0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
12 vistas1 página
Platón consideró que la virtud consistía en la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Platón creía que el alma humana estaba compuesta por tres partes: la racional, la voluntad y los apetitos. Una persona justa era aquella en la que el elemento racional, apoyado por la voluntad, controlaba los apetitos. Platón definía la justicia como una virtud del alma individual, donde cada parte del alma ejerce la función que le corresponde por naturaleza bajo el control de la razón.
Platón consideró que la virtud consistía en la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Platón creía que el alma humana estaba compuesta por tres partes: la racional, la voluntad y los apetitos. Una persona justa era aquella en la que el elemento racional, apoyado por la voluntad, controlaba los apetitos. Platón definía la justicia como una virtud del alma individual, donde cada parte del alma ejerce la función que le corresponde por naturaleza bajo el control de la razón.
Platón consideró que la virtud consistía en la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Platón creía que el alma humana estaba compuesta por tres partes: la racional, la voluntad y los apetitos. Una persona justa era aquella en la que el elemento racional, apoyado por la voluntad, controlaba los apetitos. Platón definía la justicia como una virtud del alma individual, donde cada parte del alma ejerce la función que le corresponde por naturaleza bajo el control de la razón.
Los antecedentes de la teoría de la virtud se remontan a la antigüedad: Sócrates (470-399 a.n.e) identifica la virtud con el conocimiento: las personas serán virtuosas si “conocen” que es la virtud. Para este pensador toda maldad o pecado es resultado de la ignorancia. El recto conocimiento de las cosas lleva al hombre a obrar moralmente. Platón (427-347 a.n.e) difiere con Sócrates, ya que no consideró que la virtud consistía solamente en sabiduría, sino también en justicia, temperancia y fortaleza, las cuales constituyen, según él, la justa armonía de la actividad humana. Para Platón el alma humana está compuesta por tres partes: la racional, la voluntad, y los apetitos. Para él, una persona justa es aquella que el elemento racional apoyado por la voluntad controla los apetitos. Consideró al bien como un elemento esencial de la realidad, y que el mal no existe en sí mismo, sino que es un reflejo imperfecto del bien. Planteó que el bien supremo consiste en una perfecta imitación de Dios. La virtud facilita al hombre ordenar su conducta de acuerdo con los dictados de la razón y la conducta deviene una imitación de Dios. La virtud es, en Platón, el dominio de la parte racional del alma sobre la parte apetitiva (tendencia a lograr un fin sensible) y sobre la parte irascible (tendencia a evitar un daño sensible). La Justicia en el Alma y en el Estado En una entrada anterior, vimos cómo Platón establecía mediante un argumento la división del alma en tres partes: racional, irascible y concupiscible. La relación adecuada entre cada una de estas partes es lo que Platón usará para definir la justicia como una virtud del alma individual. El individuo será justo cuando las tres partes del alma ejerzan la función que les corresponde por naturaleza. Por naturaleza, al alma racional le corresponde el conocimiento auténtico y el control de los impulsos, el gobierno del alma en su totalidad. Al alma irascible le corresponde estar al servicio de la razón, ser gobernada. Mientras que al alma concupiscible le corresponde no sublevarse y someterse a los dictados de la razón. El correcto funcionamiento de cada parte del alma se identifica con tres tipos de virtud. El alma racional se corresponde con la sabiduría y la prudencia. El alma irascible que decide los conflictos a favor de la razón tiene la virtud de la fortaleza o valentía. Por último, el alma apetitiva, cuando se encuentra bajo el dominio de la razón, posee la virtud de la templanza o moderación. La coincidencia de esas tres virtudes en el alma individual produce la virtud de la justicia. La injusticia se produce, por tanto, cuando la parte apetitiva intenta o consigue usurpar el gobierno del alma.