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AREÓPAGO

El encuentro de la Fe y la Razón

Por Alberto Pérez García

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Guadalajara, Jalisco, México.
Mayo 2020

Registro INDAUTOR en trámite.


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medio, sin permiso por escrito del autor.
Contacto: Alberto Pérez García. Cel. +52 (33) 1276-3181
Correo-e: apg2013gdl@yahoo.com

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Para mi hija Diana Esther;

Deseando que tu fe en Cristo quede reforzada y crezca.

TQM

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PRESENTACIÓN

Areópago fue, por más de ocho siglos, el lugar donde los magistrados de Atenas
juzgaban a los delincuentes de la ciudad; era lo que en la actualidad llamaríamos un
tribunal de justicia.

El lugar en sí aún existe, pero ya no tiene el mismo uso judicial; ahora es un


atractivo turístico en el centro de Atenas. Es un peñasco o colina rocosa; en la cima
los magistrados atenienses (areopagitas) se reunían al aire libre y allí deliberaban y
juzgaban los asuntos del día.

El Areópago fue escenario de hechos célebres, míticos y reales. Según la


mitología griega, allí fue juzgado Ares dios de la Guerra (hijo de Zeus), por haber
asesinado a Halirrotio, hijo de Poseidón dios de los mares. También allí fue juzgado
Sócrates, y condenado a muerte bajo cargos de corromper a los jóvenes con su
filosofía.

Y allí mismo fue citado San Pablo, para que explicara acerca de su nueva doctrina
de Jesucristo, pues la gente lo acusaba de anunciar nuevos dioses y de blasfemar
contra los dioses del Olimpo. Podría ser, aunque no se menciona nada en la Biblia,
que también los sacerdotes judíos de la sinagoga local lo hayan acusado de
provocar alborotos pues consideraban a la nueva doctrina como una herejía. Esta
misma acusación de herejía se hizo por sacerdotes judíos en otras ciudades griegas
y del Imperio Romano donde San Pablo predicó, antes y después de visitar Atenas.

Así pues, esta novela se enmarca en el periodo comprendido entre el año 51 y el


año 55 de nuestra Era. La Biblia refiere en el libro Hechos de los Apóstoles 17, 16-
34, que San Pablo discutía con filósofos de las escuelas estoica y epicúrea, aunque
es muy probable que también haya tenido contacto con filósofos de otras escuelas
como los escépticos, los cínicos; también con escuelas seudo-filosóficas como los
neoplatónicos y los gnósticos religiosos. A los escépticos y a los cínicos, igual a los
estoicos y los epicúreos, les habría dado lo mismo lo que San Pablo dijera o no
dijera, por el tipo de filosofía que practicaban.

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De hecho, el cristianismo en tiempos de San Pablo ya mostraba gran influencia
filosófica, particularmente neoplatónica, además de su base judía del Viejo
Testamento. Hay evidencia circunstancial de que los primeros cristianos griegos
habrían reinterpretado a Platón a la luz de la nueva fe en Cristo y así abrazaron la
nueva doctrina con disposición gnóstica. Hay que notar aquí que en esos años aún
no se escribía ninguno de los evangelios del Nuevo Testamento; de hecho, los
primeros escritos del Nuevo Testamento fueron precisamente las cartas que San
Pablo escribió a los líderes de las iglesias que había formado en Roma, Grecia y Asia
Menor (hoy Turquía). No obstante, algunos historiadores expertos consideran que
en esos años ya estaba en circulación un texto que narraba las palabras de Jesús y
algunos de sus milagros, atribuido al Apóstol Tomás, el cual no fue incluido entre
los textos bíblicos debido a su inclinación al gnosticismo.

En tiempos de San Pablo, los seguidores de la fe en Cristo aún no se conocían a sí


mismos como “cristianos”, pues aún se consideraban parte de una tradición judía
milenaria. Para distinguirse de los judíos no creyentes en Cristo, se llamaban a sí
mismos “los del Camino”.

San Pablo estaba empeñado en difundir la fe en Cristo, pero tenía algunos


obstáculos: a) la idolatría, b) el ateísmo, c) la filosofía racional, d) el gnosticismo
religioso y e) la distinción entre judíos tradicionales que no admiten que Cristo es el
Mesías esperado y judíos del Camino que sí creen en Cristo. Era una labor difícil,
pero San Pablo logró grandes avances en su propósito. Contra la idolatría San Pablo
dice que son “fábulas y genealogías interminables” ( I Timoteo 1, 4 ); contra los
ateos piensa que son hombres desinteresados que dicen: “De esto te oiremos en
otra ocasión” ( Hechos 17, 32 ); contra la filosofía racional dice que es “vana
palabrería” ( I Timoteo 1, 6 ) pues la filosofía es una búsqueda constante de la
verdad, pero San Pablo insiste que no hay que seguir buscando porque Cristo es la
Verdad; contra las religiones gnósticas dice que son “diferentes doctrinas” ( I
Timoteo 1, 3 ) y quienes las practican “naufragaron en cuanto a la fe” ( I Timoteo 1,
19 ); contra los judíos no creyentes en Cristo les llama hombres endurecidos y “los
que maldicen el Camino” ( Hechos 19, 9 ), también les llama “de corazón malo de
incredulidad que se apartan del Dios vivo” ( Hebreos 3, 12 ).

En el centro del debate estaban dos ideas distintas pero que buscaban un mismo
fin: ¿Para ser uno con Cristo era necesario conocer sus enseñanzas, estudiarlas y
buscar sus mensajes ocultos, o bien, bastaba con tener fe sincera en sus promesas?

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San Pablo se inclinó definitivamente por la opción de la fe; esto lo llevó a
enfrentarse a los filósofos que a todo le buscaban una explicación racional, y a
quienes pretendían acceder a Cristo por la vía del conocimiento del mensaje divino.
A estos últimos se les conoció como “gnósticos” del griego gnosis o conocimiento.
Algunos gnósticos tenían a Cristo como un simple profeta con gran sabiduría; otros
lo veían como un fantasma o dios inmaterial. A ambos se enfrentó San Pablo,
porque era necesario que Cristo fuera tenido como verdadero dios y verdadero
hombre.

Por tanto, fue en Atenas donde la fe y la razón se enfrentaron en un momento


en que tanto los cristianos como los filósofos buscaban maneras para vivir mejor,
en lo personal y socialmente. Esos años fueron de gran diversidad de ideas, de
métodos, de creencias.

Ya para tiempos de San Agustín en el siglo IV, el Cristianismo había adoptado su


propia narrativa bien diferenciada del Judaísmo, basada en la fe, en la resurrección
de Cristo como dios y hombre promulgada por los evangelios del Nuevo
Testamento, y el rechazo de lo racional; ya se habían excluidos los evangelios
llamados “apócrifos” y el neoplatonismo era su principal influencia filosófica. Hubo
algunos, entre ellos un romano adinerado de nombre Marciano, que proponían
eliminar del canon bíblico los libros del Antiguo Testamento y cortar de tajo con
toda la tradición judía pre-cristiana; esto le valió la excomunión.

Ya en tiempos de Santo Tomás de Aquino en el Siglo XIII, la filosofía de


Aristóteles comenzó a mostrar gran influencia, particularmente en las posturas
racionales que intentaron demostrar lógicamente la existencia de Dios.

Con base en los textos de la época antigua que han llegado hasta nosotros, he
podido reponer conversaciones que bien pudieron haber ocurrido entre San Pablo
y los filósofos de las distintas escuelas. Las posturas de San Pablo son bien
conocidas pues están plasmadas en el mismo libro de Hechos y en sus cartas que
escribió y que están incluidas en la Biblia.

En este ejercicio literario no pretendo hacer una revisión histórica rigurosa de


los hechos ocurridos durante la estadía de San Pablo en Atenas, ni tampoco busco
juzgar lo correcto o incorrecto de cada postura, sea la cristiana o las filosóficas; en
todo caso, como en toda novela, los hechos narrados son ficticios pero basados en
lo que pudo hacer ocurrido, intentando de manera creativa llenar los huecos que

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deja la Biblia en este interesante aspecto de la labor predicadora de San Pablo y los
asuntos y los problemas ideológicos a los que sin duda se enfrentó. Por lo demás,
con esta novela cumplo una inquietud que surgió en mí en 2012 a partir de mi
interés por la filosofía y luego de haber leído a Hechos 17, 16-34. Ojalá les guste.

Alberto Pérez García

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Éfeso; año 55 d.C.

Amancio caminaba encorvado, titubeante, sosteniendo su adolorido estómago


con el brazo izquierdo mientras se apoyaba en un bastón en su mano derecha.
Venía de su choza ubicada en el barrio judío al sur de la ciudad y optó por la Vía de
los Curetes para llegar lo más pronto posible al Ágora de Comercios, donde tenía su
consultorio Esceva, jefe de un grupo de sacerdotes que hacía negocio con la
idolatría y el misticismo de la gente, prometiendo curaciones milagrosas y
exorcismos para expulsar los malos espíritus de los enfermos.

Lo acompañaba su hermano Jaziel, de 18 años de edad y siete años menor que


Amancio. Al pasar frente al monumento a Cayo Nemmio, pocos pasos antes de la
Puerta de Hércules, las piernas de Amancio perdieron su fuerza y se derrumbó
estrepitosamente al suelo. Herido ahora en la frente por el golpazo que se dio
contra el suelo, sangraba profusamente mientras Jaziel trataba de detener la
hemorragia con un pequeño pañuelo de manta que llevaba consigo. Ambos
descansaron por unos minutos. Apoyándose en su hermano, Amancio logró
levantarse y siguió caminando lastimosamente por la calle principal pasando por la
Fuente de Trajano y luego por el Templo de Adriano hasta que unos doscientos
metros más adelante llegaron a la puerta principal del Ágora de Comercios; un
mercado donde se vendía desde pescado hasta esclavos.

El mercado estaba atestado de gente que les impedía avanzar, pero


afortunadamente el consultorio no estaba lejos de la entrada principal. Esceva no
se encontraba en el lugar pero estaban sus siete hijos. Al ver que entró Amancio en
tan malas condiciones, los siete comenzaron a hacer los preparativos para el
exorcismo. El lugar estaba oscuro, aunque afuera los rayos del sol caían
verticalmente sobre la tierra. Había amuletos de todo tipo colgados en las paredes:
griegos, romanos, egipcios, persas y semitas. También había rollos de papiro
escritos en griego en los que el conocimiento de lo sobrenatural se mezclaba con
textos bíblicos de los profetas Isaías, Nehemías, Ezequiel y Zacarías.

También en la colección de manuscritos estaba un texto escrito recientemente


por Dídimo Judas Tomás titulado “Las Palabras del Jesús Viviente”, el cual contenía

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las frases célebres que el profeta Jesús dijo en su corta vida de predicación, pues a
sus 33 años había sido crucificado bajo cargos de sedición por Poncius Pilatus,
Gobernador de Judea, veintidós años antes.

Al centro de la choza estaba un bloque de madera donde recostaban al enfermo


para aplicarle los remedios que fueran necesarios. Amancio de inmediato buscó
recostarse pero uno de los hermanos exorcistas se lo impidió, hasta que el madero
fuera limpiado de alguna maldad que pudiera alojarse en su interior. Hecho esto,
recostaron al enfermo con la cabeza hacia el oriente; Jaziel se retiró del lugar por
órdenes de los hechiceros; por su seguridad, le dijeron.

Preguntaron a Amancio qué religión profesaba y éste dijo ser judío del Camino. 1
Acudía regularmente a las explicaciones que hacía un predicador llamado Pablo de
Tarsus en los lugares públicos de la ciudad y en otras ciudades de Asia Menor, pero
aunque éste aconsejaba no creer en hechiceros y charlatanes, Amancio seguía
siendo un idólatra. Ya estaba todo listo para iniciar el exorcismo cuando Yasser, el
menor de los siete hermanos hechiceros, tomó el Papiro de Tomás y, tras abrir
parcialmente el rollo, exclamó:

– “¡Yo te conjuro en nombre de Jesús, el que predica Pablo de Tarsus, y ordeno


que los malos espíritus abandonen el cuerpo y el alma de nuestro hermano!”.

Amancio en ese momento quedó inmóvil; había muerto. Yasser,


repentinamente, lanzó violentamente el papiro al suelo y visiblemente tembloso,
con la mirada perdida y los ojos blanquecinos, dijo como si otra voz hablara por él:

– “¡A Jesús conozco; estuvimos juntos en el desierto por cuarenta días y


cuarenta noches. Y sé quién es ese Pablo, el que antes se hacía llamar Saulo. Pero,
y ustedes… ¿quiénes son?”

Al ver y escuchar esto, los seis hermanos se asustaron como nunca en sus vidas.
Entendieron que el mal se había posesionado de Yasser e intentaron exorcizarlo
pero entre todos no podían someterlo. Forcejearon por dos o tres minutos y
finalmente, al verse derrotados y muy golpeados, huyeron todos del lugar y fueron
a contarle lo sucedido a Esceva, quien estaba predicando en la sinagoga. Al ver que
los exorcistas huían despavoridos, Jaziel entró a la choza para ver a su hermano
1
Secta del judaísmo que ya para el siglo II eran conocidos como “cristianos”, para
distinguirlos de los judíos.

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pero también fue expulsado a golpes por Yasser quien, luego de unos minutos, se
sentó en el suelo y se quedó dormido.

La muerte de Amancio y la invasión demoniaca en el cuerpo de Yasser comenzó


a divulgarse rápidamente en el ágora y por toda la ciudad de Éfeso. El pánico
comenzó a apoderarse de los creyentes del Camino y de gentiles que había
escuchado los sermones de Pablo pero los había tenido a menos. Jaziel huyó como
pudo, haciéndose paso entre el gentío del mercado mientras les advertía de lo
ocurrido en la choza de Esceva. Llegó exhausto a la explanada frente a la biblioteca
de Celso y tomando fuego de una antorcha que estaba encendida en un nicho
pagano, prendió fuego a su amuleto y se hincó a hacer oración a Jesús, y a llorar la
muerte de su hermano.

Todavía visiblemente sacudido por los hechos, Jaziel sintió que una mano le
tocaba el hombro. Era Pablo de Tarsus; con él estaban Timoteo, Silas, Erasto y su
escribano Lucas. Cuando Jaziel vio a los cinco alrededor de él, se sintió más
tranquilo.

– “¿Qué te ha ocurrido, muchacho?”, le preguntó Pablo.

– “¡Apóstol Pablo! Mi hermano ha muerto en la choza de Esceva, y un hijo de él


está poseso del demonio. ¡Casi me mata también, pero logré huir!”.

– “Vete a casa y avísale a tus parientes, para que vengan por el cuerpo de tu
hermano; nosotros haremos oración por su alma”, le ordenó Pablo en nombre de
él y sus acompañantes.

Apenas se había ido Jaziel, comenzó a llegar al lugar gente creyente, tanto judíos
como griegos, trayendo amuletos, textos exotéricos, ídolos y libros de magia, para
también quemarlos. Gran cantidad de textos fueron quemados ese día y en los
cinco días siguientes, como rechazo a las doctrinas gnósticas y místicas;
proclamando en cambio su fe en Jesús y adhiriéndose a la nueva creencia del
Camino. Días después Esceva y sus siete hijos tuvieron que abandonar la ciudad
bajo amenaza de linchamiento. Al ver esto, Pablo entendió que ya era el momento
de dejar Éfeso, donde había estado predicando el Camino por dos años. Le ordenó
a Silas, a Timoteo y a Erasto que se fueran a predicar a Macedonia y Pablo decidió
quedarse unos días más en Éfeso con su escribano, porque ya tenían planeado
viajar de regreso a Jerusalén.

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2

Atenas; año 51 d.C. (Cuatro años antes)

El puerto de Faliro 2, ubicado a siete kilómetros al sur de Atenas, estaba lleno de


barcazas de pescadores, barcos mercantes y trirremes de guerra romanos. Los
griegos, más que los romanos, vivían del mar y vivían en el mar. Entre toda esta
multitud naval había un barco mercante proveniente de Berea, de la región de
Macedonia, que Dionisio esperaba con ansias. Uno de los pasajeros era Pablo de
Tarsus, quien en los últimos quince años había recorrido la región de Asia Menor y
Macedonia predicando el Camino. Ésta sería su primera visita a Atenas.

Pablo venía huyendo de Berea y por eso zarpó sigilosamente de noche, sin que
nadie lo reconociera, utilizando un barco que transportaba vino. Sus discípulos no
le permitieron ir hacia el sur por el camino de a pié, para evitar que lo capturaran
sus enemigos. Los principales de las sinagogas de Berea, y más los de Tesalónica y
Filipo, querían dar con él para presentarlo ante las autoridades romanas por cargos
de sedición, pero más que nada porque ya había causado muchos problemas por
predicar su doctrina anti-idólatra del Camino entre los gentiles idólatras, en
Macedonia pero también en Éfeso y toda la región de Asia Menor 3, lo cual les
había traído problemas también a ellos. Los judíos se consolaban a sí mismos por
no ser idólatras como el resto de la población del mar Mediterráneo, pero no
andaban queriendo convertir a los gentiles al Judaísmo. Esto permitía una especie
de tolerancia entre intolerantes; una estabilidad donde lo conveniente era ignorar
al prójimo.

Por ser la del Camino una doctrina arraigada en la tradición judía milenaria, para
los gentiles no había diferencia entre judíos puros y judíos del Camino. No hacía ni
ocho años que toda la comunidad judía de Roma había sido expulsada de la ciudad
por culpa de un seguidor del Camino llamado Cresto. “Justos pagaron por
pecadores”, decían las autoridades de las sinagogas. Sin embargo, tampoco podían
denunciarlos como “no-judíos” porque sí eran judíos; cumplían las leyes de Moisés,
observaban las festividades religiosas, sus parientes en su mayoría eran judíos

2
Hoy puerto de El Pireo.
3
Hoy Turquía.

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ortodoxos. Por otro lado los conversos paganos, griegos y romanos, por ser
ciudadanos del Imperio Romano tenían un trato preferencial por las leyes.

En el caso de Pablo había esta doble combinación; era ciudadano romano nacido
en Tarsus, en la región de Cilicia 4 el mismo año que murió el rey Herodes el
Grande, 5 siendo emperador romano Augusto César. Era judío ortodoxo puesto
que sus padres eran judíos practicantes y celosos de sus tradiciones. No obstante
esto, y las protecciones legales que tenía como ciudadano, Pablo era ya un
problema mayúsculo y por eso debía ser eliminado a como diera lugar.

Su gran pecado era haber admitido a Jesús como el hijo de Dios, como el
“Mesías”, como el Cristo. Y al no tener aceptación su mensaje en las sinagogas,
comenzó a convertir a los paganos, convenciéndolos de abandonar sus mitos, su
idolatría y en lugar de eso adoraran al verdadero Dios y redentor de todas las
almas.

Su campaña anti-idolatría estaba a punto de entrar en una nueva fase en Atenas


porque ahora, en lugar de predicar ante la gente común que era muy supersticiosa,
tendría que enfrentarse a los mejores filósofos del mundo antiguo; expertos en
retórica, oratoria, lógica, historia y matemáticas. Avezados, pues, en todo tipo de
discurso y argumentación racional.

Luego de dos horas de espera, por fin arribó el barco al muelle. El viaje había
durado poco más de día y medio. Zarparon de Berea después del ocaso del sol y el
arribo al puerto estaba programado al medio día del siguiente día, pero un fuerte
viento desvió la ruta del barco pues inicialmente se había planeado pasar por un
estrecho entre el continente y las islas Sporades, pero al final tuvieron que rodear
las islas por el oriente y así continuaron hacia el sur por la costa de la isla de Eubea,
entrando a la bahía de Faliro por el estrecho de Andros.

Pablo sabía que alguien lo esperaba en el puerto para llevarlo a Atenas, pero no
sabía precisamente quién. Dionisio, por su parte, había escuchado de las hazañas
de Pablo pero no lo conocía en persona. Podía ser cualquiera entre una decena de
pasajeros varones con alrededor de 50 años de edad. No le quedó otra a Dionisio
que preguntar a cada persona que cumpliera el perfil y la descripción; sabía que era

4
Hoy sureste de Turquía.
5
Herodes el Grande murió en el año 4 de nuestra Era.

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un judío de complexión mediana, ojos claros, nariz aguileña, cara ovalada, pelo
corto y medio calvo en la frente. Preguntó a tres personas hasta que finalmente dio
con su huésped.

– “¿Apóstol Pablo?”, preguntó Dionisio.

– “Sí, ¡soy soy!”, respondió Pablo con una sonrisa de alivio, pero fatigada.

–¡Bienvenido a Atenas! Tengo el carruaje aquí cerca, para llevarlo a la ciudad


donde algunos hermanos lo esperan ya”, dijo Dionisio visiblemente emocionado.

– “Gracias y paz a ti, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”, respondió
Pablo inclinando un poco la cabeza al saludarlo con ambas manos. “El viaje ha sido
largo y apenas pude comer algunas aceitunas y un pan de trigo, de los que
acostumbran en Berea”.

– “Atenas no está lejos. Allá le han preparado un recibimiento en casa de la


hermana Dámaris”, dijo Dionisio.

Los dos caminaron hasta el carruaje que se encontraba a 200 metros del muelle.
Era una biga 6 jalada por dos caballos mansos. En el trayecto a Atenas, Pablo
preguntó a Dionisio a qué se dedicaba, y éste le respondió que formaba parte de
un grupo de jueces que dictaban justicia en la Colina de Ares. 7 En ese mismo lugar,
también conocido como Areópago, 500 años antes el renombrado filósofo Sócrates
había sido condenado a muerte, bajo cargos de corromper a los jóvenes con sus
enseñanzas peligrosas para la sociedad ateniense de esa época. 8

– “Un grupo de hermanos del Camino nos reuniremos para darle la bienvenida y
para escuchar su mensaje”, le anticipó Dionisio a Pablo. “Somos pocos
actualmente, unos catorce o quince incluyendo mujeres”.

– “Con buen consejo llevaremos el fuego del don de Dios a todas las almas de
todos los hombres, judíos y gentiles”, expresó Pablo con gran confianza.
6
Carruaje pequeño con arnés para dos caballos; la triga es para tres caballos, etc.
7
En griego Areópago es Colina o Peñasco de Ares, donde según la mitología griega el Dios
de la Guerra (Ares) fue juzgado y castigado por el homicidio de Halirrotio, hijo de
Poseidón.
8
Sócrates fue condenado a muerte porque promovía un método de estudio que nunca
llegaba a una conclusión definitiva sobre algún tema; esto fue considerado peligroso pues
en esa sociedad se valoraba más la decisión firme, útil para la actividad física y militar.

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3

Dionisio detuvo el carruaje frente a la casa de Dámaris. No era una casa humilde;
era grande pues ocupaba más de la mitad del bloque habitacional dentro de la
zona central de Atenas y ubicada a trescientos cincuenta metros del Areópago.
Desde la casa se apreciaba el Partenón de la Acrópolis, aunque parcialmente pues
obstruían la vista los peñascos de Ares. Contaba con jardines y hasta una pequeña
capilla para hacer oración. Estaba adornada en la fachada con árboles, macetas y
cuatro estatuas de yeso representando las cuatro virtudes de Celso: la Sabiduría
(Sofía), la Inteligencia (Ennoia), el Conocimiento (Episteme) y Excelencia (Areté). La
finca había sido de la familia de Dámaris desde que Pericles “El Olímpico” gobernó
la ciudad estado de Atenas más de quinientos años antes. El esposo de Dámaris,
Cecilio, era un acaudalado mercader romano, propietario de tres barcos mercantes
que viajaban por todo el Mar Mediterráneo, desde Iberia 9 hasta Siria. Era
originario de una acaudalada familia de Roma que contaba entre sus miembros a
varios Senadores cercanos al recién nombrado emperador Nerón Claudio César
Augusto Germánico, mejor conocido como “Nerón”.

Bajaron Dionisio y Pablo del carruaje y se acercaron a la puerta principal, hecha


de madera del Líbano. Dionisio hizo sonar la aldaba en tres ocasiones y segundos
después un esclavo de Dámaris abrió la pesada puerta de dos metros de alto.

– “¡Magistrado Dionisio! Puede pasar, mi ama lo esperaba desde hace rato”, dijo
el portero con tono de preocupación. “Soy Epicteto, esclavo de mi ama Dámaris.
Estaré a su servicio mientras ustedes estén en esta casa”.

– “Viene conmigo el Apóstol Pablo de Tarsus”, avisó Dionisio.

– “¡Adelante! Pasen los dos; yo me encargo de guardar el carruaje en la


caballeriza”, expresó el esclavo.

Pablo cruzo una mirada breve con el esclavo pero no hubo intercambio de
palabras entre ellos. Pablo se sorprendió de la lozanía y tranquilidad de Epicteto;
no parecía actuar como un esclavo sino como un miembro de la familia. Parecía
incluso contento con su esclavitud. Mientras caminaban por el pasillo rumbo a la

9
Actual España.

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sala de huéspedes, Pablo comentó esto con Dionisio y le pidió su opinión sobre el
por qué de la sumisión alegre del esclavo.

– “Es de la filosofía de los Epicúreos”, respondió Dionisio.

Dejaron el tema porque ya iban llegando a la sala donde los esperaba Dámaris y
otras seis mujeres de la doctrina del Camino.

– “Bienvenidos en Cristo”, expresó Dámaris en nombre de las congregadas.


“Vienen cansados y veo que no han comido. Pasemos a la mesa para que coman
algo que les hemos preparado”.

En la mesa había cordero asado, pescado también asado a la leña con verduras
cocidas. Completaban el menú un queso de Creta y vino producido localmente de
uvas cultivadas en el Peloponeso, cerca de Esparta. Nadie había comido y ya faltaba
poco para el ocaso del sol, por lo que todos se sentaron y enseguida comenzó el
banquete de recepción. Pablo no tenía problema para platicar sobre cualquier
tema porque era trilingüe; hablaba su nativo hebreo pero también dominaba
perfectamente el griego y un poco el latín. El griego era la lengua franca en todo el
Mediterráneo y los territorios del Imperio Romano, desde Egipto hasta la el sur de
Iberia. En el norte de Iberia, Galia y la Tierra Angla, el idioma común era el latín.
Durante el banquete, Dámaris presentó a las mujeres de la congregación una a una
por su nombre: Agnes, Calista, Dorotea, Galena, Lyssa y Petra. Todas ellas de
Atenas excepto Lyssa quien estaba de visita desde Corinto.

– “Terminando mi apostolado en Atenas espero visitar Corinto”, le dijo Pablo a


Lyssa.

– “Esperemos en Cristo poder recibirlo pronto en mi ciudad”, replicó ella.

– “Pero antes, les diré a qué he venido a Atenas”, expuso Pablo. “He venido a
darles advertencia de las falsas doctrinas; para que no presten atención a fábulas y
genealogías interminables; a vanas palabrerías de las cuales nacen envidias, pleitos
y blasfemias. Si alguno enseña otra cosa que no sea conforme a las sanas palabras
de Nuestro Señor Jesucristo y a su doctrina de piedad, ese hombre está envanecido
y no sabe de lo que está hablando. He sabido que aquí en Atenas hay muchos
filósofos que predican muchos modos de vivir y de convivir con el prójimo; son
hombres necios, corruptos en entendimiento y privados de la Verdad; apártense de

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ellos. La verdadera fe es la fe en Jesús el Cristo, quien venció a la muerte y alcanzó
la resurrección para juzgar a todos los hombres según sus acciones y sus omisiones,
y resucitará a los que tengan merecimiento de ello, en el día del juicio final.
También les recuerdo que a este mundo llegamos sin nada y nada nos llevaremos.
A los ricos les pido que sean ricos en buenas obras, que sean dadivosos y
generosos, porque la raíz de todas las maldades es el amor al dinero; por lo cual les
pido que no tomen la piedad como fuente para hacer ganancias materiales; lo que
han de hacer es tener ganancia ante los ojos de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo. Hay mucha idolatría en el mundo pero aquí en Atenas, cuando venía del
puerto con Dionisio, vi a la pasada que han erigido monumentos para la adoración
de incontables dioses, y por si alguno les haya faltado, también vi un monumento a
un dios desconocido. Absténganse pues de idolatrías, porque Dios no habita en
monumentos ni en estatuas, ni tampoco son muchos sino un solo Dios creador de
todas las cosas del mundo. Los exhorto también a que hagan oración, a que pidan a
Dios y le den gracias, por todos los hombres. No reprendan sino más bien ayuden y
consuelen a los ancianos y a las viudas. No impongan las manos a alguno sin
méritos y tampoco participen en pecados ajenos, para que así se conserven puros.
Sigan pues en justicia, en piedad, en fe, en paciencia y en mansedumbre. No
olviden que es por fe que la Verdad es accesible al hombre, no por
argumentaciones altaneras donde cada hombre dice estar en la verdad. Hagan el
bien para que hagan fundamento para el porvenir y echen mano de la vida eterna
en Cristo nuestro Señor”.

Epicteto, quien escuchaba desde la puerta todo lo que Pablo decía, entendió que
el recién llegado venía predicando sobre nuevos dioses. Se preguntaba a sí mismo,
¿quién es este Cristo del que habla? ¿Será un nuevo dios de los judíos? El banquete
terminó y los comensales se levantaron de la mesa para dar por concluida la
reunión. Entonces Epicteto se retiró rápidamente del lugar para no ser visto.

Los asistentes al banquete se despidieron uno a uno y sólo quedaron Dámaris,


Pablo y Dionisio.

– “Yo también me retiro”, dijo Dionisio. “Tengo que atender mis labores en el
Areópago. Muchas gracias por el banquete señora Dámaris. Y Dios bendiga su
ministerio aquí en Atenas, apóstol Pablo”.

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– “No tienes por qué dar las gracias”, dijo Dámaris. “Al contrario, gracias a ti por
habernos apoyado en ir al puerto y traer al Apóstol hasta aquí. ¡Dios te lo
compense!”

Pablo también agradeció el apoyo de Dionisio y éste salió de la casa. En la puerta


ya estaba Epicteto con el carruaje para entregarlo al areopagita.

En la casa, Pablo fue conducido por Dámaris a una habitación para visitas donde
sería su hospedaje por los próximos tres meses. De allí salía diariamente a las
plazas públicas y a las sinagogas para predicar y cumplir su ministerio de difusión
de la nueva fe en Cristo. Por tradición, Atenas era una ciudad entregada a la
investigación de cosas nuevas, al debate público donde distintos oradores
confrontaban sus ideas y argumentaban los méritos de las mismas. Esto fue
favorable para Pablo porque tuvo durante algunos días la atención de los
pobladores a su nuevo mensaje de esperanza y fe.

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“¡Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida!, dijo el Señor”. Con esta frase comenzó
Pablo su sermón en la sinagoga judía de Atenas, que estaba ubicada en la orilla de
la ciudad por el camino a Corinto. “Yo, Pablo de Tarsus, perseguí a los santos del
Camino 10 por mucho tiempo en Jerusalén, pero ahora, soy siervo de Dios Altísimo
y he venido a anunciarles el Camino de Salvación. Ese camino es Jesús el Nazareno,
pues quien cree en Él no morirá, sino que vivirá para siempre…”

– “¡Blasfemia!”, gritó un sacerdote fariseo de la familia de Leví que estaba en


primera fila. “¡Para nosotros hay un solo Dios, y tú vienes a decirnos que un
hombre de Nazareth es dios junto a Dios! Está escrito que no pondrás a otros
dioses frente al Verdadero Dios ¿Qué hay de esto?”.

– “Yo, Pablo de Tarsus, perseguí a los santos del Camino por mucho tiempo en
Jerusalén”, continuó Pablo haciendo poco caso al inconforme. “Con poderes de los
sumos sacerdotes encerré en cárceles a muchos de ellos; y cuando los hacían
morir, yo concurría con mi voto. Muchas veces los forzaba a blasfemar,
castigándolos por todas las sinagogas; y sobremanera furioso contra ellos, los
perseguía hasta las ciudades extranjeras. Para esto mismo, yendo yo a Damasco,
provisto de poderes y comisión de los sumos sacerdotes, siendo el mediodía, vi, oh
rey, en el camino una luz del cielo, más resplandeciente que el sol, la cual brillaba
en derredor de mí y de los que me acompañaban. Caídos todos nosotros a tierra, oí
una voz que me decía en lengua hebrea: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Duro es para ti dar coces contra el aguijón”. Yo respondí: “¿Quién eres, Señor?” Y
dijo el Señor: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Más levántate y ponte sobre tus
pies; porque para esto me he aparecido a ti para predestinarte ministro y testigo
de las cosas que has visto y de aquellas por las cuales aún me apareceré a ti,
librándote del pueblo, y de los gentiles, a los cuales yo te envío”. 11

– “¡Blasfemia sobre blasfemia!”, insistió el sacerdote levita.

10
Los santos del Camino son los líderes cristianos.
11
Santa Biblia. Hechos 26, 10-17

21
– “¿Y cómo Jesús vive si murió en la cruz, según la doctrina del Camino?”,
increpó otro asistente de la secta de los saduceos que no creen en la resurrección
de los muertos. “¡Lo tuyo es herejía!”

– “Ustedes, endurecidos de corazón, se resisten y blasfeman ahora del Camino”,


reprochó Pablo. “Les confieso, sí; a esta doctrina que ahora ustedes llaman herejía,
yo sirvo; y así honro al Dios de nuestros padres, cumpliendo las leyes de Moisés y
prestando fe a todo lo que escribieron los profetas, confiando en Dios que habrá
resurrección de justos y de injustos. Por lo tanto, arrepiéntanse en nombre de
Jesucristo. Y ustedes, ¿de qué me acusan, si es que algo tienen contra mí? ¿Por la
resurrección de los muertos quieren juzgarme? No por cierto, pues solo hablo con
verdad. Pero si en algo me tienen por culpable, háganlo…”

En ese momento salió Pablo de la sinagoga apresuradamente, protegido por


cuatro creyentes del Camino, para evitar que los empujones de algunos
inconformes le hicieran daño al Apóstol. Adentro, los contrarios al Camino
discutían sobre lo que convenía para exigir retribución ante este sacrilegio contra la
sinagoga.

22
5

Días después, aviso del escándalo en la sinagoga llegó a los oídos de un miembro
del Tribunal de Justicia de la ciudad, advirtiendo de un provocador que andaba
anunciando a nuevos dioses y blasfemando en contra de los dioses del Olimpo.
Esto fue llevado ante los magistrados quienes reunidos en el Areópago conversaron
sobre el asunto. La reunión era al aire libre, sobre un gran peñasco ubicado en el
centro de Atenas donde, según la mitología local, el Dios de la Guerra, Ares, fue
juzgado y castigado por el homicidio de Halirrotio, hijo de Poseidón. Se decía que
Halirrotio 12 había intentado violar a Alcipe, una de las hijas de Ares y este, cegado
por la ira pues su naturaleza era la violencia y la fuerza bruta, lo mató. Ares era hijo
de Zeus y hermano de Atenea, su archirrival. Tuvo dos hijos bastardos con Afrodita,
Fobos y Deimos, con quienes se hacía acompañar para ir a la guerra, pues no le
gustaba ir solo. Atenea siempre lo vencía en combate, pues ella era inteligente y
Ares un bruto irracional. Otro hijo famoso de Ares fue Eros, dios del Amor erótico.
Tras el homicidio de su hijo, Poseidón citó a Ares ante el Tribunal Divino que se
reunió sobre el gran peñasco que ahora lleva su nombre.

Bajo la sombra de esta tradición mítica, el Areópago se había convertido en el


sitio donde se juzgaba a los criminales de la ciudad. El más célebre de ellos,
después de Ares, fue el filósofo Sócrates quien fue condenado a muerte casi 500
años antes bajo cargos de corromper a los jóvenes con sus enseñanzas peligrosas.
Pablo se estaba exponiendo a correr la misma suerte, aunque su ciudadanía
romana le permitía solicitar ser juzgado por el mismo César en Roma, quien en esos
días era el temido Nerón, famoso por su crueldad y poca paciencia con los
alborotadores, particularmente con los judíos del Camino a quienes despreciaba.

– “Han llegado a mis oídos comentarios de un alborotador que viene de Tarsus,


de Cilicia”, dijo Demian, el más reciente de los nombrados al cargo de magistrado
del Tribunal de Justicia. “Convendría conocer más sobre este predicador. ¿Qué
opinan ustedes?”

12
Halirrotio significa Espuma de mar.

23
– “No creo que sea algo grave”, se apresuró a responder Dionisio, el más
veterano de los magistrados. “No tenemos ninguna queja presentada por ningún
ciudadano, ¿o sí?”

– “No”, replicó Demian. “Nadie ha venido aquí; solamente escuche comentarios


de un alboroto en la sinagoga judía que está camino a Corinto”.

– “Si no hay denuncia, no podemos citar a nadie, según las leyes que tenemos”,
intervino otro magistrado de nombre Anatole. “¿Bajo qué cargos lo traeríamos
ante nosotros? Sería ilícito hacerlo…”.

– “Solo hacía el comentario para que estuvieran enterados”, insistió Demian. “Si
no hay quien lo acuse, no hay delito bajo el Derecho Romano”.

Los magistrados dejaron el asunto del alborotador judío a un lado y continuaron


con el juicio de dos delincuentes, uno por faltas a la moral pues un anciano de la
filosofía de los cínicos había orinado las escalinatas del Partenón, dedicado como
tempo a la diosa Atenea Partenos; el otro juicio era contra un mercader que vendió
pescado al parecer en mal estado, por lo cual decenas de personas se habían
enfermado y acusaban al mercader de envenenar los pescados.

24
6

A buen trote dos caballos jalaban el carruaje de Dionisio por las calles de Atenas;
se dirigía presurosamente a la casa de Dámaris pues le llevaba un recado urgente.
Al llegar a la puerta principal de la casa observó a tres hombres griegos pero de
aspecto foráneo.

– “¿Quiénes son ustedes y a quién buscan?”, preguntó Dionisio con voz


autoritaria.

– “Somos del Camino; buscamos al Apóstol Pablo”, respondió uno. “Soy Lucas, el
escribano del Apóstol; ellos son Timoteo y Silas. Hemos recibido recado del Apóstol
que lo acompañemos en su ministerio aquí en Atenas, y por eso hemos venido de
Berea”.

– “Bienvenidos hermanos en Cristo. Yo también vengo buscando al Apóstol”,


replicó Dionisio ya con voz amable y reverencial. “Preguntaré a la señora de la casa
para que me diga si el Apóstol se encuentra aquí”.

Dionisio tocó la aldaba en tres ocasiones y poco después abrió la puerta el


esclavo Epicteto. Entró solo Dionisio y les pidió a los tres hermanos en la fe que
esperaran afuera. Minutos después regresó Epicteto para avisar a los tres
forasteros que Pablo no se encontraba en casa; que tal vez estaría en el ágora de
comercios o en la sinagoga. Al escuchar esto, los tres se retiraron del lugar.

En el interior, Dionisio habló con Dámaris.

– “Tengo malas noticias”, dijo Dionisio un tanto asustado.

– “¿Qué ha pasado? ¿Algún problema con el Apóstol?”.

– “Sí, lo lamento”.

– “¿Qué pasa? Dime pronto…”, insistió Dámaris, preocupada.

– “Hoy por la mañana el magistrado Demian dijo en el Areópago que anda


causando problemas un predicador de Tarsus. Es sobre el problema en la sinagoga
de hace días”.

25
– “¿Y qué decidieron los magistrados?”.

– “Nada. Nadie ha hecho cargos contra el Apóstol Pablo. Por ahora está a salvo”.

– “Bendito sea el Señor”, exclamó Dámaris con gran alivio.

– “De cualquier manera tenemos que hablar con el Apóstol, para que evite
causar problemas”, advirtió Dionisio. “Yo solo tengo mi voto para protegerlo, pero
los otros magistrados no van a ser tan tolerantes. Y de los tres hombres que
llegaron de Berea, dicen ser hermanos en Cristo, ¿qué hay de ellos?”.

– “Mi esclavo ya les dijo que el Apóstol puede estar en la plaza. Ya se retiraron”.

Dámaris y Dionisio acordaron platicar con Pablo por la tarde-noche, cuando


regresara a dormir. Mientras tanto, harían planes para el alojamiento del escribano
y los otros dos, en casa de los hermanos. Al final Lucas fue admitido en la misma
casa con Dámaris, en tanto que Timoteo fue aceptado en casa de Dorotea, y Silas
en casa de Galena.

26
7

En la plaza, también conocida como el ágora, a toda hora del día se reunían los
ciudadanos interesados en las novedades de la ciudad; era el lugar donde podían
enterarse de las noticias provenientes de todo el Imperio Romano y más allá.
Estaba ubicada en el centro de la ciudad y consistía en un edificio rectangular con
techos en todo su alrededor soportados por 200 columnas cilíndricas de cantera
labrada con remate jónico. En el centro había un patio sin techar tan grande como
la cancha de un estadio para deportes.

En el centro del patio, sentados en el suelo, estaba Pablo predicando el


evangelio de Jesucristo a dos señores mayores de edad y a una mujer, también de
unos 50 años. Uno era Antístenes Tracio, seguidor de la filosofía de los Cínicos; el
otro era Crates apodado “El Filántropo” y la mujer era Hiparquía, esposa de Crates.
Los tres practicaban “la filosofía de los perros”. 13 Pablo decidió predicar el
Evangelio a los gentiles 14, puesto que en la sinagoga ya no era bien recibido.

Como era tradición discursiva, los oyentes le permitieron a Pablo exponer su


mensaje mientras lo escuchaban con atención y se interesaban por todo lo que
decía y cómo lo decía. El Apóstol les hablo de la muerte de Cristo en la cruz para el
perdón de los pecados, les anunció la resurrección y la vida eterna para quienes
tengan fe en el Camino y los felicitó por no ser idólatras, como otros atenienses.
Luego de esto, tomaron la palabra Antístenes, Crates y finalmente Hiparquía. Los
tres vestían manto de una pieza, de color beige algo sucio; usaban un zurrón o
morral en el que cargaban algo de pan y aceitunas cocidas; los dos hombres
utilizaban un bastón y la mujer cargaba un címbalo para armonizar sus cánticos.

– “Extraño mensaje el que traes a nuestros oídos, buen hombre”, comenzó a


refutar Antístenes Tracio. “Ahora yo te diré algo sobre mi filosofía”.

Al oír esto, Pablo entendió que si bien sus interlocutores lo habían escuchado
con atención por casi media hora, ahora era su turno de escuchar, lo cual hizo más
por obligación que de voluntad. Escuchar los argumentos de estos Cínicos, no

13
Cínico es una palabra griega que se traduce como “lo relativo a los perros” o vivir como
un perro.
14
Gentiles eran los no-judíos, particularmente los griegos y los romanos.

27
obstante, podría servirle para tener una mejor estrategia para convencerlos de las
bondades del Camino. No iba a ser convencido por lo que dijeran estos griegos,
pero no dejaba de ser una pérdida de tiempo prestar oído a sus palabrerías.
Antístenes era el mayor de los tres y el más estudiado en su filosofía. La escuela de
los Cínicos ya tenía 400 años de tradición en Grecia, desde que algunos discípulos
de Sócrates optaron por una vida con la máxima libertad y las mínimas posesiones
materiales.

– “Veo que eres un hombre noble, amigo Pablo; si no lo fueras no estarías aquí
procurando para nosotros nuestra felicidad”, continuó Antístenes. “Todos
buscamos la felicidad, pero unos la buscan como algo que algún día llegará, y otros,
como nosotros los cínicos, somos felices a cada momento, cada día. Yo busco la
felicidad siendo feliz, aquí y ahora. Y tú, ¿eres feliz?”.

Pablo hizo por responder pero Antístenes se lo impidió y siguió hablando: “Por lo
que veo no eres feliz, puesto que tienes en nada esta vida y hablas de otra vida
mejor que esta, una vida eterna y completamente feliz después de la muerte.
¿Acaso me estás pidiendo es que me suicide ahora mismo?, pues si la verdadera
felicidad está después de la muerte, ¿por qué esperar? ¿Por qué no morir ya, de
una vez y sin dilación?”.

Otra vez Pablo quiso rebatir, pero Antístenes se lo volvió a impedir.

“Yo, en cambio, soy feliz con mi filosofía, porque me permite hablar con mí
mismo y conocerme”, continuó el gentil. “Prefiero vivir feliz y así morir feliz. Si hay
otra vida después de ésta, ya me tocará vivirla, o tal vez no. Tus promesas de vida
eterna me suenan vacías, igual que las de uno de mis alumnos que prometió
pagarme las clases ya que tuviera dinero, y no me ha pagado. Has de saber que no
es de sabios vivir por leyes, porque cuando uno está obligado, cualquiera hace lo
que lo obligan a hacer. Lo virtud es mejor”.

– “¿De qué virtud me hablas?, amigo Antístenes”, preguntó Pablo,


apresuradamente.

– “Vivir con sencillez y con auto-suficiencia. No depender de nada que me


amarre a lo superfluo, o cualquier cosa que limite mi libertad. Si el hombre quiere
ser libre, lo último que necesita son leyes que lo obliguen, y costumbres que le
impidan ser como quiere ser. Veme a mí, esto que ves aquí eso soy; no digo que

28
soy de una manera y actúo de otra. Me basta mi manto, mi morral y mi bastón.
¡Riquezas…! ¿para qué las quiero? ¿Acaso para ser un adorador el dinero? No,
amigo; me tengo a mí y eso me basta. Si alguien prefiere vivir atado a leyes, a
costumbres y a esperanzas, que así viva; a mí no me interesa en lo más mínimo,
porque ¿qué tengo yo en eso?, puras aflicciones innecesarias. Discúlpame si te
hablo con tanta franqueza, amigo Pablo”.

Ante esto, Pablo quedó pasmado por tanto derroche de insensibilidad social y
humana, presentada con tanta naturalidad y sentido común. Más aún, Antístenes
no ocultaba su desprecio por la vida en sociedad. Ahora entendía Pablo la
irreligiosidad de los Cínicos. No era que no creyeran en dioses y en ídolos, sino que
los dioses y los ídolos eran nada para su estilo de vida.

– “Es posible que Antístenes diga la verdad”, irrumpió Crates. “Yo soy un cínico
porque soy un ciudadano del mundo; vivo conforme a la naturaleza y por eso
encuentro gratificación en este sol que nos ilumina y en este aire que respiramos.
Las normas políticas son cadenas que nos esclavizan. Yo, por mi parte, he buscado
y buscado tratando de encontrar un hombre honesto aquí en Atenas y en todo el
Mediterráneo, pero aún no lo he encontrado. Antístenes es mi maestro, pero
¿cómo puedo saber si sus convicciones y sus enseñanzas son buenas? Sólo yo,
viviendo una vida virtuosa podré afirmar sin ser incongruente en mis actos que lo
aprendido de mi maestro sirvió para algo bueno. La bondad, pienso, no es algo a lo
que se aspira o algo que ha quedado atrás en el tiempo y ya no es; en cambio, lo
bueno es algo que se vive; es lo que cada persona vive. Si me ves vivir como un
perro, en la calle, no por cierto es malo, porque así soy libre, y ser es libre es algo
bueno, ¿no crees?, amigo Pablo”.

– “Pero si tanto desprecian las normas sociales y las tradiciones religiosas, ¿por
qué no viven libres y solitarios en el monte, como ermitaños?”, preguntó Pablo a
los tres.

– “Yo te responderé”, dijo Hiparquía. “No vivo sola en el monte porque no me da


pena hacer lo que me gusta. Si tuviera pena, me ocultaría de la gente. Para mí es lo
mismo vivir en el monte o aquí en Atenas o en Roma, el lugar no importa. Tampoco
me importan las distinciones que la gente hace entre gentes, porque son todas
falsas. La gente distingue entre atenienses y bárbaros, judíos y gentiles, amos y
esclavos, ricos y pobres, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, gobernantes y

29
gobernados, moribundos en vida y muertos eternamente vivos. Y al final, todos
somos una misma especie humana, y somos uno con la naturaleza pues sin ella
moriríamos en un instante, o ¿quién puede vivir sin aire en el tiempo que toma
caminar alrededor a esta ágora? Vivimos por la phisis, 15 no por la sociedad o por
los dioses. Entonces, vive sin problemas ni preocupaciones, buen hombre; si el
Cristo que tú predicas es tan poderoso, ¿por qué murió en la cruz de los romanos?
No encuentro coherencia en tus palabras pues, ¿cómo podrá un muerto darme
vida? Te pido perdón si he sido muy sarcástica mi discurso, y tal vez mis ideas son
impopulares, pero algo deseaba decir y lo he dicho”.

Pablo quedó aún más sorprendido ante la habilidad retórica de estos callejeros
harapientos. La humillación de su predicación habría sido fulminante si no fuera
por su firme convicción en la verdad del camino de Cristo. No había más que
hablar; un argumento más a favor de Jesucristo parecía una confirmación adicional
de la verdad retórica de los Cínicos; claro, desde la perspectiva de sus
interlocutores. La verdad del Camino requería de interlocutores que por lo menos
tuvieran una esperanza en una vida mejor; gente creyente, con fe, aunque fuera en
ídolos. Éstos, en cambio, no parecían creer ni en ellos mismos. Pablo les agradeció
su disposición al diálogo, pues incluso el dialogo racional era rechazado
habitualmente por los filósofos cínicos. Se despidió de ellos y regresó a casa de
Dámaris, pues ya se estaba ocultando el sol tras el horizonte.

Cuando Pablo se había ido, los filósofos comentaban burlonamente entre ellos:
“¿Para qué más dioses; qué acaso no son suficientes los que ya tenemos?”.

15
Phisis significa lo natural; la Naturaleza.

30
8

Salía Pablo del ágora con paso apresurado, pensativo, más bien distraído,
cuando fue interceptado por Timoteo, Silas y Lucas. Lo habían estado viendo de
lejos, platicando con los Cínicos, pero no quisieron interrumpir y prefirieron
esperar en la entrada pues Pablo debía salir por allí mismo.

– “¡Hermanos en Cristo! ¿Cuándo llegaron a Atenas?”, preguntó Pablo feliz de


reencontrase con sus discípulos, lo cual también le hizo olvidar el mal rato que pasó
con los filósofos. Se abrazaron con mucha emoción y luego caminaron rumbo a la
casa de Dámaris. Ya estaba por oscurecer y por eso iban de prisa, comentando
anécdotas de la caminata de Berea a Atenas. Hubieron de caminar por un costado
del monte Olimpo y luego por las regiones de Tesalia y Beocia hasta llegar a la
ciudad de Tebas, muy cercana al Oráculo de Delphos; y finalmente la región de
Ática y su capital Atenas. La mayor parte del camino bordeaba la costa del mar
Egeo.

– “¡Hemos llegado!”, exclamó Pablo al pararse frente a la puerta principal de la


casa. “La señora Dámaris es piadosa y muy amable, ya la van a conocer”.

En ese momento salía Dionisio; Dámaris lo acompañó hasta la puerta. Poco


faltaba para que fuera de noche y ese día era de Luna Nueva, por lo que las calles
de Atenas quedaban sumidas en la total oscuridad. Dionisio se despidió de todos y
se alejó presuroso rumbo a su casa; ya era demasiado tarde para platicarle a Pablo
lo ocurrido en el Areópago esa mañana. Dámaris invitó a los tres acompañantes de
Pablo que se quedaran allí por esa noche. Cenaron y luego se retiraron a sus
habitaciones. Timoteo, Silas y Lucas dormirían en la habitación de Pablo. Ya en la
habitación, Pablo encendió una lámpara de aceite y charlaron un rato:

– “Platíquenme. ¿Qué ha sucedido con las iglesias de Berea y Tesalónica?”,


preguntó Pablo.

– “Muchos que antes no eran, ya son hermanos en la fe”, explicó Timoteo. “Les
impuse las manos y los bauticé en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y son como
cuarenta en Tesalónica y quince en Berea. Pero todo ha sido en resguardo porque
los judíos de las sinagogas no aprueban el Camino. Todos los nuevos hermanos son

31
gentiles; los judío dicen que tienen prohibido escucharnos pues enseñamos
doctrinas y costumbres que no son lícitas de recibir y hacer, porque son contrarias
a la Ley Romana”.

– “¡Hombres necios!”, reprochó Pablo. “Algunos hermanos judíos no aceptan a


Jesucristo como su salvador, y teniendo la misericordia de Dios a su alcance,
prefieren esperar a un Mesías, pero no escuchan el llamado del Verdadero Mesías
que es Cristo”.

– “Cuatro hermanos nuestros fueron azotados con látigo en Berea, hace veinte
días, igual como nos azotaron a nosotros en Tesalónica”, expuso Lucas. “No los
encarcelaron, pero tienen advertido no hacer más provocaciones”.

Pablo movió la cabeza en señal de desaprobación y observó a Silas entristecido,


sentado en un rincón de la habitación. La conversación le trajo a la memoria de
Silas lo doloroso que fueron los azotes que recibieron los cuatro, incluyendo Pablo,
en medio del alboroto provocado por los judíos en Tesalónica tres meses antes,
donde fueron castigados cruelmente sin juicio ni sentencia; además de la noche de
encarcelamiento injusto.

– “Hermano Silas, no desfallezcas”, le dijo Pablo dándole una palmada en el


hombro. “El Señor está con nosotros y no nos dejará desamparados”.

– “Es solo que me parece muy pesada esta cruz”, respondió Silas. “Aún tengo las
marcas de los azotes; aún me duelen en las noches. ¿Cómo negar este
sufrimiento?”.

– “Son pruebas de fe que el Señor pone en la vida”, intentó Pablo consolarlo.


“Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste
llamado, pues has hecho bien tu labor delante de muchos. Guarda el mandamiento
sin mancha ni reclamo, hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo”.

Al decir esto Pablo recordó las palabras de los filósofos Cínicos, quienes dijeron
preferir una vida feliz, aquí y ahora, en este mundo. En cambio, en el Camino
parecía necesario sufrir ahora para aspirar a la felicidad futura. Pensativo, Pablo les
dio las buenas noches a sus discípulos y todos se acostaron a dormir.

32
9

Por la mañana, todos los de la casa se congregaron en el comedor para el


almuerzo. Pablo esperaba un día largo en el ágora, donde tenía planeado continuar
su predicación del Evangelio. En su cara se le notaba lo desvelado, mostrando
cansancio y ojeras muy visibles. Estaban ya todos sentados a la mesa y Pablo hizo
la bendición de los alimentos para iniciar a comer.

– “¿Durmió bien, Apóstol Pablo?”, preguntó Dámaris. “Lo noto un poco


cansado”.

– “No pude dormir; pensaba en las molestias que te hemos causado”, dijo Pablo.

– “No son molestias. Esto lo hago por ayudarle en su ministerio”, replicó


Dámaris. “Ojalá que Dios me lo tenga a bien en el día del Juicio. Ya he platicado con
las hermanas en la fe y ellas también quieren ayudar. Dorotea y su esposo recibirán
a Timoteo en su casa; y Silas podrá quedarse en la casa de Galena”.

– “Le estamos muy agradecidos por su bondad”, intervino Timoteo. “Creo que
será mejor que el Apóstol Pablo que quede aquí a descansar un poco; nosotros
podemos ir al ágora a predicar”.

– “¡No!, estoy bien. Vayamos ya a seguir nuestro ministerio”, insistió Pablo.

El resto del desayuno transcurrió en silencio. Habiendo terminado, los tres


predicadores y el escribano salieron rumbo a la plaza, prometiendo volver antes de
oscurecer. Llevaban en sus alforjas unos pedazos de pan y un poco de queso, para
cuando les diera hambre. Agua podían beber en las varias fuentes de la ciudad o
pidiendo en alguna casa de las que visitarían. Timoteo y Silas se fueron juntos a
visitar casas, advertidos de no ir a casas de judíos, para no provocar pleitos. Pablo y
su escriba Lucas se fueron directo al ágora.

33
34
10

Al llegar a la entrada principal, Pablo y Lucas encontraron allí un grupo de


veintidós hombres que escuchaban atentos las palabras de un tal Sexto, apodado
“El Empírico”, quien por esos días estaba de visita en Atenas proveniente de la
ciudad de Alejandría. 16 Sexto, un joven de treinta y cinco años de edad, moreno
claro, estatura alta, delgado, pelo corto y sin barba, promovía la filosofía de los
llamados “Escépticos”, escuela que tenía más de 300 años de tradición. Su
fundador fue Pirrón de Elis, quien fuera discípulo de Antístenes Tracio.

Pablo y Lucas se acercaron a escuchar “las palabrerías” de Sexto; el discurso ya


había comenzado cuando llegaron los del Camino, pero no parecía tener mucho de
haber iniciado.

– “…tengan pues mucho cuidado con los dogmas, con esas verdades absolutas,
porque son engaños para la mente y aflicción para el corazón”, expuso Sexto. “No
sean como los seguidores de Aristóteles, como los epicúreos y los estoicos, que
aseguran conocer la verdad de las cosas. Tampoco sean como los académicos entre
ellos Gorgias, Clitómaco, Carnéades y sus seguidores sofistas, quienes dicen que no
podemos conocer la verdad de las cosas, o que la verdad es lo conveniente para el
discurso. Lo mejor es seguir las enseñanzas de Pirrón de Elis, que nos invita a
continuar investigando, pues mientras no estemos seguros de una cosa, lo racional
es no afirmar ni negar nada; es preferible, pues, mantener la serenidad y vivir
tranquilos”.

Uno de los griegos allí presentes tomó la palabra para intentar refutarlo, dijo:
“Maestro, hoy por la mañana caí de mi caballo y me hice un raspón en la mano,
¡véalo por usted mismo!”, y le mostró su mano con el raspón. “¿Este raspón es
verdad o no?”.

– “No podría decirte que sí es verdad o que no es verdad”, respondió Sexto. “Si
te digo que es verdad y no lo es, me dirán que soy un mentiroso. Si te digo que no
es verdad y si lo es, también quedaré ante todos como Sexto “El ignorante”; pero
no soy mentiroso ni ignorante sino empírico, porque la verdad como idea no existe,
16
La ciudad de Alejandría estaba ubicada cerca del delta del río Nilo, en el norte del actual
Egipto.

35
solo hay hechos y cosas que ocurren en la vida. Investiguemos, pues, este hecho
que ahora mencionas: Veo que tu mano parece tener un raspón, pero el raspón
como tal no es verdadero ni falso, simplemente parece ser un raspón conforme a lo
que se acostumbra aquí llamar “raspón”; he estado en otros lugares donde le
llaman de otra manera. No te puedo decir desde donde estoy si tu raspón es
grande o es chico, porque ahora me parece chico, pero si me acerco me parecerá
grande. Tampoco te podría decir si tu raspón es doloroso, puesto que yo no siento
ningún dolor. Y tampoco puedo saber si tu herida es grave, puesto que había que
compararla y decir que es más grave que…, o menos grave que… otra herida”.

– “Pero a mí sí me duele la mano, y mucho, ¿puedo aún decir, contra esto, que
no me he golpeado?”, insistió el interlocutor.

– “Tú tienes la opción de decir dogmáticamente que te has golpeado; igual


puedes decir, como los académicos, que no ha ocurrido nada, pero en cualquier
caso yo te pregunto, ¿sabes a ciencia cierta por qué te duele la mano? No por
cierto, pues si supieras ya tuvieras algún remedio para tu dolor; pero no cualquier
remedio, porque los hechiceros y los médicos dicen tener remedio para todo y a
casi nada le atinan. Yo me refiero a lo que ocurre internamente en tu mano, lo que
te hace sentir dolor, puesto que muchas veces nos golpeamos y no nos duele, o nos
duele más o nos duele menos. Investiguemos pues la causa del dolor;
preguntémonos porqué de un golpe resulta el dolor y vayamos a los hechos a
investigar. Esta es la mejor actitud que podemos tomar, la de dudar de las cosas y
lo que conocemos y sentimos de ellas. Te aseguro que si solo estás pensando en tu
mano y lo mucho que te duele, la mano te dolerá aún más; en cambio, si mantienes
la serenidad y no te angustias demasiado sobre tu problema, estarás tranquilo y
pronto se te pasará el dolor. No he venido aquí a enseñarles cómo vivir o qué hacer
en caso de algún dolor pues no soy consejero ni adivino ni médico, solo les pido
que antes de juzgar reflexionen sobre los modos para suspender el juicio, y antes
de afirmar que una cosa es o no es, mejor investiguen”.

– “Son palabrerías las tuyas”, irrumpió Pablo, con voz alta y visiblemente
perturbado por lo que acababa de escuchar. “Bien has dicho que hay hechos y
cosas que ocurren en la vida, y que esos hechos y esas cosas nos parecen difíciles
de explicar y por lo tanto sería un error afirmar que algo es verdad. Pues bien, yo te
digo que si las cosas no tuvieran algo de verdad, no existirían. ¿Cuál verdad?, no
por cierto la verdad por sí mismas, como bien los explicas, ni tampoco una verdad

36
dada por el hombre, sino una verdad que hace que las cosas sean lo que son y esa
verdad la tienen de su Creador, Dios todopoderoso que todo lo ha hecho conforme
a la naturaleza de cada cosa, de cada animal y de cada hombre. No podemos decir
cuál cosa es mejor o cuál es peor por sí misma, pero sí podemos decir que las cosas
son, existen. ¿Y por qué existen? No por cierto de lo que digamos de ellas, pues yo
antes de decir cualquier cosa de ti, tú ya existías. Es difícil decir que el dolor es
bueno o es malo con respecto a un fin, pero en los hechos, el dolor duele, y si no, la
persona con el raspón puede por él mismo decirnos. Lo que yo diga del dolor es
pura palabrería, con respecto al hecho del dolor y a la persona que lo sufre. Yo si le
creo que duele ese raspón, pero tú, no te atreves a creer y solo quieres conocer a
ciencia cierta; por esta vía del conocimiento nunca podrás sentir el dolor ajeno”.

– “Las tuyas son opiniones y creencias”, rebatió Sexto, manteniendo la


tranquilidad. “Tú hablas de verdades divinas, a lo cual te digo que tus
consideraciones son teóricas. Supones que existe un Dios y que las cosas derivan su
existencia de ese Dios. Esto ya lo dijo Platón en su Teoría de las Ideas, pero ésta
explicación ya fue refutada por Aristóteles, quien dijo que la razón de ser de las
cosas no es una idea ni un creador celestial sino las cuatro causas terrenales. 17
Ahora bien, ¿qué causa y en qué grado una causa produce un efecto, eso es lo que
no le queda claro a un escéptico, y por eso suspendemos el juicio, para no incurrir
en errores y en falsas teorías. Sobre si el raspón fue algo bueno o algo malo,
tampoco te puedo decir ni una cosa ni otra, pues ¿cuántas veces cosas malas
suceden para bien y en cambio hechos que inicialmente tuvimos por malos nos han
traído cosas buenas? Finalmente, yo no puedo decir que en verdad siento el dolor
que siente la persona con el raspón aquí presente, porque decirlo sería una
hipocresía de mi parte. Me interesa saber porqué siente dolor, y eso no me hace
indiferente a su dolor; por el contrario, pero la diferencia es que yo quiero
investigar el dolor, y tú ya lo das por un hecho y al hacerlo niegas la opción de
investigar”.

– “Si quieres investigar, investiga pues”, contestó Pablo. “Ya no pienso seguir
escuchando tus palabrerías, porque para mí son pérdida de tiempo. Mis creencias
son ciertas y por ellas me hago vivir, en esta vida y en la venidera. Yo tengo por
verdad a mi Señor Jesucristo y a ninguna otra”.

17
Las cuatro causas postuladas por Aristóteles son: la material, la formal, la eficiente y la
final.

37
En ese momento Pablo y Lucas se retiraron del lugar. Retomando Sexto la
palabra, dijo: “Ustedes lo han visto, señores; vivir de dogmas nos lleva a la
intolerancia y la molestia por opiniones que no son las propias. Si por este señor
fuera, nos mandaría callar a todos, nos impondría su verdad y nos obligaría a creer
en ella, bajo pena de muerte. El dogmatismo solo trae problemas y sufrimientos;
esto es lo que queremos evitar pues queremos vivir tranquilos, sin pleitos y sin
guerras. ¿Qué acaso las guerras no han sido causadas por reyes que buscan
imponer sus leyes y sus dogmas a otros pueblos, por la fuerza?”.

38
11

Lucas intentó tranquilizar a Pablo, pues éste aún estaba muy molesto por las
palabrerías de Sexto “El Empírico”. El intercambio de palabras había sido ríspido
pues no había punto medio; no era posible un acuerdo ni un reconocimiento de la
postura del contrario. El problema con los escépticos, igual que con los cínicos, no
era la idolatría, sino su falta de fe. Lucas tampoco estaba de acuerdo con la filosofía
de Sexto, pero no se molestó.

Pablo y Lucas eran de personalidad muy diferente. Mientras que Pablo era ya
mayor, de 47 años, apasionado, totalmente entregado en cuerpo y alma a su
ministerio; Lucas era un joven de 32 años, calculador, más bien un estratega que
actuaba más por la mente que por el corazón. No obstante sus diferencias, ambos
habían hecho buena pareja. Lucas había acompañado a Pablo desde su primer viaje
misionero al Asia Menor, donde juntos predicaron el Camino en Atalia, Perge,
Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe y en Chipre. En más de una ocasión Lucas
logró evitar que Pablo fuera apresado por las autoridades o golpeado por
multitudes inconformes. En otras ocasiones su intercesión negociadora no fue
suficiente, como fue el caso en Listra, cuando a Bernabé lo confundieron con el
dios Júpiter y a Pablo con el dios Mercurio, pero luego ambos fueron apedreados y
arrastrados por los judíos hasta afuera de la ciudad, donde los dejaron tirados en el
suelo y los dieron por muertos.

Lucas tenía algo de escéptico, y por eso Pablo lo había escogido como su
escribano. Además de dominar la escritura griega, Lucas se interesaba por los
detalles, por investigar hechos pasados y por organizar sus escritos de manera que
fueran entendibles y aleccionadores. Era un investigador, un historiador, pero no se
metía a sí mismo a sus escritos porque siempre se mantenía aparte, como un
simple observador que veía las cosas pasar sin sentirse afectado; en este último
sentido era como los estoicos, porque trataba de amansar sus sentimientos. Lucas
no era judío sino que era un gentil. Era griego, médico de profesión, nacido en un
poblado de Macedonia, pero su gusto por el estudio y lo novedoso lo llevó a
explorar nuevos horizontes en Damasco, Siria donde conoció a Pablo poco después
de su conversión al Camino. Lucas no era idólatra pero tampoco era miembro de la
escuela escéptica de Pirrón, por lo que su conversión al cristianismo no fue

39
inmediata; su fe iba creciendo poco a poco pero firmemente, con el paso del
tiempo y las experiencias vividas, viendo como Pablo hacía milagros, curando a la
gente, o provocando un terremoto para escapar de la cárcel en la ciudad de Filipos.
Pero el mayor milagro, para Lucas, era la habilidad de Pablo para ablandar el
corazón de las personas, para que dejaran su camino de maldad e idolatría y
aceptaran la verdad del Camino.

– “Apóstol, creo que debemos regresar a casa”, dijo Lucas a Pablo. Ambos se
habían sentado a descansar sobre un bloque de cantera, bajo un árbol. “Le hará
bien descansar un poco”.

– “Discúlpame Lucas; otra vez me sacaron de mis casillas”, replicó. “Hombres de


poca fe, que no agradecen la vida que tienen por gracia de Dios nuestro Señor.
Creen no necesitar a Dios en sus vidas, pero son ignorantes pues por Él viven y
respiran. ¿Cómo convencerlos para que entreguen su alma al Jesucristo?”.

– “Creo que con la gente que sufre podremos tener más disposición a escuchar
la Palabra”, opinó Lucas. “Los estoicos y los epicúreos serán mejores para escuchar,
pues ellos si creen en dioses y en ídolos; están necesitados de escuchar sobre el
verdadero Dios”.

En eso estaban cuando se acercó a ellos la persona que había increpado a Sexto;
esa misma que había sufrido un raspón y tenía la mano adolorida. Su nombre era
Filón, un judío nativo de Alejandría en el norte de África, de 45 años de edad, barba
larga de color negro y un poco pasado de peso. Su oficio era maestro pues daba
clases de filosofía, pero tuvo que huir de Alejandría quince años antes, cuando un
grupo de griegos liderados por un gobernador romano de nombre Flaco ordenó
encarcelar a todos los judíos o matar a los que se resistiesen. Luego de vagar
durante cinco años por diversas ciudades del Mediterráneo, llegó a Atenas para
estudiar por cinco años en la Academia, escuela fundada por Platón 400 años
antes. Después dejó la Academia para estudiar un par de años en El Pórtico de los
estoicos y finalmente desarrolló su propia teología gnóstica 18 para estudiar el
significado de los cinco libros de Moisés, del Viejo Testamento de la Biblia.

18
La teología gnóstica consiste en un acercamiento a Dios por vía del conocimiento. Esta
teología fue prohibida por la Iglesia Cristiana en el Concilio de Nicea del año 325 d.C.,
porque no admite la fe en Dios.

40
– “Me he interesado por la filosofía y en mis días libres acudo al ágora para
aprender de los filósofos”, comentó Filón. “Y ustedes, me parece que también son
forasteros. ¿De dónde vienen y qué filosofía estudian?”

– “Somos del ministerio del Camino”, respondió Pablo. “Hemos venido


predicando el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo desde hace quince años en
Asia Menor, en Macedonia y ahora aquí en Atenas”.

– “He escuchado algo de Jesús en Alejandría”, interrumpió Filón. “Entonces son


judíos igual que yo. Bueno, sé que hay judíos contrarios a Roma, pero yo estoy a
favor de Roma”.

– “Yo antes era judío fariseo pero ahora soy judío del Camino; mi escribano
Lucas es gentil de Macedonia”, aclaró Pablo. “Soy ciudadano romano nacido en
Tarsus en Cilicia. Pero platícanos, ¿qué se dice de Jesús en Alejandría?”.

– “No mucho, la verdad”, continuó Filón. “Conocí unos monjes del desierto que
estudian las Logias 19 de Jesús el Viviente. Al parecer fue un profeta sabio de
Galilea…”

– “No es profeta sino Dios hijo de Dios”, irrumpió Pablo. “Murió crucificado en
tiempo de Poncio Pilatos pero resucitó al tercer día y subió al cielo. Y vendrá a
juzgar a todos los hombres; por eso proclamamos su evangelio para que todos se
arrepientan de sus pecados y los que crean en Jesucristo sean salvos y tengan vida
eterna”.

– “Te decía que en Alejandría se conoce poco de Jesús”, prosiguió Filón. “Bueno,
hace años que no he regresado, pero no pienso que haya muchos judíos allá; la
mayoría huyó de la violencia. Pero ¿ustedes predican la Ley de Dios a los gentiles
idólatras?

– “Nuestro Señor Jesucristo es Dios de todos los hombres por igual, de judíos y
de gentiles, de pobres y de ricos, de justos pero mucho más de pecadores”, aclaró
Pablo. “La ley no se hace para los justos sino para los trasgresores; y son los
pecadores los que más necesitan de Dios pues sus pasos van por senderos oscuros.

19
Logia significaba “los dichos o las palabras de… Jesús”. Así es el llamado “Evangelio de
Tomás Apóstol” pues, a diferencia de los evangelios bíblicos que son narrativas, el de
Tomás es una lista de frases célebres.

41
Y ciertamente tú no andas por buen camino pues es de ignorantes buscar a Dios
por la vía del conocimiento y las razones, porque es una búsqueda interminable y
de pura palabrería; solo teniendo fe en Jesucristo se llega a Dios, y con el auxilio del
Espíritu Santo que nos facilita cumplir sus dos mandamientos: ama a Dios sobre
todas las cosas y ama a tu prójimo como a ti mismo. Arrepiéntete, pues. No sigas
naufragando en la fe y sigue al Camino que es del Dios Vivo”.

– “No pienso poner a otro dios al que nombras Jesús delante del Dios que no me
es permitido nombrar”, 20 replicó Filón. “Mi filosofía es muy distinta pues Dios es
uno y lo es todo, pero como no puedo conocerlo a Él, solo puedo conocer su
creación. Tú me dices que con la fe puedo ir a Dios, pero yo te digo que es de
sabios conocer los mensajes ocultos en las Sagradas Escrituras. Dios no puede ser
contemplado, pero Él se conoce a sí mismo. Cuando el hombre se conoce a sí
mismo, podrá conocer a Dios y por eso yo estudio la Palabra de Dios por la
recompensa misma, esa recompensa es la Luz en mi vida. El que pregunta obtendrá
respuestas y sabiduría, pero la sabiduría no llega a mí por gracia divina, como tú
dices, por eso debo ejercitarme en las ciencias que descubren los mensajes ocultos.
Y el día de nuestra muerte, volveremos a ser uno con Dios, porque de Él venimos y
a Él regresaremos”.

Al escuchar esto, Pablo supo que estaba frente a un judío gnóstico pues sí creía
en Dios pero pensaba que es mediante el conocimiento y las ciencias exotéricas
como se llega a la Divinidad. Era clara la influencia de la escuela de Platón en su
modo de entender la religión.

– “Esa ciencia oculta de la que tú hablas ya se nos ha revelado”, rebatió Pablo.


“Hablas de conocer a Dios, pues te digo que nunca terminarás de conocer a Dios
pues como bien dices, Dios no puede ser nombrado, y por lo tanto, tampoco será
conocido. “Es Jesús el Cristo, de quien los profetas hablaron, al cual por la fe
amamos, quien intercede entre nosotros y Nuestro Padre. Vivió entre nosotros y
murió para el perdón de los pecados. ¿Acaso los gentiles que van tras la justicia por
la fe en Cristo no alcanzarán la justicia? Por ciento que sí la alcanzarán. Pero los

20
Según la tradición judía ortodoxa, Dios no se puede conocer directamente y por lo tanto
no debe ser nombrado. A pesar de la prohibición de poner nombres a Dios, en la Biblia se
menciona con estos nombres: Eloh o Elohim y Yahveh o YHW. A veces se usa el nombre
Baal, pero para referirse a dioses paganos o ídolos.

42
hijos de Israel, que iban tras una ley de justicia no alcanzaron justicia, porque iban
tras ella no por fe sino por obras de la ley; por eso tropezaron en la piedra de los
tropiezos. Arrepiéntete y cree en Jesucristo. Escrito está que quien crea en Él, no
será avergonzado y anulará el pacto con la muerte”. 21 Para que camines el buen
camino, acompáñanos esta noche en casa de Dámaris esposa de Cecilio el Romano;
allí te expondremos el Camino”.

Pablo y Lucas regresaron a casa. Filón no se presentó a las reuniones del


ministerio.

A pesar de algunos fracasos, Pablo había logrado triplicar en Atenas la


hermandad en Cristo, pues luego de tres meses de ministerio ya le había impuesto
las manos a seis docenas de personas, en su mayoría nuevos conversos que habían
dejado la idolatría. De la filosofía de los escépticos, de los cínicos y de los gnósticos,
ninguno. De los estoicos ocho y de los epicúreos trece, pero todos gentiles y
ninguno judío de la sinagoga.

Pablo ya comenzaba a mostrar signos de cansancio, pues la labor de predicación


era intensa y duraba la mayor parte del día.

21
Isaías 28, 16-18.

43
44
12

Era día de reposo 22 y Pablo no salió a predicar al ágora, ni tampoco había


reunión de hermanos en la fe programada para la tarde. El descanso era merecido
pues los últimos habían sido días muy arduos, particularmente intensos por las
confrontaciones que el Apóstol tuvo con los filósofos. Parecía inútil hablar con
ellos, al menos con los maestros de las palabrerías interminables.

Pablo caminaba por los jardines de la casa para relajarse, para bajar el estrés.
Reflexionaba sobre su obra de vida, sobre la enorme tarea por delante y sobre la
suficiencia de su labor para cumplir cabalmente con el encargo que le hizo
Jesucristo aquél día cuando iba camino a Damasco, quince años antes. Pensaba
también cómo hacerle para ganar el argumento a los filósofos.

La gente común, aunque se inclinaba a favor de lo enseñado en alguna escuela


filosófica, no dejaban la idolatría y las vanidades de la vida cotidiana. Esta
hipocresía parecía más bien una evidencia de que en la realidad no era posible vivir
decentemente con ideas tales como ignorar las costumbres y las normas sociales
para una convivencia ordenada y cordial. Igualmente, no era práctico vivir en
actitud permanentemente indiferente a procurarse los medios de subsistencia,
como la comida, la ropa y un techo para resguardarse de las inclemencias de la
lluvia, del sol, del frio, etcétera. Más aún, alguien tendría que cultivar alimentos y
venderlos en el mercado para que otros coman, y esto no tiene nada que ver con la
indecisión escéptica; nadie se sienta ante un plato de comida y duda o titubea
eternamente si conviene comer o no comer; si lo hiciera así, la persona moriría de
hambre; al final la persona opta por comer, por dormir, por trabajar, por hacer un
negocio, porque esto sostiene la vida y sin vida no se puede ni pensar ni adorar a
Dios.

En una esquina del jardín el esclavo Epicteto limpiaba las hojas secas y la hierba
nociva. Trabajaba con dedicación y sin quejarse del calor, que a medio día ya era
intenso; los moscos agregaban miseria a la labor del jardinero, pero éste no parecía
22
Sabath, o día de descanso. En la tradición judía, el sabath era un día en el cual se
suspendía toda actividad productiva, por Ley sagrada. Violar esta disposición religiosa
constituía un pecado grave. Por eso Jesucristo era muy criticado por hacer milagros y
ayudar al prójimo en día de descanso.

45
incomodarse en lo más mínimo. Durante los tres meses que Pablo había estado
viviendo en esa casa, apenas había cruzado cuatro o cinco palabras con el esclavo.
Siempre lo veía esmerado en sus actividades; nunca lo vio molesto, triste y por el
contrario su actitud era de una persona seria, plana de sentimientos, abocado a sus
labores. En una ocasión, cuando Pablo caminaba frente a la pequeña choza donde
dormía Epicteto, cerca del pozo de agua, lo observó escribiendo algo sobre un
papiro, en su tiempo de descanso. La choza era humilde pero muy limpia y
adornada con arte griego, como platones, jarrones y pequeñas estatuas. El esclavo
nunca asistía a la reunión de los hermanos de la fe, que se realizaban dos o tres
veces por semana en un salón de la casa acondicionado como biblioteca. Pablo
sabía que Epicteto era seguidor de la filosofía del Pórtico, también conocida como
el Estoa; por eso a sus adeptos se les conocía como “los estoicos”. La escuela se
hacía bajo unos portales o arcos cercanos al ágora y había sido fundada 350 años
antes por Zenón de Citio.

Pablo sabía que no le era lícito predicar por ser día de descanso, pero le
interesaba mucho conocer la filosofía de los estoicos y se atrevió a hacerle algunas
preguntas a Epicteto, y escuchar lo que él dijera.

– “¿Cómo te trata la vida, buen hombre?”, preguntó Pablo.

– “Yo preguntaría cómo pienso que me trata la vida”, respondió el esclavo.

– “Dime, pues, qué piensas de tu vida. Cómo tu filosofía que sirve para vivir feliz,
pues he notado que eres un hombre feliz”, insistió el Apóstol.

– “Procuro ser feliz conforme a la naturaleza”, continuó Epicteto. “Soy estoico, y


los estoicos pensamos que los hombres somos seres que razonamos y que vivimos
en comunidad con otros hombres. No podemos ser de otra manera, aunque
muchas veces equivocamos en nuestro razonamiento. No equivocarme mientras
viva en comunidad me hace feliz”.

– “Explícame más, porque no te entiendo”, interrumpió Pablo.

– “Cada persona vive su vida en distintas circunstancias, por eso no hay un modo
correcto de vivir. Unos son casados y tienen hijos, otros tienen sus negocios, otros
gobiernan y otros, como yo, somos esclavos, pues ese ha sido nuestro destino. Ir en
contra de mi destino me hace infeliz, porque estaría inconforme y enojado de mí

46
destino. Hay cosas que no puedo controlar, como mi destino y la manera como
otras personas me tratan, o lo que piensan de mí; tampoco puedo controlar el
sistema social donde vivo, pues he sabido que en otras ciudades no se permiten los
esclavos, pero aquí sí, y así soy un esclavo en Atenas. Pero hay otras cosas que sí
puedo controlar, como mis emociones, mis deseos, mis expectativas, mis
opiniones; de estas si me preocupo, pero no de las cosas que no pueda controlar.
Mi felicidad, mi tranquilidad y mi libertad comienzan con la comprensión de este
principio: lo que puedo controlar y lo que no. Cada persona puede elegir cómo vive
y cómo reacciona ante lo que le ocurre; si las personas no son capaces de entender
esto, viven en tormento, en frustración, en ansiedad, y sufren mucho”.

– “Dime más; ¿qué hacen los estoicos cuando una persona los trata mal?”,
preguntó el Apóstol.

– “Yo solo presto atención a mis verdaderas preocupaciones; lo que otros hagan
es asunto de ellos, no mío. Así no me afectan los insultos y nadie me puede
lastimar. Soy auténticamente libre en mi interior y eficaz en lo exterior, pues doy
buen uso a mis esfuerzos en lugar de malgastarlos criticando u oponiéndome a los
demás. Si conoces y prestas atención a tus verdaderas preocupaciones, nada ni
nadie te hará actuar contra tu voluntad; los demás no podrán herirte, no ganarás
enemigos ni padecerás ningún mal”.

Estas palabras le cayeron como balde de agua fría a Pablo. Recordó sus muchos
sufrimientos: los latigazos en Listra, el encarcelamiento en Filipos, los insultos en
las sinagogas donde predicaba el Camino. Se había hecho muchos enemigos, judíos
y gentiles, por su predicación del evangelio. Se preguntó a sí mismo ¿vale la pena
tanto sufrimiento? ¿Será que la filosofía de este esclavo es más sabia y eficaz que la
Palabra de Jesucristo? Pero, ¿y el mandamiento de amar al prójimo?

– “¿Amas a tu prójimo?”, le preguntó Pablo.

– “Yo me amo a mí mismo; trato de conservar mi honor, mi lealtad a mi familia,


a mis amigos y sobre todo mis principios. Si tengo el deseo de amar a otra persona,
lo más probable es que sufra una decepción, porque la otra persona no es como yo
quiero que sea. Y entonces lo importante es evitar las decepciones. Respeto a mi
prójimo, y lo ayudo desinteresadamente en momentos de apuro; así busco mi
armonía con la Naturaleza y con la Humanidad. Tienes que ver las cosas tal como
son; así te ahorrarás el dolor de los falsos vínculos y la decepción inevitable”.

47
– “¿Qué piensas de los dioses y los ídolos?”, dijo Pablo.

– “No puedo ni culpar ni agradecer a los dioses de lo que me pase”, replicó


Epicteto. “Si yo soy quien decido lo que es importante y lo que no, ¿cómo podría
culpar a los dioses de mis tristezas o mis alegrías? Entonces, me abstengo de
intentar granjearme la aprobación o la admiración, de los dioses o de otras
personas. Prefiero limitar mis deseos y expectativas a la realidad; no espero
milagros ni favores excepcionales de los dioses o de los ídolos. Evita supersticiones
que te llevan a conferir unos poderes o significados de los que carecen. Nuestras
ajetreadas mentes siempre andan buscando conclusiones, manufacturando e
interpretando signos que no existen. Mejor piensa que todo acontecimiento
conlleva algún beneficio para ti, basta con que lo busques”. 23

– “¿Y tú, qué piensas de mí?”, concluyó el Apóstol.

– “Dime lo que piensas y te diré quién eres”, 24 respondió el esclavo, y siguió sus
labores en el jardín.

Pablo le agradeció la charla y se retiró a su habitación. Las palabras de Epicteto


sin duda tenían algo de verdad práctica, pero no dejaron satisfecho al Apóstol. Le
parecía que la filosofía estoica era muy individualista y desinteresada por el dolor
ajeno; una filosofía limitada a este mundo, pero para los estoicos el otro mundo
era solo una fantasía. Hablaba del destino pero desde un ateísmo que no obstante
albergaba la creencia de que las cosas ocurren por algo bueno, por una buena
razón. Su idea de la naturaleza insinuaba que el hombre es pura materia; pero, ¿y
el alma? ¿Qué pasa con ella después de la muerte?

Jesucristo era la respuesta y el consuelo. Cumplir sus mandamientos día a día


mantenía la promesa de la resurrección y la vida eterna. “¡Jesús es el Camino, la
Verdad y la Vida!”, se dijo Pablo a sí mismo, con fe y esperanza renovada.

23
Epicteto. El Manual de la Vida. Versión de Sharon Lebell
24
Epicteto. El Manual de la Vida. Versión de Sharon Lebell

48
13

Atenas era una ciudad muy festiva. De los días del año, 120 eran de fiesta y cada
fiesta estaba dedicada a una deidad o dios. Una fiesta consistía en actividades
religiosas pero también en eventos cívico-patrióticos, deportivos, artísticos,
concursos de belleza, de mujeres y de hombres. La venta de ídolos o estatuillas
representativas de la multitud de dioses del Monte Olimpo era el principal negocio
de los artesanos atenienses; aunque también se vendían estatuillas de dioses
romanos y egipcios. Visitantes de origen griego provenientes de ciudades de todo
el Mediterráneo europeo, África y Asia Menor acudían para celebrar, hacer deporte
y adquirir ídolos para llevar de regreso a sus ciudades y venderlos, para su
veneración.

La idolatría griega no escaseaba en dioses y semi-dioses, y a todos se les


celebraba. La gente acudía a ellos por consejo, por protección o para procurar éxito
en alguna actividad. Las jovencitas veneraban a la diosa Atenea y le pedían un buen
esposo; los marineros veneraban a Poseidón, para no morir en algún naufragio.

Según la mitología griega, todo había comenzado del Caos; de él nació Gea (la
Tierra o el mundo), Eros o dios del Amor, Tártaro (Abismo) y Érebo dios de las
sombras. De Gea surgió Urano dios del cielo; por intercesión de Eros quien propició
la unión de Urano y Gea, de esta unión nacieron los Titanes (Poseidón, Ceo, Crio,
Hiperión, Japeto, Tea, Rea-Cíbeles, Temis, Mnemósine, Phoebe, Tetis y finalmente
Cronos dios del tiempo); también produjeron a los monstruos cíclopes y a los
Hecatónquiros o monstruos de cien manos. Cronos, muy mal hijo, hace la guerra a
su papá Urano; lo vence y asume el liderazgo. De la unión de Cronos y Rea-Cíbeles
nacieron varios hijos, pero al nacer, Cronos se los comía para que no fueran a
destronarlo a él, tal como él había hecho con su padre. El último hijo, Zeus, fue
escondido por su madre pues se lo entregó a la ninfa Adrestea para que se lo
llevara a la isla de Creta. Cuando Cronos pide a su hijo para comerlo, la madre le
entregó una piedra envuelta en pañales y se la tragó, pensando que se había
comido al niño. Zeus, hecho ya un hombre y fortalecido por beber leche de cabra,
le da veneno a Cronos y éste vomita a sus hermanos que se había tragado; éstos
son Hestia, Démeter, Hera, Hades dios del inframundo y a Poseidón dios del mar.
Destronado Cronos tras una guerra contra los Titanes, Zeus asume el liderazgo y se

49
posiciona como dios del Monte Olimpo. Los hijos de Zeus fueros Dionisio dios de la
fiesta y del vino, Afrodita, Hermes dios mensajero, Éfeso, Artemina diosa de los
animales salvajes, Apolo dios del arte y Ares dios de la guerra, pero éste era un dios
bruto e irracional. De la unión extramarital de Zeus y la doncella Ío nació Palas
Atenea diosa de la guerra y de la sabiduría, pero a diferencia de Ares que era un
bruto, ésta era muy inteligente. Y la mitología sigue para incluir a otras decenas de
dioses y semi-dioses producto de la cruza de dioses con mujeres humanas.

La principal fiesta del año en Atenas comenzaba ese mismo día; era el día 16 del
mes del Hecatombeon. 25 Cada cuatro años la fiesta tenía una solemnidad especial
y este año era el caso; autoridades judiciales, civiles y religiosas organizaron la
fiesta con duración de cuatro días. El día comenzó por la mañana con la procesión
que inició en el Cerámico o Barrio de los Alfareros y pasando por la avenida
principal de la ciudad llegó a la Acrópolis, un centro ceremonial donde se
encuentran varios templos y altares siendo el principal el Partenón o templo a la
diosa Partenos Atenea. 26 Luego de llegar los peregrinos al templo y de cumplir las
formalidades religiosas, comenzaron los sacrificios. Cuatro bueyes y cuatro
carneros serían sacrificados a la diosa Atenea en memoria de la fundación de la
ciudad por el semi-dios Teseo, hijo de Egeo y Etra, quien logró la unidad de los
pobladores de la región griega de Ática, de la cual Atenas era la capital.
Terminando los sacrificios cívico-religiosos seguiría la matanza de reses; tantas
vacas eran degolladas como fueran necesarias para darle de comer a todos los
habitantes de la ciudad.

De todo esto fue testigo Pablo, Timoteo, Silas y Lucas. El Apóstol se retorcía de
coraje al ver tanto derroche de idolatría y lo peor fue que algunos hermanos de la
fe participaban fervientemente en la fiesta; otros hermanos tenían dudas de
participar y otros más se incluían en los festejos tímidamente, solo para no ser
señalados por sus amigos y vecinos. No participar en los festejos no solo era un
rechazo a lo religioso, sino que además era considerado un acto de deslealtad a la
ciudad; una especie de traición a la patria. Esto, obviamente, podría tener
consecuencias sociales pero también políticas y judiciales.

25
Mes de julio.
26
Diosa Atenea Vírgen.

50
El banquete popular donde se comía la carne de los sacrificios implicaba otro
grave problema para los hermanos de la fe; era comer carne ofrecida a los ídolos.

Pablo tenía que poner un límite a tanta barbaridad y decidió convocar a todos
los hermanos en Cristo a una asamblea general. El tema central sería la idolatría y
qué estaban obligados a hacer los seguidores del Camino, en este caso.

– “¡Lucas!”, gritó Pablo muy molesto. “Ayúdame tú, Timoteo y Silas a visitar las
casas de los hermanos en la fe. Pídeles que hoy por la tarde se reúnan en casa de
Dámaris. Díganles que es muy urgente”.

– “Sí, Apóstol”, accedió Lucas. “Pero hoy están de fiesta; ¿qué pasa si acuden
pocos al llamado?”.

– “Tú cítalos y que no falte ninguno”, insistió Pablo. “Convénzanlos que no


deben faltar; y recálcales que vamos a hablar de la idolatría”.

51
52
14

“Está escrito que hacerse ídolos y ofrecerles sacrificio es corrupción; quien lo


haga se aparta del Camino”. 27 Así comenzó Pablo su sermón ante los cincuenta
hermanos en la fe que habían acudido al llamado del Apóstol, a pesar que la fiesta
de Atenea estaba en su apogeo en las calles de la ciudad. “Dios nuestro Señor ha
dicho: No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen ni ninguna
semejanza de los que esté en el cielo ni en la tierra ni en las aguas. No te inclinarás
a ellas ni las honrarás. 28 No se equivoquen, pues ni los injustos ni los idólatras
heredarán el reino de Dios, ni los que hagan cosas malas ante los ojos de Dios. Ni
hagan reunión con ninguno que sea idólatra; ni siquiera coman con ellos.

– “Nos es lícito comer carne de sacrificios?”, preguntó Dionisio el areopagita,


quien de los presentes era el gobernante de mayor rango en la ciudad. También
había comerciantes y esclavos, griegos, romanos y judíos, hombres y mujeres.

– “Lo que sacrifican a los ídolos es cosa de demonios”, respondió el Apóstol. No


sean ustedes parte de actos del demonio, ni tengan parte en esa carne”.

Pablo aprovechó la ocasión para hablar de las palabrerías de los filósofos y de la


esperanza en la resurrección, que los del Camino deben tener en Cristo. Dijo: “Aquí
todo lo quieren conocer y hablan de los que son las cosas y cómo son, pero eso es
pura palabrería interminable que nunca alcanza la Verdad. El Camino no es por
conocimiento sino por fe. La certeza de lo que se espera y la convicción de lo que
no se ve, eso es la fe. 29 Aquí tienen un monumento al Dios Desconocido; pues bien,
a Dios nunca lo conocerán, pero sí vivirán a Él y serán uno con Dios 30 si tienen fe
en Jesucristo porque Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Quien cree en Jesús no
morirá sino que tendrá vida eterna; si morimos en Cristo, creemos que también
viviremos en Él”. Jesús venció la muerte para redimir nuestros pecados y vendrá
para juzgar las obras de los hombres, y la muerte ya no es superior al Él”. 31

27
Éxodo 32, 7-8
28
Éxodo 20, 3-5
29
Hebreos 11, 1
30
La imposibilidad de conocer el Ser, pero ser uno con el Ser, es una tesis neoplatónica.
31
Romanos 6, 7-10

53
Las palabras de Pablo representaban un grave problema para muchos de los
presentes; muchos tendrían que dejar amistades e incluso parentela, si en verdad
iban a cumplir las instrucciones del Apóstol. Para quienes además quisieran
predicar el Camino, se podrían en contra de los artesanos y de las autoridades.
Pablo no era tan intransigente pues ya antes había dado muestras de flexibilidad
con respecto a la Ley Divina, para facilitar el ingreso de los gentiles a la secta del
Camino. Pero en este tema de la idolatría, no habría ninguna tolerancia.

Las religiones paganas eran muy tolerantes con otras prácticas y otros dioses,
pues se consideraban a sí mismas una más entre la multitud de creencias; la fe en
Cristo, en cambio, por ser la única válida y aceptable, obligaba no solo a dejar otras
creencias sino además oponerse firmemente a ellas, a denunciarlas públicamente
como demoniacas y tomar una actitud activa para erradicarlas de la sociedad. Para
algunos esto fue estremecedor e inaudito, pues en una sociedad cosmopolita y
abierta al diálogo racional, no estaban acostumbrados a tan radical exclusión.

La asamblea religiosa terminó en silencio y los asistentes se retiraron muy


pensativos, y muchos, también preocupados sobre su porvenir en la ciudad.

54
15

No todos los presentes se arrepintieron de su idolatría, pues pensaban que


podrían agregar a Cristo como un dios más en su lista de dioses a los cuales acudir
en caso de una necesidad. Algunos, incluso, comenzaron a hacer comentarios entre
amigos y vecinos de las exigencias radicales del Apóstol en Cristo. Lo que estos
incrédulos no terminaban de comprender era que la fe sincera exige compromiso y
exige decidir por solo una creencia verdadera, aunque no se conozca aquello en lo
que se cree. La razón, en cambio, admite algo como verdadero solo si cumple con
alguna condición, por lo cual nada es verdadero por sí mismo sino que es
verdadero cuando es cognoscible, cuando es conveniente o cuando es útil. La fe da
por hecho que hay solo un camino a seguir; la razón no admite nada en definitivo,
pero busca incesantemente para encontrar el camino correcto.

Pero el Apóstol Pablo no estaba allí para ver quien deseaba admitir a Cristo y
bajo qué condiciones. No; el verdadero hermano en la fe debía admitir solo a
Cristo, sinceramente, dejar la idolatría y cumplir cabalmente los mandamientos y la
Ley Divina. 32

Noticias de lo ocurrido en casa de Dámaris llegó al barrio Cerámica, al noroeste


de la ciudad. No era nuevo el asunto puesto que ya algunos artesanos sabían de los
problemas que los vendedores de ídolos habían tenido con los seguidores del
Camino en otras ciudades del Imperio Romano, principalmente en Asia Menor,
Éfeso y Macedonia.

Antes de que el problema se saliera de control, los artesanos y los alfareros


decidieron tener una asamblea. Terminando la fiesta de Atenea, tres días después,
los líderes artesanos hicieron la convocatoria y una gran muchedumbre se reunió
en el ágora. Solo había un tema a discutir: la doctrina prohibitiva de ídolos
promovida por los predicadores del Camino y qué hacer al respecto. No había
desacuerdo en cuanto a la oposición unánime a tan dogmática doctrina. La
discusión era, más bien, sobre qué hacer.
32
La Ley Divina eran los textos bíblicos que actualmente conocemos como El Viejo
Testamento, incluyendo los cinco libros de Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio), Crónicas y Reyes, los libros del Rey Salomón (Proverbios, Cantar de los
Cantares y Eclesiastés), los Salmos del Rey David y los libros de los Profetas.

55
Algunos proponían ir con palos y piedras para linchar a los infames predicadores;
otros, en cambio, pedían llevar al líder ante las autoridades para que explicara qué
exactamente estaba predicando y por qué, pues no estaban seguros de que los
rumores que circulaban fueran ciertos. No fuera que, buscando hacer justicia por
propia mano terminaran haciendo una injusticia y derramando sangre inocente.

Al final, como era lo habitual en Atenas, se impuso la razón; el acuerdo fue


unánime: denunciar ante las autoridades para que se les hiciera juicio. 33

La denuncia sería bajo dos cargos: Predicar nuevos dioses y blasfemar contra los
dioses del Olimpo. El primero, por predicar nuevos dioses, no acarreaba una gran
pena; acaso su expulsión de la ciudad. El segundo, por blasfemar, era más grave y
podría tener pena de muerte. La gravedad de este cargo se basaba en que Atenas
había logrado su grandeza cultural, intelectual y comercial gracias a los dioses;
hablar mal de ellos y compararlos con demonios era igual que difamar contra la
historia y los modos de vida que los atenienses habían conocido por cientos o miles
de años. Reducir la muy venerada Atenea a un “malvado demonio” era la peor de
las ofensas.

33
Solo para hacer un comparativo: Atenas era una ciudad que vivía del comercio y el
turismo religioso; prohibir los ídolos era como prohibir comprar y tomar tequila en
Tequila, Jalisco, México. Era, pues, un problema existencial de la mayor gravedad.

56
16

Pablo y Lucas se habían quedado en casa de Dámaris, para escribir algunas


cartas a las iglesias de Asia Menor. Timoteo y Silas salieron a predicar el Camino a
las calles de la ciudad, ya más tranquilas después de terminados los festejos a la
diosa Atenea.

Silas fue uno de los designados por el Concilio de Jerusalén, dos años antes, para
ser quien le notificara a los gentiles hermanos de la fe en Antioquía que serían
admitidos en la nueva fe sin tener que observar lo dispuesto por la Ley Divina con
respecto a la circuncisión y a la alimentación, sólo prohibiendo consumir sangre y
carne sin desangrar. Ya en Antioquía, no quiso regresar a Jerusalén y prefirió
acompañar a Pablo en su segundo viaje misionero por Cilicia, Asia Menor y Grecia.
Silas había estado preso con Pablo en Filipo donde fueron azotados y
milagrosamente lograron escapar de la cárcel pues un terremoto rompió las
cerraduras. Silas era de estatura baja, pelo negro rizado, barba corta y judío fariseo
converso a la fe en Cristo. Por su parte Timoteo, hijo de madre judía y padre gentil,
se había unido a la misión evangelizadora cuando Pablo estuvo en Listra, un año
antes. Corpulento y de pelo rojizo, Timoteo era el encargado de leer los mensajes a
los asistentes a las reuniones de hermanos en la fe; leía las cartas de los apóstoles
de Jerusalén.

Caminaban los dos cerca del ágora cuando vieron a dos gentiles; uno acostado
en el suelo a media calle, ahogado en vino; el otro, su hermano, tratando de
levantarlo para llevarlo a casa. La escena era muy común en la ciudad los días de la
fiesta y en días posteriores. Esto era el caso particularmente con los adoradores de
Dionisos dios de la embriaguez, la fiesta y los placeres. Daban rienda suelta a sus
pasiones y sentir el mayor placer era su objetivo o, mejor dicho, pensaban que así
le hacían reverencia al dios. Luego de varios intentos, el hermano sobrio no pudo
levantar al borracho quien se quedó dormido. Silas y Timoteo intentaron ayudar
pero el hermano optó por dejar que durmiera un poco, y se quedó a cuidarlo.

– “Salud, buen hombre”, dijo Timoteo. “Mucho vino no es bueno”.

– “No lo es”, respondió el gentil.

57
– “Mi nombre es Timoteo, vengo de Listra de Galacia; ¿cuál es tu nombre?”.

– “Soy Lucrecio”, dijo. “Él (el borracho) es mi hermano Anker”.

– “Demasiado placer, supongo”, opinó Timoteo. “Tu hermano se ve muy


enfermo”.

– “Anker no me hace caso; le he dicho que debe dejar el hedonismo 34 irracional


y controlar mejor sus placeres. Él está entregado al dios Dionisos. Yo antes era
como mi hermano, pero me he controlado a mí mismo desde que adopté la
filosofía de Epicuro”. 35

Al escuchar esto, Silas tomó a Timoteo del brazo; lo retiró del lugar y le dijo:
“Vámonos, no debemos tener parte con estos herejes”. Pero Timoteo no entendía
la molestia de Silas y le recordó que la Palabra la necesitan más quienes son
trasgresores de la Ley. De esta manera lo convenció que volvieran a seguir la
charla, a lo cual Silas accedió de manera renuente y dejó que Timoteo hablara con
los “epicoros”.

Esta filosofía había sido fundada por Epicuro de Samos 36 unos 350 años antes y
desde entonces se impartía en una escuela que más bien era un huerto conocido
como “El Jardín”, en las orillas de Atenas. De entre las escuelas de la ciudad, era la
que más gente prefería. A diferencia de otras escuelas filosóficas más bien
abocadas al conocimiento y los avances científicos como la platónica y la
aristotélica; o las escuelas sofistas, donde se enseñaban oficios, en El jardín se
enseñaba a los adeptos a procurar una vida feliz haciendo uso racional de los
placeres y evitar situaciones dolorosas lo más posible. Eran bienvenidos
gobernantes, comerciantes, mujeres de casa y esclavos. Todos podían asistir.

Los predicadores regresaron con Lucrecio a seguir la charla. Timoteo le explicó la


doctrina del Camino, la promesa de resurrección y vida eterna, y lo invitó a que se

34
Hedonismo es la búsqueda de la felicidad por medio de los placeres.
35
En tiempos de San Pablo, la palabra hebrea para referirse a los herejes era “Epicoros”.
Entonces, cuando se menciona la palabra Epicuro, Timoteo la entiende en su sentido
actual, como la persona que fundó una escuela filosófica; en cambio Silas, por su origen
judío y nativo de Jerusalén, entiende la palabra como “herejes”.
36
Epicuro es palabra griega y significa “aliado o camarada”.

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arrepintiera de sus pecados pues estos no son aceptables a Dios. También lo invitó
a que aceptara a Cristo en su vida y siguiera sus mandamientos.

– “Veo que anuncias nuevos dioses, pues no había escuchado hablar del Cristo”,
dio Lucrecio.

– “No es un nuevo dios, pues ha existido desde el principio de los tiempos”,


replicó Timoteo. “Gracias a Él el mundo fue creado y todo ha sido hecho conforme
a su sagrada voluntad”.

– “Pues en verdad no comprendo tus palabras”, continuó Lucrecio. “Yo me he


enterado que es de lo indivisible 37 de donde nacen todos los seres; de esto mismo
se alimentan y crecen. Y cuando los seres mueren, entran en la nada y allí pierden
su existencia, y su materia es útil para el nacimiento de nuevos seres. Los dioses
gozan de paz profunda su inmortalidad, muy apartados de los tumultos de la vida
humana. Viven sin dolor y sin peligro, pues en nada dependen de los hombres. No
los mueve ni la alegría ni el enojo, y nuestras acciones virtuosas nada valen para
ellos y ni se interesan.

– “Jesucristo sí toma muy en cuenta nuestras buenas obras, y también las malas
acciones”, interrumpió Timoteo. “Él murió en la cruz para el perdón de nuestros
pecados. Quien crea en Él no morirá y tendrá vida eterna”.

– “Te digo que no comprendo lo que dices”, insistió Lucrecio. “Si Cristo ha
muerto, entonces ya no es, ya no existe; ha vuelto a la naturaleza y su materia
corporal y su materia espiritual se han disuelto en lo indivisible. Y si ha muerto
entonces no era dios. ¿Cómo un hombre puede ser creador de todas las cosas?
Mejor harían ustedes en no temer a los dioses y a la muerte, porque cuando las
personas viven no hay muerte, y cuando las personas mueren, ya no sienten dolor
a la muerte. Es pues un absurdo temerles y por lo mismo adorarles. Y como decía,
los dioses ni ven a los hombres ni los mueven nuestros problemas. Mejor es vivir
con tranquilidad, disfrutando con prudencia los placeres de la vida, mientras
tengamos vida. Y eviten el dolor, los excesos, y las angustias innecesarias”.

37
Los epicúreos entendían “lo indivisible”, como átomos o piezas de materia tan
pequeñas que ya no se podían sub-dividir en partes más pequeñas. Todas las cosas
estaban hechas de diversos compuestos de átomos y según su composición las cosas eran
gaseosas, líquidas o sólidas.

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– “No por cierto que no moriremos; nuestros cuerpos son polvo y en polvo se
convertirán, pero nuestra alma vivirá en Cristo”, replicó Timoteo, ya molesto.

– “Ven lo que les digo; ya están molestos por mis palabras”, prosiguió Lucrecio.
“Les pido me disculpen si en algo los he ofendido, pues no ha sido mi intención.
Deben dominar sus pasiones porque las pasiones causan dolor y sufrimiento. Veo
que tu compañero (Silas) tiene latigazos en los brazos y las piernas. 38 ¿Qué
hicieron para merecer tal castigo? Debió ser muy doloroso. Eviten pues el dolor del
cuerpo y los conflictos del espíritu; busquen la felicidad evitando destacar entre la
gente; mejor vivan discretamente, sin incomodar a nadie, para que nadie les azote
o les haga daño. Tampoco hagan caso a falsas promesas y locas esperanzas, lo cual
solo les traerá angustia, y la angustia no es buena. Mientras tengan vida, coman y
beban pero con moderación, para que esto no sea causa de males”.

– “Maldad es la tuya pues el diablo no deja que Cristo entre en tu vida”, reclamó
Silas, quien no pudo evitar meterse en la conversación.

– “La maldad no es cosa de dioses y te diré por qué. Los humanos somos
imperfectos y caemos en el error fácilmente, por eso debemos ejercitarnos en las
técnicas para evitar el dolor y alcanzar la tranquilidad y la felicidad. Si la maldad
fuera cosa de los dioses, y si los dioses son buenos, ¿por qué permiten la maldad en
el mundo y el sufrimiento humano? Será porque son malos; y si no quieren y
tampoco pueden evitar el mal, entonces son dioses malos, además de ser débiles y
sin poder. Valoren la felicidad por la felicidad misma, no por otra cosa de la cual no
estén completamente seguros que ocurrirá”.

Después de esto, Timoteo y Silas invitaron a Lucrecio a las asambleas de


hermanos en la fe y se retiraron para seguir con su ministerio. Lucrecio no asistió.

Timoteo reflexionó sobre las palabras de Lucrecio. Su filosofía le parecía


desinteresada por los problemas sociales, muy banal, materialista y atea. En sus
palabras no había esperanza por algo mejor; era “un pensamiento sin luz”, decía.

38
Silas, junto con Pablo, había sido castigado con látigo meses antes, en Filipos.

60
17

Muy apresurado llego el magistrado Dionisio a casa de Dámaris; la buscaba a ella


y al Apóstol Pablo, pues debía tratar un asunto muy urgente con ellos. Ya era
noche; Dionisio prefirió esconderse en la penumbra para no ser visto. Dejó el
carruaje en la entrada principal de la finca e hizo sonar la aldaba tres veces. Como
siempre, el esclavo Epicteto abrió la puerta y le permitió el paso.

– “¡Diosinio! ¿Qué sucede?, preguntó Dámaris, sorprendida por la hora de la


visita.

– “Necesitamos hablar con el Apóstol Pablo. Es necesario que hable con él en


este momento. Mañana será demasiado tarde”, expresó el magistrado.

Dámaris ordenó al esclavo que fuere a la habitación del Apóstol y lo hiciera


venir, de inmediato. Pablo se vistió de prisa, pues ya estaba en su cama; llegó al
comedor en tres minutos.

– “¡Hermano Dionisio!, ¿qué sucede aquí?”, preguntó Pablo.

– “Necesitamos platicar de un asunto muy grave”, replicó el magistrado.

– “Dime lo que sea”, le solicitó el Apóstol.

– “Hoy por la tarde los magistrados reunidos en el Areópago decidieron por


mayoría que le hagamos presentarse mañana temprano; la gente del barrio de
Cerámica lo acusa de blasfemar contra los dioses del Olimpo, entre otras cosas;
esto puede tener pena de muerte. No pude evitarlo, pues dos votamos en contra
pero la mayoría estuvo a favor”.

– “No te preocupen; agradezco tu gran ayuda”, dijo Pablo. “¿Y qué me aconsejas
que haga?”

– “Mañana vendrán los quejosos por usted y le pedirán que los acompañe al
Areópago; le ruego que no se resista y ni trate de huir, pues será peor. Yo haré
todo lo posible para que el castigo sea el menor posible”.

– “Esta bien. Eso haré”, admitió el Apóstol.

61
– “Y una cosa más: no diga blasfemias contra los dioses en frente de los
magistrados y por el contrario diga que esa acusación es mentira”, rogó Dionisio.

– “Ya veré qué decir; lo que me ilumine en ese momento el Espíritu Santo”.

Dionisio se retiró sigilosamente; Pablo y Dámaris regresaron a sus respectivas


habitaciones. Lucas preguntó a Pablo qué ocurría y éste le contestó que todo
estaría bien, con ayuda de Jesucristo. Esa noche todos durmieron mal, por la
preocupación.

62
18

Poco después de almorzar se escuchó un tumulto afuera de la casa. Dámaris


salió personalmente a enfrentar a los acusadores de Pablo, quienes estaban muy
molestos con el Apóstol.

– “¿Qué desean?, preguntó Dámaris al grupo de seis artesanos. “¡Aquí es hogar


de paz!”.

– “Tenemos la orden de los Areopagitas de llevar ante ellos al predicador y


blasfemo, un tal Pablo de Tarsus; sabemos que aquí vive, no lo niegues”, dijo uno,
el líder de la comitiva.

– “No lo niego; aquí está el Apóstol en Cristo”, respondió Dámaris. “Él de buena
gana los acompañará, si prometen lo causarle violencias”.

– “Lo prometemos”, afirmaron los quejosos.

Pablo salió acompañado por Lucas, Timoteo, Silas y otros tres hermanos en la fe
que se ofrecieron de voluntarios para la protección del Apóstol. Todos caminaron
de prisa al Areópago donde los magistrados ya se encontraban tratando otros
asuntos del día.

63
64
19

Pablo escuchó su nombre y se puso de pié frente a los nueve magistrados


reunidos en el Areópago. A lo lejos observaban los discípulos del Apóstol, sus
acusadores y otras personas que estaban allí para tratar otros asuntos.

El ambiente era tenso, pues estaba en juego la vida del predicador, igual como
había ocurrido casi veinte años antes con el mismo Cristo en el tribunal de Poncio
Pilatos, en Judea. Pero había una gran diferencia entre ambos que los magistrados
desconocían. Jesús era Galileo, pero Pablo era ciudadano romano, por lo cual los
magistrados no tendrían autoridad para ordenar la muerte del Apóstol, sin previa
consulta con el representante del Emperador; y aún en este caso, Pablo podría
apelar el veredicto y pedir que fuese juzgado por el mismo César Nerón en Roma.

Le leyeron los cargos en su contra: predicar nuevos dioses y blasfemar contra los
dioses del Olimpo incluyendo la diosa Atenea, la más venerada por los locales. El
magistrado Demian fue el designado para examinar al acusado y escuchar de su
propia voz una explicación de lo ocurrido, pues todos los magistrados consideraban
que no había suficiente evidencia para sustentar los cargos; pudiera tratarse de
dichos sin justificación y por lo tanto injuriosos y falsos. Sus acusadores no habían
escuchado a Pablo directamente sino que alguien les había dicho que el Apóstol se
había referido a los dioses como “demonios”. Los acusadores hicieron ver a los
magistrados que previamente, en otras ciudades, los seguidores del Camino habían
incitado a la destrucción de ídolos, pero no estaban seguros de que Pablo estuviera
personalmente detrás de esas campañas anti-idólatras.

– “Si ha habido problemas en otras ciudades eso no nos incumbe ahora, pues no
juzgaremos de algo que le compete a otros juzgadores examinar”, aclaró Dionisio,
quien fungía como el magistrado mayor. “Y puesto que no hay testigos que hayan
presenciado y escuchado los supuestos ilícitos, preguntaremos al acusado qué hay
de verdad en lo que aquí se ha dicho”.

Luego de esto, Dionisio le solicitó al magistrado Demian que iniciara con el


interrogatorio.

65
– “¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas?”, preguntó
Demian. “Traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos saber de qué se trata tu
doctrina…” 39

– ¡Varones atenienses, salud!”, así inició diciendo el Apóstol de Cristo. “Soy


Pablo nacido en Tarsus de Cilicia; soy ciudadano romano y judío educado en la
tradición de mis padres.

Cuando los magistrados lo escucharon decir que era ciudadano romano, y que
además era judío, entendieron que la pena de muerte no sería una opción
aceptable. Los líderes judíos tenían acuerdo con el imperio para practicar
libremente su religión, sin mayor impedimento salvo evitar alborotos y no
oponerse a la legitimidad política del Emperador Romano.

– “En todo he observado que ustedes son muy religiosos”, continuó hablando
Pablo. “He recorrido las calles de la ciudad, he discutido con los judíos en la
sinagoga y en el ágora con los filósofos y la gente que concurre allí. He encontrado
que algunos no tienen de cierto a los dioses y contra ellos vengo a hablar. He visto
muchos monumentos y santuarios a los dioses, pero quiero hablar del altar al Dios
Desconocido, que está camino al puerto. Pues ustedes lo adoran sin conocerlo y les
digo que no lo conocerán; a este Dios los judíos tenemos prohibido decir su
nombre, porque al no conocerlo, cualquier nombre podría ser injusto y no apto
para designarlo en su infinita grandeza, pues Él hizo el mundo y todas las cosas y
todas las personas que en él habitan.

– “¿Por qué no podemos conocerlo?”, intervino Demian. “¿Acaso no hay


sabiduría suficiente para indagar su Ser?”

– “No por cierto”, respondió Pablo. “Este Dios, siendo Señor del Cielo, de la
Tierra y de los Mares, no habita en templos hechos por manos humanas, ni puede
ser honrado por estatuas o ídolos, porque estas representaciones no le hacen
justicia a su grandeza. Él es omnipresente y eterno, pues en Él todo es uno, de Él
todo ha sido hecho y sin Él nada existe. Dios no necesita de los hombres pues al
contrario, los hombres necesitamos de Él porque nos da vida y aliento”. 40

Al escuchar esto, el magistrado Dionisio vio que Pablo no hizo caso a su consejo.
39
Hechos 17, 19-20
40
Hechos 17, 24-25

66
No obstante esto, le pareció que el Apóstol había sido muy hábil en su
argumentación puesto que no habló de nuevos dioses sino de uno que ya era
adorado en la ciudad; también, dio a entender que la manera de adorar al Dios
Desconocido era muy diferente a los modos habituales de adoración a otros dioses,
pero aún así evitó referirse a los otros dioses como “demonios”. Todo esto dejó sin
sustento las acusaciones y abrió la puerta para que la adoración del dios predicado
por los seguidores del Camino pareciera aceptable ante los atenienses.

– “Buscando a Dios podemos hallarle, porque no está lejos de nosotros ya que


por el contrario, nosotros estamos en Él”, prosiguió el Apóstol. “Esa búsqueda no
tendrá éxito por la vía del conocimiento, porque conocemos tan poco de su
grandeza que aún todo el conocimiento humano es minúsculo comparado con lo
que Dios es y lo que ha hecho. Siendo nosotros creación de Dios, no debemos
pensar que Él es semejante a oro, a plata o a piedra porque de ninguno de estos
materiales el hombre ha sido hecho. Tampoco es escultura de arte ni imagen hecha
por hombres 41 porque no podemos ser creación de lo que nosotros mismos hemos
creado”.

– “Y si no podemos conocer al Dios Desconocido, ¿cómo entonces llegaremos a


Él, o tendremos favores adicionales a la vida y los que ya has mencionado?”,
insistió Demian.

– “¿Osa alguno de ustedes, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de
los injustos, para que los injustos decidan lo que es justo? 42 No por cierto”, replicó
Pablo. “¿Acaso no saben que los santos y justos deben juzgar al mundo? Ustedes
son dignos de juzgar cosas de hombres corruptos y malvados, y de cosas injustas
que suceden en las vidas de este o de aquel hombre, pero ¿quién juzgará las cosas
justas y las cosas mayores que involucran a todos los hombres? Por cierto que Dios
lo hará, y por eso pide a todos los hombres que se arrepientan de sus pecados, aún
de los más pequeños e inofensivos. Porque la sabiduría sobre las cosas es
ignorancia de lo divino; no es por el conocimiento sino por la fe que podemos llegar
a Dios. La fe es la certeza de la espera; es la convicción de la verdadera existencia
del Desconocido que no se ve. Lo que se ve fue hecho por Aquel que no se ve. 43

41
Hechos 17, 27-29
42
1 Corintios 6, 1-2
43
Hebreos 11, 3

67
– “Dime más sobre la fe y cómo es diferente del conocimiento”, dijo el
magistrado.

– “Por la fe sincera alcanzaron buen testimonio nuestros antepasados, y la


alcanzarán ustedes si creen, no por la mente, sino por el corazón”, continuó Pablo.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que quien se le
acerque crea verdaderamente que Él existe. Es por fe que aceptamos un beneficio
venidero, que llegará a nosotros en el futuro; aquí el conocimiento no alcanza,
porque es dudoso. Quien duda no tiene fe y no llega a nada, pues por la fe
logramos conquistas y alcanzamos promesas. Sin fe, la persona anda errante en los
desiertos, como perdida en los montes; anda en la oscuridad como en el interior de
cuevas y cavernas. 44 Entonces, es nuestra fe la que nos salvará a quienes somos
seguidores del Camino, cuando Nuestro Señor Jesucristo nos levante de la muerte y
así se cumpla su promesa de resurrección y vida eterna”.

– “¿Ya muertos volverán a la vida y no morirán para siempre? Me parece que


has dicho demasiado”, dijo Demian. “El varón nos promete vida eterna, como los
dioses del Olimpo. Ciertamente ningún dios me había prometido tanto”.

Demian y otros magistrados soltaron las carcajadas; así fue por casi un minuto,
hasta que el magistrado interrogador recuperó la compostura.

– “Otro días nos platicas más de la resurrección de los muertos”, le dijo Demian
a Pablo en tono de mofa, todavía riéndose de lo que había escuchado.

Los magistrados dejaron ir a Pablo, pero le prohibieron seguir predicando en la


ciudad, argumentando que ya había causado suficiente alboroto. Le dieron dos días
para salir de Atenas y dieron el asunto por concluido, siendo este veredicto del
beneplácito de los artesanos y escultores de ídolos.

44
Hebreos 11, 30

68
20

Había sentimientos encontrados entre las tres docenas de asistentes a la


asamblea de hermanos en la fe. La biblioteca en casa de Dámaris estaba llena de
creyentes en Cristo, la mayoría gentiles quienes habían aceptado creer en el
Salvador a cambio de la promesa de vida eterna. Algunos estaban felices de que el
Apóstol no haya sido condenado a muerte; otros, estaban tristes porque el
predicador debía irse de la ciudad.

Pablo se despidió de la congregación y nombró a Dámaris como la encargada de


la nueva Iglesia de Cristo en Atenas. Hubo abrazos y buenos deseos para todos.

La misión de Pablo debía continuar, enseñando el Camino a otras personas, en


otras ciudades del Imperio Romano.

Pablo y sus discípulos Timoteo, Silas y su escribano Lucas, salieron de Atenas por
el Poniente, rumbo a la próspera ciudad comercial de Corinto. Si en Atenas lo
importante era la razón y el conocimiento, en Corinto lo importante será la riqueza
y el dinero.

FIN.

69
70
COMENTARIOS FINALES

Luego del juicio en el Areópago el Apóstol San Pablo, su escribano Lucas,


Timoteo y Silas se dirigieron a Corinto donde predicaron a partir del año 52 d.C.

La Iglesia Católica le atribuye a este escribano la redacción del Evangelio de San


Lucas y el libro Hechos de los Apóstoles.

Terminado el segundo viaje misionero de San Pablo, éste le pidió a Timoteo que
se hiciera cargo de la iglesia en Éfeso, de la cual fue designado Obispo por el mismo
San Pablo.

Tras varios años, los apóstoles de Jerusalén designaron a Dionisio como Segundo
Obispo de la Iglesia de Cristo en Atenas.

Según la tradición, Dámaris habría sido esposa de Dionisio, como lo relata San
Juan Crisóstomo en el siglo IV; de esto no se hace referencia en Hechos 17, 34 pues
solo se hace mención de Dionisio y “una mujer llamada Dámaris”. Es probable que
la unión matrimonial de Diosinio y Dámaris haya ocurrido después de la estadía de
San Pablo en Atenas, si este fuera el caso.

Ya para el siglo IV de nuestra Era todas las escuelas filosóficas en el Imperio


Romano habían desaparecido o habían sido prohibidas, incluyendo el gnosticismo
religioso. Mediante el Edicto de Milán del año 313 d.C., el emperador romano
Constantino El Grande declaró la libertad religiosa y anuló disposiciones anteriores
que prohibían la religión cristiana. Ya para el año 325, cuando tuvo lugar el Concilio
de Nicea, el Cristianismo era prácticamente la religión oficial del imperio.
Constantino mandó quemar los evangelios apócrifos (gnósticos) que no fueron
incluidos en el canon bíblico.

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72
BIBLIOGRAFÍA

* Aristóteles. Física.

* Epicteto. Manual de la Vida. Versión Sharon Lebell.

* Evangelio de Dídimo Judas Tomás (Santo Tomás)

* Filón de Alejandría. In Flaco.

* Lucrecio. La Naturaleza de las Cosas.

* Platón. La República.

* Santa Biblia. Edición Reyna-Valera 1960.

* Sexto Empírico. Esbozos pirrónicos.

* www.es.wikipedia.org

* Ilustraciones: APG

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NOTAS:

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