere
esa relación con nosotros como de sumisión, ni de miedo, ni de que no
tengo más remedio. Porque no siempre es una apuesta, siempre es una
confianza. Y me acuerdo cuando los estudiosos del tiempo de Jesús,
los judíos estudiosos, decían: “Bueno, es que puede venir de Galilea el
mesías, tiene que venir de...” No sabían que había nacido en Belén, claro.

Pero como no lo tenían nada claro, pues no se atrevían a creer. Hay gente
que, a veces, a Dios le pide demostraciones: “Demuéstrame que estás
ahí, demuéstrame que esta persona está en el cielo, demuéstrame que
me quieres”. Y Dios te va a decir: “No te puedo demostrar nada, ¿confías
en mi palabra?”. O siempre, al final, nuestra relación va a ser una relación
en la que no se puede ver el amor, no se puede ver el cariño, no se puede
62
MEDITACIONES EN CUARESMA

dar la confianza. Y, por tanto, no es una relación humana, ni llena de


belleza, ni llena de amor. Qué importante es esto, porque efectivamente,
muchas veces habrá cosas en la vida de la fe, en la explicación de la
fe, que no comprenderemos o que serán poco claras. Decía el cardenal
Newman que ser creyente es vivir con dudas, pero no tener miedo de
ellas. Claro que las dudas son como las nubes, vienen y pasan, y a veces
pasamos por temporadas de dudas terribles porque no entendemos, y no
nos damos cuenta. Pero no hace falta entenderlo todo para ser discípulo
de Jesús. Eso tenemos que tener muy claro y querer, señor, saber que tú
has querido dejar esos espacios en los que a lo mejor no puedo apoyar
el pie y tengo que seguir caminando en fe, confiando completamente en
tu palabra. Y por eso, señor, ojalá que cuando mire esos momentos de
dificultad, simplemente diga: ‘Señor, decidí confiar en ti y nunca, nunca
me arrepentiré’.

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QUINTA SEMANA DE CUARESMA

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MEDITACIONES EN CUARESMA

DOMINGO DE RAMOS
BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR
(A: Mt 21, 1-11; B: Mc 11, 1-10; C: Lc 19, 28-40)
En este último domingo del tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos propone
considerar esa escena tan maravillosa de la resurrección de Lázaro. Es
curioso como el Señor le había avisado: “Aquel que amas está enfermo”.
Aparentemente, Jesucristo se hace el loco y dice: “Sí, sí, ya iremos”.
Cuando llega Jesús, Lázaro llevaba cuatro días muerto. Y de hecho,
cuando él va a la tumba, la hermana le dice: “Mira, no abras porque es un
espectáculo, va a ser horroroso el olor, etcétera”. Y sin embargo, se dice:
“Abrid la tumba, yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque
haya muerto vivirá”.

Con la resurrección de Lázaro, Jesús quiere manifestar que él es el


Señor de la vida y de la muerte, y que incluso aunque un cuerpo se
desintegre, aunque haya pasado el tiempo que haya pasado, Él que creó
de la nada el universo, él puede devolvernos la vida. Claro, pues fijaos,
la resurrección de Lázaro es, en definitiva, la que provoca que al final
los sumos sacerdotes, los fariseos decreten la muerte de Jesús: “Este
hombre tiene que morir, está llevándose al pueblo y tiene un poder, una
capacidad que nos supera a todos”. Qué bonita esa confianza. También
esa escena tan bonita cuando Marta y María se encuentran con Jesús le
hacen un pequeño reproche: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano
no habría muerto”. Aún así, todo lo que tú pidas al Señor, sé que te lo
concederá. Claro, Jesús pide simplemente un acto de fe: “Tú crees en mí”,
“Sí, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Con la resurrección de Lázaro, todos realmente, como que nos llenamos


de esperanza. Aunque la muerte nos visite, aunque hayamos perdido
familiares cercanísimos, aunque el trabajo esté perdido, aunque la
familia esté rota, aunque mi nombre haya sido dañado, “Señor, tú eres
todopoderoso, tú puedes todo, y tú puedes incluso devolver la vida a
los muertos”. De hecho, un dogma de fe es “creo en la resurrección de
la carne y creo en la vida eterna”. Y porque lo creo, porque Jesucristo
ha resucitado, porque Jesucristo ha vencido la muerte y él ha querido
asociarnos a su victoria, y esto lo demuestra con la resurrección de
Lázaro, como diciendo: “Yo soy el Señor de la vida, no tengáis miedo”. Si,
realmente, lo peor que nos puede pasar es la muerte, y hasta la muerte
65
MEDITACIONES EN CUARESMA

ha sido vencida en Jesucristo. La muerte es una puerta por la que hay que
atravesar, pero no es ningún final, es un comienzo de una vida nueva, es
un comienzo de una vida con el Resucitado.

Cristo es nuestra esperanza, es el puerto donde podemos refugiarnos


de todas nuestras tormentas. Cuando perdamos todo, cuando la muerte,
la enfermedad o el horror parezcan arrebatarnos todo, tenemos que
aprender de estas santas mujeres, Marta y María, que confiaron en Jesús
y le dijeron: “No entiendo nada, Señor, pero creo que tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo”.

CICLO B
EL GRANO DE TRIGO CAE EN TIERRA PARA DAR FRUTO
(Jn 12, 20-33)
Esta es probablemente una de las metáforas más bonitas que Jesucristo
utiliza para expresar lo que es su vida, así como para expresar también
lo que es la vida de cada cristiano. ¿Para qué queremos la vida si no es
para dar? ¿Para qué queremos conocer, disfrutar y vivir si no es para
luego poder regalar todo eso tan bonito a alguien? Por eso, así como
un grano de trigo cae en la tierra y aparentemente está ahí un tiempo
hasta que viene la lluvia y efectivamente el grano de trigo aparentemente
tiene que descomponerse y destruirse para dar una nueva vida, igual
nos sucede a nosotros. Quien quiere guardar su vida la va a perder, pero
quien pierde su vida porque entiende que lo más bonito que puede hacer
es regalar su tiempo y sus cualidades a sus hijos, nietos, amigos y a la
gente de su comunidad cristiana, es decir, quien entiende que la vida es
para regalarla, no para acumular, es quien realmente vivirá. Al final, si no
regalas tu vida, te convertirás en un codicioso que solo quiere acumular
para sí mismo y al final vivirás esclavo de todo lo que acumulas, lo cual no
será para nadie más al final.

Por eso estamos llamados a ser como granos de trigo sembrados en los
corazones de los demás, en la historia de los demás, y ojalá que seamos
granos que efectivamente perdamos, que tenemos que perder: perder el
tiempo, perder la energía, perder los años, perder la vida por dar vida. Si
66
MEDITACIONES EN CUARESMA

no perdemos nuestra propia vida, no podremos regalarla, porque todo


tiene un precio. Mucha gente quiere vivir la maternidad, por ejemplo, pero
sin desgastarse, o quiere ser cristiano pero sin entregarse del todo, y es
necesario decir que si quieres ser discípulo de Jesús, o eres un grano de
trigo que se siembra en el corazón de los demás o al final no vas a ser ni
cristiano ni nada, y tu vida será como una vida infecunda. Por el contrario,
cuánta gente buena hay que se ha entregado tanto que ha dado una vida
en el sentido más profundo y verdadero, porque ha enseñado a vivir y ha
transmitido el significado de la vida, siendo un instrumento de la gracia
de Dios, lo cual es maravilloso.

Por tanto, la pregunta es: ¿qué quieres hacer con tu vida? ¿Quieres ser
el grano de trigo sembrado que da lugar a más vida o quieres ocuparte
solo de ti mismo? Ojalá que tú te pongas a disposición de los demás sin
condiciones, como se puso Jesucristo. Jesucristo dijo: “Para quererme,
me puse en manos de los hombres y me dejé triturar por ellos para dar
vida”. Ojalá que entendamos que la vida es precisamente para regalarla y
no para guardarla para nosotros mismos.

CICLO C
EL QUE ESTE SIN PECADO, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA
(Jn 8, 1-11)
Probablemente esta escena sea una de las más bellas. Encuentran a
una mujer en flagrante adulterio. La ley judía manda apedrearla, y no
tenían unas piedrecitas, sino unos bloques grandes de piedra. Había
que sepultar literalmente el cuerpo del adúltero o adúltera y provocarle
la muerte. Y sin embargo, Jesús, que era el profeta de la misericordia,
claro, le quieren poner una trampa. Se dice “cúmplase la ley”, “no tiene
misericordia”, “no se debe cumplir la ley”. Está desautorizando a Moisés y,
por tanto, tenemos de qué acusar.

En primer lugar, la respuesta de Jesús, el maestro, es “¿qué hacemos?”.


Y dice: “Bueno, el que esté sin pecado, o sea, que se crea que es mejor
que esta mujer, el que se crea que tiene categoría moral porque es
irreprochable y nunca ha hecho nada malo, que empiece”. Y claro, dice
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MEDITACIONES EN CUARESMA

que empezando por los más mayores y terminando por los más jóvenes,
se fueron retirando. A lo mejor tú no has matado nunca a nadie, no has
cometido adulterio o no has robado un banco, pero a nuestro nivel y
según nuestras capacidades, todos tenemos muchas cosas de las que
avergonzarnos. Todos tenemos una dimensión de nuestro ser que se
nos va de las manos, como una especie de abismo en el que aparece el
misterio del mal. Y si no fuera por la misericordia de Dios, por nuestras
circunstancias familiares, por la formación que hemos tenido, habríamos
hecho barbaridades y horrores mucho más grandes de los que hemos
podido hacer. Y por tanto, no somos mejores que nadie ni tenemos más
categoría moral que nadie. Y eso es como la primera enseñanza que nos
quiere dar Jesús.

Pero el segundo momento es cuando ya todos huyen y Jesús mira a la


mujer con cariño y le pregunta: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Quién
te acusa?”. Y bueno, ella dice: “Señor, pues no hay ninguno”. Dice: “Yo
no te condeno, pero no peques más”. Como diciendo: “No apruebo lo
que has hecho. No está bien lo que has hecho, porque has jugado con
un matrimonio. Lo has podido romper. Has faltado a una promesa de
fidelidad. Has roto algo que podía ser lo más sagrado, que es la familia.
Y con esas cosas, no se debe jugar. Pero yo no te voy a condenar porque
has sido valiente. No has querido excusarte. Has dado la cara. Has
reconocido tu debilidad”.

La gran enseñanza que subyace es que la misericordia llega después de


la justicia. Para que pueda haber misericordia, primero tiene que haber
reconocimiento de la culpa. Solo cuando el enfermo muestra su herida
al médico, este puede curarla. Pero si la esconde y niega tenerla, no
puede recibir sanación. Por tanto, creo que la enseñanza más profunda
de este Evangelio que vamos a escuchar hoy es que, como esta mujer
que cometió un gran error, confió en Jesús y le dijo: “Maestro, me he
equivocado”. No se disculpó, no puso excusas, no trató de justificarse.
Reconoció su error. Entonces Jesús dijo: “Como reconoces tu error, no
te voy a condenar. Pero no peques más”. En otras palabras, lucha contra
tus debilidades, no te rindas ante ellas. El hecho de que Jesús la haya
perdonado no significa que el pecado no sea importante o que no tenga
consecuencias. Sin embargo, estamos llamados por la gracia de Dios a
saber que somos amados en nuestra debilidad e intentar no volver a caer
en el pecado.
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MEDITACIONES EN CUARESMA

LUNES
YO SOY LA LUZ DEL MUNDO
(Jn 8, 12-20)

Es curioso cómo a todos los niños pequeños les suele dar miedo la
oscuridad, y de hecho quieren que haya una rendija de luz en el cuarto por
la noche, porque es normal que nos sintamos inseguros en la oscuridad.
Hemos sido creados para ver, por eso Dios nos ha dado ojos, y con ellos
podemos calibrar la realidad, sabemos que no vamos a tropezar ni a herir
a nadie.

Del mismo modo que existe una visión exterior, también hay una visión
interior. Necesitamos la luz exterior para poder ver los objetos, el camino,
y poder caminar con seguridad. Del mismo modo, necesitamos esa
luz interior para acertar en nuestros juicios y tomar las decisiones más
importantes de nuestra vida. Muchas veces, el Espíritu Santo actúa de
dos maneras: nos da luz, es decir, inteligencia interior para valorar las
cosas, y nos da fuerza para llevar a cabo lo que Dios nos pide.

Por eso, es bonito cuando el Señor dice a sus discípulos: “Yo soy la luz
del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida”. Necesitamos la luz de Cristo para iluminar nuestra conciencia,
alumbrar nuestro interior, y hacernos capaces de conocer la realidad no
solo con miras materiales o temporales, sino también pensando en los
demás y en toda la humanidad.

Por eso, es importante pedirle al Espíritu que nos conceda esa luz interior.
Esa luz del Espíritu Santo se revela siempre por medio del fuego. Cuando
los apóstoles recibieron la presencia del Espíritu Santo en Pentecostés,
aparecieron llamaradas de fuego que se quedaron encima de sus cabezas,
iluminando su entendimiento. Es el Espíritu de la verdad y del amor de
Dios, que nos ilumina.

Dios mío, cuántas veces en mi vida me he equivocado, cuántas veces he


tomado decisiones de las cuales me arrepiento. Señor, en momentos de
tentación, lo que más falta me va a hacer es esa luz interior para no volver
a equivocarme. No pretendo ser Superman o Superwoman, ni hacer
siempre todo bien, pero si por lo menos tengo la inteligencia suficiente
para saber cuándo acierto y cuando me equivoco, cuando las cosas me
69
MEDITACIONES EN CUARESMA

salen bien o mal, y no tengo esa soberbia que es la peor ceguera que
puede suceder en el corazón. Que tenga la capacidad de decir “estoy
ciego, me equivoco, tengo límites”, o que tenga la honestidad para decir
“contigo, Señor, voy a salir adelante”. Que Tú seas siempre la luz que nos
ilumine, y que no andemos nunca en esas tinieblas interiores que nos
hacen daño a los demás.

MARTES
SABRÉIS QUE “YO SOY”
(Jn 8, 21-30)

Es curioso cómo Jesucristo vincula el momento de su muerte. De hecho,


dice: “cuando elevéis a lo alto al hijo del hombre, sabréis que yo soy”.
Vincula el momento de la muerte con el momento de la manifestación de
su gloria, de toda su belleza y de todo su poder. Porque el poder de Dios
es mucho más que la Energía Atómica o que la energía del cosmos.

El poder de Dios es el poder del amor y solo cuando uno contempla a


Cristo crucificado, que está voluntariamente clavado en la Cruz por cada
uno de nosotros, y que él no se quiere desclavar, y que el amor de Cristo
por nosotros es más fuerte que nuestros pecados, es más poderoso
que nuestras traiciones, que nuestras debilidades. Entonces, mirando al
crucificado, podremos decir realmente: “tienes que ser Dios”, porque no
existe un amor tan grande en la tierra.

No puede existir humanamente hablando un amor tan ilimitado, un amor


tan incondicional como el tuyo. Haga lo que haga, pase lo que pase,
ocurra lo que ocurra, siempre me vas a querer. El amor es más fuerte que
la muerte, el amor es más fuerte que el pecado, el amor es más fuerte que
la traición. Y creo que todo ser humano que ha experimentado un amor
verdadero, esto lo sabe muy bien. Los enamorados lo saben muy bien, las
madres respecto a los hijos.

Cuando tú quieres a alguien de verdad, nada te puede impedir que le


quieras, ni siquiera sus propios errores. Por eso, claro, Jesús dice: “cuando
levantéis en lo alto al hijo del hombre, sabéis que yo soy”, sabéis que mi
70
MEDITACIONES EN CUARESMA

amor, el amor que os tengo, es un amor divino.

No es un amor puramente humano, sino que es un amor completamente


divino. Y esto es impresionante, fijaos que en Cuaresma, y ya pronto es
Semana Santa, vamos a contemplar a Jesucristo crucificado. Y no echarle
una mirada de “ay qué pena que dañó las espinas, qué pena lo que le
hicieron”, sino que es algo mucho más profundo. La decisión que tuvo
Jesucristo de subir al Madero de la Cruz y en ese Madero de la Cruz pedir
al padre experimentar cada instante, cada gota de dolor de cada ser
humano. Eso solo puede pasar en el corazón de Cristo, en el corazón de
Dios. Yo estuve en la Cruz y estuve porque Dios pensó en mí

En la Cruz, cuando él se dejó crucificar por cada uno de nosotros, por


cada uno de nuestros pecados, no estuvo presente en un instante que
prácticamente se hizo cósmico. No digo que infinito, porque la humanidad
es infinita.

Cada uno de nosotros estuvimos ahí. Y pues claro, es bonito porque la


señal del Cristiano no es un pececito o una Paloma. La señal del cristiano
no es el pan, sino que la señal del cristiano es la Cruz, porque la Cruz es
la expresión más nítida y clara de la inmensidad e infinitud del amor de
Dios por cada criatura humana, no solo por la humanidad en general, sino
por mí. Señor, me ponga como me ponga, haga lo que haga, peque lo que
peque, me enfade lo que me enfade, sé que siempre vas a estar conmigo,
sé que siempre me vas a querer. Y esto no significa aprovecharme
de tu amor, todo lo contrario, significa que puedo descansar en él y
que precisamente ese amor me va a llevar a querer corresponderte, a
no querer conformarme con mi mediocridad y de algún modo, querer
llenarme de ese estilo de amor para amar a mis hermanos con tu amor.

71
MEDITACIONES EN CUARESMA

MIÉRCOLES
SI EL HIJO OS HACE LIBRES, SOIS REALMENTE LIBRES
(Jn 8, 31-42)

La palabra “Libertad” es muy utilizada, especialmente en nuestros


tiempos, porque mucha gente cree que se trata de la capacidad de hacer
lo que se quiere, pero la libertad no es exactamente eso. La Libertad es
una cualidad que Dios nos ha dado para poder decidir y tomar decisiones
que nos comprometan. La gente habla mucho de libertad, pero no habla
de responsabilidad, es decir, de asumir las consecuencias de nuestros
actos. Por eso, Jesús dice a sus discípulos en el Evangelio: “Si conocéis
mis palabras, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

No hay cosa peor que la mentira, ni hay cosa peor que vivir en el miedo.
No hay cosa peor que estar como en una vida en la que no puedo elegir
y no puedo decidir quién quiero ser y cómo quiero responder a las cosas.
Pueden atarme con cadenas, encerrarme en una cárcel o taparme la
boca, pero en mi conciencia y en mi interior, nadie me puede prohibir
amar, ni decidir cómo posicionarme ante la vida y ante las personas. Por
eso, Jesucristo nos da la libertad, no como una facultad para hacer lo que
me apetece o lo que tengo ganas. La gente habla mucho de libertad y
confunde la verdadera libertad con el libertinaje. Sin embargo, a veces
hay mucha más libertad en aceptar las cosas que vienen y aceptarlas con
serenidad y mansedumbre, que en elegir las cosas.

¿Cuántas cosas en la vida no elegimos? No elegimos a nuestros padres, ni


cómo son nuestros hijos, ni cómo es nuestra naturaleza. Y sin embargo, no
dejamos de ser libres porque no nos pidan permiso o no nos dejen elegir.
No elegimos la enfermedad de una persona querida, no elegimos que nos
quiten un trabajo o que haga buen o mal tiempo. Sin embargo, podemos
elegir cómo interpretar las cosas y qué tipo de persona queremos ser.
Y por eso, Jesucristo es el autor de la verdadera libertad. Mientras que
otras personas nos darán slogans o recetas para ser más buenos o para
ser más auténticos, Jesucristo nos da su gracia, es decir, su presencia
interior. Nos hace vivir en la verdad y desde la verdad, poder decidir quién
queremos ser y vivir en la verdad, llamando a las cosas por su nombre. Lo
que está mal, está mal, y lo que está bien, por supuesto, está bien.

72
MEDITACIONES EN CUARESMA

De hecho, San Pablo, varios años después, cuando escribe la carta a los
romanos, dice que “Cristo murió para darnos la libertad de los hijos de
Dios”. Y luego el autor de la carta a los hebreos decía también que, claro,
Jesús en la cruz mató o venció al autor de nuestros miedos, porque todos
vivimos esclavos del miedo a la muerte, del miedo a tantas cosas. Y claro,
cuando una persona está presionada por el miedo, no es libre, no puede
decidir libremente.

Piensa cuáles son las cosas que te impiden ser tú mismo, piensa cuáles
son las cosas que te quitan libertad, qué miedos, qué equivocaciones,
sobre qué mentiras has cimentado tu vida y pídele a Jesucristo que se
quede más cerca de ti, que entre más en tu corazón y te enseñe a ser
libre. Ser libre es arriesgado, significa asumir las consecuencias de mis
actos, pero es lo más grande y bonito que puede hacer el ser humano,
porque la libertad es el comienzo del amor.

JUEVES
ABRAHAN SALTABA DE GOZO PENSANDO VER MI DÍA
(Jn 8, 51-59)

Jesús debió decir a los que le escuchaban en ese momento que él es


anterior a Abraham, y que Abraham intuyó la promesa que le decía el
Dios que lo llamó a salir de Ur. “Sal de tu tierra”, le dice Dios a Abraham,
“y haré de tu descendencia un pueblo más numeroso que las estrellas
del cielo y las arenas del mar”. Abraham lo creyó, pero sabía que esa
estirpe suya no tenía que ser necesariamente biológica, sino que era una
descendencia por la fe.

Entonces, llevamos a Abraham nuestro padre en la fe, porque Abraham


es el modelo del creyente, es el modelo del hombre que deja todo, que
arriesga todo, que apuesta todo por una palabra que alguien que lo
conocía lo empezaba a conocer, pero que le inspiraba una grandísima
confianza que alguien le había pronunciado. Me pregunto a veces si
nosotros sabemos tener fe, y no solamente tener fe en Dios, sino tener fe
en las personas que viven con nosotros, en las personas que nos atienden.
Claro, porque fijaos, vivimos en todo momento en una desconfianza
73
MEDITACIONES EN CUARESMA

absoluta. Desconfiamos de las autoridades, de los médicos, de los


bancos, de la policía, de los jueces. Es decir, se nos ha inculcado una
cultura de la desconfianza. Aquí, el ser humano al final tiene que confiar
en alguien, y esas personas, a veces superdesconfiadas, que tienen
miedo de ser engañadas, de ser dañadas, de que se aprovechen de ellas,
claro que todo eso puede pasar. Confíar supone un riesgo, pero donde no
hay confianza, al final, lo que hay es un mercantilismo: “saco un beneficio
de ti, lo utilizo para lo que me interesa”. Donde no hay confianza, puede
haber mucho daño, y no hay relaciones verdaderamente humanas. Por
eso, decimos que Abraham es nuestro padre en la fe, porque Abraham
nos enseñó a confiar.

Abraham es el que realmente puso todo su patrimonio, todo su futuro,


todos sus sueños en la palabra de Dios y en lo que Dios le invitaba a hacer.
Podríamos preguntarnos, con motivo de esta palabra de vida: ¿quién es
digno de confianza para mí? ¿Mis padres, mis mejores amigos, mis hijos,
mi esposa, mi esposo? ¿O vivo tan rodeado de desconfianza que, al final,
sospecho y, a la más mínima cosa, me altero y salto, porque me habrán
dicho esto o me habrán dicho lo otro? Al final, el que no confía no descansa.
Y sobre todo, sabemos confiar en Jesús de Nazaret. Sabemos que él tiene
palabras de vida eterna y que sus palabras son tan verdaderas y firmes
que es lo único en lo que puedo confiar, el único que, en definitiva, sé que
no me va a fallar y sé que se van a cumplir con exactitud todas y cada una
de sus promesas, todas y cada una de sus palabras. Por eso, ser firme en
la fe, ser fuerte en la fe, ser un hombre creyente, es ser un hombre que
confía plenamente en las palabras de Jesús. Y así, Abraham saltó de gozo,
porque efectivamente, Abraham sabía que iba a tener una descendencia
maravillosa por la palabra de Dios y por la palabra de Jesucristo, quien iba
a ser su descendiente.

74
MEDITACIONES EN CUARESMA

VIERNES
INTENTARON DETENERLO, PERO SE LES ESCABULLÓ
(Jn 10, 31-42)

Jesús es alguien que provoca, y sigue provocando en algunas personas


una especie de rabia o manía. Bueno, eso es lo que de algún modo suscita
la Iglesia, y no solamente por los pecados de los miembros. Tener manía
a la Iglesia porque los curas son un horror o porque hacemos las cosas
mal no tiene ningún mérito, pero hay mucha gente a la que le molesta que
protejamos a la gente más débil, que digamos que los niños no nacidos
tienen derecho a la vida, que la eutanasia es un horror espantoso, que la
castidad es una virtud que hay que vivir, y que un joven puede enamorarse
de otro joven de modo limpio y fundar una familia estable para siempre.
Parece que las propuestas de una vida, la que propone Jesús de Nazaret,
basada en los mandamientos, en el derecho natural y en lo que es la
naturaleza del hombre, enfurece a algunas personas.

De hecho, Cristo en su momento suscitó controversias, rabia y, de hecho,


los sumos sacerdotes y los fariseos lo detuvieron para asesinarlo porque
le tenían rabia y se ponían muy nerviosos por sus enseñanzas. Y así ha
pasado generación tras generación, porque como Jesucristo sigue vivo en
su Iglesia, Jesucristo sigue vivo en sus santos y sigue interviniendo en la
historia a lo largo de todos los siglos. Ser cristiano significa ser polémico,
significa ser incomprendido, significa ser perseguido.

De hecho, la Iglesia es la iglesia de los mártires. Los mártires son los


testigos de Cristo que están dispuestos a derramar su sangre por todos
aquellos que tienen rabia, fobia o manía a Jesucristo, nuestro maestro y
nuestro señor. Hace no muchos años, asesinaron a unos cristianos en el
mar Mediterráneo, en la playa. Unos radicales fanáticos les degollaron e
incluso lo grabaron, y todos murieron con el nombre de Jesús en los labios.
Simplemente su delito había sido creer en Jesús y ser discípulos de Jesús.
Cuántas veces, hermanos nuestros en otros países muy lejos de España,
padecen el martirio por el nombre de Jesús. Y es que efectivamente, ser
coherente y vivir de la mano de Cristo va a causar que a veces la gente
nos coja manía y se enfrente a nosotros, nos cuestione o nos ridiculice.

Hay muchos modos de perseguir a Jesucristo: se reían de él, lo querían


detener, pero Jesús se escabulló de sus manos, como diciendo: “Yo
75
MEDITACIONES EN CUARESMA

muero cuando yo quiero morir. Nadie me quita la vida. Yo la entrego


libremente”. Y eso es como el gran valor de la vida de Cristo. Igual que un
mártir es alguien que se tiene que morir, entrega libremente su vida. No
va atado, chillando y diciendo: “¡Qué raro lo que me estás haciendo!” Es
muy impresionante ver a estos hombres cristianos en oriente de rodillas
rezando, diciendo el nombre de Jesús, no rebelándose, sino aceptando su
muerte por el nombre de Él.

Por eso, debemos saber que habrá siempre personas a las cuales el
nombre de Jesús, las enseñanzas de Jesús y la vida de Jesús les enfadarán.
Pero eso no significa que debamos dejar de creer y de ser sus discípulos.

SÁBADO
PARA REUNIR A LOS HIJOS DE DIOS DISPERSOS
(Jn 11, 45-57)

Esto es, en definitiva, la razón por la cual Jesucristo toma la carne humana,
muere en la Cruz y resucita, porque en una humanidad dividida por las
guerras, la codicia, el pecado y las ambiciones en clanes y situaciones
de enfrentamiento, Jesús quiere dar unidad a la humanidad, quiere que
los hijos de Dios - porque todos los hombres somos hijos de Dios - nos
unamos.

De hecho, en la Iglesia decimos que es el sacramento universal de la


salvación, un signo para todos los pueblos de que Jesucristo es el Dios
que ha tomado la carne, que ha muerto en la Cruz y que nos da la vida
eterna.

Frente a los momentos tan terribles de la guerra, el enfrentamiento y la


crispación que estamos viviendo ahora, qué importante es la unidad y
qué importante es que nosotros, como cristianos y discípulos de Jesús,
seamos constructores de unidad. Ser creyente no supone dividir, ser
creyente cristiano significa precisamente valorar a todo, significa aceptar
las diferencias, significa respetar y, por supuesto, hacerse respetar. Pero
claro, el cristiano no es un anti nada ni a nadie que vaya ahí con las porras
atacando. A lo mejor, a lo largo de la historia de la Iglesia, se han podido
76
MEDITACIONES EN CUARESMA

cometer errores bélicos o errores de imponer las doctrinas, pero eso no


tiene que ver con Jesús de Nazaret. La metodología que hemos utilizado
los cristianos, a veces, no ha sido cristiana, pero siempre ha habido santos
que nos han enseñado a rectificar, siempre ha habido enseñanzas de la
Iglesia que nos han orientado hacia el mejor modo de vivir el Evangelio.
En definitiva, Dios quiere la comunión de todos los hombres, la unión de
toda la humanidad entre nosotros y, por supuesto, con él, porque somos
verdaderamente hermanos. Cuánto insiste el Papa Francisco en esa
fraternidad, somos hermanos porque tenemos un padre común.

Claro, sin la paternidad de Dios, no puede haber fraternidad, para que


haya hermanos tiene que haber un padre, una madre. Nosotros, igual,
somos hermanos no porque tengamos naturaleza humana todos, sino
porque todos somos realmente hijos de Dios y, además, Cristo, muriendo
en la Cruz, nos hizo hijos en él, nos dio esa filiación divina como un título
especial que no es por el mero hecho de ser humanos, sino porque ha
derramado su sangre por nosotros y a todo aquel, decía San Juan en el
prólogo de su Evangelio, a todo aquel que le recibe le da el poder de ser
hijo de Dios, no nacido de la carne y de la sangre, sino nacido de la fe.
Por eso, el Domingo de Ramos, estas grandes fiestas de nuestra salvación,
todo esto Jesucristo lo hizo para que tuviéramos plena comunión con Dios,
para que tuviéramos plena comunión con nosotros y para que tuviéramos
una armonía, una unidad de vida interior, que no tenemos que vivir en una
doble vida, en una doble cara, por un lado así puedo, sino para tener esa
unidad.

Donde hay unidad, siempre está Dios. Donde hay división, siempre está el
demonio. Por eso, la reunión de los hijos de Dios que estaban dispersos, la
reunión de todos los elementos divinos que hay en mí, es el gran objetivo
y es la razón por la que Jesús muere y resucita

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SEMANA SANTA

78
MEDITACIONES EN CUARESMA

DOMINGO DE RAMOS
BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR
(A: Mt 21, 1-11; B: Mc 11, 1-10; C: Lc 19, 28-40)
Los niños hebreos, llenos de entusiasmo, se enteran de que Jesús va a
entrar en Jerusalén desde el monte de los olivos. Cogen palmas y ramos
de olivos y le aclaman como el caudillo libertador.

La desgracia del gran pueblo de Israel es que entendieron que el Mesías


que tenía que llegar era un líder político, un líder militar, un caudillo que
iba a conducir al pueblo hacia la verdadera libertad. Sin embargo, Jesús
entra en Jerusalén para enfrentarse al verdadero enemigo, no solo de
Israel, sino el enemigo de la humanidad, que es Satanás. Es la mentira de
Satanás la que provoca la muerte.

En el Domingo de Ramos, en las misas, aparte de una procesión previa


que, si se puede, se lleva a cabo, el Evangelio va a ser especialmente largo
porque se va a leer toda la pasión. Tiene una fuerza, una profundidad y una
grandeza impresionantes. Vamos a ver a ese Jesús sereno enfrentarse a
su hora. Viene a la tierra exclusivamente por amor. Si efectivamente quiere
manifestarnos su amor, compadeciéndose de nosotros, sintiendo lo que
sentimos, compartiendo nuestro destino, es decir, también asumiendo
la muerte. Aunque él no había cometido pecado, se hace solidario con
todos los pecadores para que nosotros también podamos ser solidarios
con su destino, que es la vida.

Por eso la Semana Santa es tan profunda. Probablemente es el momento


más bello de todo lo que es el año litúrgico y de toda la vida del cristiano.
En muchos lugares de España y en todos los países, salen imágenes de
Cristo crucificado o de Cristo cargando con la Cruz. Salen imágenes de
María Santísima llena de dolor porque solo ella comprendió la magnitud
de la tragedia que iba a suceder en el árbol de la Cruz. Son días de
contemplación, son días de profundizar, sobre todo son días de pensar:
“Dios mío, cuánto me has amado, cuánto me has querido”. Quieres
derramar tu sangre voluntariamente para que cada gota de tu sangre
desintegre cada uno de mis pecados que he cometido tristemente.

La Semana Santa no son unas fiestas tristes, como algo lúgubre. Lo


importante es la muerte de Jesús, sin duda alguna. La muerte de Jesús es
79
MEDITACIONES EN CUARESMA

muy impactante, pero es que Jesús muere para poder resucitar. Jesús se
enfrenta a la muerte y se deja vencer aparentemente por ella para que,
asociada a nuestra derrota, nos asocie a su victoria y, por tanto, claro, el
final es resurrección, el final es vida, el final es luz, el final es eternidad
y el final es efectivamente la victoria definitiva sobre el único problema
que la humanidad nunca ha podido resolver, que es el problema de la
muerte. Esa gran tragedia, esa gran injusticia que nos golpea a todos.
Acompañemos, pues, estos días con todo el fervor que seamos capaces.
Acompañemos a nuestro Salvador y digamos como los niños hebreos:
“Bendito el que viene en nombre del Señor”, que viene a mi alma que es
Jerusalén.

LUNES SANTO
DÉJALA; LO TENÍA GUARDADO PARA EL DÍA DE MI SEPULTURA
(Jn 12, 1-11)
Una mujer estaba muy agradecida a Jesucristo porque había encontrado
el tesoro del amor de Cristo, esa misericordia para con sus pecados. Quiso
gastar una cantidad desorbitante de dinero en ungir a Jesús y perfumarle.
De hecho, cuando Judas se enfadó, se preguntó: “¿Qué hace esta mujer?
¡Es una barbaridad! Se podría haber dado ese dinero a los pobres”.

Jesús se puso del lado de la mujer y dijo: “Déjala, porque ella está
adelantándose a mi sepultura. A los pobres, desafortunadamente,
siempre los tendréis con vosotros, pero a mí ya no me veréis de un modo
visible, físico y real, como me estáis viendo ahora. Solo me veréis después
en la Santísima Eucaristía”. Jesús, por supuesto, agradeció el gesto de
generosidad de la mujer, que había conocido el amor de Cristo y había
sido tan impactada por él que entendió que nada en su vida valía más que
estar con él y que nada en su vida valía más que darle gloria.

Imagínate que el Señor nos dijera: “¿Y si vendieras tu casa, tus posesiones
y dejaras el banco para dármelo todo?” Por supuesto, el Señor no quiere
que hagamos eso, pero sí quiere que comprendamos que en nuestra vida
no puede haber nada más importante, grande o serio que el amor por
Cristo. Debemos comprender ese amor que Cristo tiene por nosotros.

80
MEDITACIONES EN CUARESMA

De hecho, San Pablo dijo: “Todo lo estimé perdido comparado con la


excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”. Es un gran privilegio que
tenemos los cristianos el saber cómo son las entrañas de Dios. Es verdad
que el Dios eterno, el Dios creador del cosmos, el Dios que es espíritu
puro, es difícil de hablar de él, pero el Dios que se manifiesta en el corazón
de Jesús, que nos habla de filiación, de perdón, de misericordia, de cariño,
es el mismo que nos habla con la parábola del hijo pródigo y con ese
padre que nos abraza y nos besa.

Por eso, es importante que sigamos el ejemplo de esta mujer y


comprendamos que Jesucristo es lo más grande, lo único necesario en
nuestra vida. Las personas pasan, el dinero se tiene o no se tiene, la salud
mejora o empeora, las cosas pasan, pero Jesucristo permanece. Ni el
dinero, ni la salud, ni las personas nos dan la vida eterna, solo Jesús nos
la da. Si queremos amar por la eternidad, estar con los nuestros por la
eternidad, tener un alma joven y limpia por la eternidad, solo necesitamos
a Jesús. Por eso, ojalá que podamos repetir cada día este gesto tan bonito
de la mujer, simplemente diciéndole a Jesús: “Sigue siendo lo mejor, sigue
siendo lo más grande y sigue siendo lo más importante que ha pasado
en mi vida”.

MARTES SANTO
UNO DE VOSOTROS ME VA A ENTREGAR
(Jn 13, 21-33. 36-38)
Qué bien sabía el señor el futuro, que bien sabía el señor cómo Judas,
a través de un beso, le iba a traicionar. Qué bien sabía el Señor que el
mismo Pedro que se puso muy valiente. “Yo jamás te dejaré, Señor”. Mira,
Pedro, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces, y sin
embargo, dice: “Cuando te recobres, confirma a tus hermanos”.

Es muy impresionante, por ejemplo, cuando uno se confiesa y se va


todo arrepentido de la confesión. Uno piensa: “Ojalá que nunca más
pequé, ojalá que nunca más meta la pata. Me gustaría hacerlo bien”. Y sin
embargo, Jesús, conociendo nuestro futuro, sabiendo todos los pecados
que todavía nos quedan por cometer, cada vez que nos arrepentimos,

81
MEDITACIONES EN CUARESMA

nos sigue perdonando, sigue apostando por nosotros, sigue confiando


en nosotros, como confiaba en Simón Pedro, aunque sabía que Pedro
le iba a traicionar. Y seguro que si Judas se hubiera arrepentido y dicho:
“Maestro, es que me he equivocado. He sido un egoísta, un avaro, un
codicioso”, hubiera confiado en él como apóstol. Es que Jesús conoce
nuestra debilidad, conoce nuestro futuro, y aun así, sabiendo que le
podemos volver a traicionar una y mil veces, Él sigue confiando, sigue
apostando por nosotros, sigue viendo dentro de cada uno de nosotros
un potencial de belleza, de fuerza, de grandeza, pues muy grande. Y por
eso, qué bonito como Jesús, en esta última cena, les avisa: “Chicos, no os
preocupéis. Vais a ser débiles, vais a pecar, vais a ser cobardes. Me vais a
abandonar todos. Uno incluso va a recibir dinero para poderme entregar”.
Y aun así, aquí estáis conmigo. Aun así, os doy la comunión, aun así, os
confío en mi iglesia y os confío las almas, porque confío en ti.

¿Cuántas veces hemos escuchado que tenemos que aprender a confiar en


Dios? Pero podemos confiar en Dios porque él ha confiado previamente
en nosotros. Él apuesta por el hombre, apuesta por los ministros de su
iglesia, apuesta por los jóvenes que son valientes y quieren entregarle su
vida, apuesta por las familias cristianas. Y efectivamente, Dios nos entrega
unos tesoros. “Dios mío, ¿por qué confías tanto en mí si sabes que puedo
traicionarte?”, y creo que esto es algo que nos tiene que hacer reflexionar
para decir: “Señor, que nunca pierda la esperanza”. Qué fácil es cansarse,
qué fácil es decir “Yo no sirvo”, qué fácil es decir “Bueno, señores, que yo
no tengo madera de santo”. Y es que mis debilidades no son únicas. Si
comparo mi vida con otras personas cuando leo las biografías, no sé de
San Agustín u otros santos muy pecadores que después se convirtieron,
pero claro, yo me convierto y luego por delante vuelvo a pecar. Y se llama
Jesús, que dice: “Hasta el último aliento de tu vida, hasta el último latido
de tu corazón, no pierdas la esperanza.

Yo te puedo llenar en un instante de todo mi amor, con tal de que tú


lo desees. No te rindas, no digas “yo voy al montón de los mediocres”
y voy al montón de los vulgares, de los que no valen nada”. Sería una
pena, si Jesús dijo esto a todos sus apóstoles, incluido a Judas, incluido a
Pedro, también te lo dice a ti. Yo, aunque sé que tienes pecados, aunque
sé que tienes un futuro defectuoso, apuesto por ti porque veo en ti cosas
preciosas que puedes llevar a término.

82
MEDITACIONES EN CUARESMA

MIÉRCOLES SANTO
¡AY DE AQUEL POR QUIEN EL HIJO DEL HOMBRE ES ENTREGADO ¡
(Mt 26, 14-25)
Hay un tema muy dramático en la vida humana, y es que el ser humano,
con su libertad, puede construir o destruir. El ser humano puede pedir
perdón o puede enrocarse en una postura soberbia y no querer salir
de ella. Por eso, aunque el Señor sea todo misericordia, comprensión y
cariño, Él entiende que seamos débiles e incluso que seamos traidores,
pero lo que el Señor no puede hacer es quitarnos la libertad. Y ese fue el
gran pecado de Judas.

Judas no creyó en la misericordia y no creía que podía ser perdonado. Se


enrocó en una postura soberbia al decir “es que tengo razón”, “es que nos
ha decepcionado”, “es que lo mío no tiene ya remedio” porque le había
traicionado. El pobre Judas terminó quitándose la vida en un ataque de
desesperación, muy consciente de sus actos. Por eso, el Hijo de Dios dice
“Ay de aquel que me va a entregar”. Pero qué pena me da aquel que ha
querido traicionar y que ha sido muy consciente. Judas fue además muy
avisado, pero maquinó, preparó y tramó todo hasta que al final tuvo ese
encuentro con los sumos sacerdotes y aceptó esas 30 monedas malditas.
Al final, quiso hacer un arreglo, pero se dio cuenta de la magnitud de
lo que había hecho mal. En vez de volver a Cristo y decir “Señor, te he
entregado, perdóname”, no quiso volver y ser mirado por Cristo en su
pecado. Simón Pedro lloró amargamente y se dejó mirar por Él, pero
Judas no quiso ser mirado por Cristo en su pecado.

A nosotros nos corresponde pedirle al Señor que nos mire en nuestro


pecado, fracaso y miedo, y que con Su mirada restituya nuestra dignidad.
Entonces, claro, si Judas hubiera tenido un solo instante para decir “pero
el Maestro habla de la misericordia”, quizás habría podido acceder al
perdón. Pero él se cerró, cogió del Maestro unas cosas y no quiso tomar
otras. Al final, por esa imagen tan distorsionada que tuvo de Jesús, no
pudo acceder al perdón. Decía “Señor, todos los pecados se perdonarán,
menos los pecados contra el Espíritu Santo”. Y cuáles son aquellos
pecados que yo no quiero que se me perdonen, que sabiendo que
están mal, sabiendo que he cometido un error, por mi soberbia y siendo
inteligente y libre, sigo empeñado en que no quiero que esos pecados se
perdonen. Ojalá que el Señor nos conceda a todos ese quebrantamiento
83
MEDITACIONES EN CUARESMA

del corazón que sí le concedió a San Pedro y a Judas, pero que Judas no
aceptó. Cuando el Señor te invite, deja que Él triture tu corazón para que
en ese corazón roto entre la misericordia.

JUEVES SANTO
LOS AMO HASTA EL EXTREMO
(Jn 13, 1-15)

El Jueves Santo, la Iglesia da comienzo al Triduo Pascual, invitándonos a


contemplar la última cena. En ella, Jesús anticipa sacramentalmente lo
que iba a ocurrir en la Cruz y, por supuesto, en la resurrección, es decir,
el acto supremo de entrega a la humanidad. Por eso, San Juan, que no
describe la última cena sino simplemente el lavatorio de los pies, resume
la vida de Cristo diciendo: “Habiendo amado a los suyos que estaban en
el mundo, los amó hasta el extremo”, los amó hasta el final. Este es como
el gran reto del cristiano: de la mano de Cristo, mirándole a él, dejando
que Cristo sea el protagonista, llegar hasta el extremo del amor, llegar
hasta las fronteras en las que no nos quede nada en el corazón porque lo
hemos dado todo.

Por eso, cuando Jesús nos invita en ese mandamiento nuevo que “os
améis unos a otros como yo os he amado”, en esto conocerán que sois mis
discípulos, si os amáis, es ni más ni menos que la invitación a dejar que
el amor que él nos regala, que es el amor del Espíritu Santo, suceda en
nosotros. ¿Cómo puede una pobre criatura llegar a amar hasta el final en
medio de sus debilidades, sus pobrezas, sus miedos y sus inseguridades?
Es dejando que sea el mismo amor de Dios, que reposa en nosotros y que
se nos dio en el bautismo, el protagonista de nuestra vida.

Hoy es un día impresionante para no solamente contemplar a Cristo,


sino empaparnos de Cristo. Hoy, la Iglesia nos invita a participar en
los oficios de la cena del Señor y, si es posible, visitar monumentos y
adorar la Santísima Eucaristía. Recordando que el Jueves Santo, el Señor
instituyó el sacramento del sacerdocio y cuántos regalos nos ha hecho
Dios, espirituales, cuántas gracias, cuántas ayudas que recibimos cada
día y qué tal no valoramos lo suficiente. Pero, sobre todo, centrémonos

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MEDITACIONES EN CUARESMA

hoy en esa súplica que después se hará el Señor después de la cena,


en Getsemaní, a sus amigos más íntimos. “Velad y orad conmigo,
acompañarme, no me dejéis solo en mi pasión, quiero morir por vosotros,
pero para ello necesito vuestra compañía, necesito que estéis conmigo”.
Y creo que ojalá saliera de nuestro corazón esa respuesta sencilla pero
auténtica: “Señor, desde mi fragilidad, desde mi pequeñez, desde mi
miedo, desde mis limitaciones, quiero acompañarte en tu pasión, quiero
agradecerte, quiero estar contigo para que después siempre estemos
juntos en el cielo”.

VIERNES SANTO
¡DIOS MÍO, DIOS MÍO¡, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?
(Jn 18,1-19,42)
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Esta es la súplica, la
pregunta, la expresión más desgarradora del dolor del alma de Cristo. Es
verdad que el ser humano puede acumular muchas heridas, miedos y
dificultades, pero en el fondo, el más terrible de los dolores es la ausencia
de Dios, el desconcierto de pensar que la vida es solo unos años, unas
vivencias, unas experiencias, y después, la nada.

Sabemos, por la revelación, que Jesús quiso experimentar en su corazón


todo el dolor de la humanidad, y entre todos esos dolores, la impresión
del abandono de Dios es una de las más fuertes. Sin embargo, Dios no
nos puede abandonar. Santo Tomás de Aquino decía que si Dios dejara
de amarnos por un solo instante, pasaríamos a la nada, dejaríamos de
existir, porque lo que nos mantiene en la vida es el amor de Dios, que es
irreversible y para siempre.

Aun así, en el Viernes Santo, en el que acompañamos a Jesús en su


vía crucis, en ese juicio tan injusto ante los sumos sacerdotes y ante el
gobernador romano, hoy acompañamos a Jesús en el abandono de sus
discípulos y en los insultos. Hagámonos, de algún modo, solidarios del
dolor de Cristo, intentemos asomarnos por unos instantes a ese océano
de sufrimiento en el que él se zambulló por nosotros. Cristo, como cordero
inocente, asume las consecuencias del pecado, asume nuestro mismo
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MEDITACIONES EN CUARESMA

pecado y experimenta la amargura y el dolor de cada pecado cometido


por cada ser humano. “Clama al corazón del hombre: Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?”. Pero cuánto nos ha amado, cuánto le importamos,
cuánto nos quiere.

Es fácil refugiarse en decir que lo hizo por la humanidad, pero San Pablo
lo singularizaba y decía: “Me amó y se entregó por mí, me quiso a mí,
subió a la cruz por mí, en la cruz él pensó en mí, me tuvo presente de algún
modo”. Hoy, Viernes Santo, es un día para conmovernos y para adorar
al Señor y a la Santa Cruz. Escucharemos su pasión y nos uniremos en
oración para agradecerle y adorarlo. Es un día para decirle con mucha
sinceridad: gracias, Jesucristo, gracias porque te importo tanto, gracias
porque tú eres el único que me quiere incondicionalmente, gracias por
cada instante de tu cruz que fue por mí. No puedo mirar alrededor, yo soy
de algún modo parte de tu cruz, Señor, y por eso hoy quiero estar contigo,
quiero agradecerte, quiero adorarte y no dejar nunca de admirarme del
amor tan impresionante que nos tienes.

SÁBADO SANTO
SILENCIO

Hoy, la creación del cosmos queda asombrada y en silencio ante la


muerte de nuestro redentor. El viernes dejamos el cuerpo de Jesús en el
sepulcro y hoy, un gran silencio porque el Señor desciende al infierno, un
gran silencio porque el Señor baja a lo profundo del abismo de cada ser
humano y allí se encuentra con el misterio de nuestra iniquidad y del mal.
Es un silencio mariano, puesto que es María quien sostiene ahora a esa
comunidad frágil, a esos discípulos que, aunque vieron la Cruz, quieren
regresar con ella. Solo falta Judas, quien no creyó en la misericordia. Los
demás están todos en silencio, desconcertados y rotos cerca de la Virgen
María.

El Sábado Santo no hay ninguna celebración. La Iglesia se queda


silenciosa, a la espera. La Iglesia mira a María, quien es la madre de la
esperanza y de la misericordia. La Iglesia acompaña a María y de algún
modo quiere tomar fuerzas de ella. Hoy, el Señor sepultado, el Señor en
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MEDITACIONES EN CUARESMA

una tumba, es aquel que, aun así, sigue gobernando, sigue cuidando y
sigue amando a toda la humanidad. Por eso, sí es el día del gran silencio.

Es el día en que todos los creyentes nos podemos preguntar: ¿Pero qué
hemos hecho? ¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo puede ser que el Redentor,
que tanto nos amó, solo haya encontrado desprecios, burlas, rechazos e
indiferencias en los corazones de los hombres? Y frente a ese silencio,
una presencia. Frente a ese silencio, una esperanza. Frente a ese silencio,
una promesa. Solo el corazón de María estaba firme en las palabras de
Jesús, en sus palabras de vida. Entonces, solo María sabía lo que iba a
ocurrir. Que ella conociera la gracia de la resurrección no le quitó ni una
gota de dolor, pero ella esperó contra toda esperanza.

Madre mía, madre de todos los hombres, cuando todo lo pierda, cuando
todo me falte, cuando realmente la vida me invite a desesperarme porque
creo que lo he perdido todo, recuérdame, madre, que nunca se pierde
porque siempre estará Él, sus palabras, sus promesas y su cumplimiento
fiel a la voluntad del Padre.

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MEDITACIONES EN CUARESMA

DOMINGO PASCUA DE RESURRECCIÓN


HA RESUCITADO

“Ha resucitado, parece un sueño. Parece el final de una historia maravillosa


en la que queremos que gane la justicia, queremos que gane la verdad,
y sin embargo es mucho más que un sueño. Es un hecho histórico que
sucede en la historia: nuestro Señor Jesucristo ha vencido a la muerte. Es
su carne glorificada, son sus huesos, sus ojos, sus manos, su cabello, sus
labios, es toda su corporalidad la que vuelve a la vida. Él es el primero de
los resucitados, y después de él, todos aquellos que le hemos conocido,
que le hemos acogido, que le hemos querido amar, estamos invitados
a participar en la gloria de su resurrección. La victoria de Cristo no es
solamente su victoria, sino nuestra victoria, puesto que hemos sido
asociados a esa gesta, a esa heroicidad, a ese combate triunfal en el que,
porque se entregó voluntariamente a la muerte, recibió del Padre esa
gracia, ese don de la vida que ya no puede. Por eso, la iglesia hoy se goza,
los creyentes hoy nos alegramos, porque en la resurrección de Jesucristo
está la respuesta definitiva a todos los interrogantes, los miedos, a todas
las fragilidades, inseguridades que pueden habitar en nuestro corazón.

La resurrección de Cristo da significado a nuestra vida, da valor a nuestro


sufrimiento, en definitiva, es la mejor noticia, es la gran noticia, es el
acontecimiento central de la historia de la humanidad. Porque, si bien
es cierto que la humanidad fracasa en ese primer intento, triunfa en la
naturaleza humana de Cristo, y por eso el Padre ha querido decirnos
por medio de la resurrección que sí, que todo es cierto, que todo lo que
Él prometió, que todo lo que Él dijo, que todo lo que Él enseñó queda
autentificado por el Ministerio glorioso de su resurrección. Pensar que
viviremos con la carne, pensar que abrazaremos, reiremos, sentiremos,
gozaremos físicamente también es algo maravilloso. Y por eso, en la
resurrección de Cristo, el corazón tiene su última esperanza. Mirar al
Resucitado y pensar que todos aquellos que hemos amado, a los que
aparentemente hemos perdido, estarán junto a nosotros eternamente
junto con Aquel con mayúscula que nos amó.

No es un sueño, es una realidad. No es una promesa inútil, sino que es


nuestro destino definitivo. Y por eso, hoy la iglesia exulta, se alegra, canta,
y la palabra “aleluya” resonará durante 50 días en nuestro corazón. Es
verdad, el Señor ha resucitado.”
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SOLEMNIDAD DENTRO DE
LA CUARESMA

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MEDITACIONES EN CUARESMA

19 DE MARZO
SOLEMNIDAD DE SAN JOSE, ESPOSO DE LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARIA
TU PADRE Y YO TE BUSCAMOS ANGUSTIADOS
(Lc 2, 41-51a)

La solemnidad de San José, patrono de la Iglesia universal y esposo de la


Virgen María, quien hizo las veces de padre de Jesucristo en la tierra, es
maravillosa. El Papa Francisco promulgó hace unos años un año Santo
Josefino, pidiendo a toda la iglesia que mirara a San José como un modelo
que cuida de una familia, que se ocupa más que se preocupa, no solo de
las cosas materiales, sino también de las cosas espirituales.

La vida de San José consistió en servir, estar al servicio de los demás y


pasar desapercibido, sin ningún afán de protagonismo. El Evangelio no
guarda ni una sola palabra de José, pero lo más importante que le pasó
en su vida fue ser un servidor que estuvo a la disposición de los planes de
Dios. Todo ello lo hizo con sinceridad, sencillez y en comunión siempre
con el Señor y con la Madre de Dios, su esposa María Santísima.

Todos debemos mirar a San José, ya que su vida tiene enseñanzas


profundísimas. Los Santos nos indican cuál es el camino a seguir, no
tenemos que imitarlos exactamente en todos los detalles, pero sí nos dan
principios generales, valores y puntos de referencia definitiva. En función
de esos puntos de referencia, configuraremos nuestra vida.

San José fue responsable, protector, abandonado a la voluntad de Dios,


modelo del que sufre justamente, pero no se rebela contra los planes del
Señor, enamorado, cuidadoso, diligente, es decir, un gran trabajador. Este
Santo tenía tantas virtudes, pero las mencionaba en silencio. A veces, el
mejor modo de comunicar lo que sentimos es mediante nuestras obras,
porque las obras hablan mucho más alto que las palabras, revelando lo
que somos, pensamos, vivimos y queremos encarnar para los demás.

Debemos preguntarnos qué dicen nuestras obras de nosotros, en qué


estamos gastando nuestras energías, tiempo, cualidades y facultades, ya
que eso es lo que nos define, no lo que queramos que piensen los demás.
Las obras de San José son mucho más elocuentes que cualquier palabra
humana. Por eso, debemos pedirle a este Santo que nos enseñe a entregar
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MEDITACIONES EN CUARESMA

la vida, a darlo todo sin protagonismos ni palabrerías, con hechos más


que con dichos.

25 MARZO
SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
CONCEBIRÁS EN TU VIENTRE Y DARÁS A LUZ UN HIJO
(Lc 1, 26-38)
Una de las solemnidades más bellas e importantes de la historia de la
salvación es la Anunciación del Señor y la Encarnación del Hijo de Dios.
Lo más importante que ha sucedido en el cosmos es que Dios se ha
hecho parte del universo tomando carne humana en el vientre de María.
Con el “sí” de María, con ese “hágase en mí según tu palabra”, se pone en
marcha un mecanismo, una nueva creación, un nuevo cosmos distinto
del anterior en la carne nueva de Jesucristo. Todo sucedió en silencio, en
una cueva o vivienda en una esquina del mar Mediterráneo, donde vivía
una joven judía llamada María. María conocía las profecías y, al vivir sin
pecado original y estar pendiente de las cosas de Dios, escuchó su voz
y dijo “sí” al plan de Dios. Hoy, en la fiesta de la Anunciación, admiramos
la grandeza de Dios, quien puede hacerse pequeño y convertirse en
una molécula mínima y microscópica, siendo ya un ser humano y
parte de ese cosmos. También es un día precioso para agradecer a la
Virgen su generosidad, ya que al decir “sí” a Cristo, también aceptó las
consecuencias de ser humano y las consecuencias de amar a un hijo
que iba a morir. María fue muy valiente al enfrentarse al plan de Dios y
aceptarlo sin poner condiciones ni exigir nada, con una total sencillez.

Si hoy glorificamos a Dios y lo alabamos, también agradecemos a María


su disponibilidad y generosidad. La frase de María “hágase en mí según
tu palabra” debería ser o podría ser el lema de nuestra vida. Primero
debemos escuchar a Dios y saber lo que quiere de nosotros y cuál es
nuestro lugar en la vida. Una vez que conocemos su plan, debemos
seguirlo con sencillez. El amor de Dios y la grandeza del alma de María son
impresionantes, y nos quedamos admirados en esta fiesta contemplativa,
prendados de la belleza de lo que sucedió en la mente, el corazón y las
entrañas de María santísima.

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