Está en la página 1de 25

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO

HrsTORIA DE LOS DERECHoS HUMANOS

INTRODUCCIÓN

Los derechos humanos tienen una historia reciente y un pasado remoto. Su desarollo acompaña el
recorrido de la humanidad como parte del patrimonio filosófico, ideológico, ético y político
consolidado por el ser humano en el proceso de su encuentro consigo mismo. La historia propia se
inicia con la proclamación de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y la
abolición de los privilegios feudales en 1789. El pasado remoto es el bagaje conceptual y político
que se remonta a la cultura greco-romana, pasa por el humanismo renacentista y llega a la
modernidad para consolidar la visión del mundo fundada en el ser humano titular de derechos y
responsabilidades, El concurso de acontecimientos y el resultado de profundos debates y errores
históricos de los pueblos son los que preparan el clima propicio para laproclamación de la
Declaración universal de los derechos humanos en 1948. París fue el escenario de estos dos
grandes hitos históricos separados en el tiempo por unpoco más de siglo y medio.

La vinculación de la historia de los pueblos con la historia de los derechos nos permite comprender
su relación con las sociedades y sus culturas, porque la percepción de los derechos humanos no es
la misma en los diferentes horizontes del planeta.

La trayectoria hacia la cultura de los derechos humanos es una para los pueblos que sufrieron
experiencias de colonización y otra para los que crearon la visión del mundo fundada en los
derechos y en el proceso de consolidación de la autonomía de la razón.

En efecto, la concepción y la situación actual de los derechos humanos en el mundo están


íntimamente ligadas al desarrollo históico de los pueblos. En Europa el proceso se consolidó como
parte de los atributos del Ser. Las naciones que emergieron a la autodenominada cultura
occidental, en virtud de las prácticas colonizadoras en los países europeos los siglos XV y XVI, a
estas naciones las denominaremos pafses de los otros mundos, el Resto del Mundo', a aquéllas
que accedieron a la cultura de los derechos por incorporación y asimilación.

Mientras los pueblos europeos aparecen como los gestores de doctrina, de legislaciones y
sistemas filosóficos, religiosos y políticos que se impusieron de manera hegemónica, los que
fueron sus colonias fueron incorporados, como simples receptores,a sistemas ajenos, distantes y
hasta contradictorios con sus culturas originarias. La historia nos muestra que los derechos
humanos están ligados a un movimiento desigual y de dirección contraria. Para Europa son el
resultado del ascenso de la razón, para los países del resto del mundo son el producto de la
pérdida de su proceso autónomo de laconciencia histórica y su incorporación a la razón del
colonizador.

Esta circunstancia aconseja mirar la historia de los derechos humanos como un proceso de dos
perfiles: el de Europa, que se manifiesta en el ascenso y consolidación de su cultura como cultura
universal y hegemónica, y el de los países de los otros mundos, que significa negación del Ser
originario mediante la conquista, colonización e incorporación al sistema de las metrópolis. Al
mirar Ja historia en la dialéctica de la universalización de la «cultura occidental» y del
perecimiento de las culturas originarias, se tiene una mayor comprensión de los resultados de esta
universalización en los pueblos incorporados y de la manera como esa visión se incrusta en los
elementos culturales que subsisten en los nuevos países después de la colonización.

Veamos el desarrollo de los antecedentes de la historia de los derechos humanos en la cultura


europea y, después, la forna como los países del resto del mundo fueron incorporados a ese
proceso.

VIsIÓN EUROCÉNTRICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

La historia de los derechos humanos, desde la perspectiva occidental, tiepe su fuente remota en el
desarrollo de la autonomía del ser humano para decidir y definir su destino. El punto de partida es
la reivindicación de la autonomía de la conciencia frente a la predestinación de los dioses. Ésa fue
la lucha de Heráclito que plasmó en el aforismo "el único demonio del hombre es su propio
carácter". Luego Protágoras exalta la conciencia como fuente de conocimiento cuando afirma que
"el hombre es la medida de todas las cosas". Por último, encontramos la máxima socrática
"conócete a ti mismo" que es la fuente de la sabiduría individual y colectiva. Los antecedentes de
los derechos humanos pueden resumise así:

EXALTACIÓN DE LA PERSONA COMO SER AUTÓNOMO

La búsqueda de los primeros filósofos griegos en torno a la naturaleza del Ser se resume en la
afirmación de la libertad, la autonomía y la ética. La sentencia de Heráclito es el clamor ante los
dioses para reclamar el destino como propiedad exclusiva de la

conciencia de los hombres y la responsabilidad como la autoría de sus propios actos,

para afirmar su independencia frente al poder incuestionable de los dioses sobre la

vida individual, social y polftica, El hombre es la medida de todas las cosas, sentenció

Protágoras para reivindicar al ser humano como depositario del conocimiento, capaz

de valorar la realidad con sus propios criterios y producir a partir de su propia observa-

ción, De la misma manera, la máxima socrática plasma la idea del conocimiento de la

persona como pilar de la construcción de una ética ciudadana. Estas tres concepciones

del hombre consolidan la cosmovisión de la Grecia clásica cuyo punto central es el Ser

racional libre, fuente de la ética y del conocimiento.

El ser humano dotado de razón, gobernado por la razón y legitimado para cjercer

el poder, es el legado que recoge Aristóteles para estructurar su sistema filosófico. Su

concepción parte del hombre poseedor de la razón y depositario del poder. Pero no to-

dos los seres humanos poseen esta facultad en grado sumo. En efecto, la mujer estaba

dotada de razón en menor grado y era relativamente incapaz. Los varones menores de
edad tenían esa misma calidad hasta la mayoría de edad; y sólo los hombres adultos

estaban dotados de razón en el más alto grado y por tanto, eran los depositarios plenos

del poder.

LA DEMOCRACIA

El hombre es un animal político porque es el actor fundamental de la vida de la

polis; es de su esencia pertenecer a la polis, vivir en ella y tomar parte en la toma de

las decisiones relacionadas con la organización social y política del grupo. Polis quiere

decir ciudad-Estado y ésta fue la organización socio-política que le dio vida y sentido a

la filosofía fundada en el ser humano como depositario del saber y del poder. La polis

no era un simple contexto en la vida de hombre; era su principio de identidad. Se definfa

como la unidad individuo-sociedad-Estado. De esa unidad esencial emerge la naturaleza

humana como animal político, hombre de la polis. Hombre y demos conforman un todo

del cual se desprende el sistema de organización que parte del poder del pucblo reunido

en el ágora: la democracia.

La democracia nació en la Grecia clásica como sistema basado en la pertenencia del

hombre a la polis y en el esclavismo como forma de organización económica y social.

En Grecia coexistieron el ciudadano, hombre libre o en potencia de serlo, y el esclavo,

que era la negación de todos los atributos propios de quienes detentaban el poder. El

esclavo era la máquina, el elemento dinámico de la producción, como lo afirna Aris-

tóteles en su obra La política.

Las concepciones de las diferentes escuelas filosóficas griegas son el punto de

partida de la idea del hombre libre y autónomo. Este legado inicia el hilo conductor de

lo que podernos considerar la historia de los derechos humanos. En la edad media la

preocupación teológica ocupa el centro de las refilexiones de universidades y conventos.

La hegemonía de la fe y de la verdad revelada oculta la preponderancia de la razón y el

poder del hombre para orientar su propio destino. El humanisno renacentista inicia la

etapa de la consagración de la libertad y la autonomía como los atributos que hacen del

hombre un ser maravilloso. Asf lo dijo Pico de la Mirándola cuando escribió su ensayo

De la dignidad humana. El Renacimiento es el momento del encuentro del hombre con


su cuerpo y con su espíritu; es la puerta de entrada a la filosofía moderna que lleva a

cabo la tarea de desacralizar el pensamiento para ubicarlo en el corazón mismo de la

vida de la sociedad.

La filosofía moderna recupera los viejos postulados griegos para fundamentar la

concepción del individuo fundada en la autonomía de la razón y en la naturaleza social

del hombre. Ésta es la base de la democracia y del Estado en la modermidad. El ideal

político de la filosofía moderma lo expresa Kant en su obra Por la paz perpetua cuando establece
los principios de la Constitución política republicana que merecen cita

especial: "1.- el principio de la «libertad» de los miembros de una sociedad -como

hombres-; 2.- el principio de la «dependencia» de una única legislación común en

que todos se hallan -como súbditos-; 3.- el principio de la «igualdad» de todos -como

ciudadanos-2.

LEY NATrURAL Y DERECHO NATURAL

Otro concepto importante en la historia remota de los derechos humanos es el de

ley natural que son los imperativos que emanan de la naturaleza humana y regulan la

vida individual y social. La idea de ley natural también tiene su origen en la cultura

griega. Recordemos el bello pasaje de Antígona, una de las tragedias de Sófocles. EI

rey Creonte prohibió enterrar a Polinices, hernano de Antígona, por traidor a la patria.

Ella responde que no obedece ese decreto porque "no fue Zeus quien me promulgó esa

prohibición; ni la Justicia, compañía de los dioses subterráneos, estableció esas leyes

entre los hombres. Y yo no he creído que tu decreto tuviese fuerza šuficiente para dar a

un ser nortal poder para despreciar las leyes divinas, no escritas, inmortales. Su exis-

tencia no es de hoy ni de ayer sino de siempre, y nadie sabe cuándo aparecieron. Por

ternor a la determinación de ningún hombre no debía yo violar estas leyes y hacerme

acreedora al castigo divino", Este parlamento nos muestra la noción de la natuçaleza

hurmana determinada por los dioses y nadie, entre los humanos, pucde tontravenir su

voluntad. La ley natural, como la naturaleza de. los hombres estaba determinada por

los dioses. Ni las leyes humanas, ni la voluntad de los hombres podían ir más allá de la

voluntad legisladora de la divinidad.


La modernidad también recupera este concepto. La filosofía considera que la primera

ley natural es la razón, mediante la cual los seres humanos establecen las normas que

rigen su conducta frente a la sociedad y al Estado. En virtud de la ley natural el indivi-

duo es sujeto de esos derechos que, por provenir de la naturaleza misma del hombre,

son anteriores al Estado y éste sólo debe protegerlos y crear las condiciones para su

realización. La ley natural es el fundamento de la ética y del derecho y el origen del

sentido y de las funciones del Estado moderno.

El mayor florecimiento de este concepto lo encontramos en los filósofos del de-

recho de los siglos XVIl y XVIIl. Para Samuel Pufendorf el derecho natural nace,

en primer ugar, del amor propio que induce al hombre a la búsqueda de su bienestar

y a la conservación de la vida; en segundo lugar, del estado de indigencia en que el

hombre se encuentra en relación con la naturaleza. En virtud de su naturaleza racional,

el derecho natural es la respuesta que el hombre da a los problemas que le plantean el

amor propio y la conservación de la vida. "Todos los seres humanos deben tener senti-

mientos de sociabilidad, es decir, estar inclinados, en la medida de sus posibilidades,

a mantener con los demás una sociedad en paz, de conformidad con la Constitución y

con la finalidad del género humano sin excepción (..) Todas làs acciones conducentes

a favorecer la sociabilidad y todas las prohibiciones que permitan su preservación

deben considerarse fundadas en el derecho natural"%.

Seguidores de Pufendorf, como Cristian Thomas, plantean que el fundamento de

la vida moral y social descansa en la naturaleza humana. Las tres tendencias esencia-

les del hombre son las de vivir lo más larga y felizmente posible, evitar el dolor y la

muerte y alcanzar la propiedad y el dominio. Estas tendencias constituyen el origen del

derecho, de la políticay de la ética. El derecho bace posible la realización de la primera

tendencia por cuanto mira a la conservación de un orden pacífico entre los hombres; la

política se funda en la segunda tendencia y su fin es promover las acciones necesarias

para alcanzar el orden y la coexistencia pacífica y, finalmente, la ética, fundada en la

tercera, propende a la adquisición del valor interior de los individuos.

La razóny los derechos humanos son atributos de la naturaleza humana y de ellos


se desprende la titularidad de los derechos fundamentales anteriores al Estado. En su

obra Del gobierno civil, John Locke afirma que "el estado de naturaleza tiene una ley

natural por la que se gobierna y esa ley obliga a todos. La razón, que coincide con

esa ley, enseña a cuantos seres humanos quieren consultarla que, siendo iguales e in-

dependientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones"", Para

estos filósofos los derechos naturales garantizan la convivencia de la sociedad y son el

derecho a la vida, la libertad y la propiedad generada por el trabajo. Otros derechos de

naturaleza son ejecutar la ley de naturaleza y sancionar al ofensor mediante castigos

proporcionales a la transgresión. La libertad en el estado de naturaleza consiste en ade-

cuar lą conducta a la ley natural, y la libertad del hombre en la sociedad consiste en la

adecuacióốn de su conducta a las leyes emanadas del poder legislativo establecido con

el consentimiento de todos.

DESARROLLO DE LAS INSTITUCIONES JURÍDICAS

Otro antecedente en la historia de los derechos humanos es el desarrollo de las

instituciones jurídicas propias del Estado de derecho. En la cultura occidental los an-

tecedentes más importantes de estas instituciones se encuentran en el derecho romano.

Su consolidación se inicia con la Ley de las Doce Tablas y se perpetúa con la serie de

leyes civiles reguladoras de las relaciones entre los particulares. Las leyes de familia y

las leyes comerciales conformaron el sistema jurídico con el cual la república y, luego,

el imperio garantizaba la paz interna y así consagrar sus esfuerzos a las guerras ex-

pansionistas que le permitieron constituirse en el mayor eje de dominación del mundo

occidental. Entre las instituciones del derecho romano de interés para el desarrollo de

los derechos humanos encontramos el jus gentium y la protección que debía prestarse

a las personas desfavorecidas cuando debían presentarse ante la justicia.

El jus gentium o derecho de gentes se entendió en Roma como el derecho de todas

las personas, tanto ciudadanos romanos como extranjeros. En las Instituciones de Gayo

se encuentra una primera aproximación de este concepto que es: "lo que la razón natural

ha establecido en todos los hombres y, por esta razón, es observado uniformemente por

todos los pueblos". El derecho de gentes se considera el antecedente del derecho inter-
nacional público. Frente al poder del terrateniente o potente (potentior) que los llevó

a administrar justicia civil y penal en los límites de sus latifundios Adriano emitió un
revolucionario. Los tres más importantes fueron la Declaración de los derechos del

hombre y del ciudadano del 26 de agosto de 1789, otro proyecto de Declaración de

1791 y la Declaración de derechos y deberes del hombre y del ciudadano del 22 de

agosto de 1795.

La Declaración de 1789 la consagra la historia como la primera en aceptar la uni-

versalidad de la soberanía individual y de los principios de libertad e igualdad como

fundamentos de la naturaleza humana. Ella es el producto de intensos debates en el

seno de la Asamblea Constituyente, en los cuales se enfrentaron jacobinos, girondinos

y radicales que pretendían llevar el concepto de la igualdad jurídica a la igualdad social

y económica. La Declaración establece en 17 principios los derechos fundamentales del

individuo como persona y como ciudadano. El punto de partida fue la consagración de

la libertad y de la igualdad de todos ante la ley, promulgada en los siguientes términos:

"Todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones

sociales sólo pueden ser fundadas en el interés común" (artículo 1). La libertad consiste

en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás. Sus límites los establece la ley

(artículo 4°). Luego establece que el objetivo de toda asociación política es la conser-

vación de los derechos naturales e imprescriptibles de los hombres: Estos derechos

son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resisteicia a la opresión (artículo 2").

La participación en la elaboración de las leyes, sea directamente o por intermedio de

representantes, (artículo 6°), el debido proceso y la igualdad ante la justicia, son otros

de los derechos consagrados en el Declaración'", Ésta es la respuesta de la filosôfía de-

moliberal a los principios del absolutismo. Para consagrar la libertad y la igualdad como

postulados de la organización social se tenían que eliminar los privilegios imperantes

desde la antigüedad clásica.

LA EXPANSIÓN DE LOs POSTULADOS DE LA DECLARACIÓN

La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano fue el punto de refe-

rencia para el desarrollo de todos los movimientos republicanos que vivió la Europa de
la época. El siglo XIX es testigo de la confrontación polftico-ideológica que culmina

con la abolición de los regímenes monárquicos europeos, la instauración de las ideas

republicanas, buena parte la revolución industrial y el desarrollo del capital fundado

en la ley de la oferta y la demanda. Los motores de esta revolución son la dicotomfa

entre el capital y el trabajo y el suministro de las materias primas provenientes de

las colonias.

El legado úniversal de la Declaración tiene su mayor impacto en los movimientos

independentistas de las colonias hispanoamericanas. Sus implicaciones también fueron

decisivas en la ruptura de los bloques coloniales que giraban gn tormo de las metrópolis

de Inglaterra, España y Portugal durante los siglos XVly XVIl en América, África yel

Lejano Oriente. Bajo su influencia se llevan a cabo las independencias desde México

hasta el Cono Sur al inicio del siglo XIX. Estos procesos liberadores dan cuenta de la

universalidad de los principios esenciales de la democracia contemporánea, que, sin

lugar a dudas, constituyen un patrimonio de la humanidad.

Desde el punto de vista formal, la Declaración de los derechos del hombre y del

ciudadano es el fundamento para la afirmación del individuo como sujeto de derechos

que se ha consagrado en las Constituciones contemporáneas. No sucedió lo mismo

con su influencia en las relaciones sociales. El desarrollo del sistema de producción

capitalista, acompafiado de la concentración del capital y la progresiva pauperización

de pueblos y comunidades marginados de sus beneficios, no fue el contexto propicio

para la eliminación de las desigualdades en las relaciones sociales. La crítica a este

desarrollo desigual de las libertades y los derechos fundamentales se gesta también en

el siglo XIX con las ideas de los socialistas utópicos y culmina con la revolución rusa

de 1917 que instaura los regímenes comunistas y socialistas de la Europa del este. Se

abre paso la confrontación bipolar y la guerra fría que soportó la humanidad durante

buena parte del siglo XX.

La revolución socialista inicia el siglo XX y se caracteriza por la ambivalencia del

desarrollo político y social de las sociedades industrializadas. Europa no logró consolidar

su equilibrio políticoy las potencias presentaron una suma de intereses encontrados


que finalmente las conducen a las confrontaciones bélicas que, con intervalo de dos

décadas, tuvo que padecer ese continente y que hicieron de él un lugar de inestabilidad

política y de desconocimiento de los derechos y libertades que constituían el legado

de la revolución francesa. La cruenta experiencia de estas dos conflagraciones fue el

detonante que condujo a las naciones deshechas por la guerra a iniciar la búsqueda de

mecanismos adecuados para establecer y garantizar la paz en el mundo.

Al concluir la primera guerra mundial, el tratado de Versalles de 1919 creó la Socie-

dad de las Naciones con la misión de establecer un nuevo orden internacional fundado

en la justicia y el desarrollo de la cooperación entre los países en todos los campos, de

prevenir y reprimir todas las guerras, garantizar la paz y la seguridad internacionales

y favorecer el progreso cultural y social. Estos propósitos se quedaron como anhelo

formal porque muy pronto la segunda guerra mundial azotó al continente de 1939 a

1945 y produjo uno de los más grandes genocidios que ha conocido la humanidad. Esta

crueldad llevó a los Estados a reflexionar nuevamente sobre la necesidad imperiosa de

la paz. La Sociedad de las Naciones había fracasado en sus propósitos. En 1945 surge

la Organización de las Naciones Unidas con la aprobación de su Carta fundamental en

la ciudad de San Francisco. En ella se sientan las bases para la consolidación de la paz,

el respeto a la dignidad de la persona humana y la vigencia de los derechos humanos.

El desarrollo de los pueblos y el establecimiento de las condiciones para la reali-

zación de los derechos humanos en todos los confines de la comunidad internacional,

son los presupuestos necesarios para alcanzar los propósitos consagrados en la Carta de

las Naciones Unidas. El primer paso fue la proclamación de la Declaración universal

de los derechos humanos, el 10 de diciembre de 1948, en París.

VIGENCLA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EUROPA

Para finalizar esta síntesis histórica de la visión eurocéntrice de los derechos huma-

nos, es pertinente revisar las repercusiones que tuvo este proceso en la sociedad europea y mirar
hasta qué punto el ascenso de la hegemonía de la razón y la consagración de las

libertades fundamentales y de los derechos como atributos del ser humano, infuyeron

en la transformación de las relaciones sociales. Desde la perspectiva de la vigencia de


los derechos humanos, la historia europea es el discurir de las desigualdades en la vida

cotidiana y el ascenso filosófco y doctrinario de la autonomía de la razón y de la idea

de la libertad y la igualdad como atributos esenciales del ser humano. La historia no

nos muestra ejemplos de vigencia real de los derechos humanos, ni en el pasado remoto

ni en la época contemporánea.

En el pasado, la humanidad vivió el imperio de las desigualdades sociales y del

despotismo en el ejercicio del poder pero también inició el camino para la afirmación

del ser humano como ser libre e igual en dignidad y en derechos, que finalmente

se estableció en el artículo 1' de la Declaración universal de los derechos humanos

de 1948.

Los sistemas anteriores fueron aproximaciones basadas todas en algún principio

de desigualdad. La polis griega, que es el modelo más original de la consideración del

individuo como origen y centro del poder, coexistió con la esclavitud como su modelo

económico y social. Así, en el siglo II A. C. la polis ateniense, ejemplo por excelencia

de la democracia directa, albergaba cien mil ciudadanos, titulares de los derechos y

obligaciones, y trescientos mil esclavos. El poderío romano descaihsó también en la

consagración máxima de la esclavitud y el auge de la dominación colonial, que hicieron

que la ciudad de Roma se erigiera en el mayor imperio de todos los tjempos.

El sistema esclavista tiene su fundamento en la negación de la persona como Ser

ontológico y como titular de derechos y de obligaciones. Los privilegios de que gozaban

griegos y romanos sólo eran atribuibles a quienes poseían la ciudadanía. Esta categoría

era más un instrumento de discriminación que la definición de la persona como sujeto

habilitado para ejercer de manera directa la titularidad de los derechos y de las obliga-

ciones emanados de su pertenencia a la ciudad. La naturaleza del esclavo la definió con

propiedad Aristóteles en el libro segundo de La poltica, cuando afirnó que el esclavo

es el instrumento dinámico de la produción, aquếl que proporcionaba dinamis, o el

movimiento a los instrumentos estáticos, que son las herramientas. Era un ser carente

de razón de manera absoluta, carente de alma y, en consecuencia, totalmente incapaz

de accedera la ciudadanía y al ejercicio de los derechos y deberes que ella otorgaba


al individuo.

Así mismo, la mujer fue la gran ausente de la democracia clásica. Sin reducirla a

la categoría de esclava, la mujer de la polis griega no gozaba de las prerrogativas del

ciudadano porque era relativamente incapaz en el ejercicio de la razón. La única fun-

ción que según Platón debía ejercer la mujer era la de educar a la infancia. La cultura

greco-romana existió gracias a la discriminación de buena partė de los seres humanos

entre los cuales los esclavos y las mujeres no tenían redención.

La Edad Media pierde la trayectoria de la democracia clásica. Es el período de la

historia en el cual florecen otros privilegios y se conserva buena parte de los heredados

de la cultura greco-romana. En este perfodo florecen las desigualdades de todo orden.

El régimen feudal se funda en el señorío y el poder que el señor feudal tenfa sobre la vida y la
hacienda de sus siervos, en el privilegio de administrar justicia en los confines

de su feudo, en el derecho de pernada, etc. El sistema de privilegios consolida el abso-

lutismo monárquico de los siglos XVIl y XVII, contra el cual se levanta la resolución

francesa de 1789.

Las instituciones republicanas tambiến tienen su asiento en desigualdades y discrimi-

naciones. En la democracia contemporánca la ciudadanía es la capacidad del individuo de

ejercer el poder como sujeto de los derechos civiles y políticos. Pero estas prerrogativas

se predican solamente para los varoncs que reúnen ciertas calidades como la mayoría

de edad, la posesión de rentas, la cducación básica y en ocasiones vivir en la ciudad.

El sufragio universal es una reivindicación que se fue estableciendo paulatinamente en

las sociedades democráticas.

Otro factor de desigualdad fue la discriminación de las mujeres para el ejercicio del

poder y de la función pública y para la titularidad de los derechos civiles y políticos. Las

luchas de las mujeres durante los siglos XIX y XX logran erradicar buena parte de las

discriminaciones que las afectaban hasta alcanzar la plena ciudadanía y la titularidad de

los derechos civiles y políticos. Recordamos la Declaración de sentimientos proclamada

por la primera Convención Nacional de Mujeres que se levó a cabo en Seneca Falls,

un pueblito al norte de los Estados Unidos, cl 20 de julio de 1848. Elizabeth Stanton y


una centena de mujeres acompañadas de algunos de sus maridos, padres y hermanos

le anunciaron al mundo su decisión de asumirse como seres iguales en derechos a los

hombres. Citamos el párrafo segundo que ilustra esta decisión: "We hold these truths

to be self-evident; that all men and women are created equal; that they are endowed by

their Creator with certain inalienable rights; that among these are life, liberty, and the

pursuit of happiness; that to secure these rights governments are instituted, deriving

their just powers from de consent of the governed"2, Esta convención, poco conocida

por los historiadores, es un hito trascendental para la adquisición de los derechos civiles

y políticos de las mujeres.

Otro aspecto de la desigualdad lo encontramos en los regímenes coloniales y las

diferentes fornas de discriminación racial que se desarrollan en la democracia occi-

dental. La colonización de África Central se lleva a cabo a partir de la segunda mitad

del siglo XIX y se prolonga durante la primera mitad del siglo XX. La superación del

colonialismo se ha ido superando por la lucha de los pueblos por su libre autodetermi-

nación. Este proceso ha sido acompañado por la acción de las Naciones Unidas y sus

organismos, en cumplimiento del mandato de la Carta de propender por la eliminación

de las desigualdades generadas por los sistemas fundados en la discriminación y los

desequilibrios generados por la raza, el sexo, la condición social o económica, la reli-

gión, el idioma, la cultura, etc.

Como podemos apreciar, la historia de occidente no ofrece modelos de realización

de los principios fundamentales de la cultura de los derechos humanos, pero sí apre-

ciamos la trayectoria de la afirmación de los atributos esenciales del ser humano y su

consagración como sujeto activo de los derechos fundamentales. Este proceso culmi-

nó con la promulgación del artículo 1° de la Declaración universal que nos dice que

"todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos, y dotados como está
de razón y de conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con

los otros", La democracia fundada en la vigencia real de los derechos humanos está

por venir. Estos derechos son ideales filosófico-políticos que constituyen el patrimonio

universal e inalienable de todos los seres humanos. Son la utopía que la sociedad con-
temporánea ha propuesto como forma de vida individual, social y política. El desaffo

de la humanidad para el siglo XXI es la consolidación de esta concepción del mundo

como forna de vida cotidiana.

La tarea no es fácil a pesar de los instrumentos internacionales con que se cuenta.

La caída del muro de Berlín, en 1989, deja al descubierto situaciones y pretensiones de

vigencia de los derechos humanos en la Europa del este y del sudeste. La Europa que

generó esta visión está sumida en la xenofobia y la discriminación de los migrantes

y extranjeros en general. El siglo XX teminó en medio de tensiones y de las pruebas

más intensas para la situación de los derechos humanos. La guerra de los Balcanes, la

situación de Kosovo, la situación de Chechenia son problemas que Europa ha tenido

que sortear, aun poniendo entre paréntesis el respeto a los derechos humanos. El siglo

XX se inauguró con las desigualdades generadas por la revolución industrial y el colo-

nialisno. El siglo XXI inicia con la unifcación de Europa y la consecuénte ampliación

de sus límites más allá de las antiguas fronteras, pero entre sus responsabilidades está

la de asegurar la vigencia de los derechos hurmanos en su actual perímetro geográfico.

El nuevo siglo se inicia con el clamor de las minorías y de las naciones pequeñas

que reclaman el ejercicio del principio de la libre determinación y,la-soberanía para

dirigir sus propios destinos. Pero el gran desafífo de Europa es su actuación frente a la

persistencia de la lógica de la guerra como única forma de dirimir la çonfrontación de

intereses y de reclamar los derechos de los individuos y de los pucblos. Aún subsisten

las pretensiones de corte colonialista de las potencias, tan próximas a la guerra y tan

poco propicias a la resolución pacífica y democrática de los conflictos. El otro desaffo de

Europa para este siglo es la paz en el medio oriente. El conflicto entre Israel y Palestina

persiste desde la proclamación de la Declaración y aprobación de los instrumentos inter-

nacionales de derechos humanos; su solución está en proporción inversa a la arrogancia

de las potencias para buscar intervenirlo.

Después de medio siglo de vigencia de la Declaración no existe una sociedad en

la cual los derechos humanos estén ubicados en el corazón mismo de los individuos

como forma de vida. Es dudoso el patrimonio con el que contamos para hacer realidad
esta utopía. Después del atentado a las torres gemelas de Nueva York la humanidad

no sabe muy bien en qué tono está la voluntad política de las potencias para avan-

zar en la consolidación de este ideal. Una vez más se impone la lógica de la guerra

para garantizar la seguridad de las naciones y en ella no hay cabida para afirmar la

nueva lógica fundada en la igualdad a partir del respeto a laş diferencias. Se impone

el principio de la incertidumbre, que no necesariamente ofrece las garantías que el

mismo tiene en la física. La incertidumbre política es el riesgo de no contar con los

principios como referentes fundamentales e inamovibles. Esta conclusión parece

imponerse después de los eventos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York Le

preguntamos, entonces, a la visión eurocéntrica de los derechos humanos, cuál es su compromiso


con la universalidad, la interrelación de todos los derechos y su voluntad

de hacerlos realidad aun en las situaciones de mayor conflictividad.

LA HISTORIA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL RESTO DEL MUNDo

La historia de los derechos humanos para el resto del mundo tiene una trayectoria

inversa a la del recorido que acabamos de realizar desde la visión eurocéntrica. La

dinámica histórica de esos pueblos tiene el carácter de negación de sus culturas para

ser incorporados al modelo europeo. El proceso de negación e incorporación se inicia

en la segunda mitad del siglo XV con los descubrimientos geográficos y científicos que

permitieron el encuentro intercontinental llevado a cabo por los navegantes portugue-

ses, italianos y españoles descubridores de los nuevos continentes, África, América y

el Lejano Oriente.

Los navegantes realizaron descubrimientos de tierras para Europa sobre las cuales

las poderosas monarqufas ejercieron actos de apropiación y dominación por los siglos

en los cuales se construyó el modelo de la libertad y la autonomía del Ser individual.

El proceso de dominación colonial fue para Europa la época del ascenso de la razón a

la universalidad del saber y del poder para consolidarse como principio hegemónico

en la fundamentación del conocimiento y de la política, así como la fe cristiana impuso

su hegemonfa en la conciencia religiosa de los pueblos dominados. Pero la visión de

los vencidos es otra. Para los pueblos originarios de los nuevos continentes la historia
de los derechos humanos es la historia de la dominación y de la negación del derecho

a la continuidad de sus culturas y la pérdida de la autonomía para conducir sus propios

destinos. Para el hombre americano, africano y asiático, la universalización de la cultura

fundada en la hegemonía de la razón constituyó la muerte de sus propios referentes

socioculturales, el ocultamiento del Ser autóctono y el inicio de un proceso de incor-

poración al Ser de occidente. Las culturas originarias se hacen actoras de los derechos

humanos como seres incorporados corntra su voluntad, al modelo occidental.

En ese movimiento de incorporación los pueblos vernáculos vieron desaparecer sus

costumbres y tradiciones, escondieron sus dioses y disimularon sus prácticas rituales

mientras eran iniciados en la fe y en el ejercicio de la razón occidental. Pocas veces

se ha preguntado la historia por los efectos psico-sociales que produjo la conquista y

la colonización de los continentes así incorporados. El ascenso de la razón en Europa

significó para los pueblos originarios la pérdida de su identidad, de sus lenguas nativas,

de sus costumbres y tradiciones, de sus modelos de administración y de organización

social, de la autoridad de sus jefes y de la obediencia de sus súbditos. Perdieron la

forma de organización de sus espacios, el movimiento de sus cuerpos y su dignidad

como personas.

África vio desaparecer el valor de su raza y sufrió la más terrible de las tragedias

que puede experimentar un ser humano, cual es la pérdida de su dignidad como pueblos

organizados como monarquías para ser reducidos a la esclavitud. Occidente abrió un

camino en este continente para el apartheid y la explotación de su flora, de su fauna y

de sus riquezas minerales. El modelo de organización social y política de occidente

La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano llega a las bibliotecas de

los intelectuales criollos de América Latina y se convierte en otro detonante de las inde-

pendencias que se gestaban en la región. Estos movimientos coexisten con la escalada

colonizadora de Europa en el continente africano. Las campañas conquistadoras de

África central se realizaron a partir de la segunda mitad de ese siglo y en las primeras

décadas del siglo XX. En esta época asistimos a las disputas de los países europeos para

establecer fronteras a «sus»> teritorios de acuerdo con los criterios del Estado conterm-
poráneo y con sus intereses como metrópolis colonizadoras. Ese conficto de intereses

culmina con el tratado de Berlín de 1885.

En América Latina las independencias encuentran sus primeros antecedentes en la

segunda mitad del siglo XVL Movimientos indigenistas y populares se levantan unos

años antes de las revoluciones burguesas de Norteamérica y Francia. La rebelión de

Tupac Amarí, en el vireinato del Perú, y la revolución de los Comuneros en el Virrei-

nato de la Nueva Granada, son los más significativos. Ambos son levantamientos contra

la opresión política y económica de la corona. Ambos son dominados por la fuerza de

la traición. Estos antecedentes sembraron la semilla de la independencia en dos de los

vireinatos más antiguos de América del sur. Vienen eventos como el desarrollo de la

ideas de la ilustración en España y la Expedición Botánica en la Nueva Granada, que

concentra a la joven intelectualidad científica en tomo al proyecto de conocimiento de

la flora regional. Este proyecto, dirigido por el sabio Mutis, fue también el espacio de

formación de un ideario político que desembocó en las declaraciongs de independencia

que se suceden desde 1810 en nuestro subcontinente.

Todos esos factores contaron también con la complicidad de la Declaración de los

derechos del hombre y del ciudadano. En la Nueva Granada Antonio Nariño hizo la

traducción del famoso documento que se divulgó entre la intelectualidad del virrei-

nato. Las ideas de libertad, igualdad, fraternidad y resistencia a la opresión legan al

Nuevo Mundo para servir de fundamento a los sueños y anhelos de independencia de

los criollos granadinos, rioplatenses y de la Nueva España. Los pueblos indígenas no

tuvieron acceso al sueño libertario. Para ellos la independencia sólo cambió la imagen

del dominador, pues su condición de seres excluidos y marginales sólo hasta ahora, al

comenzar el siglo XXI, empieza a desaparecer con la reivindicación de autonomía y

respeto a la diversidad de sus culturas.

Con los movimientos de independencia se instauran en América Latina las repúblicas

democráticas. Es la ctapa de la incorporación a las nuevas ideas que mantenían convul-

sionada la Europa monárquica ante la alternativa de las ideas republicanas sembradas

por la revolución francesa. En América a esta visión del mundo le sobraba entusiasmo
pero le faltaba vocación y arraigo. Se conocfa el modelo pero no se encontraba el

camino para ponerlo en práctica. Así que el proceso desençadenó la serie de guerras

civiles que vivieron las nacientes repúblicas antes de consolidar el Estado republicano

y democrático. En esta etapa de la incorporación se consolidó una institucionalidad

frágil. Se instauró la parte formal, a través de las Constituciones polfticas que le dieron

forma al Estado, sobre una base social con pensamiento y conciencia coloniales. Sobre

la conciencia sumisa y servil bien formada durante los siglos de dominación se erigió la democracia
fundada en la autonomía, la libertad y la igualdad. El desarrollo consti-

tucional muestra cómo las naciones latinoamericanas se debaten entre la democracia

plena definida en las cartas fundamentales y la ausencia de sujeto democrático, y entre

la universalidad de sus principios y la exclusión de la población de la práctica cotidiana

de los mismos!s,

La trayectoria republicana en América Latina conduce a la instauración de demo-

cracias puramente formales, aisladas de la realidad social y sin posibilidad de construir

un principio de identidad cormo nación. Mientras las sociedades se rigen por los valores

que fundamentan la sumisión religiosa, moral, familiar y política, el Estado se maneja

con criterios de exclusión a pesar de los derechos y libertades reconocidos en sus cartas

fundamentales. Este modo de ser de las democracias es el germen de las desigualdades

que se presentan en la región, unas legitimadas por las restricciones propias del constitu-

cionalismo, como la discriminación de las mujeres y de los arialfabetas de los derechos

políticos, y las demás generadas por la secular conciencia sumisa y servil que acepta

la magnificencia para unos y la pobreza para los demás. Estas desigualdades se han

alimentado por la irresponsabilidad del Estado en el desarrollo de políticas de justicia

social, de equidad en la distribución de los ingresos y de educación para la formación

de las naciones como sujetos democráticos con vocación para el ejercicio claro de la

libertad, la igualdad y la autonomía individual y colectiva.

Las independencias de los países del resto del mundo se caracterizan por ese des-

doblamiento entre lo formal de los Estados y lo real de las vivencias sociales orientadas

por la ideología colonial. Son una fase más del desarrollo del Ser incorporado porque
la democracia también es un modelo foráneo que interpretó muy bien las aspiraciones

de las jóvenes mentalidades criollas necesitadas de autonomía para ejercer el poder.

Pero esta forma de organización política era también extraña a la realidad social ya

las comunidades formadas durante cuatrocientos años en la más pura tradición de la

sumisión y el servilismo. Nada hizo el Estado ni las élites ilustradas para acercar cl

modelo a la realidad con la única estrategia posible que es la educación. De nuevo la

incorporación produce un Ser escindido, distante y ajeno a las ideas proclamadas en el

Estado de derecho.

Los principios de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano

llegaron a las Constituciones pero no penetraron la vida cotidiana de la sociedad para

operar el tránsito de la sumisión a la libertad. Las independencias transformaron las

instituciones polífticas, constitucionales y legales, pero nada bicieron para la transforna-

ción de las convicciones de los individuos. Éstas continuaron regidas por la sumisión,

por el desconocimiento del Ser como sujeto de derechos y la falta de vocación para el

cjercicio del poder. El Estado democrático se ha desempeñado con una visión paternal,

asistencial, caritativa y represiva. Por eso las democracias en los países que sufrieron

una experiencia de colonización están distorsionadas por la realidad, porque no cuentan

con el individuo libre y autónomo para ejercer el poder soberano que lo define como

Ser en su dimensión individual, social y política.

En fin, la historia de los países del resto del mundo aún conserva las huellas de su

experiencia como sociedades colonizadas. Sus culturas se caracterizan por la vocación

para la sumisión y la dependencia, asf como por las dicotomías de la conciencia -entre

las cuales señalamos la división entre la conciencia legisladora y la conciencia obediente

de la norna-; la dicotomía entre la creatividad y la productividad y su inclinación por el

consumo; entre el principio de identidad con la ley y la institucionalidad y el desarraigo

de la conciencia con su ambiente; y entre la obediencia a la ley y la transgresión. Estas

son las características del Ser incorporado que se manifiestan en la permanente nostalgia,

el desarraigo, la falta de identidad y de compromiso del individuo con sus instituciones,

y el carácter asistencial y represivo de las relaciones entre el Estado y la comunidad.


Se instaló la vida republicana en los pafses del resto del mundo con procesos de

liberación, unos más dramáticos que otros, pero todos con las debilidades que fueron

emergiendo en la medida en que se hacía más evidente la distancia entre la sociedad

poblada de sujetos fornados para la conciencia sumisa, pero actuando como si fueran

hombres libres.

América Latina ha perdido dos siglos de vida republicana porque no asumió

su propio desafío de sacar de la conciencia individualy colectiva los rezagos de la

colonización, porque no asumió la búsqueda de su propio ser en independencia y

libertad. Se conformó con escribir que somos repúblicas independientes y seres li-

bres, pero se le olvidó qué teníamos que adquirir y sentir la experiencia y la vivencia

como hombres y mujeres libres, iguales y responsables. La organización republicana

se ha distraído en definiciones constitucionales y legales, pero llegamos al siglo XXI y

no hemos formado las alas para volar solos sin la necesidad del garrote y la zanahoria.

Nos conformamos con la apariencia de la libertad y no hemos consoidado la verdadera

vivencia de la autonomía.

El continente africano se debate entre las huellas de su pasado tribal, en donde

el paternalismo y el autoritarismo tenían su coherencia interna, y la incorporación al

sistema democrático, en donde el autoritarismo tribal se ha convertido en dictaduras

que azotan a los pueblos indefensos para luchar por autonomía y la libertad individual

y colectiva. Los pueblos asiáticos han sabido temperar la tradición y las vertientes

modernas, pero en detrimento de la formación del sujeto democrático. Se han puesto a

tono con el capitalismo fundado en la libertad de empresa y la explotación de la mano

de obra y, cómodamente, reposan sus ganancias en el desconocimiento de los derechos

y las libertades fundamentales.

Los países del resto del mundo aún no han operado la revõlución de la conciencia.

Éste es el talón de Aquiles de las democracias que ya no son nacientes y es el germen

de los conflictos que son las demostración de los individuos, los grupos y los pueblos

de su lucha por la posesión de los derechos y de las libertades y por el reconocimiento

de su humanidad como sujetos poseedores de los atributos con los cuales la nueva
cosmovisión define la especie como especie.

DE LA HISTORIA A LA CULTURA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Las milenarias culturas orientales, los reinos africanos precoloniales y las civilizacio-

nes precolombinas también fundaron su poder en la dominación y las desigualdades. Esas


estructuras sirvieron de soporte a la colonización y se transformaron y se enriquecieron

con ellas. Las culturas originarias no presentan indicios de relaciones sociales basadas

en la igualdad. Desde este punto de vista los dos perfiles de la historia de la humanidad

tienen un punto de encuentro: la desigualdad. Las diferencias de perspectiva y las di-

ferencias en el recorido histórico de la dominación de las distintas civilizaciones son

argumentos para afirmar que en todas las sociedades se gestaron elementos negativos y

positivos para construir la cultura de los derechos humanos. En todas existen prácticas

y concepciones que atentan contra los atributos propios del ser humano en la visión

postmoderna, pero en todas ellas se encuentran también las nociones de dignidad, de

honor, de responsabilidad y de normatividad en las cuales encontramos los enclaves

necesarios para unir la tradición y la utopía.

Para construir la democracia fundada en el ejercicio de los derechos humanos hay

que unir tradición y utopía, y el instrumento para lograrlo es la pedagogía formadora

del Ser y sus atributos fundamentales y que a su vez, propicie la erradicación de los

factores culturales negativos y adversos al propósito señalado. La pedagogía nos pernite

establecer el puente entre la particularidad cultural y la universalidad de los postulados

que fundamentan los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Al terminar el recorido del pasado en el cual desfilaron los antecedentes de los

derechos humanos, las dos visiones legan a un punto de convergencia: la desigualdad

en la base de las relaciones económicas sociales y políticas. También está en la base

de las relaciones entre los géneros, entre las culturas y entre los pueblos. El encuentro

intercultural producido desde los llamados descubrimientos de los mundos nuevos,

universalizó las desigualdades y las hizo más evidentes y nos mostró que la historia no

ofrece modelos de sociedad fundados en la vigencia de los derechos humanos. El pasado

une las dos visiones del mundo por las desigualdades, pero también por la construcción
de la utopía. En estos dos puntos tenemos la convergencia. Las culturas tienen hoy el

desaffo de superar el pasado que no ofrece garantías para consolidar la vigencia y la

protección de los derechos humanos y seguir ese hilo conductor que nos ha legadó la

historia para proyectarlo como tarea común de la sociedad universal. Todos y todas

aspiramos a la realización como seres humanos libres, iguales y autónomos, pero las

estrategias tendrán sus características especfficas.

Mientras que para Europay la visión eurocéntrica su búsqueda es la coherencia de

su pensamiento con la realidad de su conciencia individual y colectiva, para el resto

del mundo la tarea es hacer de la incorporación un camino hacia la autonomía del Ser

en cuanto Ser con sus atributos fundamentales. Este propósito conlleva una vasta estra-

tegia pedagógica para que lo que no fue creado a pārtir de su propio devenir histórico

se convierta en forna de ser de la conciencia en la vida cotidiana de las personasy en

el proceso histórico de los pueblos. La primera convergencia de las dos visiones es la

aceptación universal del principio de la libre autodeterminación de los pueblos y el

consecuente impulso a los procesos de descolonización. El espacio de este proceso se

ha cumplido en el seno de las Naciones Unidas en donde se unen las voluntades del

universo para legislar y vigilar el cumplimiento de los compromisos de los Estados en

el desarrollo de la cultura universal de los derechos humanos.

Sin duda se ha operado un encuentro intercultural de nuevo tipo que se plasmó con

la proclamación de la Declaración universal de los derechos humanos. Se conformó

una utopía, esta vez sf con carácter universal. Que "todos los seres humanos nảcen

libres e iguales en dignidad y en derechos. Y dotados como están de conciencia y de

razón, deben comportarse fratemalmente los unos con los otros". Éste es el artículo 1º

de la Declaración. Esta afirmación simboliza la convergencia porque su predicación es

universal; es la visión del ser humano considerado como persona con atributos inaliena-

bles e imprescriptibles. Esas cualidades son el patrimonio ontológico de la humanidad

y como mínimos ontológicos nadie puede conculcarlos y todos debemos ejercerlos y

defenderlos. Hablamos de la dignidad, la libertad, la responsabilidad, la igualdad y la

autonomía de los hombres y de las mujeres y de los pueblos del planeta.


La aceptación de la Declaración universal de los derechos humanos como norma

universal obligatoria representa el fin del paralelismo de la historiay el inicio de la

búsqueda conjunta de las condiciones para la realización de la cultura democrática

fundada en la vigencia de todos los derechos. Se inicia el siglo XXI con un proyecto

común: la eliminación de todas las desigualdades para construir una democracia plural

y participativa. Este es el escenario propio de la cultura de los derechos humanos, pero

nuevamente nos encontramos con unidad de propósito y con múltiples obstáculos que

superar. Los hilos conductores paralelos se juntan en el proyecto pèro siguen su propia

trayectoria en la realidad. El final del siglo que terminó estaba Ileno de presagios de

guerra. Estos primeros años del nuevo siglo confirman los presagios" La visión euro-

céntrica de la historia arremete nuevamente contra los pafses del resto del mundo con

su visión monopólica y hegemónica.

Es paradójico que junto con la Declaración corren parejos los conflictos origi-

nados por los pucblos y las personas que aspiran al reconocimiento de su derecho a

existir o a vivir en libertad y con autonomía. La guerra entre Israel y Palestina es tan

vieja como la Declaración y como lo expresamos anteriormente, la caída del muro

de Berlín develó la serie de conflictos y la visión eurocéntrica responde sólo con la

fuerza de las armas en la más pura lógica de la guerra para mantener la paz. La doc-

trina de la seguridad nacional, vista como razón de ser unilateral por la nación más

poderosa, muestra que los progresos alcanzados en los cincuenta años de vigencia de

la Declaración de los derechos pueden desaparccer con la sola orden de atacar a un

pueblo cuya aspiración no va más allá del deseo de vivir como seres con sus atributos

fundamentales. Un dictador soberbio de poder y una potencia soberbia de hegemonía,

Irak y los Estados Unidos no pueden entender que ante todo están los seres humanos

que son dignos, libres, iguales y autónomos. La fuerza de la comunidad internacional

y la vocación de los hombres y las mujeres del planeta serán los que puedan hacer

que finalmente la convergencia de la utopía se haga realidad en todos los confines y

para todas las personas que habitan en este orbe.

La Carta de las Naciones Unidas tiene más de medio siglo de existencia y sus
propósitos aún no concitan el compromiso de todos los Estados miembros. Para los

países circunscritos a la visión eurocéntrica su camino es lograr la eliminación đe las

desigualdades expresadas en las formas del racismo, la discriminación racial y la xenofobia; cl


establecimiento de relaciones internacionales fundadas en la equidad en el

orden económico y político, en el respeto mutuo y en la abolición de la dominación

y ocupación extranjeras. Mientras en los países del resto del mundo la prioridad es el

encuentro con la conciencia propia individual y colectiva para formar el Ser autónomo,

sujeto activo de la democracia. Es necesario superar las dicotomías propias del Ser

incorporado para acceder a la vivencia del Ser con sus atributos esenciales como son

la dignidad, la libertad, la igualdad y la responsabilidad en todas sus manifestaciones,

en la esfera individual, social y política. Una conciencia sumisa no puede ejercer sus

derechos con independencia y autonomía porque la sumisión es la negación del sujeto

como titular de sus derechos. Es necesario desterrar la idea paternalista del Estado para

que la unidad individuo-sociedad-Estado se desarrolle en el juego de la convergencia y

de la oposición. La gestión del Estado no es asunto de asistencialismo sino de realiza-

ción de los derechos. De igual manera la cooperación internacional no es producto del

espíritu caritativo de los países ricos sino de realización de los derechos de los pueblos.

La cooperación internacional es la participación de todos en la realización de la utopía

común de la humanidad.

Esta identidad de proyectos inicia cl preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas

que dice:

"Nosotros los pueblos de las naciones unidas, resueltos:

A preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veçes

durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles,

A reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el

valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres

y de las naciones grandes y pequeñas,

A crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto

a las obligaciones emanadas de los Tratados y de otras fuentes del derecho


internacional,

Apromover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto

más amplio de libertad,

Ycon tales finalidades

A practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos..."

La cultura de los derechos humanos es el reconocimiento de la unidad y la identidad

en la diversidad de la especie humana; es la negación de la diferencia como principio de

discriminación y la afimación de la pluralidad como postulado de la alteridad y correlato

de la identidad; es el reconocimiento de la autonomía, de la soberanía y del derecho a

la libre determinación de los pueblos. Por esas razones la cultura de los derechos hu-

manos es patrimonio de la humanidad. Los principios consignados en la Declaración

universal de los derechos humanos, y los pactos y convenciones que desarrollan estos

principios, son la obra de las naciones grandes y pequeñas que han comprendido que el

verdadero ideal de la especie humana es la convivencia pacífica de todas las personas

sin que importe ninguna consjderación adjetiva.

El recorrido histórico de la humanidad nos dice que para consolidar la cultura de los

derechos humanos en el conjunto de las naciones es necesario formar un sujeto verdaderamente


democrático, es decir un Ser autónomo con vocación para ejercer el poder

en el goce de la libertad, en condiciones de igualdady como expresión de la dignidad

del Ser en cuanto Ser.

No basta con la consagración formal, a escala constitucional y legal, del postulado

que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos, cuando

los pueblos sólo encuentran en su pasado las vivencias de sumisión, la dominación y

violación de sus derechos fundamentales. El compromiso es llegara la convicción de que

todos somos seres con atributos esenciales y todos tenemos la facultad y la obligación

de reivindicar y ejercer nuestros derechos de manera responsable.

La certeza de que los derechos humanos son el resultado de la convicción filosófica

de que el ser humano, como especie, está dotado de atributos esenciales que son la

dignidad, la libertad, la igualdad, la responsabilidad y la autonomía y de que sólo ellos


nos definen como seres autónomos, nos permite pensar que la consolidación de la cul-

tura fundada en la convivencia y el respeto hacia el otro necesita afianzar los derechos

humanos y las libertades fundamentales en su triple dimensión ilosófica, política y

jurídica. Antes de hacer la presentación de la legislación internacional en esta materia,

es conveniente hacer la reflexión filosófica sobre los presupuestós fundamentales del

Ser y sus atributos.

También podría gustarte