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TEMA 3

LA FORMACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA Y SU EXPANSIÓN


MUNDIAL (1474 – 1700)

ÍNDICE

1. Introducción
2. Los Reyes Católicos: la creación del Estado moderno
a. Monarquía Autoritaria
b. Conquista de Granada y política internacional
c. Política Religiosa
d. América
3. El auge del imperio en el siglo XVI.
a. Los Austrias
b. Llegada al Poder
c. Carlos I
i. Política Exterior
ii. Política Interior
d. Felipe II
i. Política Exterior
ii. Política Interior
4. Crisis y decadencia del imperio en el siglo XVII.
a. La guerra de los Treinta Años
b. Sublevaciones: Cataluña, Portugal, Andalucía
c. Evolución demográfica
d. Carlos II y la sucesión
5. Conclusiones

1. INTRODUCCIÓN

Los Reyes Católicos fueron el primer ejemplo de monarquía autoritaria en los


reinos hispánicos. Con ellos se pone fin a la Edad Media y a los enfrentamientos entre
la nobleza y la Monarquía. Los nuevos monarcas unen las dos Coronas para poder ganar
peso y poder y can a crear una serie de instituciones y organismos para imponer su poder
político y que son propios de Estado moderno.
Los siglos XVI y XVII coinciden con el reinado de los monarcas de la Casa de
Habsburgo, popularmente conocidos como “los Austrias”. Durante dichos reinados, los
aislados reinos de la península ibérica se van a convertir en la potencia hegemónica del
mundo, controlando un vasto imperio donde nunca se ponía el Sol (América, Castilla,
Aragón, Nápoles, Sicilia y Flandes, además de los territorios del Sacro Imperio Romano
Germánico en época de Carlos I).
Tradicionalmente, el siglo XVI se ha considerado el auge de la Monarquía Hispánica
y el XVII su decadencia, pero lo cierto es que ambos forman parte del mismo momento
histórico, caracterizado por un descomunal esfuerzo bélico que nunca dejará de sangrar
la Hacienda Imperial.

2. LOS REYES CATÓLICOS: EL ESTADO MODERNO

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Los últimos momentos del reinado de Enrique IV de Castilla (apodado “El


Impotente”) generaron un grave conflicto sucesorio entre su hermana Isabel y su hija
Juana, apodada la Beltraneja por ser supuestamente su padre biológico Beltrán de la
Cueva, debido a los problemas para engendrar hijos del monarca.
En esta situación, Enrique IV proclamó primero heredera a su hermana a través del
Pacto de losToros de Guisando (1468), pero tras casarse esta con Fernando de Aragón
sin su consentimiento, el monarca se replanteó su postura, nombrando heredera a
Juana.
La muerte de Enrique IV desatará la Guerra de sucesión castellana entre ambas
herederas. Isabel estuvo apoyada por Aragón, mientras que la Beltraneja contrajo
matrimonio con Alfonso V de Portugal, quien actuará como garante de sus derechos
dinásticos. El conflicto concluirá, tras las victorias de Isabel en las batallas de Toro
(1476) y Albuera (1479), con el tratado de Alcaçovas (1479), en el que Alfonso V
reconocía a Isabel como reina de Castilla a cambio de que esta no interviniese en el
África atlántica, exceptuando las islas Canarias.

Ese mismo año, Fernando se convertía en rey de Aragón tras la muerte de su padre,
comenzando con ello el reinado efectivo de los Reyes Católicos y produciéndose la
Unión Dinástica de los reinos peninsulares.
El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (1469), herederos de las
dos Coronas más importantes de la Península, fue el origen de la monarquía hispánica.
Esta monarquía debe entenderse como una unión dinástica ya que cada reino
continuó con sus propias leyes e instituciones, por lo que se conformó un Estado plural
y no unitario, integrado por unos territorios que solo tenían en común una misma
monarquía.
Se denominaba España a la asociación de todo los pueblos de la Península Ibérica,
pero no tenía un significado político. Por ello los Reyes Católicos nunca se
denominaron Reyes de España, sino de los diferentes reinos que la formaban. Las leyes,
la moneda y las instituciones, así como las Cortes de cada reino, permanecieron
diferenciadas, y en las fronteras entre ambos reinos se mantenían las aduanas. Ahora
bien a partir de la unión las leyes y disposiciones reales eran firmadas por representantes
de ambos reinos. A pesar del aparente equilibrio el mayor peso territorial de Castilla
originó una creciente castellanización de la propia monarquía y del descenso político de
la Corona de Aragón.

Monarquía Autoritaria

La unión dinástica coincidió con la necesidad de tener una monarquía autoritaria.


En la Baja Edad Media la nobleza y parte del clero se habían levantado contra el poder
real en varias ocasiones. La monarquía autoritaria limitaba el poder de la nobleza, que
tantos problemas había provocado desde el reinado de Enrique II. Así, los nobles se
vieron obligados a devolver castillos y plazas usurpadas durante la guerra civil, y se
llevó a cabo una revisión general de las mercedes concedidas a cada uno de ellos.
Los nobles consolidaron sus privilegios jurisdiccionales (señoríos) y su poder dentro
de la Mesta a través de la institución del mayorazgo. En la Leyes de Toro (1505) se
generalizó esta institución que vinculaba las tierras a los grandes títulos nobiliarios. El
mayorazgo era una institución jurídica castellana que permitía unir los bienes
hereditariamente a un título de manera que el patrimonio no podía ni venderse ni
enajenarse. A lo largo del siglo XV se fueron creando los linajes más importantes como
los duques del Infantado, Medinaceli y Medina Sidonia.

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Las principales características de este Estado Moderno fueron:

1. Creación de un ejército permanente al servicio de la Corona (antes los soberanos


tenían que recurrir a los nobles para ir a la guerra).
2. Creación de un cuerpo de embajadores, que atendían los asuntos diplomáticos
para reforzar su política exterior.
3. La figura de los corregidores. Eran los delegados del poder real en las villas y
ciudades, presidían los ayuntamientos y tenían funciones judiciales y de orden
público.
4. Reorganización de la administración, ejerciéndose el poder a través de un
complejo sistema de Consejos, que recibe el nombre de sistema polisinodial.
Dentro de ellos debemos destacar el Consejo Real, que asesora a la Monarquía,
y que está integrado por letrados y técnicos, apartando por tanto de él a los nobles.
5. Judicialmente, se crearon las Chancillerías, siendo los reyes los jueces supremos
(antes, la nobleza podía ejercer la justicia en sus dominios, aunque en Aragón
mantendrán parte de ese poder). También se creó La Audiencia de Valladolid
para la administración de justicia.
6. Las Cortes, sobre todo en Castilla, perdieron protagonismo y casi únicamente se
reunían cuando los monarcas necesitaban más recursos financieros o cuando
tenían que confirmar al nuevo rey.
7. Para sufragar este nuevo modelo (ejército, funcionarios…), se reorganizaron las
finanzas, ampliando los tributos y mejorándose la recaudación de impuestos con
la creación de la Contaduría Real de Hacienda.
8. A nivel religioso, se consiguió del Papa el derecho de presentación de los
obispos, con el que se aseguraban su sumisión al poder real.
9. En 1478 se creaba la Inquisición, que junto con la expulsión de los judíos en 1492
y la conversión forzosa de los musulmanes en 1502 ayudó a la unificación
religiosa de los reinos peninsulares.
10. El rey Don Fernando se convirtió en Maestre de las órdenes militares de
Santiago, Calatrava y Alcántara, controlando así el rico patrimonio de las mismas.

En la Corona de Aragón se mantuvieron las instituciones tradicionales, así como el


mayor peso político de las Cortes. Ahora bien, se instituyó el cargo de lugarteniente
(posteriormente, virrey), representante de los monarcas que ejercía plenamente la
autoridad real. Igualmente, en Aragón continuó vigente la figura del Justicia Mayor de
Aragón, cuya misión era ejercer de árbitro entre el rey y sus súbditos. En Cataluña y
Valencia siguieron funcionando sus propias instituciones judiciales. A pesar de las
reformas, controlar los territorios de la corona, imponer las leyes y controlar los excesos
de la nobleza y el clero no fueron tareas fáciles. Por ello, durante su reinado los Reyes
Católicos se desplazaban de manera continua por todo el territorio, que carecía de capital
fija.

Conquista de Granada y política internacional

Unidas las dos Coronas, los Reyes Católicos coincidían en la necesidad de completar
la unificación territorial de los reinos hispánicos para consolidar un Estado fuerte que
pudiera expandirse fuera de la Península, lo que se tradujoen el inició de la guerra de
Granada en 1482, que permitió a los reyes demostrar su capacidad para liderar este

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nuevo modelo de ejército profesional, asalariado, y bajo mando directo de la monarquía.


Tras la conquista de importantes plazas como Ronda (1485) y Málaga (1487), Boabdil
finalmente entregaba Granada en enero de 1492.
Se encargaron igualmente de conquistar el reino de Navarra. Fernando de Aragón,
siendo ya regente de Castilla tras la muerte de Isabel, invadió e incorporó Navarra a
Castilla (1512), aunque dicho territorio conservó su autonomía y sus instituciones.

La política exterior de la Reyes Católicos iba dirigida a lograr un país fuerte e


importante dentro de Europa. Ésta se basó en:
- El sistema de alianzas realizado por medio de una política matrimonial bastante
ambiciosa:
o A su hija Juana, que llegaría a ser su heredera, la casan con Felipe, hijo
del emperador Maximiliano I.
o A Catalina con el futuro Enrique VIII de Inglaterra.
o Con Portugal, a través de una serie de complicados tratados, conciertan el
matrimonio de sus hijas Isabel y posteriormente María con el rey de
Portugal Manuel el Afortunado.

- Los enfrentamientos con Francia e Italia. Gracias a la diplomacia de Fernando


se logró recuperar los territorios del Rosellón y la Cerdaña (Tratado de Barcelona
de 1493), que su padre Juan II había cedido a Francia. Más tarde, las guerras con
Francia tuvieron a Italia como escenario principal. Fernando organizó un
poderoso ejército que venció a los franceses y permitió consolidar el dominio de
la Corona de Aragón sobre Nápoles (1504).
- La expansión en el Norte de África y el Atlántico. A partir de 1505, y para
frenar el avance musulmán en el Mediterráneo, los Reyes Católicos llevaron a
cabo una intensa actividad de conquista que les aseguró el dominio de la costa de
África: Peñón de la Gomera, Orán, Bugía y Trípoli, que se sumaron a Melilla,
conquistada en 1497.
- Asimismo, el apoyo de comerciantes andaluces permitió la ocupación definitiva
de las islas Canarias, que se había iniciado años antes. En el año 1496 se
completó el control del archipiélago con la conquista de Tenerife.
- Las relaciones con Portugal. La pacificación con Portugal fue un proceso
dominado por la firma de diversos tratados, entre los que destacan el Tratado de
Alcáçovas (1479), mediante el cual los portugueses consiguieron el control de la
costa africana a cambio de renunciar a sus pretensiones sobre la corona de
Castilla, y el Tratado de Tordesillas (1494), que les dio el control del actual Brasil.

América

Los Reyes Católicos aprueban la expedición de Colón buscando una ruta alternativa
hacia las Indias y las especias, un recurso estratégico en el comercio del momento. Así,
en abril de 1492 Colón firma con los Reyes las Capitulaciones de Santa Fe (que
otorgaban a Colón los títulos de almirante, virrey y gobernador de cuanto descubriera),
para partir de Palos de Moguer el 3 de agosto y alcanzaron tierra el 12 de octubre de
1492 en una isla del Caribe: Guanahaní o San Salvador, Cuba y La Española.
El viaje supuso la llegada a Europa de nuevos productos como el maíz, el tabaco, el
tomate o la patata, así como un incesante flujo de metales preciosos, aunque también
numerosos abusos y una esclavitud encubierta de los habitantes de esas nuevas tierras.

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Las expectativas de riqueza generadas por el descubrimiento hicieron que el viaje


siguiente, en septiembre de 1493, incluyera 17 barcos y 1200 hombres. Colón realizó
una tercera y una cuarta expedición que alcanzaron la costa del continente americano.
Murió en 1506, convencido todavía de haber llegado a tierras asiáticas.
Tras los muchos conflictos entre la MonarquíaHispánica y Portugal, se llegaría a la
firma del Tratado de Tordesillas en 14941.
En 1511 había concluido, prácticamente, la conquista de las grandes islas y el
conjunto de las Antillas estaba bajo control de la monarquía. La riqueza resultaron
menores de lo esperado, la población era escasa y el clima poco propicio para la
agricultura que se practicaba en Castilla.
Desde el primer momento se hizo necesario el control de la navegación y el comercio
atlántico. En 1503 se creó la Casa de la Contratación, organismo que por el que se
establecía el monopolio comercial castellano sobre las mercancías que se llevaban o
traían de las Indias y que eran registradas para el pago de impuestos. La sede de dicho
organismo estaba en Sevilla cuyo puerto empezó a tener gran protagonismo.
Sevilla alcanzó los 100 000 habitantes ya que a ella acudían hombres de negocios de
muchos lugares de Europa. El continuo tráfico comercial estimuló la producción de
aceite, vino y algunas manufacturas y la construcción de barcos (atarazanas reales).

Política Religiosa

Desde el punto de vista religioso había un gran pluralismo fruto de la evolución


histórica de la Edad Media. Cristianos, judíos y musulmanes convivían con dificultad
siempre dispuestos a enfrentarse. Los monarcas consideraban la religión como un
elemento aglutinador, por ello impusieron la fe católica en todo el territorio, como
mecanismo para integrar y unificar a la totalidad de los habitantes de sus reinos. Esto
fue lo que les valió el título de “Católicos”.
Una de las primeras decisiones reales en defensa de la unidad religiosa fue la
expulsión de los judíos (1492) que no aceptaran convertirse al catolicismo. Fue el
episodio final de una persecución iniciada ya en la Edad Media. La salida se inició en
1482, en Andalucía, pero su expulsión general fue aprobada en marzo de 1492. Afectó
a unas 150 000 personar en Castilla y a unas 30 000 en Aragón, cuya s propiedades
fueron confiscadas; unas 50 000 fueron bautizadas.
Por lo que respecta a los musulmanes granadinos en la capitulaciones de Santa Fe
(1491) se les permitió el uso de su derecho y de su lengua, y se les garantizó la libertad
religiosa y la conservación de sus propiedades. Pero muy pronto, la intransigencia del
cardenal Cisneros propició medidas menos tolerantes que culminarían en el decreto de
12 de febrero de 1502 por el que los Reyes Católicos conminaban a los musulmanes de
los Reinos de Castilla y Aragón a que eligieran entre la conversión o la expulsión. La
mayoría optó por lo primero, sal menos sobre el papel, siendo conocidos como cristianos
nuevos de moro o moriscos.
El instrumento central para imponer la ortodoxia católica fue el Tribunal de la Santa
Inquisición, creado por el papado en el siglo XIII para reprimir la herejía, la superstición
y la brujería. La Inquisición no había actuado en Castilla y se encontraba en retroceso
en Europa y en la Corona de Aragón, donde sí se había implantado. Los Reyes Católicos
lo convirtieron en un instrumento de control ideológico y de unidad religiosa, al

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Compromiso suscrito en la localidad de Tordesillas España y Portugal que establecía un reparto de las
zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo (América) mediante una línea
situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, para evitar un conflicto de intereses entre la
Monarquía Hispánica y el Reino de Portugal.

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encargarle la persecución de los sospechosos de herejía, y muy especialmente de los


judíos y musulmanes convertidos al catolicismo.

3. EL AUGE DEL IMPERIO EN EL SIGLO XVI

¿De dónde vienen los Austrias?

Es el nombre con el que se conoce en España a la dinastía Habsburgo reinante en la


Monarquía Hispánica en los siglos XVI y XVII; desde la proclamación como rey de
Carlos I en 1516, hasta la muerte sin sucesión directa de Carlos II en 1700.
Con los Austrias mayores —Carlos I y Felipe II—, la casa alcanzó el apogeo de su
influencia y poder. La herencia territorial de Carlos I, procedente de los Habsburgo —
Países Bajos y Condado de Borgoña en 1506— y de los Trastámara —Coronas de
Aragón y Castilla en 1516—, junto con la conquista de América, conformó la base de lo
que se conoce como Imperio español.
Sin embargo, los reinados de los llamados Austrias menores —Felipe III, Felipe IV
y Carlos II—, coincidentes con lo mejor del Siglo de Oro, supusieron la decadencia del
mismo.

Llegada al poder

En 1504, la reina Isabel murió, y aunque Fernando intentó mantener su posición sobre
Castilla tras su muerte, las Cortes de Castilla escogieron coronar reina a la hija de Isabel,
Juana. Su marido, Felipe de Habsburgo (Felipe “el hermoso”), hijo del emperador del
Sacro Imperio Romano Maximiliano I y María de Borgoña, simultáneamente se
convirtió en el rey-consorte Felipe I de Castilla.
Juana nunca reinó: fue confinada 46 años en el castillo de Tordesillas. Su padre que
no quería que ella fuese la reina que le sucediera; su marido que “andaba detrás de
cualquier falda” causándole celos; su hijo Carlos, que era el hombre más poderoso del
mundo, tampoco la liberó. Cuentan que tenía un carácter algo inestable, y también que
era muy celosa y posesiva. Debido a todo ello, tenía arrebatos que hicieron pensar a toda
la gente que Juana estaba “loca” (la historiografía la reduce a la caricatura paternalista).
Durante dichos reinados, los aislados reinos de la península ibérica se van a convertir
en la potencia hegemónica del mundo, controlando un vasto imperio donde nunca se
ponía el Sol: (América, Castilla, Aragón, Nápoles, Sicilia y Flandes, además de los
territorios del Sacro Imperio Romano Germánico en época de Carlos I).
Tradicionalmente, el siglo XVI se ha considerado el auge de la Monarquía Hispánica y
el XVII su decadencia, pero lo cierto es que ambos forman parte del mismo momento
histórico, caracterizado por un descomunal esfuerzo bélico que nunca dejará de sangrar
la Hacienda Imperial.
Felipe murió en 1506, ese mismo año bajo circunstancias que algunas fuentes
consideran compatibles con un envenenamiento ordenado por su suegro. Como su hijo
mayor, Carlos, tenía solo seis años, las Cortes, a regañadientes permitieron a
Fernando, el padre de Juana, gobernar la Corona de Castilla como el regente de
Juana y Carlos.
La muerte de Fernando llevó a la ascensión al trono del joven Carlos como Carlos
I de Castilla y Aragón. Su herencia era inmensa: las Coronas de Castilla y Aragón,
con los territorios de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Rosellón, la Cerdaña y América

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(herencia española), los dominios de los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo
(herencia de su padre). En 1519, con la muerte de su abuelo paterno Maximiliano I,
Carlos heredó los territorios Habsburgos de Alemania, y fue debidamente elegido ese
mismo año como Emperador con el nombre de Carlos V

3.1. CARLOS I

Política exterior Carlos I

La gran cantidad de territorios controlados por los monarcas españoles dio lugar
aun ingente número de conflictos bélicos en toda Europa. En época de Carlos I de
España y V de Alemania, los principales focos de oposición fueron Francia, el
Imperio Otomano y el protestantismo alemán.
- La rivalidad entre Carlos I y Francisco I de Francia fue absoluta durante todo
su reinado, disputándose constantemente Navarra, Borgoña e Italia, territorios de
gran importancia para la unión terrestre de todos los dominios de la Monarquía
Hispánica. En 1525, el francés era derrotado y capturado en la batalla de
Pavía, y liberado solo tras la firma del Tratado de Madrid. Francisco I sin
embargo incumplió los acuerdos y se alió con el Papado contra Carlos I, lo que
provocó que las tropas de este último atacaran y saquearan Roma en 1527.
- Con el Islam existía un doble frente, ya que mientras los corsarios
norteafricanos azotaban las costas mediterráneas, la expansión balcánica del
Imperio Otomano tras la victoria contra Luis II de Hungría en Mohács (1526)
ponía en peligro los territorios austriacos de la monarquía. Desde la toma de
Constantinopla en 1453 los turcos practicaban la piratería asaltando los buques y
puertos de todo el Mediterráneo para obtener botines y esclavos. Para frenarlos
Carlos I conquistó Túnez en 1535, pero fracasó en la conquista de Argel en 1541.
Aunque Viena resistió el asalto turco en dos ocasiones, la flota imperial tuvo que
ceder ante las fuerzas de Solimán el Magnífico, quedando la hegemonía naval en
manos turcas hasta época de Felipe II.
- El protestantismo iniciado por Martín Lutero en 1517 al clavar sus famosas
95 tesis en la iglesia de Wittemberg cristalizó en una guerra abierta en 1545,
coincidiendo con el inicio del Concilio de Trento. Los príncipes protestantes (que
habían formado la Liga Esmalcalda en 1531) fueron derrotados en Mühlberg en
1547, aunque eso no impidió una nueva rebelión liderada por Mauricio de Sajonia
en 1552. Carlos, falto de recursos, no tuvo más remedio que llegar a un acuerdo
con los luteranos en Passau, solucionándose definitivamente el problema con la
firma de la Paz Religiosa de Augsburgo (1555) y el ascenso al trono imperial de
Fernando I, hermano de Carlos, en 1556. Se instaura entonces la Cuius regio, eius
religió.

En América, se produjo una gran expansión. La conquista y colonización de los


territorios americanos se desarrolló en dos grandes etapas:
1. La primera etapa fue capitaneada por Hernán Cortés. Su expedición iniciada en
1518 desde Cuba desembarcó en tierras mexicanas y se adentró por el territorio
de los aztecas. Consiguió dominarlos con la ayuda de las tribus enemigas,
apoderarse de sus riquezas y apresar al emperador Moctezuma. Los aztecas se
resistieron pero fueron derrotados en la batalla de Otumba en 1520 y su territorio
recibió el nombre de Nueva España. En 1522 se conquistaría la meseta central

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mexicana, la península del Yucatán y en 1524 se alcanzaría Honduras.


2. La segunda etapa fue dirigida por Francisco Pizarro a partir de 1531. Partió de
Panamá y se dirigió a las costa de Ecuador para conquistar el Imperio inca que
abarcaba Perú, Ecuador y parte de Bolivia. Pizarro avanzó hacia el sur y,
aprovechando los enfrentamientos entre los incas, consiguió imponerse sobre
ellos y ajusticiar a su caudillo Atahualpa, en 1532. El domino del territorio se
completó con la conquista de Cuzco, la capital del Imperio.

En esa misma época, en América del Norte, Cabeza de Vaca exploró Florida, Texas y
California. América del Sur, Orellana recorrió el Amazonas; Almagro y Valdivia
conquistaron Chile, y Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires. Finalmente, en Asia, las
Filipinas fueron conquistadas por Legazpi y Urdaneta, y recibieron el nombre en honor
al príncipe Felipe, hijo de Carlos I.

Los conquistadores españoles aprovecharon las rencillas internas de las tribus


indígenas, además de su superioridad tecnológica e ideológica. El territorio se dividió
en este momento en dos virreinatos (el de Perú y el de Nueva España), y el comercio
era controlado por la Casa de Contratación de Sevilla.
Desde algunos sectores de la Iglesia (como Fray Bartolomé de las Casas) se protestó
por el trato dado a los indios por los encomenderos (La Encomienda era una institución
que sometía a los indígenas a un europeo (el encomendero), al que debían entregar
regularmente una cantidad establecida de bienes. En la práctica, dio lugar a numerosos
abusos y una situación de esclavitud encubierta), consiguiendo que se aprobasen leyes
favorables alos indígenas, aunque su aplicación siempre fue más bien laxa.
Los nuevos territorios supusieron una fuente de ingresos para Castilla y la Corona
que recibía una quinta parte (quinto real) de todo el oro y la plata y un 7,5% sobre los
productos importados y exportados. El oro y la plata fueron las mayores riquezas que se
extrajeron de América y las minas más importantes fueron las de plata de Potosí
(Bolivia) y Zacatecas (México).
Las tierras y las minas fueron las principales fuentes de riqueza. Las tierras fueron
repartidas entre los colonizadores y a los que se les daba un grupo de indios para que las
trabajaran, este era el sistema de las encomiendas estaban muy difundidas en Perú y
México. El encomendado trabajaba y pagaba tributos a cambio de protección. En las
minas el sistema era igual aunque la propiedad de las mismas pertenecía al rey el cual la
arrendaba a particulares. Los indígenas tenían que trabajar en la minas el sistema más
común fue el de la mita que obligaba, mediante sorteo, a cada comunidad indígena a
aportar un número de trabajadores.
El comercio fue el sector que más se desarrolló en el siglo XVI. Castilla suministraba
trigo, vid, aceite, ganado, vestidos, armas y de América llegaban oro, plata y otros
productos como la patata, el maíz, el cacao, el tabaco y el cacahuete.
El monopolio lo tenía el puerto de Sevilla, del que partían o llegaban los barcos
desde América. En 1503, la corona creó la Casa de Contratación de Sevilla para controlar
el tráfico de personas y mercancías y asegurarse la recaudación de los tributos reales.
Los viajes se organizaban mediante el sistema de flotas, buques que navegaban reunidos
para darse mutua protección. Se realizaban dos expediciones al año (ida y vuelta) este
sistema permitía el control y la defensa de los ataques de los piratas ingleses y
holandeses.
Sin duda el oro y la plata fueron las mercancías que dominaron el comercio
americano. A lo largo de los siglos XVI XVII, y en especial entre 1531 y 1560, la
existencia de plata en Europa se triplicó, mientras el oro aumenta un tercio. La enorme

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afluencia de metales preciosos provocó un aumento espectacular de los precios (400%)


en el territorio castellano al aumentar el dinero en circulación sin incrementar la
producción, y dio lugar a un fenómeno conocido como la revolución de los precios. El
elevado endeudamiento de la Corona española para financiar, primero, la expansión y,
después, el mantenimiento del Imperio hizo que gran parte de este tesoro se gastar con
tanta rapidez como se había adquirido. Los banqueros alemanes y genoveses facilitaron
el capital para equipar a la armada y al ejército, y recibieron, en pago, la mayor parte del
tesoro americano.
Los efectos dinamizadores del oro y la plata en la economía castellana resultaron
escasos, ya que la riqueza que no acabó en manos de los banqueros extranjeros fue
invertida improductivamente en joyas o bienes de lujo la mayoría importados. En
definitiva, la estructura económica castellana no se transformó y la aragonesa decayó
por la presencia de los turcos en el Mediterráneo.

Aunque en teoría los indígenas eran libres y súbditos de la Corona, en la práctica


acabaron sometidos a formas de explotación semifeudales. Como las Leyes Nuevas de
Indias de 1542 fueron incumplidas de forma sistemática, a pesar de la denuncias del
padre fray Bartolomé de las Casas. Las dificultades de comunicación favorecieron la
explotación de los indígenas y la corrupción desde el principio, esos fueron los rasgos
más destacados de la administración de América.
La conquista y colonización fue un desastre demográfico para las poblaciones
indígenas. En las Antillas la población prácticamente desapareció, lo que obligó a
impulsar el tráfico de esclavos desde África, primero bajo el control portugués y luego
bajo el holandés. Las principales causas fueron la falta de defensa de los indígenas frente
a las enfermedades aportadas por los españoles y a las duras condiciones de trabajo que
se les impuso. Los indígenas no ofrecieron apenas resistencia ya que adoptaron una
actitud fatalista pues consideraban que habían sido abandonados por sus dioses.
La mezcla de indígenas, colonizadores y población africana configuró un mundo
multirracial, formado por criollos, descendientes de españoles nacido en América,
mestizos, descendientes de indígena y europeo, y mulatos, descendientes de europeos y
africanos negros. Esta mezcla racial no impidió una sociedad profundamente desigual
en donde los criollos acaparaban las riquezas y los puestos en la Administración.
La influencia de la cultura castellana en América fue muy grande y fue impuesta a las
poblaciones indígenas. La lengua se consolidó como idioma común, y muchas de las
costumbres de los colonizadores quedaron incorporadas a la cultura americana, si bien
se mantuvo una destacada diversidad cultural, originada por la resistencia de los pueblos
precolombinos a abandonar sus tradiciones.

Política Interior

En el interior del país, la influencia de los consejeros flamencos de Carlos I en los


primeros momentos de su reinado provocó un gran descontento en el interior de los
reinos hispánicos.

1. Cuando el monarca se marche a recibir la coronación imperial en 1520 y deje


los reinos en manos de su preceptor Adriano de Utrecht se iniciará el
levantamiento conocido como las Comunidades de Castilla. Fue una revuelta
política donde las Cortes reclamaban al rey mayor atención, pero el monarca
solo las convocó para pedir dinero para su coronación como emperador. Toledo,

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Segovia, Ávila y Burgos se sublevaron contra la monarquía y acudieron a la


reina Juana, madre de Carlos I, a ofrecerle la Corona. Los Comuneros
reclamaban la protección a la industria textil, muy perjudicada por la
exportación de lana, el respeto a las leyes del reino y una mayor participación
política, así como la expulsión del gobierno de los extranjeros venidos con
Carlos I. En pocos meses el conflicto se extendió y se convirtió en revuelta
antiseñorial, lo que provocó que la alta nobleza y la Mesta participaran en el
conflicto a favor del rey. En 1521 los comuneros fueron derrotados en Villalar
y sus cabecillas: Bravo, Maldonado y Padilla ejecutados. Carlos I, a pesar de
todo, cambió la orientación de su gobierno y prescindió de los extrajeron en el
gobierno de Castilla que a partir de este momento se convertiría en el eje de su
monarquía.
2. En los reinos orientales, se produjo unalzamiento en Valencia y Mallorca
entre 1519 y 1523, (las Germanías), en el que las ciudades se opusieron a los
malos usos señoriales y a la importante presencia depoblación musulmana. Fue
una revuelta social que surgió en casi todos los territorios de la Corona de
Aragón, aunque los hechos más graves sucedieron en Valencia. En ella la
burguesía artesanal de las ciudades se unió al campesinado, contra la oligarquía
urbana, la nobleza y el alto clero. Pedían la democratización de los cargos
municipales, la mejora de los arrendamientos agrarios y la protección del
monarca frente a los abusos de los poderosos. Carlos I se alió con la nobleza y
los agermanados fueron derrotados.

3.2. FELIPE II

Política Interior

A diferencia de su padre, Felipe II fue un rey burócrata, que dejó las empresas
militares en manos de la nobleza mientras él gobernaba el Imperio desde Madrid, donde
se estableció la capital en 1561.

Durante el reinado de Felipe II, la defensa del catolicismo se convirtió en casi una
obsesión. En 1564 promulgó una pragmática que declaraba obligatorio aceptar los
principios del Concilio de Trento para frenar el protestantismo. Se prohibía la entrada de
libros extranjeros.

La rebelión de los moriscos de las Alpujarras granadinas. La Inquisición se


encargaba de perseguir a cualquier sospechoso de herejía y en especial a los moriscos o
conversos. Los moriscos eran muy numerosos en Valencia y en el antiguo Reino de
Granada (unos 320 000), tenían una situación cada vez más difícil: despertaban recelos
por su lengua y por sus costumbres, se les acusaba de connivencia con los ataques
berberiscos y turcos en las costas mediterráneas, se les sometía a onerosos impuestos
como el de la seda y se les expropiaba progresivamente las tierras que cultivaban. En
1566, un decreto prohibió el uso de su lengua, su forma de vestir y sus tradiciones.
Intentaron negociar con el rey para conservar su estatus tradicional a cambio de dinero,
pero la Corona rechazó la propuesta. En respuesta, los moriscos andaluces, dirigido por
Aben Humeya, protagonizaron una insurrección en 1568 que se extendió por las
Alpujarras. La revuelta fue sofocada dos años después por don Juan de Austria, hijo

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ilegítimo de Carlos I, y los moriscos fueron completamente sojuzgados. Ya con Felipe III
se decretó su expulsión definitiva en 1609.

En esta nueva corte fueron frecuentes los enfrentamientos entre las diferentes
facciones nobiliarias (como los Alba o losÉboli), que tejieron numerosas intrigas entre
las que destaca el caso del Secretario de Estado Antonio Pérez. En ocasiones la represión
de la disidencia religiosa enmascaraba en realidad cualquier forma de oposición al rey.
Este fue el caso de Antonio Pérez, secretario personal de Felipe II, que al parecer estaba
implicado en un complot político contra el rey. Antonio Pérez huyó a Aragón, de donde
era originario, y se puso bajo la protección del Justicia de Aragón, Juan Lanuza, que se
negó a entregarlo aduciendo que los ciudadanos de Aragón tenían derecho a ser juzgados
por los tribunales de ese reino. Felipe II acusó de herejía a Antonio Pérez porque el
Tribunal de la Inquisición era común a ambos reinos. No obstante el Justicia Mayor se
negó a entregarlo con el apoyo del resto de las autoridades de Zaragoza. Felipe II violando
los fueros envió al ejército puso fin a la sublevación y ajustició a Lanuza.

Política Exterior

La abdicación de Carlos I en 1556 dividió los territorios integrantes de la


monarquía: por una parte, el Sacro Imperio Romano Germánico heredado por su
hermano Fernando I de Hasburgo, y por otra, los territorios de España, Flandes América
e Italia quedan en manos de su hijo Felipe II fruto del matrimonio con Isabel de Portugal.

En primer lugar, iban a continuar los enfrentamientos con Francia. El rey Enrique
II, aliado con el Papado, intentó apoderarse de Nápoles, pero fueron derrotados en San
Quintín en 1557 (victoria que motivó la construcción de San Lorenzo del Escorial) y en
las Gravelinas, el francés se vio obligado a firmar la paz de Cateau-Cambresis en 1559.

Sin embargo, el principal escollo del reinado de Felipe II fueron sin duda los Países
Bajos, en rebelión abierta desde 1565. Frente a su padre, nacido en Flandes y políglota,
Felipe II era incapaz de dirigirse a sus nuevos súbditos en su lengua. Esto, unido a los
problemas religiosos con la extensión del calvinismo (que chocaba frontalmente con el
catolicismo del nuevo rey) y los problemas económicos, hicieron estallar la
sublevación. Muchos serán los gobernadores que intentaron aplacarla (el Duque de Alba,
Don Juan de Austria o Alejandro Farnesio), pero los costes bélicos de mantener un
ejército tan numeroso en un territorio tan alejado eran demasiado altos: en 1575, la
quiebra de laHacienda Real y su incapacidad de pagar a los soldados provocó que estos
saquearan la ciudad leal de Amberes en 1576, lo que complicó aún más la situación.

Otro frente se abrió con el apoyo de Isabel I de Inglaterra a los rebeldes holandeses
y el hostigamiento de los corsarios británicos (Hawkins, Raleigh, Drake…) a los
navíos españoles. Tras años de hostilidades, Felipe comenzó a concebirla “empresa de
Inglaterra”, construyendo una Gran Armada con el objetivo de invadir las islas. Sin
embargo, la superioridad artillera inglesa, la meteorología y la descoordinación entre la
flota y los Tercios de Flandes, que esperaban a ser embarcados, causaron el gran
desastre naval de 1588.

Por último, en el Mediterráneo, el esfuerzo de construcción naval y fortificación de


las costas acabará dando sus frutos con la victoria de la flota española, comandada por
Don Juan de Austria, en Lepanto en 1571. Al mismo tiempo, la monarquía tuvo que

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hacer frente a la revuelta de los moriscos de la Alpujarra (1568 – 1570), liderados por
Aben Humeya.

Precisamente en la lucha contra los musulmanes fallecería el joven rey Sebastián I


de Portugal, lo que acabará provocando la incorporación de dicho territorio a los
dominios de Felipe II en 1581, debido a su herencia materna. Esto significó la
realización plena de la monarquía hispánica, ya que la Corona portuguesa incluía un
gran imperio marítimo (Brasil y numerosos enclaves en África y Asia).

4. CRISIS Y DECADENCIA EN EL SIGLO XVII

En el siglo XVI los reyes se habían encargado personalmente del gobierno. En el


siglo XVII los reyes dejaron en manos de sus favoritos el gobierno. Los validos o
privados solían ser miembros de la nobleza muy cercanos al monarca.

Felipe III (1598-1621) tuvo, en general un reinado pacífico, aunque su mandato se


produjo la expulsión definitiva de los moriscos en 1609. El duque de Lerma se encargó
del poder hasta que perdió la confianza del monarca y fue sustituido por el duque de
Uceda, su hijo.
Su hijo Felipe IV (1621-1665) dejó el poder en manos de don Gaspar de Guzmán,
conde- duque de Olivares, que fue el más poderosos y autoritario de todos los validos.
Pretendía integrar a todos los reinos en un solo Estado, con las mismas ley e
instituciones, siguiendo el modelo castellano que permitía un mayor poder real, y
avanzando hacia el modelo monárquico absolutista. Su intento fracasó, y originó
enfrentamientos y graves disputas internas.
El último de los Austrias fue Carlos II (1665-1700), monarca muy enfermizo y
conocido como El Hechizado , que murió sin descendencia. Su reinado significó el punto
álgido de la crisis económica y social en los reinos hispánicos y la confirmación de la
pérdida de la hegemonía en Europa. El gobierno fue siempre ejercido por validos, desde
su minoría de edad, por el padre Nithard, sustituido por Francisco de Valenzuela y,
posteriormente, por Juan José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe III.

La guerra de los Treinta Años

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto de signo religioso, al


oponer a protestantes y católicos, pero también resultó una pugna política contra el
dominio en Europa de los Habsburgo austriacos y españoles. La guerra se inició con la
rebelión de los protestantes de la región de Bohemia (República Checa), que formaba
parte del Imperio austriaco. España acudió en ayuda de los Habsburgo y fueron
derrotados en 1620. La contienda afectó también a Flandes, donde los tercios obtuvieron
algunas victorias como la de Breda.
Los reyes de Dinamarca y Suecia, ambos protestantes, intervienen en el conflicto
ayudando a los protestantes de Alemania, que en aquel momento era el centro del
Imperio austriaco. Los tercios españoles consiguen vencerlos hasta que Francia entra en
el conflicto en apoyo de los protestantes, a pesar de que Francia era un país católico. La
guerra se desplaza a Flandes y el norte de Francia. Las batallas se suceden hasta que en
la batalla de Rocroi son derrotados los tercios de Flandes y se inicia la decadencia del
ejército español por falta de dinero con el pagar la soldada y los avituallamientos.
La larga duración de la guerra provoca el agotamiento de todos los bandos y se

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establecen conversaciones de paz que culminará en el Tratado de Westfalia (1648),


donde se acordó que los intereses de los Estados y su religión prevalecerían sobre los
del antiguo Imperio germánico. En 1650 España reconoció la independencia del
territorio norte de Flandes, que pasó a llamarse Provincias Unidas de Holanda,
gobernadas por la casa de Orange.
Después de Westfalia, la guerra con Francia continuó y no acabó hasta la Paz de los
Pirineos (1659), en la que la monarquía española cedió a Francia los territorios que
poseía al Norte de los Pirineos: Rosellón y Cerdaña, con lo que la frontera quedó
establecida en la cordillera en este tratado se inicia la hegemonía de Francia y el declive
de España.

Rebeliones: Cataluña, Portugal, Andalucía

La Guerra de los Treinta Años consumió enormes recursos y depauperó Castilla. El


conde-duque de Olivares pretendió una mayor centralización y una contribución de
todos los territorios de la corona al esfuerzo de la guerra, y creó la Unión de Armas por
la que todos los reinos y virreinatos, sin excepción, deberían aportar hombres y dinero.
Pero sus exigencias no valoraban la riqueza y la población de cada uno de ellos, sino
solo la tradición y las leyes propias de cada territorio.
La revuelta de Cataluña se originó cuando Olivares, en plena Guerra de los Treinta
Años, abrió un frente militar contra los franceses en los Pirineos, lo que obligó a los
catalanes a alojar a las tropas y a contribuir al gasto militar, a pesar de que la Cortes de
1626 se habían negado a pagar el subsidio demandado. Esto, y los desmanes de los
soldados, ,provocó una rebelión en la entrada de los segadores armados en Barcelona
durante el Corpus de Sangre (7 de junio de 1640).
La revuelta se generalizó en Cataluña y tuvo el apoyo de Francia; incluso se llegó a
nombrar conde de Barcelona al rey francés Luis XIII (1641) y se pretendió integrar el
Principado de Cataluña en la Corona Francesa. La lucha fue larga, duró unos diez años
y finalizó en 1652 con la rendición de Barcelona al ejército real, que estaba al mando de
Juan José de Austria.

En el mismo año 1640 se produjo la rebelión de Portugal, que proclamó rey al duque
se Braganza, emparentado con la antigua casa de Avis, que había reinado en Portugal
antes de su anexión a la corona hispana por Felipe II en 1580.
Los sucesores de Felipe II habían intervenido cada vez más en aquel país con el
propósito de anexionarse totalmente a Castilla. Pero los portugueses no querían
permanecer unidos a la Corona hispana, entre otras causas porque la unión les habría
enemistado con Inglaterra y Holanda, que atacaban sus colonias y les provocaban
grandes pérdidas económicas. Así pues, la rebelión, a la que se unieron las colonias
portuguesas, dio lugar a una larga guerra que duró hasta 1652, en la que Portugal logró
la independencia de la Corona de Castilla.

En 1641 fue descubierta en Andalucía una conspiración por la cual el duque de


Medina Sidonia (hermano de la reina de Portugal) y su primo el marqués de Ayamonte
pretendían sublevar sus “estados”, extender la rebelión a toda Andalucía y reconducir la
dirección política de la Corona o bien establecer una “república” nobiliaria de ámbito
andaluz. No están claras las causas de la rebelión aunque parece más una sublevación
nobiliaria provocada por la situación de crisis, que un auténtico deseo de cambio político.
La falta de apoyos nobiliarios y de los otros estamentos hizo que la intentona fallara
rápidamente y que se produjera rápida represión. El duque de Medina Sidonia perdió

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gran parte de sus dominios y fue desterrado de la Corte, mientras que el marqués de
Ayamonte fue ajusticiado.

Evolución demográfica y socioeconómica en los siglos XVI y XVII

Tradicionalmente, el siglo XVI se ha considerado como económicamente positivo,


con un notable desarrollo en todos los aspectos posibles: la población aumentó cerca de
un 50% a pesar de la elevada mortalidad ordinaria y los procesos migratorios, mientras
que la producción agrícola también creció considerablemente con nuevas roturaciones.
Los principales cultivos fueron el cereal, la vid y el olivo, aunque también la caña de
azúcar o la morera en los territorios de tradición musulmana, en los que se dominaba el
cultivo de regadío. Respecto a la artesanía, el XVI es el siglo de oro de los paños
españoles, destacando también la industria sedera andaluza o la metalurgia y
construcción naval en el País Vasco y Asturias.
No obstante, el aspecto más destacado es el que se refiere a la moneda y las finanzas
imperiales. El mercado monetario se vio inundado por las incesantes remesas de metales
preciosos americanos, lo que acabó provocando una descomunal inflación: la demanda
de productos creció debido a la adaptación de los indígenas americanos al modo de vida
europeo, así como a la mayor cantidad de dinero disponible. Al aumentar la demanda
pero quedarse estancada la oferta, se produjo una gran subida de precios que afectó
principalmente a las clases populares, que apenas se habían beneficiado de la llegada del
oro y la plata americanos.
Por otra parte, la irregularidad de la llegada de las remesas americanas (una vez
al año, con la Flota de Indias) forzó a los monarcas a recurrir al crédito y el préstamo,
ya que el gasto bélico obligaba a los reyes a disponer de dinero en lugares y fechas
determinadas para pagar a las tropas. Así, los grandes beneficiados de la política exterior
de la monarquía fueron los asentistas alemanes y genoveses como Jacob Függer, que
cobraban elevados intereses.
Todos estos elementos se tradujeron en la grave crisis que se extendió por los
territorios de la monarquía en el siglo XVII. En primer lugar, la población disminuyó
debido a las crisis de subsistencia, epidemias, guerras o la expulsión de los moriscos de
1609, a lo que hay que añadir la emigración a América, que si bien no fue decisiva, si
incidió de forma significativa en Andalucía y Castilla.
Los problemas demográficos y las malas cosechas redujeron la producción
agrícola, base de la economía señorial, lo que hizo aumentar los abusos sobre los
campesinos y clases humildes de la población, dando lugar a una enorme polarización
social. Por otra parte, la mentalidad de los grandes latifundistas fue siempre la de invertir
en préstamos al Estado, bienes inmuebles, títulos de nobleza, etc., en lugar de invertir
en empresas industriales o comerciales, que conllevaban un mayor riesgo.
A pesar de la crisis, los siglos XVI y XVII suponen la Edad de Oro de las letras y
las artes hispanas, destacando el humanismo de Antonio de Nebrija o Luis Vives; la
lírica de Garcilaso, Góngora y Quevedo; el teatro de Lope y Calderón; la novela
picaresca, representada por el Lazarillo de Tormes; y, sobre todo, la obra cumbre de
nuestra literatura, Don Quijote de la Mancha. En cuanto a las artes, el esplendor pasa
por el clasicismo del Escorial, el barroquismo de la fachada del Obradoiro o la
religiosidad de las imágenes de Alonso Berruguete y Juan Martínez Montañés. En
pintura, figuras clave como El Greco, Murillo, o Valdés Leal son eclipsadas por el genio
de Velázquez en obras como “La Rendición de Breda” o “Las Meninas” en las que el
niño de Sevilla vino a subir el nivel, que pueden contarse entre las grandes creaciones
artísticas de la historia de la humanidad.

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Carlos II y la sucesión

Con Carlos II se tomaron algunas medidas para salir del marasmo, como la limitación
a la fundación de nuevas órdenes religiosas y la estabilización de la moneda. A partir de
1685 comenzó a percibirse una lenta recuperación demográfica y comercial, que en los
años siguiente se reflejaría en la economía.
Carlos II se había casado en primeras nupcias con María Luisa de Orleans y en
segundas con María Ana de Neoburgo pero el heredero al trono no llegó. Esto provocó
que durante los últimos años de reinado la Corte se convirtiera en un semillero de
intrigas. Todos estaban pendientes del testamento y la elección del rey. Había dos
candidatos: el duque de Anjou, nieto de Luis XIV, y el archiduque Carlos, segundo hijo
del emperador Leopoldo I. Carlos II falleció en 1 de noviembre de 1700 y en su
testamento dejó a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, como sucesor a la corona con
quien comenzaba la dinastía de los Borbones en España.

5. CONCLUSIONES

Los siglos XVI y XVII asistieron al auge y caída de la Monarquía Hispánica. Las
tesis tradicionales han apuntado al mal gobierno de los Austrias Menores como principal
responsable de la crisis, pero lo cierto es que el problema hunde sus raíces en época de
Carlos I y Felipe II, que desangraron la Hacienda Real a base de interminables conflictos
bélicos.
El conde-duque de Olivares, tan maltratado por la historiografía, se percató de la
situación e intentó reformar el modelo de Estado, chocando de frente contra los intereses
particulares de los diferentes reinos. Paradójicamente, los principales elementos del
Gran Memorial de Olivares serían puestos en práctica en el siglo posterior por el tan
alabado reformismo borbónico, que suprimieron los privilegios de la Corona de Aragón
amparándose en el derecho de guerra (tras el apoyo de esta al candidato austriaco) y la
pérdida de los territorios flamencos e italianos, que permitió a los Borbones abandonar
las políticas de prestigio y reducir el gasto bélico.
El siglo XVII fue una época de crisis para el Imperio de los Austrias: se registró la
pérdida progresiva de la hegemonía política en los territorios europeos, y se produjeron
la decadencia económica y una grave crisis social y política en Castilla, núcleo esencial
de la monarquía. Por todo esto los monarcas de este siglo son conocidos como los
Austrias menores.

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