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Emisiones de

medianoche
hazme fuerte ante la debilidad, hazme débil ante la fortaleza,
hazme crédulo ante el misterio, hazme incrédulo ante la verdad...
Pero sobre todo, haz que vuelva a creer en tí, señor

Por: José Domingo Garzón1

A Eliana Ximena

1
 Premio Nacional de Dramaturgia, Universidad de Antioquia, 2006
Apuntes alrededor de esta obra.

1.
Más que un acto genuino de invención, la literatura es como la deformación de las
cosas que pasan y sacuden al hombre: Narrar eventos que merecen la suerte de
volverse absurdos ejemplos de las múltiples posibilidades de una condena que puede
pagar un hombre o una mujer en su tránsito por la vida. Las historias felices sirven
para pasar un buen rato, pero no tienen el poder telúrico de sacudir el cimiento del
significado de existir, y esto se debe a que estamos tan expuestos al peligro, que
conocer una desgracia ajena nos sobresalta, pero nos pone un poco a salvo.

2.
Escribir para teatro tiene sus reglas y sus trampas. Un escenario es vida, respiración,
olores, brillo de miradas, peripecias. Un texto impreso es letra muerta. El autor teatral,
aquel formado en la savia de la práctica escénica, lo sabe, y sabe que al momento de
volverse carne, su texto será apenas una excusa más o menos débil ante el ímpetu de
las formas que lo harán íntegro.

El texto dramático es, pues, el mapa de un tesoro que dice dónde hallarlo, pero que no
puede contemplar ni las fieras que saldrán al paso de los expedicionarios, ni las
inclemencias del tiempo, ni los azares que puedan interponerse en su camino, los
impredecibles que hacen realmente importante la aventura. Por eso, nunca puede ser
definitivo, ni cerrarse sobre sí mismo, porque, además, está dirigido a un actor, a un
diseñador y un director; no al lector "civil", sino a aquel capaz de suponer un tejido
escénico, una latencia; en fin, una posibilidad de vivir en un espacio teatral.

El verbo, la parte literaria que compone el evento teatral, no es más que una mínima
parte del acto de la representación. En algunos casos, es el ingrediente más
importante, pero desconocer la capacidad del actor para encarnarlo, transformarlo y
hacerlo presente con su cuerpo y con los recursos escénicos puestos a su disposición,
es suponer que el papel del teatro es el de copiar una realidad que, de por sí, es
explícita.
El impacto de una representación teatral está dado por un todo que discurre en un
tiempo real, como el de la vida, pero que concentra, condensa, disloca, funde,
amalgama, subvierte, transmuta... Esa transmutación de la realidad es lo que
probablemente salva al teatro de una simple función de imitar para entretener.

La técnica teatral, que hace rato abandonó el enfoque realista y fotográfico de la


interpretación psicológica como recurso de comunicación a favor, entre otras cosas,
de una exploración sobre la subjetividad del ser, la sustancia de la expresividad, la
ensoñación y los miedos, sugiere ahora una mixtura de los enfoques que antes
parecían irreconciliables entre sí, hecho que en el contexto postmodermo sentencia la
defunción de los dogmas.

3.
Cuando reconocemos que la comunicación humana, el dar y el recibir, se da a través
de los sentidos, y que el Teatro es el único Arte que comunica a través del hombre (no
por medio de una extensión) empezamos a reclamar un Teatro que se dirija, al
tiempo, a todos nuestros sentidos, que los convoque a una experiencia irreal, ya que el
Arte se hace para contrarestar dicha realidad, o para afirmarla a través de su
negación.

Pensar un Teatro con la latencia cierta pero irreal de una pesadilla: Cierta porque nos
pertenece y nos conmueve; irreal porque nos sacude al hacer cohabitar, en un sólo
ámbito, espacios dispersos en la psiquis, almas muertas, seres episódicos que el
simple recuerdo ya olvidó, amores imposibles, fortunas...

4
Nada más obsceno que presenciar el drama de un hombre.

Situados ante un estado de extrema aflicción humana, nuestros sentimientos se


balancean entre la certeza de estar a salvo de aquella dolencia y la posibilidad cierta
de sufrirla algún día.
La tragedia griega descubrió al hombre que goza -goce no es sinónimo de alegría-
con presenciar la representación del sufrimiento humano, merecido o inmerecido.

Desde entonces, ahí está el Teatro justificándose a sí mismo, abriendo a los voyeristas
el ojo de una cerradura para que se contemple el cuerpo abierto y diseccionado de un
semejante.

Un hombre puede padecer su drama de manera natural, sin sorpresas ni sobresaltos,


pero es decepcionante presenciar un evento predecible e intrascendente. Cuando se
carece del sufrimiento que enaltece la vida, cuando no es posible contemplar la caída
fundamental, cuando no se puede ejercer la solidaridad frente a la debilidad, cuando
no podemos afirmar nuestra moralidad en la inmoralidad ajena, no hemos asistido a
nada importante.

Pienso un escenario como una tribuna y un confesionario.

Tribuna porque en la escena se puede hacer público lo secreto, compartir lo que hay
que guardar... Pero el Teatro brinda la oportunidad de que aún el secreto continue
siéndolo, ya que su revelación es un encuentro personal entre un espectador, una
especie de Dios que oye las súplicas y las invocaciones, y aquel ser que tiene para
contarnos su propio padecimiento.

Confesionario, porque un personaje destinado a la escena debe ser esencialmente una


confesión: No un fotograma, sino una revelación de cosas íntimas, personales -si se
quiere perversas- que son, casi siempre, tan ingenuas como mezquinas. La
trascendencia de la confesión del personaje radica, pues, en la opción que tiene de
pensarse mejor o peor de como se le reconoce y se le valora, y, en todo caso, de
pensarse real, tal como se es, voluble y algo desquiciado.

Más de la mitad de su vida, el hombre vive en soledad y en confrontación consigo


mismo. Su monólogo interno pasa por el alborozo de sus pequeños éxitos, siempre
son pequeños, y sus grandes, siempre grandisimos, desencantos. Si inventa un alter
con quién dialogar -su propio espejo-, sus padecimientos siempre serán engrandecidos
para provocar compasión así sea consigo mismo.
La gran tragedia del hombre sobre la tierra es que no está solo. En la certeza de no ser
el centro de las cosas y en su incapacidad para encarnar la prepotencia egocéntrica y
autócrata de Dios radica su catástrofe. Así, por más que quiera, no le es posible
disponer a su antojo de su propio destino, pero más que eso, del destino de sus
semejantes. El hombre necesita del otro para confirmarse, pero aquel lo niega, como
Pedro, y lo sitúa en la dimensión del fracaso, de la inutilidad.

En su lucha por no sucumbir a esa negación, el hombre encuentra su razón crucial


para abrirse espacio, ser alguien, conquistar su individualidad, imponerse, gobernar.
Sólo que eso que llaman la ley de la selección natural es implacable y no a todos se
les permite acceder a esa posibilidad. La masa de hombres sometidos en esta lucha
despiadada y sutil busca su acomodo y se plega en su grey, se pone al abrigo, busca
amparo: Un espacio, en el que pueda caber, en la inmensa pirámide que se va
construyendo permanentemente, sola.

En la base de esa pirámide, en la parte oculta de la luz, a la sombra, en el inframundo,


un ejército de seres derrotados repta día a día, medrosos, como Blanche Du´Bois, de
que la luz descubra, con toda su intensidad, la palidez de sus almas.

5.
Emisiones de Medianoche nació de una sospecha: la sospecha de los habitantes de la
noche pegados a un incesante Dios que dicta temas de qué conversar, músicas que
escuchar, consejos que moralizan; un interlocutor al que, por fortuna, sólo hay que
escuchar, aunque, esporádicamente, también abre los micrófonos para escuchar
susurros. Ese ser omnipresente llamado radio que habla al oído tonterías, que monta
tras de sí una maquinaria enorme para satisfacer el mercado de la soledad a través de
las melodías y las notas de la gente mejor que la que escucha, ese confesor interesado,
ese padre que aconseja, esa madre que está contigo y te dice cómo vestirte, qué está
bien, que dice qué es posible hacer y dónde, ese que dice"vete a dormir, pero si no
quieres o no puedes, aprovecha que no te ven y aduéñate de la noche conmigo..."

Emisiones de Medianoche pretende ser como la piedra que se levanta para dejar al
descubierto un pequeño universo de seres pálidos a los que la luz revuelca; un
confesionario en el que sobresalen, del claroscuro, los rasgos ya tristes, ya
amenazantes, de la oscura condición humana de aquellos marginados de la luz.

EMISIONES DE MEDIANOCHE

Personajes

JACOBO ESTUPIÑÁN, PERIODISTA


ELLA, SU ESPOSA
JACINTO COLMENARES, PERIODISTA
NINFA SOSA, PERIODISTA
LA GRABADORA
INCISO 1
INCISO 2
INCISO 3
INCISO 4
EL DIRECTOR
EL HIJO DEL DIRECTOR
EL SURTIDOR
SU CÓNYUGE
LA TRISTE
EL MELANCÓLICO
EL FINADO
DON CIRILO
EL JOVEN ISRAEL
AGENTE
VOCES
Escenario
Esta obra deberá representarse con el mínimo de accesorios
escenográficos posible. Un par de elementos bien definidos y
teatrales, esto es, con carácter, pueden componer un espacio.

El manejo de escenas simultáneas que sugiere la obra, por otra


parte, obliga a una constante actividad extra-escénica en la
disposición de planos, actividad que, de ninguna manera, será a
escondidas. Más bien, el elenco debe estar en constante estado
de presencia escénica, desarrollando una partitura constante de
movimientos que funcione como telón de fondo hasta adquirir,
como por disolvencias, primeros planos.

El trabajo de luces, en tonos básicamente azules, grises y


amarillos quemados, debe aportar una sensación fluída a la
narración.

Solamente los personajes denominados I NCISOS poseerán un


maquillaje muy caracterizado, definido por una coloración azul
intensa en su rostro, cabellos y manos, resaltado por fuertes
líneas negras y detalles rojos. Asímismo, el vestuario de éstos
personajes, que son un poco el eje de la representación, deberá
tener una elaboración especial en colores opacos, no sucios,
que les permita realizar, a veces, ágiles movimientos
coreográficos, aunque su constante sea la sensación de pesadez.
Los INCISOS siempre, siempre, llevarán un aparato de radio al
oído.

PRELUDIO

Panorama desde el puente.


Un atardecer tinto en amarilllos rojizos. Una baranda como de
puente. Un hombre solo.

JACOBO ESTUPIÑÁN pasea. Viste un largo gabán. Se pasa


repetidamente las manos por la frente. Del gabán, saca una
pequeña pistola, juguetea con ella con la intención de lanzarla
por la baranda. Finalmente, la observa otra vez, la esconde,
vuelve y se pasa la encrespada mano por su cabello revuelto.

Ahora, saca de su bolsillo una radio, la enciende, se la lleva al


oído y, cabizbajo, inicia su salida de escena. El sonido gangoso
de emisora mal sintonizada atrae a cuatro figuras grisosas, los
INCISOS, quienes luego de pararse un instante en medio del
puente, lo siguen.

PRIMER ACTO

1.
El aposento.
Al fondo, en levantadora , sentada en un sofá, con una taza de
café y un cigarrillo, ELLA, LA ESPOSA. A su lado el teléfono,
que suena.

ELLA, LA ESPOSA:
Aló, hola, sí, me dijiste que llamarías a las cuatro...

ESTUPIÑÁN:
Si. Ya voy para allá. ¿Las niñas?

ELLA, LA ESPOSA:
Y ya van a ser las seis...

Canta la estrofa de "Gitana" mientras se dirige hacia ella.


ESTUPIÑÁN:
"Las palabras son de aire
y van al aire
mis lágrimas son agua
yyyyyyyyyyy
van al mar.
Cuando un amor se muere,
sabes chiquita dónde va?
sabes chiquilla dónde va?"

Se para junto a ella, que persiste en hablar por el teléfono.

ELLA, LA ESPOSA:
Por qué no vienes, necesito hablar contigo de una vez por todas, no
puedes dilatar constantemente esta zozobra, ¿me oyes?

ESTUPIÑÁN:
¿No me ha llamado nadie de la emisora?

ELLA, LA ESPOSA:
(Sigue al teléfono) Apenas llegues, lo sé, te entrarás directo al cuarto
y te cambiarás de ropa y te volverás a ir a la emisora y volverás
mañana en la tarde para hacer exactamente lo mismo que has hecho
hoy, ayer, antes de ayer...

ESTUPIÑÁN:
Quedaron de dejarme un recado contigo, ¿acaso saliste? ¿Dónde están
las niñas?

ESTUPIÑÁN va al fondo, se saca el gabán negro y se pone un


chaquetón café, se cambia los zapatos, saca la pistola del
gabán y la pasa a la chaqueta, todo ello de espaldas a su
esposa, que se pone el teléfono en el canto. Durante la escena,
permanecerá igualmente quieta, como autómata.

ELLA, LA ESPOSA:
Espero que sea la hora. Tengo cuatro relojes dispuestos a avisarme
ante cualquier distracción, uno en cada punto cardinal del
apartamento, para cubrir todos los flancos, para mirarlos de reojo y
saber exactamente la hora que es, cuando es. Y la cosa funciona así,
poco más o menos. La primera mirada coincide con el contacto de la
llave con la chapa. Entonces, sin importar la hora, corro a la
habitación, apago la lámpara y me cubro hasta la cabeza. Segundo, él
enciende la luz y lo primero que hago es mirar el segundo reloj.
Nunca pasamos más de dos minutos entre una mirada y otra, lo tengo
cronometrado. Ahora, sé que no me dirá nada, sin embargo, siempre
espero los cinco minutos reglamentarios antes de levantarme callada
e irme para el estudio y encender el cigarrillo. Allí, miro el tercer
reloj y sé que le quedan, de vienticuatro horas, cinco minutos para
atenderme... Entonces hablamos lo que hablan todos los matrimonios
en estos casos. El último reloj queda exactamente al lado de la
ventana, por donde lo veo desaparecer, tragado por la noche...

ESTUPIÑÁN:
¿Quién te dijo que yo era tuyo?... (ELLA, LA ESPOSA, hace
pucheros) Sí, que ya no te quiero (gime), sí, que no llores, (Llora) sí,
que por favor, sí, que no me vayas a tirar el teléfono... Sí, mañana
hablamos de eso...

ELLA, LA ESPOSA:
Pero no hay mañana. Siempre esquivando la mirada...

ESTUPIÑÁN:
Anjá, la mirada sincera...

ELLA, LA ESPOSA:
Por Dios, deberías ser sincero por una vez en la vida, y contarme...
ESTUPIÑÁN:
No se si realmente temes por mí o por tí misma...

ELLA, LA ESPOSA:
Por favor, ponle orden a todo esto...

ESTUPIÑÁN:
Orden, orden, ¿para qué orden? Eso es un desorden, fruto de la
inestabilidad de mi carácter.

ELLA, LA ESPOSA:
Sí, temo por tí. Ya no eres el mismo. Cuando aceptaste ese trabajo de
dirigir las Emisiones de Medianoche, lo hiciste porque decías que era
muy fácil y mejor para nosotros. Decías que así podrías dedicarte a
escribir, mientras se desarrollaba el programa, que conocerías más
gente de esa extraña, que siempre te había llamado la atención, esa
que no duerme y que llama en la madrugada a la emisora para decir
toda clase de cosas raras.

ESTUPIÑÁN:
¿Sabes? Deberías reemplazarme allí. Necesitan gente serena y
mentalmente competente, con ansias de superación, fe en sí mismos.
Y yo, bueno, sabes que ya claudiqué.

ELLA, LA ESPOSA:
Ahora sé que lo mío es un monólogo en esta cárcel, con dos niñas que
pasan como sombras y se confunden con las demás sombras que me
acompañan aquí. Sí, deben estar por ahí, de pronto ya se fueron a
dormir... ¿Sabes que echo de menos cuando todavía pasabas unas
cuantas horas aquí, aunque fuese durmiendo, aunque fuese ahí, en tu
escritorio... fumando... y como ausente? De todas formas hace tanto
tiempo que eres un extraño más de esta casa... te volviste como esos
seres de la noche de los que tanto hablabas, cuando todavía
hablabas...

ESTUPIÑÁN:
(Se adelanta un par de pasos a proscenio, con su grabadora en la
mano derecha, mientras la izquierda la esconde bajo la chaqueta)
Estoy acorralado. Es una sensación que se va subiendo como un
vómito y se queda enquistada por aquí, en la manzana del primer
pecador. Bien, nadie ve nada, y cuando pregunto, todos me dicen que
debe ser algo así como... No vale la pena. Todos mis padecimientos
se suceden en esta zona, donde comienza la cabeza. A veces, en el
desespero, me siento masticando vidrio molido, lo mastico y lo
escupo, pero por más que lo escupa, siempre se quedan allí briznas
que se reproducen como bacterias y escupo y escupo y no se acaban...
(Con ELLA, LA ESPOSA) Afuera, detrás de esa puerta, todo huele
distinto al aire de encierro de esta casa, de encierro sin luz, de
oscuridad en la que uno flota como un ciego, tratando de no
tropezarse con los muebles, ni contigo. Sí, afuera todavía queda un
poco de luz que me hace brillar, pero al entrar en esta otra, todo se
vuelve olor a encierro, olor a tí...

ELLA, LA ESPOSA:
Cuando saliste de la universidad querías ser importante, llegar a ser
un gran director de emisoras y ahora, ¿en que te has convertido? ¿Tú
no eras así, qué te pasó?

ESTUPIÑÁN:
Pasó que un día, a tus espaldas, me levanté mirando para el lado
contrario y me quedé sentado al borde de la cama más de lo
acostumbrado. Enseguida, volví a arroparme y me quedé mirando
para el techo, pensando que el mundo no solamente podría seguir sin
nosotros dos, sino que seguiría mejor...

ELLA, LA ESPOSA:
No crees en nada. ¿Cómo puede uno hacer para andar por el mundo
sin tener en qué ni en quién creer?
ESTUPIÑÁN:
Te equivocas, creo en algo que existe, en algo cierto: En mi propio
infierno...

ELLA, LA ESPOSA:
Qué quieres decir?

ESTUPIÑÁN:
Que no hay peor infierno que el que uno se construye a su medida,
mujer, así los de los otros sean peores, pero como no me consta, por
eso el mío es incomparable...

ELLA, LA ESPOSA:
¿Tú que sabes si los demás no dicen lo mismo?

ESTUPIÑÁN:
Puede que el infierno de ese señor sea hoy un crédito mal calculado,
pero no será definitivo, no como este, entre otras cosas, porque no
tendrá este olor, no esta oscuridad, en la que uno se guía como las
ratas y esos animales que se orientan por el olor de sus propios
excrementos. Así me pasa aquí...

ELLA, LA ESPOSA:
Entonces vete, lárgate, no vuelvas...

ESTUPIÑÁN:
Eso es lo peor, que no puedo no volver, porque no puedo escapar a
ese olor que se me pegó como un abrigo invisible, que no huele para
los demás, sólo para mí. Mi cuerpo es ya esta casa, con este olor y
esta oscuridad que me corroe. Por eso no me puedo ir, porque no
sabría como ser distinto, ya no. Hasta mañana, mi amor, te llamaré a
las cuatro...
Los cuatro fantasmas, lOS INCISOS, que han permanecido como
espiando la escena, se dispersan por el escenario. ESTUPIÑÁN
avanza con la grabadora hasta una mesa situada en el centro
del escenario. Allí la deposita mientras se sienta. Cuando la
enciende, se oye su propia voz.

2.
Play.
La grabadora habla y, casi que mecánicamente, la escena se va
acomodando, con todo y personajes, a lo que suena.

LA GRABADORA:
Un enorme mueble con reloj de péndulo preside la escena, marcando
las 6 de la tarde. La sala de redacción, compuesta por una mesa
metálica y tres sillas gemelas, negras. Una lámpara de mesa la
ilumina. Hay, además, un teléfono. Sentados frente a frente, perfil al
auditorio, dos personajes. El periodista Jacobo Estupiñán es un
hombre de unos 40 años, flaco, anteojos anticuados, viste un
chaquetón oscuro, quizá gris, con coderas brilllantes por el uso. Fuma
copiosamente, mientras garrapatea en un montón de hojas el libreto
del programa radial nocturno "Emisiones de medianoche", del que es
director. Frente a él, casi tapado el rostro por el velo amarillo
encendido de su cabellera que siempre parece recién lavada y
compuesta, Ninfa Sosa. Ella viste totalmente de negro: Pantalones
perfectamente tallados a su esbelta imagen, blusa que trasluce una
sensualidad que pareciera que siempre quiere escapar de su cuerpo
para penetrar por las miradas codiciosas que no quisiera rehuir. Es el
vivo retrato de una muñeca con planes importantes para su vida,
mientras pueda valerse de los medios con los que la naturaleza la
bien dotó. Ninfa conduce el programa. Estupiñán toma su grabadora y
la apaga.

Por un costado del escenario, vestido todo de nego y con buso


Blanco, el periodista JACINTO COLMENARES. Sobre su cuello,
dos grandes audífonos. Este personaje aparecerá repetidamente
sobre las márgenes del escenario haciendo, a veces, el
comentario de las acciones. Su tono es reposado, grave.

COLMENARES:
Dulce y espaciada, la lluvia cae sobre ese pedazo de tarde que
avecina la noche. Las gentes, sombras alargadas, buscan refugio en
los aleros de las casas, esquivan los escasos paraguas abiertos,
esquivan un cruce de miradas, esquivan un saludo. Las autobuses se
paran en la mitad de la calle para que unos afanados corran al
abordaje. Una hilera de otros buses envidiosos la arremete a pitazos
histéricos hasta que enronquecen. La calle lluviosa se va llenando de
indicios espumosos en todas las direcciones... sí, un lodo espeso de
espumas contiene las huellas afanadas apenas un rato, antes que
arrecie la tempestad y las calles se conviertan en ríos rebosantes de
basuras.

3.
La Barracuda....
NINFA:
¿Y si le pongo "La Barracuda"? Es un nombre bonito, aunque ya no
suene...

ESTUPIÑÁN:
Ese es un pez grande, traicionero y peligroso...

NINFA:
A mí me gusta ese nombre, ¿sabes porqué? Porque de pequeña había
una canción que yo detestaba de tanto que sonaba a toda hora, pero
después me sorprendía tarareándola...
ESTUPIÑÁN:
No pensé que fueras tan sensible a tu infancia...

NINFA:
Además, (Risillas) y no lo digo por tí, pero ese bicho, cuando llega a
cierta edad, no se puede comer porque es venenoso... Bien,
descartada "La Barracuda". ¿Por qué nombre te inclinas?

ESTUPIÑÁN:
En un rapto de honestidad deberías llámalo "Mi primer restaurante"

NINFA:
Oye, ¿qué bicho te picó ahora? Estás imposible.

ESTUPIÑÁN:
(Se levanta de su libreto, hosco ) Descúlpame. Sé que es muy
importante para tí tener tu primer negocio después de toda una vida
de sacrificios pero, ¿cómo estás tan segura de que todos a tu
alrededor le damos la misma trascendencia? Ayer me secaste
hablándome de las innovaciones en los platos, anteayer de la
decoración...

NINFA:
Bueno, normalmente eres tan de fiar, que pensé que ibas a compartir
conmigo este acontrecimiento que, efectivamente, es importante para
mí, así dejes traslucir eso que en ciertos lugares llaman malsana
envidia...

ESTUPIÑÁN:
...Antes de anteayer, del nombre, como hoy, y al paso que vamos
mañana vamos a reiniciar...

Foco a COLMENARES.
COLMENARES:
C i e r r a l a n o c h e . El éxodo al hogar. El
cansancio de una rutina de tareas rentables. Las caravanas de luces
que en río inundan las avenidas, los sonidos también fatigados de los
pitos. Acaso una llovizna inofensiva pone brillos fugaces a las
caperuzas de las escasas farolas que aún funcionan. Es entonces
cuando el frío termina por agachar las miradas. Los hombres llevan
su mano al corazón y encienden sus radios. Se encierran, conectados,
a las innumerables voces que arrancan desde nuestra cabina
caliente... El intenso murmullo de los radios mal sintonizados da la
bienvenida a los habitantes de la noche, aquellos que vienen en
contravía y para quienes apenas comienza la jornada. Al doblar una
esquina te puedes estrellar con alguno de ellos, siempre solos,
deambulando hacia cualquier dirección. A veces, unos, sonríen para
sí, excitados; otros caminan rápido, y si te da por seguirlos, verás que
no van a ninguna parte. Absortos, como drogados, perdidos: Son
incisos, información al márgen, apartes que no cuentan sino para
aclarar una estadística, un punto de referencia. Los reconocerás
cuando los veas con una mano al oído, en el centro de su enfermedad:
Son nuestros radioescuchas.

4.
Los Incisos

Uno de los INCISOS, el de la chuspa de papel, se aproxima a la


mesa con un gesto de inhibición que resulta amenazante.

INCISO 1.
Buenas noches, deseo ver al que manda aquí...

NINFA:
Perdón?
INCISO 1:
Al que manda, al director de la emisora, ¿es usted?

ESTUPIÑÁN:
No. El no está en el momento, pero si en algo podemos ayudarlo...

INCISO 1:
Es por... discúlpeme el caballero, pero sólo deseo hablar con él...

NINFA:
Si desea, puede esperarlo aquí, aunque creo que no viene, y si viene,
él vive muy ocupado, así que porqué mejor no pide una cita...

INCISO 1:
¡No! El querrá recibirme, él querrá entenderme, él dice que cuando
necesitemos algo, es nuestra voz, y yo necesito algo, algo...

NINFA:
De acuerdo, espérelo.

Al otro extremo, sentado en un hermoso sillón de cuero


vinotinto, acariciando un trofeo en forma de micrófono: El
DIRECTOR. Es una figura alta y pesada, casi gigantesca,
extraordinariamente pulcra. De ser necesario, el actor que lo
interprete deberá utilizar algunos elementos artificiales que
magnifiquen su presencia, algo así como los que usan, bajo el
uniforme, los futbolistas americanos o un jugador de Hockey. Su
voz tiene algo de lata, de megáfono. Ahora, acota a su hijo, que
no aparece en escena aún....

EL DIRECTOR:
Y, muchacho, primera y sagrada regla: Tenemos anunciantes que
invierten en nuestra credibilidad, para quienes hay que atar al oyente,
para que al momento de irse a gastar sus pesos, le retumbe en el
cerebro eso que pautan en nuestra programación. Así, nos
beneficiamos todos, ellos, nosotros, tú y yo. Pero para ello, hijo, hay
que vocear lo que se venda, lo que más se venda...

Silencio.
Mecánicamente, ESTUPIÑÁN va hasta el enorme reloj de
péndulo que preside la escena y hace girar la manecilla hasta
las siete.
NINFA toma la grabadora de la mesa y escucha, absorta.
Mientras habla, COLMENARES va hasta el mueble del reloj y se
acoda.

COLMENARES:
Noche cerrada. Por este bosque de las ciudades marcha, a paso lento,
un ejército de criaturas a quienes la luz deslumbra. La soldadesca
taciturna que noche a noche repite su ritual por las mismas calles,
idénticos rincones, similares melodías. Respiran el denso aire de la
soledad, se ponen al abrigo de la luz mortecina de las bombillas
pegándose a los zócalos de casas y edificios, guareciéndose bajo los
árboles. Pero, ojo, no hay que confundirlos con las ocasionales
legiones de solitarios a quienes los tragos o la cita clandestina o el
exceso de trabajo sorprende en la alta madrugada. Esos no cuentan,
van de paso, más bien en fuga, contando los metros que los separan
de su pequeño reino de la luz: su hogar. No, estos, los habituales, se
mimetizan en las sombras, deambulan en su medio, transitan la
vigilia mirando con desdén las cortinas corridas... Los hay como
luciérnagas, que titilan como un corazón asustado; azuzan a los
perros vigilantes, se cubren de negro noche, pajarean cabizbajos las
sobras que ha dejado el día, no tienen color en la piel...

Los acordes de un piano introducen una melodía frenética que


atrae a los INCISOS que, con inexpresivos gestos, ejecutan
cadenciosos movimientos con sus cuerpos. COLMENARES canta
con energía operática:

COLMENARES:
Aquí balan y se mueven
los incisos,
los apartes, los al márgen.

Cadencias melancólicas
y apagadas
contra los muertos muros
sus cabezas grasas
recostadas

a la luz de una fuente,


imprecisa,
que refleja su perfil
sin rostro y sin sonrisa.

Son solo materia


que atrae, del espacio,
la invisible materia
de una onda,
una onda de radio.

La caravana por dentro pasa


mientras su radio, al oído,
endulza con su espesa melaza
el paso lento del hastío.

Ay! de los maltrechos destinos,


que no quisieran ser
lo que han sido...

Ay, coro lángido, pesado, absurdo:


Gusanos robados de la seda,
a esconderse, que mañana,
volverá a salir el sol
que tanto quema.

Que ha estado escuchando de la grabadora...

NINFA:
Mmm, esto que grabaste está bonito...

El teléfono la interrumpe.

ESTUPIÑÁN:
(Levanta el auricular, mientras su grabadora vuelve a su bolsillo) Es
ella. A cada rato me llama. Parece muy interesada por tu bienestar
porque siempre me pegunta por tí. Sí, estoy con ella... Sí,
trabajamos... Sí, en la emisión... Sí, hasta la madrugada... Sí,
acuéstate ya por favor... Sí, las niñas quieren conocer a su padre... Sí,
el programa de la psicóloga y lo del desarrollo psicoafectivo... Sí,
mañana hablamos de eso...

INCISO 1:
¿Será que se demora mucho? Ya llevo más de una hora esperándolo...

NINFA:
Ya se lo dijimos. Si quiere llame mañana y pida una cita...

INCISO 1:
No. No puedo, tengo que verlo hoy mismo, ahora mismo, si es
posible. Ustedes... Bueno, espero...

El Director, ahora, juguetea con la condecoración que vive en


un estuche azul
EL DIRECTOR:
Y cuando no haya nada que decir, a poner música o propagandas. Te
pones de acuerdo con el gerente y que regale pautas a una tercera,
una cuarta, una quinta parte de descuento. Y además, que encime. La
gente suele dormirse con el radio prendido, mientras su vida
transcurre mirando para el cielo, soñando despierta.

Vuelve foco sobre la escena. El Inciso 1 se va hasta el reloj y lo


corre media hora. Vuelve a su puesto.

NINFA:
¿ Ah? Dime, ¿no te parece eso absurdo? Oye, que te estoy hablando...

ESTUPIÑÁN:
Pensaba... Sí, te puedo relevar otra vez, yo sí no tengo nada que
hacer esta noche, no te preocupes...

NINFA:
El tema de hoy será: "Cuántas caras tiene la soledad?" (Escuchando
de su grabadora) Cómo es de cargante este tipo, ¿te diste cuenta que
no paraba de hablar de sí mismo?

ESTUPIÑÁN:
Es importante, y tú sabes cómo las personas importantes se importan
a sí mismas.

NINFA:
Qué importante va a ser. Nosotros somos los que los hacemos
importantes. Pero se la voy a editar para que quede una notica más
chiquita que él. ¿Viste lo enanito que es? Y sin embargo, en la
televisión se ve grandísimo. Qué payaso.

COLMENARES:
(Aparte, a un lado, en tono ceremonial, casi triste, refiriéndose a
Ninfa y Estupiñán) Esto era, lo que podríamos denominar, una rutina
pasajera de trabajo. Ahora, el delgado hilo de una vida nos ha servido
para unir los parches de una colcha de retazos, una historia
melodramática, que nos sacudió hasta los cimientos, y eso que ya nos
habíamos vuelto hasta irónicos con esos rollos, porque ustedes saben
que en este oficio uno conoce cada cosa, pero esto, esto no le cabe en
la cabeza a nadie...

ESTUPIÑÁN:
No solamente se la publicará con la cobertura que él dice merecer,
sino que se va a ir, ahora mismo, a emperifollarse porque va a cenar
con su eminencia, y se tratarán de tú a tú...

NINFA:
Entonces, por si acaso, me cubres. Mientras, termina el libreto,
aunque creo que vuelva a eso de las 9 y... (Sacudiéndole el oído
izquierdo, como a un niño juicioso que ha ganado un
reconocimiento) Gracias, gracias, chao amor.

Cuando va a salir, se interpone la INCISO 2.

INCISO 2:
(Sombría) Buenas noches, deseo ver al que manda aquí...

NINFA:
¿Perdón?

INCISO 2:
Al que manda, al director.

ESTUPIÑÁN:
No está en el momento, pero si en algo podemos ayudarla...
INCISO 2:
Es por... discúlpeme el señor, pero sólo deseo hablar con él...

NINFA:
Si quiere, puede esperarlo ahí, aunque creo que no viene, y si viene,
bueno él vive muy ocupado, así que porqué mejor no pide una cita...

INCISO 2:
¡No! El querrá recibirme, él querrá entenderme, él dice por la radio
que cuando necesitemos algo, él es nuestra voz, y yo necesito algo,
algo...

NINFA:
De acuerdo, espérelo.

INCISO 2:
Quisiera, yo quisiera hablar con el que manda aquí..

EL DIRECTOR:
(Luz sobre él) Ahora que te has graduado de comunicador social y
que yo me voy a dar unas más que merecidas vacaciones go to Paris,
vamos a aprovechar el tiempo como Dios manda, así que vamos a
profundizar en la práctica. Humm, siento el mismo espíritu juvenil de
hace 20 años, cuando tú apenas nacías, justo al tiempo con la
moderna radiodifusión nacional. Hoy, que tú y ella han llegado a la
mayoría de edad, me invade la elocuente sensación de pionería.
Pero, volvamos a la práctica, hijo mio. No permitiré que caigas en los
devaneos de la incertidumbre y las dudas. Tienes que tener en tus
manos las herramientas que te permitan seguir adelante cuando yo
llegare a faltar, así que a partir de ahora vamos a hacer las prácticas
de reportería de acuerdo a las normas que dicta la dura realidad. No
me las inventé yo, ni morirán contigo, hacen parte del día a día, la
oportunidad, lo que quiere la opinión pública, que reclama
información oportuna, constante, audaz...

ESTUPIÑÁN echa a andar LA GRABADORA que habla con su


voz. Mientras, permanece unos instantes con la cabeza entre
las manos. Ahora, saca la pistola y le da vueltas. Se muerde los
labios. Después, continuará con las instrucciones de LA
GRABADORA.

LA GRABADORA:
Sale Ninfa. Y como si por la puerta abierta entrara la calle en plena
efervescencia de la naciente noche, una algarabía de voces, motores,
pitos y músicas invade la escena y la pinta en gamas de rojo y
destellos de neones. Estupiñán va al reloj y lo pone a las 8. La
algarabía amaina. Cuando Estupiñán vuelve a sentarse en la mesa de
la Sala de Redacción, el Inciso 1 avanza con la intención de
abordarlo, pero cambia de trayectoria y se dirige hacia el reloj. Son
las nueve. El sonido de la calle es, ahora, apenas perceptible. Cuando
la Inciso 2 sitúa el reloj en las diez de la noche, el ruido de la calle
prácticamente ha desaparecido. Estupiñán se levanta, mirando el
libreto y escuchando la grabación. El cono de luz que demarca el
área del micrófono se enciende, Colmenares recibe el libreto y se
pone los audífonos e inicia la emisión justo cuando el Inciso 3 entra
en escena y pone el reloj en las once de la noche. Estupiñán recibe al
Inciso 3 y parece repetirse, palabra a palabra, la escena con los otros
Incisos.

5.
Crónicas de colores.

COLMENARES:
(Al aire) ¡Hola, amigos de la noche! Con ustedes, con sus
pensamientos, con sus ilusiones y sus ojos abiertos a la bóveda
celeste, estamos aquí desde esta cabina cálida, en directo... al filo de
la media noche, la hora en que los sueños, para los pocos que pueden
dormir en paz, son convocados. Los cuerpos descansan, los sueños se
aprestan a engañar, las pesadillas preparan sus manos para masajear
los miedos de quienes mañana, al despertar, apenas conservarán el
vago pánico de un descanso sobresaltado, felizmente superado al
constatar que la vida sigue igual, que el sol, si hay sol, allí está,
sobre el vecindario, de nuevo, cumplido como novia fea. Esta es la
hora, amigos de la noche, en la que el mundo de los vivos comienza a
ceder un poco en el silencio de las almohadas, para dar paso a nuestro
reino, el reino de la noche, de las tinieblas... Estamos en antena,
como ayer, como mañana, si Dios quiere, y claro que Dios quiere lo
mejor para usted, propiciando un nuevo encuentro de esta, la cofradía
de los noctámbulos, (Señal a control, "Esperame en el cielo corazón,
si es que te vas primero...") ahora que los motores del día yacen
apagados en el silencio de su reiterada muerte, el reino del silencio,
de este submundo en el que nos movemos, todos juntos. Haga usted el
favor de hacer silencio. Lo que va a escuchar ahora de mi boca, en
medio del implacable silencio al que lo obliga su condición de
oyente, es lo que justifica mi existencia. Yo, que en realidad no
existo como materia a la luz de sus ojos, que para el caso son un
sentido inutil, yo, como un Dios al que no se ve pero en quien se
confía y se cree, existo porque usted necesita un susurro, usted
requiere quién le hable al oído, lo complazca y lo campadezca, lo
aliente y lo acaricie. Yo, amigo mio, existo para que usted tenga un
motivo más de aprecio a esta despreciable vida en la que es tan difícil
encontrar quien le acompañe a donde quiera usted ir. Así como lo
oye. ¿Quién más que yo puede ser su sombra? ¿Ah? ¡Nadie!
Confianza. Confíe usted en mí, en el capitán de un barco que ahora
usted ha zarpado, para emprender la travesía de esta noche,
esperando, quizá, encontrar nuevas revelaciones, o quizá el reflejo, el
pálido reflejo, de la luna en la orilla del mar, del mar de basura que
le rodea y que le hace mirar siempre al piso y clausurar todos sus
restantes sentidos: Todos menos uno, menos uno, menos uno...

NINFA:
Fue espantoso, esos escoltas son unos patanes. Y se sientan todos...

ESTUPIÑÁN:
¿Viste la hora? Ya comenzamos. Porqué no te fuíste a dormir...

NINFA:
Ya dormí, es decir, un poco.

ESTUPIÑÁN:
Lo sé...

NINFA:
No es lo que te imaginas. Y bueno, en todo caso, qué importancia
tiene. Presta para acá, están dando el boletín, verdad? Ya, ya,
tranquilo... (Mirando hacia la Sala de Redacción ) ¿Qué ha pasado?

ESTUPIÑÁN:
No ha pasado gran cosa, excepto que tenemos tres invitados que no se
han querido ir...

NINFA:
¿Ya van tres? Y qué quieren.

ESTUPIÑÁN:
No han abierto la boca desde que llegaron. Se han limitado a decir lo
que tu ya oíste...

NINFA:
Lo mismo?

ESTUPIÑÁN:
Como si fueran gemelos.

NINFA:
Ay! Espérame dos segundos, ¿sí? Necesito estar en pie...

Cansada, encorvada, la Inciso 4 está, de pronto, ahí. NINFA se


frota los ojos, como si estuviera ante una visión provocada por
el acelere y las copas...

INCISO 4.
Buenas noches, deseo ver al que manda aquí...

NINFA:
Perdón?

INCISO 4:
Al que manda, al director...

ESTUPIÑÁN:
No está en el momento, pero si en algo podemos ayudarla...

INCISO 4:
Es por... discúlpeme el caballero, pero sólo deseo hablar con él...

NINFA:
(Repite estúpidamente el parlamento) Si desea, puede esperarlo aquí,
aunque creo que no viene, y si viene, él vive muy ocupado, así que
porqué mejor no pide una cita...

INCISO 4:
¡No! El querrá recibirme, él querrá entenderme, él dice que cuando
necesitemos algo, es nuestra voz, y yo necesito algo, algo...

NINFA:
De acuerdo, espérelo.

Y se va, tratando de despertar de la pesadilla de aquella


repetición. ESTUPIÑÀN, saca su grabadora, se adelanta a
proscenio, al centro, y se dispone a grabar, mientras el torrente
pedagógico del DIRECTOR invade la escena...

EL DIRECTOR:
En la praxis, hijo, existen tres tipos de crónicas, según color, a saber:
Rosa, Roja y Negra. Normalmente, los ingredientes son los mismos,
lo que cambia es la composición. Un poquitín de allí, otro de allá. Tu
debes provocar sentimiento con lo que transmites, que la audiencia se
identifique, que por un momento sienta el escalofrío de saberse en
riesgo, el olor de la desgracia. Esto, hijo mio, es un arte. Bien, la
primera, la Rosa (Saca y exhibe una tarjeta de acetato de 28 x 32 cm,
de color rosado, con un grafismo que representa una rosa roja
atravesando un revólver) alude a la tragedia tocada por el halo del
amor virginal; La segunda, que es roja ( Saca y exhibe una tarjeta de
acetato de 28 x 32 cm, de color blanco, con un grafismo que
representa un revólver de cuyo cañón, como de un grifo, sale una
inmensa gota de sangre) refiere al incidente típico de sangre, esto es,
al crimen que colma nuestras estadísticas generales, y la tercera,
(Saca y exhibe una tarjeta de acetato de 28 x 32 cm, de color negro,
con un grafismo que representa una calavera atravesada por un
puñal ) Negra, es la antípoda de la primera, y consiste en la suma de
factores que describen una sordidez manifiesta...

ESTUPIÑÁN:
(Grabando) Ahora, ella se va por un café. Vino hacia mí con el
propósito de restregarme el olor de su última ronda, ha cuidado de
que vea exactamente el rastro del sudor y la fatiga que le brilla en la
boca.

Al otro extremo, por fin, aparece el HIJO DEL DIRECTOR.


Viste y trata de ser exactamente igual que su padre, aunque se
le ve pequeño, casi insignificante. Hace su práctica, y como
micrófono, utiliza el trofeo que su padre exhibió en su primera
aparición.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Ejem. Hmmm. Crónica rosa, práctica de campo 1. Sinópsis: ( Recita
las líneas que lee como un actor principiante ) El amor. Un muchacho
de quince años aparece de la mano con su novia. Están ante un jardín.
Ella dice que no va a volver a su casa, que prefiere quedarse con él.
El dice que, como no la puede llevar de vuelta a su casa, que
entonces se van a quedar en la calle. Vienen de una residencia. Miran
qué les queda para pagar la habitación ¿El relojito de ella? ¿Los tenis
de él?. Están ante una verja con un jardín. Al darse cuenta, entran
furtiva y juguetonamente, van tomando flores y se las van colocando
el uno a la otro. Se enciende una luz y un energúmeno en pijama
vocifera. Ellos continúan como si nada hasta que el energúmeno les
dispara: pum, pum. (Sobreviene el comentario de la noticia ) Así de
fácil, un acto simple y cursi se vuelve noticia y la noticia hay que
trasmitirla. Entonces, el vecindario alertado por el escándalo polvoril
llama al periodista para que cubra el acontecer y, una vez cubierto, es
él, en persona, quien llama a la policía.

ESTUPIÑÁN:
(Sigue grabando) Eso la hace felíz, el saber que no tengo cómo
decirle de nuevo eso que un día le dije y que ya me precipitó en esta
nadería... Escuchen su algarabía, es la reina de la cocina, de los
pasillos, de los estudios; la muñeca, el cristal, lo de mostrar.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Crónica Roja, práctica de campo 2. Sinópsis. ( Con un poco más de
"Interpretación", modula misterio, juguetea con las pausas,
introduce dramatismo) Hummm. El zaguán de un hospital convertido
en sala de urgencias. Se destaca en primer plano una camilla con un
caballero enfermo. El hombre agoniza. Otro hombre, de mediana
contextura y ojos inyectados por su avanzado estado de histeria,
pasea con una bolsa de suero en alto, mientras un guarda en
completo silencio vela la entrada a la sección, completando el trio de
protagonistas. El hombre histérico se va desesperando por la
respiración asfixiada del moribundo y la impasividad del vigilante,
hasta que, en el clímax de su histeria, decide colocarle el suero al
paciente, callarlo, ahogarlo, momento en el cual el vigilante
desenfunda su arma de dotación y tracate, le dispara. Enseguida,
como si tal, se dirige al teléfono para comunicarse con la emisora. El
periodista llega y entrevista al vigilante, quien le comenta su versión
de los hechos. Enseguida, traza un rápido bosquejo biográfíco de los
dos occisos. Enseguida el periodista llama a la policía

ESTUPIÑÁN:
(Nuevamente ha sacado la pistola, está desencajado ) Ahora mismo
estará con la sirvienta de los tintos preguntándole por su marido y sus
cosas y el colegio de los niños... como si le interesara, como si algo
que no fuera ella le interesara...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Crónica negra, práctica de campo 3. Sinópsis: ( Sus ademanes ahora
son secos, trascendentales. ) Un cuartucho. Una cama. Dos hombres
en pijama duermen juntos. Se enciende la luz. Se quedan mirando
mutuamente. Un gran reloj despertador marca las 2 de la madrugada.
El primer hombre se levanta y recoje de una silla el vestido del otro y
se lo lanza. Vístete, le dice. El otro hombre lo hace de manera
obediente, sobre su pijama. El primero se le queda mirando,
desdeñoso, diciéndole que ya van siendo las 3, que se está
malacostumbrando, que si cree que se va a quedar viviendo allí, que
no soporta sus ronquidos mezclados con ese aliento de inodoro, que
esto y que aquello. El otro calla todo el tiempo, hasta que el primero
lo abofetea y lo patea. Entonces el hombre que permanecía callado lo
apuñalea brutalmente y posteriormente va hacia el teléfono y llama al
periodista profesional, el que a los pocos minutos llega. Enseguida
nuestro amigo, el autor material de los hechos, le da cuenta de su
historia. El periodista, atendiendo la filosofía de su casa periodística
que ordena tomar en cuenta las dos caras de la noticia, entrevista al
agonizante, quien le cuenta su versión de los hechos antes de expirar.
Ahora sí llama a la policía.

EL DIRECTOR:
Muy bien, muchacho, muy bien. Ahora vamos a ver la suma, la
mezcla, el lirismo, la perfección, cuando estos tres modelos se
juntan. Pero, cuidado, no todo viene molido y masticado. A veces, tu
debes aportar la magia y convertir cualquier hecho vulgar en una
noticia con mayúsculas. Este será tu reto ahora, entendido? Toma, por
ejemplo, el caso de ese crimen pasional que acaba de suceder en
pleno centro de la ciudad. (Le echa el brazo al hombro, muy
paternal, y avanzan hacia el extremo del escenario, donde una tela
blanca, manchada de sangre, cubre un bulto ) Debes comenzar por
hacer suposiciones, eso acelera la imaginación. Pero esas
suposiciones, cuando estés al aire, no te las calles, échelas, pónlas a
rodar, dáles alas, libéralas, dáles vida propia, independencia... Nunca
supongas menos de 4 hipótesis, cuanto más cruentas, mejores.
Imagínate, por ejemplo, una historia pasional tejida por el azar y haz
algo realmente original:

Venciendo los naturales escrúpulos, El HIJO DEL DIRECTOR


levanta el manto. El cuerpo cruzado de un hombre yace sobre
una mujer. El HIJO DEL DIRECTOR prepara el micrófono,
duda, se decide: Con el dedo índice como tábano, hostiga el
glúteo del cadáver. Este, por fin, se incorpora un poco. Un
grueso hilo de sangre seca nace de su sien.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Mucho gusto señor. Yo soy periodista en ejercicio, trabajo para una
importante cadena radial, aquí están mi tarjeta profesional y mis
credenciales...

EL FINADO:
Ah, sí, encantado. ¿Cómo le ha ido?

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Pues, aquí, en la labor, me permite?

EL FINADO:
Claro, ni más faltaba. Es... el orificio

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Y no tiene salida?

EL FINADO:
Mire usted, y me informa...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Mmmm. Sí, alcanzó a salir. Mire, tóquese aquí.

EL FINADO:
Es cierto. Ahí sí que uno no podría decir que donde puso el ojo puso
la bala...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Cuénteme qué ocurrió.

EL FINADO:
Simplemente que nos matamos, señor.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Y porqué hizo eso, amigo?

EL FINADO:
¿Porqué cree usted que un hombre mataría a la mujer que amaba?

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Le jugó sucio...

EL FINADO:
Exacto!

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Y con quién, con todo respeto?

EL FINADO:
Con todos y con nadie en particular.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Explíquese, por favor.

EL FINADO:
Verá usted: Ella iba por la calle y miraba justo hacia donde iba
pasando cualquier tipo. Hacía que no encontraba una dirección por el
solo placer de entablar conversación con un caballero, se plantaba en
cualquier fila de banco o de teléfono únicamente para respirar la
loción de un apuesto señor. En los buses, gustaba de sentarse junto a
la ventanilla para que la arrinconara cualquier aprovechado...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Y usted?

EL FINADO:
Bueno, yo la seguía discretamente, para buscar pruebas.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Y qué sintió en el momento de verla aquí, rendida a sus pies?

EL FINADO:
Bueno, qué se cree, que después de ver cómo se evaporaba la vida de
su ser más amado, por su propia mano, después de desquiciar el
mundo, después que le retumbaban en sus oídos los ecos atronadores
de aquel Booom del disparo, usted podría soportar la vida? ¿Cierto
que no? Pues bien. Apenas me dí cuenta de lo que había hecho, pues
me devolví el arma...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


(Aparte, comentando) Y se arrodilló al lado del joven cuerpo todavía
caliente, todavía hermoso, que aún no apagaba los brillos de sus ojos,
y se descerrajó un tiro en la sien, calculando caer con su humanidad
cruzada sobre la de ella, calculando que el mundo se diera cuenta de
que esta fue otra de las muertes por amor...

EL FINADO:
Exacto.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


De todas maneras fue muy romántico

EL FINADO:
¿Perdón?

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Eso de caerle encima en cruz. Se fija que ganó espacio destacado en
los diarios de la mañana y primera página en el de la tarde? ¿Cómo se
siente?

EL FINADO:
Bueno, sí, fue algo espontáneo...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Un momento, discúlpeme la indiscreción... Podría contarme más
acerca de los motivos de fondo?

EL FINADO:
¿Los... motivos de fondo?

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Eso, las causas, los móviles profundos. Sería de gran utilidad poner
en preaviso a los enamorados de cuáles pueden ser los motivos que
llevan, en un momento dado, a un apasionado enamorado a quitar la
vida de su ser amado y la suya propia.

EL FINADO:
Verá usted: Yo la asesiné por los regalos...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


¿Los regalos?

EL FINADO:
Y el tiempo perdido...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Le ruego que se explique...

EL FINADO:
Verá usted: Yo a esa mujer la quería. Me desvivía por ella, le hacía
regalos todos los días, me volaba de donde estuviera con tal de
estarme unos minutos junto a ella, respirando su fragancia, riéndome
hasta con anticipación de todo lo que me parecía que a ella le parecía
risible, poniéndome triste cuando notaba en la comisura de sus labios
un ligero rictus de amargura. Yo a esa mujer la quería porque me
había vuelto como su espejo y su sombra. Y cuando ella se iba de mi
alcance, yo me refugiaba en repasar cada uno de los minutos que me
había regalado su generosidad, acariciando los huecos que había
dejado su presencia, hablando solo, diciéndole todo lo que no le
había dicho allí cuando estaba presente. ¿Dígame si eso era o no estar
enamorado? Pero el amor es una falacia, un paso en falso, sufriente y
miserable, donde cada minuto de supuesta felicidad cuesta un día de
ojeras y malas noches, de celos. Así que un día pensé en matarla y lo
hice, dos veces ¿y sabe cómo lo hice la primera vez? No volviendo a
hacerle regalos, no volviendo a tomar el teléfono para saludarla, no
volviendo a ser su espejo y su sombra. Esa fue su primera muerte,
aunque yo todavía me quedé velándola una infinidad de noches,
ahogándome en mi soledad de espumas, escuchando la radio y
llamando con voces fingidas para que me orientara la sicóloga de una
emisora...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


La nuestra, por supuesto. Es la mejor de todas, y ya está graduada...

EL FINADO:
Y cuando no, me encrespaba a oír rancheras, boleros y esa música
que habla de hombres como yo, hombres que deambulan por las
calles y los ventanales de los buses con su cara opaca y triste, cara de
enamorados. Dígame si hay un momento en que un ser humano es
más triste que cuando está enamorado...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Y la segunda?

EL FINADO:
La de ahora? Bueno, ¿qué mas podía esperar? Me inspiré en una
ranchera: "La mancornadora", la habrá oido, por casualidad?.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Muchas gracias por la entrevista.

EL FINADO:
A usted señor.

Torna a recostarse como estaba y se tapa con la sábana,


mientras el DIRECTOR abraza efusivamente a su hijo.
Disolvencia.

6.
Se verá...

COLMENARES.
(Se aproxima a ESTUPIÑÁN, señalando a los INCISOS ) Bien, ahora
que hemos llegado a la frontera, al límite, ya no los necesitaremos.
Podría decirse que, ahora que ya la mayoría se fue a dormir, solo van
quedando los que somos, y somos escasos. Casi siempre, las cosas
pasan y nos cogen dormidos. (A ellos) Ustedes volverán mañana, o
cuando vuelva a ser precisa su presencia. Presos en el tiempo, nos
quedaremos los verdaderos protagonistas de la historia, para vivirla,
como en un remolino de esos que de pronto aparecen y envuelven una
cierta zona, así que, con su permiso...

ESTUPIÑÁN:
No, déjalos. Aún son útiles...

COLMENARES:
Pues cuando sean necesarios, los convocamos. No creo que tengan
algo mejor que hacer, que se nieguen...

ESTUPIÑÁN:
Ahora mismo son necesarios. Yo quiero dejar aclaradas las cosas.

COLMENARES:
Ese es tu problema.

ESTUPIÑÁN:
Yo diría nuestro problema.

COLMENARES:
Y acaso, yo qué tengo que ver?
INCISO 4:
Usted se equivoca, señor. El señor tiene razón, nosotros todavía
somos necesarios.

COLMENARES:
¿Todavía esperan que llegue el que manda aquí?

INCISO 4:
Ese fue el pretexto con el que fuimos invitados aquí por el caballero,
(por ESTUPIÑÁN) aunque desde antes ya sabíamos que no habría tal,
así que, de todas maneras, todavía vamos a esperar, hasta el
desenlace...

INCISO 3:
Estamos aquí, porque cada uno había preparado una confesión para
él, y también para este caballero. Una confesión de esas que no dicen
mayor cosa que las que ustedes están acostumbrados a sacar por
teléfono ahí, en su programa.

INCISO 4:
Pero es nuestra confesión.

INCISO 1:
Nada del otro mundo, ni siquiera nada escandaloso. Imagínese qué
escándalo podemos producir nosotros.

INCISO 1:
(Se dirige, palabra a palabra, a ESTUPIÑÁN, que permanece
cabizbajo, con su mano aferrada al bulto del bolsillo ) Pero se verá
cómo hay un día en el que uno de nosotros salta la cerca, se
encumbra, se desatasca y pone en juego todo su orden. Un día en el
que un anónimo de esos que apenas sabe escarbar para su
subsistencia, trasciende, se eleva y glorifica. Y al día siguiente, todos
los diarios y los noticieros de la televisión se ocupan de él, y los
elegidos tienen que pensar un momento en que nosotros también
podremos ser elegidos...

INCISO 1:
(Amenazante) Se verá

INCISO 2:
(Triste) Así es, se verá...

SEGUNDO ACTO

1.
Confesos y convictos
COLMENARES se adelanta a primer plano, mientras los demás
personajes, incluso el DIRECTOR, se van dispersando por la
escena hasta sus sitios. Una serie de nuevos personajes, los
radioescuchas, entran en escena, con una radio en la mano
derecha y un auricular telefónico en la izquierda, los dos
puestos sobre sus respectivos oídos.

NINFA se dirige hacia la cabina de emisión, donde se enciende


un letrero rojo que dice "AL AIRE".

Por su parte, ESTUPIÑÁN se agrupa con los INCISOS,


alrededor de la mesa.

COLMENARES:
Pocas cosas para equipararse con una buena confesión. Escucharla es
un placer, el placer que se siente al no tener velas en el entierro. La
inmunidad que produce el papel de confesor y, al mismo tiempo, la
complicidad que se teje ante un secreto, el hecho de ser uno el
merecedor de un angustioso tesoro. Yo alcancé a conocer cuando las
confesiones se hacían ante un confesionario que parecía una iglesia
reducida. En ese entonces, para los que no lo saben, la aflicción
humana hacía cola, y mientras la hacía, con un genuino espíritu de
temor y de arrepentimiento, se asistía como a un baño público, de
donde se salía limpio, listo para ensuciarse de nuevo. Las confesiones
tenían sus ventajas. No había responsabilidades distintas a la secreta
vergüenza del confesado con un solo ser, aquel que, por lo demás,
debía callarse por más tórrida que fuese aquella confesión. Entonces,
la miseria humana era más, por decirlo así, humana... Sí, porque
estaba rodeada por un hálito de pudor. Pero ahora, eso también es un
mercado público en donde los susurros se venden como pan tajado, y
cuanto más espesa y horrorosa es la materia de la confesión, más se
corre a lanzar la red porque hay que sacar más dolor del que cabe,
porque un oyente conmovido es fiel, y la fidelidad se mide, y las
mediciones dan dinero, y el dinero da poder y con el poder se vive
muy bien. Pero bueno, no es lo que se imaginan, no vamos a hacer,
ahora, la apología del delito; más bien, vamos a conocer el lado
oculto de muchos seres humanos, porque, como bien lo ha dicho
alguien, somos la voz de los desprotegidos y, parapetados tras estos
micrófonos, vamos a dar un aliento edificante, el calor de una palabra
positiva, una luz, una luz para los invidentes.

En medio de los INCISOS, que permanecen imperturbables. Al


centro de la mesa, la GRABADORA graba.

ESTUPIÑÁN:
No creo en eso de las metas y las motivaciones. Yo mismo, mire bien,
cuando descubrí que no podría hacer uso de mi inteligencia para
llegar a la dirección de esta emisora, nada del otro mundo, una cosa
mediocre de pequeños podercitos, mezquindades, yo mismo, le digo,
resigné mis aspiraciones porque supe que no podría ser eso que
llaman ambivalente, porque yo, amigo mio, soy de una pieza. De
mala calidad, por supuesto, de las que se rompen cuando no se las usa
para lo que fueron hechas. Por eso, tampoco me atrevo a juzgar a
nuestro director. Él cree en lo que hace, para él la noticia y todo lo
que tiene que ver con ella, los intereses que giran a su alrededor, lo
apasionan, porque le apasiona la maravilla de su creación. Imagino
que él mismo se preguntará a diario ese esotérico misterio que puso a
sus padres un día junto al otro sólo para crearlo a él y a su genio.

La luz se va desvaneciendo, mientras gana intensidad la que


ilumina el micrófono. Frente a él, medio dormida, con el libreto
en las manos, NINFA atiende la llamada de una oyente. Una voz
apagada, como de confesión, proveniente de una mujer que se
mece como autista, descuelga palabra a palabra gotas de una
inmensa tristeza .

LA TRISTE:
Al fin qué, ¿vienes o no vienes conmigo?, me dijo...

NINFA:
Como queriéndote decir que no fueras...

LA TRISTE:
Entonces, yo pensaba que para llevarle la contraria le iba a decir que
sí, que sí me iba a ir con él, pero mientras calculaba para mis
adentros cómo hacérselo sentir lo que yo sentía, el cogió y se fue y
me dejó sola de nuevo, con las palabras congeladas antes de llegar a
la boca y hacerse de sal, y me quedé allá, sola, con las manos y los
pies inútiles, sin saber qué camino coger...

NINFA:
Si...

LA TRISTE:
Y cuando me decidí a dar marcha atrás, me tocó echar para adelante
porque ya habían cerrado las puertas por donde se me había ocurrido
decidirme entrar al devolverme, o sea, que solamente tenía el camino
del frente y los de los lados. Como siempre que me quedaba
pensando en hacer lo contrario de lo que quería hacer.

NINFA:
Así que mientras pensabas, se te pasaba el tiempo y ya no lo podías
hacer.

LA TRISTE:
Y, ahora, no me puedo quitar esto de encima, es como si algo me
rascara por dentro...

Apoltronado, escucha en su viejo radio de colección. A sus pies,


sentado y obediente, su hijo lo mira con la boca abierta.

EL DIRECTOR:
Yo tengo una teoría que hasta ahora nadie me ha refutado. La gente
es extremista, la gente es malvada y disfruta con el mal ajeno, y le
busca chiste a la desgracia del otro. Mi teoría es simple: La
naturaleza humana está predispuesta para la maldad. Si no me cree,
mire un niño, el caso del inocente niño es de lo más revelador.
Dígame usted si en algún momento de su vida ha sido más perverso
que en su infancia, cuando atrapaba animalitos y los reventaba por el
puro placer de provocarles daño. Dígame usted cuándo fue más
desafiante y anarquista que cuando era niño, cuándo tuvo más
impulsos criminales. El cuento de los niños inocentes, váyale a otro
con ese cuento. Mi teoría se complementa con el hecho de que un
asesino adulto fue un niño insatisfecho, un niño que no tuvo infancia,
un niño al que reprimieron con el espejismo del bien. En cambio, un
hombre bueno es el resultado de una placentera infancia, atestada de
maldades.

Disolvencia. Alargado y oscuro como un personaje de El Greco,


rapado, con grandes ojeras negras, EL MELANCÓLICO parece
decir " No" a todo.
EL MELANCÓLICO:
...La soledad y la melancolía son iguales pero tienen muchos
significados. Hay de pasados y vacas flacas. Todo lo más uno ha
pasado más cosas malas que buenas. En parte he sufrido porque en
parte he sido muy rebelde. Quería ser solo y por lo tanto he sido
fracasado. Yo digo que la melancolía de esa calidad es desagradable.
Usted sabe que habemos unas personas más débiles que otras, si, si.
Le echa uno la culpa a la vida por los latigazos que le da, sí,
inclusive me tocó que ya me sentí al borde de todo, mejor dicho,
estuve al borde. A pesar de que yo no he tenido fuerza, me ví abocado
a sufrir... Todos me cerraron las puertas porque yo era muy locato,
mucho de ambiente, mejor dicho, víctima del ambiente, y como le
digo soy muy débil y rencoroso por el estilo, hago alguna cosa y no
puedo pedir perdón. Ya me hacían muerto hasta que volví. Entonces
me dió por venirme para Bogotá y me aferré a la enfermedad aquella
de los alcohólicos anónimos. El sistema de los cigarrillos ya lo pude
dejar... Y para más completar, se me perdió la documentación cuando
yo llegué a Bogotá. Entonces pues me dieron la confianza y me
dieron trabajo en un bar y yo tomaba demasiado trago. Unos agentes
me encontraron dormido parado... (NINFA se despierta) Espero que
algo me motive para seguir adelante. Yo tenía ganas de conocerla
personalmente a usted porque inclusive usted es de las personas que
ayudan mucho a las personas que tienen vacío el espíritu, ¿no?

NINFA:
Sí, claro, muy conmovedora tu historia, muy humana...

EL MELANCÓLICO:
Es que cuando uno no tiene fe ni tiene nada... Al menos, ahora no
aguanto hambre y tengo mi empleo y me quiere todo el mundo y
empiezo a tratar gente de esta jerarquía como usted. Muchísimas
gracias que me dió oportunidad de hablar en su programa radial y no
lo olvido porque esto me motiva mucho de orgullo y satisfacción de
ver de que usted me da apoyo moral.

Sobre una desvencijada silla de ruedas, DON CIRILO toma el


foco.

DON CIRILO:
Me alegra mucho oírla y hablar conmigo. Le agradezco infinitamente
la diligencia de la muleta, no fue sino que le bajaran dos punticos y
me quedó bien, y gracias a su diligencia, me conseguí otra, pero tiene
que ser para una persona que tenga una pierna buena y una mala...

NINFA:
Pues me alegro mucho, don Cirilo, como para celebrarlo, no le
parece?

DON CIRILO:
La verdad es que da gusto hablar con usted, es como un homenaje de
simpatía...

NINFA:
Ay, gracias don Cirilo. Y pasando a otra cosa, sí oyó cuál es nuestro
tema de hoy ?

DON CIRILO:
Claro que sí, claro que sí...

NINFA:
Y usted qué piensa de eso?

DON CIRILO:
Pues yo opino que eso es tan relativo en la vida...

NINFA:
Cómo así, don Cirilo?
DON CIRILO:
Es que no me creo en calidad de importunarla a usted ni a sus
oyentes, primordialmente debido a que con mis respectivas opiniones
no creo que aporte mucho a su prestigioso programa...

NINFA:
Para eso estamos, don Cirilo, para escuchar lo que piensan las
personas como usted, estamos seguros de que todos tienen algo que
opinar y estos micrófonos se abren para eso, cierto?

DON CIRILO:
Pues para mi pensar, yo creo que si la constitución de uno no la
resiste, las consecuencias serán un poco complicadas.

NINFA:
¿Porqué? ¿Ha tenido o conoce entre sus amistades alguna experiencia
así?

DON CIRILO:
Pues, ¿cómo le explicara? Para mí considero que eso de la soledad es
como cuando uno no se siente ni con derecho a reconocer sus propios
triunfos, ¿si me entiende? Por ejemplo, para mi caso, eso de la
soledad me pasó a mi hasta que entré a la policía con el fin de que me
mataran de aburrido. Entonces cumplí con mi deber y así fui
calmando mis nervios. Hoy en día ya con nadie disgusto. Durante el
tiempo que permanecí en la policia me llevaba la idea de que era que
había cometido un delito, que eso de la soledad es un delito, y que
estaba pagando una prisión. Entonces en esos 20 años que duré en la
policía hice mi cuenta que era que había estado en la cárcel. Pero
entonces, debidamente, hay muchas personas que son inmorales.
Ahora, hoy en día se puede decir que lo superé, ya no me siento tan
en el abandono, sobre todo porque uno tiene interlocutores que lo
oyen a uno, así como sumercé, con quienes sí puede comunicarse uno
con confianza

NINFA:
Ajá...

DON CIRILO:
Aunque no hay que confundir la confianza con la ingenuidad, ja, ja,
ja...

Foco al DIRECTOR, que continúa con su hijo...

EL DIRECTOR:
...Unidos por la vida, salvemos los puentes, al rescate del agua, dále
un dulce a un niño, ideas, ideas, necesitamos ideas, cualquier cosa
que amarre, que despierte la escasa solidaridad humana, y nunca,
nunca te olvides que pese a cualquier cosa, somos la voz de los que
no tienen voz...

2.
La abuela canta
Oscuro.
Sentada en el borde de una silla, la Inciso 4 comienza una
cancioncilla mientras arrulla su bolsito.

La abuela canta,
con la voz quebrada,
a su nieto canciones
de cosas pasadas.

Pero él se ha dormido
soñando distancias,
soñando mañanas,
sin abuelas ancianas.
Nadie escucha
que mi boca habla
nadie oye
que tengo palabras.

La escena vuelve a iluminarse, azul.

La abuela es ciega,
pero muy de mañana
todos los días riega
con cariño las plantas

aunque ya sabe,
desde hace semanas,
que le han cambiado
las que tenía sembradas
por unas de plástico
que huelen a nada.

Nadie escucha
que mi boca habla
nadie oye
que tengo palabras.

La abuela, ahora,
su hambre ocultaba
escondiendo su amor
debajo de su cama.

Pero el gato del nieto,


nuevo rey de la casa,
usurpó el escondite
y, en pocas palabras,
sació su apetito
a costa de la dama.

Nadie escucha
que mi boca se queja
nadie me oye,
sola me dejan.

La abuela un día
que estaba cansada
no cantó más canciones
ni regó más las plantas

Y nieto con gato


y otras buenas almas,
con flores de verdad
y tristes tonadas,
alzada la llevan
donde ya no estorbara...

Idem...
EL DIRECTOR:
Ahora bien, hay que tener otro tipo de olfato para la vaina política,
que es otra cosa. El olfato al que me refiero es saber por dónde va a
saltar la liebre, si me comprendes? Hacer cuenta que estás en el
desierto y van a salir tres caravanas. La cuestión es tener ojo clínico
para saber en cuál te embarcas. Pero eso no es solamente así, hay que
investigar cómo es el hombre, qué hace, cuáles son sus debilidades,
dónde se la pasa, a quiénes frecuenta. Es cosa de dedicarle uno un par
de semanas de seguimiento y después caerle bien. Pero para caerle
hay que caerle por donde es. Uno de periodista debe parecer que es
serio, culto y conocedor, mientras se rompe el hielo, pero entre chiste
y chanza hay que soltar un par de apuntes bien graciosos para medirle
el aceite al cliente, para ganar su complicidad, para demostrar que
uno también tiene su sentido del humor, y también cosas que hagan
ver que uno está comprometido con muchos de los ideales que
demanda la ocasión...

Disolvencia. Lejos, de muy lejos se oye y se ve a un joven, con


camisa blanca y sucia y un cuaderno todo manoseado.

EL JOVEN ISRAEL:
...Pues yo creo que eso es por falta de autocontrol y el autocontrol
viene de por sí mismo si uno se ocstina en buscarlo...

NINFA:
Eso es muy importante, don Samuel...

EL JOVEN ISRAEL:
Israel, Israel Barrantes...

NINFA:
Ay, qué pena, don Israel.

EL JOVEN ISRAEL:
Yo creo que es siempre necesario tomar riesgos en la vida porque si
tú no tomas riesgos vas a tener riesgos. Por ejemplo, eso de batirse
con ciertas dificultades y tener un ocjetivo en la vida...

NINFA:
Y usted que hace, don Israel?

EL JOVEN ISRAEL:
Mi trabajo es trabajar con, cómo te dijera... Bueno, pues, yo, eeeh,
soy un joven inquieto por el arte. Anoté unas cosas que te quiero leer.
Te puedo empezar a decir que la soledad bien aprovechada es la
alimentación del artista, si?, es una actitú ante la soledad, ¿sí? Es un
enamoramiento lánguido por algo que nos acsorbe, ¿si? es lo que
lleva al artista primordialmente a realizar un trabajo extraordinario,
¿si?, fuera del común, ¿si?...

EL DIRECTOR:
¿Sabes que yo también fui revolucionario? Un buen cuadro,
comprometido con la causa, vestido como había que vestirse, con
conciencia, con ímpetu, con genuinos deseos de cambio. Y eso era
bonito, una aventura vital que lo esperaba a uno recién desembocaba
de la adolescencia...

Muy fuerte, retumba el concierto para violín y orquesta no. 4 en


Re Mayor KV 218 de Mozart. El INCISO 3, frenético, sigue con
sus puños cerrados la orquestación. Cuando baja el volumen,
comenta con ESTUPIÑÁN...

INCISO 3:
Sí, es el primer movimiento Allegro del concierto para violín y
orquesta no. 4 en Re Mayor KV 218 de Wolfgang Amadeus Mozart.
(Pausa) Lo escucho todo el tiempo, ¿sabe? Tiene eso que los
entendidos llaman espiritualidad, y yo entiendo lo que quiere decir
eso. Es una especie de elevación del alma, un suspirar que se va
haciendo volutas con los acordes rimbombantes de esos instrumentos
que el ejecutante va trazando sobre el tiempo y el espacio,
haciéndonos poblar con imágenes sentidas nuestra sangre. A mí, en
particular en el allegro, que usted escucha ahora mismo... vamos
dísfrútelo, trate de entenderlo como yo... si escucha? Bueno, como le
decía, este fragmento es muy especial para mí, tan especial que es el
único que tengo del prestigioso autor y de la música clásica en sí, y
eso se debe a que en una ocasión, por allá en el setenta, me quedé
encerrado en un apartamento en el que estaba trabajando. Cuando salí
libre, volví allí, a reclamar mis dos años de presidio, a recuperar el
objeto de mi infortunio y a venerarlo, porque nunca pude entender
cómo yo me iba quedar hechizado por él hasta perder todo sentido de
las proporciones. Entonces, tras mucho reflexionar, vine a encontrar
que soy un hombre básicamente espiritual, como el autor, solo que a
mí no se me dió la oportunidad de explorar ese talento. Por mucho
tiempo me pregunté qué hubiese sido de mí si no hubiese tenido que
padecer este tiempo, este nombre y esta nacionalidad, o si yo no soy
el único ser en este mundo para el que el autor compuso esta
maravillosa pieza...

Cesa la música. Pausa.

INCISO 3:
Y eso, ¿cuándo va a salir eso por la radio?

ESTUPIÑÁN:
No, no va a salir por la radio. Es para mi novela, si no le importa.

Un poco decepcionado

INCISO 3:
No, qué me va a importar. Igual, si eso corresponde a un capítulo o a
una escena de su novela, usted nunca me dará los créditos, y eso que
yo lo he padecido. La gente pensará que es producto de su
imaginación literaria y a usted le darán los reconocimientos por tanta
imaginación.

ESTUPIÑÁN:
Estoy haciendo una novela, justamente, sobre las personas como
usted.

INCISO 3:
De manera que usted también quiere buscar el lado humano del ser
humano?
ESTUPIÑÁN:
No se ofenda si le digo que no, que un hombre fracasado está
tratando de escribir una novela sobre los seres fracasados.

INCISO 1:
Para dejar de ser un fracasado...

El HIJO DEL DIRECTOR está sentado en el sillón. El


DIRECTOR, por su parte, encara de manera ejemplificante a
COLMENARES, cuidando que sus palabras queden bien
grabadas en su delfín.

EL DIRECTOR:
Porque mire: la inteligencia es un abuso, una prueba más de que no
hay igualdad, de que la naturaleza sabe cómo hace sus cosas. Qué tal
que todos fueran tan inteligentes y tan iguales como lo pregonan las
organizaciones de imbéciles lideradas por un inteligente? Dios
mismo, que es es una invención, es la prueba de la necesidad que
tenemos, incluso los inteligentes, de la imagen de una inteligencia
superior, para que dichas inteligencias superiores se pusieran como
meta alcanzar la evasiva e inalcanzable perfección. Por eso
comprendo a la mayoría, a los imbéciles como usted, que un día
abrieron bien grande los ojos y dieron su brazo a torcer.

Tira el libreto sobre la mesa donde está ESTUPIÑÁN con los


INCISOS, quienes, discretamente, se retiran a un rincón.

3.
Incompetencia mental
NINFA:
Necesito un café, me estoy durmiendo.
ESTUPIÑÁN:
¿Te sientes mal?

NINFA:
Es... No sé. ¿No te ha pasado alguna vez que abres los ojos y dices
¿Qué hago aquí?

ESTUPIÑÁN:
Sí, entiendo que te hayas dormido. Se te veía al natural...

NINFA:
No te burles, por favor, no te burles más. No ahora. Hay un momento
en el que se rompen las cosas y... preferiría verte extraño, como a
esos señores...

ESTUPIÑÁN:
Lo sé, eres muy dada a que se faciliten las cosas. Pero, vamos, no te
preocupes, tómalo como si fuese así. No tendrás que esforzarte
demasiado si te imaginas que soy solo una masa que no cuenta...

NINFA:
No te pongas así, vas a comenzar de nuevo con tus cosas?... Oye, no
sabes cuánto me molesta que andes por ahí rondandome y
susurrándole a esa grabadora no se que cantidad de cosas, como un
pervertido...

ESTUPIÑÁN:
Para tu mal, sí. Porque desde esta perversión a la que has ayudado a
empujarme, empecé a darme cuenta de todo lo que antes no veía por
tratar de conquistar algo que ya era de dominio público.

NINFA:
Patán, eso es lo que eres. Cínico, frustrado... Claro, eso era lo que te
hacía falta para liderar esa cruzada por los desahuciados que, como si
esto fuera una institución de caridad humana, traes aquí para tener
con quien compararte y sacar algo de ganancia, cada uno a su puesto,
en su puesto...

ESTUPIÑÁN:
Es cierto, en eso tienes razón. Pero eso, al menos, es honesto, en
cambio, tú, vas y te estacionas allá detrás de esa cabina con tu voz de
sirena y tus meloserías, y te sientas a escucharlos, pero jamás en la
vida te has detenido a pensar qué es lo que quieren de tí... Eso y todo
lo que haces es para pavimentar tu camino; en cambio, yo lo veo de
otra manera; para mí esos pobres seres que llaman desde lo hondo de
la noche necesitan que alguien se asincere y les diga de una vez por
todas que se peguen un tiro, que eso es lo que se merecen en la vida,
y que no hay la más mínima posibilidad de cambiarla, porque están
satisfechos así...

NINFA:
Bueno, creo que es mejor decírtelo de una vez... Yo estuve hablando
esta noche con el Director de la emisora y... hablamos de tí.

ESTUPIÑÁN:
Ah, fantástico, ahora en los altos círculos se habla de mí.

NINFA:
Y... sí. La verdad, fue una charla corta...

ESTUPIÑÁN:
Pero sustanciosa.

NINFA:
Yo... le dije que eras, que estabas... mentalmente incompetente.

ESTUPIÑÁN:
Ja... Bueno, alguien tenía que haberse dado cuenta hace tiempo.
Ahora entiendo tu demora, había que celebrarlo. Yo también lo
celebro por tí, has hecho méritos de sobra, te entregaré con todo el
ceremonial del caso las banderas para que sigas con esta gran lucha...

NINFA:
Deberías tomarte unas vacaciones, no sé, irte con tu familia a...
cambiar de medio...

ESTUPIÑÁN:
Cállate, no empieces con tus maldito recetario de consejos,
resérvatelos para cuando estrenes cargo, no te los gastes conmigo,
no...

NINFA:
Perdóname que sea un poco cruel, pero es bueno que sepas de una vez
que yo no provoqué esta situación, así que no procederé a defenderme
ni directa ni indirectamente de lo que tengas que decirme. Más bien,
si quieres, estoy dispuesta a sostener tu disculpa, tu abandono. Es
cierto que me ayudaste en algo cuando recién estaba comenzando. Es
cierto que escuché tus propuestas y hasta llegué, bueno sí, a quererte
un poco. No sé, en cambio, si será cierto que por mí hayas... entrado
en dificultades con tu esposa. Lo que sí se, en cambio, es que en este
oficio las comidillas se vuelven noticias de las revistas del corazón y
ahora yo podría resultar perjudicada por un chisme de esos que
carecen de veracidad y fundamento... Lo que sé ahora, en verdad, es
que aún eres una buena persona. ¿Sabes realmente cuál es tu drama?
Que estás cegado con esa novela que quieres escribir sobre, bueno,
sobre esos seres de la noche, esos fantasmas que te persiguen a
cambio de que los vuelvas realidad, más realidad que lo que son ellos
mismos.

ESTUPIÑÁN:
...Incompetencia mental...
NINFA:
¿No te das cuenta cuánto estás de trastornado? No ves que te la pasas
hablando solo? Está bien. Haz lo que quieras, no pensaba decírtelo,
pero ya que pareces adivinarlo, efectivamente, este es el último
programa que haces como director, así que desde mañana no vas a
tener motivo de ironía...

ESTUPIÑÁN:
Así que...

NINFA:
Así es. Esta noche te aceptaron la renuncia...

Que, por fin, da audiencia a los I NCISOS..

EL DIRECTOR:
Yo soy un hombre seco, seco como esta hoja tallada por el sol, tan
seco que cuando menos se lo espera “crack”, las coyunturas de mis
dedos, al cerrarlos, parecen las nervaduras de una hoja al partirla
para hacerla polvo. Así es que no esperen muchas cosas suaves de mí.
Ahora bien, se preguntarán ustedes el por qué de mi carácter, es más,
se preguntarán el por qué de la desfachatez con la que confieso mi
sequedad, en contra de todas las reglas que hablan de la prudencia y
el tacto. Seguramente tienen ustedes razón en incomodarse ya que,
pensarán ustedes, por qué historias como estas que acaban de
contarme ustedes, mis amigos, aparentemente no me conmueven.
¿Con qué derecho, continuarán reflexionando, este tipo viene de
buenas a primeras y, sin más ni más dice a boca de jarro: Yo soy seco
y que, ¿ah? Pero el hecho de que yo sea un hombre seco confeso no
quiere decir que no sea sensible. De hecho, soy extremadamente
sensible. Mi lado humano es complejo, tan complejo, que me vuelvo
seco, no como podría pensarse, como un acto de arrogancia sino
como un... ¿como se dice? sí, un acto reflejo. Imagínense, perdonen
que acuda a su imaginación, imagínense que si no fuera así -quiero
decir, mi sequedad- con tan tremenda sensibilidad como la naturaleza
me dotó, lo que tendría que padecer para aligerar las cargas de mis
semejantes, con las las multitudes de casos, como los suyos,
realmente conmovedores que me llegan, pensando de buena fe que yo
puedo resolverles sus problemas... Se me parte el alma, y cuanto más
se me parte me torno más seco, es paradójico, lo confieso, pero es
cierto.

A punta de impulsos emotivos, ESTUPIÑÁN lucha contra su


acorralamiento.

ESTUPIÑÁN:
Me aceptaron la renuncia. Renuncia a estas paredes, renuncia a tí,
renuncia a la realidad. Me aceptaron una renuncia a la vida que ni
siquiera yo mismo pude pasar. Es lo más real que me ha pasado
últimamente. ¿Oyen amigos? No, tampoco están, ya. No importa,
dirijámonos al vacío. ¡Estamos renunciados! ¡Quedaba un eslabón
que se ha roto! Ahora, ya somos de los mismos, ahora ya podremos
sentir realmento lo que se siente al no contar para nada. Otros, los
que tras de sí arrastran el pesado fardo de las iniciativas y de la
busqueda del éxito, nos suplantan, como debe ser... ( Se frena. A
Ninfa) ¡No eres más que un monumental hueco por el que cabe sólo
espuma, materia sin peso!

Le arroja la grabadora a sus pies. Saca la pistola. NINFA,


aterrorizada, se cubre la cabeza, ahogando un grito pánico. Sin
embargo, ESTUPIÑÁN no hace ningún ademán amenazante,
simplemente deja colgando la pistola, como si supiera qué es lo
que tiene que hacer... Se inclina y toma su grabadora.

4.
Mañana no habrá mañana...
ESTUPIÑÁN:
De todo esto me queda una lección que eludía, pero que me empujaba
hacia el abismo. Ahora, lo sé, he descubierto que uno nunca podrá
conocer el sabor de algo si no lo prueba. Hace falta un acto
definitivo, terminal, sustancial. No más imaginación engañosa y
voluble. Por eso necesito un final verdadero, experimentar lo que se
puede sentir en el momento en el que... ( Ya calmado, se dirige hacia
el fondo, a su casa, con ELLA, SU ESPOSA ) No me conformo más
con ver y suponer, y si el día de mañana no se habla de mí será
porque no pude trascender, y quiero, yo quiero trascender, así que
porqué no precipitar las cosas, de una vez, un gesto de elevación
definitivo, conmovedor, verdadero, algo que no haya hecho nadie
más, algo que hable por sí solo, y que los calle a todos... para
siempre.

ELLA, LA ESPOSA:
(Continúa sentada en el sofá, fumando como la vez anterior. Su voz
suena somnolienta, un poco molesta. ESTUPIÑÁN, con el arma en la
mano, se sienta junto a ella. ) ¿Qué haces tan temprano aquí? De
acuerdo, mañana hablamos. Apaga la luz, quiero dormir.

ESTUPIÑÁN:
Haz que las niñas se acuesten contigo.

ELLA, LA ESPOSA:
¿Porqué?

ESTUPIÑÁN:
Quiero estar lúcido, consciente, quiero degustar momento a momento,
abrir todos mis sentidos al pavor, grabarme para la eternidad el
sonido de la muerte, y tener el tiempo suficiente para sentir cómo ese
veneno se va instalando en todo mi ser, sin una nueva escapatoria
posible, para que quede consignado, por escrito, por siempre, más
allá de la carne y el pecado, más allá de ese otro infierno que, dicen,
nos espera... ( A ella) Hoy voy a terminar la novela, me quiero
quedar a trabajar lo que resta de la noche y voy a fumar mucho, así
que...

ELLA, LA ESPOSA:
Déjalas en su cuarto, ya deben estar dormidas.

ESTUPIÑÁN:
Ya deben estar dormidas... Un día hubo amor suficiente para verlas
nacer, para verlas crecer, para comprar los mejores zapatos en la
zapatería, para llevarlas de la mano por la calle, para vigilar toda una
noche en vela cómo se les calmaba la fiebre, para alegrarse con una
felicidad tonta de sus travesuras. Un día hubo suficiente amor como
para cargarlas sin despertarlas, de mi cama a su cama, para cubrirlas
con buenas noches en susurro. Un día hubo suficiente amor...

ELLA, LA ESPOSA:
Aquí queda campo para ella. Y la cama está caliente...

ESTUPIÑÁN:
Esta mano pasa del metal a la caricia. Se ve hermosa. Todavía queda
un poco de tiempo para juzgar la hermosura, la poca hermosura que
me cerca. No te vayas a despertar, amor, quédate escondida en el
sueño.

ELLA, LA ESPOSA:
Quieres que te ayude?

ESTUPIÑÁN:
No. Y la llevé volando por la sala, sobre su pijama pude oler el olor
de la vida que despunta virginal, y pude sentir el calor que despedía
su aliento pausado y tranquilo...

ELLA, LA ESPOSA:
Está despierta...

ESTUPIÑÁN:
Te parece. Ya está dormida. Y tu, duérmete. Voy por la otra...

ELLA, LA ESPOSA:
Tengo frio...

ESTUPIÑÁN:
Ven a dormir con tu madre. Vamos a dormir todos juntos.

ELLA, LA ESPOSA:
No las despiertes, mañana es martes. Mañana tendrán que ir al
colegio...

ESTUPIÑÁN:
Mañana no habrá mañana.

Con un gesto seco y firme, ESTUPIÑÁN levanta la pistola a la


cabeza de su esposa. Se oye un disparo. Ella continúa quieta,
como si nada. ESTUPIÑÁN saca su grabadora, la activa.

ESTUPIÑÁN:
Ahora, no quiero imaginarme cómo será el mundo sin mí, porque no
me importa, porque no será nada. Por veces me siento a pensar y
concluyo que esto es una fiesta, un juguete, en el que todo gira a mi
alrededor y aparecen y aparecen personajes y máscaras, incluso una
que se disfraza y se viste toda y se emperifiolla tan perfectamente
que me conmueve, y todo para venderme un cigarrillo en la esquina,
con un carrito rojo y amarillo primorosamente decorado para un
instante, que luego olvidaré.

Apagón. Se oyen dos disparos espaciados. Silencio.


Nuevamente, el ruido de una radio mal sintonizada pone fin al
silencio. Lentamente, la luz vuelve por los lados del
DIRECTOR.

EL DIRECTOR:
...De esta manera, lo que pase mañana será nuevo, cosa nunca
pasada, así no sea más que la consecuencia de lo que ocurrió ayer.
Porque las noticias deben gastarse a diario como se gasta y se
consume lo del diario, caso leche y pan para el caso. Así, parecerá
que se estrenan noticias como se estrenan días, para mantener vivo el
interés en lo que sucede... ( Pausa. COLMENARES se aproxima a él
con un papelito en la mano, que le entrega. Lo lee. Hay expresión
viva en su semblante) Ajá, ajá, ajá. Sí, mira, aquí está tu
oportunidad. Sí, sí. Tres disparos, en un edificio de apartamentos.
Los vecinos llaman para alertar, es una tragedia familiar... ¿Pero qué
estas esperando, lárgate de una vez, que yo te espero aquí. ¿Y el
equipo? ¿Dónde están estos cabrones? ¿Dónde está Estupiñán?

COLMENARES:
Se fue, salió despedido...

EL DIRECTOR:
Pero si todavía está en la nómina, ¿donde está que no se reporta? ( A
su hijo) Bueno, lárgate solo... Pero hay que despertarse... ( Cuando su
hijo sale, se dirige a COLMENARES con un guiño de complicidad )
Colmenares, váyase detrás de ese muchacho...

Foco rápido sobre EL HIJO DEL DIRECTOR.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Atención, última hora. Con inmenso pesar registramos esta noticia,
amables radioescuchas. Esta noche, no hace menos de 45 minutos, y
son las tres de la mañana...

COLMENARES:
Corte. Esto no va en directo, hermano. Ni modo que soltemos la
noticia a esta hora...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Bueno, yo no sabía. Pero acaso, a quien le importa la hora? Uno no
puede poner la hora que le conviene?

COLMENARES:
Pero si la vamos a dar mañana a las siete, ni modo que me haga
levantar para hacer la crónica en directo...

EL HIJO DEL DIRECTOR:


No, pues no, pues lo grabamos como si fuera a las siete, en
directo ...

COLMENARES:
Pero hay que cuadrar bien los pies para cuando se hagan preguntas
desde el estudio.

EL HIJO DEL DIRECTOR:


Esta noche se ha precipitado una tragedia familiar de inmensas
proporciones...

COLMENARES:
Esta noche, esta noche... Diga "la noche anterior", o "hace unos
pocos momentos", o "acaba de"... O si no, ¿cómo quiere que se
cuadre la edición?

AGENTE:
Y qué, tenía más familiares?

EL HIJO DEL DIRECTOR:


¿Cómo?
COLMENARES:
Para avisarles. Mató a su esposa y a sus dos hijas y amenaza con
suicidarse. De todas maneras, ustedes son de la emisora y tienen
parte en este...

COLMENARES:
Y porqué? Nosotros solo cubrimos... que hubo hágale.

AGENTE:
Un momento señor...

COLMENARES:
¡Un momento, usted! ¡No me toque!, no obstruya la libertad de
prensa. Nosotros sólo cumplimos con nuestro deber.

AGENTE:
Yo quiero cumplir con el mío.

COLMENARES:
Y esos tres muertos de allá arriba con el suyo. Como lo ve, no
hacemos más que cumplir todos con nuestros deberes. No somos otra
cosa que instrumentos del deber, y deber se llama todo aquello que
tenemos que hacer, aunque no nos guste. De hecho no conozco a
nadie que diga "Cumplo con mi deber" con altivez y orgullo. Siempre
es la excusa exacta para acabar con cualquier discusión. Uno dice:
"Cumplo con mi deber" y es como decir abracadabra, no se diga otra
palabra...

Foco simultáneo sobre la cabina de emisión y el sofá del hogar


de ESTUPIÑÁN. Este ha tomado, del canto de su esposa que
permanece igual, el teléfono. Habla.

ESTUPIÑÁN:
Buenas noches...

NINFA:
¡Jacobo!

ESTUPIÑÁN:
¿Qué tal sin mí?

NINFA:
Dónde estás, oye... Mira que, qué hacías con eso? Bueno, olvídalo.
¿Porque te fuiste tan rápido? El director te estaba buscando para que
cubras, no se, una balacera o algo así.

ESTUPIÑÁN:
Sí.¿ Me pones al aire?

NINFA:
¿Cómo?

ESTUPIÑÁN:
Quiero pedirte un consejo.

NINFA:
Por favor Jacobo, no sigas burlándote de mí. Ya está bien.

ESTUPIÑÁN:
No. Te aseguro que esto es algo muy serio para mí.

NINFA:
No lo voy a hacer.

ESTUPIÑÁN:
Te aseguro que te convendrá... (Pausa) Hazlo. Es sobre eso que acaba
de pasar, para lo que tu inmediato superior me buscaba. Mira, estoy
en el lugar de los hechos...

NINFA:
¿Es en serio?

ESTUPIÑÁN:
Por favor. Nos convendrá a todos...

NINFA:
No creo que...

ESTUPIÑÁN:
¡Házlo!

NINFA:
Está bien.

ESTUPIÑÁN:
Te estoy sintonizando, no escucho nada. Házlo, como si yo fuera uno
de tus fantasmas invitados, uno cualquiera de esos, uno que tiene
algo gordo para deleitarte y deleitar a la audiencia, no me presentes
como tu colega, que ya no lo soy.

Se enciende el letrero de AL AIRE

NINFA:
Buenas noches, señor Estupiñán.

ESTUPIÑÁN:
Buenas noches, señorita Ninfa.

NINFA:
¿Que tenías algo para contarnos?
ESTUPIÑÁN:
Más que para contarte, es para pedirte un consejo, por que realmente
me hallo en un drama familiar...

NINFA:
Pues... Claro, con gusto, si de mí depende, por supuesto, con todo
gusto...

ESTUPIÑÁN:
Mire señorita Ninfa, yo se que usted es muy acertada con lo que dice,
así que voy al grano. Mi problema este: Acabo de asesinar a mis dos
hijas y a mi esposa, tengo el arma lista para pegarme un balazo, pero
quisiera saber, ¿el casette con la grabación de mi novela póstuma, a
quién se lo dejo? ¿A un editor?, ¿al juez?, ¿a su prestigiosa
emisora?...

NINFA:
Jacobo, ¿qué te pasa, estás loco, que te pasa, por Dios???

ESTUPIÑÁN:
Señorita, por favor, ayúdeme. Lo único que quiero es que él vea la
luz....

NINFA:
¡Jacobo!, ¡Jacobo!...

ESTUPIÑÁN:
Bueno, de todas maneras ahí queda un testimonio público. Mi última
voluntad es que eso vea la luz...

Se oye un disparo...

NINFA:
¡Jacobo, Jacoboooo!
Foco a COLMENARES

COLMENARES:
¿¿¿Jacobo Estupiñán??? ¿¿¿Se mató???

Apagón.

TERCER ACTO

1.
Ordalía
En la sala de redacción, sentado, COLMENARES atiende una
entrevista. No hay entrevistadores, solo una gran cantidad de
micrófonos con sus respectivos triángulos que identifican los
medios de comunicación audiovisuales. Exhibe la grabadora de
ESTUPIÑÁN que sostiene en sus manos...

COLMENARES:
Sí, aquí, en esta cajita negra, debe estar la verdad, aunque se que no
hay verdad que valga. No, no puedo considerarme que haya sido lo
que podría decirse un amigo suyo, pienso que más bien nos dejó esto
porque sabía que eramos las personas indicadas para poner las cosas
donde él quería que estuviesen. Y ahora, con su permiso amigos.
Esto no deja de ser raro, es como si se hubiese incendiado una
estación de bomberos. Con ustedes aquí, haciendo la crónica de unos
que hacen crónicas... Bueno, el Show debe seguir. Siéntanse como en
su casa.

Compungido, luctuoso, el DIRECTOR guarda cosas en su


maleta.
EL DIRECTOR:
Ahora mismo estoy sentimental, ¿sabes? A mi eso incluso llega a
tranquilizarme, porque por allá en el fondo siento que no tengo nada
ganado en la vida y termino por concluir que mañana debo reforzar
mis esfuerzos para superar los topes que yo mismo me he propuesto
en una crisis anterior.

Sala de Redacción. Algo nerviosos, el SURTIDOR y su


CÓNYUGE ponen la cara ante los medios de comunicación,
para evitar difamaciones.

EL SURTIDOR:
Algo muy grave debió hacerlo tomar esa decisión, muy grave...

LA CÓNYUGE
Ajá, nuestro negocio es lícito.

EL SURTIDOR:
Vino hace tres días. Lo noté algo seco, pero se le veía seguro.

LA CÓNYUGE
Hoy los vecinos me contaron que estuvo merodeando por varios días.

EL SURTIDOR:
Hoy todo el mundo dice haber visto...

LA CÓNYUGE
Nuestro negocio es lícito.

EL SURTIDOR:
Sólo preguntó cuánto valía. Yo le analicé la facha.

LA CÓNYUGE
Por favor, miren la licencia, háganle una toma a la licencia. Después
dicen que nosotros...

EL SURTIDOR
Llevaba puesto un chaleco de esos de periodista y unas botas
pantaneras. Olía como a...

LA CÓNYUGE
Yo sí me acuerdo de él, mucho, porque se sentó a hacernos una
entrevista...

EL SURTIDOR
Confieso que en un momento dado estuve tentado a decirle que
saliera a limpiarse sus botas a la calle...

LA CÓNYUGE
Mire señor periodista, en todo el tiempo que llevamos en esto, es la
primera vez que pasa algo tan espantoso, y no es nuestra culpa, que
quede claro, si?

EL SURTIDOR
Le pregunté que para qué lo quería, no suelo hacer esas preguntas
porque no me importa meterme en la vida ajena de nadie...

LA CÓNYUGE
Pero él, todo formalito, nos dijo que trabajaba en la noche y que dos
veces lo habían intentado atracar, porque la emisora quedaba en una
zona muy peligrosa, como si aquí quedara una zona que no fuera
peligrosa...

EL SURTIDOR:
Una pistola le va mejor, la puede guardar a la mano sin que le haga
estorbo... le dije. "¿Cuántas balas?", preguntó. Veinte balas con el
cargador auxiliar, le dije. "No lo necesito", me dijo. Son sólo 50 mil
de más. "No lo necesito, con cuatro tengo", ¿Cuatro? "Para qué más",
me dijo, bajando la cabeza.

LA CÓNYUGE
Estaba, se le veía triste, ahora que lo recuerdo mejor...

EL SURTIDOR:
Si yo hubiera sabido que iba a hacer eso, téngalo por seguro que
nunca de los jamases se la habría vendido, ni por todo el oro del
mundo... "Ojalá le sirva" ...

LA CÓNYUGE
Sí, así le dijiste...

EL SURTIDOR:
¿Y yo que iba a saber que iba a hacer eso? Ah, señor, una cortesía, le
dije... Y esa fue la funda que apareció en las fotos... Una cortesía.

2.
Esa cosa muerta...

Ha vuelto a primer plano, como al principio.

COLMENARES:
Había, sobre su cajón, una flor, o mejor, una rosa roja, de un rojo
limpio y callado. Tenía un tallo largo, tan largo, que incluso quedaba
unos diez centimetros volando por encima del cajón, o mejor, entre el
cajón y el aire. Yo estaba sentado en el sofá de espera que quedaba a
unos 3 metros o más, incluso ni la había determinado, hasta que a
falta de algo distinto que hacer en la vela, me la quedé mirando, a la
flor. Quién pondría, sobre esa cosa muerta, una flor tan viva, me
pregunté. Mientras trataba inútilmente de acertar con ése alguien
especial que había dejado aquel recuerdo, me decidí a tomarla,
súbitamente, como lanzado por un mal presentimiento. Era cierto, era
una flor muerta, una flor que nunca había vivido, un trozo de plástico
en forma de rosa, que alguien, ya no me interesó saber quién, había
dejado, muerta, sobre esa cosa muerta, muerta... Definitivamente era
preferible que hubiese sido natural, natural como ese deceso que
estábamos festejando, tan natural como una de esas frutas que se van
envejeciendo y arrugando, secando sus jugos, llamando con su
almibar a las moscas para que llegan a cebarse y a construir sus
nidos, a poner sus larvas, a crecer vida desde la muerte...

En la Sala de Redacción, es su turno para la entrevista. Detrás


de él, su vástago.

EL DIRECTOR:
Hmmm. Fue una ceremonia conmovedora, aunque sé que despedir a
un compañero es siempre doloroso, esto fue muy especial. Y aunque
sabemos que fue un acto desquiciado que tendrá sus razones de ser,
nunca lo comprenderemos, ni lo compartiremos. Que de ningura
manera se piense que algo tuvo que ver su trabajo. Es cierto que el
nuestro es un trabajo duro, pero en esta emisora siempre hemos
cuidado de no involucrarnos mucho con la realidad. Nuestra criterio
de objetividad habla de mirar las cosas en su justa proporción, dando
cabida a todos los ángulos de la noticia, así que mal podría
pensarse....

ESTUPIÑÁN aparece de nuevo. Ahora va maquillado igual que


los cuatro INCISOS. Se une a ellos, al fondo de la escena.
NINFA, en el lado contrario, graba en su grabadora:

NINFA:
...Deja que los perros pasen a tu alrededor, ni les eches pan ni los
espantes, porque si les echas una migaja, se te irán tras las faldas, y
si los espantas, es posible que traten de morderte...
COLMENARES:
(Al público) Mírenme de arriba hasta abajo. ¿Cómo les parezco? Sean
francos, total, no tienen nada que perder y la franqueza es una virtud
que uno empieza a echar de menos cuando llega a cierta edad. No es
que uno quede inmunizado, pero uno vive tanto tiempo aferrado a lo
que cree que es uno, que cuando alguien viene y le desbarata la
construcción a uno, entonces... Vea, los hombres somos débiles, me
entienden? Cuando uno ha llegado a cierta edad y descubre que no
hay nada que hacer, pues le toca defenderse con los que se es. Nueve
de cada diez personas saben que no son nada y que no podrán ser
nadie, me entienden? No todos nacimos para halar, la mayoría
nacimos para ser halados. El asunto es que si sabiendo como sabemos
que nos van a halar, para qué poner resistencia? Para complicarle el
trabajo al que nos tiene que halar todo el tiempo? Yo por eso decidí
solamente decir que sí, de esa manera doy el paso más significativo y
trascendental que puede dar un hombre: acepto mi derrota con
alegría, con gusto y con toda la comodidad.

Se incorpora, sube la voz, arenga al personal que, lentamente,


vuelve a su puesto.

EL DIRECTOR:
Bueno, a trabajar, o se creen que yo me gano lo que me gano porque
la gente no testifica con una mano sobre la biblia y otra sobre su
corazón, que tenemos credibilidad, la debida credibilidad? Esta es
una industria, compañeros, una industria que produce noticias, así
nos duela, conformes? Una noticia es una verdad. Así no sea cierta,
es, filosóficamente, una verdad porque en la práctica la gente se la
cree, como siempre ha creído en lo que tiene que creer, y aunque
ustedes lleguen a creer que la engatusamos, es feliz con el engaño, no
padece los sobresaltos de la duda. Dios existe porque no deja márgen
de dudas, ya que su omnipresencia lo cubre todo. Por eso, un buen
católico, al final, vive con la conciencia tranquila. Pero un incrédulo,
un incrédulo vive siempre en desasosiego, porque no tiene fe ni en
este país, ni en su gente valiosa, ni en sus valores...

EPÍLOGO

"La llevadez que yo tengo es una llevadez real..."

COLMENARES:
Yo sí tiendo la cama antes de salir a trabajar. Es cuestión de orden y
el orden comienza por casa y la casa comienza en la cama, ese es mi
pensar. Desde que cumplí los 40 y empecé a sentir que ya no subía
las escaleras con la misma agilidad, entonces comencé a hacer
ejercicios. Me compré una bicicleta estática y puede decirse que me
discipliné, y me imagino que salgo a pedalear a eso de cuatro de la
mañana, antes que las calles se empiecen a llenar de buses y
camiones con humo. Y no crea que no me gustaría irme para una
ciudad tranquila, donde se respire todavía aire puro. Eso de la salud
es cosa seria...

Activa la GRABADORA de ESTUPIÑÁN y la deja sonando,


sobre el piso, en primer plano. Un foco de luz roja, concentrado
sobre ella, será la última luz que se apague...

LA GRABADORA:
(Son voces distintas, apuntes...) "La llevadez que yo tengo es una
llevadez real" Alirio Celeste: Casete 18 del medio a final. (...)
Agrafia: Incapacidad de expresar las ideas por escrito. (...) Colestitis,
sinónimo de insomnio. (Risas) Ese es un tipo que hasta conoce paises
del exterior...

Suena un pito largo y agudo, de cierre de emisión, que es el


mismo de un aparato de electrocardiogramas cuando no hay
señales de vida.
F I N.

BOGOTÁ, JULIO DE 1996 / JUNIO DE 2006

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