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Ahora, fortalecidos y crecidos tras los retos del duelo y la pérdida no sólo de seres queridos, sino
de libertad, certidumbre y confianza en el futuro, iniciamos un nuevo año.
El cambio en nuestras vidas fue inevitable; pero la transformación que le demos dependerá de
nuestra decisión y voluntad de superación, desarrollo y crecimiento personal.
Regresamos más vulnerables habiendo confrontado el reto de la muerte.
Estamos más conscientes de nuestra fragilidad y de la necesidad que tenemos de la cercanía de
otros. Ahora, las cosas más sencillas nos hacen feliz, reímos más espontáneamente y somos más
auténticos. Esta renovada empatía nos permite acercarnos y tocar las emociones de los demás y
sentir compasión ante el dolor de otros.
Renovemos este espíritu de vulnerabilidad y cercanía.
Que la consciencia de necesitar a los demás nos abra a recibir y dar amor. No olvidemos estas
duras lecciones.
Que este nuevo año nos permita asumir la inmensa responsabilidad de cada uno de nuestros
actos, por más insignificante que nos parezca.
Que nos permita sentir la grandeza de pertenecer a un sistema que ‘da vista’ a los discapacitados
visuales.
Que todo lo que gestionemos surja de la buena voluntad.
El bien se gesta haciendo lo correcto cada momento.
Que la ruptura del corazón, sufrida en este año, nos abra al amor.