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Experts of the Soul

Nikolas Rose

Fue, creo, Joseph Stalin quien se refirió a los escritores bajo su estilo de socialismo
como "ingenieros del alma humana". En las sociedades liberales, democráticas y
capitalistas de Occidente, la tarea de diseñar el alma humana ha caído en un sector
diferente: profesionales imbuidos de vocabularios, evaluaciones, técnicas y ética de la
psicología. Ya sea en casa o en el trabajo, en marketing o en política, en crianza de
niños o en sexualidad, la experticia psicológica se ha hecho indispensable para la vida
moderna en tales sociedades ¿Cómo debe entenderse este fenómeno?

Sugiero que no deberíamos responder a esta pregunta en términos de la evolución de


las ideas, el uso de la ciencia o el surgimiento de una profesión, sino en términos de
experticia. Utilizo el término "experticia" (expertise) para referirme a un tipo particular
de autoridad social, característicamente desplegada alrededor de problemas,
ejerciendo una cierta mirada diagnóstica, basada en un reclamo de verdad, afirmando
la eficacia técnica y declarando virtudes éticas humanas. Mientras que la noción de
profesionalización implica un intento de encontrar la exclusividad ocupacional como la
base de una monopolización de un área de práctica y la posesión de una base
disciplinaria exclusiva, la experticia es heterogénea. Amalgama conocimientos y
técnicas de diferentes fuentes en un complejo "know-how". El intento de ratificar la
coherencia de este conjunto de procedimientos y formas de pensamiento, se realiza
de forma retrospectiva y característica no derivando de una sola teoría sino
unificándolas dentro de una práctica pedagógica.

La noción de experticia nos permite distinguir entre el avance ocupacional de un sector


profesional en particular, la difusión de un modo particular de pensamiento y técnica, y
la transformación de las prácticas de regulación. Las consecuencias sociales de la
psicología no son las mismas que las consecuencias sociales de los psicólogos. La
psicología es una disciplina 'generosa': la clave para la penetración social de la
psicología, radica en su capacidad para prestarse “libremente” a otros que “la tomarán
prestada” por lo que les ofrece en forma de justificación y guía para la acción. Por lo
tanto, las formas psicológicas de pensar y actuar pueden infundir las prácticas de otros
actores sociales como médicos, trabajadores sociales, gerentes, enfermeras e incluso
contadores. La psicología se alía con tales agentes de autoridad social, colonizando
sus formas de calcular y discutiendo con vocabularios psicológicos, reformulando sus
formas de explicar la normalidad y la patología en términos psicológicos, dando a sus
técnicas una “coloración” psicológica. Es precisamente a través de tales alianzas que
la psicología se ha hecho poderosa: no tanto por exclusividad ocupacional o
monopolización sino por lo que ha proporcionado a otros, con la condición de que
lleguen a pensar y actuar como psicólogos.

Estas alianzas no solo brindan a la psicología un medio para hacerse con la realidad
social -por así decirlo- por delegación. También proporcionan algo para los médicos,
enfermeras, trabajadores sociales y gerentes que participan en coaliciones
psicológicas: aquellos que participan en las prácticas proliferativas que abordan los
caprichos de la conducta humana y la patología humana y buscan actuar de manera
razonada y calculada. La psicología promete racionalizar estas prácticas, sistematizar
y simplificar las formas en que las autoridades visualizan, evalúan y diagnostican la
conducta de sus sujetos humanos y se conducen en relación con ellos. Al pretender
apuntalar la autoridad mediante un régimen intelectual y práctico coherente, la
psicología ofrece a los demás una base en la verdad y algunas fórmulas para la
eficacia. Al pretender modular el poder a través del conocimiento de la subjetividad, la
psicología puede proporcionar a la autoridad social una base que no es meramente
técnica y científica sino "ética".

Hacer que la psicología sea técnica

Desde la perspectiva de la experticia, nuestro análisis de la proliferación de la


psicología se conecta con una serie de otras reflexiones sobre las transformaciones en
los arreglos sociales y las formas de autoridad en las sociedades europeas durante el
siglo pasado. Nuestro enfoque cambia de la psicología misma a los modos en que los
conocimientos y técnicas psicológicas se han injertado en otras prácticas. Se
considera que la psicología ofrece algo y deriva algo de su capacidad para entrar en
una serie de diversas 'tecnologías humanas'. El término 'tecnología' dirige nuestra
atención a las formas características en que se organizan las prácticas para producir
ciertos resultados en términos de conducta humana: reforma, eficiencia, educación,
cura o virtud. Dirige el análisis a las formas técnicas inventadas para producir estos
resultados: formas de combinar personas, verdades, juicios, dispositivos y acciones en
una forma estable, reproducible y duradera. Pero la noción de una tecnología humana
no pretende implicar una tecnología inhumana, una que aplasta y deshumaniza la
personalidad esencial de aquellos atrapados en ella. La psicología se ha enredado
dentro de tales tecnologías, en parte, porque responde al deseo de humanizarlas, de
hacerlas adecuadas a la naturaleza real de la Persona a ser gobernada.

A diferencia de las profesiones antiguas, la psicología no tiene una institución propia:


ninguna iglesia dentro de la cual redimir el pecado, ningún tribunal de justicia dentro
del cual pronunciar el juicio, ningún hospital dentro del cual diagnosticar o curar. Los
modos psicológicos de pensamiento y acción han llegado a apuntalar, y luego a
transformar, prácticas que antes se conocían y legitimaban de otras maneras, a través
del carisma de la persona de autoridad, mediante la repetición de procedimientos
tradicionales, apelando a estándares extrínsecos de moralidad, por regla general.
Encuentra su territorio social en todos esos encuentros dispersos donde la conducta
humana se problematiza en relación con los estándares éticos, los juicios sociales o la
patología individual. ¿Qué es lo que la psicología puede ofrecer a tales encuentros?

Hacer individuos que sean calculables

Marx, Nietzsche, Weber, Lukacs, Habermas y Foucault, en sus diferentes formas,


sugirieron que el cálculo era fundamental para los arreglos sociales y los sistemas
éticos de las sociedades capitalistas, burocráticas y democráticas del noroeste de
Europa y América del Norte, no solo en el dominio de la naturaleza, sino también en
relación con los seres humanos. Hemos ingresado, al parecer, en la edad de la
persona calculable, cuya individualidad ya no es inefable, única y está más allá del
conocimiento, sino que se puede conocer, mapear, calibrar, evaluar, cuantificar,
predecir y administrar.

Para aquellos que siguen el ejemplo de Marx, es en el lugar de trabajo y en la


actividad de producción donde se debe basar el aumento de la calculabilidad, en el
imperativo capitalista de gestión, predicción y control del trabajo. Para aquellos que
siguen el ejemplo de Weber, el cálculo es una parte inherente de la administración
racional, vinculada con el deseo de exactitud, previsibilidad y la subordinación del
juicio sustantivo o ad hoc a la uniformidad de la regla.

En cada uno de estos casos, la calculabilidad de la persona se ve como el efecto o


síntoma de un proceso que tiene sus raíces en otros lugares. Pero lo que está en
juego no debe verse como perteneciente al orden de los efectos. Uno debería
investigar más directamente las condiciones prácticas y los arreglos sociales que
hicieron necesario y posible que el individuo humano sea calculable ¿A través de qué
procedimientos de inscripción, diferenciación y cognición surgieron los conocimientos y
procedimientos que harían del ser humano una entidad calculable? ¿Cómo apareció
este cálculo, no como resultado de elecciones de valores discutibles u objetivos
sociales, sino de criterios objetivos, que surgen de la investigación científica y se
realizan a través de procedimientos técnicos en lugar de políticos?
La vocación social de la psicología y su condición de experticia están intrínsecamente
vinculados a tales preguntas. Porque fue a través de la formación de una experticia
psicológica específica, y a través de la construcción de tecnologías institucionales
infundidas por valores psicológicos específicos, que la diferencia individual se vuelve
científicamente calculable y administrable técnicamente (Rose, 1985; 1988). El
conocimiento psicológico de las diferencias individuales no surgió de un salto
misterioso del intelecto o de una laboriosa investigación teórica y científica, pero
tampoco respondió simplemente a la demanda de que el control capitalista del proceso
laboral se legitimara o se extendiera debido a su afinidad electiva con un cálculo
racional "espíritu de la época". Debe entenderse como una 'epistemología institucional'
(Gordon, 1987), nacida dentro de las prácticas organizacionales mundanas de esos
aparatos sociales construidos en tantos estados europeos a fines del siglo XIX que
buscaban organizar a las personas en masa en relación con objetivos particulares:
reforma, educación, cura, virtud. Las escuelas, hospitales, prisiones, reformatorios y
fábricas actuaron como laboratorios para el aislamiento, la intensificación y la
inscripción de la diferencia humana. Eran simultáneamente locales para observación y
experimentación con la diferencia humana. El conocimiento en sí debe entenderse
como una técnica, enraizado en los intentos de organizar el entorno de acuerdo con
ciertos valores. Y la verdad se vuelve poderosa en la medida en que se vuelve técnica.

El test psicológico, en todas sus formas, es la técnica paradigmática de la persona


calculable, ya que sirve para visualizar e inscribir la diferencia individual en una forma
calculable. La prueba es un diagrama pequeño pero omnipresente de una cierta
combinación de poder, verdad y subjetivación: las pruebas y los exámenes convierten
a los individuos en conocimiento como objetos de una mirada jerárquica y normativa,
lo que permite calificar, clasificar y castigar (Foucault, 1977, pp.184-5). El mundo
invisible y subjetivo del individuo ahora se puede visualizar y representar en
clasificaciones, en figuras y cocientes. La prueba psicológica, por lo tanto, juega un
papel organizativo crucial dentro de la actitud calculadora que se ha convertido en el
centro de todas esas instituciones “disciplinarias” que son el otro lado “normalizador”
de la democracia liberal. Instituciones donde los individuos deben ser gobernados en
términos de su individualidad, en tal manera de maximizar su utilidad organizativa y
utilizar sus poderes en forma calculada.

Los críticos de la psicología a menudo retratan su utilización de pruebas y números


como la antítesis de la humanidad y la democracia, por la reducción de la persona a
un mero número. Pero una dimensión del "poder de la psicología" radica en su
capacidad "humana" para cambiar los juicios sobre las personas de una esfera de
valores, prejuicios o regla general, a la esfera de las verdades humanas, la igualdad
de estándares, las opciones justificables y criterios objetivos de eficacia que debería
reinar en una democracia. La experticia psicológica hace que la diferencia humana sea
técnica: el juicio puede parecer que responde solo a las demandas de las diferencias
naturales y las verdades humanas. (Psychological expertise renders human difference
technical: judgment can appear to answer only to the demands of natural differences
and human truths).

Hacer espacios manejables (Making spaces that are manageable)

La psicología es a menudo criticada por su individualismo. Pero la psicología también


hace posible una tecnología de espacios y relaciones, que llega a infundir todas
aquellas prácticas donde las autoridades tienen que administrar individuos en su
existencia colectiva. ¿Qué ofrece la psicología a los encargados de la administración
de la vida grupal?

La experticia psicológica hace que la intersubjetividad sea calculable, permitiendo la


supervisión y administración calculada de colectivos. El espacio social se ha abierto a
la calibración y la gestión (Miller y Rose, 1988; Rose, 1989; Miller, 1989). Ya sea a
través de las nociones de actitudes individuales, de opinión pública, de las relaciones
humanas del lugar de trabajo, de las relaciones psicodinámicas de la organización,
quienes tienen la responsabilidad de administrar la existencia social de los individuos
pueden redefinir su tarea en términos psicológicos.

El lenguaje y las técnicas de medición de actitud y la encuesta de actitud abren las


acciones sociales de los individuos a la planificación y gestión sistemáticas por parte
de las autoridades. La noción de grupo permite que el pensamiento capte y administre
un dominio humano que habita el espacio arquitectónico de la fábrica, el aula, el
hospital y la oficina. La noción de opinión pública y la técnica de la encuesta de opinión
abren una relación entre las autoridades políticas y aquellos a los que gobiernan, que
va más allá del requisito de que los líderes políticos busquen periódicamente un
mandato democrático a través de una elección que solo pueda aplaudir o condenar.

En cada caso, la aspiración es que la experticia psicológica pueda producir técnicas


mediante las cuales se pueda ejercer la autoridad a la luz de los compromisos
personales, valores y motivaciones de quienes están sujetos a ella. En una sociedad
liberal, la autoridad solo es efectiva y legítima en la medida en que se ejerza a la luz
del conocimiento de quienes son gobernados.

Hacer autoridades que sean éticas


La experiencia psicológica promete algo a quienes tienen la responsabilidad de ejercer
un poder sobre los demás. Por un lado, les permite reunir sus diversas tareas y
actividades dentro de un cierto orden y someterlas a un conjunto consistente de
cálculos. Por otro lado, promete "volver éticos" los poderes de las autoridades, volver
éticos a los consultores de negocios en busca de ganancias y armonizar a los militares
en busca de fuerzas de combate eficientes. En esta promesa combinada de
racionalidad y ética, la experiencia psicológica puede prometer hacer que la autoridad
sea simultáneamente ingeniosa y saludable.

La psicología se injerta en las prácticas de derecho, castigo, gestión, paternidad a


través de su promesa de combinar eficacia y utilidad con humanidad y verdad. Al
instalarse dentro de los sistemas de auto guía del gerente, el padre, el trabajador
social, la psicología convierte la autoridad en una calculadora psicológica: una que
visualiza la fábrica o la familia en términos psicológicos, analiza sus fortalezas y
debilidades en vocabularios psicológicos, y toma decisiones de acuerdo con un cálculo
psicológico. A los que tienen autoridad se les ofrecen formas de deliberar, juzgar,
organizar y simplificar la multitud de decisiones que enfrentan. Las diversas
actividades del gerente o del padre ya no son simplemente una serie de tareas que
coinciden dentro del ámbito del responsable de la toma de decisiones.

Estas tareas pueden vincularse, relacionarse, explicarse en términos de conocimiento,


hacerse de acuerdo con ciertas fórmulas y adjudicarse en términos de criterios
justificados. Ya sea instruyendo, administrando, curando, castigando, educando o
reformando, primero se puede "entender", a través de una hermenéutica del alma
realizada en términos psicológicos, luego se puede "diagnosticar" de acuerdo con un
sistema de clasificación justificable y finalmente se puede „Prescribir" una respuesta a
través de un conocimiento calculado de subjetividad y técnicas para su transformación.

Pero no se trata simplemente de que la experticia psicológica se esté "simplificando".


Esto, después de todo, podría decirse de cualquier otra forma de experticia en la
medida en que genera un conjunto diverso de problemas reconocibles dentro de un
solo espacio explicativo. La psicología ofrece también medios éticos para ejercer la
autoridad, una autoridad que no se basa en una verdad externa, ya sea derecho divino
o bien colectivo, sino interna de la persona sobre la que se ejerce. Ejercer dominio
sobre los demás a la luz del conocimiento de su naturaleza interior, hace de la
autoridad casi una actividad terapéutica. Surge la posibilidad de que las decisiones
tomadas por las autoridades puedan alinearse con los mejores intereses de las
personas a las que afectarán sus vidas, ya sean trabajadores, prisioneros, pacientes o
niños. Esta transformación ético-terapéutica es un aspecto del fuerte que une a las
diversas autoridades sociales con la experticia psicológica en una alianza poderosa.
También explica la promesa seductora que la psicología ofrece a quienes ejercerán
autoridad.

Otorga un nuevo tipo de valor humano y moral, no solo a la influencia manifiesta y


evidente del poder sobre los demás, sino también a las actividades mundanas de la
toma de decisiones diaria en la fábrica o en la familia.

Esto apunta a una característica que otorga a las tecnologías psicológicas un


significado político general dentro de las técnicas democráticas liberales de gobierno.
La seducción de lo psicológico permite que los dominios "privados", como la empresa
y la familia, se regulen por medio de, en lugar de a pesar de, su autonomía y
responsabilidad.

La experticia psicológica se difunde no solo a través de las actividades y la


administración de los propios expertos, sino también a través de currículos escolares y
cursos educativos, programas de radio y televisión, libros populares, revistas y
anuncios. Las normas y vocabularios promulgados confieren una nueva visibilidad
sobre el funcionamiento de la familia o la fábrica y nuevas formas de identificar sus
fallas. Ciertas características se hacen visibles, se utilizan ciertas nociones para
juzgarlas, se instalan ciertos vocabularios para convertir la vida organizacional o
familiar en el habla en forma de problemas que requieren solución. Ahora las madres,
los padres, los gerentes, los jefes pueden hacer cálculos y emitir juicios en estos
términos. Y, cuando los problemas se vuelven demasiado grandes para la
autorregulación, pueden consultar a los expertos para tratar de superar la ansiedad
formada en la brecha entre lo que son y lo que quieren ser. Los dominios 'privados' de
la familia y la fábrica pueden, por lo tanto, normalizarse a través de la ansiedad de sus
autoridades internas sin violar su autonomía formal: la autoridad 'privada' está
vinculada a los valores 'públicos' por medio de la experiencia psicológica.

La psicología no solo se alía con las autoridades en dominios privados al prometer que
resolverá sus problemas. Al "aplicarse" a tales problemas, transforma sus términos.
Los accidentes industriales se convierten en una cuestión de las relaciones humanas
del lugar de trabajo. La rentabilidad se convierte en una cuestión de liberar el potencial
de autorrealización de la fuerza laboral. Los niños traviesos se convierten en una
cuestión del patrimonio emocional de la propia infancia de los padres. El avance
profesional se convierte en una cuestión de autoconfianza y autoafirmación. El
marketing se convierte en una cuestión de segmentación de los consumidores por sus
perfiles psicológicos, y publicidad de una cuestión de vincular su producto con los
deseos de quienes deben comprar. Cada uno de estos problemas ahora se vuelve
inconcebible en otros términos que no sean psicológicos.

La aplicación de la experticia psicológica a un dominio, genera en sí misma nuevas


formas de construir la existencia como potencialmente problemática. Así, uno ve el
surgimiento correlativo de la normalidad como algo que se debe lograr y el riesgo
como algo que se debe calcular y administrar. La retro-dirección de la mirada
psicológica puede identificar problemas en potencia y, por lo tanto, generar estrategias
profilácticas para su solución preventiva. En el cambio de la problematización de la
patología a la normalidad, la normalidad misma se presenta como el resultado frágil de
la prevención exitosa del riesgo. La experiencia ofrece convertir la oportunidad en
certeza: la producción de la normalidad puede convertirse en un esfuerzo impregnado
de cálculos psicológicos. La normalidad debe ser producida por una modulación
permanente de las deliberaciones y decisiones de la psicología a la luz de un cálculo
de riesgo.

En este proceso, se establece un nuevo tipo de relación entre los expertos


psicológicos y quienes los consultan. Ya sean gerentes, padres o pacientes, su
relación con la autoridad no es una cuestión de subordinación de la voluntad ni de
persuasión racional. Más bien tiene que ver con una especie de discipulado. La
relación entre experto y cliente está estructurada por una jerarquía de sabiduría, se
mantiene en su lugar por el deseo de verdad y certeza, y ofrece al discípulo la
promesa de autocomprensión y mejoramiento de sí. No es solo la promesa de avance
profesional lo que atrae a empresarios, trabajadores sociales, médicos, oficiales de
policía y muchos otros a cursos de capacitación psicológicamente informados sobre
habilidades gerenciales. No se trata simplemente de la esperanza de que, una vez que
se hayan educado en vocabularios psicológicos, técnicas y formas de calcular, uno
pueda hacer simultáneamente un buen trabajo y hacer el bien. La visión conferida por
la psicologización del trabajo sobre uno, también es una visión de uno mismo y de una
vida. Porque el atractivo de la psicología es que el camino ético para la autoridad es
también un camino ético para el yo.

Trabajando en nosotros mismos

Los lenguajes y juicios psicológicos tienen la capacidad de injertarse en las prácticas


éticas de los individuos: sus formas de evaluarse a sí mismos en relación con lo que
es verdadero o falso, bueno o malo, permitido o prohibido. La ética aquí se entiende
en términos de `técnicas específicas de los selfs ', prácticas mediante las cuales los
individuos buscan mejorar ellos mismos, sus vidas y las aspiraciones y normas que los
guían. Muchos han comentado las formas en que las prácticas contemporáneas para
la interpretación y el mejoramiento de los selfs han logrado una coloración psicológica,
operando de acuerdo con las normas psicológicas y en relación con las verdades
psicológicas (Rieff, 1966; Lasch, 1979, 1984; Rose, 1990). Los lenguajes psicológicos
y las evaluaciones han transformado las formas en que interpretamos y llevamos a
cabo nuestros encuentros con otros: con nuestros jefes, empleados, compañeros de
trabajo, esposas, esposos, amantes, madres, padres, hijos y amigos.

Cada modo de encuentro se ha reconfigurado en términos de sentimientos personales,


deseos, personalidades, luchas y miedos. Las técnicas psicológicas han llegado a
infundir, dominar o desplazar regímenes teológicos, urorales, corporales, dietéticos y
de otro tipo para llevar al yo a la virtud o la felicidad, y también a aquellos desplegados
para reconciliarlo con la tragedia o la desilusión. Los expertos disponibles para
guiarnos a través de la conducta de nuestras vidas no son todos psicólogos. Pero,
cada vez más, despliegan una hermenéutica psicológica, utilizan sistemas
psicológicos explicativos y recomiendan medidas psicológicas de reparación.

Las tecnologías éticas implementadas dentro de este régimen son, por supuesto,
heterogéneas. No obstante, la tecnología del confesionario es quizás la más
significativa. Caracteriza casi todos los sistemas de psicoterapia y asesoramiento.
También proporciona una forma técnica potente que ha llegado a instalarlo en una
variedad de otras prácticas en las que está en juego la conducta de la vida personal,
desde la cirugía del médico hasta el "teléfono" de la radio, desde la entrevista de
trabajo social hasta el intercambio franco de los amantes

Para Michel Foucault, la confesión era el diagrama de una forma particular de poder
(Foucault, 1978). La expresión veraz de quién es y qué hace, a los padres, a los
maestros, a los doctores, a los amantes, fue tanto identificativo, en el sentido de que
construyó un yo en términos de una determinada norma de identidad, como subjetivo.
Ese se convirtió en un sujeto al precio de entrar en un cierto juego de autoridad.

Decir la verdad de los propios sentimientos y deseos, compartirlos como dice el refrán,
no es meramente la audición del murmullo inarticulado del alma. En el mismo
procedimiento, se identifica al sujeto que confiesa: el "yo" que habla debe ser, al
menos cuando se haya adquirido "perspicacia", idéntico al "yo" cuyos sentimientos,
deseos, ansiedades y miedos están articulados. Se convierte, al menos en potencia,
en el sujeto de la propia narrativa, y en el acto mismo uno se apega al trabajo de
construir una identidad. En el mismo proceso en el que el sujeto se afilia a dicho
proyecto de identidad, él o ella está vinculado a los idiomas y las normas de la
experiencia psicológica, ya que las palabras y los rituales que rigen estas confesiones
son las prescritas por una autoridad, aunque haya reemplazado las afirmaciones de
dios y religión con las de la naturaleza y la psique.

Algunos psicólogos contemporáneos interpretan el resultado de tales procesos, en los


cuales los individuos examinan, interpretan y hablan sobre sí mismos en un
vocabulario psicológico, en términos de la "construcción social" de la Persona (por
ejemplo, Shotter y Gergen, 1989). Soy agnóstico acerca de tales afirmaciones
ontológicas. No se trata tanto de lo que las personas son, sino de lo que se
consideran, los criterios y estándares por los cuales se juzgan a sí mismos, las formas
en que interpretan sus problemas y problematizan su existencia, las autoridades bajo
cuya égida se llevan a cabo las problematizaciones y sus consecuencias. Si nos
hemos convertido en seres profundamente psicológicos, no es que hayamos sido
equipados con una psicología, sino que hemos llegado a pensar, juzgar, consolarnos y
reformarnos de acuerdo con las normas psicológicas de la verdad.

La confesión se ha unido a una gama de otras psicotecnologías del yo, desde técnicas
conductuales para enseñar las artes de la existencia como habilidades sociales hasta
técnicas bioenergéticas de terapia corporal. Los detalles son menos significativos que
el modo de operación de la experiencia psicológica involucrada. No es solo que las
verdades de la psicología se hayan conectado con nuestras prácticas del yo, con las
nociones de que la felicidad y el éxito se pueden lograr mediante la participación del yo
en un régimen psicológico de remodelación terapéutica. También es que una ética
psicológica está íntimamente ligada a las aspiraciones liberales de libertad y
autonomía. Promete un sistema de valores liberados del juicio moral: sus normas no
responden a un código moral o político arbitrario, sino solo a las demandas de nuestra
naturaleza y nuestra verdad como seres humanos. No intenta imponernos un nuevo
ser moral, sino liberar el ser que realmente somos, hacer posible que cada uno haga
un proyecto de nuestras vidas, realizarnos y moldear nuestra existencia de acuerdo
con una ética de autonomía.

Los críticos tienden a ver el surgimiento de lo terapéutico como un síntoma de


malestar cultural: del individualismo dominante de la cultura occidental moderna; del
declive de la religión y otros sistemas trascendentales para impartir significado a la
existencia cotidiana; de la transformación de la autoridad familiar y el surgimiento del
narcisismo; de la pérdida de las viejas solideces en un mundo posmoderno en
constante cambio.
Pero la prominencia que la ética psicológica contemporánea le da a la norma de
autonomía sugiere un enfoque diferente. Las racionalidades contemporáneas del
gobierno también otorgan un valor considerable a las nociones de libertad individual,
elección y libertad como el criterio por el cual el gobierno debe ser calculado y
juzgado. Quizás la potencia de la experiencia psicológica en las democracias liberales
avanzadas pueda estar relacionada con el surgimiento de arreglos sociales que
presuponen que los individuos humanos se comprometan a dar un sentido a sus vidas
a través de la maximización de un estilo de vida personal. Las tecnologías éticas
dentro de las cuales la experiencia psicológica está tan profundamente enredada
proporcionan un medio para dar forma, sostener y administrar a los seres humanos
que no se opone a su identidad personal sino que promete producir tal identidad. La
experiencia psicológica debería verse, quizás, como un elemento recíproco necesario
de la valorización política de la libertad.

Experticia psicológica y gobierno liberal.

Hay una particular relevancia en la investigación de las relaciones entre las


racionalidades políticas de la libertad y el crecimiento de la experticia psicológica en la
actualidad. Las sociedades de "Europa del Este" actualmente están intentando
abandonar su lealtad a la problemática política del marxismo-leninismo y a las
tecnologías reguladoras asociadas del aparato del partido, el plan central y la ética del
deber social y la responsabilidad colectiva. Observan las tecnologías económicas e
industriales y la experiencia de "Occidente" para reconstruir sus órdenes económicas
según los principios del mercado, la competencia y la empresa. Pero la experiencia de
"Occidente" podría implicar que también existe una relación entre las democracias
liberales y las tecnologías expertas de un tipo diferente. Esta sería una relación entre
la problemática política articulada en términos de individualismo y libertad y la
experiencia de las ciencias psicológicas, en particular de psicología.

Tres temas generales son importantes al examinar esta relación entre la experiencia
psicológica y las formas liberales democráticas de gobierno: la racionalidad la
privacidad y la autonomía. Primero, en las sociedades democráticas liberales, el
ejercicio del poder sobre los ciudadanos se vuelve legítimo en la medida en que
reclama una base racional. El poder es ser cuidadoso, calculador y justificable. Esta
dependencia del poder de un reclamo de racionalidad abre un territorio vasto y
auspicioso que la experiencia puede colonizar.

En segundo lugar, la problemática democrática liberal del gobierno depende de la


creación de espacios "privados", fuera del alcance formal de la autoridad de los
poderes públicos. Sin embargo, los eventos dentro de estos espacios 'privados', en
particular 'el mercado', 'la organización' y 'la familia', se interpretan como que tienen
consecuencias vitales para la riqueza, la salud y la tranquilidad nacionales. La cara de
experiencia de Janus le permite operar como un relevo entre el gobierno y la
privacidad: sus reclamos de verdad y eficacia son atractivos, por un lado, para los
gobiernos que buscan respuestas a sus problemas de regulación de la vida
económica, industrial o familiar, y Por otro lado, a quienes tienen autoridad sobre estos
espacios privados, ya sean industriales o padres, que intentan gestionar sus propios
asuntos privados de manera eficaz.

Tercero, las problemáticas democráticas liberales del gobierno se están


autonomizando, buscan gobernar mediante la construcción de una especie de
autonomía regulada para los actores sociales. El yo liberal moderno está 'obligado a
ser libre', a interpretar todos los aspectos de su vida como el resultado del modo de
elección entre varias opciones. Cada atributo de la persona debe realizarse a través
de decisiones y justificarse en términos de motivos, necesidades y aspiraciones del yo.
Las tecnologías de la psicología ganan su poder social en las democracias liberales
porque comparten esta ética de la individualidad autónoma y competente, y porque
prometen sostener, respetar y restaurar la identidad a los ciudadanos de esas
políticas. Constituyen tecnologías de individualidad para la producción y regulación del
individuo que “es libre de elegir”.

El aumento de la experticia psicológica -por así decirlo-, está intrínsecamente ligado a


las problemáticas del gobierno liberal democrático, del gobierno a través de la
privacidad, la racionalidad y la autonomía. Por lo tanto, es apropiado preguntarse, en
esta era de transformaciones sociales, qué papel desempeñaron las tecnologías
psicológicas bajo mandatos económicos? (under command economies) economías de
mando y en las sociedades planificadas.

Y la transición a lo que puede describirse, a nivel retórico, como sociedades de


mercado, requerirá como su corolario necesario, no solo la importación de las
tecnologías materiales de la democracia liberal sino también sus tecnologías
humanas: los ingenieros del alma humana que son el otro lado de lo que hemos
llegado a denominar libertad.

https://www.psycharchives.org/bitstream/20.500.12034/67/1/103-437-1-PB.pdf

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