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Resumen
Palabras claves
El legislador mediante la Ley No. 107-13 reconoce tres importantes tipos de actos
administrativos, entre otros: los de alcance general y normativo, llamados por la ley como
“normas administrativas y planes”; la resolución singular o “acto administrativo”; y el acto
resultante de la función administrativa arbitral. Para los fines de este tema, el objeto de
estudio se centrará en el acto administrativo y en el acto que resulta de la función
administrativa arbitral.
En ese sentido, en palabras de don Manuel A. Amiama y como puede verificarse de una
lectura conjunta de los artículos 2, párrafo II, y 8 de la Ley No. 107-13, así como del
artículo 4 de la Ley No. 247-12, “la Administración Pública (entendida como la parte del
Estado que realiza la función administrativa) no corresponde exclusivamente a ninguno de
los poderes del Estado, sino que la comparten..., aunque en proporciones muy distintas,
estando a cargo del Presidente de la República (cabe adicionar sus dependencias y los
ayuntamientos) la mayor parte de los deberes y atribuciones de la Administración
Pública.”1
En consecuencia, el acto administrativo puede ser emitido por todos los poderes del Estado
e incluso por sujetos privados, siempre que el legislador les haya atribuido funciones
administrativas.
1
AMIAMA, M. A. Prontuario de legislación administrativa dominicana, 2.a ed.: Distrito Nacional, Tiempo, 1987, p. 6.
2
TC/0291/14, 17 de diciembre de 2014, en línea, www.tribunalconstitucional.gob.do [consulta: 11 de mayo de 2017].
otorgada conforme al principio de juridicidad...”; y – “...siempre que no asuman un
carácter legislativo o jurisdiccional”.
Por carácter material o contenido del acto jurisdiccional, dice don Eduardo J. Couture,
supone la existencia de un conflicto con relevancia jurídica que es necesario decidir
mediante resoluciones susceptibles de adquirir autoridad de cosa juzgada3. En palabras de
Ignacio Burgoa Orihuela, citado por Daniel Márquez Gómez, “basta que en un
procedimiento cualquiera se dé oportunidad a la persona a la que se pretende privar de
algún bien jurídico para que se oponga al acto de autoridad respectivo o a las pretensiones
del particular que trate de obtenerlo en su favor, para que se establezca la posibilidad de
que surja una verdadera y positiva controversia de derecho.”4 Dicho criterio fue el usado
por la Suprema Corte de Justicia para decidir que el Control de Alquileres de Casas y
Desahucios, y su Comisión de Apelaciones, son tribunales administrativos especiales5, es
decir, que pertenecen a la Administración Pública pero ejercen el poder de la jurisdictio.
Se ha dicho, pues, que el acto administrativo puede ser emitido por cualquier órgano de la
Administración Pública (incluyendo todos los poderes del Estado y los ayuntamientos) e
incluso por sujetos privados, siempre en ejercicio de una función administrativa y que dicha
función no asuma un carácter legislativo o jurisdiccional. Sin embargo, la Ley No. 107-13,
al margen del concepto de acto administrativo establecido en su artículo 8, dispone más
adelante en su artículo 32 relativo a la función administrativa arbitral, lo siguiente: “La
función administrativa arbitral, mediante la cual la Administración dicta actos
administrativos decidiendo controversias jurídicas entre los administrados...”. Este texto,
cuando alude a “actos administrativos decidiendo controversias jurídicas entre los
administrados”, es obvio que no se refiere al acto administrativo según definido en el
mencionado artículo 8.
3
COUTURE, E. J. Fundamentos del derecho procesal civil: 4.a ed.: Buenos Aires, Euros Editores, 2002, p. 30.
4
MÁRQUEZ GÓMEZ, D. Los procedimientos administrativos materialmente jurisdiccionales como medios de control en la
administración pública: México, UNAM, 2003, p. 53 [en línea]. Disponible en ciberpágina: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv
[consulta: 11 de mayo de 2017].
5
SCJ, 16 de diciembre de 1974, B. J. 769, pp. 3294-3298; SCJ, 15 de junio de 1983, B. J. 871, pp. 1527-1532.
la reserva de jurisdicción- en una comprensión canónica de la división de tareas entre el
legislativo (aprobar normas), el ejecutivo (aplicarlas) y los tribunales (dirimir pleitos).
Entendemos que, al igual que el acto administrativo de alcance general y normativo, el acto
mencionado en el artículo 32 de la Ley No. 107-13 tampoco está incluido en la definición
de acto administrativo establecida en el artículo 8 de la misma ley, ya que este último es
emitido por la Administración Pública en ejercicio de una función administrativa y, según
se ha dicho, la función administrativa excluye las funciones legislativa y jurisdiccional. Una
búsqueda del porqué el legislador llamó “actos administrativos” a las decisiones emitidas
en ejercicio de la función administrativa arbitral, arrojó lo siguiente:
En síntesis, con base en la Ley No. 107-13, se reconocen tres importantes tipos de actos
administrativos: de alcance general y normativo, llamados por la ley como “normas
administrativas y planes” por oposición al acto administrativo clásico (en lo adelante, “acto
administrativo stricto sensu”), que afecta o beneficia a las personas de manera individual;
y, finalmente, el triangular o materialmente jurisdiccional, cuya distinción radica en que
con él la Administración Pública ejerce el poder de la jurisdictio.
Muchos han manifestado que a partir de la Constitución de 2010, con énfasis en su artículo
165, Numeral 2, fue eliminado el artículo 157, Numeral 2, de la Ley No. 20-00 sobre
Propiedad Industrial y por vía consecuencia, la facultad de la Corte de Apelación de
derecho común para conocer de apelaciones contra las resoluciones del Director General de
la ONAPI. Dicho argumento se ha visto “afianzado” en el falso entendimiento de que la
Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia, mediante su sentencia No. 84 del 30 de julio
de 2014, declaró la incompetencia sobrevenida de dicha Corte de Apelación para conocer
de asuntos contenciosos entre sujetos privados en torno a derechos de propiedad industrial.
En ese tenor, dispone el artículo 165 de la Constitución, entre otras cosas, lo siguiente: “Son
atribuciones de los tribunales superiores administrativos, sin perjuicio de las demás
dispuestas por la ley, las siguientes:
Sobre el numeral 1 del artículo 165 de la Constitución, el mismo no es más que el artículo
1, Numeral 1, de la Ley No. 1494 de 1947 que creó la Jurisdicción Contencioso
Administrativa, incorporado a la Constitución. Ejemplos de tribunales contencioso
administrativos de primera instancia que existían antes de 1947, eran los Consejos
Inferiores de Aduanas, que conocían de las disidencias de los importadores con el
Interventor de Aduanas por efecto de la liquidación de impuestos aduanales, y los
tribunales de primera instancia de derecho común, que, en atribuciones contencioso
administrativas, conocían de uno que otro asunto entre la Administración Pública y los
particulares11. Hoy, un ejemplo de tribunal contencioso administrativo de primera instancia
es la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, que decide conflictos entre el
Estado en la persona de la Dirección Ejecutiva, quien instrumenta el expediente
administrativo (es una especie de Ministerio Público ante la Comisión Nacional de Defensa
de la Competencia), y los particulares involucrados en el proceso.
En lo que respecta al numeral 2 del mismo artículo 165 de la Constitución, este también no
es más que el artículo 1, Numeral 2, de la Ley No. 1494-47, incorporado a la Constitución,
solo que mientras el citado texto legal dispone que se “podrá interponer el recurso
contencioso administrativo...2do. contra los actos administrativos violatorios de la ley, los
reglamentos y decretos...”, el de la Constitución, para muchos, es más amplio porque no se
limita al acto administrativo stricto sensu, sino que engloba todo acto de autoridad
administrativa contraria al derecho como consecuencia de cualquier relación entre la
Administración Pública y los particulares.
Contrario a lo que acaba de señalarse, el único acto que encuadra en el numeral 2 del citado
artículo 165, es el acto administrativo stricto sensu y que sólo incide en situaciones
concretas12; es el acto emitido en ejercicio de la función administrativa, distinta a la
reglamentaria y jurisdiccional. El acto administrativo de alcance general está fuera del radio
del artículo 165 de la Constitución, ya que carece de efectos particulares, sirve de base al
acto administrativo stricto sensu13 y es impugnable por la vía de acción directa de
inconstitucionalidad, o bien sujeto al control difuso de la jurisdicción contencioso
administrativa14. Por último, el acto administrativo materialmente jurisdiccional encaja,
más bien, en el numeral 1 del artículo 165, impugnable ante el Tribunal Superior
Administrativo pero como segundo grado de jurisdicción y siempre que con él sea decidido
un asunto administrativo en primera instancia contenciosa.
Entonces, ahora con relación a la sentencia No. 84 del 30 de julio de 2014 de la Tercera
Sala de la Suprema Corte de Justicia, esta estableció, entre otras cosas, lo siguiente:
Otros han invocado, además de la Constitución, la Ley No. 107-13 con énfasis en sus
artículos 32 y 34, para señalar, por un lado, que la ONAPI ejerce una función
administrativa arbitral y por lo tanto, sus decisiones, sin discriminar, ya no son
impugnables ante la Corte de Apelación de derecho común, sino ante el Tribunal Superior
Administrativo. Ya hemos dicho, y así lo ha confirmado la Suprema Corte de Justicia, que
la Constitución no ha eliminado el artículo 157, Numeral 2, de la Ley No. 20-00; toca ahora
referirnos a la reciente Ley No. 107-13 y su aplicación en ese aspecto.
En ese sentido, en primer lugar, vale decir que según el mismo artículo 32, párrafo I, “las
leyes determinarán los ámbitos de aplicación de la función arbitral”, esto es, que la Ley
No. 107-13 no establece per se los casos en que la Administración Pública ejercerá la
función administrativa arbitral, sino que el legislador así lo determinará en cada caso.
El magistrado Franklin Concepción critica esta disposición sobre la base, en síntesis, de que
el laudo arbitral en su naturaleza original no es susceptible de recursos; lo decidido
judicialmente sí será susceptible de recursos, por lo que, en condiciones normales, la
aceptación del arbitraje entraña para las partes, salvo acuerdo en contrario, una renuncia
implícita al ejercicio del derecho a recurrir18. Estas consideraciones merecen atención, pero
la tendencia legislativa en materia de arbitraje es otra: siempre existirá la posibilidad de la
impugnación ante el Poder Judicial (Leyes Nos. 489-08 y 181-09). El motivo subyacente,
quizás, es que se debe mantener la posibilidad de la tutela judicial, aunque sea bajo
presupuestos taxativos y siempre que las partes no hayan renunciado expresamente a la
misma. Por lo que la crítica al citado artículo 34, más que la posibilidad o no de impugnar
un laudo arbitral dictado en sede administrativa, su génesis radica en un problema de
competencia de atribución.
Está claro que el legislador insertó la posibilidad del recurso contencioso administrativo en
ocasión de la función administrativa arbitral, bajo la premisa de que el acto resultante es
administrativo –al menos desde el punto de vista subjetivo-, pero no todo acto
administrativo (materialmente jurisdiccional) resuelve conflictos administrativos.
El Tribunal Superior Administrativo nació en el año 1947, entre otras razones, para sacar
del Poder Judicial los conflictos con la Administración Pública, bien con motivo de sus
funciones administrativas o bien con motivo de discrepancias en el desenvolvimiento de un
contrato administrativo19. Dicha competencia se ha mantenido intacta, aún después que el
Tribunal Superior Administrativo fue integrado al Poder Judicial en el año 2007, a 60 años
de su creación. Por su parte, la Ley No. 1494-47 es tajante con la prohibición de someter
asuntos privados a la jurisdicción contencioso administrativa, al disponer en su artículo 7,
letra f), que “no corresponde al Tribunal Superior Administrativo: ...f) Las cuestiones de
índole civil, comercial y penal, y todas aquellas en que la Administración o un órgano
administrativo autónomo obre como persona jurídica de derecho privado”.
Entonces, ¿por qué abrir la posibilidad del recurso contencioso administrativo? El Tribunal
Superior Administrativo, según se ha expuesto, es, al igual que la jurisdicción laboral,
inmobiliaria, etcétera, una jurisdicción de excepción pensada –en su caso- para ejercer
control sobre la función estrictamente administrativa o sobre un contrato administrativo, y
no para escudriñar un laudo arbitral, mucho menos un conflicto de derecho privado.
Como puede verse, el artículo 34 se trata de un escollo en la Ley No. 107-13, porque la
admisibilidad del recurso contencioso administrativo fue condicionada a la calidad del
árbitro (o, más bien, de quien facilita el escenario), por encima de la naturaleza del
procedimiento (arbitraje) y por encima del objeto en discusión (intereses privados). Así las
cosas, si se le permite al Estado sustraerse de la jurisdicción contencioso administrativa con
motivo de un contrato administrativo por el hecho simple de someterlo a arbitraje, con más
razón debe ser ajeno a la jurisdicción contencioso administrativa la discordia entre intereses
privados resuelta por la Administración Pública mediante el empleo de la técnica arbitral,
primero, porque se trata de un proceso ventilado bajo la modalidad de arbitraje, lo que
reviste el escenario de conflicto de un matiz privado, y segundo, porque en el trasfondo del
asunto predomina una contraposición de intereses privados, extraño a la competencia
exclusiva del Tribunal Superior Administrativo.
BIBLIOGRAFIA
COUTURE, E. J. Fundamentos del derecho procesal civil: 4.a ed.: Buenos Aires, Euros
Editores, 2002.
_Ley No. 107-13 sobre Derechos de las Personas en sus relaciones con la Administración y
de Procedimiento Administrativo, en línea. Disponible en ciberpágina:
www.transparencia.dicom.gob.do [consulta: 11 de mayo de 2017].
SCJ, 3.a Sala, 30 de julio de 2014, núm. 84, B. J. 1244, en línea, www.poderjudicial.gob.do
[consulta: 11 de mayo de 2017].