Está en la página 1de 22

Capítulo I,

En el primer capítulo, que es extremadamente corto, Maquiavelo sienta las bases de su


visión estructural del estado. Para él solo existen dos opciones en las que se puede organizar
un ente soberano: (a) o un estado es una república, (b) o un estado es un principado.
Todos los estados, todas las soberanías que tienen o que han tenido autoridad sobre los
hombres, han sido y son, o repúblicas, o principados.

Hecha esta primera división, los principados pueden también subdividirse en pares: (a) o los
principados provienen de una familia real antigua, (b) o los gobierna un príncipe nuevo. Y estos
principados nuevos, (a) o son totalmente nuevos, (b) o son nuevos por entrar a formar parte de
un principado más antiguo, siendo nuevos solo respecto al príncipe.
Y estos últimos, a su vez, pueden (a) tener autonomía, (b) o no tener autonomía.
Esta clase de estados, o viven bajo el dominio de otro príncipe, o gozan de entera libertad; y
para adquirirlos, pueden emplearse armas propias y ajenas, o abandonarse a la fortuna, o
hacer alarde del oro, del talento o del valor.

Capítulo II,

Este capítulo es importante para entender el desarrollo de todos los capítulos siguientes de
la obra, pues, aunque El Príncipe sea una referencia, sobre el gobierno de un estado, solo
aborda ─irónicamente─ el gobierno en las monarquías.
Maquiavelo se niega a desarrollar en extensión el gobierno dentro una república, tanto,
porque esta obra debía ser leída por un príncipe, Lorenzo de Médici, como porque el había
abordado este tema ─que era en realidad su favorito─ en la mayoría de sus otras obras, como
en Los Discursos de la Primera Década de Tito Livio.
Dicho esto, el tema central del segundo capítulo es sencillo: los más fáciles de conservar, de
todos los principados, son siempre los principados hereditarios.
Esto, porque (a) las gentes están ya acostumbradas a que las gobierne un príncipe, y además
(b) a un príncipe de una familia concreta; por lo que verán en él, no solo al príncipe, sino a toda
una institución de tradiciones, ligadas a este.
Pero, pueden dilucidarse otras dos ideas a favor del príncipe que hereda un principado, y es
que (c) existen ya personas poderosas, cuyo poder deviene de la institución dinástica que
representa el príncipe, y que no consentirían un cambio de régimen, que trae siempre algún
desastre consigo.
Y que (d) este príncipe hereditario, tiene más oportunidades de que el pueblo lo amo, tanto
porque la gente suele amar lo que ya les propio, como porque él no tiene motivos ni necesidad
de hacerle daño a un pueblo que ya lo mantiene.

Capítulo III,

Maquiavelo, hace aquí una exposición, de cómo mantener el control de territorios


conquistados, que no son parte del estado que un príncipe ha heredado, sino que se adicionan
a su gobierno. Por lo que no son, ni plenamente nuevos, ni plenamente tampoco antiguos, sino
más bien mixtos.
 Hacerse con el control por medios civiles
 Evitar los enemigos poderosos de alrededor
 Respetar las costumbres de los locales

Lo que debe hacer el príncipe son tres cosas: (a) primero, debe hacerse con el control
efectivo del territorio por medios civiles, y cesar el uso de los militares, que son reservados
para la guerra. Ya sea, trasladando al nuevo territorio su residencia, o creando en él, una
colonia de nobles fieles de su estado antiguo, que le sirvan allí.
Sobre esto, será también beneficioso que lo que les de a los nobles fieles que asienta en un
nuevo lugar, se producto del despojo de nobles poderosos e inconforme de allí, para que,
tanto le da a uno algo que cuidar a nombre propio, como se quita un enemigo.
Pues una persona empobrecida, no es enemigo para un príncipe.
Luego, los otros dos factores a tener en cuenta son: (b) debe evitarse a toda costa enemigos
fuertes en los estados cercanos al territorio conquistado, y hacerse aliado de todos aquellos
que sean suficientemente débiles, como para no representarle una amenaza.
Y finalmente (c) debe respetar las costumbres locales, como si no hubiese habido en aquel
territorio la mudanza de un príncipe, pues con esto, se afecta poco el diario vivir de las
personas corrientes, que lo poco se les recuerda, fácilmente olvidan.
Capítulo IV,

Nuestro autor analiza en este capítulo, las facilidades ─aparentemente incongruentes─ con
las que Alejandro pudo conservar las posesiones conquistadas en Asia y Egipto; haciendo una
distinción entre los principados que tienen un solo señor, y los que tienen a varios niveles de
señores.
Así, en el capítulo anterior ─el tercero─, Maquiavelo nos había expuesto como conservar un
territorio nuevo y recién adquirido, y cuáles eran las dificultades que experimentarían sus
nuevos gobernantes.
Y amplía en este capítulo, un factor que no pudo abordar bien, el de la nobleza local, y su
influencia a la hora de poder conservar el poder.
 Monarquía nobiliaria: Fácil de adquirir, difícil de conservar
 Monarquía absoluta: Fácil de conservar, difícil de adquirir

El planteamiento es simple: cuando en un estado, hay más de un grupo de poder, bien


consolidado en este, (a) será fácil apoderarse de él, pero (b) difícil conservarlo; pues para
apoderarse de él no basta sino pedir la ayuda del grupo contrario de poder al gobernante, pero
para conservarlo se tendrá siempre algunos grupos de poder intentando derrocar al nuevo
gobernante.
Y como extinguir el poder de familias y señores que tienen ya consolidada mucha influencia,
el príncipe se desgastaría mucho en lograrlo, y como los demás señores, ven en un príncipe
que extingue un linaje, un peligro inminente, se apresurarán a confabular contra este.
En fin, que estos estados son más difíciles de conservar, por la misma causa que son fáciles
de adquirir: la nobleza local.
Pero, por el contrario, los estados sin nobleza local, son fáciles de conservar, porque no hay
oposición, pero difíciles de adquirir, porque no hay en quien apoyarse.
Por esto Alejandro pudo hacerse con el reino de Darío, porque no había en él ningún otro
príncipe o señor local.
Capítulo V,

Como se vio en el capítulo 4, al conquistarse una ciudad se puede, (a) o bien mudarse a ella,
(b) o bien valerse de un gobierno local para gobernarla. Estas dos opciones se unen siempre a
(c) la opción de destruirla.
Pero Maquiavelo explica algo, que se ha repetido a lo largo de toda la historia, y que aún
hoy, sigue siendo un ejemplo real: las ciudades acostumbradas a sus propias leyes y a gozar de
su libertad, difícilmente ceden este recuerdo ante ninguna prebenda, por lo que tarde o
temprano serán un problema para el gobernante.
...nunca se desarraigará de su corazón, ni soltará su memoria el nombre de libertad, y la
inclinación a sus antiguas instituciones.
Esto porque los hombres aman la libertad tanto como a su vida, y se aferran a su recuerdo
más que a cualquier cosa, y teniendo un rey, cualquier revolución se aprovechará de la historia
de una libertad perdida, y de un pasado añorado, para alzar la revolución en su contra.
Se ve por lo menos los ejemplos de los conquistadores de la Grecia, o de las provincias de
Roma que fueron antes libres, como Cartago, Capua o Judea, todas estas ciudades fueron muy
rebeldes, y mantener su dominio requirió de destruir ciudades enteras.
Así, que un príncipe que conquista por la fuerza una ciudad acostumbrada a sus leyes, solo
tiene realmente dos opciones: (a) o la destruye y se evita un enemigo que es cierto, o (b) se
hace con su propia bandera, mudándose a ella.

Capítulo VI,

De los Nuevos Estados que un Príncipe Adquiere por su Valor y por sus Propias Armas

En general, existen dos formas de hacerse con un estado, o (a) uno se hace con él por su
propio mérito, o (b) uno se hace con él por el mérito de otros.
Siempre es más fácil hacerse con él por el mérito ajeno, pues se está ya protegido de
muchas incertidumbres, pero no es siempre igual de fácil conservarlo, sin embargo, dice
Maquiavelo, el que procura andar por el camino que otros han abierto ya, es mucho más sabio
que el que decide iniciar otro, pues tiene ya un gran referente del cual partir, y sobre el cual
construir.
Pero si la persona, termina por adquirir un estado por sus propios medios, solo tiene dos
opciones: (a) o usa para ello el propio valor, o (b) usa para ello las armas, y en cualquiera de los
dos casos el resultado es el mismo, tienen dificultoso hacerse con el estado, pero tienen fácil
conservarlo.
... nada es mas difícil, ni de éxito tan dudoso y arriesgado en la práctica como la introducción
de leyes nuevas
Así que la única dificultad que experimentan estos príncipes, es cambiar las leyes del lugar a
su favor; si es pueden gobernar sin cambiarlas no tendrán problemas, pero casi siempre, por la
forma en que han adquirido la posesión, deben cambiar en algo las leyes.
Nuestro autor nos dice en esto, algo que vale la pena rescatar: siempre es difícil cambiar las
leyes, porque los que ya se benefician de ellas se tienen por enemigos engordados por el
tiempo de su beneficio, y quienes se beneficiarán por las nuevas leyes se tienen por defensores
temerosos, pues no han ganado aún nada.
De este modo, y sabiendo que se deben cambiar las leyes, la única forma es que el nuevo
príncipe ponga su confianza en las armas, para que pasada la fiebre que hizo al pueblo tomar
una decisión, no se dispersen sino que se mantengan en ella. Pues el pueblo suele tomar
decisiones fácilmente sin medir circunstancia, pero así mismo cambia de decisión.

Capítulo VII,

De los Principados Nuevos que se Adquieren con las Fuerzas de Otro o por un Efecto de

Buena Fortuna

Sabiendo que se requieren armas o una buena fortuna ─suerte─ para adquirir un estado,
Maquiavelo desarrolla el faltante del capítulo anterior, y habla de como conquistar y conservar
los estados que se adquieren con las armas ajenas, o por la oportunidad de hacerse con el
poder sin más.
Para esto se usa la historia de Cesar Borja, hijo del papa Alejandro VI, y quien adquirió un
trozo de Italia, desde Urbino hasta la Romaña, valiéndose del poder e influencia de su padre.
Lo que ha de hacer un príncipe para conquistar un estado de esta forma es muy poco, y le es
fácil hacerse con el poder, pero le es luego difícil mantenerlo, pues, (a) no enseñado a gobernar
le cuesta hacerse con el manejo de todo, (b) y carente de mérito se labra fácilmente el
desamor de sus súbditos.
 Eliminar enemigos internos
 Pacificar los enemigos externos
 Hacerse amar y temer del pueblo
 Hacerse de armas para su defensa

Sin embargo, con gran ingenio se puede mantener el poder de aquello que se ha adquirido
por la fuerza de otro, o por el azar, y es (a) debe eliminar sus enemigos internos, (b) hacerse de
amigo de cualquiera que pueda invadirle, (c) fortificar sus marcas y disciplinar su ejército, y (d)
conseguir el favor de su pueblo.
Sin embargo, incluso haciendo todo esto, depende en mucho el que ha adquirido así un
estado, de quién se lo ha concedido, o de la misma fortuna, y el mismo caso del Borja termina
en la pérdida de todo lo que adquirió, aún cuando hizo cada cosa que se debía hacer.

Capítulo VIII,

De Quienes Llegaron al Principado Cometiendo Crímenes

Existen en la historia dos maneras de adquirir un principado, la primera mediante el uso del
valor y de las armas, ya sean propias o ajenas, o mediante la comisión de crímenes que permite
usurpar al poder sin haberlo ganado. el primer modo es ya sabido por los anteriores capítulos
el segundo permite conquistar el principado más no la gloria.
Podría entenderse crímenes como aquellos actos de crueldad que generan en las personas
temor y amenaza. Dichos actos pueden o no ser útiles y buenos en su uso dependiendo del
momento y la prolongación en el tiempo.
Maquiavelo fue el escritor de una de las obras de teoría política más importantes de la
historia
Son buenos o verdaderamente útiles aquellos cuyo uso se rige a la corrección de un
problema específico, y se realicen de una sola vez para no estar obligados a tener que
mantenerlos por el tiempo, por ello este tipo de crueldad puede ser fuerte siempre que sea a
su vez momentánea.
La crueldad que se constituye en inútil es aquella que se deriva de los actos repetitivos o
mantenidos en el tiempo mediante la fuerza y la criminalidad. Estos actos generan en la mente
del pueblo y de los grandes la apariencia de despotismo, y en sus afectados el deseo de
venganza, que si fuese en un solo acto perecería por quedar anulados los indiciados, pero que
al ser repetitiva engendra la sensación constante de peligro en todos.

Capítulo IX,

Del Principado Civil

Existen en el mundo dos tipos de gobierno: los principados y las repúblicas, las últimas ya las
ha tratado Maquiavelo en otro libro, y lo principados por su parte pueden ser civiles o
heredados.
De los civiles trata este capítulo en los cuales el poder se consolida por sus conciudadanos
que hacen ascender a uno de ellos sin necesidad ni de valor, fuerza, violencia o crimen; sino
por la astucia.
En estos casos se escalona al poder por influencia, la cual o procede de los grandes, o
procede del pueblo; cuando dicha procede de los grandes es difícil de conseguir y difícil de
conservar, porque ven en el príncipe un igual, que no puede limitarles y a su vez el príncipe
costosamente mantendrá a todos los grandes ciudadanos contentos, siendo ellos por su poder
y dinero enemigos influyentes, pero por su reducido número fáciles de acabar o suplir.
El pueblo es entonces mucho más fácil de satisfacer, pues sus fines son más humildes: el no
ser más gravosa la opresión, y que por su cantidad encontrará el príncipe que si le tiene en
contra tendrá enemigos en cada paso, y si le tiene a favor tendrá en ellos aprobación a lo que
haga. Debe el príncipe siempre entonces tener en cuenta que el pueblo es su mayor aliado,
pues no le reconoce igual, sino superior, y si asciende de él tampoco le reconocerá igual los
grandes.
Ahora cuando asciende por los grandes, debe el príncipe ganarse al pueblo, que de esperar
poco y obtener mucho le amará, en esa medida ganará el favor para poder controlar o castigar
a su antojo a los grandes.
Sepa el príncipe también que en tiempo pacíficos el pueblo siempre dirá que lucha por su
patria, pues la necesita, pero ante la tormento abandona porque deja de necesitarla. La
verdadera inteligencia del príncipe consiste en hacer que le necesite su pueblo del gobierno
incluso en las más precarias situaciones.

Capítulo X,

Como Deben Guardarse las Fuerzas de Todos los Principados

En su defensa existen dos tipos de principados: aquellos cuyo territorio permite la defensa
completa de sus intereses por poseer en sí mismo riqueza y ejército, y aquellos que dependen
de la defensa ajena.
Los que poseen pocas defensas, deben saberse de guardar provisiones y fortificar bien sus
ciudades, así obtendrán múltiples beneficios de la defensa. Así mismo quienes poseen bastos
territorios han de hacer como de pequeños y fortificar en el todas sus ciudades.
Este elemento permite por un lado evitar una invasión súbita, que de ser hecha debería ser
prolongada si se poseen recursos. Así quien le ataque lo hará sólo en caso necesario para evitar
el desgaste, y quien en el se refugie confiará en su príncipe.
También tendrá a su favor el príncipe a la gente cuando se recupere, pues para haber el
enemigo ganado debió hacer múltiples asolaciones e irritado en gran medida a los locales,
quienes en campaña de reconquista apoyarán al príncipe.
Capítulo XI,

De los Principados Eclesiásticos

A todas luces, los principados eclesiásticos son fáciles de adquirir y más aún de conservar,
pues para adquirirse no requieren sino (a) del mérito personal o (b) de la fortuna, pudiendo
cada cual engrandecerse a sí mismo para hacerse con ellos.
Y luego para ser conservados, no lidian con tantos problemas, pues el peso de la antigüedad
y de la tradición que representa la iglesia, y el respeto que se le tiene, son tan fuertes, que (a) ni
los demás príncipes quieren hacerse con sus tierras, (b) ni sus súbditos los ven con maldad, sino
más bien con mucho aprecio, (c) y tienen además a su disposición gratuita la iglesia.
En suma, que el príncipe goza en ellos de seguridad y felicidad. Y si se puede hacer un aporte
a lo dicho, sería que su dicha dura, lo que dure el respeto que se le tenga a la iglesia.

Capítulo XII,

De las Diferentes Especies de Milicia y de los Soldados Mercenarios

El buen gobierno es aquel que se asegura dos cosas, buenas leyes y una buena milicia,
teniendo ambas cualquier estado puede asegurarse la supervivencia, así lo expresa
Maquiavelo, pero siendo mucho más dificultoso y pormenorizado explicar como hacer buenas
leyes, y siendo tan necesario para las buenas leyes los buenos soldados.
Pues no hay ley que no requiera de la espada, ni espada que no haga estragos sin leyes, se
habla solo de los soldados.
 Ejércitos de ciudadanos
 Ejércitos de mercenarios

Se distinguen así dos tipos de ejércitos: (a) el que está conformado por ciudadanos, y (b) los
que están conformados por extranjeros, es decir, por mercenarios, a los que no liga más que la
paga para que sirvan. Mientras a los ciudadanos también los mueve su propio nombre, el de su
familia y el gozar de todo lo que consigan en el mismo lugar.
Esta distinción es solo nominal, pues está clara para nuestro autor que los mercenarios son
el peor de todos los ejércitos, pues en tiempos de paz consumen la fuerza del estado, y en
tiempos de guerra son los primeros en abandonar todo aquello que no los ata.
Y como nadie contrata tropas solo para que existan en tiempos de paz, y son inútiles en
tiempos de guerra, no ofrecen ninguna ventaja.
Además, por el poder de las armas, y de sentirse necesarios, son calientes con los amigos,
pero luego, en guerra, al no dolerles el destino de lo que protegen, son más bien cobardes en
la guerra. Su única utilidad es que, en ausencia de cualquier otra cosa, pueden dar tiempo al
estado.

Capítulo XIII,

De las Tropas Auxiliares, Mixtas y Nacionales

Luego del capítulo 12, que expone los inconvenientes de servirse de tropas mercenarias,
Maquiavelo hace ahora la aclaración de que las tropas extranjeras, aunque no sean
mercenarias son igual de malas, pues, sin ser cobardes, son fieles a otro.
Es acá cuando se concluye que la única tropa de la que puede servirse con total confianza un
príncipe son aquellas nacionales, y que incluso, cuando se sirve de tropas que son en parte
nacionales, y en parte extranjeras, también se hace un daño el gobernante, porque se obliga a
depender de estas últimas, y se vuelve inútil sin ellas.
 Tropas mercenarias
 Tropas extranjeras
 Tropas mixtas
 Tropas nacionales

Así, tenemos tres efectos diferentes: (a) las tropas mercenarias no sirven porque son
cobardes, ociosas y no temen hacerle daño a los súbditos del príncipe, pero (b) las tropas
extranjeras ─auxiliares─ que son proveídas por otro príncipe, también son dañinas, pues
aunque no sean cobardes, su valentía es un peligro.
Si estas tropas pierden una batalla para el príncipe, este no solo pierde sus posesiones, sino
que se haya además endeudado con otro, y si ganan una batalla, lo que ganen queda a
disposición de su señor, luego el príncipe no gana nada tampoco, sino que hace ganador con su
causa a otro príncipe, que es siempre un posible rival.
Y por último, (c) las tropas mixtas ─nacionales y extranjeros─ no pueden tampoco ser la
solución, porque aunque sean mejores y más controlables que las anteriores, su existencia
deteriora la capacidad del príncipe de entrenar por su cuenta un ejército completo, y se haya
siempre incapacitado.
Y ni puede atacar a este aliado, ni lo puede perder sin quedar a merced de otro, que
aproveche su incapacidad.

Capítulo XIV,

De las Obligaciones de un Príncipe con Respecto a la Milicia

Siendo la labor del príncipe cuidar lo que le es propio, esto es, su principado, debe entonces
conocer sobre el arte de cuidar principados, que no es otra cosa que el arte de la guerra, pues
de lo contrario perderá con facilidad todo lo que posee.
El arte de la guerra es el único estudio a que deben dedicarse los príncipes

Nuestro autor nos cita varios ejemplos de cómo un gobernante, por no saber cuidar lo que
posee, pierde todo, como en el caso de los hijos de Sforcia, y de cómo al saber sobre ejércitos y
el arte de la guerra, se han alzado grandes gobernantes como Alejandro Magno o César.
Así pues, un gobernante siempre debe entender cuestiones de guerra, pues aunque se halle
en tiempos de paz, la suerte es algo efímero, y habrá en el futuro que hacerse de las armas
para conseguir lo que se quiere, o defender lo que se tiene.
En suma, que un príncipe que no sabe luchar, tiene garantizado su fracaso.
Y recomienda por ello Maquiavelo a todos los príncipes el aprender de cacería, pues esta
actividad les ayuda a mantener vivo en ellos el espíritu de la estrategias y las armas, y el
conocimiento del terreno.
Capítulo XV,

Porqué Cosas los Hombres, y en Particular los Príncipes, Merecen Ser Alabados o

Vituperados

En este capítulo, se nos plantean dos ideas centrales, por las cuales sería recordado
Maquiavelo posteriormente: (a) primero, la dicotomía entre lo que debe ser y lo que es, y quizá
el primer escrito que lo adopta como un planteamiento esencial para el gobierno.
 Lo que es no siempre es lo que debería ser
 El buen príncipe sabe mostrarse como le conviene

De aquí que sea llamado nuestro autor como el fundador de la ciencia política moderna,
pues este mismo planteamiento fundamenta la realpolitik.
Y segundo (b) la desmitificación del príncipe-filósofo que desde el mundo griego había sido
el eje de un gobernante ideal, por la de un príncipe-estratega.
Así por ejemplo, Maquiavelo no recomienda al gobernante hacerse de cuanta virtud exista,
sino de cuanta virtud o defecto le ayude a mantenerse con sus dominios, y a poder dominar
otros.
Por ejemplo, si le es menesteroso parecer cruel o avaro para lograr que los enemigos le
huyan o no se cuente en extorsionarlo, el príncipe debería de parecerlo, pues eso le representa
mantenerse con sus posesiones.
Capítulo XVI,

De la Liberalidad y de la Parsimonia

Continuando la secuencia del capítulo anterior, se nos plantea el caso concreto de una virtud
─la generosidad─ y de un vicio ─la tacañería─, para denotar hasta qué punto no siempre lo que
debe ser moralmente, responde a lo que debe hacer un príncipe, o mejor dicho, a lo que debe
ser razonadamente.
De esta manera, (a) si un príncipe quisiera ser tenido por generoso, corre muchos
problemas, porque, si es muy generoso se agotan sus arcas, y con ello sus ejércitos, pues no
hay hombres que sirvan sin que se les de nada, y pone en riesgo todo lo que lo hace un
príncipe, sus súbditos y su principado.
 Mostrarse generoso no aporta nada al príncipe
 Mostrarse tacaño en cambio, no le aporta, pero no le trae problemas tampoco

Además, a quienes beneficia, poco se lo agradecerán, pues siendo el pueblo olvida


fácilmente, y siendo un noble, tiene también intereses que preservar.
Y si quisiera mostrarse solo un poco generoso, nadie lo notará, y en cambio se lo
reprocharán, porque la gente juzga con la medida de lo completo, y esperan una generosidad
imposible.
En cambio (b) si al príncipe lo tacharan de tacaño, nada pierde, pues así, a los que nos les
quite nada, que son generalmente los más poderosos, lo tendrán por bueno, y hasta por
generoso, y a los que no les de todo lo que pidan, raramente lo tendrán como enemigo.
Capítulo XVII,

De la Crueldad y de la Clemencia; y si Vale Más ser Amado que Temido

Este capítulo es quizá uno de los más emblemáticos de toda la obra de Maquiavelo, y no
faltan razones, pues saber hacer él una buena descripción de los argumentos que lo llevan a
concluir que vale más ser temido que ser amado por sus súbditos.
Esta conclusión se desarrolla por tres factores: (a) primero, que siendo tanto el ser amado
como el ser temido, algo valioso y a lo que se le puede sacar provecho, es difícil que alguien sea
al mismo tiempo, y por las mismas personas, tanto amado como temido.
Así que un gobernante debe entender esto, para no esperar sino a decidirse por una, y
permitir que la otra sea ocasional.
... porque es preciso confesar que mas pronto olvidan los hombres la muerte de sus
parientes que la pérdida de su patrimonio.

Segundo (b) porque a lo que se llama ser temido, no es en realidad otra cosa, que la
severidad del gobernante, por lo que el que espera que no se le tema, carece de todo temple, y
por tanto no tiene ni el más mínimo atributo con el gobernar.
 No se puede al mismo tiempo ser amado y temido
 Se teme siempre a un buen gobierno
 No se puede hacer que alguien ame, pero si que tema

Sobre esto vale la pena acotar que Maquiavelo habla de las penas, y de cómo la sanción
ejemplar es parte de lo que el gobernante debe hacer, y de cómo debe hacerla. No debe tocar
el patrimonio de las personas, sino su vida, y no tocar tampoco a sus mujeres.
Si el gobernante hace esto, se le tendrá por justo aunque se le tema.
Y por último (c) porque nadie puede hacer que le amen y contar con ello, así que quien
espera que un pueblo lo ame, anda a ciegas y no puede valerse de ello para nada; en cambio sí
se puede contar con ser temida, y con las consecuencias de ello, por lo que un príncipe sabio
debe valerse de lo que puede usar, y de lo que realmente tiene.
Capítulo XVIII,

Si los Príncipes Deben ser Fieles a sus Tratados

Más que fiel a sus tratados, aquí se expone si debe el gobernante ser fiel a la imágen que se
tiene de él, es decir, si debe ser coherente con los valores que predica.
Y la respuesta es clara, no se debe, pues el objetivo del príncipe que conoce el arte de
gobernar, es mantener sus posesiones, no ser un ejemplo de virtud; así que cuando deba
mentir o engañar, para mantener su poder, debería hacerlo, pues es coherente con sus fines.
Sin embargo es práctico y ventajoso tenerse por bueno ante los ojos de las personas, pues
entre pudiendo tenerse por bueno, o tenerse por malo, no tiene sentido escoger los segundo.
Y como la gente toda ve, pero no todos comprenden lo que ven, darse por bueno es
sumamente útil.
Y también por este mismo motivo, si el gobernante logra algo, independientemente de los
medios, la muchedumbre lo querrá, pues nadie puede ver el medio, pero si pueden ver el
resultado. De aquí la famosa frase que se dice ser de Maquiavelo: "el fin justifica los medios".
Aunque Maquiavelo diría más bien: "la gente justifica los medios", así que es mejor tener
resultados que muy buenos fines.
 El príncipe se dedica es a gobernar
 Las personas son tontas y viciosas
 Las personas juzgan por lo que ven

Así que este capítulo, aunque no muy extenso, tiene tres de las principales premisas que se
usan al referirnos al pensamiento de Maquiavelo: (a) las personas son en general viciosas y
tontas, (b) las personas poco entienden y en cambio si ven cualquier cosa, y (c) el príncipe debe
conocer esto, para poder controlarlas ─engañarlas─.
Pues un gobernante gobierna sobre personas.
Y a las personas les gusta lo que se ve bueno, y lo que se ve correcto, y lo que les reporta
beneficio. Así que el príncipe lo hace, no por él, sino por su necesidad de gobernar.
Capítulo XIX,

Que el Príncipe ha de Evitar que se le Menosprecie y Aborrezca

El príncipe se encuentra en una situación, en la que lidia siempre, o con el pueblo o con
grupos de personas que tienen para sí poder, como los nobles, el clero o la milicia, así que
depende, no solo de sus armas, sino de su reputación, siendo las armas una forma de
conservar esta reputación, más que de repararla.
Pues lidiar constantemente contra las intrigas internas o contra la amenaza externa es
desgastante, y en algún momento se encontrará vencido. Siendo quien empuña las armas, y
quien las hace, este mismo pueblo y estos mismos grupos de poder.
Así que debe cuidarse mucho el príncipe de que no se le crea fácil de dañar, o tan
insoportable que se prefiera luchar contra él.
 Respetar la propiedad y las mujeres
 Ser tenido como fuerte y decidido
 Contentar al pueblo
 Tratar con respeto a los nobles

Para evitar esto solo deben hacerse cuatro cosas: (a) no tocar la propiedad privada ni a las
mujeres de sus súbditos, (b) no crearse la fama de inútil y débil, (c) mantener contento al
pueblo y (d) no tocar sin una excusa a los poderosos.
Si hace esto, habrán poco resentidos y pocos a quienes convencer de conspirar.
Capítulo XX,

Si las Fortalezas y Otros Medios que Parecen Útiles a los Príncipes, los son en Realidad

Algunos príncipes, para mantener sus posesiones, han hecho uso de medios como (a)
desarmar a sus súbditos, (b) fraccionar el poder interno de estos, (c) despreciar a quienes no le
han sido de agrado, o (d) construir fortalezas.
De todo esto hace análisis Maquiavelo, llegando a la conclusión de que en su mayoría son
tanto útiles como inútiles según las circunstancias, y que por tanto, el príncipe debe
conocerlos, pero no confiar en ellos la seguridad de sus dominios.
Así, desarmar a sus súbditos es muy inútil cuando no se tiene otro estado propio, pues se
ofende al pueblo con ello, y, o se obliga el príncipe a defenderse con mercenarios ─siempre
desaconsejados─ o debe volver a armarlos, pero luego de haberlos ofendido.
 Nunca desarmar a los súbditos propios
 Nunca fraccionar un estado
 Nunca despreciar el favor de los antiguos adversarios
 Construir fortalezas no garantiza nada

Pero si se tiene otro estado, desarmarlos es muy acertado, y no basta sino que poco a poco
desincentive a aquellos que ya tienen armas; siendo su estado heredado mucho más fiel, y una
garantía para el gobernante.
Fraccionar al pueblo puede ser útil, cuando se pretende desincentivar la rebelión, pues las
facciones se vana entretener entre ellos, sin tener tiempo de fraguar contra el príncipe, pero
así mismo se hacen una amenaza si hay enemigos externos poderosos, pues crean dentro de sí
un propósito suficiente para invitar a los extranjeros.
No debe en cambio nunca el príncipe despreciar a los que le tenía por adversos, pues estos,
con tal de ganar su favor, sabiendo que aquel es el príncipe, prestarán mejores servicios que
los que ya se tienen por buenos servidores, pues los buenos servidores exigen también más, y
fácilmente se niegan confiados en su servicio.
Y por último, construir fortalezas es bueno si se tiene al pueblo de la propia parte, pues se
confía en que serán útiles contra el extranjero, pero, teniendo al pueblo en contra, estas
mismas fortalezas obstaculizarán recobrar el mando ante cada rebelión.
Capítulo XXI,

Porqué Medios Consigue un Príncipe Hacerse Estima

Como ha reiterado nuestro autor a lo largo de toda la obra, al gobernar un príncipe entre
hombre, debe siempre labrarse su buena voluntad, para lo cual debe hacer con la imágen de
un rey fuerte, decidido y magnánimo.
Esto se logra con tres acciones: (a) primero debe emprender grandes obras, pues la gente
necesita algo de lo que hablar, y nada impresiona más que las obras que nos sobrepasan, pues
demuestran en sí mismas e ineludiblemente, fortaleza y poder, así como generosidad.
 Emprender grandes obras
 Tomar partido
 Premiar y castigar con vehemencia
 Apoyar a quienes crean la riqueza
 Permitir que se le vea

Luego, (b) debe ser reconocido por tomar partido en los asuntos que le incumban al reino,
tanto exterior como interiormente, pues de no hacerlo se tacha de pusilánime, y queda
además fuera de intervenir en un asunto con el que luego tendrá que lidiar, así que es mejor
apoyar lo que más le convenga, que esperar a que el azar decida.
Debe además (c) dar castigos ejemplares y grandes recompensas a sus fieles, así, quienes
quieran agraviarlos conocen el resultado, y quienes le sirven tienen una ilusión que los motive.
Y por último, (d) debe de ser un mecenas digno de agricultores y artistas, que bien
protegidos logran generar riquezas y desarrollo, y mantienen al pueblo lleno y contento, y (e)
participar en actos de estado al que lo inviten, mostrándose siempre como hombre grande.

Capítulo XXII,

De los Ministros
Sobre esto podemos rescatar tres cosas: (a) la primera, que la mejor forma de conocer a un
príncipe, son sus ministros, pues, tanto los ha elegido, lo que demuestra su acierto, como lo
representan, vinculándole a su imágen.
La segunda (b) que hay tres tipos de talentos entre los hombres, los que pueden hacerse a sí
mismos los mejores genios, los que puede distinguir lo bueno de lo malo, y los que ni
entienden ni se les puede hacer entender.
A este le toca cuidar de los intereses del ministro que, por decirlo así, se olvida de sí mismo,
y colmarle de honras y bienes

Así que un príncipe inteligente debe al menos distinguir lo bueno de lo malo, y escoger
también, con este mínimo de cualidades a sus ministros.
Y por último, nos dice Maquiavelo (c) como llevar a los ministros, y como descubrir si son
buenos. Para descubrir si son buenos basta ver si dedican más tiempo a su vida, que a la cosa
pública.
Y para tratarlos, como son buenos los que olvidan su vida por el bien de la cosa pública,
debe el soberano suplir las necesidades de su vida, dándole cuantos honores y bienes hagan
falta, para que puedan aún más dedicarse a los negocios que se les encomendó, y siendo ellos
mismos el producto del príncipe, cuiden por propia voluntad su poder.

Capítulo XXIII,

Cómo se Debe Huir de los Aduladores

Como no puede el principe conocer de todo, ni puede tampoco estar en todas partes, debe
él oír a otros para tomar decisiones, pues si no lo hace, encuentra que todos sus proyectos
serán infructuosos.
Así que en principio, un gobernante que quiera no dejar al azar sus recursos y sus
posesiones, debe saber que su oficio implica también oír. Pero distinguir a quién oír y a quien
no puede ser también difícil, pues muchas personas quieren hablarle al príncipe, que es al final
la mayor de todas las dignidades.
 Escuchar a pocos
 Decir abiertamente que no no le incomoda la verdad

Por lo que muchos intentarán cautivarlo con mentiras y engaños, solo para conseguir su
propio beneficio, diciéndole constantemente halagos, que embriagan siempre el corazón de
los hombres.
Debe entonces el principe hacer dos cosas: (a) debe escuchar a pocos, y (b) a estos pocos
debe decirles abiertamente que no le molesta la verdad.
Al oír pocos se mantiene asesorado y conoce lo que ocurre, pero también se evita la
muchedumbre y la distorsión. Y al decir que no le molesta la verdad, se evita que la gente se
enseñe a adularlo para complacerlo, y puede distinguir mejor lo que es correcto de lo que no.

Capítulo XXIV,

Por Qué los Príncipes de Italia Han Perdido sus Estados

Durante la época que vivió Maquiavelo, a principios del siglo XVI, la península itálica se
encontraba invadida por múltiples potencias extranjeras, como Franceses y Españoles, y los
pocos estados que quedaban no pertenecían ya sino a pequeños señores feudales, o a
entidades que, aunque italianas, no poseían un príncipe terrenal, como el papado, o los
venecianos.
 Falta de ejércitos nacionales
 Falta de previsión
 Falta de mejores gobernantes

De esta forma, Maquiavelo intenta explicar este estado de cosas, en el que parece que Italia,
que tenía cierto sentido de unidad cultural, no ha podido ser como otros pueblos, que han
logrado unirse.
Nuestro autor nos da 3 razones: (a) primero, porque no han sabido valerse de ejércitos
nacionales, (b) segundo porque no se han preparado en tiempos de paz para las posibles
adversidades, y (c) tercero, porque no han sabido ganarse el favor del pueblo y el de sus
propios señoríos.

Capítulo XXV,

¿Qué Influjo Tiene la Fortuna en las Cosas de Este Mundo, y De Qué Modo se le Puede

Hacer Frente Siendo Adversa?

Aunque pareciera que este artículo fuera a contener las conclusiones finales de nuestro
autor, que a modo de resumen fueran a sintetizar en unos breves párrafos que hacer para
evitarse los problemas que trae el azar, no es así.
Más bien se nos explica que el único problema que trae el azar es no dar por hecho que
existirá, y que cualquiera que tenga presente que el azar existe, y que las cosas
inevitablemente cambiarán, puede salir bien librado, porque sabiendo que se debe corregir, se
corrige, pero no sabiendo se corre siempre un grave riesgo.
De todo esto es preciso concluir que aquellos que no saben mudar de método cuando los
tiempos lo requieren, prosperan sin duda mientras van del acuerdo con la fortuna; pero se
pierden luego que esta se muda

Así que el método que nos da Maquiavelo es cambiar al son de los tiempos, y aprovechar
siempre las oportunidades que se tienen a mano, sin nunca descuidarse.
Su conclusión es simple, nadie puede prever plenamente que deparará el destino, pero si
puede hacerse a un refugio seguro, pues si algo puede dar por cierto, es que deparará algo.
Capítulo XXVI,

Exhortación para Libertar la Italia del Yugo de los Extranjeros

Por último, Maquiavelo terminaría dando a Lorenzo de Médici una exhortación para que él,
valiéndose de la información que maquiavelo le procura en su obra, de la posibilidad de
contratarlo, de su propio conocimiento, y de lo fortalecida que estaba su casa, que tenía de su
parte al papado, para que se hiciera con el control de Italia.
Para ello nuestro autor cita las ventajas de emprender dicha empresa, la posibilidad de
organizar suficientes tropas y no cometer el error de valerse de tropas mercenarias.
Además de lo fácil que resultaría hacerse del control de los estados resquebrajados como se
encontraban.
En fin, que le era fácil y propicio lograr la unificación italiana.

También podría gustarte