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1. Introducción.
2. Los Reyes Católicos (1474-1516).
2.1. La unión dinástica de Castilla y Aragón.
2.2. La unificación de la Península Ibérica.
2.3. La unificación religiosa.
2.4. La construcción de la monarquía autoritaria.
2.5. La política internacional.
2.6. El descubrimiento de América.
3. El auge del Imperio español en el siglo XVI.
3.1. Reinado de Carlos I (1516-1556).
3.2. Reinado de Felipe II (1556-1598).
3.3. Modelo de gobierno de los Austrias.
3.4. Conquista y colonización de América.
4. La decadencia del Imperio español en el siglo XVII.
4.1. Reinado de Felipe III (1598-1621).
4.2. Reinado de Felipe IV (1621-1665).
4.3. Reinado de Carlos II (1665-1700).
5. Economía y sociedad en los siglos XVI y XVII.
6. La cultura durante los Siglos de Oro.
1. INTRODUCCIÓN
El periodo de la Edad Moderna en España se inicia con la unificación territorial de la
Península (con la excepción de Portugal) bajo el reinado de los Reyes Católicos, monarcas
autoritarios que utilizarán distintos mecanismos de control para aumentar su poder, y a su vez
incrementar el prestigio y territorios de la monarquía hispánica.
A partir de 1516 se instaura la dinastía de los Austrias, que se mantendrá en el trono
hasta 1700. Los Austrias mayores, Carlos I y Felipe II, dominaron extensos territorios en todos
los continentes, pero fracasaron a la hora de establecer sólidas bases económicas para el
desarrollo peninsular. Con los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), durante el
siglo XVII, se inició un periodo de decadencia generalizada que supuso la pérdida de la
hegemonía mundial.
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proclamó reina de Castilla, iniciándose una guerra dinástica (1474-1479) entre los partidarios
de doña Juana –apoyada por Alfonso V de Portugal- y los de Isabel -apoyada por la Corona de
Aragón-. La guerra acabó con el tratado de Alcaçovas (1478), que reconocía a Isabel como
reina de Castilla a cambio de concesiones marítimas a Portugal, que monopolizó la exploración
de África. La victoria supuso que, tras el fallecimiento del rey Juan II de Aragón en 1479, se
produjera la unión de los dos reinos más importantes de la península (Castilla y Aragón). Pero,
aunque Fernando e Isabel decidieron gobernar conjuntamente sus reinos, según acordaron en
la Concordia de Segovia, esta unión fue débil, pues el nuevo estado no tuvo ninguna
institución en común y cada reino conservó sus propias leyes y particularidades propias.
Aunque los reyes gobernaron en régimen de igualdad en todos sus territorios, el
centro de la monarquía basculó enseguida hacia Castilla, ya que era un territorio más extenso,
poblado y dinámico económicamente. Además, era un territorio más unido que la Corona de
Aragón, formada por cuatro reinos distintos, y que mostraba menor oposición al
intervencionismo real.
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El instrumento para garantizar la ortodoxia religiosa fue el Tribunal de la Santa
Inquisición, implantado en 1478 con el permiso del Papa, cuya misión era religiosa
(persecución de los falsos judeoconversos, la herejía, la superstición y la brujería) y que los
Reyes Católicos, de los cuales dependía directamente, convirtieron en un instrumento de
control ideológico y de unidad religiosa, que tenía jurisdicción tanto en Castilla como en
Aragón.
La uniformidad religiosa se concretó en la expulsión de todos los judíos de Castilla y
Aragón que no accedieran a bautizarse en el plazo de cuatro meses, decretada en 1492. Esta
expulsión, que tenía como objetivo evitar su influencia sobre los conversos, afectó a unas
70.000 personas (sefardíes), que se exiliaron a Portugal, Marruecos y diversas ciudades
europeas. Otros 50.000 judíos optaron por convertirse al cristianismo para permanecer en
España, sin embargo, se desconfió de la sinceridad de su conversión y fueron vigilados y
perseguidos por la Inquisición
A esta expulsión siguió la de los mudéjares, a los que primero se intentó convertir de
forma voluntaria y luego de manera forzosa, pero que, tras la rebelión de los musulmanes de
las Alpujarras granadinas en 1499, fueron expulsados de todo el reino de Castilla en 1502. A
diferencia de los judíos, muchos de ellos prefirieron convertirse al cristianismo (moriscos) para
no tener que emigrar.
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Generalización de la figura del corregidor, cuyas funciones eran: representar el poder
real en villas y ciudades, presidir los ayuntamientos y asumir funciones judiciales y de
orden público.
Creación de la Santa Hermandad con atribuciones policiales, judiciales y de
recaudación de impuestos. Estaba formada por milicias financiadas por los
municipios que se encargaban de mantener el orden y la seguridad en los caminos y
actuaban también como tribunal de justicia.
Reforma de la Hacienda con la creación de dos organismos: la Contaduría Mayor de
Hacienda, para recaudar los impuestos de los ciudadanos no nobles, y la Contaduría
general, para controlar gastos e ingresos.
En la Corona de Aragón se mantuvieron las instituciones tradicionales, así como el
mayor peso político de las Cortes. Ahora bien, se instituyó el cargo de lugarteniente
(posteriormente virrey), que era un representante de los monarcas en cada uno de
los reinos, y que ejercía plenamente la autoridad real. En el reino de Aragón, siguió
vigente la figura del Justicia Mayor, cuya misión consistía en ejercer de árbitro entre el
rey y sus súbditos.
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El descubrimiento de América se inscribe en un proceso histórico protagonizado por
Castilla y Portugal a finales del siglo XV que tenía como objetivo hallar una nueva ruta
comercial a través del Atlántico para llegar a la India o las islas Molucas, de donde provenían
las especias (nuez moscada, pimienta, clavo, canela...), indispensables en Europa para la
conservación de los alimentos, para el condimento de las mesas de los ricos o para su
utilización en farmacopea. La vía tradicional por el Mediterráneo estaba bajo la amenaza de los
turcos, que impedían la llegada regular de esos productos, lo que encareció excesivamente su
precio.
Los primeros en buscar ese itinerario alternativo fueron los portugueses que, desde la
escuela de navegantes de Sagres (Portugal), y dirigidos por el príncipe Don Enrique “el
Navegante”, pusieron en marcha las primeras expediciones que trataban de abrir nuevas
rutas rodeando el continente africano. Los avances en navegación (brújula, cuadrante,
portulanos, naos, carabelas…) y el apoyo continuado de la monarquía lusa hicieron posible
que muy pronto Bartolomé Días doblara el cabo de Buena Esperanza (1488) y Vasco de Gama
llegará a la India (1498).
En este contexto se sitúa la figura de Cristóbal Colón, que presentó, primero en la
corte portuguesa y después a los Reyes Católicos, una propuesta basada en la esfericidad de
la Tierra, que consistía en abrir una nueva ruta al oeste para alcanzar tierras asiáticas en
busca de oro y especias en lugar de bordear África. Al principio, el proyecto fue rechazado
tanto por Portugal como por los Reyes Católicos, pero finalmente Isabel de Castilla aceptó y
puso a disposición del navegante los medios para el viaje al finalizar la conquista de Granada.
Así se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, un acuerdo en el que se establecían las
condiciones de la conquista de los nuevos territorios y el reparto del botín.
La expedición, compuesta por tres naves, salió de Palos de la Frontera (Huelva) el 3
de agosto de 1492. Sin embargo los cálculos de Colón sobre la circunferencia terrestre eran
erróneos y el viaje se prolongó más de lo esperado. Tras una escala obligada en las Islas
Canarias para repostar alimentos y dar un breve descanso a la marinería, se adentró en el Mar
Tenebroso. Tras varios intentos de motín, el 12 de octubre de ese año puso pie en la pequeña
isla de Guanahaní (Islas Bahamas), a la que llamó San Salvador. En ese mismo viaje también
se exploraron las islas de Haití y Cuba. Colón realizó tres viajes más y exploró buena parte
del mar del Caribe, Venezuela y parte de Centroamérica. Sus escasas cualidades como
gobernante provocaron que los Reyes Católicos le retirasen pronto parte de las prerrogativas
otorgadas en la firma de las capitulaciones de Santa Fe. Llevado preso a España, murió en 1506
sin saber que había descubierto un nuevo mundo.
Los descubrimientos de Colón hicieron resurgir las tensiones con Portugal por el
control de las nuevas tierras. En un primer momento el Papa Alejandro VI promulgó la Bula
inter caetera (1493), por la cual todas las tierras "halladas y por hallar" pertenecerían a los
reyes de Castilla y en la que en ningún momento se nombra a Portugal. Como era de esperar,
el rey luso manifestó rápidamente su desacuerdo y obligó a firmar un nuevo acuerdo, el
tratado de Tordesillas (1494), por el cual todas las tierras “descubiertas o por descubrir”
situadas a 370 leguas al oeste de las Islas Cabo Verde, serían para Castilla y al este, para
Portugal. Por este acuerdo, Brasil, aún desconocido, quedaría en el área portuguesa.
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inmensa (las Coronas de Castilla y Aragón, con sus territorios en Italia y América, el
archiducado de Austria y los dominios de los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo)
pero constituía un conjunto heterogéneo de territorios que solamente tenían en común a su
monarca.
Carlos I llegó a España con dieciséis años, sin conocer el idioma castellano y rodeado
de un grupo de consejeros extranjeros, principalmente flamencos. Esto dificultó su aceptación
por las Cortes castellanas, donde además se suscitaron problemas de legitimidad al vivir
todavía su madre, al igual que ocurrió en la Corona de Aragón. Mientras trataba de consolidar
su gobierno, llegó la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano I de Austria (1519), lo que
le convertía en candidato a la corona imperial, por lo que inmediatamente reunió las Cortes
para sufragar los gastos necesarios para su elección como emperador del Sacro Imperio. Las
Cortes aceptaron con muchas reticencias, pero recordando al monarca la necesidad de vivir en
España, respetar las leyes del país y nombrar como consejeros a gentes nacidas en Castilla.
Durante el tiempo que duró su ausencia para ser coronado emperador (como Carlos
V), en España se produjeron dos graves levantamientos: el levantamiento de las
Comunidades de Castilla y el de las Germanías de Valencia.
a) La revuelta de las Comunidades (1520). Se produjo en Castilla por el malestar
generado por la presencia de extranjeros en los altos cargos políticos castellanos y la mayor
preocupación del monarca por sus posesiones en Europa. La rebelión afectó a las principales
ciudades del reino castellano (Toledo, Segovia y Salamanca) en las que se sustituyó el poder
municipal por comunas integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza
y del bajo clero. El movimiento de los llamados comuneros terminó radicalizándose y
adquirió un matiz anti-señorial, por eso la nobleza apoyó a Carlos cuyas tropas acabaron con
el ejército comunero en la batalla de Villalar (1521). Tras la victoria, Carlos I perdonó a los
rebeldes (aunque ejecutó a los cabecillas Padilla, Bravo y Maldonado), retiró la confianza a
los consejeros flamencos, controló los impuestos y residió habitualmente en España.
Además, este conflicto supuso un fortalecimiento de la alta nobleza y del poder real.
b) La revuelta de las Germanías (1520-1522). Se inició en Valencia cuando los gremios
se hicieron con el poder en la ciudad tras la huida de las autoridades urbanas a causa de la
peste. Fue una pugna entre la burguesía y la nobleza por el control de la ciudad, pero
también entre los campesinos y los señores en el mundo rural. A ello se añadió la guerra
religiosa con la matanza de moriscos, a los que los agermanados acusaban de colaborar con la
nobleza. En 1522, los nobles, con el apoyo de las tropas castellanas, derrotaron a los
sublevados. Su líder, Vicente Peris y sus más directos colaboradores fueron ejecutados. La
alianza entre monarquía y nobleza, en detrimento de la burguesía, también quedó así sellada
en el reino de Valencia.
Respecto a la política exterior que siguió Carlos I, esta estuvo marcada por las
pretensiones imperiales y religiosas del monarca, que consistían en el mantenimiento de una
monarquía cristiana y universal frente a la amenaza de los príncipes protestantes, los turcos y
las apetencias de Francia. Esto hizo que el emperador se viera envuelto en continuas guerras:
a) La rivalidad con Francia. La lucha por la hegemonía europea llevó al emperador a
enfrentarse con Francisco I de Francia en el norte de Italia, Flandes y Borgoña. En todos los
encuentros Francia resultó derrotada e incluso en la batalla de Pavía (Italia) en 1525, el propio
Francisco I fue vencido y apresado por las tropas españolas y posteriormente puesto en
libertad bajo promesa de mantener la paz con el emperador. El monarca francés incumplió su
promesa y se alió con el papa Clemente VII, lo que llevó al ejército español a saquear Roma
(1527). El conflicto con Francia supuso la incorporación definitiva del Milanesado al imperio
de Carlos V.
b) La lucha contra el Imperio Turco. En el continente su avance hacia Europa Central,
fue detenido por las tropas de Carlos a las puertas de Viena. En el Mediterráneo, los turcos
dominaban la zona oriental y en alianza con los corsarios berberiscos (norteafricanos) y
Francia, amenazaban las rutas comerciales marítimas e incluso las costas españolas. Este
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enfrentamiento con los turcos se saldó con la conquista de Túnez (1535) por el emperador y
su derrota en la batalla de Argel (1541) a consecuencia de la cual los piratas turcos acabaron
controlando la mayor parte del Mediterráneo.
c) La lucha contra los protestantes. Alemania había sido el principal escenario de la
reforma de Lutero, a la que se habían adherido numerosos príncipes para fortalecer su poder
mediante la confiscación de bienes a la Iglesia católica, y para enfrentarse a la idea de imperio
universal y cristiano propuesta por Carlos V. El emperador intentó negociar con ellos en varias
reuniones o Dietas (Worms, Spira...), pero los príncipes se agruparon en la Liga de Esmalcalda
y pasaron a la rebelión armada. El emperador los aplastó militarmente en la Batalla de
Mülhberg (1547), pero los protestantes pudieron recuperarse gracias a la ayuda francesa.
Finalmente, como el problema religioso seguía sin tener solución, Carlos reconoció en la Paz
de Augsburgo (1555) el derecho de cada príncipe a imponer su propia religión en sus tierras.
En 1556 Carlos I, agotado tras una vida entera en los campos de batalla, abdicó en su
hijo Felipe y cedió el título de emperador de Alemania a su hermano Fernando. A
continuación, ya enfermo, se retiró al monasterio de Yuste (Extremadura) donde moriría en
1558.
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religión que se produjeron en Francia, Felipe II apoyó a los católicos frente a los hugonotes
(protestantes seguidores de Calvino).
b) Ofensiva contra el imperio turco. Durante este reinado, el Imperio Turco volvió a
avanzar con fuerza por el Mediterráneo amenazando las posesiones españolas y las del
Papado y Venecia, por lo que las tres potencias se unieron en la Santa Liga. La unión supuso
la creación de una enorme flota, que bajo el mando de Don Juan de Austria, se enfrentó y
venció de manera contundente a los turcos en el golfo de Lepanto (1571).
c) La rebelión de los Países Bajos. En 1566, en los Países Bajos comenzó una rebelión
contra Felipe II que tuvo su origen en los elevados impuestos establecidos por la corona, el
creciente sentimiento nacionalista holandés y la extensión del calvinismo en la zona norte
del territorio. El conflicto estalló en la región de Flandes y contó con el apoyo de Francia e
Inglaterra. Al frente de los rebeldes estaba Guillermo de Nassau, príncipe de Orange, y para
combatirlos, Felipe II envió a los tercios al mando del duque de Alba, que ejerció una dura
represión. Finalmente, en 1579, el sur de los Países Bajos, católico, aceptó la obediencia a
Felipe II, pero en el norte, las Provincias Unidas de Holanda, mayoritariamente calvinistas,
continuaron la lucha por la independencia.
d) La rivalidad con Inglaterra. Inglaterra había sido un aliado tradicional de España
frente a Francia desde la época de los Reyes Católicos, de hecho, el propio rey Felipe II fue rey
consorte inglés gracias a su matrimonio con la reina María I Tudor. Pero el ascenso al trono de
la anglicana Isabel I (1558) supuso una tensión creciente entre ambas coronas, ya que la
nueva reina apoyó a los rebeldes protestantes de los Países Bajos y, al sentirse excluida de las
riquezas americanas, fomentó las actividades de los corsarios ingleses en el Atlántico
(Hawkins y Drake), comenzando una campaña de acoso y rapiña a los barcos españoles
procedentes de América. En 1588, Felipe II intentó la invasión de Inglaterra y para ello reunió
una poderosa flota, la Gran Armada, en el Canal de La Mancha, pero la mala planificación y las
adversidades meteorológicas hicieron fracasar la expedición y surgió el mito de la mal llamada
“Armada Invencible”.
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También se mantuvieron las Audiencias como órganos fundamentales de justicia, y en
la administración local los Concejos y Cabildos y la figura del corregidor.
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Se produjo un mestizaje (criollo, mestizo, zambo) como consecuencia de las relaciones
entre colonos e indígenas.
La destrucción de sus formas tradicionales de vida, a la que contribuyó el proceso de
evangelización forzosa.
Los abusos que generaron las diversas formas de explotación de nativos americanos
fueron pronto denunciados por algunos misioneros. Entre ellos destacó el padre Bartolomé de
las Casas, quien defendía a los indios, considerándolos seres libres y racionales y, por tanto,
susceptibles de poseer derechos por lo que no podían ser esclavizados ni sometidos. Las
propuestas fueron escuchadas por Carlos V, que en 1542 promulgó las Leyes Nuevas de
Burgos destinadas a proteger a los indios.
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contribución a las cargas de la monarquía por parte de todos los reinos, con un incremento
de la presión fiscal; y el proyecto de la Unión de Armas (1626) con el que pretendía crear un
ejército permanente, con hombres reclutados y pagados por todos los reinos de la
monarquía en proporción a su riqueza y población.
La Unión de Armas fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón, que
rechazaban el trasfondo que suponía de uniformización territorial y reforzamiento del poder
absoluto del rey.
La oposición política a Olivares acabó desembocando en protestas y rebeliones, entre
las que destacan los movimientos independentistas de Portugal y Cataluña en 1640 .
La revuelta en Cataluña se originó cuando Olivares, en plena guerra de los Treinta
Años, abrió un frente militar contra los franceses en los Pirineos, obligando a los catalanes a
alojar las tropas y a contribuir al gasto militar, a lo que reiteradamente se habían negado.
Los soldados reales cometieron desmanes en Cataluña, lo que provocó la rebelión que culminó
con la entrada de segadores armados en Barcelona que iniciaron un motín y asesinaron al
virrey durante el Corpus de Sangre (1640), tras lo cual, los catalanes solicitaron ayuda militar
al rey francés, Luis XIII, al que nombraron Conde de Barcelona. El conflicto finalizó en 1652,
cuando los catalanes, ante la crisis económica y la opresión francesa, se rindieron a las tropas
de D. Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV) con la condición de que se respetaran
sus antiguos fueros.
Simultáneamente, en 1640, estalló un levantamiento en Portugal motivado por el
proyecto de Unión de Armas, los nuevos impuestos, el retroceso del comercio portugués y
un cierto resurgimiento del sentimiento nacionalista luso. El Duque de Braganza fue
proclamado rey de Portugal con el nombre de Juan IV, apoyado por Inglaterra y Francia. Una
vez sofocada la revuelta catalana, se intentó someter la rebelión portuguesa pero ya era tarde
y la independencia hubo de reconocerse en 1668 ya con Carlos II, mediante el Tratado de
Lisboa.
Otras rebeliones que no tuvieron consecuencias definitivas se produjeron en
Andalucía, Vizcaya, Nápoles y Sicilia. Todas ellas provocaron la caída de Olivares, lo que no
frenó las derrotas militares y la ruina económica de la monarquía hispánica.
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Desde un punto de vista demográfico, el siglo XVI fue un periodo de crecimiento,
aunque desigual, ya que fue Castilla fundamentalmente la que vio aumentar su población de
forma rápida, mientras que en Aragón el crecimiento fue menor.
A finales de siglo y durante todo el siglo XVII se invierte la tendencia y se produce una
acusada crisis demográfica debido a las epidemias de peste, los periodos de malas cosechas
y la expulsión de los moriscos.
En los diversos reinos, la población seguía dividida en estamentos: nobleza y clero
(privilegiados) y pueblo llano.
La nobleza suponía un 5 % de la población y poseía una gran cantidad de tierras y
riquezas, aunque también había diferencias en su seno, pudiendo distinguir entre la alta
nobleza titulada que poseía grandes patrimonios, y los caballeros e hidalgos que poseían
muchos menos bienes. Además, durante los siglos XVI y XVII, se produjo el acceso a este
estamento por la compra de títulos o por servicios a la monarquía (nobleza de toga).
El clero representaba entre un 5 % y un 10 % de la población, diferenciado igualmente
en alto clero (de origen noble) y bajo clero.
Por último, entre los no privilegiados que pagaban impuestos (pecheros), el grupo
mayoritario era el de los campesinos que podían ser propietarios o jornaleros. En las ciudades
vivían la burguesía urbana, los maestros artesanos, el proletariado urbano y un número
creciente de marginados sociales. En este grupo también se encontrarían los moriscos y los
judíos conversos (marranos).
En cuanto a la evolución económica, esta presenta dos etapas, una primera de
crecimiento económico durante el siglo XVI, y una segunda de crisis y recesión durante el
siglo XVII.
La economía del siglo XVI se caracterizó por una expansión debida al aumento de la
población y al desarrollo comercial gracias a la explotación de las Indias. Las mayores
transformaciones se registraron en Castilla, mientras que los territorios mediterráneos
continuaron con su lenta decadencia.
La agricultura aumentó la producción para atender a la demanda interna y americana,
mientras que el comercio con América registró un desarrollo espectacular. Las Indias
suministraban metales preciosos (oro y plata) y demandaban todo tipo de productos. Pero el
aumento de la circulación monetaria y el crecimiento de la demanda llevaron a una inflación
desmesurada -revolución de los precios- que, unida a la presión fiscal, empeoró
considerablemente las condiciones de vida de las clases populares.
El siglo XVII, en cambio, se caracterizó por una grave crisis económica que afectó a
toda Europa, pero que en España alcanzó tintes especialmente graves por:
La ruina de la industria textil debida a la disminución de la demanda, el aumento de
los impuestos y la competencia extranjera.
La disminución de la llegada de metales preciosos.
La crisis de la Hacienda Real por el aumento de los gastos (guerras y gastos suntuosos)
y la disminución de los ingresos, que condujeron permanentemente a la bancarrota.
La emisión de monedas de poca calidad (vellón) provocó una mayor inflación y el
agravamiento de la recesión.
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Nebrija, autor de la primera gramática castellana, junto a literatos como Garcilaso de la Vega,
Fernando de Rojas, autor de La Celestina, y los místicos Santa Teresa de Jesús y San Juan de
la Cruz. Pero tras el Concilio de Trento, el Humanismo fue considerado culpable de haber
inspirado a los protestantes, por lo que varios humanistas españoles tuvieron que enfrentarse
a la Inquisición, como fue el caso del agustino Fray Luis de León. España se convirtió así en la
más firme defensora de la Contrarreforma y de la fe católica, pero al precio de aislarse
cultural y científicamente del resto de Europa, lo que no impidió que surgieran estilos literarios
como la novela picaresca, en la que destaca El Lazarillo de Tormes.
En cuanto al arte, en el siglo XVI nos encontramos con tres estilos arquitectónicos que
se fueron sucediendo: el plateresco, mezcla de elementos góticos y renacentistas (Fachada de
la Universidad de Salamanca), el clasicismo italiano (Palacio de Carlos V de Granada) y el
herreriano, en el que predominan la sobriedad, las líneas rectas y las formas geométricas
puras (monasterio de El Escorial). Las artes plásticas son de temática mayoritariamente
religiosa, y destacan Alonso Berruguete y Juan de Juni en escultura, y El Greco en pintura.
En el siglo XVII (“Siglo de Oro español”) se produjo una auténtica explosión cultural en
las artes y la literatura, adscrita a las coordenadas estilísticas del Barroco y dentro del espíritu
religioso de la Contrarreforma Católica.
En pintura encontramos maestros como Ribera, autor tenebrista al estilo de
Caravaggio (El martirio de San Felipe, La mujer barbuda); Zurbarán, que reflejó la vida de los
monasterios (San Hugo en el refectorio); Murillo, pintor de imágenes dulces de gran devoción
popular (La Sagrada Familia del pajarito, las Inmaculadas); y sobre todos ellos, Velázquez,
pintor de la corte que reflejó en obras históricas (La rendición de Breda), mitológicas (La fragua
de Vulcano) y retratos políticos (El Conde-duque de Olivares, Inocencio,...) a los principales
personajes de su tiempo con un realismo y captación psicológica incomparables.
En escultura, destacan las tallas de madera de temática religiosa, al servicio de la piedad
católica creadas por imagineros como Gregorio Fernández (escuela castellana), Martínez
Montañés (escuela sevillana) y Alonso Cano (escuela granadina).
En arquitectura se evoluciona del estilo herreriano al barroco más recargado
decorativamente. De este periodo son la catedral de Granada o la fachada del Obradoiro de
la catedral de Santiago y las grandiosas plazas mayores de Madrid (Gómez de Mora) o
Salamanca (Churriguera).
Finalmente, en la literatura destaca la aparición de la novela moderna de la mano de
Miguel de Cervantes, que publicó la primera parte de El Quijote en 1605. Sobresale también el
teatro con Lope de Vega y Calderón de la Barca, mientras que la poesía contó con Góngora y
Francisco de Quevedo, uno de los pocos que se atrevió a criticar la política del conde-duque de
Olivares y los defectos de su época.
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