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Charla mensual del mes de marzo.

El deseo en el feminismo
En realidad, es probable que cuanto
más insincera sea la persona,
más puramente intelectual sea la idea,
ya que en ese caso no estará coloreada
ni por sus necesidades, ni por sus deseos
ni por sus prejuicios

Oscar Wilde

Me gustaría partir del punto de que hay diversas posibilidades en que se puede abordar el tema
de “la mujer”; por ejemplo, se puede abordar desde la perspectiva de “la historia de la
conmemoración del día de la mujer el 8 de marzo”, se puede abordar desde la perspectiva de la
religión, la perspectiva social, histórica, biológica, filosófica, entre otras que sin duda son
interesantes.

Pero de estas posibilidades, he elegido optar, como punto de partida, por intentar hacer una
articulación de manera parcial, entre conceptos propios de tres diferentes perspectivas de estudio.

Las perspectivas a las que me refiero son: primero, la de mi formación, luego, el espacio en que
coincidimos y finalmente, la ciencia en que coincidimos; es decir: el psicoanálisis, la universidad y
la pedagogía. Por otra parte, los conceptos que intentaré articular son: El deseo, concepto del
psicoanálisis, la responsabilidad, de la universidad y la transformación, como concepto y objetivo
de la pedagogía.

Comencemos por la universidad.

Vale decir que siempre ha sido este, un espacio para las ideas, apto su surgimiento, para
compartirlas, para problematizarlas. Es un espacio para pensar. No es casualidad que en estos
espacios se hayan iniciado algunos de los movimientos que pretendían generar un cambio en las
sociedades, sin importar el contexto, es decir, el tiempo o el lugar. Tal vez, el más claro ejemplo de
esto es el mayo del 68, en el que los universitarios salieron a las calles en diferentes países y
trataron de manifestar las ideas que, sin duda, fueron pensadas, sino es que incluso, creadas en la
propia institución.

No es casualidad que Jacques Lacan, en su seminario 17, titulado: el reverso del psicoanálisis haya
incluido como uno de los discursos fundamentales, al discurso universitario, al lado del discurso
del analista, de la histeria y del amo. En ese seminario, Lacan intenta exponer, que a cada discurso
le corresponde un reverso, y el reverso del psicoanálisis, (de donde deriva el título del seminario
dictado por Lacan) entendiéndolo como el discurso del analista, es el discurso del amo (asunto que
no se puede desarrollar ampliamente en este momento).
Sin embargo, continuando con esta lógica de encontrar el reverso de los discursos, veremos que el
reverso del discurso universitario es el discurso de la histeria. Si bien, esta teoría de los discursos
en Lacan es extensa e implica tiempo su entendimiento y transmisión, basta con decir que, de
acuerdo con el autor, la universidad, tiene como punto de partida, como activador, como arranque
a un saber, y la histeria tiene como punto de inicia una falta. Pero ¿esto que significa?

Tomar un discurso por su reveso, es una forma para tratar de generar un cambio. Dejemos esta
idea del cambio unos momentos para regresar a ella posteriormente. Pero continuando con el
discurso universitario, este toma como agente, para activarse al saber lo cual es lo “esperado”
pues esa es la labor de la institución y sus integrantes, hacer circular un conocimiento que se
moviliza entre los sujetos deseantes del saber. Eso es lo que los convocó en primer momento a
entrar a la universidad, y hoy nos convoca a ser parte de esa movilización de saberes, para que de
ese saber podamos aprender. Por eso, por cierto, consideramos fundamental la realización de este
tipo de actividades, para que esa movilización de saberes, de ideas, problemáticas, tenga
repercusiones en su próxima labor profesional. Esa labor profesional implicaría, si queremos tomar
en serio la labor del pedagogo, un desarrollo en los alumnos o en el otro de nuestra labor, ese
desarrollo lo entenderemos como una transformación en los alumnos, el paso de un estadio a
otro; del no saber al saber, del no poder al poder de lo no desarrollado a lo desarrollado. Y así es,
ese es el compromiso que se adquiere al convertirse en un profesional: aportar a los demás,
escuchar las problemáticas sociales, pensarlas, reflexionarlas, investigar, conocer, aportar. Eso es
lo que convierte a la universidad, en algo más que una institución educativa.

Por eso, había considerado desde un principio, el articular a la universidad y la responsabilidad.


Estar en una universidad, en cualquier universidad, debe implicar para el asistente un compromiso
formal, un compromiso que inicia en el momento de hacer los trámites y que se actualiza en cada
clase, en cada semestre y se concreta al egresar. Es importante que en el recorrido del curso de los
estudios se piense en ese compromiso. No me refiero al compromiso de cumplir con las tareas y
asistir a las clases; me refiero al compromiso de saberse en el camino de convertirse en un
profesional que cargará el peso de una actividad, misma que tiene que ser realizada de manera
responsable, informada, reflexionada, pues estaremos al frente de algo. En el caso del pedagogo,
estará al frente de un grupo, de un dialogo, de un área de trabajo. Somos, y seremos responsables
de que una actividad se ejecute de manera correcta.

Pero, retomemos por un momento, el aspecto que habíamos dejado pausado, ¿qué es eso de que
el reverso de la universidad es la histeria? Vale explicar primeramente qué es la histeria desde el
punto de vista del psicoanálisis en una manera muy general. La histeria es una de las formas de
neurosis descritas por Freud que se caracteriza por representar un conflicto psíquico en el cuerpo
y que no tiene un principio biológico; por ejemplo (aunque implica más que eso) las afecciones tan
comunes por estrés: ronchas en la piel, situaciones respiratorias o gastrointestinales. Este tipo de
enfermedades, eran muy comunes en la época de Freud, aunque con síntomas aún más
dramáticos, tales como la parálisis de alguna parte del cuerpo, o la perdida de la capacidad de
hablar su propio idioma. Estos síntomas, de acuerdo con Freud, tenían que ver, como ya se había
mencionado, con un conflicto psíquico, y más específicamente con una falta, un vacío que se
genera por la irrupción de la ley paterna en el complejo de Edipo que mantiene al peciente en falta
y en una continua repetición, reformulación y actualización de esta, donde el cuerpo se convierte
en la encarnación de esa falta. Nuevamente, este tema es muy amplio y podría ser material para
otra charla, pero por el momento, lo que se pretende destacar, es la importancia de la falta como
elemento fundante de una producción, de la producción de un síntoma, de una personalidad y
claro, de un saber, (pues entendamos al saber como algo que está pero antes no estaba, es decir,
sabemos algo que en un momento no sabíamos, apareció a través de diferentes mecanismos y
dispositivos, pero se produjo su aparición).

Resaltemos esto, es la falta el elemento fundante para una reproducción. Es a partir de la


experiencia de que algo nos falta que tenemos que movilizarnos para cubrir esa falta, produce un
movimiento. La falta produce.

Ahora que hemos introducido el concepto de falta, podemos articularlo con la manera en que se
había descrito en un principio que nos acercaríamos al psicoanálisis, o sea, a partir del concepto de
deseo. El deseo tiene que ver con la falta. El deseo es deseo de aquello que no se tiene, aquello
que falta, y por lo tanto con lo que nos moviliza para alcanzar algo. El deseo es nuestro motor,
define nuestra manera de relacionarnos con los demás (personas, cosas, actividades). Algo
importante a mencionar es que este deseo es inconsciente, no solo en su estructura, sino también
en sus presentaciones. Una manera de ejemplificar esto es que; uno no decide lo que desea, no
decidimos cómo nos relacionaremos con los demás, no se decide de quién nos enamoraremos, ni
podemos decidir nuestra pasión, es algo que nos atraviesa y solo podemos decir al respecto “no se
por qué, pero así es”

Ahora, cerremos un círculo para poder abrir uno nuevo (a modo de un nudo borromeo).
Sintetizando lo expuesto anteriormente, el discurso universitario es impulsado por un saber, pero
en búsqueda de su transformación, le encontramos su reverso, su opuesto, y este es el discurso de
la histeria, mismo que, como recién se explicaba, es impulsado por la falta. La primera propuesta,
es que en la universidad nos acerquemos a los fenómenos sociales, por supuesto que el feminismo
incluido, desde una perspectiva histérica, del no saberlo todo, de una falta de conocimientos, del
entendimiento de que no hemos llegado a un punto último que explique el fenómeno y menos
que lo resuelva, reconociendo que hay una diferencia entre el “feminismo vivido” y la “teoría
feminista”. Este primer círculo, que aquí cerramos se anudará con el siguiente circulo que
armaremos a continuación.

Hilemos ahora el deseo entendido desde el psicoanálisis a lo relacionado con la feminidad, con la
mujer. Comencemos diciendo que el deseo es personal, es subjetivo, es una parte de nuestra
configuración y estructura como personas y eso no tiene que ver con una idea, sino con nuestra
historia y vivencias.

Para decirlo de una vez, en todos nosotros hay falta, por lo tanto, en todos nosotros hay deseo,
hay deseo de la mujer, propio de la mujer, pero no hay deseo del feminismo.

Si el feminismo es un ideal, una revolución, un movimiento, sin duda es una respuesta a la


situación actual, a la desigualdad, al patriarcado, a los feminicidios, al machismo y a un largo
etcétera de condiciones que propician su aparición, y justifican que, sin duda sea una lucha más
que necesaria, pero como tal, el feminismo no es portador de un deseo propio. Será en todo caso,
un movimiento revolucionario que incluye los deseos de las mujeres que lo integran. Y esto, tiene
consecuencias.
Trataré de ejemplificar esta frase de que no hay deseo en el feminismo, pero si en la mujer a partir
de tres ejemplos.

El primero es el del fenómeno llamado “la paradoja noruega”, que consiste en que, aunque
Noruega es el país en el que se han alcanzado los más altos índices de igualdad entre hombres y
mujeres, sin embargo, se mantiene la misma tendencia en cuanto a la toma de decisiones por
parte de la población en cuanto a lo que las profesiones se refiere que en los demás países del
mundo. Es decir, en Noruega a pesar de que las mujeres tienen las mismas oportunidades que un
hombre para estudiar cualquier carrera y ejercer cualquier profesión, ellas siguen optando por las
profesiones normalmente llamadas “femeninas” como es la enfermería; y los hombres, siguen
poblando las universidades de ingenierías y las actividades mecánicas.

En los estudios que se han hecho acerca de este fenómeno se concluye que “Cuanto más moderno
es un país, menos se interesan las chicas en cosas técnicas”. O sea, aunque se logre la igualdad, las
mujeres seguirán siendo enfermeras y los hombres ingenieros, pero lo harán de una manera más
libre (ejerciendo su deseo) sin la necesidad de cumplir con el mandato que impone el pensamiento
femenino. Se complementa esta conclusión con su opuesto: “Mientras menos moderno es un país,
más se interesan las chicas en cosas técnicas”. Es decir, mientras menos haya igualdad, más se
buscan movimientos que busquen alcanzar ese ideal, y a veces, se traiciona el propio deseo por
cumplir con el mandato de ese movimiento.

El segundo, tiene que ver con las muchas ocasiones en que hay una disparidad, una falta de
relación entre el ideal (dictado por otro) y el deseo (propio) lo que, por definición genera un
conflicto. Situaciones que ejemplifican este conflicto es la mujer que se siente atraída por el sujeto
que cumple con características con las que debería estar en contra es decir, estar en contra del
hombre que le dice a la mujer qué hacer, pero le gusta el que elije por los dos la mesa donde van a
comer en un restaurant, no al hombre egoísta que solo busca su propio placer, pero se siente
atraída por el hombre seguro que sabe lo que quiere, estar en contra del hombre que no accedería
a hacer los quehaceres de la casa, pero le atrae aquel que en lugar de lavar los trastes del
desayuno, se llena de grasa y aceite las manos al arreglar su motocicleta.

Esas contradicciones vividas por la mujer es motivo de consulta muy común. Llegan al consultorio
constantemente, mujeres que, entre otros conflictos, sufren de querer una cosa y elegir la
opuesta, por sentir un deseo, pero en lugar de vivirlo, optan por cumplir con una expectativa
social. Esta dolencia que se convierte en motivo de consulta es una de las consecuencias que antes
se habían mencionado.

Reiterando, hay que tomar al movimiento feminista y a la mujer como fenómenos no


necesariamente equivalentes, entender que no hay una relación necesariamente directa entre
ellas, porque la mujer es un sujeto deseante cuyo deseo debe ser escuchado, mientras que el
feminismo es una teoría, un movimiento, una revolución que tiene que ser estudiada.

Finalmente, el tercer ejemplo que me gustaría resaltar es el que tiene que ver con las diferentes y
claramente identificables formas de opresión que vive la mujer, sin embargo, nos encontramos
con que estas formas de opresión pueden pensarse, no solamente a partir del lugar de quien las
vive, sino que también hay que pensar a partir de quien las ejecuta. En otras palabras, la sufren las
mujeres, aunque no solo la ejecutan los hombres; ejemplos de esto son las ocasiones en que entre
mujeres se descalifican ante una tarea y prefieren que sea algún hombre quien las realice; o las
ocasiones en que entre mujeres se exige que los hombres sean atendidos.

Si esto es así, si no hay un deseo en el feminismo, solo deseo de la mujer, entonces podríamos
hablar de una “falta de puntería” acerca del lugar a donde el feminismo (principalmente el radical)
hace su reclamo; estos tres ejemplos ayudan también a mostrar que el problema y el objeto de
reclamo no es necesariamente el varón como tal, como opuesto a la mujer, como si este fuera, por
opuesto, el enemigo de la mujer. Pero tampoco es válido suponer que la mujer sea la responsable
de su propia opresión. La propuesta a pensar no es binaria, ni “hombres y mujeres” ni “victimas y
agresores” sino identificar que, los “enemigos” si así lo queremos plantear, no son los varones o
las mujeres, sino “los determinantes culturales y sociales”.

Una de las perspectivas que plantean algunas teorías feministas, es la producción de conocimiento
desde otro punto de vista. No un punto de vista favorable al hombre o a la mujer, sino uno que
sea diferente al hegemónico que enfatiza las estructuras de opresión de un género sobre otro (se
cual sea el que sea el opresor y el oprimido). Es decir, producir conocimiento en que confluya la
participación de los implicados, hombres y mujeres, así como la conciencia grupal de sus formas
de opresión. Esta conciencia grupal de sus formas de opresión es algo sobre lo que regresaremos
un poco más adelante.

Esta idea de problematizar los determinantes culturales y sociales es algo que diferentes autores
han trabajo. Por ejemplo: Jessica Benjamín parte de la pregunta de Freud de “¿qué quiere una
mujer?” para formular la siguiente respuesta: “la mujer quiere un deseo propio” y propone que “la
problemática del sujeto está centrada en sostener la tensión entre autoafirmación y
reconocimiento del otro”

Situación con la que estaría de acuerdo, a partir de suponer que muchas veces, la mujer busca lo
que supone que es su deseo propio en la lucha del feminismo, pero comúnmente los ideales del
feminismo funcionan más como “reconocimiento del otro” que como autoafirmación. Como una
especie de alienación del deseo propio con los mandatos del feminismo. Es una grave
contradicción defender el deseo propio a partir de los ideales de la teoría feminista.

Continua la autora diciendo: la salida sólo es posible a través de la intersubjetividad, el dialogismo


y el reconocimiento mutuo (Benjamin, 1988). La intersubjetividad como espacio para el
reconocimiento del deseo propio. Y en esta intersubjetividad, dialogismo y reconocimiento mutuo,
no debería de excluirse al hombre, quien en muchas ocasiones desea unirse a la lucha contra los
determinantes culturales y sociales que oprimen, matan, desaparecen a las mujeres, las esposas,
las hermanas, las madres, las hijas.

Para ir cerrando, quisiera articular lo que sería el tercer aro en la estructura de este texto. El aro
de la pedagogía. ¿Qué tiene que ver la pedagogía con todo esto?

Para abordar esta pregunta, retomaré algo que se había quedado pendiente anteriormente, lo que
tenía que ver con el reverso del discurso universitario, que bien podría hacerse extensivo a todo el
dispositivo pedagógico. Habíamos mencionado que su reverso, significaría partir desde la falta, el
no tener, el no tener conocimiento. Es decir, solo a partir de que, como profesores, o pedagogos,
podemos partir desde el lugar del no saber, es que se posibilita la escucha. En otras palabras,
cuando partimos de un saber, suponiendo que nosotros sabemos, es que nos convertimos en
portadores del saber y, por lo tanto, lo que queda por hacer es transmitir ese conocimiento. En
pocas palabras profesor habla, alumno escucha. Pero, si el profesor caya y escucha, porque no se
considera portador del conocimiento, entonces, el alumno habla. Por eso se decía que, partir del
no saber, del silencio, posibilita la escucha y el diálogo con el alumno.

La propuesta es que la pedagogía y lo que tiene que ver con la educación, abra la posibilidad del
dialogo con el alumno, de escuchar lo que ellos tienen que decir, lo que ellos viven, lo que
entienden, y entonces, a partir de ese vaivén se puede también guiar al alumno, a partir de la
reflexión, del cuestionamiento, (mismos que, por cierto, el profesor debió haber elaborado antes
para sí mismo).

El pedagogo así, tiene en sus manos la posibilidad de generar un cambio en la manera de entender
la lucha feminista, incitar y ejemplificar la igualdad de oportunidades con los otros de su labor
profesional (alumnos, docentes, trabajadores) a incitar el estudio, el pensamiento, la reflexión,
para romper no solo las barreras de la desigualdad, sino también, propiciar la colaboración entre
hombres y mujeres contra el sistema que nos ha dividido, procurando que nos veamos como
opuestos, como contrarios, como agentes de la opresión del género opuesto.

La labor del docente implica una gran responsabilidad, por lo tanto, el llamado es a estar a la
altura de la realidad que vivimos, de las sociedades que habitamos y en las que nos interesa hacer
un cambio. Estar a la altura de la demanda del alumno, del grupo, la institución y comunidad.

Coincido con la consigna que dice “La maestra marchando también está educando”, pero
agregaría que, estudiando, pensando, reflexionando, actuando, escuchando, dialogando,
recorriéndose de la lógica actual también estará educando.

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