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Universidad Nacional de Colombia Óscar David Pardo Rosas

Introducción a la Literatura

El Spleen de Stephen

La melancolía, el abatimiento, la falta de voluntad de acción y la pérdida de la conciencia


temporal, tienen dos sujetos en común: Charles Baudelaire y Stephen Dédalus. Cada uno le
da un nombre distinto. Aquél le llama “Spleen”, éste le define como “Conciencia”. Para el
primero es un sentimiento, casi una entidad, al que está subordinado quien lo advierte, pero
que le permite poseer una visión distinta de lo que le rodea; para el segundo implica tanto
una forma de autoreconocerse como una herramienta que propicia la comunicación con las
musas. La relación que se da entre el concepto y el artista en formación que lo experimenta,
nos lleva entonces a analizar la obra de Joyce desde una nueva perspectiva en la que su
personaje principal se construye en relación con el sentimiento que el poeta maldito traza
en sus poemas.

Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia, / La culpa, la vergüenza, el hastío, los
sollozos / Y los vagos terrores de esas horribles noches / Que al corazón oprimen cual papel
aplastado? / Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia?

Ángel de bondad lleno, ¿sabes lo que es el odio, / Las lágrimas de hiel y los puños
crispados, / Cuando su infernal voz levanta la venganza / Ven capitán se erige de nuestras
facultades? / Ángel de bondad lleno: ¿sabes lo que es el odio? Baudelaire. 1857.

Al leer la obra de Baudelaire, podemos encontrar un tema recurrente: el Spleen.


Baudelaire lo describe como un sentimiento en el que el individuo se encuentra en un
estado de tedio, cansancio, abatimiento e inconformidad relacionada con el mundo, o bien,
como un hastío de su propio ser. Es un sentimiento en el que se pierde la comunicación
“convencional” con el entorno haciendo que todo se resignifique, y que deja en cierta
manera atrapado en sí mismo a quién lo experimenta. Implica tanto una interiorización
como una exteriorización de los disgustos, desacuerdos o divergencias a las que se pueda
enfrentar el individuo vinculado con un mundo que reconoce tan complejo como
incorregible, de ahí su frustración. Precisamente este mismo sentimiento de Spleen es el
que Stephen Dédalus, protagonista del “Retrato del artista adolescente” de James Joyce,
enfrenta en varias etapas de su vida y que finalmente le lleva a explotar su genio artístico,
como veremos al final de la obra

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Así pues, la exploración del Spleen es un proceso que empieza desde la separación
con el entorno. Joyce nos decía que Stephen se hallaba en una cavilación individual en
comparación con el contexto, para una posterior evaluación, de la siguiente forma:

A veces se apoderaba de él una fiebre que le llevaba a vagar de noche, solo (…) El ruido de
los niños al jugar le incomodaba y sus locas voces le hacían sentir aún más claramente lo
que había sentido en Clongowes, que él era diferente de los otros. Él no quería jugar. Lo
que él necesitaba era encontrar en el mundo real la imagen irreal que su alma contemplaba
constantemente. Joyce, pág. 68.

Vemos de esta manera, que la experiencia del Spleen implica un


autorreconocimiento y abstracción en sí mismo, separándose del mundo, adoptando una
actitud crítica y evaluándolo como una entidad independiente. Esta separación del mundo
supone además que quién lo experimenta habita su “yo” desde la soledad, sumiéndose en
pensamientos profundos que llevan a una incomunicación con su entorno, refugiándose en
su propio abatimiento. En consecuencia, se pierde la novedad por el mundo real ya que
prima la autoconciencia.

Al hacer de esta noción de “conciencia” algo cercano e íntimo, el Spleen aparece


como una forma de interpretar el exterior desde un interior que se ve frustrado y
desinteresado, logrando que todo se matice y que la percepción del tiempo se distienda,
consiguiendo que la soledad sea más palpable. Vemos que Joyce pasa esta idea a la mente
de Stephen y es precisamente reparando en los discernimientos a los que le llevaba su
pensamiento y que cada vez son más complejos, que Stephen entiende que su razonamiento
trabaja de una manera distinta, pero que además, empieza a hallar cierto deleite estando
apartado del resto, cosa que Baudelaire diría de la siguiente manera:

No a todos les es dado tomar un baño de multitudes: disfrutar de las masas es un arte, y sólo
aquel a quien en su cuna un hada insufló el gusto por el travestismo y la máscara, el odio al
domicilio y la pasión por el viaje, puede darse, a expensas del género humano, un banquete
de vitalidad. (…) El paseante solitario y pensativo experimenta una embriaguez particular
ante esta universal comunión. (…) Él adopta como suyas todas las profesiones, todas las
satisfacciones y todas las miserias que se le presentan en cada situación. Baudelaire, 1869

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En consecuencia, ya que el Spleen permite a Stephen valorar su realidad ineludible


con un aspecto distinto, e incluso considera como un ente diferente al Spleen que
experimenta en sí mismo, puede mutar su ser y su percepción de los objetos en algo que
normalmente sería una disonancia para los oídos de la mayoría, pero que él aprende poco a
poco a usar. Justamente, el Spleen se convierte en una herramienta que se sublima a sí
misma y que le posibilita acceder a estados apreciativos del mundo que distan bastante de
lo convencional y normalmente aceptado.

Por esto mismo, cuando Stephen descubre que su abstracción le abre las puertas
para una nueva experiencia sensorial, quizá no más sensible, pero sí más evaluativa, crítica
y quizá menos acusativa, la emplea para beneficiarse aún de las situaciones que menos
consideraríamos como provechosas. Toda su comprensión y apreciación de lo estético da
un giro.

Este último aspecto es demostrado en la obra, cuando Stephen, ofuscado y algo


exasperado en medio de su furor juvenil y la repentina ira que le asaltó después del ridículo
al que fue sometido en la obra teatral escolar, sale a caminar solo, y a perderse en la noche
hasta que:

Se detuvo y se quedó mirando el depósito de cadáveres y la callejuela empedrada de al


lado. (…) y respiró despacio el aire rancio y denso que de ella salía. “Esto son orines de
caballo y paja podrida” -pensó-. “Es bueno respirar este olor. Me calmará el corazón. Ahora
mi corazón está absolutamente tranquilo. Regresaré.” Joyce, pág. 92.

Es claro así, que el concepto de belleza que tiene el protagonista, si bien no sabemos
si ha cambiado, al menos podemos asegurar que es diametralmente distinto de lo que
usualmente se acepta para que sea tomado por bello. Pero más que tomarse por agradable
estéticamente, lo que es importante resaltar en la percepción de Stephen Dédalus, es cómo
utiliza el Spleen de manera que incluso aquello que puede resultar despreciable y hasta
vomitivo, aunque no pierda tal calidad en el mundo real, sí pueda ser revalorado por medio
de una inversión de los cánones convencionales, desde la autopercepción del observador.

En otras palabras, aunque el Spleen atiborre el temperamento del sujeto, y pese a


que las situaciones en las que se advierte no sean las ideales, es capaz de resignificar su
entorno, verlo desde un plano distinto y reinterpretarlo como algo favorable en tanto que

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provee una experiencia del mundo opuesta a la que usualmente se considera. Solo por esto,
por permitir divisar un panorama diferente, es se convierte en algo positivo.

Que tome este mérito de provechoso, depende únicamente del carácter particular del
individuo que lo experimente, llegando así a una trascendencia individual. No se niega la
existencia del Spleen, solamente se convierte en un instrumento que permite lograr la
sublimación propia. Esto es porque el sujeto logra actuar frente a este sentimiento (que
puede llegar a ser incluso un estado espiritual) con indiferencia o bien, puede apelar a su
poder creativo, sacando provecho de éste y descubriendo lo nuevo que estaba oculto en el
tedio de la realidad.

En consecuencia, Stephen utiliza este recurso para desarrollar su genio artístico, que
se hace más agudo y avanzado al analizar su entorno mientras el Spleen reside en sí. Un
ejemplo de esto es cuando pensando en su amada, se nos dice que en Stephen “Una cólera
ruda, brutal, ahuyentó de su alma los últimos vapores del éxtasis, rompiendo violentamente
la dulce imagen de la amada y dispersándola en fragmentos en todas direcciones” Joyce,
pág. 242. Después de aquello, escribe un poema. Es decir, que explota el Spleen como un
recurso creativo que sigue usando de aquí en adelante como mediador entre su experiencia
y la abstracción artística que hace del mundo reinterpretado por unos ojos que prestan
particular atención a lo que observan. Se utiliza la ira, y el abatimiento como motor y punto
de partida para la apropiación de ideas que, en situaciones normales, no habrían florecido.

En síntesis, el estado emocional que describe Baudelaire, que puede ser


experimentado incluso por el protagonista de una novela, no es sólo un ente cambiante que
puede ser interpretado en formas insospechadas, sino también resulta ser un recurso que
considero podríamos utilizar como un instrumento mediador entre el mundo abstracto y el
real, con nuestras ideas, convirtiéndolo además en un vehículo para decodificar las
proposiciones que tenemos respecto a nuestra aburrida cotidianidad. Aunque no nos vaya a
alejar del sentimiento de Spleen, ya que el parecer es inherente a toda existencia consciente,
sí puede hacer que busquemos nuevos caminos para hallar sentido a la convencionalidad de
nuestro aburrido mundo. Sólo es necesario resignificar lo que nos mantiene sumidos en el
Spleen y quizá escribir unas cuantas líneas para aclararlo todo. Solo es necesario, ver todo
con ojos críticos. g

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