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ÍNDICE
A lo largo del tema exploraremos las desigualdades a nivel global en tanto a indicadores
demográficos como crecimiento vegetativo, régimen demográfico, densidad corregida y
envejecimiento poblacional, además de las consecuencias que estos indicadores tienen sobre
distintas esferas de la vida. Nos referiremos constantemente a mundo desarrollado y mundo
subdesarrollado, advirtiendo que no hay consenso en torno a esta dualidad y que puede ser
problemática. Para JL Sampedro es un oxímoron, pues distinguir entre mundo desarrollado y
subdesarrollado es como distinguir entre las ruedas delanteras y traseras de un coche, donde las
segundas por mucho que avancen nunca se pondrán al nivel de las primeras. En cualquier caso,
usaremos la dicotomía a título vehicular para expresar unos contrastes que sí que se dan de manera
real.
La geodemografía se establece como disciplina autónoma a partir de mediados del siglo XX,
cuando las necesidades de los Estados del mundo globalizado se vuelven más complejas. Se
diferencia de la demografía en su enfoque sistémico, relacionando los indicadores demográficos con
factores físicos, económicos y humanos. A partir de los años 70 asistimos a un cambio de los
enfoques macro a micro por parte de la Geografía de la percepción, para dar cuenta de los
complejos matices humanos en fenómenos que no son en realidad tan asépticos como para
reducirlos a una estadística.
Las fuentes empleadas han cambiado poco respecto a los avances tecnológicos. Desde mediados del
siglo XIX podemos considerar que las fuentes son más o menos fiables, a excepción de algunos
países. Históricamente se han hecho estimaciones poblacionales contando con instrumentos
indirectos como las crónicas, o directos como los antiguos registros parroquiales de bautismos y
defunciones, los catastros históricos y los registros de movilizaciones militares. Pero es en la
actualidad cuando contamos con los medios más precisos, tales como los censos quinquenales o
decimales, los registros civiles o los padrones municipales. Para compensar la inmovilidad de los
censos, se suele recurrir a medios indirectos como las encuestas, los sondeos poblacionales y las
estadísticas de movilidad.
En lo global contamos con los Anuarios de la ONU establecidos desde 1948, aunque existen
dificultades para ofrecer estadísticas poblacionales precisas en los países subdesarrollados o en vías
de desarrollo. En este tema nos centraremos sobre todo en las consecuencias de estas desigualdades
demográficas.
1. Conceptos clave
Las estructuras poblacionales, ya sean demográficas (sexo y edad) o económicas (actividades) son
influyentes y a la vez influenciadas por la demografía, por ello es necesario realizar seguimientos.
En el caso del sexo, podemos estimar las consecuencias de la disimetría poblacional entre los
mismos partiendo de la TASA BRUTA DE MASCULINIDAD o feminidad; para obtener la
RELACIÓN DE MASCULINIDAD o feminidad (varones.100/mujeres).
En todo el mundo nacen más varones que mujeres (0’05 más por cada mujer), pero a la vez mueren
más hombres en todas las franjas de edad, por lo que en términos ideales el sistema tiende al
equilibrio. Pero esto no ocurre en la realidad, ya que los desequilibrios están patentes entre los dos
polos del desarrollo (emigración, subdeclaración femenina), entre el pueblo y la ciudad e incluso
entre distintos grupos étnicos o socioeconómicos. En términos generales, en las ciudades del mundo
desarrollado la supremacía es femenina, aunque en las del mundo subdesarrollado es claramente
masculina (incluso en países en vías de desarrollo como India y China, donde la disimetría se
cuenta en varios cientos de millones). Esto se debe en parte a los procesos de éxodo rural, la mayor
tasa de fecundidad y de mortalidad femeninas en edades críticas, pero también a la no desdeñable
presión cultural ejercida sobre las mujeres.
Respecto a la estructura de edad, las fuentes con las que podemos analizarla son abundantes, pero a
nivel internacional no son del todo fiables. Por ejemplo, en China una persona desde que nace tiene
un año, y en otros países existe una gran cantidad de neonatos no declarados o declarados
tardíamente. En cualquier caso, podemos calcular la estructura de edad partiendo de ÍNDICES
SINTÉTICOS o de ÍNDICES ANALÍTICOS.
Los sintéticos se refieren a la edad media o a la edad mediana de una población, un índice sobre
todo orientativo. Los índices analíticos nos dan una idea más específica de la distribución de la
población en franjas de edad: los más usados son los ÍNDICES DE JUVENTUD o DE VEJEZ
(jóvenes.100/población), teniendo en cuenta que la categoría “joven” varía de un país a otro, pero
suele ser por debajo de 19 años. Pero quizá el índice más importante sea la TASA DE
DEPENDENCIA, en el que se divide la suma de la población más joven y más vieja entre la
porción de adultos restantes. Para calcular el envejecimiento de un país o una zona, se ha de
relacionar la población >60 entre la población <20, y se considera que hablamos de
ENVEJECIMIENTO cuando el resultado es igual o superior a 0’5.
De nuevo, las diferencias emergen en ambos polos del desarrollo. Los países desarrollados son
uniformemente “viejos”, pero los países subdesarrollados sí son uniformemente “jóvenes”. Dentro
del mundo desarrollado, el envejecimiento de las zonas va a depender de factores como la renta
media, el predominio de ciertas actividades económicas, de si el medio es rural o urbano o si
ampliamente hablamos de centro o periferia. Volviendo otra vez al desequilibrio internacional, la
clave es la fecundidad: el envejecimiento es a la vez causa y consecuencia del descenso de la
fecundidad.
Con la estructura por actividad debemos tener en cuenta estos conceptos clave: activos (población
empleada + parados en disposición de emplearse), no activos (jubilados, menores, rentistas o
trabajadoras del hogar), subempleo y paro. Los índices más empleados son la TASA DE
ACTIVIDAD (activos/ población <16 x100) y la TASA DE PARO (parados/activos x100). Como
cabe esperar, las tasas de actividad y de paro son respectivamente más altas y más bajas en función
del desarrollo económico de un país. Con matices, la tasa de paro en el mundo desarrollado está en
torno al 5% (sin tener en cuenta épocas de crisis) frente al 20-30 o hasta 40% en el mundo
subdesarrollado. Igualmente ocurre con la tasa de actividad, que desciende en el mundo
subdesarrollado. Podríamos poner en duda esta afirmación argumentando que la juventud de su
pirámide de población produce índices mayores de población activa, pero esto no ocurre debido a:
el creciente volumen de subempleo, emigración, falta de incorporación de la mujer al mundo laboral
y a otras razones de índole económica y social.
Como se sabe, la población mundial no está homogéneamente repartida. Antes de entrar en los
factores que propician este hecho, aclaremos unos conceptos básicos: densidad de población,
dispersión y concentración. La DENSIDAD DE POBLACIÓN es la relación entre habitantes y
superficie, un indicador en sí mismo laxo, por lo que se suele recurrir a DENSIDADES
CORREGIDAS. Esto es sustituir a la población del numerador por una parte de la misma,
obteniendo así la densidad rural, la densidad urbana, la densidad por terreno edificado teniendo en
cuenta la altura de los edificios, los accidentes geográficos… entre otras. Respecto a la
concentración y la dispersión, hacen referencia a la homogeneidad o heterogeneidad de la
distribución poblacional en lugares determinados. Las traducción cartográfica de las densidades las
vemos en mapas de coropletas o isopletas; mientras que los de concentración o dispersión se ve en
los mapas que representan el punto medio o el punto mediano de población.
Para explicar esta desigualdad M. Serré ha propuesto la dualidad oikoumene/anoikoumene para
referirse al grado de habitabilidad de ciertos lugares de acuerdo a factores físicos. A pesar de que la
tecnología puede difuminar este límite, sin duda las desigualdades se mantienen y no parece que
exista una tendencia al cambio de momento.
Comenzaremos diciendo que un 90% de la población mundial se halla dispersa en el Hemisferio
Norte, y la mayor parte concentrada entre los paralelos 20-40º N. El mundo desarrollado solo
representa ¼ de la población mundial. Esto se traduce que en solo un 10% de las tierras emergidas
habitan ⅔ de la población mundial. Los grandes polos de concentración vienen a ser Asia Oriental,
Europa y la antigua URSS, Asia Meridional y el extremo Nororiental del continente Americano
(EEUU, México, Canadá…). Los lugares menos densamente poblados son las zonas polares y
árticas, los desiertos y el cinturón ecuatorial.
¿Qué da lugar a estas desigualdades? Sin duda las desigualdades espaciales actuales no pueden
entenderse sin la acumulación de cambios históricos capitales (Neolítico, industrialización,
colonización, globalización…) y sin el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En un principio, los
factores físicos como la altitud, el clima y el medio natural ofrecen barreras casi insalvables, pero en
el actual mundo globalizado esto solo es cierto en la medida que el país haya desarrollado sus
recursos tecnológicos y económicos. Véase cómo en las inhóspitas regiones árticas o subárticas
(Islandia, Groenlandia, Alaska, Norte de Rusia…) se recurre a la creación de microclimas mediante
materiales aislantes, rayos ultravioleta y alimentación especial, lo que permite ciertas densidades de
población estables. Esto no ocurre en los países ecuatoriales, generalmente en la esfera del
subdesarrollo, donde es teóricamente posible potenciar las posibilidades agrícolas mediante la
tecnología y mantener a raya las enfermedades endémicas con el desarrollo de la medicina. Pero en
esos lugares las densidades se mantienen bajas.
En cualquier caso, aún no se dispone de la tecnología necesaria ni de razones para otorgar al Ártico
la misma densidad de población que el Sudeste Asiático, por lo que los factores físicos siguen
siendo un importante factor de presión demográfica. Aparte del clima, la altitud parece jugar un
papel fundamental, ya que por regla general el ser humano prefiere las llanuras para asentarse y el
límite altimétrico parece estar en torno a los 5000 metros. Es interesante recalcar las excepciones
del Tíbet, Perú y Bolivia, pero también que en los dos últimos las partes más bajas de las ciudades
se reservan a los centros administrativos, mientras que las barriadas marginales proliferan a alturas
considerables.
Ligado a la altura y al clima está el factor más importante: la agricultura y las posibilidades de
acceso a los recursos. Esto explica que lugares en principio inhóspitos como los márgenes de los
desiertos y ciertos asentamientos de montaña permitan pequeñas densidades de población estables.
También explica la dilatada presencia humana en los valles de montaña, que recogen un gran
volumen de precipitaciones útiles para la agricultura, al igual que ocurre en las laderas de sotavento.
Tan importante como el clima o la orientación respecto a los centros de acción lo es la riqueza del
suelo, lo cual explica las mayores densidades de población en el Mediterráneo que en el resto de
Europa, factor que alcanza su paroxismo mundial en el Sudeste Asiático.
Incluso también existe un patrón en torno a los asentamientos destinados al aprovechamiento de
recursos, sobre todo en países de nueva colonización, como los asentamientos mineros destinados a
extraer riqueza del subsuelo. En los piedemonte es común encontrar ciertas densidades de población
por lo exuberante de los recursos forestales.
5. A modo de conclusión: proyecciones a medio y largo plazo
Los hechos históricos nos dicen que la población mundial tardó 17 siglos en doblar por primera vez
sus efectivos. 2 siglos más para volver a doblarla y menos de un siglo más para hacerlo de nuevo.
Las estimaciones de la ONU calculan que para 2050 se volverá a duplicar.
La preocupación por el equilibrio entre población y recursos ha sido una constante desde que
Malthus escribió su célebre ensayo de 1798. Tenemos el ejemplo de la política social de la
Inglaterra del XIX y la eugenesia practicada en la Europa de entreguerras y más recientemente, las
esterilizaciones masivas en India y Perú. La política del hijo único que practicó el gobierno chino se
debe entender más como una proyección demográfica que como un “miedo malthusiano”. En la
actualidad toman fuerza algunos planteamientos de este tipo, pero lo cierto es que no parece existir
ningún “equilibrio” entre población y recursos, y que este punto está en continua evolución.
En la actualidad se manejan dos principales escenarios posibles: las estimaciones de la ONU
indican que que para 2100 la población mundial puede ascender en torno a 15 mil millones. Félix
Muñoz y otros estudiosos argumentan que teniendo en cuenta la evolución de la tasa de fertilidad,
es razonable pensar que por el contrario la población mundial puede descender hasta los 6 mil
millones.
Las estimaciones basadas en el decaimiento de la tasa de fertilidad parecen explicar mejor el
panorama actual. Teniendo en cuenta que la tasa de fertilidad necesaria para asegurar el relevo
generacional es de 2’1 (2’4 en el mundo subdesarrollado debido a la mayor mortalidad infantil), el
reemplazo parece imposible en muchas partes del mundo. España, Portugal, Hungría y Japón
muestran tasas de crecimiento negativas, mientras que países como Austria, Alemania y EEUU se
han visto obligados a recurrir a la inmigración masiva para estimular sus tasas de fertilidad.
Asia muestra disparidades: la tasa de China y Corea del Sur apenas llegan a 1’5, mientras que el
Sudeste Asiático crece con un 2’4. Además China, al igual que India, tiene que enfrentarse al
acuciante problema de la disparidad entre sexos.
El Magreb y el mundo árabe se sitúan en torno a los 2-3 hijos por mujer, mientras que es el África
negra la región con mayor fertilidad con casi 5 hijos por mujer, aunque hay que decir que la
tendencia es descendente. Recordemos que estamos hablando de medias regionales y que las cifras
reales por países y zonas son muy dispares.
Sea cual sea el escenario futuro, parece ser que el problema más acuciante al que nos enfrentamos
es al envejecimiento generalizado de la población, por supuesto más acentuado en los países
desarrollados, aunque el problema también está presente en zonas como el mundo árabe y el
Magreb. El envejecimiento de la población es un escenario sin precedentes en la historia y parece
ser irreversible mientras la fecundidad se mantenga baja y la mortalidad a la vejez disminuya.
El envejecimiento de la población tiene importantes consecuencias económicas en lo relativo al
ahorro, la inversión, el consumo y por supuesto el sistema de pensiones. Además, la relación
existente entre la alta tasa de dependencia y el paro juvenil parece ser clara, y esto es precisamente
el caldo de cultivo para ideas radicales, crispación política e inestabilidad social, lo que puede
traducirse incluso en un conflicto intergeneracional.
Aún así, el envejecimiento es un hecho más que un escenario poco deseable. Para revertir su
potencial negativo se plantean actuaciones en la política de pensiones, salud, empleo e inmigración.
Parece ser que las únicas soluciones plausibles van a ser el retraso de la edad de jubilación, la
inversión en medicina preventiva y el fortalecimiento de las políticas de integración para los
trabajadores migrantes. Aún queda en el aire cómo va a ser el sistema de pensiones del futuro
próximo ante la insostenibilidad manifiesta del actual.