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Lovecraft lo sabía: el horror está ahí fuera

El cine y la literatura de horror se basan en el miedo a lo desconocido. De hecho, casi


cualquier tipo de narración, sea del género que sea, se basa en que alguien (el lector, los
personajes) desconoce algo, y el objeto de avanzar en la historia es descubrir qué es ese
algo.
En los géneros afines al terror ese algo desconocido da miedo. Porque puede hacernos
daño, porque puede condenarnos a sufrires indescriptibles, porque ese algo que
desconocemos es diferente a nosotros (esa es la esencia de los monstruos de todo género
y condición) o, vaya, simplemente porque ese algo desconocido es tan desconocido, tan
ajeno a lo que somos, que sin saber cómo ni por qué nos da miedo.
Las narraciones terroríficas siempre han explotado ese desconocimiento: ¿Por qué se oyen
pasos en el piso de arriba si no hay nadie? ¿Qué intenciones tiene este caballero victoriano
y por qué tiene colmillos? ¿Qué pasa si alguien revive a un monstruo hecho con cadáveres
cosidos? ¿Hay vida después de la muerte? Y solo un subgénero de la literatura terrorífica, el
horror cósmico, se atreve a ir hasta el fondo de la cuestión: ¿podemos tener miedo de algo
que desconocemos por completo y que ni siquiera somos capaces de comprender? ¿Dónde
está el límite del terror?
Miedo a lo insondable
Lo curioso del horror cósmico es que, aunque hay unos indiscutibles tropos argumentales
que se van repitiendo en las historias que forman parte del género, lo que une a todas ellas
(porque las hay con ambientación de época, modernas, de ciencia-ficción, más orientadas al
terror puro y visceral, más abstractas, más atmosféricas) es un mensaje general de
desolación, ehm, cósmica.
Los humanos nos damos demasiados humos, somos una insignificancia comparados con la
inmensidad del universo y lo arbitraria de la existencia. Y si ese vacío metafísico no es
suficiente para empezar a boquear de pánico, no quieras saber qué acecha en los pliegues de
la realidad: seres más viejos que el tiempo, horrores carentes de moral para quienes no
somos más que hormigas. Ellos tienen una lupa y hace un día soleado, para entendernos.
Los relatos de horror cósmico tienen un monstruo, como es habitual en el género, pero a
menudo son los más complicados de calificar como tales, ya que no desean activamente
ningún mal al género humano. No nos quieren ni como alimento ni como objeto de
demostración de poder, ya que somos una brizna de hierba que se debate inútilmente contra
el poderoso viento del norte.
¿Sabe el viento del norte que está haciéndonoslas pasar canutas? No, ni le importa. Pero no
por indolencia, crueldad o mera personalidad monstruosa. Es que la escala de varias
galaxias de diferencia entre el monstruo y el ser humano no tiene punto de comparación,
quizás el villano de una historia de horror cósmico se prolonga en el tiempo y el espacio
mucho más lejos y muchos más eones de lo que somos capaces de imaginar. Que no es que
sea malo ni lo dibujaron así, es que el Bien y el Mal están muy alejados de su escala de
valores.
¿Y cómo podemos reaccionar a todo ello? Volviéndonos locos. El horror cósmico es tan
nihilista que a menudo no ofrece salida digna a los débiles humanos, ni siquiera la
posibilidad de morir aterrados bajo las zarpas de una monstruosidad colosal, temblando
ante un rugido selvático o unos colmillos afilados. Lo único que podemos decir es “hasta
aquí hemos llegado, sensatez”, y perder el juicio. No es solo que no podamos entender a los
monstruos del horror cósmico (todo monstruo tiene algo de inaprehensible, de un modo u
otro), es que solo atisbarlos con el rabillo del ojo, intuir su presencia es garantía de babilla
colgando, camisa de fuerza y embudo en la testa.
De hecho, relacionado en parte con esa incapacidad para entender está la incapacidad para
explicar. Los protagonistas humanos del horror cósmico no son capaces de encontrar las
palabras para describir a qué se enfrentan, y algo de ese trabarse se transmite incluso al
narrador si el relato no está en primera persona. Ningún testigo del monstruo puede ni
empezar a explicar en qué consiste la amenaza: ¿grande, colosal, poderoso, devastador,
invisible? No puede saberse. No puedes ni intentarlo. Y si lo intentas, enloqueces, en una
especie de cinta de Moebius de la demencia.
Se buscan responsables
Resulta significativo acerca de las propiedades mutantes e impredecibles del género que
uno de los indiscutibles creadores de la literatura de terror moderna, H.P. Lovecraft (el
otro es Edgar Allan Poe, obviamente), sea el paradigma de una variante tan esquiva e
inclasificable de la narrativa de miedo.
Pero hablar de horror cósmico es hablar, sin duda, de H.P. Lovecraft, y hablar de su obra es
hacerlo de su vida, que también tiene algo de vacío existencial en versión doméstica:
solitario, retraído, conservador, y dueño sin embargo de un sentido del humor oscuro y
punzante y muy amigo de sus amigos y compañeros de pluma, resulta tan fascinante leer
sobre la biografía de Lovecraft que leer sus propias obras.
Para ello, y como aquí no nos vamos a empantanar, recomendamos un par de libros tan
divergentes como esenciales: "Lovecraft: Una biografía" de Sprague de Camp, exhaustivo y
analítico hasta la asfixia -analiza buena parte de las mil quinientas cartas que se cree que
intercambió Lovecraft con múltiples corresponsales, y de las que solo ha sobrevivido una
quinta parte-, y "Contra el mundo, contra la vida" de Michel Houellebecq, derivativo,
parcial, y personalísimo ensayo sobre su vida y obra.
De ambos libros el lector saldrá con una imagen de Lovecraft muy definida: el del autor no
excesivamente prolífico, muy perfeccionista, que desearía haber nacido unas décadas antes,
en tiempos más clásicos y clasistas. Por contra, vivió una existencia quebradiza y solitaria,
malvivió como corrector de otros autores y solo fue reivindicado después de su muerte, ya
que en vida publicó todos sus textos en las muy poco respetadas revistas literarias pulp.
Por ejemplo, su racismo galopante, que en realidad podría leerse como un mucho más
abstracto miedo a lo desconocido, constante en el género del horror cósmico. El racismo de
Lovecraft era ingenuo y no se basaba en cuestiones genéticas (aunque bien que le gustaba
decir que muchas de las criaturas más repulsivas de sus relatos eran razas inferiores), sino
que era más bien un mero clasismo venido a más y heredado de su infancia acomodada, ya
que en sus años de madurez pasó auténticas penurias económicas.
Por tanto, Lovecraft no es tanto racista como un sujeto al que le gusta estar en su casa
rodeado de libros y gatos, y no permite injerencias externas: cuando en los relatos de horror
cósmico surge algo dispuesto a romper el statu quo humano, nunca es bueno, nunca
significa mejora y ciencia, sino más bien horror, incomprensión y destrucción de todo lo
que hemos conseguido.
Lovecraft contemplaba la Revolución Industrial como un maremágnum de monstruosidades
inhumanas, no como una puerta al progreso. Y cuando en una historia de horror cósmico
aparecen científicos y exploradores del conocimiento (que abundan hasta el punto de ser un
tópico del género), todo lo que descubren nos revela como microbios en el plan general del
cosmos o abren la puerta a realidades que no estamos preparados para conocer.
"Hasta el infinito y más allá" es un lema que da miedo
La obra de Lovecraft se puede recoger en apenas un par de volúmenes (recomendamos,
cómo no, la edición integral que editó Valdemar), y dentro de ella no todos los relatos
entran en la categoría de horror cósmico. El más identificable como perteneciente al género
es, quizás, "En las montañas de la locura": los grandes temas del horror cósmico están aquí
reunidos de forma impecable, con la historia de una expedición a la Antártida que descubre
unas ruinas construidas por una civilización antiquísima y que calibra las posibilidades de
que haya Demasiadas Cosas que no conocemos (pinguínos gigantes entre ellas).
Te suena a "Alien: el Octavo Pasajero" y a "La Cosa" porque son dos de los hitos del terror
influidos por este clásico. Otro relato lovecraftniano cósmicamente horrible es el mítico "La
llamada de Cthulhu", en el que despierta el gran Cthulhu, el más pop de todos los mitos del
género. Y con ello, la gente empieza a soñar disparates y a hacerse cargo de que el universo
es demasiado grande.
Junto a ellos, Lovecraft escribió multitud de relatos que pueden considerarse pertenecientes
a un canon más o menos estricto de horror cósmico: unos son relatos de terror clásico,
cercanos a Poe, pero con un giro hacia lo inexplicable, lo nihilista o lo demencial; otros son
relatos de ciencia-ficción en los que el monstruo es un Concepto Cósmico Incomprensible;
otros son ensoñaciones a lo Lord Dunsany, pero con traca en forma de Coloso De Los
Eones al final.
Tienen elementos de horror cósmico así, entre otros, cuentos como "El caso de Charles
Dexter Ward", "El horror de Dunwich", "El color que vino del espacio", "En la noche de
los tiempos", "La sombra sobre Innsmouth", "El que susurra en la oscuridad", "Dagon" y
todo su ciclo de relatos oníricos y viajes extracorpóreos por realidades que, bueno, mejor
dejarlas reposar no vayamos a despertar algo.
No debe confundirse la literatura de horror cósmico con lo que se conocen como "Los
Mitos de Cthulhu". No todo el subgénero pertenece a los Mitos que creó Lovecraft en vida
y amplió su discípulo y amigo August Derleth tras la muerte del autor primigenio... ni
tampoco todos los Mitos de Cthulhu son horror cósmico. La mitología de estos se ha
ampliado en tantas y diversas direcciones genéricas que han tocado todas las teclas y han
hecho incursiones en todos los géneros. El primer acercamiento de Lovecraft a los mitos
fue de forma desordenada y sin ánimo de crear una ficción coherente, pero apuntando
muchas de las características del horror cósmico que hemos señalado.
Cuando Derleth prolongó los mitos convirtió a los dioses lovecrafnianos en partícipes de
una antiquísima batalla entre el Bien y el Mal (muy estructurada, además, con las
respectivas deidades agrupándose según aquel de los cuatro elementos que les resultara más
afín). Derleth partió de ciertos esquemas que, sin duda, habían sido apuntados por
Lovecraft en relatos como En las montañas de la locura y, cómo no, en la abundantísima
correspondencia privada que Lovecraft facturó sobre sus inquietantes creaciones. El
resultado es una batalla entre titanes ciertamente fascinante, pero despojada del
tremendo nihilismo, de la mirada al abismo que caracterizó a Lovecraft y que muy pocos de
sus discípulos (algunos de ellos autores de género valiosísimos) fueron capaces de igualar.
Cuando Derleth prolongó los mitos convirtió a los dioses lovecrafnianos en partícipes de
una antiquísima batalla entre el Bien y el Mal (muy estructurada, además, con las
respectivas deidades agrupándose según aquel de los cuatro elementos que les resultara más
afín). Derleth partió de ciertos esquemas que, sin duda, habían sido apuntados por
Lovecraft en relatos como En las montañas de la locura y, cómo no, en la abundantísima
correspondencia privada que Lovecraft facturó sobre sus inquietantes creaciones. El
resultado es una batalla entre titanes ciertamente fascinante, pero despojada del
tremendo nihilismo, de la mirada al abismo que caracterizó a Lovecraft y que muy pocos de
sus discípulos (algunos de ellos autores de género valiosísimos) fueron capaces de igualar.
Prepárate para descubrir lo que somos: nada
Pocos subgéneros literarios (muchos menos los poco afines a la ya desgastada y vetusta
“alta cultura”) han generado una corriente filosófica propia, pero en el caso del horror
cósmico vale la pena mencionar (con todas las precauciones del mundo: el propio Lovecraft
era el primero que se tomaba muy en serio sus relatos y muy a chufla sus criaturas) el
cosmicismo. Se trata de una especie de suave nihilismo intergaláctico que deja al hombre
y su voluntad de superación en el justo lugar que le corresponde en el Gran Esquema De
Las Cosas Universal: ninguno. Somos microorganismos insignificantes que en cualquier
momento podríamos ser borrados de nuestro estúpido planeta y ninguna consciencia de
valor significativo en el cosmos se daría cuenta, como motas de polvo estelar que
somos. Nuestros dioses son poca cosa en la visión cosmicista (“ficciones victorianas”,
decía Lovecraft) y ya corresponde a cada cual, según sea más lovecraftniano o derlethista,
decidir qué papel juegan los mitos cthulhunianos en todo esto.
¿Parece nihilista? Bueno, el cosmicismo se adueña del malvado sentido del humor de
Lovecraft ya que en cierto sentido resulta más negro y desesperanzado que el nihilismo.
Donde los nihilistas afirman que nada tiene sentido, el cosmicismo dice que nuestros actos,
nuestras vidas, nuestras existencias tienen el sentido que nosotros queramos darle. Que lo
que no tienen es importancia.
Puro pensamiento post-industrial. El horror cósmico se revela, así como la contraposición
descreída del terror literario clásico, de aquel gótico tan lleno de humanidad, donde hasta
los monstruos tenían rasgos que los acercaban a nosotros y, por tanto, estaban dotados
de significado. Lovecraft borró todo eso de un plumazo. Solo dejó vacío estelar y, si acaso,
una cruel risotada en el otro extremo del cosmos. Ingenuos, fútiles, estúpidos terrestres...
Miedo que te conducirá a la locura
¿Te pica la curiosidad? Mira que estas cosas siempre acaban mal... Aquí tienes algunos
textos imprescindibles de horror cósmico. Recomendamos que revises atentamente el
catálogo de Editorial Valdemar y que corras a por el extraordinario recopilatorio "Los mitos
de Cthulhu: Narraciones de horror cósmico", donde además de muchas de estas historias
figura una extensa introducción de Rafael Llopis que te aclarará muchas dudas.
 En las montañas de la locura – HP Lovecraft
 La llamada de Cthulhu – HP Lovecraft
 El rey de Amarillo – Robert W. Chambers
 Ubbo-Sathla – Clark Ashton Smith
 Los tres impostores – Arthur Machen
 Un habitante de Carcosa – Ambrose Bierce
 El Wendigo – Algernon Blackwood
 La piedra negra – Robert E. Howard
 El sello de R'lyeh – August Derleth
 Ceremonias macabras – TED Klein
 Noctuario – Thomas Ligotti
 El rito – Laird Barron

Personalmente describiría a lovercraft como una persona sumamente temerosa a todo lo que
es el universo en sí; y antes que nada he de aclarar que no es una crítica negativa, aunque
parezca lo contrario solo es una forma más directa de decirlo y tener miedo no tiene nada
de malo es perfectamente normal y si se tiene una imaginación y un sentido de curiosidad
tan particular como él se vuelve simplemente una cualidad excepcional más allá del hecho
de pensar que ciertos escritos fueron verdad o no podemos decir que el de verdad los creía
y hasta les temía. No quisiera comenzar un debate sobre lo que es real o no sería un tanto
confuso no solo de explicar sino también de entender y es que todo depende de uno mismo
si tú piensas que algo es real o que no lo es depende exclusivamente de ti, aunque si bien es
cierto que factores externos influyen la decisión final sobre creer o no la toma tu
Horror cósmico: el ascenso del mal
Los géneros del terror, fantástico y ciencia ficción han tomado más fuerza, quizá producto
del andar posmodernista. A pesar de posibles variaciones temáticas, sociales, temporales,
espaciales o científicas como la robótica, los géneros se siguen construyendo de la misma
forma: en la deformación de la realidad circundante.
Son infinitos los productos artísticos que hoy nacen bajo la estética del miedo y el terror. La
sociedad ha cambiado. El avance científico-técnico es mayor, y a la vez, resulta inagotable
el deseo del hombre por conocer su futuro, descubrir lo que no está a su alcance y
dominarlo. Y aunque muchas piezas presuman de «originalidad» no existe ninguna que
escape a la contaminación de uno de sus más grandes difusores, Howard Phillips Lovecraft.
H. P. Lovecraft fue un sujeto marginado y enfermizo desde la niñez, ello no impediría que
alcanzara notoriedad en la primera mitad del siglo XX. La astronomía sería una de las
primeras cosas en la que se interesaría, junto a ello, la historia de la humanidad desde sus
albores y el tono sombrío de las novelas góticas que conoció en la biblioteca de su abuela.
En esta amalgama fundió el Círculo de Lovecraft su literatura, un horror cósmico que
promovió un producto novedoso y atrayente, cultivó la forma e imaginó todo un panteón de
dioses malignos, precedentes al hombre, desde una fundamentación filosófica.
Con Lovecraft sufre un cambio el tradicional terror gótico al conocer esa atmósfera onírica
y estelar del narrador, sobre todo si valoramos el conjunto de relatos que conforma Mitos
de Cthulhu. El horror es más palpable, se hace carnal y se materializa en criaturas
monstruosas, enterrando así los fantasmas y castillos encantados de las ficciones del XIX.
Junto a ello, el autor imprime el miedo en sus lectores con una sola interrogante: ¿cuál
fuera el destino del hombre en el universo si ya no fuera la especie dominante?
Este horror cósmico reduce al ser humano a algo insignificante (una mancha imperceptible
en un cosmos infinito), condenado en un espacio exterior donde conviven deidades
monstruosas. Se entiende al hombre como especie pequeña, mecánica y materialista, que
proyecta sus propias idolatrías mentales en el vacío y teme su existencia al saber que
pueden eliminarlo fuerzas superiores.
Lovecraft erigió toda una tradición cultural, relacionando el origen del mal (el panteón
monstruoso) con la humanidad y su historia. Imaginó una tierra poblada mucho antes que el
hombre por los Grandes Antiguos, seres supremos provenientes de estrellas lejanas o
universos totalmente distintos al nuestro, asexuados y de perversa inteligencia, culpables de
la maldad que ha arrastrado el hombre y que lo define como especie.

Quedan vestigios de estos dioses entre los seres humanos como pesadillas o alucinaciones,
imágenes mediante sueños, recuerdos del subconsciente que constituyen señales de otros
universos. De esta forma las deidades pueden influir en el potencial de los humanos y
alterar el comportamiento y estructura de los mismos.
Este cosmicismo relaciona al hombre con su pasado, uno oscuro e ignoto, que no lo hace
responsable de su maldad, sino una consecuencia de los tiempos. Ello representa, según el
crítico Alberto Garrandés en Diálogo con los muertos y otros ensayos, un «examen
terrorífico del pasado del hombre y de algunos actos humanos que ponen de relieve el lado
oscuro de su naturaleza humana y su diálogo con el susto sobrenatural».
Y es que este género trata de mostrar una nueva realidad en la que existen horrores arcanos
y primigenios incluso desde antes del nacimiento mismo del universo. Así patentiza la
nimiedad del ser humano porque las criaturas no son tan malévolas como indiferentes para
con la humanidad.
Estos seres funcionan como símbolos, representan el tipo de universo que menosprecia la
humanidad, relegándola a un trance absurdo y a un futuro vertiginoso, que camina con paso
rápido a su extinción.
Se sintió atraído por la dilatación monstruosa del sexo, por una erótica de lo siniestro, como
intercambio absoluto entre la vida y la muerte. Garrandés habla de otros aspectos: «sus
imágenes y léxico resbaladizo, la preferencia por las carnosidades purulentas, así como sus
criaturas tentaculares, marítimas, inmersas en el chapoteo humoral y pantanoso».
H. P. Lovecraft tiene tanta grandeza en lo fantástico como J. R. R. Tolkien, aunque a veces
se vea a este último como el maestro del género. Lovecraft también fue grande en la
conformación de esos mundos posibles que construye la literatura, sobre todo para la
ciencia ficción, con la creación de Cthulhu.
Hoy no se concibe, en cualquier formato o producto artístico, una criatura extraterrestre sin
tentáculos, alas, escamas o piel gelatinosa que de igual forma haga sentir vulnerable al
hombre. Además, concibió ciudades como Dunwich, inventó la existencia y genealogía de
varios tratados (Necronomicon) y revitalizó un idioma impronunciable por el aparato
fonológico humano como el aklo.
Pero todo en Lovecraft no es efectismo, ocultismo y viajes temporales, su obra contiene una
conceptualización, un basamento filosófico y ético que subyace bajo ese terror segregante.
La filosofía de Lovecraft está conformada por distintos sistemas de pensamiento, no solo el
pesimismo antes mencionado, con el que Lovecraft inmola todas sus esperanzas en el
hombre y revela su indiferencia ante la decadencia de lo puramente humano.
Primeramente, defiende el ateísmo al entender la religión como elemento aislante de lo
social, falsa y peligrosa al proceso sociopolítico, al ofrecer una cosmovisión panteísta del
mundo. Más bien este ateísmo consiste en la visión de un fatalismo que asola al hombre, el
mismo deseo por conocer sus miedos en un espacio infinito, que lo consume.
La visión existencial de Lovecraft baña toda su obra, reflejo de los complejos sentimientos
humanos. Prima el abandono de la existencia humana, y la búsqueda de su significación, su
papel como especie en un cosmos aparentemente solitario y pacífico, que parece
inentendible para los humanos.
Viene a coronarse el nihilismo en la filosofía de Lovecraft como el elemento predominante,
al entender la posición del hombre frente al cosmos. Resulta tan preocupante la especie
humana para las deidades mayores y las razas extraterrenales como lo resultan los insectos
y las plantas para el propio hombre.
Todo el egocentrismo, inconsecuencia ante las acciones, narcisismos y megalomanía que
define al ser humano, lo revierte Lovecraft al entenderlo como la más decadente de todas
las especies, sin ningún poder para realizar cambio alguno en el universo que lo rodea.
¿Qué es el terror cósmico?
El peligro se encuentra escondido en casi cualquier lugar, el terror y la locura esperan en
cada rincón. Cultos oscuros, monstruosidades horribles, verdades tan terribles que nadie
puede comprenderlas y que vuelven locos a todos los que las conocen, los demonios viven
en los túneles bajo tus pies, parásitos y gusanos se deslizan sin ser vistos en cualquier
comida o bebida que te llevas a la boca, los fantasmas se ciernen sin ser vistos ni
escuchados a tu alrededor, burlándose de cada uno de tus pensamientos y secretos, eso es el
Terror Cósmico, el miedo a lo inexplicable, eso que no vemos, pero que está ahí,
acechándonos.
Imagina un universo donde hasta el más mínimo punto de esperanza en el futuro no existe,
donde demasiada curiosidad sobre la verdadera naturaleza del mundo es el camino hacia un
destino peor que la propia Muerte. Un universo en el que la humanidad es presa de todo
tipo de horrores inconcebibles, y todos nuestros ideales no son más que ilusiones, un
universo que una vez, hace tanto tiempo que ya es casi imposible medirlo, fue gobernado
por inimaginables abominaciones surgidas de las profundidades del espacio, y sin embargo,
no están muertos: sólo esperan el momento para regresar. Volverán a gobernar este mundo,
y todos nuestros grandes logros habrán sido en vano.
Origen del Horror Cósmico
Howard Phillips Lovecraft es considerado el creador del género de horror cósmico. Al
principio de su carrera, Lovecraft fue ayudado por el editor Laird Barron, quien defendió su
trabajo y publicó la mayoría de sus primeros escritos. El trabajo de Lovecraft fue
influenciado por escritores de horror gótico como Edgar Allan Poe. Los escritos de
Lovecraft exploraron temas oscuros destinados a sembrar el miedo en los corazones de sus
lectores.
Lovecraft y el Terror Cósmico
El género de horror cósmico se atribuye comúnmente al escritor estadounidense Howard
Phillips Lovecraft, tal es su influencia en el género que los términos horror lovecraftiano y
horror cósmico se utilizan a menudo indistintamente. Lovecraft escribió muchas historias y
novelas que a menudo se agrupan en el Mito de Cthulhu. Algunas de sus obras más
conocidas incluyen las novelas:
 En las montañas de la locura (1936)
 La sombra sobre Innsmouth (1936)
 La sombra fuera del tiempo (1936)
 Las ratas en las paredes (1924)
 La llamada de Cthulhu (1928)
Cuando Lovecraft murió en 1937, su obra aún no había alcanzado su popularidad. Sin
embargo, a medida que su reputación se hizo más conocida y sus escritos encontraron un
público, Lovecraft fue reconocido.
Características del Horror Cósmico
Las principales características a tener en cuenta en las historias de terror cósmico son las
siguientes:
 Indiferencia Cósmica: es la idea de que los seres humanos son insignificantes e
inconsecuentes en el ámbito de la realidad cósmica. La humanidad es, en el mejor
de los casos, una nota nominal en la historia del universo, y en el peor no merece
ninguna atención. Aunque las historias en sí mismas parecen esencialmente
pesimistas, el propio Lovecraft creía que la verdadera existencia de especies como
la nuestra le era indiferente al universo.
 Alienación: el miedo al otro, al extraterrestre y a lo desconocido son los principios
centrales que subrayan el terror en la historia de horror cósmico. Esta alienación se
extiende aún más al yo. A menudo hay una naturaleza extraña en la ascendencia y
las relaciones personales de un personaje, con cuestiones de parentesco extraño o
sobrenatural y siniestros conocidos personales. Además, los personajes son a
menudo solitarios, y personas aisladas sin lazos personales estrechos.
 Locura: los personajes de las historias de terror cósmico a menudo se saltan la línea
de la racionalidad y la cordura. La cordura se muestra como algo frágil y tenue,
siendo la experiencia de los horrores de la verdadera naturaleza de la realidad
suficiente para llevarnos a la locura.
¿Qué es el terror Eldrico?
Este tipo de antagonista, conocido como Abominación de Eldrich, es una temática común
en la historia de horror cósmico. Siempre de apariencia horrible, y ocasionalmente más allá
de la descripción o comprensión humana, estos monstruos amenazan los límites de la
realidad. En el mejor de los casos, sus motivos son inconcebibles o no tienen en cuenta a la
humanidad, en el peor son una fuerza malévola que busca activamente subvertir o
corromper la sociedad humana.
Cosmicismo: ¿Qué es un ente Lovecraftiano?
El cosmicismo es una filosofía y movimiento literario creada por el escritor H.P. Lovecraft.
El cosmos de Lovecraft no gira en torno al ser humano; toda la obra de Lovecraft se
sustenta bajo la atenta mirada de entes alienígenas de más allá de la realidad que cuando
despiertan en nuestro mundo corrompen y destruyen todo cuanto existe de real para el ser
humano: los seres humanos son una presencia muy poco significativa en el esquema
general del universo, una especie pequeña pero cuya arrogancia hace creer que tienen un
poder significativo o total como fuente de existencia en el universo, pero sin embargo
pueden ser eliminados en cualquier momento por fuerzas de las cuales ignora incluso su
existencia.
Mejores películas de horror cósmico
Aunque muchos críticos literarios dicen que es imposible llevar al cine a las obras de
Lovecraft, algunos directores lograron resultados muy buenos, en películas lovecraftianas
que tienes que ver:
 The Thing (1982)
 Prince of Darkness (1987)
 In the Mouth of Madness (1994)
 Invasion of the Body Snatchers (1978)
 Alien (1979)
 The Evil Dead (1981)
 Re-animator (1985)
 From Beyond (1986)
 Necronomicon (1993)
 Dagon (2001)
 Signs (2002)
 The Village (2004)
 The Call of Cthulhu (2005)
Mejores libros de terror cósmico
Las obras de literatura de horror cósmico nacen con las historias de Lovecraft, sin embargo,
hay muchos escritores que cultivan el género con maestría:
 La llamada de Cthulhu (Lovecraft) (1926)
 En las montañas de la locura (Lovecraft) (1931)
 Los gatos de Ulthar (Lovecraft) (1920)
 a sombra sobre Innsmouth (Lovecraft) (1931)
 El horror de Dunwich (Lovecraft) (1929)
 Extraños eones, de Emilio Bueso
 La criatura de allende el infinito y los relatos lovecraftianos, de Henry Kuttner
 El habitante del lago y otros indeseables vecinos, de Ramsey Campbell
 Thomas Liggotti, Noctuario
 Jorge Luis Borges, El Aleph
 Alan Moore, The Courtyard
 Stephen King, The Mist
 Neil Gaiman, The Sandman
 H.G. Wells, La Guerra de los Mundos
Mejores videojuegos de horror cósmico
Por supuesto, los desarrolladores de juegos para las diferentes plataformas, le dedican su
creatividad al mundo del terror cósmico:
 Call of Cthulhu: Dark Corners of the Earth
 Bloodborne
 Alan Wake
 Alone in the Dark
 Silent Hill
 Resident Evil
 The Secret World
 Quake
 Necronomicon: The Dawning of Darkness
 Eldritch

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