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Isabel Magaña

LLMF 2018
Ensayo #2

EL SÉPTIMO ARTE Y LA LITERATURA: EL AMANTE

Un polvo luminoso se proyecta y danza sobre una pantalla; nuestras miradas se empapan de él;
toma cuerpo y vida, nos arrastra a una aventura errante; franqueamos el tiempo y el espacio, hasta
que una música solemne disuelve las sombras sobre la tela, que vuelve a ser blanca.

Edgar Morin

La relación entre el séptimo arte y la literatura no es sencilla, en ocasiones es incómoda y amarga,


y raramente es una experiencia mítica y cautivante. La adaptación fílmica hecha por el director Jean-
Jacques Annaud de la historia de Marguerite Duras El amante pertenece al pequeño grupo selecto
que no decepciona al espectador.

La sensualidad y el erotismo que Duras había plasmado con su pluma sincera en su obra no fue
dejada de lado al realizar el filme. La piel. La piel. La piel es de una suavidad suntuosa. El cuerpo es
lampiño sin más virilidad que la del sexo. No le mira la cara. Le toca. Toca la suavidad del sexo, de la
piel. Acaricia el color dorado, la novedad desconocida (El amante, 1984). La imagen de un recuerdo
íntimo de la que se sirve la escritora en su libro la conocemos ahora, ya no es más un secreto para
nosotros, la hemos visto en estas secuencias rodadas que Annaud nos brinda. Sin embargo, al decir
esto, declaramos muerto un factor importante para el erotismo, la imaginación, como ya lo ha dicho
Octavio Paz: En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación.

Quizás esto afecte a nuestra recepción de la historia, pero al tratarse de una adaptación donde lo
visual es algo importante, no podemos negar la maestría de estas escenas, el juego que se da entre
los planos es una experiencia armoniosa y elegante, realmente el rodaje cuenta con una fotografía
sublime que impacta en nuestras retinas con tan preciosas imágenes.

La película deja un buen retrato de aquella niña con el rostro destruido, la que busca de alguna
forma el consuelo que necesita, el que nunca encontraría en una familia tan disfuncional como la
de ella, y que sólo lo encuentra en su amante, un chino cuyo único pecado es ser chino pero que el
grosor de su cartera lo absuelve. Todo, en medio de un pueblo maldito pero hermoso, gracias a sus
paisajes salvajes, pobres y dolorosos. En Cholen, en las callejuelas de Cholen. Entre el olor a sopa, a
carne, a jazmín, a polvo. En el olor de la ciudad china.

En fin, es sin duda una historia que resultará imposible olvidar, tan difícil como aquella tarde
inolvidable en el cuarto de soltero del amante chino. Gracias a ese punto de convergencia entre el
séptimo arte y la literatura que se dio entre la pluma de Duras y el ojo artístico de Annaud.

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