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El boom latinoamericano, Oviedo.

El “boom” fue, en primer lugar, una notable conjunción de grandes novelas a


mediados de la década del sesenta y una revaloración de otras, no menos importantes,
que habían sido soslayadas o leídas en distinto contexto. Redefinió nuestra literatura,
específicamente la novela y provocó un cambio sustancial en la relación de fuerzas
sociales, culturales y estéticas que dan origen a nuestra creación literaria. Ese cambio
también vino de la mano del surgimiento de una nueva y amplia capa de lectores, de un
auge editorial dentro y fuera del continente.

En términos generales, hubo una explosiva riqueza creadora, señala un punto


decisivo en el que cambia, para siempre, la producción, consumo y circulación de nuestra
literatura.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

García Márquez había nacido en Aracataca, un pueblito en la zona atlántica del


trópico colombiano. Un hecho significativo que señala Oviedo es que descubrió la
política en un momento de crítica gravedad para Colombia: la que siguió al “bogotazo”,
esa explosión de anarquía popular que siguió al asesinato del líder liberal Jorge Eliécer
Gaitán en 1948. Se inicia así el negro periodo de “la violencia” que desangra y divide
hondamente al país.

El autor empieza a escribir su obra más aclamada en 1961, en México,


denominada Cien años de soledad. En esta obra, el lector se deja llevar por un narrador
que se mueve por espacios enteramente reales y otros que colindan con lo maravilloso;
comienza con un Génesis y termina con un Apocalipsis, marcados por presagios,
anuncios; es tanto la saga de una estirpe, los Buendía, como del género humano; es una
tragedia y una parodia cómica. Es, en fin, una novela creada dentro de lo que se
denomina realismo mágico, donde se conjugan lo real y lo fantástico para darle al relato
un significado universal: El hombre es una esencia anterior a su existencia, que la praxis
no puede en ningún caso cambiar.

De acuerdo a Donald Shaw, existe una línea divisoria entre los críticos de Cien
años… que separa a los que interpretan la novela como una metáfora de la condición
humana, de los que la ven, ante todo, como una exploración de la situación histórica de
Latinoamérica. La circularidad del tiempo en Macondo, el determinismo que rige la vida
de los macondinos, la soledad, la violencia, la maldición que pesa sobre los Buendía, etc,
expresan el hondo pesimismo existencial de García Márquez y su visión trágica de la
vida humana. Mientras, para los segundos, lo más importante es la presentación en la
novela de los problemas sociales y políticos, las guerras, el imperialismo económico, las
matanzas; es decir, el elemento de denuncia.

Es más acorde, dice el autor, entender la obra desde el sentido universal. La idea
del tiempo circular, aquello que se repite de generación en generación en los Buendía,
como por ejemplo la violencia (Aureliano Buendía, Arcadio y Aureliano José
pertenecientes a distintas generaciones, pero que tienen en común el hecho de que todos
han sido implicados en la guerra civil, formando parte de los rebeldes), la soledad (todos
los personajes están sometidos a una soledad ineludible y a frustrarse siempre por el
incumplimiento de sus deseos) o el incesto (la obra comienza y culmina con uno)
también por la repetición de los nombres que contribuyen a la idea de lo cíclico
corresponden a un determinismo que reflejan la falta de fe, por parte de García Márquez,
en la posibilidad de cambiar el curso de la historia mediante esfuerzos humanos. Ese
determinismo, en la novela, implica la idea de una maldición donde todo está
determinado por sus orígenes, es por eso que el pergamino de Melquíades expresa en su
última frase Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda
oportunidad sobre la tierra.

En la idea de lo determinado podemos encontrar también lo mítico, lo fantástico,


de la novela pues lo mágico se inserta desde el mito o creencia ancestral de que cuando
hay un incesto es posible que nazca un engendro (en este caso, un hijo con cola de cerdo)
El realismo mágico, entonces, está presente en aquel tiempo cíclico, que no es un tiempo
lineal y cronológico. Oviedo recalca que es un tiempo cíclico, sometido a distorsiones, y
que da lugar a una estructura que parece una suerte de espiral, haciéndonos sentir que lo
que pasó volverá a pasar una vez más; que todo sigue un designio preestablecido porque
la historia ya está escrita (en efecto, Melquíades es el que, en sus pergaminos, relata de
principio a fin el inicio y la desaparición de los Buendía y, con ellos, Macondo)

El realismo mágico también está presente en el fantasma de Prudencio Aguilar,


los trucos y la figura principal de Melquíades, las flores amarillas que caen cuando
fallece José Arcadio Buendía, etc.

Apuntes.

 La historia comienza a partir de un recuerdo.


 El sentido de repetir los nombres de generación en generación es, por un
lado, la tradición latinoamericana; por otro, la idea de lo cíclico, una
familia condenada a repetir en el tiempo los mismos errores y pasiones.
 La historia de Colombia y de Latinoamérica puede leerse también entre
líneas, como las guerras civiles y el imperialismo colonial de USA.

La obra narra la historia de la familia Buendía a lo largo de cien años, así como
la fundación, apogeo y decadencia de Macondo.

José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, primos y esposos, inician una estirpe
donde el incesto es constitutivo de un medio ancestral: la posibilidad de engendrar un
niño con cola de cerdo aunque este temor se transmite de generación en generación, el
incesto se convierte en una atracción en la que algunos miembros de los Buendía no
pueden huír. Durante cien años los Buendía determinan cíclicamente los cambios en
Macondo, la decadencia que le sucede al apogeo continuamente. Pero el fin de Macondo
está predestinado y se concretará en el incesto de Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia
del que nacerá el temido engendro con cola de cerdo. En ese momento se cierra el círculo
pues el incesto final remite al incesto inicial y un huracán sepulta a Macondo, porque las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad en la
tierra.

Lo mágico se inserta desde lo mítico, desde la creencia ancestral de cuando hay


un incesto puede salir un engendro. Los muertos que visitan a los vivos, premoniciones
infalibles, diluvios inexplicables, etc.

Arcadio: hijo de Pilar Ternera y José Arcadio, es designado por Aureliano


Buendía como jefe civil y militar y se transforma en un dictador brutal que es fusilado
cuando el conservadurismo retorna al poder.

Aureliano Triste (uno de los 17 aurelianos) instala una fábrica de hielo en


Macondo, deja a su hermano Aureliano Centeno frente al negocio y se marcha con la idea
de traer el tren. Regresa al cabo de poco tiempo cuando cumple con su misión, lo cual
genera un gran desarrollo ya que con el tren llega también el telégrafo y el cine. El
pueblo se convierte en un centro de actividades en la región que trae a personas de
distintos lugares.

Con la llegada de extranjeros se empieza una plantación de banana, cerca de


Macondo. El pueblo prospera hasta el surgimiento de una huelga en la plantación
bananera. Para acabar con ella se hace presente el ejército nacional.

Nace Aureliano Babilonia el último de la línea Buendía. En los pergaminos


descubre que su apellido paterno es Babilonia. En Macondo no se acuerdan ya de la
familia Buendía. Se dedica a descifrar los pergaminos de Melquíades en el laboratorio
hasta que regresa de Bruselas su tía Amaranta Úrsula con quien tiene un romance. De
aquí ella queda embarazada y tiene un niño que al nacer descubre que tiene cola de cerdo.
Ella muere desangrada después del parto.
La tía Julia y el escribidor, Mario Vargas Llosa.

Vargas Llosa nació en Arequipa, ciudad al sur del Perú. Pasó los primeros años
de su niñez en Cochabamba (BOL), Piura y Lima, siguiendo los azares de un hogar
fracturado; en ese último lugar, estudió dos años en el colegio militar Leoncio Prado,
experiencia que se convertiría en materia de su primera obra, La ciudad y los perros. A
los dieciocho años se casó con su tía política, Julia Urquidi, lo que causaría un gran
escándalo en su familia; esta historia y la de su propia formación literaria serían la
materia de otra de sus novelas, La tía Julia y el escribidor. Por lo tanto, vemos cómo
aflora la fantasía del autor sólo si tiene apoyo de una concreta experiencia personal, con
personajes y ambientes reales y a veces hasta con nombres propios.

Sus años formativos en Lima coinciden con la presencia dominante de un grupo


de narradores peruanos que pertenecen a la llamada “generación del 50” Con ellos
aprendió a cultivar el realismo urbano, de clara intención social y testimonial.

Por otro lado, es evidente que su proyecto literario era radicalmente distinto. La
novedad que introduce su obra es la ruptura del modelo de representación naturalista.

Decimos pues que posee un primer periodo creador que incluyen novelas de
crítica social y denuncia como La Casa Verde y La ciudad y los perros.

Pero cuenta con un segundo periodo donde está incluida su obra La tía Julia y el
escribidor. Por un lado, tenemos novelas cuyo tema es esencialmente político (La guerra
del fin del mundo e Historia de Mayta) por otro lado, las que reelaboran vivencias de tipo
más privado, su propia experiencia de escritor. Esta obra (La tía Julia) pertenece al
segundo periodo de la escritura del autor que consistió en introducir el humor a sus textos
ya que hasta ese momento sus novelas se caracterizaban por la solemnidad inherente de
la narrativa de protesta social.
Sin dejar de ser un realista, es evidente que es esta época él mismo se cuestiona
si es posible usar la expresión “ficción realista” sin caer en una insostenible
contradicción: todo lenguaje artístico es forzosamente una traición de la experiencia real.
El problema se le presentó de modo vívido cuando escribía La tía Julia…, al tratar de ser
fiel a ciertos pasajes que queriendo ser autobiográficos se convertían inevitablemente en
novelísticos. Es por eso que en el prólogo de su libro va a decir Este empeño me sirvió
para comprobar que el género novela no ha nacido para contar verdades, que éstas, al
pasar a la ficción se vuelven mentiras.

En La tía Julia y el escribidor (1977)  hay dos planos perfectamente


diferenciados: por una parte, tenemos la peripecia del joven Marito, sus inicios como
escritor, el trabajo en la emisora, sus relaciones con la tía Julia; por otra, los seriales de
Pedro Camacho. Los capítulos dedicados a uno y otro tema o plano alternan a lo largo de
toda la novela, salvo los dos últimos. De esta manera, la historia de Varguitas es la trama
o base sobre la cual se insertan las historias parciales escritas por Camacho. Ahora bien,
no se trata únicamente de una diferencia temática; los dos planos se diferencian también
por la forma; en efecto, los seriales de Pedro Camacho están escritos en tercera persona.
Por contra, la historia de Varguitas se narra en primera persona, tiene carácter
autobiográfico.

En esta novela de Vargas Llosa se destaca el elemento paródico, donde se


parodia el lenguaje melodramático de la radio, el efecto es de una distorsión burlesca de
su anterior modelo realista. Se plantea, por tanto, que la obra consiste en una parodia de
las novelas de folletines melodramáticos con el fin de realizar una crítica a esos textos
populares como también a sus escritores.

Ambos planos, el de las peripecias del romance de Mario Vargas con tía Julia y
el de los seriales radiofónicos de Pedro Camacho, comparten características.

La obra, como se dijo, tiene como objeto parodiado a un subgénero literario. Por
ese motivo se toman características de esos textos pero de forma transformada, exagerada
e irónica porque a pesar que la imitación es fundamento de la parodia, ésta siempre
obtiene una identidad textual propia. Es así que los fragmentos que Mario Vargas Llosa
nos da como escritos por Pedro Camacho se caracterizan por empezar, en cada capítulo,
con un indudable y caricaturesco estilo de folletín, de serial radiofónico. Así, por
ejemplo, el primer episodio arranca de la siguiente manera: «[...] cuando un famoso
galeno de la ciudad, el doctor Alberto Quinteros -frente ancha, nariz aguileña, mirada
penetrante, rectitud y bondad en el espíritu-, abrió los ojos...» (pág. 29) y esto se repite en
los demás fragmentos de radioteatro (ejemplo, el capítulo IV)

Al producir la novela el autor tiene la finalidad de realizar una crítica a esos


textos que denotaban baja calidad y consumo masivo y a sus escritores que siempre
tenían un tiempo estipulado para realizar tramas de gran extensión por lo tanto debían
escribir lo máximo posible a una gran velocidad para cumplir con su trabajo. Esos textos
presentan a sus acontecimientos y personajes con claridad y exponen temas sobre
historias de héroes y hazañas militantes del pasado o dramas de familias. La característica
es que terminan siempre con finales felices.

En consecuencia se ven presenten algunos rasgos de ese subgénero en los


capítulos autobiográficos en el romance de Marito y Julia. Este consiste en un relato de
enamorados con una relación prohibida por lo que se deben ocultar ya que todos quieren
separarlos. Y exponen al padre de Marito como el adversario de su relación ya que quiere
matar a su hijo si se casa. Pero a diferencia de aquellas novelas la protagonista no es una
joven inocente ni el protagonista su salvador ya que en su relación Julia es la mayor y
Marito un joven con solo un brillante futuro. El autor no solo invierte esos papeles sino
convierte al antagonista en un padre protector al final de la obra. Luego exhibe como
logran los protagonistas estar juntos, pero también menciona que al transcurrir ocho años
se divorciaron y al siguiente Varguitas tuvo su segundo matrimonio con su prima
Patricia. Por lo tanto no prevalece un final feliz para la pareja.

Del mismo modo se presenta a Pedro Camacho nombrado en la obra como


escribidor que el D.R.A.E. define como un vocablo coloquial que connota a un mal
escritor. Con él Vargas Llosa parodia a los escritores de la novelas de folletines tanto a
su forma de escribir como a su dedicación de hacer arte al tratar de reflejar la realidad de
forma precisa utilizando un lenguaje artificial y superfluo. Ese personaje tiene
características pintorescas desde su baja estatura, su vestimenta de caballero de las viejas
fotografías hasta una voz firme y melodiosa con una dicción perfecta.

Pedro Camacho emplea diferentes elementos y principios hiperbólicos para


representar lo real ya que argumenta “yo escribo sobre la vida y mis obras exigen el
impacto de la realidad”. Uno de esos elementos es un mapa de los lugares de Perú como
referencia para seleccionar los espacios con los que va a trabajar y está señalado con
siglas de los personajes más llamativos. También para embellecer sus escritos utiliza un
libro de diez mil citas de autores famosos como Cervantes, Shakespeare entre otros.
Además usa disfraces para encarnar a sus personajes y demostrar los sentimientos de
cada uno de ellos como en el capítulo XI se viste como médico para escribir sobre un
parto de trillizos.

Finalmente esas historias terminan sin ser concluidas ya que el escribidor no


puede resolver las extensas tramas que al principio se iban confundiendo de manera sutil
los nombres de los personajes y que al transcurrir los diferentes radioteatros se pierde
completamente las distintas historias y terminan todas en una solo trama.

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