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Apuntes para el ensayo de Cien años de soledad.

 En ella no se trata de un tiempo cronológico, sino del despliegue envolvente del
transcurrir del tiempo mismo, entendido como el tiempo cíclico que marca la tragedia de
la familia Buendía y en el que se desenvuelve el borrascoso circular de Macondo. El
destino fatídico de sus personajes está sujeto a la constante presencia de un tiempo
circundante y devastador. Cien años indica la perdurable e inseparable soledad
compartida que se extiende por entre toda la dinastía de los Buendía.

Pero, ¿qué podría  significar entonces la “soledad” de los cien años? Ella alude al
ensimismamiento de la familia Buendía, ocasionado por su sentimiento de culpa y por
su fallida apertura al mundo. Su atmósfera solitaria no sólo refleja su incapacidad de
amor y comunicación, sino también, y sobre todo, su impotencia para abrirse a la
posibilidad de la transformación y continuidad de un tiempo histórico, en el que los
hombres puedan ocasionar sucesos no repetibles que los renueven y cambien su
mundo. Los “Cien años de soledad” de la familia Buendía dan a conocer el tiempo
predestinado de su aparecer en el acaecer reiterativo de su destino.

El pasado y el futuro se experimentan gracias a la circularidad de repeticiones y


retornos que abarca todo presente.

En su lugar el pasado se interpone en el presente y se afianza en éste de manera


reiterada: “Aureliano, que no tenía entonces más de cinco años, había de recordarlo por
el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica y
reverberante de la ventana José Arcadio, su hermano mayor, había de transmitir
aquella imagen maravillosa como un recuerdo hereditario, a toda su descendencia.”
(García Márquez, 1967: 13).

Por su parte, el presente del futuro no despunta hacia lo nuevo ni es el presente de un


futuro posible que será otro que el pasado, sino que se manifiesta como un presente
preexistente, anunciado por medio de los presagios. A esta frustración de proyectar el
futuro se suma el terror arraigado en él a causa del destino aciago que intimida a la
familia Buendía, como castigo por sus relaciones incestuosas: el hijo con cola de cerdo.
Su culpa, acompañada de soledad y de frustración, genera el rasgo irresoluto inherente
al futuro incierto de la estirpe de los Buendía. Al presente de lo venidero es extraño un
mundo que de repente deviene otro, pues en la soledad de los cien años no hay sucesos
que abran nuevos horizontes.

El tiempo desplegado en los cien años de soledad es un tiempo que retorna


periódicamente, en el que todo se repite y de cuya reiteración se percata úrsula. Ella se
convierte en testigo del movimiento autorreferente de su circularidad, puesto que es
quien vislumbra en sus repeticiones y retornos el todo circundante que envuelve a la
familia Buendía como un torbellino. Ya esto me lo sé de memoria… Es como si el tiempo
diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio” (García Márquez, 1967:
169). Ella es previsora del desenrollamiento cíclico que, en su movimiento, retorna en sí
mismo: “úrsula confirma su impresión de que el tiempo estaba dando vueltas en
redondo” (García Márquez, 1967: 192), y se estremece “con la comprobación de que el
tiempo no pasaba, como ella lo acaba de admitir, sino que daba vueltas en redondo”
(García Márquez, 1967: 284-285), y que “cada miembro de la formación de la familia
repetía todos los días, sin darse cuenta, los mismos recorridos, los mismos actos, y que
casi repetía las mismas palabras a la misma hora” (García Márquez, 1967: 212).

Su futuro aparece y es descifrado en el manuscrito hecho de Melquíades, cuyo


contenido descorre el velo del completo acaecer en el tiempo ciclónico y acrónico de
Macondo.

En su aproximación a un presente indescifrable, el futuro de Macondo se torna con sus


profecías en un pasado que termina en la devastación de su mundo y en el destino
ineludible que agobia a todo integrante de esa familia.

Apuntes video

Los propios latinoamericanos recalcan su identificación con las obras. Gabriel García
Márquez es el punto más alto dentro de los autores del boom.

Todos tenían la característica de innovar en términos técnicos y romper con la forma


tradicional de narrar que predominaba en la región. Una forma de organización textual,
en cuanto al tiempo y narradores, que rompe con las estructuras secuenciales que
acostumbraban las literaturas de la región.

El elemento que va a desarrollar Márquez con mucha más fuerza va a tener que ver con
la construcción del espacio.

Otra característica es la desconfianza sobre lo real, que cobra forma en el trabajo de la


conjunción entre lo real y lo fantástico en la literatura. Los críticos van a clasificar la
literatura de G.G.M que implementa este aspecto con el nombre de “realismo mágico”

En el título están presentes la soledad, el paso del tiempo y la identidad de américa.

Introducción A Latinoamérica le correspondía un lenguaje legendario, desbordante,


tropical. Para contar esa historia no podía utilizar los procedimientos del realismo, sino
que era necesaria la desmesura y la fantasía de las leyendas antiguas.

Macondo, que constituye una síntesis de Colombia y también de América, es sobretodo


un territorio mítico porque resume los episodios históricos de todas las civilizaciones.
El final, que dicta “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una
segunda oportunidad en la tierra” equivale a una sentencia y encierra a la familia
Buendía en el ámbito de la tragedia.

La propia concepción del paso del tiempo, con sus repeticiones y espirales, refleja una
visión trascendente de la existencia humana. Pocos lectores pueden no confundir a las
decenas de personajes que integran las generaciones de la familia Buendía: José
Arcadios, Aurelianos, Úrsulas se repiten en un juego confuso que nos lleva a pensar que
todos los personajes son encarnaciones de una misma matriz. Es así como García
Márquez construye su mensaje, a través de la sensación en el lector de que no sólo los
nombres se repiten en las distintas generaciones sino que también lo hacen los rasgos
de carácter, los errores y los aciertos. Esto haya su confirmación en las palabras de
Úrsula con la lucidez que le conceden los años. El lector tiene la impresión de que los
prodigios, las batallas de los Buendía son siempre distintas pero que en el fondo todos
viven la misma vida confusa cuyos límites son difíciles de percibir. La repetición mítica
hace del destino de Macondo y de los Buendía un destino dramático, porque todo
avance implica un retorno al pasado y todo destino familiar implica una condena.

Introducción: La realidad va mucho más allá de lo que garantizan los sentidos. Su


literatura no es una visión distorsionada de lo americano, sino que quiere ser un reflejo
fidedigno de esa realidad cotidiana naturalmente plagada de prodigios. Lo que propone
el novelista colombiano, por lo tanto, es un nuevo realismo donde no se discute la
novela como reflejo del entorno sino el concepto mismo de realidad. Y esta se enriquece
notablemente en los ojos de un caribeño que busca ver el mundo con la generosidad
con que lo hacían sus antepasados y con la credulidad de un niño.

Cien años de soledad, mientras dura el embrujo de su lectura, hace creíble lo increíble y
nos devuelve la mirada ingenua de un niño que conoce el hielo por primera vez y acerca
con temor su mano para comprobar que, de tan frío que es, quema. En este episodio,
un fenómeno aceptable y cierto, como es el hielo, recibe un tratamiento sobrenatural.
Sucede lo mismo con otros objetos y conocimientos que son cotidianos para nosotros,
pero que resultan prodigiosos para una mentalidad arcaica: los imanes, las lupas, la
redondez de la tierra, etc, despiertan el asombro de los macondinos. Lo sobrenatural
también puede ser aceptable aunque no sea comprensible.

Tanto los personajes como el narrador, aceptan como parte de la realidad una serie de
fenómenos que, desde nuestro punto de vista, son sobrenaturales e imposibles. Niños
que son capaces de llorar en el vientre materno y nacer con los ojos abiertos, muertos
que siguen viviendo junto a los vivos, epidemias de insomnio y de olvide.

Soledad: es una marca de identidad que heredan todos los Buendía.


Desde que surge la familia, la prohibición del incesto sirve como hilo conductor de la
novela y quien la infrinja, llevará como castigo un hijo con cola de cerdo. Los Buendía
habían iniciado su andadura con la mediación del incesto, ya que José Arcadio y Úrsula
son primos-hermanos y su historia se cerrará cuando la última pareja, de tía y sobrino
(aunque ellos no saben que lo son), pugne por vivir su amor entre las ruinas de
Macondo. Sin saberlo, como si fueran títeres movidos por la fatalidad, cruzan cientos de
kilómetros para enamorarse, unidos por el llamamiento sordo de unas sangres que se
buscan impetuosamente.

Cien años de soledad fue la expresión más aclamada de una eclosión narrativa que
mostró a millones de lectores, acá y allá, la vigorosa vitalidad de un continente.

Citas textuales:

Desde entonces, durante varios años, se vieron casi todas las tardes.
Melquíades le hablaba del mundo, trataba de infundirle su vieja sabiduría. Melquíades
le hablaba del mundo, trataba de infundirle su vieja sabiduría, pero se negó a traducir
sus manuscritos. “Nadie debe conocer su sentido mientras no hayan cumplido cien
años”, explicó. Melquíades, todo está escrito.

“Ya esto me lo sé de memoria”, gritaba Úrsula. “Es como si el tiempo diera


vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio.” Tiempo circular.

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