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Define el concepto de “unión dinástica” aplicado a

Castilla y Aragón en tiempos de los Reyes Católicos y


describe las características del nuevo Estado.
La reunión de varios reinos, estados o dominios bajo un mismo soberano o gobernante por
derecho sucesorio es lo que comúnmente se conoce como una “Unión Dinástica”. Como
consecuencia, una única persona –o un matrimonio, como fue el caso de los Reyes
Católicos- los gobierna sin que estos pierdan sus instituciones, leyes e identidad; los
llamados particularismo. Es decir, no se fusionan, sino que mantienen su independencia a
pesar de tener al mismo monarca.

Este concepto se aplica, en el caso peninsular, a la entidad política que englobó a las
Coronas de Castilla y de Aragón. En los siglos XVI y XVII esta recibió la denominación de
Monarquía Hispánica, donde cada reino mantuvo sus propias instituciones hasta la
aprobación de los Decretos de Nueva Planta que siguieron a la Guerra de Sucesión
(1701-1713).

Una vez asegurada su posición en Castilla y Aragón, los Reyes Católicos procedieron a
reorganizar políticamente sus reinos con el objetivo de reforzar el poder de la monarquía y
establecer la uniformidad religiosa. Este último aspecto se concretó, fundamentalmente, en
dos medidas:

● Con permiso papal crearon, en 1478, el Santo Oficio o Inquisición para controlar la
uniformidad religiosa.
● Con el fin de controlar el nombramiento de los obispos (Patronato Regio),
fomentaron las regalías.

La uniformidad religiosa a la que aludíamos anteriormente se concretó en la expulsión de


los judíos decretada en 1492. El resultado de esa medida fue la salida de la Península de
70.000 sefardíes -los judíos llamaba Sefarad a España- y la conversión al cristianismo de
cerca de 50.000. También se ejerció presión sobre los mudéjares para lograr su conversión,
especialmente en el territorio granadino.

Además, durante su reinado los Reyes Católicos crearon otros instrumentos para aumentar
su poder. Entre ellos cabe destacar el reclutamiento de un ejército permanente pagado por
el Estado y un cuerpo de funcionarios reales. La política institucional se orientó al fin de
establecer una monarquía autoritaria y fuerte. Isabel y Fernando trataron de socavar los
privilegios políticos de la nobleza, la Iglesia y las ciudades con el objetivo de reforzar el
poder central. Para ello reformaron instituciones ya existentes, especialmente en Castilla:

● En 1480 se reorganizó el Consejo Real de Castilla, principal órgano de gobierno.


● Las Cortes de Castilla perdieron buena parte de su poder y sus funciones.
● Los municipios contaron con un funcionario dotado de amplios poderes y al servicio
de la Corona, el corregidor.
● Se potenció la Santa Hermandad, encargada de velar por la seguridad en los
caminos y el entorno de los municipios.
Explica las causas y consecuencias de los hechos más
relevantes de 1492
Antes de abordar las causas y consecuencias de los acontecimientos y procesos más
relevantes del año 1492, es preciso establecer cuáles fueron. Por sus repercusiones
políticas, culturales y demográficas, así como por su repercusión histórica, cabe mencionar
tres: la expulsión de los judíos, la finalización de la conquista del Reino nazarí de Granada y
el descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón.

Los dos primeros acontecimientos están estrechamente relacionados, pues formaban parte
de la política de uniformidad religiosa emprendida por Isabel y Fernando. Esto respondía a
la idea de que la fe cristiana era el fundamento espiritual y político de la unidad de los
reinos. Al mismo tiempo, que se consideraba la homogeneidad religiosa condición sine qua
non para la prosperidad y la paz interior.

Sin embargo, otra causa no menos importante de ambos procesos históricos tiene que ver
con la conveniencia de obtener nuevas posesiones, ya sea en tierras, rentas o súbditos.
Esto se logró, como es evidente, a costa del reino granadino y de los numerosos bienes
incautados o comprados a bajo precio a los judíos expulsados. Por último, otro factor a
tener en cuenta en el caso de estos últimos es la animadversión hacia ellos de buena parte
de la población castellana y aragonesa.

Comentadas las tres causas principales de esos sucesos, se procederá a resumir las
consecuencias más significativas. En primer término, se cumplió, al menos nominalmente,
el principio de uniformidad religiosa citado en los párrafos anteriores. Ahora bien, al abundar
en el caso de los musulmanes numerosas conversiones falsas, se generó el caldo de cultivo
para una serie de revueltas que jalonaron la siguiente centuria. Conflictos que no tocaron a
su fin hasta su expulsión a comienzos del siglo XVII. En definitiva, las restantes
consecuencias se circunscriben al caso de los moriscos, nombre que recibían los
musulmanes bautizados.

En lo que se refiere al descubrimiento de América, se ha de señalar como causa


fundamental el empeño personal de Cristóbal Colón por llevar a término la empresa de
alcanzar las Indias, atravesando el llamado mar Océana (ruta occidental). A esto hemos de
añadir las ventajas comerciales que suponía abrir esa nueva vía para el comercio, así como
el deseo de la reina Isabel de emprender una gran tarea evangelizadora. Por último, cabe
señalar, como un factor fundamental del éxito de la expedición, el avance que experimentó
la navegación durante todo el siglo XV, tanto en materia de técnicas como en cartas de
navegación e instrumentos (astrolabio, brújula, carabela…).

Las consecuencias del descubrimiento fueron abundantes y de gran importancia para la


Monarquía Hispánica. En un primer momento, América proporcionó a los reinos
peninsulares nuevos territorios y súbditos, así como productos desconocidos en Europa
hasta la fecha. A esto hemos de añadir la importante cantidad de metales preciosos que,
procedentes del Nuevo Mundo, comenzaron a llegar a Europa desde mediados del siglo
XVI. Además, alimentos autóctonos de esas tierras, como es el caso de la patata o el maíz,
contribuyeron a enriquecer la dieta de los europeos. Esto fue un factor decisivo para la
superación de las crisis de subsistencia y el incremento del grado de bienestar a partir del
siglo XVII.
Analiza las relaciones de los Reyes Católicos con Portugal
y los objetivos que perseguían
Las relaciones entre los Reyes Católicos y Portugal comenzaron siendo muy conflictivas,
por hostiles. Y ello porque la muerte de Enrique IV de Castilla (1454 – 1474), abrió una
época de guerra civil para dilucidar su herencia. En esta guerra, al tema dinástico se
unieron otros intereses: banderías nobiliarias, fortalecimiento del poder real contra la
nobleza. Un tema no menos importante se decidía en este conflicto: las tres grandes
coronas peninsulares se iban a fundir en dos.

Por el tratado de los Toros de Guisando en 1468, Enrique IV, reconocía a su hermanastra
Isabel como reina, pero la boda de esta, en secreto, con el heredero de Aragón, contrarió al
rey. En el testamento real definitivo reconoció la legitimidad de su hija Juana, la Beltraneja.
Habrá una guerra civil en Castilla entre los partidarios de Isabel-Fernando y los partidarios
de Juana la Beltraneja, recientemente casada a la edad de 13 años con el rey de Portugal,
su tío Alfonso V. En esta guerra y en este conflicto sucesorio, Portugal tendrá un papel
fundamental.

Portugal invadió Castilla y obtuvo una serie de éxitos iniciales, pero finalmente vence
Castilla en las batallas de Toro (1476) y Albuera (1479). Se firmó la paz en el tratado de
Alcaçovas, que vino a ser un conjunto de estipulaciones que pretendían resolver los
problemas pendientes entre Castilla y Portugal.

Entre otras cuestiones se acuerdan el matrimonio del heredero del trono de Portugal con
una de las hijas de los RRCC; Se fijan también los límites de navegación hacia el sur del
Atlántico de las naves castellanas (cabo Bojador, un poco más al sur de las Canarias).

Aparte, los descubrimientos de Colón habían hecho resurgir las tensiones nuevamente con
el país luso por el control de las nuevas tierras. Las desavenencias se solucionaron con el
Tratado de Tordesillas (1494), por el cual se trazó una línea divisoria entre las zonas de
influencia de cada reino, (370 leguas (5,5 kms) al oeste de las islas de Cabo Verde), que
dejó involuntariamente Brasil, aún ignoto, para Portugal.

Los objetivos que pretendían en un primer momento era afianzar su reinado en Castilla, reto
que no lograron hasta que no vencieron militarmente a sus adversarios castellanos aliados
a los portugueses. Una vez logrado este afianzamiento, con la política matrimonial,
pretendían bien consolidar la amistad con ese reino mediante matrimonios, o terminar
uniéndose también a la Monarquía Hispánica. Los Reyes Católicos casaron a su hija Isabel
con el infante Alfonso de Portugal y después con Manuel de Portugal, primo de su primer
esposo y con quien volverán a casar con otra de sus hijas, María, al morir su hermana
Isabel. De momento esta política no dio resultado, pero preparó el camino para que Felipe II
pudiera ser rey de Portugal por ser hijo de Isabel de Portugal (hija de María de Aragón y
Manuel de Portugal)

Compara los imperios territoriales de Carlos I y el de


Felipe II, y explica los diferentes problemas que acarrearon
Con el fin de desarrollar, de manera completa y organizada, la comparación entre las
posesiones de Carlos I y Felipe II, se abordará, en primer lugar, el ámbito territorial de cada
uno de esos imperios. Posteriormente se señalarán las principales diferencias entre ambos,
así como los problemas a los que tuvo que enfrentarse cada uno de esos monarcas.

Al iniciar su reinado en 1516, Carlos I heredó los siguientes territorios: de sus abuelos
maternos –los Reyes Católicos-, las Coronas de Castilla y Aragón con sus posesiones en
Italia, el norte de África y las tierras descubiertas en el continente americano. De su abuela
materna, María de Borgoña, recibió el Franco Condado, los Países Bajos y Borgoña.
Además, a la muerte de su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, heredó también sus
posesiones en Alemania y Austria, así como los derechos al título de emperador del Sacro
Imperio Germánico.

Al final de su reinado, tras las firma de la Paz de Augsburgo (1555) con los príncipes
protestantes, Carlos I decidió renunciar al poder y vivir sus últimos años retirado en el
monasterio de Yuste. De esta manera, dividió sus posesiones entre su hermano Fernando,
a quien cedió el título imperial y los Estados alemanes, y su hijo Felipe, a quien traspasó la
Monarquía Hispánica, a los que sumó los territorios borgoñones en los Países Bajos.
Aunque al comienzo de su reinado Felipe II (1556) Felipe II era, tanto en territorios como en
fuerza militar, el rey más poderoso del continente europeo, logró aumentar sus posesiones a
lo largo de las tres décadas siguientes. A la expansión en América y en Asia, donde hemos
de destacar la conquista de las islas Filipinas, hay que añadir la anexión del reino de
Portugal, la llamada Unión Ibérica de 1580.

A la hora de abordar las dificultades a las que se enfrentó Carlos I, se ha de tener en


cuenta, en primer término, la herencia recibida: un conjunto heterogéneo de territorios que
solamente tenían en común a su monarca. Estos se hallaban dispersos por Europa, así
como por los recién descubiertos territorios americanos. Esos problemas de desunión
territorial se contrarrestaron con una política integradora en la que el monarca se sirvió
fundamentalmente de dos instrumentos: el mantenimiento de la unidad religiosa en torno al
catolicismo y la idea de una monarquía universal.

En lo que a política exterior se refiere, el reinado de Carlos I se caracterizó por la defensa


de los intereses dinásticos de los Austrias. Tanto en su caso como en el de su hijo Felipe,
los problemas que padecieron por su legado territorial se debieron a tener como primer
objetivo mantener los territorios recibidos de su familia. A esto hemos de añadir los intentos
por mantener la hegemonía político-militar en Europa y la defensa del catolicismo. Desde
esta perspectiva se explican los principales problemas de su reinado: el enfrentamiento con
Francia y con los turcos, y la lucha contra la expansión del luteranismo en Alemania.

Por su parte, Felipe II le concedió más importancia a los reinos hispánicos. Ahora bien,
como hemos referido, siguieron prevaleciendo los intereses dinásticos sobre los
propiamente españoles. Su objetivo de mantener la hegemonía en Europa generó también
constantes focos de conflictos: enfrentamientos con el Imperio Otomano (batalla de
Lepanto, 1571), con Provincias Unidas (1568) e Inglaterra (1588).

Explica la expansión colonial de España por América y el


Pacífico en el siglo XVI
La herencia recibida por Carlos I era un conjunto heterogéneo de territorios que solamente
tenían en común a su monarca. Estos se hallaban dispersos por Europa, así como por
América. Esos problemas de desunión territorial se contrarrestaban con una política
integradora que tenía dos instrumentos principales: el mantenimiento de la unidad religiosa
en torno al catolicismo y la idea de una monarquía universal (idea de ser árbitro de la
Universitas Cristiana o imperio universal, por lo que todos los reinos cristianos le deberían
rendir obediencia y vasallaje, entendido en el sentido feudal).

El objetivo de la política exterior de Carlos I estuvo marcada por los intereses dinásticos de
los Austrias y no tanto por los intereses de los reinos hispánicos. Tanto en el caso de Carlos
I como de Felipe II, los problemas que padecieron por su legado territorial se debieron a
tener como primer objetivo mantener los territorios recibidos de su familia, costase lo que
costase, así como por intentar mantener una hegemonía en Europa con la religión católica.

Desde esta perspectiva se explican los principales problemas de su reinado: el


enfrentamiento con Francia y con los turcos, y la lucha contra la expansión del luteranismo
en Alemania.

● Guerras con Francia por el dominio europeo. Hubo cuatro guerras entre las dos
potencias, todas favorables a Carlos, destacando la batalla de Pavía (1525), en la
que Francisco I fue hecho prisionero.
● Guerras con el Imperio otomano, que era la principal potencia musulmana en aquel
tiempo. Estaban expandiéndose por el norte de África y Europa Oriental, por lo que
los territorios austriacos estaban en peligro. Además, la piratería practicada por
barcos turcos era un serio problema para la navegación por el Mediterráneo.
● Aparición del protestantismo en Alemania. A pesar de sus intentos, Carlos no
consiguió restablecer la unidad política ni religiosa de Europa. En 1555 se acordó la
llamada Paz de Augsburgo, por medio de la cual se reconocía la división religiosa
dentro de los territorios imperiales.

En el caso de Felipe II, le concedió más importancia que su padre a los reinos hispánicos,
aunque como hemos referido, siguieron prevaleciendo los intereses dinásticos sobre los
propiamente españoles. Su objetivo de mantener la hegemonía en Europa supuso también
un foco de conflictos constante: enfrentamientos con el Imperio Otomano (Lepanto),
Holanda o Provincias Unidas e Inglaterra (1588).

A nivel externo los problemas fueron:

● La sublevación de los Países Bajos. La revuelta de los Países Bajos tiene su origen
en la difusión del protestantismo y el rechazo de las elites flamencas a la presión
fiscal y el autoritarismo del rey. La persecución que desata Felipe II contra los
protestantes desató la rebelión general en 1566. Finalmente, y tras una dura
represión, los Países Bajos quedan divididos en dos zonas:
○ Las Provincias Unidas al norte, donde el protestantismo era mayoritario, y
que mantendrán una larga guerra de 80 años por su independencia.
○ Las provincias católicas del sur, que llegaron finalmente a un acuerdo y
volvieron a la obediencia de Felipe II.
● La Guerra contra los turcos a los que, en una alianza con Venecia y el Papa, se
derrotó en 1571 en la batalla de Lepanto. Lepanto supuso un freno a la expansión
turca, aunque no se acabó con la piratería mediterránea.
● La Guerra contra Inglaterra: los motivos de discordia arrancaban de la adopción del
protestantismo por la reina Isabel I, a lo que se sumó el apoyo que Inglaterra
prestaba a los rebeldes de los Países Bajos y los actos de piratería inglesa contra
los barcos que venían de América. En 1588 Felipe II decidió preparar la invasión de
Inglaterra con una Gran Armada (Armada Invencible) pero, finalmente, ésta fracasó
estrepitosamente y acabó destrozada por las tormentas.

Analiza la política respecto a América en el siglo XVI y sus


consecuencias para España, Europa y la población
americana
Después del descubrimiento de 1492, los nuevos territorios fueron incorporados a la Corona
de Castilla, desde donde se ejerció su control político y económico. Para ello se fundó, en
1524, el Consejo de Indias, de él dependía la Casa de la Contratación, organismo con sede
en Sevilla fundado en 1503. La administración política de los territorios americanos siguió el
modelo castellano, si bien se tomó la figura del virrey procedente de la tradición aragonesa.

En el ámbito económico, la principal consecuencia para España del descubrimiento y


conquista de América fue la llegada de abundantes productos, muchos de ellos
desconocidos en Europa, así como de metales preciosos. Estos pasaron a convertirse en
una fuente de ingresos esencial para la monarquía, pues el rey era el titular de las minas
americanas. Su explotación era concedida a cambio del llamado “quinto real”; es decir, el
20% de la producción. A esto hemos de añadir lo que supuso para Sevilla ser sede de la
Casa de la Contratación, institución desde donde se controlaba el comercio y se
organizaban las expediciones al Nuevo Mundo. Esta ciudad, al ser la única que contaba con
ese derecho, se vio notablemente favorecida en esa época.

La llegada de los metales preciosos –especialmente plata- de América, permitió también


que se produjera una importante expansión económica en la Europa del XVI. Esto se
manifestó, fundamentalmente, en una mayor circulación de moneda y en el enriquecimiento
de los principales comerciantes del continente. Más tarde, el empleo generalizado de
productos agrarios como la patata y el maíz, también produjeron un importante avance para
la mejora de la alimentación de los europeos. Ahora bien, el capitalismo no solo debe a
América la expansión monetaria del siglo XVI, sino también un intenso proceso de
acumulación de capitales. Estos se invirtieron, en primer lugar, en el comercio y,
posteriormente, en la agricultura y en la industria británica.

En lo que se refiere a la población indígena, cabe destacar que, para el trabajo de las
minas, los españoles emplearon a los autóctonos mediante la mita. Este sistema de origen
incaico les obligaba a trabajar en ellas a cambio de un salario paupérrimo. A esto hemos de
añadir que, la necesidad creciente de mano de obra, unida al descenso demográfico de los
nativos, endureció estas labores. La consecuencia más grave de todo esto es la
disminución de la esperanza de vida para este grupo de población.
Otro efecto de la colonización para la población americana fue el enrolamiento obligatorio
en plantaciones agrícolas, las llamadas encomiendas. Ahora bien, los altos niveles de
mortandad que afectaron a la zona del Caribe, llevó a que los españoles optaran por
trasladar africanos a América con el fin de sustituir a los indígenas ya fallecidos en las
mencionadas plantaciones.

Describe la práctica del valimiento así como sus


consecuencias para la monarquía
El valimiento fue un rasgo permanente de la monarquía hispánica en el siglo XVII. Los tres
monarcas del siglo XVII –Felipe III, Felipe IV y Carlos II- no tenían la talla política de sus
predecesores y delegaron gran parte de los asuntos de gobierno en sus validos. El valido,
privado o favorito, era un hombre de la máxima confianza del rey, que carecía de cargo
oficial, no estaba dentro del organigrama, pero actuaba como un auténtico primer ministro y
concentraba un gran poder. Aparecen por el desinterés de los monarcas por las tareas de
gobierno, por complicarse y aumentar las tareas de gobierno que hace que el rey necesite
alguien de mucha confianza, y también son útiles para dirigir hacia ellos las críticas cuando
se producen fracasos.

El valido de Felipe III fue el duque de Lerma, político de gran ambición que se aprovechó de
su poder para colocar en los principales cargos a sus parientes y amigos -creándose un
clientela política afín- y para enriquecerse. El gobierno de Lerma coincidió con un periodo
de gran penuria económica y de bancarrota de la monarquía que condujo a una política de
paz en el exterior ya que no había fondos para sufragar los gastos militares; así, se firmó la
Tregua de los Doce Años con Holanda (1609-1621), y, previamente, en 1604 se había
firmado la paz con Inglaterra, favorecida también por la muerte de Isabel I. Sin embargo, no
se aprovechó el cese de las guerras para la recuperación económica debido, en gran parte,
a los gastos de la Corte y a la corrupción del valido.

A Felipe III, le sucedió Felipe IV, que continuó con la práctica del valimiento. Sin embargo,
había diferencias con respecto a la etapa anterior, Felipe IV mostraba mayor interés por las
tareas de gobierno, y su valido el conde duque de Olivares tenía una gran inteligencia
política y una sincera voluntad de reforma.

Carlos II fue el último monarca hispánico del siglo XVII y también el último de la dinastía de
los Austrias o Habsburgo. Su incapacidad para gobernar llevó de nuevo a que otros
personajes ejercieran esas funciones, se sucedieron los validos con diferentes intereses y
capacidades. Cuando heredó el trono, con sólo cuatro años de edad, asumió el gobierno su
madre Mariana de Austria que pronto prescindió del Consejo de Regencia designado por
Felipe IV, apoyándose en consejeros o validos poco preparados y corruptos como su
confesor, el jesuita austríaco Nithard, o Fernando de Valenzuela.

Explica los principales proyectos de reforma del Conde


Duque de Olivares
Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares, asumió el papel de valido del
joven rey Felipe IV. En sus años de gobierno demostró tener una amplia visión política, que
se plasmó, fundamentalmente, en una serie de proyectos de reforma para mejorar la
situación de la Monarquía Hispánica. Con el fin de analizar esta cuestión de forma ordenada
y coherente, se afrontará en primer término la exposición de la política exterior del
conde-duque, pasando posteriormente a señalar las claves de la interior.

El acontecimiento que marcó la política exterior de Olivares fue la Guerra de los Treinta
Años (1618-1648), que exigió un gran esfuerzo militar y económico que difícilmente podía
afrontarse sin reformar las estructuras del Estado. Después del relativamente pacífico
reinado de Felipe III, la reanudación de la política exterior ofensiva en Europa exigía la
aportación de importantes sumas de dinero a una Hacienda Real en crisis crónica. Para
paliar esta situación, Olivares planteó una reforma financiera y militar.

Hasta entonces el principal esfuerzo financiero y humano para la defensa de la monarquía


lo había efectuado Castilla, pero esta se hallaba exhausta y empobrecida. Ya no podía
soportar el peso de las enormes necesidades económicas y militares de la Corona. Por ese
motivo, Olivares planteó la Unión de Armas (1625): un ejército permanente de 140.000
hombres sostenido por todos los reinos en función de su población y riqueza.

Estas reformas se inscribían en un plan más amplio, el Gran Memorial (1624), que
pretendía unificar políticamente la Monarquía Hispánica. Esto suponía suprimir las
diferencias forales y repartir por igual cargas y beneficios entre todos los territorios de la
Corona. En definitiva, se buscaba crear una estructura centralizada del Estado que facilitara
las tareas de gobierno. Ahora bien, tanto por las dificultades económicas como por la
oposición de los distintos reinos, su aplicación no fue posible. A pesar de las reformas
planteadas por el conde-duque, a lo largo del periodo se sucedieron hasta cuatro
bancarrotas, siendo los gastos militares la principal causa de ellas.

Analiza las causas de la guerra de los Treinta Años, y sus


consecuencias para la monarquía hispánica y para Europa.
De entre las causas que llevaron a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y a la
posterior firma de la paz de Westfalia (1648) por parte de los estados contendientes, cabe
destacar tres: la lucha por la hegemonía europea entre Francia y los Habsburgo, y más en
concreto la rama de esa familia que gobernaba la Monarquía Hispánica; el enfrentamiento
entre católicos y protestantes, que si bien afectaba a toda la Europa central y occidental, era
más acusado dentro de las fronteras imperiales; e, íntimamente relacionado con este último
punto, la pugna entre el emperador y los príncipes alemanes, es decir, entre el Imperio y los
pequeños estados que lo conformaban.

La paz de Westfalia tuvo importantes consecuencias de tipo territorial y político para


Europa, siendo los Habsburgo los principales afectados por esos cambios. El hundimiento
del dominio de los Austrias, llevó a que Francia se convirtiera en la potencia hegemónica del
continente. De esta manera, además de perder definitivamente los Países Bajos y Portugal,
la Monarquía Hispánica pasó a ocupar un papel secundario en la política europea. A esto
hemos de añadir la fragmentación del territorio alemán, que perjudicó a la otra rama de los
Habsburgo.
Ahora bien, las consecuencias a las que se han hecho referencia, no terminaron de hacerse
efectivas de manera definitiva hasta la paz de los Pirineos (1659), que puso fin al conflicto
entre España y Francia con la victoria de esta última. Ese acuerdo marcó, de manera
irreversible, el destino de Europa y de los reinos peninsulares, así como los años finales del
reinado de Felipe IV. También es necesario señalar que, si bien su cese se produjo en 1643
como consecuencia de las crisis abiertas en Cataluña, Portugal, Andalucía y Nápoles, es en
este contexto de decadencia donde se ha de situar el final del valimiento del conde-duque
de Olivares.

Al margen de las consecuencias que tuvo para la Monarquía Hispánica, la Guerra de los
Treinta Años puso fin a la idea imperial o de monarquía universal, inaugurando el largo
periodo de hegemonía de los estados. A su vez, sirvió para establecer la libertad e igualdad
religiosa en Europa y dar forma definitiva a la fórmula política de la monarquía absoluta.

Compara y comenta las rebeliones de Cataluña y Portugal


de 1640.
La década de 1640 fue un periodo de crisis general para la Monarquía Hispánica. A la
participación en la guerra de los Treinta Años y el conflicto con las Provincias Unidas, se
sumaron las rebeliones en Cataluña, Portugal, Andalucía y Nápoles. Por la relevancia de las
dos primeras, centraremos el desarrollo de la pregunta en ellas, pero sin perder de vista el
contexto global de crisis.

En Cataluña, los sucesivos intentos de la Corona por lograr la aprobación de las Cortes del
proyecto de la Unión de Armas fracasaron. El problema fiscal fue transformándose en una
cuestión política que se agravó aún más por la guerra con Francia (1635-1659), ya que
Cataluña se convirtió en frente de batalla. Como consecuencia, Olivares exigió al reino
pagar la manutención de las tropas que luchaban en la frontera contra los franceses.

En junio de 1640 se produjo una sangrienta revuelta, el llamado Corpus de Sangre, en la


que fue asesinado el virrey Santa Coloma. Tras estos hechos, los sublevados buscaban el
apoyo de Francia, que envió tropas al territorio catalán. Finalmente, la prolongación del
conflicto y los perjuicios de la presencia francesa favorecieron la rendición de Barcelona en
1652 y la aceptación de la soberanía de Felipe IV.

En paralelo, en 1640 se produjo otra rebelión en Portugal en contra del proyecto de Unión
de Armas. En ese reino se añadían también las dificultades de Felipe IV para proteger el
Imperio luso de ultramar (Brasil) de los ataques holandeses. La nobleza y la alta burguesía
promovieron la rebelión dirigida por el duque de Braganza, quien se proclamó rey de
Portugal en ese año. Los intentos de Felipe IV por recuperar Portugal fracasaron, de tal
modo que su independencia terminó por consolidarse en los siguientes años.

Explica los principales factores de la crisis demográfica y


económica del siglo XVII, y sus consecuencias.
Durante el XVII, los territorios de la Monarquía Hispánica, al igual que otros reinos de
Europa, experimentaron una profunda crisis de tipo económico y demográfico que
contribuyó a la decadencia política desde comienzos del siglo. A lo largo de las siguientes
líneas se abordarán ambos procesos, haciendo especial hincapié en los factores que los
provocaron y sus principales manifestaciones. Aunque, como se ha indicado, la cuestión
económica y la demográfica están estrechamente ligadas a la política, esta última apenas
será mencionada por no ser objeto requerido en esta pregunta.

Desde finales del siglo XVI y durante todo el XVII, tuvo lugar en los reinos peninsulares una
acusada crisis demográfica. Esto condujo a un estancamiento del crecimiento de la
población que, incluso en algunos territorios, experimentó un notable descenso. Al término
de ese periodo, la Monarquía Hispánica había perdido casi un millón de habitantes: de los
ocho millones de la centuria anterior, la cifra se había reducido a poco más de siete.

En todo ese proceso de crisis demográfica cabe destacar tres causas fundamentales:

● Las epidemias que afectaron a toda la península en diversas oleadas.


● La reiteración de las malas cosechas, que provocaron, en varias ocasiones, crisis de
subsistencia y hambrunas.
● Las expulsiones de los moriscos en 1609 y 1614, que hizo disminuir la población de
manera especial en Valencia, Murcia y Aragón.

En el ámbito económico, el siglo XVII peninsular siguió la tendencia de los restantes


territorios europeos. Esta estuvo caracterizada por una profunda crisis que tuvo graves
consecuencias, especialmente, en la Hacienda Real, la producción artesanal y el comercio.
Además, la coyuntura económica contribuyó a generar una mayor inestabilidad política que
caracterizó a la Monarquía Hispánica a partir del segundo tercio del siglo.

Las manifestaciones más destacables de esta recesión fueron las siguientes:

● La crisis de las actividades textiles, sobre todo en Castilla, debido al aumento de


impuestos y a la competencia extranjera.
● La disminución de la llegada de metales preciosos de América.
● La crisis de la Hacienda Real por el incesante aumento de los gastos en guerras.

La consecuencia fundamental de la pauperización económica fue el empobrecimiento del


pueblo llano y el aumento de los marginados sociales

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