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TORTURADOS POR SUS IDEAS

Justino, un filósofo que se había convertido al


cristianismo, tuvo la audacia de escribir al emperador
Antonio Pío y a su hijo, el futuro emperador Marco
Aurelio, a quien se dirigió como colega en la filosofía
y "amante del saber", protestando por las injusticias
que los cristianos soportaban en los tribunales
imperiales. Justino señala que cualquiera puede
emplear la acusación de ser un adepto al cristianismo
para ajustar alguna cuenta personal con algún
cristiano:
"También contra mí, por consiguiente, se harán maquinaciones y seré crucificado", y añade
que quizás las maquinaciones las trame uno de sus rivales profesionales, el filósofo cínico
llamado Crescende. Justino tenía razón: al parecer fue Crescende quien formuló la
acusación que condujo a su arresto, juicio y condena en el 165 d.c. Rustico, que era amigo
personal de Marco Aurelio –que para entonces ya había sucedido a su padre como
emperador- presidió el proceso. Rustico ordenó la ejecución de Justino junto con la de todo
un grupo de discípulos suyos, cuyo delito era el de aprender filosofía cristiana de él.

Ireneo, el gran oponente de Valentín, era al igual que sus predecesores, un hombre cuya
vida se vio marcada por la persecución. Menciona a muchos que padecieron martirio en
Roma y él conoció por experiencia propia la pérdida de su amado maestro Policarpo,
atrapado por la violencia de la ehosma, condenado y quemado vivo entre sus enemigos. Al
cabo solo de doce años, en el verano de 177, Ireneo presenció la creciente hostilidad que los
cristianos despertaban en su propia ciudad, Lyon. Primero se les prohibió entrar en lugares
públicos: los mercados y los baños. Luego, cuando el gobernador provincial se ausentó de
la ciudad, "la chusma se desató. Los cristianos fueron acosados y atacados abiertamente.
Fueron tratados como enemigos públicos, agredidos, golpeados y apedreados. Finalmente
fueron arrastrados al Foro... fueron acusados y, después de confesar que eran cristianos,
fueron arrojados a la cárcel". Un amigo influyente, Vetio Epagalo, que trató de intervenir
en el juicio, fue silenciado a pitos: "El prefecto se limitó a preguntarle si él también era
cristiano. Cuando con voz muy clara reconoció que lo era, el prefecto le condenó a muerte
junto con los demás. Sus sirvientes, que fueron torturados para arrancarles información,
acabaron "confesando" que, tal como sospechaban los romanos, sus amos cristianos
cometían atrocidades sexuales y practicaban el canibalismo. Un testigo ocular da cuenta de
que este testimonio puso a la población contra ellos: Estas historias empezaron a circular y
toda la gente se enfureció contra nosotros, hasta tal punto que incluso aquellos que antes
habían mostrado una actitud moderada debido a su amistad con nosotros ahora montaron en
cólera y rechinaron los dientes en contra nuestro".

La filósofa neoplatónica y matemática griega, Hipátia, fue sucesora de su padre Teón, en la


jefatura de la escuela de Alejandría. Dotada de singular belleza y gran talento, se atrajo
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muchos discípulos por su maravillosa elocuencia y dotes intelectuales, entre ellos destacan:
Orestes, prefecto de la ciudad, y Sinesio que fue luego obispo de Tolemaida.

Su academia, donde enseñaba las filosofías de Platón y Plotino, estaba muy frecuentada,
dificultando con ello el proselitismo "cristiano". Descubrió el fundamento de los misterios
religiosos perpetrados por los Padres de la Iglesia y declaraba el origen platónico del
idealismo, que la "nueva religión" se había apropiado para seducir a gran número de
gentiles. Además, Hipátia, era discípula de Plutarco, jefe de la escuela ateniense, y conocía
los secretos de la Teurgia, por lo que sus enseñanzas eran un gravísimo obstáculo para la
creencia popular en los milagros, cuya causa podía explicar satisfactoriamente la insigne
maestra. No es pues extraño que su sabiduría y su elocuencia incitasen contra ella la
animadversión de Cirilo, cuya autoridad se apoyaba en depradantes supersticiones, al paso
que la de Hipótia tenía por fundamento la inconmovible roca de las leyes naturales.

Al ser nombrado Cirilo patriarca de Alejandría –sobre el 412


d.c.-, Hipótia fue apresada, descuartizada y quemada por una
turba celosa y fanática de "cristianos". Escribió comentarios a
la Aritmética de Diofanto de Alejandría, al Canon
Astronómico de Ptolomeo y a secciones Cónicas de Apolinio
de Pérgamo. Sus obras fueron destruidas en el incendio de la
Biblioteca de Alejandría.

La inquisición no se limitaba a tolerar la tortura: la


preconizaba. El autor de un manual práctico para uso de los
inquisidores, escribe por ejemplo:
"El notario no sólo debe escribir todas las respuestas del acusado y todas las palabras que
pronuncie bajo la tortura, sino incluso todos sus suspiros, sus gritos, sus gemidos y sus
lágrimas". Para obtener confesiones, el mismo autor recomienda izar al acusado hasta el
techo con una cuerda, para después dejarle caer, quemarle los miembros después de
haberlos frotado con aceite, poner sus talones en un torno de hierro, presionar "pequeñas
varillas en forma de silbato" para hacerle crujir los huesos de los dedos.

"He sido tan torturado –dice por ejemplo el templario albigense, Bernardo de Vado-, tan
preguntado y tan mantenido al fuego, que las carnes de mis talones han sido completamente
quemados y los huesos se me han caído después. Sí, he reconocido alguno de estos errores,
lo confieso, he rogado encarecidamente al borgoñón Aimery de Villiers-le-Due, pero era
bajo los efectos de la tortura. ¡Ah! Si tuviera que se quemado, pues tengo demasiado miedo
a la muerte"

Un profundo sentimiento de respeto y solidaridad recorre mi corazón ante un testimonio tan


humano. A la vez que una contenida indignación hacia los asesinos y verdugos que han
aniquilado los sueños de la humanidad.

Miguel Servet, sabio español del siglo XVI, desde su niñez dio pruebas de gran
comprensión, avanzando en el estudio de las matemáticas, de la geografía y de la historia, y

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distinguiéndose en el de las lenguas sabias. En Paris, adquirió como médico gran
celebridad. Descubrió la circulación de la sangre, dando una descripción precisa de la
circulación pulmonar y del papel que juega la respiración en la transformación de la sangre
venosa en sangre arterial; también reveló la acción de las válvulas del corazón en los
movimientos de diástole y sístole, que no tienen lugar en la vida intrauterina, pero que se
realizan inmediatamente después del nacimiento. En este género de estudios, como en las
cuestiones teológicas, demostró ser un espíritu sagaz y fogoso, osado y poco respetuoso con
la tradición.

Su espíritu inquieto y su pasión por la teología, le inclinaron a intentar una reforma más
completa y lógica que la de Lutero y Calvino: la reconstrucción del cristianismo puro, es
decir, de lo que a su entender era la primitiva y auténtica religión de Cristo. El 13 de
febrero de 1546, Calvino escribió a Farel una carta en la que decía: "Servet me ha remitido
un enorme volumen de sus fantasías, advirtiéndome, en una desfachatez fabulosa, que
hallaría en él maravillas inauditas. Se ofrece a venir a Ginebra, si esto me conviene, pero no
quiero comprometerme a ello, pues si viniera, no permitiría, por poco que pudiera mi
autoridad, que saliera vivo de aquí". Dos libreros de Vienne, Arnolet y Guéroult,
imprimieron su famoso tratado Christianismi Restitutio, en el que exponía su plan de
reforma; si esta obra hubiese podido circular, sus efectos hubieran podido ser inmensos y su
autor no hubiera sido considerado como un simple anticristiano, sino como un verdadero
reformador.

Fue detenido en Ginebra el 13 de agosto de 1553. Siete días después de su arresto, Calvino
iba propagando por todas partes que Servet sería quemado vivo; para mayor pena, se le
rehusó todo: los alimentos, los vestidos y hasta un defensor que pleitease su caso. Entre
tanto, Calvino predicó en la Catedral de San Pedro contra él, pintándole como un monstruo
de abominación, indigno de compasión alguna. La causa se debatió en once sesiones.
Calvino hizo votar, por los diecisiete miembros que le eran adicto, que Servet fuese
quemado vivo, con sus libros, en Champel, en los alrededores de la ciudad, al día siguiente
por la madrugada, y a pesar de ser domingo. Servet apareció anonadado, no habría creído
nunca que llegase a consumarse la horrible sentencia. Calvino tuvo la crueldad de visitarle
en la cárcel, en la madrugada del 27 de octubre. Servet pedía el hacha y no la hoguera, y a
ello Farel le respondió: "confiesa tu crimen y Dios se apiadará de tus errores", cuando era
Calvino quien pedía liberarle. Se le ató a una columna elevada fuertemente en el suelo, se le
puso en la cabeza una corona de pámpanos untados de azufre y al lado un ejemplar de su
libro Christianismi restitutio. El suplicio duró dos horas, porque la leña estaba húmeda del
rocío de la noche, y algunos creyentes, compasivos, se lo abreviaron echándole leña seca.
Murió el 27 de octubre de 1553, constituyendo su ejecución el más triste ejemplo de
intransigencia y fanatismo por parte de los calvinistas.

La doctrina de Servet ofrece dos caracteres propios del Renacimiento: la tendencia


científica y la crisis racionalista en teología. Sin ser propiamente filósofo, su posición
implica aquella filosofía que vemos aparecer bajo la doble forma de neoplatonismo y de
panteísmo naturalista desde fines del siglo XV. Los autores favoritos de Servet son los
platónico pitagóricos, los neoplatónicos, Zoroastro y el llamado Hermes Trismegisto. El

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cristianismo de Servet no conserva nada de lo que es tradicional y dogmático en el
cristianismo, transforma la doctrina de la trinidad en una triple manera de concebir la
sustancia divina, que por naturaleza excluye toda distinción y separación; reduce la
Encarnación a una forma superior de la idea eterna de la humanidad simbolizada en Cristo;
el pecado de Adán, a una degeneración de la naturaleza humana, y la Redención, al retorno
de esta naturaleza a su primitiva pureza. En síntesis, su pensamiento es una reproducción
original y atrevida del neoplatonismo que anuncia a Giordano Bruno y a Barne Spinoza, y
una tentativa de racionalización de los dogmas cristianos a base de aquella filosofía.

Giordano Bruno, filósofo italiano de la segunda mitad del


siglo XVI, llevó una vida errante por Europa, visitando
Roma, Génova, Milán, Venecia, Niza y Ginebra; estuvo
luego en Francia, Inglaterra y Alemania; enseñó con éxito
en Tolosa, París, Oxford, Wittenberg y Zurcí; en Praga
emprendió una violenta campaña contra la Iglesia Católica.
Vuelto a Italia en 1591, un joven discípulo suyo, al
convencerse de su heterodoxia, lo denuncia a la Inquisición
de Venecia, la causa pasó a Roma y Giordano Bruno, condenado por hereje, murió en la
hoguera.

Las doctrinas de Bruno y Spinoza son virtualmente idénticas, aunque este lo exponga de un
modo más cauto y velado que el autor de Causa Principio et Uno, o sea, Infinito Universo e
Mondi. Pero tanto Bruno, que declara haberse inspirado en Pitágoras, como Spinoza, que
sin declararlo lo deja translucir, tiene el mismo concepto de la Causa Primera. Según ellos,
Dios es entidad per sé, el infinito Espíritu, el único Ser independiente de toda otra causa y
efecto, que por su voluntad produjo todas las cosas y estableció las leyes del universo cuya
ordenada existencia mantiene perpetuamente. Desde el momento en que Bruno declara
explícitamente su conformidad con las doctrinas pitagóricas, por fuerza había de creer en la
inmortalidad del alma y no verse privado de la consoladora esperanza de mejor vida -
aunque haya que construirla aquí y ahora-. Su proceso, referido por Beti en Vida de Bruno,
vista de manuscritos originales recientemente publicados –la escritora refiere su momento
presente, es decir, a finales del siglo pasado-, no deja duda respecto de las verdaderas
doctrinas del ilustre filósofo.

De conformidad con los neoplatónicos y los cabalistas, sostiene que Jesús era mago, en el
sentido que Cicerón y Filo Judeo dan a la palabra magia, o sea, de sabiduría divina, capaz
de investigar los secretos de la naturaleza. Según Filo Judeo, los magos son hombres de
santidad que contemplan las virtudes divinas, comprenden claramente la naturaleza de los
dioses y los espíritus e inician a otros hombres en los misterios cuyo conocimiento les
permite relacionarse continuamente en vida con los seres invisibles.

Pero mejor se inferirán las ideas de Giordano Bruno de la acusación entablada contra él por
Mocénipo, que dice así: "Yo, Zuanio Mocénipo, hijo del muy ilustre señor Marco Antonio,
pongo en vuestro conocimiento, reverendísimos padres, por impulso de mi conciencia y
mandato de mi confesor, que oí decir muchas veces a Giordano, conversando con él en mi
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casa, que era blasfemia afirmar la transubstanciación del pan en carne; que no le satisfacía
ninguna religión; que era contrario a la misa; que Cristo era un pobre hombre cuyas
perversas obras para seducir a las gentes, justificaban su crucifixión; que en Dios no puede
haber distinción de personas, so pena de tenerle por imperfecto; que el mundo es eterno y
que hay infinitos mundos que Dios crea continuamente, porque puede hacer cuanto quiera;
que Cristo hizo milagros tan solo aparentes, pues era mago como lo eran los apóstoles, y
que él, es decir, Bruno, tiene poder sobrado para hacer más de cuantos ellos hicieron; que
Cristo repugnaba la muerte e hizo cuanto pudo por evitarla; que no hay castigo para los
pecados, y que las almas creadas por obra de la naturaleza pasan de un animal a otro; y que
así como los brutos animales han nacido de la corrupción, así también los hombres han de
nacer otra vez después de morir".

"Ha expresado Bruno su deseo de propagar una secta con el título de Nueva Filosofía. Dice
que la virgen no pudo haber parido sin dejar de serlo y puede que la fé católica esté llena de
blasfemias contra la majestad de Dios; que los frailes han de ser despojados de sus bienes y
del derecho de controversia, porque corrompen el mundo y son unos borricos en todas sus
opiniones; que los católicos no tenemos prueba alguna de que nuestra fé sea meritoria a los
ojos de Dios; que el no querer para los demás lo que no queremos para nosotros es
suficiente a la buena conducta, y que se ríe de los demás pecados y se admira de que Dios
consienta tantas herejías en los católicos. Dice que quiere dedicarse al arte de la adivinación
y lograr que todo el mundo le siga; que Santo Tomás y todos los doctores de la Iglesia,
nada saben comparados con él, pues podría preguntar a los más insignes teólogos del
mundo cosas a que ninguno fuera capaz de responder".

A esta acusación respondió Giordano Bruno con la siguiente profesión de fé, idéntico a los
de los antiguos maestros: "Creo que el universo es infinito como obra del divino e infinito
poder, porque hubiera sido indigno de la omnipotencia y de la bondad de Dios crear un solo
mundo finito, pudiendo crear, además de este mundo, infinitos otros. Por lo tanto declaro
que hay infinitos mundos parecidos al nuestro, el cual, de acuerdo con el sentir de
Pitágoras, creo que es una estrella de naturaleza análoga a la luna, a los otros planetas y
demás astros, cuyo número es infinito, y que todos estos cuerpos celestes son mundos
innumerables que constituyen el universo infinito en el espacio infinito, y esto es lo que
llamo universo infinito con innumerables mundos, y así tenemos dos linajes de grandeza
infinita en el universo y una multitud de mundos. Esto parece a primera vista contraria a la
verdad, si se compulsa con la fé ortodoxa."

"Además, en este universo hay una providencia universal por cuya virtud todos los seres
vivos se mueven y perseveran en su perfeccionamiento. Esto lo entiendo en dos sentidos:
primero, a la manera como el alma está en todo el cuerpo y en cada una de sus partes, z lo
que llamo la naturaleza, sombra o huella de la Divinidad; y segundo, a la manera como
Dios está en todo y sobre todo, por esencia, presencia y preferencia, no como parte ni como
alma, sino de modo inefable."

"Además, creo que todos los atributos de Dios son uno solo y el mismo. De acuerdo con
los más eminentes teólogos y filósofos concibo tres atributos principales: poder, sabiduría y

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bondad, o mejor dicho, voluntad, conocimiento y amor. La voluntad engendra todas las
cosas; el conocimiento los ordena; y el amor las concierta y armoniza. Así comprendo la
existencia de todas las cosas, pues nada hay que no participe de la existencia ni esta es
posible sin esencia, de la propia manera que nada es bello sin belleza, y por lo tanto nada
puede escapar a la divina presencia. Así es que raciocinio y no por verdad substancial
entiendo distinción en Dios".

"Creo que el universo con todos sus seres precede de una Causa Primera, por lo que no
debe desecharse el nombre de creación a que, según cotejo, se refiere Aristóteles al decir
que Dios es aquello de que el universo y la naturaleza dependen. Así es que, según el sentir
de Santo Tomás, sea o no eterno el universo, considerado en razón de sus seres, depende de
una Causa Primera y nada hay en él independiente".

"Con respecto a la verdadera fe, prescindiendo de la filosofía, ha de creerse en la


individualidad de las divinas personas, y que la sabiduría, el hijo de la mente, llamado por
los filósofos inteligencia y por los teólogos verbo, tomó carne humana. Pero a la luz de la
filosofía, dudo de estas enseñanzas ortodoxas, aunque no recuerdo haberlo dado a entender
explícitamente, ni de palabra ni por escrito, sino de un modo indirecto, al hablar de otras
cosas que con toda sinceridad creo que pueden demostrarse por natural juicio. Así, en lo
referente al Espíritu Santo o tercera persona, solo comprendo de otra manera que como lo
entendieron Salomón y Pitágoras, es decir, como Alma del universo compenetrado con el
universo, pues según Salomón: "El espíritu de Dios llena toda la Tierra y contiene todas las
cosas".

"De este Espíritu, vida del universo, procede, a mi entender, la vida y el alma de todo
cuanto tiene alma y vida. Además, creo en la inmortalidad del alma lo mismo que en la del
cuerpo, pues en lo que a su sustancia se refiere, también el cuerpo es inmortal, ya que no
hay otra muerte que la disposición, según parece inferirse de la sentencia del Eclesiastés,
que dice: Nada hay nuevo bajo el sol. Lo que es será".

Tenemos, por lo tanto, que Bruno no comprende el dogma de la Trinidad ni el de la


Encarnación, según la fé ortodoxa, pero cree firmemente en los milagros de Cristo, de
conformidad con las enseñanzas pitagóricas. Si bajo la implacable férula de la Inquisición
se retractó como Galileo, implorando clemencia de sus verdugos, hemos de considerar que
la naturaleza física flaquea en el tormento ante la perspectiva de la hoguera.

BIOGRAFIA
 Historias del más allá; Grupo Editorial Bitácora, Publicaciones Electrónicas.

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