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Día 168 de 365

2 REYES 10 Progreso: 46.0 %

Exterminio de las familias reales de Israel y de Judá Lectura de hoy:


2 Reyes 10 y 11
1 Ajab tenía setenta hijos en Samaría. Jehú escribió unas Proverbios 06,20-35
cartas, y las envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los 1 Corintios 15,35-58
ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab. En ellas
decía:

2 “Ahí tienen con ustedes a los hijos de su señor, y tienen también los carros, los
caballos, una ciudad fortificada y un arsenal. Y bien, apenas reciban esta carta, 3 vean
cuál es el mejor y el más capaz entre los hijos de su señor, siéntenlo en el trono de su
padre y combatan por la familia de su señor”.

4 Ellos sintieron mucho miedo y dijeron: “Dos reyes no han podido resistir delante de él,
¿cómo podremos resistir nosotros?”.

5 Entonces el mayordomo de palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los


preceptores mandaron decir a Jehú: “Somos tus servidores y haremos todo lo que nos
digas. No proclamaremos rey a nadie. Obra como mejor te parezca”.

6 Jehú les escribió una segunda carta, en la que decía: “Si están de parte mía y aceptan
obedecerme, tomen las cabezas de todos los hijos de su señor y vengan a verme
mañana a esta misma hora, a Izreel”. Ahora bien, los setenta hijos del rey estaban
repartidos entre las personas importantes de la ciudad, que los criaban.

7 Cuando recibieron esta carta, tomaron a los hijos del rey, degollaron a los setenta,
pusieron sus cabezas en unas canastas y se las enviaron a Izreel.

8 Un mensajero fue entonces a informar a Jehú: “Han traído las cabezas de los hijos del
rey”. Él ordenó: “Expónganlas en dos montones a la entrada de la Puerta, hasta la
mañana”.

9 A la mañana, él salió y, puesto de pie, dijo a todo el pueblo: “Ustedes son inocentes.
Yo conspiré contra mi señor y lo maté. Pero a todos estos, ¿quién los ultimó?

10 Sepan entonces que no caerá por tierra ni una sola palabra del Señor, nada de lo
que él dijo contra la casa de Ajab: el Señor ha cumplido lo que había dicho por medio de
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su servidor Elías”.

11 Jehú acabó con todos los que aún quedaban de la casa de Ajab en Izreel, con todos
sus nobles, sus familiares y sus sacerdotes, sin dejarle ni un solo sobreviviente.

12 Luego partió y se fue a Samaría. Cuando iba por el camino, en Bet Equed de los
Pastores, 13 Jehú se encontró con los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y dijo:
“¿Quiénes son ustedes?”. “Somos los hermanos de Ocozías, le respondieron, y bajamos
a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre”.

14 Entonces ordenó: “¡Captúrenlos vivos!”. Los capturaron vivos y los mataron junto al
pozo de Bet Equed. Eran cuarenta y dos, y no quedó ni uno solo.

El encuentro de Jehú con Jonadab, hijo de Recab

15 Jehú partió de allí, y se encontró con Jonadab, hijo de Recab, que venía a su
encuentro. Él lo saludó y le dijo: “¿Eres tan leal conmigo como yo lo soy contigo?”.
Jonadab respondió: “Así es”. “Si es así, dame la mano”, replicó Jehú. Él se la dio, y Jehú
lo hizo subir a su carro, 16 diciendo: “Ven conmigo y mira el celo que tengo por el
Señor”. Y lo llevó en su carro.

17 Al llegar a Samaría, ultimó allí a todos los que aún quedaban de la familia de Ajab,
los exterminó a todos, conforme a la palabra que el Señor había dicho a Elías.

Exterminio de todos los servidores de Baal

18 Jehú reunió luego a todo el pueblo y le dijo: “Ajab sirvió poco a Baal; Jehú lo servirá
mucho más.

19 Ahora, convóquenme a todos los profetas de Baal, a todos sus fieles y a todos sus
sacerdotes. Que no falte nadie, porque voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Todo el
que falte no sobrevivirá”. Pero Jehú obraba con astucia, a fin de hacer desaparecer a los
fieles de Baal.

20 Luego dijo: “Convoquen a una asamblea solemne en honor de Baal”. Así lo


hicieron, 21 y Jehú envió mensajeros por todo Israel. Entonces vinieron todos los fieles
de Baal, no quedó nadie sin venir. Entraron en el templo de Baal, y el templo se llenó de
bote en bote.

22 Jehú dijo al encargado del vestuario: “Saquen las vestiduras para todos los fieles de
Baal”. Él sacó las vestiduras.

23 Entonces Jehú llegó al templo de Baal con Jonadab, hijo de Recab, y dijo a los fieles
de Baal: “Revisen bien, y fíjense que no haya aquí ningún servidor del Señor, sino sólo
los fieles de Baal”.

24 Luego entraron para ofrecer sacrificios y holocaustos.


Mientras tanto, Jehú había apostado afuera a ochenta hombres y les había dicho: “El
que deje escapar a alguno de los que yo pongo en las manos de ustedes, responderá
por él con su propia vida”.

25 Y cuando terminó de ofrecer el holocausto, Jehú dijo a los guardias y a los oficiales:
“¡Entren y mátenlos! ¡Que no salga ni uno solo!”. Ellos los mataron al filo de la espada y

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los arrojaron afuera. Luego los guardias y los oficiales llegaron hasta la ciudadela del
templo de Baal, 26 sacaron el poste sagrado del templo de Baal y lo quemaron.

27 Después de haber destruido el poste sagrado de Baal, demolieron su templo y lo


convirtieron en una cloaca, que existe hasta el día de hoy.

El reinado de Jehú en Israel (841-814)

28 Así Jehú exterminó a Baal de Israel.

29 Pero Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboám, hijo de Nebat, había
hecho pecar a Israel, a saber, los terneros de oro que había en Betel y en Dan.

30 El Señor dijo a Jehú: “Porque tú has obrado bien, haciendo lo que es recto a mis
ojos, y has tratado a la casa de Ajab exactamente como yo quería, tus hijos se sentarán
en el trono de Israel hasta la cuarta generación”.

31 Pero Jehú no se empeñó en seguir de todo corazón la ley del Señor, el Dios de
Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboám había hecho pecar a Israel.

32 En aquellos días, el Señor comenzó a cercenar a Israel. Jazael los derrotó en toda la
frontera de Israel, 33 desde el Jordán hacia el Oriente, todo el país de Galaad, el
territorio de Gad, de Rubén, de Manasés, desde Aroer, que está sobre la ribera del
torrente Arnón, y también Galaad y Basán.

34 El resto de los hechos de Jehú y todo lo que él hizo, todas sus hazañas, ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

35 Jehú se fue a descansar con sus padres y lo sepultaron en Samaría. Su hijo Joacaz
reinó en lugar de él.

36 Jehú reinó sobre Israel, en Samaría, durante veintiocho años.

2 REYES 11
Desde atalía hasta la muerte de eliseo
El crimen y el interregno de Atalía en Judá (841-835)
2 Crón. 22. 10-12

1 Atalía, la madre de Ocozías, al ver que había muerto su hijo, empezó a exterminar a
todo el linaje real.

2 Pero Josebá, hija del rey Jorám y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías,
lo sacó secretamente de en medio de los hijos del rey que iban a ser masacrados, y lo
puso con su nodriza en la sala que servía de dormitorio. Así lo ocultó a los ojos de Atalía
y no lo mataron.

3 Él estuvo con ella en la Casa del Señor, oculto durante seis años, mientras Atalía
reinaba sobre el país.

4 El séptimo año, Iehoiadá mandó buscar a los centuriones de los carios y de la guardia,
y los hizo comparecer ante él en la Casa del Señor. Hizo con ellos un pacto,
comprometiéndolos bajo juramento, y les mostró al hijo del rey.
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5 Luego les impartió esta orden: “Van a hacer lo siguiente: Un tercio de ustedes, el que
entra de servicio el día sábado y custodia la casa del rey, 6 con el tercio que está
apostado en la puerta del Sur y el tercio que está apostado en la puerta de la escolta,
montarán guardia en la Casa para vigilar el acceso.

7 Los dos cuerpos formados por los que dejan el servicio el día sábado, montarán
guardia en la Casa del Señor, junto al rey.

8 Ustedes se pondrán en círculo alrededor del rey, cada uno con las armas en la mano.
Cualquiera que intente forzar las filas morirá. Permanezcan junto al rey dondequiera
que vaya”.

9 Los centuriones ejecutaron exactamente todo lo que les había ordenado el sacerdote
Iehoiadá. Cada uno de ellos tomó a sus hombres –los que entraban de servicio y los que
eran relevados el día sábado– y se presentaron ante el sacerdote Iehoiadá.

10 El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David que
estaban en la Casa del Señor.

11 Los guardias se apostaron, cada uno con sus armas en la mano, desde el lado sur
hasta el lado norte de la Casa, delante del altar y delante de la Casa, para formar un
círculo alrededor del rey.

12 Entonces Iehoiadá hizo salir al hijo del rey y le impuso la diadema y el Testimonio.
Se lo constituyó rey, se lo ungió, y todos aplaudieron, aclamando: “¡Viva el rey!”.

La muerte de Atalía
2 Crón. 23. 12-21

13 Atalía oyó el griterío de la gente que corría, y se dirigió hacia la Casa del Señor,
donde estaba el pueblo.

14 Y al ver al rey de pie sobre el estrado, como era costumbre, a los jefes y las
trompetas junto al rey, y a todo el pueblo del país que estaba de fiesta y tocaba las
trompetas, rasgó sus vestiduras y gritó: “¡Traición!”.

15 Entonces el sacerdote Iehoiadá impartió órdenes a los centuriones encargados de la


tropa, diciéndoles: “¡Háganla salir de entre las filas! Si alguien la sigue, que sea pasado
al filo de la espada”. Porque el sacerdote había dicho: “Que no la maten en la Casa del
Señor”.

16 La llevaron a empujones, y por el camino de la entrada de los Caballos llegó a la


casa del rey; allí la mataron.

17 Iehoiadá selló la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, comprometiéndose este a


ser el pueblo del Señor; y también selló una alianza entre el rey y el pueblo.

18 Luego, todo el pueblo del país se dirigió al templo de Baal, lo derribó y destrozó por
completo sus altares y sus imágenes. Y a Matán, el sacerdote de Baal, lo mataron
delante de los altares.
El sacerdote estableció puestos de guardia en la Casa del Señor.

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19 Después tomó a los centuriones, a los carios, a los guardias y a todo el pueblo del
país; hicieron descender al rey de la Casa del Señor, y por el camino de la puerta de la
Escolta, llegaron a la casa del rey. Joás se sentó en el trono real.

20 Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma. A Atalía la habían
pasado al filo de la espada en la casa del rey.

PROVERBIOS 06,20-35
Contra el adulterio

20 Observa, hijo mío, el precepto de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre.

21 Átalos a tu corazón constantemente, anúdalos a tu cuello.

22 Que ellos te guíen mientras caminas, que velen sobre ti cuando estás acostado, y
conversen contigo cuando despiertas.

23 Porque el precepto es una lámpara, la enseñanza, una luz, y las reglas de la


instrucción, un camino de vida, 24 a fin de preservarte de una mala mujer y de la
lengua seductora de una extraña.

25 No codicies su hermosura en tu corazón ni te dejes cautivar por sus miradas.

26 Porque el precio de una prostituta es un mendrugo de pan, pero una mujer casada
anda a la pesca de una vida lujosa.

27 ¿Puede un hombre ponerse fuego en el pecho sin que se inflame su ropa?

28 ¿Se puede caminar sobre brasas sin quemarse los pies?

29 Eso le pasa al que se acuesta con la mujer de su prójimo: el que la toque no quedará
impune.

30 ¿Acaso no se desprecia al ladrón, aunque robe para saciar su apetito cuando tiene
hambre?

31 Una vez descubierto, paga siete veces y tiene que entregar todos los bienes de su
casa.

32 El que comete adulterio es un insensato, se arruina a sí mismo el que obra así: 33 lo


que conseguirá son golpes e ignominia, y su oprobio nunca se borrará.

34 Porque los celos enfurecen al varón, y no tendrá compasión en el día de la


venganza; 35 no aceptará ninguna compensación, ni querrá saber nada aunque quieras
darle más.

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1 CORINTIOS 15,35-58

35 Alguien preguntará: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo?

36 Tu pregunta no tiene sentido. Lo que siembras no llega a tener vida, si antes no


muere.

37 Y lo que siembras, no es la planta tal como va a brotar, sino un simple grano, de


trigo por ejemplo, o de cualquier otra planta.

38 Y Dios da a cada semilla la forma que él quiere, a cada clase de semilla, el cuerpo
que le corresponde.

39 No todos los cuerpos son idénticos: una es la carne de los hombres, otra la de los
animales, otra la de las aves y otra la de los peces.

40 Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, y cada uno tiene su propio resplandor:

41 uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y aun las
estrellas difieren unas de otras por su resplandor.

42 Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles


y resucitarán incorruptibles; 43 se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos;
se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; 44 se siembran cuerpos
puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo
puramente natural y hay también un cuerpo espiritual.

45 Esto es lo que dice la Escritura: El primer hombre, Adán, fue creado como un ser
viviente; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida.

46 Pero no existió primero lo espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene


después.

47 El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede


del cielo.

48 Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el
celestial.

49 De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal,
también lo seremos de la imagen del hombre celestial.

50 Les aseguro, hermanos, que lo puramente humano no puede tener parte en el Reino
de Dios, ni la corrupción puede heredar lo que es incorruptible.

51 Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos
transformados.

52 En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final –porque


esto sucederá– los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos
transformados.

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53 Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe
revestirse de la inmortalidad.

54 Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se


revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha
sido vencida.

55 ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?

56 Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley.

57 ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

58 Por eso, queridos hermanos, permanezcan firmes e inconmovibles, progresando


constantemente en la obra del Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que
realizan por él no serán vanos.

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