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ELSA PATAKY

Francisco Moreno Fernández

Los versos de Góngora le vienen a la medida: "Mientras por competir por tu cabello/oro bruñido
el sol relumbra en vano." Cabello rubio ... y ojos claros, serenos. Su imagen irradia grandeza,
luz, esplendor. Y su boca ... "mientras a cada labio, por cogello/siguen más ojos que al clavel
temprano." Todo en ella es un canto a la belleza. Pataky, apellido rumano de resonancias
magiares. Elsa Pataky.

Bella, sí. Pero ¿cómo es Elsa Pataky? Probablemente no hay forma más elogiosa de describir
a una actriz que mediante el recurso de la antítesis. Pataky es sensual y recatada, golosa y
asceta, fría y cercana, caprichosa y cerebral, decidida e insegura, espontánea y comedida,
reservada y abierta; escudriña a la vez que comprende, entiende a la vez que analiza, aprende
a la vez que enseña, se protege al tiempo que se entrega, se enfada a la vez que sonríe.
¡Quién duda de sus cualidades! El presente y el futuro de Pataky está en la escena, mucho
más allá de la foto de calendario.

El origen de Elsa Pataky es español y rumano, pero su corazón le pertenece a un mundo por el
que viaja sin parar. En su carrera cinematográfica aparecen películas como Tatawo (1999),
Clara (1999), Menos es más (2000), El arte de morir (2000), Noche de Reyes (2001) o Sin
noticias de Dios (2001). La nómina es corta, como sus años, pero la senda está trazada. El
Festival de Cine de la Unión Europea en Chicago de 2002 contó en su gala de apertura con
esta joven estrella del cine español y el sentimiento provocado fue unánime: rendición absoluta
a su hermosura, a sus palabras, a su sonrisa.

Elsa Pataky tiene pasta de actriz y lo necesario para que se le reconozca la valía: decisión,
profesionalidad, vocación, naturalidad en la ambición. Las virtudes del actor son las mismas en
la primavera que en el otoño de su carrera porque pasar de una filmografía corta a una extensa
es tan solo cuestión de tiempo. Importa la calidad humana, la vida interior, el instinto. El cine
sabe mimar a sus elegidos y Elsa Pataky es un animal cinematográfico, una actriz que
convence de ello. Los versos del poema "Los actores", del rumano Marin Sorescu, también se
le acomodan:

Nunca vi un beso más perfecto que el de los actores,


en el acto tercero, cuando los sentimientos comienzan a quedar claros.

En la maleta de viaje de Elsa Pataky hay un DVD, un libro de Chejov ("Sobre la técnica de la
actuación") y el guión de la última película, que devora con fruición. Pataky siente curiosidad
por Marilyn Monroe, pero admira a Madonna y a Carri-Anne Moss; le gusta Eva el desnudo
tanto como The Matrix o Moulin Rouge. Elsa Pataky vive en clave de actriz. Cuando se está
junto a ella, es difícil saber dónde empieza la actuación y dónde acaba el alma sincera, pero
resuelve la ambigüedad con tanta elegancia que quien queda bajo sospecha es siempre el
otro. Sorescu de nuevo:

Y nosotros, actores torpes de una única vida,


que ni siquiera sabemos cómo vivirla,
decimos al revés las cosas o callamos por años,
espectáculo triste y antiestético,
y no sabemos qué diablos hacer con las manos.

Elsa Pataky es actriz de raza, que vive la vida, calla cuando debe y sabe qué hacer con las
manos. Dicen que las palabras en Chicago se las lleva el viento. Pero, no éstas porque hablan
de Elsa Pataky, la actriz del mirar indeleble, la del sentir rumano con cierto eco húngaro.
Pataky.
“Elsa Pataky”, Arena Cultural (Chicago), 36, febrero, 2002.

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