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Transición

AUTORES EN EL CENTRO
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TEATRO MARÍA GUERRERO


Temporada 2012 / 2013
Alfonso Plou y Julio Salvatierra

Transición

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL


CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Dirección
Ernesto Caballero

Primera edición: marzo de 2013

© de la obra: Alfonso Plou y Julio Salvatierra, 2013


© de las introducciones: sus autores
© Fotos: David Ruano

© De la presente edición:
Centro Dramático Nacional
Tamayo y Baus, 4
28004 Madrid

Coordinación editorial:
Departamento de Prensa y Publicaciones

Imagen de cubierta:
Cecilia Molano

Diseño, maquetación y preimpresión:


Vicente A. Serrano
Esperanza Santos

ISBN: 978-84-9041-011-0
978-84-9041-002-8
NIPO: 035-13-029-5
035-12-041-0
Depósito Legal: M-6219-2013
M-35149-2012

Imprime: Advantia, Comunicación Gráfica, SA


Notas de los autores
Recontar la historia

El objeto de toda obra artística suele ser recontarnos la re-


alidad para acercarnos a ella de una forma más comprensiva.
En ese recuento el artista echa mano más de lo emocional
que de lo racional. Se aleja así de una aproximación cientí-
fica para apelar al espíritu de lo mítico o ficcional. Importan
menos los hechos que la huella emotiva que esos hechos
han dejado en el artista y su entorno.
¿Por qué la ficción se debe empeñar entonces en acer-
carse a la Historia? Porque la Historia forma parte de las
historias individuales y colectivas que todo ser humano vive.
Porque de la Historia emana una parte muy importante del
corpus mítico que necesitamos recontarnos para entender-
nos.
Cuando nos juntamos esta panda de locos artistas con el
sueño de llevar a cabo un proyecto como éste, guiados ape-
nas por un par de antorchas llamadas Transición y Suárez,
descubrimos al instante que lo que nos unía en el empeño
era un discurso generacional de los que vivimos aquellos

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RECONTAR LA HISTORIA

años en la adolescencia, en el tránsito entre la infancia y la


edad adulta, y que nuestros recuerdos estaban felizmente
impregnados de la sorpresa de aquellos años y desprovistos
de la necesidad de justificación que conlleva tener que res-
ponder de nuestros actos como adultos plenos. Fuimos
unos espectadores natos de lo que acontecía y sólo la mirada
posterior del paso del tiempo contaminaba nuestra mirada
con la pretensión racional de lo objetivo.
Tal vez por eso tuvimos claro desde el principio que el
recuerdo a llevar sobre la escena, convertido en espectáculo
teatral, no iba a ser sino la suma de recuerdos de todos nos-
otros; y que en ese objetivo éramos una correa de transmi-
sión entre las generaciones de nuestros mayores y la de los
que no vivieron en absoluto el momento. Por eso tal vez no
nos importó para nada dejar nuestra pretensión de artista
individual e intransferible en el perchero de la entrada para
ponernos el mono del obrero de la construcción que aspira
a levantar catedrales con otros muchos con el ladrillo, la
llana y la espátula.
Si algo mantiene vivo a este arte, eternamente efímero,
de lo teatral es su componente piña, el ser casi indefectible-
mente el resultado asambleario de una suma de individuos
a quienes suele importar más el acto mismo del viaje que el
resultado final del mismo. De tal forma que asumimos con
convicción tanto el Viaje al Parnaso como El viaje a ninguna
parte.
En este caso los marineros de esta expedición, que deci-
dimos finalmente y tras haber levado anclas llamar Transi-
ción, intuimos y empezamos a disfrutar que estamos
conduciendo la nao a buen puerto y que el cuaderno de bi-

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ALFONSO PLOU

tácora era menos delirante de lo que, algunos desde fuera y


a ratos desde dentro, nos decían y nos decíamos.
Cuando todo termine, y queremos apurar la copa de su
existencia tanto como sea posible, de los restos de la expe-
dición quedará entre otras cosas un texto dramático, éste
que ahora prologamos. Un texto arrancado a jirones, de
nuestro recuerdo y de nuestro presente colectivo, para
transformarse en espejo público donde mirarse, donde mi-
rarnos y preguntarnos una vez más, pero con convicción:
¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿de dónde venimos? Y
también, ¿somos un país?, ¿existimos pese a los pesares
como bloque social que empuja en su conjunto por un me-
jor destino?
Dicen del mejor escritor dramático de todos los tiempos,
William Shakespeare, que no es él y, sin embargó, cabalgó
y sigue cabalgando en las más altas cimas del arte dramático.
A quienes cuestionan su identidad les guían más los princi-
pios de clase social, originalidad o individualidad que los de
creación compartida o suma de esfuerzos en los que solemos
movernos desde siempre el común de las gentes del teatro.
Para mí no hay dudas de que quien escribió Ricardo III,
Hamlet o Macbeth tuvo que compartir su existencia con otros
hombres entre las paredes de un teatro y que juntos cons-
truyeron lo que hoy conocemos como las obras de William
Shakespeare.
Por cierto, los Macbeth, Hamlet o Ricardo III de la fic-
ción son ahora más importantes en el espacio mítico de la
sociedad contemporánea que sus referentes históricos, pese
a que ahora se acaben de encontrar los retorcidos huesos
del monarca inglés. No aspiramos a tanto. De Suárez y la

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RECONTAR LA HISTORIA

Transición se seguirá hablando mucho independientemente


de nuestro espectáculo. Pero sí que nos hemos permitido
libremente ficcionar sobre esta Historia para tratar de com-
prender el ayer, para que nos hable hoy, para que nos pre-
gunte sobre dónde nos dirigimos.
Lo hemos hecho con sinceridad y convencidos del em-
peño. Y para esto nos constituimos en un equipo, iniciamos
un periplo, seguimos remando con un efímero pero impor-
tante objetivo.

Alfonso Plou

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Transición.
Un texto necesario y particular

LOS MOTIVOS
La tarde del 23 de febrero de 1981, yo, con 16 años, estaba
estudiando en mi habitación, en nuestra casa de Granada.
Paquita, la enfermera de mi padre –que era ginecólogo y
tenía consulta privada– entró de repente a decirme que por
la radio informaban de la toma del Congreso por unos
guardias civiles. Fui al comedor, donde estaba mi abuela es-
cuchando la Cadena Ser, como era habitual, en su vieja ra-
dio forrada de madera. Me miró sin decir nada, con una
expresión dura, algo bastante corriente en ella, y en seguida
apareció mi padre, escapado entre paciente y paciente. Mis
cinco hermanos estaban fuera. Mi madre se quedó en las
habitaciones que hacían de clínica, para no dejar abando-
nadas a las clientes. Recuerdo que estuvimos escuchando la
radio unos pocos minutos, sin decir nada. Luego mi padre
meneó la cabeza y dijo: estos son cuatro locos, y volvió a la
consulta. Mi abuela dijo ojalá no lo sean, o algo parecido
(era franquista convencida), y Paquita, antes de meterse
para dentro, me preguntó si sabía dónde estaban mis her-

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TRANSICIÓN. UN TEXTO NECESARIO Y PARTICULAR

manos. Lo preguntaba sobre todo por el mayor, supongo,


que no hacía mucho había pasado una noche en la comisaría
por pegar carteles de la entonces todavía ilegal OIC (Or-
ganización Izquierda Comunista), de la que era dirigente
local. Pero yo no sabía dónde estaban.
En este espectáculo hay algo de aquella sensación de un
adolescente que ve suceder cosas que sabe importantes, pero
no sabe exactamente dónde estaba quién. Esa generación que
vivió la Transición entre los 10 y los 20 años, que hoy tiene
40 o 50, tiene una deuda con aquellos misterios. Preguntas,
dudas, desacuerdos... y también homenajes, por qué no, a
aquellos que sí estaban. Ese es uno de los motivos que, para
mí, hacen necesario este texto. Es un motivo del pasado.
Otro motivo es el presente. Si la Transición fue el pro-
ceso político y social que nos trajo el actual ordenamiento,
no deja de tener sentido que, en el hipotético caso de que
se quisiera revisar dicho ordenamiento, nos planteáramos
cómo hemos llegado hasta aquí. Y digo hipotético porque,
seguramente, los casos de corrupción pública que con fre-
cuencia creciente nos asolan no son motivo bastante para
hacerlo. Siempre ha habido manzanas podridas, ya se sabe...
(además, si en Alemania los políticos aceptan dimitir por
cualquier fruslería, es porque no tienen interiorizada la idea
del honor, que es un concepto muy hispánico).
Ni tampoco es motivo para revisar nuestros hábitos po-
líticos la percepción de que los partidos, que hace 35 años
partían como entidades de pensamiento e ideología, van de-
rivando hacia lo que parecen simples clanes. Clanes cerra-
dos donde ni el bien común ni el espíritu de servicio
parecen tener demasiada importancia frente a la evidencia

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JULIO SALVATIERRA

previa y aplastante de que, para hacer algo –lógicamente–


hay que conseguir antes el poder, como sea.
Tampoco parece de recibo pensar en revisar el modelo
de este Estado cuando, aparentemente, a cierta parte im-
portante de la derecha no le gusta la idea del Estado, en ge-
neral. Ni cuando cierta parte de la izquierda se dedica a
hacer cambalaches nacionalistas –que son generalmente de
derechas, tanto los grandes como los pequeños– sin saber
muy bien ya con qué mano empuñan la cuchara.
Ni mucho menos por el hecho de que nadie sepa justifi-
car muy bien el papel de diversas instituciones provinciales.
Ni porque muchas de las decisiones que antes se toma-
ban en muchos ministerios no se tomen ya en esos minis-
terios, si no en los European bureaus...
No, pecata minuta: es evidente que aún no hay motivos
para la preocupación...
Pero igual no está de más, por si acaso, comenzar a pre-
guntarse si a esta sociedad nuestra (y a la clase política que
emana de ella), recompuesta como buenamente se pudo tras
la dictadura (patronales, partidos, sindicatos, banca, judica-
tura, funcionariado...) no le quedará aún alguna cosa que
aprender (oh, ¿qué será, qué será...?).
Más que nada, por tener argumentos para responder a
algún sibilino revisionista que, con la engañosa excusa de
mejorarlos, se atreva a poner en causa alguno de los logros
que se obtuvieron en un proceso modélico, según toda la
prensa internacional...
En fin, ironías aparte, quizás la Transición más impor-
tante fue asumir públicamente que no hay Principios In-
mutables, y que la única forma de enfrentar el presente es

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TRANSICIÓN. UN TEXTO NECESARIO Y PARTICULAR

lanzarse a la lucha con la energía y la intensidad de una


transición eterna.
Pero, desde luego, los motivos más importantes son los
del futuro. Pase lo que pase aquí y ahora, el equilibrio del
mundo está cambiando. No sólo la globalización impone
unos mercados cada vez más grandes y fuerza unos foros
cada vez más amplios. Particularmente en Europa vivimos
inmersos en un proceso de unificación apasionante, que se
inscribe seguramente en el proceso global, pero que está
cambiando, a gran velocidad, nuestra forma de funcionar
en la política y la economía. Y al que tenemos que dar res-
puesta. Conocer y elaborar una imagen de nosotros mis-
mos, como país, lo suficientemente consensuada y
compartida por todos, es un requisito muy importante para
poder lanzarnos al mundo, como el surfista a la ola, antes
de que el mundo nos pase por encima.
Por todo esto digo que Transición, al menos como inten-
ción, es un texto necesario.
Es verdad que escribir teatro sobre la política, la Historia
(con mayúscula) o los cambios sociales recientes puede ser
difícil. Pero desde luego, hoy, nos resulta más interesante
que hacerlo sobre épocas remotas. Y, en cualquier caso,
como decía Adolfo Suárez: «la vida siempre te da dos op-
ciones: la cómoda y la difícil. Cuando dudes, elige siempre
la difícil, porque así siempre estarás seguro de que no ha
sido la comodidad la que ha elegido por ti».

UN PROCESO DE ESCRITURA MUY PARTICULAR


A comienzos de 2011 comenzó a gestarse este proyecto es-
cénico, que incluía la escritura y el montaje de un texto teatral

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JULIO SALVATIERRA

sobre la Transición. La iniciativa, que partía del Teatro del


Temple y de L’Om Imprebis, y a la que se incorporó Teatro
Meridional, pretendía desde el comienzo convertir la cora-
lidad en uno de sus elementos fundamentales. Coralidad
creativa para lograr reproducir escénicamente un período
político e histórico (1973-1981) donde se daban cita mu-
chísimos elementos. Y donde las interpretaciones de lo su-
cedido pueden ser también múltiples.
El proceso de trabajo arrancó con dos talleres de impro-
visación y trabajo actoral, dirigidos por Carlos Martín y
Santiago Sánchez. A estos talleres asistíamos también los
dos dramaturgos, Alfonso Plou y yo. Sirvieron no sólo
como fuente de inspiración a partir de lo aportado en las
improvisaciones, si no como momentos de encuentro entre
ambos y con el resto del equipo, para debatir y decidir las
líneas dramáticas a seguir.
Tras el primer taller se elaboró un primer borrador de
texto, que incluía ya las cuatro líneas dramáticas básicas: la
clínica en la que ingresa un paciente con problemas de me-
moria que está convencido de ser Adolfo Suárez; la cadena
de momentos históricos a retratar en el proceso de la Tran-
sición; las rondas en las que los actores fantaseaban con re-
cuerdos personales, anécdotas, músicas, imágenes, etc. de
aquella época; y el debate televisivo entre un peso pesado
de los políticos de la Transición, y una joven licenciada de
30 años que se cuestiona muchas cosas.
En el segundo taller se puso en común este primer bo-
rrador, se cambiaron impresiones con todo el equipo, y se
realizaron nuevas improvisaciones. A partir de ahí, en un
proceso autoral de dos meses, se elaboró un primer texto

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TRANSICIÓN. UN TEXTO NECESARIO Y PARTICULAR

completo para iniciar los ensayos, con los ocho actores de-
finitivos que fueron seleccionados de entre los 16 que par-
ticiparon en los talleres.
Durante los ensayos este texto sufrió constantes ajustes,
se incorporaron las músicas y la imágenes finales y se le dio
su forma final.
De esta manera conseguimos transformar lo que en un
principio era un problema –el trabajo de dos autores y dos
directores distintos– en una expresión de ese trabajo coral
buscado. Este texto y este espectáculo no son lo que cada
uno de nosotros hubiera hecho de haber trabajado solo. Son
la expresión viva de opiniones diferentes, de enfoques di-
versos y de una voluntad de entendimiento para transfor-
mar en un solo espectáculo una realidad multiforme. En
cierto modo, es también, en su creación, una metáfora de
la Transición.
En cuanto a su forma, decir que hemos intentado recu-
perar un cierto teatro político, mezcla de esperpento, iro-
nía, comedia, denuncia, reflexión... Pero también decir que
sabemos que el teatro que ha llegado rayar alto en el dis-
curso de ideas, lo ha hecho siempre a través de la humani-
dad de sus personajes. Es el punto de vista humano lo que
da fuerza y vitalidad a cosas tan frías como la lógica, la razón
o la justicia. Hemos intentado que esa veta irrenunciable de
humanidad esté también en nuestro espectáculo.

Julio Salvatierra

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Notas de los directores
Al tran TRAN SIC (nota de autor) I dale al ON

¿Este país se derrumba? No lo sé, no lo creo, el pasado de


este país ha sido un horror, un verdadero horror, nunca he-
mos logrado engancharnos al vagón de la ética, siempre ha
habido algo que nos lo ha impedido, que nos ha apartado,
que sé yo... Pero ¿es posible que no podamos entre todos
superar esto de una vez? ¿Es posible que no logremos hacer
entre todos de este país algo normal? Donde las leyes, los
derechos y los deberes se armonicen hasta el punto que es-
tén gobernados por el sentido común.
Tengo cincuenta años, he vivido cincuenta años, he visto
algunas cosas, cosas del antes y cosas del ahora, y mi con-
clusión es que las personas valen la pena, somos buena
gente, en general casi nadie quiere fastidiar a casi nadie,
pero en la política, las finanzas, el comercio, los negocios,
se tiende a no ser del todo claros y muchas veces incluso a
engañar. ¿Por qué? ¿Todavía no hemos logrado confiar en
nosotros mismos? ¿Todavía no creemos en un proyecto co-
mún? Al parecer, esto sigue funcionando por castas, fami-

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AL TRAN TRAN SIC (NOTA DE AUTOR) I DALE AL ON

lias, amigos, relaciones, intereses. ¡Qué pena! ¡Qué ineficaz!


No sería mejor llevarnos por las posibilidades, los esfuerzos,
las voluntades, la generosidad, el interés. ¡Un país nuevo!
Libre por fin de su pasado. ¡Ciudadanos por fin! Catapul-
tados hacia el futuro, hacia la armonía, la colaboración, la
exigencia, el compromiso...
Analizarnos, estudiarnos, comprendernos, perdonarnos,
ahora y antes. Uno de nuestros antes fue la Transición, uno
de los nudos de nuestro pasado. Es bueno revisar nuestros
nudos, observarlos, ficcionarlos, ponerlos en escena para ver
qué nos devuelve el espejo, con qué cara nos quedamos, qué
imágenes, qué conclusiones sacamos. ¿Es posible la repa-
ración, la progresión, el avance...?
Tal vez la amable distancia que impone la poesía, la iro-
nía, los recuerdos (verdaderos o inventados), las cancio-
nes...de nuestro pasado, curen las contradicciones, los
obstáculos, los bloqueos y las tonterías de nuestro presente,
para poder (¡ya, por fin!) remar todos juntos en la misma
dirección. Si no lo hacemos seguiremos siendo unos ambi-
guos, unos mediocres, unos españolitos contradictorios. Lo
de siempre: tapas, sol, sagrada familia, juerga, toros. ¿Y la
cultura? ¿La comunicación? ¿La imaginación? ¿El duende?
Yo creo, todavía creo, que podemos; y por eso apuesto,
apostamos, por nuestro futuro, reconociendo nuestro pa-
sado. Tal vez la metáfora nos libere, la paradoja nos divierta
y el humor nos limpie. ¡Viva España! (Uy) ¿Por qué no?
¿De dónde somos? ¡Ah! ¡Viva Cataluña! ¡Viva el País Vasco!
¡Valencia, Madrid, Aragón!... ¡Viva la cordura!

Carlos Martín

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Transición: de la idea al espectáculo

Creo que el teatro español ha reflexionado poco sobre la


historia reciente de nuestro país. Precisamente, el período
histórico con mayor trascendencia en la sociedad actual, la
Transición, ha sido profusamente tratado en ensayos, no-
velas, etc., y sin embargo, permanece casi inédito para la
escena.
Un estudio más detallado sobre los acontecimientos de
la época nos llevó a comprobar los distintos puntos de vista
que había al respecto. Desde la consideración de proceso
modélico en el tránsito de una dictadura a una democracia
hasta las voces que piden una revisión crítica acerca del re-
lato de cómo se produjo todo aquel proceso. Algunos ha-
blan de «pacto de olvido» sobre la realidad que precedió y
sucedió a la muerte de Franco y sobre los hechos que lleva-
ron a España al modelo de Estado actual. Teníamos la sen-
sación de que hay algo pendiente con nuestra propia
historia, algo que viene de lejos; por eso la responsabilidad
de hacer un espectáculo así.

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TRANSICIÓN: DE LA IDEA AL ESPECTÁCULO

También destacaba una figura en todo aquel proceso, la


de quien iba a ser designado por el Rey como primer pre-
sidente del Gobierno de unas Cortes Constituyentes y, pos-
teriormente, primer presidente electo por sufragio
universal desde la República: Adolfo Suárez.
Las circunstancias personales de Suárez permitían ade-
más establecer un paralelismo entre las lagunas de la me-
moria colectiva y la individual. La desmemoria del
personaje coincide simbólicamente con la desmemoria del
país.
Pero también estaba la transición que experimentó en
aquellos años el conjunto de la sociedad, la transición per-
sonal de cada uno de nosotros. Algo que igualmente nos
parecía necesario reflejar en el espectáculo.
Comenzamos pues a trabajar en tres líneas de acción: los
principales hechos históricos recordados por la memoria al-
terada de un paciente; el reflejo de la música, la televisión y
la sociedad de la época; y, finalmente, un debate actual so-
bre el sentido de la Transición y cómo condicionó la reali-
dad posterior.
El trabajo desarrollado por actores, directores y drama-
turgos ha sido un acto sincero. Entendemos que ese magma
histórico es un material muy ficcionable.
Nuestro trabajo ha querido huir del panfleto, de la bio-
grafía, del documental o de la obra de tesis: preferimos su-
gerir, abrir interrogantes, despertar recuerdos...
Entramos en el terreno de lo poético. Nosotros mismos,
en ocasiones, recordamos los hechos de una forma más
amable o más agria de lo que fue en realidad. En todo caso,
¿qué es la realidad? Si la realidad se nos escapa, con el

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SANTIAGO SÁNCHEZ

tiempo, sólo nos queda el relato de lo ocurrido. Pero... ¿las


cosas fueron así o fueron de otra manera? Son preguntas
que, lejos de contestar, preferimos que se abran con nuestro
espectáculo.

Santiago Sánchez

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Transición
Alfonso Plou / Julio Salvatierra
Transición,
de Alfonso Plou y Julio Salvatierra
se estrenó en el Teatro María Guerrero de Madrid
el 8 de marzo de 2013,
con el siguiente reparto y equipo artístico:

REPARTO
Enfermera, Juana, Inés, Amparo
Elvira Cuadrupani
Doctor Gutiérrez, Productor, Gutiérrez Mellado
José Luis Esteban
Tomás, Regidor, Torcuato
Balbino Lacosta
Doctor Felipe, Presentador, González
Álvaro Lavín
Enfermero Marcos, Sonidista, Juan Carlos
Carlos Lorenzo
Enfermera Andrea, Productora, Sofía
Eva Martín
Adolfo
Antonio Valero
Santiago, Cámara, Carrillo
Eugenio Villota
EQUIPO ARTÍSTICO
Dirección Carlos Martín y
Santiago Sánchez
Escenografía Dino Ibáñez
Iluminación Luis Perdiguero
Vestuario Elena Sánchez Canales
Música Mariano Marín
Coreografía Paloma Díaz
Audiovisuales David Bernués
Coproducción
Centro Dramático Nacional, L Om–Imprebís,
Teatro Meridional y Teatro del Temple
01. APERTURA DEBATE

En el escenario, ADOLFO, 60 años, pelo cano, sentado en


una silla. Mira a una gran pantalla que emite nieve. Se
oye una sintonía de programa informativo.
Una joven en la treintena, Inés Ribadeneira y un hombre
de unos 40, el presentador Andrés Hermida, hablan en
medio de la nada, quizás también desde la pantalla, di-
rectamente al público. Quizás las voces del programa
emitido y su recreación en el escenario coinciden unos se-
gundos hasta desaparecer la emisión.

INÉS.– Iré al grano. El motor de la Transición fue la cir-


cunstancia global: una clase media mínimamente
formada, un poder económico deseoso de entrar en
una Europa ávida de contar con España. Un dis-
curso teórico incapaz ya de sostener el Movimiento
Nacional y la quiebra del Estado católico aparejada
al Concilio Vaticano Segundo.
ADOLFO asiente a medias en su silla.

PRESENTADOR. Eso es capacidad de síntesis. Siga, por fa-


vor.
INÉS.– (Acusando la interrupción) Gracias. Esto lo sabía tam-
bién la clase dirigente. La transición social ya había
comenzado, sólo quedaba pues el inevitable reajuste
político tras la muerte de Franco. Creo que dicho
reajuste fue principalmente un enjuague para librar

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TRANSICIÓN

de responsabilidades, olvidar las conductas injustas


y asegurar el futuro inmediato de la clase política
entonces en activo.
ADOLFO niega, levanta los brazos y se desespera.

ADOLFO.– No, no, no... ¿pero qué está usted diciendo?


INÉS.– Y digo esto, que puede sonar un poco fuerte, porque
los hechos son los hechos, mirados con la distancia
suficiente...
ADOLFO.– ¿Pero qué distancia, señorita? ¿Qué altura? ¿Qué
experiencia? ¿Qué estudios tiene usted para decir
lo que dice? ¿Eh?
INÉS.– Sociología y ciencias políticas.
ADOLFO.– Pues yo admiro esos estudios, señorita, pero dé-
jeme decirle que también demuestran con claridad
el fracaso de las reformas educativas que hemos su-
frido todos estos años, pues usted consigue articular,
en un discurso formalmente correcto, el conjunto
más grande de barbaridades que he oído en los úl-
timos tiempos. Porque yo he seguido oyendo des-
pués de abandonar mi labor, ¿saben...? que era la
política, claro...
PRESENTADOR.– Por supuesto, y si ustedes dos no polemi-
zaran esto no sería un debate...
ADOLFO.– Esta bonita joven muestra, desde la barrera, un
desconocimiento rayano en la estupidez al hablar
de «reajuste político». Tratar de «simple reajuste»
la lucha de personas para hacer más justo el acceso

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

a la riqueza y al poder, es una simplificación que


ofende a la importancia de lo sucedido.
INÉS.– Pero cómo alguien venido de la raíz misma del fran-
quismo puede decir eso...
ADOLFO.– Su propia presencia aquí, siendo mujer, lo de-
muestra. Pero tacharlo de «enjuague», es una ca-
lumnia que ofende el corazón de los que
participaron en aquel proceso, y que usted contem-
pló cómodamente desde la cuna. Y no le voy a pre-
guntar su edad, porque no es de buena educación.
A medida que se desarrolla la escena se van dejando ver
poco a poco elementos del marco en el que ahora están in-
mersos: el plató de televisión donde se está rodando un de-
bate.

INÉS.– Gracias. No quería ofenderle. No desconfío del


ánimo de las fuerzas de oposición –hombres y mu-
jeres– que se enfrentaron al antiguo régimen, ni del
de algunos reformistas sinceros surgidos de su seno,
pero...
PRESENTADOR.– El tema de la mujer –perdón– es, sin duda,
un tema muy importante, que también tendrá ca-
bida, espero, en este debate...
INÉS.– (Acusando de nuevo la interrupción) Muy bien. Pero lo
que los sectores reformistas dentro del propio régi-
men dejaron o pudieron hacer fue un enjuague, en
tanto que el primer paso fue salvar los muebles de
la clase política, destruir archivos y blindarse con
una ley de Amnistía, la del 77, que impedía que se

31
TRANSICIÓN

exigieran responsabilidades para los delitos de in-


tencionalidad política.
ADOLFO.– (Enfadado) ¡Señorita, por favor! La ley de Am-
nistía del 77 no fue el primer paso de nada. Para lle-
gar hasta allí, se lo aseguro, hizo falta mucho
cambio previo, y fue ese cambio el que, justamente,
la hizo posible y además, como debería saber por
sus estudios, la ley de Amnistía favoreció sobre todo
a los presos de la oposición, que eran los que pedían
amnistía y libertad, no a los del régimen.
INÉS.– Lo que yo sé por mis estudios es que entonces no
había presos políticos del régimen. Y los de la opo-
sición lo eran por delitos que iban a dejar de serlo:
asociación ilegal, propaganda, subversión... ¡la am-
nistía para ellos era obvia! Sin embargo...
PRESENTADOR.– En mi opinión no se trata tanto de desca-
lificar...
INÉS.– Perdón, estaba hablando yo.
PRESENTADOR.– Discúlpeme...
INÉS.– Sin embargo, los delitos políticos que pudieran ha-
ber cometido los funcionarios del régimen: deten-
ción ilegal, lesiones, coacción, tortura, incluso
asesinato, no dejaban de ser delito. Lo eran y lo si-
guen siendo. La impunidad de unos y de otros no
es equivalente.
ADOLFO.– (Encogiéndose de hombros). Es posible que no lo
sea. El objetivo no era la venganza.

32
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

INÉS.– Ni lo es el mío, pero no deja de sorprenderme que,


no sólo los de dentro, sino incluso reconocidos opo-
sitores a aquél régimen, se nieguen, 35 años des-
pués, a reconocer esa ausencia de simetría.
ADOLFO.– (Sonriendo y meneando la cabeza). ... para hablar
de eso estamos aquí, ¿no? Treinta años después, tú
y yo.
INÉS.– Me llamo Inés.
ADOLFO.– Yo, Adolfo. Encantado.
Pequeña pausa. Se miran. Todo el plató es ahora visible.
La mesa, el presentador, la proyección donde se hace re-
ferencia a La Transición, el Futuro de nuestro Pa-
sado.
PRESENTADOR.– Y yo Andrés. Presentador de esta serie do-
cumental, pero ahora vamos a aprovechar esta pe-
queña pausa, tan teatral que parece a posta, para dar
paso a la publicidad en este especial sobre La Tran-
sición, el Futuro de nuestro Pasado. Volvemos en unos
minutos. Por favor, no se vayan.
Sintonía de programa televisivo. Cambio de luz. El plató
televisivo es invadido por un grupo de regidores, produc-
tores, técnicos de sonido y operadores de cámara.

PRESENTADOR.– (Cambia al apagarse la cámara) Cortamos.


REGIDOR.– Hemos cortado.
PRESENTADOR.– (A Adolfo) Estamos grabándolo. Será un
falso directo, ya sabe...

33
TRANSICIÓN

ADOLFO.– Ah, ya, claro...


INÉS.– (Irónica) Con estos temas prefieren no correr ries-
gos.
ADOLFO.– Es lógico... Oye, perdona que me haya metido
con tus estudios. No es nada personal. A veces se
me va un poco la cabeza...
INÉS.– No te preocupes. Y yo siempre doy mi opinión de
forma personal.
PRESENTADOR.– Imagino que debe de ser imposible evi-
tarlo.
INÉS y ADOLFO le miran sin entender.
PRESENTADOR.– No entrar en el universo personal, en los
recuerdos...
INÉS y ADOLFO siguen sin entender.
Bueno, para mí al menos es imposible. Siempre que
se habla de aquellos años –como ahora, con el pro-
grama especial sobre la Transición–, se me dispara
la cabeza... Aunque supongo que es como volver a
mi infancia. Ahora mismo no paro de acordarme del
Vamos a la cama y la familia Telerín.
El SONIDISTA se pone a silbar la canción, el REGIDOR la
tararea y finalmente la cantan a tres voces, junto con el
CÁMARA.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

02. RONDA DE RECUERDOS

CÁMARA.– Yo me acuerdo de los dos rombos, y de Historias


para no dormir.
SONIDISTA.– Y de (canta) «Un, dos, tres,...
LOS TRES.– ... aquí estamos con usted otra vez...».
PRODUCTORA.– Y del himno de España al cerrar la emisión,
y «últimas palabras», un programa fantástico, por
cierto, aunque ahora muchos me miren mal por de-
cirlo...
REGIDOR.– (Con ironía) Pues yo del anuncio de los limones
salvajes del Caribe...
PRODUCTOR.– (Entrando. Al presentador) Perdona, Andrés,
mira esto, para la primera parte del programa... Es-
tamos también con la música...
Imágenes de la concentración (1/10/1975) en la Plaza
de Oriente, por la reacción internacional a las últimas
ejecuciones. Franco habla. Sonido original.
LOCUTOR.– «Habla su excelencia, el jefe del Estado».
FRANCO.– «Todo lo que en España y Europa se ha armado
responde a una confabulación masónica e izquier-
dista de la clase política en contubernio con los co-
munistas terroristas... ¡Arriba España!».
REGIDOR.– Casi nada.
PRESENTADOR.– (Al PRODUCTOR, aparte, negando). No, nada

37
TRANSICIÓN

de audios, sólo imágenes. Y cuanto menos Franco,


mejor.
PRODUCTOR.– Bien. ¿Y ésta?
Hace un gesto, y comienza la imagen del discurso del
príncipe en la Jura de los Principios del Movimiento, en
las Cortes Franquistas de 1969.

LOCUTOR.– «El presidente de las Cortes tomó juramento


al futuro sucesor».
ITURMENDI.– «En nombre de Dios, y sobre los Santo Evan-
gelios, ¿juráis lealtad a Su Excelencia el Jefe del Es-
tado y fidelidad a los Principios del Movimiento
Nacional y demás leyes fundamentales del Reino?»
(Se vuelve a mirar al príncipe).
El CÁMARA hace un gesto al sonidista y habla éste por un
micro, «doblando» al príncipe.
SONIDISTA.– ¡Jamás! Esa lealtad a este jefe del Estado y esa
fidelidad a los principios del Movimiento Nacional
me harían indigno de representar a este pueblo.
CÁMARA.– (Cambiando la voz, como Iturmendi, suenan también
interferencias) ¡Traición! Encarcelad a este hombre.
Ya veremos qué hacer con él.
INÉS.– (Siguiendo la broma, aplaudiendo) ¡Esto sí que es un
príncipe!
PRESENTADOR.– (Sonriendo, al CÁMARA, con segundas) Igual
estarías mejor como actor que detrás de una cámara,
¿no? Eres muy gracioso, en serio, deberías pensarlo.

38
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

PRODUCTORA.– (Al CÁMARA) No tenéis ni idea de lo que


representó ese joven príncipe para este país.
CÁMARA.– Bueno, era sólo una broma.
REGIDOR.– ¿Y si hubiera sido así?
PRODUCTOR.– No digas tonterías.
ADOLFO.– (Por la imagen del rey, congelado en la pantalla) Po-
brecillo...
PRESENTADOR.– Señores, por favor, les pido a todos que de-
mos lo mejor de nosotros mismos, porque esto que
estamos haciendo, y se lo digo en serio: es muy se-
rio. Estamos hablando de España.
Los actores miran al público. Sobre la pantalla se proyecta
el título del espectáculo: Transición. Se escucha Mi que-
rida España, la versión no censurada del tema de Cecilia
cantado por los actores que realizan una coreografía in-
terpretando los últimos años de la Historia de España so-
bre un fondo de imágenes que va de las películas
familiares a hitos como la muerte y el velatorio de
Franco, los asesinatos de los abogados laboralistas de Ato-
cha y su entierro posterior, las primeras elecciones demo-
cráticas, un asesinato de ETA, el 23F, el triunfo de las
selección española de fútbol y las colas del paro en las ofi-
cinas de empleo. Al terminar los actores-personajes diri-
gen algunos recuerdos personales directamente al público.

REGIDOR.– Pues yo de aquella época recuerdo ahora estar


subido a un escenario disfrazado de negro de Ala-
bama. Yo hacía como que tocaba el banjo con un

39
TRANSICIÓN

gran crucifijo. Y un tipo del público me empezó a


tirar de la pernera. Será un fan, pensé. Y el tío: «voy
a llamar a mis amigos de Cristo Rey y os vamos a
inflar a hostias».
CÁMARA.– ¿Y los viajes de aquella época? A ochenta por
hora en el dos caballos...! No llegábamos nunca, y
yo en el asiento de atrás con un radiocasete portátil,
poniendo la misma cinta doscientas veces, ¡el Hey,
de Julio Iglesias! Me lo sé de memoria.
SONIDISTA.– ¡Yo tuve que aprender lo que eran la FM, AM,
MA, EGB, KGB, JB, FP, UGT, CEOE, TVE...! Empezamos
a hablar en siglas y ya nada fue igual.
PRESENTADOR.– Mi padre inventó la televisión a color: apa-
reció un día con unas tiras de celofán, verdes, azules
y rojas. Las puso delante de la tele y dijo: ¡hala, ya
tenemos tele en color!
PRODUCTORA.– Pues lo primero que yo recuerdo de la tele
en color fue el mundial del naranjito, porque mi
hermano, que no tenía ni tres años, ya se sabía el
nombre de todos los jugadores de la selección es-
pañola: Arconada, Camacho, Tendillo, Satrúste-
gui...
INÉS.– Pues yo me acuerdo que, con cuatro, en el colegio,
que era religioso –a saber lo que nos metían en la
cabeza– yo me pasaba el recreo haciendo un agujero
en el suelo, ¡para ver si podía ver al demonio!
PRODUCTOR.– Pues hablando de demonios, yo estaba la
tarde del 23F dándome un tremendo morreo con

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

mi primera novia, y muy preocupado por lo que pa-


saba en el Congreso, hasta que ella me dijo: ¿y eso
qué tiene que ver con nosotros?
ADOLFO.– Yo fui presidente de Acción Católica, y durante
un tiempo pensé en irme a convertir y a ayudar a
los negritos. Pero luego se me paso, y quise ser...
presidente del gobierno...
Los actores salen. El título se desvanece. La canción se ha
transformado en otra cosa: el hilo musical de una clínica
privada. ADOLFO se ha quedado sólo con INÉS y se ha
sentado en la misma silla del principio. INÉS pasa a ser
JUANA.

41
TRANSICIÓN

03. CLÍNICA. RECEPCIÓN

Hospital. JUANA y MARCOS, enfermeros, hablan a un


lado, mientras ADOLFO, sentado en una silla, mira a una
pantalla vacía.

JUANA.– Marcos, ¿has leído la noticia?


MARCOS.– ¿El recorte?
JUANA.– No, la otra.
MARCOS.– ¿El rescate?
JUANA.– No, la otra. (Pausa) Han ingresado a Suárez en una
clínica para un chequeo completo.
MARCOS.– ¿Y?
JUANA.– (Por ADOLFO) Éste, el que ingresaron ayer, se le pa-
rece mucho.
MARCOS.– ¿A quién?
JUANA.– ¿Quién va a ser? Suárez.
MARCOS.– No jodas.
JUANA.– Además se llama Adolfo
MARCOS.– Como si no hubiera adolfos en el mundo.
JUANA.– No nos lo iban a decir. (Pausa) Llevaba un rato
pensando a quién me recuerda y lo leí.
MARCOS.– No se le parece.
JUANA.– ¿Tú crees?

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

MARCOS.– Para nada.


JUANA.– ¿Seguro?
MARCOS.– No tiene esa cara. Aunque hace tiempo que no
nos enseñan su cara.
JUANA.– A estos pacientes les cambia mucho. El rostro deja
de ser el que recordamos. Es como si ya se hubiesen
ido. La cara que dejaremos después de muertos.
¿Has visto la cara de los muertos?
MARCOS.– Claro.
JUANA.– Pues igual. Ya no son iguales que cuando estaban
vivos.
MARCOS.– Nos lo habrían dicho.
JUANA.– Razones de seguridad.
MARCOS.– Ves demasiadas series.
JUANA.– La familia cuida mucho su intimidad.
ANDREA, fisioterapeuta, entra acompañando a TOMÁS,
paciente a quien sienta en una silla y comienza a comerse
un yogur.

ANDREA.– Juana, por favor, ¿tienes una goma del pelo? Se


me ha roto.
JUANA afirma y saca una goma de su bolsillo.

MARCOS.– (A ANDREA, por ADOLFO) ¿Le encuentras pare-


cido con alguien?
ANDREA se inclina para mirar a ADOLFO a la cara.

45
TRANSICIÓN

MARCOS.– Adolfo. Adolfo.


ADOLFO.– Majestad.
ADOLFO mira al personal médico. Sonríe y, con energía,
se incorpora. Cambio de ambiente. El personal médico
asume las personalidades otorgadas por la mente de
ADOLFO.

Doña Sofía, Majestad, vengan a la ventana. Desde


aquí se ve muy bien el acueducto.
JUAN CARLOS (MARCOS).– Déjate de protocolos, Adolfo.
Además soy Alteza, no Majestad...
ADOLFO.– De momento.
JUAN CARLOS.– Justamente: tenemos que hablar del futuro.
ADOLFO.– ¿El futuro?
JUAN CARLOS.– Pues sí, el futuro, el futuro. Eso que vendrá
cuando la haya palmado Paquito.
Silencio.
SOFÍA (ANDREA).– (Dice una frase en griego y después:) Cui-
dado con las bromas. Te lo tengo dicho.
JUAN CARLOS.– Aquí hay confianza, Sofía. ¿Verdad, Adolfo?
ADOLFO.– Por supuesto, alteza.
JUAN CARLOS.– Habrá que ir pensando qué hacemos des-
pués. No voy a seguir con el brazo en alto y dando
discursos en la plaza de Oriente. Eso es muy anti-
guo.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– Por supuesto que no.


JUAN CARLOS.– Nosotros somos de otra generación. Tene-
mos otro talante.
ADOLFO.– Sin duda.
JUAN CARLOS.– Mira a tu mujer. Amparo, ¿cuántos años
tienes?
AMPARO.– A una mujer nunca hay que preguntarle la edad.
ADOLFO.– No es de buena educación.
JUAN CARLOS.– Por supuesto, Amparo. En todo caso, mí-
rala, una mujer guapa, moderna... no como la co-
llares.
ADOLFO.– Alteza, ¿me vuelve... me estás poniendo a
prueba?
JUAN CARLOS.– Así es. Eres un gobernador con futuro, un
hombre joven, servicial, liberal. Un pequeño oasis
en el páramo político. Si no me explayo contigo,
¿con quién me voy a sincerar?
AMPARO (JUANA).– ¿Si molestamos...?
JUAN CARLOS.– O no, quedaos. Si os vais pensarán que es-
tamos departiendo de política.
ADOLFO.– ¿Cuál es la pregunta?
JUAN CARLOS.– ¿Qué hacer cuando él muera?
ADOLFO.– Habrá que hacer reformas.
JUAN CARLOS.– ¿Cómo? Los demócratas no nos querrán y
los del búnker no querrán cambiar su discurso.

47
TRANSICIÓN

ADOLFO.– Ni unos ni otros son tan fuertes como para no


negociar. Le confieso que desde la conversación del
otro día he ido recopilando ideas sobre el asunto.
¿Si me lo permite...?
AMPARO.– Adelante, Adolfo, adelante.
SOFÍA.– Tiene un marido muy apuesto.
ADOLFO.– Mi plan tiene varios puntos. ¿Dónde los anoto?
JUAN CARLOS.– Toma esta servilleta.
JUAN CARLOS le quita la servilleta que utiliza como ba-
bero TOMÁS y se la pasa a Adolfo.

ADOLFO.– Uno. Proyecto de Reforma Política. Una comi-


sión mixta elabora una Ley de Asociaciones, revisa
los Principios Fundamentales del Movimiento y el
Código Penal.
JUAN CARLOS.– ¿Asociaciones?
ADOLFO.– Una especie de partidos políticos sin ser parti-
dos.
JUAN CARLOS.– ¿Y tú crees que los Principios Fundamen-
tales son modificables?
ADOLFO.– ... yo creo que sí, si hay voluntad...
JUAN CARLOS.– Juré defender esos principios.
ADOLFO.– Pero no juró no trasformarlos.
JUAN CARLOS.– Ya...
ADOLFO.– Ese sería un primer paso. Dos. Las asociaciones,
ya legalizadas, redactan una Constitución reformista.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

Tres. Referéndum y aprobación de la misma. Cuatro,


primeras elecciones, democráticas y libres. Y ya es
un monarca europeo en un país occidental al uso.
ADOLFO, que ha construido una corona con la servilleta,
se la pone en la cabeza a JUAN CARLOS.
JUAN CARLOS.– Elecciones democráticas y libres. Suena
bien, ¿no? (SOFÍA asiente). Me gusta esto, Adolfo.
Aunque hay quien dice que las asociaciones políticas
dentro del Movimiento son como pastel de liebre
sin liebre (Se guarda la servilleta).
ADOLFO.– ¿El señor Fernández Miranda?
JUAN CARLOS.– Sabe mucho, don Torcuato. Creo que le
gustará lo que has escrito...
TOMÁS convertido en TORCUATO se levanta orgulloso.
ADOLFO.– La Comisión Mixta y la Ley de Asociaciones Po-
líticas son proyectos suyos.
JUAN CARLOS.– ¿Y tú crees que la constitución habría que
hacerla antes de las elecciones?
ADOLFO.– ... eh, bueno, normalmente es una constitución
la que regula las elecciones, ¿no?
JUAN CARLOS.– Eso nos ofrece la ventaja de poder controlar
–un poco más– su redacción, claro...
ADOLFO.– Efectivamente.
JUAN CARLOS.– Bien, bien, le daremos vueltas, pero me tie-
nes impresionado.

49
TRANSICIÓN

AMPARO.– Adolfo vive para la política, y le gusta la gente.


Entra el doctor GUTIÉRREZ y el doctor FELIPE. JUAN
CARLOS le hace un gesto y los doctores se detienen. Pe-
queño cambio de ambiente.
JUAN CARLOS.– Adolfo, ¿estás seguro?
ADOLFO.– ¿De qué, alteza?
JUAN CARLOS.– Del acueducto, la servilleta, este plan tan
bien estructurado para trasformar el régimen...
ADOLFO.– ¿Qué quieres decir?
JUAN CARLOS.– ¿Estás seguro de que esto que hemos... vi-
vido sucedió así?
ADOLFO.– No entiendo.
JUAN CARLOS.– ¿Estás seguro que lo escribiste en una ser-
villeta?
ADOLFO.– Bueno... puede ser... a veces el recuerdo nos...
JUAN CARLOS.– ¿Traiciona?
ADOLFO.– Puede ser.
El doctor GUTIÉRREZ da un taconazo militar. Cambio de
ambiente.
MELLADO.– Altezas, gobernador, señora. Disculpen. Ha
ocurrido algo...
JUAN CARLOS.– ¿Qué sucede, general? No sé si se conocen,
les presento al general Gutiérrez Mellado...
MELLADO.– No es momento de presentaciones... Alteza, el

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

presidente del gobierno, Carrero Blanco, ha sufrido


un atentado. Una bomba, terrible, el coche no lo
encontrábamos, había salido volando... el presi-
dente ha muerto.
AMPARO.– Dios mío.
SOFÍA.– Terrible.
AMPARO.– Era un buen hombre.
MELLADO.– Salía de misa, como todos los domingos.
AMPARO.– No te digo.
JUAN CARLOS.– Ideal para ir al cielo. Siempre pareció un
bonachón, pero tenía puño de hierro.
SOFÍA.– Esto le podría dar la puntilla a Franco...
JUAN CARLOS.– Mientras no me la de a mí...
AMPARO.– Adolfo, ¿no dices nada?, Adolfo.
Breve silencio. ADOLFO sufre un agudo dolor de cabeza.
Los personajes pasan a comportarse de una forma ambi-
gua. Cambio de ambiente.
ADOLFO.– Y yo qué sé qué tengo que decir. Lo siento... os
acompaño... en el sentimiento...
GUTIÉRREZ.– Adolfo, es sólo un sueño.
ADOLFO.– ¿Qué?
GUTIÉRREZ.– Un sueño. Una proyección mental. Nos está
confundiendo con otros.
ADOLFO.– Mi general, ¿cómo dice eso?

51
TRANSICIÓN

GUTIÉRREZ.– Soy el doctor Gutiérrez, está usted en una


clínica.
ADOLFO.– Amparo, no me dejes sólo, mujer.
JUANA.– Yo no me llamo Amparo ni soy su mujer.
GUTIÉRREZ.– ¿Pero se puede saber qué ha sucedido?
MARCOS.– No lo sabemos, doctor. Se puso a delirar. No se
le entendía.
ANDREA.– Me paré un segundo con ellos y de repente él
saltó de la silla y empezó a decirnos cosas raras...
GUTIÉRREZ.– ¿No se habrá tomado algo?
MARCOS.– No.
El doctor GUTIÉRREZ mira de cerca y a los ojos al paciente
ADOLFO.
GUTIÉRREZ.– Adolfo. Adolfo. ¿Me escucha, Adolfo?
¿Dónde está? ¿Me puede decir dónde está?
ADOLFO.– Segovia... ¡no! Madrid...
GUTIÉRREZ.– ¿Se encuentra bien?
ADOLFO.– Algo alicaído. Ha sido terrible. Le acompaño en
el sentimiento.
GUTIÉRREZ.– Esto es una clínica, ¿me entiende? Estamos
haciéndole un chequeo.
ADOLFO.– Me meo. Amparo, ¿sabes dónde está el mingi-
torio?
GUTIÉRREZ.– Llévelo al baño, Juana. Sólo falta que se nos
mee encima.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– Amparo, me han nombrado director de Radio-


televisión, voy a poner orden allí. Y tengo el apoyo
del rey. En cuanto vuelva de mear, seré ministro...
GUTIÉRREZ.– ¡Dese prisa!
ADOLFO.– ¡Mujer, esto no hay quien lo pare!
JUANA.– Claro, Adolfo, claro.
GUTIÉRREZ.– Venga, Juana, por favor, lléveselo.
ADOLFO, al salir, ve una pantalla de televisión con nieve.
ADOLFO.– Yo trabajo ahí...
JUANA.– Claro que sí, Adolfo, claro que sí.
ADOLFO y JUANA salen de escena. Cambio de escena.

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TRANSICIÓN

04. RONDA DE ANUNCIOS

PRODUCTOR.– (Al PRESENTADOR) Esta es la selección de


anuncios de la Transición, para el programa (Le in-
dica una pantalla donde vemos pasar los anuncios).
PRESENTADOR.– Muy bien, a ver: me interesa mucho, y es
más delicado de lo que parece.
Mensaje de Paz 1974, de parte de Iberia, Franco y los
príncipes.

SONIDISTA.– Anda, mira, el abuelo...


CÁMARA.– Será el tuyo.
PRODUCTORA.– Bueno... ¡y el rey!
REGIDOR.– Entonces aspirante.
PRODUCTORA.– ¡Y los nietos qué pequeños! Uy, perdón, los
hijos...
PRODUCTOR.– Esos lapsus, productora.
PRODUCTORA.– Ay, dios mío, perdón... Jesús...
VOZ EN OFF.– «Iberia hace llegar a todos su mensaje de
paz».
SONIDISTA.– Es que es raro ver juntos en imágenes a Franco
y al rey, ¿no...?
CÁMARA.– (Irónico) Hay cosas que es mejor no ver.
INÉS.– La realidad, por ejemplo...
ADOLFO.– La realidad es que hoy tenemos democracia y
monarquía.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

PRODUCTORA.– Gracias al rey...


INÉS.– Y este es el único mundo posible, ¿no? (Se miran).
PRESENTADOR.– (Aparte al PRODUCTOR) Es un gran docu-
mento, pero ¿no te parece que igual es poco ade-
cuado para abrir?
PRODUCTOR.– Ya... Seguro que tienes razón. ¿Lo quitamos
o lo retrasamos?
PRESENTADOR.– De momento quítalo, y ya veremos...
Pepe da Rosa, cantando La cosa tiene tomate.
SONIDISTA.– ¿Dónde estará este tío (por el anuncio)?
PRODUCTOR.– Pepe da Rosa murió de cáncer hace 25 años.
CÁMARA.– ¿Tanto?
REGIDOR.– Llevamos ya 35 años de democracia.
El PRESENTADOR mueve la cabeza: el anuncio le parece
de poca entidad.
PRODUCTOR.– El tiempo pasa muy deprisa... (menea la ca-
beza, apesadumbrado).
PRODUCTORA.– (Al PRODUCTOR) ¿Y a ti qué te pasa?
PRODUCTOR.– Creo que este va a ser mi último programa.
El PRESENTADOR, que lo está oyendo todo, pone cara de
circunstancias.
PRODUCTORA.– ¡¿Y eso?!

57
TRANSICIÓN

PRODUCTOR.– Esto ya no es lo que era. Ya no importa el


éxito o el fracaso. Todo viene desde fuera...
El PRESENTADOR pide con un gesto el siguiente anuncio.
Campaña sobre la renta.
PRESENTADOR.– (Al ver a PEDRO J. Sonriendo.) ¡Hombre!
Míralo, qué joven estaba...
PRODUCTOR.– Dirigía Diario 16.
SONIDISTA.– ¿Ese periódico no era rojo?
PRODUCTOR.– Progresista...
REGIDOR.– (Anuncio:«Me encanta pagar impuestos porque con
ellos compro civilización»). ¡Aah! Esto sí que es una
transición.
SONIDISTA.– ¿Y eso?
CÁMARA.– Ahora no está muy contento con la última subida
del impuesto sobre la renta.
SONIDISTA.– ¿Y quién lo está?
PRODUCTORA.– Eso es verdad.
El PRESENTADOR le hace un gesto al PRODUCTOR y los
dos se apartan a un lado. El PRESENTADOR discute con el
PRODUCTOR.

Carmen Sevilla canta la segunda parte de «familia Philips,


familia Philiz...».
SONIDISTA.– ¡Olé!

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

CÁMARA.– ¡Vamos con el traje de cola!


SONIDISTA.– ¡Un portén con frecuén modulá! Toma ya.
PRODUCTORA.– Este anuncio es de 1965, y fue una bomba,
por lo visto...
INÉS.– ¡No es para menos...!
Los técnicos del plató bailan al son de la música.

REGIDOR.– Y desde luego era guapísima.


CÁMARA.– Pues sí, pero por lo visto tiene...
SONIDISTA.– ¿El qué?
CÁMARA.– Lo mismo que Suárez...
PRODUCTORA.– ¿Alzheimer?
CÁMARA.– Sí.
REGIDOR.– No me digas...
INÉS.– Qué pena...
SONIDISTA.– Más tarde o más temprano, todos acabaremos
perdiendo la cabeza.
CÁMARA.– Y más en esta casa de locos.
REGIDOR.– Pues a propósito, ¿no habéis oído algo de que
Suárez había ingresado en una clínica?
INÉS.– ¿Ah, sí? Qué raro...
ADOLFO.– ¿De qué estáis hablando?
PRODUCTORA.– Sí, en la clínica Santa Cecilia, creo, que es
divina... , pero no es nada serio...

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TRANSICIÓN

ADOLFO vacila. La pantalla vuelve a emitir nieve y


luego funde a negro. Hay actores que salen de escena y
otros se colocan una bata médica. ADOLFO se adelanta a
proscenio, confuso. Cambio de escena...

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

05. CLÍNICA. REVISIÓN FÍSICA

Sala de rehabilitación física. Varios enfermos. ADOLFO


contempla la pantalla de la televisión, ahora apagada.
ANDREA.– ¿Pero qué mira, Adolfo?
ADOLFO.– Están haciendo unos especiales sobre la Transi-
ción muy interesantes.
ANDREA.– Bueno, basta de tele por ahora. Y ahora vamos a
movilizarle un poco ¿Le parece?
ADOLFO.– Como quieras, Carmen. Me gusta veros juntas a
las dos.
JUANA.– Pues así estamos todos los días. Juntas como dos
hermanas.
ADOLFO.– Sin celos.
JUANA.– ¿Por qué habríamos de tener celos?
ADOLFO.– A la gente le gusta chismorrear.
ANDREA acerca a ADOLFO a unos pedales estáticos junto
a TOMÁS que sigue subiendo y bajando escalones.
ANDREA.– ¿Le gusta la bicicleta?
ADOLFO.– Indurain, Indurain, Indurain.
ANDREA.– Yo pensaba que serías más de Ocaña o Bahamon-
tes.
ADOLFO.– Federico Martín Bahamontes, apodado el
Águila, conquistó el Tour en el 59. Francisco

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TRANSICIÓN

Franco Bahamonde, apodado el Caudillo, gobernó


España durante cuarenta años, cómo pescaba el tío.
JUANA.– Mira, éste es Tomás.
ADOLFO.– Hola, Torcuato.
JUANA.– Es muy sonriente, pero nunca se entera de nada.
TOMÁS.– Presente el presidente.
ANDREA.– Esta pulsera que te pongo es para medirte el co-
razón.
ADOLFO.– Mi corazón está muerto, deberías ponérmela en
el pito.
ANDREA.– Adolfo, no digas cosas soeces.
ADOLFO.– Perdona, Carmen, lo intento, pero no lo con-
sigo.
ANDREA.– Me llamo Andrea. Bueno, pues a pedalear.
ADOLFO se pone a pedalear. Cambio de ambiente. Los
presentes cambian de personalidad.
ADOLFO.– Vamos, vamos, vamos, Amparo, ¿está todo listo?
AMPARO (Juana).– Que sí, Adolfo, ¿cuándo te he fallado?
ADOLFO.– ¿Has quitado la foto de Franco?
AMPARO.– ¡Sólo hace cuatro meses que ha muerto! ¿Estas
seguro?
ADOLFO.– Sí. Sólo la del rey. (Suena un timbre de bicicleta)
Ahí está. ¡Torcuato, pasa!

62
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

TORCUATO (REGIDOR).– Amparo, qué casa más encanta-


dora. Qué buena pinta tienes, Adolfo, siempre en
forma.
ADOLFO.– Me gusta hacer deporte y dar el máximo. ¿Co-
noces a Carmen?
TORCUATO.– Doña Carmen Díez de Rivera, una de las mu-
jeres más guapas y listas que hay en Madrid.
CARMEN (ANDREA).– Eso tienes más mérito viniendo de us-
ted, don Torcuato.
TORCUATO.– Vengo nervioso, el rey está desesperado.
ADOLFO.– ¿Por el presidente Arias?
TORCUATO.– (Afirmando) ¿Tú cómo lo ves?
ADOLFO.– La situación empieza a hacerse insostenible. El
otro día Arias me dijo: «¿Para qué voy a hablar con
el rey? Sólo dice tonterías, es como un niño».
TORCUATO.– Bueno, eso es que Arias confía en ti.
ADOLFO.– Eso es que ni me considera. No sé si fue bueno
aceptar en estos momentos ser ministro del Movi-
miento.
TORCUATO.– Seguro que sí. El rey ha vuelto de Estados
Unidos decidido a pedirle la dimisión.
ADOLFO.– ¿Y en quién piensa el rey para sucederle?
TORCUATO.– Fraga, Areilza, López Bravo, Silva... y algunos
más...
ADOLFO.– He oído a varios ministros, y yo también lo creo,
que tú serías el candidato ideal.

63
TRANSICIÓN

TORCUATO.– Soy el presidente de las Cortes y hago falta


ahí.
ADOLFO.– Donde hace falta tu talento es en el puesto de
mayor poder: eres el candidato ideal.
TORCUATO.– (Pausa) ¿Y por qué no tú? (Pausa)
AMPARO.– Bueno, ¿¡es que vamos a estar toda la noche ha-
blando de política!?
CARMEN.– ¡Es verdad! Ya habrá tiempo. Ahora vamos a la
cena, y corriendo que se enfría.
TORCUATO.– Las mujeres saben que nunca hay que con-
fundir lo urgente con lo importante.
ADOLFO.– Pasad al comedor (Aparte a Torcuato) Mañana te
llamo y le damos unas vueltas, unas vueltas... (Adolfo
se sube de nuevo a la bicicleta).

Y pedalea con fuerza.. Cambio de ambiente.


ADOLFO.– Unas vueltas, unas vueltas... .
ANDREA.– Pare ya, pare ya. Adolfo. Deje de pedalear.
ADOLFO.– Lo siento. Lo intento, pero a veces no lo con-
sigo. El tiempo pasa tan deprisa...
ANDREA.– Como se descuide le va a dar un infarto.
ADOLFO.– Las tres ces.
ANDREA.– ¿Qué?
ADOLFO.– El corazón, el coche y el cáncer son los tres ma-
les de nuestro tiempo. Y ahora también la b, de la
bicicleta.

64
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ANDREA está mirando los datos de la pulsera.

ANDREA.– Pues usted tiene un corazón de hierro fundido.


ADOLFO.– Gracias, Carmen.
ANDREA.– Tiene bien la tensión, bien las pulsaciones.
JUANA.– Vamos a ver el azúcar.
JUANA pincha a ADOLFO en un dedo.
ADOLFO.– Mierda.
JUANA.– Es sólo un pinchazo.
ADOLFO.– Sangre.
JUANA.– Deja que manche la tirilla. Y ahora te limpio.
Aprieta el algodón.
ADOLFO.– Me tiembla el pulso.
JUANA.– Noventa. Perfecto. Estás hecho un chaval.
JUANA se va con TOMÁS y también le hace pruebas.

ADOLFO.– Dame un cigarro, Carmen, estoy nervioso.


ANDREA.– Aquí no se puede fumar. Esto es un hospital.
ADOLFO.– ¿Por qué no me llama?
ANDREA.– ¿Quién?
ADOLFO.– ¿Quién va a ser? Juan Carlos. Hoy es el día.
ANDREA.– ¿Qué día?
ADOLFO.– El de la elección del nuevo presidente del go-
bierno. El tiempo corre.

65
TRANSICIÓN

Cambio de ambiente. TOMÁS (TORCUATO) imita el so-


nido de un teléfono mientras levanta una pesa. MARCOS
(JUAN CARLOS) coge la pesa y se la coloca entre la oreja
y la boca. ADOLFO hace lo mismo con la mano de AN-
DREA.

ADOLFO.– Dígame.
JUAN CARLOS (MARCOS).– ¿Qué estás haciendo, Adolfo?
ADOLFO.– Mirando unos papeles y arreglando el despacho,
señor. ¿Quiere algo de mí?
JUAN CARLOS.– No... Sólo quería saber cómo estabas...
ADOLFO.– Muy bien, señor.
JUAN CARLOS.– ¿Estás sólo?
ADOLFO.– Estoy con Carmen.
JUAN CARLOS.– ¿Carmen Díez de Rivera?
ADOLFO.– ¿Quién si no? Pero dice que no se llama Car-
men.
ANDREA.– Me llamo Andrea.
ADOLFO.– Dice que se llama Andrea. También estoy con
Amparo.
JUAN CARLOS cuelga.

ADOLFO.– ¡Qué cabrón!


ANDREA.– ¿Con quién hablabas?
ADOLFO.– Con él, claro.
ANDREA.– ¿Y qué te ha dicho?

66
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– Nada. Sólo quería saber cómo estaba y con


quién. Me tiene celos.
TOMÁS vuelve a imitar el sonido del teléfono. JUAN CAR-
LOS se coloca la pesa en la oreja después de dejar que
suene. ADOLFO vuelve a coger la mano de ANDREA y se
la lleva a la mejilla.
ADOLFO.– Dígame.
JUAN CARLOS.– ¿Puedes venir a verme?
ADOLFO.– ¡Claro que sí!
JUAN CARLOS.– Te espero en la Zarzuela.
JUAN CARLOS cuelga y sale de escena.
ADOLFO.– Tengo que irme.
ANDREA.– Eso es imposible. Hay que acabar los ejercicios.
Entra el doctor FELIPE, hablando con acento ligeramente
andaluz.
FELIPE.– ¿Cómo estamos, Adolfo?
ADOLFO.– Tengo que irme.
ANDREA.– Está un poco inquieto, doctor.
FELIPE.– ¿Y a dónde se quiere usted ir?
ADOLFO.– A Zarzuela.
FELIPE.– ¿Y si le digo que ya está usted allí?
TOMÁS ríe. ADOLFO camina inquieto, se queda mirando
a TOMÁS. Éste le sonríe. Cambio de ambiente.

67
TRANSICIÓN

ADOLFO.– ¿Por qué que te ríes, Torcuato?


TORCUATO.– Porque estoy en condiciones de entregar al
rey lo que me ha pedido.
ADOLFO.– ¿Y qué es?
TORCUATO.– Una terna, con la flor y nata del régimen, y
en la que figures tú.
ADOLFO descubre a JUAN CARLOS y se cuadra. Cambio
de ambiente.
JUAN CARLOS.– Te quiero pedir un favor. (Silencio) Tienes
toda la vida por delante y un gran futuro. (Silencio)
España necesita ahora empuje, pero con peso. (Si-
lencio) Por eso te pido que seas presidente del Go-
bierno
ADOLFO.– ¡Joder! Sí que has tardado. ¡Si no me lo pides,
me mato!
JUAN CARLOS.– Adolfo, presidente, ven aquí.
Ambos se abrazan. MARCOS acaba sujetándolo. Mientras
ADOLFO siente como un vahído. Cambio de ambiente.
MARCOS.– Tranquilo. Tranquilo, Adolfo. Tranquilo. Ya, ya.
ADOLFO.– No sé qué me pasa. No me sujeto.
FELIPE, JUANA y ANDREA van a ayudar.
ANDREA.– Pero si hace un momento estaba tan bien.
FELIPE.– Sentémoslo en la silla. Estos enfermos se des-
orientan con mucha facilidad. En un momento pa-

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

rece que todo está perfectamente, y de repente, en-


tran en crisis.
Lo sientan en la silla.
FELIPE.– Adolfo, ¿está usted bien?
ADOLFO.– Como un chaval. Siempre lo han dicho: soy muy
frugal comiendo y eso te mantiene eternamente jo-
ven.
FELIPE.– Muy bien, pues ahora vamos a llevarle a su cuarto
para que descanse un ratito.
ADOLFO.– Eso está bien. El tiempo pasa muy deprisa... ¿y
podré ver la televisión?
FELIPE.– Si usted quiere sí.
TOMÁS (TORCUATO) se ríe. FELIPE se dirige a JUANA.
¿Y este de qué se ríe?
JUANA.– Tomás es así, ya sabe, siempre se está riendo.
TOMÁS.– Adolfo ya es presidente.
Sale el resto del personal dejando solos a ADOLFO y a FE-
LIPE (PRESENTADOR). Cambio de ambiente.

69
TRANSICIÓN

06. DEBATE, SEGUNDA PARTE

PRESENTADOR.– Continuamos nuestro debate de esta no-


che sobre la Transición con un tema que trajo cola:
la legalización del PC. Se dice que era necesaria
para que al rey no se le cayera la cara de vergüenza
en Europa. ¿Cuáles fueron las claves de esta legali-
zación?
ADOLFO.– Al rey no se le hubiera caído la cara de ver-
güenza. Incluso Felipe o Tierno hubieran aceptado
una legalización posterior, y el rey por supuesto,
preocupado con los militares. No, en el fondo fue
una cuestión de arrojo personal.
PRESENTADOR.– ¿De quién? ¿Del pueblo español?
ADOLFO.– (Sonriendo) ¡No, no! Carrillo, no quería perder
el tren de las primeras elecciones, y yo, es decir, el
presidente nombrado por el rey... debía demostrar
que podía volar solo.
PRESENTADOR.– ¿Inés?
INÉS.– Al margen de personalismos, la clave está en enten-
der por qué Carrillo aceptó olvidar la revolución y
admitir bandera, monarquía y unidad de España.
PRESENTADOR.– ¿Y por qué lo hizo? ¿Era un precio exce-
sivo?
INÉS.– ¡Era una ganga! Rusia iba a la deriva. La revolución
ya era un cuento en Europa. Y Carrillo no tenía
apoyo social: el noventa por ciento había votado ya

72
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

a favor de la reforma monárquica, en contra de la


ruptura... se adaptó, como el resto de la oposición.
ADOLFO.– Todos entendieron, como yo, que el rey era clave
para contener a un ejército que no era como el ac-
tual. Y eso que él no contaba con apoyos dentro del
régimen.
INÉS.– Bueno, eso es relativo. Franco siempre fue monár-
quico.
ADOLFO.– Pero el búnker, a la muerte de Franco, no se
fiaba del rey...
INÉS.– Pero no se opuso a su coronación.
ADOLFO.– Arias Navarro ninguneó al Rey, que sólo le servía
para firmar.
INÉS.– Firmar es importante, y tenía más poderes que
ahora.
ADOLFO.– A los que renunció constitucionalmente motu
proprio.
INÉS.– Algo necesario para compararse con las otras mo-
narquías europeas.
PRESENTADOR.– Creo que este debate no nos lleva a nin-
guna parte...
INÉS.– Por supuesto, no tengo intención de cuestionar la
monarquía.
ADOLFO.– Y haces bien. Aunque yo no... (vacila) El rey es
como es, y hay que apoyarle.
INÉS.– Sin embargo... Acepto que don Juan Carlos se ganó

73
TRANSICIÓN

el puesto, por así decirlo. Pero sus sucesores lo tie-


nen difícil ya que no se ven grandes posibilidades
de lucimiento y sí muchas de desgaste. Las monar-
quías actuales, modernas, caerán desde dentro.
PRESENTADOR.– ¿A qué te refieres exactamente?
INÉS.– A que si el heredero está muy bien preparado, como
dicen, y tiene capacidad... se aburrirá sin un poder
real, soportando a los medios y una agenda carga-
dísima.
PRESENTADOR.– ¿Y si no?
INÉS.– Nos aburriremos nosotros.
PRESENTADOR.– Tienes una manera muy especial de no
cuestionar la monarquía.
ADOLFO.– El proceso que nos llevó a Europa lo lideró el
rey, guiado por Torcuato y luego con mi ayuda, la
del presidente... Después vino el 23F, pero ese es
otro tema en el que no voy a entrar por ahora...
PRESENTADOR.– Cualquier periodista se moriría por poder
preguntarle a usted, con total sinceridad.
ADOLFO.– La sinceridad total no está al alcance de ningún
presidente, creo yo... cuanto menos de mí...
PRESENTADOR.– Ya...
ADOLFO.– (A INÉS, retomando) ... Y desde entonces al rey no
se le ha escapado ningún gazapo.
INÉS.– Proboscidios, sólo.
ADOLFO.– (Negando) ¡Imagínate escoger a un jefe de Estado

74
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

en este país, donde no nos ponemos de acuerdo ni


para nombrar a un juez!
INÉS.– ¿Y por eso la monarquía debe ser intocable?
ADOLFO.– ¡No! Pero el rey simboliza al Estado de una
forma independiente.
INÉS.– ¿Y qué pinta un símbolo del Estado tan perfecto en
un mundo en donde los Estados cada vez pintan
menos? (ADOLFO hace un gesto de «venga ya...»).
PRESENTADOR.– Bueno, cambiemos de tema. Proyecto de
Estado. Autonomías, gobierno central...
INÉS.– Durante la Transición ciertos sectores plantearon
tres serios problemas a su (por la de Suárez) Consti-
tución, es decir, a su proyecto de Estado: pérdida
de influencia de la Iglesia en la Educación, derecho
al aborto y Estado de las Autonomías. Y ahora que
estamos en crisis, esos mismos sectores vuelven a
ponerlos en cuestión.
PRESENTADOR.– ¿Y?
INÉS.– Que no hace mucho decían: «si la gente paga los pi-
sos es que hay dinero, ¡más suelo para los ayunta-
mientos, España va bien!». Y unos años después
resulta que todo era mentira: ni realmente teníamos
dinero y todo era exceso local, pero nadie se dio
cuenta, al parecer...
PRESENTADOR.– Perdóneme, Inés, pero no sé que tiene que
ver su respuesta con el tema propuesto...
INÉS.– Que los políticos son unos improvisadores natos,

75
TRANSICIÓN

como usted (por Suárez). Y sus proyectos –tan mo-


délicos y consensuados– resulta que, salvo excep-
ciones, no son tales.
ADOLFO.– Mi improvisación, y la de muchos, ha cambiado
este país. Aunque es posible que fuera la excepción,
como usted dice, viendo que lo vino después...
INÉS.– Pero no lo cambió lo bastante.
ADOLFO.– ¿A qué te refieres, Inés? ¿República? ¿Indepen-
dencias? ¿Federalismo?
INÉS.– No sólo, aunque esos son buenos ejemplos de temas
mal cerrados. ¿Y por qué a los partidos les asusta
tanto hablar de ellos?
ADOLFO.– Porque saben que la mayoría de la gente no está
por la labor.
INÉS.– Eso dice usted. Pero yo creo que son los partidos los
que han perdido el norte.
ADOLFO.– ¡No! La gente no quiere aventuras. Si tú, Inés,
quieres hacer más, ahora, ¡hazlo! Pero no nos abu-
rras. Los de tu edad han llegado tarde a la guerra, a
la dictadura y a la transición: ¡es triste, pero qué le
vamos a hacer!
INÉS.– ¿Cree que soy una nostálgica de los tiempos heroi-
cos?
ADOLFO.– No sé, pero no entiendo que critiquéis a los que
os hemos allanado el camino hasta aquí, en vez de
hacer más.
INÉS.– Igual en el llano es más difícil coger impulso.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– (Pausa) No hay quien te entienda, Inés... en ge-


neral la gente hoy, para mi, es un enigma, un acer-
tijo, un jeroglífico, un... puzzle...

Cambio de escena.

77
TRANSICIÓN

07. REVISIÓN MENTAL. SIETE DIAS DE ENERO

ADOLFO se entretiene haciendo puzzles. Mientras, char-


lan algo alejados de él los doctores FELIPE y GUTIÉRREZ.
GUTIÉRREZ.– ¿Cómo lo ves? (Por ADOLFO).
FELIPE.– Creo que es un caso claro de Alzheimer.
GUTIÉRREZ.– No estoy tan seguro. Hay elementos en su
comportamiento que no pueden entenderse sólo
desde lo fisiológico. Esos estados inquietos y alte-
rados. Esos delirios con el personal de la clínica
donde no se sabe si recuerda o inventa.
FELIPE.– Ganas de complicarnos la existencia.
GUTIÉRREZ.– Como si la amnesia emocional se hubiera
aliado con alguna trombosis. Como si lo emocional
caminara al lado de lo fisiológico ¿Has visto la faci-
lidad con que resuelve los rompecabezas?
FELIPE.– Sí, no cabe duda de que mantiene rasgos activos
de una personalidad desbordante.
GUTIÉRREZ.– El caso me desconcierta.
FELIPE.– Siempre a vueltas con los sucesos de la Transición.
No sé qué pretende, qué quiere. ¿Darnos una lec-
ción de historia?
GUTIÉRREZ.– Tal vez. A lo mejor está tratando de explicár-
noslo, para explicarse.
FELIPE.– Haría mejor en vivir en el presente, como todos.

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ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

Bastante tenemos con lo que tenemos como para


hurgar en el pasado.
GUTIÉRREZ.– Ni el pasado ha muerto ni está el presente es-
crito.
FELIPE.– Muy bonito.
GUTIÉRREZ.– Machado. No sé, tal vez podríamos inducirle
una hipnosis o usar el pentotal sódico.
FELIPE.– ¿El suero de la verdad...? Tú estás loco, poeta.
Mira, dejémonos de experimentos. Y gastos los jus-
tos, que no está el horno para bollos.
Entra ANDREA.
ANDREA.– Hola, venía a dejar estos papeles.
GUTIÉRREZ.– Estábamos con Adolfo. ¿Qué tal lo has visto
físicamente?
ANDREA.– Todo correcto. Mejor coordinación motora de
lo esperado si fuera Alzheimer.
GUTIÉRREZ.– Quizás no lo sea, o no sólo. En fin, sigamos
con la ronda, Felipe.
ANDREA.– Hola, Adolfo, ¿qué tal? ¿Te gusta hacer puzzles?
Los doctores salen. ADOLFO se levanta súbitamente.
Cambio de ambiente.
ADOLFO.– Rompecabezas, Carmen, un maldito rompeca-
bezas.
CARMEN.– ¿De qué hablas, Adolfo?

79
TRANSICIÓN

ADOLFO.– De esto. (Le enseña unos folios mecanografiados) La


Ley para la Reforma Política.
CARMEN.– ¿Quién la ha escrito?
ADOLFO.– ... no tiene padre.
CARMEN.– Entonces será de Torcuato. ¿Puedo verla?
ADOLFO.– Hay que convencer a 400 procuradores franquis-
tas en Cortes para que se hagan el harakiri, mientras
calmamos a la oposición; convocar un referéndum
al margen de la oposición, sin que la oposición se
oponga; legalizar a la oposición, sin ceder a las pre-
tensiones de la oposición; preparar –sin la oposi-
ción– unas elecciones generales con la oposición...
¡y todo sin crispar al ejército y en menos de un año!
CARMEN.– ¿Y tú te opones?
ADOLFO.– Es una locura. Vamos a hacer la mayor maniobra
política que haya visto nunca este país, Carmen. Va-
mos a dejar a las generaciones futuras boquiabiertas.
CARMEN.– Pues igual es imposible, Adolfo. A lo mejor es
mejor la ruptura que la reforma.
ADOLFO.– Léetela, y hablamos. Necesito hablar con la opo-
sición, empezando por ese... Felipe. El socialista...
CARMEN.– Felipe González.
ADOLFO.– Quiero que me conciertes una cita con él.
CARMEN.– ¿Y qué pasa con los comunistas?
ADOLFO.– No lo sé. Al rey le asustan. Torcuato dice que
habría que legalizarlos, pero después.

80
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

CARMEN.– ¿Y tú, qué opinas tú, presidente?


ADOLFO.– Yo he prometido a los militares que no los lega-
lizaría.
CARMEN.– ¿Quieres que te concierte una cita con Santiago
Carrillo?
ADOLFO.– ¿Pero está aquí?
CARMEN.– Se pasea por Madrid con una peluca rubia.
ADOLFO.– Joder, no me digas que es...
CARMEN.– No, hombre, no. Para ocultar su identidad.
¿Concierto la cita?.
ADOLFO.– Todavía no. Pero tengo que enviarle un mensaje.
Y necesito hablar también con Areilza, Fraga,
Tierno Galván, los catalanes, los vascos. Ah, y con
Tarancón, menudo cardenal.
CARMEN.– Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho.
ADOLFO.– ¿Quién nos iba a decir que la misma iglesia ca-
tólica, apostólica y romana que amparó la cruzada
del 36 ahora iba a estar empujando la reforma y la
reconciliación?
CARMEN.– Cosas veredes...
ANDREA.– ¿Estás bien? Te noto cansado.
ADOLFO.– A veces... no recuerdo... todo lo que tengo que
hacer.
Entra SANTIAGO, un paciente. ADOLFO lo ve, aparta la
vista y se sienta. Cambio de ambiente.

81
TRANSICIÓN

ANDREA.– ¿Y usted qué hace aquí?


SANTIAGO.– No lo sé. Me andaban buscando. Creo que me
he perdido.
ANDREA.– Otra vez. Quédese aquí. Voy a buscar a los doc-
tores.
ADOLFO.– No te vayas.
ANDREA.– Tengo que irme. Le dejo con Santiago. Es un
buen hombre. No se muevan de aquí.
SANTIAGO.– Andrea.
ANDREA sale. SANTIAGO se acerca tímidamente a
ADOLFO. Cambio de ambiente.
ADOLFO.– Tranquilo, Carrillo, que no le voy a morder. Ni
usted es el diablo cojuelo ni yo Santiago Matamo-
ros.
SANTIAGO.– Supongo. Aunque nunca se sabe.
ADOLFO.– Usted y yo, don Santiago, estamos obligados a
entendernos.
SANTIAGO.– Es posible.
ADOLFO.– Quiero que quede bien claro una cosa: de entre-
guismo a la subversión nada. Sin embargo, de abrir
el juego político para normalizar la vida ciudadana
todo. Sé del esfuerzo que está haciendo, don San-
tiago, por llevar al Partido Comunista a la senda
institucional. La actitud serena que hubo en el fu-
neral por los abogados de Atocha ha sido impresio-
nante. Todo el país pudo verlo.

82
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

SANTIAGO.– Sabemos cómo hay que estar en los momentos


difíciles.
ADOLFO.– Y yo se lo agradezco personalmente, Santiago.
Puedo prometerle que ese esfuerzo no pasará en
vano.
SANTIAGO.– ¿Y qué tenemos que hacer los comunistas para
ser legalizados?
ADOLFO.– El ruido de sables es constante. El Rey piensa
que hay que dejarlo para más adelante. Torcuato
quiere hacerlo él, a su manera, pero el Presidente
soy yo. Si usted aceptara los términos de la Re-
forma...
SANTIAGO.– En este país no habrá un auténtico cambio sin
la aceptación en el juego del Partido Comunista. La
libertad solamente es concebible si existen unas
condiciones justas de vida para todos.
ADOLFO.– Me gusta esa frase. ¿Sabe, don Santiago, que mi
abuelo y mi padre eran republicanos? Estuvieron a
punto de ser fusilados. (Pausa) Creo que un político
que no trata de transformar utopías en realidades
no es un político, es un traficante de ideas.
SANTIAGO.– Eso queda muy bien decirlo, pero hay que de-
mostrarlo. ¿Qué tendría que hacer el PCE para ser
legalizado?
ADOLFO.– Aceptación en los estatutos de la democracia y
renuncia expresa de la sociedad comunista como
objetivo.

83
TRANSICIÓN

SANTIAGO.– Esa es mucha renuncia.


ADOLFO.– Yo no dije que fuera fácil. ¿O lo es para mí?
SANTIAGO.– Me van a crucificar.
ADOLFO.– Usted crucificado y yo fusilado. Buen fin del
franquismo. Pero usted sabe que detrás del Viernes
de Pasión viene el Sábado de Gloria.
SANTIAGO.– Y luego el Domingo de Ramos: ¿qué me va a
regalar a cambio?
ADOLFO.– Es el de Resurrección, pero no se lo tengo en
cuenta: ¿qué desea?
SANTIAGO.– Que el gobierno confíe en nosotros. Que vea
que somos gente normal y disciplinada.
ADOLFO.– Le doy mi palabra de que haré cuanto esté en mi
mano. Ah, y otros dos detalles, don Santiago, re-
nuncian a la bandera republicana y aceptan al rey.
Entran los doctores FELIPE y GUTIÉRREZ con ANDREA.
ADOLFO se lleva las manos a la cabeza.
ANDREA.– ¿Qué le pasa, Adolfo?
ADOLFO.– Nada, nada, una migraña. Siempre he tenido
unos dolores de cabeza espantosos.
GUTIÉRREZ.– Venga aquí, siéntese.
ADOLFO.– Hombre, general Gutiérrez Mellado, usted y yo
estamos obligados a entendernos.
SANTIAGO.– A mí también me dijo la misma frase.
FELIPE.– Si nos tuviéramos que fiar de todo lo que dice.

86
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– Santiago, no se fíe de él. Preferiría sacarles ven-


taja dejando que les legalicemos más tarde.
GONZÁLEZ.– Usted si que es ventajista. Por consiguiente,
nos cuenta batallitas pero con las cartas marcadas.
GUTIÉRREZ.– Doctor, por favor...
FELIPE.– Tiene razón.
FELIPE saca una pastilla del bolsillo y se la ofrece a
ADOLFO.
FELIPE.– Tenga. Tómese esto.
ADOLFO tira disimuladamente la pastilla. Entra MARCOS.
MARCOS.– ¿Cómo se encuentra, Adolfo?
ADOLFO.– Muy bien, majestad. Ha sido una jaqueca. Nada
de importancia.
MARCOS.– Muy bien. Ahora mismo le llevamos a su cuarto
y descansa.
ADOLFO.– ¿Sabe, majestad, que acabo de legalizar al Par-
tido Comunista?
MARCOS.– Yo no soy el rey, Adolfo, aunque hay quien dice
que me parezco.
ADOLFO.– Pues yo sí soy el Presidente y exijo respeto a mis
decisiones.
GUTIÉRREZ.– No lo contraríen.
MARCOS.– No, si yo...
ADOLFO.– ¿Crees que estoy loco?

87
TRANSICIÓN

GUTIÉRREZ.– Sígale, sígale la corriente un poco.


MARCOS.– Es que... (imitando por un momento al rey en la
forma de hablar) «hay mucha gente que... se va a en-
fadar».
ADOLFO.– Le he pedido a Carrillo que acepte la bandera,
la monarquía y la unidad de España.
MARCOS.– Caramba, ¿y qué ha dicho don Santiago?
Todos miran a SANTIAGO.

SANTIAGO.– ¡A ver, qué voy a decir! Que sí. Ahora, cuando


nos legalicen, va a haber fiesta, aún me acuerdo yo
de aquello
ADOLFO.– Santiago es un buen hombre...
Santiago. ¿A usted le gusta la fiesta, don Adolfo?
ADOLFO.– Sí, pero lo que más me gusta es cantar...
SANTIAGO.– ¿Quiere usted cantar conmigo? (ADOLFO
asiente).
Ambos tararean «libre, como el sol cuando amanece yo soy
libre, como el mar...», de Nino Bravo. GUTIÉRREZ y FE-
LIPE se miran unos segundos en silencio. Y hablan aparte.

FELIPE.– Conque pentotal...


GUTIÉRREZ.– Era sólo una idea. Primero tenemos que afi-
nar el diagnóstico...
Cambio de escena.

88
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

08. RONDA CANCIONES

El REGIDOR y el PRODUCTOR entran. El REGIDOR hace


un gesto a cabina.
REGIDOR.– Por favor, vamos con la selección musical.
SONIDISTA.– Perdón, nos han hecho una petición especial...
REGIDOR.– Adelante...
El REGIDOR hace un gesto. Se escucha la introducción
instrumental de la canción. ADOLFO y SANTIAGO, en
bata. Cantan.

ADOLFO y SANTIAGO.– Vamos a tocar un rock n’roll a la


plaza del pueblo.
Vamos a tocar un rock n’roll y nadie nos va a parar,
Aparece el resto del equipo del plató.
La gente se aproxima por la calle Principal...
SONIDISTA.– Este Adolfo no deja de sorprenderme.
ADOLFO.– (A INÉS) ¡Vamos, señoritas!
INÉS y PRODUCTORA.– Un poco más de rollo no vendría
mal
un poco mas de rollo, nene, no vendría mal
Si no estoy colocada, no puedo cantar...
TODOS.– El rock está en mi cuerpo, y a mí me hace vibrar
saltar y desmadrarme, me puedo liberar
Si el rock está en tu cuerpo, salgamos a bailar... (si-
gue instrumental).

89
TRANSICIÓN

ADOLFO.– ¡Uau! ¡En el fondo, ¿sabéis?, siempre he deseado


ser de izquierdas!
REGIDOR.– Don Adolfo, que eso ya está pasado.
ADOLFO.– Los que estáis pasados sois vosotros.
CÁMARA.– En eso tiene toda la razón... la droga apareció en
mi pueblo de repente, antes no la había.
INÉS intenta sacar a bailar a ADOLFO.
ADOLFO.– Agarrado yo sólo bailo con Amparo.
INÉS.– Hoy yo puedo hacer de Amparo perfectamente, ¿no
te parece?
ADOLFO.– Pero no con esta canción.
PRESENTADOR.– (Al REGIDOR) Corta ya esto, anda.
El REGIDOR hace un gesto. Se escucha Suspiros de Es-
paña (versión original. Bailan).
ADOLFO.– La echo tanto de menos (INÉS lo abraza).
PRODUCTORA y PRESENTADOR.– (Cantan) ¡Ay de mí pena
mortal!
¿Por qué me aleja España de ti?
¿Por qué la arrancas de mi rosal?
Quiero yo volver a ser
la luz de aquel rayito de sol
hecho mujer por voluntad de dios.
Sigue música.

90
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

PRODUCTORA.– ¡Esto sí que era una canción! Llena de es-


píritu y de ilusión...
CÁMARA.– Madre mía, cómo está el patio.
SONIDISTA.– Ahora me toca a mí (Hace un gesto y cambia la
música. Suena Mediterráneo)... al menos esto
(Canta).
Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa
y escondido tras las cañas duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya...
REGIDOR.– Al menos algo político (Con un gesto vuelve a
cambiar la música: L’Estaca. Canta).
Si estirem tots, ella caurà i molt de temps no pot
durar.
Segur que tomba, tomba, tomba, ben corcada deu
ser ja...
CÁMARA.– ¡Qué rancios! La transición era salir fuera, por
fin...
Gesto y entra Rasputin, de Boney M. Canta, con el pro-
ductor, ayudado por las chicas. La pantalla muestra la
traducción.

CÁMARA y PRODUCTOR.– There lived a certain man, in


Russia long ago,
CHICAS.– He was big and strong, with his eyes of flaming
gold.
TODOS.– Ra, ra, Rasputin, lover of the Russian queen, there
was a cat that really was gone.

91
TRANSICIÓN

Ra, ra, Rasputin, Russia’s greatest love machine, it


was a shame how he carried on.
PRODUCTOR.– (Con el fondo de la música, parodia el monólogo
de la canción) Pero cuando su encanto, su gracia y su
uso del poder se hicieron excesivos, infinitas voces
se alzaron para pedir la cabeza de este increíble
mago...
ADOLFO.– ¡Eh, eh, eh! ¿Estás hablando de mí? (Todos le mi-
ran) Estáis hablando de mí. ¿Qué os he hecho yo?
Somos un equipo... ¿o no? (ADOLFO vacila) ¿Estáis
conmigo, o no?
¿Por qué todo el mundo me abandona?
INÉS.– Tranquilo, Adolfo. Está todo bien... (ADOLFO se
aparta a un lado, con INÉS).
PRODUCTORA.– Será mejor cambiar de tercio (Hace un gesto
y entra Soy rebelde, de Jeannette. Canta).
Yo, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así...
Entra el PRESENTADOR. Se detiene la música.

PRESENTADOR.– (Sonriendo) ¡Hombre! ¿Hay fiesta..?


REGIDOR.– Estábamos viendo la selección musical...
PRESENTADOR.– Ah, muy bien... a propósito de eso, (al RE-
GIDOR) ¿tienes la grabación que te pedí?

El REGIDOR hace un gesto y entra el himno de España.


PRESENTADOR.– Es la versión sinfónica. Muy bien...

92
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

Todos escuchan el himno nacional. Al final del mismo


ADOLFO parece desfallecer.

REGIDOR.– (A INÉS, junto a ADOLFO). ¿Cómo está?


INÉS.– Entrando ya en el delirio...
ADOLFO.– (Canturrea) «Sólo le pido a dios, que la vida no
me sea indiferente...»
INÉS.– Creo que está muy cansado, al límite...
Entre varios sacan a ADOLFO de escena.

PRESENTADOR.– Bueno, cinco minutos de descanso y con-


tinuamos.
SONIDISTA.– ¡Cinco minutos...! (Sale el PRESENTADOR con el
móvil en la mano) A mí el himno siempre me re-
cuerda a la mili...
PRODUCTORA.– ¿No irás a empezar con tus batallitas?
SONIDISTA.– Es que entonces el sorteo se retransmitía por
televisión, y mi padre a las 8 de la mañana ya estaba
enchufado. Yo había decidido ser objetor, pero aún
no se lo había dicho, claro, cualquiera... A las ocho
en punto le oigo gritando «El Ferrol, te ha tocado
El Ferrol!». ¡Joder, El Ferrol del Caudillo...!
REGIDOR.– La mili, un tema que no se va a tocar en el pro-
grama.
PRODUCTOR.– Tienes razón.
CÁMARA.– Yo siempre le he tenido miedo a la cartilla mili-
tar, a la policía y a la cárcel.

93
TRANSICIÓN

PRODUCTOR.– (Aparte al CÁMARA) Apúntalo, pero en el


fondo no creo que se emita...
PRODUCTORA.– (Interesándose) Algo de eso me ha llegado...
PRODUCTOR.– (El PRESENTADOR entra. Aparte, disimulando)
Arriba el previo no ha gustado.
PRODUCTORA.– (En voz alta, disimulando) Yo ya dije que fal-
taba hablar de la mujer.
INÉS.– En eso tienes toda la razón.
PRESENTADOR.– Y de Fraga. Y de los siete magníficos. Y de
los pactos de la Moncloa... igual aún hay que darle
unas vueltas...
CÁMARA.– Y la violencia. Entonces había mucha.
REGIDOR.– Es verdad. Venían los maderos, ¡toma! Venían
los macarras, ¡toma...!
SONIDISTA.– O los atentados... joder con ETA.
CÁMARA.– Esto también debería aparecer.
PRODUCTOR.– (Aparte al CÁMARA) Pues todo eso, lo metéis
mañana, que yo ya no vengo.
SONIDISTA.– ¿Te lo han comunicado? (El PRODUCTOR
asiente)
PRODUCTORA.– Pues yo creo que lo que nos ha fallado no
es tanto hablar de esto o lo otro... Yo creo que ha
faltado remarcar el ejemplo de consenso que supuso.
Y contar cómo se debería aplicar a lo que sucede
ahora mismo, ¿no?

94
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

INÉS.– ¿Tú crees? Igual lo que tenemos es consecuencia de


lo que se hizo, ¿no?
PRESENTADOR.– Se hizo lo que se pudo, y se hizo mucho...
REGIDOR.– Apenas hemos hablado de los muertos.
CÁMARA.– Eso. ¿Dónde están los muertos? Los de las cu-
netas...
SONIDISTA.– ¿Y los niños robados?
PRESENTADOR.– Bueno, ya vale. Hemos llegado hasta aquí,
y no cabe más. Y el que quiera más... a trabajar
(Sale).
PRODUCTOR.– Pues a mí la canción que más me gustaba de
la Transición se compuso mucho antes de la Tran-
sición, en 1959, y se llamaba Al vent...
Salen. Cambio de escena.

95
TRANSICIÓN

09. TERAPIA OCUPACIONAL. EL CANDIDATO

Sala de expresión artística del hospital. TOMÁS cubre un


lienzo con grandes manchas blancas. SANTIAGO hace una
especie de macramé con cuerdas... ANDREA sigue la evo-
lución de las obras artísticas. Llega JUANA trayendo a
ADOLFO.

ANDREA.– Hombre, Juana, ¿a quién me traes?


JUANA.– Al paciente más guapo y más famoso del hospital.
ADOLFO deambula dándole la mano a todo el mundo,
mientras habla.

ADOLFO.– Creo modestamente que en esta nueva hora de


España y al pedirles su voto no traigo mis papeles
en blanco, ni soy una incógnita. Prometimos traerle
la soberanía al pueblo español, y mañana la ejerce,
prometimos normalizar nuestra vida política, ges-
tionar la transición en paz, construir la democracia
desde la legalidad, y creemos que, con las lógicas
deficiencias, lo hemos conseguido. Esta España, que
ya es políticamente de todos, debe comenzar a serlo
también en lo social, en lo económico y en lo cul-
tural.
JUANA.– ¿Qué me dices, eh?
ANDREA.– Impresionante. Ya se podían escuchar ahora dis-
cursos así. Adolfo, mire, Adolfo, éste es el cuarto
más divertido de todo el hospital. Aquí nos dedica-

96
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

mos a expresarnos, a pintar. ¿Qué tal ese tapiz, San-


tiago?
SANTIAGO.– Avanzando.
ANDREA.– ¿Y ese blanco, Tomás?
TOMÁS.– Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque
su mujer lo lava con Ariel...
ANDREA.– Bueno, Adolfo, aquí puede utilizar muchas cosas
para expresar tu sentimiento.
ADOLFO.– Yo no sé pintar. Como mucho jugar al mus. Y
hacer política.
TOMÁS.– Adolfito, cara pito.
ADOLFO se levanta como con un resorte. Cambio de am-
biente. TOMÁS se transforma en TORCUATO en la mente
de ADOLFO.
ADOLFO.– (Muy enfadado) Soy el presidente y estoy harto,
¿me oyes, Torcuato?
TORCUATO.– ¡Te oigo, pero te estás equivocando, Adolfo!
¡La monarquía no puede ser un florero y tú vas a
romper España!
ADOLFO.– ¡La monarquía es la que es!
TOMÁS.– Este rey tendría que haber roto con el pasado...
Qué error. Qué inmenso error... Tampoco creo en
las Autonomías, Adolfo, vas a romper España.
ADOLFO.– Yo no voy a romper nada. ¿Entonces no me vas
a apoyar con la Constitución?

97
TRANSICIÓN

TOMÁS.– No. No te voy a seguir apoyando. Yo me habré


equivocado, pero tú eres un desleal.
ADOLFO.– ... Yo soy consecuente conmigo mismo...
ADOLFO vacila. ANDREA le sujeta. Cambio de ambiente.
TOMÁS vuelve a ser él mismo.
ANDREA.– ¿Adolfo, se encuentra bien? (ADOLFO asiente).
JUANA.– (A ANDREA) Hoy está raro...
ADOLFO.– Soy el presidente...
TOMÁS.– Presidente, culo caliente.
ADOLFO.– He ganado un referéndum y unas elecciones. Tú
(a TOMÁS) no esperabas que llegara tan lejos, pero
mi reforma superará incluso las expectativas de los
que reclamaban la ruptura.
TOMÁS.– Sólo dices tonterías.
ADOLFO.– Pensabais que era la pieza útil para desmontar el
régimen, pero no para liderar la España democrá-
tica. Soy el primer presidente electo desde la repú-
blica.
TOMÁS.– ¿Electo o erecto?
ADOLFO.– Y eso me da más legitimidad que a ti o al rey.
Debemos caminar hacía una sociedad de la toleran-
cia, la armonía social y el respeto mutuo. Y el único
miedo que debemos temer, como decía Roosevelt,
es el miedo al miedo mismo.
JUANA.– Ay, Dios mío, Adolfo, vuelve en ti.

98
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– No seas misitas, Amparo, que te conozco. De-


bemos elevar a categoría de política normal lo que
al nivel de la calle ya es normal. Hay que recono-
cer... el derecho al divorcio, por ejemplo, porque en
la calle la gente se separa aunque no lo reconozca-
mos. Así hicieron mis padres. Y no podemos mirar
al diácono de la Obra, para ver qué está pensando.
JUANA.– No te alteres, por Dios.
ADOLFO.– No me altero, digo las cosas. ¿Qué está usted ha-
ciendo, Torcuato?
TOMÁS.– Pinto el valor de tu pensamiento.
ADOLFO.– Es una mierda. El arte moderno: una boñiga pin-
chada en un palo. No soy una persona cultivada y
no me empeño en disimularlo.
TOMÁS.– Podría no ser ofensivo.
ADOLFO.– Tiene razón. Ve, en eso tiene razón y yo se la
doy. No me importa cambiar mi posición cuando el
otro me señala que no estoy en lo cierto.
ANDREA.– ¿Seguro que no quiere probar? ¿O es que no se
atreve?
ADOLFO.– Me atrevo a cuanto se atreva un hombre. Y no
es hombre quien se atreva a más.
Entran en escena el doctor GUTIÉRREZ. ADOLFO no se
da cuenta y GUTIÉRREZ pide silencio a JUANA y ANDREA.
ADOLFO se dirige a SANTIAGO que sigue fabricando su
entramado artístico.

99
TRANSICIÓN

ADOLFO.– ¿Qué está haciendo ahora, don Santiago?


SANTIAGO.– Dibujo las conexiones secretas del universo.
ADOLFO.– Ve, me gusta este trabajo. Me recuerda a la cal-
ceta, al punto de cruz... Siempre me ha parecido
que la realidad del instante quedaba atrapada en la
humildad de esas pequeñas cosas.
SANTIAGO.– Es usted un cachondo.
ADOLFO.– Tengo un don natural: una cercanía en el trato
que desarma y seduce a mis interlocutores. Es mi
arma política más importante. Haría bien en no
fiarse de ella.
ADOLFO se fija en la llegada del doctor GUTIÉRREZ.
Pregúntele, pregúntele al general si tengo capaci-
dad de seducción.
GUTIÉRREZ.– ¿Qué tal se encuentra esta mañana?
ADOLFO.– Estupendamente, Manolo. Hemos ganado, mi
general. La UCD controla el Congreso. Ahora tene-
mos la legitimidad para cumplir con nuestros pro-
pósitos.
GUTIÉRREZ.– No se fíe, a veces lo que hoy parece sólido se
derrumba mañana como un casillo de naipes.
ADOLFO.– Es usted un filósofo, mi general. Pero ¿lo dice
por la UCD o por los cambios en la Unión Sovié-
tica?
SANTIAGO.– ¿Qué pasa con la Unión Soviética?
GUTIÉRREZ.– Lo digo por usted. Tenemos que hablar.

100
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– En mí siempre encontrará un interlocutor


abierto y honesto. ¿Le preocupan las autonomías?
A Torcuato también.
GUTIÉRREZ.– ¿Sabe dónde se encuentra?
ADOLFO.– En el centro, pero mi agenda me lleva de aquí
para allá por los pueblos de España. Y no me im-
portaría hablar catalán o vasco, la solución está en
crear el andaluz, el gallego, el bable... todos con los
mismos derechos, y se acabó el hecho diferencial:
café para todos. Torcuato dice que estoy loco, pero
nunca estuve más cuerdo.
GUTIÉRREZ.– ¿Sabe quién es usted?
ADOLFO.– Soy el presidente ahora legítimamente elegido
por el sufragio directo de los españoles y no acepto
bromas al respecto.
TORCUATO.– Respecto al presidente, respeto al presidente.
ADOLFO.– No me den jabón, señores, no me den jabón. Yo
lo he practicado casi toda mi vida, por eso mismo
me siento inmunizado al respecto.
TORCUATO.– Respecto al respeto, presidente.
GUTIÉRREZ.– Estamos algo confusos con usted. Nos gus-
taría seguir profundizando para determinar bien
qué le pasa, por qué se empeña en vivir un pasado
que no le pertenece. ¿Me está usted entendiendo,
Adolfo?
ADOLFO.– Si quiere conocer al españolito de a pie no vaya
a una sala de exposiciones, vaya a un bar y vea una

101
TRANSICIÓN

partida de mus (Saca una baraja). El mus es la cima


del pensamiento medio en este país. Yo lo practico
y así me va: nunca me falla una buena intuición. Un
buen jugador de mus, se lo digo en serio, es lo que
es este presidente (Hace un gesto a los otros enfermos,
que se aprestan a jugar una partida de cartas).
TORCUATO.– Presente el respeto al presidente.
ADOLFO.– (Repartiendo cartas) Voy a crear una pequeña co-
misión que redacte la carta magna, desde cero. Un
comunista...
SANTIAGO.– ¿Qué pasa con los comunistas?
ADOLFO.– Solé Tura.
SANTIAGO.– Pobre, se le fue la cabeza.
ADOLFO.– Eso nos pasa a todos. Un socialista: Peces Barba.
SANTIAGO.– Un buen tipo, la palmó el otro día.
ADOLFO.– Un nacionalista: Roca... La derecha para don
Manuel Fraga
SANTIAGO.– Genio y figura hasta la sepultura.
ADOLFO.– Y uno por cada una de las tres almas de la UCD:
Cisneros, liberales; Pérez Llorca, socialdemócratas;
Herrero de Miñón, democristianos...
SANTIAGO.– ¡Uh! El Opus.
ADOLFO.– Café para todos, un rey simbólico, el poder a los
partidos, y punto.
SANTIAGO.– Mus.

102
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

GUTIÉRREZ.– Mus.
TOMÁS.– Con la mano.
ADOLFO.– No hay mus.
TOMÁS.– Ya. Lo tienes todo muy calculado.
ADOLFO.– Por supuesto, don Torcuato. Tan calculado que
soy capaz de dejarlo todo a la improvisación.
TOMÁS.– Y de las tres sensibilidades de UCD ¿a cuál se ads-
cribe usted?
ADOLFO.– A la suma de las tres. Toma. Órdago.
SANTIAGO.– Lo veo.
GUTIÉRREZ.– Mus.
ADOLFO.– Mus.
TOMÁS.– Tiene respuesta para todo, el jodido. (A ADOLFO)
Truhán y triste traidor...
ADOLFO se abalanza al cuello de TOMÁS.
ADOLFO.– Respeto, hemos quedado que respeto respecto
al presidente.
TOMÁS.– Ayúdenme, por favor.
SANTIAGO.– Pelea, el presidente pelea.
JUANA.– ¿Qué hacemos? No se peguen, por Dios...
ADOLFO.– No lo esperabas, ¿verdad?
SANTIAGO.– Dale, Adolfo, dale.
ADOLFO.– Está como un toro, el jodido viejo éste.

103
TRANSICIÓN

GUTIÉRREZ ha sacado una hipodérmica desechable y la


ha cargado con una cápsula.
GUTIÉRREZ.– Juana, Andrea, sujetadle el brazo.
JUANA.– Sí, doctor.
ADOLFO.– Traidores, esta pelea está amañada. ¿Quién es
ahora el truhán y quién el señor?
JUANA sujeta el brazo junto con ANDREA. GUTIÉRREZ
pone la inyección.
Siempre me fascinaron los expeditivos métodos so-
viéticos.
SANTIAGO.– ¿Qué manía con hablar de los soviéticos? ¿Y
el eurocomunismo?
ADOLFO se duerme.
GUTIÉRREZ.– Ahora está claro que no recuerda sino que
está viviendo la vida del expresidente.
TORCUATO.– Jodido presente el del presidente.
ANDREA.– ¿Cómo puede vivir en unos recuerdos que no
son suyos?
GUTIÉRREZ.– Debe estar obsesionado por Suárez desde
hace mucho tiempo.
SANTIAGO.– A mí me pasa lo mismo pero con Marilyn
Monroe. ¿Sabían que ya hace más de cincuenta
años que se ha muerto esa mujer? Menos mal que
nos queda Conchita Piquer.
TOMÁS.– Estamos todos locos.

104
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

Salen todos lentamente repitiendo frases anteriores de la


propia función. ADOLFO queda solo, en un escenario en
penumbra cada vez más onírico y fantasmal. Se levanta
en silencio, y mira a la luna. Cambio de escena.

105
TRANSICIÓN

10. RONDA DE DELIRIOS

Los personajes del plató encarnan las más locas fantasías:


ADOLFO es RAIMON; el PRODUCTOR un TRADUCTOR; el
PRESENTADOR un GUARDIA CIVIL; el CÁMARA un
HOMBRE, el PRESIDENTE DEL PODER JUDICIAL; INÉS es
CARMEN POLO; el REGIDOR es EL CID; la PRODUCTORA
es DOÑA ELVIRA; el SONIDISTA es el ALCALDE. El TRA-
DUCTOR al público.

TRADUCTOR.– Pues yo aún me acuerdo de cuando venía


Raimon a cantar a Valencia, y teníamos que tradu-
cirle las letras a...
Aparece el PRESENTADOR con un tocado de guardia civil
y gafas de sol. Saca una libretita, saca un bolígrafo y se
queda mirando al TRADUCTOR.
TRADUCTOR.– ... la guardia civil, por si acaso. ¡Maestro...!
RAIMON empieza a cantar la canción Al vent.
RAIMON.– (Cantando)... al vent...
TRADUCTOR.– (Traduciendo al PRESENTADOR-GUARDIA CIVIL)
Al viento.
El GUARDIA CIVIL escribe en una libretita.
RAIMON.– ... la cara al vent...
TRADUCTOR.– La cara al viento.
El GUARDIA CIVIL escribe rápidamente.

108
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

RAIMON.– ... el cor al vent...


TRADUCTOR.– El corazón al viento.
El GUARDIA CIVIL escribe furiosamente.

RAIMON.– ... les mans al vent...


TRADUCTOR.– Las manos al viento.
GUARDIA CIVIL.– No tan rápido, coño. (Sigue escribiendo)
TRADUCTOR.– El tiempo pasa...
GUARDIA CIVIL.– ¿Las manos al qué?
TRADUCTOR.– Al viento.
GUARDIA CIVIL.– ¿Otra vez?
RAIMON.– ... els ulls al vent...
TRADUCTOR.– Los ojos al viento.
GUARDIA CIVIL.– Coño con el vent...
RAIMON.– ... al vent del món...
TRADUCTOR.– Al viento que corre por el ancho mundo.
GUARDIA CIVIL.– ¡Joder con el catalá!
TRADUCTOR.– Valenciá.
Entra un hombre (el CÁMARA) en traje de chaqueta. La
canción sigue de fondo, y el TRADUCTOR no deja de tra-
ducirla.
HOMBRE.– (Al GUARDIA CIVIL) Perdone, ¿para Marbella?
GUARDIA CIVIL.– ¿Usted quién es?

109
TRANSICIÓN

TRADUCTOR.– (Siguiendo con la traducción) Y todos.


HOMBRE.– El presidente del poder judicial.
TRADUCTOR.– Todos llenos de noche.
GUARDIA CIVIL.– Identifíquese, por favor.
TRADUCTOR.– Buscando la luz.
HOMBRE.– ¿Usted sabe con quién está hablando?
TRADUCTOR.– Buscando la paz.
GUARDIA CIVIL.– Si lo supiera no se lo pediría.
TRADUCTOR.– Buscando a dios.
HOMBRE.– No tengo por qué identificarme.
TRADUCTOR.– Al viento del mundo.
GUARDIA CIVIL.– (Al HOMBRE, sacando su pistola) ¿Ve usted
esto?
HOMBRE.– Sí, lo veo.
TRADUCTOR.– La vida.
GUARDIA CIVIL.– Pues hable.
TRADUCTOR.– Nos da penas.
HOMBRE.– No tengo por qué darle explicaciones a usted.
TRADUCTOR.– Ya al nacer es un gran llanto.
GUARDIA CIVIL.– ¿Está seguro?
HOMBRE.– Por completo.
El GUARDIA CIVIL le apunta con la pistola.

TRADUCTOR.– La vida puede ser ese llanto.

110
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

Entra INÉS (CARMEN POLO DE FRANCO), con collares.

CARMEN POLO.– ¿Qué pasa aquí?


GUARDIA CIVIL.– (Apuntándole también) Identifíquese.
TRADUCTOR.– Pero nosotros al viento.
CARMEN POLO.– Soy Carmen Polo, ¿qué sucede?
TRADUCTOR.– La cara al viento.
GUARDIA CIVIL.– Identifíquese, señora, por favor.
TRADUCTOR.– El corazón al viento.
CARMEN POLO.– Baje usted esa pistola, hombre (No la baja).
TRADUCTOR.– Las manos al viento.
GUARDIA CIVIL.– (Por el HOMBRE) Es que no se quiere iden-
tificar.
TRADUCTOR.– Los ojos al viento.
CARMEN POLO.– (Al HOMBRE) ¿Quién es usted?
HOMBRE.– El presidente del poder judicial.
TRADUCTOR.– (Levantando la voz) Al viento del mundo.
CARMEN POLO.– (Por el PRODUCTOR) ¿Y este pobre?
GUARDIA CIVIL.– El traductor
CARMEN POLO.– ¿De qué?
GUARDIA CIVIL.– De la canción.
CARMEN POLO.– Ah...
TRADUCTOR.– (Elevando la voz) Y todos... Todos llenos de
noche.

111
TRANSICIÓN

CARMEN POLO.– Baje la voz, por favor.


TRADUCTOR.– (Bajito) Buscando la luz.
CARMEN POLO.– (Al PRODUCTOR) Así, muy bien...
TRADUCTOR.– Buscando la paz.
CARMEN POLO.– (Al HOMBRE, por el GUARDIA CIVIL) No
tenga miedo, es un guardia civil.
TRADUCTOR.– Buscando a dios.
HOMBRE.– Pero la ley, señora, me ampara a mí.
TRADUCTOR.– Al viento del mundo
CARMEN POLO.– (Relativizando) ¡Uy, la ley... la ley...!
TRADUCTOR.– Buscando a dios.
CARMEN POLO.– ... déjese de leyes, ¿no ve que tiene una
pistola?
TRADUCTOR.– ¡Al viento del mundo! (Se acaba la canción).
GUARDIA CIVIL.– (Haciendo un disparo al aire) Y estoy dis-
puesto a usarla. A ver los papeles todo el mundo.
El TRADUCTOR saca su DNI.

GUARDIA CIVIL.– Usted no, hombre. A usted le conozco.


Entra ADOLFO, de RAIMON.
RAIMON.– ¿Os habéis vuelto locos? ¿Estáis pegando tiros?
¿Sabéis la que se puede liar?
HOMBRE.– Ya será menos.
CARMEN POLO.– ¿Usted quién es?

112
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

RAIMON.– Soy Raimon, es un concierto-homenaje a los 50


años de Al vent.
CARMEN POLO.– Es que este señor no quiere enseñarle sus
papeles al guardia civil.
RAIMON.– ¿Y quién es este señor?
HOMBRE.– El presidente del poder judicial. Cuarta autori-
dad del Estado.
GUARDIA CIVIL.– Muy bien, el DNI, y usted también, se-
ñora, identifíquese, aquí todos podemos ser Con-
fucio, pero sin papeles no se puede estar aquí.
CARMEN POLO.– (Al GUARDIA CIVIL) Yo papeles es que creo
que ya no tengo.
GUARDIA CIVIL.– (Al HOMBRE) Pues enséñeme de una vez
los suyos, hombre.
HOMBRE.– Que no tengo yo por qué enseñar nada, joder,
la ley me ampara.
TRADUCTOR.– ¿Le ampara para qué?
HOMBRE.– Pararrayos, cállese.
GUARDIA CIVIL.– Me estoy empezando a cabrear.
RAIMON.– Dales un par de hostias, hombre. Que tenemos
que seguir. ¿Este también estuvo en el Tribunal de
Orden Público?
Entra el REGIDOR como EL CID, con un casco antiguo en
la cabeza y vestido con la camiseta de la selección española
de fútbol y como capa la bandera nacional con el toro en
el lugar del escudo..

113
TRANSICIÓN

GUARDIA CIVIL.– Lo que faltaba.


TRADUCTOR.– ¿Y usted quién es?
EL CID.– El Cid soy, don Rodrigo Díaz de Vivar,
e a la mia filla busco, doña Elvira,
e la tengo de encontrar.
GUARDIA CIVIL.– (Abriendo los brazos) Pero aquí no puede
usted estar...
EL CID.– ¿No son estas las fértiles tierras de Valencia?
GUARDIA CIVIL.– Sí...
EL CID.– Mías son, que non del rey.
Ved si puedo o non estar.
HOMBRE.– Don Rodrigo, no, hay una ley nueva, la Consti-
tución, y ya no son suyas.
EL CID.– ¿Non ha ya rei?
HOMBRE.– Sí, pero es otro.
EL CID.– ... aves de paso los reies,
unos serán de altos buelos,
e otros de buelos bajos
mas queda ssiempre en la tierra
el vassallo y su trabajo...
RAIMON.– (Sacando la guitarra) ¿Me lo podría repetir?
EL CID.– ¿Por acaso sois de las risueñas huestes dels jo-
glars?
RAIMON.– No, no, els joglars ya no son lo que eran. Yo soy
otra cosa.

114
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

TRADUCTOR.– Empresario de artes escénicas y músico de


la SGAE.
GUARDIA CIVIL.– Me estoy hartando. (Al CID-REGIDOR)
¿Usted papeles tampoco, verdad?
EL CID.– No os entiendo señor, ¿de qué taifa venís...?
Entra la PRODUCTORA, de DOÑA ELVIRA, la hija del
Cid, vestida de faralaes con una tela que suma todas las
banderas autonómicas.
DOÑA ELVIRA.– ¡Padre, que sea la última vez que sales con
el casco!
EL CID.– Fuerte cosa es que así una fija ose falar con su pa-
dre.
DOÑA ELVIRA.– Pues oso. Fermosa imagen estáis dando. Y
a saber quiénes son estos.
Entra el SONIDISTA, con chaqueta y sombrero habanero
a lo Jesús Gil (ALCALDE).
GUARDIA CIVIL.– El que faltaba.
RAIMON.– ¿Quién es?
GUARDIA CIVIL.– El alcalde.
ALCALDE.– Teniente, aquel marjal, mañana me lo acota.
GUARDIA CIVIL.– ¿Y pues?
ALCALDE.– Lo acabo de apalabrar para campo de golf, con
uno que ha venido a ver al Raimon ese.
TRADUCTOR.– Pero está lleno de agua.

115
TRANSICIÓN

ALCALDE.– Se deseca y punto, vaya con el problema, que


todo sea eso.
RAIMON.– Pero aquí falta agua...
ALCALDE.– Joder, ¿en qué quedamos? (Mirando la pistola del
guardia civil) ¿Qué hace usted con la pistola fuera?
GUARDIA CIVIL.– Se niegan a identificarse.
ALCALDE.– (A Raimon) ¿Y usted qué hace ahí que no está
cantando?
RAIMON.– Ahora le toca a Imanol.
ALCALDE.– A saber, de Valladolid ese no es.
HOMBRE.– Perdone, ¿tendrá hotel el campo de golf?
ALCALDE.– Cinco estrellas y el mejor spa de Europa. ¿Usted
quién es?
HOMBRE.– El presidente del poder judicial.
ALCALDE.– Pues mi ayuntamiento tendría mucho gusto en
recibirlo a cuerpo de rey.
HOMBRE.– ¡¿Piensa poner también safari de elefantes?!
ALCALDE.– A ver, a ver, explíqueme eso...
HOMBRE.– Primero compras elefantes a los negritos –como
ayuda al tercer mundo lo puedes subvencionar...
Se acerca al CÁMARA y siguen hablando.

DOÑA ELVIRA.– Vamos, padre, effectivamente non parescen


gente de bien.
TRADUCTOR.– Eh, bonita, habla por ti.

116
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

RAIMON.– Yo de la SGAE soy un simple socio, eh, en el resto


soy normal...
TRADUCTOR.– (Al GUARDIA CIVIL) ¿Qué?
GUARDIA CIVIL.– ¿Qué de qué?
TRADUCTOR.– ¿No les das de hostias?
EL CID.– Espera hija, hablan de recibir la comunión.
TRADUCTOR.– No, abuelo, hablo de que es un corrupto.
EL CID.– ¿Incorrupto? ¿Cómo el brazo de Santa Teresa?
¿Quién?
TRADUCTOR.– No, un corrupto, un corrupto... ¿no sabe us-
ted lo que es un corrupto?
EL CID.– Cuando lo cuerpo fallece, e la podredumbre todo
lo invade.
TRADUCTOR.– No, no, en vida.
EL CID.– (Poniendo cara de asco) ¿Se le corrompen las carnes
en vida? Eso es la lepra.
TRADUCTOR.– No, no... a ver... ¿cómo le llama usted a un
hombre que valiéndose de astucias se apropia de lo
que no es suyo?
EL CID.– (Tras reflexionar) ¿Astuto?
TRADUCTOR.– No, un hombre que por ocupar un alto
cargo saca beneficio de los que están por debajo...
EL CID.– Ah, el noble.
TRADUCTOR.– ¡No! Un hombre que usa su buena posición
para conseguir no sólo lo que en justicia le corres-
ponde, si no para conseguir mucho más...

117
TRANSICIÓN

EL CID.– ¡Ah...! Ambicioso. Justa virtud dos líderes que


perduran na memoria dos omens.
TRADUCTOR.– Me rindo.
GUARDIA CIVIL.– Y yo, al del poder judicial le metería entre
rejas, pero es que al alcalde lo conozco... (El traduc-
tor asiente, comprensivo).
HOMBRE.– (Que sigue en su conversación con el alcalde). ¡Lo
expropias, y punto!
ALCALDE.– ¡Lo expropio, lo expropio, vale...!
TRADUCTOR.– (A RAIMON) Durante un momento casi creí
que un guardia civil podría librarnos de esos dos.
RAIMON.– La transición no dio para tanto.
TRADUCTOR.– (Al GUARDIA CIVIL) ¿Y qué hacemos?
ALCALDE.– (Como si condujera un caballo) Vamos, Imperioso.
El GUARDIA CIVIL mira en torno. El HOMBRE y el AL-
CALDE se han sentado y charlan animadamente. DOÑA
CARMEN da de comulgar al CID y a DOÑA ELVIRA.
Luego rezan.

GUARDIA CIVIL.– Pues no sé...


RAIMON.– Yo ya no puedo hacer más.
ALCALDE.– ¿Y dónde meto yo los elefantes?
HOMBRE.– En los hangares del aeropuerto vacío.
Se escucha la canción Zure Tristura, de Imanol. El PRE-
SENTADOR-GUARDIA CIVIL guarda la pistola y saca la
libretita y el bolígrafo.

118
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

GUARDIA CIVIL.– Esta canción siempre me ha gustado, yo


tuve una novia donostiarra, ¿sabéis qué dice?
El TRADUCTOR asiente. RAIMON (ADOLFO) saca un ci-
garrillo, lo enciende y se sienta mirando a la luna. Mien-
tras la canción transcurre la luz va bajando lentamente.

CANCIÓN.– Zure tristura nabari dut.


TRADUCTOR.– Tu tristeza me llega...
El GUARDIA CIVIL anota.

CANCIÓN.– Keinu partikular gisan.


TRADUCTOR.– Como un gesto particular.
El GUARDIA CIVIL anota.

CANCIÓN.– Dintasunez hain tristea.


TRADUCTOR.– Con dignidad.
CANCIÓN.– Nola nahi zenuken izan.
TRADUCTOR.– Tal y como deseaste.
CANCIÓN.– Dintasunez hain tristea.
TRADUCTOR.– Con digna tristeza.
CANCIÓN.– Kaletan zoazean.
TRADUCTOR.– Andas por las calles.
CANCIÓN.– Ezpainak krabelin xuri.
TRADUCTOR.– Labios, como blancos claveles.
CANCIÓN.– Bihotza oinazepean.

119
TRANSICIÓN

TRADUCTOR.– Y corazón atormentado...


Oscuro. Cambio de escena.

120
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

11. MOMENTO DE CONGOJA. LA DIMISIÓN Y


EL GOLPE

ADOLFO permanece sentado mirando al infinito. Fuma


o hace como que fuma. Silencio. Luego ADOLFO se vuelve
y comienza a hablar.
ADOLFO.– Hay momentos en la vida de todo hombre en los
que se asume un especial sentido de la responsabi-
lidad. Yo creo haberla sabido asumir dignamente
durante los casi cinco años que he sido presidente
del Gobierno.
Hoy, sin embargo, la responsabilidad que siento me parece
infinitamente mayor. Hoy tengo la responsabilidad
de explicarles mi dimisión como presidente del Go-
bierno.
ADOLFO, adoptando movimientos de boxeador en un en-
trenamiento, continúa el discurso.
ADOLFO.– No es una decisión fácil. Pero hay encrucijadas
tanto en nuestra propia vida personal como en la
historia de los pueblos en las que uno debe pregun-
tarse, serena y objetivamente, si presta un mejor
servicio a la colectividad permaneciendo en su
puesto o renunciando a él.
ADOLFO continúa golpeando al aire mientras farfulla un
discurso ya ininteligible. Los doctores GUTIÉRREZ y GON-
ZÁLEZ comentan un TAC proyectado en una pantalla.

121
TRANSICIÓN

GUTIÉRREZ.– Creo que nuestro error fue confundir los sín-


tomas. Adolfo estaba confuso y desorientado, pero
no por falta de memoria sino porque convivía con
un exceso de recuerdos al mismo tiempo. Estas re-
miniscencias le impedían interactuar de modo na-
tural con la realidad contemporánea. Él vive
trasportado permanentemente a sus falsos recuer-
dos con una nostalgia incontinente.
MARCOS.– Perdón, doctor, pero ¿quién es él?
FELIPE.– Adolfo.
MARCOS.– Ya sé que es Adolfo. Llevo todo el tiempo lle-
vándolo de acá para allá y lo único claro que tengo
es que se llama Adolfo. Pero ¿qué más?
FELIPE.– ¿Qué más quiere saber?
MARCOS.– Sí, ya sé que en la ficha pone Adolfo Martínez,
pero ¿es ése su verdadero nombre?
FELIPE.– ¿Y cuál cree usted que es su verdadero nombre?
MARCOS.– Suárez.
FELIPE.– ¿Y por qué cree que es él?
MARCOS.– Se comporta como si lo fuera.
GUTIÉRREZ.– Es probable que así sea. Podemos estar ante
un caso de trastorno de identidad disociativo.
MARCOS.– Pero lo que hace... , de lo que habla... , es como
si conociera realmente muchas de las cosas que...
reinterpreta.
GUTIÉRREZ.– Bueno, no es raro que Adolfo sepa cosas de
Adolfo. Al fin y al cabo fue ujier en el Congreso en

122
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

esos años de la Transición. Estuvo en ocasiones


cerca del presidente y no hay duda que vive obse-
sionado con él.
ADOLFO para de golpear al aire y agotado vuelve a diri-
gir su discurso al público.
ADOLFO.– No me voy por cansancio. No me voy porque
haya sufrido un revés superior a mi capacidad de en-
caje. No me voy por temor al futuro. Me voy por-
que es preciso demostrar con hechos lo que somos
y lo que queremos. Y yo no quiero que el sistema
democrático de convivencia sea, una vez más, un
paréntesis en la historia de España.
FELIPE.– Adolfo, déjelo estar, hombre. ¿Por qué no des-
cansa?
ADOLFO intenta dar un puñetazo a FELIPE. Éste le es-
quiva y agarra.
FELIPE.– Pero hombre, Adolfo, que yo no le he hecho
nada...
GUTIÉRREZ.– Traiga una silla.
MARCOS va a por una silla de ruedas. SANTIAGO y TO-
MÁSentran por el lado opuesto..
Y estos (por SANTIAGO y TOMÁS) ¿qué hacen aquí?
SANTIAGO.– Nos dijeron en la puerta del final del pasillo.
GUTIÉRREZ.– Adolfo, ¿se siente bien?
ADOLFO.– Siento verme así reunido con ustedes.

123
TRANSICIÓN

FELIPE.– ¿A qué se refiere?


ADOLFO.– El golpe.
GUTIÉRREZ.– ¿El golpe?
ADOLFO.– Mi general, lo sabe tan bien como yo. Ese Tejero
era un golpista conocido. Mi dimisión no ha servido
para detener el golpe.
FELIPE.– Adolfo, usted no es el presidente, usted trabajaba
en el Congreso. Era ujier.
ADOLFO.– Nos han dejado en paro, mi general. (Ríe) Eso
sí, no nos han quitado la dignidad. Hemos sabido
mantenernos en pie.
TOMÁS.– Éste está más loco que yo.
SANTIAGO.– Como un cencerro.
Llega MARCOS con la silla de ruedas. Entre él y FELIPE
intentan sentarlo pero ADOLFO se resiste.
ADOLFO.– A un presidente democrático no lo cesan, dimite
por el bien del país.
FELIPE.– Bueno, ya está bien. ¿Quiere sentarse de una puta
vez?
Silencio. MARCOS forcejea con ADOLFO hasta que consi-
gue sentarlo. Y luego sale, enfadado.
ADOLFO.– A usted se lo puedo decir, don Manuel: no en-
tiendo la posición del rey.
GUTIÉRREZ.– ¿Qué quiere decir?

124
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ADOLFO.– Armada. Lo ha traído a Madrid y es él quien di-


rige el golpe. Mi dimisión no ha servido de nada.
FELIPE.– Adolfo. Deje de fantasear. Usted es Adolfo Mar-
tínez, esto es una clínica. Le estamos tratando. ¿Se
da cuenta de lo que le digo?
ADOLFO.– Sí: estoy a punto de ser fusilado... o algo peor.
Nos han sacado del hemiciclo: Felipe, Santiago, Al-
fonso Guerra...
TOMÁS.– Yo no quiero ser Alfonso Guerra.
ADOLFO.– ... y mi querido general, Manolo, no es mala
compañía. ¿Saben que Mellado hizo la guerra como
quintacolumnista de los nacionales en Madrid? Se
le escapó, don Santiago, y aquí lo tiene, peleando
ambos en la misma trinchera.
El doctor GUTIÉRREZ coloca una inyección en el brazo de
ADOLFO. ADOLFO parece desfallecer.
FELIPE.– Tiene que descansar. Su cabeza no está bien. He-
mos detectado un pequeño tumor en el córtex, que
le tiene algo confuso. ¿Me entiende usted, Adolfo?
ADOLFO.– Lo entiendo, mi general. (Asintiendo) El cáncer
persigue a mi familia como una plaga bíblica.
GUTIÉRREZ.– Está usted en una clínica.
ADOLFO.– Una clínica.
GUTIÉRREZ.– Usted es Adolfo Martínez.
ADOLFO.– Adolfo Martínez.

125
TRANSICIÓN

GUTIÉRREZ.– Fue ujier en el Congreso.


ADOLFO.– Ujier.
GUTIÉRREZ.– Pero una serie de complicaciones le han traído
hasta aquí. ¿Se acuerda ahora?
ADOLFO.– Tengo imágenes. Los recuerdos son siempre en-
gañosos. Hay que vivir el presente.
GUTIÉRREZ.– Los recuerdos nos constituyen como seres
humanos. Si no somos como seres sin alma. Vege-
tales perdidos en la nada. ¿Se acuerda quién es, en
realidad, usted?
ADOLFO.– No somos nada, nadie.
GUTIÉRREZ.– Usted es Adolfo Martínez. Tuvo una mujer,
tiene dos hijos. Fue ujier en el Congreso. ¿Se
acuerda ahora?
ADOLFO.– Adolfo Martínez, sí. Yo estaba en el Congreso el
día del golpe de Estado. A Suárez lo sacaron del he-
miciclo. Era como si le fueran a fusilar. Le admi-
raba, ¿sabe? Tan frugal como mi padre. Yo lo
entendía muy bien. Me pidió un cigarrillo cuando
estaba entre los guardias. Se lo di con miedo, pero
se lo di. También oí cómo se enfrentaba a Tejero.
Un valiente, un caballero, ¿saben?, aquel hombre
sabía cómo morir.
MARCOS se ha colocado un trozo de cinta como bigote y
con la mano imita un pistola..
MARCOS.– Por España, todo por España.

126
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

GUTIÉRREZ.– ¿Pero qué hace usted, alma de cántaro?


MARCOS.– Pensé que tal vez le ayudaba...
FELIPE.– Ande, quítese eso.
MARCOS se lo quita. ADOLFO desfallece. GUTIÉRREZ se
dirige a MARCOS.
GUTIÉRREZ.– Por favor, llévenlo a dar un paseo para que se
relaje.
MARCOS sale con ADOLFO. SANTIAGO, TOMÁS, FELIPE
y GUTIÉRREZ se quedan mirándose un rato en silencio.
GUTIÉRREZ.– Felipe, lo dejo en sus manos. No puedo más.
Me voy. Ahora ya sabemos que él sabe quién es: un
hombre solo y asustado. Sólo ha hecho falta un
poco de pentotal. A partir de ahora ocúpese de la
situación.
GUTIÉRREZ sale. FELIPE mira a SANTIAGO y a TOMÁS.
Cambio de escena.

127
TRANSICIÓN

12. DEBATE, TERCERA PARTE

PRESENTADOR.– El búnker franquista decía: «los partidos


son la peste». «Clanes que hacen de la política una
lucha privada incapaz de generar ideales y proyectos
de bien común».
INÉS.– Es la descripción que muchos harían de la política
actual, ¿no? Igual tenían razón...
ADOLFO.– No, no, ese discurso era la tapadera de aquel
clan...
INÉS.– ¿No cree que el dinero corrompe y muchos dirigen-
tes actuales han perdido aquel espíritu?
ADOLFO.– Es posible. Habría que legislar mucho más cla-
ramente la retribución de la función pública. En-
tonces los políticos... estoy confuso...
PRESENTADOR.– Creo que nos estamos apartando un poco
del tema... Y además les recuerdo que el Debate está
auspiciado por varias fundaciones políticas...
INÉS.– Creo que están intentando que nos autocensuremos,
lo tienen claro...
ADOLFO.– En el fondo la clase política es sólo un espejo de
la sociedad que la genera.
INÉS.– Lo siento, pero no estoy de acuerdo. Yo no soy una
corrupta.
ADOLFO.– Yo tampoco... creo... y os voy a demostrar que
no soy un espectro perdido en mis sombras y que
me entero de lo que sucede hoy en día.

128
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

PRESENTADOR.– Nadie aquí tiene la más mínima duda...


ADOLFO.– Déjeme continuar. Imagina, Inés, que tuvieras
un piso en el 2007, valorado en 200.000 euros. El
piso había costado 60.000 cinco años antes, y tú sa-
bes, porque has estudiado, que su valor real es de
90.000. Pero te vas a casar, o tienes un hijo... ¿lo sa-
cas a la venta en 200.000 o en 90.000?
INÉS.– ... Supongo que en 200. Pero la gente de la calle no
es la que fija el precio de los pisos, ¡no son los res-
ponsables!
ADOLFO.– (Enfadado) ¡Sí lo son! Si lo venden, lo son. Somos
responsables de todo lo que nos beneficia. Incluso
yo lo soy...
INÉS.– ¡Eso es filosofía barata!
ADOLFO.– ¡Barata, no! Incómoda. La gente es muy aficio-
nada a buscar culpables, en cualquier lado, menos
en su propia casa.
INÉS.– Ese relativismo moral posiblemente viene de un ré-
gimen autoritario, léase dictadura, quizás no bien
solucionado...
ADOLFO.– (Riendo)¡Buscando molinos, don Quijote! ¿Y qué
querías? ¡¿La guillotina para los enemigos del pue-
blo?!
INÉS.– ¡No digas tonterías!
ADOLFO.– ¡Pues explícate porque no hay quien te entienda,
mujer!
INÉS.– Lo que yo reclamo hoy es ese valor político del que

129
TRANSICIÓN

alardeáis: ¿Dónde están aquellos grandes pactos?


¿Esta crisis es acaso menor que la del 78? ¡Tanto ha-
blar del acuerdo que se consiguió y ahora no hay
ninguno!
ADOLFO.– ¡¿Pero qué culpa tiene la Transición?! ¿Qué
culpa tengo yo!?
INÉS.– ¡Que la consideráis acabada! ¡Que tu generación
cree que ya lo ha hecho todo! ¿Y el corporativismo
de los gestores políticos? ¿Y la banca desregulada?
¡¿Y la especulación legal!? ¡Me hago rico apostando
a que se jode tal empresa! ¡¿Pero qué es esto...?!
ADOLFO.– ¿Y dónde estáis vosotros, los idealistas de treinta
años? Felipe tenía 32 cuando se apoderó del PSOE
en Suresnes, y Suárez con 35 ya era gobernador ci-
vil... yo era gobernador civil... .
INÉS.– ¡Militaríamos si los partidos, en vez de vivir plácida-
mente, intentaran meter en cintura a los poderes
económicos en un mundo que ya supera a los Esta-
dos!
ADOLFO.– Es muy fácil hablar. Sobre todo para vosotras,
ahora.
INÉS.– ¿Te sigue molestando que sea una mujer quien de-
bata contigo?
PRESENTADOR.– Creo sinceramente que nos hemos des-
viado del tema que nos trajo aquí, y el tiempo se
acaba...
ADOLFO.– Andrés, el problema de este debate es que los
idealistas de hoy están un poco verdes...

130
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

INÉS.– O los experimentados están un demasiado maduros.


ADOLFO.– ... Sus 30 de ahora equivalen a los 15 de un
aprendiz de teoría política en mis tiempos...
INÉS.– Abuelo, ¿pero no sería un buen comienzo acabar con
la falsa honorabilidad del que no lo es, pero tiene
con qué encubrirlo?
ADOLFO.– ... El mal existe pero en los otros, ¿no? Hay mu-
chísima gente –igual tú misma si ganaras un buen
sueldo– con la idea de que los impuestos son exce-
sivos, por no hablar de las empresas. «¿Cómo voy a
pagar un 40% de lo que gano? Qué barbaridad». Y
sumando esa gente –normal– acaban defraudando
80.000 millones. Y la percepción de que en el Es-
tado hay corrupción es una coartada moral estu-
penda para todos: «para que lo malgasten, o se lo
queden, que se lo queden mis hijos». Esa es la pes-
cadilla que se muerde la cola. Y para romperla hay
que crear entre todos una idea profunda de lo que
es el Estado. O lo que sea.
INÉS.– ¿Qué idea? ¿No dijo usted que una España política-
mente de todos también debería serlo en lo social,
en lo económico y en lo cultural? Una sociedad
justa es en la que se puede ser decente sin ser he-
roico.
ADOLFO.– Completamente de acuerdo...
INÉS.– ... Y entonces ¿en qué se ha convertido este sistema
de libertades que ustedes nos trajeron si cada per-
sona que ocupa un lugar de privilegio se llena los

131
TRANSICIÓN

bolsillos a manos llenas? Por no hablar de en qué


se han convertido los partidos. ¿Dónde queda la
idea de sociedad justa en el desmontaje social que
estamos viviendo?
ADOLFO.– ¿Y tú? ¿Qué haces tú?
INÉS.– ¿Quiere decir que somos los idealistas pobres los que
tenemos que romper ese círculo vicioso?
ADOLFO.– Pero daos prisa, antes de que os aumente el nivel
adquisitivo, o la edad.
PRESENTADOR.– O igual es cosa de todos, ¿no...? Pero es
una buena conclusión para cerrar...
ADOLFO.– Cosa mía, no... Andrés. Yo ya hice mi parte, y no
dejaré que Inés me la quite.
INÉS.– Eso quiere decir que, finalmente, admite que la tran-
sición no está cerrada del todo.
ADOLFO.– La mía sí, Inés. Y dudo que vuestra llave la halléis
en el pasado.
INÉS.– Una última pregunta, si me lo permite, ¿usted elude
impuestos?
ADOLFO.– (Pequeña pausa. Sonriendo y quitándole importan-
cia.) ... supongo, un poco como todos, ¿no? Ya no
recuerdo bien... (ADOLFO vacila).
INÉS.– Gracias.
PRESENTADOR.– Gracias a todos. El equipo que ha reali-
zado esta serie documental desea agradecer, espe-
cialmente, la colaboración de todos aquellos

132
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ciudadanos anónimos, más o menos cercanos a los


hechos, que con sus recuerdos y su interés lo han
hecho posible.
Anuncio de Gonzalo Torrente Ballester sobre la evasión
de impuestos:
«Soy un autor de ficciones, me llamo Gonzalo To-
rrente Ballester, y creo que conozco a mi país. Un
país de listos, duchos en la chapuza, la improvisa-
ción y la picaresca. Caracterizó nuestro pasado la
injusticia tributaria. Hoy confío en que un sistema
racional y justo nos conduzca a los españoles a la
elegancia de no engañar al fisco».
SONIDISTA.– O no es un sistema racional y justo o no llega-
mos a elegantes.
CÁMARA.– Eso va a ser...
ADOLFO.– Me gustaría que me diera un poco el aire...

133
TRANSICIÓN

13. EN EL JARDÍN

ADOLFO ejerce de jardinero, junto con TOMÁS y SAN-


TIAGO, en el patio del centro médico. ANDREA y MARCOS
los vigilan. Llegan los doctores GUTIÉRREZ y FELIPE
acompañados por JUANA.
FELIPE.– Se encuentra bien, estable, han desaparecido los
ataques de ansiedad...
JUANA.– ¿Si se cree Suárez o Martínez?
GUTIÉRREZ.– Es difícil de saber. Pero ahí está, viviendo plá-
cidamente.
FELIPE.– Incluso se diría que es feliz.
JUANA.– Pero no es él.
GUTIÉRREZ.– ¿Quién somos cuando no somos nuestros re-
cuerdos? Todos modificamos lo que recordamos,
claro, pero para mejorar el relato que da sentido a
nuestra existencia.
ANDREA.– (A GUTIÉRREZ) Te vi ayer por la tele. Ya sabes los
especiales esos sobre la Transición.
GUTIÉRREZ.– Adolfo está vivo mientras camina por una fina
cuerda de alambre. La tranquilidad de sus pasos no
quiere decir que no tenga dos precipicios a cada
lado de sus pies.
FELIPE.– Tiene gracia, pero tratarlo me ha hecho empezar
a leer sobre el tema y Felipe González decía de Suá-
rez algo así como que ya por entonces sabía caminar
con habilidad por el filo de una navaja..

136
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

ANDREA.– Me gustó lo que dijiste.


GUTIÉRREZ.– ¿De qué?
ANDREA.– De la psiquiatría en aquellos años. De cómo
cambió la visión de loco a paciente tras la muerte
de Franco.
GUTIÉRREZ.– La verdad es que cambió todo. No sé si so-
mos conscientes.
JUANA.– Sí que lo sabemos. Pero, ya ve, ahora también está
cambiando todo, y lo peor es que no nos creemos
partícipes de ninguna decisión.
GUTIÉRREZ.– (Mirando a ADOLFO) Está feliz. Y pequeñas
actividades como cuidar del jardín le llenan de en-
tusiasmo.
JUANA.– ¿Usted cree que alguien en ese estado puede ser
feliz?
GUTIÉRREZ.– Espero creerlo. O me daría mucho miedo co-
menzar a perder la cabeza.
FELIPE.– Adolfo para nosotros se está alejando de la exis-
tencia, pero no sabemos si él tiene esa conciencia o
cree sentirse viviendo con plena identidad.
Se acercan donde ADOLFO cuida unas adelfas.
ADOLFO.– No se acerquen mucho, por favor, estas plantitas
son algo tóxicas. ¿Lo sabían? Ahora que me tienen
retirado de la política he descubierto mi auténtica
vocación, que no es otra que la de jardinero.
JUANA.– ¿Qué tal estás?

137
TRANSICIÓN

ADOLFO.– Aquí me tienen, hija, retirado del mundo. No


me quejo. Soy una persona de la cual trata ya más
la historia que la opinión.
JUANA.– ¿Estás bien aquí?
ADOLFO.– He comenzado a disfrutar del anonimato. Ver
crecer las flores te acerca a la eternidad. Y como de-
cía Franco: hágame caso y haga como yo, no se
meta en política.
JUANA.– No lo hago. Pero a lo mejor debiera.
ADOLFO.– Ni lo intentes. ¿Y Amparo?
JUANA.– Estoy aquí.
ADOLFO.– No, hija, ¿qué donde está tu madre?
JUANA.– Murió.
ADOLFO.– ¿Qué dices?
JUANA.– Un cáncer.
ADOLFO.– Pero si no pude despedirme.
FELIPE.– No se preocupe, ella lo entendió.
JUANA.– Claro.
ADOLFO.– ¿Y yo dónde estaba?
FELIPE.– Estaba usted en otro mundo, Adolfo.
ADOLFO.– Tú sí que estabas en otro mundo, Felipe. A ti sí
que te vinieron las cosas de cara.
FELIPE.– Yo no soy González.
ADOLFO.– Yo soy González, Adolfo Suárez González. Cas-
tellano de pura cepa, abulense, jugador de fútbol y

138
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

de mus. Un españolito de a pie al pie de los caballos.


Al pie de los caballos. El tahúr del Missisippi, me
llamabais.
JUANA.– Tranquilo, Adolfo, tranquilo. (A los médicos) Felipe,
¿por qué te empeñas en ponerle nervioso?
FELIPE.– No hago nada.
JUANA.– Pues hay algo en ti que no le gusta.
FELIPE.– ¿Y qué quieres que le haga? ¿Que me cambie de
cara o de nombre?
TOMÁS y SANTIAGO se acercan con ANDREA y MARCOS.
SANTIAGO.– Nos ha traído algo, doctor.
GUTIÉRREZ.– ¿Tú que crees?
SANTIAGO.– Que sí, como casi todos los días.
GUTIÉRREZ saca unos pastelillos de los bolsillos de la bata
y se los da a los pacientes.
TOMÁS.– Ostras, Tigretón. Como el que comía en el patio
del colegio.
SANTIAGO.– Gracias, mi general.
GUTIÉRREZ.– No hay de qué. Vamos a ver esas plantas.
GUTIÉRREZ se aleja con TOMÁS, SANTIAGO y ANDREA.
TOMÁS canta: «Es el tigretón desayuno y merienda...».
SANTIAGO.– Es el Colacao.
TOMÁS.– Es el tigretón desayuno y merienda ideal, tigre-
tón, tigretón.

139
TRANSICIÓN

Salen de escena.
FELIPE.– Bueno, Adolfo, ¿sabes que día es hoy?
ADOLFO.– Si tu me lo dices...
FELIPE.– ¿Y sabes donde estás?
ADOLFO.– En el jardín. Mira las flores, oye los pájaros, mira
el sol. Es un presente continuo. Si te esfuerzas notas
el latido de tu corazón. (Pausa) Vivir la política es
ser el que los demás quieren que seas. Trepidante,
pero un poco mentira. Eres un personaje.
MARCOS.– ¿Te gusta el teatro?
ADOLFO.– No, a los políticos no nos gusta el teatro, nos re-
cuerda demasiado nuestra profesión. Pero una vez
rodé una película, en Ávila, de extra. Salían Cary
Grant, Frank Sinatra y Sophia Loren. Orgullo y pa-
sión se titulaba, Orgullo y pasión, como toda mi vida.
(Pausa) Déjame aquí, hija. Que los demás piensen
lo que quieran. Me gustaría morir en el jardín.
JUANA.– Está bien.
ADOLFO abraza a JUANA, que se deja abrazar.
ADOLFO.– Vete a ver el fútbol. Hoy comienza el mundial.
JUANA.– A ver si esta vez gana la selección española.
ADOLFO.– No lo verán mis ojos. Con ese naranjito de mas-
cota.
JUANA.– Seguro que sí. Aúpa España.
ADOLFO.– Aúpa.

140
ALFONSO PLOU / JULIO SALVATIERRA

FELIPE y JUANA salen. ADOLFO se queda con MARCOS


cuidando las adelfas.

ADOLFO.– Majestad.
Ambos caminan abrazados hacia el fondo de la escena.
Oscuro final.

141
Transición
de
Alfonso Plou y Julio Salvatierra,
se acabó de imprimir
el 8 de marzo de 2013.
Servicio de distribución y venta:
Publicaciones del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
c/ Abdón Terradas, 7 28015 Madrid
Tel.: 91 543 93 66
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