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What
Makes It Special? Journal of Teacher Education, vol. 59, núm. 5, pp.389-407.
Resumen. Este artículo reporta el esfuerzo de los autores por desarrollar una teoría
basada en la práctica del conocimiento del contenido para la enseñanza construido
sobre la noción de conocimiento pedagógico del contenido de Shulman (1986). A
medid que el concepto de conocimiento pedagógico del contenido se fue captando,
surgió la necesidad de un desarrollo teórico, clarificación analítica y comprobación
empírica. El propósito del estudio fue investigar la naturaleza del conocimiento de la
materia profesionalmente orientado en Matemática a partir del estudio de la
enseñanza concreta de la Matemática y de la identificación del conocimiento
matemático para enseñar basado en el análisis de los problemas matemáticos que se
originan en la enseñanza. Conjuntamente se desarrollaron formas de medición del
conocimiento matemático para enseñar. Estas líneas de investigación indican al menos
dos subdominios discernibles empíricamente dentro del contenido pedagógico del
contenido (conocimiento del contenido y de los estudiantes, conocimiento del
contenido y de la enseñanza) y un subdominio importante de conocimiento del
contenido “puro” sólo para el trabajo de enseñanza, conocimiento especializado del
contenido, el cual es distinto del conocimiento común del contenido requerido por los
profesores como por otros profesionales. El artículo concluye con una discusión acerca
de los próximos pasos necesarios para desarrollar una teoría útil del conocimiento
matemático para enseñar.
A lo largo de los últimos 20 años, por ejemplo, los investigadores han usado
conocimiento pedagógico del contenido para referirse a una gama amplia de aspectos
de conocimiento de la materia y la enseñanza de la materia y, de hecho, lo han
utilizado de manera diferente a través, e incluso en una misma, área disciplinar.
Además de las diferencias en la amplitud de lo que el término incluye, ha habido
diferencias significativas en cómo el término se emplea para relacionar el
conocimiento del contenido a la práctica de la enseñanza. Son frecuentes, por
ejemplo, las reivindicaciones amplias acerca de lo que los profesores necesitan saber.
Dichas declaraciones con frecuencia son más normativas que empíricas. Sólo unos
pocos estudios han puesto a prueba si hay, en efecto, distintos cuerpos de
conocimiento del contenido identificable que importan para la enseñanza.
Sin esta comprobación empírica, las ideas están obligadas a jugar un papel limitado en
la mejora de la enseñanza y el aprendizaje -para renovar el currículum para la
preparación en contenidos de los profesores, para fundamentar políticas sobre la
certificación y desarrollo profesional, y en la promoción de nuestro entendimiento de
las relaciones entre conocimiento del profesor, enseñanza y aprendizaje del
estudiante. Sin esta comprobación empírica, las ideas continúan siendo, como lo
fueron 20 años atrás, hipótesis prometedoras basadas sobre argumentos lógicos y a
hoc acerca del contenido que se cree necesario para los profesores.
Figura 1
Principales categorías del conocimiento para enseñar de Shulman (1987, p.8)
Conocimiento pedagógico general, con especial referencia a aquellos amplios
principios y estrategias de manejo y organización del aula que trascienden la disciplina
en sí.
Conocimiento de los alumnos y sus características.
Conocimiento de los contenidos educacionales, que abarca desde trabajos en grupo en
clase, el modo de gobierno y financiamiento de los distritos escolares, hasta el carácter
de comunidades y culturas.
Conocimiento de los fines de la educación, sus propósitos, valores y sus antecedentes
filosóficos e históricos.
Conocimiento del contenido.
Conocimiento del currículum, con particular interés en los materiales y programas que
sirven de “herramientas del trayecto” para los docentes.
Conocimiento pedagógico del contenido, esa amalgama especial de contenido y
pedagogía que es propia de la tenencia de docentes, su propia forma especial de
entendimiento profesional.
Estas categorías tienen la intención de subrayar el importante rol del conocimiento del
contenido y de situar el conocimiento basado en el contenido en el panorama más
amplio de conocimiento profesional para enseñar. Las primeras cuatro categorías dan
dimensiones generales del conocimiento para enseñar que fueron el pilar en los
programas de educación de profesores hasta el momento. Éstas no fueron el foco
principal del trabajo de Shulman. Por el contrario, funcionaron como secundarias en
una concepción más amplia del conocimiento docente que enfatizó en el conocimiento
del contenido. Al mismo tiempo, sin embargo, Shulman dejó en claro que estas
categorías generales eran cruciales y que un énfasis situado en las dimensiones del
contenido del conocimiento para enseñar no tenía como intención minimizar la
importancia del entendimiento y habilidad pedagógicos. Shulman expuso que “el
micro conocimiento del contenido tiende a ser tan pedagógicamente inútil como la
habilidad vacía de contenido” (p.8).
Las tres categorías restantes definen las dimensiones del contenido específico y todas
juntas conforman a lo que Shulman (1986) se refirió como el paradigma perdido en la
investigación sobre la enseñanza -“un punto ciego respecto del contenido que
caracteriza la mayor parte de la investigación en la enseñanza y, como consecuencia, la
mayoría de los programas a nivel estatal en la evaluación y certificación de docentes”-
(pp.7-8). La primera, conocimiento del contenido, incluye conocimiento de la disciplina
y sus estructuras organizacionales (ver además Grossman, Wilson & Shulman, 1989;
Wilson, Shulman & Richert, 1987). Basándose en Schwab (1961/1978), Shulman (1986)
argumenta que conocer una materia para enseñarla requiere más que sólo conocer
sus hechos y conceptos. Los docentes deben también entender los principios
organizacionales y estructuras y las reglas para establecer lo que es legítimo hacer y
decir en un determinado campo. El docente necesita no sólo entender que algo es tal;
el docente debe además entender por qué es así, sobre qué bases sus verdades
pueden ser afirmadas y bajo qué circunstancias nuestra creencia en su justificación
puede ser debilitada o negada. Más aún, se espera que el profesor entienda por qué
un tópico particular es particularmente central para una disciplina mientras que otro
puede llegar a ser periférico (p.9).
La segunda categoría, conocimiento curricular, está “representada por el rango
completo de programas designados para la enseñanza de materias y tópicos
particulares a un determinado nivel, la variedad de material instructivo disponible con
relación a esos programas y el conjunto de características que proporcionan
indicaciones y contraindicaciones para el uso de un currículum particular o materiales
de programa en circunstancias particulares” (p.10). Además, Shulman señala otras dos
dimensiones del conocimiento curricular que son importantes para la enseñanza,
aspectos que denominó conocimiento curricular horizontal y conocimiento curricular
vertical. El conocimiento horizontal relaciona el conocimiento del currículum que está
siendo enseñado con el currículum que los alumnos están aprendiendo en otras clases
(en otras materias). El conocimiento vertical incluye “familiaridad con los tópicos que
han sido y que serán enseñados en la misma materia durante años anteriores y
posteriores en la escuela, y los materiales que los corporizan” (Shulman, 1986, p.10).
La última, y podría decirse más influyente, de las tres categorías relacionadas con el
contenido fue el concepto nuevo de conocimiento pedagógico del contenido. Shulman
(1986) definió que el conocimiento pedagógico del contenido comprende:
“Las formas más útiles de representación de sus ideas, las más poderosas analogías,
ilustraciones, ejemplos, explicaciones y demostraciones -en una palabra, los modos
más útiles de representar y formular la materia que la hace comprensible a otros-… El
conocimiento pedagógico del contenido también incluye un entendimiento de qué
hace que el aprendizaje de tópicos específicos fácil o difícil: las concepciones y
preconcepciones que los estudiantes de diferentes edades y antecedentes traen con
ellos para el aprendizaje de aquellos tópicos y lecciones más frecuentemente
enseñados” (p.9).
La demanda de conocimiento pedagógico del contenido estuvo fundada en
observaciones de docentes efectivos en el estudio de Crecimiento del Conocimiento en
la Enseñanza que representaban ideas clave usando metáforas, diagramas y
explicaciones una vez adaptadas para el aprendizaje de los estudiantes y la integridad
de la materia (ver además Carlsen, 1988; Grossman, 1990; Marks, 1990; Wilson, 1988;
Wilson et al., 1987; Wineburg, 1990). Algunas representaciones son especialmente
poderosas; otras, a pesar de que son técnicamente correctas, no permiten acercar
efectivamente las ideas a los alumnos.
Una segunda idea importante es que las representaciones de la materia son
informadas por el conocimiento del contenido específico de las concepciones de los
estudiantes. Un enfoque en las concepciones, y en muchos casos un interés particular
en las misconcepciones de los alumnos, reconoce que tener en cuenta cómo los
estudiantes entienden un dominio de contenido es una característica clave del trabajo
de enseñanza de dicho contenido. Grossman (1990) señaló que estas ideas:
“son inherentes en la preocupación de Dewey de que los docentes deben aprender a
‘psicologizar’ su materia para la enseñanza, de repensar tópicos disciplinares para
hacerlos más accesibles a los alumnos… Los docentes deben poner en juego tanto su
conocimiento de la materia para seleccionar tópicos apropiados como su conocimiento
del conocimiento a priori de los estudiantes y sus concepciones para formular
representaciones apropiadas y provocativas del contenido a ser aprendido” (p.8).
Como un concepto, el conocimiento pedagógico del contenido, con su foco en las
representaciones y concepciones/misconcepciones, amplió las ideas acerca de cómo el
conocimiento debería importar para la enseñanza, sugiriendo que no es sólo
conocimiento del contenido, por un lado, y conocimiento de pedagogía por el otro;
sino también un tipo de amalgama del conocimiento del contenido y pedagógico que
es central para el conocimiento necesario para enseñar. En las palabras de Shulman
(1987), “El conocimiento pedagógico del contenido es la categoría más tendiente a
distinguir el entendimiento del especialista del contenido de el del pedagogo” (p.8).
Durante el trabajo de Shulman y sus colegas, las categorías de conocimiento para
enseñar sufrieron una serie de revisiones. Los investigadores dejaron en claro que ellos
veían su entendimiento del conocimiento para enseñar incompleto y las distinciones y
niveles como provisorios. Ellos parecían haber visto el valor de estas distinciones como
heurístico, como una herramienta para ayudar al campo a identificar distinciones en el
conocimiento del docente que pueden ser importantes para una enseñanza efectiva.
Shulman y sus colegas no buscaron construir una lista o catálogo de lo que los
docentes necesitan saber en determinada área particular (o materia). Por el contrario,
su trabajo intentó proveer una orientación conceptual y un conjunto de distribuciones
analíticas que focalizarían la atención de los investigadores y comunidades políticas en
la naturaleza y tipos de conocimiento necesarios para la enseñanza de una materia.
Prestando atención al paradigma perdido, o la ausencia virtual de investigaciones
focalizadas directamente en el conocimiento del contenido para enseñar, Shulman y
sus colegas definieron una perspectiva que clarificó la intensa naturaleza del contenido
de la enseñanza. Sin embargo, también intentaron especificar los modos en que el
conocimiento del contenido para la enseñanza se distingue del conocimiento del
contenido disciplinar. Esto tuvo importantes implicaciones para uniformar un
argumento emergente de que la enseñanza es un trabajo profesional con su propia
base de conocimiento profesional.
Probando las hipótesis de Shulman acerca del conocimiento del contenido y del
conocimiento pedagógico del contenido
Había un inmediato y amplio interés en las ideas presentadas por Shulman y sus
colegas. En las dos décadas desde que estas ideas fueron primeramente presentadas,
el discurso presidencial de Shulman (1986) y el artículo relacionado Revisión de
Educación de Harward (1987) fueron citados en más de 1200 artículos de revistas
arbitradas. Este interés ha sido sustanciado con no menos de 50 citas, de estos dos
artículos en cada año desde 1990. Quizá lo más destacable es el alcance de su trabajo,
con citas que aparecieron en 125 revistas diferentes, en profesiones que iban desde
leyes, enfermería a negocios y haciendo referencia al conocimiento para enseñar
desde preescolar hasta estudios doctorales. Gran parte del interés se focalizó
directamente en el conocimiento pedagógico del contenido. Miles de artículos,
capítulos de libros y reportes usan o demandan el estudio de la noción de
conocimiento pedagógico del contenido, en una amplia variedad de materias: Ciencias,
Matemática, Estudios Sociales, Lengua, Educación Física, Comunicación, Religión,
Química, Ingeniería, Música, Educación Especial, Educación Superior y otros. Tales
estudios muestran que no hay signos de abatimiento. Raramente una idea es tan
ampliamente aceptada.
Pero, ¿cómo ha sido tomada la idea de conocimiento pedagógico del contenido por el
campo?, ¿qué hemos aprendido y qué necesitamos aún entender?
Gran parte del trabajo que continuó en el despertar de la proposición de Shulman
mostró cómo la orientación de los docentes hacia el contenido influenciaba el modo
en que ellos enseñaban ese contenido. Grossman (1990) mostró cómo las
orientaciones de los docentes hacia la Literatura moldean las formas en que ellos se
aproximan a los textos con sus alumnos. Wilson y Wineburg (1988) describieron cómo
los antecedentes disciplinares de los profesores de Ciencias Sociales -en Ciencias
Políticas, Antropología, Sociología- moldeaban los modos en que ellos representaban
el conocimiento histórico para estudiantes de nivel secundario. Y Ball (1990) introdujo
la frase “conocimiento acerca de la Matemática” para contrastarlo con “conocimiento
de la Matemática” y para clarificar la naturaleza del conocimiento en la disciplina -de
dónde proviene, cómo cambia y cómo se establece la verdad-. En Ciencias, estudios de
la “naturaleza de las Ciencias” mostraron que las orientaciones específicas están
alineadas con distintas subdisciplinas e influyen significativamente en la enseñanza que
surge en las clases. Por ejemplo, los profesores entrenados en Biología enseñan los
cursos de Física de manera diferente a como lo hacen los docentes entrenados en
Física o Química.
Una segunda línea de trabajo -parte de ésta precediendo la introducción del
conocimiento pedagógico del contenido- ha contribuido a nuestro entendimiento del
conocimiento que los docentes necesitan acerca de concepciones y misconcepciones
comunes que los estudiantes traen a las clases o desarrollan a medida que aprenden
una materia. Por ejemplo, Wineburg (1990) en su análisis de los esfuerzos naturales de
los estudiantes para entender motivos y explicaciones de eventos pasados parecen
entrar en conflicto con la naturaleza especial del entendimiento histórico. Swith y
Anderson (1984) mostraron que las concepciones de los niños de la comida y el comer
persistentemente interfieren con su aprendizaje acerca del proceso de fotosíntesis por
medio de la cual las plantas crean su propia comida. Mientras tanto, en el proyecto de
Instrucción Guiada Cognitivamente, los investigadores hallaron que los estudiantes
sobregeneralizan de experiencias con problemas en que el singo igual actúa como un
singo para computar (como se hace en la mayoría de los lenguajes de programación)
(Carpenter, Frank & Levi, 2003; Carpenter & Levi, 2000).
En otras palabras, dado el problema 5 + 7 = …. + 8, los estudiantes tienden a responder
12 o 20, donde el signo igual es interpretado como un signo de adicionar. Provistos de
desarrollos en ciencias cognitivas y por una incrementada atención hacia el rol del
conocimiento previo en las teorías del aprendizaje, han emergido las investigaciones
acerca de lo que los docentes necesitan saber acerca de las concepciones y
misconcepciones de la materia en particular por parte de los estudiantes. Estas líneas
de investigación elaboran el concepto de conocimiento pedagógico del contenido
mostrando los modos especiales en que la enseñanza demanda una integración
simultánea de ideas clave en el contenido y modos en que los estudiantes las
aprehenden.
En otra línea de trabajo provocada por el llamado de Shulman de atender al contenido,
los investigadores documentaron la falta de conocimiento del contenido y
conocimiento pedagógico del contenido de los docentes. En Matemática, Ball (1988)
desarrolló entrevistas que revelaron, por un lado, las inadecuaciones del conocimiento
de docentes y futuros docentes de la Matemática importante para enseñar y, por otro
lado, cuánto había por entender. Ma (1999) usó los cuestionarios desarrollados por
Ball para sus estudios para elaborar en forma más completa la naturaleza especial del
conocimiento del contenido necesario para enseñar que está más allá de simplemente
“saber o conocer” el contenido. Hallar el perímetro de un rectángulo es diferente de
analizar una generalización no anticipada de un estudiante acerca de la relación entre
perímetro y área. Lo primero sólo requiere saber cómo calcular el perímetro, lo
segundo requiere una habilidad para pensar flexiblemente acerca del perímetro para
analizar otras demandas. Borko et al. (1992) describió el caso de una docente de
escuela secundaria, la Sra. Daniels, a quien un alumno le preguntó por qué el algoritmo
de invertir y multiplicar para dividir fracciones funcionaba de esa manera. A pesar de
haber tomado dos años de Cálculo, un curso en demostración, un curso en Álgebra
moderna y cuatro cursos de Computación y siendo ella misma capaz de dividir
fracciones, la Sra. Daniels no fue capaz de proveer una representación correcta de la
división de fracciones o de explicar por qué el algoritmo de invertir y multiplicar
funciona. Además, el análisis de las instancias donde la Sra. Daniels enseñó
exitosamente para un entendimiento conceptual reveló la importancia central de usar
representaciones apropiadas que hagan el contenido comprensible para los alumnos.
La noción de conocimiento pedagógico del contenido ha permeado la escolaridad en la
enseñanza y en la formación de profesores pero lo ha hecho inevitablemente a través
de los campos. Interesantemente, nuestra revisión de la literatura muestra que
aproximadamente un cuarto de los artículos acerca del conocimiento pedagógico del
contenido son en Educación en Ciencias, con apenas unas menos en Educación
Matemática. Sin embargo, es la gran cantidad de literatura en conocimiento
pedagógico del contenido lo que clarifica o resalta el valor heurístico del término como
un modo de conceptualizar el conocimiento del docente. En Educación Física el
término ayuda a diferenciar la profesionalidad de un docente en una determinada área
(lanzar una pelota) del conocimiento explícito de la habilidad necesaria para enseñarle
esto a los alumnos (Chen, 2002; Rovegno, Chen & Todorovich, 2003). Hay un creciente
reconocimiento de que enseñar a leer requiere un conocimiento detallado del texto,
del lenguaje y un proceso de lectura que va más allá de ser capaz de decodificar y
comprender el texto en forma experta (Hapgood, Palincsar, Kucan, Gelpi-Lomangino &
Khasnabis, 2005; Moats, 1999; Phelps, 2005; Phelps & Schilling, 2004).
Aún, sin embargo, el campo ha hecho poco progreso en la demanda inicial de
Shulman: desarrollar un marco teórico coherente para el conocimiento del contenido
para la enseñanza. Las ideas permanecen teóricamente difusas, en ausencia de una
clara definición. Como los investigadores tendieron a especializarse en una sola
materia, gran parte del trabajo permaneció oculto en aproximaciones paralelas pero
ramas independientes. Frecuentemente no está claro cómo las ideas en una materia o
disciplina se relacionan con otras o bien si los descubrimientos dentro de la misma
disciplina toman puntos de vista similares o diferentes del conocimiento de la materia
del docente. De algún modo irónico, cerca de un tercio de los artículos que citan el
conocimiento pedagógico del contenido lo hacen sin prestarle atención directa a una
materia o disciplina específica, en su lugar se hacen suposiciones generales acerca del
conocimiento de los docentes, la formación docente o la política. Los escolares han
usado el concepto de conocimiento pedagógico del contenido a medida que les eran
enseñados sus fundamentos teóricos, sus distinciones conceptuales y su testeo
empírico estuvo finalmente bien definido entendido universalmente.
Particularmente llamativa es la falta de definición de términos clave. El conocimiento
pedagógico del contenido frecuentemente no es claramente distinguido de otras
formas de conocimiento para enseñar, a veces refiriéndolo a algo que es simplemente
conocimiento del contenido y a veces a algo que tiene que ver con habilidades
pedagógicas. La mayoría de las definiciones son superficiales y con frecuencia
ampliamente concebidas. Éste parece ser el caso a lo largo de todas las disciplinas. Por
ejemplo, el conocimiento pedagógico del contenido ha sido definido como “la
intersección del conocimiento de la materia con el conocimiento de la enseñanza y el
aprendizaje” (Niss, 2005, p.510) o como “ese dominio del conocimiento de los
docentes y conocimiento de pedagogía” (Lowey, 2002, p.69). En términos más amplios
aún, el conocimiento pedagógico del contenido es definido simplemente como “el
producto de transformar la materia o disciplina en una forma que pueda facilitar el
aprendizaje del estudiante” (de Berg & Greive, 1999, p.20). A pesar de que éstas y
muchas otras definiciones cortas capturan la idea general del conocimiento
pedagógico del contenido como un dominio que combina la materia con la enseñanza,
son suficientemente amplias como para incluir casi cualquier paquete de conocimiento
y creencias de un docente.
El hecho de que una definición sea breve, sin embargo, no es el único factor que
contribuye a la falta de claridad acerca de lo que debe contar como conocimiento
pedagógico del contenido. Definiciones más cuidadosas y detalladas aún dejan poco
claro dónde se encuentra el límite entre conocimiento pedagógico del contenido y
otras formas del conocimiento de un docente. Por ejemplo, Magnusson, Karjcik &
Borko (1999) definieron el constructo como sigue:
“El conocimiento pedagógico del contenido es un entendimiento de los docentes
acerca de cómo ayudan a los alumnos a entender una materia específica. Incluye
conocimiento acerca de cómo un tópico particular de la materia, los problemas y
resultados pueden ser organizados, representados y adaptados a los diversos intereses
y habilidades de los aprendices y luego presentados para instruir… La característica
que define al conocimiento pedagógico del contenido es su conceptualización como al
resultado de una transformación de conocimientos desde otros dominios” (p.96).
Cuando es definido de estos modos, el conocimiento pedagógico del contenido
comienza a verse como si incluyera casi todo lo que un docente debe saber al enseñar
un tópico particular, ocultando las distinciones entre las acciones de un docente, su
razonamiento, creencias y conocimiento.
Argumentamos que el poder de la idea, lanzada por Shulman y sus colegas, de que la
enseñanza requiere un tipo especial de conocimiento del contenido hace que valga la
pena nuestros inversión y cultivo colectivos. Que la enseñanza demanda conocimiento
del contenido es obvio; los políticos están ansiosos por poner requerimientos basados
en nociones del sentido común del conocimiento del contenido. Los escolares pueden
ayudar a especificar la naturaleza del conocimiento del contenido necesario, pero
proveer esta especificación demanda que usemos mayor precisión en los conceptos y
métodos involucrados. Nuestro propósito en este artículo es describir cómo hemos
enfocado este problema en el contexto de la Matemática y lo que estamos
aprendiendo acerca de la naturaleza del conocimiento del contenido necesario para
enseñar.
La mayoría de los lectores deben saber un algoritmo para hallar la respuesta 139,
como el siguiente
307
- 168
139
Comenzamos con esta actividad puramente calculística porque los docentes que
enseñan la resta deben ser capaces de realizar este cálculo ellos mismos. Esto es
conocimiento matemático que otros comúnmente poseen, porque este conocimiento
es utilizado en un amplio rango de situaciones. Sin embargo, ser capaz de llevar a cabo
este procedimiento es necesario, pero no suficiente, para enseñarlo. A continuación
miraremos el ejemplo desde una perspectiva del trabajo de la enseñanza.
Muchos alumnos de tercer año de primaria deben hacer grandes esfuerzos con el
algoritmo de la resta, usualmente cometiendo errores. Un error común es el siguiente:
307
- 168
261
Un profesor debe ser capaz de darse cuenta que 261 es incorrecto. Esto no requiere
ningún conocimiento especial: cualquiera que pueda resolver el problema puede ver
esto. Sin embargo, enseñar involucra más que identificar la respuesta incorrecta. Una
enseñanza habilidosa requiere ser capaz de reconocer la fuente de un error
matemático. Más aún, este es trabajo que los docentes deben hacer muy
rápidamente, a menudo en el vuelo, porque en la clase, los estudiantes no pueden
esperar a que el docente se ponga a reflexionar profundamente sobre lo ocurrido.
Aquí, por ejemplo, un estudiante tiene, en cada columna, calculada la diferencia entre
dos dígitos, o sustraído el número más chico del más grande. Un docente que no
puede darse cuenta de qué puede haber producido 261 como una respuesta puede
discutiblemente moverse de manera más pausada y con menos precisión para ayudar
a corregir el error del estudiante. Consideremos otro error que los docentes deben
confrontar cuando enseñan este tipo de problemas de resta:
307
- 168
169
¿Qué pasos matemáticos podrían producir este error? En este caso, en contraste con
el primer ejemplo, la solución está basada en “pedir prestado” 1 de la columna de
centenas y “llevar el 1” a la columna de las unidades, restando 8 de 17, obteniendo 9.
el proceso continúa “bajando” el 6 y calculando 2 – 1 = 1. Los docentes necesitan ser
capaces de realizar este tipo de análisis de errores matemáticos eficientemente y
fluidamente. El análisis del error es una práctica común de los matemáticos en el curso
de su propio trabajo; la actividad para la enseñanza difiere sólo en que se focaliza en
los errores producidos por los alumnos.
Estos dos errores provienen de diferentes dificultades con el algoritmo para restar
números de varios dígitos. En el primero, el estudiante considera la diferencia entre
dígitos sin tener en cuenta la relación entre columnas. En el segundo, el estudiante
tiende a reagrupar los números pero sin prestar atención al valor de los lugares. Ver las
dos respuestas simplemente como incorrectas no equipa a un profesor con el
entendimiento matemático detallado requerido para un tratamiento habilidoso de los
problemas que se enfrentan estos estudiantes.
Análisis como estos son característicos del trabajo distintivo que los docentes hacen, y
ellos requieren un tipo de razonamiento matemático que la mayoría de los adultos no
necesitan en una base regular. A pesar de que los matemáticos se comprometen en el
análisis del error, frecuentemente de pruebas fallidas, el análisis utilizado para
descubrir el error de un estudiante parece estar relacionado, pero no del mismo modo
que otros análisis de errores en la disciplina. Además, mientras que los profesores
deben procesar ese análisis rápidamente, en el caso de los matemáticos no existe
ninguna demanda para conducir su trabajo rápidamente.
Es también común en la instrucción que los estudiantes produzcan aproximaciones no-
estándar que son poco familiares para el docente. Por ejemplo, con qué consecuencias
matemáticas se confronta un docente si el estudiante acierta que ella debería “restar 8
de los dos, el de arriba y el de abajo”, obteniendo el problema más sencillo:
299
- 160
¿Es legítimo hacer esto? ¿Por qué? ¿Funciona en general? ¿Es más sencillo para
algunos números y más difícil para otros? ¿Cómo describirían el método que está
usando la estudiante y cómo lo justificarían matemáticamente? Ser capaz de
comprometerse en este tipo de diálogo interior matemático y de proveer respuestas
matemáticamente sonoras a estas preguntas es un fundamento crucial para
determinar qué hacer en la enseñanza de esta Matemática.
Los docentes se confrontan con todo tipo de soluciones de estudiantes. Ellos deben
comprender lo que los estudiantes han hecho, mas allá de que el razonamiento es
matemáticamente correcto para el problema y que su aproximación funciona en
general. Consideremos las siguientes tres ejecuciones del problema de sustracción
original. ¿Qué es lo que está ocurriendo matemáticamente en cada caso?
307 307 307
- 168 - 168 - 168
-1 139 2
-60 30
200 107
139 139
Estos ejemplos son todos correctos y pueden ser generalizados en modos plausibles,
pero darse cuenta de esto no es una actividad que se resuelva directamente para
aquellos que sólo saben la resta como ellos la han aprendido.
Interpretar los errores de los estudiantes y evaluar algoritmos alternativos no es todo
lo que los docentes hacen. Enseñar también involucra explicar procedimientos. Por
ejemplo, para el algoritmo de la sustracción, uno puede dar un conjunto de direcciones
procedurales. Un profesor podría decir: “tacha el 3, coloca un 2, coloca un 1 arriba del
0, tacha el 1 y el 0 y coloca un 9, y luego coloca un 1 junto al 7; ahora resta”. Sin
embargo, este procedimiento es específico para este problema: no se puede
generalizar, por ejemplo, para 314 – 161, donde el 1 es “tachado” y “colocado” sólo
una vez, no dos. Esto tampoco hace nada para mostrar cómo trabaja el procedimiento.
Los docentes deben saber razonamientos para los procedimientos, los significados de
los términos, y explicaciones de los conceptos. Los profesores necesitan modos
efectivos de representar el significado del algoritmo de la resta -no sólo para confirmar
la respuesta sino para mostrar qué significan los pasos del procedimiento y por qué
tienen sentido-. Nuestro punto aquí no es acerca de lo que los docentes necesitan
enseñar a los alumnos sino acerca de lo que ellos mismos (docentes) deben saber y ser
capaces de hacer para lograr esa enseñanza.
¿Cómo deben los profesores explicar el significado del algoritmo de la sustracción a los
estudiantes? Una posibilidad es usar el dinero como modelo. Para representar 307 –
168, ¿qué dinero sería necesario? Primero, un docente debe reconocer que no todas
las monedas en E.E.U.U. tienen denominaciones en el sistema de numeración de base
decimal. Al hacer cambio para 68 centavos, se necesitarían 2 monedas de veinticinco
centavos, 1 de diez, 1 de cinco y 3 de un centavo. Pero el sistema de base 10 no usa 25
o 5 como unidades; en su lugar usa las unidades decimales -100, 10, 1-. Representar 68
centavos con 6 monedas de 10 centavos y ocho de 1 centavo es obviamente posible
pero no es la elección más típica o eficiente dado las monedas que tenemos. Darle a
los estudiante 3 dólares y 7 centavos y pedirles que separen 1.68 dólares no lleva
inmediatamente a reagrupar en 2 dólares, 9 monedas de diez centavos y 17 de un
centavo, lo que sería necesario para usar dinero para representar el reagrupamiento
central para el algoritmo convencional de la resta. Además, lograr el reagrupamiento
de 3.07 dólares de una manera que encaje en el algoritmo estándar requiere 10
monedas de diez centavos, no 9. ¿Qué podría hacer visible un modelo diferente? Por
ejemplo, el dinero requiere intercambiar una moneda de diez centavos por 10 de un
centavo, mientras que pajitas atadas en grupos de 10 pueden ser usados para
modelizar el proceso de agrupar 10 unos en un 10 y desagrupar un 10 en diez unos.
Enseñar también involucra considerar qué números son estratégicos para usar en un
ejemplo. Los número 307 y 168 probablemente no sean elecciones ideales para hacer
visible la estructura conceptual del algoritmo. ¿Requerirán los ejemplos numéricos dos
reagrupamientos, como en este caso, o deberán ser secuenciados desde los que no
requieren agrupamientos hasta aquéllos que requieren varios? ¿Y qué acerca del rol de
los ceros en diferentes puntos del procedimiento? ¿Deberá el ejemplo incluir ceros -o
quizás no al comienzo?- Preguntas como éstas, y como aquellas enunciadas en la
discusión arriba, requieren razonamiento matemático y reflexión, crucial para la
enseñanza, aún ajena para la mayoría de los adultos bien educados. Esto es lo que
queremos significar por demandas matemáticas especiales para la enseñanza de la
Matemática.
Nuestro estudio acerca de las demandas matemáticas para la enseñanza ha arrojado
una riqueza de actividades que requieren conocimiento y habilidad matemática. Lo
que nos agarró de sorpresa, sin embargo, es cuán requerido fue el conocimiento
matemático, aún en muchas actividades diarias de enseñanza -asignar trabajo a los
estudiantes, escuchar a los alumnos cuando hablan, calificar o comentar el trabajo de
los estudiantes-. A pesar del hecho de que estas actividades son hechas con y para los
estudiantes, análisis cercanos revelaron cuán intensamente matemáticas eran las
mismas. Nos sorprendimos al ver que gran parte de las actividades que componen la
enseñanza requieren conocimiento matemático además de conocimiento de los
estudiantes y de la enseñanza. Por ejemplo, decidir si un método o procedimiento
funciona en general requiere conocimiento y habilidad matemática, no conocimiento
de los estudiantes o de la enseñanza. Ésta es una forma de resolución de problemas
matemáticos utilizada en el trabajo de la enseñanza. Del mismo modo, determinar la
validez de un argumento matemático, o seleccionar una representación
matemáticamente apropiada, requiere conocimiento y habilidad matemática
importante para enseñar, no así el conocimiento de los estudiantes o de la enseñanza.
En nuestra investigación empezamos a notar cuán raramente estas demandas
matemáticas pueden ser direccionadas con el conocimiento matemático aprendido en
los cursos de Matemática de la universidad. Comenzamos a hipotetizar que había
aspectos del conocimiento de la materia -además del conocimiento pedagógico del
contenido- que necesita ser descubierto (sacado a la luz), unido, organizado, e incluido
en los cursos matemáticos para profesores.
Tres puntos son centrales para nuestro argumento. Primero, gran parte del trabajo de
enseñanza es matemático por naturaleza, con significantes demandas matemáticas. A
pesar de que las actividades matemáticas que hemos identificado informarán las
elecciones y acciones de los docentes con los estudiantes, estas actividades pueden
también ser vistas como ilustraciones del especial pensamiento matemático que los
profesores deben hacer y entender para enseñar Matemática. Estas actividades
requieren conocimiento matemático significante, habilidad, hábitos mentales, e
interiorización. A pesar de que nuestros ejemplos son extraídos del contexto de la
enseñanza, el conocimiento matemático necesario para unirlos se encuentran en sí
mismo como un dominio de entendimiento, disposición y habilidad necesaria para los
docentes en su trabajo.
Un segundo punto es que el conocimiento matemático que hemos identificado aquí
tiene una relevancia para la enseñanza que frecuentemente se pierde en las
discusiones acerca de la Matemática necesaria para los profesores. Por medio de la
identificación de la Matemática con relación a actividades específicas en las que se
comprometen los docentes, establecemos su relevancia en lo que los docentes hacen.
Parte del valor de la noción de conocimiento matemático para enseñar es que ofrece
un modo de construir puentes entre el mundo académico de conocimiento
disciplinario y el mundo práctico de la enseñanza; esto lo logra identificando una
amalgama de conocimiento que combina el conocer el contenido con el conocer a los
estudiantes y la pedagogía. Nuestra conceptualización basada en la práctica del
conocimiento del contenido para enseñar provee un modo adicional de construir
puentes entre estos dos mundos; lo hace definiendo el conocimiento en amplios
términos, incluyendo habilidades, hábitos mentales, y reflexión y limitando el
conocimiento en términos de su uso -en términos de actividades particulares de
enseñanza-.
Finalmente, sospechamos que muchas de estas reflexiones se extienden al
conocimiento que los docentes necesitan en otras materias por cierto. ¿Qué
significarían estas reflexiones en el contexto de la enseñanza de historia, biología, o
música?
En nuestro análisis del trabajo matemático involucrado en la enseñanza de la
Matemática, notamos que la naturaleza de ese conocimiento y habilidad matemática
parece él mismo ser de diferentes tipos. Hipotetizamos que las oportunidades de los
docentes de aprender Matemática para enseñar podría ser mejor orientada si
pudiéramos identificar esos tipos más claramente. Si el conocimiento matemático
requerido para enseñar es verdaderamente multidimensional, entonces la educación
profesional podría ser organizada para ayudar a los docentes a aprender la gama de
conocimientos y habilidades que ellos necesitan en un modo focalizado. Si, sin
embargo, el conocimiento matemático requerido para enseñar es básicamente lo
mismo que la habilidad matemática general, entonces diferenciar las oportunidades de
aprendizaje profesional sería innecesario. Basados en nuestro análisis de las demandas
matemáticas de la enseñanza, hipotetizamos que el conocimiento del contenido de
Shulman podría ser subdividido en CCK y conocimiento especializado del contenido y
su conocimiento pedagógico del contenido podría ser dividido en conocimiento del
contenido y de los alumnos y conocimiento del contenido y de la enseñanza.
Regresando a los resultados de nuestros estudios, en la próxima sección definimos e
ilustramos cada uno de estos subdominios.
Figura 2
Afirmaciones acerca del 0
La Señorita Dominguez estaba trabajando con un nuevo libro de texto y notó que éste le prestaba mayor
atención al número 0 que lo que lo hacía su viejo libro. Se encontró con una página que pedía a los
alumnos determinar si unas cuantas afirmaciones acerca del 0 eran verdaderas o falsas. ¿Cuáles
afirmaciones debería ella reconocer como verdaderas?
Sí No
a) 0 es un número par. 1 2
Figura 4
Enunciados de problemas que representan 1 ¼ dividido ½
¿Cuáles de los siguientes enunciados de problemas pueden ser usados para representar 1 ¼ divido ½?
Si No
Figura 5
Dominios del conocimiento matemático para enseñar
Conocimiento
del contenido
y de los
Conocimiento estudiantes
común del Conocimiento (KCS) Conocimiento
contenido especializado del contenido
(CCK) del contenido y del
(SCK) currículum
Conocimiento (KCC)
en el horizonte Conocimiento
matemático del contenido
(HCK) y de la
enseñanza
(KCT)
La Fig. 5 muestra la correspondencia entre nuestro mapa actual del dominio del
conocimiento del contenido para enseñar y dos de las categorías iniciales de Shulman
(1986): conocimiento de la materia y conocimiento pedagógico del contenido. Hemos
provisionalmente ubicado la tercer categoría de Shulman, conocimiento curricular,
dentro del conocimiento pedagógico del contenido. Esto es consistente con
publicaciones posteriores de miembros del equipo de investigación de Shulman
(Grossman, 1990). No estamos aún seguros de si es parte de nuestra categoría de
conocimiento del contenido y de la enseñanza o si atraviesa todas las categorías o si
es una categoría en su propio derecho. También incluimos una tercera categoría
dentro del conocimiento d el materia, a la que llamamos “conocimiento del horizonte”
(Ball, 1993). El conocimiento del horizonte es una conciencia de cómo los tópicos
matemáticos están relacionados a través del espacio de la Matemática incluida en el
currículum. Maestros de primer grado, por ejemplo, necesitarían saber cómo la
Matemática que ellos enseñan se relacionan con la Matemática que los estudiantes
aprenderán en tercer grado para ser capaces de establecer las bases matemáticas de
lo que vendrá posteriormente. También incluye la visión útil en ver conexiones para
ideas que serán vistas mucho más adelante. Tener este tipo de conocimiento del
horizonte matemático puede ayudar a tomar decisiones acerca de cómo, por ejemplo,
hablar de la recta numérica. ¿De qué modo los alumnos de tercer grado que la recta
numérica que ellos conocen pronto se “llenará” con más y más números? ¿Importará
cómo las elecciones de los docentes anticipan o distorsionan ese desarrollo posterior?
Nuevamente no estamos seguros de si esta categoría es parte del conocimiento de la
materia o si atraviesa todas las demás categorías. Esperamos explorar estas ideas
teóricamente, empíricamente, y también pragmáticamente a medida que estas ideas
son usadas en la educación de los maestros o en el desarrollo de materiales del
currículum para su uso en el desarrollo profesional.
Nuestros resultados empíricos actuales, basados en nuestro análisis de factor, sugiere
que es probable que el conocimiento del contenido para enseñar es multidimensional
(Hill et al., 2004; Schilling). Si estas categorías, tal como las presentamos aquí, son las
correctas no es lo más importante. Tal vez no lo sean. Nuestras categorías actuales
continuarán necesitando refinamiento y revisión. A continuación, resaltamos tres
problemas específicos de nuestro trabajo a la fecha.
El primer problema surge a lo largo del trabajo: nuestra teoría está delimitada en
relación a la práctica. A pesar de que esta orientación tiene la intención de
incrementar la posibilidad de que el conocimiento identificado es relevante para la
práctica, también acarrea algo de la natural imposibilidad de medición y variabilidad
de la enseñanza y el aprendizaje. A medida que preguntamos acerca de las situaciones
que se presentan en la enseñanza que requieren que los docentes usen Matemática,
encontramos que algunas situaciones pueden ser manejadas usando diferentes tipos
de conocimiento. Consideremos el ejemplo de analizar el error de un estudiante. Un
maestro debería darse cuenta de qué está mal analizando el error matemáticamente.
¿Qué pasos se siguieron? ¿Qué suposiciones se hicieron? Pero otro docente podría
darse cuenta porque han visto estudiantes hacer lo mismo anteriormente con ese tipo
particular de problema. El primer docente está utilizando conocimiento especializado
del contenido, mientras que el segundo está usando conocimiento del contenido y de
los estudiantes.
Dos problemas adicionales emergen del primero. A pesar de nuestra intención
expresada de focalizar en el uso del conocimiento, nuestras categorías podrían parecer
estáticas. Últimamente estamos interesados en cómo los docentes razonan y
despliegan ideas matemáticas en su trabajo. Estamos interesados en las habilidades,
hábitos, sensibilidades, y juicios así como en el conocimiento. Queremos entender el
razonamiento matemático que subyacen a las decisiones que se toman y movimientos
que se realizan en la enseñanza. Las preguntas que planteamos en nuestras
mediciones del conocimiento matemático para enseñar son diseñadas para situar el
conocimiento en el contexto de su uso, pero cómo tal conocimiento es realmente
usado y qué características del pensamiento pedagógico dan forma a este uso
permanece tácito e inexaminado. El cómo capturar los aspectos común y especializado
del pensamiento docente, así como también el cómo las diferentes categorías del
conocimiento entran en juego en el transcurso de la enseñanza, necesitan ser
direccionados más efectivamente en este trabajo.
Relacionado a éste es un problema de límites: no siempre es fácil discernir dónde una
de nuestras categorías se divide de la siguiente, y esto afecta la precisión de nuestras
definiciones. Definimos conocimiento común del contenido como el conocimiento
matemático que se conoce en común con otros que saben y usan Matemática, pero no
creemos que ese término siempre comunique bien ese significado.
Consecuentemente, a pesar de que esta distinción podría ser irresistible como una
heurística, podría ser difícil discernir el conocimiento común del conocimiento
especializado en casos particulares. Consideremos, por ejemplo, el problema de qué
fracción representa la porción sombreada de los dos círculos sombreados en la Fig. 6.
Figura 6
Representaciones de 5/8 de 2