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Por esto mismo, el siglo XVII se denomina la “época del gran encierro”; todo
aquel que mostraba ‘ausencia de razón’ (aquellos que no pensaban como
pensaba el poder) era encerrado.
Avanzando en el siglo XIX hay que decir que no se evolucionó nada, sino al
contrario, se consideró a la persona con necesidades especiales como una
amenaza social (de hecho las instituciones seguían hacinadas de gente). Para
prevenir esta amenaza se impuso como solución la segregación; se crearon
grandes instituciones y ampliaron las existentes pero los recursos seguían
siendo prácticamente nulos.
Podríamos decir que esta época (60-80) supuso una revolución educativa en
torno a la Educación Especial sobre todo porque nuestro país recibió una gran
influencia de los países escandinavos (principalmente en experiencias
prácticas)
Los niños con limitaciones severas son aquellos que, debido a la intensidad de
sus problemas físicos, mentales o emocionales, requieren de servicios
educativos, sociales, psicológicos y médicos superiores a los que en forma
tradicional ofrecen los programas regulares y especiales con el fin de estimular
al máximo su participación en la sociedad y su realización personal. Es posible
que los niños tan severamente discapacitados enfrenten limitaciones severas
de lenguaje o de habilidad perceptual cognitiva y que muestren diversos
comportamientos anormales, entre los que se incluyen la incapacidad para
atender incluso ante los estímulos más intensos, la automutilación, periodos
prolongados de intensas rabietas, así como la ausencia de la más rudimentaria
forma de control verbal. También pueden tener condiciones fisiológicas
extremadamente frágiles.
Según un análisis de Dollary Brooks (1980), a partir de esta definición surgen
tres criterios para identificar a los individuos con limitaciones severas. Primero,
deben presentar NEE severas. Segundo, se requiere contar con un intenso
programa educativo con un amplio rango de recursos. Finalmente, los
programas educativos deben concentrarse en el funcionamiento independiente.
En 1990, la Asociación para Personas con Limitaciones Severas (The
Association for Persons with Severe Handicaps, TASFI) propuso una definición
alternativa para las NEE severas que se refiere al nivel, la duración y los
apoyos necesarios para el individuo, y que considera los objetivos y resultados
del servicio. La TASH define a las personas con NEE severas como individuos
de todas clase de edades que requieren de apoyo amplio y continuo en más de
una de las principales actividades de la vida para poder participar en
escenarios integrados de la comunidad, y para disfrutar de la calidad de vida
con que cuentan los ciudadanos con menos o ninguna NEE. El apoyo puede
ser necesario en actividades de la vida como la movilidad, el autocuidado y el
aprendizaje; y para acciones tan necesarias para una vida independiente, como
el empleo y la autosuficiencia. (Lindley, 1990, p. 1).
Otra definición sobre los individuos con NEE severas incluye a quienes "tienen
una discrepancia funcional significativa en los siguientes aspectos: las
habilidades generales de desarrollo; la atención y el cuidado de sí mismos; la
expresión de sus pensamientos, ideas y sentimientos; su forma de responder
ante los estímulos del entorno, y la interacción social con los pares de su
misma edad"
Los aprendices con NEE múltiples, según la Ley Pública 94-142 y sus
enmiendas, son aquellos que tienen deterioros concomitantes (tales como
deficiencia mental y ceguera, deficiencia mental y trastornos ortopédicos,
etcétera), cuya combinación causa problemas educativos tan severos que no
se les puede ubicar en programas especiales sólo para tinos de sus trastornos.
Los aprendices con dos tipos de NEE sensoriales no se incluyen en este grupo.
Más bien se les identifica como sordos-ciegos, con el término definido como
trastornos concurrentes auditivos y visuales, cuya combinación causa
problemas educativos y de comunicación tan severos que no se les puede
colocar ni en los programas de educación especial para estudiantes ciegos, ni
tampoco en los programas para sordos" (Federal Register, 1977)
El Federal Register no proporciona una definición del autismo, pero se refiere a
él de la siguiente manera: "...una condición autista, que se manifiesta por
severos problemas de comunicación y otros problemas educativos y de
desarrollo." La APA, en la cuarta edición de su Manual diagnóstico y estadístico
de desórdenes mentales
(1994), se refiere al autismo como un trastorno generalizado del desarrollo
(TGD), que por lo general se hace evidente en los primeros años de vida y a
menudo se asocia con cierto grado de deficiencia mental los criterios de
diagnóstico.
En Bolivia en la encuesta realizada entre noviembre y diciembre de 2010, se
logró entrevistar a 5.796 estudiantes, que asisten a los 117 Centros de
Educación Especial de todo el país. Es un número reducido (entre 2 y 3
estudiantes por cada mil) en el conjunto de la población escolarizada.
Hay más hombres que mujeres en los Centros de Educación Especial (56,1%
de hombres y 43,9% de mujeres). La diferencia en el número de hombres y
mujeres es grande. Hay 708 varones más, lo que supone más de un 12% de
los 5.796 estudiantes entrevistados. La mayoría de la población atendida en los
centros está en edad escolar. Un 90% de los estudiantes de los CEE tienen
menos de 29 años y casi el 80% menos de 19 años. La mayor parte de los
estudiantes son niños y jóvenes, especialmente en edades hasta los
18 años, disminuyendo progresivamente su número en las edades sucesivas.
No obstante más de un 20% son adultos y hay un número insignificante de
adultos mayores.
Hay que hacer notar también el pequeño número de niños menores de 4 años,
y el menor tamaño del grupo de 5 a 9 años, respecto al grupo de 10 a 14. Se
muestra así que muchos niños llegan a la escuela en edades avanzadas, por
una detección tardía o por la resistencia inicial de algunas familias a llevar a los
niños con discapacidad a los centros educativos.
Más de la mitad de los estudiantes de Educación Especial se encuentran en
centros de La Paz y Santa Cruz. Destaca Santa Cruz con el 30% de los
estudiantes y, después, La Paz con un poco más del 20%. Tarija tiene casi 900
estudiantes y Cochabamba, 650. En los otros departamentos las cifras son
reducidas: entre los 400 de Oruro y 51 de Pando. Se trata de una distribución
muy irregular, que no corresponde a la distribución de la población en el país.
La Paz con una población parecida a Santa Cruz tiene una tercera parte de
estudiantes menos.
Tarija cuya población es aproximadamente el 5% de la población del país
concentra el 15,5% de los estudiantes (INE, 2008).
De los estudiantes inscritos en los Centros de
Educación Especial, casi la mitad, el 48% tienen discapacidad intelectual, una
quinta parte (19,7%) sufre discapacidad múltiple, un poco más del 15% son
sordos, un 8,7% tienen discapacidades físicomotoras, un 5,2% son ciegos, y
menos del 1% sordociegos (31 personas).
Hay un alto porcentaje de personas con discapacidades intelectuales en los
centros (el 48%), en mucha mayor proporción que la señalada en la Encuesta
de Hogares MECOVI (18%). Estos datos apuntan a la orientación de muchos
centros a desarrollar labores de acogida con las personas con discapacidades
intelectuales, el grupo con mayor nivel de exclusión y pobreza, según la
encuesta citada. El 80% de las discapacidades o dificultades de los estudiantes
de los CEE aparecen como congénitas. Sólo uno de cada 6 estudiantes declara
tener discapacidades adquiridas.