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La identificación de la integridad de una cultura con elementos antiguos o resistentes al cambio es con

frecuencia una maniobra e imperialismo o chauvinismo.

Y los individuos son mucho más interesantes que cualquier relato acerca de una pretendida autenticad.

Las culturas son dinámicas y el cambio es un elemento muy básico en todas ellas. La crítica también es
profundamente nativa a todas las culturas

El relativismo cultural imagina homogeneidad en donde realmente hay diversidad, consenso o sumisión
donde realmente ha oposición. ¿Por qué deberíamos seguir ideas locales en lugar de seguir las mejore
ideas que podamos encontrar?

El argumento del bien de la diversidad nos recuerda que nuestro mundo es rico en parte gracias a que
no coincidimos todos en un único conjunto de categorías, sino que hablamos diferentes lenguajes
axiológicos. Exactamente como pensamos que los diferentes idiomas en el mundo tienen sus dignidad y
sus belleza, y que es malo disminuir los recursos expresivos de la vida humana en general cuando un
idioma desparece, del mismo modo podemos pensar que cualquier sistema cultural tiene una belleza
distintiva propia, y que tendríamos un mundo empobrecido si todos asumieran un único sistema de
valores. Problema con las analogías es que los idiomas, como tales, no dañan a la gente, mientras que
las prácticas culturales a menudo sí lo hacen. Podríamos pensar que el cómico o el bretón deberían ser
preservados, sin pensar lo mismo de la violencia doméstica, o de la monarquía absoluta, o de la
mutilación genital.

En definitiva, pues, la objeción no socava la búsqueda de valores universales, sino que la requiere, en
cuanto nos invita a preguntarnos si los valores culturales en cuestión se encuentran entre los que vale la
pena preservar.

Finalmente tenemos el argumento del paternalismo. El misma forma que cuando hacemos uso de un
conjunto de normas universales como patrón de medición para las diferentes sociedades del mundo,
diciéndole a la gente lo que es bueno para ella, demostramos muy poco respeto por la agente como
agentes) y, en relación con ello. Por su papel como ciudadanos en una democracia. La gente es la que
mejor sabe qué es bueno para ella, y si le impedimos realizar sus propias opciones, la tratamos como a
niños. La actitud de respeto ante las elecciones de la gente difícilmente parece incompatible con al
aceptación de valores universales. En efecto, la misma parece apoyar explícitamente por lo menos un
valor universal: el de tener oportunidad de pensar y elegir por uno mismo. El pensar acerca del
paternalismo nos brinda una razón muy firme para respetar la variedad de modalidades que los
ciudadanos eligen realmente para conducir sus vidas en una sociedad pluralista, y para preferir, por
tanto, una forma de universalismo que sea compatible con los tipos más significativos de libertad y
lección. Pero la tolerancia religiosa, libertad de asociación y las demás libertades mayores son ellas
mismas valores universales. Estas requieren de una visión universalista para su reconocimiento y su
protección en contra de aquellos que no quieren que la gente elija por sí misma.

Si paternalismo significa simplemente indicarle a la gente que no puede comportarse de una


determinada manera en la que se ha comportado tradicionalmente y en la que quiere que comportarse,
todo proyecto legal de derechos es “paternalista”, respecto de familias, grupos o prácticas, o incluso
piezas de la legislación que amenazan a la gente en el sentido de un respeto insuficiente o desigual.
Estos casos son diferentes de los casos clásicamente controvertidos acerca del paternalismo (como los
casos de usar cinturón de seguridad o casco protector), porque aquí se encuentran implicados temas de
justicia: se está infligiendo un daño a la gente, la libertad de algunos de perseguir su propio bien está
interfiriendo con las legítimas aspiraciones de los otros. Es totalmente coherente rechazar ciertas
formas de paternalismo mientras se apoya otras que subrayan ciertos valores centrales sobre una base
igualitaria.

La libertad no es sólo cuestión de tener derechos escritos en un papel, sino que exige estar en una
posición que permita hacer usos de esos derechos. Y esto exige recursos materiales e institucionales,
incluyendo la aceptación legal y social de la legitimidad de las exigencias de las personas. El estado que
se encamina a garantizar al pueblo en forma efectiva sus derechos debe ponerse firme con algo más
que con la importancia de estos mismos derechos. Tendrá que ponerse forme con la distribución de la
salud y del ingreso, con la distribución de los derechos de propiedad, con el acceso al sistema legal, en
síntesis con el usos de los recursos para garantizar a los ciudadanos el valor equitativo de las diferentes
libertades. Esto requiere más universalismo y, en cierto sentido, paternalismo, es decir, intervención en
alaguna de las actividades que elige cierta gente. Pero difícilmente podríamos decir que aquellos niños
de áreas rurales, viviendo en un estado de virtual anarquía, sean liberas para hacer lo que desean.

La visión que buscamos debería preservara las libertades y las oportunidades para todas y cada una de
las personas, tomas una por una respetando a cada una de ellas como un fin en más que simplemente
como el agente y el soporte de los fines e otros.

El enfoque según capacidades surge naturalmente del reconocimiento de que cada persona tiene sólo
una vida para vivir, y no más que una, de que la comida en el plato de A no alimenta mágicamente el
estómago de B, que el placer que siente el cuerpo de C no hace menos doloroso el sufrimiento de D, de
que el ingreso generado por la actividad económica de E no ayuda a que F tenga techo y comida, y de
que, en general, la extraordinaria felicidad de una persona no hace mágicamente feliz y libre a otra
persona. Los programas que tienen por meta la elevación del bienestar general o promedio no mejoran
la situación de los que están en peores condiciones, a no ser que tales programas se dirijan
directamente a operar para mejorar la calidad de vida de esa gente. Si combinamos esta observación
con la idea de que cada persona es valiosa y merecedora de respeto como un fin en sí, hemos de
concluir que no deberíamos mirar solamente la totalidad o al promedio, sino al funcionamiento de odas
y cada una de las personas. Podemos denominar esta idea como principio de cada persona como fin.

Si aceptamos que los ciudadanos son todos dignos de preocupación y respeto, y si aceptamos que viven
vidas separadas en el sentido que acabamos de caracterizar, debemos concluir que la política no debería
tratar a la gente como agente o soporte de otra gente cuya misión en el mundo es ejecutar el plan de
vida de algún otro. La política debería tratar a cada uno como fin, como fuente de participación activa y
digno por sí mismo, con sus propios planes para realizar y su propia vida para vivir, mereciendo por lo
tanto todo el apoyo necesario para su igualdad de oportunidades para constituirse en agente de ese
modo.
El enfoque más prominente acerca de la calidad de vida solía ser preguntara simplemente por el PIB per
capita, tratando la maximización de esta cifra como meta social más adecuada como base para una
comparación entre distintas culturas. Actualmente se ha hecho obvio que este enfoque no es muy
iluminador, porque no pregunta precisamente acerca de la distribución de la riqueza y del ingreso, y
porque países con cifras globales similares pueden mostrara grandes diferencias en la distribución.

Para lograr esta equidad se impone elaborar una lista con una pluralidad de diferentes puntos, y que no
tratará esos puntos ofreciendo solamente diferentes cantidades de un solo bien único y homogéneo.
Tampoco se enfocará la medición en cómo se siente la gente con respeto a su relación para con esos
bienes, sino que debería procurar así mismo información acerca de qué es ella capaz de hacer y ser. Un
enfoque que contempla un grupo de recursos básicos y pregunta luego acerca de su distribución,
adelantando criterios para una ubicación social justa. Incluye libertades, oportunidades y facultades, que
son capacidades de los ciudadanos en su entorno social. Estructuralmente similar es la base del respeto
por sí mismo, una característica de sociedad en relación con las facultades de las personas.

Se necesita un enfoque que sea respetuoso de la lucha de cada persona por su florecimiento, que trate
a cada persona como un fin y como una fuente de participación activa y de valía en sí misma. Parte de
ese respeto significa no ser dictatorial acerca del bien, por lo menos con los adultos y en algunas áreas
centrales de la elección, dejando a los individuos un amplio espacio para importantes tipos de elección y
para afiliaciones significativas. Pero este gran respeto significa asumir una posición firme respeto a las
condiciones que les permiten seguir su propio saber y entender, libres de tiranías impuestas por la
política y por la tradición. Esto a su vez requiere tanto la generalidad como la particularidad, tanto los
patrones de medición globales como el conocimiento detallado de la variedad de circunstancias y
culturas en las cuales la gente se está esforzando por salir adelante.

(De todas maneras, en el machote de esta guía están clarificadas todas las capacidades que ella
enumera en su lista, por si te hicieran falta)

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