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PALABRAS

SON AMORES
LIMITES Y HORIZONTES
DEL DIALOGO HUMANO
POR

JOSE MARIA CABODEVILLA

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS

MADRID • MCMLXXX
BIBLIOTECA DE

AUTORES CRISTIANOS
de interés
Declarada пасional
414

ESTA COLECCIÓN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS


Y
ALTA
DIRECCIÓN DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA


DE
UNIVER-
SIDAD ENCARGADA LA INMEDIATA RELA-
CIÓN CON LA BAC ESTÁ INTEGRADA EN
EL
1980
AÑO POR LOS SEÑORES SIGUIENTES:

PRESIDENTE:

Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. VICENTE ENRIQUE Y

TARANCÓN, Cardenal Arzobispo de Madrid-Alcalá y


Gran
Canciller de la Universidad Pontificia
VICEPRESIDENTE: Ilmo.Sr. Dr. JUAN LUIS ACEBAL
LUJÁN, Rector Magnífico.
VOCALES:
Dr. ALFONSO ORTEGA CARMONA, Vicerrector Aca-
démico: Dr. RICARDO BLÁZQUEZ, Decano de la Facultad de

Teología; Dr. JUAN SÁNCHEZ Y


SÁNCHEZ, Decano de la Facul-
tad de Derecho Canónico; Dr. MANUEL CAPELO MARTÍNEZ,
Decano de la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociologia: Dr.
SATURNINO ALVAREZ TURIENZO, Decano de la Facultad de Fi-
losofía; Dr. JOSÉ OROZ RETA, Decano de la Facultad de Filología
Bíblica Trilingüe; Dr. JUAN ANTONIO CABEZAS SANDOVAL,
Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación; Dr. GE-

RARDO PASTOR RAMOS, Decano de la Facultad de Psicología;


Dr. ROMÁN SÁNCHEZ CHAMOSO, Secretario General de la Uni-
versidad
Pontificia.

SECRETARIO: Director del Departamento de Publicaciones.

LA EDITORIAL CATOLICA, S.A. APARTADO 466

MADRID • MCMLXXX

INDICE GENÉRAL
PRIMERA PARTE

Tesis:
BOY MEETS GIRL
Págs
.

CAPÍTULO el las palabras 17


I.-En principio eran

1.
Las palabras, papel moneda 17

2.
Hablo, luego existo 21
3. Dos concepciones del lenguaje: el mecano y la caja
de herramientas 25

4.
Polvo y palabras seré 29
Y dijo el hombre: «Hagamos
5.
el lenguaje a nuestra
imagen y semejanza» 35

CAPÍTULO 45
II.-Vivir es convivir, hablar es dialogar .

Alguien dice algo a alguien

1.
45
2. Carácter dialógico de la vida natural y sobrenatu-
ral 49
La palabra fundamenta el orden social y la identi-
3. dad personal; el Espíritu que abre nuestros oídos y
nuestros labios 56

4.
La era del diálogo 65

CAPÍTULO diálogo, camino y meta 71


III.-El •... ...

1.
Saber escuchar 71
2. El diálogo y sus leyes de simetría 75

3.
Fe, esperanza y diálogo. Comprender es
una
forma de compartir 80
4. Igual que oración y el el

Biblioteca de Autores Cristianos, de de utilidadla amor, diálogo carece


89
Ļa Editorial
Católica, S.A. 1980. Mateo Inurria, 15. Madrid
Con censura eclesiástica CAPÍTULO
IV.-Los niveles de sinceridad 95
Depósito legal M-17.273-1980
ISBN 84-220-0953-6 Ese de silencio, esa palabra que derribará el

1.
Impreso en España. Printed in Spain muro
95
muro
Págs.
Págs
.
99
2. Lo que decimos, lo que pensamos y los que somos.
3. Nuevo planteamiento de la sinceridad 107 3.
Explicar unas palabras mediante otras palabras,
mientras el polvo que quitamos de la mesa se de-
posita sobre las sillas 207

SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO è corto
Antítesis: V.-Oh quanto il dire 215
BOY LOOSES GIRL

1.
Lo nombres y las cosas, o el triángulo y la pirá-
CAPÍTULO de los comediantes 119 s 215
I.-Diálogo ... mide
... 2. Contra la fascinación de las palabras y contra

1.
La importancia de la sintaxis o de cómo una más- los fascinantes objetores de las palabras 220
cara llega a configurar un rostro 119 3. Sentencia (más melancólica) de discípulo (más
un
2.
Hagan diálogo, señores, que la mentira es una riguroso) de Protágoras: «El lenguaje del hombre
verdad incipiente, que la verdad es una mentira es la medida de todas las cosas» 226
consolidada 126 4. Que trata del diálogo con Dios y del diálogo sobre
camaleón 133 Dios, con avisos par no pronunciar su nombre en
El sobre la alfombra
3. escocesa
a 231
vano
de dialogar de persuadir. 143
CAPÍTULO II.-Arte y/o arte
TERCERA PARTE

1.
143
No existen palabras en estado de inocencia
Os advierto que toda conversación, jay!, es retó- Hipótesis: BOY GETS
2. GIRL
rica y comercial 152
158
lenguaje-siervo CAPÍTULO I.-Hacia una definición más humana del
3.
Lenguaje-señor y

diálogo humano 241

la
CAPÍTULO III.--El diálogo como eufemismo 163 1. Lenguajes más aptos para el consuelo que para
euforia 241
2. Dios inefable, pero elocuente 250

1.
y
Discutir matar moros, dos maneras muy afines
de atenuar la monotonía de la vida 163 3. La Palabra se hizo carne y las palabras se trans-
2.
Cuando los de Apolo dialogan contra los de Cefas. 167 formaron en acción 256
3. La secreta inseguridad de los dogmáticos y su ne-
gativa al diálogo: su miedo al es miedo a la
error el
4.
verdad
Preguntas, y respuestas, y
176
183
CAPÍTULO
pluralismo
II.-La unidad hace posible el diálogo,
hace posibles a los dialogantes 263
preguntas
la
1. Intercambio de verdades y búsqueda común de
263
CAPÍTULO 191 verdad
IV.-Babel derecho
2.
La «diversidad de le uas» (Act 2,4),
un y

incomunicación de per- un deber. 269

1.
Comunicación de masas e
191
3.
Diálogo con los antiguos o las sucesivas relecturas
sonas un texto 279
2. La irremediable ambigüedad del lenguaje o lugar
donde se juntan las paralelas 197
4. de
Donde se concluye que todo hombre es diferente
todo lenguaje es dialectal 285
y
10 11
Págs.
РALABRAS SON АМORES
5.
De cómo la tolerancia no significa mal
un menor,
sino bien mayor 293
un

CAPÍTULO 299
III.-Comunicación y comunión

1.
Los tres niveles del diálogo: el mantillo, el estrato
calcáreo y la mina de metal precioso 299
2. Segunda conversación en el escenario 305
3. Yo-tú, yo-ello, yo-usted 308

4.
Amor y respeto. Desgraciadamente, tenemos más
palabras para distinguir que para resumir 317
....
CAPÍTULO IV.-Invitación al escepticismo entusiasta. 325

1.
Más allá del engaño y del desengaño 325
...espe-
2.
Un conocimiento sin desesperación,
una
ranza sin obcecación, irónico,
un amor un diálogo
gramaticalmente correcto 330
Las
próximas tentativas de diálogo seguirán fraca-
3.

sando, pero fracasarán cada vez 335


un poco menos
.

12
PRIMERA PARTE
(nar teeny
Tesis: BOY MEETS GIRL
CAPITULO I

EN EL PRINCIPIO ERAN LAS PALABRAS

Si lo prefiere,como
así podemos considerar el lenguaje
como un mecano, un tapiz continuo,
o como uno
edificio que no se acaba nunca, pero al cual sólo con
manifiesta injusticia podríamos relacionar con la torre
de Babel. Quiero decir un conjunto indefinido de posi-
bles construcciones: los ladrillos las palabras, y el ba-
son
las
rro de que están hechas palabras es una mezcla de
veintitantos fonemas; ese barro común que se da tanto
en Ceylán como en Guadalajara, lo mismo hoy que en el
magdaleniense. Podemos también considerar el lengua-
je como un mosaico infinito, pues infinitas son las com-
binaciones de sus piezas, y mejor aún, como la suma
siempre abierta de los movimientos que sobre ese in-
menso ajedrez podrían realizar unas pocas figuras. Us-
ted puede, asimismo, utilizar el lenguaje
como una ba-
raja y pasarse la tarde haciendo solitarios en espera de
un buen póker: pato apto, topa, tapo; tampoco un «full»
sería de despreciar: término, termino, terminó (mien-
tras, afuera, seguramente llueve), y he aquí que por fin,
finalmente, joh dadivosa Fortuna!, hemos podido re-
unir una escalera de color: paso, peso, piso, poso, puso.
las palabras. Me
Pues sí, ya ve, confieso
que me gustan
gustan tanto de
y la misma manera que a otros les gus-
tan las cosas. Hay palabras capicúas, ojo, eje, anilina, las
hay que pueden volverse del revés y significar otra cosa
completamente distinta: risa y asir, rata y atar. O signifi-
Sy-
can la misma cosa, pero en clave literaria: Arenys y

17

Palahras ma
rns
nera. O casi la misma cosa, pero en clave metafísica:
las palabras
la lógica matemática le son ajenas); por otra parte, el pe-
Adán y Nada. Otras veces, vienen engarza- culiar lenguaje o código expresivo de cada disciplina re-
das, igual caba hoy una atención máxima en el ámbito de dicha
que cuando sacamos cerezas de un cesto:
peto, petate, petardo, petunia, petulancia. Se dan asocia- disciplina. «El signo lo es todo», exclamó nuestro orácu-
ciones fonéticas y otras de carácter conceptual: peto y lo. Un poco como ocurrió a fines del siglo pasado con la
adarga, mano ypie, mano y guante, homóloga y homó- psicología, ahora la.semántica ha invadido profusamen-
fona. Efectivamente, existen palabras homólogas y pala- te todas las ciencias. Hay
un dominio donde todos los
bras homófonas. Cada una de ellas constituye un polo saberes convergen, donde todas las investigaciones in-
de imantación que atrae a todas sus afines, mano, ma- tercambian sus hallazgos o desconsuelos, y es el área del

nopla, manillar, manubrio, manípulo, manuscrito. Hay lenguaje.


palabras que han proliferado enormemente, palabras Dígame: ¿usted no cree que tanta aplicación y esmero
arborescentes, arbolario, arboladura, arboriforme, ar- resultan sospechosos? Es una dedicación rayana casi en
boricultura. Las hay que repican, y otras que retumban, el encarnizamiento. De las palabras nada
suyo, fíjese,
y algunas refractan. Cada palabra tiene su valen, son meras alusiones, remiten a la realidad: son
otras reflejan
color, su peso específico, su textura, densidad y punto papel moneda, cuyo respaldo lo constituye su reserva en
de combustión. Se lo aseguro, no hay dos vocablos sinó- los estudio-
oro, su conexión con lo real. Cuando todos
nimos, como no hay dos hojas de abedul iguales. La am- sosdel mundo andan observando y mirando al trasluz
bigüedad de las palabras... Pero ésta es otra historia. los bille será porque desconfían de su valor; ¿no le
¿Sabía usted que el lenguaje es hoy la principal materia parece? Será que, tal vez, el lenguaje ha entrado en
de estudio en el mundo? EI problema de las correlacio- quiebra. Y, en realidad, muchos de esos expertos, efi-
nes entre las ciencias humanas, dice Jakobson, se orde- cazmente asistidos por quienes se propusieron transfor-
el mundo más
na alrededor de la lingüística. Existe la sociolingüística, mar que interpretarlo, y por aquellos
la etnolingüística y la psicolingüística. Los científicos otros que intentan desmitificar el vocabulario de lo tras-
cendente o trataron en vano de poner letra al subcons-
dividen y subdividen sus tareas lo mismo que lo haría
una brigada policial. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre? ciente, y con la ayuda de algún que otro contemplativo,
Los científicos cogen cada palabra y la miran detenida- frustrado en su deseo de dejar escritas tan altas contem-
mente por arriba y por abajo, por el significante y por el placiones, todos ellos, unánimes, despectivos, han acaba-
significado, la meten en lejía, averiguan su ascendencia do resumiendo: Palabras, palabras, palabras.
-iqué etimologías tan imprevistas a veces, qué cuna tan Pero denuncian la inanidad de las palabras con pala-
humilde para un vocablo hoy tan altisonante!-; des- bras. Sus denuestos también están hechos de palabras:
pués registran cuidadosamente sus denotaciones y con- son una manera de reconocer y acatar el imperio del
notaciones, las adherencias emocionales que ha ido acu- lenguaje.
mulando en el curso del tiempo. Cada vez, los trabajos Sólo el silencio constituiría una batalla digna de crédi-

secomplican más, se diversifican más. Existe la semiolo- to; aunque una batalla irremediablemente perdida, pues
gía, existe la gramática histórica, la fonética, y la fonolo- toda huelga de hambre, para triunfar, necesita ser pu-
gía, y la ortofonía, la filosofía del lenguaje. Por una par- blicada y conocida, necesita de las palabras. Pienso en
te, el estudio del lenguaje se ha convertido en el estudio tantas obras recientemente editadas sobre la «muerte de
más complejo, más interdisciplinar (ni la neurología ni Dios»; son libros de teología, claro está, aunque dotados

18 19
de una ingenuidad de segundo grado. Pienso en esos.
gruesos tomos destinados a demostrar la imposibilidad
de una metafísica en nuestros días; son libros de metafí-
sica, claro está, sólo
que algo más melancólicos. Pienso
I
Hace tiempo que los investigadores descubrieron
cómo la idea de «decir» se halla estrechamente relacio-
en Pascal: «Burlarse de la filosofía es otra manera de fi- nada, en multitud de idiomas, a partir de una misma
losofar». raíz, con la idea de «poner a la luz». Y es obvio que decir
algo equivale a mostrarlo, exponerlo, ponerlo a la luz.
Las palabras son imbatibles, igual que aquel unicornio Pero hay algo más. Debemos reconocer que sólo se llega
a iluminar del todo un pensamiento, esto es, a pensarlo
que tenía la virtud de situarse siempre a espaldas del ca-
zador. Con claridad, en
el
momento en que lo expresamos. Ha-
Las palabras son hermosas. Oiga esto: los castillos de
blar escomo poner en claro nuestras ideas, como pasar-
Jas a
ladrillos amarillos. ¿Cacofonía? Sólo son condenables las limpio. Cuando no encontramos la palabra precisa
ésta acaba desvaneciéndose y se
cacofonías indeliberadas, lo mismo que las metafísicas para expresar una idea,
hunde de nuevo en las sombras.
involuntarias.
Me gustan las palabras. A Verlaine también. Usted re- Así, pues, la palabra sería necesaria para que el pensa-
miento adquiriese suficiente claridad, plena existencia.
cuerda el final de aquella célebre estrofa suya: «Y lo de-
Pero la cuestión es aún más honda y la pregunta debe
más es literatura». ¿Un gesto de desdén? ¡Oh, no! Ver-
ser más radical: ¿Acaso puede existir un pensamiento,
Iaine sabía que esa frase era valiosa; literariamente va-
acaso puede empezar a existir, sin expresa referencia al
liosa, quiero decir.
lenguaje?
Por favor, no crea nunca a los fumadores que dicen
La palabra no es una mera transcripción del pensa-
abominar del tabaco, ni a los habitantes de la gran urbe
y alabanza de miento en forma verbal. No es un recipiente externo
que escribieron su menosprecio de corte
aldea, ni a los vivos que confiesan anhelar la muerte, ni donde se aloja la idea. No e la denominación ulterior
s
a Verlaine. Las palabras siguen siendo valiosas. Las pa-
de algo que preexistía en
la mente. No es una res extensa
cogitata.
Tabras valen, puesto en que cristaliza una res Quiero decir que la ра-
que siguen circulando. Su valor es
labra no es posterior a la idea: ésta se forja en ella y por
esencialmente convencional, y, por hipótesis necesaria,
ella. «En el principio era la palabra».
es suficiente. Valen para todos los usos, incluido el veja-
el propio lenguaje. Sólo podemos pensar con palabras y sólo progresamos
men reproche contra
y
el conocimiento a través de las palabras. El lenguaje
A esos en
que tanto hablan y escriben queriendo demos-
es, por su cara interior, la horma del pensamiento, su
trar la futilidad de toda palabra hablada o escrita, yo les
contaría está loco molde. Un ergon que a la vez es energeia. Toda idea
un viejo chiste americano: «Mi padre constituye una verdadera palabra, aunque tácita. El len-
rematado; se cree
que es una gallina».«¿Y por qué no lo
guaje trabaja ya en la elaboración de los conceptos, mar-
metéis en un manicomio?» «Porque entonces nos queda-
ríamos sin huevos». ca su punto de arranque y acompaña todo el proceso de
creación. Hablo, luego existo. ¿Qué podría significar la
habilidad de un herrero si la consideramos como algo
independiente de sus herramientas? El trabaja el hierro
con el hierro, nosotros pensamos con el lenguaje y des-
20
21
de el lenguaje. No basta decir que el pensamiento busca hombre piensa porque tiene manos, pero sólo en un
sentido originario y remoto, porque un día las manos se
articularse en palabras, que lo
amorfo busca la forma;
hicieron prensiles, las manos de un pitecántropo sufi-
su misma búsqueda misma indeterminación son ya
y su
cientemente erecto, lo cual dio lugar a la retracción de
lenguaje balbuciente, forma formans. Cuando surge una
la
idea nueva, empieza expresándose de modo vacilante mandíbula, liberada ya de su oficio predatorio, y,
al
con palabras que ya existían, dotándolas de un sentido
Consiguientemente, aumento de la masa cerebral.
más restringido, más especializado; pero tal idea sólo al- Pero se trata sólo de un capítulo introductorio a la pre-
historia. Porque lo preverbal ni siquiera es prehistórico.
canza vida propia cuando adquiere un nombre propio.

Al
decir que los hombres pensamos porque tenemos
La palabra no es el vaso, y mucho menos la etiqueta
de una idea. Es, exactamente, su cuerpo. Y ¿qué es an- lengua, estamos diciendo algo muy distinto, estamos re-
tes, el cuerpo o el alma? firiéndonos a algo más cercano y cotidiano, a la causa
alma no preexiste en ningún vago empíreo, incor- próxima de un efecto próximo. Los dadaístas lo expre-
El
pórea, fluctuante, indiferente a un posible descenso a saban así: La pensée se fait dan la bouche. Y la refutación
este mundo sublunar. El alma nació a la vez que el cuer- de este movimiento artístico, la demostración de que
toda expresión verbal, por automática que sea, responde
po. La idea nació a la vez que la palabra. No existen
ideas puras, ideas no verbalizadas. siempre a mecanismos racionales, no invalida en modo
Logos significaba idea y palabra. alguno lo que he dicho; al contrario, amplía el veredicto
dadaísta a todas las formas expresivas habidas y por ha-
ber, incluida la poesía gongorina. También los refuta-
El
concepto nace con la palabra y con ella muere. dores de Dadá pensaban porque tenían lengua.
Recuerdo aquel mundo atrozque George Orwell nos En el principio era, y sigue siendo, la palabra. Y la ра-
prometió para 1984. Una humanidad uniforme, plana, labra sigue siendo oral, gutural, aunque no llegue a ser
absolutamente sumisa a las consignas que emanan del pronunciada (hay otorrinos que prohíben toda lectura a
pacientes que acaban de sufrir una operación de la-
dictador. ¿Cómo extirpar de raíz los pensamientos dis- los
crepantes? Simplemente, destruyendo todo residuo del ringe).
mundo anterior que no concuerde con el actual proyec-
to. Y ¿cómo abolir ese pasado, cómo borrar de las men-
si-
tes cualquier huella nostálgica? Simplemente, En cierto modo, podríamos decir que la palabra es
expurgan- al lo el
do el Palabras libertad, derecho, demo- multánea pensamiento mismo que Hijo es simul-
cracia
léxico. tales
como
táneo al Padre.
o moralidad son raídas del diccionario. Privados de
las
Ocurre que esta denominación de personas divi-
su expresión, privados de su cuerpo, dichos conceptos
nas resulta, como todas, necesariamente torpe por antro-
van rápidamente languideciendo, se vuelven fantasma-
les y desaparecen pomórfica, por unilateral y peligrosa, incapaz de adver-
El
la noche. newspeak implantado
en
el
en su mera enunciación eso que es consabido en
en aquella dictadura bloqueaba así el desarrollo de las
tir
simbolizado, pero negado en el simbolizante:
ideas heterodoxas, pues faltaban
para ellas
las palabras. la
coexis-
tencia eterna del Padre y del Hijo. Hermosamente escri-
Porque sin palabras no hay ideas. ¿Me permite usted
abreviar mucho y decirle que el hombre piensa porque bió San Ignacio de Antioquía: «El Padre dice relación al
tiene lengua? Ya sé que también podría afirmarse que el Hijo como el silencio a la palabra». Tal afirmación no

23
22
expresa en favor del Padre ninguna prioridad, sino tan
sólo un comentario de orden místico, ese vivir del Hijo
III
en
el
seno del Padre, la palabra envuelta en el silencio y Un atlas,
efectivamente.
nutrida de silencio, palabra cargada de sentido e inte- Disponer del mapa de un territorio significa abarcar
rioridad. El Padre no es anterior al Hijo. Tampoco la éste, comprenderlo, dominarlo,
una cierta manera de
poseerlo. Así, también los nombres de las cosas nos con-
idea es anterior a la palabra.
Esta vez con mayúscula: «En el principio era la Pala- fieren sobre ellas un cierto poder, pues en algún modo
bra». las hacen asequibles.

Cuando el hombre primitivo fue poniendo nombres a


los objetos
que le rodeaban, los hacía suyos, entraba en
Palabra y pensamiento, cuerpo y alma, tanto
monta, posesión de ellos. En el principio era la palabra, aquella
monta tanto; ¿quién podrá disociarlos?
forma primera, la más incipiente, de incorporarse las
El hombre no tiene cuerpo; es cuerpo a la vez que
alma. ¿Quién podrá separar la idea de la palabra?
cosas del mundo, de hacer familiares las cosas extrañas.
Y cuando pintó un bisonte en
la pared de la caverna,
(¿Quién podrá llamar a la amapola de otra manera, con esto constituía para él
una manera persistente de nom-
otro nombre? La palabra amapola ino es casi una ama- brarlo: una manera mágica de adueñarse de él. (Deci-
pola? Palabrería suena igual que pajarería. La palabra
mosexta teoría sobre los orígenes del lenguaje humano
paja, ¿no raspa la garganta igual que una brizna de o d cómo algunas palabras provienen de la evolución
paja? Decimos enjuto, y decimos una palabra que es aus- de ciertos sonidos el hombre profería imitando las
que
tera y fuerte, toda ella músculo. La s es silbante, y voces de los animales para de ese modo atraerlos y cap-
cuando decimos silbar, empezamos de hecho silbando). turarlos. Una hipótesis tan improbable çomo plausible).
Cuerpo y alma, alma y cuerpo, el alma transparece en el Pensemos en aquel ser tan aterido, tan perplejo, un
cuerpo, el cuerpo se ahonda y adelgaza hasta llegar a hombre a la intemperie, de noche, sintiéndose aplastado
hacerse alma. Lumen de lumine. Palabras y cosas, cosas y
por esa bóveda negra tachonada de puntos luminosos;
palabras, poseen la misma espiritual, carnal sustancia. les atribuye
en el momento en que una denominación,
(Los fonólogos han comprobado cómo el grupo ang pro- estos astros lejanos, inalcanzables, entran, de algún
duce una sensación de estrechamiento y congoja. Ob-
modo, a formar parte de su universo más próximo. Ha-
servemos qué real y adecuada resulta esta sensación en en torno suyo fuerzas oscuras e indómitas; designar-
las palabras angosto, angustia, angina). bía
con una palabra equivalía a un principio de control.
las

El
lenguaje, por supuesto, es un mecano para armar
mil modelos, un depósito de ladrillos para construir ca-
Los elementos terribles, amenazadores, que angustiaban
su ánimo, quedaron, en alguna medida, neutralizados
el
sas y más casas. Pero es también un duplicado del mun- les el
en que él puso un nombre: nombre era como
do; un saco de semillas; un inmenso espejo;
la espelunca díaconjuro.
un
de Platón; el arca de Noé y el agua alrededor, género
En algunas civilizaciones antiguas, las personas solían
masculino, femenino y neutro; un orbe simétrico; una tener dos nombres, uno público y notorio, el otro secre-
piscifactoría al lado del río; un atlas a escala natural.
to, reservado exclusivamente a los seres más allegados,
los únicos los musul-
con acceso a su intimidad. Según
manes, Dios tiene cien nombres, de los cuales sólo el

24 25
centésimo es el verdadero y sólo El conoce; he aquí
una aplicados sobre los objetos. Esto implicaría que las ideas
magnífica descripción de la trascendencia divina. Tam- preexisten a las palabras. Tampoco hay que concebirlo
los israelitas podían enorgullecerse de
poco conocer el simplemente como un mecano. Esto supondría un
au téntico nombre de Dios: «Yo-soy-el-que-soy» no es un mundo paralelo, sin intervención alguna en el mundo
nombre, sino todo lo contrario, el recuerdo de aquella real. Me imagino el lenguaje, más bien, como una caja
tenaz negativa de Yahveh a revelar su nombre. de herramientas con que manipular en las cosas, con
Por supuesto, se trata de costumbres, presentimientos
que fabricar y crear Cosas.
y recursos pertenecientes a una época auroral, prefilosó-
fica, propios de una mente infantil. De acuerdo. Pero Si nada existe mientras no tiene un nombre, todo
cuanto tiene un nombre puede existir, debe existir. Lo
sucede que el niño es el padre del adulto, y la infancia
primero de todo, convendrá advertir que las palabras
no essólo una etapa pasajera de la vida, sino un estrato son
permanente del alma. Sucede que ya entonces aprendi- no entes fijos, inflexibles e inertes. La consideración
morfológica del lenguaje da cuenta únicamente de las
mos todo lo fundamental, ydespués, a lo largo de la formas, pero la sintaxis revela sus funciones. Dinámica
vida, no hemos hecho sino ampliar, atenuar o estructu- de las palabras, aptas
para desempeñar mil cometidos.
rar tales conocimientos.
El niño descubre muy pronto Recuerdan aquellas cartulinas recortables, tres figuras y
algo importante: advierte que, cuando balbucea el nom- veinte prendas de vestir. Una misma palabra podrá ves-
bre de su madre, ésta acude y lo atiende. El poder de d tirolés, según
ese niño ha crecido de repe te. Y su vida futura, sus in-
tirse de marinero, de obispo
o e
participar en una oración enunciativa, interrogativa, de-
vaya a

cesantes búsquedas, su biografía intelectual entera, siderativa, dubitativa, exhortativa. Pedro ha venido a
arrancará de ahí. Algún día ha de tropezar con un casa, ¿ha venido Pedro a casa? El lenguaje, como caja de
muro que no se puede horadar ni escalar: lo designará, herramientas, y cada palabra, como una navaja de So-
indistintamente, como lo Incomprensible o lo Inefable. lingen, provista de sacacorchos, punzón, abrebotellas,
Amedida que crece el mundo del hombre, aumenta lima y un extraño elemento que la mayoría de los ha-
su vocabulario, yviceversa. Por medio del lenguaje va blantes no sabe para qué sirve; sirve para pulir y perfec-
articulándose su relación con el entorno. Las cosas sus- cionar los demás.
citan las palabras y éstas confirman aquéllas, las confir- han sido asignadas al len-
Tres misiones superiores
man en su existencia. Propiamente, nada existe mien- guaje: descubrir lo oculto, actualizar el pasado y hacer
tras no es nombrado con suficiente precisión. Todo es
presente el futuro.
más o menos irreal hasta que no adquiere una realidad

El
descubrimiento de lo que está oculto parece
una
verbal. El bautismo constituye el verdadero nacimiento función menor, exactamente la misma que viene insi-
de los seres. La manzana, el rinoceronte, el cuarzo. nuada en la modesta etimología de «inventar». Inventar
La palabra se identifica con el concepto, y éste con la significa tan sólo encontrar. Cuanto inventamos existía
cosa. Logos
– concepto y palabra- fue el término usado ya. No es otra la definición que suele darse de la origi-
los Setenta
por para traducir dabar, palabra y cosa. nalidad: ésta consiste, simplemente, en ver algo que des-
de siempre estuvo ahí, pero que nadie veía, y en dar
nombre a lo que carecía de él. Definición humilde sólo
Pero no hay que concebir el lenguaje como mera no-
en apariencia. Realmente, dicha operación es tan impor-
menclatura, como una colección de rótulos para ser tante y fecunda, que sólo el significado posterior, mu-

26 27
cho más ambicioso, del verbo inventar puede hacerle jus- La pałabra, algo de suyo tan insignificante que el
ticia. Se trata de la misión creativa del hombre y de la Maestro Avila la describía como «un poco de aire heri-
do»,
palabra humana. Esta, efectivamente, hace presente el mueve montañas, deseca pantanos, conforta o su-
futuro. bleva los ánimos, inaugura las edades de la historia. Los
La palabra no se limita a ser descriptiva, es precurso- cubanos cifraron en tres P el éxito de su revolución: Pa-
ra. No se reduce a cumplir el papel de comprobante de labra, Pueblo y Pólvora. Lo primero, la palabra. Ella fue
una realidad siempre precaria, a reproducir la versión
convencional del mundo, a escribir la apologética de lo
la que sacudió al pueblo y encendió la pólvora. En el
principio fue la palabra.
establecido. Por el contrario, la palabra creadora antici- Lo fue, lo es y lo será. La palabra se sitúa siempre en
pa lo que toďavía no es, percibe y libera lo que hay de vanguardia. Por la punta de la palabra ha ido creciendo
movimiento y tensión en la realidad, es su comadrona, re- y dilatándose el espacio propiamente humano, como un
velando aquel otro fondo de verdad que sólo necesita, tirón a la simple realidad bruta, la lucha contra lo real
para empezar a existir, del llamamiento de la palabra. inerte en favor de lo posible. La palabra es creadora
el
Contra la definición de arte dada por Platón, la con- porque es subversiva, constituye gran poder de con-
cepción del arte practicada por Ratchasima. Platón esta- testación del hombre contra todo aquello que sólo es ob-
bleció una escala mimética que era todo
un proceso de jetivo y obvio, la fuerza de agitación capaz de modificar
degradación: Dios crea el arquetipo de la mesa, el car- los límites de los únicos
un universo dado. Pienso que
pintero crea el simulacro del arquetipo y el pintor crea grandes maestros son los
que enseñan más de lo que sa-
el simulacro del simulacro. Ratchasima, ben. Pienso que el pensador de casta escribe precisa-
en cambio, un
viejo pintor tailandés, tenía del arte otra idea. Un día mente de sabe, transgrediendo diariamente
lo que no
esa frontera imprecisa
cayó en desgracia de su rey, el muy honorable y justicie- que separa sus conjeturas de su
ro Kompong,
el cual lo condenó a
muerte. Mandó que ignorancia. Sólo conocerá sus propios límites quien los

lo colgasen del cuello con una cuerda de nudo corredi-


zo.Aunque cruel, o quizá por demasiado cruel, con el
haya sobrepasado. Cualquier otra cosa es pura tauto-
logía.
fin de prolongar la agonía del reo, permitió que éste pu- Si el lenguaje se limitara a consignar lo
que hay, a jus-
tificar lo establecido, no habría podido darse progreso
diera sostenerse con sus manos de dos argollas; cuando
las fuerzas le flaqueasen, el
nudo entraría en acción. Tal alguno. La palabra representa la insumisión esencial del
vez para distraerse en aquellos sus últimos minutos, tal hombre, aquello que anticipa los tiempos venideros.
vez porque poseía una fe que sus verdugos no compar- Más aún, lo único que los hace posibles. Sin lenguaje no
tían, Ratchasima, mientras se sostenía con una única existiría siquiera el futuro, la vida entera de la humani-
la
mano, quiso con otra grabar sobre la pared, valiéndose dad se habría estancado en el año cero, en la mera zoo-

hizo
de sus uñas, dos ratoncillos. Los con logía.
el mayor es-
mero, con enorme cuidado: con tanta perfección, que les
insufló vida. Las figuras, en efecto, una vez terminadas,
la la
comenzaron a moverse; saltaron de pared a cuerda, IV
y allí se dedicaron a roer el esparto hasta que rompieron
la cuerda. El pintor cayó al suelo y huyó. La palabra anticipa el porvenir a la vez que recapitula

El arte es capaz de eso. La palabra es capaz de eso. el pasado.

28 29
El
idioma es un baúl donde se guarda toda nuestra fin representarían el último estadio, propio de organis-
experiencia histórica, la fijación y acumulación de expe- mos semovientes,
las llamadas lenguas «flexivas», de
una
riencias que siguen ahí disponibles a través del tiempo. ductilidad y especialización, con cambios vocálicos
gran
La red de la memoria está tejida de palabras. Sólo me- consonánticos

()
dentro de una misma palabra).
diante las palabras puedo retener mi propio pasado y el Cada uno de los
idiomas será después la mejor recapi-
pasado de mi especie; el agua es lo inasible, lo inasible es tulación del pasado de un pueblo. Ciertamente, nuestra
lo innominado. Nombrad y conservaréis. El nombre es
el cuerpo glorioso de cada una de las cosas nombradas,
historia nacional puede contarse enumerando una larga
serie de guerras, invasiones y alianzas, pero puede tam-
las cuales continúan
presentes en esa cuarta dimensión bién ser narrada puntualmente mediante la simple rela-
donde los adverbios de tiempo resultan tan irrelevantes ción de vocablos que iban surgiendo e incorporándose
los de lugar. Digo Edad Antigua lo mismo al idioma. Capítulo primero o época barro,
como que prerromana:
digo Edad Contemporánea, igual que nombro las ané- páramo, izquierdo, expresiones indígenas, de origen ibéri-
el
monas que tengo sobre la mesa.
Más que por los utensilios materiales que cada época nos
co. En capítulo siguiente, en lugar de citar a Daciano
aBasílides, bastará citar las palabras persecución o mar-
legó, más que por sus realizaciones históricas, el pasado
de la humanidad nos es conocido
por ese utensilio que
o
tirio.Después, aquella tediosa lista de reyes godos podría
ser sustituida con ventaja por unas cuantas voces de ori-
es el lenguaje y aquellas espuela, guardia, orgullo,
por palabras que dan cuenta de gen germánico: guerra. El capí-
dichas realizaciones. No hay mejor museo que las biblio- tulo de la dominación árabe ocupa un gran número de
tecas. En ellas se conserva algo mucho más valioso y más páginas: aduana, azotea, taza, laúd, albañil, alfombra, un
frágil que una vasija o un fragmento de collar: la pala- perfecto sistema de alcantarillado y
una deliciosa fruta
bra, el testimonio humano por excelencia, la memoria llamada albaricoque. El renacimiento vino de Italia, y Уcon con

colectiva, el tuétano de ese phylum que avanza obstinado,


él
escopeta.
tantos italianismos: piano, fachada, carroza, De
flexible e innovador, hacia los tiempos venideros. América, junto con una buena provisión de alimentos
Nuestro lenguaje actual no es otra cosa que el pasado
hecho palabra, el fruto de una evolución histórica que
aquí desconocidos, se trajeron los conquistadores
cuantioso léxico: tomate, chocolate, maíz, cacao. En el si-
un

simultáneamente era evolución lingüística. Por eso, la guiente apartado, la España borbónica, llena de coquetas y
gramática es a la filología lo que la geografía es a la geo- petimetres,usará corsé y tupé. Cuando el poder expansivo
logía. A medida que profundizamos en las capas inferio- de Francia sea superado por el de Inglaterra, los galicis-
club, mitin, fútbol.
res, vamos pasando de la historia del idioma a su prehis- mos son reemplazados por anglicismos:
toria, de nuestra lengua a otra lengua madre. (Resulta- Punto por punto, la historia de España coincide con la
ba seductora aquella teoría según la cual la antigüedad historia de la lengua española.
de las lenguas viene calibrada por su correspondencia
con las distintas etapas de la evolución terrestre. Las Cada lengua ha seguido su trayectoria especial y sin-
más primitivas serían las lenguas «aislantes», donde los tetiza una determinada interpretación del mundo. Tal
vocablos constituyen entidades inalterables y meramen- vez, el llamado genio del idioma revela, acerca de sus
te yuxtapuestas; evocan el reino minerał. Las lenguas hablantes, mucho más de lo que puede revelarnos el sis-
«aglutinantes», compuestas de palabras que ya admiten tema de alimentación o la referencia de sus instituciones
afijos, corresponden al estadio de los vegetales. Y por militares.

30 31
No hay duda que el desarrollo de una cultura es para- balbuceó un día, ochenta años atrás. Entre un extremo
está hecha de palabras. Habló,
lelo a su desarrollo lingüístico. El castellano del siglo XI, y otro, la vida humana
por ejemplo, un idioma tan rudimentario en compara-
luego existió. Dejó una viña, un reloj, algunas fotogra-
Tías: la
ción del latín que existió doce siglos antes, refleja la tos- viña fue vendida muy pronto, el reloj se extra-
quedad e indigencia de una sociedad que ensayaba en- vió en cualquier mudanza, las fotografías deben de estar
tonces sus nuevas formas de vida. Así también, la rique- metidas en alguna carpeta que nadie sabría ya encon-
za intelectual de una persona viene demostrada, ordina- trar. Pero nos queda de él una frase.
riamente, por su mayor o menor dominio del lenguaje, Polvo y palabras seré.
en cuanto éste indica el grado de su capacidad para de-
sarrollar y matizar ideas (por supuesto que la abundan-
cia de léxico nada vale como simple medida cuantitativa, Antes de resumir la historia, el lenguaje la hizo po-
sible.
sino como posibilidad de elegir mejor, de precisar al
máximo, de obtener una expresión cualitativamente su-
perior: una expresión no sólo más aproximada, sino cer-
Al fondo de una caverna se guarece una mujer que
tiene a su hijo en brazos. hombre ha salido a cazar.
El
tera, en contraste con otras expresiones no sólo confu- Ella hace lo que todas las mujeres harán a lo largo de
sas, sino falsas). «Ca bien assí
como
el cántaro se
conoce losmilenios: soñar en el futuro de su hijo y temer por
por sueno,
su otrosí el seso del ome es conoscido por la él.Sabe hasta qué punto un niño es débil y vulnerable, y
palabra».
Por la palabra el hombre es conocido, y por ella será
lo difícil, lo azarosa que es toda vida humana sobre la
tierra; conoce muy bien el hambre y el frío, el espanto
recordado. Incluso los grandes héroes, más que pòr sus nocturno, los largos viajes a través de una inmensidad
grandes hazañas, pasan a la historia por una sola frase desolada. ¿Qué puede hacer ella para proteger a su hijo
sí mis-
feliz -auténtica o apócrifa, tanto
da– con que supieron ypara que éste sea capaz luego de defenderse a
resumir, magnificar o menospreciar su hazaña. Sin una mo? Dentro de algunos años aprenderá a luchar contra
las fieras, a escalar riscos, a pulir el pedernal y a perfec-
buena frase, la gesta del vencedor quedará desteñida;
con ella, un fracasado es capaz de transmutar su desgra- cionar los ardides de la guerra. Pero antes es preciso
cia en victoria. El martirologio no es tanto
una crónica que aprenda otra cosa, más fundamental que ninguna:
le enseñará el manejo
de tormentos cuanto un florilegio de sentencias espiri- que aprenda a hablar. La madre
tuales. de este utensilio básico, los nombres, las denominacio-
No sólo la poesía, como quiso Mallarmé, es «cuestión nes, la expresión del ruego y de la amenaza, la alusión a
de palabras». También lo es la historia. los ausentes. En este exiguo lenguaje, tan tosco
seres
las herramientas, ella ha condensado
Las palabras son lo único que no se lleva el viento. Las como el resto de
el
palabras quedan, más duraderas que el bronce. Mueren su experiencia y experiencia de sus mayores,
la cono-
los imperios, los cimiento del mundo y de la vida, deberá ser entre-
monumentos se derrumban, perecen que
los hombres y bajan al del olvido. Pero antes de gado al hijo como su mayor tesoro, superior al cuchillo
pozo encendi-
un legado delicadísimo, esa antorcha
el ala sal;
expirar, moribundo pronunció una frase entrecorta-
da, la última que a duras penas pudo articular. Sus hijos y
da que va de generación en generación. Cada palabra es
la recordarán mientras vivan, lo mismo que su madre como una abreviatura, una lección muy resumida, una
había recordado siempre aquella primera palabra que él cifra donde quedaron compendiados tantos años de es-

32 33

3.-Palabras son amores


fuerzo humano y alguna vaga intuición dispensadora de ción». En puridad, deberíamos decir que la respiración
consuelos. constituye una función natural y que el hablar es una
Esa antorcha ardiendovendrá hasta nosostros de función cultural; a estas alturas, sin embargo, ¿qué dife-
mano en mano, de siglo en siglo. rencia existe entre ambas funciones? Ya el hombre es
«¿Qué es esto?», pregunta el niño, lo que el niño todo él un ser cultural, la cultura es su naturaleza. Si la
;
quiere saber no es la composición interna del objeto, ni facultad del lenguaje es un efecto de la evolución bioló-
siquiera su finalidad práctica, sino precisamente su gica, también puede decirse que es una de sus causas:
nombre. «En el principio era la palabra». comenzó la
Así no hay duda de que el uso del lenguaje ha introducido
ciencia, según atestiguan las listas babilonias de voca- modificaciones biológicas el cerebro humano. ¿Qué
en
blos, de nombres de cosas por secciones: piedras, voláti- es hoy ya lo natural y qué es lo cultural? Existen funcio-
les, fenómenos atmosféricos. Y así continúa hasta hoy nes instintivas y otras que son adquiridas, secundarias,
en
los índices onomásticos,
en
los diccionarios especiali- intencionales. Pero la génesis misma del lenguaje, ¿no
zados: todo nuestro saber cabe entre la A y la Z. obedece a un impulso innato, es decir, a una «intencio-
nalidad constitutiva»?
El
lenguaje es algo más que un medio o instrumento.
Es como una segunda matriz para el ser humano, la ma-
triz cultural donde se formará su alma, tan imprescindi-
ble como la matriz en que se formó V
su
cuerpo. Pero a la
vez que su cuerpo, ya iba modelándose también su

alma. Henry Truby, profesor de lingüística en Miami, Habría que remontarse mucho para establecer la
afirma que, dado que el feto oye hablar a su madre (el frontera que separa lo cultural de lo natural. Y además,
en el hombre una gran parte de lo cultural es ya natu-
líquido amniótico es mejor conductor del sonido que el
aire), el aprendizaje del idioma se inicia antes del naci-
si
ral --naturaleza corregida y ampliada por la cultura,
los animales
miento. Poco a poco, el embrión humano va configu- ¿no había también en ya algo cultural, más

(o
iba adelga-
rándose no sólo para vivir, sino para vivir humanamen- menos impropiamente culțural; algo que
para poder hablar. «Venir
al mundo zando poco a poco su naturaleza para permitir un día la
te:
–dirá Gus-
dorf-es tomar la palabra». Desde los pulmones hasta el aparición de lo propiamente humano, de lo propiamen-
velo del paladar, desde la laringe hasta las cuerdas voca- te cultural? La frontera entre ambos murndos sería no
les, todo ha sido minuciosamente diseñado sólo sinuosa e intrincada, sino también permeable.
en función
de esa actividad fundamental, indispensable, que
el Nadie ignora que hay animales dotados del poder de
hombre deberá practicar. Es cierto que la misión prima- organizarse colectivamente, de construir viviendas muy
ria de los pulmones es respirar, y la de la nariz es oler, y complicadas, de inventar y utilizar algún instrumento. Y

la de los dientes es triturar los alimentos. Pero también hasta de «hablar». Entrecomillo la palabra para referirme
es cierto que, cuando decimos que los pulmones, la na- a esa suerte de lenguaje con que se comunican tantos

riz o los dientes son para hablar, estamos refiriéndonos animales capaces de emitir y recibir señales acústicas.
a una finalidad mucho más universal e inmanente que Normalmente, se da tal comunicación entre miembros
cuando decimos que la nariz es para sostener las gafas. de una misma especie, pero también entre individuos
La verdad es que los pulmones, igual que los labios o las pertenecientes a familias muy distintas; el pez piloto,
la ballena. Insisto: digo hablar
cuerdas vocales, son esencialmente «órganos de fona- por ejemplo, habla con

34 35
en un sentido lo bastante amplio, pero a la vez lo bastan- Cmocional. Nuestras exclamaciones instintivas, aun las
inequívoco como para constituir su estudio una disci-
te
plina rigurosa llamada zoosemiótica. Sus orígenes hay
más inmediatas, difieren lo suficiente de tales voces:
han adoptado la forma de interjecciones, y éstas sí que
que buscarlos muy atrás. Los signos que investiga esta pertenecen ya al lenguaje, porque constituyen modelos
rama de la semiótica se hallan ya presentes en los gra- convencionales y estilizados de una expresión afectiva,
dos más bajos de la escala animal. Cualquier
ser vivo ca- como lo prueba el hecho de
que
las interjecciones
sean
paz de convertir sus experiencias en unidades memorís- diferentes en los diferentes idiomas. Sucede lo mismo
ticas
que orienten su conducta, es capaz también de pro- Con las onomatopeyas; son verdaderas palabras en la
ducir ciertos signos rudimentarios. Los animales supe- 11medida
en que tomaron naturaleza léxica, y por eso va-
riores poseen ya un código mucho más variado de seña- r'ían según el carácter fonético de cada lengua. La dese-
les, del cual constantemente se sirven
para convocar a mejanza entre nuestro quiquiriquí y el kokeriko francés no
sus hijos, llamar a su pareja, ahuyentar a los enemigos, significa precisamente que los gallos se expresen de dis-
dar la alarma a sus congéneres, practicar incluso esa tinto modo aquende y allende los Pirineos. En realidad,
forma sofisticada de lenguaje que es la mentira: el recla- ningún gallo dice una cosa ni otra, ni la vaca dice mu, ni
a sus posibles presas.
el
mo con que atraer cordero dice be, ni el perro dice guau. Lo dice el hom-
Todolo cual resulta suficientemente seductor para bre. La diferencia entre los sonidos animales y las síla-
convencer a algunos científicos de que existe, entre di- bas humanas
que
los remedan
no es menor que la que
chos mensajes y la palabra humana,
ción ininterrumpida,
de evolu-
una curva
una indudable continuidad, aunque
(xiste entre el rumor de las fuentes de Roma y la pieza
para piano que con ese título compuso Respighi.
seguramente con eslabones perdidos. Según ellos, la di- Nada prueban las onomatopeyas. Los recursos paró-
ferencia entre las pautas de comunicación animal y dicos del lenguaje no sólo han sido siempre mínimos,
nuestros sistemas verbales es meramente cuantitativa, inapreciables, sino que ya desde un principio fueron re-
obedece tan sólo al aumento lineal de una facultad co- sueltamente desechados, sustituidos por otro tipo de lo-
mún, no específica. La mayoría, sin embargo, de los in- cución enteramente diverso, arbitrario y simbólico, el
vestigadores (cada vez aparece más lógica, más biológi- único que hoy conocemos. Las voces imitativas resultan
ca, la singularidad del intercambio humano, ese hiato,
sobremanera escasas en cualquier lengua (palabras que
esa fractura entre él y los lenguajes irracionales más de- antiguamente fueron consideradas onomatopéyicas, se
sarrollados), la mayoría, digo, sostiene la teoríade la dis- ha visto después que no eran tales; el fouet, tan sugesti-
сontinuidad.
Entre las características propias del lenguaje humano
vo, tan próximo al chasquido del látigo, procedía en rea-
lidad de fagus, haya). Las onomatopeyas, pues, no prue-
destaca su «plurivalencia estructural» o diversidad de ban nada. O prueban lo contrario. Bisbisear, refunfuñar o
significaciones perfectamente discernibles en una mis- cuchichear
son términos de fabricación muy reciente,
oración. Asimismo, la «elasticidad», es decir, la apti-
ma productos de un idioma altamente evolucionado.
tud para referirse a objetos o temas distantes, sea en el
Al lenguaje de los animales le falta ese distanciamien-
espacio o en el tiempo. Esto es capital. Porque las voces
to
qu los filtros de la racionalidad imponen. El contac-
de los animales sólo demuestran estados afectivos e

--miedo, deseo sexual, hambre, furia, dolor-; simple- to sensorial directo debe ceder en favor de una cierta le-
janía crítica, de una cierta elaboración. Sólo cuando ésta
mente son una expansión automática de su energía se produzca, cuando el automatismo sea reemplazado

36 37
por la reflexión, es cuando el aullido podrá transfor- Hablamos,no obstante, de lenguaje animal, de semió-
marse en palabra. Palabra al principio muy tosca y vaci- tica animal. Lo que ocurre es que aquí, como en tantos
lante desde luego, difícil tal vez de distinguir del sonido otros fenómenos de la vida y de la naturaleza, entende-
más o menos equivalente emitido Hos lo inferior por su relación con lo superior, tratando
por un animal, pero
palabra al fin y al cabo; palabra que funda un tipo de de explicar aquello a la luz que de esto se desprende.
evolución divergente e indefinida, que puede incluso Cuando decimos de alguien que tiene un corazón de
dar lugar a fracasos o extravíos, ya que así como la inte- hiena, injuriamos, sobre todo, a las hienas. Y las injuria-
ligencia es más falible que el instinto animal, también mos porque las sobrestimamos: porque estamos atri-
las palabras pueden buyéndoles una crueldad de la que no son capaces. No
ser más engañosas que el aullido.
De esa primera y torpe palabra nacerán con el tiempo hemos percibido objetivamente su comportamiento,
hemos interpretado humanamente. Por eso,
los vocablos imprecisos, o mendaces, o equívocos, o in- sino que lo
adecuados. No importa. El balance final es altamente ро- sólo por eso, hablamos de la «crueldad» de la hiena o
sitivo: en el haber hay que ir sumando los nombres de del «lenguaje» de los animales. El grito instintivo de una
las cosas, el
genitivo, el condicional, el circunloquio, el gacela al avistar a un puma, hace que todos sus congé-
la huida; ese grito,
párrafo ciceroniano. Primero fueron las palabras con- neres emprendan inmediatamente
cretas y después las generales. Primero el singular, lue- nuestro parecer, constituye mensaje transmitido a

il
un
go el plural, luego la abstracción. El hombre dijo «ár- los miembros de la manada, sencillamente porque lo re-
bol», y ya no señalaba ningún fresno, ningún roble. lacionamos con la voz de alerta de un centinela. Pero tal
Otro día dijo «vegetal». Cuando habló del «ente», grito sólo posee un potencial informativo; en realidad
mundo universo era ya suyo. fue nada más una reacción automática, refleja, pura-
el peligro.
He aquí la tercera, y más importante, característica mente emocional, de aquella gacela ante
del lenguaje humano: su «productividad», sus infinitas
virtualidades, la capacidad de combinar unos pocos sig-
El aullido, el relincho, el zureo, no constituyen nin-
primer capítulo de la historia del lenguaje. Son sólo
gún
nificantes para expresar, articulándolos de una introducción al prólogo, son otra cosa distinta.
u
una otra
forma, un sin fin de significados. Los mensajes, en cam- Ilubo una vez, dentro de la continuidad visible, la
bio, que emiten los animales son reiterativos, ritualiza- irrupción de elemento diferente, un salto cualitativo,
un
dos, sin posibilidad alguna de desplegarse y alcanzar algo que no era un tramo más en el progreso biológico,
un
tipo de discurso abierto. Jamás sus signos, sus contados sino una dimensión nueva. Cuando la capacidad craneal
signos, podrán acumular la referencia a otros signos llegó a tener el debido volumen, cuando la laringe, y la
dentro de sistema históricamente progresivo. Ya se
un lengua, y el velo del paladar habían alcanzado la disposi-
sabe
que
los primates superiores
son capaces de utilizar ción adecuada... De acuerdo. Existió una preparación
necesaria y lentísima, un grado 99 precedido del 98, del
algún instrumento y hasta de
fabricarlo con sus propias
manos, pero lo que nunca han conseguido es producir 97, del 96; pero lo cierto es que, al llegar el agua a los
nuevos instrumentos a partir de los que ya poseían. De 100 grados centígrados, de repente se produjo
un fenó-
la misma manera, aunque el animal pueda usar de cier- meno insólito, algo que hasta ese momento ni existía ni
el hombre. Aunque
to signo para referirse a
un objeto, nunca es capaz de era imaginable. Había aparecido
usarlo para referirse a otro signo, nunca es capaz de muy elemental, la inteligencia empezaba a funcionar;
aunque balbuciente aún, había nacido
el lenguaje.
construir una «frase» nueva.

38 39
phoné, se convirtió logos.
Lo que sólo era en afirmar que fue necesario el lenguaje para inventar el
Logos significa sonido cargado de idea, lenguaje, ra- lenguaje, lo mismo que hace falta un obispo para consa-
zón. La tradicional definición del hombre como «animal
definición como «animal parlante». grar otro obispo. La palabra, en cuanto «denominación
racional» equivale a su
convencional», implica una convención que implica...
Definición rigurosa e irreprochable, pues el lengua-
esta
Determinar los orígenes del lenguaje es tan imposible
je es algo exclusivamente humano, no compartido por

ninguna otra especie, y universalmente humano, común


como determinar cada uno el nacimiento de su concien-
cia e s
incluso u mismo nacimiento a la vida. Sólo nues-
a todos los individuos de dicha especie. Entre
las socie-
tros padres, nuestros ascendientes, pueden certificar
dades de civilización ás avanzada, con sus refinadísi- 18 de el
que nacimos un marzo. Desgraciadamente,
mos sistemas de símbolos, y los pueblos de cultura más hombre no tiene ascendientes capaces de revelarle qué
primitiva que nos es dado observar (hay tribus en Brasil nació o qué día articuló la primera palabra. Todas
los etnólogos califican de neolítico), día
cuyo nivel de vida las investigaciones
en torno
al lenguaje se detienen for-
existe un parentesco suficiente, un fundamento idénti- zosamente ahí, en un momento que ni siquiera puede
u
medio de comunicación cuya naturaleza básica si-
co:siendo llamarse inmemorial. Ciertamente, podremos avanzar
n
gue la misma. Hasta tal punto constituye la pala- algo, remontar unos metros más el curso de las aguas,
bra esa nota común y privativa del hombre, que con destejer lo que los milenios fueron tejiendo, descubrir o
toda justicia es señalada como rasgo definitorio: el homo exhumar nuevos idiomas anteriores a los ya registrados.
loquax.
Serán siempre códigos muy tardíos, muy posteriores a
las formas originarias del habla humana.

Actualmente se conocen varios miles de idiomas, su-


Nada de los orígenes concretos del hombre y
se sabe
mando a las lenguas vigentes todas aquellas lenguas
nada, consiguiente, de los orígenes del lenguaje.
por muertas de las cuales existe alguna referencia. Pues
Simplemente, el nacimiento de la palabra coincidió çon bien, tal cifra es por completo insignificante en compa-
aparición del hombre.
la Dada la calidad definitoria del lenguaje, parecería ab-
ración del número de lenguas que necesariamente tu-
vieron que preceder. Si la aparición del lenguaje hu-
surdo preguntar qué fue antes, si el hombre o el len- de
mano sobre la tierra la situamos en un primero
guaje. Edgar Morin hace una observación feliz: «Fue el probablemente el idioma más antiguo de que se
enero,
lenguaje el que creó al hombre y no el hombre al len- tiene noticia habría que localizarlo entre Navidad los
guaje, a condición de especificar que fue el homínido Santos Inocentes. El sumerio es de ayer tarde, muy
quien creó el lenguaje». Morin juega con los dos niveles próximo a la formación de ciertas voces castellanas que
de este vocablo, de tal forma que responde así satisfac- ingenuamente denominamos arcaísmos.
toriamente a la vieja cuestión de qué fue antes, si el Por antigua que se considere, toda lengua remite
huevo o la gallina. esencialmente a una época anterior, en cuanto que su-
Digo que nada sabemos, ni nada sabremos nunca, so- pone una herencia,
el legado de unos antepasados. Na-
bre el nacimiento del lenguaje. Coincidió con el naci- die pudo inventar esa lengua. Las generaciones huma-
miento de la conciencia. ¿Quién puede precisar cuándo nas van sucediéndose unas a otras, pero no como la se-
surgió su propia conciencia? Para ello haría falta una rie de números cardinales, no como una fila de libros
conciencia previa a la conciencia. Asimismo es lícito en la estantería; vienen siempre imbricadas, igual que

40 41
las tejas,
sobreponiéndose parcialmente, se solapan, se el sép-
lenguaje a nuestra imagen y semejanza». Es
entremezclan, los hijos coexisten los pa- el descansa; Adán debe continuar el
un tiempo con timo día. Dios ya tra-
dres. Pues de igual manera se suceden los idiomas, es bajo de la creación.
decir, las generaciones de generaciones. Los científicos, He aquí la única descripción posible de los origenes
a sumo, podrán investigar y fijar el momento tres,
lo de la palabra. Lo mismo que sucede con todo aquello
dos, uno, cero, de esta o aquella lengua, y después ave- el hombre, los inicios del len-
que es fundamental en
riguar su entronque con otras lenguas de la misma fa- guaje se sustraen a la investigación histórica y a la for-
milia, y después hallar una raíz común, y después... El mulación racional. Por debajo de la conciencia está el
pasado resulta tan insondable como el futuro. subconsciente y, más hondo aún, el misterio; más allá
de la historia está la prehistoria y, más allá y más acá, la
metahistoria. La única forma de dar cuenta de todo ello
Recordemos lo que páginas atrás dijimos sobre el po- es el mito y la expresión mitológica.
der de la palabra. Tan enorme es este poder, que, para
explicarlo, lo mismo que para explicar el poder del
fuego, los hombres hubieron de atribuirle un origen di- En el principio era la palabra.
vino. La palabra constituye no tanto un resultado cuanto
Es sabido que todas
las lenguas
que se tienen por
un presupuesto de la vida humana. Porque vida hu-
primordiales, engendradoras de otras lenguas, recaban mana es aquella que dispone de un lenguaje, la que se
sí esa alta el mundo», y el
para cuna. Dios dijo: «Hágase desarrolla dentro del marco del lenguaje. «La palabra es
mundo existió. Según los judíos, el universo no es sino Loslímites de nues-
las veintidós letras del lacasa del ser», escribió Heidegger.
una misteriosa combinación de tro mundo coinciden con los límites de nuestro len-
alfabeto hebreo. La palabra omnipotente de Dios se guaje. Este representa la única perspectiva desde la cual
hace carne; la carne, a su vez, se hará luego palabra. podemos contemplar las cosas, la manera en que las ex-
Así, de la palabra increada iba a nacer la palabra del perimentamos, el artificio con que nos adueñamos de
hombre. Dios comunica a éste la facultad de hablar. Tal ellas. No
episodio queda hermosamente descrito en un mosaico
nos sería posible habitar en un universo sin
palabras. Faltaría no sólo el principal medio de comuni-
de la capilla Palatina de Palermo. Dios está vestido d cación, los sistemas de referencia, el molde de hacer
e
azul y Adán se halla desnudo. Con la misma evidencia ideas y la materia para hacerlas; faltaría el aire. Entre
brilla el manto del poderío y la desnudez de la miseria. las cosas y nosotros median las palabras, los tentáculos
Pero Dios es bueno, Dios es fiel, Dios es munificente, y que usamos para conocer, y reconocer, y medir el
de su boca fluye un rayo de oro que llega hasta la oreja mundo, la capa de racionalidad que nos permite tomar
del hombre. Este recibe así la vida, cuando recibe un contacto con él. Sólo se puede mirar el sol a través de
nombre. A continuación recibirá la misión más alta, la un cristal ahumado, y la realidad, únicamente a través
tole-
que corresponde a su condición de imagen y semejanza de las palabras, las cuales
nos la hacen inteligible y
del Señor: la misión de nombrar él a todas las demás rable.
criaturas. Por este divino poder que le es concedido, por Todo el progreso humano radica en el lenguaje, que
obra y gracia de la palabra, las criaturas salen del ano- va colonizando las sucesivas parcelas del cosmos, ten-
nimato: salen de la nada, empiezan a existir. «Hagamos diendo puentes sobre el océano, arma ofensiva y defen-
42 43
siva, basearticulada y articulante, tupidísima red de
caminos que se adentran en la jungla, palabras que sir-
CAPITULO II
bestias
ven para ahuyentar el miedo, domesticar las o
mencionar a Dios.
Y
el resto es silencio.
VIVIR ES CONVIVIR, HABLAR ES
DIALOGAR

Los límites del lenguaje, insisto, marcan los límites de


nuestro mundo. El lenguaje acota ese único espacio
donde a los hombres les es dado vivir.
Pero vivir es, sobre todo, convivir.
Y hablar es, sobre todo, dialogar.
Lo mismo que se dijo de la vida, ha de decirse de la
convivencia: tanto como un resultado o fruto de la con-
vivencia, el lenguaje constituye su presupuesto esencial,
su aire y su suelo, la base de toda relación. Posibilita la
formación de las conciencias y su reciprocidad, establece
los cimientos de la única vida verdaderamente humana:
de la vida social. Dentro d un mismo párrafo, al co-
e
mienzo de la Política, definía Aristóteles al hombre
como «animal social» y como «: animal que habla».
Ciertamente, el concepto de comunicación es más am-
plio que el que corresponde al lenguaje propiamente di-
cho. Aunque concéntricas, sus respectivas ciencias tie-
nen distinto radio; mientras la lingüística estudia tan
sólo las palabras, la semiótica se ocupa de toda clase de
signos aptos para la comunicación, sean palabras, índi-
ces, iconos o símbolos. Pero hay que decir immediata-
mente que así como la principal función de la palabra es
la comunicación, también la principal forma de comuni-
cación es la palabra. Y debo añadir algo más. La palabra
el principal signo, sino el «sig-
no constituye únicamente
los signos». Locución esta no sólo ponderativa, se-
no de

45
44
constante. Es
uso una lave, la llave que abre
mejante a la del Cantar de los Cantares
-el más inspi-
rado, y famoso, y universal cantar, el cantar por exce-
lidad, de
todas las puertas, esa que en el diálogo abre mi mente y
el
tuya, quizá también mi corazón y
lencia-. Se trata, además, de una expresión de índole la tuyo.
causal, lo mismo que cuando definimos la
mano del La palabra sirve para formular y probar hipótesis,
hombre como «instrumento de los instrumentos»: el ins- para narrar un hecho, para describir un objeto. Funcio-
trumento que creó todos los demás e incluso sugirió la nes todas ellas que pueden llevarse a cabo en soledad,
si
forma de todos ellos, ya que la mano, capaz de golpear, pero que sólo alcanzan su entero cumplimiento serea-
sujetar, sostener, contener y arrastrar, anticipab ya la lizan ante, para, con, a favor, en contra de alguien. Por-
invención del martillo, de la tenaza, del a gancho, del que toda palabra tiene esencialmente un destinatario,
vaso y del rastrillo. un tú que ha de escucharla. No importa que éste sea
Signo de los signos, la palabra fundamenta y más o menos vago, colectivo, potencial; más o menos so-
corona
o
cualquier otro modo de significar. brentendido desatendido.
suplicar, preguntar
Siempre que se transmite una información hay un Explicar, y
responder, saludar,
emisor y un receptor. Conviene advertir que también Compadecer, agradecer. Y también escarnecer, subyu-
gar, atacar y calumniar, mentir y tergiversar. «La lengua
los animales, y hasta las
máquinas, pueden ser emisores
o receptores de la información que el hombre recibe o es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden; ¿quién

emite. Pueden comunicarse con él activa y pasivamente, podrá ser nuestro amo?» Así se expresan en el salmo 11
creando así un complicado tejido de intercambios, una los hombres inicuos que detentan el poder de la pala-
bra. Porque la pałabra palabra persuasiva para bien
presencia constante de signos. Nosotros transmitimos al
para mal.
Ha
es descrita en los tratados griegos de retó-
animal señales de amaestramiento, y de él recibimos se у
-
ñales de llamada o de amenaza; las máquinas reciben y rica como phármakon en la doble acepción de este térmi-
y
emiten datos, poseen órganos de entrada y órganos ter- no:medicina veneno.
un verbo intransitivo». Al
minales. En cierta medida, todos ellos son capaces de el
«Para escritor, escribir es

a la vez doxa en parado-


una correspondencia vertical, horizontal y diagonal. afirmar esto, que convertía otra
Dentro de este inmenso marco cabe todo; caben los xa, Roland Barthes pensaba en la vocación irreprimible
compiladores, la caza con reclamo, las encuestas, la tra- de todo escritor de casta, vocación que le obliga a seguir
ducción automática, las voces de mando, las señales de escribiendo aunque no existan lectores. El verdadero es-
tráfico. Y el diálogo entre Juan y Pedro. critor escribe, lo mismo que el verdadero deportista
hace deporte, sin necesidad alguna de espectadores.
Pero, si voluntariamente, de antemano y para siempre,
escritor se negara a dar a conocer lo que escribe, ha-
Sobre todo, el diálogo
entre Juan y Pedro.
aplicación del diálogo, corola-
el
bría que considerarlo tan sólo un calígrafo empederni-
Lo que no diálogo
es es
demasiado
do, no se sabe si demasiado humilde

o
rio, nota marginal, resumen en cursiva o elaboración en orgu-
lloso. Escribir sin complemento directo ni indirecto, sólo
tercer grado, es decir, una tenaza perfeccionada, un
vaso de mayor cabida, un martillo de uso especial. El con esos complementos circunstanciales que serían la
lenguaje, recuerdan?, era una caja de herramientas, pluma, la tristeza y las once de la noche. Una función vi-
con las cuales el hombre va construyendo su mundo. caria y, en cierto modo, truncada. En vez de establecer
Pero dentro de esa caja hay
un utensilio de máxima uti- contacto con alguien a través de las palabras, se trataría

46 47
tan sólo de escribir para aliviarse él mismo, para descar- que coexistir. Es comunicarse, intercambiar ideas, com-
gar su tensión; una especie más sublime de vicio solita- partir esperanzas, temores, problemas y soluciones. El
desdobla-
rio. Y, de todas formas, alguna alteridad o lenguaje es para el hombre su primera leche y su pan
miento se daría por fuerza en ese fenómeno, un interlo- imprescindible, la sal de todos los días, la espesa trama
está hecha su vida y la vida de la especie. De
cutor inevitable que no sería otro que él mismo, la otra de que nor-
mitad de sí mismo. Reconozco que se puede llegar a ello a
sur, de este a oeste, van y vienen
las palabras,

por un doble orgullo y con un doble placer. Sé de un hi- te


oído desde lejos, desde fuera, ese sordo clamor que cu-
y,

dalgo que solía hablar consigo mismo por dos razones: bre el planeta evocaría aquel grito continuado que reco-
porque le gustaba hablar a alguien inteligente y porque rre una formación de aves migratorias en vuelo: un gri-
que expresa y confirma la cohesión de todos los
le gustaba oír hablar a alguien inteligente; de vez en
cuando, por piedad, consentía en hablar con otras per-
sonas.
(o
miembros de la bandada, que los une y los sostiene.
Se trata
no sólo de la más alta función del lenguaje,
Pero el destino normal de lo que se escribe no es ése. sino de su estructura básica. Esta no es la mera enuncia-
Escritura y lectura son dos términos correlativos que ción, el simple aserto; es la comunicación con otros.
confluyen en un tercer término: el diálogo entre escri- Nadie ignora que dentro del comportamiento huma-
tor y lector, el diálogo que desafía al tiempo igual que al
espacio; «con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en no existen dos modos capitales de relación: yo-ello y
yo-tú. Pues bien, la palabra se inscribe principalmente
conversación con los difuntos». dentro de esta segunda figura, mira más al sujeto que
me escucha que al objeto del cual hablo. Ciertamente,

Repito, la palabra es comunicación, y la comunicación en toda comunicación se dan cuatro elementos: un emi-
sor, un receptor, un mensaje y un canal. El canal puede
es fundamento indispensable, constitutivo, del animal ser la página escrita o el hilo telefónico, aunque también
social. puede entenderse como canal la palabra estrictamente
Una crónica de Salimbene cuenta el experimento que, dicha, fonética; la palabra en cuanto vehículo o signifi-
a principios del siglo XIII, decidió llevar a cabo Federi- cante, con una inmediata referencia al significado. Pero
co II de Alemania, monarca interesado por las más diver-
su misma naturaleza apunta también a un blanco, a un
sas ramas del saber. Mandó aislar a un grupo de niños receptor. Alguien dice algo a alguien mediante algo.
recién nacidos, confinándolos en una dependencia espe- Este decir a alguien, esta referencia al que escucha, no
cial de palacio. Estos niños habían de ser esmeradamen- significa un extremo, de suyo, prescindible y extrínseco,
te atendidos en todos los aspectos, con esta única restric- sino un elemento consustancial a la propia esencia del
ción: prohibió que nadie les dirigiera, en ningún mo- lenguaje. Una flecha disparada al vacío contradice su
mento, una sola palabra. Federico no era cruel, sólo propio ser; no es sólo una acción vana, es una operación
II
era curioso; quería saber cuál sería el idioma que los ni- f'allida y contra natura.
ñosempezarían a usar espontáneamente, quizá el latín,
quizá el hebreo, y de ese modo podría averiguarse cuál
fue la lengua primigenia de la humanidad. Pero aque- II
llos niñosno hablaron hebreo ni latín; murieron. Pero la comunicación humana supone todavía algo
Porque vivir es convivir y porque convivir es algo más más: aspira a la reciprocidad.

48 49

4.-Palabras son amores


La mera afirmación se limita a decir algo. La infor- iersación». Lo desea el maestro que baja de su tarima
los alumnos. Lo desea el hom-
mación dice algo a alguien. La comunicación plena es- ponerse al nivel de
Pra
bre de negocios que encarga a una agencia publicitaria
pera y obtiene de este alguien una respuesta.
De suyo, la transmisión de un mensaje puede enten- le f'acilite sus clientes.
un mayor contacto con
derse como una actividad unilateral; di-
un proceso de
rección única por el cual una determinada energía actúa
sobre un receptor sensorial. Queda después, sin embar- vista, la publicidad parece el prototipo de
Aprimera
go, un espacio abierto, como una interrogación latente, liacomunicación unilateral, transmisora de un mensaje
a la espera de algún efecto de repercusión del receptor dirección única que va desde el vendedor hasta los
sobre el emisor. Es lo que se llama el feed-back, una co-
de
virtuales compradores. Sin embargo, a la transmisión de
rrespondencia orespuesta más o menos mecánica, más lil mensaje ha precedido la recepción de otro anterior
menos
libre.
o
Porque toda comunicación pretende aquella perfec-
que venía del público, que expresaba
los deseos de
equella parte de la población donde va a tener lugar la
ción consumada que los físicos antiguos atribuían al mo- t
iampaña publicitaria. En esto justamente consiste lo que
vimiento perfecto: la circularidad. Y el escritor de un li- Il:amamos prospección de mercado, que no es otra cosa
bro aspira a conseguir lectores no meramente recepti- que una consulta previa. Hay, pues, información o co-
vos,sino capaces de corroborar o disentir. La respuesta municación mutua. Es cierto que la publicidad trabaja
activa cierra con éxito el proceso al convertirlo en bilate-
para el productor, pero éste elige precisamente aquella
ral. Ciertamente, alguna respuesta cabe siempre espe- igencia publicitaria que ha demostrado ser buena intér-
el supuesto de
rar, aun en que el mensaje constituya
el rete de los deseos del público. En contra de lo que sue-
una simple notificación y emisor sólo pretenda la co- le afirmarse,
no crea necesidades nuevas
rrecta comprensión de dicho mensaje por parte de su
la publicidad
"ntre la gente; más bien se limita a atender las necesida-
destinatario. Incluso en la hipótesis de que el emisor no des que ya existían; a lo sumo las estimula, a lo sumo las
tolerase del receptor otra respuesta que
una pasiva su- hace explícitas cuando eran inconscientes. En cierto
misión a lo enunciado por él, no podría, sin embargo, modo, lo que el público halla es lo que más o menos ve-
despreciar lo que en el feed- haya de posible control, nia buscando. Hay persuasión,
de averiguación del efecto back producido pero hay también predis-
por su mensaje. posición a ser persuadido en una dirección determina-
La comunicación, por consiguiente, admite diversos da. «No se puede mandar sobre la naturaleza si
grados y hasta dos preposiciones diferentes: comunicar no es
obedeciéndola». Este principio que formuló Bacon vale
a y comunicar con. Sólo en este segundo caso la comuni-
para la publicidad comercial lo mismo que para la nave-
cación alcanza su plenitud, cuando es intercomunica-
gación a vela. En resumen: se investigan las necesidades
ción, cuando es diálogo.
¿Será posible hacer de toda comunicación un diálogo? y deseos del público, se averigua cuál es su demanda
Es, al menos, deseable. Lo desea el jefe de empresa que -real o posible-, se lanza luego el producto, se regis-
tran a continuación los resultados de la venta, y después
prefiere tener colaboradores mejor que ejecutores. Lo
desea el obispo que instituye en su diócesis el consejo se
Pero
estudia a fondo el feed-back,
tampoco esto basta.
la respuesta obtenida.
Según han descubierto los téc-
presbiteral. Lo desean los esposos que han hecho suya
nicos basta
aquella definición de Aldous Huxley: «El es publicidad, no
en una comunicación, que,
amorcon-
aunque recíproca, sigue siendo impersonal y a distancia.
50
51
¿No podría ensayarse otro sistema, un acercamiento uicación se ha hecho bilateral. La palabra viva reempla-
el público? Hay
mayor, un contacto más directo con que tia a la letra muerta. El emisor de los mensajes no es
un
llegar al límite de la comunicación eficaz, la comunica-
o
un d
libro inerte maestro inapelable, sino un
ción individualizada. Los métodos son variados, pero trozo e
realidad propuesto a la común observación. En todo
convergentes. Sustituyendo o apoyando la propaganda
Caso, el receptor no es el alumno como un número más
masiva, se envían por correo unas circulares que mani- de una muchedumbre pasiva, sino como miembro de
fiestan la voluntad de un llamamiento concreto al indi-
grupo activo que comenta y objeta. Se abomina de la
viduo concreto (está aconsejado que el sobre no ostente un
memorización, de la repetición estéril, de la acumula-
ningún membrete comercial: disminuiría el carácter ín- ción bancaria de datos, y se estimula la capacidad creati-
timo del envio). Los mensajes radiofónicos o televisados va. De nuevo Sócrates baja a los pasillos y conversa; no
resultan especialmente indicados a este respecto; si do- perora, pregunta; no trae doctrinas hechas para impo-
minan la gramática publicitaria, si saben utilizar un
acento familiar y convincente, se llega al simulacro de
nerlas, sino que ayuda a los discípulos a extraer ellos
mismos la verdad. E-ducar, sacar de dentro, mayéutica,
una interpelación verdaderamente personal. Interpela- labor de partera.
ción que de hecho se produce cuando el posible cliente Item más, en medicina. Sabido es que no existen en-
es visitado en su propia casa. De ahí que las ventas a do- Termedades, sino enfermos. La relación médico-
micilio constituyan un sector de creciente importancia cnfermo ha revalorizado la terapéutica de la palabra
el comercio actual. Gestión de
en persona a persona. medicinal, iatrós logos Antiguamente existían tres géne-
Hablar a cada uno; mejor, con cada uno. Diálogo entre .
de palabra curativa: la impetratoria o plegaria, la
Juan y Pedro,meta ideal de todo diálogo. ros
mágica o ensalmo y la llamada palabra natural, destina-
Item más, en el orden político. Ningún gobernante da directamente al enfermo. Después, tras muchos si-
puede sustraerse hoy al deber de comunicarse con los ciu- glos de menosprecio de la palabra y
recurso creciente a
dadanos, por lo menos no puede dispensarse de fingir los fármacos verba, sed herba-, vuelve hoy el
pres-
que lohace. Dictador es precisamente el que dicta, a fin de non
tigio medicinal de la palabra. Pues ya se sabe también
al dictado; los dictadores
que sus súbditos obren pero ni que no existen enfermedades puramente físicas ni pura-
más despóticos quedan ya eximidos de la obligación de
mente espirituales; toda medicina, por lo tanto, habrá
mejorar su imagen simulando que escuchan y responden de ser psicosomática. Pero en nuestro tiempo esa pala-
al pueblo. Todos los gobiernos pretenden
ser democrá- bra curativa no es ya vertical, del médico a los dioses; ni
ticos, y todos usarán, demostrarlo, de ese aparato
para tampoco simplemente unilateral, del médico al enfermo
que con mayor o menor credibilidad aparece como con- como del agente
al paciente, sino horizontal y recíproca.
dición indispensable, como medio privilegiado para la
comunicación: el «parlamento», o lugar donde se habla, El médico habla, pero también provoca la confidencia,
practica siempre alguna forma, siquiera mínima, de psi-
donde los representantes del pueblo hablan y el ejecuti- coterapia verbal. El talking cure abarca tantos modos y
voescucha. Diálogo entre Juan y Pedro, siquiera sea por maneras como la conversación entre maestro y discípu-
delegación, siquiera sea por ficción interpuesta.
Item más, en educación. A la tribuna inaccesible del
lo. Y si todo educador es un educando, si todo buen
enseňatanto cuanto aprende mientras enseña,
maestro
catedrático ha sustituido el método de la mesa redonda. también hay que decir que, en la relación médico-
A la lección magistral, la
rueda de preguntas. La comu- enfermo, los términos agente-paciente no son tan netos

52 53
e inamovibles. El agente deberá actuar desde ese nivel con las palabras dialegeszai, dialegomai. Diálogo, no mo-
profundo de la común menesterosidad humana, y el pa- nółogo.
ciente responde desde ese otro nivel, igualmente pro- ¿No es, acaso, también un diálogo, un diálogo inte-
fundo, del ansia general de superación, esa raízde la rior, toda vida de fe? La fe se ha definido siempre como
la aceptación de
vida que se niega a capitular, a perecer. El paciente no unas verdades reveladas por Dios. Ver-
porque su descubrimiento
dades que fueron reveladas
es un objeto que hay que restaurar, sino un sujeto en
relación. sobrepasa el poder de nuestra mente. He ahí el aspecto
de la fe que preferentemente quedaba subrayado; la fe
opuesta, pero sí contrapuesta a la razón; verdades
Item más. Esa misma relación mutua y mutuamente
no
inaccesibles a la evidencia y al raciocinio, misterios,
lo
enriquecedora ha de establecerse entre lo que hasta "(reer que no se ve». Pienso, sin embargo, que este
hace poco se llamaba el elemento «docente» y el «discen- elemento de
la
definición es posterior e inferior al otro,
te» dentro de la Iglesia. Ya San Agustín confesó

obispo, más que maestro, se sentía condiscípulo de sus


que
él,
al simple hecho de que Dios haya revelado tales verda-
des; quiero decir, al hecho de
que Dios haya hablado
al
hombre. Que le revele cosas claras
fieles, bajo el magisterio del único Maestro; y más que u oscuras, obvias o
pastor de su diócesis, oveja débil e inerme dentro del inasequibles, entiendo que es algo secundario. Lo prin-
('ipal es el Dios silencioso s
gran rebaño que sigue
al único Pastor. Pastores y fieles que él nos ha hablado, que e
soncorresponsables de una misma tarea. Pastores y fie- hizo un Dios elocuente, cercano, hasta el punto de diri-
les el Espíritu girnos la palabra.
son movidos por para la realización de
obra conjunta, la edificación del cuerpo de Cristo, y Ahora bien, la fe no es otra cosa que la aceptación de
una tales palabras, la respuesta positiva a las mismas. Por lo
luces
unos y otros reciben gracias y que deberán poner
en común. tanto, la vida de fe queda así descrita directamente
el hombre. A cada
Por fortuna, se ha rescatado la práctica de la predica- Como un diálogo entre Dios y
le corresponde ahora tomar esas palabras
ción dialogada, vigente en los primeros tiempos de la creyente
Iglesia. La acepción primera de las palabras sermón y ho- como dirigidas a él. Dios no «dijo en aquel tiempo», sino
milía es justamente conversación, coloquio, diálogo. Así que «dice», puesto que su palabra no es un enunciado
sucedió en los comienzos. De acuerdo con su ascenden- antiguo, aunque con validez intemporal, sino que es
cia judía, los apóstoles siguieron practicando la costum- esencialmente él mismo, el Dios revelador, una Persona.
bre imperante en las sinagogas, donde cada sábado a las Vida de fe, pues, es vida de relación. La vida religiosa
es diálogo por la misma razón que la vida humana es
lecturas bíblicas añadía el comentario de los asisten-
se
tes. Asimismo, Pablo dialoga con sus oyentes de Efeso, lenguaje. Y así como éste, más que un resultado, consti-
Tuye un presupuesto de la existencia humana, así tam-
Corinto, Tróade, incorporando el uso de la discusión de
los temas, tan frecuente en ese medio helenístico en que bién el diálogo con Dios no es tanto una consecuencia
de la fe cuanto su propia base, su espacio vital, su defini-
él se desenvolvía, a las celebraciones litúrgicas de la pa-
labra. Hoy nuevamente se ha puesto de relieve la es- ción misma. La auténtica religación, la vinculación
yo-tú. Porque Dios jamás puede ser reducido a la cate-
tructura dialogal, primitiva, de toda predicación cristia-
na. Tan primitiva, tan genuina, que, en
los Hechos y en goría de ello, nunca puede ser conceptualizado adecua-
las Epístolas, la predicación doctrinal viene designada damente. De ahí que su nombre sólo sea usado propia-

54 55
más elemental, en el seno de cada célula:
mente en vocativo, dentro del marco colłoquial, como in- lia en sudecampo
la
vocación, no como materia de un discurso. dentro célula se da un tipo de vida, de intercambio
Eso es la fe, y eso es también la moral que dimana de vital, que la biología denomina ya «intercambio de infor-
tal fe. mación», con sus estímulos y respuestas perfectamente
Ciertamente, toda moral podría cifrarse en una sola regulados.
palabra: responsabilidad. El hombre se constituye como
sujeto moral cuando es interpelado por una voz que lo
El diálogo constituye el esquema de funcionamiento
de la materia viva. Sin embargo, esta concepción resulta
hace responsable, en la doble acepción de esta palabra, ser, más bien, una metáfora, aunque una metáfora
iatractiva e incluso fecunda; pero al fin y al cabo se trata
en cuanto que puede y debe responder de sus actos.
¿Responder ante quién? Las morales autónomas sostie- de un modo de hablar analógico, descriptivo, para ex-
la vida
nen que
el juez del hombre es su propia conciencia. Por presar gráficamente la dinámica de en su estrato
más hondo.
supuesto; pero esta autorresponsabilidad es casi una Enotros estratos superiores habrá algún
tautología, significa que el sujeto es autor de sus propias mayor motivo para emplear dicha denominación, y la
obras. Para nosotros, eso constituye, más bien, una metáfora casi desaparece, casi es sustituida por su acep-
mera condición de imputación. La palabra decisiva per- ción más inmediata, cuando nos aproximamos al plano
tenece a una responsabilidad más honda, en el momen- de lo humano y nos referimos, por ejemplo, al «lengua-
en que la autorresponsabilidad se descubre a
sí mis- je» de los delfines. Casi. Aún sigue habiendo ahí
to
ma como responsabilidad ante alguien que «me es más metáfora, y sólo nos expresamos así con licencia poética,
íntimo que yo mismo», como facultad y deber de res- porque ya quedó dicho páginas atrás que sólo el lenguaje
ponder ante Dios. He ahí el carácter dialógico de nues- humano lenguaje.
es
tra responsabilidad. También los animales practican
un género de vida
más o menos comunitario. No obstante, cuando Platón
define al hombre como «animal social», está dando una
III definición rigurosa, con género próximo y diferencia
(specífica. Está afirmando, pues, que el hombre es la es-
En definitiva, el lenguaje humano es esencialmente pecie animal social, lo mismo que cuando lo define
diálogo, porque la vida humana, toda ella, es relación, (omo «animal racional», es decir, único animal dotado
vecindad, pacto, complicidad o enfrentamiento, comer- de razón o dotado de lenguaje, pues ambas significacio-
cio, cópula, convivencia. Todo es social en el hombre, nes logos utilizado
posee el por Platón. Una colonia de
porque el hombre es un animal social. delfines, un enjambre de abejas, una manada de bison-
Por supuesto que un cierto carácter social se da en to- tes, distan de una sociedad humana lo que el mugido
dos los animales y hasta en cualquier conjunto vivo, dista de la palabra: una diferencia no de grado, sino de
cuya composición ya no es la mera yuxtaposición de par- esencia.
tes, sino su mutua articulación e interacción. Esta es- Y tanto da decir que somos racionales porque somos
tructura dinámica puede incluso calificarse de estructu- sociales, como decir que somos sociales porque somos
ra dialógica, según aquella concepción que la moderna racionales y dotados de palabra.
biología ha establecido del «organismo como lenguaje».
Tal estructura es característica de todo has-
cuerpo vivo

56 57
Lo que me caracteriza como ser humano es la pose- Co hay yo sin nosotros. Efectivamente, sin cuerpo no ha-
sión de una
conciencia, la conciencia de mi yo. Pero esta bría cabeza ni miembros; sólo existirían objetos con for-
de piernas, de
conciencia, este yo, ¿cómo llega a formarse? Unicamen- ma de cabeza, manos, Unus christianus, nul-
te en la confrontación con un tú. Este tú me limita, y, al lus christianus.

limitarme, me configura, me concede mi propia identi- Esa comunicabilidad que es propia de la persona al-
dad. La conciencia de singularidad surge de esa contra- canzará su más alta y apremiante significación en el pro-
posición del yo y el tú. Adquiero conciencia de mí y del
al mismo tiempo. La intersubjetividad funda la
grama de
la
santidad cristiana. Para cada cristiano, la
santidad consiste en el cumplimiento de su misión, y
otro
subjetividad. ésta consiste en
una forma concreta, personal, de ser-
co el nú- para-los-demás. Toda vocación es social por su origen y
El
encuentro n mi prójimo hace que fragüe
cleo de mi personalidad, alrededor del cual irá desarro-
su destino: a través de los hermanos y al serv cio de los
llándose el lento proceso de individuación. La colabora- mismos. Cada santidad particular es parte de la san-
una
ción en una empresa común, la cópula sexual, la firma tidad del cuerpo; pero una parte activa, en función del
de un contrato, el ósculo de paz en la misa, constituyen todo, influida e influyente. El deber de desposeimiento
sólo los momentos fuertes, los puntos reveladores de en favor de los demás se extiende a todos los niveles del
una condición social que abarca e impregna la vida en- alma, y, correlativamente, la participación en el bien co-
tera. múnes tan completa, que incluye las riquezas igual que
quiere decir «persona»? La antigua definición
¿Qué las deudas. «Perdona, Señor, a
tu siervo los pecados aje-
de persona como autoposesión resultaba insuficiente; ha- nos», traduce curiosamente la Vulgata (Sal 18,14).
cíafalta completarla poniendo de relieve la proyección, la Ello nos impone una moral íntegramente social. No se
esencial proyección de cada persona a las otras personas.
trata sólo de conceder mayor espacio al sector social de
Era preciso resaltar dos cosas: a) que dicha autoposesión
ha necesitado de una comunicación previa, y b que está
)
la moral, sino de hacer social la moral entera: es preciso
replantear a esta luz todos y cada uno de los conceptos
destinada a una comunicación posterior.
de la ética, trasladar de clave el tratado completo, pasar-
La incomunicabilidad que las viejas definiciones atri-
buyen a la persona tiene un sentido ontológico y signifi- lo de clave ascética a clave eclesial.

ca su unidad interior, la indivisión del in-dividuo; en de- Elhombre, ¿se hace cristiano cuando se incorpora a la
Iglesia criștiana, o se incorpora a ella cuando se hace
finitiva, la autoposesión antes citada. Pero la persona se cristiano? Vana cuestión. Cada hombre posee su voca-
posee precisamente para entregarse (y al entregarse cre- ción, su propio llamamiento. Pero ¿a dónde ha sido lla-
cerá su autoposesión), y esa incomunicabilidad metafísi-
mado?, ¿a qué ha sido llamado? A formar parte de la
1 ca constituye justamente la condición básica de toda co-
Iglesia. Iglesia significa precisamente «convocación».
municabilidad psicológica. ple-
El yo alcanza entonces su
Por lo
tanto, más que llamados, hemos sido convocados.
nitud en el «nosotros».
La literatura cristiana ha desarrollado espléndida-
citados todos a un mismo lugar; a esa arca de salvación
donde la singularidad y solidaridad de cada alma quedan
mente este pensamiento en su simbología del Cuerpo
garantizadas la gracia del Dios Uno y Trino.
místico. Ciertamente que no hay nosotros si no hay di- por
si La misma vana cuestión sería preguntar si somos hei
versos yo, como tampoco existe el cuerpo no hay
cabe-
za y miembros. Pero el enunciado es reversible: tampo- manos porque somos hijos de Dios, Padre de todos, o si
somos sus hijos porque somostodos hermanos, herma-
58
59
social. Dentro de este contexto es capaz de producir
nos del Primogénito, hermanos de Cristo y en Cristo.
Es un
los rudimento de habla personal en cuanto pura expresión
su Espíritu que abre simultáneamente
el labios y los
de sí mismo, pero en seguida irá desprendiéndose de es-
oídos del neófito para que pueda pronunciar la palabra
tas formas originales y aceptando el lenguaje
que a su
«Abba, Padre»
ypueda entender el lenguaje del pueblo alrededor se emplea.
santo. Entonces es regenerado como hijo y entonces
No es que la voluntad de hacerse
entender sea superior a su voluntad de au toafirmación,
queda constituido como ciudadano de los cielos.
sino que ésta necesita de aquélla, y a ella se pliega. La
sumisión a un idioma común se revela así como la acep-
tación primera, fundamental, de las leyes de conviven-
La simetría con lo que acabo de exponer es casi per- cia. Empezamos a comprender y admitir el carácter
somos

o
fecta: ¿somos racionales porque somos sociales, nor-
mativo de la vida en común cuando comprendemos y
sociales porque somos racionales y dotados de lenguaje?
Sin sociedad no hay persona, y sin lenguaje no hay so- admitimos las normas gramaticales, cuando reconoce-
el sentido general de las palabras y sus reglas de
ciedad. Pero también es verdad directamente: sin len- mos
guaje no existiría la persona, la conciencia, el yo. Benve- combinación. No hay un idioma individual. El idiolecto
es sólo las
niste afirma: «Yo es el que dice 'yo'». No caben otras una ficción, una hipótesis de trabajo, como
cantidades imaginarias.
pruebas fuera de este testimonio tan irrefutable como
Toda comunicación supone una coincidencia de
in-

El
tautológico, fehaciente por sí mismo. capitel se
terpretación, una trama semántica o complejo de signifi-
la
la basa, bas en la tierra,
apoya en el fuste, el fuste en
caciones convenidas, un sistema codificado de vida so-
la tierra en la tierra. Un testimonio tan superfluo como
cial, es decir, un mundo compartido. Tan perfecta so-
sustentador: yo soy el que dice yo. Y, desde luego, al ha-
cialización, tan radical sacrificio de la propiedad priva-
blar así, mi palabra necesita de tu silencio, se produce
da, implica que mis palabras no son mías, que incluso
frente a tu silencio. Así como sin el tú no se daríael yo,
cuando las pronuncio en soledad y silencio, en el fondo
tampocu mi voz podría subsistir sin tu atención.
de mi intimidad, sólo es mía la voz, ellas no me pertene-
lenguaje tiene, respecto de los individuos de una
El
comunidad lingüística, la, misma doble relación que tie- cen. No son mías, aunque tampoco me son ajenas. Y no
basta decir que yo no las he creado, debo reconocer que
ne la sociedad respectó de sus miembros. Por un lado,
ellas me han creado a mí. Lo que parecía consigna
ésta es la suma y resultado de sus miembros;
por otro una
lado, cs ella la que los constituye como tales miembros; moral, resulta ser casi una ley biológica: vivir, efectiva-
los precede. Así también, la langue es la mente, es convivir.
en cierto modo,
Social no significa solamente apto para la vida en so-
suma de
las paroles, de las palabras particulares, pero es
ciedad, sino también, y antes que nada, necesitado de
también la matriz en que éstas se forman, de tal suerte
el efec- sociedad. En primera instancia es un adjetivo que califi-
no significa, en definitiva, sino
el habla uso
que
tivo que cada hablante hace de su lengua. En este senti- ca al hombre como un ser indigente, incapaz de auto-
abastecerse. No obstante, en esta deficiencia esencial ra-
do, el idioma representa el hecho social por antonoma-
dican sus mayores y mejores posibilidades, su historia
sia.
Un niño puede desarrollar ciertas facultades -las progresiva, su porvenir indefinidamente abierto. Un ser
motoras, por ejemplo- sin enseñanza alguna, por su
completo, pero por eso mismo clausurado, sin referen-
cuenta, actuando sobre el medio y reaccionando frente
cia a los demás seres, sin engarces, sin deseos, no puede
a él, pero sólo podrá adquirir el lenguaje en un contexto

61
60
self-made-man
progresar; queda estabilizado en su perfección, es decir, El
capítulo
actual no es otra cosa que el último
de esas fantásticas ciencias naturales donde se
queda detenido en su crecimiento. Su perfección signifi-
han ido registrando los sucesivos entes, ideales e ideali-
ca impotencia para perfeccionarse más, para alcanzar
niveles superiores. En cambio, los seres incomple- zados, que nacían por generación espontánea. Porque la
otros
verdad es que todo de la confrontación
tos extraen todo el vigor de su propia deficiencia, de su yosurge con un tú
hambre y sed. Cuando nace, el hombre es el animal ymi vida se teje incesantemente con los mil influjos que
el más inerme, el más necesitado de a diario recibo. Llegan éstos hasta mí desde el
peor terminado, extremo
más remoto del mundo, en
atenciones, que habrán de prodigársele durante un una cadena ininterrumpida
e incalculable,
tiempo incomparablemente mayor que el que abarca la y, asimismo, cualquier movimiento mío
añade un impulso que no cesará hasta la otra orilla.
crianza de cualquier otro animal. Es incapaz de tenerse
Cada uno de mis actos altera grado infinitesimal,
en pie, de encontrar la ubre, de buscarse cobijo; es inca- --en

mismo. ¿Cuántos años habrá de pero suficiente- la marcha del universo (y sería inútil
paz de sobrevivir por
pasar antes de que pueda considerarse un ser adulto? querer reprimir todo gesto, todo juicio, pues de cual-
Pues bien, la hegemonía de la especie humana estriba quier modo nuestra influencia está garantizada: ni si-
precisamente ahí, en la evidente inferioridad de sus quiera sabemos con qué influimos más, si con nuestros
actos o con nuestras omisiones, si con nuestras palabras
miembros para bastarse a sí mismos. El pájaro será siem-
)
con
el caballo será siempre nuestros silencios). Soy emisor y receptor. Cons-
pre un pájaro, y nada más; un
caballo, y nada más. El hombre, en cambio, será agricul- tantemente recibo estímulos, llamadas, objeciones. Voy
al víveres
y
tor, monoteísta, filósofo, inventor de símbolos lengua-
jes, un extraordinario ser siempre inacabado.
mercado, adquiero
y
los que otros han cose-
chado; abro un libro, y asimilo los conocimientos que

Unser siempre menesteroso de los demás: un ser so- otros descubrieron; oro con las plegarias que han llega-
cial. Sus carencias son su mayor riqueza, su acicate con- do hasta mí a través de innumerables generaciones.
Digo «yo», y esta palabra la recibí de otros labios. Digo
tinuo, y una especie de felix culpa, que hizo posible esta
situación de gracia redentora, muy superior a la inocen- cualquier palabra, y ésta ha de ser, irremisiblemente,
palabra de edificación o de escándalo. Nuestra vida es
la vida social se llega así a unos resulta-
cia primitiva.
En social.
dos imprevisibles, a una suma cuyo valor excede con
Cabe, por supuesto, pero sólo hasta cierto punto, la
mucho el de los sumandos, del mismo modo que el sig-
el vida solitaria. Creo que lo que llamamos vida solitaria, o
nificado de una palabra excede indeciblemente valor
fonético de las letras que la componen. es infrahumana o es sobrehumana. Puedo imaginar que
Ni el nosotros es la simple agregación del yo y el tú, ni quien eligió la soledad, sabrá alzarse por encima del ni-
el diálogo es
una mera adición o alternancia de párra- velcomún. Pero únicamente si esa soledad es una subli-
fos. El resultado de mación, no una represión, de su instinto social. La bue-
un verdadero diálogo no consiste en
las ideas na soledad es al aislamiento lo que el silencio es al mu-
la suma de que traían sus interlocutores; las
tismo. No se trata de una vida fácil;
ideas de cada uno actúan como estímulos sobre el pen- por eso la llamo so-
samiento de los demás. Se obtiene brehumana; yjustamente por eso, porque no es fácil,
un efecto multipli- suele ser infrecuente el éxito; tal vez, la soledad fecunda
cador.
constituya un fenómeno tan improbable casi como el
parto virginal. Al desierto no hay que ir renegando de

62 63
la comunidad o huyendo de ella, sino a través de ellay IV
llevando con nosotros el mayor amnor a los hombres, no
y
el
temor o el desdén, sino,
al contrario, la voluntad de
Lo sé. Sé que pasó ya aquel interés tan vivo univer-
rendir en favor de la sociedad aquel misterioso servicio sal
que despertaba el tema del diálogo en la década
de
que sólo en el yerno puede llevarse a cabo. El retiro y la los sesenta. Llegó a ser una moda cultural, lo mismo
oración deberán estar poblados de nombres, de rostros, que la no-violencia o la contracultura. Eran
los años de

la
de necesidades ajenas que fueron asumidas como pro- Ecclesiam del súbito entusiasmo por los colo-
suam,
pias. Pienso que ha de resultar desoladora una soledad quios cristiano-marxistas, y cómo los padres deben con-
«social»
que no sea, por lo menos, tan como la conviven- versar larga y amistosamente con sus hijos, aquella pro-
cia. Valéry decía que el hombre se comunica consigo fusión de encuentros ecuménicos, las conversaciones
los mismos medios y
por en la misma medida en que se distensivas en torno al desarme, y una nueva espirituali-
comunica con sus semejantes. dad conyugal basada en la «puesta en común».
El extrañamiento del eremita guarda una esencial re- Como todas, una moda efímera. Creo, no obstante,
lación a la ciudad. Estas vidas solitarias pertenecen a la que lo que ha dejado de ser actual no es
el diálogo, sino
menos el diálogo sobre el diálogo, la apología del mismo. ¿Pue-
densa trama de la humanidad
no que la vida del
comerciante o del profesor. Dentro de un ordenamien- de, acaso, perder vigencia alguna vez el tema del diálo-
to social profundo, dentro de esa vasta arquitectura tan go, o el de la violencia y las formas pacíficas de enfren-
compleja, ubicua, coextensiva al mundo y a la historia tarse a ella? Sería como decir que pierde oportunidad
del mundo, tales vidas de soledad aparecen como espa- un libro sobre la muerte cuando su aparición no coinci-
cios interiores, formando parte de la estructura total decon la novena de ánimas. Por lo demás, las modas no
exactamente lo mismo que los muros, los bloques ola
s son solamente fugaces, son también cíclicas, y su breve-
columnas. Las áreas no edificadas se hallan afectadas dad cada vez mayor da lugar a una periodicidad cada
la intención y el propósito de la edificación, Se trata vez más frecuente. Mañana mismo esta
por
de áreas significadas por la cercanía de los volúmenes
o misma tarde
volverá alguien a insistir con igual obstinación: yo dialo-
construidos, por su referencia a ellos. Y a la vez, recí-
significantes, ca-
go, tú dialogas,
él
dialoga.
procamente, se convierten en elementos
paces de irradiar sentido, de adjudicar un sentido más
El diálogo sigue siendo una cuestión viva,
otros matices predominantes.
aunque con

alto al conjunto.
El hombre es social siempre, en la ciudad y en despo- El problema de la comunicación y la incomunicación
preocupa por igual a psicólogos, sociólogos y expertos
blado. Y hasta para callar tenemos necesidad de la pala- en cibernética. Hoy la lingüística prolifera en tantas ra-
bra. Con razón se ha dicho que el cine sonoro hizo posi- mas como ayer la antropología. Donde un texto dice
ble el silencio en las películas. El silencio de las vidas si- hombre, léase animal dotado de lenguaje o animal so-
lenciosas no está vacío; está lleno de vacío deliberado, cial. Lo social es ya irreversible y constituye algo más
de viento, de alusión. el enfoque o tratamiento actual de
que un tema actual:
cualquier tema. Un denominador común, un signo de
nuestro tiempo. Es la hora del trabajo en equipo, de la
actividad en grupo, de la poesía escuchada o cantada
por la multitud. Los productos se fabrican en cadena,
64 65

5.--Palabras
las misas se concelebran, las
empresas no podrían pres- Ya no queremos ser arrastrados por una voz, sino
cindir ya de un técnico en relaciones públicas. El res- persuadidos por una argumentación. Y puesto que en el
ponsable del descubrimiento de América fue un indivi- mundo existen las convicciones más variadas, queremos
duo llamado Cristóbal Colón, mientras que la llegada a <que nuestras convicciones sean nuestras, que sean fruto
la Luna ha sido una hazaña conjunta de astronautas, as- de una elección personal. Somos también conscientes,
trónomos, físicos, biólogos, ninguno de cuyos nombres más que nunca, de esa dimensión de historicidad que
los
es exigido en programas de bachillerato superior. tanto afecta a todo lo humano, principalmente en aque-
Hoy concedemos más valor al resultado de una encues- Ilo que concierne a la conquista de la verdad, la cual no
ta entre mil personas que a la intuición y clarividencia
sólo posee muchos campos y vertientes, sino también
de un gran talento. El hombre económicamente pode- Es
no es ya el que cuenta con mayor fortuna personal, muy diversos grados de manifestación. una verdad
roso
sino quien influye en mayor número de consejos de ad- que se obtiene paso a paso, día tras día, mediante una
investigación progresiva, histórica, y una verdad que
ministración. Condiciones morales aparte, el político
hay que afrontar y ganar desde perspectivas muy dife-
más digno de confianza no e tampoco aquel que posee
s el rentes, por vías muy distintas, con instrumental muy va-
una más profunda formación, sino que ha sabido ro- riado. ¿Cómo no reconocer aquí la trascendencia de lo
dearse de mejores asesores. Y no se trata sólo de un sa- social? Nunca como ahora se había diversificado tanto el
ber colectivo, que, lógicamente, ha de ser más completo
saber, nunca se habían multiplicado tanto las especiali-
y contrastado; se trata de aquel efecto multiplicador que
dades. ¿Cómo no reconocer la imperiosa necesidad de
atribuimos al diálogo. Diálogo real que enriquece siem- los estudios interdisciplinares, es decir, del intercambio,
o diálogo más o menos simulado,
al gobernante,
pre es decir, del diálogo?
pero que sirve para mejorar su imagen. Está demostra- El diálogo sigue y seguirá vigente: sigue y seguirá
do efectivamente que el líder de más porvenir no es el
siendo un método imprescindible para la búsqueda de
gran orador, sino aquel que, cuando habla a
la muche-

dumbre, capaz de establecer contacto con cada uno


es la verdad.
de los oyentes, el
que da la impresión de hablar con Unmétodo también, igualmente imprescindible, para
cada uno de ellos. He aquí un invento revolucionario la convivencia.

que marcará nuestra época:


los llamados medios de co- La actual sensibilización ante los derechos de la perso-
el derecho a la libertad de expresión,
municación de masas permiten dirigirse a las masas de na, principalmente
hace, más que nunca, posible y necesario el diálogo.
otra manera totalmente distinta.
para amplificar la voz, es decir, El
para
micrófono sirve
hablar en voz baja. Aunque más adelante nos extenderemos sobre el par-
Y sólo en voz baja se puede hablar de ciertas cosas. «Los
«)
ticular, conviene poner ya de relieve esta coincidencia
media el del creciente valor otorgado a la persona y el aumento
mass no sólo amplifican cuantitativamente men-
saje, sino que lo transforman cualitativamente» (McLu- de nuestra conciencia social (aunque ésta probablemen-
han). Antes el orador sólo podía gritar, ahora puede in- te sea hija de la penuria más
que de la generosidad):
la
cluso susurrar, puede sugerir, insinuar, matizar, porque percepción inmediata de que vivimos todos vinculados
naturaleza del significante condiciona los niveles del
la
significado. Antes sólo podía arengar, hoy puede razo-
los unos a los otros, muy celosos de nuestra indepen-
dencia al mismo tiempo que muy conscientes de nuestra
los oyentes sólo podían
nar. Antes, ser conmovidos, hoy interdependencia. Estos dos conceptos no son en abso-
pueden ser persuadidos. luto contradictorios, y las actitudes que ellos pueden ins-

66 67
pirar, lejos de ser incompatibles, se armonizan hasta el ontemplo algo que está sucediendo, en este mismo ins-
punto de crear el tipo humano más apto para el diálogo. tante, a miles de kilómetros de distancia. No hay
tales
No es ninguna paradoja decir que a una sociedad más kilómetros, no hay fronteras, no hay paredes. Los pue-
pluralista corresponde un ciudadano más solidario, y a blos se relacionan, se confederan y dialogan. Unión Pa-

una sociedad más colectivista, un ciudadano más indivi- nafricana, Comunidad Económica Europea, Organiza-
dualista. Independencia e interdependencia no se con- ción de Estados Americanos. Por primeraа vez, la histo-
tradicen: ésta hace posible el diálogo, aquélla hace posi- ria universal se puede elaborar como un todo, ahora
bles a los dialogantes. la Tierra, desde el espacio exterior, ha sido
que por pri-
Todo ello tiene aplicación a las comunidades más mi- mera vez fotografiada en su totalidad: un hogar común,
núsculas lo mismo que a
lallamada comunidad de na- un mundo abreviado y amenazado por igual, una sola
ciones. Antiguamente, excepción hecha de algunos mo- plaza de mercado, un único ·campo de batalla. De ser
mentos o territorios de encrucijada, todas las civilizacio- puramente una noción teológica o filosófica, la «huma-
nes fueron como universos homogéneos y apenas per- nidad» ha pasado a ser un hecho de comprobación. Su
meables, dentro de los cuales existía un solo esquema unidad es patente. No aquella unidad de los teóricos,
mental, una única concepción de la vida y del mundo; sino esta de las Naciones Unidas; no la humanidad
las ideas extrañas
que pudieran llegar quedaban auto- Como concepto abstracto, sino como programa común.
máticamente reducidas a objeto de refutación inmedia-
ta. Pues bien, he aquí que hoy asistimos al fenómeno
Por eso,
la independenciasoberanía
de los pueblos se llama hoy
efectiva no consiste
interdependencia, y su
contrario. Se ha producido una especie de unificación tanto en la capacidad de repeler cualquier invasión
de la humanidad; por fin ha llegado a obtenerse el cuanto en la posibilidad de negociar en pie de igualdad.
«hombre planetario». La técnica posee
un lenguaje uni- No ha surgido aún la comunidad de naciones capaz
versal -el desciframiento científico de
larealidad, y de ordenar con eficacia las relaciones entre las mismas.
en su grado actual de desarrollo permite la comunica- Pero es porque los nacionalismos siguen todavía toscos y
ción instantánea entre todos los rincones del globo. tribales: anacrónicos para este momento histórico. Sub-
Todo queda próximo, nada humano nos es ajeno; pero siste el desnivel
entre pueblos desarrollados y subdesa-
ahora muy concretamente: la evolución del maoísmo no rrollados, incluso en ciertos aspectos va en aumento;
esajena al incremento del comercio exterior americano,
los transpor-
pero, al menos,
los responsables de tales diferencias se

la revolución iraní no es ajena al futuro de ven obligados a explicarlas con argumentos más o me-
tes holandeses. Hay prosoviéticos en Lisboa, hay yoguis nos falaces. Existe todavía el hambre, y se han escrito li-
en Bogotá y mormones en Jaén. Porque lo importante bros atroces, muy documentados, acerca de la desnutri-
es que esa variedad de culturas que conviven en un ción de unos países y el despilfarro de otros; pero el he-
mundo unificado, ha venido a romper definitivamente cho de que se hayan escrito supone una información e
aquella homogeneidad de las antiguas sociedades. La intercomunicación que ayer eran impensables; consti-
diversidad profunda de los pueblos ha introducido el
tuyen una denuncia que aún es posible tergiversar, pero
pluralismo dentro de cada pueblo. com la
Escribo estas líneas en Madrid mientras escucho u
n
que ya es imposible desoír. Tanto la
son, antes que nada, lugares de diálogo.
FAO
o
ONU

concierto retransmitido desde Salzburgo mediante un


diálogo sigue siendo hoy tan actual como en los
aparato fabricado en Japón. Levanto del papel los ojos y El
años de la Ecclesiam suam, de las mesas redondas sobre

68 69
marxismo y cristianismo, de aquellos prolijos diálogos
sobre la utilidad del diálogo. Sigue siendo tan actual
II
el Paleolítico superior. Por dos САPITULO
como en razones nada
efímeras u ocasionales: porque el hombre es un animal Y META
social porque es un animal racional. O resumiendo to-
EL DIALOGO, CAMINO
y
davía más: porque el hombre es esencialmente- un
animal dotado de lenguaje.

Las condiciones del diálogo son equis. Tal vez cinco


en Europa y ocho en Asia, no sé. Tal vez quince para el
debate científico y dieciséis para la conversación entre
esposos. Pero con mayor exactitud diré que las condicio-
nes de todo diálogo, en cualquier caso, son equis más
una.

Esta condición privilegiada y bá-


que coloco aparte,
sica, consiste
en algo así como respeto, espíritu de acogi-
da, constante apertura; algo que podría muy bien ex-
presarse con aquellas simples palabras de Antonio Ma-
chado: «Para dialogar, / preguntad primero. / Después...
escuchad».
Pienso que semejante norma, dictada en España, tie-
ne que ver algo con nuestro vicio capital: dícese que en
una reunión de franceses, uno habla y losdemás escu-
chan; si es de ingleses, todos escuchan y ninguno habla;

si es de españoles, hablan todos y ninguno escucha.


Pero creo que las palabras de nuestro poeta tienen vali-
dez universal. Creo también que apuntan mucho más
alto que esas observaciones que suelen hacer los agentes
de ventas muy experimentados, según los cuales el arte
de la conversación exige una gran paciencia y no estriba
tanto en saber decir cosas ingeniosas cuanto en saber oír
tonterías.
Saber escuchar constituye bastante más que una regla
de urbanidad y mucho más que un consejo para vender
au tomóviles.

70 71
Cuando digo que para saber hablar hay que saber es- sión: dotado de la misma naturaleza y derechos que tú.
cuchar, estoy enunciando casi una ley física, la misma Tu relación con él no pertenece al esquema yo-ello, sino
los sordos de nacimiento yo-tú. Aunque aparentemente no difieran, las operacio-
que impide físicamente que
lleguen alguna vez a hablar. Pero pienso, sobre todo, en nes de ahí resultantes no pueden ser más opuestas. En

una especie de ley espiritual, con otra significación mu-


cho más honda y sutil. Paul Ricoeur distinguió, muy fi-
el primer caso, observas y utilizas; en el segundo, con-
templas y aceptas.
namente, dos maneras de interpretación: una que con- La contemplación es respetuosa, como lo es la acepta-
siste
en el desciframiento activo de las palabras, y otra ción. La observación, en cambio, es impertinente, por-
que se reduce al propósito de restaurar, lo más fielmen- fiada e implacable; tiende a evaluar algún provecho.
te posible, el sentido original de un texto. Esta segunda Contemplamos a la persona amada. Observamos a al-
los
manera -propia de exegetas bíblicos, que saben guien cuyos servicios pueden sernos útiles. Nuestra co-
compaginar su fe con el mayor rigor intelectual- no municación con éste nunca llegará a ser verdaderamen-
obedece a una voluntad propiamente inquisitiva, sino a te interpersonal; será sólo unilateral, vertical e imperati-
un designio más complejo, que Ricoeur denomina preci- va. Acción-pasión simplemente, en lugar de apelación-
samente «voluntad de escucha». respuesta. La relación que de ahí surge es la que se co-
Tal vez, la diferencia entre ambas formas de interpre- noce como relación señor-esclavo. Según las categorías
tación cabría explicarla mediante la
clásica distinción del griegas (no más cínicas de lo que suelen ser hipócritas
yo-ello y yo-tú. El cuidado requerido por una y otra ma- las nuestras), el esclavo así
era un instrumento animado,
nera de proceder puede ser igual, puede ser exquisito, como tódo instrumento es
un esclavo inanimado.
dos actitudes
pero responde a muy diversas. Un detecti- Por supuesto, las formas de esclavitud pueden ser
investiga huellas dactilares, actúa con el múltiples. Relación señor-esclavo se da siempre que
ve que unas
mayor esmero; su esmero, sin embargo, dista mucho existe alguna desproporción entre los términos que se
del que caracteriza a un creyente cuando hace exégesis. relacionan. Aun en la pareja mejor avenida, hay uno
Este trata cada vocablo, cada coma, como si fuesen par- que ama más y otro menos. Este, el que ama menos, es
tículas eucarísticas. Y, en efecto, la palabra de Dios no es quien manda; éste es quien más apela y menos respon-
propiamente una cosa, es más una persona que una de, el que se mantiene lúcido у сара de observar y cal-
el z
cosa, es Dios mismo que se revela. Con su palabra, pues, cular; éste es quien impone nivel de diálogo.
hay que establecer una relación del tipo yo-tú, la única
correcta, la única adecuada.
la
He aquí norma que precede a la norma primera de
todo diálogo: ningún hombre puede ser rebajado a la
Esa justamente la relación que debe darse en todo
es condición de objeto.
diálogo para que éste cumpla su definición más alta.
El
hombre es analizable ni utilizable. Tampoco nu-

Se trata de un encuentro entre personas. Cada uno o


merable. Quiero decir que los objetos se numeran, pero
de los interlocu tores ha de reconocer al otro su calidad los sujetos jamás. Las
personas tienen nombre, no nú-
de persona, de sujeto. Otra vez Machado: «El ojo que mero. El nombre significa lo peculiar e irrepetible, lo no
intercambiable. Nunca las personas son cantidades ho-
/ojo porque
/ es
ves, no es tú lo veas, ojo porque te ve».

El prójimo no es
un objeto, es un sujeto dotado de vi- mogéneas; por eso no pueden sumarse, por eso no pue-

72 73
den entrar en ninguna totalidad a simple título de un inventario. Precisamente en la medida en que una
partes. descripción de este género intenta ser «objetiva», se hace
Tal vez, ninguna doctrina haya subrayado tanto como falaz. Lo verdaderamente personal, ni puede ser capta-
fe cristiana el carácter unitario de la humanidad, «un
la do como un dato ni puede tampoco darse por definiti-
solo cuerpo». En ella, sin embargo, la condición indivi- vo.Rebasa por igual los cuadros de clasificación y los
es
dual de las personas no sólo queda sobrentendida, no cálculos de futuro. El fondo humano inasible e im-
sólo queda salvaguardada, sino elevada al rango máxi- previsible.
mo, ese yo tan compacto y definido que nace del tú pro-
nunciado por el Creador. Miembros todos de un mismo
El otro, el interlocutor, será siempre el otro, con todo

cuerpo,
los hombres
conservan su singularidad más es-
lo
Y
que esto significa de ajeno, irreductible y sustantivo.
es, a la vez, un semejante, idéntico a mí en dignidad y
tricta. Piedras destinadas a la construcción del Cristo to- naturaleza, y, por eso mismo, un sujeto, co-sujeto con-
tal, vivas». Precisamente la ar-
son, no obstante, «piedras migo en una relación de rigurosa paridad. La relación
monía e incluso la estabilidad de tal edificio, como suce- yo-tú hunde así sus raíces en la tierra general del noso-
de con los elementos de una bóveda, exige que cada pie- tros, que no significa solamente un vocabulario común,
dra ocupe un lugar único y desempeñe una función una riqueza común, sino también
el único espacio don-
única. Sólo hay una Esposa, pero cada alma es regalada de el enriquecimiento mutuo resulta posible.
por Dios con intimidad nupcial. En la grey inmensa,
cada una de las ovejas tiene su nombre; los tratos del
Pastor con ellas son de tal índole, que sólo les hace justi-
II
cia el adverbio nominatim que usó San Juan. Se trata de
hom-
personas, se trata de hombres. En rigor, la palabra Todo diálogo supone esa fundamental igualdad entre
bre de las desigualdades
debería carecer plural, como todo nombre pro- los participantes
por debajo de even-
pio. Hasta cierto punto, igual que ocurre con la palabra tuales que implica la distinta cantidad de conocimiento,
Dios; el término dioses no amplía el contenido del singu-
la distinta cantidad de «información» transmitida por
lar, sino que lo altera por completo, lo destruye. Así uno u otro emisor, desnivel este que precisamente
el
también, hacer del hombre un objeto repetible, nume- diálogo tiende, por principio, a eliminar. Ocurre lo mis-
rable, supone, igualmente, no haber entendido en abso- mo que con el amor: el amor o supone
hace

luto la condición humana. iguales a los amantes.


iguales
o
El sujeto no se deja numerar, ni cuantificar, ni inven-
tariar.
Todo verdadero diálogo propende, pues, al enrique-
cimiento de los que en él toman parte. Por consiguiente,
A menos que confundamos el tener con el ser, nunca
la voluntad que lo inspira es
la buena voluntad, la de

un inventario de datos podrá dar cuenta de la esencia dar y recibir, voluntad de entrega y apertura. Según
de una persona. Su edad, nacionalidad, estado, profe- esto, ¿cabe algo más contrario al diálogo que la discu-
sión. Rellene usted el impreso. He aquí una ficha que sión?
pretende definir exhaustivamente a un hombre. Lo
principal, desde luego, se ha evaporado. El hombre no La discusión arranca de otros supuestos muy diferen-
tes y se ha fijado otros objetivos muy distintos. La relati-
y todo
es
un objeto, cuanto en él es personal queda sus- va igualdad que permite discutir consiste en una relativa
traido a la voluntad de objetivación, a los renglones de equivalencia de fuerzas, y el móvil de la polémica no es

74 75
los discrepantes, según
enriquecer al otro, sino derrotarlo; ni es tampoco llegar en que una terminología usual,
a una verdad más clara o más completa, sino hacer que son calificados de «adversarios» entre sí, y sus argumen-
prevalezca mi parte de verdad. Cuando discuto, mis tos, si poseen bastante fuerza, se llaman «contundentes».
ideas son, sobre todo, argumentos, y las de mi interlocu- Para quien tenga una idea tan precaria de lo que es el
sobre todo, objeciones; él mismo no es otra cosa diálogo y un ideal tan rastrero de lo que puede ser la
tor son, contrincante,
que un al cual
trato de convencer, es decir, convivencia humana, la diferencia entre lucha armada y
de vencer. El apóstol Santiago recomendaba: «Sed pron- lucha ideológica es total, porque es suficiente. Se trata,
sin embargo, de una diferencia no sólo mínima, sino
tos para escuchar, lentos para hablar»; y muy certera-
mente terminaba así: «lentos para la ira» (Sant 1,19). también momentánea: mañana mismo, al menor malen-
Pues nada hay más triste ni más frecuente que eso,que tendido, la acción pasará de la sala de debates al campo
el de batalla.
acto de hablar se transforme en un acto de ira, que el
diálogo degenere en disputa.
Controversia ideológica y lucha armada suelen apare-
cer como dos formas muy diferentes, y aun opuestas, de Pero hay también otros casos en que el diálogo resulta
enfrentamiento. En realidad son nada más dos varian- imposible. Si éste no existe cuando se enfrentan dos in-
tes de terlocutores sobre una misma palestra, tampoco puede
un mismo fenómeno, dos formas de relación que,
lejos de ser opuestas, andan muy emparentadas. ¿No existir si permanecen en planos mentales distintos; es
define, la si hablaran idiomas diferentes.
se acaso, guerra como una continuación de como
Hay diversos sistemas de pensamiento, válidos, tal
la política por otros medios? Clausewitz podía haber
invertido los términos y decir que la política es sólo una vez, cada uno de ellos en su propia esfera, que no ten-
continuación de la guerra, y no precisamente por me- drían por qué ser incompatibles. La incompatibilidad
dios tan distintos. Hay como una doble contaminación empieza cuando pretenden convertirse en síntesis totali-
semántica: por una parte, se habla de «guerra» de ideo- zadoras y excluyentes. El marxismo quiere explicarlo
logías; por otra, de «dialéctica» de los puños y las pis- todo por la lucha de clases; el fatalismo religioso quiere
tolas. explicarlo todo por la predestinación divina; el positivis-
Ciertamente, entre palabra y violencia física existe, en mo científico quiere explicarlo todo en términos mate-
teoría, la misma distancia, la misma oposición, que exis- máticos; el psicoanálisis quiere explicarlo todo desde el
subconsciente. De la observación de que todo está se-
te entre
lo racional y lo irracional. En teoría, digo. De
hecho, la palabra se torna violenta
muy a menudo,
vio- xuado, se pasa a la ley de que todo es sexual. De la com-
lenta e irracional. En la discusión no hay confrontación probación de que todo es política, se pasa a la conclusión
de ideas, sino de elementos emocionales. Falta la sereni- de que la política lo es todo. En términos generales, hay
dad y el desapego necesarios para analizar, para distin- un reduccionismo hacia abajo, que interpreta los hechos
guir. Y, aunque lleguemos a comprender que el otro lle- espirituales desde la pura materia, y otro reduccionismo
va razón, el ánimo belicoso que nos embarga prohíbe hacia arriba, que interpreta los hechos materiales desde
el
terminantemente reconocerlo. Conceder que la verdad puro espíritu.
sistemas trata de
está de su
parte sería humillante, porque sería una con- Lo grave que cada uno de esos
es

o retirada, engullir los


demás, de englobarlos. Todos ellos se
cesión en términos militares, una cesión una
a
el mérito de haber llegado a la
rendición. Lo cual resulta muy lógico desde el momento arrogan raízy el derecho
76 77
de afirmar cuáles son los órdenes fundamentales ycuá- propio punto de vista. Me obliga a
reconocer que éste
les los secundarios. ¿Qué diáłogo cabe así, solamente subjetivo incompleto, sino también
entre posicio- no es e
nes tan radicales y pretenciosas? «Lo que prueba dema- quizá deficiente, quizá equivocado. En definitiva, supo-
el
siado, no prueba nada», dice, con toda justicia, quien es- ne aceptar de antemano que otro puede introducir en
cucha una de esas exposiciones absolutas. Pero a conti- mi modo de pensar una serie de correctivos, que puede
nuación él mismo pronuncia una impugnación igual- en parte modificarlo a su imagen y semejanza. El espíri-
qu tu de acogida pertenece a la virtud de la caridad: de la
mente cerrada, igualmente absoluta.
masiado, refuta nada»,
«Lo
contestará
e
refuta de-
generosidad, del desprendimiento. Es verdad que quien
no quien habló
primero... Y la discusión
continúa hasta el alba. cierra su puerta, se priva de bienes mayores, pues deja
Se
trata, simplemente, de formas diferentes de dis- siempre fuera más cosas que las que guarda dentro;
sabe. Sóło lo sabe quien está habituado a
curso, todas ellas dignas de atención en su campo, nin- pero él no lo
guna de ellas aceptables como concepción suficiente del ejercer la hospitalidad.
universo. Su designio totalizador las traiciona, su propia Por supuesto que esa acogida ha de ser practicada por
desmesura las condena. cada uno de los interlocutores. De lo contrario, la comu-
nicación mutua no se establecerá. Ni el diálogo permite
las el to-
la asimetría en favor de una de los partes, ni amor
Todo diálogo exige de los participantes una actitud lera que la compenetración de que se aman degene-
abierta. En definitiva, de el
una manera u otra, volvemos re en la absorción de un amante por otro (paralelismo
siempre a aquel requisito básico que consiste en saber este tan pertinente como ocioso tal vez, ya que, acaso, el
escuchar. No basta, desde luego, la cortesía de mante- diálogo no sea sino una realización del amor, y éste, a su
ner en todo momento una actitud atenta; no basta pro- vez, una persistente forma de diálogo).
hibirse cualquier intervención extemporánea, cualquier Hay en Homero una furtiva, preciosa definición de la
vehemencia excesiva; no es suficiente, cuando uno está amistad: «dos marchando juntos». ¿No consiste precisa-
hablando, hacer de vez en cuando una pausa para que mente en esto mismo todo auténtico diálogo? Cuando
los
otros puedan tomar parte. Pues no se trata sólo de los discípulos de Emaús volvían de Jerusalén comentan-
educación, sino de algo más. No se trata sólo de oír, do las Escrituras, tratando de encontrar en ellas la expli-
sino de escuchar. Porque a menudo sucede que cada in- cación de lo acaecido con Jesús de Nazaret, dice el evan-
terlocutor sigue encastillado por dentro, más interesado gelio que «iban dialogando y buscando juntos» (Lc
en proseguir su razonamiento que en apreciar las razo- 24,15). He aquí, en tan breves e inmarcesibles palabras,
esencia del diálogo: búsqueda común de la verdad.
nes ajenas. Con lo cual sólo hemos conseguido sustituir
la
una disputa entre enemigos por un diálogo de sordos, Caminar juntos buscando juntos. De vez en cuando, se
por otro simulacro de diálogo, una simple alternancia produce un alto en la marcha, un momento de prodi-
de monólogos. giosa identificación entre los que dialogan. El otro acaba
La apertura requerida no podrá darse sin algún sacri- de pronunciar unas palabras que no parece le hayan
ficio: me obliga a situarme en el lugar del otro. Antes sido dictadas por la carne ni la sangre. Y yo advierto
de que su aportación constituya
para mí un enriqueci- dentro de mí una profunda aquiescencia; eran las pala-
miento, la adopción (aunque sea táctica) de su punto de bras sin saberlo, yo estaba esperando desde
que,
vista supone una renuncia (aunque sea provisional) a mi siempre.

78 79
III a
una relación yo-ello, la menos idónea para instaurar
el
diálogo. ¿Qué hacer entonces? Si permaneces en una ac-
«Para dialogar, preguntad primero». d total desprendimiento,
el
titud de extrema modestia
o e
Pero esta vez es
otro quien pregunta. Y pregunta en completa receptividad, es posible que no le prestes
algo muy personal, trae una cuestión que lo desazona, y ninguna ayuda, o que una conducta tan irreprochable
quiere exponértela y pedir tu ayuda. Se trata de uno de por tu parte produzca en su ánimo una especie de corto
esos caso
s
en que el diálogo puede y debe descender a circuito, prohibiéndole con tu propia perfección cual-
un nivel de relativa profundidad. No suele ser cómodo. quier otro comportamiento menos perfecto, desautori-
Por lo general, preferimos mantenernos en otros nive- zando con tu admirable desinterés su posición tan inte-
les, hablar del tiempo o de política, o hablar de
terceros. resada, aunque tan legítimamente interesada. ¿Cómo
Pero esta vez alguien ha acudido a ti para hablar de sí actuar, pues?
mismo, y con una sinceridad nada frecuente. ¿Qué ha- Lo primero de todo, advertirás que muy frecuente-
no te negarás a bajar con él hasta el
rás? Por supuesto,
mente esos peligros a los que acabo de referirme no pa-
fondo de su problema, no darás una respuesta inhibito- san de teóricos, remotos o académicos, y que a menudo
ria o mecánica, no contestarás con palabras impersona- los hombres necesitan ser descargados de su conciencia
les a la confesión
tan personal que él acaba de hacerte. de culpa sin que les importe demasiado el fallo que reci-
«Decía Fromm...» Tampoco, claro está, vas a pronunciar ban, con tal que los ilumine y apacigüe y los reconcilie
moral sobre el contenido de su confiden-
un veredicto consigo mismos. Y ten presente que, por muy respetuo-
cia. Con seguridad has percibido en sus palabras alguna sa que sea la actitud por ti adoptada, significaría un pro-
obcecación, algún resto de vanidad herida; quizá, inclu- pósito muy pueril el querer deslindar netamente los
so élmismo empezó declarándose culpable. Pero conde- campos, abstenerse, por ejemplo, de todo juicio de valor
narlo sería añadir sufrimiento al sufrimiento. Sería ade- o d toda
referencia ética. Los diversos aspectos del
e
más injusto, porque te has dado cuenta de que él es, hombre están siempre muy mezclados, y no hay más re-
más bien, paciente que agente de su propia situación, medio que bajar al lugar de la coherencia. Sin duda, ha-
víctima de imponderables que lo sobrepasan. ¿Excusar- brá que profundizar más, la base del discurso tendrá
lo, pues? Si lo excusas, lo estás considerando un ser dé- que ser ampliada para asimilar nuevos datos que pare-
bil, más vulnerable que responsable; ¿no lo ofenderías, cían estar desprovistos de significación, y que ahora, sin
quizá, más? El no quiere ser condenado, sino rehabilita- embargo, al ser expuestos, obligan a replantear el senti-
do; no quiere tampoco ser absuelto, sino asistido. Se tra- do de aquellos otros datos más llamativos, pero menos
ta de algo más difícil, se trata de comprenderlo. Pero, si decisivos. Por otra parte, conviene saber que la com-
crees que lo has comprendido, si demuestras haberlo prensión no significa necesariamente reducir y degra-
comprendido, ¿no te comportas también como un ser dar lo comprendido a la categoría del ello, del simple ob-
superior ante él? De algún modo, estás afirmando que jeto. Hay otra acepción mucho más fina y excelente del
posee
lo
tú una verdad más amplia, una verdad que verbo comprender: yo creo que comprender puede llegar
s
abarca y de la que él no disponía. Sería también, inevita- a ser una forma muy pura de compartir. Lo cual tras-
blemente, como pronunciar un juicio sobre su situación; ciende, por supuesto, el plano meramente intelectual: la
en definitiva, sobre él mismo: él mismo quedaría así ex- capacidad de comprender la vida humana difiere sus-
plicado, descrito mediante predicados. Habríais llegado tancialmente de la capacidad de conocer la vida de los

80 81

6.–Palabras son amores


insectos o de los cetáceos. Compartir. Se trata, en suma, mi incredulidad». Por viva y ardiente que su fe sea, nin-
de la definición misma del diálogo: buscar juntos.
Juntos, tú y él, buscáis para su problema una respues-
gún mortal puede dejar de repetir, muy verazmente,
frase que expresa la universal contradicción del
ta, buscándola en ese nivel hondo de común indigencia (sa
hombre aplicada a la particular contradicción del
donde su problema se funde con el tuyo.
(reyente. Frase que constituye la mejor, la más aguda y
meritoria confesión de fe cristiana. Toda fe es siempre
frágil, titubeante, inferior a lo que los labios proclaman.
Todo ello tiene una aplicación especialísima al diálogo A lo
sumo, deberíamos decir: creo que creo.
sobre materias de fe.
Así, el diálogo que yo pueda entablar con un herma-
¿No debemos, acaso, «llorar con los que lloran»? que claudica
(Rom 12,15). Habrá que averiguar cómo puede uno dudar no en su fe, será como un duplicado, una
reproducción en voz alta de los tenaces y nocturnos e
los
con que dudan, compartir el desasosiego de los perple- insatisfactorios diálogos que vienen manteniendo las
jos y vacilantes, acompañándolos no sólo con mayor solici- dos mitades de mi corazón.
tud, sino también con mayor sinceridad.
¿Qué mejor manera de comprender a los que dudan?
Lejos de ser un método para una nueva pedagogía de Comprender, una cierta forma de compartir. He aquí la
la fe, se trata de
laactitud más humilde y desarmada, la única verdadera compasión: no «compadecerse de» ellos,
más fraterna. Hace tiempo que quedaron descartadas sino «padecer con» ellos.
aquellas respuestas automáticas de los manuales, aquella
apologética sumaria, trivial y presuntuosa. Tantas solu-
ciones abstractas que no eran sino soluciones evasivas, En el diálogo con un no creyente, tampoco, por su-
huida de la única realidad existente, la de los hombres puesto, debo poner entre paréntesis mi fe, hacer abs-
de carne y hueso. Sería ahora imperdonable sustituir ta- tracción de mis creencias. Tal conducta ni siquiera sería
les respuestas
por unas preguntas igualmente prefabri- respetuosa hacia él, ya que el respeto prohíbe, antes que
cadas, retóricas, ficticias, donde la respuesta implícita nada, cualquier actitud falsa o equívoca. Ni sería, desde
precede, y, por tanto, anula la pregunta. Un simula-
lo luego, un comportamiento digno de mi condición de
cro de búsqueda en común, un diálogo escenificado. cristiano, la cual exige «estar dispuestos en todo momen-
Hay que esperar, hay que dar más tiempo a la indaga- to a dar razón de nuestra esperanza» (1 Pe 3,15). Puede
ción y tanteo de los que dudan, hace falta respetar su decirse incluso que esta condición
mía de cristiano me
incertidumbre. Pero no basta. Podríamos caer en una
especie de pecado de omisión. Es menester acompañar-
obliga, si fuera preciso, a dar
la vida por mi fe, aunque
también (por coherencia con esa misma fe, que no im-
los activamente en ese camino de la oscuridad, conscien-
plica sólo el deber de difundirla, sino el convencimiento
tes de que a menudo no podemos iluminar, no podemos de que es siempre una gracia) debo estar igualmente
encender ninguna luz, pero
para marchar juntos sí podemos tender la mano
a tientas. Con absoluta sinceridad,
dispuesto a morir
por defender
ideas
el derecho de los demás
ajenas a mi fe. Pero pienso
ala vez, sin prescindir en ningún aexpresar suspropias
momento de nues- que no tiene mayor sentido dramatizar
así
una situación
y,
tras más firmes creencias. Y digo con absoluta sinceri-
dad, porque, si verdadera es nuestra fe, no es menos
que raramente requerirá otra cosa que cierto grado de
firmeza o cierta forma de solidaridad. Utilizar términos
verdadera nuestra falta de fe. «Creo, Señor, pero ayuda heroicos suele ser una manera de refugiarse en la uto-

82 83
pía. Lo que sí me exige la fe es, ante todo y sobre todo,
Suspalabras a clave de fe. De modo explícito, en prime-
morir en un plano espiritual, morir a mis ideas demasia- me ha planteado una cuestión de orden
ra instancia, él
do particulares, que no suelen ser precisamente creen- temporal: el deseo de encontrar un sentido a su vida
cias religiosas, sino, a lo
sumo, opiniones doctrinales. y ahora. Traducir de
Debo también, al confesar mi fe, evitar esa esquizo- iquí repente esta cuestión a otros
lérminos, aunque sólo sea por vía interrogativa, no sólo
frenia, esa especie de dualismo que concierne al lengua- sería contraproducente, sería también injusto. Sería
je: un lenguaje rotundo y neto para mí mismo, para la ofrecerle algo por ahora inasimilable y, a la vez, no to-
expresión íntima de mis creencias, y un lenguaje ambi- sola-
mi- mar en serio su actual situación, la cual no significa
guo, desdibujado, para los demás, una formulación mente una determinada etapa en su vida, sino también,
nimalista de mi fe ante los demás. Semejante duplicidad quizá, un grado preciso de comunicación de la gracia.
se haría en seguida evidente, y mi interlocutor tendría Sería' incluso negarle su identidad, lo que él mismo es
todo derecho a reprochármelo. Por un lado, mi fe apa-
ante sus propios ojos (como sucede cuando se emplea el
rece ante él demasiado débil, y por otro, demasiado se- (oncepto de «cristiano anónimo» a que más adelante me
gura; tan segura, que puede tomarse la libertad de r'eferiré). Al considerarlo así y expresarlo así, no le reco-
adoptar una apariencia difusa o problemática. nozco su propia personałidad, no lo acepto en cuanto
>

consiste tales ficciones


Elrespeto a los demás
ingenuas. Siempre que trate de no en
ciertos temas, tarde o
otro; lo incluyo dentro de mi mundo, dentro de un es-

temprano, se me notará el acento galileo, el acento dela-


quema que
lanto,
élno comparte, que le es extraño,
inhóspito, opresivo.
у,
por lo

tor. Difícilmente puedo hablar en términos generales, Por fidelidad al Espíritu, no rehúso confesar mi fe,
valederos para el hombre universal, olvidando que estos el fi-
pero me niego a intentar que otro abrace mi fe, por
términos se encuentran, de hecho, dentro de mi propio delidad, asimismo, al Espíritu, que trabaja de forma dis-
discurso, afectados irremediablemente de una semánti- tinta en el corazón de cada cual. La fe de cualquier cris-
ca de fe. Por otra parte, si permanezco en un plano deli- tiano es siempre, en alguna medida, una versión dema-
beradamente neutro y renuncio a emplear otras catego- siado personal y dialectal de la fe cristiana.
rías de pensamiento que tal vez resultasen para el no
La fe implica espíritu de servicio al interlocutor: lo
creyente incomprensibles y hasta irritantes, es fácil que que se me pide es que mi caridad esté, por
se produzca un lamentable desencuentro: él y yo nos la altura de mi fe. lo
menos, a

hemos situado en distintos niveles, pero nuestra situa- No hay inconveniente en afirmar que mi fe es para los
ción es precisamente la inversa de la que cabría esperar. demás. Pero justamente en aquel sentido en que Cristo
Yo hablo con una admirable asepsia, evitando toda alu- fue «el hombre para los otros hombres ». Quiero decir
sión trascendental como si fuese un barbarismo, mien- que ser-para-los-demás exige, antes que nada, ser-con-
tras él, quizá sin saberlo, me está hablando desde su in- los-demás: la encarnación como presupuesto de ila re-
satisfacción más profunda, desde su carencia religiosa. dención. Esto me obliga a compartir con los no creyen-
Imposible cualquier disputa, pero imposible también tes su búsqueda de la verdad. Sin prescindir de mi fe,
cualquier contacto. Yo simplemente he respondido con
por supuesto, pero comprendiendo bien hasta qué pun-
corrección gramatical. El preguntaba por lo absoluto. to mi fe es insuficiente y contaminada de incredulidad.
Desde luego, esto no quiere decir que yo, al hablar
Como dije antes, sólo entre iguales son posibles el
desde mi fe, deba trasladar inmediata y bruscamente el diálogo. Tanto
amor y uno como otro, o bien presu-
84 85
ponen la igualdad, o bien la crean. Ciertamente, esta rara habilidad para hablar de ciertos asuntos sin pro-
igualdad no ha de conseguirse por allanamiento o des- nunciarse sobre ellos, con una imprecisión muy estudia-
monte, rebajando lo que es superior al nivel de lo infe- da, manejando como nadie el lenguaje de la abstracción
rior, sino, al revés, levantando esto al nivel de aquello. y el método de los incisos adversativos. De esta forma
Pero es que, cuando yo me solidarizo con el no creyen- podía aparentar decir mucho sin decir nada, evitando
te, no desciendo, no retrocedo a al
un estadio anterior; así el
mayor peligro que algunos de sus jerarcas pueden
contrario, purifico consolido mi fe. sentido, la concebir, la obligación de retractarse algún día, o al me-
y En este
fe funciona igual que la caridad, virtud que no consiste nos ahorrándose el esfuerzo posterior de tener que ex-
tan sólo en repartir la riqueza, sino también en compar- plicar, muy laboriosamente, cómo entre aquella y esta
tir la
pobreza. declaración no existe diferencia aiguna de fondo... Estas
Probablemente en mi credo hay zonas oscuras a las han sido las dos maneras de hablar más usuales en el
cuales me resisto a prestar un asentimiento incondicio- magisterio de la Iglesia. ¿No sería posible una tercera
nal. Si soy interrogado, ¿qué debo hacer? No omitiré manera, una tercera forma de dirigirse
al mundo,
una
esos puntos, pero tampoco he de ocultar mi actitud ínti- forma de veras dialogante? Pienso en un tipo de diálogo
ma respecto de ellos; sólo
así puedo el interlocu tor,
ser honesto, a la que suponga colaboración con un modo
vez, con mis creencias y con las personas que me piden de proceder en
que
la Iglesia, cuando la verdad
no está
razón de las mismas. Rezo en público las dos partes de
aún esclarecida, ni pontifique ni se inhiba, sino que sim-
la plegaria, sin inflexión de voz: «Creo, Señor, pero ayu- plemente aporte sus datos, que hable por turno, que
da mi incredulidad». Es en otros aspectos, sin embargo, acompañe, que sea fiel a su condición de Pueblo de Dios
donde la flaqueza de la fe suele hacerse más evidente, «en marcha».
más disuasiva. ¿No hay, acaso, como un escándalo de in- Es indiscutible
que hoy existe más diálogo dentro de
crite-
coherencia entre mi fe y mi vida, entre mi fe y
los
rios que normalmente rigen mi vida? Si la fe no signifi-
la Iglesia, y también de ésta con el mundo. Lo que no
está claro es hasta qué
punto este nuevo fenómeno se
ca sólo aceptación de unos dogmas, tampoco la incredu- debe a una reflexión más profunda de la Iglesia sobre sí
lidad significa únicamente rechazo de los mismos. misma, sobre su propia misión, o hay que atribuirlo,
Decimos «los no creyentes»... Y proyectamos en ellos más bien, a las circunstancias, al talante del mundo con-
todo lo que en nuestra conciencia hay de incredulidad temporáneo, el cual es consciente de su plena autono-
larvada y vergonzante. mía, y no está dispuesto a acatar, sin réplica, ninguna di-
rectriz, ninguna palabra definitiva o concluyente. Es di-
fícil saberlo. Y más difícil todavía una cuestión ulterior:
Repito: sólo siendo con los demás podremos cumplir saber si ese diálogo a que nos referimos, diálogo todavía
el debe de los demás. Principio también
ser para que es tan incipiente, tan reticente a veces, lo ha establecido la
aplicable a la Iglesia, tal institución, su diálogo Iglesia (ha decidido establecerlo o ha consentido en ello)
como en
con el mundo. sólo porque comprende que le es necesario para trans-
Hasta ahora, frecuentemente ella ha adoptado una de mitir hoy con eficacia su mensaje, o también porque re-
estas dos formas de elocuencia: o bien empleaba el estilo conoce que puede y debe aprender mucho de ese mun-
autoritario, definiendo, enunciando verdades incontes- do con el que dialoga.
tables con palabras inequívocas, o bien usaba de una De hecho, la Iglesia católica ha atestiguado la presen-

86 87
cia de elementos religiosos válidos en otros credos y va actividad eclesiástica, sino, principalmente, una nue-
confesiones. No hay tampoco ningún inconveniente en va dimensión de la propia conciencia eclesial.
decir que fuera de ella, más allá de sus fronteras, tam-
bién in partibus infidelium, también en la calle, también
en los laboratorios y en la efusiva o airada literatura del IV
pueblo, pueden darse fragmentos de revelación divina,
Resumiendo: ¿cómo aprenderemos a dialogar?
la «profecía exterior», a
la
cual los pastores deberán
Hay gruesos tratados que explican las reglas lógicas
prestar oídos.
de la argumentación. Pero esto, má bien, pertenece a la
Est sociedad nuestra heterogénea, diversificada, pro-
estrategia militar. Esto nada tiene que ver con el diá-
miscua, no es sólo un signo de los tiempos para que la
logo.
Iglesia lo atienda cuidadosamente, y en su propio seno
Hay manuales que exponen las diversas técnicas de
tolere y fomente cierto pluralismo correlativo, como un
persuasión. Pero esto es sólo las disciplinas
apremiante recuerdo de aquella observación, tan sagra- una de que
debe dominar todo agente de ventas. Cualquier pareci-
da y tan postergada a la vez, de que «en la casa del Pa-
do con la realidad del diálogo es pura coincidencia.
dre hay muchas habitaciones». Es también un signo
«el Espíritu sopla donde quiere» Existen libros, de bolsillo y de gran formato, sobre el
para que ella no olvide que
y se niega a ser acaparado
arte de conversar, en los cuales se describe la figura del
por nadie. Sopla donde quiere y contertulio ideal, ingenioso y brillante. Pero esto no
quiere, «esparciendo lejos las semillas del Verbo»,
como
certificando así de mil modos su verdad y remodelándola pasa de ser un capítulo de «Cómo aprender en ocho días
a triunfar en sociedad».
incesantemente. Negarse a explorar esos caminos, negarse
No faltan publicaciones donde se nos dice con detalle
a escuchar esas múltiples voces, sería, desde luego, incapaci-
qué hay que hacer para inculcar en los demás una idea
tarse para una proclamación actualizada, inteligible, del
mensaje cristiano. Pero también algo más: sería incluso
o un sentimiento. Pero esto constituye nada más una
etapa en la formación de cuaresmeros y propagandistas
empobrecer y desvirtuar, en cierta medida, ese mismo
políticos. Nada de esto tiene que ver con el diálogo.
mensaje.
Hay una serie de principios, universalmente acepta-
hallamos en un momento especialmente idóneo
Nos dos, cuya finalidad es poner de acuerdo a las personas
para instaurar y desarrollar el diálogo. La relación de que participan en un coloquio o debate y que se han
ambos interlocutores ya no es exactamente entre Iglesia propuesto llevar a cabo alguna acción conjunta. Pero
docente y mundo discente. El diálogo debe ser mutuo y esto es simplemente subordinar la palabra a las exigen-
el cias de la acción, practicar
mutuamente ilustrativo. Una teología sin diálogo con un tipo de ecumenismo empí-
mundo no pasaría de ser un discurso plano, destinado a rico, hacer del diálogo un instrumentum regni. Eso no es
comentarse indefinidamente a sí mismo, un disco raya- dialogar.
do, que no conduciría nunca a un conocimiento mayor,
sino, a lo sumo, más sofisticado, cada día más alejado de
Muchos se preguntan si el diálogo tiene sentido por sí
el desarrollo de
la realidad. Nola es bueno confundir una mismo, independientemente de los frutos que pueda re-
doctrina con mera inflación verbal. el valor de al-
portar, o sólo tiene un medio con vistas a
fin. ¿Qué fin?
Diálogo de la Iglesia con el mundo: no sólo una nue- gún
88 89
Hay ciertos diálogos que pretenden no tanto la com- mos ya derecho a ninguna actividad que no resulte pro-
prensión del mundo cuanto su transformación. Su ductiva, ni a ningún tipo de descanso que no consista en
ejemplo más famoso ha sido el de aquellas conversacio- acumulación de nuevas energías para volver al traba-
la
nes entre cristianos y marxistas que se celebraron en los Los que trabajan tan sólo para asegurarse el descan-
jo.
so, lo qu quienes descansan
últimos años, bajo la inspiración de una cierta filosofía y mismo
las fuerzas econsumidas
tan sólo para repo-
una cierta teología coincidentes
el trabajo, han degrada-
en la entusiasta valora- ner en
ción de la praxis. Se trata de conversaciones ya más o do por igual el trabajo y el ocio al darles un sentido ex-
menos superadas, pues los cristianos que aún podrían clusivamente funcional, han caído en esa rueda loca de
tomar parte en ellas van prescindiendo de su identifica- un círculo vicioso que nadie advierte porque es dema-
ción religiosa, a la vez que los marxistas, siado amplio, porque engloba la vida entera, porque
por su lado, se
muestran cada día más disidentes respecto del modeło sustenta y abarca la civilización total en que nos halla-
ortodoxo. Sucede además que mientras en grandes secto- mos sumergidos.
res de la Iglesia y del partido todavía esos encuentros He aquí un mundo presidido tiranizado por el signo
y

son mirados con suspicacia o claramente condenados,


ha ido creciendo a la vez, entre los grupos que a ellos
de
la
lo útil. ¿Para qué sirve danza? La danza sirve para
desarrollar los músculos. ¿Para qué sirven los libros?
acudían o que se solidarizaban con ellos, la impresión de Los libros sirven para triunfar en la vida. Se trata siem-
el fondo, de
que resultan, más bien, inútiles y hasta contraproducen- pre, en un rendimiento económico. Las co-
si las cosas valen
tes, pues se reducen a
una actividad meramente verbal, sas valen son útiles, sitienen un precio.
sin eficacia operativa alguna; un servicio, en definitiva, Del dinero como concepto abstracto, que remite esen-
al sistema establecido,
como una coartada para demo- ciałmente a unos objetos, hemos pasado a estimar y cali-
rarse en un juego estéril, retardando así el momento de brar los objetos por su referencia al dinero.
la acción revolucionaria.
Es menester reaccionar. Hace falta afirmar muy alto
los valores más importantes de la vida
que, en estos y otros casos parecidos, el diálo-
Es claro que no tienen uti-
go no puede tener valor por sí mismo; únicamente lo lidad, ya que esto significaría que están al servicio de
tiene, cuando lo tiene, en función de unas metas que le otro valor superior. ¿Qué utilidad puede tener la con-
son extrínsecas. Podrá, tal vez, considerarse como un templación estética? ¿Para qué puede servir la amistad?
medio necesario para llegar a ellas; a lo sumo, como un ¿Y la oración? Con un criterio utilitario, cualquier otro
momento dialéctico del proceso, pero nunca como un método aventaja a la oración: para obtener agua, mejor
objetivo. Efectivamente, no se trata de un fin, sino de es un buen sistema de regadío; para aplacar la angustia,
un medio, ya que lo que se cuestiona es precisamente su mejor es un sedante. Me pregunto sinceramente para
utilidad. qué puede valer la oración. Creo que ni siquiera para
He dicho utilidad. ¿Hay actualmente una palabra más cumplir con el precepto de orar. Efectivamente, un ma-
repetida, más frecuente, más insoslayable? Ante cual- rido que amase a su mujer sólo para cumplir con su
quier cosa, la pregunta inmediata es «para qué sirve». El obligación matrimonial, ni siquiera amaría a su mujer.
para qué, la primacía de lo útil, la palabra más repetida ¿Y para qué puede servir el amor? Se trata de un valor
los las actividades de primordial que no consiente ser subordinado a ningún
ydespótica. Todos seres y todas
nuestro mundo quedan así rebajados cuando se les ad- otro. El no sirve, no debe servir para nada. Con-
amor
judica una definición de utilidad. Por lo visto, no tene- viene redactar con propiedad; no escribir, por ejemplo:

90 91
y estricta
el secretario del papa salió a pasear acompañado de Su su más noble significación, si no consentimos
Santidad; o también: el amor sirve para librarnos de la emplear dicho término tan abusivamente que llamemos
soledad (el sol no sale para ahuyentar las tinieblas, sino diálogo a la gestión realizada por un agente de ventas
que éstas se retiran porque ha salido
el sol). ante su cliente, entonces habrá que decir que sólo hay
diálogo cuando hay encuentro entre personas a nivel de

personas, cuando ese encu entro resulta por mismo
tan satisfactorio, que el agente de ventas considera ya
Losgrandes valores de la vida no tienen utilidad, sólo
tienen sentido. del todo irrelevante vender o no vender la mercancía a
su interlocu tor.
amor no es útil. El diálogo, tampoco.Ciertamente,
El
puede ser útil por añadidura, o como un adjetivo perte- Alguien dirá que lo importante es llegar a entenderse
de verdad y que esto puede lograrse con diálogo y sin
neciente a su descripción más detallada,
lo
mismo que
diálogo; más aún, de suyo, el diálogo es de resultados
cuando decimos diálogo largo o corto, entre dos pers0-
inciertos: lo mismo nos lleva a la amistad que a la ruptu-
nas o en dialecto bávaro. En todo caso, el diálogo siem-
la concordia la disensión; es algo accesorio,
ra, a que a
pre perfectible sería útil para ir alcanzando su propia
perfección. Así, quien tiene libre una mano, la usa, an- no sustantivo; no es un fin, es sólo un medio. Respondo
sencillamente que, dentro de tal concepto de diálogo, ni
tes
que nada, para soltarse la otra. Tanto la libertad
están todos los que son ni son todos los que están. No
como el diálogo resultan ser nociones de doble nivel o
progresivas: son, a la vez, camino y meta. niego que el diálogo, lo mismo que el amor, pueda ma-
lograrse; ni tampoco niego que dos personas en cierto
Sucede con el diálogo igual que con la oración: ésta
sólo tiene sentido en sí misma y sólo puede ejercitarse momento de su relación puedan entenderse sin pala-
bras. Pero a esto segundo yo le llamo también diálogo, y
correctamente con desinterés; a lo sumo, con aquel inte-
del más alto linaje, lo mismo que se llama también ora-
rés tan casto y desprendido que consistiría en orar para
conocer mejor a Dios y
compenetrarse mejor con
él. He ción aquella que acontece sin palabras, en el «silencio so-
ahí la esencia de la plegaria como diálogo con Dios y he noro».
Puesto que el diálogo no tiene propiamente utilidad,
ahí también una definición del diálogo a partir de las
notas distintivas de la verdadera oración. Ciertamente, puesto que, de suyo, no está orientado a la consecución
el alma puede acudir a su Señor llevada de de otra cosa distinta, decimos que el diálogo entre un
un deseo
así llamada «oración de sú- creyente y un no creyente no sólo es legítimo, sino que
muy concreto y practicar la
plica»; pero el objetivo esencial se cumple cuando ella tiene sentido por sí mismo, independientemente de
cualquier resultado ulterior. Pero ¿no se trata precisa-
entra en contacto amoroso con Dios, y se cumple con
plenitud, con extraordinario éxito, cuando, en vez de al- mente de transmitir una fe, no se trata de evangelizar?
el Tal vez, esta palabra guarde aún una vaga connotación
canzar aquella gracia que vino a pedir, alcanza, por
colonizadora. Literalmente, sin embargo, evangelizar no
contrario, la virtud de la indiferencia o desasimiento
respecto de lo que al principio pedía. Se puede, asimis- i es otra cosa que comunicar una «buena noticia». Desde
luego, ya sabemos cuál es el contenido propio, sobrena-
mo, ir a dialogar con una persona impulsados por algún
tural, de semejante noticia. Y el no creyente que se acer-
interés, por alguna necesidad. Pero, si queremos expre-
sarnos con rigor, si queremos reservar
el nombre de ca a mí desde su menesterosidad humana, loy que busca
es simplemente la salvación de su vida ahora, en-
diálogo para esas ocasiones en que tal palabra adquiere aquí
92 93
contrarle a ésta un sentido, si es que lo tiene. Tal vez, la
referencia a una salvación trascendente lo defraude o lo САPITULO IV
enoje. El prefiriría una solución por lo menos a medio
plazo,
la liberación política de Israel, la obtención de al-
evidencia. Y al más corto plazo, en
LOS NIVELES DE SINCERIDAD
gún aval o de algunay
este preciso
aquí ahora, lo que busca es atención para
suproblema, lo que necesita es ser escuchado, tener la
seguridad de que existe para otro y que posee un valor.

El diálogo otorga esto. El diálogo es ya, en sí mismo, una

I
buena noticia de salvación, porque en el diálogo los
hombres son considerados personas, constituidos en
cierto modo como tales personas. Y porque el diálogo Lo primero que quien participa en el diálogo
se pide a

sole- es que sus palabras sean veraces. Pedir que además sean
nos libra de la soledad (aunque no sirva para ello);
dad que es causa y efecto de todos los males, camino in-
verdaderas, quizá fuese demasiado pedir. He aquí lo ne-
al camino del diálogo y cesario y suficiente: que lo que dice esté de acuerdo con
verso meta situada en los infier-
nos, en los antípodas del diálogo. supensamiento, aunque no lo esté tanto con la realidad.
Implícitamente, en su sinceridad puede y debe darse tal
exigencia de verdad, que no se resigne con una verdad
meramente subjetiva, sino que de hecho tienda al des-
cubrimiento de la verdad real. Aun aceptando como
más verosímil la interpretación globalizada, conjunta,
del primer mandamiento de la ley --amar a Dios con
todo nuestro ser-, conviene recordar que ahí, cuando
texto bíblico enuncia las varias facultades que han de
el

ser empleadas en el amor, se cita en concreto la obliga-


ción de amar «con todo nuestro entendimiento». Los co-
rolarios morales acaban deduciendo esta recompensa
más o menos lógica: practicando la parte de verdad que
conocemos, llegamos a merecer aquella otra parte que
ignoramos. De cualquier modo, a efectos de salvación, a
efectos de un juicio aprobatorio, la veracidad yo la en-
tiendo, al menos, como una especie de «bautismo de de-
seo».
Está escrito: Más que cien pozos de agua dulce vale
un sacrificio yaga, y más que cien sacrificios yagas vale
un hijo, y más que cien hijos vale una palabra de ver-
dad. Está escrito en el libro de reglas telegus, vigente

aún en isla Mauricio.

95
94
Lo más digno de aprecio es una palabra verdadera. El ciante holandés que nunca mintió y que amasó una
hombre más digno de estima es un hombre veraz. las homi-
gran fortuna, la escuela de Huang Tsung-hsi,
«¿Puede un creyente ser avaro?», le preguntaron al lías
en honor del apóstol Zaqueo, «varón sin doblez», los
los
«Sí». «¿Puede libros de educación sexual que recomiendan a los pa-
gran profeta de Bagdad. un creyente ser
lujurioso? » «Sí». «¿Puede un creyente ser iracundo?» «Sí». dres responder con franqueza a las preguntas de los ni-
«¿Puede un creyente ser mentiroso?» «No». Compatible ños. Suma y sigue. Loada sea
con todas las flaquezas, la fe se niega a conciliarse en dable sinceridad.
la santa, y preciosa, y salu-
ningún caso con la mentira. Quizá la específica entidad
del pecado consista en violentar la naturaleza de las co-
sas, en cepillar contra la veta, en practicar cualquiera de Al final, sin embargo, se añade una cautela: la sinceri-
los mil posibles actos contra natura. Contra natura es dad no deberá lesionar nunca la caridad, ha de ser
matar a un hijo, adorar a una criatura, pretender domi- siempre una sinceridad caritativa.
al Omnipotente, y
nar por la magia contra natura es Pero esto, respondo, no puede significar una restric-
mentir, o sea, forzar las palabras hasta que digan lo con- ción, sino una puntualización. Porque, si la sinceridad
trario de aquello para lo cual fueron creadas. tiene que ser caritativa, no menos la caridad tiene que
Ni al colérico, ni al lujurioso, ni al avariento entre- ser sincera. Y a la caridad, al amor en cualquiera de sus
al
gues fácilmente tu corazón; pero evita, sobre todo, formas, corresponde también la obligación de ir elevan-
embustero, pues te acarreará daños innumerables. Los do el grado de sinceridad posible entre aquellos que se
manuales más pragmáticos y rastreros coincidirán en aman.
esto con las teorías éticas más sublimes: en condenar Amor sincero: más que una calificación, parece una
enérgicamente la mentira y al hombre mentiroso. Es redundancia. Porque lo mismo que decía de los creyen-
cierto que abundan también otros manuales, no menos tes el profeta de Bagdad, pueden existir amores ava-
pragmáticos, donde, en vez de condenar la mentira, se rientos, lujuriosos y coléricos, pero de ninguna manera
recomienda hacer de ella un uso inteligente. Pero jamás un amor insincero. Tal amor ni siquiera puede ser ima-
llamarán por su nombre; al contrario, hablan de una ginado. De suyo, el adjetivo sincero equivale a verdade-
la
prudente ocultación de la verdad, mejor dicho, de una
sabia administración de la misma. En el fondo, por lo
ro, y no hace sino corroborar y subrayar la significación

del sustantivo al que afecta, de tal modo que lo contra-


tanto, constituyen, de rebote, un elogio de la verdad, un rio, una fe insincera o un amor insincero, vendría a ser
canto a la veracidad suficientemente alambicado. Es así simple negación de lo enunciado, un círculo cuadra-
la ysin hoja.
como la hipocresía viene a resultar un homenaje invo- do o un cuchillo sin
mango
luntario que el vicio rinde a la virtud. Amor sincero, por supuesto. Pero ¿y las obligaciones
Todos alaban la verdad con la misma unanimidad concretas de la sinceridad dentro del amor?
con que se alaba el aire puro, aunque luego casi todos amor empieza obligándote a la veracidad. Si ésta
contribuyan a la contaminación de la atmósfera y a la El
un día es quebrantada,
el
amor te obligará a un serio
desfiguración de la verdad. Haced lo que dicen, no ha- examen de
las
razones por
las cuales llegaste a tal extre-
gáis lo
que hacen. En la universal alabanza de la sinceri- mo, bien hayas desfigurado la verdad o que
sea que
si
dad coinciden los textos del Kurunthokai, el libro de los simplemente la hayas ocultado. Tienes que averiguar
Proverbios, el psicoanálisis, las memorias de un comer- tu insinceridad se debe sólo al deseo de evitar a la otra

96 97

7. Palabras son amores


al deseo
persona una pena, una inquietud, o más bien muro de hielo, cortés, obstinado, más infranqueable
de evitarte a ti mismo esa contrariedad que siempre su- las alambradas. Es
que todas un silencio tan intolerable,
pone revelar algo que, además de ser dołoroso para el tan estruendoso, que sólo puede soportarse si es neutra-
ti mortificante. ¿O se debe a la televisión».
otro, es quizá para una lizado con otros ruidos: «Pon
cierta desconfianza en el valor moral del otro, al cual Lo que quiero decir es que también
el primer silencio,
juzgas incapaz de encajar animosamente tal revelación?
Tampoco puedes dejar de preguntarte
si
acaso él no
el hecho de esconder la verdad (aunque quien así calla
sea lo bastante hábil para no tener que pronunciar nun-
sospechará algo o, al menos, no encontrará extraño tu ca una palabra falsa), constituye una manera de mentir.
silencio. Tal vez siente ya
una cierta ansiedad porque se Ocurre igual que con la fidelidad matrimonial: no sólo
ha percatado de que le ocultas algo y no sabe qué es. el adúltero, sino también todo aquel
peca contra ella
Tal vez incluso está sufriendo porque piensa que lo que ha dejado de amar, por muy estricta que sea su con-
crees incapaz, quizá indigno, de recibir tu confidencia, o tinencia respecto de terceros. Así también, por muy
incapaz de concederte el perdón que esa confidencia grande que sea nuestro cuidado en no mentir, el simple
exigiría. Al final de todas las preguntas hay una que es hecho de ocultar la verdad significa, en ocasiones, una
inevitable y que muy bien podía haber sido la primera: insinceridad flagrante.
¿Realmente estás seguro de que hubiera sido mayor el «Te doy mi palabra». Esta frase no significa sólo una
desastre producido por una declaración franca, leal y enfática afirmación de veracidad, sino también, literal-
confiada?
mente, la donación y entrega de lo más propio. Más que
Me he referido indistintamente a dos clases de insin- una condición primordial del diálogo, sería
la definición
ceridad; dos géneros sí mismos di-
que, aunque en sean misma del diálogo.
ferentes y merezcan acaso un juicio moral diverso, se
hallan muy emparentados entre sí: las faltas de sinceri-
dad y las faltas contra la sinceridad, los silencios y las
mentiras. De hecho, unas veces el silencio equivale a la
II
mentira, otras veces la precede o la consuma. A menu- La sinceridad exterior, la del hombre con su prójimo,
do, el silencio,
el
ocultamiento de algo, constituye una se funda en la sinceridad interior, esa que es propia del
mentira implícita, que seguramente se convertirá en ex- hombre consigo mismo. Por razones esenciales: si la sin-
plícita a la primera pregunta directa. Pero el peor de los ceridad de cualquier virtud no es otra cosa que la con-
silencios, el más fúnebre e incorregible, es el que viene a formidad del comportamiento externo con la actitud ín-
instalarse después, remachando así todos los engaños. tima en lo tocante a dicha virtud, con más motivo cuan-
El proceso suele ser muy sencillo: se comienza por pe-
queñas mentiras, falsedades insignificantes, mentiras
do nos referimos a la sinceridad de la sinceridad.
Por debajo de la veracidad de un individuo, respal-
triviales, inocentes, quizá plausibles, que luego van com- dándola, legitimándola como tal virtud, se encuentra su
plicándose en nuevas mentiras cada vez más intrincadas, sinceridad profunda, lo que podríamos llamar su auten-
menos inocentes y plausibles; hasta que un día se re- ticidad. Aquélla concierne a las palabras, ésta afecta al
nuncia al esfuerzo de imaginación y de memoria que re- núcleo de la persona. Es la sinceridad primordial, la
quiere mentir siempre con éxito. Entonces sobreviene el única decisiva, la que refrenda y acredita a cualquier
silencio. Entonces se levanta ya definitivamente ese como «sinceridad sincera».
otra

98 99
Conviene, antes que nada, advertir que se pueden de- sofismas apaciguadores, en esos laboriosos razonamien-
cir las mayores mentiras diciendo las más incontestables tos
que llegan a la afirmación a través de la negación de
verdades. Una noche, el oficial encargado del diario de
navegación se emborrachó, y esa vez el parte del día la negación. La verdad no está más allá, sino más acá,
en la simplicidad de corazón. Lo importante es lo que
hubo de redactarlo el propio capitán, quien al final aña- somos; desde este nivel debe juzgarse lo que acontece
dió esta nota: Hoy el teniente se ha emborrachado». en los otros dos niveles.
Un hombre dice mentiras, otro
«

Nota que naturalmente ofendió al oficial, tanto que en manipula con la verdad hábilmente: ¿cuál de los dos
el
parte del día siguiente se permitió él también agregar miente más?
el capitán s Cabría citar aquí los tres órdenes de Pascal. Primera-
una nota: «Hoy no e ha emborrachado». He

ahí
una
verdad literal cuya lógica interpretación condu- mente, el orden del mundo material, al cual correspon-
al
ce mayor de los errores, pues lleva a creer que el capi- dería la verdad objetiva, la conformidad de los hechos
emborrachó el resto de los días que duró la trave-
tán se
sía. (Porque la palabra sensible,
con las palabras (lo contrario sería el error). A continua-
ción, el orden de la inteligencia o conformidad de las
no es solamente un signo
sino también inteligible.) Pero hay algo más importante palabras con los pensamientos (lo contrario sería la
que el recto o torcido uso de unas palabras objetivamen- mentira en su acepción común). Finałmente está el or-
te ciertas, físicamente conformes con loshechos. Me re- den de la caridad; en nuestro caso, la conformidad de
fiero a aquella sinceridad de fondo que dije, la que deci-
de sobre el valor de las palabras y también de los pensa-
los pensamientos con el fondo del alma (lo contrario
sería la inautenticidad, la mentira sentido más
mientos. Pues hay como tres niveles: lo que decimos, lo
su
radical).
que pensamos ylo que somos. Las palabras serán acep-
tables o rechazables según
sean acordes o desacordes
con el pensamiento de quien las pronuncia; pero tam- A la
insinceridad profunda pertenece la falta de con-
bién ese pensamiento remite a un tercer punto de refe- gruencia no sólo entre la conducta exterior y los propios
rencia, el centro o raíz de la persona. Por eso existen criterios, sino también entre éstos y aquellos otros que
pensamientos viciados ya en su fuente, producto de al- uno asumiría
si
se atreviera a criticar honradamente, va-
de-
guna operación previa cuya falacia ya no es posible lerosamente, los
que ahora posee.
Muchas de las llamadas «restricciones mentales»
tectar. Aparte de la calificación que merezca un determinado
pertenecen a esta insinceridad de segundo grado, justi-
ficadas por cualquier malabarismo de la casuística que
comportamiento, el vicio consiste en la discordancia
existente entre éste y las convicciones de la persona, in-
supuso de antemano un cierto quebranto de la moral dependientemente, como digo, de que tal comporta-
fundamental. Lo que ocurre es que con tales argucias el miento sea bueno o malo, nefando o heroico. Del peca-
hombre miente hasta tal punto, que niega mentirosa- do de insinceridad participan tanto el respeto humano,
mente su mentira, que la convierte mentirosamente en que nos hace parecer peores de lo que somos, como la
verdad para sí mismo; miente con tanta perfección, que hipocresía, que nos hace parecer mejores.
cómo la
llega a convencerse de que no miente. He
ahí
mentira puede segregar en torno suyo la mayor confu-
Tal insinceridad puede darse en cualquier aspecto de
sión: su propia apología.
la vida, desde lo más grave a lo más trivial, desde la
apostasía mantenida largos años en secreto hasta la
Pero la verdad no está más allá de la mentira, en los el modo de presentarse
mera artificiosidad en uno en pú-
100
101
blico. (Existe incluso una insinceridad artística. De ésta La mentira acostumbra vestirse de ángel de luz. A
yo diría, aplicándole la definición antes dada de carácter menudo, mentimos con las palabras más veraces e inta-
general, que consiste en una discordancia entre lo que chables: basta que sean abstractas y las pronunciemos en
groseramente llamaríamos fondo y lo que groseramente una situación concreta inoportuna; se da entonces como
llamaríamos forma, es decir, una falta de corresponden- un uso indebido de la «comunicación de idiomas». Los
cia entre lo de dentro y lo de fuera. Por el contrario, la ejemplos son mil. El impotente alaba la virginidad; el
sinceridad literaria estribará, según muy certeras pala- di-
perezoso, la igualdad social, y el rico, la Providencia
bras de Gide, en que jamais le mot ne précède l'idée.) vina. Quien no ama a nadie, dice que ama a todos por
No siempre la mentira se resuelve en mentiras. No igual. El que ha abandonado la oración, afirma que la
siempre, ni siquiera principalmente, es de orden verbal. jornada entera del cristiano es oración. El superior que
Porque bien puede ocurrir que uno no diga jamás una gusta de mandar, asegura que hoy todo cargo es una
mentira
se suele ser veraz lo mismo que se suele ser
aseado-, y, sin embargo, su vida esté toda ella impreg-
cruz. El súbdito que no se somete a nadie, habla de la
relación fraterna que debe unir a superiores y subordi-
nada de falsedad. Puede afirmarse incluso que hay dos nados. El que se niega a hacer examen de conciencia,
maneras básicas de mentir: una es hablar, otra es callar. afirma que hasta el justo peca siete veces. Todos ellos
Habrá, pues, dos mil especies diferentes de mentira. Di- dicen frases que son verdad, pero ninguno dice la
cen que la mujer finge más que miente y que el hombre verdad.
miente más que finge. Creo que se trata de una de tan- Quien no ha tenido jamás en su vida ocasión de ex-
tas distinciones tópicas, inconsistentes, culturales, de la tralimitarse, secunda con entusiasmo cualquier campaña
psicología de los sexos. Distinción tan inane como la que de moralidad. Ciertamente, él no practica ninguno de
puede darse entre la noción de mentir y la noción de esos vicios que con tanto ardor fustiga, pero los mima
fingir. Siempre que se finge, se miente. Mentimos cuan- de noche en la oscuridad. Yo creo que el hijo fiel de la
do fingimos un status que no es el nuestro, simplemente parábola sintió envidia de su hermano pródigo no sólo
usando un traje de mejor o peor calidad, según nos in- por
la acogida
que el padre le dispensó a su regreso,
sino también por la vida disoluta que antes había lleva-
terese en cada caso, para aparentar que somos más ricos
o má pobres de lo que en realidad somos. Hay quien do; vida que resulta indeciblemente deseable cuando se
s
afirma que trabaja en las Cortes, pero no especifica que
la imagina desde una castidad resentida, asténica y pro-
su trabajo consiste en atender el bar del edificio; no dice vinciana. Aquel hombre estaba envidioso del perdón y
ninguna mentira, pero miente. Miente, asimismo, quien del pecado
copia una cita mencionando la fuente original, pero no . verdad la hipocresía constituye un homenaje que
¿De
el libro de donde sacó la referencia.
Frecuentemente, la el vicio rinde a
la virtud? Más bien deberíamos decir
mentira consiste en la superficialidad: tantos libros leídos que significa una nueva injuria, quizá la peor, la más
in-

por encima, tantos países visitados en una excursión de sidiosa y sonriente. «El hipócrita -decía Víctor Hugo--
fin de semana, tantas personalidades ilustres de las que es
un hermafrodita del mal».
únicamente se obtuvo un saludo fugaz; pero la gente Según los autores ascéticos, la hipocresía consiste en
habla con gran autoridad de esos libros, se envanece de tener el cuerpo de rodillas y el alma
tiesa. La autentici-
el contrario, viene a ser una adecuación o con-
conocer a fondo esas ciudades, se jacta de tener innu- dad, por
merables amigos en las más altas esferas. sonancia de lo que uno es por fuera y lo que uno es por

102 103
dentro. Por eso, evitar toda apariencia externa superior Es menester asumir íntegro nuestro pasado. Tengo
a la calidad real del alma, constituirá la primera exigen- mi opinión formada sobre qué cosa es el verdadero
cia de la sinceridad. Mas he aquí que tal enunciado es arrepentimiento. Este no exige la renuncia a ningún ca-
reversible, he aquí que también cabe y es obligatorio un pítulo de la propia historia, por deficiente o sórdido que
esfuerzo por hacer nuestro interior más acorde con haya sido. Ni la exige ni la permite. Entre los vanos fu-
nuestro exterior. Quiero decir: no formarse uno ideas turos prohibidos al corazón, se hallan, en primer térmi-
demasiado elevadas, no cultivar el deseo de una perfec- no, los futuribles. Toda libertad tiene un pasado. Yo
ción inasequible. Se trata de formular un «voto de esta- acepto ese pasado. Sé que la vida no tolera ninguna mu-
bilidad» completa y lúcida, mi sujeción al yahora, y tación sustancial. La vida continúa, es tenaz. Decimos
también a mi penuria constitutiva, el
aquí rehacer la vida; pero ¿qué puede significar eso? Quien
sometimiento del
yo a mi circunstancia, de un yo iluso a una circunstancia se negó en
su día a ser un buen arquitecto, ahora sólo
desilusionante. Me refiero a una especie de manda- podrá empeñarse en ser alguna vez un buen aparejador.
miento fundamental, previo, que consistiríaen la senci- Incipit vita
nuova... Aquella mañana, Dante únicamente
lla aceptación de uno mismo. cambió de pluma y tintero. ¿Año nuevo, vida nueva? El
Reconozco que en la vida es necesario un ideal. Quizá adjetivo más ambicioso que cabe sería el de vida renova-
convenga incluso apuntar un par de centímetros por en- da. Aprecio grandemente las posibilidades que entraña
cima del blanco; lo mismo que la trayectoria de un toda conversión; pero la conversión consiste en cambiar
royectil, el curso del hombre suele ser, a la larga, des- de orientación nuestra conducta y nuestra mente,
cendente. Pero no te impongas, por favor, un ideal utó-
un-
ca en cambiar de vía. La gracia no altera la naturaleza:
pico, un ideal desmesurado. Tarde o temprano ibas a este axioma, que suele invocarse para alabar las actua-
sufrir una ruda decepción. Es posible que después de- ciones tan respetuosas y gentiles de la gracia, expresa,
dujeras abusivamente que todo ideal, cualquiera que asimismo, la restricción de sus efectos.
sea, resulta inalcanzable. Por lo demás, y esto es impor- Sin embargo, esta aceptación del pasado es sólo una
tante, a cierta edad ya no parece decente preguntarse parte de la aceptación total de mi ser; de un ser esen-
sobre los ideales, sino sobre las realizaciones. La pre- cialmente histórico, y, por lo tanto, abierto constante-
el pasa-
gunta por el ideal suele idealizar la conducta que pre- mente al porvenir. Hay que advertir que no sólo
tendemos examinar, derramando sobre ella un falso presente, sino que también
el cada
do influye en mo-
resplandor. ¡Es tan gratificante demorarse en la consi- mento presente está calificando ese pasado, lo redime o
deración de un gran ideal! Nada más amargo, en cam- lo confirma en su nulidad. Coherente siempre con su
bio, que evaluar los frutos obtenidos. Hace falta un vida anterior, el hombre ha de ser, sobre todo, coheren-
gran coraje para enfrentarse con estos resultados tan te consigo mismo: con la condición evolu tiva de su con-
míseros. Nietzsche escribió: «¿Cuánta verdad soporta, ciencia. Considero la fidelidad a mi propio ser como
cuánta verdad osa un espíritu? Esto se fue convirtiendo fundamento incondicional de cualquier otra fidelidad y
para mí, cada vez más, en la más rigurosa unidad de como criterio para saber cuántas presuntas fidelidades
medida. El error, el creer en el ideal, no es ceguera; et mías no eran sino mera obstinación, terca repulsa de los
las raíces más hon- llamamientos que se elevaban de mi fondo más genui-
error es cobardía». He aquí una de
si
das de la insinceridad: nuestro miedo a la verdad, nues- no. Tendré que averiguar mi perseverancia en esta o
tra negativa a conocer y reconocer la verdad. aquella forma de conducta es algo más que simple iner-

104 105
cia, deseo de seguir sostenido y amparado por una es- actitud moral, por genérica que ésta se considere, sino
la integridad de la
tructura espiritual tuteladora, cómodamente encarrila- una propiedad del ser personal, de
do en la dirección de lo habitual y consabido. ¿Cuántos persona: sinceridad como equivalente de «simplicidad».
de mis juicios son solamente prejuicios, críticas que yo De hecho, al hombre sincero se le suele llamar hombre
hago a partir de unos principios nunca criticados? Ha- sin doblez. Una de las razones por las cuales la serpien-
brá que observar y analizar despacio los puntos débiles al diablo, al
te,
en tantos textos mitológicos, representa
de todos esos «sistemas completos» dentro de los cuales «padre de la mentira», es precisamente su lengua bífida,
nos sentimos a salvo de cualquier objeción desazona- apta para que de ella broten
las palabras engañosas
o de
dora. doble sentido. Su diálogo con Eva constituyó la antítesis
La sinceridad nos prohíbe no sólo engañar a los de- exacta de aquello a lo que nosotros reservamos
el
nom-
más, sino también, y sobre todo, engañarnos a nosotros bre de diálogo.
mismos.

Pero įse puede llamar mentira a todo esto, a estas di-


III
versas formas de inautenticidad existencial? ¿Pueden Loada sea la santa, y preciosa, y saludable sinceridad.
denominarse así sin incurrir en grave impropiedad de Y hoy, no hay duda, es grandemente loada. La alaban
lenguaje? Personalmente, no sólo creo que ahí radican y mozos y ancianos, doctos y necios,
los nudistas, los
pre-
tienen su origen las comúnmente lamadas mentiras; dicadores, los defensores de
la
libertad de expresión,
creo además que ésa es la única mentira propiamente hasta los diplomáticos, hasta los expertos en publicidad.
dicha, la insinceridad de fondo, y lo demás son submen-
Es preciso reconocer que la sinceridad es un valor en
tiras; quizá síntomas muy reveladores, quizá sóło erratas alza.
mecanográficas, episodios susceptibles de in- las virtudeshumanas, como los atributos divi-
muy varia Quizá
terpretación. nos, no tengan propiamente historia. Pero sí la tiene la
Queda por añadir algo que es capital. El deseo de sin- moral, igual que la teología; sí la tiene la atención, tan
ceridad y el amor a la verdad
no surgen en el vacío, por diversa, que a lo largo del tiempo se ha venido conce-
obra y gracia de un propósito muy concreto y repentino. diendo a esta o aquella virtud. ¿Qué quiero decir con
Ese deseo y ese amor suelen constituir parte de un ello? Para empezar, puede parecer curioso que la ética
proyecto más amplio de reforma, de reconstrucción mo- cristiana haya hablado mucho más extensamente de la
ral, como ha sucedido con los movimientos de renova- mentira que de la verdad. San Agustín, por ejemplo, es-
ción de las Iglesias y los procesos revisionistas de algu- cribió dos libros De mendacio y ninguno De veracitate. Es
nos partidos. Ni surgen en el vacío ni pueden tener éxi- curioso, pero explicable. Siempre la parte de la moral
el vacío, al Es bien signi-
to en margen de otras virtudes.
ficativo que en inglés «sinceridad» se diga honesty y que
que trataba sobre los pecados fue más dilatada y minu-
ciosa que la parte consagrada al estudio de las virtudes.
expresarse sinceramente se traduzca por to
be honest.
No, según pienso, por una especie de exigencia deriva-
Honradez: una forma de casi más que una forma de da de la estadística, porque los pecados, desgraciada-
ser
actuar, un decálogo casi más que un mandamiento. Ca- mente, serían mucho más numerosos que
los actos de

bría incluso decir que la sinceridad no es solamente una virtud, sino porque ya la reflexión sobre las virtudes se

106 107
lleva a cabo
dentro de la consideración dedicada a sus da al próposito de evitar toda mentira, mientras que la
pecados respectivos. Eran, además, casi siempre libros mentira se reduce a un simple desacuerdo entre lo que
los confesores, los cuales,
para uso exclusivo de por hi- decimos y
lo que pensamos. De este modo resultan por
pótesis necesaria, reciben a más pecadores
que justos. fuerza definiciones de nivel ínfimo, cuando atribuimos a
También los códigos de derecho penal, más que sobre el las nociones afirmativas el grado
cero, aunque advir-
derecho, suelen versar sobre las transgresiones del mis- tiendo algo tan obvio como que el cero es superior a
caso
mo. En uno y en se trata de razones de orden toda cantidad negativa. Por ese procedimiento, defini-
otro los médicos a fre-
práctico, las mismas que obligan a ríamos la inteligencia como posibilidad de errar, y la fa-
los
cuentar principalmente manuales de patología. In- cultad locomotriz, como posibilidad de tropezar. El pe-
cluso la gran mayoría de los mandamientos de la ley de cado, en vez de considerarse una privación de virtud, se
Dios tienen una redacción negativa, se refieren en erige en concepto primario y sustantivo, en punto de re-
mayor número y más directamente a los pecados que a ferencia para cualquier virtud, la cual consistirá en no
las virtudes. «El mentir». el bien? Carencia de mal. Un
octavo, no Que haya, pues, más pecar, en no caer. ¿Qué es
libros sobre la mentira que sobre la sinceridad, parece de Gruyère reducido a su mínima expresión:
queso
una cosa muy natural. agujeros con queso.
Pero hay algo más. Recuerdo aquellos vocabularios Es curioso. La veracidad tampoco se cita
en
el cuadro
teológicos o «índices de materias» vigentes todavía clásico de virtudes. Hay que reconocer que Santo To-
no
hace mucho tiempo. Si
uno acudía a ellos buscando ejemplo, aunque no traiga el término «sinceri-
el más, por
tema de la libertad, se encontraba con esta llamada: véa- dad», sí que trae «simplicidad», concepto que, como ya
se Ley. ¿Y la mujer? Véase Concupiscencia. Por lo visto, dije, puede dar cumplida cuenta de la esencia y exigen-
toda la finalidad de la libertad consistía en ser restringi- cia de la sinceridad, pero sólo por deducción o por ele-
da por la ley, y la de la mujer, en poner a prueba la cas- vación. O por inclusión en otra virtud. Propiamente,
tidad del varón. ¿Sinceridad? Véase Mentira. Ahora ad- este autor trata de la veracidad cuando estudia el tema
vertimos que la actitud mental que inspiró la composi- de la justicia. No es una concepción desacertada; real-
ción de tales índices no respondía tan sólo a la voluntad mente, el mentiroso, al no dar a su interlocutor lo que
de ofrecer a los estudiosos un instrumento más simplifi- en justicia le debe, esto es, una información veraz, le
de-
cado. Es cierto que nuestra inteligencia trabaja mejor frauda en sus legítimos derechos.
con conceptos negativos, que son siempre mucho más Pero, aunque acertada, resulta una concepción insufi-
precisos («Inmaculada» resulta palabra más exacta y ciente. Lo cual se aprecia también en la calificación mo-
una
terminante que «Purísima», y, sobre todo, en lo concer- ral de las mentiras. De suyo, contra el octavo manda-
niente a Dios, no hay duda que sus adjetivos mayores miento no existe gravedad de materia. La gravedad ad-
son de índole negativa: infinitɔ, inmortal, inefable, in- viene por razones extrínsecas. La mentira más excusable
a
comprensible). Pero esto no basta para explicar aquellas es aquella que
uno comete por evitar algún daño su
extrañas maneras de remitir: véase Ley, véase Concupis- prójimo; su culpabilidad, por el contrario, crecerá a me-
cencia. Detrás de ellas existía y se transparentaba toda
dida que aumente el daño infligido y la voluntad de in-
una concepción de
la vida, del mundo y de la moral. fligirlo. En definitiva, si alguien pone a su vecino una
Véase Mentira. La sinceridad, esa propiedad de la perso- trampa mortal, no pecará por tramposo, sino por homi-
na de ser fiel a su más honda esencia, queda así reduci- cida. Pero no es la justicia la única virtud que, al ser vul-

108 109
nerada mediante una mentira, confiere a ésta su mayor se ha desplazado. Idéntico desplazamiento ha sufrido el
eje del cuadro general de virtudes. La aureola de la hu-
o menor gravedad. La mentira más reprobable de todas
esla que afecta a la virtud teologal de la fe, cuando un mildad, por ejemplo, disminuye, mientras se otorga un
creyente miente aparentando renegar de su fe. Mentira interés creciente al espíritu de servicio. Quizá no hayan
de máxima gravedad; pero lo grave no es la mentira, mudado tanto las cosas, sino simplemente su disposi-
ción, y el orden de los sumandos no altera la suma total
sino
laficción de apostasía.
de la ascética. Quizá, en el fondo, las virtudes sigan
siendo iguales, como son iguales las pasiones. Aquella
Una nueva mentalidad en torno al tema ha aparecido humildad de antes, si era verdadera, seguro que produ-
recientemente y se va difundiendo con rapidez. Los li- cía frutos de servicio en favor de los hombres; sin duda
bros actuales de moral reaccionan enérgicamente contra también que el actual espíritu de servicio, si es verdade-
ro, vendrá animado de sentimientos de humildad. Na-
aquella concepción negativa
o minimalista de la veraci-
dad, y buscan al hombre positivamente sincero, profun- die, sin embargo, puede negar que, en cierto momento,
damente sincero, dominado por la pasión de la verdad y unas virtudes sevuelven mates, declinan, pierden incen-
la mentira. tivo; otras, en cambio, pasan a primer plano e imponen
no sólo cuidadoso de evitar
al conjunto
Esotra escala,
otra economía. No una moral distinta, una perspectiva nueva.
sino un enfoque distinto de la moral de Pues bien, tal vez la virtud más incontrovertida, más
ayer, de hoy y
de siempre. También los tratados de moral son hijos de apremiante, más ensalzada y privilegiada entre todas las
tiempo, no menos que los de cualquier otra discipli- virtudes sea hoy la sinceridad.
su
na. Ya dije que
las virtudes,
en

mismas, tal vez no ten- La Iglesia misma es sacudida por un ansia insólita de
gan historia, sí la tienen sus expresiones visi- veracidad. Su afán de reforma y conversión no sólo re-
pero que
bles y
concretas. No es igual la fe que impulsaba las cru- clama de ella una mayor sinceridad en todos los cam-
zadas y la que inspira nuestros encuentros ecuménicos. pos, sino que, en gran medida, ese trabajo de reforma y
No es igual la esperanza contenida en el antiguo con- conversión deberá efectuarse precisamente en el campo
temptus mundi y esta
otra que contempla el mundo y su concreto de la sinceridad. Dicha virtud inclina a la Igle-
sia hacia
laboreo como una etapa de crecimiento hacia el punto un modo de proceder más abierto y diáfano;
Omega. Hay también gran diferencia entre aquella cari- exige de ella que no oculte sus intenciones inmediatas y
dad que se satisfacía con las obras de misericordia, que mediatas, su régimen interno, sus finanzas, su maquina-
respetaba las estructuras sociales como implantadas ria. Y en primer lugar, quizá, que modifique su lengua-
por
la Providencia, y la así llamada «caridad política» o ma- je; un lenguaje a veces tan imperativo, que puede pare-
crocaridad de hoy, resuelta a levantar una sociedad más cer convincente; otras veces tan cau to, que resulta ambi-
justa desde sus cimientos. Las virtudes evolucionan, guo; tan ambiguo, que resulta sospechoso. Como ya dije
cambia su estímulo, su campo de acción. Hoy se pone el en el capítulo anterior, se trata a menudo de una retóri-
acento aquí y mañana allí. Hoy muestran todas ellas un ca evasiva, sumamente frondosa, más apta para ocultar
notable énfasis social. La virtud de la pobreza ya no es que para declarar. ¿Por qué esa voluntad de encubri-

tanto una modalidad de la templanza o una forma per- miento? Venimos en silenciar y silenciamos. ¿Y por qué
sonal de vivir los consejos evangélicos: viene exigida, razón se resiste a confesar sus pasados errores? Por una
especie de «razón de Estado»,
más bien, por un agudo sentido de la fraternidad; su eje que contradice su natura-

110 11
leza espiritual de Reino que no es de este mundo. ¿Por dico: «El alma en la palma». Oraciones simples; sujeto,
qué se niega a reconocer sus culpas? Decía Séneca que verbo y predicado. Hábleme sin rodeos. La libertad de
quien publica sus pecados, ya está, en alguna medida, li- prensa es más inviolable que el derecho a la vida priva-
bre de ellos, lo mismo que quien cuenta un sueño, de- da. Tutéame, por favor. Han desaparecido aquellos cor-
el dones, aquellas distancias que mantenían alejadas a las
muestra haber despertado. En una época en que
mundo estima la sinceridad como virtud máxima, esa personas y permitían ocultar sus verdaderos sentimien-
confesión de sus culpas y errores sólo reportaría a la tos. Padres e hijos aspiran a una relación más franca o
Iglesia ventajas: vendría a ser, paradójicamente, su me- han de consentir en ella. Se prodigan las celebraciones
jor apologética. Con la condición, por supuesto, de que comunitarias de la penitencia. El best-seller más frecuen-
la sinceridad en ello demostrada fuese una sinceridad te es el libro-reportaje; todos los ejemplares llevan esta
sincera, no oportunista, no interesada en sacar de ahí faja publicitaria: «La verdad íntegra sobre...» Se multipli-
ningún provecho. Pues sería muy lamentable que la can
las películas documentales y se cita a Godard:
la fo-

Iglesia fuese sincera sólo por conveniencia; tan lamenta- tografía es verdad el cine es verdad veinticuatro veces
si estuviese el neorrealismo, el cinéma
ble como pesarosa, más que de sus pecados, por segundo. Ciertamente,
del descrédito que éstos puedan acarrearle. vécu, el cinéma vérité,
tuvieron su momento; pero persis-
Que no tema por su prestigio. Que no piense, desde te, de otra
manera, lo que en ellos hubo de ansia
u
una
luego, que reconocer sus deficiencias significa tirar pie- de veracidad, de acercamiento a la realidad. Se objeta,
dras sobre su propio tejado. Por el contrario, a los ojos se interroga, se interpela, y hay que responder. Hay que
del mundo contemporáneo, no hay culpa más grave que escribir una autobiografía contestando a una biografía
la mentira, ni error más lastimoso que el de sostenella y calumniosa. La sociología practica sondeos de opinión,

noQueenmendalla.
en esta alta estimación que
el hombre actual
con-
interesada por conocer la verdad de lo que ocurre, con-
tra cualquier apriorismo de los especulativos. La psicolo-
cede a la virtud de la sinceridad, vea la Iglesia un signo
gíaelprofunda trata de llegar a una verdad más profunda
de los tiempos. en conocimiento del hombre.
Tampoco el arte, tampoco la arquitectura, es ajena a
esta pasión de la sinceridad. Funcionalismo, sobriedad,
Un valor en alza, insisto. En todos
los mercados del diseño en consonancia perfecta con los materiales. Que
mundo y para todas las variedades y tamaños del pro- las vigas de madera
no se cubran, que
el hierro quede
ducto. bien visible, que el cemento no se revoque. ¿Quién pue-
Hoy se exhuman los documentos más secretos, se de intentar ya un arte neogótico o neoplateresco? Al
hurga en la intimidad de los grandes personajes, se lado de esta obsesión por la autenticidad, y tan caracte-
vuelven del revés los mitos má intocables. Mérito de los rístico de nuestro tiempo como ella, bien sé que existe
s
buenos entrevistadores: llegar a desnudar al entrevista- un abigarrado pluralismo en todos los aspectos de la
do. Mérito del hombre que llegó al poder: publicar las vida, también en el arte; la coexistencia de corrientes
cifras de su fortuna antes y después del período presi- culturales del más variado signo, la recuperación simul-
dencial. Una nueva obligación prima ahora sobre todas tánea de tantas modas y modelos que en el pasado sólo
demás, y es esta exigencia común, universal, de se dieron de forma sucesiva. Asistimos, por ejemplo, a
transparencia. Brindo a quien lo quiera un mote herál- un revival completo del XIX, con su amor a la superflui-

112 113

8.–Palabras son amores


dad, con su predilección por los espejos y los entorcha-
quema o adelanta unas afirmaciones de base, sienta
dos. Pero esto no significa, en absoluto, un neorroman- 1HNOS principios, que luego, en el transcurso de su traba-
ticismo. Es otra cosa, hay una voluntad demasiado deli- jo, se verá obligado a respetar. Debe, por consiguiente,
berada, hay ironía, un enternecimiento de ida y vuelta. descartando todo
para sujetarse al plan preconcebido, ir
espejos y los entorchados se ponen entre comillas.
Los lo lateral, divagatorio o imprevisto. De este modo, cuan-
No es imitación, es parodia. Esta purpurina de hoy sólo to escriba a partir de la segunda cuartilla estará viciado
imita aquella purpurina de ayer que imitaba el oro. de una secreta falsedad. En cambio, un libro hecho de
También en filosofía coexisten las tendencias más di- retazos o de gérmenes puede ser contradictorio, pero es
versas y aun opuestas. ¿Qué afinidad puede haber entre sincero, será alguna vez contradictorio porque es siem-
los epígonos del existencialismo y los seguidores de la fi-
pre sincero, porque nació de vivencias y afectos muy va-
losofía analítica? Precisamente su común afán de since- rios, de experiencias situadas en momentos muy dife-
ridad: la búsqueda de una verdad más próxima, cir- rentes. Pese a su enorme apariencia, el pensamiento
sis-

cunscrita, verificable. Lo que importa es el hombre con- temático resulta siempre más pobre que este otro tipo
creto y la palabra concreta. Las mentes se vuelven con de pensamiento, ya que desarrolla tan sólo una de las lí-
preferencia hacia el método severo, descriptivo, de las neas posibles, línea reducida y reductora.
ciencias naturales, muy lejos ya de todo idealismo, se-
el cual el entendimiento quien creaba la
gún era
dad; pero muy lejos también de cualquier realismo «re-
ver-
Es la hora del desprecio de los grandes sistemas, las
presentacionista», que creía vẹr en el contenido de los grandes palabras, las palabras vacías y convencionales.
conceptos el reflejo exacto de la realidad e ignoraba la Sin duda, la vida humana será siempre convencional en
subrepticia actividad de la mente prestando continua- alguna medida, pero trata de despojarse de cuanto es
mente significaciones a dicha realidad. La filosofía se convención artificiosa, redundante, acumulada. «Muy
hizo existencialista por negación: por oposición a las distinguido y honorable señor, mi indigna familia se
concepciones esencialistas. La «condición humana», tan
histórica y multiforme, arguye contra aquella «naturale-
siente sobremanera feliz de que vos
le
concedáis el in-
merecido honor de venir a esta nuestra humilde mora-
za humana» estática, fraguada desde siempre y definida da». Sobran los superlativos, sobran casi todos los adjeti-
el antiguo
para siempre. En cierto modo, punto de vista vos, sobra ese suplemento de consternación de quien
objetivo de la verdad ha sido reemplazado el asiste al entierro de
por punto por deber un desconocido, sobran
de vista subjetivo de la sinceridad. con tornavoz,
los circunloquios y los púlpitos el usía ex-
Lo que importa es el pensamiento espontáneo, veraz, plícito e implícito, y las cenas que se siguen celebrando
incluso fragmentado, incluso contradictorio. ¿Por qué? cada sábado por mera rutina, con disgusto de todos los
Cioran lo sabe. No sólo porque cuadra mejor con nues- comensales. Está de más el envaramiento, las grandes
tra época, con nuestro acusado sentido de la fugacidad, abstracciones, los párrafos plurimembres y el estuco.
el discurso espasmódico de
con un hombre oscilante,
convulso y problemático, sino, sobre todo, porque se ha Se tenderá a un lenguaje más económico, flexible,
hecho evidente que sólo el pensamiento fragmentado funcional, ceñido en todo instante a la vida. Se antepon-
posee sinceridad. Cuando alguien se propone elaborar drá lo genuino a lo suntuoso, las margaritas naturales a
un pensamiento sistemático, empieza por trazarse un es- las orquídeas de
cera,
el pronombre demostrativo a to-

114 115
dos los
títulos honoríficos. Será respetado el hombre SEGUNDA PARTE
que proceda sinceramente, la autoridad que venga ava-
lada por su propia competencia personal, el científico Antítesis: BOY LOOSES GIRL
el apóstol
que sepa retractarse, que no oculte su perple-
jidad.

116
CAPITULO I

DIALOGO DE LOS COMEDIANTES

Pero cuando el discurso llegó a este punto, se puso en


pie el fiscal. Digo fiscal en un sentido tal vez impropio,
sumamente impreciso, algo así como el acusador del gé-
nero humano. Tenía una apariencia más escéptica que
agresiva y ese aire aplicado, minucioso, de quienes se
dedican a la experimentación in anima vili. Se puso en
pie y habló de la siguiente manera:
¿De veras cree usted todo lo que ha dicho? Le ruego
las cosas más detenidamente. Puedo
que observe asegu-
rarle que el prestigio de la sinceridad es tan falsificable
u

o
como cualquier otra cosa, como un santo románico
Es n
billete de mil. fácilmente falsificable; por consiguien-
te, podría muy bien ser falso. Y observe que esa «
«falsa
sinceridad» no constituye ninguna contradicción; perte-
nece, más bien, a un orden de cosas triviales y cotidia-
al apartado de los
nas, amores egoístas, de la justicia
meramente legal, de la fe meramente supersticiosa. Lo
más lamentable del comportamiento humano no es que
sus virtudes sean exiguas, sino que a menudo son falsas.
Tanto amor a la verdad y tan fervorosamente procla-
mado tenía que resultarnos sospechoso. Pienso en al-
guien que va exhibiendo un certificado médico donde
se atestigua que sus pulmones se hallan en perfecto esta-
do; ¿quién que tenga unos pulmones sanos se preocupa
de conseguir semejante certificado? De suyo, la veraci-
dad se sobrentiende; no habría por qué empeñarse en
demostrarla. ¿Yqué quiere decir que la sinceridad está

119
hoy de moda? Pues que se ha convertido en un produc- Tal vez, éste constituya una prueba de amor a la simpli-
comercial.

to
Vender verdad es vender sensacionalismo: cidad. Lo cual no es simplicidad, sino todo lo contrario:
nostalgia de una simplicidad perdida o ilusoria. Todo es
se trata de explotar publicitariamente la verdad como
un recurso insólito, de suscitar el interés de la gente ha- artificiosidad, y principalmente esa presunta naturali-
cia lo excepcional y anómalo. «Vendo mil gabardinas de- dad tan artificiosa. Me encanta la naturalidad de los
fectuosas; vengan, vean y compren». ¿Cuándo se había grandes actores de teatro. El arte de ocultar el arte, la
visto que un vendedor empezase por. reconocer las defi- preparación laboriosísima de una escena o un gesto has-
ciencias de su mercancía? He ahí precisamente la origi- ta conseguir que parezcan improvisados. La perfecta na-
nalidad del anuncio, y, por lo tanto, su poder de seduc- turalidad de un buen actor consiste en su perfecta afec-
ción, y, por lo tanto, su eficacia. La verdad es explotada tación, en una afectación doble, cuando por fin ha llega-
de forma muy significativa: como un hecho inusitado. do a disimular artificiosamente su artificiosidad.
Llevada de sunecesidad de llamar la atención sea como
sea, la propaganda recurrió al procedimiento más des-
usado: decir la verdad. No se fíe, amigo. Es una falsa sinceridad, es la falsa
Entiendo que la verdad no es un alimento del hom- exaltación de un valor que ocasionalmente se ha puesto
bre contemporáneo, sino un condimento:el adobo de la de moda. Es como comprar ropa que parezca que fue
mentira. Resulta excitante, porque los paladares no es- usada. Esos muchachos que compran vaqueros descolo-
ridos o que los manchan adrede antes de estrenarlos,
tán habituados a él. Poral supuesto, la verdad existe en
función de la mentira, servicio de la mentira; única- son los más enardecidos apóstoles de la sinceridad.

mente se usa en la medida en que sirve para disfrazar el Pero hay algo más. Debemos reconocer que la sinceri-
dad no deja de tener ciertos atractivos, así como va
disfraz, para disimular el engaño.
los-
He aquí el famoso prestigio de la sinceridad. Simple- queros tienen la ventaja, nada desdeñable, de su como-
mente, hoy se lleva la sinceridad, como ayer pudo lle- didad: no hay que limpiarlos ni preocuparse de no man-
varse otro valor cualquiera, otra moda cualquiera. Ayer charlos. ¡Oh, sí, la sinceridad también puede ser como-

seempleaba purpurina para simular oro y parecer ricos, dísima! Basta identificar sinceridad con vida natural,

no
mediatizada
hoy se usan materiales desnudos para simular sinceri- instintiva, por norma alguna. Según
dad y parecer modernos. A menudo esta simulación es esto, todo cuanto sea aceptación de una ley, esfuerzo

tan deficiente como el dorado de la purpurina. Nada tras un ideal, se tacha de inautenticidad e hipocresía.
más falso, en efecto, que esas viviendas rústicas, con- Existirá, por lo tanto, hipocresía siempre que se dé la co-
cienzudamente rústicas, que ahora tanto se estilan. Es lisión entre un deseo y la represión de ese deseo, entre
la ejecución del deber
verdad que a nadie se le ocurre hacer arte neogótico o un deseo y que lo contradice. La
abundan las muestras de neorro- moral entera resulta así una colosal impostura, en la
neomanuelino, pero

mánico. ¿Por qué? Precisamente a causa de su ingenui- medida en que propone un tipo de conducta que se
dad característica. Ocurre que, hasta en su misma false- opone a nuestras inclinaciones naturales. ¡Bienvenida,
dad, el arte actual necesita aparecer como enemigo de pues, la sinceridad!
toda falsedad. Lo que ocurre es que en el hombre hay varios niveles,
Esta pasión por la sinceridad me recuerda lo más desde el más biológico al más espiritual, y a cada uno de
opuesto que existe al arte primitivo: el arte primitivista. ellos corresponde una forma propia de actuación y, por

120 121
consiguiente, las voces o tad deliberada y el consentimiento de una atracción, en-
una forma de sinceridad. Entre
requerimientos que provienen de dichos niveles, suelen tre la
voluntad «que quiere» y la voluntad «querida». En
darse frecuentes conflictos, y es preciso entonces optar sazón, el amor sólo obedece a sí mismo, porque
su plena
es su propia ley. Coincide así el
amor auténtico con
el
por uno u otro, por una u otra modalidad de actuación. él
¿Cuándo soy más sincero, al elegir ésta o aquella moda- amor dichoso, y esta coincidencia recibe, indistintamen-
lidad? ¿Soy más sincero si me dejo llevar de los instintos te, los nombres de fidelidad perfecta o sinceridad per-

o si me guío por las exigencias de mi racionalidad? fecta.


Debo advertir que esta segunda sinceridad no es super- Normalmente sólo podemos aspirar a
una sinceridad
puesta, sino más elevada, y aquélla otra no es más pro- progresiva, es decir, a una mayor consonancia entre el
funda, sino más baja. Para quienes sostienen que la úni- ideal y la realidad. Y así es como el ideal puede ir mode-
ca sinceridad es la que se demuestra en el seguimiento lando nuestroshábitos. Dicho del modo más provocati-
de las tendencias inferiores, los modelos de virtud resul- vo,así es como una máscara puede felizmente llegar a
tan innumerables: van desde el antropoide hasta el pro- configurar un rostro. Quien haya conseguido encubrir
tozoario. sus malas inclinaciones hasta el extremo de acallarlas,
La sinceridad más humana, la más propiamente hu- sin-
no sólo es un hombre recto, sino que además es tan
mana, será aquella que sólo el hombre es capaz de prac- cero como puede serlo el
que dio libre curso a todos sus
ticar, la que corresponde a su condición de ente ra- impulsos. Su sinceridad no es cuantitativamente menor
cional. y y cualitativamente es superior.

Por otra parte, la virtud de la sinceridad de ningún «La verdad os hará libres». El verbo está en futuro. La
modo podría consistir en verdad nos libera, porque acaba transformándonos. La
la conformidad de una con-
ducta pervertida con unas tendencias perversas, ya que libertad es una meta, se halla al final, en aquella situa-

no
un ción de madurez en que ya sólo nos sometemos a la cé-
es concebible
una virtud inspirando cuadro de
conducta enteramente vicioso. Tampoco, desde luego, lebre norma, que es lo contrario de toda norma: «Ama y
debemos soñar en aquella sinceridad consumada que haz
loque quieras». Pero lo que se afirma de la verdad
resultaría de un comportamiento totalmente intachable no puede decirse de la sinceridad, pues a menudo quien
respondiendo aunos deseos totalmente santos. Tal cosa apela a la sinceridad es porque se niega a transformarse.
no puede obtenerse en esta vida. La única sinceridad He ahí una sinceridad indigna de tal nombre, ya que es
aquí abajo posible consiste en una coherencia creciente, solamente vida instintiva y desmandada, pura debilidad.
siempre relativa, entre nuestras obras y nuestros ideales Se trata incluso de una actitud falsa; más que debilidad,
de perfección. El dilema, verbigracia, que a veces se es mentira, falseamiento: quiere disimular su
flaqueza
plantea dentro de un matrimonio cuando el primer SO сара de autenticidad.
Y así como la peor soberbia es
el dilema de quienes se envanecen de su humildad
amor ya se ha extinguido, entre ser uno fiel al la -no de otra
cónyuge e insincero consigo mismo,
por una parte, y, virtud sino precisamente de su humildad-, así también
sincero consigo mismo y disolver la pareja, peor hipocresía es la de quienes fingen no esta o
por otra, ser
la
suele constituir un falso dilema, una falsa disyuntiva. Al aquella virtud, sino precisamente la virtud de la since-
menos teóricamente, existe una tercera posibilidad que ridad.
satisfaría tanto a la fidelidad como a la sinceridad: se Las otras hipocresías son menos graves, porque son
trata de buscar una nueva congruencia entre la volun- menos irreductibles. Hasta pueden contribuir a hacer

122 123
más soportable la convivencia. Voltaire nos relata el camiento de carácter, y llamamos perseverancia a la
caso de aquel mandarín chino que, indignado por las pura inercia, velocidad adquirida, falta de creatividad o
agrias disputas de dos misioneros cristianos pertenecien- de coraje para. intentar algo nuevo. ¿Y los sentimientos
tes a escuelas teológicas distintas, los mandó encarcelar de penitencia? La atrición suele ser nada más un movi-
a los dos hasta que se pusieran de acuerdo. «No se pon- miento espontáneo de autodefensa y la contrición suele
drán», le advirtió su consejero. «Pues hasta que se per- ser una atrición algo más elaborada, más depurada, una
donen». «Tampoco». «Pues hasta que finjan perdonarse». A vez enterados de que cuanto más desinteresado sea
falta de perdón, buena es la ficción de perdón. Si las tre- nuestro amor, mayores ganancias consigue.
todas las virtudes son con tanta
guas bélicas se prolongasen indefinidamente, tendríamos Y me pregunto:
Si
algo más o menos parecido a la paz. Por favor, reprima frecuencia falsas, ¿por qué la sinceridad iba a constituir
usted día y noche sus tendencias antropofágicas, bese la una excepción?
las señoras, coleccione mariposas, hágase socio de Pienso, no obstante, en una especie de sinceridad por
mano a
club de vegetarianos. Claudel resumía: «La hipocresía es carambola, como el desasimiento espiritual de un amigo
un
preferible al cinismo». mío, que, en lugar de renunciar a los placeres, ha re-
Hay que reconocer incluso que la hipocresía es algu- nunciado a algo más valioso: al mérito que comporta la
de abstinencia de tales placeres. A veces se dan estos ejerci-
nas veces síntoma que ha habido algún progreso mo-
la sociedad. cios de ética muy sofisticada, corolarios imprevistos que
ral en Lo es cuando la desproporción entre
el contenido y la apariencia se debe a aliviarían el tedio de los programas de moral. Pienso en
un aumento de
ésta,
no a una disminución de aquél. Por ejemplo: las una sinceridad de ese tipo, una afirmación por acumu-
condiciones de vida de los trabajadores en ciertos países lación de dos negaciones, una virtud que consistiría en
distan muy poco del antiguo sistema de esclavitud; sin aparentar no ser hipócrita... De este modo llega a ser
embargo, los patronos hoy tienen que esmerarse en de- fiel la esposa que engaña a su amante cuando se acuesta
con su marido.
mostrar, en aparentar que conceden a sus obreros todos
los derechos laborales, ya que nuestra sensibilidad ha ¿Cualquier hipocresía es preferible a cualquier cinis-

evolucionado y no toleraría un régimen que presumiese mo? No lo creo. Existen los fariseos, pero existe otra
de bárbaro. El contenido sigue siendo prácticamente el casta más peligrosa: la de lospublicanos farisaicos. El fa-
mismo, pero fachada es distinta: lo manifiesta el he- riseo se jacta de su santidad ritual, el falso publicano se
la
cho de que tales patronos, aunque se nieguen todavía a jacta de su arrepentimiento, esto es, de su sinceridad;
corregir su sistema, se ven obligados ya a simular que lo sus golpes de pecho resuenan en el templo tanto como
las voces de vanagloria de su vecino. Lo que ocurre es
han corregido. Su comportamiento es hipócrita, pero su
hipocresía es un síntoma de progreso. que, tras veinte siglos de cristianismo, todos hemos
aprendido algo, los protagonistas de la parábola y los es-
pectadores, que ya no soportamos la ingenua y tosca va-
Es evidente que muchas virtudes no son tales, sino nidad de los puros, ni tampoco la aparatosa humildad,
falsas virtudes. Lo que denominamos firmeza, a menu- no menos ingenua, no menos tosca, de quienes confie-
do es sólo obcecación. Otras veces se toma por toleran- san clamorosamente sus culpas. Aunque quizá cualquier
cia lo que es simplemente indiferencia hacia las perso- falacia continúe, de suyo, abierta y admita rizar el rizo.
nas. Se alaba como humildad lo que no pasa de ser apo- Muy bien puede uno, en efecto, declararse humilde pre-

124 125
cisamente para que lo tengan por humilde: cree que los ción... Tan amplio vocabulario demuestra la abundancia
más perspicaces deducirán que, al comportarse así, lo del producto. Los esquimales tienen más de veinte nom-
bres distintos
que realmente buscaba era la humillación de que lo con- para referirse a la nieve.
siderásemos orgulloso... Repito, experimentos de moral ¿Qué ocurriría en la convivencia cotidiana si de repente
recreativa. suprimiéramos todos los pequeños engaños, los disimulos,
los convencionalismos, todo eso las tres
que constituye cuar-
tas partes de la educación y la cortesía? La piedad hacia el

prójimo, cuando no es una piedad mentirosa, suele ser


II mentira piadosa, engaño compasivo. Me pregunto qué
quedaría de un discurso político una vez eliminados todos
Nada tiene de particular, por otra parte, que las virtu-
los tópicos, las acusaciones infundadas y las
des humanas sean frecuentemente falsas. ¿No es, acaso, promesas impo-
sibles, o qué sería de esa complicada máquina de la
del hombre una constante ficción? Con- econo-
la vida entera
el mía nacional si removiéramos la piedra sillar de la defrau-
cretando: comercio es fraude, la admiración es lison-
social es farsa, la belleza es artificio, la sinceri- dación convenida. La suma de mentiras particulares crea
ja, la vida
dad es sólo una hipótesis necesaria. un ambiente de insinceridad general, y éste, a su vez, obliga
a cada uno a seguir mintiendo. Se dan excepciones: el
Por supuesto, la mentira suele recibir nombres honro-
sos. En política se llama propaganda; en industria, con- santo, el cínico, insensato.
el
In vino veritas. ¿Ni siquiera
tabilidad doble; en lógica, paralogismo; en el campo in- entre hermanos podemos esperar que digan la verdad?
ternacional, diplomacia; en cosmética, maquillaje; en co- Entre hermano y hermano, dos testigos y un escribano. En
la mentira es multiforme,
mercio, publicidad; incluso en moral tiene su nombre resumen, pero ubicua. Anida y
propio: la llamamos restricción mental. Se trata, claro pone sus huevos en los sombreros de copa, entre los hara-
está, de eufemismos. ¿Ha observado usted cómo nues- pos del mendigo, en los pupitres de los escolares, en el
palacio del Senado, en el lecho matrimonial, en el alero de
tro léxico usual es unalarga lista de eufemismos?
roba nunca dirá que roba, sino que recupera lo que
que
El es
las catedrales.

suyo; los tenderos hablan de margen comercial;


los te- Loshombres mendaces son infinitos, pero los menda-
de impuesto ces que alaban la sinceridad son casi infinitos. ¿He dicho
rroristas, revolucionario; y la policía jamás
pero? Debería haber usado
dirá que un detenido ha sido torturado, sino que ha una conjunción copulativa,
no adversativa: enlaza
sido hábilmente interrogado. Los eufemismos significan dos enunciados que, lejos de con-
civilización. traponerse, el segundo es efecto del primero. Quien
una conquista muy apreciable de la más miente, más necesidad tiene de alabar públicamen-
Se trata de eufemismos, y también de variantes, de
te la
verdad para que nadie sospeche de su mentira.
modalidades diversas de un mismo vicio. En el círculo
octavo del Infierno, bajo la rúbrica general de mentiro- Puede ocurrir, sin embargo, que la alabe y admire de
sos, Dante incluye a los seductores, adivinos, adulado- corazón, como admiramos todo lo insólito. ¡Ah, una pa-

res, falsos profetas, falsificadores de moneda,


etc. Los labra de verdad! De más valor que cien pozos de agua
matices resultan, a la vez, preciosos y superfluos, pro- dulce, cien sacrificios yagas, cien hijos amantísimos. Se-
pios más bien de una nota al pie para lectores muy inte- guramente, lo mismo que ocurre con las piedras precio-
sas, su valor depende de su
resados en la fauna humana. Fraude, impostura, em- rareza.
buste, simulación, patraña, estafa, doblez, tergiversa- Ya en el capítulo anterior, al hacer el elogio de la sin-

126 127
ceridad, se reconocía que los hombres cometen dema- mentira. ¿Qué ha pasado con los juramentos? Los jura-
siadas mentiras, verbales y no verbales. Pero siempre mentos son unas protestas tan enfáticas y solemnes de
quedaba sobrentendido que constituían excepción, que veracidad, que parecen recabar para sí toda la verdad
regla general seguía siendo la verdad. Algo así como
la
sucede con los billetes falsos, cuya posibilidad de circula-
posible, dejando libre a la mentira el espacio restante.
Vienen a ser como una tácita autorización del engaño
ción se debe precisamente al mayor número o predomi-
nio de billetes legales. ¿Realmente es así? Pienso que el allí donde las palabras no sean avaladas
por ningún ju-
ramento. En principio éstos fueron inventados como un
símil sólo vale en un aspecto, en cuanto que eso que de- dique contra la mendacidad, pero el resultado no ha po-
nominamos verdad posee el mismo valor que nuestros dido ser más desastroso. El resultado fue su propio, in-
billetes: un valor convencional. La verdad verdadera, mediato descrédito. En efecto, puesto que los juramen-
el debiera respaldar toda esa emisión de papel,
oro que tosposeen, de suyo, una mayor credibilidad, se acogerá
cuenta con unas reservas muy escasas. Más o menos, a ellos precisamente quien más la necesite, el hombre
esto se sabe, claro. De ahí esa asombrosa pregunta que a más mentiroso. De este modo, repito, la mentira devora
veces oímos y que a nadie escandaliza: «¿Puedo hablarle constantemente a la verdad. Es inútil poner en circula-
sinceramente?» Se dice que
lasmujeres perdonan con ción nuevos billetes con una firma más, que autentique
facilidad a quien les ha engañado, pero nunca al que no las firmas del gobernador, del
interventor y del cajero:
han podido engañar. Dígase de las mujeres, de los hom- quien falsifica tres firmas, falsifica cuatro.
bres, de los niños y los militares sin graduación. Lo cier- Se ha comprobado la ineficacia de los detectores de
to es que todos engañan a todos, y, por consiguiente, mentiras. ¿Para qué sirve el suero de la verdad? Sólo
casi nadie engaña a nadie.
para que digan la verdad los individuos neuróticos que
En tales condiciones, ¿cómo va a ser posible el diálo- padecen amnesia a causa de una represión inconsciente.
se re-
go, cómo va a ser fácil la convivencia? Quizá todo De nada sirve, en cambio, cuando se trata de alguien
duzca a un problema de adaptación. Bernanos decía que conoce la verdad, pero se niega a confesarla. Sabido
«el mundo
que no es rebeldía, sino aceptación: acepta- es también que el conductor
experto de un interrogato-
ción de la mentira». Por consiguiente, sólo deberíamos rio atiende menos a las declaraciones verbales que a
llamar mentiroso al que miente de manera distinta, a ciertas expresiones corporales que las acompañan y
que
quien quebranta no las leyes de la verdad, sino las leyes muy bien pueden desmentirlas. Actúa así porque supo-
lingüísticas de la sociedad.
ne que dichas expresiones serán siempre más sinceras,
Hay como un acuerdo tácito: los impuestos son mayo- pues suelen hallarse fuera de control por parte del suje-
sabe los
res, justamente excesivos, porque se que todos to. Sin embargo, la gente, que ya lo sabe, va consiguien-
contribuyentes defraudan al fisco. Por eso, para enga- do dominar tales manifestaciones antes involuntarias. A
ñar, no basta mentir, hay que mentir en proporción su- los observadores aprenden a leer en el
perior a la consentida. Entonces se pone en marcha un
la vez que
de sus pacientes, éstos aprenden a confirmar sus menti-
rostro

proceso acelerado, como ocurre con la publicidad, la ras con la adecuada expresión facial. El resultado puede
cual necesita cada día superarse a sí misma para seguir causar consternación, pero no asombro: esas refinadas
siendo válida, para contrarrestar la creciente icreduli- técnicas que los intérpretes de la verdad elaboran, son
dad de los compradores. Que nadie se extrañe: la ver- rápidamente asimiladas por los individuos más menda-
dad será incesantemente, fatalmente rebasada por la ces; al asimilarlas las invalidan. La verdad, insisto, es de-

128 129

9.-Palabras
vorada continuamente por la mentira. Arrastra consigo de algo bajo un rótulo que afirma su presencia. Tras los
signos, el hombre inventó la ciencia de los signos: la se-
sugermen. del
Asqueados teatro, tan convencional y tan falso, miótica. ¿En qué consiste la semiótica? «Es la disciplina
salas clásicas de Nueva York, -define Umberto Eco- que estudia todo cuanto puede
que se representaba en las
un grupo de actores decidió montar su propio espec- usarse para mentir».
táculo, «rabiosamente auténtico», que se le llamó Off La palabra es nuestro signo por excelencia, el más co-
Broadway. Inmediatamente después surgiría tenía por mún, el más flexible, el más elocuente. El vehículo usual
fuerza que surgir --- otro movimiento más radical, titula- de la mentira por tanto. La pediatría moderna ha reve-
do Off off Broadway. Y así sucesivamente. La progresión lado algo muy curioso. Parece ser que el niño, durante
es lógica, indefinida,
seguramente circular. sus primeros dieciocho meses, posee una extraordinaria
capacidad para detectar los estados emocionales de la
Cierto que no hemos inventado nosotros la mentira. madrę. Se trata de una facultad tan certera, tan segura
Esta existió antes de que el hombre apareciese en el e indefectible, que no se deja engañar por las demostra-
mundo. De ella ha usado siempre la naturaleza con pro- ciones contrarias que la madre ansiosa finge para cal-
fusión. El caso de los camaleones no es único ni infre- los golpes cariñosos la espalda, las pa-
mar a su hijo, en
cuente, es sólo paradigmático. La imitación de las voces labras apaciguadoras. El niño no se deja embaucar. Sólo
de otros animales, el reclamo, constituye una práctica cuando ha alcanzado el año y medio de edad, es decir,
inmemorial de la emboscada. Esa tendencia irresistible cuando empieza a comprender y usar el lenguaje, esa
al
uya disminuye y al fin
acaba desaparecien-
encuentro del macho y la hembra, que a nosotros nos infalibilidad
parece un juego de amor totalmente libre, encubre la do. La facultad lingüística, pues, se adquiere a costa de
voluntad ciega, indiferente, de las especies, su obstinada esta otra facultad. Ingresar en el área del lenguaje es
voluntad de pervivencia. Hay un tipo de mentira, con- penetrar ya para siempre en la esfera de lo equívoco, la
sustancial y universal, que podría llamarse mentira bio- posibilidad de engañar y ser engañado.
lógica. Un mundo de signos, de artificios; un mundo, por
Pero el hombre ha sabido llevar la mentira a un gra- consiguiente, donde ya todo es posible. La verdad hu-
do de perfección indecible. Era su destino. Como espe-
mana significará un valor convencional, algo que no
te-
cie más débil, sin cuernos, ni zarpas, ni grandes caninos; nemos que descubrir, sino que podemos elaborar. Cier-
la espe- la realidad aspectos y propiedades
menos robusta, menos veloz que cualquier otra, tamente hay en que
cie humana sólo pudo vencer a sus enemigos con un son como son, independientemente de nosotros; por
el engaño. Desde siempre, el entendimiento hu- ejemplo: según el ejemplo clásico, el oro es amarillo.
arma:
mano habría de emplearse preferentemente en ello, Pero tales aspectos y propiedades apenas tienen ningún
cumpliendo así lo que casi es su función específica, la interés. Decir, en cambio, que el oro es valioso
nota más descollante de la familia. Más tarde, al cabo de -apreciación totalmente arbitraria- sienta un tipo de
milenios, inventó los signos. El hombre es el «animal verdad muy distinto, de trascendencia incalculable. So-
simbolizante». ¿Y en qué consiste un signo? En la susti- bre dicha verdad se montarán luego otras nuevas, y así
tución del significado por el significante; por consi- un día quedará consagrada la equivalencia entre una
guiente, en la posibilidad de esconder cualquier cosa cierta cantidad de oro y un cierto papel denominado bi-
bajo el rótulo de cualquier otra, o de ocultar la ausencia llete de banco: la apoteosis de lo convencional.

130 131
Y sila mentira es un billete que consideramos falso y obras y vanidades. Cuando el hombre empezó a mentir,
la verdad es únicamente un billete de curso legal, la lí- empezó a fabular. Cuando exageró ante la mujer amada
nea divisoria entre verdad y mentira no puede ser sino la expresión de sus sentimientos, nacía la poesía lírica.
la convención de una convención. ¿Por dónde trazar la La historia será después la rectificación creativa de lo
raya? Tengo un gallo en la cocina que me dice la menti- acaecido. Propósito fáustico que anima a todas las activi-
ra, tengo un gallo en el corral que me dice la verdad. dades humanas. ¿O quizá solamente intención fáustica
Según una visión demasiado pesimista, lo que llamamos que
las
contamina, que las extravía? ¿La mentira es cul-
verdad consistiría tan sólo en una mentira más generali- tura o la cultura es mentira? Media entre ambos enun-
zada, más maciza o más difícil de refutar. Según otra vi- ciados la misma diferencia que existe cuando decimos
sión contraria, optimista en exceso, la mentira vendría a que
el poder del diablo es mentira y cuando decimos

ser una verdad en estado naciente, una verdad más que la mentira es
el poder del diablo.
arriesgada, más de vanguardia. Usted, ¿qué piensa?
Yo pienso que toda palabra es una metáfora. Las me-
táforas proliferan y engendran nuevas metáforas, que
las cosas directamente, sino a III
ya no remiten a otras me-
táforas anteriores. De ahí procede no sólo el tabú ono- ¿Sabe usted qué significa propiamente, originalmente,
mástico, la sustitución de
un nombre prohibido por otro la palabra «hipócrita»? Hypokrités era el actor de teatro, hy
-
aceptado, sino la historia entera del lenguaje. Las pala- pokrínesthai era representar un papel en el escenario.

El
bras hoy de uso corriente no son sino metáforas este- camino seguido por dicha palabra hasta significar
reotipadas, sancionadas por el uso, petrificadas; metáfo- hoy un comportamiento doloso, ficticio, no puede ser
ras que ya hemos olvidado que son. La pata de una
lo
el ojo de la cerradura, el pie de una
un camino más directo, y tan corto, que en español un
mesa, copa. Su sen- solo término sirve aún para designar uno y otro extre-
tido figurado inicial pasó a ser sentido establecido. Ac- mo: farsante. Tanto la hipocresía actual como la farsa
tualmente, nadie que oye la palabra ascendencia o espíritu teatral de siempre suponen una especie de dicotomía, la
piensa ya en el acto de subir o de respirar. Siguen sien- antítesis entre ser y
parecer, entre rostro y máscara.
do, no obstante, fórmulas que sirven de base y medida ¿Y quién, entre los seres humanos, no es un come-
para otras asociaciones de vocablos, para otras metáfo- diante, quién no tiene una doble conducta, una doble
las cuales, mientras dure su novedad, resultarán vida? El Sr. Rodríguez es magistrado del Supremo y
ras,
más estimulantes y fecundas. La cuestión, pues, no es si poeta erótico; marxista militante y accionista de Iber-
a si
una palabra responde o no la realidad, sino estimula duero; crítico de cine y propietario de una distribuido-
si favorece el discurso.
la vida, ra. El hombre juega a
dos barajas, tiene dos
caras, dos
En este momento se nos aparece la cultura, la obra to- pasaportes, dos firmas reconocidas, es secretamente bí-
tal de la cultura, al
como una gigantesca mentira: Kultur- gamo. Todo ciudadano tiene, menos, dos profesio-
lüge. La cultura es mentira. Pero hay
otra manera me- nes: notario y comediante, peluquero y comediante,
nos infausta de enunciar lo mismo: la mentira es cultu- fraile mercedario y comediante. Sucede que las malas
ra. Es un impulso que leva
al hombre a cambiar el acciones son presentadas como buenas, y las buenas
mundo, aunque sólo sea metafóricamente, verbalmente.
Un impulso demiúrgico, un afán que inspirará todas sus
fin de que ni la mano izquierda sepa lo que hizo la dere-
cha- deben ser disimuladas al menos como triviales. El a
132 133
cuando. Es la vida, desde lu ego. Y la vida es trágica, có
que no sabe, quiere hacernos creer que sabe, mientras
mica o dramática, según. ¿Imagina al sargento de legio-
que quien más sabe, finge que no sabe nada. Actitud
esta última que se denominó en su día «ironía filosófi- narios, tan insolente y duro con los reclutas, lo imagina
ca». Su mérito, sin embargo, no parece que fuera moral: temblando ante el capitán? Pues tiembla. ¿Imagina a ese
se contraponía a 'la jactancia, pero en realidad no era hombre que siempre habla de su mujer en términos
modestia, sino falsa modestia; más que una simulación despectivos, lo imagina ante ella temiendo contradecir-
si-
de ignorancia, resultó ser una forma disimulada de or- la? Pues
teme. Sería regocijante y aleccionador ir
guiendo la cadena, cada los eslabones de
gullo. La vida es teatro, señor. ¿Doble vida, decíamos? uno de la ca-

No doble, sino triple, cuádruple, múltiple. El hombre dena; contemplar al terrible guarda forestal hablando
el ingeniero de Montes, y a éste luego con el minis-
posee más disfraces que trajes. Cuando va a dar clase, se con
pone un disfraz; cuando acude
al rectorado,
otro; al ir a tro de Agricultura, y a éste después con el arzobispo, y a
éste más tarde
iglesia, un tercero, que seguramente es reversible se- con su confesor. Pero ¿es que nunca, en
la ningún momento, jamás, aparece el verdadero rostro
gún las circunstancias. Dígame, ¿cuántos personajes en-
si del hombre? Tal vez, durante el sueño, o en la agonía, o
carna usted a lo largo del día? Observe esto: por ca-
se encuentra en el fondo de un
sualidad se encuentra a la vez con dos personas que de cuando pozo negro en
está lleno de disfraces. Lo
ordinario trata por separado, personas ambas muy agra- una noche negra. El armario
dables con las más impresionante es cuando el hombre los usa no de
у que usted cree tener verdadera amistad,
éstos se su-
resulta, sin embargo, que en ese momento está violento, manera sucesiva, sino simultánea; cuando
el
no se halla cómodo. ¿Por qué? Piense en el desasosiego perponen hasta punto de abrumar y sepultar a su po-
del camaleón sobre una alfombra a cuadros escoceses. seedor, cuando alguien se disfraza de gerente disfraza-
do de tenista disfrazado de adolescente disfrazado de
El
es
individuo una suma de individuos. Existe el yo
profesional, el familiar, el político, el sexual; existe el yo almirante disfrazado de incógnito disfrazado de Ploti-
ávido, el pusilánime, el piadoso, el mordaz, el frustrado. no disfrazado de Platón disfrazado de Homero disfra-
zado de inventor de quimeras disfrazado. Espectacular,
El individuo es una suma de contradicciones. En la Ilía-
da se habla de ¿no? Anote cuidadosamente este adjetivo: espectacular.
un animal mitológico llamado Quimera,
que tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de ser- La vida es teatro, señor mío. «¡El teatro ha muerto!
piente. Nunca he podido saber si era un león que se dis- ¡Viva la calle!», gritaban en Hair. Intentaban crear un
frazaba de cabra y de serpiente, si era
una cabra que se nuevo tipo de teatro, participado, inmerso en la vida, re-
disfrazaba de serpiente y de león, si era una serpiente presentado en mitad de la calle. Pero ese teatro es tan
si viejo como la humanidad. Desde siempre, e inevitable-
que se vestía de león y de cabra, o era un cuarto ani-
mal con tres apariencias falsas. El hombre posee más de mente, la calle ha sido nuestro espacio escénico natural.
tres disfraces. ¿Me permite ver su armario? He aquí su Usted camina desfilando, habla declamando, sonríe
traje de los domingos, el uniforme de servidor de la Pa- cuando lo pide el libreto. La máxima autenticidad con-
sistirá en que uno se represente a sí mismo. La mayor
tria,
la corbata discreta y la corbata estridente, la bata
blanca de profesor de neurología; incluso su traje de degradación es convertir lo dramático en melodramáti-
boda, su traje de marido fiel; incluso su traje de marine- co. ¡Y los decorados! Desde esa cuarta dimensión de
co el quien conoce el secreto de la farsa, todos estos paisajes y
rito
la primera comunión, y
n que hizo que, a pesar
de su corta talla, usted se empeña en vestir de vez en mudanzas, estos tan sólidos volúmenes arquitectónicos,

134 135
quedan reducidos a la condición, росо má que bidi-
poco s
mensional, de unas bamnbalinas. En fin, que, aunque
toda revelación oculta algo, también todo ocultamiento

quisiéramos, nunca podríamos salir de este inmenso es-


revela algo. El disfraz no sirve para encubrir o para ma-
nifestar, sino para ambas cosas a la vez: para ocultar
cenario, cuyas dimensiones son exactamente las del pla- algo verdadero y manifestar algo que no es totalmente
neta. ¿Quién pondrá puertas al campo? Usted declama falso. Otro tanto ocurre con los pseudónimos: ocultan
cuando vocifera, y cuando murmura, y cuando reza. ¿Y
el diálogo? ¿Qué se ha hecho de un nombre y revelan una devoción.
nuestro famoso diálo- Los científicos han demostrado que la máscara es uno
go? Un recitado alterno, lenguaje
un que llamamos ya de los primeros inventos del hombre. Junto con la pan-
teatral, porque sabido es que la naturaleza copia al arte. tomima y los estupefacientes, pertenece a los albores de
Pero el progreso cultural se complace en descubrir,
la historia. Poseía un valor mágico, transportaba
al hom-
una
yotra vez, el
Mediterráneo: el open theater,
que estaba ya bre primitivo a un universo imaginado y deseado, que
theater,
en la plaza pública; el living que era ya la vida co- ella convertía en real. Sin embargo, hay algo más anti-
tidiana. la magia, hay
guo que una función de la máscara que es
más antigua que su función mágica. Se trata de su pro-
pia naturaleza fraudulenta. Se trata de la mentira, que
La vida entera es teatro. Byron definía como truth in masquerade.
El
esos
año entero es carnaval, excepción hecha, quizá, de
tres días en que se celebran oficialmente los carna-
¿Habrá alguien capaz de vivir mucho tiempo sin más-
cara ninguna? Sería como una tortuga sin caparazón,
vales, ya que entonces somos más sinceros que al
como un erizo sin púas; sería
el hombre más indefenso
nunca
exhibirnos como lo que realmente somos: seres enmas- de todos. Así como decíamos que la insinceridad am-
carados. ¿Usted sabía que persona significa máscara? biental fomenta la insinceridad de cada uno, así tam-
Esto amplía enormemente aquella tan restringida defi-
bién el fenómeno general del enmascaramiento nos
nición del hipócrita como sucesor del comediante. Aho- obliga a todos a ponernos nuestra propia máscara. He
ra digo que toda persona es comediante: algo tan obvio, una experiencia bien trivial: cuando hablo
con al-
tan irrefutable y tautológico como decir que todo obispo
aquí
guien que lleva gafas oscuras, noto que me encuentro
es episcopal.
en situación de inferioridad; él puede observarme tran-
Por eso, el empleo de la máscara en carnaval propia- quilamente, con mayor detenimiento del que permite la
mente nos desenmascara, revela nuestro fondo más se- buena educación, mientras sus propios ojos permanecen
creto y persistente: la esencial tendencia a enmascarar- inescrutables para mí; él es un ser prepotente, yo estoy
nos, a fingir, a mentir. Desde luego, será digna de aten- ante él desarmado. Este sería, pues, un uso perfecta-
ción la máscara concreta que elijamos, la cual puede ma-
mente legítimo de la máscara: la máscara como recurso
nifestar o bien nuestro deseo de convertirnos por unas de autodefensa, como antifaz. Es un mundo lamentable,
horas en aquello que dicha máscara simboliza, y
que
nuestras limitaciones nos impiden ser en la vida real, o lo sé, pero dentro de él esa reacción me parece justa.
Usted representa un personaje, y, por tanto, tiene dere-
bien un deseo que nosotros mismos ignorábamos; ese cho a protegerse de cualquier mirada indiscreta que in-
plano profundo, soterrado, de nuestra alma que ni si- tente profundizar más allá de la imagen que usted se ha
quiera nosotros conocíamos, y que precisamente enton- propuesto ofrecernos. (Aquí, según pienso, radica la
ces, al escoger este disfraz y si
no otro, se revela. Pues gran eficacia y
el poder abusivo de la riqueza. Si ésta re-

136 137
sulta tan codiciable, no es sólo por lo que ella permite fiere la velocidad. Toda su vida es una continua fuga,
adquirir, sino también por lo que permite ocultar. El
rico tiene una segunda casa donde poder retirarse, tiene
un eludir constantemente la verdad: la
verdad de los
acontecimientos, de las cosas, de los prójimos, de su pro-
al escalera de servicio
menos una por donde huir, tiene pio corazón. ¿No parará nunca? ¿Nunca se resolverá a
un amigo abogado y, tal vez, un amigo juez; puede afrontar la verdad, a ser sincero siquiera consigo mis-
mentir sin riesgo, dispone de alguien para contestar al mo? Helo aquí por fin arrodillado en el templo. Pero
teléfono. Si acaso algún día es sorprendido en su intimi- ¿qué hace? Se dedica a recitar oraciones, se recubre de
dad, tiene luego suficientes medios para hacer callar al plegarias como de una solemne capa. La oración es
intruso. Puede levantar una tapia en torno a su vivienda como cualquier otra actividad humana: puede ser igual
y otra más alta alrededor de su vida personal. ¿Y qué es de insincera. La acción transcurre en el proscenio, en
lo que oculta ese hombre? Pues a lo mejor sólo su pro-
pia riqueza, los orígenes de esa riqueza o los procedi-
esos escasosmetros iluminados; lo que está detrás no
existe. Los más íntimos diálogos, los que acontecen sin
mientos con que fue acumulada, o quizá, por el contra- palabras en el fondo del corazón, siguen sometidos a las
rio, su indigencia, su fracaso, decadencia y soledad. mismas leyes de sintaxis, ornato y encubrimiento. Pero
Pues, aunque alguna vez nos disfrazamos de mendigos alguna vez, es cierto, el hombre decide hacer examen
para conseguir un favor o suscitar un cariño por la tor- de su alma. ¿Y qué ocurre? Lo mismo que en las batidas
tuosa vía de la piedad, generalmente nos solemos disfra- de la policía contra los manifestantes: de éstos única-
zar de autosuficientes, de dichosos, que es una forma de mente son apresados los
menos culpables, los
menos
sig-
fingirnos superiores.) nificativos. En el examen de conciencia únicamente apa-
Todos somos comediantes. Un traje, una posición so- recen episodios, hechos o palabras, pecados,
los sínto-
cial y un nombre; es decir, un disfraz, un lugar en el re- mas; nunca las raíces.
parto y una palabra que, más que designar una identi- Goltzius grabó a punta seca siete deliciosos cuadros
dad, la fabrica. con las siete virtudes. La prudencia fue representada
como una dama que lleva una máscara en la nuca SOS-

tiene en la mano un espejo. Ciertamente, la visión que

El hombre trata de engañar a sus semejantes.

įno trata, igualmente, de engañarse a sí mismo?


Pero
teníade esta virtud el pintor holandés era, más bien, po-
lítica; según él, el espejo ha de servir para conocernos a
El hombre rehúye contemplar su propia verdad. Pre- nosotros mismos, para conocer bien nuestras fuerzas y
fiere vivir en la superficie. En lugar de pensar, se dedica limitaciones, y así poder obrar en consecuencia; mien-
a hablar. En lugar de pensar en sí mismo, divaga
pen- tras que la finalidad de la máscara consiste en ocultar a
sando en la humanidad. En vez de pensar en su presen- los demás nuestro verdadero ser, a fin de que ellos ig-
te, piensa en su pasado o en su porvenir: o bien se refu- está
noren siempre dónde nuestra fuerza y dónde nues-
gia en los recuerdos o bien construye castillos de naipes. símbolo del espejo y la máscara, el
tra debilidad. Doble
Se trata siempre de vivir en la superficie. En lugar de yo personal y el
yo social. El ideal del hombre político es
comprometerse seriamente en un amor, abunda en que estas dos formas de identidad se
mantengan distin-
amores efímeros. Se trata de huir de

mismo. El ocio tas y alejadas. El ideal del hombre sincero sería
que am-
es di-versión el trabajo es evasión; un trabajo febril, bas coincidiesen imagen
y
enteramente, que la reflejada
trepidante y alienante. Prefiere el ruido al silencio. Pre- en el espejo fuera la misma que se ofrece
al público,
que

138 139
no existiera embozo ni máscara alguna. Pero puede ocu- La vida es teatro. Y de la representación ante los de-
rrir otra cosa, puede suceder algo no previsto: que la más se ha pasado a la representación ante uno mismo:
máscara pase involuntariamente de la nuca al rostro, y de un modo de estar se ha pasado a un modo de ser.
que ese semblante que el espejo devuelve, el que uno
mismo percibe, sea precisamente el de la máscara. Pien-
no
so en la señora que se maquilla escrupulosamente
de salir de casa, sino en aquella otra que ordena a
Pero que tire la primera piedra contra la adúltera
quien nunca haya adulterado en su corazón, ¿No hay
antes
su doncella maquillarla antes de mirarse al espejo. nadie que sea puro? Después, que tire la primera piedra
Alguno podría objetar que esta última señora, aunque contra los jueces quien nunca haya formulado un juicio
ignore su verdadero rostro, no ignora que ese que con- de condenación. ¿No hay nadie que sea indulgente?
templa no es el suyo propio. ¿Seguro? Cuando el yo per- ¿No habrá ningún hombre sincero? ¿No habrá siquie-
sonal se disuelve por completo en el yo social, cuando la ra alguno pesaroso de su insinceridad?
persona ha sido sustituida interiormente por
el
persona- Todos somos comediantes. Tal vez, en un momento
a
je, es
porque el proceso de disociación ha avanzado has- dado, llegamos ser sinceros por defección, por inhabi-
ta un trastorno total en la experiencia de la propia iden- lidad, por fatiga. Si uno fuera siempre lo bastante resis-
tidad y de la conciencia del yo. Una segunda naturaleza tente para ocultar su verdad o tuviera suficiente inventi-
ha suplantado a la primera. Es como cuando el rol social va para desfigurarla siempre, seguramente nunca llega-
influye de tal modo en el rol natural de una cosa, que a rendirse: no caería en el fácil recurso de decir la
llega a alterar y pervertir su función; cuando, por ejem- ría
verdad. ¡Oh, no es un problema ético, sino biológico!
plo, se usa un tipo
de vestimenta
que no protege
de la Está el cansancio, el hastío, la insoportable ru tina de vi-
intemperie, pero simula un status. vir siempre haciendo teatro. «¿Cuál es la primera cuali-
Ya todo es exterioridad, dependencia de los demás. dad que le pide usted a un hombre?». Y Brigitte Bardot
Quien ha llegado a ese punto, se ve siendo como real- contestó: De ne jouer jamais de la comédie.
así Pero la comedia resulta inevitable. Esa sinceridad no
mente quiere ser, pero no advierte que quiere ser
sólo porque los demás lo quieren. Ciertamente puede
haber diferencia entre lo que dice y lo que piensa, pero
pasaría de ser otra forma de teatro,
si bien menos ima-
ginativo, más naturalista: algo más vulgar y más directo.
todavía es mayor el desacuerdo entre lo que piensa y lo Es lo mismo que ocurre con las palabras usuales, viejas
entr lo metáforas fosilizadas, o con las realidades de la vida

o
que pensaría que piensa y lo que cree que
e
piensa. No es que oculte lo que piensa o siente, sino que diurna, tejidas con el mismo hilo que nuestros sueños, y
piensa y siente de modo inauténtico, conforme a un mo- que sólo son sueños un poco más coherentes y de mayor
delo o estereotipo impuesto. Vive ejecutando a aqueilos espesor, es decir, más capaces de engañarnos. No es un
actos que responden a unos compromisos unas ex- problema ético, insisto, sino tal vez metafísico: afecta al
o
pectativas, arrastrado por esa corriente que liamamos
inercia social, tradición, prejuicios, buenas costumbres,
ser y a su ubicación en el gran teatro del universo.
¿Y qué decir del obstinado apóstol de la sinceridad
justificando sus propios actos mediante razones que le que se niega a representar su papel y pretende desen-
a todos?
son completamente exteriores. mascararnos No pasa de ser un actor más, aun-
Es
He ahí una insinceridad de segundo grado, más difí- que algo especial. uno de esos actores adictos a la teo-
cil de corregir,
por ser más difícil de detectar. ríadel «distanciamiento», que intenta alejarse de su per-

140 141
sonaje en vez de encarnarlo; no mima la escena, simple-
in-
mente la narra; no representa su papel, lo recita, lo
CAPITULO II
terpreta en tercera persona. Pero lo interpreta. El tam-
si bien
bién lleva su máscara, es una máscara de no
participante. Ha preferido disfrazarse con traje de calle. ARTE DE DIALOGAR Y/O ARTE DE
¡Teatro dentro del teatro! Es inútil querer evadirse de PERSUADIR
vida, empeñarse en saltar del escenario. También el
la
director de escena es otro actor; un actor a quien ca-
sualmente ha correspondido el papel de director de una
obra menor incluida en otra obra mayor que engloba
por igual a director y a dirigidos. Hace de marqués de
Sade dirigiendo en el manicomio de Charenton una
obra sobre Marat. Y Peter Weiss, a su vez, hace de Peter La retórica o arte de persuadir no es un arte fácil. Se
Weiss dirigiendo al marqués de Sade dirigiendo en el gún Platón, un buen orador debe reunir la ciencia de
manicomio de Charenton... Etcétera. los filósofos, la sutileza de los dialécticos, la dicción de
el saber hacer de los comediantes.
lospoetas y Fénelon
le exige una cualidad más: sinceridad absoluta; es decir,
el orador debe estar plenamente convencido de aquello
el
que trata de inculcar a sus oyentes. Pero gran predi-
cador francés precisa en seguida: «No digo esto por ra-
zones éticas, lo digo como orador». Lo decía, pues, por
experiencia. Una experiencia, como todas, personal, li-
mitada y discutible. Si la sinceridad no es un deber mo-
ral, sino sólo un requisito de eficacia, bastará que el ora-
dor simule ser sincero; únicamente necesitará aňadir, a
lademostración
lo dice.
de lo que dice, la demostración de su fe
lo cual es suficiente la última cuali-
en que Para
dad requerida por Platón: la técnica de los comediantes.
Asunto, pues, en definitiva, más bien propio del arte
dramático.
En el trance de tener que aleccionar a
la gente de la
farándula, Fénelon les hubiera explicado cómo todo ac-
tor debe asimilar su propia ficción, cómo debe compe-
el
netrarse con su personaje hasta punto de llegar a una
total identidad con él; si dis-
permanece interiormente
tante, despegado, perdería autenticidad y, en último
término, poder de convicción. Creo que no es así. Perso-
nalmente, me adhiero a la teoría opuesta, la que Dide-

142 143
del comediante, según la manuales de elocuencia. Sin embargo, pienso que esto
rot hizo famosa en su Paradoja
cual es mejor que el actor no sienta, no comparta las es, más bien, una apología pro vita sua que se fabricaron
los mismos oradores.
emociones que se ha propuesto suscitar, que se manten- ¿Una jactancia grosera? Una auto-
así po- defensa necesaria. Ni siquiera en la edad de
ga íntimamente alejado de su papel, ya que sólo oro de la
sí el dominio retórica gozó ésta de
drá ser dueño de mismo, con necesario so- una reputación óptima. Los filóso-
bre su propia expresión. Dígase del cómico, dígase del fos empíricos griegos la habían incluido despectivamen-
orador. Si es un buen orador, no sólo sabrá hacer creí- te entre las «ciencias conjeturales», en contraposición
bles sus mentiras, sino también fingir
que
las
cree con la nada honrosa con las «ciencias exactas». Estas proceden
el cual partimos de
misma firmeza y buena fe con que el veraz cree sus ver- por razonamiento riguroso, según
dades. Pues no s trata de verdad, sino de verosimilitud. un dato cierto y, a través de un garante igualmente cier-
e
Tampoco se trata de sinceridad moral, sino de sinceri- to, Ilegamos a una conclusión tan cierta como sus premi-
dad artística. sas. A, B y C. Nada por aquí, nada por allí; la operación
En su tratado de retórica, Aristóteles sienta un princi- es
un modelo de limpieza. ¿Y la retórica? También ella
incuestionable: «El orador debe ser deberá mostrar al público el fondo del sombrero y el re-
pio que me parece
profesionalmente capaz de persuadir de una cosa y de vés de la chaqueta: nada por aquí, nada por allí, pero
su contraria». Por la mañana nos convencerá de las ex- ustedes verán, el mérito estriba en la habilidad del pres-
celencias incomparables de la coca-cola; por la tarde va tidigitador. Pues ya dije que no se trata de verdad, sino
a demostrarnos, de
manera irrebatible, la superioridad de verosimilitud. El razonamiento retórico ni tiene
por
de la pepsi-cola. Tanta versatilidad supone unas dotes qué partir de principios indiscutibles ni tiene por qué
extraordinarias, no menos de las que necesita el come- proceder mediante pruebas apodícticas. Reconozco que
hacer hoy de Yago y mañana de Otelo. así el apóstol ha de dar testimonio de su doctrina
diante para como
con vida, también el orador está obligado a
Pero esto no quiere decir que siempre tenga que ser
su propia
dar testimonio de sus conclusiones a través de la hones-
así necesariamente. Cabe el orador leal e incorruptible,
fiel en todo momento a su casa comercial o a su progra- tidad de su discurso. Pero si
para la eficacia apostólica
basta la ejemplaridad pública, al orador, asimismo, le es
ma político. Un orador puede ser tan sincero
y conse-

cuente como un ebanista. Hablo de la retórica como tal, suficiente la rectitud y coherencia de su pensamiento vi-
de la retórica en cuanto arte de persuadir. ¿Es posible sible. Traduzcamos, pues,
la virtud de la sinceridad a
dar de ella alguna calificación ética? En los libros actua- términos más asequibles: digamos credibilidad. En retó-
les de moral, la propaganda –versión contemporánea rica no se trata de propaganda veritate, sino de propagan-
más frecuente de lo que aún podríamos llamar retóri- da fide,
y, en última instancia, ni siquiera podemos pre-
es descrita como
un conjunto de técnicas persuaso- tender una fe convencida, basta una fe convincente.
ca-
rias no necesariamente inmorales y destinadas a la con- Pero, repito, tampoco significa eso que la oratoria
secución de un objetivo social no necesariamente ilícito. contenga necesariamente falsedades. ¿Cómo negar que
La modestia de tales exigencias no es precisamente un lo verosímil puede ser verdadero? Pienso incluso que la
índice de santidad, pero sí una buena muestra de rea- diferencia esencial entre argumentación científica y
lismo. ejercicio retórico no estriba en el mayor o menor grado
Conozco la clásica definición del orador: vir bonus di- de verdad que les es exigible. Consiste en otra cosa muy
el frontis de todos los
que suele figurar en distinta: mientras el científico atiende exclusivamente a
cendi peritus,

144 145
Polabras.
las certidumbres que maneja y ał rigor con que actúa, el ocupa un lugar intermedio entre la demostración y la
orador debe estar pendiente de su auditorio, pues sus sugestión, participa de ambas. Su paradigma seríael «si-
palabras tienen siempre, esencialmente, un destinatario, logismo retórico», llamado entimema, que mira, simultá-
al cual
no se limita a exponerle una doctrina, sino que neamente, a la inteligencia y al corazón. En términos
debe persuadirle de ella. El hombre de ciencia cumple anatómicos y pedantes, diríamos que mientras la demos-
con su misión cuando baja de la tarima tras haber cu- tración interesa sólo la zona cortical del cerebro, y la su-
bierto de números el encerado; el orador no cumplirá gestión sólo su zona talámica, la persuasión debe afectar
con la suya mientras no haya convencido, conmovido, a una y otra por igual, suscitando reacciones tanto inte-
convertido a sus oyentes. Allí, el término u objeto de la lectu ales como afectivas. ¿Mitad y mitad? Henry Hoke
operación seríala verdad en sí misma; aquí, en cambio, ha distribuido las reglas retóricas en cuatro apartados
los receptores de la verdad. -dos y dos- según un sistema que es ya mundialmen-
Es sabido que el lenguaje tiene tres funciones: denota- te conocido con el nombre de P.P.P.P. Hay que empezar
(picture) del tema; luego se
tiva, que se refiere al contenido del mensaje; expresiva, por una somera descripción
al emisor, y conativa, las pruebas, contrapruebas y
que concierne que concierne
al re- pasa a argumentos (prove);
ceptor. Estas funciones adquieren muy diversa impor- a continuación conviene prometer (promise) que, si los
tancia según el tipo de cada frase u oración. En una ora- oyentes aceptan esa propuesta, si compran ese producto,
ción exclamativa, por ejemplo, destaca la función expre-
siva. Si se trata de oraciones imperativas o interrogati-
si hacen suyas esas ideas, no quedarán defraudados o
insatisfechos; finalmente, ya no resta sino empujarlos
(push) a fi-
vas, pasa a primer plano la función conativa, pues en ta- tomar la decisión deseada, con unas palabras
:

les casos el receptor cobra un interés primordial. Está nales calurosas y oportunas.
claro que en una exposición científica importa, sobre
todo, la función denotativa,
la descripción sin modula-
ciones de un fenómeno, ese 17 por 100 de católicos Quisiera, antes de seguir; afirmar solemnemente que
practicantes que los métodos sociológicos han obtenido. no he olvidado ni por un momento cuál es el tema de
La retórica, por el contrario, deberá conceder una espe- mi libro. En otras palabras, quisiera advertir al lector
cial atención a la función conativa, dado el especial re- que cuanto vengo diciendo en este capítulo no se refiere
lieve que para ella tienen los oyentes, aunque sus inte- exclusivamente al período grecolatino, los oradores sa-
rrogaciones vayan dirigidas a un receptor inconcreto y grados y los agentes de ventas. Todos los que hacemos
sus oraciones imperativas estén cortésmente redactadas uso del diálogo somos siempre, en cierta medida, retóri-
el predica- cos, es decir, vendedores de algún producto, exponen-
en subjuntivo: en adelante es menester que
dor obtenga de sus feligreses una tasa de asistencia al tes de alguna idea, deseosos d convencer de algo a al-
e
templo superior a la registrada por los sociólogos. guien en algún momento.
¿Y cómo llegar eficazmente hasta los oyentes, cómo
conseguir su adhesión? Difícilmente podrá ser movido
Ni tampoco piense nadie que la retórica es un género
literario en desuso. Sólo han cambiado sus modelos, su

el
ánimo mediante un razonamiento estricto, desnudo. estilo, su aparato. Para aquellos que tienen de ella un
Hay que emplear recursos emotivos. ¿Puramente emoti- concepto infausto, utilizaré una comparación adecuada,
el diablo, persiste
vos, irracionales? Tampoco vamos a decir que la retóri-
ydiré que la retórica, igual que en
ca sea una variante atenuada de la hipnosis. En realidad nuestro mundo con una salud envidiable. Ni el diablo se

146 147
adorna ya con tanto rabo, ni la retórica con tanto almi- tar para referirse al ajusticiamiento de un enemigo o de
dón, pero ambos conservan intacto
su
vigor y hasta su
ubicuidad. Antiguamente, el diablo solía presentarse
un reo. įPor qué? Aunque, de suyo,
tal vocablo pudiera

parecer neutro, dar muerte a alguien, sin precisar si tal


e forma de macho cabrío o
ante los padres del yermo muerte es justa
o injusta, contiene, sin embargo, un
n
de mujer lujuriosa; hoy se esconde y retoza entre las pá- fuerte elemento emocional negativo para las personas
ginas de un libro muy científico, donde aquellas visiones
que tantas veces han oído el mandamiento de no matar,
de los eremitas quedan descifradas como efectos de su y eso provocaría, en los soldados encargados de cumplir
represión sexual. Asimismo, la retórica se esconde y se
la orden, una cierta repugnancia a nivel inconsciente.
expresa hoy de otros modos, incluso bajo la forma pre- Junto a su significado inmediato, su denotación inocen-
dilecta de un retórico desdén por la retórica. te, las palabras poseen una serie de connotaciones o re
-
La retórica es condenada actualmente por su fama sonancias, una constelación de significados mediatos
de ampulosa, curial, emplumada, decimonónica y hue- que es imposible reprimir. Evítese, pues, decir matar y
ra. También por su objetivo, que es persuadir, y en una dígase ejecutar. El reo fue ejecutado: una operación tan
época en que prima la defensa y respeto de todas las correcta y tan limpia como ejecutar una orden. En cam-
opiniones, el arte de persuadir parece casi una forma de bio, el ejército enemigo o la organización a que pertene-
manipulación, de coacción intelectual. Ya sé que, pro- el mismo
cíael condenado amuerte, se expresarán ante
piamente, ser persuadido significa adherirse a las ideas suceso de manera contraria: desecharán la palabra ma-
de otro por libre decisión, no por imposición ajena. Pero tar por insuficiente y dirán asesinar. He aquí cómo, se-
de hecho, ¿cuándo tiene lugar esta adhesión en total li- se emplee uno u otro término, la cosa o acción
bertad? ¿Existe algún tipo de persuasión en que el emi- gún
mencionada muestra en cada momento la imagen que
sor no actúe con cierta prepotencia sobre el receptor? conviene presentar; una imagen ya elaborada, un voca-
¿Cuándo llega a darse aquel diálogo noble, casto, en blo que constituye no una mera designación, sino un
el
que los interlocutores sólo son persuadidos por puro juicio de valor. Pienso ahora en las célebres conjugaciones
esplendor y evidencia de la verdad? Hablar de una ma- emotivas
en que se recreaba Bertrand Russell: Yo soy
nipulación directa de los oyentes, tal vez fuera excesivo; perseverante, tú eres obstinado, él es un testarudo; yo
más frecuente y característico de la persuasión es mani-
lo he recapacitado, tú has cambiado de idea, él se ha re-
pular las palabras hasta hacerlas persuasivas. tractado.
Se trata principalmente de saber elegir una u otra pa- Las palabras poseen, en un determinado aquí y ahora,
labra. Multitud o muchedumbre son vocablos neutros, sim-
una determinada intencionalidad. Son beligerantes. Son
plemente significan un número elevado de personas; fácilmente ideologizables, puestas al servicio de este o
si usted
pero, dice masa, está calificando a esa multitud aquel designio. Están lastradas por la historia. Su histo-
de gregaria; si dice turba, la tacha de plebeya e infame. ria no es solamente semántica, sino también política, re-
Otro ejemplo: población española es también una locución ligiosa, socioeconómica. Si el significante constituye el
pueblo es-
neutra, un término de demografía; en cambio, vaso del significado, hay que añadir que
tales vasos
no
española,
pañol o nación aunque objetivamente designen suelen ser ni del todo transparentes ni del todo inco-
-

esa misma realidad, presuponen ya dos visiones políticas loros.


las palabras es decisiva.
muy diferentes. La elección de La retórica elevó esto a lacategoría de arte. Por eso
Nunca el léxico militar y jurídico usará del término ma- llamamos expresiones retóricas aquellas que están car-

148 149
gadas de hipercodificación, de una fuerza argumental de la humanidad?» Continúe en este tono por espacio de
preestablecida. Hablar, «la tierra regada varios minutos. Sólo entonces, cuando el interés de sus
por ejemplo, de
la de nuestros mártires», no significa
sola- oyentes esté al rojo vivo, podrá exponer el núcleo del
por sangre
casi asunto con fundadas esperanzas de éxito: «Pues he aquí
mente hacer mención del territorio nacional, es
cantar una oda o casi propugnar la movilización de los que, para lograr tan altos ideales, les propongo adquirir
el
ciudadanos. Lo que ocurre es que muchas de esas ex- mayor número de acciones de ECOB, nuestra gran
presiones, por tener un grado tan alto de institucionali- empresa de insecticidas».
el
zación, se han ido desgastando y han terminado en tópi- Pero
retórica.
tono retórico no es la única modalidad de la
cos, en estereotipos carentes de valor significativo. De
la reticencia Probablemente, le conviene a usted bajar el diapasón.
ahí o el acento claramente despectivo con
que hoy nos referimos a
las llamadas expresiones retóri- Ante todo, debe trazarse un esquema del discurso y se-
cas. ¿Qué significa en nuestros días la «defensa del ho- guirlo inflexiblemente. Expóngalo incluso, a grandes
nor»? Poco más que una alusión al teatro calderoniano. rasgos, ya desde el principio, aun sacrificando toda posi-
Decir «liberal» es ya simplemente indicar un partido po- bilidad de sorpresa ulterior. Hay quien afirma que la
lítico. Y sería inútil querer reivindicar ahora su sentido mejor oratoria consiste simplemente en decir la misma
cosa tres 'veces: diga usted que lo va a decir, dígalo, y
original. En una campaña electoral italiana en laque
el
el slogan «Quien libre liberal», diga que ya lo ha dicho. De todas formas, el orden a se-
partido liberal utilizó es es
guir tiene una gran trascendencia. Cuando se trata de
no recuerdo bien qué otro partido añadió este comenta- los cuales algunos resultan fa-
rio: «Quien vegeta es vegetal». exponer unoshechos, de
vorables al objetivo propuesto y otros desfavorables, su
las expresiones retóricas la
única expre- disposición tiene que obedecer a una ley de prioridad
Pero no son
así, lo importante adverso podrá
sión de la retórica. muy bien estudiada;
fútil lo insignificante favorable cobrará un re-
su parecer y
Tiene usted mil recursos lingüísticos a disposición,
desde la elipsis a la sinécdoque, desde la metonimia al lieve mucho mayor. Cuide el orden. Si se trata de razo-
nes, comience usted por las que le perjudican y termine
polisíndeton. ¿Que no sabe lo que es el polisíndeton? No
las
se aflija. Tal vez le interese, eso sí, conocer y manejar por que están a su favor. No importa que éstas sean
bien la perífrasis. Consiste en aludir a una cosa o perso- mucho más débiles que las primeras. Un adjetivo puede
afectar al sustantivo de tal modo, que altere por comple-
na sin nombrarlas: una manera retórica de nadar y
to su significación. Así es como
guardar la ropa. Pero existen otras recomendaciones un «enemigo amigable»
resulta preferible a un «amigo enemistado» y un «igno-
mucho más importantes. Si tiene usted que hablar en
público y quiere conseguir algo muy particular de sus rante inteligente» vale mucho más que un «sabio idiota».
Es la conocida táctica del sí, pero:
oyentes, hágame caso, empiece suscitando su curiosi- aunque lo que decimos
dad. No revele desde el principio su propósito y deseche en segundo lugar tenga una categoría subordinada, la
categoría de un matiz, objecióno reserva, de hecho es lo
lo trivial, arranque con
«¿Desean
unexordio de mucho aliento:
ustedes, señoras y caballeros, realizarse plena- que acaba siempre prevaleciendo. «Justicia, pero en
li-
bertad» nos resulta una consigna más bien liberal; «liber-
mente en la vida, vencer su complejo de frustración,
tad, pero con justicia» sería una réplica de sabor socia-
ayudar eficazmente al progreso, gloriarse de pertenecer
lista.
a esa raza superior de hombres que son los benefactores

150 151
¿Manipulación de la verdad a través de la manipula- o superficial, o recurrente a fecha fija) se limita exclusi-
ción sintáctica? Como cualquier otra virtud, la sinceri- vamente
al
sexo. Entre el amor humano y el aparea-
dad nunca es plana y homogénea; es compleja, es sutil. miento de dos animales hay tanta diferencia como entre
Hombre veraz es aquel que sabe administrar la verdad. la palabra humana y el ladrido. No obstante,
en ambos
¿Distorsión de los hechos? Simplemente, interpretación casos existe un subsuelo común, una prehistoria común.
de los hechos. No podemos pedir una verdad absoluta. Conviene tenerlo en cuenta, ya que, si lo superior nos
La retórica le
ofrece su propia verdad, esto es,
una ver-
dad retórica. Siempre hay algún epíteto restringiendo el
sirve, a veces, para mejor comprender lo inferior, tam-
bién esto puede ayudarnos a esclarecer aquello.
ámbito de la verdad: verdad física, metafísica, hipotéti- Estoy hablando del diálogo en su más alto sentido o
ca, soviética, americana, etc. de la persuasión en su aceptación más noble; pienso in-
La retórica no se refiere únicamente al buen cluso en la adecuada disposición de las partes dentro de
uso del
polisíndeton. La retórica es todo un orbe de pensamien- un discurso,
el exordio, los
argumentos y la peroración,
de conducta.
to y
tareas todas ellas muy espirituales y refinadas. Paul
Chauchard, sin embargo, ha estudiado concienzuda-
mente la «fisiología de la persuasión». Remontándose a
II lousted asocia repetidas veces
más primitivo, llega a fijar su atención en las amebas.

La famosa obra de Harald Raschke, El arte de conver- Si


atractiva con una luz atractiva,
una sustancia química no
conseguirá que la ameba
sar, me pareció muy reveladora: bajo un título tan gene- se sienta al fin atraída
por dicha sustancia. Afirmar que
rał y prometedor, prácticamente reduce el tema a la ha sido persuadida, puede parecer un antropomorfismo
conversación comercial, enumerando y desarrollando excesivo; pero no podemos negar que en ese condicio-
una serie de técnicas que el vendedor habrá de observar namiento a que se ve sometido el animal, se halla la raíz
para mejor colocar sus productos. ¿Es que no hay otro de toda persuasión humana. Un día, al cabo de mile-
tipo de conversación? ¿Es que el diálogo humano ha de ha de brotar el arte de la elocuencia y
eso?
nios, de tal
raíz
ser solamente los diálogos de amor provenzales. Mientras dura la ho-
Pensándolo bien, creo que podría llegarse a la conclu- milía, mientras el amante expone sus razones de amor,
sión de que en todo diálogo intentamos siempre vender el predicador y el
amante son «agentes»; el auditorio,
algo, aunque sólo sea una buena imagen de nosotros la Iglesia
que vino a muy mal predispuesto, y la amada,
mismos, a cambio de la cual pretendemos conseguir qui- los «pacien-
que en principio se mostraba tan esquiva, son
zá un puesto de trabajo, quizá admiración, quizá amor, tes». Poco a poco va la ameba orientándose según los de-
quizá, simplemente, credibilidad para que nuestros in- seos del experimentador... He aquí algo que no es ni
terlocutores acepten aquello que entonces estamos di glorioso ni humillante: la posibilidad de adiestramiento
ciendo. Diálogo igual a persuasión, persuasión igual -a pertenece al núcleo de propiedades de toda célula viva.
publicidad. ¿Una decadencia progresiva de los con- Sin ese germinal esbozo, no existiría ninguna posibili-
ceptos? dad de convencimiento humano. En definitiva, éste des-
Ya sé que el amor no es una burda operación de com- cansa sobre un mecanismo nervioso elemental.
Detrás de todo ejercicio retórico hay una fisiología de
des, te
praventa: do ut amo para que me ames. Tampoco
ningún amor entre hombre y mujer (por opaco que sea, persuasión. Detrás de todo diálogo hay una intención
la
152 153
mercantil. Detrás de todo buen orador hay un experto ¿Que encarece los precios? No me interesa. Ese es un
en publicidad. asunto para economistas. Ellos dirán si sí o
si
no. Quizá
El especialidad
arte de persuadir, ¿es sólo un arte? La publicidad
hoy tan próspera de la retórica, la sí, porque
el coste de la propaganda
grava
los produc-

-esa en tos; quizá no, porque, al aumentar el consumo gracias a


cual, tal vez como nunca, ha revelado ésta su verdadera publicidad, se abarata la mercancía y porque la misma
naturaleza-, ¿es sólo un arte? También la medicina y la la
competencia publicitaria obliga a mantener los precios
arquitectura empezaron siendo un arte, y ahora son, so-
por debajo de un techo que ningún competidor podría
bre todo, ciencias. Confrontación de parámetros, estu- sobrepasar impunemente. Quizá sí, quizá no. No me im-
dios de mercado, ordenadores, aplicación de la infor-
porta. Lo ue a mí en este momento me importa es la
mática, tesis doctorales sobre los métodos publicitarios degradación del lenguaje, el envilecimiento de sus fun-
en el siglo XIX, etc. Una ciencia, efectivamente. No pue- ciones y la contaminación que esto produciría sobre el
den faltar los estudios interdisciplinares; la biología, por diálogo humano.
ejemplo, ese extraño y complaciente comportamiento de Con un poco de paciencia y otro poco de amargura,
las amebas, el funcionamiento de los instintos.
podemos elaborar dos series de palabras, de calificacio-
Conozca usted y explote los instintos de sus pacientes. nes opuestas, referida la primera serie al concepto de
En el hombre existe un instinto de conservación; será diálogo, y la segunda al concepto de publicidad. Allí
fácil convencerle de que debe asegurar sus bienes con- pondríamos palabras tales como nombre, complejidad per-
tra todo riesgo. Pero ¿y el instinto de originalidad? Jun- ,
sona y personalizante; aquí, en cambio, número,
simplifica-
al

to temor de hacer algo que no hacen sus vecinos, el ción, masa y alienante; allí, actividad, ser, por qué, mejor,
y
hombre tiene el deseo de sobresalir y descollar. Concre- aquí,pasividad, tener, cuánto, más. Pero quizá estamos re-
tamente, un coche no se vende sólo por ser más rápido firiéndonos a
un concepto muy alto de diálogo y a un
o má económico, sino también por ser más llamativo. concepto muy bajo de publicidad (como cuando compa-
s
Tampoco debe olvidar usted el instinto de adaptación. al cristiano más santo el
ramos con moro más pecador),
La adaptación al medio, a nuestra sociedad de consumo yesta falta de simetría constituye, sin duda, una falta de
-adaptación imprescindible
si queremos sobrevivir justicia.
como personas respetables-, exige adquirir continua- La publicidad, es cierto, extorsiona el lenguaje; a ve-
mente más y más objetos, cualesquiera que éstos sean, ces, hasta un límite intolerable. Llama «revolución» al
con total indiferencia
por su tamaño, duración o utili- impacto que una nueva clase de sopa puede ocasionar
dad; el hombre adaptado es el ciudadano electrodomes- los
en nuestra vida. Habla de «libertad» para ponderar
ticado. Yo titularía así: Curso introductorio sobre los efectos de cierto tipo de palabra
compresas. La «amor»
instintos humanos ode cómo
una sustancia química no define la relación de una mujer con sus sales de baño. Se
atractiva puede llegar a hacerse atractiva: basta asociar llama «felicidad» al estado que en nosotros produce la
repetidamente el producto con algún ideal fascinante, la ingestión de un coñac. Es una distorsión grotesca de las
chaqueta blazer con la idea de superhombre. palabras operada por una publicidad grotesca. Pero
cuando la publicidad se limita a estilizar discretamente
el lenguaje, mientras su de buen gusto y sola-
osadía sea
¡Oh, sí, es fácil si-
componer un severo y minucioso plie- mente artística, sigue siendo una práctica aceptable,
go de cargos contra la publicidad! gue dentro del dominio clásico de la retórica. Por otra

154 155
dor una alteración de reflejos bajo el efecto de
parte, el sus
uso comúnmente extremado de una palabra
hace que deje de ser un uso impropio. Casi siempre em- sugestión emocional.
una

eso?
pleamos las palabras así, aplicándolas a esto o aquello Respondo: ¿y tan
extraño otan infrecuente es
Desde luego, no puede decirse que sea exclusivo de la
por extensión. Dígame: ¿no promete también «felicidad»
a su amada el publicidad comercial. A la esencia del arte de persuadir
mozo que la pretende?
corresponde interesar la emotividad. Es más, todas las
¿Miente ese mozo? ¿Miente la publicidad cuando pro-
actividades de comunicación, todas las emisiones de
mete lo que no puede dar?
mensaje, tienen en cuenta las motivaciones subalternas
En todas las formas de lenguaje hay un exceso, un de sus destinatarios y actúan en función de ellas. Todas.
margen sobrentendido de fraude, que por eso mismo Desde el proselitismo político a la captación de la pareja.
no engaña a nadie. Los detractores de la publicidad re- Función expresiva del lenguaje: expresa el entusiasmo
sultan ser así detractores del pueblo: injustamente le del vendedor o del orador; función denotativa: describe
atribuyen una credulidad exagerada. Los hombres no las excelencias de su mercancía o de su ideología; fun-
son amebas. Frente a los incentivos de la publicidad, ción conativa: intenta modificar la actitud del receptor
han aprendido a mantener un cierto escepticismo. Des- según los deseos del emisor.
confían, cotejan, prueban, eligen. Unas galerías de París Todos sabemos en qué consiste una campaña electo-
lanzaron este slogan: «Yo compro todo en Pritemps con ral. «Cómo se vende un presidente». Un mismo esquema
los ojos cerrados». Otro establecimiento rival inventó en inspira esta campaña y cualquier otra campaña publici-
seguida un slogan de respuesta: Yo abro los ojos y com-
«
taria. Se trata allí de hacer comprar, aquí de hacer vo-
el Bon Marché». Creo
pro en que no se trata sólo de una tar. Lo que se vende es siempre una imagen de marca,
respuesta feliz, es también la constatación de un hecho sea un artículo alimenticio, sea un candidato a la presi-
cada vez más generalizado. dencia. Los argumentos son también idénticos: nuestro
Pero iy qué me dice usted de esos procedimientos tan pan de molde está elaborado con las mejores harinas,
equívocos, tan capciosos, que emplea sistemáticamente nuestro candidato es doctor por Harvard. Toda propa-
Lo racional sería que ésta recomendase ganda política es publicidad comercial.
la publicidad? ¿Sólo la propaganda política? La hermenéutica, o teo-
un producto demostrando sus ventajas objetivas en
comparación con otros productos similares. Pero no. El
método ordinario es estrictamente irracional: no apela a
ría
era
de la interpretación, debe su nombre a Hermes, que
el mensajero de los dioses. Originalmente,
para
los
a griegos, la hermenéutica consistió en la exégesis de los
la razón, sino la emotividad. Junto auna nevera o un oráculos divinos. Más he aquí que Hermes pasó a ser
automóvil, la publicidad coloca una muchacha espléndi-
da. Cuando el cliente se decida a comprar uno de esos después, en la mitología latina, el dios del comercio. En
objetos, en realidad irá a comprar otra cosa, respon- ese corto trayecto de Atenas a Roma, įse degradan las

diendo a otro estímulo muy distinto. La nevera y el au- cosas o se esclarecen mejor?

tomóvil han sido sublimados, sustituidos por una ima- Seamos equitativos. Ni la publicidad en particular ni
el
gen erótica (tampoco la clientela femenina se libra de arte de la persuasión en general pretenden ningún
este fatal mecanismo inconsciente; la imagen erótica privilegio, ninguna indulgencia, a la hora de un enjui-
ellas identificación seductora, despierta ciamiento moral. Sólo piden justicia, sólo exigen un tra-
provoca en una
deseo de ser deseadas). Se produce así en el compra- to igualitario con las restantes modalidades de comuni-
su
156 157
cación humana. Que se incoe, pues, el proceso a escala dad ha acabado por modelar completamente la semánti-
universal. Reconozcamos que todo lenguaje es retórico, ca de nuestras comunicaciones sociales. Yo vendo, tú
está siempre desti-
porque es siempre artificial y porque compras, él avala la compraventa. En términos genera-
nado a persuadir. Lo que llamamos retórica no es sino les, la civilización
entera viene a ser una gigantesca em-
un desarrollo mayor, más explícito y conceptualizado, presa de condicionamiento.
de una de las tres funciones propias del lenguaje. Quien tiene el poder lo sabe. Sabe hasta qué punto los
Que nadie me entienda mal. No estoy haciendo la de- ciudadanos se hallan indefensos frente a una propagan-
fensa de la publicidad y de la retórica. Más bien lo que da envolvente, omnímoda, tan insolente como sutil.
hago es poner pleito a la totalidad del lenguaje, denun- Quien tiene el poder ha incrementado su poder hasta lí-
ciándolo por publicitario y por retórico. Unicamente mites insospechados. Sus instrumentos de persuasión
quisiera dejar en claro que si cualquier forma de diálo- equivalen a instrumentos de coerción irresistible.
si
go, cualquier forma de comunicación humana, es, en Siempre el que poseía la fuerza quiso poseer también
definitiva, un ejercicio de persuasión, quien se sienta razón, porque poseía los medios para demostrar que
víctima, considérese también cómplice. Y si todos somos
la
culpables, todos somos, por eso mismo, inocentes.
la tenía. Hay como una lenta evolución desde una retó-
rica primitiva (expresión de la fuerza en el lenguaje)

Si
blicidad, ya nada publicidad.
Si
todo es retórica, ya nada es retórica. todo es pu- hasta
una retórica consumada (expresión de la fuerza
del lenguaje). Es
como la transición de un Estado de he-
es

cho a un Estado de derecho. Yo obraré y vosotros justi-


«

ficaréis mis actos», dice el poderoso a sus retóricos pala-

III ciegos. Epicuro llamaba a Platón y a los platónicos diony-


siokolakes, «aduladores de Dionisio», tirano de Siracusa.
Todo es publicidad, efectivamente. Toda autoridad engendra así adhesión a la autoridad.
En cierto modo, este presente de indicativo expresa La política, en cuanto arte de gobernar, se transforma
una verdad intemporal, mineral, tal parece ser su pe- en arte de persuadir. Peitó, diosa de la persuasión,
de-
rennidad y su inocencia; el lenguaje es publicitario, el rrotada al principio por Bía (la violencia) o por Ananke
hombre es un animal locuaz. Pero, sobre todo, dicho (la necesidad), se alió después con ellas y asumió su
presente de indicativo indica el tiempo presente, alude fuerza; se convirtió en «persuasión necesaria», peitó
al hombre contemporáneo, al lenguaje actual, al pecado anankaia.
de nuestros días, a la publicidad que ahora nos inunda.
Siempre hubo publicidad, es cierto. En el British Mu-
sellos de piedra
seum he podido contemplar unos con Peitó es ahora más poderosa que nunca.
una sucinta alabanza de cierto bálsamo o ungüento gra- Entre los mediosde comunicación de masas u órga-
bada por su fabricante; datan de la primera época del ele-
nos de expresión, suele hacerse una distinción tan
imperio romano. Pero hoy es distinto. Hoy abrimos los mental como dudosa: órganosde opinión y órganos de
ojos, y sólo vemos reclamos publicitarios; abrimos los oí-
mera información. Aquéllos son portavoces de una
dos, y éstos se sienten martillados por una propaganda ideología, dan su opinión sobre los hechos. ¿Acaso estos
incesante; abrimos la boca, y respiramos publicidad. La otros, los llamados órganos de información, se limitan a
publicidad es una intoxicación atmosférica. La publici- darnos los hechos, todos los hechos y nada más que los

158 159
hechos? Los hechos tamizados, seleccionados, interpre- manos la técnica pierde el candor original. Así como de
tados. ¿Quién dijo que el cine es verdad veinticuatro ve- trás de toda política, por pragmática que sea, hay siem-
así también
ces por segundo? ¡Ay, Godard, qué desconsuelo! Cual- pre una teoría, por debajo de cualquier teo-
ría, por pura y científica que parezca, late siempre una
quier testimonio es verdad, pero verdad parcial; y digo
política. La tecnocracia es una ideología enmascarada:
que es parcial de dos maneras: porque no es total y por-
que no es imparcial. inmanente al sistema.
Todo termina, al fin y a la postre, en sometimiento al
Toda persona tiene libertad de opinión y expresión.
sistema. ¿Qué significan los órganos de opinión pública?
Por consiguiente, toda persona tiene el derecho de com-
No son órganos que expresen dicha opinión; más bien
prar rotativas, linotipias, teletipos, de fundar un periódi-
la divulgan y la imponen. El lenguaje mismo
co;pero la conclusión resulta tan irrefutable como eté- la crean,
rea, meramente formal. La conclusión es una libertad en su raíz más honda, por su propia inercia, constituye
el medio principal de el sistema
meramente formal: todos, ricos y pobres, poseemos los que dispone para perpe-
mismos derechos y deberes. Todos tenemos libre acceso tuarse en nosotros.
al premio Nobel de Física y a todos, a los potentados
no
los mendigos,
menos que a nos está prohibido por igual
pedir limosna en la vía pública. Cualquiera, repito, es li- Es cierto que quienes están arriba emplean un léxico,
bre de fundar un órgano de opinión. Naturalmente, la yotro, muy diferente, los que están abajo. A una misma
opinión que se dejará oír será sólo la de quien ha podi- situación política, aquéllos la llaman gobierno eficaz, y
éstos, tiranía. Pero el lenguaje
do comprar rotativas, linotipias, teletipos y periodistas. que prevalece es siempre
Supongamos que esta vez setrata de alguien que renun- el de quien manda, el de quien posee los medios necesa-
cia a exponer su opinión, alguien rios para difundirlo, quien elabora las definiciones e in-
que se ha propuesto
ser absolutamente imparcial, creando un órgano de es- terpreta los hechos. No debemos olvidar que se trata de
dos fuerzas
tricta información. Pero también se ha propuesto, claro muy desiguales, que unos están arriba y
está, sobrevivir. Esta inevitable otros abajo: «lenguaje-señor» y «lenguaje-siervo», dirá
servidumbre económica
Hegel; una distinción lingüística tan venerable ya como
le obligará a evitar tomas de posición que podrían
ahuyentar a una parte de su clientela, yno tiene más re- aquella de las oraciones principales y subordinadas.
medio que aumentar en su periódico el espacio neutro, Buscad, pues, hermanos, una vía o sistema donde di-
destinado a favorecer la indiferencia de los lectores. Lo chas fuerzas sean cada vez menos desiguales, a fin de
cual acaba fatalmente adscribiendo dicho órgano a que algún día se obtenga un equilibrio en el poder o
una el poder. Hace
determinada política: el apoliticismo es siempre una for- una rotación en ya más de dos milenios
ma de hacer política en favor del poder establecido. que a esta fórmula le llamamos democracia. A ella pue-
Pues si toda política es, en definitiva, económica, tam- de llegarse desde un convencimiento optimista, afir-

bién toda economía es política. mando que la aptitud innata del hombre para la justicia
La ciencia misma, la técnica misma, se vuelven políti- hace posible la democracia. Prefiero partir de
una con-
cas. Por eso el poderoso ama la técnica y alaba su asepsia vicción menos risueña, pero que da lugar a un principio
más firme y más apremiante: la tendencia del hombre,
yobjetividad: le basta remitirse a esta objetividad para
también congénita, a la injusticia hace necesaria la demo-
que todas sus decisiones y proyectos queden aureolados
con el prestigio de una verdad científica. Pero en sus cracia. Sólo en un régimen democrático las diversas

160 161
11.-Palabras son amores
fuerzas (siempre prontas a desmandarse) pueden llegar
a neutralizarse por concurrencia, por oposición mutua.
CAPITULO III
Puesto que en la democracia todo depende del pueblo
y el pueblo depende de la palabra, tal sistema recibió
también el nombre de «logocracia». ¿Tanta es nuestra EL DIALOGO COMO EUFEMISMO
fe en el poder creador y redentor de la palabra? Para-
fraseando lo anterior, diré que, si la aptitud del hombre
para la verdad hace posible la confrontación de ideas, su
tendencia al engaño hace necesaria esta confrontación,
pues sólo así las distintas versiones de la realidad (siem- I
pre prontas a erigirse cada una como única verdadera)
podrán compensarse debidamente. Que nadie sueñe Pero al diálogo se opone también, y con las mismas
con un órgano de información totalmente veraz; cabe, probabilidades de éxito, el dogmatismo.
sin embargo, esperar que los diversos órganos de opi- De un lado, nuestra insana tendencia a persuadir de
nión se desmientan mutuamente, que sus respectivas cualquier modo; de otro lado, esta obstinación, igual-
mentiras se anulen entre sí. La verdad resultante será mente insana, en no dejarse persuadir de ningún modo.
laboriosa y modesta, pero suficiente. Se trata de una obstinación perfectamente explicable: es
Según esta predilección por los enunciados minimalis- dogmático quien está seguro de que «posee» la verdad;
él,
tas, afirmo que la democracia me parece siempre prefe-
para pues, ser persuadido significaría ser engañado.
rible a cualquier tiranía: porque es una tiranía dulcifica- Su incapacidad para el diálogo resulta, más que lógica,
da, porque es una dictadura de la cual participan muchos consustancial: si se halla ya en posesión de la verdad, no
más, porque puede enmascararse de tal forma que se puede en manera alguna practicar el auténtico diálogo,
haga irreconocible y hasta indolora, porque al menos aquel diálogo que páginas atrás quedó descrito precisa-
teóricamente es posible turnar, porque nivela los len- mente como una búsqueda de laverdad en colabora-
guajes, porque permite hablar y exhorta a hablar, lo ción. En vez de dialogar, se dedicará a discutir o a ma-
cual siempre es gratificante para el homo loquax. tar moros, dos maneras muy afines de atenuar la mono-
tonía de la vida.
Como tantos otros ismos, el dogmatismo constituye
una degradación, un fruto degenerado. En su origen,
dogma equivalía a opinión. Opinión filosófica, esto es,
opinión referente a los principios universales. Por tanto,
decir dogmático era decir «fundamentado en principios».
Pocoa poco esta fundamentación se fue haciendo, en la
obra de algunos filósofos, cada vez más rutinaria e in-
discriminada, más alejada de la realidad. De ese modo
iba ahondándose la diferencia entre dichos filósofos y
aquellos otros pertenecientes a una corriente contraria:
los «observadores» de
la realidad, los esceptico (palabra
s

162 163
que luego iba a tener una historia paralela de envileci- malos. Son buenos cuantos están del lado de quien hace
miento). Mientras éstos permanecían atentos a las cosas
clasificación, y malos todos los demás: los fascistas, o
ylas mudanzas de las cosas, abiertos al desarrollo de los la los revisionistas, o los güelfos, o los gi-
conocimientos, los dogmáticos se inmovilizaron
en sus
los marxistas,
o
belinos.
convicciones. Quiero decir convicciones categóricas,
acríticas incondicionales, Una verdad absoluta tiene que ser, por fuerza, ex-
e de tal suerte que llegó a pro-
cluyente. Excluye cualquier idea que se le oponga o que
ducirse
una especie de perversión o inversión de su sig-
difiera de ella. Quien profesa tal verdad, lógicamente
nificado primitivo, una actitud de la mente que vendría
ha de considerar falsas las ideas que no coinciden con la
a ser lo más opuesto a la opinión: ésta es de orden
coyuntural y tiene carácter analítico; la convicción, en suya, y, además, peligrosas y reprobables todas aquellas
cambio, es de orden estructural, tiene carácter sintético que, aun siendo semejantes a la suya, presentan alguna
flexibilidad o transigencia. Pues la verdad es una, pero
yestá teñida de una gran carga afectiva.
Convicciones dogmáticas son aquellas que no se dis- loserrores son innumerables.
Una verdad excluyente tiene que ser, por necesidad,
cuten, sino desde las que discute. Si digo que discu-
se beligerante. Las opiniones pueden coexistir, las convic-
sión es a diálogo como convicción es a opinión, me ex-
ciones sólo pueden pelear. Automáticamente, las ideas
cuso de explicar que ésta nada tiene que ver con la ver-
satilidad, ni aquélla con la firmeza. No es firmeza, sino seconvierten en ideologías. Es inútil que frente a un fa-
nático adoptemos una actitud dialogante; seremos siem-
fanatismo, adhesión ciega: obcecación.
su adversario. Es asimismo inútil que en discu-
Dogmático, fanático, esquemático. La consonancia de pre una
estas tres esdrújulas es perfecta y esclarecedora. Del es- sión entre dos fanáticos tratemos de sugerir un pensa-
el dogmatismo su misma condición simpli- miento ecléctico o neutral; ni la neutralidad ni la tran-
quema tiene sacción son posibles: rehuir dos posturas extremas signi-
ficadora y totalizante. No hay en él lugar para los mati- fica
ces; toda complejidad ha sido excluida. La verdad es la para ellos establecer una tercera posición de com-
bate.
verdad y el error es el error; la complejidad, por tanto,
Todos sus juicios son sumarísimos, inapelables y nece-
no es más que un subterfugio de los vacilantes. La doc-
trina dogmática constituye siempre un «cuerpo de doc- sariamente condenatorios. Si usted se muestra toleran-
te, le dirán que peca de indiferencia hacia la verdad. Si
trina» completo y cerrado sobre sí mismo. Dentro de él
duda, es porque es un indeciso. Si evoluciona, peca de
no hay sitio para las preguntas; éstas quedan descarta-
das si deslealtad. Si muestra alguna ambigüedad intelectual,
por superfluas o por insolentes; no fueran una ésta quedará inmediatamente registrada como flaqueza
simple demanda de aclaración, serían «objeciones». Y,
moral. Si piensa de otra manera, lo
tachan de impío.
puesto que la verdad es inmutable, dicha doctrina, ade-
más de completa, resulta definitiva. Simplemente con que piense, será considerado sospe-
choso.

El talante doctrinario exige que todas las ideas sean


inmediatamente identificadas y clasificadas del modo ¿Se extraña usted de que gente así no se sonroje de
ser así? Desconocen elrubor no menos que la sutileza.
más esquemático, esto es, según aquella distinción, en los
Y
ya lo
se advierto:son ellos que, irremediable-
dos únicas áreas, del maniqueísmo estricto.Buenos y mente, han de hacerse con poder. En nuestro mundo
el

164
165
las
ideas absolutas, aquellas que tienen de a toda redacción esquemática: su fácil repetibili-
ocurre que herente
idea lo menos posible, poseen casi tan dad y su frecuente repetición, es decir, su vinculación a
una fuerza gran-
de como la fuerza física. ¿Se extraña usted? Nuestro
un lenguaje literal. Las afirmaciones dogmáticas son
mundo poblado por una mayoría de hombres que
está siempre fórmulas cristalizadas, donde cada palabra
aborrecen toda complejidad, que sienten una predilec- -ésta y no otra, ésta y no una sinónima- ha adquirido
ción innata por los esquemas más simples, las explicacio- un vałor mágico. Son fórmulas axiomáticas, sonoras y
nes en blanco y negro, las películas donde los buenos casi tangibles, aptas
para ser enarboladas; tan inconmo-
son buenísimos y los malos, además de malísimos, feos. vibles, que ofrecen seguridad a una mente débil; tan
Incapaces de captar las combinaciones, sólo saben perci- esotéricas, que seducen a una mente infantil.
bir los contrastes. Insensibles a la peculiaridad de cada Los otros, aquellos que se esmeran en seguir buscan-
ser y cada época, impotentes para realizar ningún análi- do, incapaces de dar a la gente soluciones simples e in-
sis, se alinearán d mediatas, no tienen porvenir alguno. Son demasiado
voz
gustosos a la
e
mando de cualquier
dogmático que surja en ese momento. El dogmático les exigentes consigo mismos y demasiado metódicos: son
libera de una pesada carga: les exime de pensar. Y una demasiado lentos. Su rigor intelectual les prohíbe pre-
mente no ejercitada, una mente infantil, es forzosamen- sentar como cierto lo que no está debidamente probado.
te maniquea. Para el niño, el pecho
que se ofrece es un Su empeño explorador aleja a quienes reclaman un pen-
objeto «bueno» y el pecho que se retrae es un objeto samiento tradicional y concluso. Su honestidad no les
«malo»; en consecuencia, sus sentimientos hacia el pecho consiente atropellar la conciencia de nadie utilizando un
materno son alternativamente de amor y de odio; ten- arte de persuadir que suponga alguna coacción. Se
drá que pasar bastante tiempo hasta que comprenda imagina usted a persona tan escrupulosa adoctri-
una
que se trata del mismo pecho y esto suscite en él un sen- nando a la multitud desde un estrado? A lo sumo, pu-
timiento ambivalente y matizado. Por desgracia, el co- blicará un tratado en cinco tomos, con una escritura lle-
al pie.
mún de las mentes humanas no pasa de ese primer es- na de paréntesis, y distingos, y retrocesos, y notas
tadio. El dogmático no duda jamás; ofrece verdades como
En el
libro de la Retórica, afirma Aristóteles que piedras; su voz suele ser estentórea. No dialoga, arenga.
II No piensa, limita
«muy frecuentemente, por estar más cerca de su audito- se a
creer.
oradores
rio, son más persuasivos
los ignorantes que los
doctos». Lo cual no significa necesariamente una desca-
lificación de todo orador aplaudido por las masas, pues II
si el
reconozço que hay personas tan inteligentes, que, cuan- Me pregunto, sin embargo, dogmático cree real-
do les conviene, son capaces de fingirse ignorantes, así mente.
como hay también hombres tan listos, que saben servir- Casi siempre, el fanatismo viene a ser un producto de
se de otros más listos que ellos. Sin embargo, estadística- descomposición, el resultado de una fe enconada, o ai-
mente, no puede negarse que el ganado sigue mejor al rada, o mixtificada, o corrompida: cuando el apóstol se
cabestro que al mayoral. hace proselitista, cuando el testigo se hace sectario,
Esta adhesión de las masas a cualquier tipo de pensa- cuando el creyente se convierte en dogmático. (Me pa-
miento dogmático viene estimulada por otra razón, por recería una ofensa al lector puntualizar que no entiendo
otra cualidad que es característica de tales sistemas e in- aquí por dogmático el que profesa una fe que su Iglesia

166 167
articuló en «dogmas». Mi idea de lo dogmático nada tie- Nunca se sabrá cuántos de los héroes más famosos de
ne que ver con el objeto, sino con el sujeto; idea, por
consiguiente, que ni es aplicable a todos los adictos a un
la humanidad,fe,que al parecer fueron inmolados por
confesar una en realidad murieron, más bien, por
credo -religioso, político o de cualquier otra índole-- empecinarse en una idea.
ni tampoco exclusiva de ellos.) Era su idea.Habría que subrayar repetidas veces este
Ciertamențe existe un riesgo común a cualquier pen- posesivo. La pretendida adhesión a la verdad no es, en
samiento que se revela fecundo: acabar siendo sistema- muchas ocasiones, sino apego a la propia idea acerca de
tizado rígidamente. De este modo, los marxistas redu- la verdad. De hecho, los herejes sacrificados en el supli-
cen a Marx, los tomistas desprestigian a Santo Tomás, cio no son menos numerosos que aquellos otros ǝnt
los discípulos y secuaces rebajan el ideal de su funda-
cada ortodoxia considera sus mártires. (A menudo, la
dor, las luces primeras, la intuición original, que, al ser inculpación versaba sobre una cuestión de pałabras: de
ahormada según el comentario empobrecedor de los sintaxis o hasta de hipérbaton. «La letra mata», también
epígonos, acaba perdiendo casi toda su vitalidad. Pienso
en sentido material. Son losgrandes desastres causados
incluso que en todo esto hay
una especie de entropía las palabras, ídolos del foro Ba-
por por aquellos que decía
inevitable. Es el destino fatal de los grandes creadores,
con, y que no son menos crueles ni voraces que cual-
los cuales dejaron tras sí,
junto con una obra valiosa, quier otro ídolo sediento de sangre, los daños incalcula-
unos seguidores incompetentes y puntillosos, que en se- bles
que ha producido esa oscura fascinación de
las pa-
guida la sistematizaron torpemente. Desconfie usted de labras; palabras obsesionantes como un ojo fijo, devasta-
todo sistema muy acabado. Nunca es producto del au- vanas como
doras como un tifón
y una nuez vana.)
tor, sino de otros; unas veces, de sus adversarios, y ¿Cuántos de los
que se adjudicaban
el título de márti-
otras, de sus discípulos. Pues bien, ni aquéllos suelen ser fe? ¿Cuántos obsti-
res murieron por lealtad a
una por
rivales de su misma talla, ni éstos suelen ser capaces de nación en su idea? Quizá muchos de ellos olvidaron que
otra fidelidad que no sea fidelidad a la letra, casi nunca el la verdad es
un deber y
el martirio es sólo
amor a una
el espíritu. gracia. Hoy decimos que hay muchos ateos que
Pero el de so ver-
caso l temperamento fanático agrava ex- daderos creyentes aunque ellos mismos no lo sepan;
traordinariamente las cosas. El fanático seguirá invocan- pues habrá que reconocer también que acaso existan
do un nombre, seguirá repitiendo incansablemente la creyentes que son verdaderos idólatras aunque ellos
misma palabra: hasta que ésta pierda todo sentido. Su fe mismos no lo sepan. Tanto la fe como cualquiera de sus
corre idéntica suerte. Esa célebre firmeza que se le atri- formas de suplantación pueden llegar a sus últimas con-
buye, llega un día en que
ya sólo es una corteza hueca, secuencias, al martirio y a la perversión del martirio.
el tronco se secó.
La fe ciega acaba en fe muerta. Por Sólo
Dios sabe. Nosotros únicamente podemos pre-
supuesto, él no lo reconocerá nunca, jamás manifestará sentir esa impalpable diferencia que se da entre la ver-
al exterior su vaciedad íntima. ¿Es siquiera consciente
dad de quienes están inocentemente en el error y el
de su tragedia? Por una necesidad lógica de compensa-
que se han instalado orgullosamente en la
los
error de
ción, se aferra a las formas, al simulacro, con redoblada verdad.
furia. Pero su perseverancia es nada más obstinación, lo Cada secta venera a sus mártires y justifica la acción
mismo que la perpetuación de una unión matrimonial de sus propios tribunales, los cuales probablemente
es, tantas veces, sólo una parodia de la fidelidad. crearon un número muy similar de víctimas, sólo que

168 169
pertenecientes otras sectas. ¿Cuántos de esos presun-
a
mandamientos de la ley: amor a la verdad y
amor al
en la lucha contra el Enemigo y
tosmártires murieron hombre.
cuántos de ellos cayeron, tristemente, en reyertas intes- Pero el fanático de la verdad incumple el primer
tinas dentro del cuartel? Fuera de los casos, suficiente- mandamiento no menos que el segundo.
mente documentados, que un martirologio canónico Su pretendido amor a la verdad carece de un elemen-
haya podido registrar, me pregunto cuáles eran, en esa básico, imprescindible: el respeto a la verdad. Sólo
to
frenética zarabanda, en esa loca rotación de víctimas y este respeto nos permite tener de ella una idea suficien-
verdugos, cuáles eran verdaderamente «los de Cristo» y
temente elevada, idea incompatible con laconvicción de
cuáles eran nada más «los de Apolo» 0 «los de Cefas». la verdad; sólo
que nosotros podemos llegar a poseer
podemos aspirar a ser poseídos
por ella. Y esta apertura
fa-
a la verdad se configura como apertura al diálogo. El
Porque el fanático no sólo está dispuesto a morir, sino nático, sin embargo, rehuirá todo intercambio generoso
también a matar. que toda confrontación humilde.
Se encastilla
lo mismo de
Máso menos, el proceso podría ser
el
siguiente. en sus afirmaciones, gloriándose tenerlas por incon-
movibles: identifica la verdad con verdad. Su amor a
1)Creo sinceramente que yo estoy en la verdad y el otro su

en
el
error.
2) Mi convencimiento de
que poseo
la verdad
la verdad es solamente amor a su verdad; en el mejor
guarda proporción directa con la convicción de que él de los casos, deseo de que triunfe esa parte de verdad
él mismo
está equivocado. Si entrase en diálogo con él, comete-
3) que confirma sus prejuicios y cohonesta ante
contra la verdad al dar al error la su agresividad contra los que yerran. Muchos apologe-
ría una grave ofensa
misma beligerancia que a ésta. 4) Por otra parte, mi si- tas de Dios se han interesadobastante menos por Dios
la refutación de sus adversarios. Para llevar a
lencio, mi inhibición respecto del error, supondría tam- que por
cabo dicha refutación, el fanático no dudará en execrar
bién una traición a la verdad, que tengo obligación de
difundir, e incluso sería un agravio o perjuicio para el de cualquier modo al enemigo. Su amor a la verdad
acaba siendo un forma de animosidad contra quien
que yerra, pues todo hombre tiene derecho a ser libera- a
está
do de su error. 5) La represión del error és el primer en el error, un aborrecimiento vestido con manto
requisito para la expansión de la verdad; la humillación sagrado, un odio que él ejercita legalmente y hasta ri-
del extraviado es el primer requisito de su conversión. tualmente: pensando que honra la verdad, «pensando
(Jn 16,2).
6) Mi celo y mi dureza consolidan
en él la idea
de
que el que rinde culto a Dios»
equivocado soy yo, y, lógicamente, tiende a extremar su Aunque se trate de la verdad más pura, si el servicio a
ésta al hombre, termina
propia posición. 7) La espiral es imparable; finalmente, no viene acompañado de amor
identifico al sujeto concreto que yerra con la imagen siempre en ignominia, en un tipo de verdad cuyo espíri-
abstracta del error, y llego a la conclusión de que sólo tu fue abolido por la letra. Ofrecer la verdad sin amor

eliminando a aquél se puede extirpar éste. es mucho peor que presentar un buen manjar en mala
bandeja; es dar un escorpión a quien pide un pez. Y es
Técnicamente existe una distinción muy nítida y, en también, desde luego, desacreditar la verdad que se
consecuencia, un programa irreprochable: intransigen- ofrece.
cia con el error, tolerancia con 'el que yerra. Lo cual po- Esa disociación entre teoría y práctica, entre orto-
dría incluso traducirse en algo así como los dos grandes doxia y ortopraxis, contribuye a tergiversar con el tiem-

170 171
éste vence de algún modo cada vez que ataca:
po la misma ortodoxia. Efectivamente, para justificar mente,
cierto modelo de conducta será necesario acudir a un obligando a la apologética a centrarse en aquel punto
ha golpeado, la descentra, esto es, la obliga a
punto determinado
de doctrina (que, sin duda, es
ver- donde él
dadero, pero como parte de un todo, en conexión con sobreabundar allí, a extralimitarse.
otros puntos que lo complementan) y darle un relieve
grande, mayor, es decir, desproporcionado. Esta des-
proporción, esta hipertrofia de una parte a expensas de La ortodoxia, insisto, no debe disociarse de la orto-
las praxis. Ciertamente, a la Iglesia corresponde definir el
otras, puede llegar a alterar seriamente el significado
de la totalidad. Insensiblemente, el conjunto se va des- contenido de la fe y fijar los límites de su interpreta-
ción; ella es depositaria de la revelación divina. Pero
equilibrando, hay un corrimiento de tierras cuyo alcance
al principio existen también otros límites infranqueables, límites de
no sabríamos valorar. El símbolo, por ejem-
plo, de la «oveja perdida» que hay que rescatar para el conducta que la Iglesia no puede transgredir si quiere
rebaño, evoluciona más y más hacia el símbolo de la seguir siendo en el mundo la revelación del amor del
«oveja sarnosa» que debe ser expulsada del aprisco. Al Padre. ¿Cómo, por salvar una doctrina, han llegado a
comienzo es sólo una insistencia, después un predomi- emplearse los métodos más contrarios a ésta? ¿Es que el
nio, luego una polarización total y exclusiva. fin justificaba los medios? Pienso que han de ser, más
Cristo dijo: «Elque no está conmigo, está contra mí» bien, los medios los que justifiquen el fin, lo anticipen y
hagan creíble. El fin determina la elección de los me-
(Mt 12,30). Y dijo también: «Quien no está contra nos- lo
dios, debe estar ya presente en ellos.
otros, está con nosotros» (Mc 9,40). Por supuesto,estas
dos frases son perfectamente compatibles, y a ellas me ¿No podría servir de excusa decir que un fin espiri-
referiré más tarde con detenimiento. Pero son también tual es siempre mucho más importante que los daños
Se
dos frases bien distintas, que hacen posible una bifurca- materiales producidos unos medios inadecuados?
por
ción de caminos. Según se ponga el énfasis en una e trataba de la salvación de las almas. Compelle intrare. Las

o
otra, surgirán dos estilos diferentes de espiritualidad y
hasta de teología. Si la predilección por una de ellas lle-
n almas son invitadas al banquete y rehúsan la invitación.
Entonces, el señor de la parábola, que había preparado
los
ga a acentuarse hasta el punto de olvidar o silenciar a la una gran cena, ordenará a sus criados que vayan por
otra, se producirá el desastre: o dogmatismo o relativis-
caminos, cuantos encuentren a su paso les obliguen
y a

los casos, el diálogo resulta impo- a venir a palacio y a participar en el banquete, impidien-
mo. En cualquiera de
sible, ya sea porque se exacerba hasta el fanatismo, ya do así que las inteligencias se extravíen o se demoren en
error. Si se consigue tan alto objetivo, ¿qué importa
el
sea porque languidece hasta la indiferencia.
Generalmente, el error humano suele consistir en que los criados usen, en algún momento, de modales
es ta, bruscos? ¿Qué importa que sus métodos de persuasión
una verdad desorbitada (el error improba-
puro Compelle intrare. Pero
ble como la
pura maldad). La verdad se estira más allá sean demasiado explícitos? ¿entrar
de lo justo, se extrapola, o simplemente se aleja de aque- adónde? ¿Adónde se les invita a entrar? ¿Al palacio del
señor, al reino de Dios? Ninguna Iglesia en la tierra es
lla otra verdad que, por ser complementaria, podría ser
su correctivo. Es un peligro que amenaza a todas las for- elreino de Dios, sólo su signo visible e itinerante, aun-
mas de apologética. Dado su carácter «defensivo», mar- que eficaz.
cha siempre condicionada por el objetante. Inevitable- Pero el fanatismo religioso se alimenta de esa arro-

172 173
gante convicción de que puede sujetar a Dios a su tien- ligionarios»- hacen frecuentemente un absoluto, un
da de campaña y hasta puede reemplazarlo con ventaja credo. Nada tiene de extraño que los credos religiosos
en todas sus operaciones. Aquellos hombres que defen- adopten una formulación política, agresiva y beligeran-
dían la ortodoxia como se defiende una hacienda fami- una contaminación recíproca:
la
te. Hay
guerra se titula
liar, creían que estaban ofreciendo la verdadera imagen religión se torna belicosa. En su Discurso
de Dios, cuando la reducían a su propia imagen y seme-
cruzada y
la
breve de las miserias dela vida (1636), escribía Ambrosio
janza. Se tenían por infalibles, y demostraban descono- Bautista: «El francés que cree en Dios es mi español yel
la esencia de la fe, el carácter libre
cer por completo
misterioso de la fe. Afirmaban que, al castigar los cuer-
y español que no cree en
éles mi francés». Frase altamen-
te deplorable por dos razones: porque considera enemi-
pos, reconocían a las almas su valor supremo, cuando
porque usa del término francés para
al increyente y
en go
realidad estaban atropellando sin escrúpulo las concien- insultar al enemigo.
cias. Se tenían la caridad divina
por representantes de ¿Y hoy? Los manuales de historia que hoy manejan
cuando mandaban a la gente a la hoguera. Hacían gala los niños franceses difieren notablemente,
en todas las
de su condición de jornaleros celosos cuando arranca- cuestiones fronterizas, de los manuales que se explican
ban la cizaña de los campos. Son demasiadas contradic- las escuelas españolas. ¿Por qué? Son textos dogmáti-
en
ciones.
cos: se ama más cualquier otra cosa --la patria, por
ejemplo- que la verdad. El mismo fanatismo aquí y
allende los Pirineos, parecido fanatismo hoy que hace
Por supuesto, eran otros tiempos. Era otro el contexto trescientos años. Ocurre igual que con los mitos. Se cree
sociocultural, otro el concepto de la vida y del mundo.
que hemos exorcizado el mito del padre, y sólo ha sido
Incluso diríamos que muchos de aquellos tristes sucesos desplazado, trasladado al jefe del partido, al cabecilla de
de la historia eclesiástica antigua pertenecen más bien
la banda o, tal vez, al fundador de un movimiento de
a la historia antigua que a la historia eclesiástica.
desmitificación. Los fantasmas no son solamente indes-
Hoy, desde iuego, no se envía a nadie al fuego por tructibles, pueden ser también sarcásticos.
sus ideas religiosas. Sin embargo, el fanatismo religioso
Por otra parte, tampoco está claro que la disminución
subsiste bajo otras formas. Subsiste aún la jactancia de del fanatismo religioso se debe a un mejor entendimien-
quien se cree en posesión de la verdad. La coacción so- to de la religión. Tal vez no dependa tanto de que las
bre las mentes ha adoptado otras modalidades más sola- cuestiones de fe hayan sido resueltas o mejor plantea-
padas, pero también más profundas. En todo caso, aun- das, sino simplemente de que tales cuestiones han deja-
que la intransigencia religiosa haya descendido notoria- do de interesar. El observador se pregunta: ¿Es que ha
mente, no
sé si lo mismo de las restantes
podría decirse aumentado la comprensión o es que ha disminuido la
clases de el fanatismo se ha trasla-
intolerancia. Tal vez, fe? ¿Se
trata de una fe más pura o sólo de una fe más
dado a otrossectores y otros aspectos de la vida, sobre endeble?
los cuales ha desteñido su fuerza sacrosanta original.
Ningún verdadero creyente puede decir que el Filio-
Nada más frecuente que transferir a la esfera política que no merecía una guerra; pero sí puede y debe decir
los residuos. del absolutismo religioso. «Toda guerra
-decía es guerra de religión».
que ninguna guerra merece acogerse al sagrado pre-
Alain, texto del Filioque.
De un programa político, sus seguidores –los «corre-

174
175
III matismo y la seguridad de que presumen vienen inspi-
rados por un sentimiento de inseguridad íntima. Nada
A primera vista, parece bastante ilógico que, siendo más arduo, nada más improbable que hacer ver una
tan difícil hallar la verdad de las cosas y, una vez ha- contradicción a quien vive dentro de ella y de ella ali-
llada, expresarla luego con precisión, sea el hombre tan
menta su discurso.
propenso a las afirmaciones sumarias, impulsivas e
Son los integristas, y pocas cosas habrá en el mundo
irrevocables.
Pero quizá exista una especie de lógica propia de la tan deficientes y parciales como su manera de pensar.
Son los conservadores, y lo único que pueden conser-
naturaleza humana en su totalidad, lógica que no coin-
var es su penuria interior, la inanidad de sus ideas, un
cide con aquella que el entendimiento está obligado a
tipo de pensamiento que ya no tiene curso legal.
observar. Quiero decir que, precisamente para com- Son los dogmáticos, y nadie como ellos ha contribuido
el hombre tiende «ló-
pensar la fragilidad de sus ideas, a desacreditar los dogmas desde el momento en que los
gicamente» a canonizarlas: cree prestarles así una fuerza
hicieron suyos.
de
la cual carecen. Se aferra
mientras las sostiene
enérgicamente a ellas, y,
Se consideran modelo de pureza en la fe, y nada hay
tanta vehemencia,
con no advierte más contaminado que su fe, cargada de lastres emoti-
que su precariedad consiste en el hecho de que nece- vos, intereses inconfesados y temores irracionales; una
sita sostenerlas así. Confunde la firmeza de su adhe-
fe necesitada de exhibirse y confirmarse a sí misma
sión con la firmeza de aquello a
quese adhiere.
como espectáculo, necesitada siempre de apoyarse en
He aquí la secreta lógica del dogmatismo, una lógica
La biología tiene sus recursos materiales. Nunca podrían prescindir de estos
de orden más bien biológico. ra- fe es
la recursos, debido justamente a que su muy débil: ni
zones que razón ignora. siquiera son capaces de admitir el poder espiritual de la
Acaso el talante dogmático posea tantos atenuantes
pura
fe. Se
trata de un fenómeno curioso.Comprendo
como adictos. A veces se trata solamente de una espe- bien los hombres tiendan a justificar sus defec-
cie de «anacronismo muy que
cultural». Aunque el mundo ha

o
me
ido avanzando poco a pocohacia formas más abiertas y tos rotulándolos con el nombre de virtudes más -
nos próximas; que llamen, por ejemplo, fidelidad a lo
liberales de pensamiento, sobreviven todavía concien-
cias pertenecientes á que es pura inercia, espíritu de ahorro a lo que es avari-
otra época, que no han sabido, cia, humildad a lo que es apocamiento. Lo que ya resul-
podido o querido evolucionar. Casi siempre, el pro- ta más difícil de entender es que apliquen a sus defec-
ducto reaccionario es un subproducto cultural. Ahora
el nombre de las virtudes que les son contrarias: que
bien, ¿por qué juzgar a esas personas con una ley o tos
se considere
la fe más viva y ardiente lo que precisa-
baremo que no les corresponde? ¿No sería preferible es falta de fe, total desconfianza los valores
mente en
ayudarlas a comprender que los tiempos han cam- propios de la fe.
biado, que todo lo humano (y todo lo divino encarnado
está sometido a
en lo humano) un proceso histórico?
Difícil tarea, difícil por hipótesis necesaria: precisa- Según esa misma paradoja, se considera un paradig-
mente lo que ellos afirman con mayor énfasis es la in- la arrogancia de los fanáticos,
ma de seguridad que no
mutabilidad de su verdad. es otra cosa que
un síntoma de su inseguridad.
No menos difícil va a ser convencerles de que su dog- Hombre inseguro es el político que no somete a deba-

176 177

_Paahras.
te programa porque dice que es el único viable:
su La jactancia,la proclamación presuntuosa de las pro-
pias
porque teme que sus pałabras serían inmediatamente ideas o creencias, la frecuente mención de unos
desmentidas. principios pretendidamente axiomáticos, todo ello es
Hombre inseguro es quien se gloría de su virilidad una forma de enmascarar problemas latentes. Proble-
burlándose de los homosexuales: porque proyecta en mas, desde luego, que, lejos de resolverse así, se agudi-
ellos su propia vacilación sexual. zan y se infectan. Quien ante todo y sobre todo busca su
condena
Hombre inseguro es el moralista rígido que seguridad, vive en perpetuo estado de autodefensa; por
todo lo que no cuadra con sus rígidos criterios: porque consiguiente, en estado de alarma incesante; por consi-

teme descubrir en mismo algo que no sabría asumir guiente, acaba experimentando su ansia de seguridad

ni
encauzar. como un estado de ansiedad constante y angustiosa.
Hombre inseguro es el creyente que quisiera mandar Justamente lo contrario, el ejercicio de un pensamien-
a
la hoguera a cuantos no tienen su misma fe: porque to crítico y de un diálogo expansivo, sería lo único capaz
eliminándolos eliminaría sus propias incertidumbres. de reportarle alguna seguridad mediante la explicación

El
integrista es un ser inseguro, que además, cuando
es religioso, busca en la religión una
suprema seguridad
de
que es explicable y la confianza ahí obtenida de
lo
que otro día podrá explicarse lo que aún no es explica-
que respalde aquellas seguridades terrenas a las que él ble. Como hizo el ángel con Tobías, se trata de sacar de
se ha acogido, su status social, sus hábitos mentales, su ese fondo de inseguridad que los fanáticos se niegan a
sobrestima del orden por encima de cualquier otro va- visitar, el extraño animal que tan temible parece bajo el
lor, el Dios que con su inmutabilidad consagre la estabi- agua, y que en la resulta
ser un pez inofensivo y
lidad del universo. hasta minúsculo.
mano
Todos ellos son fanáticos. Todos ellos adolecen de in-

loEl
No es fácil. dogmático necesita estar seguro de sus
seguridad profunda. ¿Qué esperanza de diálogo cabe en ideas, para cual no encuentra mejor camino que con-
semejantes condiciones? Diálogo significa apertura al vencerse de que ya lo está. Y,
si lo está,
no tiene por qué
otro. Elfanático, es decir, el inseguro, tiende inevitable- replanteárselas. Es más, eso le parecería una acción no
mente a cerrarse, a atrincherarse. sólo superflua, sino pecaminosa: ofensiva contra la
Insisto, hay secretas leyes de compensación que obe- grandeza propia de una verdad que se impone por sí
decen a una lógica biológica. Por eso, cuando tenemos misma. Por otra parte, esta clase de gente suele tener de
miedo de nuestras dudas, decimos que creemos ciega- inteligencia humana un concepto muy bajo; para ellos
la
los
demás,
mente. Cuando tememos la refutación de no pasa de ser una máquina de engaños, un incesante
adelantamos a afirmar teoría es irrefu- peligro de descarrío.
nos que nuestra
table. Cuando no estamos ciertos de algo, decimos que Me pregunto hasta qué punto la inconsciencia del fa-
es evidente. Cuando, frente a alguien que confiesa su nático es vencible o invencible, culpable o inculpable, y
turbación, nosotros nos erigimos como rocas de fe, es hasta qué punto él es consciente de que esa negativa
acaba de revelarnos que en nosotros existía
porque él suya a examinar sus ideas depende de un oculto temor
una oscura afinidad, un desfallecimiento que nos negá- a descubrir
que son
falsas.
bamos a reconocer. Habría que saber si el deseo de conocimiento de los
hombres es tan común como decimos. Creo que el de-
En el fondo de todo se halla el miedo. seo de seguridad es mucho más hondo y general. A pri-

178 179
mera vista, parece que uno y otro deseo han de coinci- consiste en sacar a flote pequeños peces inofensivos,
dir; pero las cosas no son tan sencillas. La búsqueda su- sino en permanecer largamente bajo el agua, seguir bu-
pone ponerse en marcha hacia terrenos no familiares, y ceando, enfrentarse con espectros, comprobar que no es
toda pregunta implica la posibilidad de una respuesta posible tocar fondo.
adversa. Requiere audacia: sapere aude. Concretamente,
yo diría que
el miedo del dogmático
no es sólo miedo al
sino también a la verdad: no es sólo temor a caer Certeza y seguridad. En el habla común resultan ex-
error,
en el sino miedo a descubrir que la verdad no presiones equivalentes: «estoy cierto de eso, estoy total-
error,
coincide con su verdad. mente seguro». A la denotación intelectual de cierto aso-
En definitiva, esa ingenuidad característica del dog- ciamos la connotación afectiva de seguro.
mático, que puede resultarnos irritante o enternecedo- Cuando se trata de una fe religiosa, ¿en qué medida
puede hablarse de certeza y de seguridad? Según la cé-
ra, pienso que no es tal ingenuidad; a lo sumo es una in-
genuidad afectada, obstinada, que se niega a reconocer lebre fórmula de Hugo de San Víctor, la certeza de la fe
todo aquello que la podría desarmar o desmentir. En su es «superior a la de la opinión e inferior a la de la cien-
«fe ciega» hay cia». Bien entendida, esta calificación
una repulsa deliberada a la luz. de inferior no
Existe el miedo a la verdad, como existe el miedo a la contiene ningún menosprecio; significa que la certeza
libertad. De ordinario sólo oímos hablar del derecho a de la fe es menos apodíctica que la de un raciocinio. Son
ésta
la libertad; pero no es solamente un derecho, sino certidumbres de distinto nivel: no se puede identificar
también un deber: el penoso deber de conquistar y que

mantener nuestra libertad contra todo ofrecimiento se-


lovista,creemos
de
con lo que sabemos. Desde otro punto
puede con todo derecho considerarse superior,
ductor de una seguridad que supondría esclavitud; tal la
como San Pablo considera superior
y paz que Dios
aquella estabilidad, aquellos platos de sopa humeante otorga, una paz que «supera todo sentido» (Flp 4,7). La
con que el faraón recompensa a sus esclavos. Esto mis- certeza de la fe es mayor que cualquier otra certeza,
la verdad. No existe sólo el dere- el creyente, la palabra de Dios es más creí-
mo hay que decir de porque, para
cho a estar correctamente informado, sino también el ble que todas las operaciones de la razón; pero al mismo
deber de indagar, explorar y afrontar la verdad. tiempo, al decir que'es una certeza distinta, reconoce-
Debo añadir que los miedos humanos son muy varia- mos que la razón no puede asimilarla o admitirla como
dos, y los métodos para vencerlos, muy diferentes. Me- propia. Así también, esa misteriosa paz del alma a que
si
ter la cabeza bajo el ala es muy mal procedimiento se alude San Pablo no encuentra, de suyo, ninguna reso-
trata de evitar un peligro, pero puede ser eficaz
si lo nancia en los sentidos; los supera tanto, que no los afec-
único que importa en ese momento no es evitar el peli- ta. Se trata, pues, de una descripción encomiástica y a la

gro, sino ignorarlo, es decir, evitar el miedo, lo cual a vez restrictiva.

Los maestros que reflexionaron sobre la


fe, los
corto plazo resulta mucho más facil. Silbar no ahuyenta que
a los ladrones, pero sí puede mitigar el pánico. Dije an- han sistematizado esta fe hasta convertirla en una doc-
tes cómo el ejercicio del pensamiento debería llegar a trina, se han preocupado vivamente por la certeza. Se
disipar esa sorda angustia que deriva de una situación llegó a establecer una rigurosa graduación, las llamadas
es
turbia, no aclarada. Pero dudoso que el uso de la in- «notas teológicas», para cada uno de los asertos o propo-
teligencia conforte siempre. A menudo, su gestión no siciones, para cada una de las tesis. Ya esta palabra re-

180 181
sulta bastante reveladora: expresa la creciente preocu- dogmas, dado de una vez para siempre, sino que es un
pación de los teólogos por la firmeza de sus enunciados. largo camino, largo y probablemente sinuoso, en segui-
«sin saber dónde
Antiguamente, incluso durante la escolástica medieval, miento de nuestro padre Abrahán, a

no se hablaba de
tesis,
sino de cuestiones. Cuestión signifi- vamos», Una marcha que oficialmente se describe como
ca pregunta, tesis significa posición. Lo cual no quiere un éxodo, un abandono de nuestra patria, de todas esas
decir que las cuestiones carezcan de respuesta ni que las certidumbres nuestras tan inertes como confortables.
posiciones sean necesariamente apriorísticas. Pero sí que Una aventura, en definitiva, que viene a sacudir doloro-
esta diversa nomenclatura supone, al menos, con samente el ánimo dogmático, contradiciendo de plano
cepciones de la teología muy distintas y dos modos
dos - sus anhelos de seguridad.
muy
diferentes de entender el progreso en el conocimiento. Ya sé que es cosa muy legítima buscar la certeza; lo
Sobre todo, dos actitudes casi contrapuestas por lo que contrario no sería normal ni sano. Pero advirtiendo que
buscar tiene
se refiere a manera de entablar un diálogo. La
la
seguridad anticipada, toda
tesis es
la palabra en esa frase, por
lo menos, tanta
importancia como la palabra certeza. Y advirtiendo que
como una anterior a prueba.
cesará nunca, que el éxodo no termina
Enprincipio, una teología articulada en
tesis
no concede la búsqueda no
espacio a la y mientras no lleguemos a la tierra de promisión, que la
pregunta, elimina esa hora de tanteo ex-
ploración, esa fase interrogativa en que el pensamiento interrogación del alma no será jamás satisfecha del
ensaya y la verdad se encuentra en estado problemático, todo.
todavía no verificada. Propiamente no existen pregun- Puede incluso afirmarse que la fe cristiana contiene
tas, la respuesta precede a la pregunta. La impresión do- más preguntas que respuestas. Más que una respuesta a
minante es que ahí no hay sitio para la inteligencia que nuestras ansiedades, es algo así como una constante in-
se plantea algo,que se cuestiona algo; no hay lugar para terpelación dirigida a nuestras humanas certidumbres.
el hombre que vive con cierta intensidad y sinceridad su Lejos de ser su mensaje una teoría coherente y plausible
sobre el mundo, constituye un escándalo para el hom-
momento de búsqueda, su experiencia personal de la
búsqueda. bre racional, una radical impugnación de todos los siste-
éste ha montado y los cuales su
evidente que dentro de mas y teorías que en
És una religión institucionali-
zada como comunidad de fe tiene que existir alguna de- mente descansa. Por eso, el creyente no sólo interroga
finición de esa fe, una formulación que sea, a la vez, de- desde su fe, sino que es interrogado por su fe.
terminada y determinante. Lo que empezó siendo im- Nada más ajeno, por supuesto, a las nociones e inten-
pulso profético, doxología, himno, adquirió luego otro ciones de un talante dogmático.
tipo de redacción más acorde con lo que exige toda doc-
trina. Tuvo lugar una conceptualización de la fe, la ela-
boración de un credo. Era necesario e indispensable. IV
Pero esta mayor atención al «objeto» de la fe (fides quae
creditur) llevó consigo, Las instituciones que profesan una ideología o un cre-
por desgracia, un cierto olvido de
do muy definidos parecen brindar a los individuos de
la naturaleza «subjetiva» de la fe (fides qua creditur), de su
carácter personal e histórico, esencialmente ligado a los carácter dogmático el asilo más apetecible y adecuado.
avatares de la persona. Al imponerles una serie de verdades (que luego, por
Pues la fe no significa simple asentimiento a unos exigencia de ellos mismos, se ramifican indefinidamente

183
182
en otras verdades más menudas, pero asumidas todas gioso que la duda. Se le suministrará comida, pero la
indistintamente como principios básicos e irreforma- olla cuchara que use no las tocará nadie más que él.
bies), les evitan de ese modo cualquier desazón o perple-
Podrá casarse, pero sólo con mujer que padezca su mis-
jidad, les prohíben inquietarse, les proporcionan un cáli- ma enfermedad. En la cabaña que se le asigne dispon-
do refugio, donde se sentirán seguros para siempre. d agua, leña, ropón de repuesto y
un catre donde
No es extraño que tales instituciones atraigan prefe- drá e
tenderse y descansar, si sus dudas le permiten conciliar
rentemente a esa clase de hombres ansiosos de seguri- el sueño. Solamente
una persona de la comunidad puede
dad. No es extraño tampoco que dentro de ellas experi- establecer contacto con él, el maestro espiritual, el por-
menten cierto malestar aquellos otros fieles que no par- tavoz oficial de la verdad, al cual está reservado el uso
ticipan de dicho temperamento, almas más reflexivas y de los exorcismos, la proclamación de las premisas fun-
más críticas. Pero ese malestar no proviene sólo de que damentales y de las conclusiones obvias, los argumentos
se encuentran casi siempre en franca minoría, sino tam- que inmunizan
al
sano y que tal vez devuelvan
la salud

bién de que su situación resulta cada vez más precaria e al enfermo. Desde luego, jamás entablará
con él un diá-
incómoda: se sienten mirados por los demás con reti- logo propiamente dicho: más que aclararle sus dudas, le
cencia, como sospechosos, como elementos indeseables. advertirá que el estado de duda es impiedad o flaqueza.
si
el mayor mal que los dogmáticos pueden
En efecto,
la duda, lógicamente el peor peligro para
Sabiamente escribió Wittgenstein que los problemas fi-
concebir es losóficos no son tales problemas, son tan sólo estados
ellos será la vecindad de un compañero que duda. ¿No patológicos de la mente; el modo más correcto de afron-
seríapreferible, por el bien de la comunidad, alejarlo de tarłos no puede ser una discusión teórica, sino una pra-
su seno? Resulta un cuerpo extraño y, como tal, nocivo; xis terapéutica. Yo te exorcizo, demonio impuro...
un foco potencial de descomposición.
Es decir, un leproso, según la inolvidable parábola Por supuesto, el magisterio de una comunidad de fe
él el místico Merton. Un leproso dentro
que de nos dejó debe ser un magisterio muy especial.
de sociedad de hombres sanos, los cuales, por otra
una La autoridad tiene derecho a hablar autoritativamen-
parte, se
ta caridad,
consideran obligados a ejercer con
él una cier-
ésta, desde luego, se halla subordi-
te. Se trata, en efecto, de
un magisterio que en ciertas
aunque ocasiones incluye, diríamos, la competencia y el estilo de
nada a otros intereses más amplios o más altos. ¿Qué la práctica judicial. De hecho, el modo
supremo de ense-
conducta, pues, habrá que observar con ese miembro ñanza en la Iglesia -sancionando la doctrina justa, con-
enfermo, con esa alma dubitativa? La autoridad ha arbi- denando las proposiciones heréticas, prohibiendo libros,
trado un recurso que le permite seguir manifestando su pronunciando anatemas- respondía más bien a un pro-
él, a la vez
amor hacia que impide que la enfermedad cedimiento forense que a un método pedagógico. Mu-
contagie al resto de los hermanos. No lo arrojará a las chos de sus documentos doctrinales se denominan «de-
fieras, no lo enviará al fuego, ni siquiera lo va a expul- cretos» y el organismo encargado de velar por la pureza
sar definitivamente fuera de la ciudad. Lo interna en de la fe se ha llamado durante muchos años «tribunal»
un lazareto, lo lleva a un lugar aparte. De vez en cuan- del Santo Oficio. Había que «dictaminar» sobre la ver-
do, a ciertas horas, tendrá licencia de salir a los caminos, dad. Venimos en definir y definimos; venimos en de-
pero ha de hacer sonar constantemente una esquila, con cretar y decretamos. He aquí cómo la revelación conver-
el fin de le
que nadie se acerque: nada hay más conta- tida en código puede convertir al discrepante en reo.

184 185
Evidentemente, se han producido excesos. Para repri- jor que de fidelidad. A primera vista, parecería que
mir la «libertad según la carne» se utilizaron medios que hace falta un extraordinario coraje para tomar una de-
así
eran también según la carne. Y como la represión de cisión así, que se presume irrevocable. Es como quemar
la libertad puede acabar estado de servidumbre, las
en un naves. Sí, justamente es eso; pero debemos tener en
así también la restricción del pensamiento puede dege-
cuenta que, para esa clase de personas, el verdadero pe-
nerar en abolición de todo pensamiento. No es extraño ligro, el único peligro que les asusta, no está en tierra,
que tantos fieles hayan llegado a una manera de pensar en cualquier tierra donde hayan ido a parar, sino preci-
que es más bien una renuncia a pensar. Teóricamente, samente en el océano, en las mudanzas de una certi-
la
una inteligencia fiel, pero activa, parece más útil para dumbre siempre fluctuante. Quemar las naves es licen-
propagación y desarrollo de la doctrina que una inteli- ciarse de semejantes trabajos. Para ellos, cualquier indi-
gencia meramente pasiva; sin embargo, los riesgos de cación revestirá la fuerza de una sentencia judicial, cual-
extravío que comporta el uso del entendimiento hacen quier enseñanza debe ser vinculante: en el vínculo en-
aconsejable, por lo visto, que los discípulos se abstengan cuentran su salvación. Para calmar totalmente su alma
de pensar. A éstos sólo les incumbe familiarizarse con el sólo necesitan someterse al veredicto, la verdad pronun-
archivo; las verdades son datos. Esta absolutización del ciada de modo tan taxativo, que es jurídicamente inape-
contenido, de lo que se enseña, redunda en favor de lable. ¿Cabe mayor seguridad? Nada más seguro que el
quien enseña. La perfecta compenetración del maestro recurso al «padre espiritual»; se extrapola interesada-
con la doctrina hace que su figura se vea envuelta en la mente una virtud, el espíritu de infancia, para conseguir
misma aureola de lo que dice. Poco importa que sea un una transferencia apaciguadora, una perpetuación del
simple repetidor de lo que recibió de otros; es, a la vez, arrimo paterno. Y llegará a acuñarse una expresión que
insignificante y soberano, reiterativo e infalible, infalible en

misma resulta contradictoria, «director de almas».
por reiterativo. Según esta concepción de la autoridad ¿Cómo se puede dirigir un alma? ¿Cómo se puede cum-
magisterial, a los escribas de palacio corresponderá una plir con ella, sin avasallarla, sin sofocar su vida, otra
misión doble, aunque muy modesta: han de preparar función que no sea el mero asesoramiento?
con sus informes la intervención de la autoridad y luego
han de comentarla mediante una explicación compla-
ciente y apologética. Operaciones estas que por su ritmo Para evitar cualquier vacilación, cualquier sensación
alterno recuerdan vagamente el ejercicio del diálogo. de intemperie, los fieles se refugian bajo el manto pro-
Nada más opuesto, sin embargo, a un verdadero diálo- tector de la autoridad. la autoridad? Se acogerá al
Los pensamientos inertes Y
go.
miento.
generan inercia de pensa- testimonio indefectible de la tradición.
No podemos despreciar la gran carga emotiva que la
Más adelante habrá que volver sobre ello para matizar palabra tradición posee a efectos de seguridad. El pasado
y distinguir. Por ahora me interesa agregar que nada de significa un suelo firme. Cada maestro estrecha la
mano
eso hubiera sido posible sin la anuencia, sin la positiva de su predecesor y, a través de las generaciones, enlaza
complicidad de tantos fieles dogmáticos que sólo quie- con el oráculo. Nada más tranquilizador que poner los
pies sobre las huellas de nuestros mayores, nada más
ren verse descargados de la obligación de pensar. Con
grandísimo gozo y alivio hacen una especie de voto de consistente que una doctrina garantizada por los siglos.
castidad mentał perpetua, de perfecta abstinencia, me- El magisterio espiritual es la conciencia del fiel, la tradi-

186 187
ción es la conciencia del magisterio.
En el principio se os es que eso supondría, probablemente, un desa-
dijo... Cuanto más literal sea la interpretación, tanto lo grave
a nuestra autoridad, a todo aquello tan santo e irre-
más incontestable. ¿Anteponen, quizá, la letra al espíri-
fío
nunciable que nuestra dignidad representa.
tu? Pero ¿cómo conservar el espíritu si no es mantenien- Insisto, son hombres: tan vulnerables y expuestos a la
do la letra? Posee tal valor eso que la tradición ha hecho perplejidad como cualquiera, y también tan inclinados
llegar hasta sus manos, que es mejor no tocar lo acci- como cualquiera a dar de su comportamiento la explica-
dental para no correr el riesgo de alterar lo esencial. Se ción más honrosa.
trata de la seguridad del tesoro. ¿Sólo de eso? Y de su Deberían recordar que su autoridad no es la única ga-
propia seguridad, por supuesto. rantía de la unidad y continuidad en la Iglesia de Dios.
Sí,ellos también son hombres. Creo sinceramente que La diversidad de carismas no atenta contra ellas. Puede
las
razones que han venido a conceder tal relieve y pres- haber carismas de interpretación que contribuyan a des-
tigio a la tradición no fueron tan sólo de orden teológi- arrollar la verdad. No se trataría de una interpretación
co. Influyeron, asimismo, razones psicológicas. Razones menos fiel, sino de una fidelidad más creativa.
Cierta-

no confesadas, aunque tampoco inconfesables. Hay un mente hay un mínimum, un límite por debajo del cual
miedo muy arraigado a cualquier novedad, hay una ló- toda elucubración degenera en arbitrariedad y desvarío,
gica resistencia a replantear las antiguas verdades, las pero existe también un máximum infranqueable que
verdades intemporales, en forma más actual e inteligi- prohíbe dar como probado lo que sólo es probable, ofre-
qu sólo es glosa humana,

lo
ble. Hay también
una propensión a extender el carácter cer como palabra divina e
de intangible y sagrado a muchos sectores de doctrina aplicar la exégesis de la «roca inconmovible» cuando sólo
que en su día fueron pura elaboración humana. Hay es cuestión de la «tienda de campaña». A nadie, ni si-
una identificación afectiva, muy difícil de superar, con quiera a la autoridad magisterial investida de los mayo-
las
estructuras de pensamiento que esos hombres asimi- res talentos, le está permitido explicar la fe como una
laron en sus mejores años. ¿Qué hacer ahora, cuando la respuesta humanamente satisfactoria. No tiene derecho
vida ya está declinando? «Sal de tu tierra nativa y de la a exponerla como
un sistema apodíctico, como un con-
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré». Cada uno junto de soluciones a todas las dudas posibles. No tiene

tendrá que examinar valerosamente derecho a cerrar el discurso.


suconcepto de tra-
dición y ver cuánto hay en él de cobijo personal, de an- La autoridad debe suscitar el diálogo, continuar el
sia de seguridad. diálogo, dejar siempre abierto el diáłogo. Debe mante-


alos
Sí, también ellos sonhombres. Detrás de su defensa ner junto a que vacilan y dudan, no puede arro-
de la letra que contieneel espíritu, anida un cierto te- jarlos a un lazareto, ni exorcizarlos, ni darles el pan
la
irrupción imprevista indigerible de des-
mor a del Espíritu que quizá duro e un manual. Deberá también
obligue a abandonar una patria intelectual muy queri- hacerse de la torpe, interesada, clamorosa adhesión de
da; no la tradición, por supuesto, sino su idea particular tantos fanáticosque han desfigurado ignominiosamente
de tradición. Detrás de ese tono solemne con que ha- el
rostro de la madre Iglesia: eran lobos vestidos no de
blan, se esconde, a menudo, el desamparo de quien ovejas, sino de mastines.
teme exponerse a una confrontación. ¿Qué hacer si al- Y habrá quc rehabilitar el noble sentido de la duda.
guien presenta una objeción inesperada? Lo de menos, La duda propia de los grandes creyentes y de los verda-
piensan, sería que sufriese nuestra reputación personal; deros sabios. Nadie con menos presunción de su saber

188 189
que estos sabios; constantemente recurren a salvedades,
a locucionesdubitativas –-quizá, acaso, tal
vez-, y tam- CAPITULO IV
bién adversativas --no obstante, con todo, sin embar-
go-, matizándose y corrigiéndose indefinidamente. Me
ВАВЕ L
parece lógico. Quien más sabe es quien mejor puede
percibir cuán poco sabe. Y, a medida
que aprende más,
sabe
cree que menos, porque comprueba con creciente
lucidez que las cosas que conoce son infinitamente me-
nosque aquellas otras que ignora:
crece
el círculo de I
sus conocimientos, la circunferencia,
pero crece con él
Sr. Rodríguez sale de su casa por la mañana tem-
la
no
frontera de loque permanece ajeno, de todo cuanto
sab todavía ni sabrá
e nunca. La modestia de
los sa- El
prano. ¿Cuál será la odisea de este nuevo Ulises? Desde
bios es tan sincera como la compunción de los santos, ahora ruego al lector que deponga toda esperanza de
la culpa de
como el sentimiento de incredulidad de los grandes sorpresa. Yo no tengo que el periplo del
creyentes. Sr. Rodríguez sea anodino, incruento y previsto por la ley
Por lo demás, el único catecismo aceptable es el que de tráfico. Mil coches circulan por la misma avenida.
está hecho de Adivine usted cuál es la embarcación del Sr. Rodríguez.
preguntas y respuestas y preguntas. Un
diálogo, pero no un simulacro de diálogo. Pero será preferible rebajar la metáfora y afirmar que
cada conductor va dentro de su vehículo igual que un

pez en una pecera. Incomunicados entre quiero decir,
y conviene retener el dato, pues no ha de olvidarse que
éste es la comunicación (o incomunica-
un libro sobre
ción) Através del cristal,
humana. cuando el tráfico se
detiene, los peces se miran unos a otros. Ni pueden de-
cirse nada ni tienen nada que decirse. De nuevo los co-
ches se han puesto
en marcha. A sus ocupantes sólo les
está permitido comunicarse por medio del intermitente,

y los mensajes no pueden ser ni más pobres ni menos


efusivos. Los coches vuelven a detenerse. El Sr. Rodrí-
guez González mira, sin verlo, al Sr. Rodríguez Ramí-
rez.enumeración
Ni nombre tienen siquiera; sus nombres son como
de lugares comunes. Su verdadera
una
seña de identidad no es un nombre, es un número:
M 5230 CS. A través del cristal, sus caras aparecen planas
y borrosas, incapaces de suscitar la curiosidad de un ictió-
logo procedente de Marte. ¿Cuántos semáforos queda-
rán todavía? Todo en este mundo tiene un fin. Por fin,
el Sr. Rodríguez ha llegado a puerto, en el edificio sépti-

190 191
mo, planta 12, escalera izquierda. Es su lugar de tra- la definición ha de ser algo más melancólica: vivir es so-

bajo, y su nueva identidad es el número 317 de la sec- brevivir.


ción Allí, mediante un aparato, recibirá las órdenes
C. través de otro aparato muy similar impar-
Ciertamente, las
personas viven en relación: se pres-
oportunas; a tan mutuamente sus servicios. Son como esferas tangen-
tirá órdenes a quien se halla en un peldaño inmediata- tes, y su único punto de contacto viene determinado
los por
mente inferior. Sólo hay información unilateral, el interés o la utilidad. Se trata de relaciones funciona-
mensajes marchan en una sola dirección; son órdenes, les. No me relaciono con una persona, con

son consignas que descienden


de lo alto. Pero įrealmen-
cionario, un médico, un zapatero. Mejor dicho, con el
sino
un fun-
El.
interpersonal?
te no existe ninguna comunicación funcionario, con el médico el
o zapatero, con arquetipos
no hay nada como
Atlético perdió culpa del árbitro, sociales. A lo el Sr. Rodríguez, es decir,
por sumo, con con
Benidorm en septiembre, conversan animadamente los la imagen convencional de Antonio Rodríguez Gonzá-
números 317 y 318 de la sección C. Son las diez de la lez. Lo
que importa no es el individuo, sino sus connota-
mañana, las once, las doce. Por favor, no me pida usted ciones supracstructurales, sus conocimientosclínicos o
que le detalle la jornada laboral del Sr. Rodríguez. Sería su habilidad para reparar zapatos, su ubicación en el es-
como una penitencia de escolar, berenjena se escribe pacio, planta 12, escalera izquierda. Se trata de relacio-
berenjena se escribe
j, j,
con berenjena se escribe con nes interpersonales a nivel impersonal. Todas ellas per-
las siete de la tarde. Es
con j.
Y mientras tanto han dado
hora en que el Sr. Rodríguez vuelve a Itaca. Un blo-
tenecen al esquema yo-ello.
la las Mientras tanto, las
personas siguen incomunicadas
que de cuarenta viviendas, parquet en zonas nobles, tales
cómodos plazos. Al entrar en casa, automáticamente,
como personas, y
la relación yo-tú no pasa de ser

con el mismo automatismo con que se quita la corbata, una hipótesis lírica.
el Sr. Rodríguez enchufa la televisión. Podría decirse que la causa de tal incomunicación es
Este es un libro sobre la comunicación (o incomunica- la carencia de un lenguaje adecuado. Realmente, no dis-
ponemos de lenguaje idóneo para relacionarnos a otros
ción) humana. Y le
diré a usted lo siguiente: nunca
el fe- niveles más hondos. El lenguaje social es tópico, elusivo,
como ahora se había dado un interés tan vivo por
la comunicación, ni habían existido nuca estereotipado. Observe usted cómo la conversación
nómeno de
fluidamente siempre los
los portentosos medios de comunicación que nosotros transcurre que temas sean tri-
poseemos. A continuación conectamos con nuestro co-
viales
-el
Atlético perdió por culpa del árbitro, anoto
rresponsal en Bonn. Pero lo siento, nunca tampoco ha- en su crédito la factura que acompaña a su carta del día
ycómo
se vuelve torpe y balbuciente desde el mo-
bía sido tan aguda, tan lacerante, la conciencia de inco-
municación entre las personas. Compro en Madrid un
28-
mento en que los hombres intentan abrirse y llegar a un
bolígrafo fabricado en Osaka, pero el señor que me lo plano más íntimo, más personal.
vende me es tan extraño e intercambiable como un ja- Pero lo razonable es invertir los términos: en lugar de
ponés. decir que no hay relaciones profundas porque no dispo-
Masificación, relaciones contractuales, desconfianza, nemos de un lenguaje apropiado, deberá decirse que
cálculo, sobrestima de la ordenación racional, creciente
no
éste existen dichas relaciones. O
no existe porque
indiferencia hacia las personas. ¿Quién dijo que vivir es sea, porque no existe ningún deseo de establecerlas, El
convivir? En unasociedad eminentemente competitiva, deseo de realizar una obra suscita la invención del ins-

192 193

13.-Palabras
trumento capaz de llevarla a cabo. En esto consiste la Člaude Goretta nos dio en La Dentellière un delicioso
historia de la cultura e incluso de la naturaleza. drama de amor con final desgraciado. ¿Por qué desgra-
Es un modo de vida lamentable. Sin embargo, salvo ciado? El era un joven intelectual, ella era una aprendi-
en muy contados momentos, nos encontramos cómodos za de peluquería. Goretta tuvo el acierto de revelarnos
así, ignorando todo lo que puede perturbarnos, envuel- la incompatibilidad de los amantes a través del desajuste
tos en una atmósfera de palabras consabidas y triviales, de sus respectivos lenguajes. ¿Qué significa estructura?,
de una reunión en la Facultad,
protegidos por ellas contra cualquier contacto íntimo, le pregunta laella al volver
había sentido totalmente margina-
informados tan sólo de aquello que en nuestro prójimo reunión en que se

es más superficial y más común, esquivando cuidadosa- da y abatida. Ahora, por la noche, los dos solos, po la

a
mente la verdad de las situaciones, de las cosas y de las muchachita recuperar para

su amado. Pero iqué
personas. «¿Cómo está usted, Sr. Rodríguez?» Y el quiere decir estructura? El intenta explicarle, y lo hace
Sr. Rodríguez sabe muy bien que no debe explayarse mediante otras palabras que ella, jay!, tampoco entien-
sobre sus problemas, sino que la única contestación co- de. ¿Hasta dónde tendrían que remontarse el intelec-
rrecta es: «Muy bien, gracias». tual y
la peluquera para encontrar un suelo firme, un
lenguaje común? El rostro de él acaba reflejando una
Pero existe una comunicación privilegiada, un diálogo desesperada impotencia; en los ojos de ella percibimos
la intimidad, de relación yo-tú. el
en un modelo excelso pasmo, la inevitable humillación; finalmente, ese re-
Mientras y traimiento interior hacia su mundo de origen; la madre
pelean o comercian montescos capuletos,
Romeo y Julieta se amany dialogan. El amor de la pare- lavandera, el hogar aldeano donde jamás entró un li-
ja en contraste con las tensiones, la frialdad o los sórdi- bro. En resumen, hay una fatal distancia que hará ya
dos intereses de una sociedad competitiva. El diálogo imposible el amor. Todo había sido un espejismo. Las
las palabras, los separaban irre-
amoroso como culminación feliz del lenguaje humano. palabras, precisamente
Todo empezó seguramente el primer día, en aquel mediablemente.
primer encuentro de aquella primera pareja. El ser hu- Goretta, sin embargo, nos dio así
un amargo relato
mano se había alejado lo bastante del animal para ser se prestaba a las deducciones más optimistas. En
que
capaz de pronunciar una palabra y capaz de dar a su efecto, si un amor fracasa porque los amantes usan dis-
amor una complejidad distinta, una expresión nueva. tintos lenguajes, allí donde el lenguaje sea idéntico, el
amor será invencible. Como si dijéramos: un amor
si
Desde entonces, la palabra iba a ser el gran vehículo del
fracasa porque la amada padece herpe, allí donde no
amor, su celestina más eficaz. Peitó, diosa de la persua-
sión, es presentada haya herpe está garantizado el amor.
por Esquilo como indispensable
acompañante y colaboradora de Afrodita. La persuasión Por supuesto, además del lenguaje, existen otras mu-
retórica se especializa gustosamente en esa función pri- chas cosas. Lo sabe Goretta, la niña Enriqueta y hasta
m
mordial, universal, de la seducción amorosa. Y después, interesa decir
cualquier anacoreta. Pero loque aquí e
cuando todo otro estímulo y encanto hayan desapareci- esque todas esas cosas, que son más de mil y una, según
do, seguirá
aún siendo válido el principio de Huxley: vayan marchando, repercutirán por fuerza en el lengua-
«El amor es conversación». Lo será junto a la mesa cami- je,lo modificarán, pueden arruinarlo definitivamente;
pueden llegar a hacer, de lo que fue un lenguaje común
lla, igual que lo fue un día a la orilla del
mar. La palabra
(a la vez, resultado e instrumento de la mejor
como texto, pretexto ycontexto del amor. compene-

195
194
tración), dos idiomas distintos (a la vez, causa y efecto
las palabras y trémulas de
de
un alejamiento cada vez mayor). Babel en versión muy personales uno, respon-
privada, cotidiana, infinita. Al principio es siempre el den las observaciones generales del otro, datos de etno-
éxtasis: la palabra más grávida, informulada e informu- logía, citas de los románticos alemanes. A los íntimos re-
lable, indiferenciada, preverbal. Qué ocurrirá luego, querimientos de aquél, las prolijas y documentadas des-
cripciones de éste, dispuesto siempre a aportar una ex-
en el transcurso del amor, cuando esa palabra vaya des-
glosándose en diálogo? plicación totalizadora, en la cual quedará englobada in-
Digámosło brevemente: Romeo y Julieta tuvieron la cluso la decepción ya prevista de la otra persona, insatis-
fecha lo comprendo, créeme, es natural»- con se-
suerte de morir muy pronto. Por eso constituyen el más «y
mejante explicación... Tal desigualdad de lenguajes se
hermoso emblema del amor, porque son una foto fija
el instante prodigioso, el de la víspera resuelve en una especie de desigualdad social: al final,
que perpetúa por el señor es siempre emisor, el siervo es siempre
la leyenda recep-
la tarde, porque ha embalsamado para siem-
tor. Pero a la mañana siguiente, como todos los días, des-
pre sus cuerpos jóvenes, porque su amor no llegó a te-
ner historia. Generalmente,
sin embargo, los tie- ayunarán juntos. «Puso el café en la taza. Puso la leche
amores el café
el azúcar
historia, la larga historia de el Sr. Ro- en la taza de café. Puso en con leche». Y
nen amor entre el resto es silencio.
driguez y la Sra. de Rodriguez. Y generalmente, en la
historia de dos seres humanos, uno de los dos suele Hay un momento en la vida en que las palabras hu-
el
otro menos. No querría que se entendie- manas revelan súbitamente su radicał insuficiencia. Por
amar más y
ra esto como un juicio moral; digamos, más exactamen- una parte, son como gritos afónicos, venidos a menos,
te, que cada incapaces de expresar el furor, el júbilo o la desespera-
uno de ellos ama a su manera, Lo que ocu-
es que tal situación a le satisface y al ción de nuestro ser. Tan bastas, por otra parte, tan pri-
rre uno otro no,
y otro tienen diferentes expectativas, distin- mitivas y groseras, para llegar a perfilar con mediana
porque uno dos
exactitud un pensamiento, para distinguir entre
tos grados de necesidad. Y, automáticamente, de este
desnivel va a surgir una relación entre señor y siervo, la sentimientos, para formular los diez matices del hastío.
doble polaridad de sujeto y objeto, por muy dulcificada,
y sublimada, e inculpable que se quiera. ¿Qué culpa tie-
de ser como es, de poseer esa constitución mental,
II
ne él
la cual tiende siempre a observar y evaluar todo, a Porque la cuestión que se plantea no es ya sobre el
por
transformarlo todo en objeto? Observa siempre, observa usoadecuado o inadecuado del instrumento, sino sobre
sin participar, participa sin abandonarse. Su inteligencia el instrumento mismo. Es un proceso contra el lenguaje,
contra los hablantes.
predomina, jamás se inhibe, lo comprende y abarca no Al ser traducido en palabras, todo pensamiento se en-
todo, incluso e amor que entonces está viviendo. ¿Y
l
cómo lo puede vivir desde dentro si lo abarca? La otra fría, seempobrece. Conviene advertir que esta degrada-
ción va precedida de otra, cuando se convirtió en pensa-
persona no dejará de intuir ese involuntario desdobla-
miento, ese círculo concéntrico mayor dentro del cual miento lo que en principio era intuición o vivencia, en el
ella se siente comprendida, es decir, objeto de compren- momento en que éstas fueron conceptualizadas: desgra-
sión. He aquí una asimetría que se pondrá inmediata- ciadamente, el pensamiento posee ya la estructura re-
ductora del lenguaje. Observen cómo una vivencia amo-
mente de manifiesto en el desajuste de sus lenguajes. A
rosa es siempre más rica que cualquier especulación so-
196
197
bre el amor; cómo la sensación de culpa que a veces nos Pero, por otra parte, si empleo un lenguaje singular
sobrecoge, es mucho más profunda que cualquier pen- para expresar estos hechos singulares, ¿cómo podría
samiento acerca de nuestra responsabilidad; cómo los comunicarme, cómo podría hacerme entender?
sentimientos de gratitud o de gozo que embargan a un Cuando el destinatario es muy concreto y familiar, tal
alma que se sabe redimida, son superiores a sus propias vez recurrimos a palabras nuevas, inventamos nuevos
ideas, en torno al misterio de salvación. Pues bien, to- términos; éstos, sin embargo, constituyen un código
y a la vez
das estas ideas y pensamientos habrán de sufrir una muy limitado superfluo, una cłave entre dos
nueva y mayor restricción cuando se conviertan en –se personas cuya intimidad viene así reconocida más que
reduzcan palabras. Hay como una depauperación expresada, esa sensación de alianza que tales palabras
a-
progresiva y fatal. No sólo Dios, sino también cualquiera producen frente a un mundo ancho y ajeno. Recursos
de sus criaturas, verius cogitatur quam dicitur et verius est de muy corto alcance. ¿Cómo ampliar el radio de mis
quam cogitatur. oyentes sin traicionar la verdad de mis pensamientos?
una experiencia penosa, descorazonadora,
Es que Surge así una inevitable tensión entre la necesidad de
hemos sufrido todos alguna vez. Cada uno, claro está, decir algo personal y la necesidad de acudir a un léxico
percibe mejor aquella deficiencia del lenguaje que más de validez general. De un lado, nuestra tendencia a usar
un lenguaje más subjetivo, por más ajustado a lo que
contraría sus pretensiones. Los enamorados se lamen-
el
tan de que las palabras les resultan insuficientes para queremos decir; de otro lado, la prohibición de volar
declarar su pasión; protestan contra un lenguaje tan puente. Por fuerza ha de quedar siempre un residuo
átono, uniforme e impersonal. El filósofo lo encuentra inefable, un margen que se pierde en ese largo camino
demasiado equívoco y concreto. Al poeta, en cambio, le del cerebro a los labios. Un idioma exhaustivo resulta tan
parecerá demasiado abstracto, inflexible y pálido. El imposible como un idioma personal: porque uno y otro
científico lo querría más riguroso, y el sofista, más am- son la misma cosa, la misma utopía.
biguo. El pedagogo echa de menos un lenguaje más No obstante, podemos seguir puliendo incansable-
claro y el místico anhela otro más oscuro. Ante una mente nuestras modestas hachas de sílex. Por ejemplo,
situación límite, ante una muerte un
en un texto escrito entrecomillamos alguna que otra

o
a
grave injusti-
cia, el
creyente se avergüenza de lo que dice, porque palabra; es como un guiño al lector, la tenue diferencia
comprende que sus palabras de fe no están a la altura consabida entre digo y Diego. Utilizaremos también los
de la situación. el
puntos suspensivos, que parecen dejar inconcluso
Dante lo resumió así por todos: Oh quanto è corto il párrafo, y resonante. El subrayado, la cursiva, las
ver-
dire (Paraíso 33,121). sales, todos esos notables perfeccionamientos del neolí-

He aquí una queja tan frecuente, que ha pasado a tico. Y los signos de exclamación, que intentan trans-
s mitir al papel lo que verbalmente es énfasis añadido a
«No
tic de la conversación:
ser una muletilla, un é alte-
la
voz intensificando
-o
palabra, modulación de
cómo decirte», «En fin, tú ya me entiendes», «No me
la
expreso bien», «Me faltan las palabras». Es lógico e ine- rando- el significado de la frase.
vitable. Pues nunca podrá darse una coincidencia per-
fecta entre la experiencia, que es personal, y su signo En
efecto, la voz puede tener más importancia que
linguístico, que es universal. ¿Cómo transmitir con pa- palabra, el cómo se dice puede ser más elocuente que lo
labras generales hechos que son únicos? que se dice.

198 199
Según el psicólogo Albert Mehrabian, el valor signifi- constituyen, por otra parte, el tejido y marco dentro del
cativo de los vocablos es harto limitado: a ellos sólo co- cual adquiere un determinado sentido lo que decimos
rresponde un 7 por 100 del mensaje que comunicamos en un determinado momento. No debe olvidarse que,
al hablar. El 38 por 100 corresponde a la entonación y además del lenguaje propiamente dicho, que es privati-
de hombre, continúan
modulación de la voz. Y el resto, el 55 por 100, es obra
de todos los otros elementos expresivos que colaboran
vo l
presentes en nosotros, toda-
vía más o menos en activo, ciertos canales y formas de
en la emisión del mensaje: la mirada,
las
manos, el ros- comunicación comunes a otras especies, filogenética-
tro, el cuerpo entero del que habla. mente muy antiguos, pero válidos aún en parte.
He aquí, pues, cómo la voz, mero vehículo de la pala- De donde se deduce que la comunicación entre perso-
bra, resulta ser muy superior a ésta en punto a eficacia nas se establece por encima o por debajo del lenguaje,
comunicativa. El tono, el volumen, el timbre, el campo incluso a pesar de él, incluso contra él. No sería ninguna
de entonación y los registros tonales, las pausas y acele- broma esa conclusión a que han llegado algunos antro-
raciones, la duración de cada sílaba. No sé qué célebre pólogos lo bastante expertos también en zoología: las
a palabras son el sistema de comunicación a que recurre
actor de teatro se dedicó trabajar a fondo una frase
simple noche, empeñado el hombre cuando le fallan todos los demás.
tan como Esta en explotar todas
sus posibilidades; pues bien, logró dar a esas dos pala-
bras, en una cinta grabadora, cincuenta flexiones de voz
distintas, expresando así otros tantos matices diferentes. Pero todos somos cocineros a la vez que frailes, recep-
Junto al plano conceptual del lenguaje, existe un plano tores a la vez que emisores.
fonético de importancia decisiva. Por mi parte, confieso La insuficiencia del lenguaje no es sólo un hecho cier-
que tolero muy mal
las películas dobladas. Me acuerdo
to, sino también un hecho experimentado por todos. Y
de Renoir: «En cine, el diálogo es una parte del sonido». entonces, ¿qué ocurre? Puesto que ya sabemos todos
Y el sonido quizá no sea más que un acompañamien- que
las palabras dicen
menos de lo que con ellas quere-
de la
imagen, en el cine y en la vida. Pues, con arre- decir, cabe afirmar
que contienen un trasfondo, un
to
mos
glo a los porcentajes arriba citados, viene a ser mucho plus, una carga de sentido superior a la que oficialmen-
los elementos
mayor la capacidad expresiva de no ver- te declaran. Habría, pues, en el lenguaje como un se-
bales. Resulta así que la faceta visible de un mensaje gundo nivel, una mayor significación virtual. Aquí radi-
oral posee mayor elocuencia que su faceta audible. De ca la posibilidad del «comentario». Comentar es ir expli-
está
tan importante ver la cara de quien nos
ahí
qu sea cando lo que un texto guarda en sus capas más profun-
e
habłando. Se han llegado a registrar, como anatómica- das. No se trata de atribuir
nuevos sentidos a la palabra,
mente posibles, hasta mil expresiones faciales, mil movi- sino de revelar lo que en ella estaba latente o de desa-
mientos de los músculos del rostro, capaces de otorgar a rrollar lo que en ella era germinal. Podría así decirse
las palabras otras tantas variantes de sentido. Añádase a
que toda palabra rebasa su propia letra. Entre el signifi-
ello todo lo que puede comunicar el resto del cuerpo, cante y el significado no hay nunca un ajuste perfecto y
desde la mímica de las manos hasta la forma de cruzar definitivo. Por el contrario, se da un superávit del signi-
las piernas. Y algo más. Añádase, sobre todo, el conjun- ficado sobre el significante, la paradoja de un contenido
to de señales subliminales que se emiten, y se reciben, y
son interpretadas a nivel no consciente; .señales que
mayor que su continente. El significado desborda los lí-
mites de la palabra; pero ésta, aunque sca incapaz de ex-

200 201
presar dicho excedente, sigue aludiendo a él. Y, cuando léxico. Pobreza y también sobreabundancia, porque fre-
esto se sabe, sabemos ya que lo inexpresable está dicho, ésta
cuentemente no nos sirve para precisar mejor, sino
indeciblemente, en lo expresado. Por eso, la palabra es todo lo contrario. Cuando Umberto Eco estaba redac-
una fuente que siempre mana: que puede ser comenta- tando A theory of Semiotics para la Indiana University
da indefinidamente. Press, advirtió cómo sus carencias léxicas y sintácticas en
De acuerdo, el lenguaje se queda corto, y los oyentes, un idioma que no era el suyo, le permitían ser más ce-
de modo automático, le conceden aquella extensión de ñido, más exacto, atenido exclusivamente a unos pocos
sentido que necesita. Esta extensión o incremento ha ve-
términos que repetía sin cesar y sin sonrojo; así decía
nido a
ser un valor convenido, añadido al valor contan- nada más lo que quería decir y el lenguaje dice
no lo que
te y sonante del signo. En definitiva, puesto que todo sí solo
a veces
por imponiéndose a quien lo escribe.
signo es convencional, no hay dificultad en que lo sea
Las palabras expresan más de lo debido o menos de lo
doblemente: acordamos, en una segunda fase, que el necesario. ¿Cómo sabremos cuándo hay que sumar y
kilo equivalga a mil doscientos gramos.
cuándo hay que restar?
Pero ¿acaso se remedia así
la situación? ¿Hemos otor-
gado a las palabras el suplemento de significado que re-
querían, o más bien hemos introducido en ellas un peli- En toda comunicación hay un código de señales, que per-
grosísimo elemento de ambigüedad? Ahora resulta que al emisor transcribir su mensaje, y
mite un descifra-
expresan, simultáneamente, más y menos, menos y más, miento posterior de éste a cargo del receptor. Para que
de lo sí mismas
que por enuncian. He ahí el problema. el mensaje sea interpretado fielmente, es necesario que
«Experiencias» pasa así a significar «amargas experien-
cias, «Promesas», igual a «falsas su codificación y su descodificación se efectúen con
promesas». arreglo a un mismo código. Ahora bien, emisor y recep-
Y palabras, igual a vanas palabras.
«Pase, está usted si el visi- tor, ¿poseen siempre el mismo código? La palabra pro-
en su casa». ¿Qué ocurriría nunciada por aquél, ¿es entendida por éste correcta-
tante tomara esta frase al pie de la letra? A menudo las mente, es decir, en el sentido preciso que aquél le dio?
palabras dicen menos de lo que deberían decir, a veces
Según Montaigne, toda palabra pertenece por igual, mi-
dicen mucho más de lo justo. En ocasiones, las palabras tad y mitad, al que habla y al que escucha. ¿Coinciden
nos traicionan; frecuentemente, las traicionamos noso- siempre realmente ambas mitades?
tros a ellas. El pecado de inexactitud es constante por El peligro de desajuste, de desencuentro, se hace evi-
exceso o por defecto, y constante también el peligro de dente și recordamos que la insuficiencia natural del len-
tergiversación. La realidad está ahí, los objetos, los sen- guaje nos obliga siempre a sobrentender más allá de la
timientos, las situaciones, todo eso que tiene unos lími-
que, pura letra. He aquí, pues, la misma pregunta, pero agra-
tes estrictos,
un contorno minucioso; pero sucede vada: ese plus sobrentendido por el oyente, ¿coincide
al de
querer dar cuenta ello, nuestras palabras «redon- conaquel superávit que el hablante sentía y no pudo ex-
dean» ilusoriamente la realidad, según la célebre acusa-
presar?
ción, igual que solemos redondear una suma, despre-
Amenudo, los sobrentendidos se transforman en mal-
ciando los decimales. A esta fraudulenta operación per-
entendidos.
tenece todo cuanto en el lenguaje es vaguedad, negligen- Ardua operación la de descodificar. Porque no se tra-
cia, confusión, falsos sinónimos,
anfibología, pobreza de ta sólo de interpretar con acierto lo que se nos dijo, sino

202
203
palabra, basta sobrentender esto o lo otro en cada una
también lo que fue imposible decir. Esta exégesis de lo
de las palabras. Decimos que la discusión suele ser un
entredicho resulta muy arriesgada, y sus posibles erro-
diálogo en el que se introdujo algún malentendido.
res no podrán ser subsanados, puesto que no existe
un Creo que no, creo que es en las discusiones donde preci-
texto al cual remitirse (éste sería, justamente, el margen
samente, paradójicamente, acostumbra haber mayor
que falta al texto que poseemos). ¿Sobrentiende él en lo coincidencia («Francisco I y yo -decía Carlos
que me dice lo mismo que yo sobrentiendo en lo que es- totalmente de acuerdo: los dos
V-
esta-
Milán»).
cucho? Los riesgos se duplican cuando el mensaje obtie-
mos queremos
Lo más melancólico es ese otro diálogo que consiste en
ne respuesta, ya que ésta implica otro sobrentendido y, yuxtaposición de discursos paralelos. Cada uno va
lo una
por tanto, otra posibilidad de malentendido. «¿Vas a los dos
pescar?» «No, voy a pescar». «jAh, creía que ibas a pes- por una orilla; no hay puentes; avanzan, pero

car». Los resultados finales pueden ser sumamente lú-


nunca se encuentran, salvo, quizá,
las paralelas: allí donde se encuen-
la abstracción
tran todas en el infinito, en
gubres. A veces el equívoco se hace manifiesto y parece el
la ex-
total o en común reconocimiento de esa ambigüedad
reparable, otras veces no.De repente se nos revela inherente a cualquier palabra humana.
trema dificultad de todo diálogo. Digo que diría lo que El lenguaje no es sólo el principal medio de comuni-
debería decir si dijera lo que digo diciendo lo que no cación, sino también el modo más frecuente de falsear-
digo. la. Ya dije la verdad,
que todo cuanto sirve para decir
¡Oh! no se trata, por supuesto, de mala voluntad. Lo sirve para mentir; asimismo, lo que sirve para entender-
que ocurre es que así como hace falta saber qué quiere nos, sirve, igualmente, para todos los malentendidos.
decir el individuo que habla, así también es igualmente
¿No sería posible otro tipo de lenguaje, un lenguaje
necesario e igualmente difícil saber qué quiere oir el in-
totalmente nítido, perfectamente inequívoco?
dividuo que escucha. Insisto, no se trata de mala volun-
tad o de mala disposición para el diálogo. Es que existen
en nuestra alma, igual que en nuestros oídos, como
Si
las ciencias matemáticas se hallan hoy en tal alto
unos filtros que sólo permiten la entrada de una banda de desarrollo, sin duda
grado que ha sido porque supie-
muy estrecha de sonidos; filtros que originan una espe-
cie de sordera inconsciente, ron usar un código de signos adecuado y riguroso. Con-
que es, como todas, sordera dillac llega a afirmar que una ciencia no es sino una len-
selectiva.
gua bien hecha. La numeración arábiga permitió un
«El gato se ha bebido la sopa de Alicia». Todos hemos
hecho alguna vez esta divertida experiencia de ir trans-
paso adelante gigantesco. ¿Cómo,
si
no, multiplicar CLI

mitiendo en cadena una frase. Al cabo de diez eslabo- por XXVII? El progreso fue y sigue siendo posible gra-
cias a la utilización de
nes, el mensaje conserva solamente una cierta fidelidad
un lenguaje idóneo en cada caso.
Un lenguaje cabal y escueto en cuya significación con-
fonética: «El pato se ha subido a la copa con pericia».
cuerdan todos aquellos que lo emplean. Si en otras ma-
Pero pongámonos en el caso óptimo, en el caso ideal,
terias o disciplinas política, por ejemplo- no ha
cuando la fidelidad es literal y completa; el gato sigue -en
si
se encuentran estancadas o gi
habido tal desarrollo,
siendo gato y Alicia sigue siendo Alicia; ¿se habrá man- -
rando en redondo desde hace milenios, ¿no habrá sido
tenido por eso el mensaje en su pureza primitiva? Pien- la carencia de
por un leguaje científico, de un código
so que toda repetición, por fiel que parezca, es siempre preciso, severo universal?
una traducción. Basta poner el énfasis en esta o aquella
205
204
Uno se pregunta si no sería posible hacer extensivo modificaciones innumerables; se añadió nuevos pi-
les
ese género de lenguaje altamente formalizado a todos sos, se abrieron corredores, se levantaron algunos tabi-
los sectores yniveles de la vida. Y la
respuesta es, sin re- ques. La única operación hoy posible es fijar, limpiar y,
medio, negativa. Ciertamente, ya se ha ensayado una se- tal vez, dar esplendor.
mántica «fisicalista» para hablar de los sentimientos hu-
El lenguaje estaba ahí, lo estuvo siempre. A la lin-
manos, convirtiendo eso tan fluido y misterioso que es güística incumbe simplemente estudiarlo. Qué duda
el o la ira, o el desprecio, al-
amor, en simples estados y cabe que la lingüística es una ciencia, pero en un senti-
teraciones del sistema nervioso. Como era de prever, los do muy peculiar. No es una ciencia apriorística, sino na-
resultados fueron, más bien, desalentadores; no sólo tural, igual que la zoología: estudia y clasifica unas espe-
porque lo más fluido y misterioso de esas realidades si- cies que preexistían y que no dependen de ella. Los ti-
gue siendo inasible (algo así como querer describir en las panteras, los leopardos. Y, asimismo, la palabra
gres,
grados térmicos la tibieza de un regazo maternal), sino, «tigre», «pantera» o «leopardo».
sobre todo, porque los gastos resultan muy superiores a
los beneficios. Quiero decir que
lo
que se gana en preci-
sión, pierde en eficacia; aumenta enormemente el III
se

costo de la descodificación y disminuye, en la misma


medida, el área social de su aplicación. Ninguna traducción es enteramente fiel, desde luego.
Utopías nunca han faltado. A, animal; ab, mamífero; Y, menos que ninguna otra, la llamada traducción lite-
abo, carnívoro; aboj, felino... He aquí un hipotético idio- ral: se trataría de uno de tantos casos en que la letra
ma totalmente racional, uno de tantos con los que Bor- mata.
ges sueña, se fatiga y se burla. Totalmente racional y Existe la perfección como ideal, pero nada más. Se
completamente imposible. La utopía por su reverso, se puede traducir tigre al inglés o al árabe, pero nada más.
,
llama ucronía. ¿Qué habría sucedido si los primeros po-
bladores se hubiesen propuesto crear un lenguaje seme-
Lo mismo que dije de los sentimientos, aquí también lo
más fluido y misterioso, que resulta ser lo más decisivo,
jante? Es completamente absurdo pensar que alguien es siempre inaprensible: no hay diccionarios bilingües
sabe qué es
un felino, un carnívoro, un mamífero, antes de metáforas. Lo mejor del texto original se pierde casi
de saber qué es un tigre. siempre. Leer un texto traducido, es leerlo con las diop-
El lenguaje fue anterior a toda racionalización. Desde trías del traductor.
siempre estuvo ahí, heredado, geológico, inevitable. Es muy raro
el traductor capaz de hacer el trasplante
los
Sólo cabe ir ampliándolo y mejorándolo como se pueda. de
una lengua aotra, el que no se limita a sustituir
Sabemos que se trata de una vieja ciudad que estaba ya significantes, sino que efectúa una cuidadosa transposi-
construida cuando en ella nacimos, cuando nació cada ción de los significados; el traductor que si se trata de
sino ha-
un texto antiguo, no pretende modernizarlo,
le-
uno de nuestros antepasados. Una ciudad que fue
vantándose poco a poco, siglo tras siglo. Su núcleo ini- cerlo transparente a los lectores de otro tiempo y otro

cial data de tiempos inmemoriales, son edificios antiquí- casi ley de


idioma. No es
una calumnia, es una grave-
simos, irregulares y laberínticos; sus barrios periféricos dad: traduttore, traditore. Traición inevitable cuando se
fueron trazados ya con más lógica. Pero además ocurre empieza traicionando la verdadera naturaleza del len-
que
las casas del
centro han ido sufriendo con el tiempo guaje, concibiendo las ideas como almas y las palabras

206 207
como cuerpos, y, por consiguiente, cada frase como la muy dispar; y cada uno de ellos, sobre todo, provoca
es
expresión corporal y temporal de un ente autónomo y una asociación mental diferente. No lo mismo econó-
mico barato, enflaquecer.
Pues bien, es-
eterno; nada más lógico entonces que pretender suscitar que adelgazar que
una migración de significaciones, una metempsicosis tas mismas diferencias, aumentadas, solapadas, más su-
las significa-
prodigiosa. ¡Ay, los prodigios humanos, los juegos de tiles, incontrolables, se dan siempre entre
manos! Es muy difícil que el traductor sea consciente, a ciones que dos personas otorgan a una misma palabra.
de la modestia y la grandeza de su misión. está descrito y de-
la vez, teología, Ciertamente, en el diccionario todo
La por ejemplo, ha acabado reconociendo finido, y, teóricamente, existiría un código al cual remi-
que existe un desajuste irremediable entre el ruah he- tirse en cada caso. Pero el diccionario, o bien es como
breo, el pneuma griego y lo que nosotros denominamos
un círculo vicioso, donde cada término se explica por
espíritu. El significado pleno de los profetas de Israel y
otro término, y éste, en definitiva, por el primero, o
de San Pablo resulta ya irrecuperable bien empareja como cosas idénticas aquellas que sólo
para nosotros.
Han pasado muchos siglos, por supuesto. Pero no es son afines, produciéndose así un constante deslizamien-
sólo cuestión de historia, sino también de geografía. de voces contiguas que se desplazan, que invaden
¿Qué tiene que ver nuestro espíritu con el esprit francés?
De una misma palabra original, el successus latino, proce-
to
otro campo, que son engullidas por otras voces, palabras
movedizas en las que no podemos hacer pie. En suma,
de el succès francés, que significa éxito, y nuestro suceso, es tautología, ambigüedad.
loElquelenguaje,
es
no
casi lo contrario,
que significa un suceso desgraciado, además, cambia. Cambia porque sin cesar
como se echa de ver en las «páginas de sucesos». No es términos y abandona otros -una
incorpora nuevos
extraño, pues, que en los libros actuales de cierto rigor cuerda que se trenza por un cabo por el otro se
y des-

nosencontremos, cada vez más frecuentemente, con pa- trenza-, lo mismo que todo ser vivo, sometido a
un
labras en cursiva, que se citan en el idioma original, por- constante proceso de asimilación y desasimilación. Sólo
que el traductor reconoció que eran intraducibles en su las llamadas lenguas muertas
permanecen inalterables.
total pureza o plenitud. Y sólo sus diccionarios resultan permanentemente váli-
Pues bien, en cierta medida, podríamos decir eso mis- dos, porque en ellos las palabras están ya inertes y em-

mo
d muchas palabras
dentro del propio idioma, ya balsamadas. En las lenguas muertas todo está fijado y es
e
que hasta cierto punto cada hablante usa un idioma dis- inmodificable. Por eso, Vendryès las definía diciendo
tinto. Quiero decir que si hay tantos vocablos que en está permitido
que son aquellas lenguas en que ya no
el las
una y otra lengua no se corresponden del todo, también cometer faltas. Por contrario, lenguas en uso expe-
existen en cada lengua muchos términos que en rimentan constantes mudanzas precisamente porque sus
uno y
otro hablante sólo coinciden parcialmente. Toda pala- leyes son quebrantadas a diario, y estas transgresiones,
bra arrastra consigo una estela de connotaciones, reso- cuando generalizan, se convierten en nuevas leyes, a
se
nancias, sedimentos, nunca los mismos en la mente de vez también vulnerables y vulneradas. (Podría decir-
esta y aquella persona. A nivel general, ya se sabe
su
que seque el estilo de un autor consiste en ciertas desviacio-
no existen términos totalmente sinónimos: cada uno de nes o distorsiones afortunadas que él impone al patrón
ellos proviene de un tronco distinto, que sigue comuni- académico, a la costumbre vigente, a las significaciones
cando savia distinta; cada uno de ellos está emparenta- establecidas.) De este modo, las lenguas cambian
do, etimológicamente, con otras voces de contenido sólo porque su vocabulario se
renueva, sino también, y

208 209

14.-Palabras son amores


sobre todo, porque cambia el significado de las palabras En el contenido de toda comunicación hay dos ele-
ya existentes. La semántica estudia estos procesOs, que mentos: una parte que era ya conocida, llamada por eso
son muy varios, que pueden ser de reducción o de dila- «redundancia», y otra parte que el receptor ignoraba, y

o
tación, de envilecimiento d Si
ennoblecimiento: en su que constituye la «información» estrictamente dicha.
pedante e
origen, fue el maestro, el que enseña; canciller falta ésta, no se comunica nada nuevo, no existe propia-
fue el que guardaba la cancela, el portero. Pero éstos
mente comunicación. Pero si faltara el primer compo-
los ejemplos
son que siempre se citan; ejemplos de libro, nente,
si
no hubiera un fondo consabido, tampoco po-
los más llamativos y evidentes, los más inocuos. Lo ver-
dría darse comunicación alguna, pues no entendería-
daderamente inquietante es el proceso larvado, la ero- mos nada; algo así
como una ecuación de tercer grado
sión imperceptible, actual, de las palabras, esa historia propuesta a quien no sabe siquiera sumar. La redun-
aún no registrada. Las palabras cambian de sentido, y dancia es el peldaño donde nos apoyamos para alcanzar
cambian insensiblemente,
porque cada día reciben y una nueva altura.
provocan nuevas influencias. Siempre que se establece un diálogo, éste presupone
Y he aquí lo más grave de todo, una nueva ambigüe-
dad que se suma al carácter esencialmente ambiguo del
la posesión solidaria del universo del discurso por parte
de los dialogantes. Pero įse trata verdaderamente de un
lenguaje: a menudo, los participantes en el diálogo se universo compartido, de unos conceptos que poseen la
hallan en distintos niveles históricos. misma significación para todos? Para averiguarlo habría
Hay, sin embargo, otra cosa más grave, y es que tal que dar marcha atrás, retroceder hasta encontrar un
cosa no se sepa. Que la gente crea que usa un idioma vocabulario común desde el cual poder avanzar seguros.
«común», el idioma que todos manejan, adjudicando a Dospersonas están hablando de democracia. Sus opi-
Dos
cada palabra el mismo significado. Creen, pues, que se niones son divergentes; tan distintas, que en un mo-
entienden mientras no surge un malentendido notorio. mento dado se preguntan
si
ambos estarán tratando de
Sin duda, esto es lo más lamentable: no el que dos inter-
locutores acaben sin entenderse, sino que piensen que
la misma cosa o no. Efectivamente, hablaban de cosas
muy distintas. Aclarado este punto, parece que la con-
se han entendido perfectamente. Si no se descubre el versación puede seguir adelante sin equívocos. Mas he
mal, no hay posibilidad de atajarlo. Cuando un español tiempo surgen de nuevo las
aquí qu al cabo de poco
sabe de inglés la palabra outlaw, hoopoe o e
que nada oye dudas: cuando uno y otro emplean la palabra derecho, la
needle,
no comprende absolutamente nada y pide expli- cual formaba parte de las dos definiciones que uno y
caciones, aunque sean mímicas; si constipated, los dos lo mis-
sensible, actually, conductor,
pero, oye otro dieron de la democracia, ¿entienden
fácilmente atribuirá a tales mo? Es necesario, pues, ensayar una definición de dere-
términos el significado que tienen sus parónimos caste- cho para comprobar si hay o no acuerdo... Etcétera.
llanos: creerá que ha entendido lo que se le decía, no in- Muchas veces se trata de simples palabras, cuestión de
dagará más, y sufrirá una gran equivocación. Suceden palabras. Y resulta desolador pensar que gran parte de
cosas así. No todos los interlocutores saben que, cuando los conflictos que sacuden a la humanidad están motiva-
se dice de alguien que es muy entendido en toros, se dos por palabras, no por los objetos designados con tales
dice algo completamente distinto de lo que palabras. ¿Son galgos o podencos? Lo más grotesco es
queremos
expresar cuando decimos
que otra dis-
que ambos interlocutores entienden lo mismo bajo
persona es
muy en-
tendida en vacas. tintas denominaciones. Otras veces ocurre al revés: en-

210 211
tienden la palabra democracia de dos maneras distintas,
¿no?; el tren se retrasa demasiado; dentro de cien
dan a la palabra derecho dos acepciones diversas. Los
años, todos calvos. Existe un grado ínfimo del lenguaje,
lingüistas llaman metalenguaje al lenguaje que ellos
que casi no es ya proposicional, que tiene un carácter
usan para dar explicaciones previas; no ya para hablar más bien autoexpresivo y sólo eventualmente indicati-
del lenguaje, sino para hablar de cómo han de hablar
sobre el lenguaje. Parece que el metalenguaje es necesa- vo,el mismo fenómeno que se da también en otras es-
pecies: un animal expresa un estado emocional que re-
rio a todo individuo que acomete en serio la gran aven- los otros miembros de la
democracia, suena por connaturalidad en
tura de dialogar con otro. Entiendo por en- colonia. Este sol de noviembre es agradable; mañana,
tiendo por derecho, entiendo por entender... Hay que ir
viernes; la vida es así. Son como juegos de palabras,
desandando el camino, deshaciendo lo que se hizo mal. son ingenuas pero eficaces artimañas que sirven para
¿Hasta dónde habrá que remontarse?
evitar el horror del vacio. S habla para huir de la sole-
Las sucesivas dilucidaciones sólo retrotraen el proble- e
dad, buscando compañía. Nada mejor que una compa-
sig-
ma, pues cada vez que pretendemos determinar un
nificado, aparecen determinaciones con significados dis- ñía discretamente locuaz, «El amor es conversación».
Todavía no sé bien si esta frase de Aldous Huxley signi-
tintos. El codificar y descodificar resulta así una tarea
fica un elogio de la conversación o un vilipendio del
sin fin, una marcha circular, tejer y destejer, una labor
amor.
tan agotadora como inagotable, la vana persecución de
Aquiles tras la tortuga. Todo diálogo mínimamente cui-
dadoso se convierte en un comentario infinito: aclarar
cada palabra con ayuda de otra, la cual a su vez habrá de
como quitar el
ser aclarada con ayuda de una tercera. És
polvo con un plumero; el polvo que estaba sobre la mesa
deposita ahora en la silla.
se

Pero ¿habremos de ser tan radicales y acabar decre-


tando la perfecta inutilidad del lenguaje? Depende de
cuál sea el objetivo que le asignemos. Se habla para co-
municar algo a alguien, yentonces sí, entonces es cuan-
do existen grandes probabilidades de que nuestra pre-
tensión quede fallida. Pero se habla también con otros
propósitos; se habla para llenar el tiempo, para obtener
una cátedra de Semiología, para hacer ejercicios de vo-
calización, para no parecer descorteses cuando nos pre-
ha-
guntan algo, para enseñar a hablar a los niños; y se
bla también por hablar. San Agustín confesó que habla-
ba de las tres
personas de la Trinidad «no para decir
algo, sino para no callar» (De Trin. V 9). Mal tiempo,

212
213
CAPITULO V

OH QUANTO E CORTO IL DIRE

Por supuesto, la realidad total del mundo se nos esca-


el poder de captación de
pa: sobrepasa nuestro lenguaje
casi tanto como el poder de retención de nuestras
manos.
Pruebe usted a meter el universo en un diccionario.
Cada palabra es un trazo, un barrote que a lo largo de
en su herrería.
los siglos han ido forjando los hombres

Jamás tendremos suficientes barrotes para construir el


enrejado. A este lado está el cosmos; más allá, el caos, lo
que nosotros llamamos caos, aquella zona que descono-
que no ha sido aún colonizada por
la el lenguaje.
cemos,
Y de esta parte se halla el
cosmos, nuestro cosmos hu-
tan estrecho, y amansado, y restringido como la
mano,
las palabras humanas. Lentamente, las palabras
suma de
los objetos a medida
van nombrando que éstos aparecen
en nuestro horizonte. Ellas marchan siempre rezagadas,
el bautismo tiene lugar mucho tiempo después del naci-

miento. Lo real excede a lo que podemos percibir, y esto


a lo que podemos expresar. La realidad envuelve siem-
éste
pre al lenguaje, no puede abarcarla.
cad fa-
Pero además esos objetos, cada fragmento
o
ceta de la realidad total, siguen siendo también inasibles
a

en su mayor parte. No sólo los seres más elevados, no


sólo las experiencias más sublimes, el ser de Dios o un
éxtasis amoroso, sino también lo más trivial y el dolor
de muelas. Intente usted describir este sabor, este soni-
do, este color concreto.

215
Lo concreto es inefable. Las palabras son siempre abs- amplitud y energía, los delgados canales de asimilación
tracciones. He ahí la grandeza y miseria del hombre, he que el lenguaje ha interpuesto. Cada idioma incluso es
siste-
ahí como una retícula, impone al hablante un cuadro
s
u
mayor obra, tan equívoca. El hombre empieza to-
mando contacto con las cosas, con este objeto que pri- mático de formas que vuelve a filtrar lo que ya filtraron
los receptores sensoriales. La palabra sustancia la ima-
mero aprenderá a llamar Tom y después perro. Más
tarde sabrá qué cosa son los mamíferos, los vertebrados. gen y la extenúa más y más.

Al final nos satisfacemos con palabras. Propiamente,


El progreso humano consiste en esta abstracción pro-
gresiva. El grado de abstracción viene determinado por nombrar es casi siempre nombrar algo que no está aquí
la
(nomen igual a no-man), pero en seguida el nombre pasa
mayor o menor dificultad en formarnos una repre-
sentación mental de lo que nombramos: imagínese us- a ocupar el lugar de lo nombrado y finge su presencia.
ted sucesivamente
un pointer, un perro, un mamífero, La utilidad que el lenguaje nos reporta, permitiéndonos
un vertebrado... ¿Cómo imaginar
el «reino animal» o la aludir a lo que está lejos o que ya desapareció, se ve con-
«naturaleza»? La imagen se disuelve en concepto, la ima- trarrestada por el peligro de hacernos creer que las pa-
gen palidece hasta fundirse en blanco. labras equivalen a aquello que designan. En lugar de re-
Cada abstracción supone un creciente alejamiento de mitirnos a las cosas, las palabras vienen a reemplazarlas.
la realidad, un empobrecimiento mayor. En cierto Aprender a utilizar el lenguaje es ir olvidándonos de
modo, la inteligencia se desarrolla a expensas de la per- cómo tratar las cosas. La física se convierte en metafísi-
cepción y de la vida, a costa de su intensidad. Al final, ca; la metafísica, en nominalismo; el conocimiento de la
ella llega a construir su propio mundo en contraposición realidad, en análisis del conocimiento; y el Arbol del
al mundo real; Conocimiento, en un simple grabado de botánica, géne-
un mundo perfectamente manejable en
es subjetivo yhecho de plastilina. Es lo malus, especie acerba. La
la medida en que ro pyrus, subgénero manzana
que ocurre cuando alguien ha sustituido a Dios por acaba siendo tan sólo una palabra trisílaba.
«Dios». Cosas
tan enormes como el Atlántico o el prole- Todo método humano para captar la realidad o apro-
tariado quedan así reducidas a una postal de La Guar- ximarse a ella es siempre reductor, porque es antropo-
dia y a una cita de Marx. No huele a rosas, sino a agua mórfico. Pero la palabra es doblemente reductora. El
homo loquax coincide homo symbolicus:
de colonia de rosas. Recuerdo una infame guía turística con el un hombre
del Roman Holiday: «Aquí ven ustedes los lugares au- que no sólo es capaz de inventar símbolos y sistemas de
ténticos donde se filmó Espartaco». símbolos, sino capaz también de vivir de símbolos, de
alimentarse de papeles donde está escrita la palabra pan
o legumbre
.
Porque las palabras la realidad, sólo la
Ya la realidad no llega a nosotros como es, sino inter- no expresan
significan. La alegría se expresa en los
pretada. ojos,en el rostro,
Quizá sea lo de menos esa primera aduana, esa criba en el porte de una persona. La palabra alegría, en cam-
elemental de nuestros sentidos, que sólo dejan pasar bio, no expresa nada; sólo la manera de pronunciarla

una cantidad muy reducida de mundo. las Lo grave es el varía en boca de alguien que está alegre y de otro que
filtro que en nosotros han ido armando palabras, el está triste, la misma diferencia
que se daría en la pro-
filtro través del cual
a se destila una mínima parte de lo nunciación de automóvil.
que hubieran podido captar
los sentidos en su natural Nuestro lenguaje es simbólico; pero ni siquiera natu-

216 217
ral en cuanto simbólico, sino convencional, dependiente tros bidimensionales y degradados, capaces únicamente
de un código muy arbitrario. Es curioso cómo las expre- de ver la música en la partitura, sin poder oírla jamás.
siones lingüísticas o plásticas de los llamados primitivos Abandonado a sí mismo, el lenguaje cobra un poder
nos resultan a nosotros ininteligibles a primera vista, y loco, la facultad de abstraer, de separar las partes del
nos vemos obligados a descifrarlas, para luego traducir- todo y los aspectos de cada parte, la facultad de actuar
las a sin limitación alguna, de edificar modelos en el aire, de
nuestro lenguaje, siendo así que son mucho más
naturales que éste; como pensar y decir esto y aquello y, a la vez, lo contrario de
le decimos, tuviera
si alguien, para entender lo
esto y de aquello. Unicornio o liliputiense son palabras tan
que que verlo antes por escrito,
cuando en realidad la escritura constituye un simbolis- legítimas como árbol o lápiz y pueden desempeñar per-
mo ulterior, de tercer grado (palabra interior, palabra fectamente todas las funciones gramaticales. «Yo he
sonora, transcripción gráfica). Es decir, que nos move- muerto esta mañana» es una frase lingüísticamente
mos entre símbolos
de símbolos. Nuestras palabras se irreprochable. «Dos y dos son cuatro» y «dos y dos son
hallan, respecto de las imágenes primordiales, a la mis- cinco» constituyen dos proposiciones enteramente indi-
ma distancia que nuestra caligrafía respecto de aquellos ferentes desde el punto de vista del lenguaje; ambas son
pictogramas que originalmente representaban a los ob- igualmente posibles, igualmente correctas. En suma, la
jetos por vía imitativa. Tan alejadas entre sí, por decirlo realidad de la expresión no tiene nada que ver con la
de otra
manera, como
los viejos instrumentos manuales expresión de la realidad.
y un aparato electrónico: éste lleva
ya incorporado el Se trata de un poder ilusorio en la misma medida en
la realidad,
control, el cerebro; de ahí que el proceso entre la simple que es ilimitado; un poder que tan obstina-
pulsación de dicho aparato y los efectos provocados por da e inexorable, desmentirá constantemente. Al ser
ella resulte para el usuario totalmente incomprensible. pensada y hablada por el hombre, la naturaleza queda
éste desnaturalizada;
Han desaparecido el contacto y la transparencia. para pero, precisamente por es0,
ella sigue en sí misma intacta, impenetrable, refractaria,
sordamente irónica.

El hombre crea las palabras, y las palabras modelan al


hombre. Este se halla preso en la urdimbre del lenguaje Hay otro motivo, además, por el que las palabras son
que él mismo tejió. Ya incapaces de apresar la realidad: ésta es continua y cam-
las palabras
son su única atmós-
fera respirable: la logosfera. Afuera queda el mundo biante.
real. Adentro, este otro mundo desteñido, poblado de Páginas atrás dije cómo el lenguaje se modifica en el
fantasmas y desoladamente homogéneo, construido de transcurso del tiempo, cómo va desprendiéndose de
«universales». Si las palabras, como dijo Demócrito, son unas voces e incorporando otras nuevas. Pero,
si se
mo-
las sombras de las cosas, hay que reconocer que dos difica, es porque permanece globalmente el mismo.
sombras (la sombra de un poste y la de una chimenea, Ahora bien, esta inercia dificilmente podrá conciliarse
nuestras ideas sobre el amor de Pedro y sobre el amor con la corriente del mundo; de un mundo en perpetuo
de Juan) se parecen entre sí mucho más que los cuerpos cambio, de un río en que nadie se baña dos veces. Aquel
de
que proceden. Pues abstracción es igualación, supre- desfase, que antes indiqué, entre la aparición de algo en
sión de lo particular. Ya no nos movemos en la realidad, nuestro horizonte y su consiguiente denominación por
sino sobre un mapa de la realidad, seres también noso- el hombre, se repite cada día y en cada vocablo; éstos

218 219
evolucionan mucho más lentamente que las cosas por
Los«ídolos de la tribu» son comunes a todos los hom-
bres; por ejemplo, la costumbre de atribuir a la marcha
ellos mencionadas. El lenguaje cataloga las cosas, las ar-
del universo un orden y una regularidad que de hecho
chiva, pero la vida escapa al poder estabilizador de las «ídolos de la
palabras. no posee. Los caverna» son privativos de
cada y
La realidad es cambiante y es continua. ¿Cómo captar individuo se deben a su particular constitución
espiritual y física. Después vienen los «ídolos del teatro»,
este continuum mediante vocablos que sólo designan seg-
las diversas escuelas filosófi-
mentos? ¿Cómo meter todo eso que es ubicuo y simultá- que han sido creados por
cas, cuyos sistemas no son otra cosa que frágiles escena-
neo dentro de una sucesión lineal de palabras? El len- rios donde se montan mundos ficticios. Finalmente, los
guaje consta de unidades, éstas
tes arbitrarios que nosotros hacemos en
y
son acotaciones y cor- «ídolos del mercado» proceden del fácil encantamiento
una totalidad las palabras.
sin orillas ni fisuras. Espontáneamente, uno piensa en que sobre nosotros ejercen
los sustantivos, esas palabras más firmes, los Justamente, la filosofía analítica nació como un movi-
puntos fijos miento iconoclasta contra esta última clase de ídolos. Se-
que articulan una frase: justamente los términos menos
Wittgenstein, se trata de luchar contra la fascina-
aptos de todos. El único idioma hábil para dar cuenta, gún
más o menos, de algo que por indiviso ción de nuestro entendimiento por el lenguaje. Ocurre
fluido resulta las pala-
que el hombre es deslumbrado fácilmente por
inasible, sería aquel donde
no
hubiera sustantivos, sino
series de adjetivos yuxta- bras, las
acoge gustoso, y en ellas se recrea como si po-
a
lo sumo, para reemplazarlos,
poseyera la verdad.
puestos, elásticos, y verbos en infinitivo.
seyera un tesoro, como si
En lugar de remitir a la realidad, según dije, las pala-
Cualquier palabra es siempre demasiado esquemática,
bras, a menudo, la suplantan. Y nosotros nos acostum-
demasiado simplificadora. Reduce, y por eso falsea. Es
bramos fácilmente a vivir instalados en ellas, satisfechos
como una ficha de diez líneas donde se intentó resumir
con ellas. Las palabras nos tranquilizan, nos eximen de
un libro de quinientas páginas. Decimos «voluntad», y
indagar. (De indagar y de actuar, por supuesto. El que
traicionamos la dualidad complejísima de un yo que si-
dice «Señor, Señor», cree que así entrará en el reino de
multáneamente quiere y no quiere, manda y obedece. los cielos. Fue la acusación de los obreros franceses
Oh quanto è
corto il dire. gran
68:
Las palabras son rígidas, como una túnica de piedra; contra la revuelta estudiantil del que, en lugar de
la Bastilla, la juventud se limitara a tomar la pala-
incapaces de ceñirse fielmente a un cuerpo. tomar
bra.)
Son intemporales, y por eso irreales, como la «ciencia
Las palabras nos permiten rodear la realidad, orillar-
perenne».
la, etiquetarla; todo menos entrar en ella. Decimos li-
Son planas, y por eso reductoras, y por eso ineptas, lo
bertad, decimos paz, decimos revolución. Amamos las
mismo que un triángulo es inepto para representar una
palabras. Mentalmente, las escribimos siempre con
pirámide.
mayúsculas. Y, ante el esplendor de la Libertad, de la
Paz o de la Revolución, pierden automáticamente toda

II su importancia los hechos de la esclavitud, de la guerra


o d la tiranía. Decimos Tiempo y Muerte, y así pode-
Decía Francis Bacon que existen cuatro grandes fla- e
mos vivir
seguros, sin advertir la fugacidad de nuestro
quezas mentales, cuatro géneros de demonios que ex- tiempo y la inminencia de nuestra muerte. El gran co-
travían al entendimiento, y que él llamaba idolos.
221
220
metido de las palabras es
componer exorcismos que doras de las sirenas suenan dentro de la cabeza; ¿de qué
conjuren nuestro miedo. serviría taparse con cera los oídos? Tal vez, el filósofo
¡Cuántos términos, de los más prestigiosos, no son los lengua-
crea vencer la limitación y la fascinación de
sino simples cáscaras o fonemas! Si alguna vez reflexio- jes particulares (político, religioso, artístico, socioeconó-
namos seriamente, nos daremos cuenta de que nuestro mico), pero cae en las redes de su propio lenguaje, que
pensamiento se abre al vacío.Valéry diríaque esas pala- no es sino una variante más de la dictadura ubicua de la
bras con que nos entretenemos son algo así como tablas palabra. Degas quería escribir poesía, y le confesó a Mal-
ligeras puestas sobre un abismo: soportan el paso, pero larmé: «No me faltan ideas»; pero Mallarmé le respon-

no
el estacionamiento. Quien desee solamente seguir vi- dió: «La poesía no se hace con ideas, sino con palabras».
viendo, sin importarle el fraude en que vive, la mentira Creo que la filosofía también.
que padece y que ejerce, puede continuar así, utilizando Ya se sabe que las palabras son papel moneda y que
las palabras sólo valen por su respaldo en oro, por la reserva de
como hasta ahora. Las palabras distraen,
consuelan, se interponen entre nosotros y la realidad, ideas que hay detrás. Pero ni es oro todo lo que reluce
entre nosotros y el silencio. Son necesarias para que los ni es valioso todo lo que contienen las ideas. Así como la
oídos humanos no sucumban al vértigo del silencio, palabra tiende por sí misma hacia la palabrería, también
para que el hombre no tenga que afrontar la verdad el pensamiento tiende a pulular: es
un mismo fenómeno
desnuda. de inflación.

El lenguaje es un constante escamoteo, un ejercicio de


prestidigitación. Decimos Dios yesquivamos al Inefable.
Todo pensamiento necesita del lenguaje lengua-
es
je-,
los raciocinios
matemáticos necesi-
no menos que
Las palabras embriagan. «Te amo»: basta repetir diez o de su propio código de signos: no ya para expresar-
tan
doce veces estas palabras, para que acabe creyéndoselas se, sino para producirse. Se piensa desde
una estructura
el las escucha, sino incluso el las lingüística, a partir de ella y apoyados en ella, dentro de
no sólo que que pro-
nuncia. un cuadro lexicológico y gramatical determinado, y
cualquier creación intelectual se lleva a cabo dependien-
do de los esquemas de posibilidad que otorga el len-
De acuerdo: la filosofía como crítica del lenguaje, la guaje.
lingüística como propedéutica indispensable para ba-
del de trabajo falsos
rrer campo tantos problemas que
eran nada más juegos de palabras, «ídolos del mer- Los sistemas son múltiples. Las filosofías son innume-
cado». rables. Ninguna de ellas puede arrogarse la posesión de
Pero ¿y los «ídolos del teatro»? verdad. Pregunta inocente, pregunta marciana: ¿y no
la
Está bien y es necesario denunciar la impostura de sería posible llegar a la verdad sumando todas las partes
las palabras. Pero los medios de verdad que encontráramos en dichas filosofías? Es
que para ello utiliza Witt-
genstein, ¿no son también palabras? Palabras que tienen pregunta sobre
las posibilidades del diálogo filosó-
una
su encantamiento propio, la palabra atomismo no menos fico.
que podía tener la palabra esencia. Toda filosofía
el los
que Tres mil años llevan hombres estudiando media
ytoda crítica de la filosofía se expresa en palabras y se docena de problemas y aportando soluciones. ¿Qué con-
elabora con ideas que son palabras. Las voces hechiza- clusión cabe sacar? Sólo ésta: que es imposible sumar

222 223
cantidades no homogéneas. Estas cantidades son las teo- fistas sicilianos llegaron a demostrar que nada existe,
rías, es decir, las terminologías (en definitiva, los dere- nada es demostrable. El poder de persuasión de la filo-
chos de autor no se refieren a las ideas, sino a las pala- sofía no desaparece, se transforma: se convierte en po-
bras, único sello persònal que un autor es capaz de im- der de disuasión.
primir a su pensamiento). En el campo de las ciencias, En resumidas cuentas, parece que a los filósofos no
los lenguajes se han diversificado de tal modo y tan les interesa la verdad, sino la construcción de su propio
grande es la dificultad de entendimiento entre los estu- sistema, tanto más perfecto cuanto más circular y tauto-
diosos de una y otra especialidad, que los centros técni- lógico. En lugar de exponer inductivamente unas ideas,
cos donde confluyen datos de diversa procedencia se cuya validez vendría sancionada o desmentida por su
han visto obligados a crear un nuevo tipo de expertos: capacidad de explicar la realidad, se trata de construir
especialistas de la no especialidad, coordinadores de los deductivamente un modelo teórico cuya calificación de-
diferentes lenguajes. Naturalmente, no unifican los len- pende tan sólo del grado de su coherencia interna. Una
guajes, ya que cada ciencia requiere e impone su propio buena arquitectura, una trabazón sin fallos: he ahí la
código, sino que practican una especie de traducción si- obra digna de admiración. Son los decorados de cartón
multánea. ¿No sería posible algo parecido entre las dis- piedra, son los «ídolos del teatro». Toda una vida no bas-
tintas filosofías? Nada menos parecido que una filosofía tará para perfeccionar más y más el sistema. De lo que
yuna ciencia matemática o experimental. Por lo visto, es se trata, en suma, es de seguir dando vueltas, de seguir
indispensable que todo filósofo comience desde cero: pronunciando palabras, de pedalear sin tregua. En el
toda teoría ha de ser un replanteamiento general. El momento en que parasen, se caerían de la bicicleta; en
idioma propio del filósofo sería el idiolecto. «Humano, cuanto dejasen de hablar, el silencio de la nada o de la
demasiado humano». evidencia los aniquilaría.
Pero ya que no podemos sumar unos resultados a No sólo porque el lenguaje constituye hoy el gran
otros, ¿no podríamos siquiera corregir las deficiencias también por otra razón más
tema de la filosofía, sino
de un sistema con los aciertos de otro sistema? Aplicar
al cartesianismo, aplicar un co-
obvia, es por lo que cabe decir que
la
filosofía es cues-
un correctivo kantiano tión de palabras.
rrectivo cartesiano al kantismo. Pero las cantidades he-
Pero filósofo no únicamente el profesional de la fi-
es
terogéneas ni se
suman ni se restan. ¿Y hasta qué punto losofía. El filósofoes, sobre todo, un arquetipo de hom-
son compatibles? Ciertamente, lo que cada filósofo ve, bre, tanto como puede serlo el soldado o el moribundo.
los demás han visto; sin embargo,
no excluye lo que Lostres reflejan, agudizado, un aspecto de la condición
siempre quedaría algo por aclarar: esa compatibilidad humana, pues todos nos encontramos en una perma-
las distintas versiones, ¿no se deberá preci-
presunta de nente lucha, todos estamos abocados a la muerte y todos
samente a que son versiones imaginarias, no lo que cada condenados a pensar pensamientos, serrar serrín y en-
uno ve, sino lo que cada uno se figura? Los cuerpos fan- sartar palabras sin descanso.
tásticos toleran fácilmente una coexistencia que no tole- El hombre parlotea. Il cause, il cause, c'est tout ce qu'il
rarían los cuerpos reales. sait faire,
como gritaba
el loro de Queneau. El loro
acu-
Al final, el entusiasmo y el tedio partes iguales-, saba al hombre repitiendo interminablemente la acusa-
-a
ingenuidad y el escepticismo, acaban estableciendo ción que el hombre había hecho del loro.
la
una misma afirmación: todo es demostrable, y, si los so-

224 225
III cuanto para saber algo de los opinantes. Efectivamente,
nunca conoceremos mejor a una persona que por lo que
El
guarda
hecho de que haya tantas filosofías como filósofos,
una estrecha relación con
el hecho, innegable,
ella diga de otras personas; al lado de este dato, apenas
vale nada lo que éstas puedan decir de ella. Pues cuan-

no
de que una filosofía no do alguien da un juicio sobre cualquier materia, lo que
gusta porque nos parezca
s
acertada, sino que nos parece acertada porque hace, sobre todo, es darnosun juicio involuntario sobre
nosgus- mismo. Y


ta. Tanto el filósofo como el no filósofo se hallan a esto ocurre con muchos libros y hasta con
merced de los «ídolos de la caverna»; cada uno, de su épocas enteras de la historia de la cultura: apenas dicen
ídolo, de su prejuicio, de esa particular angulación en nada relevante sobre la realidad, pero sí sobre el tiempo
tales expresiones cultura-
que se sitúa todo hombre cuando, contempla el mundo. y lugar
en que se produjeron
les. Cuando sol es varón
He ahí algo inevitable, el condicionamiento de una un texto egipcio afirma que el
mirada por el lugar concreto de observación y, sobre ou texto japonés afirma que es mujer, ciertamente
n
todo, por la índole personal del observador. Unpaisaje ninguno de los dos da
una información válida sobre di-
puede ser totalmente distinto desde el norte o desde el cho astro; en cambio, resulta de gran interés lo que di-
sur, pero desde cualquiera de estos dos puntos será tam- cen para conocer los esquemas mentales que hay detrás
bién muy diverso según lo contemple un agricultor, un de esas afirmaciones.
cazador, un geólogo o un pintor. Es inevitable, repito, el hecho de
que mi situación en
Yo no puedo estar cerca de todo ni puedo estar den- el mundo condicione mi visión del mundo. Esto carece-
está
tro de nada, sino de mí mismo. Todo conocimiento
ría de importancia si todos nos diésemos cuenta de ello,
marcado por la peculiar naturaleza del cognoscente.
Desgraciadamente, el mundo tiene las mezquinas di-
si todos reconociéramos que nuestras perspectivas son
parciales. Tales perspectivas podrían, quizá, sumarse y
mensiones de mi mundo: basta que yo pierda mi interés arrojar un resultado final equivalente a una visión más
por algo, para que esto inmediatamente palidezca; basta o meno completa, más menos armónica. Sería

o
como
in- s
que suspenda mi curiosidad, para que todo se vuelva una descripción, incluso como una definición, del diálo-
significante; basta
que retire mis ojos de un objeto, para go ideal tantas veces aquí postulado. Sería. Por desgra-
éste sedisuelva en la oscuridad, Es mi codicia lo que cia, esta labor de equipo suele los individuos,
que ser, entre
hace apetecible
el
mundo, es mi emotividad lo que hace tan infrecuente como lo es entre los distintos sistemas
que algo sea emocionante, son mis recuerdos y mis es- de pensamiento. Primero, porque no se trata tanto de
el tiempo. visiones parciales complementarias, aptas para yuxtapo-
peranzas quienes ponen en marcha
Todo esto, una manera retórica de nerse, cuanto de visiones muy propensas a superponerse
*
supuesto, es

expresar, más que de excusar, mis limitaciones. Cuando unas a otras, a erigirse cada una de ellas en visión exclu-
digo que es mi mirada que hace que las cosas sean siva y excluyente. Y segundo, porque es muy improba-
lo
perceptibles, estoy diciendo que únicamente puedo per- ble que una nueva prueba, la experiencia de cambiar de
cibirlas a la luz de mi mirada. Y la versión que yo ofrez- punto de vista, venga a rectificar o enriquecer la imagen
ca de ellas, seguramente dirá de mi situación y de mi ta- adquirida anteriormente. Hay una especie de inercia en
lante, de mí mismo, más que de ellas mismas. Es por nuestros sentidos, que no es sino la ley impuesta por la
esto por lo que solemos pedir a la gente su opinión: no memoria sensorial. Nuestros ojos reconocen mucho más
tanto para saber algo del tema sobre el cual opinan, fácilmente aquello que ya han contemplado alguna vez

226 227
y se resisten a registrar lo que, en un cuadro visto ya Ya nos lo advirtió Paul Nizan: la inteligencia sirve
otras veces, les resulta nuevo o insólito. para todo, es dócil para todo. Hembra pasiva, no
le im-
Esta inercia y parcialidad de los sentidos se verá luego a quién unirse; justificará la y la
porta paz guerra, es tan
reproducida en el comportamiento de la inteligencia. útil para la verdad como para el error; con una apatía
Ordinariamente, nuestros juicios no vienen determina- de esclava, refuerza los objetos a los que, según su tur-
dos por unos datos empíricos neutros; dependen, más los
no, consiente en someterse. Los ídolos del mercado,
bien, del esquema conceptual con que hayamos aborda- del teatro y los de la caverna, todos ellos, en definitiva,
do tales datos. De ahí que cualquier investigación sea están subordinados al gran ídolo de la tribu, el ídolo
6.

casi siempre los resultados obteni-


una confirmación de universal que se adueñó de la razón humana.
dos en investigaciones anteriores. ¿Por qué? Que nadie como la misión de la filosofía
piense en mala voluntad, que nadie piense en naipes
Así parece ser la cons-
trucción de sistemas, de vastas y prolijas arquitecturas,
marcados. Simplemente, hay un aparato perceptivo que los materiales
con entera indiferencia hacia por ella em-
es a la vez interpretativo; hay un saber previo que ilumi- pleados, también la finalidad del entendimiento, lejos
el de ser la búsqueda de la verdad, parece ser, simplemen-
na campo de observación. Encontramos porque de
antemano sabíamos lo que buscábamos. Nuestras con- te, ejercitarse en pensar. El pensamiento
por el pensa-
clusiones están contenidas en nuestros postulados. Las miento. El rosal florece, el ave vuela, la mente piensa. Y
teorías explican los hechos; es decir, los prevén. iqué piensa? Es una máquina que, si se pone a moler
Antes del juicio está el prejuicio. Antes de la tesis está algo, en seguida rechina y se atasca. Cuando de veras
hipótesis; y entre ésta y aquélla media tan sólo he-
la
cho, que indefectiblemente será analizado desde unos
un funciona bien es cuando no muele nada, cuando actúa
en el vacío; entonces, a causa de la gran velocidad que
presupuestos dictados por la propia hipótesis. Una hipó- adquiere la rueda, el pensador cree que la verdad que
tesis suele
ser un deseo personal convertido en abstrac- obtiene es más pura, justamente porque es indemostra-
tesis suele tesis
to, una
6. y ser una hipótesis convertida en ble. ¿Para qué sirve, pues, la inteligencia? Se diría que
obra de mismo deseo; deseo muy particular, no sirve para
casi nada, salvo
por ese un para comentar indefinida-
pero que entonces se disfraza del deseo general e ino- mente sus propias obras, esas finísimas telarañas que la
cente de hallar la verdad. araña saca de sí, esa insustancialidad que se transmitirá
Los principios teóricos iluminan los hechos positivos, de las premisas a las conclusiones, y de padres a hijos, y
los hechos positivos verifican los principios teóricos: el del racionalismo al neorracionalismo. El pensamiento
círculo está bien remachado. La realidad nos revela el por el pensamiento, en suma. O lo que es igual, la pala-
significado que previamente le dimos. Desde luego, ca-
ben círculos mayores y menores, y hasta concéntricos.
bra por la palabra. El pensamiento cuaja en lenguaje,
pero el lenguaje era ya su molde. Ni siquiera podemos
Decimos, por ejemplo, que toda concepción del mundo referirnos a un fenómeno de contaminación: desde un
depende de los condicionamientos sociales de cada cual; principio, el pensar por pensar no era otra cosa que ha-
pero quizá esta afirmación, a su vez, se halla condiciona- blar por no callar.
da por... Conocer significa utilizar una escala, medir con una
escala. Pero ¿cómo podríamos saber a qué equivale esta
escala? Para ello sería necesario saltar por encima de
nuestra propia sombra. En toda crítica inmanente de la

228 229
razón, éstadesempeña, a la vez, el papel de juez y de tad cuyo objetivo, por lo visto, no es obtener la verdad,
reo. He aquí una gloriosa propiedad de nuestro enten- sino simplemente pensar: girar en torno a la verdad. Lo
dimiento, el reflexionar sobre sí mismo y sus propias cual al visitante marciano lo sume en profundo estupor.
obras, el construir un lenguaje y acto seguido someterlo como el hombre es primero inocente sin
a juicio. Cuando trabajamos sobre las palabras, cuando
Sucede que
así
saber que existe la virtud y después culpable añorando
las convertimos en objeto de examen y discusión, pare- la virtud, así también su entendimiento es al principio
cería que distanciamos de ellas, que las trascende-
nos si
certero sin saberlo y luego aberrante sin quererlo, asen-
mos. Me pregunto hoy todos esos análisis tan minu- tado en la verdad sin enterarse y afanoso buscador de la
ciosos, tan se vienen haciendo del lenguaje, verdad cuando se ha alejado de ella.
severos, que
si todo ese encarnizamiento contra el lenguaje, es algo
más que la rebelión de un animal dentro de su jaula.
Porque lo cierto es que seguimos dentro del lenguaje. IV
Porque para plantear la cuestión del lenguaje no tene-
mos más remedio que recurrir a él. Se trata de una Se ha dicho que la filosofía es la reflexión del hombre
cuestión tan singular como aquella otra sobre «qué es sobre lo que conoce y que la religión es la reflexión so-
ser», en cuyo enunciado estamos utilizando ya el verbo que desconoce. Pienso que estas palabras, tanto
bre lo
ser, o como aquella otra que pregunta acerca del hom- como desestima de la religión, contienen una so-
una
bre, sin que sea posible que conteste nadie que no sea brestima de la filosofía.
hombre. Hay un cierto sector del pensamiento humano donde
Čiertamente, nuestra respuesta tiene que ser símétrí- la frontera entre filosofía y religión no está naďa clara.
ca de la que Protágoras daba del hombre: la palabra es Terreno de nieblas persistentes y, sobre todo, terreno
«la medida de todas las cosas». de arenas movedizas. No me refiero, por supuesto, a la
Hasta para denostar el lenguaje tenemos que servir- «filosofía de la religión», sino a algo completamente dis-
nosde él, lo cual es una manera de reconocer su valor. tinto, más próximo a lo que podría llamarse religión de
Sin embargo, se puede matar al tirano con su propia
la filosofía: cuando nos percatamos de que conocer
daga, se puede usar de una bomba para hacer estallar el equivale, muy frecuentemente, a creer.
arsenal de bombas. ¿No cabría aquí una solución seme- Incluso la ciencia, la ciencia misma, viene a ser, en
jante? La única victoria efectiva sobre la palabra sería el cierto modo, una creencia, construida con más candidez
silencio; pero, al no poder dar ninguna explicación de que rigor; un credo secularizado, en el cual sólo cambió
nuestro silencio, dicha victoria tendría todas las aparien- el objeto de la fe,
pero el sujeto sigue practicando un
cias de tipo de actividad cuasirreligiosa. «Todo conocimiento es
una derrota. Los insurrectos moriríamos duran-
te la huelga de hambre. fe
-afirma Santayana-, si
bien una fe con inter-
una
posición de otros símbolos». La mente cree en su propia
capacidad para inquirir la verdad, en la validez de la ló-
La verdad es patrimonio de todo lo existente, ¿Por gica, en la pureza de sus procedimientos, en la garantía
qué el hombre no la alcanza, o por qué duda de ella, o de sus propias leyes; en definitiva, cree en los «ídolos de
por qué se ve desposeído de ella? Curiosamente, parece la tribu».
la culpa fuera de su inteligencia,
que toda extraña facul- No es que la fe venga a introducirse subrepticiamente

230 231
los sistemas de pensamiento las impías palabras de un hombre iletrado. Pero ni Job
en por esas grietas o porti-
llos que siempre quedan descuidados, logical gaps sino atacaba realmente Dios ni ellos defendían realmente a
que fue ella quien presidió la construcción de tales siste- Dios. En verdad sólo defendían su propia causa. Por de-
mas. Cada uno de éstos descansa sobre presupuestos bajo de las acusaciones que lanzan contra el hereje, el
que no pueden justificarse por el propio sistema. Se em- subtexto era así: ¿Quién es éste para impugnar nuestra
fe y se termina doctrina, la creencia que nosotros hemos erigido en
pieza por un acto de en la elaboración de
un credo. Ese principio según el cual debe admitirse ciencia? ¿Quién es este advenedizo que pretende turbar
nada más lo empíricamente verificable, ¿es, acaso, un el orden de la ideas establecidas?
principio empíricamente verificable? «Sólo hay hechos», Y ¿quiénes son estos teólogos infatuados, estos me-
dicen; esto parece bastante sólido, parece modesto y ticulosos mensajeros del Verbo? Pretenden saberlo
realista. Pero lo verdaderamente modesto y realista se- todo. Una vez por semana se sientan a la mesa de Dios;

ría decir que sólo hay interpretaciones de hechos. son sus asesores. Se trata de hombres demasiado orgu-
La filosofía, antes «sierva de la teología», se ha hecho llosos para apearse alguna vez de su tono autoritario;
sierva de la ciencia. Y al final ésta se erige en tribunal demasiado teorizadores para comprender el hecho de la
de última instancia para emitir sentencias absolutas, es duda; demasiado astutos para hablar de algo que pueda
decir, metafísicas. ser desmentido, y demasiado ignorantes para conocer
hasta dónde lega su ignorancia; demasiado seguros de
mismo
para tolerar una objeción y a la vez demasia-

sí s
El peligro que acecha a los hombres religiosos es de do inseguros para exponerse a ella. Y habrá de ser pre-
signo inverso.Deseosos de hacer razonable su fe, sis-

el
la cisamente Job quien tenga que defender a Dios de tan
tematizan hasta punto de hacerla racional. Nada tiene indignos defensores suyos.
de extraño que, si una ciencia puede convertirse en Nunca la impostura y la precariedad del lenguaje hu-
creencia, también las creencias puedan transformarse mano han llegado a límites tan extremos como cuando
en ciencias. Por consiguiente, la frase que encabezaba se emplea para hablar así del Inefable. Cuando comete-
este apartado habría que redactarla en términos más mos el grave pecado de pronunciar el nombre de Dios
melancólicos: la filosofía es la reflexión del hombre no en vano.
sobre lo que sabe, sino sobre lo que cree que sabe, y la
religión es la reflexión del hombre no sobre lo que cree, riesgo amenaza a toda teología, el mismo
Un gran la teología janse-
sino sobre lo que cree que cree. que sirvió para definir el descarrío de
Esos presuntuosos teólogos son los mismos sabios que nista: llevar la lógica humana a las cosas divinas. Utili-
un día fueron a conversar con Job, que le dieron aque- zar, para hablar de Dios, un leguaje al cual se atribuye
las respuestas tan documentadas, aptas para explicar una solvencia expresiva no inferior a la ordinaria.
exhaustivamente los misterios de este mundo y del otro. Solamente es lícito el lenguaje analógico, en la medidá
Job, hombre de fe mucho más pura que la de sus inter- fi-
en que confiesa no haber semejanza alguna entre lo
locutores, rechaza tales explicaciones como «verdades de nito y lo infinito, sino a lo sumo, cierta proporción o co-
polvo». Los sabios se escandalizan, lo tachan de blasfe- rrespondencia entre una relación de finitos y otra de in-
mọ. Es el clásico camino de retroceso: del diálogo al sabiduría divina, por ejemplo, es a la esencia
finitos. La
a
anatema. Se erigen en defensores del Altísimo contra divina como la sabiduría humana es la esencia huma-

232 233
na. Lo que excede estos niveles es sugestión del malig- La más austera teología ya no trata de cómo hablar
no. Porque «¿con quién compararéis a Dios, qué imagen sobre Dios, sino de cómo callar sobre él.
vais a aducir?» (Is 40,18). La analogía consiste en un uso En cualquier caso, la mejor manera de hablar sobre
traslaticio, una distorsión impuesta a las palabras, que Dios será la que más se asemeje a una manera de callar.
nacieron para unas determinadas funciones, con el fin
de que cumplan otra función diferente. Pero ¿cuál es el El principal elemento del lenguaje analógico no es lo
que afirma
(el
puente que permite decir algo), sino lo
grado de elasticidad de esas palabras? ¿En qué medida que niega (cuando señala el abismo entre las dos ori-
hay que estirar el lenguaje humano si queremos que sal- las). Por eso, los mejores enunciados teológicos se con-
ve la distancia entre este mundo y el otro? ¿Podrá densan en unos poco adjetivosnegativos: Dios es infini-
s
aguantar sin romperse hasta llegar a mencionar correc- to, insondable, indecible, inmortal, incomprensible. Lo
tamente a Dios? que ocurre es que incluso a estas palabras solemos dar-
Sólo me parece aceptable aquel lenguaje analógico les
un sentido particular, demasiado humano: infinito
que confiese constantemente su penuria, su 'radical
es lo que es inasequible para nuestros instrumentos de
ineptitud; que nos obligue a entrecomillar mentalmente medición. ¿Acaso no es también infinito el universo?
las
cuanto dice para recordar que no debemos entender Giordano Bruno definía el mundo como el efecto infi-
palabras así, sino de otra manera. Palabras que ellas nito de una causa infinita. Al aplicar el mismo epíteto a
mismas se van borrando a medida que son escritas. Y, dos magnitudes
tan diversas, lo invalidaba, reducía su
Dios. ¿Qué valor puede te-
antes que ninguna, la palabra valor. Y ¿qué significa que Dios es incomprensible? La
ner este vocablo? Un valor convenido, que sólo en la tela de la analogía se adelgaza más y más: ni siquiera po-
medida en que hayamos acordado que es insuficiente, demos comprender hasta qué punto él es incomprensi-
resulta válido. Es un ventanal pintado en la pared, pero ble. Y, cuando decimos que es incomprensible, hemos
hay que saber que es pintado. Es sólo una maqueta de de reconocer incluso que esta afirmación versa más so-
libro, un libro en blanco. No es propiamente el nombre bre el hombre que sobre Dios; hasta tal punto permane-
de Dios,
sino su vaciado en yeso, en palabra humana. ce él indecible e intocable.
No designa a Dios; tan sólo alude a él oblicuamente, ¿Cabe excederse en esta actitud iconoclasta? De cual-
mediante el recurso de una doble arbitrariedad. Digo quier modo, siempre habrá que dar la razón a aquel ra-
Dios, y pronuncio nada más el signo de un signo, mero bino que advertía: la cosa mejor es creer en Dios, y des-
soporte cifrado, falsa abreviatura del infinito. Por eso, pués, la segunda, no creer en los ídolos. Pienso que la
entre todos los nombres divinos, Santo Tomás prefería crisis actual del lenguaje religioso y esta creciente des-
el de Tetragrammaton, las «cuatro letras»,
que es el sig- confianza en sus posibilidades se deben, en gran parte, a
del signo de signo, el término más inmaterial y los antiguos intentos, tan impertinentes como bieninten-
no un
abstracto, un signo de taquigrafía, la pretensión más hu- cionados, de emplear un lenguaje más racionał, inteligi-
mi. e. Un modo repetuoso de referirse a él, al nombre ble y prolijo, menos abrupto.
divino; tan excelso, que entre los judíos había llegado a Apesar de su terminología paralela, nada tiene que
hipostasiarse en el ángel del Nombre (Ex 23,21). Prefi- la teo-logía la geo-logía. Un tratado sobre Dios es
ver con
rieron omitir completamente toda denominación y sus- algo completamente distinto de cualquier otro tratado.
tituirla por una pausa. Sólo el silencio es digno del In-
nominable. El no puede ser propiamente objeto de un estudio; sería
convertirlo en algo exterior, hablar desde una pretendi-

234 235
da posición al margen de él, siendo así que él lo abarca y Fácilmente, la plegaria, en lugar de ser comunicación,
lo penetra todo, incluida la mente que se dedica a estu- se convierte en un muro que devuelve el eco de las pala-
diarlo. Al final de cada capítulo, para su sonrojo y salva- bras para complacencia y engaño de quien las pronun-
ción, el teólogo tiene que agregar siempre aquella frase ció; he ahí el modo más frecuente de escuchar la voz de
de Isaías: «Mis pensamientos
no son vuestros pensa- Dios. Es menester callar, si queremos oír lo que él quie-
ra decirnos. ¿Y qué nos dice? Tampoco Dios suele
ha-
mientos, ni vuestras sendas las mías, oráculo del Señor»
la habla, le oí-
(55,8). Cuanto pueda decir él sobre Dios es mucho me- blar. Conozco explicación: nos pero no
nos importante que lo que es incapaz de decir. Y en mos; no podemos oírle a causa del tumulto y vocerío de
aquello que dice, cuando delimita un concepto, no inte- nuestras pasiones, porque el ruido del mundo nos impi-
resa la costa de la
isla, sino el perfil del océano. de escucharle, porque vivimos en la superficialidad, y
para poder oírle tendríamos que cambiar de registro
hasta coger onda. Es una explicación valedera sólo
su
En sentido estricto, Dios no puede ser objeto de nues- como invitación al recogimiento, ciertamente necesario.
tros pensamientos. Por eso decimos que su nombre sólo ¿Y después? En la soledad de nuestra cámara interior,
se usa con propiedad en vocativo, como invocación de icómo discernir sus voces de nuestros pensamientos, de
una plegaria, nunca como materia de nuestra investiga- lo que tal vez es sólo especulación nuestra, interpolación
ción. Sólo cuando decimos Tú, mencionamos a Dios con ilegítima, nostalgia de otra clase de diálogo?
alguna garantía. Cuando el discurso se transforma en Decimos también que la Escritura es la palabra de
diálogo, y el razonamiento en oración. Dios. Pero ¿qué queremos decir con ello? Tomo el libro
Pero también nuestra oración está amenazada y leo. ¿Qué leo, qué entiendo, qué oigo en esas páginas?
por el
mismo peligro; fácilmente cae en aquello que Jesús con- Por desgracia, no existe el «evangelio sin glosa». Todo
denó como «palabrería» (Mt 6,7). El alma se desangrą lector añade necesariamente su propio comentario em-

por cada palabra superflua que pronuncia. Del hombre pobrecedor, su propia interpretación. ¿Hasta qué punto
ésta
de letras suele decirse que disminuye con cada palabra reduce o falsea la palabra divina? Quiero saberlo,
que escribe, y sólo su vanidad resulta inagotable. En el necesito saberlo, interrogo a Dios desde el fondo de mi
creyente entregado a la locuacidad, lo que resulta ina- alma. A este nivel, en este segundo momento, ya no hay
gotable es su presunción, su infatuado convencimiento ninguna frase suya con sujeto, verbo y predicado: lo
de que tales fórmulas expresan algo válido. A Dios no se que no es silencio, es ambigüedad.
puede hablar así, disponiendo de él como se dispone Sólo cuando digo Tú lo nombro de verdad. Pero tam-
le
de la presencia de un interlocutor, sino a través de la el si
ese pronombre al
poco puedo evitar preguntarme
la fe
humilde esperanza, a través del mar, a cuyas aguas he- que me aferro obstinadamente para extraer de
algún no será también un antropomorfismo
si
mos arrojado un mensaje metido en una botella. Esas consuelo,
pocas palabras han de pronunciarse entre silencio y si- más, una personalización demasiado humana, el fruto
lencio, entre el silencio de nuestro corazón atónito y el de una analogía todavía muy grosera.
silencio impenetrable de Dios. También en el tiempo, Saber orar. Ya no se trata de cómo hablar con Dios,
las palabras se hallan, el mejor de los casos, sino de cómo callar ante él.
en enmarca-
das por dos estados de alma que son dos silencios: el de

la inocencia y el de la perfecta compunción.


236 237
TERCERA PARTE

Hipótesis: BOY GETS GIRL


CAPITULO I

HACIA UNA DEFINICIONMAS HUMANA


DEL DIALOGO HUMANO

La primera parte del libro, si ustedes recuerdan, era


positiva. En ella se hacía el elogio de la palabra humana,
mundo del hombre y utensilio principal para ir ensan-
chando este mundo; la palabra, sobre todo, como medio
natural de comunicación; las glorias y excelencias del
diálogo, sus propiedades, leyes y corolarios; la veracidad
como camino, la verdad como meta. Una primera parte,
pues, toda ella positiva, soleada, anterior al pecado. Se-
gunda parte: el llanto tras el canto, una larga acumula-
ción de objeciones y desastres, el inventario de todas las
penalidades que afligen al hombre en su diálogo con los
otros hombres y en su búsqueda de la verdad, un severo
proceso contra el lenguaje; seguramente, capítulos estos
mucho más convincentes que los anteriores, porque
siempre es más fácil hacer literatura con la desgracia. Y
todo ello, si recuerdan ustedes, según un orden riguro-
samente inverso al que presidió la redacción de aquella
primera parte, lo mismo que ocurre con las dos mitades
de un número capicúa, lo mismo que si se tratara de un
viaje de ida y vuelta: Buenos Aires, Avellaneda, General
Guido, Maipú, Mar del Plata; y en seguida el regreso:
Mar del Plata, Maipú, General Guido, Avellaneda, Bue-
nos Aires. Lo único que quisiera hacer resaltar es cómo
el primer capítulo de la segunda parte corresponde jus-
de
tamente al último capítulo de la primera; el segundo
aquélla, al penúltimo de ésta, y así sucesivamente, el

241

16.-Palabras son amores


Maipú nublado al
Maipú luminoso: contra el panegírico carácter provisional, no pasa de ser una contradicción
de la veracidad, la comprobación de una insinceridad ilusoria. Se trata, įcómo no!, de un libro sobre la posibi-
universal e irreductible; contra las reglas del diálogo, lidad, conveniencia y necesidad del diálogo entre los
sus continuas infracciones a cargo del hombre dogmáti- hombres...
co,retórico mercantil; contra la función comunicativa
y de ser así necesariamente? ¿La tercera parte tie-
del lenguaje, jay!, la esencial ambigüedad y opacidad Ha
ne que ser, por fuerza, una confirmación de la primera?
de toda palabra humana.
Sin duda, las dos partes del libro podían haber ìdo en-
treveradas, según textos contrapuestos, rebatiendo en Existe una fórmula teatral americana cuya ingenui-
las páginas
pares lo dicho en las impares. Se podía haber dad se ha hecho célebre: Boy meets girl, Boy looses girl, Boy
empleado incluso el sistema de diálogo, precisamente
un breve encuentro entre el muchacho y
gets girl. Tras

para refutar con el ejemplo aquello que en principio se


quiso demostrar. Un diálogo sin salida, un diálogo de
la chica, sobreviene una serie de calamidades que pare-
cen alejarlos sin remedio; pero el tercer acto restablece-
sordos, la antítesis de un diálogo platónico: una conver- rá las cosas como está mandado, los amantes volverán a
sación entre el hortelano de Teages y el bodeguero de
encontrarse, y se casarán y vivirán felices comiendo per-
Cármides. dices, y su historia servirá para describir el ciclo ventu-
Un viaje,
como digo, de ida y vuelta. Más o menos, es- roso de cualquier empresa humana; también para dejar
aho
tamos tra vez en el punto de partida. Y ¿qué? definitivamente en claro cómo el lenguaje constituye
Lo lógico y previsible es que esta tercera parte del libro, nuestro gran medio
de comunicación, el principal órga-
que aquí comienza, sea como una negación de la nega- no de convívencia y
el instrumento idóneo, suficiente,
ción; por consiguiente, una reafirmación de la primera al
para llegar conocimiento de la verdad. Efectivamente,
parte, sólo que más matizada, o más cautelosa, o más bo gets girl.
historiada. y
Pero todo depende del significado que atribuyamos a
Lógico y previsible. Como ven, el procedimiento re- gets.
Hugo van Hofmannsthal tenía otra concepción me-
sulta sumamente candoroso. Mientras redactaba la pri-
nos radiante: «El encuentro promete más de lo que da el
el la segunda, y,
mera parte, autor tenía prevista por abrazo». La víspera es mejor que la fiesta. La tercera
tanto, estaba pensando ya en cómo armaría la tercera. parte, por consiguiente, ¿tendrá que ser inferior a la
En definitiva, las dos primeras sólo existen en función primera? ¿Será igual que la primera, pero después de
de esta última. La objeción esperaba su turno mientras haberle restado todo
lo dicho en la segunda? Lo único
tenía lugar la exposición de los principios, y, cuando se que cabe decir es que esta tercera parte no termina con
presentó al público, ya su solución estaba lista entre bas- boda, sino que arranca de la boda, lo cual modifica
tidores, retocando tan sólo algún detalle de la vestimen- la
sustancialmente el esquema americano: un gets que es
ta. He aquí cómo aquello que parecía amenazar nues-
tanto un comienzo como una recapitulación, un mo-
tras afirmaciones, iba a servir, en última instancia, para mento que se va a prolongar durante meses y meses,
robustecerlas. Pues toda contradicción había sido articu-
con tiempo aún para muchos engaños y desengaños, es-
lada de antemano y fundida en un conjunto globalmen- el diálo-
peranzas frustradas y frustraciones superadas,
te positivo. Lo cual, ciertamente, no constituye un alar- siempre inacabado, la última palabra a merced del
go
de de astucia. Si
ya por anticipado la contradicción tiene último golpe de tos.

242 243
En otras palabras: ¿tesis, antítesis y síntesis? la
La síntesis no es, por fuerza; una resta: la tesis menos que llevaron a una persona a elegir carrera judicial.
la antítesis, la tesis corregida la antítesis. Tampoco ¿Por qué razón este hombre es juez? Tesis, de carácter
por optimista: porque su vocación es implantar la justicia en
tesis enriquecida
es una suma de ambas: la por la antíte- el mundo. Antítesis, de carácter pesimista: porque se
sis, la virtud fortalecida la tentación. ¿Qué puede
por los demás,
significar que las posibilidades del diálogo son recorta- cree un ser superior; tan superior a que se
le
das o son ampliadas por una experiencia anterior adver- cree con derecho a juzgarlos. Síntesis: porque suspen-
sa? La diferencia dieron cuatro veces en Notarías. He aquí otro tipo de
no sería nunca cuantitativa, sino cuali-
realismo; lejos de ser una aleación de optimismo y pesi-
tativa. Además, la tercera parte de este libro, esencial-
mismo, es un agua regia capaz de disolver cualquier
mente interrogativa y abierta, no se presta mucho a ser aleación.
considerada como una síntesis. Más bien habría que de-
Desde luego, las explicacioes realistas suelen ser mo-
cir: tesis, antítesis, hipótesis. El gets resulta sumamente
que, más que incierto, o acumulati-
destas. Quiero decir
ambiguo. el
vo,
oambiguo, es modesto. Modesta y cotidiana
gets
Por supuesto, aquí la síntesis
no podría ser un intento es la vida matrimonial, modesta es la vida humana, mo-
de restablecimiento de la tesis, una recuperación del
destas deberán ser tanto la
esperanza como la desespe-
lenguaje adánico, sino, quizá, todo lo contrario: un per-
ración suscitadas por las posibilidades o los fracasos del
feccionamiento gradual de las condiciones del destierro,
diálogo humano. Esta sería la síntesis de la síntesis co-
un género de diálogo más próximo al consuelo que a la
euforia, una vocalización más esmerada para hacernos en-
rrespondiente a la tercera parte del libro.
tender mejor. ¿Demasiado melancólico? El porvenir no
está escrito. La
suerte del diálogo forma parte de ese ig-
Tercera última parte, en la que el autor pide bene-
y
norado futuro que abarca la vida entera. Según una ter-
minología extraída del propio taller, el tríptico quedaría
volencia aquien leyere y donde se propone conciliar y a
enunciado así: oración aseverativa, oración negativa y la vez trascender lo ya dicho anteriormente.
Lo primero de todo, convendrá ir dando definiciones
oración condicional. El gets resulta condicionado, incier-
humanas de las cosas humanas.
to, oscilante.
Sila tesis y la antítesis contienen
lo que podríamos lla- Si medimos al hombrè con la vara de medir gigantes,
fuerza dará la talla de un pigmeo. Hay que renunciar
optimismo y pesimismo estado puro, ¿cuál será por
mar en de una vez a esas definiciones maximalistas, químicas,
aleación propia de la síntesis?
la Para esta tercera fase hay dos respuestas que equiva-
inalcanzables, que no tienen casi
nunca aplicación en
este mundo. ¿Realmente no es posible el diálogo, ni el
len a dos definiciones: o bien el pesimista es un optimis-
ta mejor informado, o bien el optimista es un pesimista amor, ni la sinceridad, ni el lenguaje capaz de expresar
la realidad? Todo depende del
metro que empleemos,
mejor dotado.En ambos casos, indefectiblemente, se in-
todo estriba en la definición dada a tales vocablos. En ri-
vocará la palabra realismo. Pero yo pienso que el realis- así, podría decirse
gor, podría hablarse que efectiva-
mo es otra cosa muy distinta, que no se trata de mezclar mente no hay amor, ni comunicación, ni lenguaje veraz,
cantidades, sino de subir o bajar un peldaño. La síntesis, la tierra
efectivamente, se halla en un nivel distinto. Me explica- como también podemos decir que no existe en
el color blanco. Pues ni siquiera la nieve es blanca: no es
ré. Basta poner el ejemplo de las motivaciones íntimas
perfectamente blanca. Pero el hombre no se mueve en

244 245
de nociones ideales. Por eso decimos, y de- Naturalmente, el
lenguaje trae de origen una limita-
un universo
cimos con todo derecho, que la nieve, y
la leche, y una ción que proyecta en todas sus obras: es humano, y
se

pared encalada son blancas. O incluso que son muy blan- humaniza todo lo que toca. Por eso decimos que la miel
cas. El superlativo resultaría inverosímil si la acepción es dulce o que la piedra es dura. Mal dicho. En rigor,
normal de la palabra fuese absoluta, es decir, insupera- tendríamos que decir que tales o cuales objetos produ-
ble. Sería
tan extravagante como hablar de un año muy cen en nosotros tales o cuales sensaciones, ya que la
bisiesto o de una línea muy perpendicular. dulzura y la dureza no pertenecen a las cosas, sino a la
Por consiguiente, fuera de esos contados casos en que percepción de nuestros sentidos. Pero acaso hablaría-
se trata, más bien, de conceptos teóricos o convenciona- mos así con mayor precisión? También la precisión es
les, nuestro vocabulario tiene humano.
que ser, por fuerza, elásti- un concepto
Los términos absolutos son como los cuerpos de Debo señalar
incluso que hay un grado de impreci-
co.
laboratorio. Ya sabemos que el agua enteramente sión que es esencial a nuestro lenguaje, ya que tal inde-
pura, H2O y nada más, sólo existe en la probeta, pero terminación permite un espectro más amplio de signifi-
todos decimos, sin incurrir en ninguna impropiedad, cados y, por tanto, una comunicación más compleja y
que el agua del manantial es pura. Si utilizáramos otro más flexible. En cada caso, la situación concreta del ha-
nivel de definición, habría que dejar sin empleo la blante, su contexto, dejará ver cuál es el verdadero sen-
mayoría de las voces del idioma. O practicar constante- tido que él da a sus palabras (cada palabra posee su sig-
ésta
mente un ejercicio mental de traducción. ¿De qué servi- nificado especial dentro del contexto de la frase,
ría esto? Cualquier día, alguien iba a averiguar dentro del contexto de
que el un discurso que engloba la rela-
autor de la Ilíada no fue Homero, sino un contemporá- ción total de los interlocutores). La simple letra del
neo suyo y convecino que además se llamaba también mensaje expresa, por ejemplo, una súplica; pero ésta ad-
Homero. mite innumerables matices:
lomismo puede ser la for-
Espreciso dar, de las cosas humanas, definiciones hu- mulación de una orden en términos corteses que la ma-
manas. Dino Formaggio se expresó muy sensatamente, nifestación de un deseo sin ninguna esperanza de verlo
con gran sentido práctico, cuando, al ser interrogado satisfecho. Sólo el contexto nos revelará en cada caso
sobre la esencia y extensión del arte, dijo que «arte es cuál es el sentido de dicho mensaje. He aquí cómo esa
todo aquello que los hombres han llamado arte». Sería ambigüedad de fondo puede considerarse una cualidad
absurdo dar definiciones inasequibles. Es absurdo pre- altamente positiva: la gran plasticidad del lenguaje. Un
guntarse
si el diálogo
es verdadero diálogo, si la comu- lenguaje más riguroso, además de restringir el campo
nicación es verdadera comunicación, si la sinceridad es del pensamiento, impediría la dimensión personal del
verdadera sinceridad. Es absurdo decir que «Dios» no es discurso.
un nombre, sino un pseudónimo. Ya se comprende que las palabras imprecisas, las ex-
presiones vagas, nos son indispensables siempre que
los
¿Vale o no vale el lenguaje humano para que queremos decir algo impreciso y vago. Cuando una na-
hombres se comuniquen entre sí? Por ahora, nos basta- ción amenaza a otra con tomar ciertas represalias, hará

ría advertir cómo dicho lenguaje es obra de los propios


hombres y cómo una obra imperfecta no desdice dema-
bien en formular su amenaza en términos lo bastante
ambiguos: porque le conviene mantener al adversario
siado de unos seres imperfectos. así se
en la incertidumbre y porque reserva la posibili-

246 247
dad de aumentar o atenuar las represalias según se chos? Tampoco sabría nadie, por supuesto, decir dónde
los acontecimientos. acaba lo preciso y dónde empieza lo impreciso.
vayan desarrollando
Dos cosas debemos tener presentes. Por una parte, el
Pero no sólo es impreciso, por su propia naturaleza, el
lenguaje está regulado por ciertas leyes, ciertas normas
lenguaje diplomático. Todo lenguaje es impreciso en al-
sintácticas, léxicas, morfológicas, que no podemos que-
guna medida, tiene que serlo necesariamente. A una
brantar si queremos seguir entendiéndonos. Es una má-
realidad tan compleja y fluida como la de nuestro mun-
do, no puede corresponder un lenguaje exacto. La exac- quina cuyo funcionamiento hay que respetar escrupulo-
samente so pena de echarla a perder. Es un edificio al
titud sólo se conseguiría a costa de un cierto empobreci-
cual se entra por la puerta y sólo por la puerta; sería ab-
miento. Todo lo que es claro es incompleto. Un axioma
chino afirma que quien todo lo entiende, es que está surdo querer derribar las paredes para entrar con más
libertad, ya que precisamente esas paredes sostienen la
mal informado. ¿Cómo podría expresarse lo que es os-
casa. Por otra parte, sin embargo, el lenguaje se nos pre-
curo con palabras claras, lo que es irracional con pala- bajo el de algo muy precario y fluctuante3;
bras racionales, lo que es complejo en términos simples? senta aspecto
hasta tal punto, que su eficacia, su utilidad como tal len-
La vaguedad no siempre es un pecado de negligencia
guaje, estriba en su propia indeterminación y penuria.
que debamos evitar. Es también una característica del
lenguaje, lo que permite a éste su «contextura abierta». Si podemos comunicarnos, si podemos hablar, es justa-
mente porque no existen palabras diferentes para todas
Nuevamente hay que hacer la apología de la indeter- las cantidades imaginables de
granos de arena.
minación; ésta viene exigida no sólo por la condición de
los hablantes, sino también por el contenido de los men-
sajes. Una
gran muchedumbre llenaba la plaza... ¿Cuán- Cuando uso la palabra superpoblación, no estoy pen-
tas personas hacen falta para que podamos hablar de
sando en términos matemáticos: señalar el número
«muchedumbre»? Literalmente, muchas, lo cual dista bas-
exacto de habitantes por hectárea que se necesitan para
tante de ser un número exacto. ¿Dónde empieza y dón-
que pueda hablarse de superpoblación, no sólo rebasa
de termina un «montón» de arena? ¿Cuántos granos de
mis conocimientos, sino que seguramente atenta incluso
arena se necesitan para formar un montón y cuántas to- contra el grado de elasticidad verbal que permite y re-
neladas son necesarias para que no podamos seguir ha-
quiere una ciencia como la demografía. Otras ciencias
blando de montón? habrá que permitan y exijan mayor afinamiento; para la
No se crea que he aducido dos ejemplos, muchedum- química, por ejemplo, es más fácil y más necesario de-
y
montón, que constituyen dos excepciones. Tal vez, terminar exactamente el concepto de «saturación». Quie-
bre
en estas palabras la indeterminación resulta más mani- ro decir con ello que cada forma de conocimiento posee
fiesta, pero ésta se halla presente en la mayoría de las
su propio rigor y, por consiguiente, su propio lenguaje.
voces que usamos a diario. ¿Cuándo algo puede llamar- No puede ser igual el lenguaje místico que el lenguaje
se grande y cuándo debe llamarse pequeño? ¿Por dónde argumentativo, ni los cultivadores de un determinado
pasa la frontera que separa el aquí del allí,
la miseria de lenguaje tienen derecho a acusar a los otros por no suje-
tarse a su mismo criterio. Sería como exigir a los juga-
la pobreza, la amistad de
la camaradería, lo normal de
lo anormal? ¿Quién sería capaz de trazar la raya que
distingue al último de los pocos del primero de los mu-
dores de fútbol que se movieran según las reglas del
ajedrez. A los detractores de la metafísica, según los

248 249
cuales ésta carece totalmente de sentido, les contestó
Waismann: «Es
un sinsentido decir que la metafísica es
riesgos de tal posesivo son muy gra
.s.Para darse cuen-
ta de ello basta observar esta serie de sustantivos y ver
un sinsentido». cómo la significación elemental del primer adjetivo, ple-
El grado de precisión, pues, depende de cada lengua- na, indiscutible, sancionada por Hacienda, va deslizán-
je: de su objetivo no menos que de sus instrumentos. Al dose hasta contaminar las restantes expresiones: nuestra
medir una finca, no pedimos la misma precisión que al casa, nuestros alumnos, nuestra patria, nuestro Dios. Al
si
medir una tela, ni tampoco cuando medimos una tela final tomamos posesión del concepto de Dios como
nos mostramos tan exigentes como un diseñador de fuese la casa que acabamos de comprar.
joyas. Medimos y nos expresamos de tal modo, que el Por eso, todas las cautelas serán pocas para impedir
margen de error que pueda quedar sea irrelevante para que nuestras palabras, cuando se refieren a Dios, co-
nuestro propósito concreto. bren un sentido más positivo -más posesivo- que el
La exactitud completa, total, ¿dónde la hallaremos? que
les corresponde. Y el que les corresponde es muy
Ni siquiera el 3,14159 equivale exactamente a pi. Pero remoto y
muy tibio. De ahí que, para hablar de tales te-
esa cantidad, que es sólo aproximada, nos sirve; sirve siempre será la vía negativa mucho más
mas, segura que
para hacer cálculos correctos, permite que nuestras vía afirmativa. No hay duda que la proposición «Dios
construcciones
la
tengan toda la firmeza deseable. La es bueno» resulta menos verdadera que esta otra: «Dios
exactitud perfecta, así como la perfecta objetividad, es no es equinodermo». Cualquier enunciado afirmativo,
sólo un valor límite, asintótico, ideal.
por elogioso que sea, hay que destilarlo siempre y to-
Nos bastan las aproximaciones. Y nos bastan, de las marlo según un sentido anałógico, muy modestamente
cosas humanas, definiciones humanas. He aquí, por analógico.
ejemplo, una buena definición del lenguaje humano: Sin embargo, no se puede atenuar de tal modo el len-
para hablar con el vecino, basta el román paladino. guaje, que equivalga a una pura destrucción. Porque
tampoco esto carece de peligros. Es preciso reconocer
si Dios
que, no cabe en ninguna palabra, tampoco cabe
que queda después de tachar la palabra.
el hueco
II en
Una pausa como aquella que hacían los israelitas cuan-
Bastan la palabras humanas para referirnos arealida- do en la Biblia tropezaban con el ombre de Yahveh, no
des humanas: son palabras adecuadas, son suficientes. deja de ser también algo muy limitado, no deja de ser
¿Y cuando se trate de otro tipo de realidades que no son una medida indigna de quien excede toda medida. En
humanas? Ya dije que, inevitablemente, nuestro lengua- el vacío del santuario Dios
no estaba más presente que
humaniza todo lo que toca. La miel es dulce, la piedra
je es
en un templo repleto de imágenes.
es dura,
Dios bueno. Los cristianos sabemos que Dios vino al mundo y se
Dios es bueno: un antropomorfismo, por supuesto. hizo presente. Y así como un día se dignő encarnarse en
Incluso cuando decimos que Dios es incomprensible (su el cuerpo de Jesucristo, así también, de alguna manera,
atributo más puro, el menos afectado por nuestra pala- condesciende en morar dentro de nuestras palabras, tan
bra), estamos haciendo una afirmación que, como ya humanas y carnales. La Palabra se hizo carne en las pa-
advertí antes, versa más sobre nosotros que sobre él. In- labras.
defectiblemente, Dios será siempre nuestro Dios. Y los La palabra, el oído, la fe: he aquí el camino normal de

250 251
pre han preferido expresar sus vivencias religiosas a tra-
nuestra noticia sobre Dios (Rom 10,14). Y la respuesta vésde una fórmula simbólica, ya que hoy también ésta
será correlativa: la fe, las exigencias de la fe, el testimo- sigue siendo, en cierto modo, irreemplazable. Carente
nio verbal acerca de lo que hemos conocido. «Creemos; de la dimensión horizontal propia de la abstracción, el
(2
por eso hablamos» Cor 4,13). lenguaje del mito posee, en cambio, una potencia de
profundidad sobre lo particular que lo hace especial-
mente apto para la expresión de lo religioso. Su lectura,
Toda forma de conocimiento tiene su propio lengua-
por lo tanto, ha de practicarse también en profundidad,
je, regido por una gramática. Por eso se ha dicho que la atendiendo cuanto en él hay de evocación. Es menester
teología es a la fe lo que una gramática es a un lenguaje. dejar que resuenen en el alma, con todas sus secretas
La teología sería el metalenguaje del lenguaje religioso; virtualidades, relatos tales como el del diluvio o la ex-
comentario, exégesis y argumentación de un lenguaje pulsión del paraíso, palabras tales como aliento, agua, ser-
que pudo ser cultural, notificador, profético, místico, piente, polvo de la tierra. Estos relatos y palabras
expresan
apostólico. Sin embargo, ella no proporciona una clave niveles de experiencia que de otra manera seguirían
para el entendimiento de este lenguaje de manera simi- siendo inexpresables; expresan y al mismo tiempo ilumi-
lar a como lo hacen otras disciplinas con su propio códi- las épocas descen-
nan, permitiendo al hombre de todas
go de signos. La clave estaría, más bien, en una cierta
der él también a dichos niveles.
experiencia interior que faculta al oyente para la recta lenguaje de la es fundamentalmente narrati-
inteligencia de lo religioso. De todos modos, el lenguaje Elcuenta las «obrasBiblia
maravillosas del Señor». Incluso los
religioso jamás tendrá la misma transparencia que pue- vo:
atributos divinos más personales y estáticos
puros, son
den alcanzar otros lenguajes. La verdad se revela en él
narrados. No se nos dice que Dios sea inmutable, sino
de una forma tan misteriosa
como Dios se revelaba
-tan patente y tan oscu- que «está sentado por encima del aguacero»
(Sal 29,10).
en Cristo.
ra-Los dos grandes modelos lingüísticos de nuestra ex-
Sin embargo, ninguna palabra abstracta podría darnos
de su inmutabilidad una vivencia tan intensa, ni siquiera
presión religiosa son
la
narración y la plegaria, dos mo-
una noción tan clara, como esa expresión de carácter
delos que además se hallan estrechamente unidos: el re-
mitológico.
lato de cómo busca Dios al hombre desemboca en
una La Escritura no contiene una sola definición de Dios,
comunicación que es búsqueda de Dios por parte del éste queda suficientemente descrito
pero por su activi-
hombre. dad en favor de los hombres. Su definición, pues, se da
Ciertamente, los mitos fueron siempre el vehículo pri- mediante verbos, no con sustantivos. El creó a los hom-
vilegiado, la forma primordial de las grandes nociones
bres, firmó una alianza con ellos, los sacó de Egipto, los
sobre la divinidad y sobre la relación de ésta con los hu-
condujo a la tierra prometida, los desterró a Babilonia,
el mito es
manos. Porque un lenguaje dramático, de ac- los libró de la cautividad. Toda la Escritura
no es otra
ción, concreto. Probablemente surgió en los inicios de sagrada.
cosa que historia
la historia del hombre, cuando éste carecía de términos Son libros que relatan y anuncian. El anuncio perte-
suficientemente abstractos para articular de otra mane- nece a la misma esencia del relato: lo justifica, lo orien-
ra su discurso. Sin embargo, no es la tosquedad o insufi- ta, lo hace florecer. Sus verbos en pretérito enlazan
ciencia, no es
la falta de otras palabras más idóneas, la
la cual los hombres siem-
constantemente con las formas verbales de futuro, que
única ni la principal razón por
253
252
apuntan a un gran acontecimiento venidero. Porque el Este nombre, en vocativo, será la raíz de toda oración.
pueblo de la Biblia es el pueblo de la Promesa. Mas he el tú que los hombres pronuncian desde el fondo
Es
aquí que, a partir de cierto punto, a partir de esa raya de su alma, ya que Dios constituye el verdadero tú del
la Es
que separa y une el Viejo con el Nuevo Testamento, verdadero yo de cada uno. un yo que surge cuando
qu
narración adquiere otro tono, se empieza a hablar de él me llama, cuando él me nombra. Lo primero e
otra manera: en un presente que asume y corona todos Adán recibió fue un nombre, una identidad: una capa-
los pretéritos. ¿Qué ha ocurrido? El cumplimiento de la cidad de respuesta personal a un llamamiento igual-
Promesa. Y iqué ha ocurrido en los redactores de estos mente personal. Y, ya para siempre, el lenguaje será
últimos libros? Que hacen una «interpretación» de todos el lugar de encuentro, la casa común de Dios y del
los libros anteriores y
que esta interpretación es Jesús de hombre.
Nazaret.
Dios sigue siendo el Incomprensible; pero los creyen-
Pero el género literario sigue siendo idéntico, de ca- tes, más que de incomprensibilidad, prefieren hablar de
rácter narrativo. El concepto de Dios sigue siendo el
ocultamiento. ¿Qué diferencia hay? Aquello es una pro-
mismo, de índole operativa. ¿En qué consiste la esencia posición de orden intelectual, esto es una experiencia de
divina? He aquí su definición: Dios se hizo hombre, índole afectiva. Así también, Dios sigue siendo el Inefa-
vino a los suyos, y los suyos no le recibieron; dio vista a ble, pero los creyentes se sienten autorizados y obliga-
los ciegos y curó a los leprosos, murió
y resucitó, se so-
dos a repetir cada día: «Santificado sea tu nombre».
metió a la ley de la ley, padeció
nos libró
y en la carne y
Ese nombre, en nuestra boca, ha sido mil veces man-
obtuvo para nosotros la resurrección de la carne. Trajo
cillado, pero mantiene aún un extraño poder de seduc-
la Buena Noticia. Sus palabras fueron palabras de ver-
dad y de salud. Y así como él se asemejó en todo al ción. Lo puedo pronunciar en privado y en público,

hombre, menos en el pecado, así también sus palabras, pero no es susceptible de apropiación. Nombre que no
expresadas en palabras humanas, se asemejan a éstas en contiene a Dios, pero me vincula a él. Moneda muy gas-
tada por el uso, que ha perdido su efigie, pero que con-
todo, menos en el error.
Todos los esfuerzos realizados serva su valor. Nombre que ha sido de tantas maneras
por el hombre para pe-
profanado; no obstante, algo sigue intacto detrás de
netrar en el misterio de Dios encuentran su más conmo-
esas cuatro letras. Nombre desacreditado por los sabios,
vedora ilustración en aquella lucha que sostuvo Jacob
con el ángel a orillas del río Yabboq. Su lucha era su utilizado en sufavor por los poderosos, abominado por
empeño por conocer el nombre de Dios. Aquí se com-
los enemigos y trivializado por los amigos, todavía pue-
de ser objeto de análisis y de amor. Dios. A este monosí-
pendia todo. Cuando un día Yahveh se mostró a Moisés,
labo convienen, en el más alto grado, aquella restricción
lo hizo manifestándole su nombre (Ex 3,14). Pero esta
manifestación era todavía muy imperfecta y su nombre
y aquella alabanza: «Palabra que no es concepto,
porque
es ella la que hace concebir».

o
era tan sólo un esbozo anuncio. «Yo soy el-que-
soy» fe se
soy el-que- Hasta que llegó Jesús, La fe es como un diálogo
quiere decir «Yo La expresa en oración.
cuya obra salvadora él mismo
la resumió así: «He revela- tácito. Aunque nada le digamos aDios, aun-
existencial,
do tu nombre a los hombres» (Jn 17,6). nuestros
que no pensemos en él, esa fe hace que todos
actos puedan convertirse en adoración, súplica y agra-
decimiento. Pero es menester que alguna vez pronun-

254 255
ciemos ante él palabras de adoración, súplica o agradeci- sino, sobre todo, de obras y omisiones (la oración cristia-
miento.
na no es especulativa, también ella es narrativa).
Sé que más de
una vez experimentaremos la inutili- Resulta, en verdad, digno de atención el giro dado re-
dad de nuestras plegarias, su atroz falta de sentido o su cientemente por los métodos de espiritualidad: si antes
trivialidad. Tú eres, joh Dios!, el Señor de los cielos y la se iba de arriba abajo, extrayendo de la meditación las
tierra. Lo digo con la misma rutina con que se dice todo aplicaciones oportunas para nuestra conducta, ahora,
lo coisabido: dos y dos son cuatro. Lo digo con la mis- generalmente, se procede al revés, de abajo arriba, em-
ma convicción con que se dice lo
que no podemos com- pezando por la vida, tomándola como punto de arran-
probar personalmente: elRhin es más corto que el Vís- la plegaria.
que, haciendo que ella vaya configurando
tula. Tal vez, un día nos resolvamos a prescindir de la historia.
Así oró Israel, desde su propia Una oración
oración, decisión que puede estar motivada incluso por desconectada de la vida es una oración sin vida, саusa
у
razones de un discreto realismo y hasta de reverencia. hoy a las almas un penoso sentimiento de irrealidad.
Nos damos cuenta de lo peligroso que puede ser citar a En cierto modo, este mismo giro puede observarse en
Dios en vano, percibimos también cuán impropio resulta
retirarnos a un lugar solitario y cerrar los ojos para diri-
la
la
teología, todas esas teologías que podríamos llamar de
gama cálida, teología pastoral en una acepción muy
girnos a aquel que está en todas partes y en el fondo de
amplia, y que no constituyen ningún manual de evange-
nosotros mismos, y cómo puede ser también un desati- lización, sino todo lo contrario, una suerte de cuestiona-
no el pretender amar con un amor nominal y expreso a miento de la teoría desde la praxis. Mientras la teología
quien está detrás y debajo de todo amor. ¿No sería pre- habitual solía partir de los principios para iluminar los
ferible renunciar a proyectos tan inanes y reducirnos a hechos y definir su valor cristiano, aquí, en combinación
un silencio tenaz, laico, humilde? con ese esquema, se parte también de los hechos para
Oración, que viene de os, «boca», obligando incluso al contrastar y verificar el valor cristiano de una determi-
maestro de meditación a retroceder a las formas más
nada manera de pensar.: Pero esta misma conexión
materiales de plegaria, a emplear de nuevo este rústico
-constante, programática, quizá obsesiva, con
la exis-
instrumento, a vocalizar cuidadosamente. He ahí la úni- tencia real ha obligado a la escatología, o teología del
ca humildad. Porque se trataba de una tentación;
la de mañana, a desistir de toda lucubración sobre el pasado
quien arroja de su mente, por inadecuadas, todas las mañana, sobre la eternidad, y a definirse a sí misma no
imágenes de Dios con el fin de adorar puramente a
tanto como ciencia de las postrimerías, sino, más bien,
Dios, y luego acaba adorando ese vacío, ese
hueco qu como investigación de
las realidades actuales
en su dina-
contempla embelesado como obra suya purificadora, e y
mismo hacia esas postrimerías; hacia un futuro que no
que tristemente confunde con la trascendencia divina. sólo ha de trascender, sino también recapitular, todos
Oremos. los futuros históricos.

El teólogo actual no es el pensador que especula en


soledad. Es un hombre que trabaja a pie de obra, más o
III menos desprendido del viejo estatuto académico, su-
Pero que la oración arraigue en la vida, que brote de
mergido en la vida de sus hermanos. Practica el diálogo
ella, y que su lenguaje forme parte de ese gran lenguaje
con los estudiosos de otras ramas del saber, dirige su
incesante que no está hecho sólo de palabras y pausas,
atención a esa larga serie -cada vez más larga- de

256 257

17.-Palabras son amores


«cuestiones fronterizas», quiere establecer en estos domi- Todo esto abre grandes horizontes, a la vez que impo-
nios un intercambio, aspira a un tipo de conocimiento ne pesadas responsabilidades, al nuevo lenguaje teológi-
interdisciplinar. Ha comprendido que no basta tampoco co.Desde luego, una cosa parece cierta, y que ya ha se-
el contacto, siempre tardío, con una obra exterior ya he- ñalado Antiseri: que los teólogos se hallaban en un
cha y desde un pensamiento cristiano ya hecho, contac- los metafísicos
error cuando creyeron que eran sus alia-
que sólo podía permitir, como ha ocurrido última-
to
dos, y los positivistas sus enemigos, y que no pueden
mente, una confrontación cortés en lugar de aquella darse respuestas religiosas a preguntas metafísicas, por
hostilidad de antaño o aquella recíproca ignorancia. Eso
no es suficiente. Hace falta que la nueva teología brote
la misma razón por la cual no podemos dar respuestas
de química a
preguntas de álgebra.
ya en una tierra común, en la cabeza de un hombre que
está afectado, y tal vez desazonado, los problemas
por
más vivos que hoy sacuden a la cultura; un hombre que También el teólogo debe estar muy atento al «nivel
es hijo de su tiempo y de su mundo, capaz de vibrar al experimental» de su campo de trabajo. La verdad huma-
ritmo de su tiempo e incapaz de mirar su mundo desde na no preexiste en un vago empíreo, la verdad se veri-
fuera. fica. «La verdad es concreta». Para que el pensamiento
Sabido es que la ciencia humana ha perdido aquella sea operante, incluso para que sea correcto, debe arran-
euforia de que solía hacer gala. Se ha vuelto muy auto- car de
la vida, la cual será

crítica, muy consciente de la provisionalidad de cual- no sólo su punto de partida,


sino también su punto de referencia constante, su crite-
quier sistema. El científico moderno sabe que los princi- rio diario de comprobación. Quiero decir que el pensa-
pios necesitan ser constantemente replanteados. Es la miento no puede ser un comentario exterior y superior
suya una mente tan modesta como orgullosa. Tiene el de los hechos, ya que éstos constituyen un momento in-
orgullo de haberse emancipado de toda obediencia inte- terno de la elaboración misma del pensamiento.
lectual, a la vez que tiene la humildad de someter todas La verdad consiste en la realidad, y la realidad está
sus hipótesis de trabajo a una rectificación continua. La del lado de la vida, de lo cotidiano, del prójimo; del
geometría posteuclidiana, por supuesto, es superior a la lado de todo
lo que es inmediato o urgente.
que inventó Euclides; pero no porque se considere que Pero ¿no estaremos anteponiendo sistemáticamente lo
ya posee la verdad, sino precisamente por su flexibilidad urgente a lo importante? Para un creyente, lo importan-
y relativismo, es decir, por su esencial modestia. Hay un te, «lo único necesario», sigue siendo escuchar a Jesucris-
talante empírico que viene a ser un fruto tan glorioso
to. Ahora bien, ¿dónde, y cómo, y cuándo habla Jesu-
como amargo, tan fecundo como destructor de todos cristo? Una vez desaparecida su presencia física, cuando
los absolutos ya no es posible sentarse frente a él junto a María de
terrenos. Y me pregunto qué virtudes con-
cretas deberá tener la teología que asuma esta novísima Betania, hoy su voz llega hasta nosotros no sólo en el si-
comprobación de la contingencia humana sin pretender lencio del corazón, sino también desde la calle, por boca
englobarla en seguida como si fuese una simple ratifica- de todos sus hermanos pequeños y sufrientes. Es inne-
ción de lo que ella había enseñado desde siempre, antes gable que cualquier encuentro con el hombre debe re-
al contrario, dejándose interpelar
por esa misma com- mitirnos a ese tú absoluto, misterioso, que está detrás de
nuevo y diferente
probación para un examen de sus todo tú humano, respaldándolo; pero también es cierto
propias teorías y de su propio quehacer. que el tú de Dios sólo se nos hace accesible bajo la for-

258 259
ma de ese otro tú, el tú del hermano. Entre todos los dos en torno a un sacramento escueto y a unas pocas,
al hombre, considero el más
errores que pueden afligir muy sobrias afirmaciones compartidas por todos.
Es la
pernicioso y patético el de quienes creen que aman a hora de la acción, hermanos. «El que tenga algo que de-
Dios sólo porque no aman a nadie más. cir, que se adelante y calle».
La Palabra soberana, eterna y sin contexto, suena en ¿Y la verdad? Porque nadie puede negar que existe
las voces más trémulas y a través de los signos de los el deber de indagar
una verdad objetiva, y que existe
tiempos, que sólo se hacen perceptibles en la medida en esta verdad, y que existe el deber de confiar en las posi-
la realidad y comprometidos
que vivimos dentro de con bilidades de esta indagación... Ellos ni afirman ni nie-
ella. No esperemos epifanías. Hay que trabajar en la dia- hombre pensante no abarca al hombre contra-
fanía, haciendo transparente el corazón al tú de Dios, y
gan. El
dictorio. La fe documentada palidece junto a la fe des-
transparente el mundo a la revelación de los signos. nuda. Las palabras se hacen, se deshacen y rehacen. ¿Es
Tan frecuente ha sido un pensamiento puro que sólo respuesta algo más que la gracia inmanente a la pre-
era pura irrealidad, teoría montada sobre
el vacío, teo- la
gunta? Querido Ignacio Escribano, tú lo viste y nos lo
sumada a otra teoría; tan frecuente era el recurso a
ría explicaste: el nido que construyen las golondrinas en el
lo inverificable para evitar el enfrentamiento con la rea- cáliz de piedra del pórtico. ¡Ah, ese último consuelo de
lidad, tantas veces las grandes palabras sólo servían para mente, que ha hecho al fin su descubrimiento supre-
tapar agujeros, han sido tantos los crímenes contra la
la
importante no es encontrar, sino seguir bus-
vida cometidos en nombre de la superioridad del pensa-
mo: que lo razón y de la fe que no
miento, que a nadie puede extrañar esta reacción de
cando! He aquí un Sísifo de
la
cesará de intentar subir a la montaña una y mil veces.
sentido contrario a que asistimos ahora; esta impugna- Pero en lo sucesivo podrá hacer esto con otro ánimo
ción, este apremio, esta impaciencia y desdén, los folle- la verdad está
muy diferente: convencido de que no en
sobre cómo transformar el mundo en ocho días. Ya
tos la cumbre, sino
en el camino, y Dios no
está más allá,

la acción parece constituir la única respuesta legítima, el


único tiempo yespacio donde la verdad se encarna y se
sino al lado; no en el templo de Jerusalén, sino en la ca-
rretera que sube a Jerusalén desde Jericó.
torna visible, es decir, convincente. ¿Qué se ha hecho, Trato de discernir qué puede haber, en esta actitud,
por ejemplo, de aquellos encuentros y coloquios donde de evasión también, buscando
en el fervor de
la vida
un
cristianos y marxistas buscaban una convergencia teóri- refugio contra la intemperie y desasosiego de la incerti-
ca, un mejor esclarecimiento de sus posiciones? ¿Qué se dumbre, contra la
inquietante ambigüedad de las pala-
hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? bras, qué puede haber ahí de «huida hacia adelante».
¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que
traían? Ved hoy a sus hijos metidos en otra suerte muy
distinta de diálogo, tratando de lo que hay que hacer
juntos esta mañana, analizando lo que hicieron juntos
ayer por la tarde. En el campo del ecumenismo, muy
por delante de esas lentas aproximaciones permitidas
los teóricos de las Iglesias,
por numerosos grupos de
yde allí colaboran en cualquier actividad social o
aquí
política, a la vez que se sienten por completo hermana-

260 261
САPITULO II

LAUNIDADDIALOGO,
HACE POSIBLE EL

EL PLURALISMO HACE POSIBLES


ALOS DIALOGANTES

Contra dogmatismo, pluralismo.


Serían, efectivamente, el octavo pecado y la octava
si así
virtud no fueran algo como la suma de muchos ре-
cados y virtudes capitales. Contra soberbia, humildad;
contra pereza, diligencia; contra ira, paciencia... Está
claro que en el dogmatismo hay una feroz intransigen-
cia
contra todos los que discrepan, y hay soberbia, en-
greimiento y conciencia mesiánica, y hay avaricia y aca-
paramiento de la verdad, y hay pereza, renuncia a toda
búsqueda, cómoda instalación en unos principios que ja-
más el homo dogmaticus se tomará el trabajo de examinar.
Mézclense cien gramos de cada uno de los vicios, añáda-
se una boja de laurel y se deja hervir a fuego lento.
Contra dogmatismo, pluralismo. El pluralismo es tan
humilde y paciente, tan diligente y magnánimo, que ni
siquiera se arroga el título de virtud y se halla pronto a
confesar sus miserias. La definición que de sí mismo da
es un modelo de modestia, a la vez que de perspicacia:
el sistema de convivencia más imperfecto, excepción he-
cha de todos los demás. Su mismo nombre se presta a
conexiones muy poco honrosas: pluralidad, multiplici-
dad, dispersión, desintegración.
Dícese íntegro aquello que está entero y es puro. Inte-
sí recaba el
gro es precisamente el adjetivo que para
dogmatismo, denominado también integrismo. Afirma

263
la verdad íntegra; no sólo la verdad, sino toda la
poseer clase de ob-
¿Qué tipo de verdad? ¿Qué verdad puede
verdad y nada más que la verdad. Por el contrario, y
el pluralismo habla de la verdad en plu- tenerse en tales condiciones?
como es obvio, Cualquiera que sea la materia de que se trate, pienso
ral: de verdades lo bastante numerosas para evitar
una que todas las opiniones pueden y deben ser expuestas
conclusión demasiado parcial, lo bastante flexibles para
con libertad. Basta privar de la palabra a un opinante,
aceptar corregirse mutuamente y lo bastante diferentes Si su opi-
para que los efectos lleguen a ser desoladores.
para poder compensarse unas con otras.

entre nión era la verdadera, porque se impide así conocer la
Por lógico y necesario que nos parezca, el pluralismo verdad; si era falsa, porque se impide ese mejor y más
situación natural. Digo natural no ya respecto
no es una matizado conocimiento de la verdad que sólo tiene lu-
de una naturaleza humana perfecta, infalible, sino res- el
e insegura, a gar tras su confrontación con error. Pero lo que suce-
pecto de esta naturaleza nuestra averiada de de ordinario, como bien advirtió Stuart Mill, es
las muy
mezquina. Porque muchas taras del
la vez quese entre
que ni esa opinión ni las demás suelen ser totalmente
hombre, halla su tendencia a mirar lo otro, lo ajeno, acertadas o totalmente falsas. Cuando dos ideas entran
según una de estas dos perspectivas desgraciadas: o bien
en liza, generalmente no se trata de dos verdades, ni
como algo rival, o bien como algo extraño y anómalo, tampoco de dos errores, sino de dos medias verdades. Si
capaz de suscitar nuestro escándalo o nuestro desprecio. evitamos su contraste, ¿qué ocurrirá? La media verdad
¿Qué fondo aldeano, xenófobo, pervive en el corazón que se ha dado por buena, al no encontrar antagonista
del hombre? Se trata de una propensión a destruir, re- donde limitarse y pulirse, se hipertrofia y acaba convir-
primir o subestimar todo aquello que es diferente. Por tiéndose en un error; la otra, la que fue silenciada, ali-
el pluralismo significa una victoria,
eso, un estadio supe- menta en
elexilio su resentimiento, afirmándose a sí

rior y, dada nuestra labilidad, una situación siempre misma con parecido exclusivismo. Y así, de esas dos me-
amenazada de retroceso. (¿Como una síntesis inestable? dias verdades, hemos hecho dos errores.
La tesis representaría la unanimidad; la antítesis, el con- En esto acaba la famosa verdad íntegra de los inte-
flicto; la síntesis, el pluralismo y la tolerancia. Habrá gristas y la famosa verdad pura de los incontaminados.
gets de la convivencia
que volver nuevamente sobre este Omar era un fanático ejemplar cuando ordenó que-
ganada día a día, progresiva y siempre precaria; de un mar la biblioteca de Alejandría: «Porque no hay más
diálogo que significa respeto a las verdades y búsqueda
común de la verdad.)
que un libroverdadero, que es el Corán; todos los de-
dice lo
mismo que el Corán, y son inúti-
o
más libros,
n
En el mejor de los casos, en los casos más moderados, les, o dicen
otra cosa distinta, y son nocivos».
cuando el integrismo significa tan sólo una aspiración a
la homogeneidad de opiniones y convicciones, el resul- Conozco las objeciones contra el
pluralismo. La pri-
tado supone ya un innegable empobrecimiento. Tal ob- mera, el pluralismo degenerando en dispersión y atomi-
si
jetivo no se alcanza no es a costa de la creatividad de zación. Efectivamente, ése es su riesgo, pero no mayor
los individuos
que piensan y de la complejidad de las co- del que acecha por el otro cabo a la unidad, la cual pue-
sas que se piensan. Pero la pretensión del integrismo di- de, con la misma rapidez, degenerar en uniformidad y
fícilmente se detendrá ahí. Por naturaleza tiende a ir opresión.
más allá, hasta imponer tiránicamente un único tipo de De hecho, pese al pluralismo hoy existente, muy supe-
verdad. rior al de épocas pasadas, la humanidad ha logrado un

264 265
básicos,
consenso, por
lo que respecta a algunos puntos
mucho más sólido y generalizado que en tiempos ante-
conservadores y contra el Rácing de Santander; y no
está,
no puede estar, completamente contra nadie. Se
riores. Existe una carta magna de los derechos humanos trata de grupos dispares, funcionales, permeables. Se
que ningún sistema ideológico osaría hoy rechazar o trata de una sociedad compleja y muy fragmentada, en
discutir. Estosderechos, ya se sabe, son frecuentemente
la cual intervienen simultáneamente tendencias que
violados en muchas sociedades; pero quienes así actúan conjugan y hasta cierto punto neutralizan sus intereses,
se ven obligados ante el mundo a dar una explicación, o sus programas y sus modelos. Teóricamente, es la situa-
bien negando de plano que existan tales violaciones, o ción ideal para el diálogo, con múltiples accesos laterales
bien justificándolas como un recurso de emergencia, re- yvías de confluencia.
curso que tiende precisamente al más eficaz estableci- Nadie ha de sorprenderse tampoco ante un hecho
miento de un nuevo orden tutelador de todos los dere- que podría parecer paradójico: el hecho de que coinci-
chos. Si la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde dan hoy esa diversidad de tendencias y la más aguda
a la virtud, también los sofismas constituyen conciencia unitaria; conciencia que no responde sola-
una inne-
gable forma de pleitesía a la racionalidad. Sofistas y no mente a una idea religiosa o metafísica, sino a una expe-
sofistas, hipócritas y
personas sinceras, demuestran estar riencia vivida: la efectiva unificación de los hombres por
concordes en lo fundamental. Nunca como en nuestros medio de la ciencia y de la técnica. La «humanidad» ya
días había sido tan grande el acuerdo teórico de los no es un concepto abstracto, es un hecho de comproba-
hombres acerca de los derechos del hombre. El pluralis- ción. Ahora bien, esta unificación ha suscitado inmedia-
mo empieza donde esa unanimidad termina. tamente su propia respuesta; no de signo contrario,
Cabría pensar también que el pluralismo fomentará sí
pero complementario. A fin
de
atenuar
los peligros de
las contiendas,
una civilización que, por ser universal, podría convertir-
disensiones y enfrentamientos. A esta
segunda objeción respondo que en un régimen pluralis- se en igualitaria y niveladora, surge en todas partes, con
ta es mucho más improbable que las discrepancias se pujanza cada vez mayor, un espontáneo movimiento en
conviertan en conflicto. La diversidad de valores admiti- favor de las culturas locales. Tal reacción no consiste
dos hace los distintos
que grupos humanos sólo parcial- sólo en una reflexión retrospectiva, un estudio de los
mente se opongan, mientras que parcialmente coinciden orígenes en busca de la propia identidad, sino también
y se compenetran. Lo que pudiera ser un factor multi- en un proyecto de autonomía, una voluntad de afirma-
plicador de discordias, cumple a la vez una misión regu- ción de todo loautóctono. Curiosamente, las regiones,
ladora al evitar cualquier oposición total. Los grupos po- las nacionalidades, sello más particular y
van a tener un
líticos, por ejemplo, ya no cuadran con los grupos reli- distintivo dentro de esta unidad supranacional. Cuanto
giosos, económicos o geográficos. Hay ingleses que no más se asemejan los españoles y los franceses, más se
son anglicanos, comunistas que no son prosoviéticos, in- distinguen los catalanes de los castellanos. El desarrollo
telectuales que militan al lado de los trabajadores, blan- del ecumenismo coincide también con la progresiva di-
cos qu hacen causa común con los negros. Es posible versificación de las Iglesias locales. Lo cual, en el fondo,
e
que una misma persona, un campesino, esté hoy a la no es ninguna paradoja; es un fenómeno tan lógico, que
vez, y por distintas razones contra los obreros industria- más bien resulta un fenómeno mecánico.
les,
contra la clase burguesa, contra los movimientos fe- Hay que reconocer, sin embargo, que sobre el plura-
ministas, contra el Mercado Común, contra los obispos lismo se cierne Sucede que las di-
una grave amenaza.
266 267
el el plu-
versas formas culturales de la humanidad no sólo son Resumiendo: la unidad hace posible diálogo,
muy variadas, sino también muy desiguales. Existen ralismo hace posibles a los dialogantes.
pueblos que son, sobre todo, «emisores», y otros que son,
sobre todo, «receptores». Con frecuencia, éstos se limi-
tan a asimilar los esquemas de cultura que les transmi- II
ten los otros, los pueblos poderosos, tan ambiciosos qui-
zá, que exportan su propia concepción de la vida como Pero el auténtico pluralismo no significa solamente la
otra mercancía cualquiera; tan altruistas quizá, que existencia simultánea, en un mismo espacio, de varios
quieren imponer al mundo entero lo que ellos conside- estilos de vida y varias concepciones de la realidad. As-
ran motor del progreso y clave de la felicidad. Pero se pira a una convivencia efectiva y a un intercambio fe-
trata de un falso altruismo o de una ambición equivoca- cundo. No se trata de permitir a cada uno su monólogo,
da. De hecho, sobreviene el empobrecimiento para unos sino de establecer el diálogo entre todos.
ypara otros, para los pueblos ricos y para los pueblos Por supuesto, esto exige de cada una de las partes la
pobres. Estos pierden su identidad y aquéllos se ciegan, renuncia a pretender imponer al conjunto su propia
sevuelven insensibles a cualquier otro valor que difiera idea particular, su norma o su proyecto. Pero supone
de los
suyos, a cualquier otra figura de vida que no en- también que cada sistema de pensamiento renuncia a
caje dentro de sus criterios preferentemente económi- erigirse como el único exhaustivo, el único que abarca a
cos.
He ahí el peligro, inevitable en todo diálogo donde los demás, el único que proporciona las explicaciones úl-
los interlocutores timas. Tales pretensiones carecen de futuro. La época
poseen una fuerza muy desigual.
Pero no es inevitable sucumbir a tal peligro. Ni siquie- de los sistemas totales pasó a la historia. Ningún pensa-
la ciencia, ni siquiera la técnica (a dor serio se jactaría hoy de poseer la llave de la verdad y
ra cuyo avance sería
inútil querer oponerse o sustraerse), tienen por qué ser de poder ofrecer al mundo un mensaje personal de sal-
consideradas un factor de uniformidad en el mundo vación. Ya no toleramos tampoco los dilemas demasiado
moderno. A pesar de su carácter objetivo, universal y simples. Osocialismo o capitalismo... Hace tiempo que
universalizador -ese lenguaje común que proviene del y
uno otro ven obligados a ensayar soluciones mixtas;
se

desciframiento matemático de lo real-, la ciencia no mientras los países socialistas relajan su economía dirigi-
a da, la economía de libre mercado se impone restriccio-
tiende, de suprimir o difuminar las diversidades
suyo,
culturales. Cultura y ciencia, efectivamente, no consti- nes cada vez más severas.
tuyen dos esferas distintas y contrapuestas; ésta forma En un mundo pluralista no tienen aceptación -ni tie-
parte de aquélla, es parte de una determinada totalidad nen cabida ni tienen sentido- esos dilemas apremiantes
cultural. En ningún sitio la ciencia puede ser concebida del tipo «O yo o el caos»; esos enunciados maniqueos,
como algo ajeno, exterior, como algo perteneciente a dogmáticos, que explican el universo mediante alguna
mental más
otro universo evolucionado. Cada civiliza- disyuntiva tan tajante como falsa. El mundo es comple-
ción debe realizar su propia síntesis, la incorporación de jo, y las posiciones dogmáticas quedan condenadas, an-
la ciencia a sus raíces culturales; síntesis tan diferencia- tes que nada,
por su irrealismo, por ese error de simpli-
dora como esas mismas raíces. Ni la ciencia ni
la técnica ficación que subyace a los diversos
nada?
errores propios de

o
vienen a abolir las diferencias, simplemente nos obligan cada variante. ¿O todo Hay otras muchas sali-
a replantear éstas en otro nivel. das: ni
todoninada, sino
una parte; ni todo ni nada,

268 269
sino una tercera cosa; a la vez, y
todo nada, pero en dis- la segunda nos invita a interpretar de manera amplia,
los
tintos tiempos, o al mismo tiempo, pero en distintos pla- generosa, afirmativa, la situación de no cristianos
nos. El mundo es complejo. con respecto a Cristo. Entre una y otra frase hay algo
más que compatibilidad: quien no está con Cristo (es de-
cir, quien no piensa con Cristo que todos aquellos que
están contra nosotros, están con nosotros), está con-
Los dilemas resultan falsos dilemas cuando son for-
mulados de
no
tra Cristo.
manera interesada y capciosa.
Por ejemplo, ciertos intérpretes de la doctrina católica Fuera de la Iglesia se dan preciosos frutos de santi-
a menudo de este ardid expresa o tácitamente. dad, las olivas que maduran fuera del arca, según pala-
usaron
O sumisión incondicional a su magisterio, o anarquía de bras de San Agustín (Contra Faust. 12,20). Porque las
un exégesis definitiva y rígida, o el fronteras de la Iglesia visible no coinciden con las del
pensamiento; o a ex-
la Iglesia nunca podrá apropiarse del
travío de las versiones subjetivas; o piedad tradicional o Reino. Porque
sentimentalismo aberrante. Se trataba de forzar la adhe- todo los atributos que son exclusivos de su Señor. Cristo
es el único camino, pero la Iglesia no es la única senda
sión de la gente proponiendo disyuntivas cuyo segundo
la luz del mundo,
término fuera odioso e inadmisible. Demasiado fácil, que conduce a ese camino. Cristo es
desde luego; demasiado fácil y demasiado innoble. De pero la Iglesia
no tiene el monopolio de su irradiación.
sobra sabían ellos que, además de las dos posibilidades Cristo es la única puerta del redil, pero la Iglesia no es
expresadas en cada uno de tales dilemas, existe siempre el único acceso a dicha puerta. Cristo es el único templo

del Padre, pero en la casa de Dios hay muchas habita-


una tercera. Pero la respuesta oportuna en este caso se-
hominem, la aportación de ciones. Sólo la persona de Jesús es el centro absoluto de
ría
el
argumento ad un nuevo
dilema: o fanatismo autoritario o pluralismo razonable. todo, y la Iglesia visible no es siquiera el punto de refe-
Es rencia con respecto al cual las cosas, según su mayor o
evidenteque en toda religión institucionalizada
como comunidad de fe tiene que haber alguna defini- menor proximidad, podrían considerarse más o menos
ción de dicha fe, y, por consiguiente, algún criterio para cristianas, sino sólo más o menos explícitamente cris-
determinar los los tianas.
que están dentro y que están fuera.
¿Cuáł sería, en nuestro caso, este criterio, esta raya de Mientras no llegue el momento final, cuando la Igle-
en Jerusalénceleste, recinto de
sia se transfigure los ele-
demarcación?
Cristo dijo: «Quien no está conmigo, está contra mí» gidos que llegaron de los
cuatro puntos cardinales, el
(Mt 12,30). Pero dijo también: «El que no está contra trigo y la cizaña seguirán aquí abajo estrechamente mez-
clados, y la única orden que el dueño de la finca dio es la
nosotros, está con nosotros» (Mc 9,40). ¿Cómo conciliar
ambas cosas? Porque parece que la primera de estas dos de no cortar una sola hierba hasta el día del juicio. En-
frases condena la neutralidad, asimilándola a una forma tendiendo bien que tal consigna se debe no sólo al peli-
la hoz de los criados pueda alcanzar involun-
de hostilidad;
en
la segunda,
por
el contrario, esa mis- gro de que
ma neutralidad es alabada como una forma implícita de tariamente alguna espiga de trigo, sino porque ellos
amistad y alianza. Sin embargo, no existe entre esas sen- mismos pueden fácilmente equivocarse, tomando como
tencias contradicciónalguna. Según sus respectivos con- cizaña lo que es trigo.
textos, la primera nos obliga a examinar con rigor la En un mundo tan abigarrado como el nuestro, a la
sinceridad de nuestra condición cristiana, mientras que Iglesia le va a ser más fácil recordar que su misión es

270 271
la
misteriosa, de resultados nada cuantificables, oscura y
una finalidad muy diferentes, sino, sobre todo, por-
misión de seguir siendo sal de la tierra: no un grupo que su lógica, subordinada en todo momento a
las im-

humano al lado de otros grupos, ya que tampoco la sal previsibles mociones del Espíritu, nada tiene que ver
las sociedades humanas.
es
un alimento junto a otros alimentos. Antiguamente, con la lógica de
el pluralismo cristiano presupone la uni-
cuando los límites de la Iglesia se calcaban sobre los lí- Desde luego,
mites del Imperio, configurando el perfil de una socie- dad. Siempre tiene que existir una identidad religiosa.
dad perfectamente homogénea en lo espiritual y en lo Siempre debe darse no sólo la comunión de los corazo-
temporal, el peligro de confusión era realmente mucho nes en una misma fe, sino también la posibilidad de co-

mayor. De hecho,
los criterios
para determinar
la perte- municación de las diversas experiencias de fe: el dere-
de la Iglesia, cho a la diversidad comporta el deber correlativo de ca-
nencia o no pertenencia un hombre a no
siempre estuvieron exentosde contaminación política. tolicidad, de apertura a las otras maneras de confesar y
Además de influir poderosamente en los sínodos ecle- practicar un mismo credo. Habrá que evitar también, en
siásticos, los emperadores llegaron a dictar ellos mismos
lo posible, el escándalo de los hermanos más pequeños,
turbación inútil de aquellos aquienes cierta multipli-
leyes contra los herejes.
Tan grande era su celo por
la
la
casa de Dios? Simplemente, los herejes atentaban contra cidad de formas sólo traería desconcierto, incertidum-
la estabilidad del Imperio, cuya unidad descansaba so- bre y desazón. A veces, un teólogo o un
grupo de
la libertad del pluralismo, hacen
bre la fuerza unificadora de una religión única. La he- creyentes, invocando
rejía, por tanto, constituía, a la vez, un crimen de lesa afirmaciones cuya letra parece oponerse a las fórmulas
Iglesia y de lesa patria. De ahí que la fórmula del credo establecidas o al sentir del pueblo. No les reprocho su
al pluralismo, sino la insuficiencia de ese
fuese utilizada contra los herejes, por el brazo secular, amor amor. Si
evitarle todo obstáculo
como un código contra desertores. loamasen más, esmerarían en
se

innecesario, cuidarían más sus expresiones y se darían


cuenta de que eso que dicen lo podrían decir igualmen-
te de otra forma menos abrupta, menos airada o menos
Toda comunidad religiosa constituida como tal supo-
fe y necesita novedosa, esto es, más aceptable. La autoridad eclesiás-
ne una unidad de una cierta disciplina doc-
trinal. ¿Qué clase de disciplina, qué grado de unidad? tica tiene el deber de respetar el pluralismo y de recor-
Alguien podría pensar que su unidad interior debe ser dar aquella advertencia de San Ignacio según la cual
«hay
mucho más estricta que la de cualquier sociedad terre- que ser más prestos a salvar la proposición del pró-
na, ya que ella carece de medios coercitivos para hacer
jimo que a condenarla». Pero también el prójimo tiene
el deber de practicar el pluralismo de manera autocríti-
respetar esa unidad y debe permanecer una e indivisa a
largo de los siglos y a lo ancho de las naciones. Otros, ca respecto de su misma proposición y de las múltiples
lo versiones que ésta, sin perder nada de su valor, puede
en cambio, pensarán que su grado de cohesión no nece-
sita ser tan alto el de adoptar. El éxito del diálogo no es ajeno al cuidado de
como una comunidad política, las formas.
donde constantemente objetivos inmediatos requieren
el acuerdo y la colaboración de todos los miembros. En En definitiva, es que sepan convivir unos y
menester
realidad, se trata de una cohesión ni mayor ni menor, otros, los que ansían un mayor pluralismo y
los
que ne-
sino de otro orden. No sólo porque la autoridad en la cesitan una mayor unanimidad. Ni éstos han de conde-
Iglesia, como factor de unidad, posee una significación nar a aquéllos ni aquéllos tienen por qué despreciar a

273
272
18.–Palabras son amores
éstos. Habrá que evitar también una doble tentación: ñor, reconocen hoy que ninguna de ellas agota la expre-
por una parte, hacer del pluralismo una teoría cómoda, sión de la fe común, que ninguna puede dar de él la
y definitiva: él es «siempre
que nos exima de todo rigor; por otra parte, pretender imagen completa mayor». No
que esta diversidad de actitudes tenga que concretarse hay duda que esta división de las Iglesias representa un
necesariamente en enunciados precisos, nítidos, sobre escándalo, un hecho triste que resta ante el mundo cre-
cuya ortodoxia poder dar en seguida un veredicto. dibilidad a su misión, y no hay duda que para ellas eso
La unidad y universalidad de la fe no estriba en for- significa una grave pesadumbre. ¿No cabría, sin embar-
mulaciones abstractas, tanto más elásticas cuanto más go, desde esta pesadumbre, desde esta humildad, desde
abstractas, sino en la vida de comunión de todos cuan- el reconocimiento de la parte de culpa que a todas in-
se llaman cristianos, capaces de intercambio y cumbe, ver en ello una misteriosa gracia? Cada una de
tos
nocimiento recíproco. Movidos por el Espíritu, podrán
reco-
las Iglesias
puso s énfasis particular, subrayó especial-
practicar aquella «multiplicidad de lenguas» que trajo mente un aspecto u del mensaje, tal vez con vehemencia
Pentecostés, y que constituye la más excelsa forma de excesiva, pero ninguna de las demás puede renunciar a
diálogo, de comunicación con cada uno. ninguno de esos aspectos. ¿No cabe ahí la posibilidad de
La unidad que degenera en uniformidad es mala, un enriquecimiento mutuo para el futuro? ¿Cómo re-
la autenticidad de
porque sólo se obtiene a costa de unir en un haz de luz tantos destellos, tantos rasgos
nuestra adhesión personal, y el pluralismo que llega a sueltos de ese rostro que todos amamos, pero sobre el
dispersión es malo, porque disuelve la fe. Sin una fe co- cual todos hemos puesto también una sombra, una
mancha, la huella de un oprobio? Hubo pe
mún no hay comunidad. Sin autenticidad no hay perso-
nas para formar comunidad. duda, en el hecho de la separación. ¿No podría hoy, a
pesar de todo, interpretarse esa culpa como una felix
сulpа?
Es evidente, repito, que debe existir una definición de
fe. La religión católica profesa un credo, un conjunto de
dogmas a los que el creyente ha de prestar su asenti- Pero la verdad de Jesucristo no se halla solamente en
miento. Pero est conjunto, según quedó dicho en el las Iglesias
que se proclaman cristianas. Hay reflejos y
e
Vaticano II, decreto sobre ecumenismo, está articulado fragmentos de esa verdad repartidos por todo el mun-
como una «jerarquía de verdades». Las hay principales do: son las famosas «semillas esparcidas del Verbo». Este
y

accesorias, determinantes y determinadas: Se trata de convencimiento, que no es de ahora, sino que data ya
círculos concéntricos alrededor de una verdad funda- delos Padres, debe suscitar en nosotros gran respeto
un
mental, que es Cristo, el Señor; verdad que en cierto por tantas maneras diferentes de pensar, a la vez que el
modo constituye una verdad preconceptual y que puede propósito de ampliar y ahondar nuestra verdad con esas
ramificarse en distintas fórmulas conceptuales, depen- remotas aportaciones. Pero nunca impaciencia por bau-
dientes de su marco cultural. Para que puedan ser luego tizarlas.
cotejadas correctamente, necesitarán antes de una Ya sé
que
la expresión «cristianos anónimos», hoy tan
transcripción a las
estructuras básicas de la fe pri- en boga, no es propiamente una calificación que la Igle-
mordial. sia se
arroga el derecho de imponer a los hombres del
Las distintas Iglesias que aclaman a Cristo como Se- exterior. Es, más bien, una persuasión de uso interno,

274 275
los
que creyentes emplean precisamente para valorar
todos que nuestras respectivas religiones poseen una
con mayor modestia su propia condición, inmerecida,
de cristianos explícitos. Es
una expresión que traduciría
raíz misionera y una irrenunciable vocación universal.
¿Cómo compaginar ambas cosas? La impresión domi-
aquella frase de Jesús antes citada: «Quien no está con-
nante es que nos falta sinceridad, bien sea en la acogida
tra nosotros, está con nosotros». Es una forma de ha-
que concedemos a nuestros interlocutores, bien sea en
blar, sin embargo, que puede resultar poco afortunada,
exposición que hacemos de las pretensiones de nues-
poco deferente, incluso injuriosa para alguien que quizá la
tra fe. Todo ello podría expresarse también de otra for-
vea en ella la graciosa concesión de una ciudadanía que si
ma. La acogida al hermano no es plena no deseamos
él ni desea ni ha solicitado. Lo que íntimamente obede- lo mejor, y cada (y
ce a una razón de humildad en el cristiano, aparece ha- para él uno entiende no puede dejar
de entenderlo así) que lo mejor para todos es la religión
cia afuera como un gesto de superioridad, como una
condescendencia; tal vez, como una gestión solapada de concreta que él profesa. ¿Cómo conciliar esto con aquel

anexión espiritual. Por mi parte, confieso que siempre otro elemento que supone una acogida respetuosa, la
voluntad de aceptar y amar al otro en cuanto otro? De-
que oigo tales palabras, me parece que expresan una cir que cada caminante debe seguir su camino y que to-
operación a la vez demasiado fácil y demasiado porten- dos los caminos desembocan finalmente en el mismo
tosa, lindante con la prestidigitación, y no puedo evitar
Dios, me parece una respuesta insuficiente, tal vez evasi-
el pensar en un teólogo vestido de lamé, habilidosísimo,
va, tal vez tocada de irenismo. Creo que debemos reco-
sacando de un sombrero sintoísta la paloma del Espíritu el fondo de tales diálogos late
Santo. Con los mismos motivos, un musulmán podría nocer ya que en una tre-
menda paradoja, una contradicción humanamente inso-
llamarme a mí «musulmán anónimo». Pero yo tengo mi
luble. Subrayo el adverbio humanamente, para poner de
nombre, al que me adhiero, y no me gusta que nadie lo
relieve la necesidad de invocar aquí el nombre del Se-
considere un anónimo, o más bien un pseudónimo bajo
ñor; sólo él, para quien nada hay imposible, nos permite
el cual se escondería una identidad que me niego a re-
afrontar un deber imposible. Sólo él ha podido desper-
conocer.
tar en nuestro corazón, juntos y al mismo tiempo, este
La fe cristiana debe dejar a las otras formas de fe ser deseo ardiente de dialogar, este penoso sentimiento de
lo que son. No tenemos derecho a englobar todas las ex-
su inviabilidad y esta esperanza contra toda esperanza.
periencias espirituales dentro de nuestra propia termi-
nología, no podemos integrarlas precipitadamente en lo
Se trata de una esperanza que desborda nuestra capaci-
dad de espera, en la misma medida en que su perdón
que ya conocemos, ni tampoco pretender dar de ellas rebasa nuestra conciencia de culpa.
sin duda,
una explicación suficiente, que sería, una ex- Tal vez, la integración ecuménica de todas las verda-
plicación reductora.
des sólo podrá darse
que el diálogo en el último día, lo mismo que la
Sé no es fácil. Quienquiera que haya reunión completa y definitiva de todos los elegidos. Na-
asistido a una reunión donde participan miembros de
die sabe cuándo será ese día. El aplazamiento de la veni-
distintas religiones, ha podido advertir como una espe-
cie de contradicción latente, casi
da de Jesucristo nos obliga a una laboriosa paciencia,
nunca declarada. Por abre ante nosotros un espacio para la convivencia pacífi-
todos decimos a
una parte, que acogemos todos tal y ca y obsequiosa, para el análisis y los tanteos, para la
como son, sin reservas ni segundas intenciones que pu- multiplicidad de respuestas siempre provisionales. Es
dieran tacharse de proselitistas. Por otra parte, sabemos
verdad que, de algún modo, en nuestra mano está «ace-
276
277
lerar la parusía»,
cendidos deseos,
esperar advenimiento con tan en-
su
III
qu él digne
se adelantarlo, Pero lo
que jamás podemos hacer es anticipar pornuestra cuen- Cabría decir que el pluralismo es
un fenómeno relati-
ta, ilusoriamente, esa parusía, improvisar al espacio. Sin afectar, desde
una falsa uni- vo al tiempo no menos que
dad con el pretexto de un falso pluralismo. luego, a la continuidad de la fe más de lo que está per-
mitido afectar a su unidad.
La doctrina en que se articula nuestra fe es histórica,

El
verdadero pluralismo y la
verdadera unidad son
cosa distinta. porque proviene de un pasado y porque en ningún mo-
otra muy
Ni el pluralismo destruye la unidad ni ésta sofoca el mento puede identificar su propio contenido, su conte-
nido pleno, con la formulación concreta que de él ofre-
pluralismo. Lo uno no elimina lo otro, antes al contrario
ce en dicho momento. Sólo reconociéndolo así es legíti-
fin de que ni el pluralismo se convierta en
lo exige, a

dispersiónni la unidad degenere en uniformidad. Bien ma su pretensión de validez duradera. Antes dije que
ninguna versión oficial agota las virtualidades de la fe
entendido que no tiene por qué ser más peligroso acen-
cristiana; ahora hace falta añadir que tampoco la suma
tuar un aspecto u otro, una propiedad u otra. Quiero de todas las versiones que se han ido sucediendo al cabo
decir que no tiene por qué ser, de suyo, más disgrega-
de los siglos, puede llegar nunca a esa plenitud de ex-
dor el pluralismo que opresora, de suyo, la unidad.
presión. (Hablar de historicidad de la verdad no creo que
Constantemente estamos oyendo que «la libertad no es dureza del cobalto.
sea más incorrecto que hablar de la
libertinaje»; de acuerdo; pero sería necesario repetir con
la misma frecuencia que tampoco el orden es precisa- No es incorrecto, es humano. Aunque supongo que no
hace fałta advertir que nunca podrá ser criterio de ver-
mente justicia. Porque los riesgos de distorsión y abuso
dad ni la conformidad de un texto con una época deter-
no son menores en el concepto de orden que en el con-
minada ni su fecundidad para el futuro. Tal pragmatis-
cepto de libertad. Lo que ocurre es que siempre suena
mo resulta indigno del concepto de verdad.)
más alto la voz de quien tiene más poder. ¿Cómo llegar
Vive la Iglesia sumida en el tiempo,
y, con ella, su en-
a la libertad y el
así un diálogo constructivo, en el cual
pluralismo intercambiaran sus dones, sus buenos ofi- señanza y su conciencia de sí.
Esta temporalidad perte-

cios, su fuerza correctora, con la unidad el orden? nece a su propia estructura interna, es parte de su fini-
Repito, los excesos o descarríos pueden darse igual- tud y acicate de su esperanza. Vivirá, por lo tanto, muy
Parece que, dentro de la atenta a los signos de los tiempos, cada uno de los cuales
mente por ambos extremos.
Iglesia, muchos de los que con más ardor pedían el diá- es para ella como una pałabra de Dios que debe inter-

logo, se hallan hoy cada vez menos dispuestos a ejerci- pretar a la luz de esa gran palabra permanente que re-
tarlo, y no es infrecuente que al monólogo autoritario suena en la Escritura, pero reconociendo, a la vez, que
desde arriba corresponda ahora un monólogo reivindi- también la Escritura ha de recibir luz de dichos signos.
cativo desde abajo. Estos contribuyen a hacerla legible, comprensible en
cada momento, con tal que las sucesivas interpretacio-
nes vayan progresando en la misma dirección y sentido.
Una doctrina de expresión irreformable, elaborada
de una vez por todas, sería un elemento de oclusión,
una manera de «encadenar la palabra de Dios». Porque
278 279
ésta
no queda silenciada únicamente cuando se la pros- construcción de aquella pregunta que dio origen a esa
cribe, sino también cuando es declarada intocable, posi-
SO-
respuesta. ¿Con qué probabilidades de éxito? ¿Es
metida a una exégesis de bloqueo, confinada al reino de ble recuperar, en su genuina unicidad existencial, el
lo intemporal. He aquí cómo puede la verdad ser se-
cuestrada con grandes honores, cerrada con llave de
pensamiento de los medievales? La Ilustración recons-
truyó a su modo la Edad Media, el Romanticismo tam-
oro, atada con cintas de
seda. bién, nosotros también. Pero nuestra idea del siglo XIII
es distinta de la que dieron de él los hombres del XVIII y

¿Y cómo se produjo la formulación de las llamadas los del la


xIX, y distinta, desde luego, de que tuvieron
verdades de fe? de sí mismos los hombres que vivieron en aquel siglo.
Muchas de ellas constituyen la respuesta a una pre- He aquí el pluralismo en el tiempo. A la vez que se hace
gunta que sacudió las almas en un momento dado de la historia, hay que hacer historia de la historia. He aquí el
historia, pregunta que tantas veces adoptaba la forma diálogo en el tiempo, que consiste en someter los textos
violenta de una lucha no solamente espiritual. Por con- anteriores a sucesivas lecturas.
siguiente, el enunciado dogmático en que fraguó esa Puesto que cada época tiene su propio ámbito concep-
verdad ha de ser entendido como tal respuesta, y ésta tual y sus propios instrumentos, parece que es impres-
ha de ser entendida en función de cindible, para conservar un significado, analizar a fondo
la
pregunta que la
motivó, pues el lenguaje sólo resulta inteligible dentro el significante. Tal vez mantenerlo a la letra sería trai-
del «discurso». Efectivamente, toda formulación teológi- cionarlo en su espíritu. En una doctrina viva hay siem-
si
ca es hija de su tiempo. Para darse cuenta de ello basta pre un componente estabłe, sustancial, y otro móvil;
percibir cuántos elementos helenísticos s hallan presen- éste se fija, aquél resulta ininteligible y acaba vaciándo-
e
tes
en la teología patrística, cómo es profundamente me- se. Una forma muerta no es sólo peso muerto, sino tam-

dieval la teología escrita durante la Edad Media. Pienso de dar muerte al con-
las proposiciones
bién agente de corrupción, capaz
que mismas de fe, más que «transpa- junto. Aquí encuentra su sitio el célebre axioma: «Es por
la revelación, la «reflejan», ya física las metafísicas».
rentar» que propiamente su por donde mueren
respuesta que los hombres han dado a la Desde luego, una proclamación actual de la fe tiene
pertenecen a
la
revelación. que haber asimilado lingüísticamente lo esencial de la
Es menester preguntarse: la filía y el agapé de enton- tradición, pero al mismo tiempo debe liberarse de todas
ces, ¿coinciden exactamente con
lo que nosotros tradu- aquellas adherencias que por ser hoy irrelevantes, por
cimos por amistad y caridad? ¿A qué modalidades de haberse hecho opacas, falsearían el mensaje. De Lubac
nuestro amor actual corresponden? Cuanto dije antes nos advierte cómo, si queremos que el río de la auténti-
de la historia y geografía del lenguaje, tiene aquí una ca tradición llegue hasta nosotros, necesitamos dragar
acuciante aplicación. Sucede que el magisterio eclesiásti- constantemente su lecho.

co
n Hace falta, pues, a la hora de expresar nuestra fe,
posee el control de las palabras; éstas siguen su
o
curso, amplían o reducen su sentido; muchas de ellas algo más que una fidelidad indiscriminada: hace falta
son, al cabo de un tiempo, desplazadas, marginadas, se una «fidelidad creadora».
Es menester memoria e imagi-
hacen irreconocibles. ¿Cómo trasladar esos conceptos a nación. No hay más remedio que formular y reformu-
otro código, a otro sistema de significación hoy vigente? lar. Pues es bien sabido que los clásicos no envejecen,
Se necesita un replanteamiento de los datos, una re- pero sus traducciones sí.

280 281
Ya desde los origenes, el mensaje cristiano ha sido gueraestéril, de la cosecha del juicio final. El lenguaje
siempre «locura para el mundo». Conseguridadlo es y liturgico es actual, tanto como pvedeserlo la madera 0
lo seguira siendo. Su contenidodificilmente puede de- el cobre.
jar de ser escandaloso. No podria decirse lo mismo dela tinaja de madera, el
Pero hoy este escandalo reviste en muchoscasos for- candil de cobre y el lenguaje teolégico que ordinaria-
masespeciales. No se refiere tanto al contenido cuanto a mente se ha venido usando. Hace mucho tiempo que a
la manera en que éste viene expresado. Con frecuencia, la teologia le presté la filosofia escolastica su aparato
las verdades de fe, a las cuales se reconoce un caracter conceptual, y en pagodesusservicios recibié eltitulo de
metahistorico, siguen siendo formuladas segtin modos Filosofia Perenne. {Puede darse un titulo mas sospecho-
conceptuales histéricamente caducados. A quienes por so? Ella, humildemente, se proclamaba«sierva de la teo-
inercia continuanutilizando semejante lenguaje, convie- logia>, pero en realidad ha funcionado casi siempre
ne aquel reproche de Péguy: porque noestanconla na- como duena de su duena, atandola a su carro, lastran-
turaleza, creen queestan conla gracia, y porque no son dola con unléxico categorial que le impidié evolucionar
de su tiempo, creen que pertenecena la eternidad. Tal debidamente. Lafilosofia, sierva de la teologia, y la teo-
lenguaje suscita en mucha gente un escandalo que no logia, sierva de la Escritura. Tal gradacion recuerda, fi-
tenemos ningun derechoa identificar con el «escandalo nalmente,eltitulo pontificio de «siervo de los siervos de
dela cruz». Dios», demasiadoretorico para ser creible en el mundo
Puesto que dependedela predicacién, la fe depende, de hoy.
en cierto modo, del lenguaje. Su suerte esta ligada al Demasiado retérico, ampuloso y arcaico, cierto len-
lenguaje que emplee en su transmisién. Preguntarnos, guaje eclesiastico. «En medio de esta tan grande perver-
pues, si ese lenguaje es actual o no, equivale a pregun- sidad de opiniones depravadas, Nos, urgidospor la sa-
tarnossi es valido 0 no. gradaresponsabilidad...» Se presta a un juego de adivi-
Enciertos aspectos, el lenguaje de la Iglesia se halla nanza: adivinen ustedes cuando, en qué siglo, en qué
necesariamente vinculado al lenguaje biblico, el cual edad geoldgica, fue escrito ese parrafo. Es un lenguaje
constituye no s6lo su expresi6noriginal, sino también su que huele a alcanfor. Aun despuésde traducido, parece
inspiracién permanente e irrenunciable. Lenguaje, es que sigue redactado en latin. ¢Cémovana sentirse los
verdad, propio de una cultura agropecuaria. Principal- hombres del mundointerpeladosporesas palabras, in-
mentela liturgia se articula todaella sobre fragmentos vitados al didlogo? ¢Y¥ cémo podranlosfieles responder
extraidos de la Escritura, e incluso los himnos y preces a su obispo adecuadamente, con la debida simetria que
que hoy componenlos técnicos conservan su mismoes- exige todo dialogo? «A Su Excelencia Reverendisima,el
tilo y sabor. Unayotra vez se reelaboran los temas dela que suscribe, con el maximo respeto y consideracion...»
oveja perdida, la siembra a voleo, la mujer amasandoel La misma conversaci6noral, normal, entre obispoy fie-
pan,el cayadoy las flechas. ¢Lenguaje anacrénico? Len- les discurrira también, de algtin modo, sobre esa com-
guaje intemporal. En esas imagenes se reconoceyse ex- plicada falsilla. Por deformacionprofesional, cuando él
presa el hombre de todos los tiempos. También el len- hable de una excursi6n a los Pirineos o incluso de la
guaje profano sigue hablando de cosechar éxitos, de confianza y espontaneidad con que desea ser tratado
obras fecundas, de instituciones esteriles. Nadie se sor- por la gente, ha de seguir hablando, mas o menos, en
prenderasi en misa oye hablar dela vid fecunday la hi- letra gotica, con finos y gruesos. jOh!, lo sé, monsefnor;

282 283
las cosas
van cambiando, ya no son hoy lo que eran
IV
las formas de
ayer. Pero ¿es suficiente perfeccionar
lo La Iglesia es histórica también en lo que atañe al co-
ayer? Pienso que, para ser actual, mejor es remontarse
mucho más atrás, volver a las fuentes, donde, además nocimiento de la verdad, y sus miembros no lo son me-
de discurrir sobre viñas e higueras, se recomienda a los nos, todos ellos sujetos activos y pasivos de la historia.
sólo de la Iglesia, formando
cristianos no llamar a nadie padre, ni jefe, ni maestro. No porque viven dentro
parte de un pueblo que camina a través de los siglos,
¿ Para qué esmerarse en actualizar o mejorar el lenguaje sino porque cada uno de los fieles atraviesa, él también,
de ayer? El avión no se inventó actualizando la forma
distintas etapas y en su trayectoria personal repite, una
del zepelín, sino imitando la forma del pájaro.
vez más, la azarosa marcha de Israel. biólogos ha-
Los
blan de filogénesis y ontogénesis, de cómo el individuo
Evangelio cuenta ya con dos mil años de vida. No
séEl si hemos comprendido suficientemente que, además
de tener un origen divino, tiene una historia humana,
reproduce en miniatura, a escala particular, el ciclo de
su especie.
Dada mi condición histórica, el único modo que tengo
esdecir, concreta, siparticular, contingente. Piénsese qué
de venir a de aceptar las verdades de fe es asimilándolas desde la
hubiera ocurrido los apóstoles,
en lugar
situación concreta de mi pensamiento. No me refiero
Occidente, toman una trayectoria opuesta, cómo serían
hoy las nociones de nuestra fe expresadas según un es- sólo a mi entorno cultural, a las estructuras conceptua-
les la época
quema mental indio o chino. que caracterizan que me ha tocado vivir,
sino también a mi propia situación intelectual, igual-
Tal vez, nunca como ahora se había hecho patente
esta relatividad, nunca había existido mente histórica y evolutiva. Pues la fe, como ya quedó
una conciencia tan
aguda del carácter histórico inherente a todo lo huma- dicho, no significa un asentimiento tácito, sobrentendi-
do de una vez por todas, sino que es un perpetuo cami-
no y, por consiguiente, a todo lo divino encarnado. Esta
peculiar conciencia del «tiempo» es un signo de nuestro nar: no una fe-posesión, sino una fe-búsqueda. Buscad
tiempo. De ahí que una formulación doctrinal absoluta, yencontraréis. Y lo que encuentro suele ser un aumen-
fixista, irreformable, sería hoy una pretensión doble- to de energía
–de paciencia, de esperanza, de rastros-
para seguir buscando. Desde luego, no se trata de una
mente inactual.
búsqueda ciega y a partir de cero («montó a caballo y se
Como tal signo de los tiempos, es menester que vea-
mos en él un aspecto de
la voluntad de Dios referido puso a galopar en todas las direcciones»), sino apoyán-
también a la modalidad de nuestra inteligencia, al dis- dome en unos datos y una tradición. Pero de todos mo-
dos tendrá la cual puedo
curso progresivo de
los hombres. El no es solamente el que ser una búsqueda mía, en
y acompañado, nunca sustitui-
Eterno; es también «el que era, el que es y el que ven- ser más o menos asistido
drá». Seňor de la historia, su palabra sobrepasa las posi- do. Esta dimensión de la fe, personal e itinerante, ha
bilidades de comprensión de toda época. Su dignidad sido puesta de relieve especialmente en nuestros días.

nos prohíbe cualquier intento de expresión o sistemati- En lo sucesivo, advierte Jean Pierre Jossua, tampoco los
zación exhaustiva. Su trascendencia relativiza nuestros teólogos podrán ya trabajar ocultándose tras la objetivi-
dad de su discurso, sino 'e
conocimientos sobre él. que están obligados a restitui
a éste su base biográfica, su génesis interior.
Es en él en quien creemos. Las fórmulas de fe no
pueden convertirse en objeto de fe. Cada creyente tiene su propia historia. La tiene el en-

284 285
tendimiento del teólogo, y por eso no se deben tratar grandemente, a la vez que su dimensión personal, su di-
sus momentos de investigación como productos termi- mensión comunitaria, tan inseparables las dos. El dog-
nados, listos para el dictamen. La tiene el alma, con sus matismo sólo da lugar a unas relaciones jurídicas, rela-
y ciones de mera exterioridad. En cambio, la fe interroga-
horas de
luz de fatiga, sus avances y retrocesos;
también sus dudas, relativas incluso al
segu-
tiva postula y provoca, espontáneamente, la
ramente, lugar mutua ayu-
que ocupa respecto la fe oficial de la Iglesia. ¿Puede
a da, la puesta en común, el diálogo: la vida eclesial.
exigírsele que precise mejor su ubicación? El hombre de ¿Dónde empieza y dónde acaba la Iglesia de Cristo?
hoy no se expresa en fórmulas tan nítidas. Es tiempo de Pienso que sus lindes serán cada día menos definidas, y
ambigüedad. Lo cual no significa necesariamente una su comunidad, cada vez menos homogénea. No deja de
desgracia. ¿Eran más afortunados aquellos tiempos en ser significativa la predilección actual por esa imagen di-
que la firmeza y entereza de la fe se medíapor el núme- námica de «Pueblo de Dios», con preferencia sobre

ro
de
moros alanceados? Pienso que no deja de ser un aquella otra, estática, asentada y cristalina, de «Ciudad
progreso el haber aclarado que las cosas no son tan cla- de Dios». Se trata de un pueblo en marcha, y su camino,
ras como se pensaba. Tal vez, el simbolismo del trigo y probablemente, tiene mil curvas, y sus estadísticas, pro-
la cizaña no se refiera únicamente a la calidad moral de bablemente, acusarían una gran población flotante.
los hombres, sino también a sus ideas, las cuales a me-
nudo no son más discernibles que la inocencia o culpa-
bilidad de quienes las sustentan. No cortéis la cizaña, no Esun deber de toda autoridad religiosa mantener la
sofoquéis ningún pensamiento. ¿Es quizá integridad del credo y, por lo tanto, la cohesión de los
una hora es-
pecialmente apta para el diálogo, la hora en que el diá- creyentes. Pero es una tentación suya extremar las exi-
logo resulta más necesario que nunca? gencias de ese credo llevándolas hasta lo accesorio y opi-
Un diálogo tran-
sido de respeto, difícil tal vez, paciente e interminable, nable, así como recabar de los fieles un grado de cohe-
hasta el día en que Dios juzgue a todas las almas. sión mayor del que sería necesario y conveniente. Suce-
Es la hora de los perplejos, de los vacilantes y fronte- de que en aquellas personas que tienen la misión de ve-
rizos. ¿Están dentro? ¿Están fuera? Ellos mismos serían lar por lo establecido, se da siempre una natural tenden-
incapaces de decirlo. Incoherente, contradictorio, el hijo cia sobrestimar el orden y la continuidad. De ahí esa
de Adán oscila entre el quizá sí y el quizá no, y sólo en- prevención suya, que es casi un reflejo automático, con-
cuentra un relativo descanso en aquella frase del Evan- tra todo lo que pudiera constituir una novedad o una
gelio: «Creo, Señor; ayuda mi incredulidad». No hay en excepción.
este mundo sonidos puros,colores Conozco los argumentos que suelen darse para justifi-
puros, tampoco amo-
Sé hasta qué
res ni creencias puras: sólo existen acordes, combinacio- car tal actitud. punto es grave la responsa-
nes, pasiones y estados de fe confusamente percibidos, bilidad de quienes deben conservar unido el rebaño e
temerariamente expresados. En el interior de cada cual indemne el depósito de la tradición. No ignoro tampoco
tendrá que entablarse también un diálogo entre esas que en las ovejas existe otra tendencia no menos peli-
dos mitades del hombre; un diálogo, sin duda, difícil, grosa, una tendencia a la dispersión y
al extravío. Sin
las aplicaciones de la pa-
paciente e interminable, hasta el día en que el alma sea embargo, no es lícito extrapolar
juzgada por Dios. rábola en una línea indebida: la oveja no habla, la oveja
creyente tendría que renunciar
Este sentido el propia
de búsqueda propio de la fe favorece no piensa, a su

286 287
condicién de hombre. ¢Y ese otro simbolo, también bi- tantemente por abrir nuevos caminos y jensayar expe-
blico, del cuerpo y sus miembros? Unainterpretacién riencias nuevas: Jjustamente en ello consiste la historia
igualmente abusiva nos llevaria a deducir que, pueslos dela evolucion, de la aparicién de especies inéditas, mas
miembros no tienden en absoluto a desprenderse del complejas y mas avanzadas.Y la historia natural se pro-
cuerpo, resulta superflua e impertinente todavigilancia longaen la historia humana. Siempre que ha cono-
sobreellos. cido algun progreso, fue obra dela diversidad, del in-
Todo es mas complejo, efectivamente. Nadie debe ol- conformismo, de la creatividad centrifuga. Lo mismo
vidar que, en la Iglesia del Sefor, también los pastores que ocurrié en los origenes, cuando un grupo de homi-
son ovejas, y que tambiénellos tienen sus propiospeli- nidos disidentes emigré del bosque a la sabana pare
gros y temtactones, sus particulares maneras de desca- inaugurar una nuevavida, se repetira luegoenci
trio. Ellos también son humanos, y a veces habria que pitulo, en cada episodio de la historia humana. ¢La h
aducir razones bien humanaspara explicar su celo por toria se repite? Lo que se repite es precisamente ese re-
la unidadde la grey y la incolumidad dela tradicién. A chazo dela repeticién indefinida,esa resistencia a
menudo, se rechazan las novedades slo porque es mas carse en una forma de vivir, el repudio de la inercia.
facil actuar de forma consabida, y se condenan las ex- Hoy existe el servicio civil como alternativa al servicio
cepciones sdlo porque es mas facil actuar de manera militar porque alguiense atrevié a objetar, a desertar ¢1n
uniforme. conciencia. Hoyse celebran las misas en lengua vert
cula con general aprobacién porque undia alguien dejé
Es humano.El fenémenose da en cualquier sociedad de celebrar enlatin, incurriendo encierta desobedien-
humana. Siempre el poder ha preferido stbditos déci- cia. Pero noeran rebeldes, eran mutantes.
les: docilidad significa capacidad para ser ensefiado, para Quienes ostentan algun poder en la sociedad debe-
ser persuadido. Porque todo poderaspira a someter no rian entenderlo asi y apoyar las nuevasiniciativas, los
s6lo los cuerpos, sino también las almas. Tiende a ser proyectos innovadores. Pero viven atentos nada mas al
poder en todo, tiende al monopolio. Este se configura momentopresente. Por eso suelen considerar perju
comola imposicién de un modelo tinico de pensamiento cial lo que no es inmediatamente beneficioso. Por eso
y de conducta. Contrala proliferacién de ideas subjeti- llaman subversivo todo lo que no es hoy mismointegra-
vas, la autoridad exige el sometimiento a una verdad ble y consideran peligrosos a los ciudadanos maspacifi-
que define como objetiva. Contrala existencia de carac- cos si sus costumbres resultan minimamente excén-
teres y modosdevivir mas 0 menosoriginales, su afir- tricas.
macién de que las diferencias sélo son aberraciones. Lo He aqui Ja perfeccién: un patrén de pensamiento y
curioso es que esto ha calado muy hondoenel cuerpo conducta extraido de las ideas mas generales y delas
mismodela sociedad, la cual ya espontaneamente con- formas de comportamiento mas usuales. Razonable es
dena comoindeseables a los individuos que se apartan aquello que todos piensan, justo es aquello que todos
del patrén comun. Podria creerse que hay como una hacen, objetivo es aquello en que todos coinciden. De
suerte deinstinto, el instinto de la especie, a fin de que este modo, lo normal y lo anormal, que erancalificacio-
ésta se mantenga solidaria y firme. nes meramente estadisticas, obtienen un rango de
Pero he aqui que junto a ese instinto hay otro en la enunciadoscasi metafisicos. Lo normal se erige en nor-
naturaleza mas terco, mas profundo, que pugna cons- mativo.
288 289
Fabes ee
La actitud de la sociedad hacia los marginales y disi- tegrado en el Todo, y frente a las teorías que encerra-
dentes puede ser más o menos severa, más o menos ban al individuo dentro del ciclo de las reencarnaciones
comprensiva, pero siempre será reprobadora. En cual- y concebían el tiempo circularmente, como un eterno y
quier caso, los tratará como excepciones, como tipos desengañado retorno, y frente a la vieja mentalidad he-
anómalos. Y, al quedar definidos como tales, ayudan a brea, que reconocía en el judío a un miembro de Israel
confirmar la regla, a consolidar el modelo oficial. Hoy
se tiende a reemplazar el juicio penal por el diagnóstico
antes que a un individuo, la revelación cristiana afirmó,
desde el primer momento, la singularidad de todo ser
médico: de ser un culpable, el inconformista ha pasado humano, único eirrepetible, que dispone de un tiempo
a ser un enfermo, y como enfermo será atendido. No se único e irrepetible para salvar su vida.
al
trata solamente de preservar de su contagio cuerp0 Cada hombre es una idea particular de Dios, pues
social, sino también de intentar recuperarlo a él cuanto Dios es incapaz de ideas generales. Sólo nosotros habla-
antes a fin de evitarle el sufrimiento de su inadaptación, mos de humanidad: la humanidad se obtiene por abs-
de su desajuste. En definitiva, pues, aunque con otra tracción, es una abstracción.
versión y por otras razones, sigue en pie la vieja ley, la Piénselo, usted que es pastor encargado de velar
por
ley que ordena eliminar las discrepancias y someter a los
discrepantes. la unidad de su grey. No sólo deberá tolerar las схсер-
ciones, sino reconocer que cada alma es una excepción.
¿Y nuestro célebre pluralismo actual? Nada tan frágil No sólo tiene que soportar pacientemente que haya ex-
ni tan falseable. Ciertamente, hoy existe una diversidad cepciones, sino que debe fomentarlas: hacer que cada
pero también ha
los órdenes,
mayor que antes en todos uno de sus fieles descubra y cultive su propia originali-
crecido el poder de la autoridad para albergar en su dad. He ahí un mundo tal y como Dios lo amó, hecho
ámbito esas nuevas diferencias, y así regirlas y domesti- todo él de diferencias, de excepciones que ya no serían
carlas. Se han abierto nuevos caminos, pero ha aumen- tales, pues diferenciarse ya no sería excluirse, sino afir-
tado plantilla de la policía de tráfico. Se permite pen-
la marse uno mismo como tal. Descartes lo dijo sin amba-
sar con más libertad, pero se hace lo posible para que la ges: «Ser diferete es ser existente». Permita, pues, se lo
gente piense cada vez menos. Todos hablan de pluralis- ruego, que cada hombre sea
el
que es. Y haga todo lo
mo, pero muchos lo consideran una depravación, como posible por que cada uno llegue a ser el que está llama-
poligamia, o simple entretenimiento, como la poli-
la
fonía.
un do a ser. Para lo cual deberá usted practicar la «diversi-
dad de lenguas».
Deje que se multipliquen las formas de pensar y de
comportarse. No tema que por eso vaya a sobrevenir la
Sin embargo, en algún lugar de los cielos está escrito: dispersión de su comunidad o un relajamiento de la
todo ser humano es una excepción, u nombre que ca- moral. El sano pluralismo ético nada tiene que ver con
rece de plural, un ser irreductible a número. la llamada «ética de situación», que niega la voluntad de
Deberíamos recordar cómo la gran aportación cristia- Dios como norma objetiva y privilegia los juicios indivi-
el descubrimiento del valor
na consistió precisamente en duales al extremo de proponer como ideal de perfec-
las
de la
persona. Frente a metafísicas panteístas, que ción la simple conformidad de las obras con dichos jui-
despreciaban la multiplicidad como mera apariencia o cios; esto sería
tanto como canonizar la sinceridad hasta
el cual todo sería rein-
como fenómeno transitorio, tras convertirla en menosprecio de toda verdad objetiva. El

290
291
pluralismo no es eso. El pluralismo contempla la situa- miembro de la comunidad tiene la obligación de reco-
las
diferencias de los demás, junto con
ción precisamente como lugar idóneo para descubrir en nocer y respetar

él la voluntad de Dios, que es una voluntad totalmente la obligación de reconocer y hacer respetar su propia di-
particular para cada caso particular: se trata de que cada ferencia.
alma pueda devolver al Señor, doblados, los talentos
de él.
que un día recibió Es imposible la comprensión
moral exhaustiva de una conducta en términos de man- V
damiento universal. Por eso, la categoría de situación y
la categoría de ley en ningún modo han de proponerse La palabra tolerancia es una palabra cargada de con-
ésta, notaciones negativas. Para algunos, viene a ser casi sinó-
como un dilema: aquélla no es una alternativa de
sino una parte integrante, una iluminación, un cauce, nima de indiferentismo. Generalmente, se la asocia con
una declaración de validez. una actitud pasiva, inerme; a lo sumo, paciente. Tolerar
equivale, de ordinario, a aceptar o aguantar. Se tolera
No tema, insisto, ningún aflojamiento de los vínculos
morales. Todo algo como mal menor, y la tolerancia misma es también
lo contrario. La moral general versa ne-
cesariamente sobre un mínimum, es de interpretación algo así como un mal menor, o al menos un bien muy
restrictiva, atenida a la letra. La moral personal, en cam- inferior a otro tipo de conducta más firme y activa, aun-
bio, exhorta a superar estas cifras, obliga a profundizar que quizá en ese momento desaconsejada por las cir-
hasta el nivel de las más secretas intenciones. Mientras cunstancias. Sería, pues, una tolerancia táctica. Sólo
aquélla se limita a señalar el campo estricto de la justi- cuando el que tolera tiee en su mano la potestad de ser
cia, ésta abre los horizontes inmensos de intolerante, pero ha renunciado temporalmente a ella,
una donación la tolerancia de ese
total. En eso consiste la superioridad de las bienaventu- carece rasgo de debilidad que pare-
ranzas sobre
el decálogo. ce serle propio. Equivale entonces a permisividad.
Lejos, pues, de toda tibieza o relajación, se trata de Por supuesto, nada de ello tiene que ver con la tole-
llegar a las últimas consecuencias, allí donde la moral rancia que aquí se alaba.
universal nada tiene que decir, donde la voz de Dios no Contra la vieja concepción apologética, que veía en la
puede expresarse en términos oficiales, porque sólo vale tolerancia una flaqueza o dejación, digo que es precisa-
mente todo contrario, que es un síntoma de fuerza y
para este hombre y este momento. lo
demuestra plena confianza en el poder intrínseco de la
Quien ostenta alguna autoridad en la Iglesia, no sólo
ha de ser guardián de la unidad, sino también promotor verdad. El celo de los intransigentes no es sólo innecesa-
de la diversidad. Su servicio se concreta así como servi- rio, es también indigno de la verdad que tratan de de-
cio a los hombres y como servicio a Dios, el cual espera fender.
de cada el cumplimiento de Contra la concepción táctica u oportunista, digo que
uno de sus hijos un desig-
nio totalmente singular. El płuralismo aparece entonces la tolerancia tiene validez permanente y real, no provi-
sional ni hipotética.
como el lógico resultado de un derecho inalienable de
las
personas y
como el contexto adecuado para una glo- Contra el concepto de tolerancia discrecional o permi-
rificación de Dios más sinfónica. siva, digo que la auténtica tolerancia, lejos de ser una si-
Derecho y deber. Porque el pluralismo es también el tuación de condescendencia, es una actitud exigida por
la más elemental justicia.
resultado natural de un deber, de un doble deber: cada

293
292
Contra la acusación de indiferentismo, digo que la to- certidumbres, éstas resultan difícilmente comunicables
lerancia no significa indiferencia hacia la verdad, sino o convincentespara sus hermanos. Pero todas
las demás
respeto a la verdad. virtudes son también así, propias de un estadio de im-
La verdad no adquiere valor efectivo mientras no sea perfección: la esperanza significa que nose tiene lo que
conocida por el hombre. De suyo, no debe entenderse la espera; la creer lo que aún no vemos; el
aún te
se es
subjetividad de la verdad como algo contrapuesto a su
amor mismo,única virtud que permnanecerá en otro
el
objetividad, sino como la verdad objetiva misma en tan- mundo, adopta aquí unas modalidades propias de este
to en cuanto s manifiesta al sujeto y tal y como a él se tiempo de indigencia, una de las cuales es precisamente,
manifiesta. Pore eso, el derecho a la verdad, para que sea necesariametnte, la tolerancia.
tal derecho, al
supone necesariamente el derecho error.
Hay que advertir, sin embargo, que la virtud de la tole-
rancia no contiene directamente referencia ninguna a la Sería empeñarse en una distinción irreal el querer
transigencia con el error, de la misma manera que tam- distinguir, por un lado, la persona como tal, merecedo-
poco definimos el entendimiento del hombre como fa- ra de toda consideración, y, por otro lado, sus ideas y
cultad capaz de extraviarlo, ni la potencia locomotriz convicciones, que pueden ser erróneas y, en tal caso, in-
como facultad capaz de hacerle tropezar y caer. Antes dignas de respeto. Y sería caer en grave incongruencia
que una aceptación compasiva de la falibilidad humana, el otorgar nuestro respeto a tales convicciones, pero ne-

la tolerancia significa un positivo reconocimiento de la gar a la persona el derecho de manifestarlas y de con-


aptitud que los hombres poseen para llegar, por sus pro- ducirse de acuerdo con ellas. Hay que respetar, pues, a
pios caminos, a la verdad.
la persona, hay que respetar sus ideas y hay que respe-
«Dios es la verdad», dice el creyente. Un creyente tar su derecho a expresarlas.
Si la libertad del hombre
por
encima de toda sospecha, Gandhi, prefería afirmar que es indivisible, y sus libertades, inseparables, otro tanto
«la verdad es Dios». Su fórmula resulta
correcta por la debe decirse del respeto y los respetos. ¿Hará falta men-
intención ecuménica que
él le asignaba: porque hay
hombres a los cuales su amor a la verdad les lleva a la
cionar aquella falsa oposición (falsa: hija de la ilusión o
de la hipocresía) entre libertad real y libertades forma-
negación de Dios, pero no hay nadie que pueda decir «la les? La tolerancia,
que no es negativa, sino positiva; que
verdad no existe» sin contradecirse a sí mismo, sin des- no es provisional ni táctica, sino basada en principios
truir automáticamente la pretendida verdad de lo que constantes, tampoco puede ser teórica, sino real, prácti-
está diciendo.
ca y consecuente. Ilimitada de por sí, su único límite se-
Así ría
como el los hombres, dada el de su
amor de Dios a nues- propia supervivencia: sólo hay que ser intole-
tra esencial imperfección, se configura necesariamente frente a los enemigos de la tolerancia.
rante
como misericordia, yo diría que también la convivencia Contra dogmatismo, tolerancia. Pero esto, como dije,
los hombres debe configurarse
entre como tolerancia; pertenece al tipo de enunciados «contra soberbia, humil-
concretamente, como mansedumbre intelectual. En este dad»; enunciados todos ellos dialécticos, pedagógicos y
sentido, sí que cabría entender la virtud de la tolerancia apacibles. Tal afirmación, en efecto, nada tiene que ver
como representativa de un estado de cosas defectuoso: con la estrategia militar, ni tampoco con la eficacia que
porque la tarea del hombre consiste en buscar esforza- promete cualquier slogan comercial de idéntica hechura:
damente la verdad y porque, aun poseyendo algunas «Contra las ratas, raticida Knox». Quiero decir que la to-

294 295
lerancia no es por sí misma un arma capaz de desarmar dola así como insuperable. Pero yo pregunto: ¿es que
a los intolerantes. En caso de conflicto, más bien será acaso en este mundo es superable la pluralidad
si
real-
ella la víctima, engullida inmediatamente
por el fragor mente hay ejercicio de pensamiento? En mi concepto,
de las espadas, los cien axiomas y los himnos bélicos glo- no. No es superable en ninguna de
las dos acepciones
rificando la Verdad, esa terrible mayúscula que todos del vocablo: ni evitable ni tampoco sustituible por algo
los dogmatismos
han pintado de rojo sangre, esa mayús- superior.
cula que institucionaliza y deseca la verdad. ¿Qué hacer Pienso, pues, que no debe considerarse la tolerancia
entonces? ¿Qué puede hacer en defensa propia la virtud el sentido de
como una actitud pasajera en que ella mis-
de la tolerancia sin incurrir en contradicción? Porque ma, por su propia dinámica, aspirase a un mundo ideal
sería una contradicción decir que la violencia es algo tan dis-
en el cual ya no sería necesaria, porque no habría
nefasto, que cualquier medio, por violento que sea, re- crepancias que tolerar, un poco como sucede la cari-
con
sulta lícito para combatirla. El fin no justifica los me- dad en ciertos campos, llamada a reabsorberse y desapa-
dios; al contrario, los medios pueden desacreditar com- recer dentro de un estado de justicia, dentro de una
si-

pletamente el fin. Está claro, el diálogo pacífico, el libre tuación más evolucionada en la que ya no existirían po-
intercambio de ideas, supone, esencialmente, la renun- bres con los cuales poder practicar la caridad. No. La to)-
cia a la fuerza. Pero supone también otra cosa: supone lerancia -después lo veremos más detenidamente- tie-
la existencia de una fuerza-marco que los amigos de la ne mucho que ver con el respeto, y
éste
no es sólo un
tolerancia están obligados a reclamar y hacer respetar, requisito del amor, un umbral,
una condición previa,
la fuerza-marco que proteja el juego, que señale sus re- sino un elemento sustancial y permanente.
glas. Nunca la tolerancia quedará ociosa. Tal y como suce-
de con la verdadera caridad, descubridora incansable
de nuevas necesidades y lacerias, que, cuando ha termi-
En un mundo pluralista, la tolerancia significa poner- nado en un sitio su labor colonizadora y ha implantado
nos acuerdo sobre el modo de no estar de acuerdo.
de ala justicia

A lo sumo, procura un consenso progresivo sobre las


allí como soberana, se va en seguida a otra
parte, a descubrir primero
y colonizar después
nuevos
formas de convivencia, nunca sobre los modelos ideoló- territorios. Así también, una vez superado ese estadio
gicos.
Lo que de verdad importa en el diálogo, lo que inferior en que concebíamos la tolerancia negativamen-
realmente une a los dialogantes, no es la conformidad te, mera ausencia de lucha
o simple renuncia a la repre-
la coincidencia
en el contenido, sino en un mismo pla- sión contra las ideas disidentes, ella, virtud tan positiva
el hecho de todos piensen acti-
no, que y hablen en un mis- como la que más, viene a asumir tareas sumamente
mo lenguaje. vas. Valga un ejemplo. La Iglesia no puede darse por sa-
De suyo, la tolerancia no tiende a lograr el acuerdo tisfecha con no cometer aquellos abusos, aquellos exce-
total entre los hombres, es decir, no tiende a conseguir sosde intransigencia que marcaron largos períodos de
la unanimidad, porque entiende que el pluralismo es un su historia. No basta. Olvidados en buena hora esos pe-
valor, la
y homogeneidad un empobrecimiento.Alguien cados, ¿no sería hoy un «pecado de omisión» limitarse a
ha dicho que deberíamos hablar de pluralidad y no de respetar la libertad de conciencia en lugar de fomentar-
pluralismo, porque esta palabra parece consagrar defini- la? Una tolerancia positiva no se contenta con menos
tivamente la pluralidad y elevarla a sistema, sancionán- que promoviendo positivamente un ambiente de inter-

296 297
cambio y confrontación de ideas, creando dentro de la
Iglesia misma un área donde todas las opiniones y for-
CAPITULO
mas de búsqueda puedan ser contrastadas y decantadas: III
la Iglesia como lugar de diálogo y como maqueta de un
mundo abierto al diálogo. COMUNICACION Y COMUNION

I
En la comunicación humana yo distinguiría tres eta-
pas, que son más bien tres niveles (porque pueden su-
perponerse, porque pueden coexistir). Hay un primer
nivel, superficial, al cual corresponden no sólo esas rela-
ciones que solemos llamar superficiales (profesionales,
de vecindad, funcionales, el tráfico constante de la cor-
tesía y los servicios), sino también tantos amores, al pa-
recer muy hondos, pero que no han hecho aún la expe-
riencia de la aridez y de la desolación. Bøy meets girl, un
primer contacto, una forma de comunicación fácil y
prometedora, presidida por los felices augurios del año
nuevo. És el nivel exterior, una capa muy delgada, el
mantillo donde arraiga la vegetación. Y después viene
febrero, marzo,abril; basta que los días se sucedan, bas-
ta perforar un poco el terreno o que una mediana creci-
da de aguas arrastre consigo esta capa fértil, para que
inmediatamente aparezca la tierra dura, el estrato calcá-
los hombres perciben
reo; entonces la extrema penuria
de su diálogo, el amante tropieza con esa resistencia sor-
da, inexplicable, del otro corazón, y sobreviene una es-
pecie de «noche de los sentidos». El cuerpo, el lenguaje,
que hasta ahora funcionaban, que servían como de tabi-
que entre dos celdas contiguas, permitiendo la transmi-
sión de mensajes entre los presos por medio de golpes
cifrados, se revelan ahora en toda su opacidad: cierta-
Boy looses
mente, un tabique separa más que une. girl.
Gabriel Marcel resumía todas las dificultades de comu-

298 299
nicación humana en la conciencia «reflexiva», es decir, etapa más que debemos recorrer. Boy gets girl, finalmen-
retraída, replegada; la comunicación se establece sin tra- te. Una comunión tan intensa y estable como esosmiste-
bas
antes y después: antes de la aparición de dicha con- rios de la vida cristiana que denominamos gloriosos y
ciencia, cuando impera la espontaneidad, y después,
que enlazan con
los gozosos
pormedio de los dolorosos.
una vez que la conciencia ha triunfado sobre
sí misma,

sobre su propia clausura, y se restablece la confianza,


una apertura al prójimo más deliberada y más profunda Mientras tanto habrá que seguir dialogando con per-
que antes. Pienso, efectivamente, que debajo de la capa severancia,con la mayor claridad posible; preferente-
estéril hay un tercer estrato, rico, magnífico, pero cuya
mente, con una sintaxis correcta. Sería un grave error
semejanza con el mantillo vegetal es muy escasa; se trata la comunión, nada vale la co-
creer que, para conseguir
de una riqueza distinta, se trata de un yacimiento de dicha; las palabras,
municación propiamente pensar que
metales preciosos. Boy gets girl, en otro sentido y con insuficientes, innecesarias.
puesto que son son también
otros grados de comunicación muy diferentes. Más que Pero sería otro error igualmente grave creer que la co-
comunicación, diríamos comunión. Una comunicación munión no puede sino merced a las palabras,
prosperar
mucho más honda, aunque, tal vez, menos eufórica. No a través de un diálogo practicado con cl expreso propó-
se descartan las «noches del espíritu», que afligen larga- sito de «abrir» el espíritu, de transmitir unas ideas o sen-
mente los corazones. Aquí abajo, en esta galería de los timientos. Craso error. La vida de relación abarca el
tesoros, las relaciones son de otra índole. Generalmente,
contexto total de la existencia, y este contexto no sólo
de poco sirven ahora las palabras, sujeto, verbo y predi-
incluye otras muchas cosas además del lenguaje, sino
cado; las palabras algún día desaparecerán,
como todo que es él quien proporciona
al lenguaje su verdadero
que es imperfecto y todo lo que es síntoma y alivio de
lo
nuestra imperfección. Se trata de un estadio que la fe
sentido. Así como el sentido de las palabras viene dado

tiene bien clasificado, y que seguramente encontraría su por su ubicación en la frase, el sentido de la frase sólo
puede ser percibido dentro de la totalidad del discurso,
descripción menos inepta en términos de vida mística.
yéste dentro de la situación concreta en que se hallan
el
És lugar de una comunicación altamente evoluciona-
da: no más acá de nuestras pretensiones, sino más allá
los dialogantes. Es la frase la
que confiere significado a
las palabras, al revés. Las palabras sueltas son ele-
no
de nuestras previsiones. Por debajo de cualquier expe-
mentos abstraídos del contexto del lenguaje, y el len-
riencia negativa, de la esencial limitación y ambigüedad guaje es sólo un elemento abstraído de ese gran lengua-
de todo diálogo, viene a establecerse
una confianza fir- envolvente que es la vida en todas sus dimensiones.
mísima. ¿Qué es lo que fundamenta esta confianza? El je
La convivencia entera de los hombres está articulada
universo descansa sobre el lomo de un toro; el toro, so- lingüísticamente.
bre una peña; la peña, sobre el agua; el agua, sobre el También la franqueza o sinceridad entre las personas
viento, y el viento, sobre la oscuridad. Sólo la confianza
constituye un fenómeno sumamente complejo. Sin vera-
puede cimentar la confianza. cidad no puede existir comunicación alguna, pero la sin-
Lo importante es llegar a este tercer estrato. Lo im- ceridad es mucho más que la mera conformidad de lo
portante es que el amor esté debajo de la decepción, no
que se dice
con lo
que se piensa. La sinceridad es coex-
encima. Tal amor no suprime la soledad, ya lo sé,
pero' tensiva a la vida, afecta a toda la conducta. Por eso, de-
le dará sentido, la abarcará, sabrá explicarla como resulta casi tan obvio y
una cir que debemos ser sinceros,

300 301
abstracto como decir que debemos obrar el bien y evitar cializado. Dígame, señor: ¿debe una persona ser siem-
el mal. Y si nos referimos a la sinceridad como virtud pre absolutamente franca con su cónyuge? Las respues-
particular, ya expliqué anteriormente cómo ésta no sur- tas se dividen y subdividen. Tal vez, el cónyuge tenga
ge nunca en el vacío ni puede mantenerse en el vacío, al una resistencia muy limitada ante cierto género de reve-
las demás virtudes, al laciones. O al contrario, quizá tenga una especial suscep-
margen de margen principalmen-
te del las hace a todas compatibles, tibilidad para algunos silencios,y sufra pensando que es
amor, que es quien
quitándoles sudureza y sutendencia al exceso. considerado incapaz, acaso indigno, de recibir determi-
Entendida de modo material o al pie de la letra, la ve- nadas confidencias. La confidencia puede ser no sólo
racidad no sólo es insuficiente, sino que puede llegar a dolorosa para el que escucha, sino también humillante
ser nociva. Lo mismo que cualquier otra virtud. Aislada para el que habla, y entonces éste fácilmente encontrará
del cuadro general, la prudencia se convierte en astucia razones más o menos especiosas para callar. Otras veces,
egoísta; la intransigencia con el mal fácilmente dege- en cambio, el secreto pesa demasiado en el alma, y uno
tiende a descargarse de él, a aliviarse la conciencia, sin
nera en aborrecimiento de los malos; la hegemonía de
la
la castidad encumbra a los eunucos. Yla sinceridad sin pensar si ese peso va a gravar después el corazón de
cautelas destroza la convivencia. También en este cam- otra persona; en tal caso, el amor propio funciona en
sentido contrario y busca otra coartada, exaltando el
po existe
un summum
rus
que es una summa iniuria. En
nombre de la sinceridad pueden cometerse tantos atro- mérito de la sinceridad por encima de cualquier otra
pellos como en nombre de cualquier ideal sublime. San consideración. Cada caso es un caso, y los casos son diez
Agustín llegó a hablar de «verdad homicida», mil. Los riesgos de hacer mal uso de la sinceridad, otros
¿Qué es antes: la verdad o el amor, la fidelidad a la tantos.
verdad o la fidelidad a los hombres? He aquí un falso
dilema. En la primera parte de este libro me extendí de-
mostrando que la caridad tiene que ser siempre sincera. La verdad no consiste en la conformidad aritmética
Ahora conviene insistir en que la sinceridad tiene que de las palabras con los pensamientos. Es una magnitud
complicada, difícilmente mensurable, muy sensible a los
ser siempre caritativa.
posibles conflictos entre la letra y el espíritu de la letra.
Un enfermo ha sido desahuciado. Sus familiares, ¿de-
ben decírselo claramente, en honor a la verdad? Entien-
El lenguaje sincero no es el lenguaje literalmente veraz,
sino aquel que responde al espíritu de amor que debe
do que,
bién lo
si toda persona tiene derecho a la verdad, tam-
tiene a la esperanza, por infundada que ésta nos presidir toda relación humana. No puede la veracidad
resulte. Podrá discutirse si sus familiares tienen derecho establecerse de forma exclusivamente objetiva, porque
palabra no puede ser desligada de la situación concre-
o n a engañarlo compasivamente,
o perolo que sí parece la de
ta quienes a través de ella se comunican.
seguro que no tienen derecho a desengañarlo de tal
es

forma, que maten en él esa autodefensa innata, ese ex- Sientendemos la veracidad como una parte de la jus-
ticia, habrá que definir la mentira como un rehusar la
pediente de consuelo de creer que nunca hay nada defi-
nitivamente perdido, esa gracía que pertenece a la pie-
dad de la naturaleza. La sinceridad caritativa dista tanto
verdad debida, y, por
lo tanto, habrá que determinar
grado exigible de veracidad con arreglo al derecho de la
el.
al deber de la
de la mentira como de la falta de caridad. Los casos po- persona que escucha y persona que habla;
drían multiplicarse, dando lugar deber este que puede estar ligado con otras obligaciones
a un consultorio espe-

302 303
muydiversas, desde la delicadeza hasta elsigilo sacra- Notodo puedeser revelado. Existe el pudor. Hay co-
mental. Hay cosas que no se pueden decir y que no po- sas que deben permanecerocultas. Su exhibicién nose-
demos en ese momento decir que no se pueden decir. ria siquiera sinceridad, sino torpeza, desconsideracién 0
Lo cual no debe impedirel dialogo, pero si rodearlo de cinismo.
precauciones.
La verdad se da siempre dentro de un contexto deter-
minado,y la veracidad habra de tener muy en cuenta I
dicho contexto, Contra la opinién de Freud, el Dr.
Brennerse negabaa revelar a un pacientecierto secreto En su momento hice la denuncia del comediante: el
que resultaba perjudicial para su padre. «Los padres hombre no es mas que un comediante las veinticuatro
—dijo— son una cosa sagrada». Freudinsistia: «Somos horasdel dia. Dispone de tantos disfraces como funcio-
médicos; nada hay sagradosino la verdad». «Somos mé- nes esta obligado a representar. Todo ello quedé ex-
dicos —replicé Brenner—; recetar verdad puede ser tan puesto en la segundaparte del libro, boy looses girl, un
peligroso comorecetar estricnina». interminable pliego de cargos, un gran lamento, la men-
Lafelicidad, desde luego, consistiria en poder decir tira permanente del lenguaje, la imposibilidad de dialo-
siempre la verdadsin lastimar a nadie. Pero esto es ut6- gar recitandopapeles.
pico, significa algo ideal. Digo ideal en los dos sentidos Esta claro queesta tercera parte no puede consistir en
de la palabra: porque constituye una meta la cual de- la refutaci6n de algo tan obvio comoesla existencia de
bemos tender siempre y porque siempre resultara una tales disfraces, ni tampoco en una exhortaci6n a que el
meta inalcanzable. Algo tan ideal, tan ilusorio, como la hombre se desprenda de ellos y se muestre tal como es,
felicidad misma. en su desnuda autenticidad. No. En esta tercera parte
Comprendo que no es grato expresarse asi; parece mepreguntotan sélosi la persona humananosera pre-
que uno defiende y fomenta el engafio. Pero el engaiio cisamente eso, la suma de todos esos personajes y nada
consistiria precisamente en hacer de la sinceridad una mas, lo mismo que unacebolla, que esta hecha de capas
apologia indiscriminada, absoluta, es decir, inaplicable. y capas, de capas y nada mas. Un protagonista de Bor-
«La incomprensién ajena —se excusaba Valéry— nos ges se definia a si mismo, desencantado: «Soy dios, soy
obliga a mentir y no es culpa nuestra si los otros no héroe,soy filésofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es
comprenden tampocoesta necesidad». Dadoel fanatis- unafatigosa manera dedecir que nosoy». Cualquier ser
mo actual en favor dela sinceridad, afirmar hoy que humano,en una fase posterior al desencanto, podria
ésta representa un valor supremo, un valor que debe- afirmar con el mismo derecho: No soy, lo cual es una
mos anteponer a cualquier otro, sonaria como una de manera demasiado esquematica de decir que soyinfini-
aquellas mentiras que Valéry consideraba necesarias. tas cosas, infinitos personajes.
No es necesaria. Necesario es, por el contrario, renun- Mepregunto, pues, si la autenticidad de la persona no
ciar a esa facil gloria de los campeonesdela sinceridad consistira en asumir auténticamente todos los papeles
a ultranza, de la franqueza sin miramientos, de la vera- que le corresponden. También los detractores del amor
cidad sin limites. Hay que ponerlimites, hay que mati- humanosuelen obstinarse en demostrar que no existe
zar, hay que decir algo tan impopular comoesto: que no tal amor, que sdlo existe el deseo sexual, el miedo a la
siempre se puededecirla verdad. soledad, el agradecimiento mutuo, la mutua necesidad,

304 305
20.—Palabras son amores
la fuerza de la costumbre. Pero, sefores, ¢no sera que el quelos suplanta. No es una recriminacién, sino un elo-
amor humanoconsiste precisamente en la suma de to- gio: Orson Welles representa a Orson Welles represen-
dos esos sumandos? tando a Macbeth, Laurence Olivier representa a Lau-
Es menester dar definiciones humanas de las cosas rence Olivier representando a Hamlet.
humanas. Cabe discurrir largamente sobre el gran teatro del
universo, que lo abarca todoy tiene dos puertas, una de
acceso y otra de salida: el nacimiento y la muerte. Pero
éDe qué serviria definir la sinceridad sdlo como un esto es ontologia mas que moral; lo que Ilamamosreali-
deseo desinceridad? Digamosquela sinceridad humana dad, viene a ser s6lo la sombrade unarealidad quella-
es simplemente esto. mamosgracia. La moral comparece después, y se limita
Queel didlogo humanoesesto. a recompensar a cada unodelos actores segtin hayan
Y que el ser humanoesesto. ejecutado su papel. «No hay papeles secundarios, sdlo
hay actores secundarios». Lo dice elcritico de teatro y lo
éUn comediante nada mas? Caberepetir aqui lo que se dice el moralista. En este inmenso montaje, segin ad-
dijo del filésofo. Igual que éste, el comediante viene a ser vertian nuestrosclasicos, los apuntos son las leyes divi-
un simbolo mas de la condicién humana, y lo mismo nas, que indican a cada uno delos participantes c6mo
podria decirse del soldado, del peregrino o del prisio- ha deser su actuacién, Son leyes morales, son leyes de
nero. Cada unodeellos refleja un aspecto de nuestra segundo grado, sujetas ellas también al método dela
naturaleza, ya que todo hombrese halla siempre en es- gran farandula. En definitiva, la ley primordial que sus-
tado de guerra, y atravesando un inmenso desierto, y
tenta todas las demas es una leyfisica, la cual, transcrita
encarcelado dentro de sus propias limitaciones, y al en términos morales, seria algo asi comola prohibicién
mismo tiempo representando una obra de teatro tan de toda imprudencia que pudiera provocar un incendio
larga como su vida en unescenario tan vasto comoel en el escenario. Detras de los innumerables decorados,
mundo. tan varios y moviles, se hallan las paredes desnudasdel
De hecho, se da la incubacion perfecta del personaje local, y sobre el revoque hayescritas estas dos tnicas pa-
dentro de la persona, unatotal posesién de la persona labras: Prohibido fumar.
por sus personajes. ¢Qué sentido tendria, pues, decir La vida es teatro. Pero esto no significa un reproche,
queel hombrehasido toda su vida un farsante? Farsa y es solo una definicién. Es como decir que la vida es m
autenticidad no se oponen, sino todo lo contrario: su cia o peregrinacion.Lastres definiciones son igualmen-
autenticidad consistia precisamente en su manera par- te ciertas, pero parciales; igualmente necesarias y, desde
ticular de representarla farsa. Al ritmo de cada uno de luego, compatibles. Sélo serian negativas, tristes, si el
sus papeles, va realizandose el hombre en sus diversas hombre por fuerza tuviera que ser derrotado en esa
facetas, y a través deellos se transparenta siempre la guerra, si por fuerza tuviera que extraviarse en ese de-
misma personalidad. De ahi que esos sucesivos persona- sierto, si tuviera que ser necesariamenteinsincero cuan-
jes que le toca encarnar tengan unaprofunda,extrana do representa esa comedia recita los didlogos enella
coherencia, porque detras se halla siempre la misma contenidos.
persona, el mismo actor; tan irreductible y vigoroso,
que, en lugar deinterpretar dichos personajes, se diria

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ul tu en usted, la farmacia de Nunez en una farmacia de
guardia. Las relaciones nominales ya no son posibles, ni
En el principio era la palabra yla alabanzadela pala- tampocodeseables. Los clientes no desean tener ningun
bra, la alabanza del didlogo humano, de la comunica- trato especial con sus proveedores. Al encargado delta-
cién personal; un comentario divagante y hagiografico ler no le interesan en absoluto las ideas politicas de
sobre aquella formula que acuné Buber: la relacién quienesle llevan sus coches a reparar. Todosprefieren
yo-tu. En las paginas siguientes veiamos, consternados, queel carterose limite a depositar el correo en el buzén
quecasi nuncallega a darse entre nosotros el verdadero y queel operario de teléfonos no se demoreenel piso
didlogo, como la desconfianza, la retérica o el espiritu masalla del tiempo necesario para arreglar la averia.
mercantil impiden todo contacto satisfactorio y sincero Los vecinos de un gran inmueble no deseanestablecer
entre las personas. Acabamos constatando que Ja comu- entre si mayoresrelaciones: quieren conservar su auto-
nicacién interpersonal se establece, generalmente, a ni- nomia ¢ incluso su anonimato. Aunque cada uno de
vel imperscnal, es decir, que nuestras relaciones perte- ellos esté dispuesto a ayudar a los demas cuandolo ne-
necen, mas bien, al otro esquema, tan innoble y desdi- cesiten, se trataria siempre de casos de emergencia, de
chado, del yo-ello. ¢Qué decir ahora, en esta tercera ocasiones excepcionales. Quiza funden unajunta de ve-
parte? cinos, perolo haran conla exclusiva finalidad de prote-
En su célebre estudio sobre la «ciudad secular», Har- ger unosintcreses comunes de llevar a cabo unasrei-
vey Cox introdujo una nueva férmula, yo diria que in- vindicaciones concretas. El presidente dela junta los ha
termedia entre las dos de Buber: la relacién yo-usted. citado para el dia 8 a las 19,30. No interesan sus nom-
Bajoesta denominaci6n quedantipificadas todasesas re- bres; se presentaran como los inquilinos del 8.° B dere-
laciones, mas o menos superficiales, mas 0 menos efime- cha odel 5.° A centro.
ras, en que suele moverse el habitante de la gran urbe; Reconozco que, en muchos aspectos, la gran ciudad
relaciones digamos publicas, en cuanto que, normal- puederesultar odiosa, inhumana,aplastante. En ella, las
mente, éste no desea que se conviertan en privadas. No personas parecendiluirse hasta el limite de aquella defi-
son, desde luego,relaciones deltipoclasico yo-ta, ni hay nicién atroz: personaes el cociente de un millon de per-
que pretenderquelo sean, pero tampoco debe permitirse sonas dividido por un mill6n. ¢Cémosalvarla singulari-
que degeneren al nivel del yo-ello. daddel individuo, cémo instaurar en ese mundo unas
La vida en nuestras ciudades, como exponente de la relaciones mas personales? Curiosamente,hasta los me-
vida moderna,se diferencia por completodela vida de dios asi llamados de comunicacion de masasse han pro-
otras €pocas, que ordinariamente se desarrolaba dentro puesto luchar contra la masificacién; fomentan los con-
de pequefios nucleos homogéneos y que hoytodaviasi- sultorios domésticos, astrolégicos y sentimentales, las
gue vigente en algunas zonas rurales. En unaaldea se lamadas tclefénicas a y desde los estudios, el derecho
conocen todos sus habitantes, todos saben casi todo de de réplica; han introducido incluso una seccién de co-
todos. Las relaciones son nominales; no existe el panade- rrespondencia entrelos lectores. La gente quiere comu-
ro, ni el guarda de caminos,ni el veterinario; existen La- nicarse con la gente aunquesea a través de periédicoin-
rraga, Miguel, D. Antonio. En la ciudad esto no es po- lerpuesto, por medio de mensajes que meten en una bo-
sible. CuandoHega a un cierto punto,la diferencia cuanti- tella y arrojan al mar. La gente nose satisface con ser
tativa se convierte en cualitativa, la aldea en ciudad, el gente, contribuyente, usuario, vecindario, copropietario,

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titular de los recibos de gas, destinatario de una bendi- no menos que la historia de sus antepasados. La vida
cién urbi et orbi. La gente busca con angustia otro tipo de privadaes publica, y la vida publica penetra enel recin-
relaciones menos impersonales y masgratificadoras. Vi- to de la vida privada. Digame: ¢a estole Ilamaria usted
vir es convivir, y convivir es algo mas que coexistir den- intimidad? ¢Estas son las tan deseadasrelaciones yo-tu?
tro de la misma area metropolitana. Una convivencia asi puedellegar a ser mucho mas ago-
Pero conviene dejarlo muy claro: nada de eso arguye biante que la incomunicaci6npropia de las grandes ciu-
lo mas minimo contra aquellas relaciones funcionales dades.
antesresefiadasy en nada contradice al deseo dela gen- El hombre de ciudad prefiere una separaci6nnitida
te de seguir manteniendoa la vez su independencia. Lo entre lo publico y lo privado, entre su casa y su oficina,
cortés no quita lo intimo.Eltrato intimo se supone, las entre sus amistadesy sus relaciones vecinales 0 profesio-
amistades se suponen, pero no necesariamente dentro nales. ¢Vida deshumanizada? Lo que haria su vida in-
del mismo inmueble. La vida que en éste transcurre, la humana, sofocante, seria precisamente lo contrario: la
sumadecontactos esporddicos y funcionales que consti- promiscuidad, la familiaridad indiscriminada, el acceso
tuye la vida propia de nuestras ciudades, ¢diremos que incontrolado,esos constantes allanamientos de morada
es una vida deshumanizada? Puede y debeser perfecta- que practica el inquilino de enfrente para pedircerillas
mente humana, porquelasrelaciones entre los seres hu- © conversacién,la carencia de vida privada. Cuandoel
manos puedeny debenser multiples, varias, diversifica- didlogo degenera en algarabia.
das. Entiendo que, si los vecinos se niegan a estrechar Ocurre que seguimos manteniendodelas relaciones
sus lazos de vecindad, es precisamentepara salvar aque- humanasuna idea demasiado uniforme,ligada a tiem-
llos otros vinculos privados, intimos, que librementese- pos pretéritos y a estructuras sociales ya caducadas. Y
leccionaron. Es falso que el amor no ocupalugar. Si asimismo del amorcristiano, del cual se nos ha inculca
multiplicamos nuestras relaciones, éstas se hacen cada do un concepto nivelador, univoco y, por eso mismo,
vez masinfrecuentes y mas espaciadas, tienden a debili- irreal.
tarse. La amistad necesita cultivo; ocupa lugary tiempo. Bien sé que en todo tiempoy lugar conservara su va-
Y asi es comolas relaciones yo-usted salvaguardan la lor la parabola del buen samaritano. Sé que, por muy
existencia de aquellas pocas que merecen la denomina- perfectos y eficaces que sean los organismos deasisten-
cién yo-tu. cia en carretera, seguiremos encontrandonosporlos ca-
minos, en las ocasiones mas imprevistas, con gente que
reclama nuestra ayuda, y sé que ningtinsistema tributa-
Secularmente, se ha venido haciendo unafalsa apolo- rio podra eximirnos del deber deejercer la caridad; la
gia de la convivencia en grupos humanos reducidos. caridad directa, artesana y anecdotica. Lo sé. Sin embar-
Comoocurre concasi todaslas «alabanzasde aldea», era go, esto no significa que no haya queadaptar y trasladar
obra de ilusos nostalgicos que residian en la corte e ig- a escala actualesa parabola y todaslas demas, ese arque-
noraban por completo aquello que alababan. No sabian tipo de amorcristiano que hallegado hasta nosotros de-
queenel senode esos pequefios grupos es donde tienen masiado rigido, demasiado atado la letra. Asi comoes
lugar las pasiones mas destructoras, los odios mas tena- menestertraducir las viejas obras de misericordia a un
ces, las envidias mas mezquinas, las formas de opresion lenguaje de «macrocaridad» o «caridad politica», asi tam-
mastiranicas. Todos se conocen, conocen sus flaquezas bién debemosbuscar cuidadosamente el nuevo nivel de

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aplicacién de aquellas relaciones interpersonales propias da, y escribié después Las fiestas de locos, dondesalia por
de una mentalidad preurbana y que nos fueron legadas los fueros de la espontaneidad, de lo lidicoy fraterno, y
con unsello de validez perenne. Me parece que impo- condenaba los convencionalismos de una sociedad de-
ner hoy, al hombre contemporaneo, el modelo de tales masiado racional yplanificada. Sin duda, sus reflexio-
relaciones, aquelideal de préjimo quesirvié para épocas nes fueron validas, las de antes y las de después. Pero
tan diferentes de la nuestra, seria algo asi como retro- tambiénla actualidad de su segundolibro pas6. Pasé la
traernos al mundo, ya abolido, de las practicas judai- fiebre de contestaci6n contracultural que lo habia hecho
zantes. posible y plausible. Porque todos los fenémenos huma-
Seguramente, la palabra amoresinsustituible, y habra nosson efimeros y son ciclicos. Sobrevino pronto el can-
que seguir empleandola. Pero pienso que hablarsin dis- sancio. Otra vez se impone,tras aquelretornoa la natu-
cernimiento de «amor universal» puede conducirnos a raleza, una repatriacion a la ciudad. Se imponela evi-
un amor puramentete6rico. Nada masfacil, en efecto, dencia de la ciudad. Desde luego, ahi sigue, y seguira
y a la vez nadamas imposible que amar globalmente a vivo, «el tigre bajo el asfalto», un pitecantropo apenas
los paganos,a losasiaticos 0 a los habitantes de Madrid. erecto que, bajo el pretexto de una mayorespontanei-
Nada también mas lejos de una relacién yo-ti. (Me dad, querria devolver la sociedad a su primitiva confi-
acuerdo de aquella increible censura contra las «amista- guracion de horda.Poreso es preciso defender constan-
des particulares». ¢Es que cabe una amistad que nosea temente —y rehabilitar periddicamente— la famay las
particular?) formas del respeto. Los fenémenossuperficiales son fu-
En lugar de hablar tan rutinariamente de amor, tal gaces y ciclicos, pero hay un suelo que permanece siem-
vez fuera conveniente mencionar el respeto. Y no creo pre, asi como un subsuelo que amenaza siempre.
queencarecerel respeto supongaentibiarel amor.Lali- Hoy, repito, es mas urgente que nunca insistir en la
nea de demarcacion entre ambos conceptos es harto di- necesidad del respeto y nociones afines. Incluso como
fusa, pero no carece de importancia poner el énfasis un recurso de saneamiento del lenguaje.Tenemos que
aqui o alli. Creo que hoy, mas que nunca, hacefalta esmerarnos en utilizar un vocabulario mas austero y
sistir en el respeto, subrayar Ja importancia del respeto. masreal. En vez de santidad, honradez; en lugar de he-
Ciertamente, éste corre el riesgo de degenerarenfrial- roismo, fortaleza; en vez de felicidad, bienestar; y, en
dad, despego e indiferencia; pero también el amortiene vez de llamar«querido amigo» a uncorresponsal que no
sus peligros correlativos; por ejemplo,el de acabar con- conoce, encabeceustedsu carta asi: «Senor» (no sdlo por
virtiéndose en una patente de corso para todaslas ex- respeto a su destinatario, sino, principalmente, por res-
torsiones e intromisiones en la vida de los demas o en peto a sus verdaderos amigos).
un titulo de propiedad sobre la persona amada.El res-
peto constituye la base del verdadero amory garantiza
su rectitud, algo asi comola justicia sirve para funda- Tal vez, la formula intermedia de Cox, la relacién
mentary vertebrarla virtud de la caridad, impidiendo yo-usted, se haga ininteligible dentro de poco:el usted,
que ésta se disipe en merafilantropia, disfraz, mas que de un tiempoa esta parte, va cayendo rapidamente en
alivio, de la injusticia. desuso. Pronto sera un arcaismo, asimilable al vuesa-
Nadie ignora que aquel fervor y apoteosis de la «ciu- merced.
dadsecular» ya pas6. El propio Cox lo advirtié en segui- ¢Es quese esta generalizando, por fortuna, la relacién

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ideal yo-tti? No nos engafiemos. Ese ti actualmente en El respeto debera ser reivindicado como unvalorper-
boga viene a ser tan conveucional como el usted de an- manente, un valor de ayer, de hoy y de manana. Hay
tes. Y, precisamente a causa de su divulgacién, carece reglas de comportamiento perfectamente derogables
de la carga de intimidad quese reservaba alta selectivo —épor qué coger necesariamente el cuchillo con la de-
de otro tiempo. Equivale ya al usted, con la desventaja recha y el tenedor con la izquierda?—, pero hay otras
de que no hemos inventado ningun otro pronombre normas que habran de permanecer siempre en vigorsi
que sustituya al ti para aquellos casos de tratamiento queremos que nuestra convivencia sea minimamente
mascualificado. Noslo se ha perdido la formalidad del digna. Esel respeto precisamentelo que dignifica las re-
usted, sino, sobre todo —y esto es mas deplorable—, la laciones humanas, al mismo tiempo que las facilita;
esencia del tu. El ta universal es como el amor univer- pone como un sistema de amortiguadores que hacen
sal: una especie de indiferencia universal. Y si es cierto méssoportable el encuentro entre los descendientesdel
que la distancia que imponia el usted dificultaba la sin- pitecantropo. Ciertamente, si suprimimoslas leyes del
ceridad, no es menos cierto que la falsa confianza del ti respeto, se suprimen tambiéntodaslasdificultades del
actual fomenta la insinceridad. Lo tnico auténtico es didlogo: éste se convierte en otra cosa distinta. Esel sis-
una de estas tres cosas: la vulgaridad, el esnobismo o la tema, tan acreditado, de curar la jaqueca cortandola ca-
impertinencia. beza.
Yo-usted: he aqui una formula queresultara ya mas 0 Didlogo y respeto. Quien valora el respeto, jamas hara
menos incomprensible para muchos, y no slo por su una pregunta extemporanea o forzara una confidencia.
enunciado, sino también por su contenido, en la medida Dara siemprea suinterlocutor lo mas precioso quese le
en que dicha expresion incluye la idea de respeto. (Qué puede dar: tiempo. Es paciente, es comedido, sabe pedir
significa hoy, para mucha gente, el respeto? Respeto, permiso y excusas, usa normalmente el modo subjunti-
gola, mirifiaque, objetos diversos que los arquedlogos vo. Considera un gesto de deferencia mas valioso que
tendran que datar. Porfin, el dialogo humanohallega- todoslos gestos de valentia. Prefiere la conversacién en
do a su perfeccién: todaslas dificultades desaparecieron voz baja, la ternura que solo se insinta, la orden que
gracias al acreditadosistema de cortar la cuerda en lu- s6lo queda sugeriday esas perifrasis de lenguaje inspi-
gar de soltar el nudo. Actualmente, usted puede hacer a radas en el deseo de no herir innecesariamente. Por su
su interlocutor todas las preguntas que se le ocurran, parte, agradece muchoel quenosele insista, el que le
aun las mas intempestivas; puede obligarle a definirse entiendan cuando no quiere ser mas explicito, el que no
en cualquier momentoy ante cualquier asunto; no tema le hagan participar en unadiscusién sobreel sexo de los
ser indiscreto, pues ya no existe la indiscrecién. Cierta- angeles, y piensa que casi todas las discusiones versan
mente, hubo un tiempo en que conducirseasi, iniciar de sobre una u otra variante de dicho tema. Le pareceria
modoabruptola conversacién o Ilevarla por la fuerza a abominable exteriorizar sus propias penas o furores,
un terreno personal, era considerado una ofensa, una confiar a cualquiera sus pensamientos, mirarfijamente
intolerable falta de respeto. ¢Respeto ha dicho usted? a una persona. Nunca seencarniza en la refutacién, ni
Respeto, exordio, peroracién y rond6. Hubo otro tiem- agota las posibilidades de una idea o de un argumento.
po. Hoy elrespetoes un valor que apenasse cotiza. No Sabe reconocer suserrores: por estima del interlocutor
sé si por anacrénico ya o por prematuro aun. Probable- y de si mismo. Pero, entiéndanme, no es un exquisito,
mente, por intemporal y por costoso. aunque tampoco un hombrede pocasalud; es, simple-

314 315
mente, alguien que valora y practica el respeto. Se en-. IV
cuentra perfectamente a gusto entre personas que pien-
san de distinta manera queél, con tal que sepan hablar Pero, incluso en su naturaleza masradical, mas pura,
sin ira y escuchar conatencién. jOh, no, no es un hom- el hombre conserva un cierto sentido de su inviolabili-
bre perfecto! Al contrario, sabe muy bien que todolo dadintima. La resistencia que opone a que otra persona
humanoes imperfecto, y el dialogo mas que ninguna invada el coto de su alma, es como unaprolongaci6n,
otra cosa. Pero, cuando surja un malentendido, nunca una aplicaciéna otro nivel de aquella repugnancia que
dira: «No meha entendidousted», sino: «Perdén, me he su propio cuerpo siente a la aproximacién excesiva de
expresado mal». otros cuerpos. En esto consiste el sentido del espacio
Urbanidad viene de urbe, y la urbe exige acatar las nor- personal: la circunferencia de amplitud variable que tra-
mas de educacién igual que las leyes de trafico. Ya sé zamos alrededor de nosotros mismos. Cuando, por ex-
que un cierto grado de represién es el precio pagado cepcién, nos vemos obligados a estar demasiado cerca
por toda cultura mas o menosdesarrollada. Y seria ab- los unos de los otros, apretujados, como sucede en el
surdo, porqueseria inutil, a estas alturas querer desha- Metro, automaticamente tratamos de compensarese ex-
cernos detales condicionamientos con el propésito de ceso de proximidad, esa alteracién de nuestro medio,
recuperar aquella libertad y naturalidad primitivas. :De replegandonos mas, mirandoa otra parte. Es una reac-
qué naturalidad meestan hablando? Debodecir, en pri- cién tan natural e instintiva, que hundesus raices enel
merlugar, que inclusolos animales observan escrupulo- comportamiento animal. Todo animal, efectivamente,
samente complicadosrituales de conducta, lo mismo en posee un sentido muy agudode su propio territorio, su
sus costumbres amatorias que enel trato con un adver- distancia critica, «distancia de fuga» primeramente, y
sario. En segundolugar, debo decir que cualquier in- luego, si el espacio se estrecha atin masyse siente aco-
tento de restablecer aquella presunta espontaneidad ori- rralado, «distancia de ataque». La especie humana ha
ginal no s6lo esta condenadoal fracaso, sino, ya de en- heredado pautas de conducta.
trada, inficionado de mentira. La confianza impuesta Las distancias, claro es, varian. No tiene el mismo ra-
pordecretoesfalsa. El tu indiscriminadoesfalso, es ar- dio nuestra circunferencia cuandoestamosen presencia
tificioso, es tan sofisticado como todos los prosaismos, de un amigoode undesconocido, cuando noshallamos
que formanparte del género cultismo. con un amigoo ante undesconocido.
Ciertamente, se podran supri de nuestras relacio-
nes, y en buena hora se han suprimido, muchas cosas
superfluas, muchos circunloquios,protocolos y otros de- Peroexiste un caso excepcionalenel cual toda distan-
talles de pasamaneria; la urbanidad perdurable no con- cia queda abolida, debe quedar abolida: es el encuentro
siste precisamente en un tratado de urbanidad escrito amoroso. La propia naturaleza de ese encuentro exige
en 1890. Ciertamente, se puede y se debe conseguir un la cercania maxima, el contacto mas inmediato, la mas
mayor grado de naturalidad, pero conviene recordar estrecha intimidad. Lo que en cualquier otro caso resui-
que el hombre noes un sernatural, sino histérico, o taria intolerable, aqui se convierte en placentero y nece-
sea, artificial. Su naturaleza, comosu naturalidad, es ya sario. Por la misma dindmicade su pasién, los enamora-
otra cosa. dos tienden nosolo a la mayor proximidad, sinoa la fu-
sion, a«unasola carne». Y esto que acontece en el plano

316 317
fisico, ocurrira, igualmente, a nivel espiritual. El amor dolorosa limitacién de nuestra naturaleza, ha de ser en-
aspira a una total compenetracién, la mutua posesién de tendido comoun recurso de autodefensa, tan instintivo
las almas, «unasola alma». comocertero. Efectivamente, podemos preguntarnos
De tales operaciones, el Orfeo de Anouilh tenia una qué es lo queahi se oculta con tantocelo, bajo siete Ila-
idea muy pobre y decepcionada: «Dos pieles, dos envol- ves. ¢El tesorode las maravillas? Posiblemente, nada; es
torios impermeables alrededor de nosotros. Uno se decir, algo cuyo descubrimiento, lejos de satisfacer el
aprieta contra el otropara salir un pocodeesta espanto- amor, lo lastimaria: produciria tanta decepcién en el
sa soledad. Y se produce, en efecto, una ilusién. Pero lo amante comohumillacién en el amado. Semejante reve-
cierto es que unose encuentra completamentesolo, con laci6n se paga cara. Tal vez constituya el mas amargo
sus propias visceras, sus inicos amigos». Cada unovive fruto del arbol del conocimiento.Si en cualquier empre-
irremisiblemente metido dentro de su piel, encapsulado, sa necesitamos un margen de ingenuidad, de obceca-
clausurado. El amor no llega, ni mucho menos,a los cién, para poder acometerla con el debido coraje, mu-
huesos; en los huesosse aloja el yo irreductible, que se cho mas enaquello que concierne al amor. La ignoran-
resiste a toda absorciény fusién con la persona amada. cia nos envuelve misericordiosamente. La manifestaci6n
Ahi radicaria la triste fama de la carne, su caracter a la de la verdadsin velos nos abrasaria igual queel sol si no
vez acaparador retractil, insolidario, orientado a su tuviéramosencimala capa protectora de la atmésfera.
propia subsistencia. Pero se trata de una calumnia.Enla Pero seguramente éste es un modo de hablar impro-
unién de los cuerpos los amantes se encuentran mas pio, y, por consiguiente, injusto. Podemos cometer con-
profundamente que nunca, en ese vértigo se hunden tra el amor humano,en general, idéntica injusticia que
juntos, olvidan su condicién de entes confinadosen islas contra el amorcarnal. Se trata siempre del mismo agra-
remotas. E] acto funciona. El reproche que podria ha- vio al hombre. ¢Es que el hombre ha de ser evaluado
cérsele no es por su imperfeccién, sino por su fugaci- precisamentepor lo que hay debajo de su propia obra y
dad. Consumadala breve unidn, los cuerpos son de- de su nivel consciente? Ya se sabe que, si escarbamosen
vueltos a su singularidadinevitable. el ruso, encontraremosal cosaco, y, si escarbamosenel
éY las almas? ¢Quéclase de compenetracién son capa- cosaco, encontraremosal oso. Pero ¢es que el estiércol
ces ellas de obtener? Tarde o temprano, el alma del es masverdadero quela rosa? Denigrar al hombre por su
amante tropezara con un muroinfranqueable, que no fondo de oscuridad, menospreciar el amor humano
arguye, por supuesto, ninguna voluntaria resistencia en porqueno llega hasta los huesos, desestimarlas palabras
la persona amada,ya que ésta tambiénansia, con idénti- porque no pueden expresarciertas vivencias, todo esto
ca ansiedad, poseer y dejarse poseer. Pero no puede. El me parece insensato. En definitiva, depende del absur-
fondo del corazén permanece inasequible y recéndito. do empenio de dar definiciones imposibles, inhumanas,
Y, desde luego, inexpresable: ni puede ser expresado de de las cosas humanas.
fuera adentro ni puede expresarse de dentroafuera. A
Ja insuficiencia del lenguaje articuladoen los asuntos de Sucede que también el amor tienesusleyes, las cuales
amor, de todos conocida y lamentada, se afiade en se- son de ordenfisico y de orden moral. Lo importante es
guida la incapacidad de cualquier otra forma de comu- comprender que uno y otro género de leyes concuer-
nicacion mas inmediata. E] santuario intimo sigue cerra- dan, que poseen casi un mismocontenido con diversos
do, inalcanzable. ¢Por qué? Pienso que, mas que una nombres. Asi, puede hablarse, indistintamente,delprin-

318 319
cipio de impenetrabilidad de las personas puede ha-
blarse del respeto que merecen las personas. o alivio (cuéntame;
Dulcemente, tal
verás que no tiene tanta importancia).
vez involuntariamente, va extorsionan-
A u objeto cualquiera nos acercamos hasta cogerlo do a la persona amada, ejerciendo su coacción sobre
n
con la mano y adueñarnos de él, hasta hacerlo propie- ella.
dad nuestra. Pero esto es imposible con la persona, que Respetar al otro respetar su condición de otro. Es
es

en todo momento sigue siendo un sujeto, un yo. Y digo aceptar no comprenderlo nunca del todo. Todo amor,
que es imposible no sólo en el sentido moral, sino tam- no sólo
el sobrenatural, exige fe,
supone siempre admi-
bién físico. El castigo impuesto a quien infringiera esa algo que no vemos, que no comprendemos. Creer en
ley de inviolabilidad de la persona, no sería arbitrario, tir
alguien es confiar en él a pesar de todo, a pesar de ese
extrínseco, separado de su delito, del tip0 «si no estu- elemento de opacidad que ninguna maniobra amorosa
dias,
no irás al cine», sino que se trata de un castigo infa- podrá destruir o disolver. Sería un despropósito que dos
lible«si
y mecánico,
una pena coincidente con la culpa, del muchachos quisieran casarse al día siguiente de haberse
tipo tocas la plancha, te quemas»: si quebrantas la ley conocido, pero nos parecería igualmente desatinado que
del amor, el amor desaparece. Porque la persona no
se negaran a casarse mientras no tuvieran la evidencia
sólo merece respeto, también lo necesita. Nada más cier- total de que su unión iba a ser un éxito total. Pues seme-
to:todo sea
cuanto
el
atenta contra la libertad de la persona, jante evidencia no se alcanza jamás. Ninguna de esas
aunque amor, acaba destruyendo el amor. dos decisiones sería razonable. Lo razonable se halla en-
Se equivocan los amantes cuando sueñan
con una tre lo irracional y la pretensión de una racionalización
compenetración absoluta. Cada
uno de ellos lo exige completa; pretensión que, por ser inalcanzable, es igual-
todo del otro, a la vez que está dispuesto, por amor al
mente irracional.
otro, a una donación total y a una inmolación completa. Las cosas humanas son así. El amor humano es así.
Ocurre, sin embargo, que todo lo que él puede darle, Sus más
hondos sentimientos pertenecen a un nivel pe-
no compensa aquello que le quita, que es el espacio don- núltimo. En el último, ya sólo existe un acto de fe o, lo
de el otro se afirma a sí mismo como otro. De cualquier
que es igual, una actitud de respeto.
forma, va a tropezar pronto con una barrera, la de la Habrá que renunciar a toda exigencia desmedida, al
persona amada en cuanto persona, y eso, desgraciada- sueño de una identificación perfecta, al propósito de
bie
mente, lo interpretará -triste disyuntiva- o como conseguir un conocimiento exhaustivo. Es menester sus-
n
una traición a su amor, o bien como un desafío a su po- tituir ese afán de compenetración irrealizable por un
der. ¡El diálogo de los amantes! El amante interroga, deseo perseverante de mayor aproximación, la cual pue-
pide explicaciones, las exige. ¿Qué espera escuchar? No de ser indefinida, creciente (las limitaciones del corazón
hay nada que decir, y lo que está por decir resulta inde- son obvias, pero sus posibilidades son misteriosas), con
.cible. Pero el amante sigue preguntando, ensaya otros tal que nunca deje de estar asistida por un respeto tam-
modos, insiste. Cuenta para ello con una perfecta coar- creciente. Rilke no era un escéptico, sino un ena-
tada de conciencia: él no tiene derecho a forzar ningu-
bién
morado algo más lúcido que otros, cuando propuso
na confidencia, pero tiene el deber de facilitarla. Según como ideal supremo del amor:
«dos soledades
que mu-
las ocasiones, utilizará el registro preocupación (algo te
tuamente se protegen y se reverencian». He ahí una des-
pasa, dímelo), el registro reciprocidad (yo te lo cuento cripción del bo gets girl más bien modesta, pero en nin-
todo y descanso contándotelo), el registro y
promesa de modo desdeñosa.
gún
320 321
Ralchras

Ya que, para muchos, el respeto significa, a lo sición. ¿Resuelve algo decir amor respetuoso, respeto
sumo, una condición básica.del amor. Todo el mundo amoroso? Tenemos más palabras para distinguir que
la necesidad del respeto cuando el
reconoce amor se ini- para sintetizar. Nos falta la palabra precisa para desig-
cia, cuando está dando sus primeros pasos. ¿Y después?
nar aquella matriz común de la que salieron estas dife-
Después y siempre sigue siendo el respeto una condi- rencias o aquella unidad dichosa en que un día se des-
ción básica; aquí básica no quiere decir preliminar o vanecerán estos conflictos.
preparatoria, sino fundamental. Fundamento del cual
el cual la casa se vendría
nunca puede prescindirse y sin
abajo. Que nadie imagine el respeto como un andamio
provisional, necesario tan sólo mientras levantamos el
edificio, y que luego, una vez éste terminado, se des-
monta y se retira.
No, no es el respeto una cualidad del amor exclủsiva
de sus primeros estadios, sino un componente esencial,
perdurable, y cada vez más depurado cuanto más vigo-
los afectos. Tal y como sucede en el
rosossean amor a
Dios: las almas que más lo aman son aquellas que más
veneran su trascendencia. ¿No hay también como una
trascendencia en todo ser humano, algo que está en él
superior a él mismo? Si es verdad que el tú de Dios se
de-
nos revela en el tú del prójimo, también podríamos
cir que en la trascendencia del tú divino se nos mani-
fiesta la trascendencia del tú humano, su condición de
otro, de sagrado e inabarcable.
Termino. Dios es el modelo sumo del amor en su vida
trinitaria, ese misterio en el que reconocemos la perfec-
ta comunión de las tres personas, al mismo tiempo qu
e
la perfectasemejante
singularidad de cada una de ellas. ¿Cómo
trasladar modelo escala humana? Lo que en
a

ellas es fusión plena, sólo puede ser entre nosotrosfeliz


coincidencia, convergencia laboriosa, compasión, com-
plicidad, un solo lecho y una mesa común. Lo que en las
divinas personas es diálogo ininterrumpido, para noso-
tros es comunicación esbozada, progresiva, preguntas
apenas formuladas y respuestas apenas satisfactorias,
palabras en dialecto mientras cae la tarde. Nosotros de-
cimos intimidad y respeto, dos ideas que pensamos y
nombramos por separado, viendo en ellas casi una opo-

322 323
CAPITULO IV

INVITACIONAL ESCEPTICISMO
ENTUSIASTA

Más allá del engaño y del desengaño, insisto, hay una


tercera etapa.
No bueno que el engaño se prolongue excesiva-
es

mente. No es bueno tampoco demorarse en el desenga-

ño. Ambas cosas son funestas y andan, además, muy


emparentadas: el pesimista, según dicen, es alguien que
ha vivido demasiado tiempo junto a
un optimista. Hay
que seguir adelante. Por supuesto, la tercera etapa no es
ninguna tierra de promisión, sino el
un tramo más en
desierto, o, quizá, sóło una manera particular de cami-
Boy gets girl. Consiste los lími-
nar. en una aceptación de
tes que no engendra amargura, sino serenidad; en
una
es fanática ni débil, sino desnuda;
fe que no en un amor
que no es iluso ni trágico, sino algo así como una ternu-
ra desencantada, pero tenaz. Su lenguaje no es contun-
dente ni tampoco vacilante, sino gramaticalmente co-
rrecto y con algún paréntesis para mejor aclarar lo que
se venía diciendo. Se trata de un modo de convivencia
los de-
que no significa estar siempre de acuerdo con
más,
pero tampoco, en absoluto, significa indiferencia
hacia la opinión ajena, sino mutua tolerancia, pluralis-
mo y mansedumbre intelectual. Su pensamiento no es
dogmático ni nihilista, es lo bastante animoso y lo bas-
tante escéptico. ¿Se podría hablar de escepticismo entu-
siasta?

Me apresuro a decir que hay escepticismos enteramen-

325
te condenables. No tanto por su negatividad o impiedad tra simpatía, tan escarmentados estamos de tanto mani-
cuanto por su incoherencia íntima. Son, por ejemplo, queísmo, tanmpoco podemos
poner nuestra confianza en
aquellos que se empeñan seriamente en demostrarnos la Si solicitan su arbitraje, de los cua-
él. dos cotendientes
imposibilidad de toda demostración. Cuando alguien les
uno afirma que las urracas son negras y el otro que
afirma de ese modo que nadie puede estar seguro de son blancas, él sonreirá con benevolencia y dictaminará

o
nada, sobrentiende que nadie excepto él, puesto que él, que son, más
menos, gris
marengo. No alcanza a com-
dado el énfasis de su afirmación, sí que parece estar se- de dos fá-
prender que, por huir errores, se puede caer
guro de que nadie más puede estar seguro. ¿Habrá algo cilmente en un tercer error. Suele buscar, sin éxito,
más absurdo que ese escepticismo dogmático? Los ab- los extremos;
una salida de conciliación entre pero ni es
surdos abundan. Quien asegura que la incredulidad es capaz de discernir la parte de verdad
que hay en cada

la fuente de toda sabiduría, deberá, lógicamente, admi- uno


de ellos
ni tampoco se siente
con
fuerzas
para ofrecer
fórmula integradora demasiado
tir que
tonces,
empecemos por no creer lo que él nos dice; en-
¿para qué se toma la molestia de decir nada? Al
una que no sea vaga.
Su única alternativa es la tibieza o la acumulación. O
terminar el curso de retórica, Tisias se a su
dirigió bien una suma, jamás una síntęsis, o bien una resta,
maestro Córax: «Si tú me has enseñado realmente a per- nunca un expurgo. Todo maniqueísmo es nefasto, pero
suadir, yo te persuado de que no debes cobrarme nada frente a él sólo encontramos un hombre que nos invita
si has enseñado, al politeísmo.
por tu enseñanza; y, no me tampoco
está
mereces que te pague nada». El escéptico total con-
a la mudez.
denado a la incoherencia Cuando se dice
que todas
las verdades o
son relativas, implícitamente se Pienso en otro género de escepticismo muy diferente.
dice que son relativas todas menos una, ésa precisamen-
Es un escepticismo firme sin ser dogmático, es mode-
te, la que afirma
la relatividad de toda verdad. ¿Habrá rado sin ser pusilánime. No significa abandono o deja-
algo más absurdo que ese relativismo absoluto? Me re- ción, no incluye ningún miedo a la vida, ninguna re-
cuerda a los «demócratas absolutos», los cuales están de- nuncia a la verdad. Sería totalmente injusto describirlo
seosos de abolir la democracia por procedimiento demo- como una postura de inhibición. La indeterminación o
crático si así lo pide la mayoría, una especie de victoria a suspensión del juicio que le es propia, nada tiene que
través del suicidio, una tiranía que se legitima por respe- ver con esa abstención cómoda de quienes, por indife-
rencia o desánimo, han prescindido ya de toda búsque-
toQuien
a la libertad.
profesa semejante escepticismo, no pasa de ser da. Este es
un hombre que sigue buscando, sin ceder al
dogmático como otro cualquiera. Queriendo ir más desaliento ni caer en la precipitación, y a menudo tiene
un
falsos instintos intelectuales, esos re-
allá que nadie en sus negaciones, resulta que es un es- que contrariar sus
céptico que se ha quedado a medio camino: le falta to- flejos de tendencia afirmativa, ese deseo de certidumbre
davía negar su propia negación, dudar de su única certi- que a nivel afectivo se configura como ansia de seguri-
dumbre. dad, y que suele inspirar las posiciones tanto del fanáti-
como del empírico. Por afán de seguridad, el fanáti-
¿Y esa otra forma de escepticismo que consiste en ele-
co s refugia
gir siempre, por sistema, el término medio entre dos ex- co e
en una doctrina que él considera irrebati-
tremos? Suele tratarse de un señor con fama de equili- ble sólo porque es inverificable; ese mismo afán suele
brado. Aunque, en principio, su actitud despierte nues- llevar al empírico a contentarse con lo ya verificado, ig-

326 327
norando, pero prácticamente negando, todo aquello violencia, un arma efectiva de pacificación, y la contra-
que supera sus comprobaciones. cultura, otra forma de cultura. Asimismo, el escepticis-
El escéptico no teme la inseguridad y desdeña el asilo mo puede ser una verdadera teoría: la de que lo real
le proporcionaría
que un sistema de pensamiento totali- trasciende todla teoría, y, consiguientemente, no convie-
zador y concluso. Porque sabe que ningún pensamiento ne adherirse a formas de pensar que, por su pretensión
de este tipo abarca la realidad completa; sabe
que lo real de exhaustivas, no son sino creencias más reductoras y
se extiende mucho más allá de donde puede llegar cual- más obstinadas. El escéptico duda, pero su duda no es
quier instrumento de verificación y el mismo pensa- un elemento puramente negativo.
miento racional. Cuandđo la razón pretende encerrar Habría que rehabilitar de nuevo el prestigio de la
dentro de sí la totalidad de lo real, ella misma se traba, duda.
cae en su propio cepo, y se convierte en razón racioci- Habría que volver a esculpir, sobre el frontis de las

nante, alimentándose de misma y confundiendo eł es- academias, en el dintel de todas las aulas, en las páginas
pejo con un mirador suficiente sobre el ancho mundo. liminares de los grandes tratados, aquellas palabras de
Contra la idea generalizada de locura, que define al oro, de Dante:
Che, non men che saver, dubbiar m'aggrata

loco como persona que ha perdido la razón, Chesterton (Paraíso 11,93). Lejos de ser paralizadora, como se dice,
afirmaba, muy certeramente, que el loco es alguien que la duda puede ser más estimulante que muchas certezas.
ha perdido todo menos la razón; es decir, alguien que dice que una duda es capaz de resquebrajar edifi-
base
Se un
razona sin parar y en el vacío, sin en lo real. cio y derribarlo; pero en realidad sucede otra cosa muy
Nada más razonable, pues, que sospechar de la razón. distinta: la duda es esa grieta que nos avisa del mal esta-
Muy razonablemente, el escéptico piensa que el univer- do del edificio, que nos permite detectar el peligro y
es demasiado
so
por
complejo y fluido para ser sometido
el pensamiento conceptual, y demasiado
vasto para
conjurarlo. La duda es positiva, porque a partir de ella
son posibles todas las rectificaciones.
caber dentro de los límites de ningún sistema. Dice que
es menester vigilar esas fisuras e intersticios de lo que El hombre escéptico duda, sabe dudar. No cede a los
prejuicios, no se deja obnubilar por la carga emocional
comúnmente llamamos realidad y
permanecer atentos a de una doctrina, no sucumbe a la ansiedad obsesiva de
los posibles movimientos del piso. Por lo cual, considera certidumbre. Tampoco, desde luego, reniega en absolu-
preferible vivir en descampado lo sumo, instalarse de la verdad, se le oculta
que el otro nombre
en una de esas casas japonesas
-a
de papel, tan livianas y
to pero no
de la sabiduría es «ignorancia»; una docta ignorancia
provisionales-, mucho mejor que dentro de un edificio de la ignorancia ignorante todo ese largo tra-
que dista
con fama de sólido, dentro de un sistema que se preten- mo, ya superado, que erala vanidad.
de irrefutable, definitivo, antisísmico. Gustosamente reconocerá el escéptico la parte de ver-
dad que haya en todo pensamiento. Criticar no es de-
moler, sino discernir. La duda es un instrumento delica-
Pero es injusto definir el escepticismo exclusivamente do, más parecido a un bisturí que a una piqueta. Sképto-
por vía negativa. Sería una definición tan pobre como mai significa precisamente examinar con cuidado, mirar
las contenidas los términos contra-cultura, no-
en dentro y mirar en torno. En las doctrinas articuladas or-
violencia o anti-comunismo. Recuérdese que el antico- gánicamente, bien sistematizadas, el escéptico no deja
munismo puede constituir toda una ideología, y la no- de admirar su voluntad de coherencia. Por eso hace

328 329
suya esta necesidad de coherencia, llevando su propia tolerancia, al pluralismo y a la comprensión. Su opinión
la contraria; al revés, la le hace
duda hasta el final, aplicando la duda a sus mismas du- no excluye presupone,
das. Ninguna duda hay digna de culto, digna de sitio de antemano, le concede aquel tanto de probabili-
una
adhesión incondicional. Siguiendo al Qohelet, él afirma dad que a ella le falta. Sólo es beligerante contra los es-
que no sólo
el mundo y la vida, sino también sus propias píritus belicosos: al condenar toda forma de fanatismo,
opiniones acerca del mundo y de la vida, son como declara la guerra a la guerra, demuestra la perfecta ina-
humo en la mañana. Con paciencia hace la crítica de su nidad de la lucha de ideologias. Practica la ironía, pero
crítica y practica el escepticismo respecto de su misma emplea como una espada, sino como un dlesinfec-
condición escéptica. He ahí la piedra de toque, semejan-
no
tante.
la
escéptico se ha vedado
te la
a del verdadero humorista, aquel que sabe reirse Aprimera vista, parece que el

de maestro, de orador,
el
de sí mismo. Aprende a dudar -enseña Machado-, y
« a mismo algunos oficios: el
el de metafísico. Sin embargo, puede desempeñar
acabarás dudando de tu propia duda; de este modo pre- con
mia Dios al escéptico y al creyente». No es que el resulta- éxito el papel de objetor d la metafisica, y realizar así

do sea necesariamente la certidumbre, ya que tampoco tal vez.,


una obra filosófica considerable. Su oratoria, no
el heterodoxo de la heterodoxia es por fuerza un orto- sea muy persuasiva, pero puede ser beneficiosamente
doxo. Quizá se parezca algo más al hecho de soñar que disuasiva. En cuanto a su posible magisterio, nada más
está soñando:
en ese momento suele ser cuando es- saludable que enseñar algo y, a la vez, enseñar a dudar
uno
tamos a punto de despertar. de ello. Lo que seguramente no hará nunca un escépti-
esni matar a nadie ni morir
Repito, no se trata propiamente de destruir nada,
co él
mismo por ningún
salvo aquellos ídolos del mercado, de la tribu, de la ca- ideal humano: no hay por qué llegar a esas consecuen-
cias las justifi-
verna y del teatro que tanto nos afligen y extravían. El extremas cuando el punto de partida no
escéptico no destruye nada, pero coloca todo en su lu- ca. Semejante heroísmo constituiría un acto tan gratuito
las creencias la cerámica etrusca. La mitad de
gar: como creencias, las hipótesis como hi- como dar la vida por
o
pótesis, los razonamientos como utensilios los héroes, la mitad de las vírgenes, suelen ser
medios como
cuya validez habrá que comprobar en cada caso. Tam- necios.
poco el auténtico humorista desprecia nada; simplemen- Un mundo de escépticos sería el mundo más toleran-
te, concede a cada cosa, a cada personaje, a cada uno de te y confortable, el espacio ideal para el diálogo. Las
puesto exacto, aunque enmarcándolos leyes se dulcifican, los enunciados se hacen elásticos, las
los valores, su
siempre, eso sí, en un contexto lo bastante amplio: para creencias conviven y se prestan mutua ayuda, los víncu-
los los
la ubicación de un gobernador civil
-el de Murcia, por
le
se extienden, grupos humanos se vuelven per-
ejemplo--, para describir su categoría con precisión, meables, y las instituciones, flexibles. Un mundo así sólo
basta señalar el lugar
que ocupa dentro de la galaxia so- tiene el grado de melancolía preciso para desautorizar
lar, o incluso dentro de la historia de Occidente. los triunfalismos groseros. Ningún pesimismo,
por su-
puesto. Al contrario, se trata de una actitud mental
constitutivamente abierta a todas las dimensiones de lo
II real y, por consiguiente, al futuro, ¿Cómo será el futu-
Nadie menos destructor, nadie menos agresivo que ro? El escéptico tiende a pensar que vivimos aún en la
un escéptico. Su mera presencia es un llamamiento a prehistoria del conocimiento. De hecho, nadie sabe
la

330 331
cómo evolucionará éste, aunque los adversarios del es- nocimiento sin desesperación, una esperanza sin obceca-
cepticismo parecen estar seguros de que el porvenir de- ción, un pesimismo optimista, un amor irónico. No es
pende tan sólo del simple desarrollo de nuestros actua- ningún absurdo, ya que ni el entusiasmo suprime el es-
les sistemas. También los dinosaurios,
en efecto, creían cepticismo ni éste hace inviable el entusiasmo. También
que el mundo sería totalmente suyo cuando su especie la locura tiene su lógica, y el crimen, su ética. No es nin-
produjera ejemplares aún más potentes y voluminosos. gún absurdo. Absurdo es un círculo cuadrado, un hie-
En cambio, el escéptico tiene una visión mucho más am- rro de madera o un escepticismo dogmático; pero no el
plia: no descarta la aparición del mutante. Se trataría de escepticismo entusiasta. ¿Una paradoja? Una paradoja
algo que el pensamiento concluso y pretencioso suele re- la cual y
en otro término, lejos de neutralizarse, son
chazar por principio, y que, sin embargo, tantas veces ha susceptibles uno
de intensificación simultánea (hay paradojas
асаecido ya, eso que precisamente se denomina error en de este género
en el orden operativo: San Ignacio de
historia natural: algo no previsto, algo que constituye Loyola recomienda actuar como si todo dependiera de
un error dentro del esquema biológico imperante, pero él).
si
nosotros y confiar en Dios como sólo dependiera de
que se convierte en verdad a otro nivel distinto; una Decir que todo cuanto progresa o avanza, lo hace por la
verdad nueva, fundacional, capaz de engendrar un nue- alternancia del pie derecho y el izquierdo, es todavía de-
esquema más complejo.
voOcupado cir muy poco. En la oposición dualista los contrarios se
en minar las certezas inertes, en dudar de
aquello que a los demás parece obvio, el escéptico traba-
suceden; en
la vía media se castran; sólo en la paradoja se
fecundan mutuamente.
ja en los márgenes y fuerza los límites. Rehúye esa segu- Toda paradoja podría considerarse una especie de
ridad que a los otros proporciona el vivir acogidos a un síntesis. Está claro que el escepticismo entusiasta signifi-
sistema fijo de referencia. ¿Por qué ha de ser fijo? El ca un estadio posterior al engaño y al desengaño. Boy
trata de modificarlo, trata de cambiar de ecosistema, gets girl. Pero
no es una verdadera síntesis, plena y defi-
practica el arte de la inadaptación, que significa una nitiva. En este inundo, toda síntesis es poco más que
adaptación más imaginativa, más creadora. tesis, y ésta «sín-
una росо más que una hipótesis. Es una
tesis de trabajo», tal final del
un camino; vez, un tramo
la saben la sín-
camino, pero no meta. Los creyentes que
Es un escéptico que no se rinde, que no renuncia tesis perfecta pertenece sólo a la vida futura. Sin embar-
cuando los demás renuncian. ¿Podría hablarse de escep- go, dentro de la comunidad de los creyentes igual que
ticismo entusiasta?
Kazantzakis hablaba de «pesimismo
fuera de ella, caben diversas maneras de entender y vi-
intrépido»; Mounier, de «optimismo trágico»; Alan Wood vir. Quiero decir que también en cuanto creyentes,
llamó a B. Russell «escéptico apasionado». Ninguna de pueden éstos hallarse en estado de tesis, de antítesis o
estas fórmulas, ciertamente, implica mayor contradic- de síntesis; esa síntesis precaria, itinerante y en hilván,
ción que esa que es inherente a toda persona humana.
que es tan compatible con la oscuridad de la
fe. Se
pue-
No me refiero a una mera coexistencia de escepticis- de leer a Job a la luz del Evangelio y se puede volver a
mo y entusiasmo dentro del mismo individuo, sino a leer el Evangelio en el mismo corral donde Job escondía

su
sola cosa con anverso
una y su reverso, cada uno de su lepra. La futilidad universal eslael envés de esta vida;
los cuales justifica y provoca al otro.
Es la fe la
que pero dicha futilidad es tan sólo cara visible de otra
duda, es la duda la que impulsa la fe. Se trata de un co- vida: para percibir lo primero hace falta ser escéptico,

332 333
trocko
para darse cuenta de lo segundo se necesita un cierto que concatenarse, contliuyen en un difuminado
margen de entusiasmo. Es cosa fácil el desprecio del donde impera cierta monotonía, pero donde súbita-
Es
mundo, y es igualmente fácil la valoración del mundo mente, de vez en c'uandlo, aparece um error fecundo.
de UUtopía,
como realidad positiva y redimida; ya es más difícil re- escéptico porque no cree en la existencia perO
cde
conocer que, salvo en un plano muy misterioso y para entusiasta porque cree que, buscando lit isla Utopía,
es
mentes muy purificadas, también la llamada «ciencia de seencuentra uno con las Américas. Prefiere un método a
cualquier sistema. En su alma hay vacio y desco; o al
la cruz» suele ser ciencia mundana, presuntuosa e inane.
revés, algo presiente él, pero no se rebaja a descarlo, Un
Lo lo
más difícil de todo es más evidente de todo: ad-
vertir que el día empieza a medianoche. amarillo que tiende al azul, el azul que tiende al rojo, el
La paradoja no constituye, ciertamente, una síntesis rojo que vuelve otra vez, desencantado, al amarillo; pero,
plera y cuajada. Pero tampoco puede decirse que sea poniendo el disco en movimiento, se obtiene el
blanco:
la formu-
naca más un estímulo ocasional del pensamiento, que conviene acclerar
el
proceso del pensamiento,
sea únicamente su sal, no su pan, y que no hay que con- lación de tautologias aparentes...
la luz. La paradoja es
fundir la chispa
con mucho más
que eso. Tal vez, las más altas realidades sólo podemos
111
expresarlas mediante paradojas, y ello no se debe sim-
plemente a la pobreza de nuestro lenguaje, incapaz de
recoger en un solo vocablo lo que sería una sola idea, ¿Es la nuestra una
época propicia al escepticismo en-
sino que también acontece lo mismo a nivel de pensa- tusiasta?
miento, que tampoco podemos pensar dichas realidades Dicen que el heroísmo es hoy un valor en crisis. Cier-
tamente, en las actuales circunstancias, el heroísmo mili-
si no es a través de constantes paradojas. No sólo deci-
mos intimidad y respeto, sino que también lo pensamos tar significa el arma menos importante de
la panoplia;

es mucho importante trabajo científico que llevan


así, aunque la vivencia que tengamos de ese doble fenó- más el
meno sea simple, unitaria e indisociable. También de a cabo en retaguardia unos señores de edad, quizá reu-
Dios nos vemos obligados a pensar que es inmanente y máticos, quizá cobardes, quizá retribuidos en moneda
trascendente, ubicuo e inasible, que es eterno y nace extranjera. ¿Y aquel heroísmo de los antiguos misione-
Pasó
cada día, que lo es todo y nada es él. Las menos imper- ros, cercada su capilla por tigres o antropófagos?
que de él se nos han dado, fueron
fectas descripciones igualmente a la historia. Ya los paganos no disparan sus
siempre así, bipolares, paradójicas, donde la primera pa- flechas envenenadas contra el hombre blanco; sencilla-
la
labra necesita ser corregida y a la vez subrayada
por
la mente, el gobierno indígena ha acordado retirar a
segunda. Y así decimos Dios inefable. misión las subvenciones que acostumbrara conceder el
Y así decimos escepticismo entusiasta. gobierno de la metrópoli. En lo sucesivo, los mártires
Una paradoja que sólo puede explicarse mediante morirán de muerte natural. Los héroes venderán más
nuevas paradojas. Porque se trata de un hombre tan ra- cara su vida: pragmáticos, menos idealistas, menos vani-
zonabłe, que desconfía de la razón; tan lógico, que ad- dosos, han calculado bien los riesgos. Su heroísmo no es
mite muchas clases de lógica, Es idealista por motivos d tal, essimplemente un margen de probabilidad.
e
utilidad. Es escéptico, pero deductivo; es inductivo у,
y, sin En estas horas de marea baja, la playa ha quedado su-
embargo, entusiasta. Afirma que causas y efectos, más cia con todos los residuos que otros tiempos más glorio-

334 335
sosdepositaron sobre la arena. Jirones de un pendón así», y después añaden alguna conjunción adver-
parece
arrebatado turcos, la honra mancillada del marido,
a los
sativa. Dios los coja confesados.
una lista de principios irrefutables, algún pedazo de pa- De sobra sabe el escéptico que la historia se repite, que
pel donde aún pueden leerse palabras tales como alazán, a Alarico sucederá Alarico
filosofía perenne o pífano. Lentamente cae la tarde sobre LXII LXIII, que hay como
los despojos, igual el olvi- un proceso cíclico, monótono y ciego. Sin embargo, el
que una polvareda, igual que entusiasmo inherente a su escepticismo le permite modi-
do. Dicen el análisis ha vencido sobre los axiomas;
que ficar ligeramente una conclusión que sería demasiado
el posibilismo, sobre la intransigencia; el consenso, so-
rotunda y demasiado desalentadora. Dicho entusiasmo
bre la obcecación. Que los sistemas de pensamiento se basta para forzar, para alterar grado mínimo, pero
han hecho más flexibles o más cautelosos. Que los dile- en
suficiente- esa línea circular de la historia, abriéndola
mas ya no versan sobre el bien absoluto y el mal absolu- unos milímetros, convirtiendo la circunferencia en espi-
la política ha dado un giro notable: los
to. Que
partidos
misma
de militantes fueron sustituidos por partidos de
ral: las cosas nunca son exactamente iguales, la suplan-
tación del diálogo por el uso de la fuerza causará una
ciudadanos, partidos electorales que se disputan los mis- consternación cada vez mayor, cada vez se hará más sos-
mos votos, la momentánea adhesión de una población pechosa la identificación del dogmatismo con la verdad;
versátil e indiferente. Dicen que vivimos una época de la comunicación los hombres ganará
poco a poco, entre
desarme mental, que vivimos en un mundo de gentes
nuevos horizontes, y, por supuesto, el fanatismo volverá
menos obstinadas. y
otra vez, pero cada vez será un fenómeno más re-
Dicen. También por lo que a esto respecta, el verda- una
ducido, más irrisorio o menos presentable. Aun en su
dero escéptico se muestra más bien escéptico. El sabe versión más modesta, el pronóstico parece esperanza-
casi siempre la misma lamentable
que la historia repite dor: nuestras tentativas de diálogo seguirán fracasando,
crónica, una sucesión de gestas que dejaron los campos
pero fracasarán cada vez un poco menos.
y las mentes sembradas de sal, una bandera que un día
alguien levanta convocando una purificación univer-
a

sal, y luego su ocaso y con innumerables


descrédito,
Y, en último término, todo depende de lo que enten-
muertos entre tanto, y luego la aparición de otra nueva damos por fracaso, que es algo esencialmente relativo,
ideología salvadora, y más mentes en flor agostadas por dependiente del designio o meta que cada cual se haya
el fanatismo y más soldaditos muertos que pensaban ca-
propuesto. ¿Por qué proponerse una meta imposible?
sarse en abril, y luego otra vez, y después otra vez, y la ¿Por qué dar a la palabra diálogo un sentido inalcanza-
rueda que sigue y sigue girando. ble? Una vez más, debemos apelar a ese principio tan
¿Es el nuestro un tiempo propicio al esceptiscimo? obvio como olvidado: de las cosas humanas hay que dar
Apostado al pie de las murallas, Alarico espera la hora definiciones humanas. Nada más absurdo que formular
la ciudad co-
oportuna para invadir Roma. Dentro, en una definición inasequible. Nada más absurdo que pre-
rrompida el pluralismo, sus habitantes discuten si
por guntarse nuestro diálogo es verdadero diálogo; es
si el bárbaro es galgo si
mansamente o podenco, la ono-
como preguntarsé si el metro patrón que se guarda en
matopeya tiene origen jónico o alejandrino. Son los tole-
Meudon mide verdaderamente un metro.
rantes, los que dudan, los que analizan, dividen y subdi- A lo
largo del libro he puesto especial cuidado en ha-
viden, los que nunca dicen «esto es así», sino «esto me blar solamente del único diálogo que conozco: el diálo-
336
337
go humano. Debo añadir que esta precisión no es ocio- los miembioOs de La
mamada; por otu. te, el labunnoso
si
sa, tenemos en cuenta las esperanzas desmedidas que diálogo de los "..
bombres, lan Jomas comdoonales del
algunos ponen en el diálogo o las exigencias desmesura- verbo, nuesI ON 1CO11 NOn
cde iamalogt.t pratat theinoieDBnaur
a
das con que lo gravan. Son siempre esperanzas y exi- Dios de mmera menon incornecta, lon humtldlen y pre-
gencias de perfección, esperanzas y exigencias inhuma- ciosos adlverbion de duda.
nas. Muy lejos de todo ello, yo pronunciaría sobre el
tema un último veredicto favorable, aunque redactado
con la mayor austeridad: entre diálogo humano y seres
humanos hay una adecuación feliz, suficiente, esa que
existe entre operaciones imperfectas y seres imperfec-
tos. Desde luego que nuestro lenguaje es precario y que
hablar es una actividad expuesta al extravío; pero ¿acaso
es
un instrumento más precario que otros, una actividad
más temeraria o más torpe que las demás?
Diálogo imperfecto entre seres imperfectos. El escép-
tico entusiasta todavía se permite hacer
una postrera ob-
servación: el otro nombre de lo imperfecto es lo perfec-
tible. Sin duda que los animales poseen sistemas de co-
municación mucho más seguros e inequívocos que nues-
tro lenguaje, sistemas en su género perfectos; pero, jus-
tamente por eso, incapaces de desarrollo. Son sistemas
que carecen de toda posibilidad de evolución, carecen
de futuro. Una paloma mensajera va derecha a su desti-
sabe geografía. Sinceramente, no creo
no porque no
que sea excederse en euforia el decir que todos los peli-
gros de error propios de la mente humana se hallan de
sobra compensados por su propia capacidad de progre-
so. También es cierto que el hombre puede dañarse
gravemente ingiriendo alimentos nocivos, que puede
llegar a desórdenes amorosos o a extremos de crueldad
en los cuales nunca caería una bestia. Pero la contrapar-
tida es indeciblemente superior. Por un lado, la perfecta
nutrición de las madréporas, el perfecto apareamiento
de dos la perfecta organización de
corzos, una colmena;
por otro lado, esas actividades siempre imperfectas
-siempre perfectibles- que llamamos arte culinario,
amor humano y parlamento democrático. Por una par-
te, el aullido infalible que captan inmediatamente todos

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