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León Dehon:
una experiencia espiritual
para nuestra Iglesia de hoy
Juan José Arnaiz Ecker, scj
El objetivo de la parroquia es lograr ser “la Iglesia que se encuentra entre las casas de
los hombres”, porque solo así se verifica su vivencia y acción en lo profundo de nuestra
sociedad en apertura íntima y solidaria con las aspiraciones y los dramas de nuestra
gente. La parroquia de hoy, en nuestro contexto y como veremos, apunta hacia ser un
lugar de vida, de experiencia de la fraternidad y el auténtico humanismo. Esto será
posible con una vinculación real y consciente con nuestra parroquia; solo así ésta será
“el «lugar» de la comunión de los creyentes y, a la vez, «signo e instrumento» de la
común vocación a la comunión”1. Ser la casa abierta a todos y al servicio de todos.
En este contexto parroquial, ChL 31 habla del lugar que las diversas formas asociativas
de los laicos, como los Laicos Dehonianos en torno al carisma dehoniano, tienen por ser
“riquezas de los dones y carismas que el Señor nos ofrece” y que, sobre todo,
contribuyen a la “edificación de la casa común”.
Bien, de lo escrito hasta ahora permitidme destacar una palabra que creo que identifica
el ser Iglesia y el ser Laicos. Me refiero a la palabra “casa” 2. Por eso, quiero continuar
estas líneas recordando las casas en las que vivía y vive nuestra gente. La casa clásica se
definía por tres cosas:
a) respecto al mundo, la casa era el campo de seguridad y de resguardo;
b) respecto a las personas, era el lugar de la fraternidad, del encuentro y de la
familia;
c) respecto a Dios, era el campo de la apertura que conducía al Absoluto.
1
ChL 27.
2
Cf. para cuanto sigue PIKAZA, 197-221.
2
Había casa verdadera donde:
De esta tipología de “casa” hemos pasado hoy a otro modelo de ser, tener y vivir nuestra
casa. Se han dado transformaciones a las que podemos llamar «estrechamientos», si es
que vamos por el camino de tomar medidas:
Este estrechamiento puede verse desde dos ópticas muy diferentes: la primera
indudablemente pesimista (esto ha sido desastroso y fatal); la segunda es optimista (se
dan las condiciones para que sea posible una nueva forma de ser familia y de vivir la
casa).
Como proyecto no está mal, pero, ¿se han cumplido estas esperanzas? O, ¿nos hemos
quedado sin casa?
De este análisis de lo que es una casa surge una llamada. La llamada a ser alternativos.
3
INTRODUCCIÓN
Podemos empezar con el siguiente texto. Creo que es interesante porque está cuidado y
puede ser inspirante para nuestra propuesta:
“Nos damos cuenta de que el trabajo en nuestras parroquias es uno de los más
difíciles, sobre todo, en estos momentos de la vida de la Iglesia y, en especial, de
Europa. Nuestras parroquias necesitan ser revitalizadas para poder responder a
los grandes retos que nos presentan estos tiempos de increencia. Trabajar en una
parroquia exige de nosotros mucha creatividad e imaginación para poder
encontrar una pastoral que permita una nueva evangelización. Estamos
convencidos de que necesitamos formarnos con seriedad para poder responder a
estos retos”3.
La acción primera es afrontar una formación seria que nos permita adquirir un equipaje
que dé cuerpo a la creatividad y a la imaginación, frutos del vivir la novedad de la
Buena Noticia, ser capaces de eliminar todos los complejos y entrar por el camino de la
aportación personal, concreta, encarnada, porque tú, sí tú, eres un don de Dios para cada
uno de nosotros.
4
tarde, el P. Dehon añadirá otra: el apostolado social. Dehon entiende que, en su vida, un
sacerdote debe llegar a ser: santo, sabio y apóstol 6. Esto le llevará a iniciar muchas
iniciativas pero, de manera particular, la fundación de la congregación7.
Su cargo de capellán de las religiosas Siervas del Corazón de Jesús 8 supondrá un nuevo
paso: dará una nueva formulación a los contenidos en su experiencia espiritual con la
aparición definitiva del Sagrado Corazón de Jesús. Rondamos el año 1875 cuando esta
devoción ocupe el centro de su existencia y el nudo de su vida espiritual.
Es una pregunta muy complicada. Simplemente, voy a hacer unos subrayados que
puedan servir para la vida espiritual, sea laical o religiosa.
Dehon fue un hombre espiritual de ojos abiertos que domina, por su aguda observación,
la situación y posee capacidad de propuesta y acción. Dehon fue también un hombre de
“oídos abiertos”, porque logró escuchar y atender todo lo que, a su vez, otros hacían en
los campos donde él trabajaba.
6
Cf. LEDURE, Profilo, 45.
7
Cf. Ibidem, 24.
8
Una biografía de estilo clásico la tenemos en KANTERS, G., La Mère Fondatrice des Servantes du
Coeur de Jesús Oliva Uhlrich (1837-1917), Paris 1949.
9
Cf. para toda esta parte McGUIRE, P., León Dehon y el carisma del sacerdocio: DEH 110 (2003/1),
133-166.
10
OSC III, 367. Cf. LEDURE, Y. 15 días con el P. Dehon (edición española en preparación), 106.
11
“El sacerdote debe ser hombre de su tiempo: siempre apoyado en la Iglesia, columna y fundamento de
la verdad. Debe hablar el lenguaje de su tiempo y no olvidar el estudio de los graves problemas que agitan
su nación. El siglo XX es, sin duda, el siglo de las cuestiones sociales; y el clero hará una obra santa si,
secundando los deseos de quien ha sido llamado con todo derecho el Pontífice de los obreros, estudia con
amor los problemas de hoy a fin de estar en condiciones de ocuparse de las necesidades siempre
crecientes del pueblo y de llegar pronto a la perfecta armonía de las clases sociales”: OSC I, 54.
5
Dehon vivió en una sociedad francesa totalmente increyente, alejada de la fe y
agresivamente combativa con la Iglesia12.
Dehon trabajó “en equipo” con los que podemos llamar sus “laicos”. Con ellos discutía
la situación religiosa de su ciudad, San Quintín, y planificaba las iniciativas y acciones
más urgentes. Es decir, Dehon no solo reparte trabajo a los laicos o a sus colaboradores
sacerdotes, sino que analiza, escucha, confía y decide en base al criterio que ellos le
exponen.
Dehon constataba una necesidad y respondía con una institución o una obra. Les daba
una organización según un programa. Unos estatutos bien estudiados y determinados
eran el colofón, para el momento de madurez. Siempre empezaba en grupos familiares,
casi clandestinos, reunidos bajo el signo de la amistad y del compartir la fe. Es
importante esta anotación para comprender la centralidad del trabajo en equipo, el
germen del “sint unum”. Es la escucha de sus feligreses la que mueve su corazón y no
le deja reposar.
Insisto en subrayar su capacidad de “ver”. Descubre una realidad social y una llamada
encarnada en las personas, las situaciones, las necesidades. Es entonces, en ese ver y
juzgar conforme a la formación recibida y al proyecto de Reino creído y perseguido,
cuando se desata la dinámica y la actividad. Su mirada era de fe: la atención a los signos
de la voluntad de Dios es una de las preocupaciones y de las recomendaciones
principales y más repetidas por Dehon. La actitud de entera disponibilidad es el trazo
fundamental de su personalidad religiosa y de su espiritualidad13.
Pese a su actividad, Dehon mantiene la unidad personal profunda. Pero con el tiempo le
acecha el activismo14, si bien nunca rompe su vida de unión con Dios. Emerge aquí una
espiritualidad que enseña a combinar la vida espiritual o interior y la vida profesional y
familiar, la unión con Dios en y por la acción misma. Se gesta una espiritualidad de
fuerte base contemplativa, insertada ineludiblemente en la vida activa: la espiritualidad
dehoniana.
12
Cf. NHV IX, 94.
13
Ibidem, 37.
14
Cf. NHV IX, 135. 148; X, 28; XI, 145.
6
LÍNEAS PARA ACTUAR SEGÚN LA ESPIRITUALIDAD DE DEHON
Vamos a partir de un “icono” que nos ofrece la biografía del Padre Dehon. Icono de la
casa alternativa que estamos llamados a crear. La certeza y la seguridad interior de que
una nueva congregación tenía que ser fundada la tuvo Dehon en la Santa Casa de María
en Nazareth, trasladada piedra a piedra hasta la actual basílica de Loreto en Italia.
Vamos a aventurar una reflexión que puede aplicarse a una parroquia, a una comunidad
religiosa o a una familia porque todas ellas son formas de ser Iglesia. Pues nuestra
parroquia-comunidad-familia, como la Santa Casa, puede ser:
2. un lugar de encarnación
Del ecce venio emanan unas características y unas actitudes: tener un corazón de carne y
no de piedra; un corazón de buen samaritano, de servidor de los hermanos. Es preciso
“centrar decididamente nuestra vida en el Corazón de Cristo”20. A la vez, el anuncio y la
vivencia profunda del Ecce venio hace que nuestro hogar-comunidad-parroquia
descubra la fuerza que le lleve a ser lugar de salvación, de reconciliación 21, de anuncio
del Reino, de solidaridad y evangelización de los pobres y pequeños; de misericordia,
de formación de discípulos, de compasión por los enfermos, lugar de Eucaristía22.
15
Palabra con la que se nombra al conjunto de actitudes y disposiciones interiores de una persona que
centra su búsqueda y crecimiento espiritual en los caminos del amor y, más en concreto, de la
espiritualidad que nace de la contemplación del Costado abierto y del Corazón de Jesús.
16
Expresión bíblica de Hb 10, 7 que condensa toda la espiritualidad dehoniana.
17
Cf. BRESSANELLI, V., Año Dehoniano, Torrejón de Ardoz 2003, 11.
18
Ecce ancilla es la respuesta de María (cf. Lc 2) al anuncio del ángel con la que se da inicio al “proceso
humano” de la encarnación. Junto con la palabra fiat es otro de los lemas característicos de esta
espiritualidad.
19
Cf. BRESSANELLI, 14.
20
Cf. BRESSANELLI, 38. El P. Dehon nos señala el signo del costado abierto y del Corazón traspasado
de Cristo, nuestro Salvador, para experimentar el amor único y totalmente gratuito de Dios. “El Corazón
herido de Jesús significa que fue por amor a nosotros, únicamente por amor por lo que Él lo hizo todo lo
que hizo, por lo que vivió en medio a nosotros, por lo que murió por nosotros y por lo que vive ahora para
nosotros en el Cielo y en la santa Eucaristía“ (P. Dehon).
21
En clave de reparación, es una de las actividades y misiones carismáticas de la espiritualidad
dehoniana: la reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.
22
Cf. DSP II, I, 1.2.5. La espiritualidad de amor y reparación se nutre y fortalece en la Eucaristía y en la
Adoración. “Es nuestra vocación. Debemos ser como los amigos de Jesús en Betania, junto a los cuales
7
Por su parte, el Ecce ancilla de María subraya en nosotros un perfil diseñado por la
disponibilidad23, la colaboración, la aceptación de la Palabra, el servicio, el compartir la
vida, la solidaridad comprometida con la causa y destino de la Iglesia 24. El cristiano
laico es invitado a revivir el misterio de la Encarnación en las realidades temporales: en
la vida de familia, en el trabajo, en el propio ambiente, en el mundo en general, etc. La
actitud del ecce venio y del ecce ancilla y el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth
ofrecen la luz suficiente para construir una comunidad humana según el Corazón de
Dios que asume su misión concreta. El cristiano puede traducir en acción reparadora 25
todo lo que es su vida y existencia en lo positivo y en lo negativo. El hogar-comunidad-
parroquia, compartiendo su experiencia y siendo así fiel a la tarea que le marca la
Iglesia, ayuda a asumir y vivir explícitamente todos aquellos valores evangélicos que
nos hacen misioneros en nuestros propios ambientes. Por otra parte, sólo así, podrán
surgir vocaciones explícitas a la vida religiosa, al sacerdocio, a la formación de un
laicado adulto en la fe.
El misterio de la vida escondida26, leído en clave de servicio, nos ilumina y nos lanza a
trazar líneas de actuación, serias, profundas y nuevas, en los ámbitos de la familia y del
trabajo27. Pero también un punto muy importante y de candente actualidad como es la
iniciación cristiana28. Estamos invitados a colaborar muy mucho para que se suscite la
experiencia de fe en itinerarios catecumenales (catequesis) que estén marcados por una
profunda experiencia de Dios-Amor, que afecten a todas las áreas de la vida personal y
social de la persona evangelizada29. Toda la fuerza y energía que surge de la experiencia
del Adveniat Regnum Tuum exige una actitud concreta: estar abiertos y disponibles,
desde una solidez espiritual y de creatividad, a las aventuras y sorpresas del Espíritu30.
8
4. un lugar de comunión y vivencia del Sint Unum
El lugar de donde mana este Sint unum es la Eucaristía, que nos une a Cristo y nos
configura con su proyecto, donde experimentamos el amor que nos hace disponibles al
servicio, nos sensibiliza ante el pecado y los males de la sociedad. En este cultivo de la
comunión surge la capacitación para estar juntos de otro modo, para sentir el necesario
amor por tu propia gente, vivir en la gratitud de quien no impone nada sino que propone
y acompaña escuchando las aventuras de cada uno. Una comunión fundamentada en el
diálogo, la comunión, la participación, la exigencia espiritual, los métodos de
planificación, de revisión, la disciplina, las estructuras de participación en la
elaboración, resolución y ejecución de decisiones33.
***
Para acabar podemos insistir en una característica del P. Dehon más profunda: él nos
enseñó y nos inculcó el proyecto de crear y vivir una cultura cristiana del corazón. Es
la traducción moderna de aquel sueño de Dehon de crear “ciudades cristianas” a través
del anuncio del Reino del Corazón de Jesús en las almas y en las sociedades.
Una cultura cristiana adecuada a los tiempos surgirá del anuncio y contemplación de la
forma suprema del amor, de ese modo de “dar la vida” (cf. Jn 15, 13-14) que es el
Siervo de Yahveh clavado en la Cruz y con su Costado traspasado por la lanza. Cordero
Pascual (ecce venio-in manus tuas), nosotros lo contemplamos desde la actitud de la
sierva del Señor (ecce ancilla) con la mente abierta a todo el programa de vida que
surge del lavatorio de los pies (Eucaristía celebrada y adorada). Esta contemplación
hace nacer un movimiento de amor que logra acoger al Espíritu Santo (reparación) que
es quien nos envía a los grandes desafíos de nuestro tiempo (adveniat Regnum tuum), no
como individuos que van a lo suyo, sino como porción del Pueblo (sint unum) de Dios34.
31
Cf. Ibidem, 28.
32
La comunidad fraterna muestra la novedad que anuncia Cristo, une nuestras fuerzas y hace de nuestras
personas un don. “Os suplico, como también lo hacía S. Juan: Nada de divisiones entre nosotros. Pasemos
por encima de todo con tal de estar unidos. Soportemos pacientemente las ofensas y los roces. Amemos
todas las naciones. En el cielo no existirán naciones” (P. Dehon).
33
Ampliar información en RUIZ, D., El “sint unum” en una comunidad pastoral: DEH 1997/1 (ed.
española), 147-159. Una reflexión más teológica en RODRIGUEZ GARRAPUCHO, F., El “Sint unum”
en la eclesiología de comunión: DEH 2002/2 (ed. española), 55-68.
34
Cf. BRESSANELLI, 31.
9
Surge así “algo” que compromete en la construcción de un orden nuevo y de una
humanidad nueva con un corazón nuevo. Esta es la aportación y la lucha de Dehon y de
los que compartimos su espiritualidad y pasión.
BIBLIOGRAFIA
SIGLAS
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ÍNDICE
ANTES DE EMPEZAR 2
INTRODUCCIÓN 4
BIBLIOGRAFÍA 10
SIGLAS 10
11
LAICOS DEHONIANOS
SOÑANDO Y LUCHANDO EL MAÑANA
DE LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DE HOY
(Para la meditación personal)
“Entró de nuevo en Cafarnaún; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon
tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra” (Mc 2, 1-2).
Concebir la comunidad cristiana como la casa de Jesús, en medio de un pueblo normal puede sonar
infantil o inocente, pero ¿hasta qué punto es la gran necesidad visto el panorama actual de nuestra
sociedad? Un Cristo que esté en casa, en su casa, una casa abierta donde se pueda agolpar gente (otra
cosa es que lo haga), unos vecinos a los que se les anuncie la Palabra de aquel que siempre está en
casa para todos. Una tarea importante en este mundo de telefonía móvil y comunicación virtual, por
contracultural y humana, debería ser ese “estar en casa”; es más, tener una casa abierta, una casa
acogedora, donde se escuche todo, pero donde también se proclame la Palabra de Dios.
Nuestras comunidades deberían ser dadoras de Paz. La postura y ademán de Jesús que podemos
imaginar en la lectura y meditación de este texto de Marcos denotan o dan a entender que se encuen -
tra en estado de quietud o reposo; su posición nos lo muestra como quien está sentado en el “trono de
la gracia” (cf. Hb 4,15-16) en actitud de acogida y de dispensación de bondad.
Ahora bien, podemos dar un paso más: ¿cuáles son las palabras de Jesús? Podrían ser:
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
El P. Dehon afirma que este texto muestra “el espíritu del Sagrado Corazón” (OSP IV, 11) y es el
“código de su Reino” (OSP IV, 186). Esta es su experiencia de fe: si el Maestro manifestó tanta
solicitud y preocupación por los hombres, el discípulo que conoce ese “ágape” debe hacer otro tanto.
De la contemplación de las palabras y ademanes de Jesús podemos pensar si:
1. nuestras comunidades cristianas deberían subrayar ese abrir de par en par las puertas de la
misericordia, es decir, abrir su corazón, sencillo y humilde;
2. la capacidad de acoger a los pobres, a los segregados, a las personas rotas, a los perdedores;
hacer de nuestras comunidades cristianas un aprisco, es decir, lugares de seguridad (donde se
acoge al niño, símbolo de la vida y de la debilidad);
3. son lugares habitados por personas que logran liberar a quien acude a ellos de un presente
insoportable, aliviar de los fardos pesados que otros les han impuesto.
4. son lugares de bendición y protección;
5. son lugares para curar y sanar;
6. logramos poner al hombre y la mujer de hoy en condiciones para proseguir la marcha con
nuevas energías («mi yugo es suave y mi carga ligera»);
7. donde se celebra la liturgia sacramental y se organiza eficazmente la fuerza de la caridad y de
la solidaridad con el necesitado.
8. donde se vive, por naturaleza, el gesto de acercamiento confiado que significa confortar y
consolar en nombre de Jesús, abandonar todo temor, reconocer que el Señor es bueno, que
enjugará las lágrimas de nuestros ojos. Llevar a cabo el ministerio de la reconciliación que
prepara el anuncio del Amor. Hacer sentir al fiel cristiano la urgencia que tiene
personalmente de aceptar que es aceptado.
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