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Nikolas Rose
Fue, creo, Joseph Stalin quien se refirió a los escritores bajo su estilo de socialismo
como "ingenieros del alma humana". En las sociedades liberales, democráticas y
capitalistas de Occidente, la tarea de diseñar el alma humana ha caído en un sector
diferente: profesionales imbuidos de vocabularios, evaluaciones, técnicas y ética de la
psicología. Ya sea en casa o en el trabajo, en marketing o en política, en crianza de
niños o en sexualidad, la experticia psicológica se ha hecho indispensable para la vida
moderna en tales sociedades ¿Cómo debe entenderse este fenómeno?
Estas alianzas no solo brindan a la psicología un medio para hacerse con la realidad
social -por así decirlo- por delegación. También proporcionan algo para los médicos,
enfermeras, trabajadores sociales y gerentes que participan en coaliciones
psicológicas: aquellos que participan en las prácticas proliferativas que abordan los
caprichos de la conducta humana y la patología humana y buscan actuar de manera
razonada y calculada. La psicología promete racionalizar estas prácticas, sistematizar
y simplificar las formas en que las autoridades visualizan, evalúan y diagnostican la
conducta de sus sujetos humanos y se conducen en relación con ellos. Al pretender
apuntalar la autoridad mediante un régimen intelectual y práctico coherente, la
psicología ofrece a los demás una base en la verdad y algunas fórmulas para la
eficacia. Al pretender modular el poder a través del conocimiento de la subjetividad, la
psicología puede proporcionar a la autoridad social una base que no es meramente
técnica y científica sino "ética".
La psicología no solo se alía con las autoridades en dominios privados al prometer que
resolverá sus problemas. Al "aplicarse" a tales problemas, transforma sus términos.
Los accidentes industriales se convierten en una cuestión de las relaciones humanas
del lugar de trabajo. La rentabilidad se convierte en una cuestión de liberar el potencial
de autorrealización de la fuerza laboral. Los niños traviesos se convierten en una
cuestión del patrimonio emocional de la propia infancia de los padres. El avance
profesional se convierte en una cuestión de autoconfianza y autoafirmación. El
marketing se convierte en una cuestión de segmentación de los consumidores por sus
perfiles psicológicos, y publicidad de una cuestión de vincular su producto con los
deseos de quienes deben comprar. Cada uno de estos problemas ahora se vuelve
inconcebible en otros términos que no sean psicológicos.
Las tecnologías éticas implementadas dentro de este régimen son, por supuesto,
heterogéneas. No obstante, la tecnología del confesionario es quizás la más
significativa. Caracteriza casi todos los sistemas de psicoterapia y asesoramiento.
También proporciona una forma técnica potente que ha llegado a instalarlo en una
variedad de otras prácticas en las que está en juego la conducta de la vida personal,
desde la cirugía del médico hasta el "teléfono" de la radio, desde la entrevista de
trabajo social hasta el intercambio franco de los amantes
Para Michel Foucault, la confesión era el diagrama de una forma particular de poder
(Foucault, 1978). La expresión veraz de quién es y qué hace, a los padres, a los
maestros, a los doctores, a los amantes, fue tanto identificativo, en el sentido de que
construyó un yo en términos de una determinada norma de identidad, como subjetivo.
Ese se convirtió en un sujeto al precio de entrar en un cierto juego de autoridad.
Decir la verdad de los propios sentimientos y deseos, compartirlos como dice el refrán,
no es meramente la audición del murmullo inarticulado del alma. En el mismo
procedimiento, se identifica al sujeto que confiesa: el "yo" que habla debe ser, al
menos cuando se haya adquirido "perspicacia", idéntico al "yo" cuyos sentimientos,
deseos, ansiedades y miedos están articulados. Se convierte, al menos en potencia,
en el sujeto de la propia narrativa, y en el acto mismo uno se apega al trabajo de
construir una identidad. En el mismo proceso en el que el sujeto se afilia a dicho
proyecto de identidad, él o ella está vinculado a los idiomas y las normas de la
experiencia psicológica, ya que las palabras y los rituales que rigen estas confesiones
son las prescritas por una autoridad, aunque haya reemplazado las afirmaciones de
dios y religión con las de la naturaleza y la psique.
La confesión se ha unido a una gama de otras psicotecnologías del yo, desde técnicas
conductuales para enseñar las artes de la existencia como habilidades sociales hasta
técnicas bioenergéticas de terapia corporal. Los detalles son menos significativos que
el modo de operación de la experiencia psicológica involucrada. No es solo que las
verdades de la psicología se hayan conectado con nuestras prácticas del yo, con las
nociones de que la felicidad y el éxito se pueden lograr mediante la participación del yo
en un régimen psicológico de remodelación terapéutica. También es que una ética
psicológica está íntimamente ligada a las aspiraciones liberales de libertad y
autonomía. Promete un sistema de valores liberados del juicio moral: sus normas no
responden a un código moral o político arbitrario, sino solo a las demandas de nuestra
naturaleza y nuestra verdad como seres humanos. No intenta imponernos un nuevo
ser moral, sino liberar el ser que realmente somos, hacer posible que cada uno haga
un proyecto de nuestras vidas, realizarnos y moldear nuestra existencia de acuerdo
con una ética de autonomía.
Tres temas generales son importantes al examinar esta relación entre la experiencia
psicológica y las formas liberales democráticas de gobierno: la racionalidad la
privacidad y la autonomía. Primero, en las sociedades democráticas liberales, el
ejercicio del poder sobre los ciudadanos se vuelve legítimo en la medida en que
reclama una base racional. El poder es ser cuidadoso, calculador y justificable. Esta
dependencia del poder de un reclamo de racionalidad abre un territorio vasto y
auspicioso que la experiencia puede colonizar.
https://www.psycharchives.org/bitstream/20.500.12034/67/1/103-437-1-PB.pdf