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TEMA 6.

La población mundial: modelos demográficos y desigualdades espaciales

ÍNDICE

Introducción: la geodemografía y las desigualdades espaciales


1. Conceptos clave
1.1. Movimientos naturales: natalidad y mortalidad
1.2. Movimientos espaciales: migraciones
2. Estructuras de población
3. Regímenes demográficos
4. Distribución espacial de la población
5. A modo de conclusión: proyecciones a medio y largo plazo

Introducción: la geodemografía y las desigualdades espaciales

A lo largo del tema exploraremos las desigualdades a nivel global en tanto a indicadores
demográficos como crecimiento vegetativo, régimen demográfico, densidad corregida y
envejecimiento poblacional, además de las consecuencias que estos indicadores tienen sobre
distintas esferas de la vida. Nos referiremos constantemente a mundo desarrollado y mundo
subdesarrollado, advirtiendo que no hay consenso en torno a esta dualidad y que puede ser
problemática. Para JL Sampedro es un oxímoron, pues distinguir entre mundo desarrollado y
subdesarrollado es como distinguir entre las ruedas delanteras y traseras de un coche, donde las
segundas por mucho que avancen nunca se pondrán al nivel de las primeras. En cualquier caso,
usaremos la dicotomía a título vehicular para expresar unos contrastes que sí que se dan de manera
real.
La geodemografía se establece como disciplina autónoma a partir de mediados del siglo XX,
cuando las necesidades de los Estados del mundo globalizado se vuelven más complejas. Se
diferencia de la demografía en su enfoque sistémico, relacionando los indicadores demográficos con
factores físicos, económicos y humanos. A partir de los años 70 asistimos a un cambio de los
enfoques macro a micro por parte de la Geografía de la percepción, para dar cuenta de los
complejos matices humanos en fenómenos que no son en realidad tan asépticos como para
reducirlos a una estadística.
Las fuentes empleadas han cambiado poco respecto a los avances tecnológicos. Desde mediados del
siglo XIX podemos considerar que las fuentes son más o menos fiables, a excepción de algunos
países. Históricamente se han hecho estimaciones poblacionales contando con instrumentos
indirectos como las crónicas, o directos como los antiguos registros parroquiales de bautismos y
defunciones, los catastros históricos y los registros de movilizaciones militares. Pero es en la
actualidad cuando contamos con los medios más precisos, tales como los censos quinquenales o
decimales, los registros civiles o los padrones municipales. Para compensar la inmovilidad de los
censos, se suele recurrir a medios indirectos como las encuestas, los sondeos poblacionales y las
estadísticas de movilidad.
En lo global contamos con los Anuarios de la ONU establecidos desde 1948, aunque existen
dificultades para ofrecer estadísticas poblacionales precisas en los países subdesarrollados o en vías
de desarrollo. En este tema nos centraremos sobre todo en las consecuencias de estas desigualdades
demográficas.

1. Conceptos clave

1.1. Movimientos naturales: natalidad y mortalidad.


Los tipos de tasas de natalidad que vamos a calcular van a depender del interrogante que deseemos
responder: ¿Cuántos nacen por mil habitantes? ¿Cuántos hijos por mujer? ¿Es posible el relevo
generacional? La respuesta numérica nos dará indicadores que podremos relacionar con factores de
diversa índole, y veremos que la desigualdad está patente según la zona del planeta.
El primer indicador a tener en cuenta es la TASA BRUTA DE NATALIDAD, que nos indica
cuántos nacen por cada mil habitantes en el periodo por lo general de un año. Esto solo parece ser
útil para elaborar la tasa de crecimiento, pero para poder hacer estimaciones tenemos la TASA
BRUTA DE FECUNDIDAD (número de mujeres de 15 a 49, madres en potencia) y la TASA DE
FECUNDIDAD POR EDAD. Partiendo de aquí podemos obtener la DESCENDENCIA MEDIA,
que es el número medio de hijos por mujer. Estos indicadores, comparados con la tabla de
mortalidad, son útiles para obtener la TASA DE REEMPLAZO, que nos habla del número medio de
hijas (madres en potencia) por mujer y ha de ser siempre superior a 1.
Con la mortalidad sucede algo análogo: la TASA BRUTA DE MORTALIDAD sirve para calcular el
crecimiento natural (que no es lo mismo que el crecimiento vegetativo al no tener en cuenta las
migraciones, como veremos más adelante), pero los indicadores más elocuentes son la TASA DE
MORTALIDAD INFANTIL (% de fallecidos <1 año) y el cálculo de la <ESPERANZA DE VIDA
AL NACER. Al margen de las evidentes diferencias socioeconómicas globales, los factores que
condicionan la mortalidad son: el envejecimiento poblacional, la aplicación de la medicina,
profilaxis, estructura por sexos (existe una sobremortalidad masculina en todas las edades) y otros
factores como la propensión a sufrir accidentes y el tipo de alimentación, generalmente relacionados
de nuevo con la extracción socioeconómica. Las tasas de natalidad están menos influenciadas por
factores biológicos, y responden, sobre todo, al envejecimiento poblacional, la nupcialidad y
aspectos como la cultura y la religión incluso.

1.2. Movimientos espaciales: las migraciones.


De nuevo estamos ante un concepto problemático debido a la dificultad de ofrecer una definición
que recoja todos los complejos factores que atraviesan el fenómeno. De esta complejidad tratan de
dar cuenta las actuales teorías sistémicas, complementadas por los aportes de la Geografía de la
percepción. Noin ha propuesto la siguiente definición, diferenciando a priori los movimientos
habituales de las migraciones propiamente dichas: “movimientos espaciales de la población que
desarraigan temporal o definitivamente a las personas de su lugar de origen (emigración) para
introducirlas en otra región o país (inmigración)”.
Teniendo en cuenta esto podemos clasificar las migraciones como voluntarias, forzosas, temporales,
permanentes, pendulares, interiores o internacionales. Para transformarlas en índices, ya sean de
emigración o de inmigración, se ha de calcular la diferencia entre ambas y obtener el porcentaje
entre la población total (I-E .100/ población), obteniendo así el SALDO MIGRATORIO.
Pasamos por alto las migraciones interiores (éxodo rural, éxodo urbano, ciudad-metrópoli, por
razones de ocio u otras…), igualmente complejas, para centrarnos en el panorama de las
migraciones internacionales debido a su especial trascendencia en el mundo globalizado. Desde los
años 50 del siglo pasado ha sido frecuente la inmigración del mundo subdesarrollado al
desarrollado, así como la circulación entre países de menor renta a otros de mayor renta de manera
pendular. Según Milanovic esto se debe, aparte de a la evidente diferencia de salarios, al menor
coste de transportes de los lugares menos desarrollados a los más desarrollados. Este fenómeno
masivo ha sido fuertemente regulado y controlado por los países receptores desde las últimas
décadas del siglo XX.
Pero según ciertos organismos como ACNUR en las últimas décadas hemos vivido un auge de las
migraciones forzosas producidas por: inestabilidad política y social, guerras, catástrofes naturales,
conflictos étnicos y avance de las economías extractivas, entre otras. Esto ha diversificado
enormemente el perfil del migrante, que ha evolucionado del varón sin estudios a la expectativa de
obtener un empleo a uno con un nivel educativo más alto, además de producirse una importante
feminización del fenómeno e incluso la proliferación de menores en solitario.
Las consecuencias de las migraciones son diversas. Para los países receptores puede suponer un
alivio momentáneo de su déficit de fecundidad y del creciente envejecimiento de la población, pero
se exponen a crecientes tasas de marginalidad y delincuencia si no se aplican las políticas de
integración adecuadas. Para los países emisores las consecuencias pueden ser aún más dramáticas
debido a la fuga sistemática y masiva de capital humano y población activa.

2. La estructura de la población: edad, sexo y actividad.

Las estructuras poblacionales, ya sean demográficas (sexo y edad) o económicas (actividades) son
influyentes y a la vez influenciadas por la demografía, por ello es necesario realizar seguimientos.
En el caso del sexo, podemos estimar las consecuencias de la disimetría poblacional entre los
mismos partiendo de la TASA BRUTA DE MASCULINIDAD o feminidad; para obtener la
RELACIÓN DE MASCULINIDAD o feminidad (varones.100/mujeres).
En todo el mundo nacen más varones que mujeres (0’05 más por cada mujer), pero a la vez mueren
más hombres en todas las franjas de edad, por lo que en términos ideales el sistema tiende al
equilibrio. Pero esto no ocurre en la realidad, ya que los desequilibrios están patentes entre los dos
polos del desarrollo (emigración, subdeclaración femenina), entre el pueblo y la ciudad e incluso
entre distintos grupos étnicos o socioeconómicos. En términos generales, en las ciudades del mundo
desarrollado la supremacía es femenina, aunque en las del mundo subdesarrollado es claramente
masculina (incluso en países en vías de desarrollo como India y China, donde la disimetría se
cuenta en varios cientos de millones). Esto se debe en parte a los procesos de éxodo rural, la mayor
tasa de fecundidad y de mortalidad femeninas en edades críticas, pero también a la no desdeñable
presión cultural ejercida sobre las mujeres.
Respecto a la estructura de edad, las fuentes con las que podemos analizarla son abundantes, pero a
nivel internacional no son del todo fiables. Por ejemplo, en China una persona desde que nace tiene
un año, y en otros países existe una gran cantidad de neonatos no declarados o declarados
tardíamente. En cualquier caso, podemos calcular la estructura de edad partiendo de ÍNDICES
SINTÉTICOS o de ÍNDICES ANALÍTICOS.
Los sintéticos se refieren a la edad media o a la edad mediana de una población, un índice sobre
todo orientativo. Los índices analíticos nos dan una idea más específica de la distribución de la
población en franjas de edad: los más usados son los ÍNDICES DE JUVENTUD o DE VEJEZ
(jóvenes.100/población), teniendo en cuenta que la categoría “joven” varía de un país a otro, pero
suele ser por debajo de 19 años. Pero quizá el índice más importante sea la TASA DE
DEPENDENCIA, en el que se divide la suma de la población más joven y más vieja entre la
porción de adultos restantes. Para calcular el envejecimiento de un país o una zona, se ha de
relacionar la población >60 entre la población <20, y se considera que hablamos de
ENVEJECIMIENTO cuando el resultado es igual o superior a 0’5.
De nuevo, las diferencias emergen en ambos polos del desarrollo. Los países desarrollados son
uniformemente “viejos”, pero los países subdesarrollados sí son uniformemente “jóvenes”. Dentro
del mundo desarrollado, el envejecimiento de las zonas va a depender de factores como la renta
media, el predominio de ciertas actividades económicas, de si el medio es rural o urbano o si
ampliamente hablamos de centro o periferia. Volviendo otra vez al desequilibrio internacional, la
clave es la fecundidad: el envejecimiento es a la vez causa y consecuencia del descenso de la
fecundidad.
Con la estructura por actividad debemos tener en cuenta estos conceptos clave: activos (población
empleada + parados en disposición de emplearse), no activos (jubilados, menores, rentistas o
trabajadoras del hogar), subempleo y paro. Los índices más empleados son la TASA DE
ACTIVIDAD (activos/ población <16 x100) y la TASA DE PARO (parados/activos x100). Como
cabe esperar, las tasas de actividad y de paro son respectivamente más altas y más bajas en función
del desarrollo económico de un país. Con matices, la tasa de paro en el mundo desarrollado está en
torno al 5% (sin tener en cuenta épocas de crisis) frente al 20-30 o hasta 40% en el mundo
subdesarrollado. Igualmente ocurre con la tasa de actividad, que desciende en el mundo
subdesarrollado. Podríamos poner en duda esta afirmación argumentando que la juventud de su
pirámide de población produce índices mayores de población activa, pero esto no ocurre debido a:
el creciente volumen de subempleo, emigración, falta de incorporación de la mujer al mundo laboral
y a otras razones de índole económica y social.

3. Modelos y regímenes demográficos

Un modelo demográfico es el comportamiento natural de una determinada población en un


momento dado, contando con la variable tiempo (régimen) que define y explica una determinada
estructura y nos permite hacer predicciones a corto y medio plazo. Esto nos revela dos principales
modelos actuales (joven y viejo), además de varios modelos de transición que han operado
históricamente y siguen operando en la actualidad.
Esquemáticamente, el régimen preindustrial puede traducirse en una alta mortalidad que se
complemente con una alta natalidad, con un crecimiento vegetativo débil que se “equilibraba” con
el tiempo debido al advenimiento periódico de guerras, hambrunas y epidemias. Con la revolución
industrial operaron los primeros avances médicos y agrícolas que contuvieron la sobremortalidad
ordinaria mientras la natalidad se mantenía alta. El mayor crecimiento se dio a finales del siglo XIX
y principios del XX, con un descenso de la natalidad pero con una diferencia insólita con la
mortalidad. Finalmente, teóricamente el crecimiento vegetativo se estabiliza y se alcanzan valores
casi preindustriales, aunque con renovados momentos de crecimiento como el baby boom de los
años 60.
Hay que decir que esto es solo un esquema y al final veremos que no siempre se cumple. También
la historia arroja excepciones (el crecimiento en Inglaterra y Países Bajos se debió más a un gran
aumento en la natalidad que a un descenso de la mortalidad, el caso especial de los países
comunistas…), y mención aparte merece el Tercer Mundo. Podemos decir que el mismo se
benefició de manera subsidiaria de los avances médicos y científicos de Occidente, pero solo desde
el final de la Segunda Guerra Mundial. Desde ese momento, los decaimientos en las tasas de
natalidad y mortalidad generales han descendido a una velocidad cinco veces mayor que las tasas
históricas occidentales.
Así pues, en la actualidad contamos con dos regímenes demográficos principales: el régimen
envejecido y el joven. Los envejecidos se caracterizan por un crecimiento vegetativo lento, en torno
al 1% o inferior, a veces nulo o negativo como el caso de Japón, España, Austria y Alemania,
agravado por la creciente mortalidad que propicia el creciente número de ancianos. El régimen tiene
ciertas ventajas a corto plazo, como que al no tener que sostener una base ancha en la pirámide de
población, los recursos pueden crecer más rápido que la misma y esta puede entrar en un mercado
laboral menos tenso. Los inconvenientes vienen con el tiempo: el mercado laboral está copado por
las viejas generaciones, lo que es perjudicial para los jóvenes. Se plantea el problema del relevo
generacional, la disminución de la población activa y la necesidad de recurrir a la inmigración como
alivio temporal. Se les asocia además cierta tendencia al inmovilismo y a la gerontocracia.
Los regímenes demográficos jóvenes tienen un crecimiento vegetativo generalmente superior al 2%.
Las ventajas relativas son la no necesidad de mantener una cúspide ancha, por lo que los jubilados
apenas gravan a los jóvenes. Los niños son una potencial reserva de mano de obra, la cual ya es
abundante y barata debido a la inmensa reserva de población activa. Pero estas ventajas solo son
tales si el país en cuestión decide poner en marcha sus recursos y “emprender el desarrollo”, cosa
poco plausible: al verse los gobiernos desbordados por satisfacer las necesidades más básicas de la
población, el capital destinado a potenciar los medios de producción es insignificante. En algunos
países además el problema está agravado por el problema de la emigración masiva e incluso
dictaduras militares, que mantienen férreamente un vicioso status quo que beneficia a muy pocos.
Es improbable que un país cambie esta situación si no es con ayuda exterior.

4. Distribución de la población: desigualdades espaciales

Como se sabe, la población mundial no está homogéneamente repartida. Antes de entrar en los
factores que propician este hecho, aclaremos unos conceptos básicos: densidad de población,
dispersión y concentración. La DENSIDAD DE POBLACIÓN es la relación entre habitantes y
superficie, un indicador en sí mismo laxo, por lo que se suele recurrir a DENSIDADES
CORREGIDAS. Esto es sustituir a la población del numerador por una parte de la misma,
obteniendo así la densidad rural, la densidad urbana, la densidad por terreno edificado teniendo en
cuenta la altura de los edificios, los accidentes geográficos… entre otras. Respecto a la
concentración y la dispersión, hacen referencia a la homogeneidad o heterogeneidad de la
distribución poblacional en lugares determinados. Las traducción cartográfica de las densidades las
vemos en mapas de coropletas o isopletas; mientras que los de concentración o dispersión se ve en
los mapas que representan el punto medio o el punto mediano de población.
Para explicar esta desigualdad M. Serré ha propuesto la dualidad oikoumene/anoikoumene para
referirse al grado de habitabilidad de ciertos lugares de acuerdo a factores físicos. A pesar de que la
tecnología puede difuminar este límite, sin duda las desigualdades se mantienen y no parece que
exista una tendencia al cambio de momento.
Comenzaremos diciendo que un 90% de la población mundial se halla dispersa en el Hemisferio
Norte, y la mayor parte concentrada entre los paralelos 20-40º N. El mundo desarrollado solo
representa ¼ de la población mundial. Esto se traduce que en solo un 10% de las tierras emergidas
habitan ⅔ de la población mundial. Los grandes polos de concentración vienen a ser Asia Oriental,
Europa y la antigua URSS, Asia Meridional y el extremo Nororiental del continente Americano
(EEUU, México, Canadá…). Los lugares menos densamente poblados son las zonas polares y
árticas, los desiertos y el cinturón ecuatorial.
¿Qué da lugar a estas desigualdades? Sin duda las desigualdades espaciales actuales no pueden
entenderse sin la acumulación de cambios históricos capitales (Neolítico, industrialización,
colonización, globalización…) y sin el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En un principio, los
factores físicos como la altitud, el clima y el medio natural ofrecen barreras casi insalvables, pero en
el actual mundo globalizado esto solo es cierto en la medida que el país haya desarrollado sus
recursos tecnológicos y económicos. Véase cómo en las inhóspitas regiones árticas o subárticas
(Islandia, Groenlandia, Alaska, Norte de Rusia…) se recurre a la creación de microclimas mediante
materiales aislantes, rayos ultravioleta y alimentación especial, lo que permite ciertas densidades de
población estables. Esto no ocurre en los países ecuatoriales, generalmente en la esfera del
subdesarrollo, donde es teóricamente posible potenciar las posibilidades agrícolas mediante la
tecnología y mantener a raya las enfermedades endémicas con el desarrollo de la medicina. Pero en
esos lugares las densidades se mantienen bajas.
En cualquier caso, aún no se dispone de la tecnología necesaria ni de razones para otorgar al Ártico
la misma densidad de población que el Sudeste Asiático, por lo que los factores físicos siguen
siendo un importante factor de presión demográfica. Aparte del clima, la altitud parece jugar un
papel fundamental, ya que por regla general el ser humano prefiere las llanuras para asentarse y el
límite altimétrico parece estar en torno a los 5000 metros. Es interesante recalcar las excepciones
del Tíbet, Perú y Bolivia, pero también que en los dos últimos las partes más bajas de las ciudades
se reservan a los centros administrativos, mientras que las barriadas marginales proliferan a alturas
considerables.
Ligado a la altura y al clima está el factor más importante: la agricultura y las posibilidades de
acceso a los recursos. Esto explica que lugares en principio inhóspitos como los márgenes de los
desiertos y ciertos asentamientos de montaña permitan pequeñas densidades de población estables.
También explica la dilatada presencia humana en los valles de montaña, que recogen un gran
volumen de precipitaciones útiles para la agricultura, al igual que ocurre en las laderas de sotavento.
Tan importante como el clima o la orientación respecto a los centros de acción lo es la riqueza del
suelo, lo cual explica las mayores densidades de población en el Mediterráneo que en el resto de
Europa, factor que alcanza su paroxismo mundial en el Sudeste Asiático.
Incluso también existe un patrón en torno a los asentamientos destinados al aprovechamiento de
recursos, sobre todo en países de nueva colonización, como los asentamientos mineros destinados a
extraer riqueza del subsuelo. En los piedemonte es común encontrar ciertas densidades de población
por lo exuberante de los recursos forestales.
5. A modo de conclusión: proyecciones a medio y largo plazo

Los hechos históricos nos dicen que la población mundial tardó 17 siglos en doblar por primera vez
sus efectivos. 2 siglos más para volver a doblarla y menos de un siglo más para hacerlo de nuevo.
Las estimaciones de la ONU calculan que para 2050 se volverá a duplicar.
La preocupación por el equilibrio entre población y recursos ha sido una constante desde que
Malthus escribió su célebre ensayo de 1798. Tenemos el ejemplo de la política social de la
Inglaterra del XIX y la eugenesia practicada en la Europa de entreguerras y más recientemente, las
esterilizaciones masivas en India y Perú. La política del hijo único que practicó el gobierno chino se
debe entender más como una proyección demográfica que como un “miedo malthusiano”. En la
actualidad toman fuerza algunos planteamientos de este tipo, pero lo cierto es que no parece existir
ningún “equilibrio” entre población y recursos, y que este punto está en continua evolución.
En la actualidad se manejan dos principales escenarios posibles: las estimaciones de la ONU
indican que que para 2100 la población mundial puede ascender en torno a 15 mil millones. Félix
Muñoz y otros estudiosos argumentan que teniendo en cuenta la evolución de la tasa de fertilidad,
es razonable pensar que por el contrario la población mundial puede descender hasta los 6 mil
millones.
Las estimaciones basadas en el decaimiento de la tasa de fertilidad parecen explicar mejor el
panorama actual. Teniendo en cuenta que la tasa de fertilidad necesaria para asegurar el relevo
generacional es de 2’1 (2’4 en el mundo subdesarrollado debido a la mayor mortalidad infantil), el
reemplazo parece imposible en muchas partes del mundo. España, Portugal, Hungría y Japón
muestran tasas de crecimiento negativas, mientras que países como Austria, Alemania y EEUU se
han visto obligados a recurrir a la inmigración masiva para estimular sus tasas de fertilidad.
Asia muestra disparidades: la tasa de China y Corea del Sur apenas llegan a 1’5, mientras que el
Sudeste Asiático crece con un 2’4. Además China, al igual que India, tiene que enfrentarse al
acuciante problema de la disparidad entre sexos.
El Magreb y el mundo árabe se sitúan en torno a los 2-3 hijos por mujer, mientras que es el África
negra la región con mayor fertilidad con casi 5 hijos por mujer, aunque hay que decir que la
tendencia es descendente. Recordemos que estamos hablando de medias regionales y que las cifras
reales por países y zonas son muy dispares.
Sea cual sea el escenario futuro, parece ser que el problema más acuciante al que nos enfrentamos
es al envejecimiento generalizado de la población, por supuesto más acentuado en los países
desarrollados, aunque el problema también está presente en zonas como el mundo árabe y el
Magreb. El envejecimiento de la población es un escenario sin precedentes en la historia y parece
ser irreversible mientras la fecundidad se mantenga baja y la mortalidad a la vejez disminuya.
El envejecimiento de la población tiene importantes consecuencias económicas en lo relativo al
ahorro, la inversión, el consumo y por supuesto el sistema de pensiones. Además, la relación
existente entre la alta tasa de dependencia y el paro juvenil parece ser clara, y esto es precisamente
el caldo de cultivo para ideas radicales, crispación política e inestabilidad social, lo que puede
traducirse incluso en un conflicto intergeneracional.
Aún así, el envejecimiento es un hecho más que un escenario poco deseable. Para revertir su
potencial negativo se plantean actuaciones en la política de pensiones, salud, empleo e inmigración.
Parece ser que las únicas soluciones plausibles van a ser el retraso de la edad de jubilación, la
inversión en medicina preventiva y el fortalecimiento de las políticas de integración para los
trabajadores migrantes. Aún queda en el aire cómo va a ser el sistema de pensiones del futuro
próximo ante la insostenibilidad manifiesta del actual.

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