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Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin
distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o
étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los
mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son
interrelacionados, interdependientes e indivisibles.
Vivimos en un mundo en el que, cada vez más, prima la solidaridad y en él,
poco a poco, vamos tomando conciencia social sobre lo que pasa a nuestro
alrededor. Por ello, hoy queremos hablar acerca de la caridad, la solidaridad y
la justicia social.
La corrupción es una epidemia social que tiende a carcomer la base de la
sociedad misma, y está siempre en contraposición con la equidad y conciencia de
los intereses comunes. Se contrapone también con los valores morales que deben
prevalecer en los seres humamos.
Los Derechos Humanos
Los derechos humanos son los derechos que tenemos básicamente por existir
como seres humanos; no están garantizados por ningún estado. Estos derechos
universales son inherentes a todos nosotros, con independencia de la
nacionalidad, género, origen étnico o nacional, color, religión, idioma o cualquier
otra condición. Varían desde los más fundamentales hasta los que dan valor a
nuestra vida, como los derechos a la alimentación, a la educación, al trabajo, a la
salud y a la libertad.
Los derechos humanos están consagrados en las leyes de todas las naciones y
tratados internacionales, son indivisibles, interdependientes, inalienables y
universales. Esto significa que deben cumplirse en su cabalidad (y no
parcialmente), que deben cumplirse todos siempre, que no pueden quitársele a
nadie por ninguna circunstancia y que aplican a todos los seres humanos sin
distingo. Estos derechos, además, estarían por encima de cualquier tipo de
ordenamiento jurídico.
De hecho, existen instituciones internacionales de alcance mundial que velan por
la preservación de los derechos humanos y pueden impulsar sanciones para los
países en donde no se les preste la debida atención. La violación de los derechos
humanos se considera un delito que no prescribe y que debe ser mundialmente
perseguido.
Sin embargo, la teoría de los derechos humanos no siempre se cumple a
cabalidad, y en el complejo mundo político de hoy son muchas las coyunturas que
lo impiden. Resistencias culturales, conveniencias políticas o la pérdida de fe en
los valores detrás de estos derechos son algunas de esas razones.
Actualmente, todos los Estados del mundo han suscrito al menos uno de los
numerosos tratados respecto a los derechos humanos universales, y el 80% de los
países ha suscrito alrededor de cuatro de ellos. De aumentar esta tendencia,
podría suponerse un futuro más igualitario y más justo para las generaciones
humanas por venir.
Los derechos humanos se proclamaron por vez primera durante la Revolución
Francesa de 1789, bajo el título “Declaración de los derechos del hombre en
sociedad”; aunque en realidad fueron el primer paso en firme de un largo proceso
cultural que tiene raíces en las distintas concepciones de la “dignidad humana”
arraigada en las culturas occidentales y orientales.
La Revolución Estadounidense, posteriormente, siguió los lineamientos de
“libertad, igualdad, fraternidad” de los revolucionarios franceses, en pro de fundar
una nación más igualitaria, si bien la esclavitud de los negros seguía siendo un
ítem pendiente de la lista.
El nacimiento de la Organización de las Naciones Unidad (ONU), al término de
la Segunda Guerra Mundial, dio paso a la Declaración Universal de los Derechos
Humanos (1948), un intento de sentar las bases de un orden social mundial.
Posteriormente se aprobaron diversos tratados en la materia, como la Convención
Europea de los Derechos Humanos (1950), los Pactos Internacionales de
Derechos Humanos (1966) y la Convención Americana sobre los Derechos
Humanos (1969). Tratados más recientes abordan temas específicos como los
derechos del niño y el adolescente, o de las personas con discapacidad.
Caridad y solidaridad
La caridad se define como el sentimiento de interesarse por las condiciones de
otros, generando un motivo que impulsa a querer ayudarlos.
La solidaridad, por otra parte, es un concepto que va un escalón más allá. La
solidaridad es un sentimiento compartido por un grupo de individuos con la
intención de pertenecer a un mismo grupo social. Dentro del concepto de
solidaridad no se busca atender una necesidad específica temporalmente. Se
busca realizar un cambio de paradigma a fin de lograr un ascenso del estrato
social.
Si bien es cierto que la solidaridad también busca y persigue fomentar el interés
por aquellos que lo necesitan, lo hace desde una óptica diferente. La solidaridad
busca realizar una transformación igualitaria. Se persigue la eliminación de las
situaciones precarias no para la solución de un mal determinado, sino para atacar
las raíces de dichas situaciones.
El problema de la caridad.
Los seres humanos tendemos a mirar a quienes están por encima de nosotros
como a «dioses». Por tanto, cuando ejercemos la caridad lo estamos haciendo
verticalmente. El meta mensaje que estamos transfiriendo con esta verticalidad es
muy marcado. La caridad dice, estoy por encima de ti y me interesa ayudarte, ten
esto. No implica ponerse en el lugar del otro, o buscar una forma de mejorar la
situación de dicha persona.
Esto obviamente genera un sentimiento de orgullo en la persona que la ejerce.
Siendo perfectamente posible que situaciones como la vanagloria se hagan
presentes, Quien ejerce la caridad se sabe superior y su interés puede estar
ubicado en que esa diferencia de estatus se mantenga. Es uno de los grandes
problemas de quienes atacan solo la situación en lugar de las causas.
La riqueza y la pobreza
Ricos y pobres son los dos polos extremos de la equidad.
La razón nos dice que para que no haya pobre tan pobres no debería haber ricos
tan ricos. La mejor manera de acceder a esa posición, no es arrebatándosela a
otro, que es lo que el hombre ha hecho siempre desde el principio de los tiempos,
sino que deberían existir los medios para que todos puedan lograrlo.
La riqueza en si misma no es ni mala ni buena, es una condición humana que
significa gozar de opulencia, abundancia de bienes y prosperidad, que no es
motivo para sentirse ni avergonzado ni orgulloso ante los demás, ni para sentirse
culpable por tener demasiado, porque depende de las circunstancias, de dónde se
ha nacido, de la educación que se ha tenido, de las motivaciones personales y de
los deseos genuinos.
Pero la pobreza no es digna de un ser humano, no es algo merecido, porque
depende de las circunstancias que se han vivido, y no le permite a una persona
desarrollarse normalmente ni crecer como los demás a un ritmo sostenido
Lo único que puede salvar al mundo es la educación, porque sólo la educación
masiva traerá consigo la equidad.
No se trata que los ricos les den a los pobres lo que les sobra, sino que los pobres
tengan las mismas oportunidades y puedan cambiar su destino.
La obligación de los gobiernos de todas las naciones es evitar que grandes
riquezas estén en muy pocas manos, porque el dinero brinda poder y terminan
siendo las grandes corporaciones las que gobiernan para mantener las
diferencias.
Por esta razón los patrimonios personales deberían tener un límite que evite la
concentración exagerada de recursos en pocas personas, en detrimento de la
gran mayoría.
Mientras muchos carecen de lo mínimo para vivir, los ricos no se conforman con lo
que tienen y desean ser aún más y más ricos.
De modo que ser rico no implica estar ya satisfecho, sino que por el contrario
aumenta la insatisfacción por no ser tan rico como se desea.
Sin embargo, el rico vive esclavizado por su riqueza, porque su libertad ha sido
enajenada por todos sus bienes, mientras que el pobre está esclavizado por su
pobreza, porque su libertad ha sido enajenada por su lucha por la subsistencia.
Pobres y ricos son como las dos caras de una misma moneda, porque también los
nuevos ricos, que han sido pobres primero, comienzan a tener las mismas
aspiraciones que tienen los ricos, olvidándose completamente de su condición
previa; mientras que los ricos prefieren perder la vida antes que su fortuna.
Además de poder, el dinero brinda seguridad y la ilusión de poder comprar la
píldora de la juventud o conseguir el santo grial que les permita no morir jamás.
Pero el misterio de la vida equipara las diferencias, porque nos mide a todos con
la misma vara en el momento de la muerte, y de nada vale todo el oro del mundo,
porque ninguno se puede llevar nada y todos por igual van a parar al mismo lugar
sin compañía.
Con una diferencia, no importará nada lo rico que hayan sido, eso será lo de
menos, porque lo más importante al final será cómo se sientan antes de atravesar
el umbral, porque ese sentimiento será distinto según el tipo de persona que
hayan sido.
Pero la salvación no es sólo para nosotros, lo mismo que la fe. Todos están
llamados a conocer a Cristo y al Evangelio. Debemos predicarlo a tiempo y a
destiempo, para llegar de ese modo también nosotros a la salvación.
Índice
Introducción:..............................................................................................................1
Los Derechos Humanos............................................................................................2
Caridad y solidaridad.................................................................................................3
El problema de la caridad.......................................................................................3
La solidaridad como arma de cambio....................................................................3
La riqueza y la pobreza.............................................................................................4
Los vicios y la corrupción...........................................................................................5
El sentido cristiano de la vida....................................................................................6
Si no alcanzamos la salvación, nuestra carrera fue en vano................................6
Debemos esforzarnos para alcanzar la salvación.................................................7
No nos salvamos solos...........................................................................................7
Conclusión:................................................................................................................9