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¿Te enseño a hacer un nudo?

Siglo mío, bestia mía

Texto: Lola Blasco; Dirección: Marta Pazos. En el Centro Dramático Nacional.

Extrañamente, en esta obra todo aquello que parece digresión o abuso de la alegoría aparece
natural ante los ojos del espectador. Puede que la razón se encuentre en una mezcla de violencia
y delicadeza que empuja a los personajes a lo largo y ancho de un mar revuelto, lleno de
cabezas, crisis y danza.

En el cruce entre los símbolos y el argumento nos encontramos con un barco en el que la
protagonista, joven y alucinada, siempre viendo una ballena entre la bruma, conversa con un
viejo marino al que solo interesan los nudos: son la mejor manera de vencer la tormenta, medir
la velocidad de la nave y, además, aprendiendo a hacer nudos después se puede saber cómo
deshacerlos.

Los personajes inician un viaje por el espacio íntimo de la protagonista y el periplo lleva al
espectador por los diversos escenarios del mundo contemporáneo. Testigos de la revolución
conservadora (el buzo, el caballero, armado de manguera y espada de Alejandro Magno),
pateras que naufragan, las últimas palabras de Saddam Hussein… La ballena nos persigue a
todos, podríamos pensar al final de la representación.

El espacio, una piscina sobre la que se prueba que no es posible caminar sobre las aguas, junto a
las coreografías, intermedios musicales (Lola Blasco reúne lo cómico con lo melancólico),
objetos extraños y un universo sonoro, lleno de luces y estrellas, que hacen presentir al
espectador la bruma que se levanta tras el paso del barco que conduce a los personajes.

Siglo mío, bestia mía es la representación de una crisis personal que se retroalimenta de los
espectáculos más espeluznantes del mundo contemporáneo, aquellos que son virales, que
miramos embobados como si fueran un videoclip. La música que lo acompaña la hemos
escuchado todos, pero a veces es necesario ir al teatro para volver a distinguirla entre tanto
ruido. Eso es precisamente lo que no otorga el texto de Lola Blasco. Música de cuchillos y
alaridos. Al final, lo que queremos es ser mejores. Humildes y mejores.

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