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DÍA 118 - 365 Días para Leer La Sagrada Escritura
DÍA 118 - 365 Días para Leer La Sagrada Escritura
2 "Digan a todos los señores de Siquém: ‘¿Qué es mejor para ustedes, que los
gobiernen setenta hombres –todos los hijos de Ierubaal– o que los gobierne uno solo?
Recuerden además que yo soy de la misma sangre que ustedes’".
4 Luego le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélec
contrató a unos hombres vagos y aventureros, que le sirvieron de escolta.
5 En seguida entró en la casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los setenta
hijos de Ierubaal, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotám, el hijo menor de
Ierubaal, porque logró esconderse.
6 Entonces se reunieron todos los señores de Siquém y todo Bet Miló, y fueron a
proclamar rey a Abimélec, junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en
Siquém.
La fábula de Jotám
7 Cuando le llevaron la noticia a Jotám, este se puso en la cima del monte Garizím, y
gritó con voz potente: "Escúchenme, señores de Siquém, y que Dios los escuche a
ustedes:
16 Y ahora, díganme: ¿Han obrado ustedes con sinceridad y lealtad al proclamar rey a
Abimélec? ¿Se han portado bien con Ierubaal y con su familia, y lo han tratado como se
merecía?
17 Mi padre combatió por ustedes, arriesgó su vida y los libró del poder de
Madián, 18 y ahora ustedes se han levantado contra la familia de mi padre, han matado
sobre una misma piedra a sus setenta hijos, y han proclamado rey de los señores de
Siquém a Abimélec, el hijo de su esclava, aduciendo que es hermano de ustedes.
19 Si hoy han sido sinceros y leales con Ierubaal y con su familia, que Abimélec sea
para ustedes un motivo de alegría, y ustedes para él.
20 De lo contrario, que salga fuego de Abimélec para devorar a los señores de Siquém y
de Bet Miló, y que salga fuego de los señores de Siquém y de Bet Miló, para devorar a
Abimélec".
23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélec y los señores de Siquém, y
estos traicionaron a Abimélec.
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24 Así debía ser castigado el crimen cometido contra los setenta hijos de Ierubaal, y su
sangre debía recaer sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los
señores de Siquém, que habían sido cómplices en la matanza de sus hermanos.
25 Por eso, los señores de Siquém preparaban emboscadas contra él en las cimas de
los montes, y saqueaban a todos los que pasaban por allí. Abimélec fue informado de
todo esto.
26 Una vez, Gaal, hijo de Ebed, pasó por Siquém junto con sus hermanos, y se ganó la
confianza de los señores de Siquém.
27 Estos salieron al campo a vendimiar, pisaron las uvas, hicieron festejos y entraron
en el templo de su dios. Después de comer y beber, maldijeron a Abimélec.
28 Entonces Gaal, hijo de Ebed, exclamó: "¿Qué autoridad tiene Abimélec sobre Siquém
para que le estemos sometidos? ¿El hijo de Ierubaal, y Zebul, su lugarteniente, no han
estado sometidos a la gente de Jamor, el padre de Siquém? ¿Por qué tenemos que estar
sometidos a ellos?
32 Por eso, ven durante la noche con toda la gente que tienes contigo y quédate al
acecho en campo abierto.
33 Por la mañana temprano, apenas brille el sol, irrumpirás contra la ciudad. Y cuando
Gaal con su gente salga a enfrentarse contigo, lo tratarás como más convenga".
34 Abimélec salió durante la noche con toda su gente y se puso al acecho cerca de
Siquém, con su tropa dividida en cuatro grupos.
35 Cuando Gaal, hijo de Ebed, salió y se detuvo a las puertas de la ciudad, Abimélec y
la tropa que lo acompañaba salieron de los lugares donde estaban al acecho.
36 Al ver las tropas, Gaal dijo a Zebul: "Mira esa gente que baja de la cima de los
montes". "Es la sombra de los montes, y a ti te parecen hombres", le respondió Zebul.
37 Pero Gaal insistió: "Es gente que baja por la ladera del Ombligo de la Tierra, y otro
grupo viene por el camino de la Encina de los Adivinos".
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de llegar a la puerta de la ciudad.
Destrucción de Siquém
45 Abimélec atacó la ciudad durante todo el día. Cuando la tomó, mató a la población,
arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella.
47 Cuando Abimélec recibió la noticia de que todos los señores de Migdal Siquém
estaban en un solo lugar, 48 subió al monte Salmón con todas sus tropas; y tomando
un hacha, cortó una rama de árbol, se la puso al hombro, y dijo a las tropas que lo
acompañaban: "¡Apúrense! Hagan lo mismo que yo".
49 Cada uno de sus hombres cortó una rama y todos fueron detrás de Abimélec.
Después cubrieron la cripta con las ramas y les prendieron fuego. Así murieron también
los habitantes de Migdal Siquém, unos mil hombres y mujeres.
52 Abimélec se adelantó para atacar la torre y llegó hasta la puerta con la intención de
prenderle fuego.
53 Pero una mujer le arrojó una rueda de molino sobre la cabeza y le partió el cráneo.
55 Al ver que Abimélec estaba muerto, los hombres de Israel regresaron cada uno a su
lugar.
56 Dios hizo recaer sobre Abimélec el crimen que había cometido contra su padre,
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cuando mató a sus setenta hermanos.
57 Y también hizo que toda la maldad de la gente de Siquém recayera sobre ellos
mismos. Así se cumplió la maldición que Jotám, hijo de Ierubaal, había pronunciado
contra ellos.
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14 Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.
SANTIAGO 04
1 ¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es
precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros?
3 O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus
pasiones.
4 ¡Corazones adúlteros! ¿No saben acaso que haciéndose amigos del mundo se hacen
enemigos de Dios? Porque el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios.
5 No piensen que la Escritura afirma en vano: El alma que Dios puso en nosotros está
llena de deseos envidiosos.
6 Pero él nos da una gracia más grande todavía, según la palabra de la Escritura que
dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
11 Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla en contra de un
hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena. Ahora bien, si tú
condenas la Ley, no eres cumplidor de la Ley, sino juez de la misma.
12 Y no hay más que un solo legislador y juez, aquel que tiene el poder de salvar o de
condenar. ¿Quién eres tú para condenar al prójimo?
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13 Y ustedes, los que ahora dicen: «Hoy o mañana iremos a tal ciudad y nos
quedaremos allí todo el año, haremos negocio y ganaremos dinero»,
14 ¿saben acaso qué les pasará mañana? Por su vida es como el humo, que aparece un
momento y luego se disipa.
15 Digan más bien: «Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello».
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