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Inflamación

Es la respuesta para eliminar a los invasores extraños (agentes infecciosos o tejidos dañados); es
una respuesta protectora (inmunidad innata) en la que participan las células del huésped, los
vasos sanguíneos, y las proteínas y otros mediadores, que tratan de eliminar la causa inicial de la
lesión celular, además de las células y los tejidos necróticos causados por la agresión inicial, e
iniciar el proceso de reparación.

Aunque la inflamación ayuda a eliminar las infecciones y otros estímulos nocivos e inicia la
reparación, la reacción inflamatoria y el consiguiente proceso reparativo pueden ser causa por sí
mismos de un importante daño por tanto las reacciones normales totalmente beneficiosas pueden
producir lesiones llegando a convertirse en una reacción muy intensa, prolongada o inadecuada.

Las células y moléculas implicadas en la defensa del huésped, incluidos los leucocitos y las
proteínas plasmáticas, normalmente circulan por la sangre y el objetivo de la reacción inflamatoria
es localizarlas en el foco de infección o daño tisular.


La inflamación es inducida por mediadores químicos producidos por las células huésped en
respuesta a los estímulos lesivos. Los macrófagos, las células dendríticas, los mastocitos y otros
tipos perciben la presencia de infección o lesión secretan citocinas y otros mediadores que
inducen la inflamación, también se crea por proteínas plasmáticas que reacciona con microbios o
tejidos lesionados y traen leucocitos que tratan de eliminarlo por fagocitosis.

Entre las manifestaciones externas de la inflamación, que con frecuencia se conocen como sus
signos cardinales, se encuentran el calor, el eritema (rubor), la tumefacción (tumor), el dolor y la
pérdida de función. Estas manifestaciones tienen lugar como consecuencia de los cambios
vasculares, así como del reclutamiento y de la activación de los leucocitos.

La inflamación normalmente está controlada y es autolimitada (aguda) pero si persiste esta se


convierte en crónica).

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