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Alexander Kluge

El hueco que deja el diablo


Traducción de Daniel Najmías, Anagrama.

Rodeadas por las aguas desbordadas del Missouri, aisladas en un montículo de


tierra que ha sobrevivido a la crecida, cinco mulas aguardan su destino. Perciben la
enorme transformación que ha sufrido el mundo y no son capaces de comprenderla. Tan
sólo esperan a que las aguas vuelvan a curso o que alguien las rescate. De igual modo
vive el hombre en este siglo XXI que acaba de comenzar: “algo inquietante se ha puesto
en marcha”, dice Kluge. El conjunto de textos breves que forman estas “Historias del
nuevo siglo” se basa, a pesar de su compleja variedad de temas, referencias e intereses,
en un principio común: “el mundo fantástico de los hechos objetivos”, la imaginación
con que la realidad se manifiesta, el mensaje de advertencia que está escrito en los
pequeños detalles.
Ya se trate de Hitler, de Ulises, del imperativo categórico, de la ejecución de un
elefante o de la transmigración de las almas, todos los materiales que Kluge recoge y
comenta se van ensamblando en una gran obra continua, una especie de reportaje total
que, en palabras de su compatriota W.G. Sebald, permite “una forma de reflexión sobre
todas las modalidades de nuestra comprensión del mundo”. De este modo, lo que podría
parecer desorden, acumulación sin sentido, responde en realidad a un propósito crítico;
no es sólo que la historia y la ciencia ayuden a comprender el presente, sino que
vivimos de historia, estamos hechos de hallazgos y cálculos, nos amenaza el futuro, y
dondequiera podemos descubrir, con sorpresa, con vértigo, que el diablo no sólo nos
estaba acompañando, sino que no ha dejado de cometer errores.
¿Cuáles son, pues, esos “huecos” que el diablo no controla? ¿Qué clase de “letra
pequeña” es la que debemos leer para sobrevivir en este nuevo mundo –el del 11S, el de
Chernóbil, el de la guerra de Irak-? Es como si Kluge tratara de despertar nuestras
conciencias (no en vano se considera heredero de filósofos como Adorno y Horkheimer)
con el fin de conducirnos a un estado de inquietud beneficioso y responsable. A
menudo, en estas historias aparecen resquicios por los que se cuela la vida subjetiva, el
individuo que todavía se abre paso, aunque no logre siempre sus objetivos (la carrera
espacial esconde la imagen desoladora de la perra Laika, que agoniza; el astrofísico
Gamov es capaz de comprender la totalidad del cosmos en una visión única, pero se
distrae, y la intuición se desvanece).
El lector hará bien si además de asombro, muestra cierta desconfianza. ¿Será
cierto que el Pentágono introduce novelas de ficción en sus análisis de los riesgos de la
guerra? ¿Existe esa “sonda von Neuman” que responde a un proyecto de viaje
interestelar de una inteligencia humana convertida en pura información? El libro sirve
de muestra de un nuevo género, que la palabra novela parece todavía capaz de asumir,
pero que defraudará al lector que pretenda, efectivamente, leer una novela. Sin embargo,
no es de extrañar que Kluge haya ensayado una forma alternativa de expresión, pues de
lo que se trataba era de poner de manifiesto, de un modo tan riguroso como irónico, una
especie de “astucia violenta”, diabólica (el lector no debe perderse el capítulo en que el
diablo ha sido localizado en la Casa Blanca, en la persona de un asesor de G. Bush),
basada en “una especie de bomba mental que explosiona cuando la humanidad alcanza
cierto grado de organización”, la catástrofe a la que conducen la mente hipertrofiada, el
aparato tecnológico, el fin de nuestra especie. Por eso nos interesan tantos esos
“huecos” que Kluge parece descubrir en la tendencia del diablo a dispersarse, en su
carácter voluble, en lo tentador que le resulta cometer errores; y sobre todo, en el hecho
de que el poder sólo “puede influir de un modo muy indirecto en los acontecimientos
mundiales”, que se mueven así en círculos de imprevisión, bajo una lógica angelical y
absurda, aunque quizá por eso mismo no menos temible.
Libro difícil, lleno de sugestiones, felizmente anómalo, que, una vez leído, nos
devuelve a un mundo que se ha vuelto mucho más complejo y perturbador. Una mezcla
de revelación y aviso para el futuro. Un texto que, a mi modo de ver, recuerda la voz y
la voluntad de los profetas.
Juan José Prior

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