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EL TODO Y SUS PARTES

“Un sistema es más que la suma de sus partes”. Este axioma fundamental de la teoría de
sistemas, a estas alturas del siglo XXI, es casi un lugar común. Sin embargo pareciera que
muchos sobreinterpretan este llamado de atención a considerar el todo sin caer en la
simplificación de los análisis reduccionistas, y lo asumen como un mandato a ignorar
olímpicamente a las partes integrantes del sistema.
De cara al escenario electoral, que tiene fecha fatal el 21 de noviembre, la dirigencia
nacional de la oposición venezolana pareciera estar actuando de esa manera. Esto, por
supuesto, es una conducta errónea, porque si bien es cierta la premisa de la frase inicial
de este escrito, es claro que la estabilidad del todo y eventualmente su viabilidad, no es
posible si sus partes se desarreglan.
Cada estado y cada municipio del país vive su particular circunstancia política, pero en
todos -con mayor o menor intensidad- debe estar desarrollándose el mismo proceso que
estamos viviendo en Nueva Esparta: una creciente atención y preocupación por la
renovación de los mandatos de las autoridades regionales y municipales.
Esa situación se refleja aquí en la Isla en los resultados que registran los estudios de
opinión, los cuales evidencian una clara disposición al voto por parte de una población
mayoritariamente opositora. En medio de la pandemia y de la parálisis económica,
podríamos decir que en materia electoral aquí tenemos (aunque parezca una expresión
contradictoria) una cierta normalidad anormal.
En la Isla proliferan los precandidatos del sector democráticos a las alcaldías y se torna
cada vez más rudo el debate por la candidatura a la gobernación. Sabemos que en
tiempos electorales sube la adrenalina y fluyen abundantemente las pasiones; eso es sano
y normal. Pero la ausencia de reglas (protocolos para consensos, diseño de primarias) para
canalizarlas democráticamente, puede generar en estos momentos situaciones
indeseables de múltiples candidaturas que harían la cama a los escuálidos y desangelados
candidatos del chavismo. Por cierto, los aspirantes rojitos no tienen ese problema:
amaestrados para la sumisa imposición del dedo (aquí el de más calibre y el que se acepta
más gozosamente, es el de El Aissami) esperan dócilmente.
El expansionismo es lo contrario al reduccionismo. Tengo la impresión de que, influida por
ese enfoque, nuestra dirigencia nacional ha pecado de exceso de atención al suprasistema
(“los más de sesenta países que han hecho tanto por nosotros y frente a quienes no
podemos quedar mal”) y ha descuidado por completo a los sistemas subnacionales.
Todavía estamos a tiempo para equilibrar la perspectiva de análisis y tomar las decisiones
que ayuden a los estados y municipios a consolidar las victorias electorales que permitan
avanzar en el proceso de desalojar del poder a este régimen inepto, corrupto y criminal.

Carlos Seaton: El todo puede ser más que la suma de las partes  en los sistemas
funcionales. Ese es el fenómeno de la emergencia, una propiedad de los sistemas que  se
produce cuando se generan estructuras, patrones y propiedades novedosas y coherentes
durante el proceso de auto-organización de sistemas sociales abiertos, complejos y
adaptativos. En el caso de los sistemas disfuncionales, como lamentablemente ocurre en
nuestro país,  tenemos auto-destrucción en lugar de auto-organización.

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