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No son sólo las personas sino también las disciplinas académicas quienes pueden sufrir
en un determinado momento una crisis de identidad. Esto es lo que viene sucediendo con la
Didáctica, colocada en cuestión desde el inicio de los años ’80 por las instituciones brasileñas de
educación superior. Es allí cuando, una disciplina que ha figurado por décadas en la formación de
docentes de todos los niveles sin que se dudase de su pertinencia e importancia, comienza a ser
sometida a revisión y a cuestionamiento, con tentativas de reformular su contenido y de redefinir su
objeto de estudio.
La justificación para esta necesidad de revisión de la Didáctica, reiteradamente
presentada en seminarios y publicaciones es que, denunciado –por el análisis crítico que se viene
haciendo de las funciones de la escuela y de la enseñanza- el carácter ideológico de la práctica
pedagógica, consecuencia de su contextualización histórica y político social, no hay manera de
eludir el cuestionamiento a la disciplina que, pretendiendo preparar para esa práctica ideológica y
contextualizada, persiste en proveer contenidos exclusivamente instrumentales, normativos y
pretendidamente neutros.
Ahora, siendo ésta la justificación que se presenta como indiscutible para la necesidad de
rever la Didáctica, no es, ciertamente, la única ni la más importante.
Si se piensa la historia de la Didáctica se puede concluir que negar su contenido
instrumental, normativo y pretendidamente neutro es, en cierto modo, negar la propia disciplina.
Desde sus primeros momentos, la Didáctica se organizó como un cuerpo de doctrinas, de
prescripciones. Adviértase que Comenio definía su “Didáctica Magna”, inaugurando la disciplina,
como “un artificio universal para enseñar todo a todos”. A partir de allí, la Didáctica –en su
producción intelectual y en su enseñanza- no ha sido otra cosa que un conjunto de normas, recursos
y procedimientos que deben (¿deberían?) informar y orientar la actuación de los docentes.
En este sentido, la historia de la Didáctica es fundamentalmente diferente a la de otras
áreas de conocimiento.
Un área de conocimiento se constituye, en general, a través de una conquista progresiva,
incluida, inicialmente, en un contexto mayor. El área va definiendo sus contornos a medida que se
individualiza por el desenvolvimiento de investigaciones o por la profundización de sus estudios;
aquellos y éstos contribuyen a la identidad y delimitación de un objeto específico de estudios e
independencia. Viejo es el ejemplo de la Psicología que conquistó autonomía e independencia en
relación a la Filosofía en la que se incluía anteriormente. O el ejemplo de la Lingüística que
conquistó su autonomía en relación a la Gramática, que a su vez ya conquistara autonomía en
relación a la Filosofía. Asimismo, en la Psicología ya empiezan a destacarse como áreas del
conocimiento que van a afirmando su especificidad la Psicología Clínica, la Psicología del
Aprendizaje, la Psicología del Desarrollo, la Psicología Social, por citar apenas algunas. Del mismo
modo, ya se pueden identificar, adquiriendo autonomía en relación a la lingüística áreas como la
Sociolingüística, la Psicolingüística, la Etnolingüística…
Ese redireccionamiento debería, tal vez, comenzar por una discusión sobre el propio
objeto de estudio de la Didáctica.
Parece no haber duda de ese objeto es el proceso de enseñanza - aprendizaje. Pero… ¿el
objeto de la Didáctica es, o debe ser, realmente ese?
Debe colocarse en cuestión, inicialmente, la misma forma de denominar ese objeto como
binomio “enseñanza – aprendizaje”. Esta expresión nos hace suponer que de la enseñanza
necesariamente resulta un aprendizaje que, o no es verdad, o limita erróneamente el objeto de la
Didáctica, determinándolo como, apenas, aquel proceso en que enseñanza y aprendizaje están
indiscutiblemente relacionados. A primera vista, una revisión de la Didáctica debería encarar el
análisis crítico de esos falsos presupuestos que ocultan la presentación del objeto de estudio.
Este análisis crítico ciertamente resultaría un reconocimiento de que la enseñanza es un
fenómeno independiente del aprendizaje, con características propias, con una especificidad tal que lo
tornaría en un legítimo objeto de estudio y de investigación. El objeto de estudio de la Didáctica
sería, tal vez, la enseñanza, antes que el proceso de enseñanza - aprendizaje.
Otra cuestión es la siguiente: si se admite como objeto de estudio de la Didáctica al
proceso de enseñanza – aprendizaje ¿será posible desvincular ese proceso de un determinado
contenido? O sea ¿puede estudiarse un proceso de enseñar y de aprender independientemente de
aquello que se enseña o se aprende? ¿habrá normas, principios, leyes del proceso de enseñanza –
aprendizaje que prescindan de la consideración de los contenidos que se enseñan y que se aprenden?
Creemos que no es posible abstraer del proceso específico de enseñar – aprender, por ejemplo, la
lengua materna, normas, principios, leyes, con consistencia tal, en cantidad y calidad como para
constituirse en elementos de una Didáctica General y puedan dar cuenta del proceso de enseñanza y
de aprendizaje de la Matemática, la Historia, la Física, la Filosofía, la Geografía, la Química, ya que
cada uno de esos procesos se relacionan estrecha y específicamente con el área de conocimiento que
constituye su objeto. Tal vez, esa tentativa de abarcar, como quería Comenio, todo (todos los
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contenidos) y todos (todos los que enseñan y todos los que aprenden) sea la causa de que la
Didáctica sirva muy poco a los profesores, según testimonio de lo que las investigaciones registran.
La imprecisión en la definición de un objeto propio, la dificultad (¿imposibilidad?) de
considerar ese objeto –el proceso de enseñanza – aprendizaje- junto con el contenido que es
enseñado – aprendido, y, finalmente la tradición normativa, prescriptiva de la Didáctica, tal vez
expliquen el hecho de que ella sea, extrañamente, un área de conocimiento que no desarrolla
investigaciones que contribuyan a examinar y a esclarecer el fenómeno que se define como objeto
científico específicamente suyo. Al contrario, la Didáctica va siempre a buscar conocimiento y
resultados de investigaciones prestados de otras ciencias que, en verdad estudian otros fenómenos o
consideran apenas determinados factores de un fenómeno que ella debería comprender en su
totalidad. La investigación que se ha definido, en general, como específicamente didáctica es la que
procura intervenir en el proceso de enseñanza - aprendizaje para indicar como prescribir mejor un
cuerpo de normas y de procedimientos de acción.
Eso ocurre porque la Didáctica se ha atribuido un objeto de estudio que es,
paradójicamente, muy amplio y muy estricto al mismo tiempo. Muy amplio, porque uno de sus
polos, al aprendizaje, -exactamente el que más le ha interesado-, es el objeto de otra ciencia: la
Psicología, por eso no siempre se distingue la investigación didáctica de la investigación
psicológica; por eso la Didáctica va frecuentemente a buscar en la Psicología su fundamentación
científica; por eso el contenido que hemos atribuido a la Didáctica es en otros países, materia de una
Psicología de la Educación o de una Psicología Escolar. Un objeto muy restringido porque reduce el
fenómeno que ocurre en situaciones de educación formal y sistematizada -que es el fenómeno
específicamente didáctico- a apenas uno de sus aspectos: el proceso de enseñar – aprender.
Es para considerar este fenómeno específicamente didáctico -el que sucede en la clase-
bastante restringido y delimitado como para constituirse en el objeto de una ciencia y bastante
amplio como para no dejar escapar ninguno de los elementos que conforman las situaciones de
educación formal y sistematizada para lo cual la Didáctica se organiza.
Así, la Didáctica podría, debería, ser la ciencia que estudiase no el proceso de enseñanza
– aprendizaje, sino la clase tal como ella realmente ocurre y transcurre.