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UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA

“GRAN MARISCAL DE AYACUCHO”


FACULTAD DE DERECHO
NÚCLEO DE CUMANÁ
ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

ABOGACÍA

PROFESORA: BACHILLERES:
ABOG. RITA ANDRADE YOFREN CORDOVA

C.I.: 30.379.021

ANDREA PADRON
C.I.: 29.687.471

ENDERSON ZACARIAS
C.I.: 26.545.278

CUMANÁ, MARZO DE 2023


La abogacía, la persona que la ejerce debe poseer conocimientos suficientes de
su legislación y todo lo que la conforma. A lo largo de la historia, la abogacía como tal
no existía, ya que a muchos no les agradaba la idea de un intermediario el cual hiciera
cambiar la decisión del juez. Esto a lo largo de los años fue cambiando poco a poco,
llevando así a la abogacía y al Derecho como lo conocemos ahora. El término abogado
se origina del latín advocatus, que significa, la persona que aboga o defiende los
intereses de los litigantes, también es el que asesora sobre asuntos jurídicos.

El hombre moderno está acostumbrado a ver en todo proceso judicial la


presencia de un defensor llamado abogado. Sin embargo, la institución de la defensa
ha sufrido una evolución interesante en la historia.

Se pueden dar muchos ejemplos. Así, al remontarnos hasta Egipto, descubrimos


que en el sistema legal de esta antiquísima cultura no existió la defensa con abogado.
Durante el proceso, las partes se dirigían por escrito al tribunal, explicando su caso, el
que luego de hacer el estudio pertinente, emitía la sentencia. El hecho que no existiera
un defensor en el sistema legal se debió a la idea que tenían los egipcios respecto a los
juicios orales, en donde un intermediario podía asumir la defensa; y es que la
jurisprudencia de la época, encontrada en un antiguo papiro, decía que la presencia de
un orador hábil podría influir sobre las decisiones de los jueces y hacerles perder
objetividad. La última instancia consistía en apelar al Faraón, quien no representaba a
la justicia, sino que era la "justicia”.

En Babilonia también existió la administración de justicia, tanto en el período


sumerio como en el acadio, y desde luego existieron tribunales, pero como en Egipto,
tampoco hubo ese intermediario que los romanos, muchos siglos después, llamaron
Advocatus. Las partes recurrían a los jueces y luego apelaban al rey o emperador,
según las épocas históricas. El rey, que era el brazo de la justicia, tenía la última
palabra. Igualmente, entre los hebreos, el sistema legal tampoco se distinguió de los
anteriores.

Fue en Roma donde se desarrolló plenamente y, por primera vez, de manera


sistemática y socialmente organizada, la profesión de abogado, y como ya dijimos
anteriormente, la palabra “abogado” proviene del latín advocatus, que significa llamado,
porque entre los romanos se llamaba así a quienes conocían las leyes para socorro y
ayuda.

En un principio, en Roma, para ejercer la actividad de abogado no se requería


título alguno; solamente era necesario contar con el reconocimiento de sabiduría
jurídica, la cual adquirían bajo la dirección de un maestro el cual les enseñaba e
inducía en las ideas de Gayo, Ulpiano, Paulo y Papiniano; razón por la cual se les daba
el nombre de jurisconsulti, pero si intervenían por otros se les denominaba patroni o
causidici.

A finales de la Edad Media se crean algunas universidades: de 1100 a 1180 la


de Bolonia en donde Irnerio (jurista italiano) y Graciano (monje jurista) fungieron como
maestros de derecho; el primero logró la autonomía definitiva del estudio y enseñanza
del derecho.

En 1200 la Universidad de París con estudios de Teología y Derecho Canónico.

En 1215 la de Salamanca en donde se establecen los estudios de derecho. De


esta manera continúan la de Padua, Nápoles y entre otras.

La profesión del abogado era difícil de ejercer en la época colonial, había que ir
a estudiar hacia las afueras del país. Venezuela tuvo su primer profesor de derecho en
1715 y fue el Licenciado Antonio Álvarez de Abreu, graduado en la Universidad de
Salamanca.

Viendo su gran desempeño el Obispo Rincón le encargó la Cátedra de la


Instituta e igualmente debía leer canones, él desempeño esta Cátedra por Un año y
tuvo 15 alumnos.

A pesar de que la Cátedra de Leyes se organizó un poco tarde en nuestro


medio, en pocos años comenzaron a graduarse Abogados Venezolanos. Los libros de
Héctor parra Márquez sobre “Historia del Colegio de Abogados de Caracas” , de Héctor
García Huecos, sobre “Abogados de la Colonia”, de Mario Briceño Perozo sobre el
mismo tema y la reciente investigación de Rogelio Pérez Perdomo sobre “Los
Abogados en Venezuela”, y los Fondos Documentales del Archivo General de La
Nación, así lo confirman, al punto que para 1810, fue la pléyade de Juristas que salió
de nuestra Universidad Colonial, los que tuvieron a su cargo la redacción de La
Constitución y de más documentos fundamentales de nuestra independencia.

Cabe destacar que los Bachilleres o Doctor en Leyes tenía que ir a presentar el
examen o juramentarse en La Real Audiencia de Santo Domingo que tenía jurisdicción
sobre las Provincias de Venezuela y las Orientales de Margarita, Nueva Andalucía y
parte de Guayana o de Santa Fe de Bogotá que tenía jurisdicción sobre Mérida,
Maracaibo y la parte de Guayana no sometida a Santo Domingo.

En la Universidad Colonial no se estudiaba el Derecho Real, O sea, el vigente


para la época, salvo un intento que se hizo a fines del Siglo XVII de dictar la respectiva
Cátedra en una Academia de Jurisprudencia que tuvo corta duración.

Para poder obtener el título de Abogado no solo bastaba estudiar, sino también
pasar por una serie de pruebas tales como:

a) Dictar diez lecciones seguidas de media hora cada una.

b) Escoger un Tema, darlo a conocer varios días antes y desarrollarlo ante un Jurado
de varios Doctores y Bachilleres en Leyes, quienes refutaban o argüían y el alumno
debía contestar y razonar basado en texto legal, las glosas, los comentarios de los
autores de doctrina y la jurisprudencia.

c) Pasada la prueba anterior, continuamente presentaba un examen propiamente tal


denominado “Las Tremendas”, este consistía en abrir el texto con un puntero de plata y
seleccionar el tema al azar y luego de exponerlos contestar los argumentos contrarios
del Jurado de Cinco Doctores.

Esta última consistía en abrir el texto con un puntero de plata y seleccionar el


tema al azar, dicho tema sería expuesto ante un jurado de cinco Doctores los cuales
tendrán argumentos contrarios. Pasadas "Las Tremendas" todavía había que ir ante la
Real Audiencia y presentar allí la prueba de licencia, haber hecho la pasantía y
presentar el certificado respectivo, además de los requisitos de buena conducta,
limpieza de sangre, etc.
El nuevo profesional debía en esta última instancia, jurar ante el cuerpo,
ajustarse a las normas de ética contenidas en las "constituciones" del colegio, las
cuales fueron puestas en vigencia en 1788.

El Cuerpo tuvo gran importancia hasta que, en 1811, año en el que se le


quitaron los más importantes privilegios que disfrutaba. Guzmán Blanco en su segundo
período, o sea, el quinquenio legisló de nuevo sobre el Colegio de Abogados, como
Institución Oficial, dotada de atribuciones legales que en su esencia se han conservado
hasta el presente.

Ha habido cambios en los planes de estudio desde la fundación de la República


hasta el presente. En 1826, Santander, siguiendo pautas bolivarianas, promulga un
nuevo programa que aumenta el número de materias y consagra la enseñanza del
Derecho vigente, para colmar así la laguna que existía en los estudios coloniales. Este
plan es adoptado por la U.C.V. en 1827, con ligeras modificaciones. En 1841 se pone
en vigencia el nuevo plan, en el cual figuran las materias de Derecho Sustantivo como
el Civil, Mercantil y Criminal, así como de Derecho Procesal. Ese año se incorpora la
Economía Política al pensum correspondiente. El curso que siguen los acontecimientos
es de sucesivas adiciones de nuevas materias hasta llegar al actual status que
consagra la vigente Ley de Universidades y los reglamentos respectivos.

Desde los años noventa del siglo XX, en la mayoría de los países
latinoamericanos se han impulsado reformas judiciales, que incorporan entre sus
objetivos la promoción de mecanismos alternativos al litigio para la solución de
conflictos jurídicos, ya sean individuales o colectivos. Este proceso que se conoce
como la "des judicialización de la justicia" ha abierto un campo nuevo al ejercicio que
los abogados deben compartir con otros profesionales (psicólogos, politólogos,
sociólogos, relacionistas industriales). Si bien es cierto, la monopolización se conserva
para actos dentro del sistema de administración de justicia, los mecanismos
alternativos han afectado la clausura social.

La promoción de mecanismos alternativos al litigio no puede desvincularse de


los procesos de globalización, que conllevan a una ampliación de los mercados y a una
cierta unificación de las reglas que rigen los intercambios comerciales. Los negocios no
se circunscriben a un determinado ordenamiento jurídico. Por ello, es preferible
solucionar las diferencias por mecanismos que permitan utilizar criterios más
vinculados con la eficiencia, la equidad y la eficacia de la solución.

Los estudios de otros países reportan que la incorporación de las mujeres y


personas provenientes de las comunidades étnicas minoritarias ha influido en las
formas de ejercicio, ya que se ha ampliado la oferta de servicios jurídicos.

Este incremento en la oferta de servicios jurídicos ha sido valorado de manera


positiva, pues ha producido una baja en el precio del servicio, posibilitando el acceso a
los sectores de escasos recursos; sin embargo, ello no puede desvincularse de la
profundización del fenómeno de la proletarización del ejercicio profesional, concepto
utilizado para designar formas precarias y poco éticas del ejercicio, más que para
referirse al proceso de conversión en asalariados de los abogados.

En Venezuela, la proletarización del ejercicio profesional se vincula a la


incorporación de abogados provenientes de la clase social baja, pues ellos tienen
mayores dificultades para insertarse en las formas más prestigiosas de ejercicio
profesional. En los barrios caraqueños han comenzado a funcionar escritorios jurídicos
que establecen personas de la comunidad que se han graduado en derecho.

La estrecha vinculación entre las funciones de los abogados en el sistema


político y el ejercicio de la abogacía también ha sufrido transformaciones.

Se ha sostenido que existe una convergencia profesional entre política y


derecho. Muchas de las habilidades que se requieren de los abogados no son técnicas,
sino que también es muy importante manejar una red de relaciones sociales. Conocer a
las personas que deben tomar la decisión dentro del aparato estatal es tan importante,
o tal vez más importante, que saber construir el silogismo jurídico en el caso concreto.
De ahí que una pasantía por el sistema político hace a ese abogado más atractivo
profesionalmente y mejora su estatus dentro de su mercado laboral.

Pero, además, por mucho tiempo, las decisiones gubernamentales estuvieron


ligadas a argumentos jurídicos (justicia social, equidad, cumplimiento de derechos o
adecuación de la propuesta a normas constitucionales o legales). Lo jurídico era un
elemento relevante a la hora de decidir una política pública.

Hoy han adquirido más peso los argumentos de otras esferas del saber y se
promueve que las políticas públicas se diseñen tomando como criterios a la factibilidad
económica, la eficiencia, la productividad, aunque no dejan de estar presentes los
argumentos de solidaridad y justicia social. Este hecho ha tendido a desplazar a los
abogados en la esfera de la toma de decisión sobre lo público, posibilitando la entrada
de otros profesionales, como los economistas, los administradores, entre otros. Podría
decirse que los abogados se han concentrado en una especificidad profesional:
redactar las leyes que van a desarrollar esas políticas públicas.

Gracias a la evolución de la abogacía, es mucho mayor la exigencia que exige


ésta sobre el abogado, ya que éste debe poseer cualidades tales como una capacidad
negociadora, equidad y el buen uso de la oratoria, en base a esto, los abogados tienen
que tener conocimientos de mediación, conciliación e incluso en algunas ocasiones
convertirse en una especie de psicólogos o sociólogos, todo esto con la finalidad de
aumentar la eficiencia de su ejercicio, tanto en las relaciones jurídicas de la sociedad,
como en las relaciones comerciales y en general. El concepto del abogado ha ido
evolucionando; tradicionalmente, a un abogado se le reconocía por la cantidad de
juicios o contiendas legales que éste haya ganado, pero en la actualidad, es posible
afirmar que el profesional del derecho más eficaz es aquel que logra solucionar
conflictos extrajudicialmente, que tiene la facultad de persuadir a las partes para que
cedan en sus pretensiones y así llegar a un acuerdo.

Los abogados desempeñan una labor fundamental en nuestro Estado de


Derecho, pues son los profesionales que asesoran en derecho a la ciudadanía,
propician la resolución extrajudicial de los conflictos y, en su caso, defienden en sede
judicial los derechos e intereses de sus clientes. Sin un adecuado asesoramiento
jurídico muchas relaciones personales, empresariales o institucionales acabarían
abocadas a la ruptura y al conflicto. En ese sentido los abogados desarrollan una
importantísima labor preventiva que evita numerosos litigios.
Cuando surgen las controversias el buen profesional de la abogacía procura
soluciones pactadas que resuelvan las divergencias en sede amistosa o pacificadora.
Los letrados logran a diario innumerables soluciones negociadas, que son la mejor
solución para sus respectivos clientes. En última instancia es recomendable acudir a la
mediación o al instituto del arbitraje, procurando así evitar la judicialización del conflicto.

Pero la labor más característica de los abogados es la de actuar ante los


tribunales defendiendo los derechos e intereses de sus clientes. Entonces el letrado se
constituye en presupuesto de funcionamiento del Poder Judicial, pues sólo su
intervención garantiza el ejercicio del derecho a la defensa. No puede administrarse
justicia sin abogados que defiendan a todas las partes que lo son en el proceso. En
gran medida depende del buen hacer de los abogados que el juez finalmente pueda
decidir con acierto y hacer justicia en el concreto asunto. La contradicción es clave en
todo proceso y el trabajo del abogado determina en muchas ocasiones el sentido último
de la resolución judicial definitiva. Por todo ello la ciudadanía y los poderes públicos
deben valorar adecuadamente a la abogacía, asimilando que es bastante más que una
mera profesión liberal. Desde todas las perspectivas la abogacía es fundamental en un
Estado de Derecho e imprescindible para que a diario pueda realizarse ese valor
fundamental al que llamamos Justicia.

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