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Óscar Pardo – UN

“No son de hoy ni ayer esas leyes; existen desde siempre y nadie sabe a qué tiempos se
remontan. No tenía, pues, por qué yo, que no temo la voluntad de ningún hombre, temer
que los dioses me castigasen por haber infringido tus órdenes.”

Antígona

Sin duda, el que más me gustó fue Antígona. Inicialmente el castigo que debe sufrir por -
hacer, no sólo lo que ella considera correcto, sino hacer lo que los dioses ordenan como
correcto, me hace crear cercanía con la protagonista. Además, al ver la estructura de la
obra, puedo caer en cuenta (y nunca lo había hecho) que el teatro, tal como lo conocemos y
hemos conocido desde que tenemos uso de razón, nació en algún lado y aún más
importante, evolucionó. Esta tradición no nació de la nada, (aunque como dice Aristóteles,
el hombre imita por naturaleza) tiene un valor histórico incalculable, y la tragedia nos
acerca, en lo que puede, a sus días de esplendor. Adicionalmente, pensar una historia tan
intrincada, ver cómo y aunque lo intenten, los personajes no pueden evitar este final tan
trágico y sentir ese sinsabor que despierta compasión, pero a la vez, saberse satisfecho de la
belleza y complejidad de las palabras que fueron escritas hace tantos cientos y cientos de
años, es un placer que no se puede alcanzar de otra forma, salvo leyéndolo. La tragedia en
general es un género totalmente nuevo para mí, pero me ha fascinado; la unión de las
historias, el entramado textual, el fatídico pero inevitable destino al que están destinados los
personajes, los monólogos y la participación del coro, hacen que no sólo sea, para mí, el
texto más atractivo sino además el más complejo y completo de las obras que hemos visto
hasta ahora.

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