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1.CONCEPTO DE PERSONA
Los juristas romanos concebían el término persona como homo (= ser humano), sin
embargo, no todos los seres humanos eran sujetos de derecho, pues se dividían en libres y
esclavos, negándosele a estos últimos toda personalidad jurídica. En todo caso, sólo el germen
del moderno concepto de persona es lo que encontramos en Derecho justinianeo.
Por otra parte, tanto en el Derecho romano como en las legislaciones modernas, se
reconoce personalidad jurídica a personas que no son hombre, esto es, entes distintos de los
seres humanos, capaces como ellos, de derechos y obligaciones: personas jurídicas.
C)MENORES DE 25 AÑOS. Una cierta lex letoria vino en auxilio de los menores de 25 años
(minores), no sólo estableciendo penas contra aquel que hubiese abusado de su experiencia,
sino también concediendo una acción mediante la que el menor engañado podía solicitar la
restitución por entero. Avanzado el s II d.C., se admitió que un sui iuris menos de 25 años
pudiese pedir al magistrado competente nombramiento de oficio de un curador (curator
minuris) que ayudaba y protegía al menos de sus relaciones patrimoniales. La función del
curador de un menor es del todo semejante a la del tutor del impúber. Por una parte
administra el patrimonio y por otra tiene que dar su consentimiento en los casos en el que el
tutor da su autorictas.
Los términos más usuales son furiosus, y demens, utilizándose a veces como insanus,
fatuus, lunaticus, o mente captus. Siendo el enfermo mental incapaz de comprender y querer
es lógico que estuviese sometido al cuidado de un curador y no pudiese realizar por sí mismo
acto jurídico alguno. Las funciones del curador se circunscriben a la administración del
patrimonio del furiosus y a la custodia y salvaguarda personal del mismo. Excepcionalmente se
permitió a los dementes realizar negocios jurídicos durante sus lúcidos intervalos, y
demostrado la curación definitiva de la enfermedad, recuperaban automáticamente la plena
capacidad de obrar.
Pródigo, del latín prodigus es aquel que dilapida de sus bienes y los consume en gastos
inútiles sin medida ni razón. Fueron sometidos a un curador (curator prodigi) que administraba
su hacienda. La curatela de los pródigos no terminaba automáticamente cuando el pródigo
dejaba de serlo, y sí únicamente cuando el magistrado revocaba el interdicto bonorum, esto es,
la prohibición de administrar sus bienes.