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1. ¿Por qué Jesús quiso dejarnos sacramentos para perdonarnos?

Antes analizaremos el papel del Padre, del Hijo, del Espíritu y de la Iglesia en el
sacramento de la penitencia y de la unción de los enfermos: Es el Padre mismo quien
realiza los sacramentos por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Cristo es la cabeza de
la Iglesia, que es su cuerpo. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Cuando el Padre
realiza el sacramento mediante Cristo en el espíritu, obra el perdón de los pecados por
medio de la Iglesia. Cristo es el medio por el que se realiza el perdón; la Iglesia es el
instrumento vivo por el que se realiza.

Podríamos decir que el amor de Cristo se muestra en que busca a quienes están perdidos
y cura a los enfermos. Por eso se nos dan los sacramentos de la curación y restauración,
en los que nos vemos liberados del pecado y confortados en la debilidad corporal y
espiritual. El CEC 1421 dice: “El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de
nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del
cuerpo, quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de
curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los
dos sacramentos de curación: del sacramento de la penitencia y de la unción de los
enfermos”.

El pecado es una ofensa a Dios, y a su vez, atenta contra la comunión de la Iglesia.


Por lo tanto, la conversión implica tanto el perdón de Dios –que es el único que posee el
poder de perdonar el pecado− como la reconciliación con la Iglesia. El pecado no
afecta a Dios, sólo a nosotros. El pecador al pecar sigue en la Iglesia pero no está en
plena comunión con ella.

Podemos decir que Jesús confía a la Iglesia el poder de perdonar los pecados y que
ejercen quienes han recibido el sacramento del Orden y guían pastoralmente la Iglesia
en nombre del Señor. La obra de la salvación va estrechamente ligada a la obra de la
Iglesia, de modo que vivir o no en comunión con ella y con Dios significa estar dentro o
fuera del camino de la salvación. Posteriormente en la Iglesia vemos diferentes etapas
en relación al sacramento de la reconciliación o penitencia:
a) De Cristo al año 150 d. C.: En esta época no hay testimonio de “sacramento”,
aunque sí “conciencia” de que la Iglesia podía perdonar los pecados ante los
escándalos públicos (ej.: S. Pablo y el incestuoso de Corinto). La penitencia se
relacionaba con la “excomunión” (la persona no podía recibir la fracción del pan y
el obispo la expulsaba). La penitencia consistía en el ayuno o la limosna y se hacía
por voluntad propia.

b) Del año 150 al 313 d. C.: Aparece la “Actio Penitentia” (hacer penitencia conforme
a lo que había dictado el obispo) y el “penitente espontaneo” (el que se acusa de sus
pecados). El sacramento de la confesión se podía recibir una vez en la vida. Con
Cipriano de Cartago, en el año 250, aparece la conciencia de los “pecados internos”.

c) Del año 313 al 476 d. C.: Aumenta el número de penitentes al haber “libertad
religiosa”. Teodosio, en el 380, hace del cristianismo la “religión oficial”. Aparece
el “Ordo Penitentium” (Orden de los penitentes): los que hacían penitencia, a
veces durante años. En la misa estaban apartados del resto de fieles. La confesión
era auricular y secreta, pero la penitencia era pública.

d) Después del 476 d. C.: A partir del 600 aparece la “penitencia irlandesa”:
confesión y absolución se daban en el acto (esta penitencia se podía repetir, ya no
era una sola vez en la vida). Asimismo la penitencia deja de ser pública y se vuelve
privada. Aparecen los “presbíteros penitenciarios” que confesaban y absolvían.

Los pecados más graves eran el asesinato, la apostasía y el adulterio. Se confesaba una
vez en la vida; el que volvía a pecar la Iglesia lo dejaba en la misericordia de Dios. Los
penitentes no podían asistir a la Eucaristía (excomunión) y la penitencia era pública.

Sobre el sacramento de la unción de los enfermos podemos decir lo siguiente: El


concilio de Trento definió la institución de todos los sacramentos por Cristo. Puesto
que los 12 carecían de autoridad para instituir sacramentos, el concilio acuñó la
expresión: “la unción de los enfermos es un sacramento instituido por Cristo,
insinuado por Marcos y promulgado por Santiago”. Así en Mc 6, 7-13 se dice: “Y
llama a los 12 y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus
inmundos […] expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban”. Y en St 5, 14-15: “¿Está enfermo alguno entre vosotros?
Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el
nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se
levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados”.

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