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LA CATEQUESIS

EN LA ACTIVIDAD PASTORAL

Y MISIONERA DE LA IGLESIA

La catequesis: una etapa de la evangelización

18. La catequesis no puede disociarse del conjunto de actividades pastorales y misionales de la Iglesia.
Ella tiene, sin embargo, algo específico propio sobre lo que la IV Asamblea general del Sínodo de los
Obispos, en sus trabajos preparatorios y a lo largo de su celebración, se ha interrogado a menudo. La
cuestión interesa también a la opinión pública, dentro y fuera de la Iglesia.

No es éste el lugar adecuado para dar una definición rigurosa y formal de la catequesis, suficientemente
ilustrada en el «Directorio General de la Catequesis»[47]. Compete a los especialistas enriquecer cada
vez más su concepto y su articulación.

Frente a la incertidumbre de la práctica, recordemos simplemente algunos puntos esenciales, por lo


demás ya consolidados en los documentos de la Iglesia, para una comprensión exacta de la catequesis y
sin los cuales se correría el riesgo de no llegar a comprender todo su significado y su alcance.

Globalmente, se puede considerar aquí la catequesis en cuanto educación de la fe de los niños, de los
jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada
generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana.
En este sentido, la catequesis se articula en cierto número de elementos de la misión pastoral de la
Iglesia, sin confundirse con ellos, que tienen un aspecto catequético, preparan a la catequesis o emanan
de ella: primer anuncio del evangelio o predicación misional por medio del kerigma para suscitar la fe
apologética o búsqueda de las razones de creer, experiencia de vida cristiana, celebración de los
sacramentos, integración en la comunidad eclesial, testimonio apostólico y misional.

Recordemos ante todo que entre la catequesis y la evangelización no existe ni separación u oposición, ni
identificación pura y simple, sino relaciones profundas de integración y de complemento recíproco.
La Exhortación apostólica «Evangelii nuntiandi» del 8 de diciembre de 1975, sobre la evangelización en el
mundo contemporáneo, subrayó con toda razón que la evangelización —cuya finalidad es anunciar la
Buena Nueva a toda la humanidad para que viva de ella—, es una realidad rica, compleja y dinámica, que
tiene elementos o, si se prefiere, momentos, esenciales y diferentes entre sí, que es preciso saber
abarcar conjuntamente, en la unidad de un único movimiento[48]. La catequesis es uno de esos
momentos —¡y cuán señalado!— en el proceso total de evangelización.

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